Buscando las raíces históricas de la actualidad.

Author: Martinez Riqué Page 1 of 3

Ciudadano del mundo, pintor y escritor. Catedrático de historia en el Instituto Vipan de Lund.

Centésimo nonagésimo paseo. Lo que se puede aprender de personajes ficticios.

Hoy he dado un paseo por las calles de Ystad, ciudad costera del sur de Suecia, que enamoró a mi hermana cuando se la enseñé, hace ya muchos años. En el extremo sur de Suecia, donde el mar Báltico acaricia playas de arena blanca , bañadas por agua demasiado fría para el bañista, y el viento arrastra perfumes de sal y brezo, algo rudos a mí parecer, se alza Ystad, una ciudad que parece haber sido tallada a mano por siglos de historia y literatura. Ystad no es solo un lugar; es una atmósfera, con calles empedradas que serpentean entre casas de entramado de madera, torres de iglesias que rasgan el cielo grisáceo, y una luz oblicua que convierte cada rincón en un escenario de melancolía.

Los orígenes de esta ciudad se remontan al siglo XII, cuando era apenas un asentamiento de pescadores de arenques. Su nombre aparece por primera vez en documentos oficiales hacia 1244. Durante la edad media fue un puerto estratégico en la Liga Hanseática. Prosperó como centro de comercio e intercambio cultural con el continente europeo.

Las casas burguesas, los almacenes portuarios y los monasterios de ladrillo rojo (como el Monasterio de los Franciscanos, uno de los mejor conservados de Suecia) son vestigios vivos de aquel esplendor. En épocas de guerra y peste, Ystad sufrió como toda Escandinavia, pero su espíritu marinero, mezcla de terquedad y nostalgia, la sostuvo contra los embates del tiempo y la conservó hasta nuestros días, conservando la historia como en una capsula del tiempo. La ciudad siguió viviendo su vida somnolienta, con vestigios históricos en monumentos y calles, como la Iglesia de Santa María, con su trompetero en la torre, o la calle “Spanienfarare” que lleva al puerto, cuyo nombre indica que desde Ystad se podía viajar hasta España, hasta el mismo Cadiz en el siglo XVIII.

De repente, en los años 90 del pasado siglo, Ystad hizo su aparición en la imaginación mundial, cuando el escritor Henning Mankell eligió esta ciudad como hogar de su melancólico detective, Kurt Wallander. A través de las novelas comenzaron a conocerse las playas de Sandskogen (Bosque de Arena), el puerto adormecido, las granjas solitarias del campo de Österlen. Todo ello, junto a la propia ciudad, se convirtió en escenarios de crímenes, investigaciones sombrías y profundas meditaciones existenciales.

Mankell no embelleció Ystad; al contrario, la describió como un espejo de la crisis moral moderna: una ciudad pequeña atrapada entre un pasado seguro y un futuro incierto lleno de violencia, inmigración, racismo y desencanto. Kurt Wallander, cansado y ético, caminando por las calles de Ystad bajo la lluvia, encarnó la angustia silenciosa de una Europa en transformación. Hoy, visitantes de todo el mundo siguen sus huellas: Visitan la comisaría real donde «trabajaba» Wallander, pasean por las tiendas y cafés mencionados en las novelas, como “Fridols konditori”, donde el detective se tomaba su “fika”, y se dejan envolver por la misma sensación de inquietud, melancolía y belleza frágil.

Aquí, la historia no es un museo muerto: se respira en las fachadas torcidas por lo siglos, en los cementerios cubiertos de musgo, en los aromas de pan de centeno y pescado ahumado que flotan en el aire en la cercana Kåseberga.

Ystad es una ciudad donde el tiempo no pasa: vaga, fluctúa, se oculta tras la niebla y luego resurge en las páginas de un libro o en el recuerdo de un viajero. Una ciudad que enseña que incluso en los rincones más tranquilos del mundo, la vida, y sus fantasmas, nunca dejan de latir. Y, aquí llegamos mi compañera y yo hace 20 años, para las fiestas, y para correr una carrera popular. Ella quedo primera en su categoría y esperamos a la entrega de premios tomando un café, justamente en Fridolfs konditori. El premio consitió en la serie completa de los libros de Henning Mankell sobre el comisario Kurt Wallander, todos los publicados hasta entonces, que eran diez y solo faltaban los dos últimos, que fueron editados en 2009 y 2013 respectivamente.

Nosotros no habíamos leído nada sobre Kurt Wallander y nos llevamos el pesado paquete sin muchas esperanzas. Era verano y yo tomé el primero para tener algo que leer en una casita que alquilamos en la isla de Iv, isla situada en medio de un lago (Ivesjön). Necesitaba algo que leer porque más de la mitad de los días que pasamos allí, llovió copiosamente y los proyectos de playa y sol se fueron al garete. Pero un buen café y la lectura, compensó ampliamente la decepción ante la adversidad meteorológica.

El escritor sueco Henning Mankell, siendo él ya un escritor y dramaturgo experimentado, a principios de los años 90, decidió crear el personaje de Kurt Wallander, un policía, que es mucho más que un detective: es un hombre que carga con el peso del tiempo, de la culpa, de la incertidumbre moral. La intención de Mankell era escribir sobre la transformación profunda de la sociedad sueca en los 90: una Suecia que estaba dejando atrás su imagen de país homogéneo, seguro y progresista, y comenzaba a enfrentarse a problemas de violencia, racismo, desarraigo y desilusión. Una frase típica de Kurt Wallander es: «Ya no reconozco el país en el que nací.» Wallander consigue comunicar una conciencia aguda del declive de los valores modernos y la fragilidad de la civilización.

Aunque Mankell insistió en que no eran un panfleto político, sus novelas aumentaron la conciencia sobre los riesgos de la exclusión social, el racismo, el abandono de los servicios públicos. Alimentaron también debates sobre cómo debía Suecia gestionar la inmigración, cómo proteger el Estado de bienestar o cómo combatir la xenofobia sin perder valores democráticos. No es que Wallander dictara programas políticos, pero humanizó problemas sociales y movilizó sensibilidades progresistas, especialmente en sectores que veían en las novelas una llamada de atención contra la indiferencia y el egoísmo social. Él hizo que muchos lectores suecos, y europeos, vieran la crisis social no como un problema simple de “buenos y malos”, sino como una compleja descomposición moral de toda la sociedad. Mankell murió en 2015 a los 67 años y no llegó a vivir la explosión de violencia que vivimos en el momento en Suecia.

Kurt Wallander influyó en la percepción de la sociedad, y de manera indirecta también tocó la política, sobre todo en Suecia y Europa del Norte. Antes de Wallander, la imagen exterior de Suecia era la de un país neutral, moderno, casi utópico: “Suecia, el país perfecto”, pero, después de Wallander, Suecia empieza a verse también como un país vulnerable, en transición, lleno de contradicciones. El “nórdico melancólico” pasa a ser una figura reconocible en la cultura popular: un individuo ético pero agobiado por un mundo que se desmorona. Esto alimentó un tipo de realismo crítico que luego explotó con el llamado “nordic noir”: todo un género de novelas y series, por ejemplo, Millennium de Stieg Larsson o El puente.  

Henning Mankell, en sus novelas de Kurt Wallander, construye un contraste profundamente inquietante: por un lado, describe con un tono casi lírico la belleza serena del sur de Suecia, los campos de colza, los bosques, las playas abiertas hacia el Báltico; por otro, en ese mismo paisaje aparentemente inocente, irrumpe la violencia más brutal y absurda. Este contraste es uno de los núcleos emocionales de toda la serie.

Y es también su forma de hablar de la banalidad del mal, de la que hablaba Hannah Arendt, el hecho de que el horror no necesita de escenarios espectaculares; sucede en medio de lo cotidiano, de lo hermoso, de lo aparentemente seguro. Imágenes de luz nórdica, cielos eternamente cambiantes, el mar que «respira» en la costa, los campos de trigo meciéndose con el viento. Detalles mínimos, como los aromas de la tierra húmeda, el sonido distante de las grullas, la soledad de una carretera al amanecer. Mankell resalta la paz exterior de Ystad y su entorno para reforzar su papel como «paisaje interior» de los personajes. Esta belleza no es «pura» ni «idílica»; es melancólica, cargada ya de una especie de anticipación de la pérdida.

Mankell no pinta monstruos ajenos a la sociedad, sino productos invisibles de ella, que cometen crímenes brutales: asesinatos que a menudo parecen innecesarios, excesivos, difíciles de comprender en términos racionales. Muertes motivadas no por grandes causas, sino por odio sordo, racismo, egoísmo, venganza menor, o simplemente por indiferencia. Muchas veces, los asesinos son personas aparentemente ordinarias: granjeros, empleados, funcionarios, vecinos.

Henning Mankell retoma, en forma de novela, la idea que formuló Hannah Arendt cuando hablaba del juicio a Adolf Eichmann: El mal no siempre viene en forma de grandes monstruos o villanos caricaturescos. A veces son personas comunes que, en un contexto de soledad, alienación o ideología, cometen atrocidades sin siquiera sentir que hacen algo extraordinario.

En el mundo de Wallander, el campo sueco ya no es refugio de bondad simple, si es que lo ha sido alguna vez. La modernización, la soledad urbana y la pérdida de valores comunes crean vacíos donde el mal crece discretamente. La violencia no interrumpe el paisaje: convive con él, como una grieta en una hermosa pintura.

«El amanecer era tan claro que dolía mirarlo. Wallander se preguntó cómo podía caber tanta belleza en un mundo donde esa misma mañana dos ancianos habían sido asesinados brutalmente en su cama.»[1]

«La carretera cruzaba campos de cebada iluminados por el sol, y Wallander pensó que jamás había visto un paisaje tan sereno. Al mismo tiempo, sabía que, en algún lugar, en esa misma quietud, caminaba un asesino.»[2]

Wallander es sin duda un existencialista melancólico. Su filosofía personal se podría resumir en cuatro grandes ideas: el mundo es caótico y no tiene un orden moral claro, la responsabilidad individual es lo único que cuenta, la soledad es el estado natural del ser humano y la belleza efímera justifica la vida.

Wallander percibe que, la violencia, el crimen y la injusticia no responden a un plan racional y el bien y el mal se mezclan y a menudo no se distinguen con claridad. No hay garantía de que la vida premie a los justos ni castigue a los culpables. Su tarea como policía no es «restaurar el orden absoluto», sino luchar para mantener pequeñas islas de sentido dentro del caos.

Wallander cree profundamente en la responsabilidad personal, cosa que comparto. No puede cambiar el mundo entero ni puede eliminar el mal. Pero sí puede actuar, cada día, según su conciencia. Esto es puro existencialismo sartriano: somos lo que hacemos, incluso en medio de un universo indiferente.

La soledad es parte de la esencia de Wallander. A nivel familiar mantiene una relación tensa con su padre y su hija. A nivel amoroso es incapaz de sostener relaciones. A nivel social se siente cada vez más desconectado de la Suecia moderna. Pero Wallander no dramatiza su soledad; la acepta como parte de la condición humana. Es una soledad silenciosa, melancólica, pero digna.

Aunque ve mucho horror, no es un cínico completo, porque encuentra sentido y momentos de felicidad en un paseo junto al mar, el sonido del viento en los campos, la breve risa de una amiga o la luz del amanecer después de una noche difícil. Estos momentos de belleza simple, aunque fugaces, son suficientes para él, para seguir viviendo.

A Wallander, lo saco aquí, paseando por Ystad, a sabiendas que no es el pionero del “nordic noir”. En realidad los pioneros fueron la pareja de escritores Maj Sjöwall y Per Wahlöö que crearon el comisario Martin Beck, el policía humanista y crítico que aparece en los años 60-70, en una serie de 10 novelas, por ejemplo, El policía que ríe, El hombre que se esfumó. Beck es un policía meticuloso, melancólico, honesto, crítico con el estado sueco y reflejan un desencanto profundo con el sueño socialdemócrata sueco.

Sjöwall-Wahlöö presentan una Suecia donde el Estado falla en proteger a los más débiles, donde la policía misma está contaminada de corrupción, burocracia y cinismo. Aunque cansado y enfermo, Beck lucha por mantener una pequeña chispa de humanidad en su trabajo. La serie de Beck fue creada como una crítica sistemática al modelo social sueco, y su tono es claramente político.

Mankell admiraba abiertamente a Sjöwall y Wahlöö y consideraba a Beck como el modelo inicial para construir su propio personaje, Kurt Wallander, el policía existencialista, que aparece como novela a partir de 1991. Mankell lleva un poco más lejos el desgarro interior: Wallander no solo lucha contra el crimen o la corrupción: lucha contra la propia descomposición de la sociedad y contra su vacío interior. Mientras Beck todavía confía algo en la acción política, Wallander ya siente que la historia misma se ha quebrado. Si tienes tiempo y encuentras alguna novela de Beck o Wallander, te las recomiendo todas. También puedes ver series, porque se han hecho varias, con diferentes actores en diferentes épocas, Anoche mismo, estuve viendo la serie de Beck, en una versión bastante reciente.  


[1] Asesinos sin rostro (1991)

[2] La falsa pista (1995)

Centésimo octogésimo noveno paseo. Palabras son. Releyendo a Victor Klemperer.

Despierto, como casi siempre, antes de que den las seis. Por los resquicios de las cortinas del balcón penetran los rayos de sol, cortando la oscuridad como cuchillos áureos. Despierta el cuerpo y, al poco, también el alma. Un nuevo día de primavera está ante mí, nada sé de él; me dispongo a vivirlo. Con el primer café de la mañana, repaso los diarios en la red. Antaño esperaba la llegada del repartidor de periódicos, con el cotidiano sonido del buzón al cerrarse, y emprendía la rutina de salir a buscarlo, traerlo a la cocina, extenderlo sobre la mesa, con la taza de café y las tostadas a mi derecha. Ahora ya es solo abrir la tapa del ordenador e ir buscando, uno por uno mis diarios, que al estar disponibles, son muchos; cada día más. Empiezo por lo local: Sydsvenskan, es un periódico regional de Escania con redacción en Lund y otras pequeñas ciudades del sur de Suecia. Ocasionalmente escribo en él algún artículo de opinión. Sigo con Dagens Nyheter, que es el diario más importante en Suecia, dónde se puede leer lo que ocurre en el mundo de la política, la cultura y la ciencia, y con análisis, normalmente bien informados, de lo que acontece fuera de nuestras fronteras. De ahí, paso a El País, para leer sobre la actualidad española. Este diario a pasado a tener un sesgo abiertamente de izquierdas y me obliga a completar con El Diario, ABC y el Mundo, ocasionalmente con el Punt Avui. De ahí me voy a The Guardian, Financial Times y The independent, para ampliar la perspectiva, Le Monde y Le Figaro para conseguir una perspectiva francesa y, ocasionalmente, algún periódico alemán o italiano y, aunque con menos frecuencia, también el órgano de información de la Unión Europea Politico Europe.

El leer tantos periódicos debería darme una perspectiva muy rica de lo que es la situación política pero desgraciadamente, parece que todos eligen la misma perspectiva, aunque con diferentes ángulos. Parece como si todos recibiesen la información de las mismas fuentes y la crítica a esas fuentes es absolutamente imperceptible. Me da la impresión de que nos encontramos ante una información completamente uniforme o uniformizada. Me faltan voces disonantes que se atrevan a analizar los acontecimientos desde perspectivas más personales. Hasta cierto punto, comprendo por qué muchos ciudadanos abandonan los medios tradicionales y se aventuran por el ciberespacio, lleno como está este de todo tipo de análisis de múltiples rasgos y tendencias. Me parece comprender que buscan la afirmación de sus ideas y creo que todos encuentran medios a su medida.

La interpretación de lo que los medios informativos nos ofrecen depende en gran manera del lenguaje que ofrecen y de cómo lo interpretamos, los que leemos las informaciones y los análisis que exponen. El lenguaje es la herramienta esencial de los medios de comunicación. No solo transmite información: configura realidades, establece relaciones de poder y define los marcos desde los cuales se interpreta el mundo. El lenguaje no es neutro; cada palabra elegida, cada giro sintáctico, cada término técnico o coloquial, tiene un peso, una intención, una carga. Y ocurre, o al menos me está ocurriendo a mí, algo curioso y a la vez preocupante: el lector puede sentirse alienado por ese mismo lenguaje, incluso cuando lo domina, este es mi caso ¿Por qué?

Yo creo que los medios muchas veces construyen un lenguaje cerrado sobre sí mismo, cargado de tecnicismos, de jergas profesionales, de giros retóricos que suenan vacíos. No es que yo no entienda las palabras, sino que no encuentro mi vida en ellas. Es como si escuchara hablar de un mundo que no me pertenece, aunque sea el mío.  Eso ocurre sobre todo cuando el lenguaje en los medios está al servicio de agendas políticas, intereses económicos o narrativas ya construidas, los lectores percibimos, aunque sea de manera vaga, que no se nos está diciendo toda la verdad. Nos sentimos tratados como objetos de persuasión y no como sujetos pensantes. Esa desconfianza crea distancia.

En tiempos de titulares veloces, de fragmentos virales, de noticias en cadena, el lenguaje se vuelve rápido, casi ansioso. Se sacrifica la profundidad por la inmediatez. Esto empobrece mi experiencia como lector, que busco comprensión y reflexión, no solo consumo de datos. Y, a veces, el lenguaje de los medios excluye ciertas voces, ciertos modos de hablar, ciertas realidades sociales o culturales. No se trata solo de palabras, sino de formas de ver el mundo. Cuando eso ocurre, los lectores no nos vemos reflejados en el discurso mediático. Y nos alejamos, sin querer, poco a poco. También hay una forma de alienación más sutil: cuando el lenguaje de los medios embellece la falsedad, disfraza la violencia o adorna la injusticia. Entonces, yo, aunque entienda cada frase, siento que hay algo falso, algo que me revuelve el estómago. Esa repulsión es también una forma de alienación.

Pero hoy quiero referirme a la alienación que causa leer textos que emplean una cantidad exagerada de neologismos. Yo soy un lector habitual. He pasado la vida entre libros, escuchando el lenguaje respirar con todos sus matices. Sé distinguir entre una palabra justa y una palabra vacía. Por eso, cuando leo un artículo de análisis cargado de neologismos innecesarios, siento que algo se cae al vacío y se rompe. Los neologismos pueden tener su función: nombrar fenómenos nuevos, realidades complejas, transformaciones del pensamiento. Pero cuando proliferan sin medida, desplazan lo esencial: la claridad, la resonancia emocional, la belleza del lenguaje bien usado. En vez de invitarme a comprender, el texto parece retarme a un juego de desciframiento. Y ese esfuerzo constante, lejos de estimular, fatiga.

A veces, los neologismos se usan seguramente como ornamento, como si el autor quisiera demostrar erudición en lugar de compartir una idea. Yo entonces ya no escucho una voz que busca decir algo con honestidad, sino a alguien que quiere brillar, complicando lo que podría explicarse con palabras más llanas. Esa pretensión estilística termina por alejarme.

Yo, como lector literario, valoro la cadencia, la armonía de una frase bien construida. Pero los neologismos, sobre todo los de raíz técnica o académica, suelen ser ásperos, intrusivos, a veces ridículos. Rompen la fluidez, como piedras en un río. Y la lectura, entonces, ya no fluye: se encalla. Las palabras nuevas, si no están bien arraigadas en el uso común o en el pensamiento crítico, no me tocan. Son formas huecas. Puedo entender su significado, incluso captar su función, pero no me dicen nada que resuene con mi experiencia. Y cuando no hay resonancia, desaparece el interés. En el fondo, quizá lo que más me incomoda es sentir que ese uso exagerado del neologismo parte de una relación desigual: como si el autor no confiara en mi inteligencia, sino que la pusiera a prueba innecesariamente. Y yo no leo para ser examinado, sino para dialogar, pensar, sentir, crecer.

En muchas ocasiones, mientras leo ciertos artículos de análisis o columnas de opinión, me detengo en seco. No por el contenido, que puede ser valioso, ni por la forma, que suele estar bien cuidada. Me detengo por las palabras. Por ese desfile de neologismos internacionales que, lejos de aclarar lo dicho, lo cubren con una pátina de presunta modernidad y profundidad. Me fastidian, por ejemplo, expresiones como “resiliencia”, importada del inglés con un barniz psicológico que pretende explicar toda la condición humana en una palabra que no tiene alma. Antes, decíamos resistencia, capacidad de aguante, entereza. ¿No bastaban?

También me incomoda “empoderamiento”, esa calca directa del empowerment anglosajón, que suena más a eslogan de empresa que a verdadera emancipación. Decíamos fortalecimiento, autonomía, asumir poder, palabras que venían con historia y cuerpo. Me irrita “narrativa”, usada como comodín. Todo se ve como narrativa: la política, el marketing, la historia personal. Y se olvida que no todo lo que se cuenta es necesariamente una narración, ni todo discurso una construcción ficcional. Detrás de esa palabra muchas veces se esconde una forma de relativizar la verdad.

Y, hablando de verdad, la “posverdad” es otra palabra que me resulta hueca, aunque ya se haya vuelto moneda corriente. Como si el engaño, la manipulación o el cinismo fueran inventos recientes. Lo que hay es mentira de toda la vida, pero ahora disfrazada con galas académicas. Y ni hablemos de “fake news”, que parece dicho a propósito para evitar decir “mentira” o “engaño mediático”. De pronto, una palabra inglesa basta para suavizar una práctica corrosiva.

No tengo nada contra la evolución del lenguaje. Sé bien que toda lengua vive, evoluciona, respira. Pero me resisto a que ese cambio venga sin necesidad, sin respeto por la claridad, sin arraigo. Cuando las palabras nuevas no nacen del suelo de la experiencia, sino de la moda, del tecnicismo o de una especie de vanidad intelectual, entonces no enriquecen el discurso, más bien lo empobrecen.

He tropezado con un libro que no conocía de Victor Klemperer: “Diario de la revolución 1919 – hay que reir y llorar al mismo tiempo”. Es un libro publicado en 2015 con un texto inédito hasta entonces que ofrece una mirada íntima y detallada de los tumultuosos eventos que siguieron al final de la Primera Guerra Mundial en Alemania. Klemperer, reconocido filólogo y profesor universitario, documenta en sus escritos las tensiones sociales y políticas que marcaron el inicio de la República de Weimar.

Releer a Victor Klemperer hoy no es solo un ejercicio histórico o literario: es, quizás, un acto de resistencia, de lucidez y de higiene mental y moral. En tiempos de polarización, manipulación mediática y banalización del lenguaje, Klemperer nos ofrece herramientas esenciales para pensar críticamente, cuidar las palabras y entender los signos del poder. De este autor conocía la obra Lingua Tertii Imperii, en la que Klemperer muestra cómo el nazismo transformó el idioma cotidiano en un instrumento de dominación. Palabras como “fanático”, “heroico”, “total”, “limpieza”, “elemento”, aparentemente inofensivas, fueron vaciadas, infladas o infectadas ideológicamente.

En un mundo saturado de propaganda, eufemismos bélicos, discursos de odio disfrazados de opinión, reaprender a leer el lenguaje como Klemperer lo hace es vital. Sus diarios, el de 1919 y el más conocido que relata sus vicisitudes de 1933 a 1945, muestran cómo una persona común, culta, pero sin poder, resiste internamente a un régimen totalitario. Su testimonio no es el de un héroe épico, sino el de un hombre que observa, anota, reflexiona, y sobrevive casi por milagro.

Cuando leo La lengua del Tercer Reich, no lo hago solo como lector curioso de historia o filología. Lo leo como alguien que ha vivido entre palabras, que ha amado el lenguaje y que sabe, como lo sabía Victor Klemperer, que en las palabras se juegan cosas más hondas que el estilo o la moda. Se juegan la verdad, la libertad, el pensamiento.

Klemperer mostró, con una lucidez que a veces estremece, cómo el régimen nazi no solo controló cuerpos, sino también conciencias, en parte a través del lenguaje. Analizó cómo ciertas palabras nuevas, ciertos neologismos y giros lingüísticos, se introducían en el habla cotidiana para moldear la percepción de la realidad. El objetivo no era solo nombrar, sino transformar el pensamiento. Hacer que lo impensable pareciera natural. Que lo brutal se volviera “normal”. Que el odio se vistiera de deber.

Esa conciencia de que el lenguaje puede ser un instrumento de dominación me ha acompañado siempre. Y por eso, aunque no estemos hoy bajo un régimen totalitario, me mantengo alerta frente a los neologismos innecesarios, a las palabras que vienen de fuera con aire de superioridad, que sustituyen sin necesidad, que enmascaran en lugar de revelar.

Muchos de esos términos, aunque vengan del mundo académico, político o empresarial, cumplen una función parecida: disciplinan el pensamiento. Nos hacen hablar de lo humano con tecnicismos, de lo social con eslóganes, de lo político con eufemismos. Nos convierten en usuarios de una jerga, en lugar de ciudadanos pensantes. Klemperer no rechazaba los neologismos por ser nuevos, sino por ser vacíos, por ser manipuladores, por camuflar la realidad. Yo, lector veterano, hago lo mismo: no me molesta la novedad cuando nace de la necesidad. Me molesta cuando empobrece, cuando encubre, cuando desplaza el lenguaje que nombra con verdad lo que vivimos.

Nombrar para existir, callar para intuir

Vivimos rodeados de cosas, de seres, de sucesos que nos atraviesan, nos habitan, nos transforman. Algunos los nombramos con nitidez: roble, tempestad, miedo, nostalgia. Otros, sin embargo, se nos escapan entre los dedos del pensamiento: un gesto fugaz en el rostro de alguien amado, una tristeza sin genealogía, una alegría que no sabemos si es presente o memoria.

¿Existen esas cosas que no podemos nombrar? Sí. Existen, pero mientras no las nombramos, permanecen en una especie de penumbra interior. Son realidades latentes, perceptibles, pero aún no compartibles. El lenguaje no crea el mundo, pero lo revela. Le da forma y lo hace comunicable. El acto de nombrar es un acto de reconocimiento: al decirlo, lo hacemos visible también para el otro. Lo traemos del silencio al ámbito de lo pensable.

Sin embargo, también existe el peligro contrario, que es creer que sólo es real lo que tiene nombre. Es el error de cierta mirada tecnocrática o excesivamente racional que reduce la vida a datos, etiquetas, categorías. Como si el mundo no fuera también lo impreciso, lo misterioso, lo que nos desborda. El niño, el poeta, el místico, lo saben bien: hay vivencias que no caben en el diccionario, hay sentimientos que no admiten resumen.

Y sin embargo, seguimos intentando nombrar. Porque encontrar la palabra justa es como encontrar la puerta adecuada: de pronto, algo que estaba encerrado se abre. Nombrar es acto de libertad. Pero también lo es callar, cuando el silencio no es vacío, sino espera. Cuando es respeto por aquello que aún no tiene forma, pero que intuimos como verdadero.

Por eso, cuando me irrito ante ciertos neologismos innecesarios, no es por nostalgia, ni por rechazo al cambio. Es porque percibo en ellos una superficialidad, una voluntad de imponer más que de revelar. Palabras que no nacen del alma ni de la experiencia, sino de la moda, del tecnicismo, del poder. Nombrar para existir. Callar para intuir. Y sobre todo, cuidar el lenguaje como se cuida un jardín, sabiendo que en él florece, si se lo cultiva bien, lo más frágil y lo más profundo de lo humano.

https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/9788418807886.pdf

Centésimo octogésimo octavo paseo. Literatura viva de un literato muerto.

Antes de salir de paseo, tomo mi café y abro los periódicos; es mi rutina habitual. Hoy, al abrir el primero, que fue La Vanguaridia, encuentro la noticia en primera página: «Ha muerto Vargas Llosa», leo. Y esta noticia me alcanzó de lleno, porque lo que ha sucumbido al destino que nos espera a todos, no es solo un hombre, ni siquiera un escritor: ha caído una de las columnas que sostenían mi biblioteca interior.

Yo tenía apenas quince años cuando leí La ciudad y los perros, aquel puñetazo narrativo que me arrojó, de golpe, al corazón de una literatura que no se parecía en nada a lo que había leído antes. Fue como si alguien hubiese abierto una ventana en una casa en la que solo había espejos opacos. De pronto, el aire entró, sucio y violento, con olor a pólvora, a adolescencia y a rabia contenida. Nunca había visto el lenguaje moverse con ese filo, ni la vida, la mía y la de otros, ser contada con tanta urgencia.

Desde entonces, Vargas Llosa me acompañó. No como un amigo, sino como un referente inevitable. Cada nuevo libro suyo era un regreso a esa primera revelación. A veces lo admiré con devoción, otras lo miré con escepticismo o desconcierto, pero nunca me fue indiferente. Me enseñó que el escritor es, ante todo, un ser inquieto: un animal de pensamiento y palabra, alguien que cruza el mundo con la pluma en alto, como si con ella pudiera entenderlo o al menos provocarlo.

Yo tengo 73 años. He vivido casi la misma historia, pero en otro escenario. Mientras él recorría los caminos de la política y los salones del Nobel, yo recorría aulas, bibliotecas, ciudades, libros y también algunas derrotas. Pero siempre, en mi sombra, caminaban Cela, García Márquez y Vargas Llosa. Trío extraño, conflictivo incluso, pero para mí, santos tutelares. Con ellos aprendí que la literatura puede ser barro y gloria, testimonio y delirio.

Vargas Llosa fue, para mí, el que desató el deseo. No solo de leer, sino de escribir. El que me mostró que detrás de cada frase hay un mundo posible. Que la novela no es un género, sino una forma de vida.

Hoy, con su muerte, no cierro una página. Más bien, vuelvo a la primera. Abro de nuevo La ciudad y los perros, y me encuentro con aquel adolescente que fui, con los ojos abiertos por la sorpresa, el miedo y la fascinación. Y entonces entiendo: no ha muerto Vargas Llosa. Se ha convertido, por fin, en literatura pura. En esa rara sustancia que ni el tiempo, ni la muerte, pueden tocar. Como recuerdo de Mario Vargas Llosa dejo el discurso que pronunció al recoger su premio Nobel el 7 de diciembre de 2010. https://www.nobelprize.org/prizes/literature/2010/vargas_llosa/25185-mario-vargas-llosa-discurso-nobel/

Centésimo octogésimo séptimo paseo. Los finacieros del poder, a veces se arrepienten.

Los periódicos están llenos de artículos y noticias referentes a Trump y Musk. Cada vez que leo algo sobre ellos me pregunto por qué los periodistas, tertulianos o analistas no recurren a la historia, por ejemplo, a la historia de como los nazis llegaron al poder. Si lo hicieran, se darían cuenta de que hay muchas similitudes, aunque también muchas diferencias, pero yo hoy prefiero mostrar las similitudes. Se ha dicho muchas veces eso de “sigue el dinero”, frase popularizada mundialmente gracias a la película «All the President’s Men» (Todos los hombres del presidente, 1976), basada en la investigación periodística de Bob Woodward y Carl Bernstein sobre el escándalo Watergate que llevó a la caída de Richard Nixon. En la película, el personaje «Garganta Profunda» (Deep Throat), el informante secreto del FBI, le dice a Woodward: “Follow the money” y yo aquí lo repito, sin ánimo de comparar lo incomparable pero con la clara intención de mostrar que, si la historia no se repite, al menos, los mecanismos o resortes del poder tienen muchas similitudes.

Si queremos saber quién o quiénes están detrás de MAGA, basta con seguir el dinero y, muy fácilmente llegaremos a Peter Thiel, cofundador de PayPal, que donó 1,25 millones de dólares directamente a Super PACs pro-Trump y habló en la Convención Nacional Republicana. También encontramos a Sheldon Adelson magnate de los casinos y pro-Israel, que donó más de 20 millones a Trump y al Partido Republicano en 2016. Bernard Marcus, cofundador de Home Depot, Geoffrey Palmer, magnate inmobiliario de Los Ángeles y Kelcy Warren, magnate del petróleo y del gas.

Y ahora, si miramos en el retrovisor de la historia, veremos que el rápido ascenso de Adolf Hitler y su partido nazi, solo pudo acontecer gracias a la ayuda económica de algunos magnates industriales alemanes. Este es el caso, por ejemplo, de Emil Kirdorf, magnate del carbón y uno de los industriales más ricos de Alemania, que apoyó a Hitler desde los primeros años por su postura anticomunista y su nacionalismo agresivo. Kirdof dio dinero a Hitler personalmente y además lo conectó con otros empresarios. Entre todos los empresarios que dieron su apoyo incondicional a Hitler y su NSDAP el más destacado fue sin duda, Fritz Thyssen dueño del imperio industrial Thyssen de acero y carbón. El ascenso al poder de los nazis no se puede entender sin la ayuda de Thyssen que donó grandes sumas al NSDAP y usó su influencia para presentar a Hitler ante círculos empresariales conservadores, que, a medida que el partido fue ganando popularidad, se fueron sumando, pues veían en Hitler un freno útil al comunismo y al movimiento obrero. Y, ya tras la llegada de Hitler al poder en 1933, se sumaron otros muchos, como Krupp, Siemens, Bosch y otros grandes grupos industriales también apoyaron económicamente al régimen, especialmente tras la llegada de Hitler al poder en 1933. Estos empresarios no necesariamente eran nazis ideológicos, pero buscaban estabilidad política, reducción del poder sindical y expansión militar para estimular a la economía. En noviembre de 1932, Thyssen y Hjalmar Schacht fueron los principales firmantes de una carta dirigida al presidente Paul von Hindenburg para instarle a que nombrara a Hitler como canciller. Thyssen también convenció a la Asociación de Industriales Alemanes para que donara tres millones de marcos del Reich (casi un millón de euros) al Partido Nazi para las elecciones al Reichstag de marzo de 1933. Como recompensa, Thyssen fue elegido para postularse como candidato nazi en esas elecciones, siendo elegido al Reichstag y posteriormente, nombrado miembro del Consejo de Estado de Prusia, el estado más grande de Alemania.

Yo me quiero concentrar en Fritz Thyssen, porque, aunque desde 1923 estuvo donando dinero directamente a los nazis, la conducta de Hitler y del gobierno nazi desde 1938, le hizo alejarse del nazismo. Sobre todo, a partir del pogromo violento contra los judíos en noviembre de 1938, conocido como la Kristallnacht, (Noche de los cristales rotos) renunció al escaño en el  Consejo de Estado de Prusia y, más tarde, criticando amargamente las políticas económicas nazis, que se centraban en el rearme en preparación para la guerra., dejó el Reichtag, huyó del país y escribió un libro, con la ayuda de un editor famoso, que lleva el título de “I Paid Hitler” (Yo financié a Hitler).

Fritz Thyssen, el magnate industrial que fue una de las figuras más poderosas de la Alemania nazi, vivió una historia inesperada que merece ser contada. Tras apoyar y financiar a Hitler durante años, ayudando a los nazis a llegar al poder, se distanció de ellos, perdiendo todos sus bienes, y huyó a Suiza en 1939 cuando comenzó la guerra. En ese contexto, su historia despertó el interés de editoriales y medios de todo el mundo, buscando las memorias de un hombre cuya transformación en enemigo del régimen nazi resultaba desconcertante.

El autor de este libro, testigo privilegiado de los hechos, relata cómo obtuvo el acceso exclusivo a las memorias de Thyssen después de una serie de gestiones diplomáticas. La historia de su acercamiento a Thyssen, quien se mostró reacio inicialmente a publicar, revela un hombre que, aún con su pasado, deseaba colaborar en la lucha contra Hitler, incluso a costa de su propio destino. Las memorias, que fueron dictadas por Thyssen a lo largo de intensas sesiones de trabajo en Monte Carlo, no solo revelan detalles inéditos sobre su vida y sus vínculos con el régimen, sino también su profundo arrepentimiento por haber contribuido al ascenso de Hitler.

El proceso de publicación fue complicado y estuvo marcado por la incertidumbre sobre el paradero de Thyssen, quien desapareció tras la invasión alemana de Francia. Aunque el autor temió que la publicación pudiera poner en peligro la vida de Thyssen, la creciente urgencia de la lucha contra el nazismo y la relevancia histórica de sus memorias finalmente decidieron su publicación, con la esperanza de que, independientemente del destino de Thyssen, este testimonio fuera crucial para entender los mecanismos del poder nazi y las complejidades de su apoyo inicial.

Este relato no solo es un testimonio sobre un hombre que cambió de bando en medio de la guerra, sino también una reflexión sobre las decisiones morales en tiempos de extrema convulsión, sobre el arrepentimiento y la responsabilidad histórica.

Las peripecias de Thyssen a partir de 1939 fueron muchas. Al comenzar la segunda guerra mundial con la invasión de Polonia, Fritz Thyssen se opuso al conflicto, huyendo a Suiza y enviando un telegrama a Hermann Göring el 1 de septiembre. Como consecuencia fue expulsado del Partido Nazi y su empresa nacionalizada, aunque esta sería devuelta a su familia años después del fin de la guerra. En 1940, Thyssen se trasladó a Francia con la intención de emigrar a Argentina, pero se vio atrapado por la invasión alemana de Francia y los Países Bajos mientras visitaba a su madre en Bélgica. En 1941, huyó nuevamente, pero fue arrestado en Niza por el régimen de Vichy y devuelto a Alemania, donde fue confinado primero en un sanatorio y luego en el campo de concentración de Sachsenhausen desde 1943. Su esposa, Amelie, también fue detenida y pasó toda la guerra junto a él. En febrero de 1945, fue trasladado a Dachau y, tras un trato relativamente benigno, fue enviado a los Alpes a finales de abril. Allí, las SS abandonaron a los prisioneros, quienes fueron liberados por las tropas estadounidenses el 5 de mayo de 1945. Para conocer las peripecias de Thyssen y su libro, me permito traducir el prefacio escrito por el editor, Emery Rives, ante su primera edición en noviembre de 1941:

“Este libro extraordinario tiene una historia extraordinaria. Y esta historia debe ser contada. Cuando, al estallar la guerra en septiembre de 1939, Fritz Thyssen, el gran industrial alemán, huyó de Alemania hacia Suiza, casi todos los periódicos, revistas, agencias de noticias y editoriales del mundo intentaron obtener sus memorias, o al menos la verdadera historia de su ruptura con Hitler y su fuga de la Alemania nazi.

La historia del hombre que fue el mayor poder industrial de Alemania, un ferviente nacionalista alemán, quien organizó la resistencia pasiva en el Ruhr en 1923; el hombre que durante más de quince años apoyó y financió a Hitler y su movimiento — la historia del gran capitalista alemán que ayudó a los nazis a llegar al poder porque creía que eran quienes podían salvar a su país del bolchevismo, y que ahora han confiscado todos sus bienes — esta es, sin duda, una de las historias más insólitas de esta crisis mundial.

En esta gran competencia entre editoriales por obtener las memorias de Thyssen, yo mismo tomé parte, y resultó que fui el ganador. Me gustaría contar, en unas pocas líneas, por qué y cómo ocurrió.

Durante los últimos diez años, he dirigido en París un sindicato internacional de periódicos llamado COOPERACIÓN. El programa de esta organización era unir a los principales estadistas internacionales y publicar sus puntos de vista sobre los asuntos internacionales en todo el mundo. Mis primeros colaboradores fueron Lord Cecil, Sir Austen Chamberlain, Arthur Henderson, Paul Painlevé, Louis Loucheur, Henri de Jouvenel, y algunos otros. A medida que la organización creció en los años previos a la guerra, obtuvo una posición casi monopolística en el manejo de los derechos exclusivos de los artículos de unos cien estadistas de primer nivel, como Winston Churchill, Anthony Eden, Alfred Duff Cooper, Lord Samuel, Major Attlee, Hugh Dalton, Paul Reynaud, Edouard Herriot, Léon Blum, P. E. Flandin, Yvon Delbos, y muchos otros de Inglaterra, Francia, España, Bélgica, Escandinavia y los Balcanes.

Estos artículos, publicados casi a diario, han sido impresos en todo el mundo en unos cuatrocientos periódicos de unos setenta países. El público estadounidense puede recordar estos artículos que se publicaron antes de la guerra en los Estados Unidos por un grupo de más de veinte periódicos independientes importantes de costa a costa, encabezados por el New York Herald Tribune.

He tratado de presentar todas las opiniones contradictorias de Europa y, a menudo, también he publicado los artículos del portavoz fascista Virginio Gayda, en la medida en que nos fue posible, ya que de vez en cuando podíamos imprimir también artículos extranjeros de periódicos italianos. Pero nunca publiqué artículos nazis. De hecho, a medida que la crisis crecía, la política de mi organización se volvió cada vez más abiertamente anti-nazi, hasta que probablemente fue la única organización de este tipo que luchaba contra la influencia nazi y la máquina de Goebbels en el continente europeo. Estas publicaciones deben haber tenido algún efecto, ya que un día recibí el más alto tributo del propio Hitler cuando, en su primer discurso tras el acuerdo de Múnich en Saarbrücken, gritó histéricamente que “esta propaganda de Churchill, Eden y Duff Cooper debe detenerse…” Estoy obligado a mencionar esto porque, en relación con las memorias de Thyssen, tendré que hacer unas declaraciones que, bajo las circunstancias, solo pueden ser probadas por mi historial pasado.

Cuando Thyssen llegó a Locarno, no pudo responder a ninguna solicitud de publicación porque había dado su palabra de honor al gobierno suizo de que, mientras residiera en territorio suizo, se abstendría de cualquier declaración o publicación. En consecuencia, no creí que tuviera sentido ir a verlo yo mismo y, por lo tanto, traté de acercarme a él a través de varios amigos. No recibí ningún tipo de aliento. En marzo de 1940, Thyssen se trasladó de Suiza a Bruselas para visitar a su madre moribunda y supe que, desde Bruselas, iría a París.

El 3 de abril, recibí en mi oficina de París una llamada telefónica del Sunday Express de Londres y del Paris Soir, periódicos con los que llevaba mucho tiempo manteniendo relaciones comerciales, diciendo que habían estado haciendo todo lo posible para obtener la historia del Sr. Thyssen pero no habían podido acercarse a él. Me preguntaron si podía ayudarles.

Inmediatamente fui a ver al Sr. Paul Reynaud, quien era ministro de Asuntos Exteriores y también primer ministro. Le expliqué la importancia política de la publicación de las memorias de Thyssen y él enfáticamente, estuvo de acuerdo conmigo. El problema era cómo persuadir a Thyssen para que escribiera y publicara sin más demora.

Le dije al Sr. Reynaud que conocía al hombre que podría presentarme a Thyssen y que probablemente podría persuadirlo para que me confiara la publicación de sus memorias. Desafortunadamente, este hombre, que era amigo de Thyssen, estaba en Londres y era extremadamente difícil, debido a la censura existente y la prohibición de llamadas telefónicas internacionales, ponerlo en contacto con Thyssen. El Sr. Reynaud instruyó a uno de sus ayudantes para que me ayudara y me permitió usar la línea telefónica del Quai d’Orsay hacia el edificio de la Embajada Francesa en Londres.

Pasé un día muy dramático y casi toda una noche en la habitación del agregado en el Quai d’Orsay. Dejé el gabinete del Sr. Reynaud más o menos a la misma hora en que el Paris-Brussels Express, en el que Thyssen debía viajar, salió de Bruselas. Como no sabíamos dónde se alojaba Thyssen en París, se encargó de informarnos sobre sus movimientos. Recibimos mensajes cada media hora: “Thyssen cruzó la frontera…”, “Thyssen pasó por St. Quentin…”, “Thyssen llegó a la Gare du Nord…”, y finalmente, “El Sr. y la Sra. Thyssen llegaron al Hotel Crillon…”.

Inmediatamente traté de organizar una comunicación telefónica entre Thyssen y nuestro amigo común en Londres, pero nos costó casi veinticuatro horas lograrlo. Finalmente, ambos estaban en la línea telefónica, hablando sin interferencias de censura, usando la línea oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia durante aproximadamente media hora. Al día siguiente, recibí una nota del Sr. Thyssen pidiéndome que fuera a verlo al Crillon.

Nuestro primer encuentro fue muy cordial y duró casi dos horas. Él dijo que estaba dispuesto a publicar inmediatamente las cartas que había dirigido a Hitler, Goering y otros funcionarios después de su ruptura con los nazis, en las que explicaba por qué había dejado Alemania. De hecho, ya había enviado estas cartas a un amigo suyo en América con la intención de publicarlas. Dijo que estaría encantado si esas cartas también se pudieran imprimir en Inglaterra, Francia y en tantos otros países como fuera posible, pero que no le gustaría publicar nada más en ese momento.

Vi a Thyssen todos los días mientras estuvo en París. Le pregunté directamente: “¿Quieres ayudarnos a destruir a Hitler o no?” Cuando su respuesta fue un “Sí” incondicional, traté de hacerle entender que las cosas que tenía que decir y los documentos y materiales que poseía debían publicarse durante la guerra y no después, si se quería que tuvieran su máximo impacto. Después de la tercera o cuarta conversación, entendió que, en medio de una guerra contra el hitlerismo, no tenía sentido poseer poderosas armas y retenerlas de su uso inmediato.

Una vez que decidió escribir sus memorias, estaba muy ansioso por proceder lo más rápido posible. Quería que sus cartas se publicaran sin demora, incluso antes de que se completara su libro. Estas cartas aparecieron en los Estados Unidos en Life el 29 de abril de 1940. Simultáneamente, se publicaron en Londres en el Sunday Express y en Francia en Paris Soir. Thyssen estaba ansioso por recuperar algunos de sus papeles que había depositado en las bóvedas de un banco en Lucerna, en Suiza. Discutí el asunto en el Quai d’Orsay y estaban dispuestos a enviar un courier diplomático especial a Lucerna para llevar los documentos a Francia. Después de una semana de estancia en París, el Sr. y la Sra. Thyssen se dirigieron a Monte Carlo. Los documentos llegaron de Suiza cuatro días después y yo fui a la Costa Azul con un colaborador mío, quien iba a ayudar a Thyssen a preparar el libro, y una secretaria. Thyssen se alojaba en el Hotel de Paris en Monte Carlo. Coloqué a mi colaborador cerca de él en el Beau Rivage Hotel, y para evitar la atención de los innumerables espías italianos que estaban en esa región en ese momento, me alojé a unas diez millas de distancia en el Grand Hotel de Cap Ferrat, que es uno de los lugares más tranquilos en el punto más encantador de la Riviera. Solo había unos pocos huéspedes en el hotel, entre ellos Sir Nevile Henderson, el antiguo embajador británico en Alemania, quien, en ese momento, acababa de terminar de escribir su libro sobre el fracaso de su misión en Berlín. Junto al hotel estaba la villa del ex primer ministro Flandin, a quien vi con frecuencia mientras me alojaba en Cap Ferrat. Estaba muy interesado en la pregunta de por qué Thyssen se había convertido en tan enemigo de Hitler.

Pasé unas tres semanas en la Riviera, trabajando con Thyssen día y noche. Usualmente empezaba a trabajar alrededor de las nueve y media de la mañana y dictaba sin interrupción durante unas tres horas. Dictaba rápidamente y con fluidez en alemán y en parte en francés, saltando de un tema a otro, dando la impresión de un hombre lleno hasta el punto de explotar con cosas que contar, sin saber cómo deshacerse de ellas rápidamente. A la una, usualmente comíamos juntos, continuando el trabajo en largas discusiones. El dictado de la mañana era mecanografiado por la tarde y entregada para su revisión por la noche. Corregía cada página de manera meticulosa, dos o tres veces, hasta que finalmente aprobaba los capítulos individuales.

Durante nuestra colaboración en Monte Carlo, Thyssen me dejó una impresión inesperada. Nunca había conocido a Thyssen antes, pero era exactamente lo contrario del tipo de persona que uno imaginaría como un rey del acero, fabricante principal de armamento y financiador del nazismo. Era un encantador anciano, inusualmente ingenioso, con un sentido del humor perfecto. Amaba la buena comida y los mejores vinos, y nuestros almuerzos rara vez duraban menos de tres horas. Lo llevé a todos los famosos restaurantes de la Riviera, al Chateau Madrid en las montañas, a la Bonne Auberge cerca de Antibes, a la Colombe d’Or en el romántico St. Paul, y a todos los demás lugares de la más alta cultura gastronómica. Durante estos almuerzos, Thyssen contaba una historia tras otra, algunas de ellas increíbles. Ninguno de los líderes nazis y muy pocos de sus colegas industriales se libraron de sus comentarios más maliciosos. Contó docenas de historias sobre la vida privada de los líderes alemanes que, desafortunadamente, no pueden imprimirse en este libro.

Cuando hablaba de los problemas serios y de sus experiencias, casi diariamente interrumpía su monólogo, golpeándose la frente con el puño y exclamando para sí mismo: “Bin Dummkopf war ich…! Bin Dummkopf war ich…!” (“¡Qué tonto he sido…! ¡Qué tonto he sido…!”) Luego repetía la expresa esperanza de que su libro se publicara rápidamente en América. «Deseo poder contarles a los industriales estadounidenses sobre mis experiencias,” fue una de las observaciones que me hizo muchas veces.

Tuve la impresión definitiva de que su sentimiento contra Hitler no solo era sincero, sino apasionadamente sincero. Respondió todas las preguntas que le hice y me contó todo lo que sabía, con una excepción. No quiso decirme las cantidades exactas que había dado a los nazis, aunque me dijo que tenía en algún lugar seguro los recibos de todo el dinero pagado por él. Estaba bastante ansioso por conseguir una copia fotostática de estos recibos para ilustrar el libro. Pero él no quería decirme dónde estaban.

El 10 de mayo, a las 8 de la mañana, encendí la radio y escuché la voz del ministro de Información francés, M. Frossard, anunciando que al amanecer el ejército alemán había cruzado las fronteras de Holanda, Bélgica y Luxemburgo, y que la guerra en el oeste había comenzado. A las 10 a.m. llevé la noticia a Thyssen. Su reacción fue muy peculiar. Se puso pálido y simplemente no quiso creerlo. Dijo que sabía que el Estado Mayor alemán siempre había estado en contra de un ataque al oeste, y la única razón que podía ofrecer para explicarlo era que de esta manera el Alto Mando del ejército quería deshacerse de los nazis, llevándolos a una derrota segura. Dijo que conocía las exactas cifras de producción de la industria pesada alemana, la escasez de ciertas materias primas y la mala calidad del acero utilizado en algunas divisiones blindadas, y que esta guerra no podía ser ganada por Alemania. Nunca pude entender si la explicación de lo sorprendente del éxito alemán fue la extraordinaria debilidad del ejército francés o la ultraeficiencia de los señores de la guerra nazis, que habían sido capaces de esconder incluso al presidente del Trust del Acero Alemán lo que estaban produciendo.

A finales de mayo, habíamos casi terminado el trabajo. Más de la mitad del libro estaba completado, corregido y aprobado para su publicación por Thyssen. Los capítulos restantes ya habían sido dictados, pero antes de la edición final era necesario revisar algunas fechas y hechos que no podían hacerse en Monte Carlo. Así que volví a París con el entendimiento de que regresaría a Monte Carlo hacia principios de junio para dejar el libro listo para su publicación inmediata.

Cuando regresé a París, el ejército alemán ya había irrumpido en Sedán. Lo que ocurrió durante los días siguientes y cómo fue la vida durante ese período en París, todos lo saben. La situación se volvía más y más peligrosa por hora, y no podía pensar en dejar mi oficina para otro viaje a Monte Carlo sin saber si el ejército alemán sería detenido en algún lugar o si tendríamos que huir de París.

Dejé París el 11 de junio, de noche en automóvil, y después de un viaje increíble de catorce horas, bajo condiciones que ya han sido descritas en tantos libros, llegué a Tours. Solo pude llevarme muy pocas pertenencias personales, pero tenía conmigo el manuscrito de Thyssen. Dos días después, volví a la carretera hacia Burdeos, y tras la capitulación de Francia, un destructor inglés me llevó mar adentro, donde fui transferido a un barco de carga británico que me llevó a Inglaterra. Dejé mi automóvil y la mayoría de las cosas que había podido salvar de París en el puerto de Burdeos, pero pude salvar el manuscrito de Thyssen.

Tras mi llegada a Londres, amigos políticos, periódicos y editores me instaron a publicar el libro de Thyssen; pero tenía la sensación de que no podía hacerlo sin saber qué le había sucedido a Thyssen y si estaba o no en un lugar seguro. Intenté durante meses rastrearlo, pero fue imposible obtener información auténtica. Algunas fuentes decían que había escapado a América, otras que todavía estaba en la Riviera, y otras que había sido entregado por los franceses a la Gestapo. Bajo estas circunstancias, me sentí incapaz de publicar ninguna parte de las memorias de Thyssen.

Vine desde Inglaterra a los Estados Unidos en febrero de 1941, con la esperanza de poder averiguar exactamente qué le había sucedido a Thyssen y dónde estaba. Lamentablemente, nadie sabía nada, excepto que debía estar en manos de la Gestapo; de lo contrario, su familia en Sudamérica o sus amigos en los Estados Unidos habrían tenido noticias de él durante todo un año. Tuve que aceptar, por lo tanto, como una situación dada que él no había podido escapar tras la caída de Francia y que probablemente estaba en un campo de concentración en manos de la Gestapo. Sentí durante muchos meses que, bajo tales circunstancias, este libro no podría publicarse, ya que su publicación casi con seguridad causaría el asesinato de Thyssen. Quiero dejar esto claro y evitar cualquier malentendido. No tenía la intención de defender a Thyssen ni de protegerlo. Siempre fui consciente de que él fue uno de los hombres más responsables del ascenso de Hitler y de la búsqueda de poder por parte de los socialistas nacionales en Alemania. También sabía que probablemente fue el hombre más responsable del torpedeo alemán de la Conferencia de Desarme, y que él y algunos de sus amigos fueron probablemente más responsables, incluso que Hitler, de las miserias desatadas por los nazis en el mundo. Durante unos veinte años, Fritz Thyssen jugó un juego político muy grande y muy peligroso, y no creo que, ante el tribunal de la Historia, su confesión, “¡Qué tonto he sido!”, sea una defensa suficiente para la absolución.

Pero no tuve nada que ver con Thyssen en el foro público. Lo conocí cuando era un refugiado. Hice con él un acuerdo como entre autor y editor y tuve una sensación muy fuerte de que no podía publicar sus memorias hasta estar seguro de que él estaba libre o que estaba muerto.

Pero a medida que pasaron los meses y la guerra se extendió, cada vez más personas, hombres públicos y editores, trataban de persuadirme de que no había lugar para consideraciones personales en este asunto. Que este manuscrito era un documento político e histórico demasiado importante. Y que no podía asumir la responsabilidad de retenerlo de la publicación. Señalaron que si Thyssen había sido puesto en un campo de concentración, casi con certeza estaba muerto; y si seguía vivo, nada podría salvarlo. Si había tenido el mismo destino que otros enemigos del nazismo en un campo de concentración, seguramente debió haber tenido la esperanza de que sus memorias fueran publicadas, ya que esa era la única arma con la que podría contraatacar a Hitler. Pero, sea cual fuera su destino personal, no puede, no debe ser considerado cuando los pueblos libres del mundo están librando una guerra desesperada contra el Hitlerismo, y cuando la publicación de este documento único puede iluminar a las democracias y ayudarlas a actuar a tiempo para evitar que el nazismo se extienda al hemisferio occidental.

Después de catorce meses de escrúpulos y dudas, finalmente llegué a la conclusión de que este libro no podía ser retenido más tiempo del público. Ahora creo que, si Thyssen está en un campo de concentración y si sigue vivo, el aplazamiento adicional de la publicación de sus memorias ciertamente no lo salvaría. Por el contrario, incluso creo y espero que la publicación pueda brindarle algo de satisfacción.

Pero, aparte del efecto que esta publicación pueda tener en su vida personal, estamos inmersos en una lucha a vida o muerte contra el Hitlerismo, y lo que perjudique a Hitler es correcto para nosotros. Creo que no debemos tener la debilidad de ceder ante ese antiguo y horrible chantaje de la Gestapo que paraliza las actividades de los pueblos libres torturando a amigos y familiares en campos de concentración. Creo que debemos tener la fuerza para sacrificar a aquellos que están en manos de la Gestapo, por cercanos que nos sean personalmente, y seguir luchando bajo todas las circunstancias. Nunca podremos destruir este monstruoso sistema de esclavitud humana si, al tratar con él, nos dejamos guiar por el sentimiento y no por el razonamiento más frío.

Fue el ataque de Hitler a Rusia lo que me decidió y lo que proporcionó el argumento final para la decisión de publicar este libro. Inmediatamente después del inicio de la guerra ruso-alemana, escuchamos las voces de personas en las posiciones más altas diciendo que Hitler había regresado a su antiguo programa y que él es el hombre que nos salvará del comunismo. Había sido para demostrar que este último era el mayor posible error de juicio sobre el nazismo que Fritz Thyssen había decidido apelar al mundo y contar a las naciones libres sus experiencias. El destino de Fritz Thyssen, el gran nacionalista alemán, el más poderoso industrial alemán y el devoto católico, es el ejemplo más destacado de cómo Hitler está protegiendo a los patriotas, los industriales y los cristianos del comunismo.

Emery Reves,

PRESIDENTE,

Cooperation Publishing Co., Inc.[1]


[1] https://archive.org/details/in.ernet.dli.2015.239690/page/n7/mode/2up

Centésimo octogésimo sexto paseo. Más café, más vida.

Vengo de correr. Más que pasear, corro. He empezado con esta rutina porque se aproxima el día en que correré, quizás por última vez, un medio maratón 21 kilómetros y poco más, pero una distancia a la que le tengo mucho respeto. Esta carrera, que se realizará el 15 de junio de este año, se hace para conmemorar los 25 años de la inauguración del puente entre Suecia y Dinamarca, atravesando el Sund, desde Malmö a Copenhague. El día que se inauguró, también se corrió un medio maratón en el que participaron 80 000 corredores, este año la participación se ha limitado a 40 000, y yo he tenido la suerte de hacerme con un dorsal. Para mí es un gran reto y, saber que tendré que correr esa distancia, me espolea a entrenar. Por cierto, que he leído una cosa interesante que me hace salir a correr con una sonrisa en la boca. Se trata de un estudio científico[1] que demuestra al parecer que el que camina una hora diaria, gana 6 horas de vida, cada vez que lo hace. A mí me gusta la vida, así que, ¡caminando, que es gerundio! Aquí un resumen de los resultados:

“Si todas las personas fueran tan activas como el 25% más activo de la población, los estadounidenses mayores de 40 años podrían vivir en promedio 5,3 años más (intervalo de incertidumbre del 95%: entre 3,7 y 6,8 años).

La mayor ganancia en expectativa de vida por cada hora de caminata se observó en las personas del cuartil con menor actividad física, en quienes una hora adicional de caminata podría añadir 376,3 minutos (aproximadamente 6,3 horas) de esperanza de vida (intervalo de incertidumbre del 95%: entre 321,5 y 428,5 minutos).”

Al despertar esta mañana, en la claridad diáfana de la aurora, que se filtra entre las ramas de los arboles y penetra en mi cocina, me puse a repasar lo que escribí ayer y descubrí que había olvidado unos cuantos Cafés importantes en mi vida. Uno de ellos es antiguo y creo que ya he escrito sobre él en alguna ocasión, es el café Sudbergs Konditori, con raíces en el año 1785, aunque se trasladó al local que ahora ocupa en Järntorget, en el centro antiguo de Estocolmo, en 1793. Aquí paro siempre que voy a Estocolmo, pero no me tomo un café, sino una cerveza, que las tienen muy buenas. No es tan lujoso como los cafés de Venecia, Roma o Budapest, pero tiene una elegancia “gustaviana” que me agrada y una patina autentica, aunque, como los demás, siempre está abarrotado de turistas, pero es lo que es.

Aquí en Lund teníamos un Café con mucha solera, bueno, dos en realidad. Uno de ellos era el antiguo Café Aten, frecuentado por estudiantes y profesores de la universidad, sito en el local de la organización estudiantil, una fortaleza académica, por así decirlo. En sus salones se podía “ligar” o discutir a Heidegger y hasta ser examinado de filosofía de la religión, como el que aquí escribe hizo una primavera de los 70. Ese Café sucumbió y se convirtió en un restaurante muy concurrido, cuando la universidad se masificó y se necesitaban locales para alimentar el cuerpo, y no solo el alma, de los miles de estudiantes que poblaban las calles de Lund. Más tarde ha resucitado en locales modernos, muy acogedores, pero sin la personalidad del antiguo Aten.

En los 80 abrió un Café al lado de la catedral, muy bohemio y acogedor, que rápidamente se convirtió en un nuevo Aten, lleno de jóvenes estudiantes, algún que otro profesor y un número creciente de artistas y trotamundos. Pero, además, había otro más elegante, auténticamente “lundensisk” que era el Café Lundagård. Allí servían un café sueco tradicional, con toda la bollería que acompaña a una auténtica “fika”, con porcelana fina y un servicio educado y ameno, que nos hacía sentir como en casa. Ese Café Lundagård, cerró y se convirtió en un restaurante muy concurrido.

Y al llegar a casa, me encuentro un WhatsApp de Xavier comentando mi entrada de ayer, en el que escribe que él también ha tenido experiencias cafeteras, y me adjunta un artículo suyo que me ha transportado a la, para mí, exótica São Tomé, y al Café & companhia, KÊ KUÁ? Un artículo que de buen grado comparto aquí, porque merece la pena leerlo, para todo aquel que quiera sentirse por un momento, viajero observador en ese paradisiaco rincón del mundo.[2]


[1] https://bjsm.bmj.com/content/59/5/333

[2] http://www.saotomeprincipe.eu/caue_projetos/caue_activitats/article_99_cafecompanhia.pdf

Cetésimo octogésimo quinto paseo. Nostalgia de café.

Recuerdo aún con nostalgia el sabor de un “bica” en la plaza-jardín de Vila Franca de Xira. Sigo buscando aquel aroma en cada taza de café que voy pidiendo por el mundo. A veces, me he acercado bastante, últimamente en Esmirna, pero nunca he vuelto a sentir la emoción completa de un café perfecto, siempre falta algo y no sé qué pueda ser.  Tengo memoria de café, o café en la memoria. Todo empezó en las mañanas de Madrid, fragancia de café y tostadas, en el alba diáfana de la ciudad de los Austrias. Estoy bastante seguro de que mis mejores ideas literarias han surgido en compañía de un café solo, en la Cervecería Alemana de Madrid, sentado junto a la ventana que da a la Plaza de Santa Ana, con la cafetera enfrente, como animal ancestral, respirando y rugiendo. En una sentada, me podía tomar cuatro o cinco cafés.

Me he bebido un café en Paris, en el Procope, en la Rue de l’Ancienne Comédie, que fue centro de reunión de Voltaire, Rousseau, Diderot y demás revolucionarios franceses. Sentí las alas de Clío, pero el café no me convenció. Aquí nacieron seguramente muchas ideas de la Ilustración. Se dice que Voltaire tomaba hasta 40 tazas de café al día mezclado con chocolate. He probado la mezcla, pero no la recomiendo a los amantes del café, pero, en fin, sobre gustos…

En el Caffè Florian de Venecia, en plena Piazza San Marco, el ambiente elegante se sabe han compartido gente muy conocida, en sus más de 300 años. Me imagino a Casanova sentado a mi lado, mirando de soslayo a su alrededor, pendiente de algún peligro, o a un tímido Proust, quizás saboreando una de sus queridas magdalenas. Tampoco aquí el café era algo de otro mundo; más bien común i corriente, diría yo, aunque enmarcado en exquisito lujo, eso sí.

Si vais a Roma, tenéis que visitar el Antico Caffè Greco, a unos pocos pasos de la escalinata de la Piazza di Spagna, en Via Condotti, por el sitio, por la historia, por codearse con los espíritus de Goethe, Stendhal, Keats y Byron, que lo adoraban, y que seguramente seguirán allí, sin que los camareros con pajarita les descubran. El café, ay el café que sirven, no es mi favorito.

En Viena tengo dos favoritos; uno por su historia y otro por el café y la tarta de chocolate riquísima que ofrece. Por el Café Central, en Herrengasse 14, también llamado “universidad de los genios” pasaron gente tan interesante como Freud, Trotsky, Zweig o Lenin. Otro de los visitantes, entre 1907 y 1913, fue un joven Adolf Hitler, que vivía en condiciones bastante precarias en Viena y pasaba tiempo en diversos cafés, como el Café Central, donde se reunían estudiantes, intelectuales, artistas, políticos y filósofos. Se sabe que leía periódicos, escuchaba debates y pasaba largas horas en el café. En 1913, Stalin visitó Viena para entrevistarse con Lenin. Resulta tentador imaginar una mesa del Café Central ocupada por Lenin, Trotsky, Hitler y Stalin, ¿quién sabe?

Mi favorito, cuando se trata de café, café, en Viena, es el Café( Sacher, que forma parte del hotel del mismo nombre. Aquí se puede degustar la legendaria Sachertorte.  Si te gusta el café, te recomiendo un café melange con un trozo de tarta original. ¡Rico, rico!

De Austria a Hungría y al Café New York en Budapest.  Una maravilla barroca con techo dorado, columnas talladas, lámparas colgantes. Parece un palacio. Se dice que los escritores húngaros solían trabajar allí todo el día a cambio de café gratis.

En Portugal, conservo el recuerdo de la terraza (que no era un café) de Vila Franca de Xira, pero después descubrí el Café Majestic en Oporto,en la Rua de Santa Catalina, repleto del glamour del pasado y lugar favorito de artistas y políticos. J.K. Rowling ha admitido que solía escribir en sus mesas y que allí anotó muchas ideas para Harry Potter. Espejos, mármol, sillas de cuero… pura nostalgia. No confundáis este Majestic con el Majestic de Barcelona, donde el 28 de abril de 1996, José María Aznar y Jordi Pujol sellaron con una cena un acuerdo por el que los nacionalistas apoyarían la investidura del Aznar y darían estabilidad al Gobierno a cambio de una serie de contrapartidas.

En la propia Lisboa, la cafetería y pastelería más famosa es, sin duda Pastéis de Bélem, junto al Monasterio de los Jerónimos, con las tumbas de Vasco da Gama y el poeta Luís de Camões. La gente hacde colas interminables para entrar al café elegir uno de los originales pastéis de Belém, pastéis de nata cuya receta fue creada por los monjes. Una receta tan secreta, que se transmite solo a unos pocos pasteleros que la preparan en una cocina cerrada llamada Oficina do Segredo. Y, para acompañar, un buen café o una taza de chocolate. ¿Para chuparse los dedos?

Ya de vuelta en Madrid, me quedo con el Café Gijón. Café Gijón, donde he pasado muchas horas y he tenido la suerte de poder hablar con muchas personas interesantes, como Cela, Umbral, Gloria Fuertes y tantos otros. Para el café en sí, prefiero el de la Cervecería Alemana, la verdad, y allí he encontrado también mucha gente interesante, por no hablar del espíritu de Ernest Hemingway, que aún parece flotar en el ambiente, Me han dicho que él se solía sentar en la misma mesa en que yo trataba de hacerlo, cuando iba por allí. Circulaban por el café escritores como Valle Inclán, Jardiel o Víctor de la Serna, gentes del teatro como María Guerrero, Rivelles etc. Ava Gardner podía encontrarse a cualquier hora tomando cañas con toreros y artistas del Teatro Español, durante los quince años que vivió en Madrid, hasta 1968. Y el café, como ya he dicho antes, era buenísimo.  

Siguió acompañándome este brebaje por donde quiera que he ido y, al llegar a Escandinavia, me encontré en un mundo organizado alrededor del “fika”. Por si no sabéis lo que es, os contaré que es una tradición sueca de, a cualquier hora, en cualquier ocasión y con diferentes pretextos, que pueden ir desde recibir visitas, asistir a misa, tomar una pequeña pausa en el trabajo o, simplemente, hacer un alto en la actividad cotidiana; todo vale para hacer un “fika”, al poder ser, en compañía de algún amigo, compañero o conocido. Ahora, voy a hacer un alto y a prepararme un buen café, a mi gusto, aunque aquel “bica” de Vila Franca, no sé si llegaré a probar algún día.

Mi mesa favorita en la Cervecería Alemana, Madrid.

Centésimo octogésimo cuarto paseo. La bolsa y la vida.

La primavera sigue su curso, sin importarle los sucesos dramáticos que suceden a diario. Los bombardeos a ambulancias, los ataques indiscriminados perpetrados con drones, la destrucción masiva de ciudades enteras. Yo voy andando y, si no fuera escuchando las noticias de la radio, creería que estamos en la mejor época del año. Hoy, las noticias mas persistentes, son las de las caídas de las bolsas de todo el mundo, como respuesta a, o como resultado de, los aranceles de Trump. Dentro de unos pocos años, se estudiará en las universidades los efectos de estos aranceles y se construirán teorías que expliquen los resultados de esa política. Por ahora, todo es caos, y muchos ven sus ahorros menguar peligrosamente, sobre todo los que han preferido no comprar acciones de las compañías productoras de material bélico.

Según datos del Banco de España, aproximadamente el 12,5% de los hogares españoles poseen acciones de empresas cotizadas, lo que equivale a alrededor de 2,4 millones de familias. En Suecia, la proporción es parecida, ya que aquí 1,3 millones de suecos tienen acciones de bolsa. Fluctuaciones al alta o a la baja se ven reflejados en la dinámica de la economía. En este momento, el descenso del valor de la bolsa, conlleva un enfriamiento de la economía y, como efecto secundario, un aumento del paro. Creo que sería conveniente dar un repaso a la historia de la todopoderosa Bolsa.

La Bolsa de Valores, hoy símbolo del poder financiero global, comenzó como una invención modesta, un espacio físico donde se intercambiaban papeles, promesas de pago, acciones de compañías. Pero esa simple idea, convertir el riesgo y la ganancia en productos negociables, ha llegado a definir la economía contemporánea. Su historia es también la historia del capitalismo mismo, de sus mutaciones, sus crisis y su capacidad de absorber casi cualquier realidad.

El embrión de las bolsas modernas aparece en la ciudad de Brujas, en el siglo XIII, donde los mercaderes se reunían en la casa de la familia Van der Beurze[1], de ahí el término “bolsa” (Huis ter Beurze o casa de la bolsa). Pero fue en Ámsterdam, en 1602, con la creación de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, donde surgió el modelo verdaderamente moderno de acciones fraccionarias, negociables, y una institución encargada de registrar los precios. La Bolsa de Ámsterdam, considerada la primera en el sentido moderno, permitió financiar expediciones comerciales sin depender de la riqueza de una sola persona. Así nació el capital como instrumento colectivo de inversión y especulación. Y, con la especulación, sobrevino la primera “burbuja” la tulipomanía.

En los primeros años del siglo XVII, los tulipanes fueron traídos a los Países Bajos desde el Imperio Otomano. A lo largo de la década de 1620, los tulipanes se convirtieron en un símbolo de estatus social debido a sus colores vibrantes y su relativa rareza. Pronto, los tulipanes se volvieron un objeto de deseo entre las clases altas de la sociedad holandesa. A medida que la demanda de tulipanes aumentaba, comenzó a desarrollarse un mercado de futuros para los bulbos. Los comerciantes compraban y vendían contratos para comprar tulipanes a precios futuros. Este fenómeno, junto con la disponibilidad de crédito fácil, llevó a una especulación masiva. Las personas compraban tulipanes no con la intención de plantarlos, sino de venderlos a un precio más alto. La especulación alcanzó tal nivel que los precios de ciertos bulbos de tulipanes llegaron a superar el valor de una casa en Ámsterdam.

En 1637, el mercado de tulipanes comenzó a colapsar. A pesar de la popularidad de los tulipanes, los precios se volvieron tan altos que la gente empezó a dudar de su valor real. En un mercado impulsado por la especulación, cuando los compradores se retiraron y dejaron de adquirir bulbos a precios inflados, los precios comenzaron a caer drásticamente. La crisis estalló cuando una subasta de tulipanes en Ámsterdam fracasó estrepitosamente. La pérdida de confianza fue rápida, y el valor de los bulbos de tulipanes se desplomó de manera inmediata. Muchos inversores que habían tomado préstamos para comprar tulipanes quedaron en bancarrota.

Aunque la crisis de los tulipanes fue devastadora para muchos de los especuladores, su impacto en la economía holandesa en general fue muy limitado. Sin embargo, se convirtió en un ejemplo temprano de lo que hoy entendemos como una burbuja financiera y un mercado especulativo insostenible. Inexplicablemente seguimos produciendo burbujas, aunque el evento de los tulipanes se utiliza como una advertencia sobre los peligros de la especulación irracional en los mercados financieros, y su historia sigue siendo un estudio clásico en la economía.

Siguiendo el ejemplo de Ámsterdam, emergieron durante los siglos XVIII y XIX, otras grandes plazas bursátiles como Londres (1773), París (1724), y especialmente Nueva York (1792), donde un grupo de corredores firmó el «Acuerdo de Buttonwood»[2], considerado el acta fundacional de la Bolsa de Nueva York (NYSE). En Madrid se inauguró a primera bolsa de valores en España en 1831 y en Estocolmo demoró hasta el 1863.

Con la Revolución Industrial, la bolsa se convirtió en el motor de la financiación empresarial. El ferrocarril, el acero, el petróleo, todo gran proyecto necesitaba capital, y ese capital se buscaba en los mercados financieros. Al mismo tiempo, la especulación se convirtió en un juego cada vez más complejo, alimentado por información privilegiada, redes informales de poder y una creciente desconexión entre la economía real y la financiera.

Familias muy conocidas forjaron sus enormes capitales gracias a la información privilegiada. Aunque el mito de la manipulación del mercado con la información de la Batalla de Waterloo[3] ha sido desacreditado como un bulo antisemita, la familia Rothschild, jugó un papel importante en el sistema financiero europeo del siglo XIX. Los Rothschild eran conocidos por su red de agentes en toda Europa, lo que les permitía tener acceso a información antes que muchos otros. A través de sus conexiones, especialmente con gobiernos, pudieron aprovecharse de la información sobre políticas monetarias, movimientos de divisas y otros eventos económicos clave. Esta ventaja, combinada con su habilidad para operar de manera eficiente y su capacidad de actuar rápidamente, les permitió tener una ventaja competitiva significativa.

Los Barings, con su Barings Bank fue otro ejemplo de una familia con acceso a información privilegiada. Como uno de los bancos más importantes de Londres, los Barings estaban estrechamente conectados con la corte británica y otros actores clave en la política económica de la época. Su influencia les permitía recibir información de primera mano sobre la situación política y económica, y aprovecharla para hacer inversiones que maximizaban sus ganancias. En 1825, cuando la banca británica se enfrentaba a una crisis debido a las malas inversiones en América Latina, Barings Bank pudo utilizar su red de información para sobrevivir. En 1890, rl bsnco Baring, dirigido por Edward Baring, primer barón de Revelstoke, se enfrentó a la quiebra en noviembre de 1890 debido principalmente a la toma de riesgos excesivos en inversiones malas en Argentina, país que misma sufrió gravemente durante la recesión de 1890, con su PIB real cayendo un 11 por ciento entre 1890 y 1891. Un consorcio internacional reunido por William Lidderdale, gobernador del Banco de Inglaterra, que incluía a los Rothschild y la mayoría de los otros bancos importantes de Londres, creó un fondo para garantizar las deudas de Barings, evitando así una depresión mayor. Nathan Rothschild comentó que si esto no hubiera sucedido, quizás todo el sistema bancario privado de Londres habría colapsado, lo que habría causado una catástrofe económica. Finalmente sucumbió a una crisis en 1995 debido a un fraude interno, cuando un solo empleado, Nick Leeson, comprometió al banco con pérdidas de aproximadamente 830 millones de libras, de las que no pudo recuperarse.

En el siglo XIX, durante el reinado de Isabel II, la familia Sanz de Andino, que estaba involucrada en la política y en la banca, se benefició de información privilegiada sobre las decisiones de política económica y financiera del gobierno. De hecho, esta familia fue una de las que más influencia tuvo en las decisiones económicas de la época debido a sus conexiones con la corte y la capacidad de manejar información sensible antes que otras familias. Fueron uno de los promotores de las sociedades de crédito en la etapa de pluralidad de emisión, entre 1844 y 1874, a raíz de la ley de 1856. Las leyes del bienio liberal sobre la desamortización de la tierra, el desarrollo del ferrocarril, la banca y sociedades de crédito, fueron centrales en el proceso de construcción de un sector capitalista en España.

En Suecia, la familia Wallenberg es una de las más poderosas en la historia económica de Suecia. A través de su control de grandes conglomerados financieros, como Investor AB y otras instituciones bancarias, la familia ha tenido acceso a información privilegiada sobre la economía sueca, la política y los mercados financieros. Aunque sus prácticas son legales y transparentes, su influencia sobre las decisiones políticas y económicas a menudo les ha proporcionado una ventaja considerable en sus inversiones. André Oscar Wallenberg fundó la casa financiera Wallenberg y creó el Banco Privado de Estocolmo en 1856, que es uno de los precursores del actual Banco Escandinavo Privado (SEB).

El mercado de acciones fue creciendo en importancia y posibilitando gigantescas inversiones, necesarias para la industrialización. Movidos por la posibilidad de ganar dinero fácil, millones de personas de clase media y alta, comenzaron a participar en el juego de la bolsa.  El siglo XX fue testigo de algunos de los mayores booms y crashes bursátiles de la historia. Una economía inflada por el crédito y la especulación se derrumbó en cuestión de días, arrastrando al mundo a una década de miseria. Todo empezó el Martes Negro, el 29 octubre de 1929, día en que el Dow Jones cayó un 12 %. Mientras escribo estas líneas, 11:51 del 7 de abril de 2025, la bolsa de Hong-Kong está perdiendo justamente el 12%.  

La crisis del petróleo de 1973 provocó una caída bursátil prolongada, y cuestionó la dependencia energética de Occidente. Fu cuando aquí en Suecia se racionó la gasolina, como ya he contado en otra entrada anterior.

El “Lunes Negro” en 1987, con una caída del 22% en un solo día, mostró cómo la automatización del trading podía desencadenar efectos en cascada. El 19 de octubre de 1987, el Dow Jones perdió un 22 % en un solo día. Ya, más cercano, el año 2000, cuando acciones tecnológicas sobrevaloradas hicieron colapsar a Nasdaq, con pérdidas del 75%. La crisis financiera del 2008, que tanto daño hizo en la sociedad española, comenzó con hipotecas subprime en Estados Unidos y siguió co la caída de Lehman Brothers, y los rescates bancarios. El Dow Jones perdió casi 55 % desde su pico más alto.

En 2020, el colapso provocado por el COVID-19 fue brusco, pero también reveló algo nuevo: los bancos centrales intervinieron de inmediato, inflando nuevamente los mercados. El capitalismo ya no temía a las crisis: simplemente las compraba.

Hoy, la bolsa ya no es una plaza física, sino un sistema global y algorítmico, donde las transacciones se ejecutan en milisegundos por ordenadores que siguen patrones estadísticos. Las bolsas están interconectadas, pero también son opacas. Y el volumen de dinero que circula en los mercados financieros supera con creces el valor de la economía real. Las grandes empresas tecnológicas no solo cotizan en bolsa: son la bolsa. Sus plataformas canalizan la información, sus algoritmos definen los riesgos, sus redes permiten a nuevos actores participar, y ser absorbidos, por el sistema.

Lo que comenzó como una herramienta para reunir capital, se ha convertido en un ecosistema autónomo, capaz de moldear decisiones políticas, influir en gobiernos y determinar el destino de naciones enteras. El “inversor institucional” ha reemplazado al banquero decimonónico; el fondo indexado, al pequeño ahorrador. Y el ciudadano, si participa, lo hace muchas veces sin saberlo, a través de sus pensiones, seguros o hipotecas. Una parte importante de mis cotizaciones para mi pensión, fueron colocados en la bolsa.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, los mercados financieros globales han experimentado un crecimiento impresionante, aunque marcado por fuertes fluctuaciones y crisis cíclicas. El Dow Jones, que estaba en torno a los 200 puntos en 1945, ha superado los 38.000 puntos en 2024, un aumento acumulado de más del 18.000 %. Sin embargo, este crecimiento no ha sido lineal, y ha estado interrumpido por caídas abruptas, como hemos podido ver, que reflejan las tensiones estructurales del capitalismo global.

A lo largo de estas décadas, la bolsa ha dejado de ser un espacio limitado a élites financieras y se ha convertido en un componente esencial de la economía mundial. Pero también ha reflejado el creciente poder de las élites económicas, que tienen los medios para influir en políticas públicas, manipular narrativas y beneficiarse tanto de las subidas como de las caídas.

En el modelo que promueven figuras como Yarvin o Thiel, de los que escribí ayer en mi entrada, esta dinámica bursátil no es un accidente, sino una forma funcional del sistema. La volatilidad no es una amenaza, sino una herramienta. Se elimina la incertidumbre democrática en favor de un orden corporativo, que esta nueva élite promueve, donde los flujos de capital y los algoritmos deciden más que el sufragio. Así, la historia de la bolsa de valores no es solo un reflejo de la economía, sino también un espejo del poder. Un poder que, como en las distopías elegantes, no necesita uniforme ni violencia, basta con que funcione.


[1] https://tontinecoffeehouse.com/2020/09/07/the-original-bourse-at-bruges/

[2] https://www.investopedia.com/terms/b/buttonwoodagreement.asp

[3] https://www.rothschildarchive.org/materials/nathan_and_waterloo.pdf

Centésimo octogésimo tercer paseo. La historia al revés: las distopías como advertencia ignorada.

Tras mi paseo cotidiano, me pongo a leer los periódicos. Todos están llenos de artículos y noticias referentes a Trump, Musk y los aranceles. Ya, casi no aguanto más artículos sobre lo tontos y lo irracionales que el presidente y sus seguidores parecen ser. Siento que algo ha ocurrido en el mundo, en cuanto al desarrollo de las ideas, o más bien el cambio de las ideas. Estoy seguro de que en estos momentos vivimos momentos cruciales para el mundo en general, no solo para las sociedades occidentales. Me preocupa, porque veo que casi todos los comentarios se concentran en atacar a Trump y a su entorno, sin hacer un análisis profundo de lo que está ocurriendo.

Encuentro un artículo sobre un Curtis Yarvin, también conocido por su seudónimo Mencius Moldbug. Este hombre de 52 años parece ser una figura provocadora en el panorama intelectual contemporáneo. Su pensamiento, profundamente crítico con la democracia liberal moderna, ha ganado adeptos y detractores en igual medida. Parece que entre sus seguidores se encuentran tanto Trump como Musk y otro de los poderosos en la sombra, Peter Thiel, con Yarvin como el visionario.

Lo que Yarvin propone es una inversión radical de la narrativa histórica dominante, pues el ve la historia como una serie de errores acumulativos, un declive continuo desde formas de orden tradicional hacia el caos del progresismo moderno, el enemigo a vencer. Su visión ha sido tildada, con razón, de reaccionaria, pero quizá sea más preciso llamarla «historia al revés».

Para Yarvin, lo que la historiografía oficial describe como progreso; la Ilustración, la democracia, los derechos civiles, el estado del bienestar, la secularización, es en realidad un proceso de decadencia. A su juicio, la civilización occidental estaba en su punto más alto bajo estructuras jerárquicas, autoritarias y tradicionales, en las décadas precedentes a la ilustración. Lo que ha seguido desde entonces es, según Yarvin, una caída impulsada por una fe ciega en el igualitarismo, la democracia y el pensamiento progresista.

Yarvin llama a la estructura del poder moderno «la Catedral», que, según él, es una alianza informal entre universidades, medios de comunicación y burocracias estatales que impone una visión moral y política progresista, sin necesidad de censura formal. En este sistema, el control no se ejerce por la fuerza, sino por la conformidad cultural. Lo que parece libertad es, para Yarvin, simplemente una ilusión mantenida por el consenso de una élite progresista que no necesita rendir cuentas.

La Ilustración, para muchos, representa el nacimiento de la razón moderna, la libertad y los derechos humanos. Para Yarvin, representa el comienzo del fin. Al poner en duda la soberanía de los reyes, al desmantelar religiones tradicionales, y al celebrar al individuo como fuente última de valor moral, la Ilustración habría roto los lazos que mantenían la cohesión social y la estabilidad política. El resultado, según él, no es una humanidad más libre, sino una sociedad desarraigada, fragmentada y manipulada por ideologías. Yo me pregunto: ¿qué clase de historia ha estudiado este señor? ¿Cuáles son sus fuentes? Parece que la lectura que Yarvin hizo de Thomas Carlyle[1] lo convenció de que el libertarismo era un proyecto condenado al fracaso sin la inclusión del autoritarismo, y el libro de Hans-Hermann Hoppe de 2001, Democracy: The God That Failed[2], marcó su primera ruptura con la democracia. Otra de sus influencias fue James Burnham[3], quien sostenía que la política «real» ocurría a través de las acciones y la manipulación del poder por parte de las élites, tras de lo que él llamaba una retórica democrática o socialista aparente. En la década de 2000, los fracasos de la construcción nacional liderada por Estados Unidos en Irak y Afganistán reforzaron las posturas antidemocráticas de Yarvin. La respuesta federal a la crisis financiera de 2008 fortaleció sus convicciones libertarias y la elección de Barack Obama como presidente de EE. UU. consolidó su creencia de que la historia avanza inevitablemente hacia sociedades de tendencia izquierdista.

Curiosamente, Yarvin no propone volver simplemente al pasado. Su propuesta es más tecnocrática que tradicionalista. Él aboga por gobiernos administrados como empresas privadas, eficientes, jerárquicos, no democráticos. Imagina ciudades-estado gobernadas por CEOs vitalicios, seleccionados no por sufragio sino por mérito y resultados, meritocracia pues. El ciudadano se convierte en cliente, cosa que ya está ocurriendo en muchos países, Suecia por ejemplo[4], y el gobierno en proveedor de servicios. Una visión inquietante, que fusiona el autoritarismo con el mercado.

En este modelo, la historia como evolución política pierde todo sentido. No hay teleología, no hay destino universal hacia el bien común. Hay, en cambio, eficiencia, orden, y la supresión del conflicto político como motor de la vida pública. Lo más perturbador de la visión de Yarvin es que, aunque se presenta como realista y racional, sus implicaciones recuerdan las distopías clásicas. En lugar de «1984»[5] de Orwell o «Un mundo feliz»[6] de Huxley, donde el poder se impone por la fuerza o el placer, Yarvin propone una distopía de la eficiencia, sin debates, sin oposición, sin participación ciudadana. Una tecnocracia estética, fría, que considera la política un error de diseño. Sus ideas, influyentes en ciertos círculos de derecha alternativa y tecno-libertarios, suscitan preguntas éticas profundas. ¿Es deseable una sociedad sin conflicto político? ¿Es sostenible un sistema que elimina la voz pública en nombre del orden? ¿Y si la historia, con todos sus errores, es también el campo de aprendizaje que nos hace humanos?

Curiosamente, aunque se sitúan en extremos ideológicos opuestos, Curtis Yarvin y el escritor soviético Andréi Platónov comparten una intuición fundamental: el desencanto ante el curso de la historia moderna. Platonov, profundamente marcado por el fracaso de la utopía comunista, narró con dolor la deshumanización que puede surgir cuando una ideología pretende rediseñar al ser humano. En obras como La excavación o Chevengur[7], la esperanza revolucionaria se convierte en ruina, y el lenguaje mismo parece quebrarse bajo el peso del absurdo histórico.

Yarvin, desde el otro lado del espectro, ve en el liberalismo moderno una utopía fracasada, con promesas de libertad que generan esclavitudes invisibles, promesas de igualdad que desembocan en tiranías burocráticas. Ambos, a su modo, son heraldos de una distopía. Platonov la vivió desde dentro del aparato soviético; Yarvin la diagnostica en la democracia contemporánea.

La gran diferencia es que Platonov escribe con una compasión trágica, casi cristiana, hacia el ser humano roto. Yarvin, en cambio, escribe con frialdad ingenieril, como si el dolor humano fuera un bug que puede corregirse con mejor código y liderazgo competente. Ambos, sin embargo, nos advierten: cuando la historia se pone al revés, ya sea en nombre del futuro o del pasado, el resultado puede ser el mismo; el olvido del presente humano, del dolor real, de la vida vivida.

Tal vez la lección más profunda sea esta: las distopías no siempre llegan con tanques. A veces, llegan vestidas de eficiencia, de buenas intenciones o de teorías elegantes. Por eso, como lectores y ciudadanos, debemos mirar con sospecha no solo las pesadillas, sino también los sueños demasiado pulcros.

Están ocurriendo muchas cosas remarcables en el mundo tecnológico, y no tiene que ver con avances en inteligencia artificial ni nuevas aplicaciones. Se trata del poder, de quién lo tiene, y quién no, y se discute si la democracia debería seguir existiendo. En el centro de este giro están Elon Musk, Peter Thiel y Curtis Yarvin, tres figuras influyentes que impulsan un futuro con menos controles y contrapesos, y más control centralizado en manos de unos pocos. No abogan abiertamente por el fin de las elecciones, pero a través de sus acciones, ideas e inversiones políticas, están orientando el sistema en esa dirección.

Peter Thiel no solo es escéptico sobre la democracia, sino que está abiertamente en contra de ella. Una vez escribió: «Ya no creo que la libertad y la democracia sean compatibles»[8]. A diferencia de muchos que comparten esa creencia, Thiel tiene el dinero y la influencia para actuar en consecuencia. Durante años, ha utilizado su enorme riqueza para financiar candidatos que comparten su visión de un sistema más centralizado y menos dependiente de los votantes. Una de sus mayores inversiones ha sido J.D. Vance, quien comenzó como crítico de Trump, pero desde entonces ha adoptado una postura mucho más favorable al autoritarismo.

La influencia de Thiel va más allá de los políticos individuales. Muchos de los candidatos que respalda no solo quieren ganar elecciones, sino que desean cambiar la forma en que funciona el gobierno, eliminando los controles y equilibrios destinados a prevenir el abuso de poder. En lugar de pedir el fin absoluto de la democracia, enmarcan sus esfuerzos como una corrección necesaria para un sistema roto. Sin embargo, el resultado es el mismo: un paisaje político en el que los multimillonarios deciden quién tiene derecho a participar en el gobierno.

Musk es sin duda el más visible, conocido por sus coches eléctricos y sus cohetes, pero también por actuar como un presidente oficioso, algo parecido al CEO que propone Yarvin. Thiel opera en las sombras, financiando candidatos afines a su visión. Yarvin, lleva años argumentando que la democracia está obsoleta y que debe reemplazarse por un sistema donde un líder poderoso tome las decisiones sin rendir cuentas. Sus esfuerzos unidos están empujando la sociedad americana hacia una realidad donde los multimillonarios y sus aliados tienen más poder, y cada vez menos personas pueden influir en cómo se gobierna.  Es una toma de poder silenciosa, lenta, y mucho más difícil de detener. Thiel financia a los políticos, Yarvin provee la ideología, Musk controla la narrativa.

Argumentan que el gobierno debería funcionar como una empresa emergente, ágil, centralizado, dirigido por quienes «saben hacer las cosas», es decir, los más ricos. Lo que no dicen es que ese modelo elimina la participación pública y entrega el poder de decisión a unos pocos, que además no representan la diversidad del país. Muchos de ellos expresan sin tapujos actitudes discriminatorias hacia los grupos marginados.

Este cambio sucede mientras el poder político se ata cada vez más a la riqueza. Ya no basta con influir en las elecciones: ahora se trata de hacer que los funcionarios electos dependan directamente de sus patrocinadores. Esto no solo afecta las campañas, sino también qué voces se amplifican, qué políticas se promueven y quién puede participar en el sistema. Se presentan como anti-establishment, pero en realidad están construyendo un nuevo establishment, una oligarquía donde unos pocos ultraricos ponen las reglas, y los votantes apenas tienen voz, perdidos entre la desinformación y la propaganda.

La amenaza no es dramática ni evidente. No hay un solo momento en el que la democracia deje de existir. Es una lenta reestructuración del poder, donde las elecciones siguen existiendo, pero el control real está cada vez en menos manos. Y lo más preocupante es que se presenta como progreso, no como una toma de poder. La gran pregunta es si suficientes personas lo reconoceremos antes de que sea demasiado tarde para revertirlo.

Curtis Yarvin, Peter Thiel y Elon Musk impulsan una visión del futuro donde la democracia es reemplazada por un sistema centralizado, sin controles ni contrapesos. Yarvin critica la democracia moderna, proponiendo un gobierno tecnocrático dirigido por líderes no elegidos, mientras que Thiel financia a políticos que apoyan esta agenda. Musk, con su enorme influencia, también aboga por un modelo autoritario de gobierno empresarial. Juntos, están redefiniendo el poder político, concentrándolo en las manos de unos pocos ultrarricos, mientras la participación ciudadana disminuye. Este cambio silencioso, que se presenta como progreso, pone en riesgo la esencia de la democracia. Nos queda, a los defensores de la democracia de todo el mundo, una baza importante: el poder que tenemos como consumidores, y parece que está funcionando. Será interesante seguir el proceso.


[1] https://www.gutenberg.org/cache/epub/1091/pg1091-images.html

[2] https://dn721606.ca.archive.org/0/items/911-material/Pdfs/Democracy%20The%20God%20That%20Failed.pdf

[3] https://archive.org/details/the-managerial-revolution

[4] La educación, la sanidad y otros servicios públicos empezaron a ser gestionados como si fueran productos ofrecidos por proveedores, ya sean estatales o privados, a consumidores con capacidad de elección. Esto ocurrió a partir de la década de los 80. La eficiencia y la «satisfacción del cliente» pasaron a ser indicadores centrales de calidad, en detrimento de principios como la igualdad o la justicia social. La participación ciudadana se redujo a mecanismos de retroalimentación y encuestas, más cercanas al marketing que al debate político. Esto ocurre también en España, aunque quizás todavía de forma menos perceptible.

[5] https://archive.org/details/1984-george-orwell-espanol

[6] https://dn790005.ca.archive.org/0/items/un-mundo-feliz-aldous-huxley/Un%20Mundo%20Feliz%20-%20Aldous%20Huxley.pdf

[7] https://www.scribd.com/document/374754770/Platonov-Chevengur-pdf

[8] https://www.cato-unbound.org/2009/04/13/peter-thiel/education-libertarian/

Centésimo octogésimo segundo paseo: Europa, barbarie y memoria: un diálogo en tiempos de incertidumbre.

Voy paseando por un Lund radiante de sol. Voy pensando en el diálogo que mantuve anteayer con mi estimado amigo Víctor, el filósofo emeritense que, cada semana, nos sirve algún tema interesante para pensar y discutir. Yo disfruto con estas discusiones y trato de encontrar algún ángulo inédito por donde avivar el debate, al poder ser, clarificando aquello que yo puedo encontrar dudoso o posibles perspectivas que me parezcan interesantes exponer. Ayer el tema propuesto por Víctor fue el de “Europa y los nuevos bárbaros”[1]  y la tesis de Víctor, a mí entender, era en pocas palabras: Europa, tras haber sido la principal difusora de valores, ciencia, filosofía e instituciones en los últimos quinientos años, corre el riesgo de convertirse en un «islote perdido» o una «pieza de museo». Aunque sigue siendo un referente en términos de bienestar, libertad y racionalidad crítica, su influencia está en declive y enfrenta amenazas tanto externas como internas. Externamente, líderes como Putin y Trump ven a Europa como un peligroso modelo de estabilidad democrática y económica que desafía sus regímenes autoritarios. Internamente, una parte significativa de los propios europeos ha abrazado la «barbarie» en la forma de la ultraderecha, que rechaza los valores fundamentales del proyecto europeo, como los derechos sociales, la pluralidad y el pensamiento crítico. Víctor advierte que la única forma de contrarrestar esta amenaza es un fuerte «rearme educativo» basado en los principios que han definido a Europa: el diálogo, la argumentación racional y el conocimiento científico. En esta tarea, la educación juega un papel crucial para evitar que Europa se desmorone desde dentro y pueda seguir siendo un modelo de civilización frente a la barbarie.

Completamente de acuerdo, respecto al papel que debe jugar la educación para contrarrestar las amenazas del autoritarismo, discrepo humildemente de alguno de los postulados presentes en el artículo, especialmente en lo que atañe a la pretendida superioridad moral de Europa y su sistema democrático. A continuación, podéis leer mi respuesta, que da cuenta de mi opinión, desde una perspectiva histórica:

“Muy interesante, Víctor. Ya ves que leo casi todos tus artículos y que me sirven de gimnasia mental. Te lo agradezco y, que mejor sello de calidad para tus escritos, que decir que sirven para entablar discusiones. Yo te voy a dar mis argumentos, que no pretenden ser los mejores o más sensatos, pero son los míos y te los presento a continuación. Veo que presentas a Europa como el epicentro de la civilización mundial, y le atribuyes una influencia y una supremacía cultural que se extiende a todas las áreas del conocimiento humano. Este punto de vista es inherentemente eurocéntrico, aunque, naturalmente, tienes todo el derecho del mundo de serlo, para eso eres europeo. Pero Europa no es el único lugar que ha producido ideas filosóficas, científicas y artísticas relevantes, pregúntales a los chinos y verás. Estamos de acuerdo en que Europa ha tenido una enorme influencia en la historia moderna, pero la afirmación de que no ha habido otra cultura en los últimos quinientos años que haya esparcido su simiente de manera similar es una generalización problemática. Filosóficamente, el relativismo cultural, que yo veo fructífero, defiende la idea de que las culturas deben ser comprendidas dentro de su propio contexto, sin imponer una jerarquía entre ellas. Desde esta perspectiva, el valor de otras tradiciones culturales y sus contribuciones al conocimiento y la civilización mundial no debe subestimarse ni ignorarse, creo yo. Puede que tú no estes de acuerdo, claro.

Escribes, y con razón, que muchos de los logros de Europa se han conseguido a través del saqueo de otros países, pero de manera implícita justificas, o pareces justificar, esta acción al afirmar que, en comparación con otros imperios, Europa ha hecho un «buen uso» de lo obtenido. Ahí no sé yo, Víctor. Esta postura es problemática desde una ética filosófica. Hay cantidad de filósofos, como Kant, Rousseau y más recientemente pensadores postcoloniales que han cuestionado la legitimidad de los imperios coloniales, especialmente cuando sus logros se basan en la explotación y el sufrimiento de otros pueblos. Estoy viendo ante mí la estatua del rey Leopoldo de Bélgica y las manos cortadas de niños congoleses, y claro, la barbarie…Estamos de acuerdo en que Europa ha sido un centro de desarrollo y reflexión, pero su historia de colonialismo y explotación no puede ser pasada por alto. El enfoque crítico, que debe ser defendido y promovido, no debe ser exclusivo de las élites europeas, sino de todas las culturas del mundo que han sido sometidas. La idea de que Europa se permitió «criar una estirpe de críticos» también debe ser considerada a la luz de la explotación global que Europa llevó a cabo, y esto cuestiona la superioridad moral de sus logros.

Criticas la decadencia de Europa, porque te parece que se está convirtiendo en una «pieza de museo», pero esto presupone, como comprenderás, una visión lineal y progresiva de la historia, en la que las civilizaciones deben mantenerse en una constante ascensión hacia el futuro. Sin embargo, en la filosofía contemporánea, especialmente en la crítica postmoderna, como en el trabajo de Michel Foucault (por cierto, con una gran actividad en Suecia) o Jacques Derrida, se cuestiona esta visión del progreso. La idea de que Europa debe seguir liderando el mundo en términos de libertad, riqueza y racionalidad es una forma de imposición ideológica. La historia no es necesariamente un proceso de mejora constante; puede ser cíclica, regresiva o multidireccional. La «muerte» de Europa no necesariamente será, si llega o cuando llegué, debido a transformaciones culturales que debe ser entendida en su propio contexto y no necesariamente vista como una pérdida, y además no comparto la idea de “colapso”

Criticas la ultraderecha europea, y la tildas de «bárbara». Sería importante reflexionar sobre qué entendemos por «barbarie». El término ha sido históricamente utilizado para descalificar a aquellos que no comparten una visión cultural hegemónica. A lo largo de la historia, los «bárbaros» han sido aquellos que no se ajustan a los ideales de una cultura dominante. De esta manera, la crítica a la ultraderecha puede correr el riesgo de caer en una simplificación moralista, error en que los demócratas norteamericanos cayeron. Es preciso, creo yo, cuestionar las categorías de «civilización» y «barbarie», pues esas distinciones pueden ser usadas para marginar y excluir. En este sentido, es crucial mantener un enfoque más inclusivo, creo yo, donde las voces y las preocupaciones de todos los grupos sociales sean escuchadas, incluso si sus puntos de vista son percibidos como radicales, en relación con nuestro propio punto de vista.

Defiendes una educación en «valores y ciudadanía europea», enfocada en el «diálogo crítico» y «la reflexión sobre nuestros propios valores». Sabes que estoy de acuerdo en remitir a la educación la tarea de formar ciudadanos en democracia; lo he escrito muchísimas veces y estoy dispuesto a repetirlo a todas horas. Desde un enfoque filosófico debemos preguntarnos: ¿qué significa realmente el «diálogo crítico»? Si este diálogo se limita a los valores y tradiciones europeas, supongo que desde la ilustración hasta ahora, el riesgo es que se reproduzca una visión eurocéntrica del mundo, excluyendo otras formas de conocimiento. La educación debe ser verdaderamente pluralista y fomentar el entendimiento intercultural. Paulo Freire, por poner un ejemplo, ha defendido una educación liberadora que empodere a los estudiantes a cuestionar y transformar la sociedad, no simplemente a adaptarse a una narrativa preexistente. No vivimos en el mejor de los mundos, cómo decía Pangloss, Víctor, no nos engañemos. Espero poder seguir dialogando contigo, es un placer. Un abrazo.” A esto aún no he recibido respuesta, pero estoy seguro que la tendré.

No soy el primero, ni seré el último, que piense de vez en cuando que la caída del imperio romano nos muestra la realidad de que nada puede ser eterno. Lo de “Roma, la ciudad eterna”, tiene mucho de museo, de restos de algo que fue y que, con el tiempo, dejo de ser o se transformó en algo nuevo, diferente, pero manteniendo vestigios transcendentes de su antigua civilización, capaces de, mismamente en ruinas, mantener una cierta atracción. “Panta rhei” decía Heráclito; nada permanece igual eternamente. La idea de eternidad es incompatible con la naturaleza dinámica del universo, ya que todo está en constante transformación y las mismas estructuras que tratan de explicar lo eterno o lo infinito, son, en sí, mutables en el tiempo. Volviendo a la historia, yo soy de los que piensan que la caída del imperio romano, no fue un colapso producido por la acción de “los barbaros” sino un declive a través de los años, desde una posición gloriosa durante los reinados de Augusto a Marco Aurelio, la llamada Pax Romana, a un declive lento pero perceptible, hasta quedar reducido al recuerdo de sus estructuras vitales, la lengua, las leyes, las instituciones y una religión codificada.

Sí, se pueden encontrar, creo yo, similitudes entre la caída del Imperio Romano y la crisis actual de Europa en relación con el mundo exterior, especialmente si utilizamos, como hizo Víctor, el concepto de «bárbaros». El Imperio Romano cayó en parte debido a la corrupción, el debilitamiento de las instituciones y la pérdida de cohesión social. Europa hoy enfrenta problemas similares, con crisis políticas, polarización ideológica y pérdida de confianza en sus propias estructuras democráticas.

Además, en Roma, las invasiones bárbaras fueron una consecuencia de movimientos migratorios forzados por la presión de otros pueblos. En la actualidad, Europa enfrenta flujos migratorios masivos desde regiones en conflicto, y esto, sabemos de sobra, que siempre genera tensiones políticas y sociales. Soy consciente de que se suele pasar de puntillas por estas cuestiones porque se corre el peligro de ser malinterpretado. Lo que yo quiero decir es que hay mecanismos naturales que hacen que las migraciones masivas, a corto plazo, desestabilicen las sociedades que las reciben, de ahí que sean utilizadas políticamente por estados como Bielorrusia o Turquía para ejercer presión sobre otros estados.  Los romanos fueron asimilando progresivamente a los «bárbaros», y su propia cultura y estructuras políticas fueron cambiando, adaptándose a la nueva realidad demográfica. Europa hoy debate sobre su identidad, especialmente en relación con la multiculturalidad y los valores que debe defender. Esto es perfectamente perceptible en nuestras sociedades, la sueca y la española, como en toda Europa.

No ha habido superpotencias que duren eternamente desde Egipto a nuestros días. Roma dejó de ser la superpotencia dominante a medida que otras civilizaciones ganaban protagonismo. Europa, tras siglos de dominio global, enfrenta el ascenso de potencias como China, India y otros actores emergentes que desafían su posición en la economía y la geopolítica. Aunque las circunstancias son diferentes, la comparación nos ayuda a entender la fragilidad de las civilizaciones cuando dejan de adaptarse a los cambios internos y externos.

Este intento de análisis me sirve a mí para aceptar que estamos permanentemente ante cambios que representan el proceso natural del desarrollo de la humanidad. Debemos comprender, creo yo, que Europa no es “el pueblo elegido” y que la misma Europa de hoy no es la Europa de 1945. Me atrevo a decir que no existen los valores eternos. Esto es algo patente en las actitudes de los jóvenes frente a la democracia. A diferencia de sus padres, que crecieron en una época de crecimiento económico y estabilidad, muchos jóvenes europeos han vivido crisis financieras que han limitado sus oportunidades laborales y económicas, lo que ha generado no poco desencanto con el sistema democrático.

Las diferencias entre ricos y pobres han aumentado en muchos países europeos, entre ellos en Suecia y España, y muchos jóvenes perciben que la democracia no garantiza justicia social ni igualdad de oportunidades. Es una realidad, nos guste o no. Conozco jóvenes que están estresados pensando que no conseguirán juntar para una pensión digna, aun trabajando hasta los 75 años. Si añadimos a todo esto la influencia de las redes sociales, de donde los jóvenes mayormente sacan su información, y bastante desinformación, comprenderemos que la democracia está en peligro.

Las redes amplifican discursos populistas, teorías conspiratorias y la polarización, debilita la confianza en las instituciones democráticas. Muchos jóvenes sienten que su voz no cuenta, ya sea por sistemas electorales poco representativos o por la falta de espacios reales de participación más allá del voto. Por tanto, algunos jóvenes consideran que los regímenes autoritarios o sistemas tecnocráticos pueden ofrecer soluciones más rápidas y eficientes a los problemas que enfrentan, aunque esto implique menos libertades. Problemas como la crisis climática, la guerra en Ucrania o las crisis migratorias han mostrado la dificultad de las democracias para responder de manera ágil y efectiva, y eso refuerza sin duda el escepticismo.

Y, hablando de los jóvenes y los menos jóvenes y su disposición a arriesgar sus vidas para defender sus derechos civiles y democráticos, se ha hecho recientemente un estudio por una universidad sueca y un instituto ucraniano que muestra una paradoja bastante interesante: aunque los ucranianos están actualmente en guerra y tienen un fuerte sentido de la identidad nacional, un porcentaje menor de ellos, el 30%, dice estar dispuesto a arriesgar su vida, en defensa de su país. Los suecos, que disfrutamos de paz, por el momento, estamos dispuestos en un 60% a arriesgar nuestras vidas. Claro que, del dicho al hecho hay mucho trecho, como decía mi madre con uno de sus refranes de cabecera. Ya veríamos cuantos suecos estaban realmente dispuestos a ofrecer su vida para defender su democracia, en caso de guerra real.

Para los suecos, la guerra sigue siendo un concepto abstracto, mientras que los ucranianos viven su brutal realidad. La experiencia directa del conflicto puede hacer que las personas sean más cautelosas al responder preguntas sobre sacrificio personal. Suecia ha tenido dos siglos de paz y estabilidad, y esto hace que las respuestas sean más teóricas. Sin embargo, el estudio sugiere que la fuerte adhesión a valores democráticos y liberales motiva el deseo de defensa entre los suecos.

La confianza en las instituciones y en otras personas es significativamente menor en Ucrania, lo que puede influir en la disposición a participar en la defensa del país. Aunque los resultados pueden parecer sorprendentes, reflejan la diferencia entre la percepción teórica y la experiencia vivida de la guerra. Es posible que, en caso de un conflicto real, los suecos reaccionen de manera diferente, al igual que los ucranianos lo han hecho a lo largo de la guerra. Además, la forma en que se formula la pregunta y el contexto social pueden afectar las respuestas. Pero queda la cuestión de si estamos dispuestos a arriesgarnos para defender nuestros derechos.[2]

Yo vivo entre jóvenes y, los que tengo a mi lado y con los que yo trato, conservan su ideología democrática. Sin embargo, soy perfectamente consciente de estos jóvenes que yo conozco no son plenamente representativos de su generación. Sigo pensando que la única solución para conservar el espíritu democrático de nuestros jóvenes es construir una sociedad verdaderamente libre, en la que todas las posiciones políticas se puedan discutir sin ser tachadas de “bárbaras”, siempre y cuando se garantice el respeto a los derechos humanos En una sociedad verdaderamente democrática, el principio de libertad de pensamiento, expresión y organización implica que todas las ideologías deberían poder existir, ser discutidas, defendidas, incluso impugnadas en público. Pero esto no significa que todo deba aceptarse sin límites. Precisamente porque la democracia es frágil, necesita reglas claras para defenderse sin traicionar sus propios valores.

Siguiendo el principio del jurista Karl Popper, la paradoja de la tolerancia[3], una democracia debe tolerar a los intolerantes hasta que su intolerancia se traduzca en acciones que busquen eliminar la libertad misma. Por tanto, se debería permitir toda expresión ideológica, excepto aquella que abogue activamente por suprimir los derechos fundamentales de otros, o por eliminar la democracia por medios no democráticos. Veo a diario como se intenta ridiculizar y demonizar toda ideología que vaya en contra de la propia. Los medios digitales se prestan a ello y esta posición destruye cualquier forma de diálogo.

La censura debe ser el último recurso. Una sociedad madura debe enfrentarse a ideas peligrosas con mejores argumentos, no con silencios. Pero hay excepciones: por ejemplo, discursos que incitan directamente a la violencia o al odio pueden y deben limitarse. Toda ideología debe poder ser debatida, incluso si resulta ofensiva, siempre que no incite a la violencia, la discriminación sistemática o la destrucción de derechos humanos.

No importa cuán popular o impopular sea una ideología, ninguna puede actuar fuera de la ley. La democracia exige que incluso quienes desprecian la democracia deban moverse dentro del marco legal, por tanto, todos los partidos, grupos y movimientos deben aceptar las reglas constitucionales, los derechos fundamentales y los procesos electorales, sin excepción. La ley, ante todo. Aceptando, naturalmente, que las leyes no son eternas y que es legítimo querer cambiarlas y que se deben cambiar con el paso del tiempo, para adaptarlas a la sociedad actual.

Una democracia solo puede permitir el debate libre si sus ciudadanos están preparados para ello. Eso exige enseñar no solo hechos históricos o normas jurídicas, sino habilidades de pensamiento crítico, ética y empatía. El sistema educativo debe formar ciudadanos capaces de debatir, escuchar, argumentar y convivir con ideas distintas. Aquí debemos estar muy atentos con los cambios curriculares que se quieran hacer, por ejemplo, aquí en Suecia, donde la preocupación por el aprendizaje de las habilidades básicas, hace que estas se potencien, dejando a parte las habilidades para el pensamiento crítico.

La democracia no solo se debe defender de ideologías extremas, sino también de los abusos del poder. Una sociedad libre necesita medios libres, instituciones independientes y ciudadanos vigilantes. Toda persona o grupo que ejerza poder debe rendir cuentas públicamente y someterse a la crítica. Lo que para un ciudadano privado puede ser completamente lícito, en cuanto a la libertad de buscar su propio provecho y enriquecerse, para un cargo público, puede ser ilegal o al menos poco ético.

La regla de la mayoría no puede ser excusa para aplastar a las minorías. Las decisiones colectivas deben respetar derechos inalienables. Ningún gobierno, por muy mayoritario que sea, puede suprimir los derechos fundamentales de una persona o grupo.

La democracia no es solo procedimiento, también es ética. Debe garantizar que toda persona, sin importar su origen, identidad o creencias, pueda vivir con dignidad. Porque, la dignidad humana es el principio que ninguna ideología puede cuestionar sin salirse del marco democrático. Porque la existencia de pobreza y personas sin techo en una democracia revela una contradicción profunda entre los ideales que la democracia proclama y la realidad que permite. Una democracia, en su sentido más noble, no es solo un sistema de votaciones o un conjunto de instituciones. Es una promesa, la de que todos los ciudadanos son iguales en dignidad, en derechos, en oportunidades, y que el poder público existe para garantizar el bienestar común. La libertad sin condiciones mínimas de vida se convierte en un privilegio, no en un derecho universal.

Entonces, ¿cómo se puede justificar que, en una sociedad donde cada persona tiene voz y voto, donde se habla de libertad, igualdad y fraternidad, haya seres humanos que no tienen un lugar donde dormir, que no pueden alimentarse dignamente, que viven en la marginación más extrema?

La narrativa liberal, no la social-liberal a la que yo pertenezco, sea dicho de paso, a veces culpa al individuo por su situación diciendo que no se esfuerza, o que eligió ese camino, pero en la inmensa mayoría de los casos la pobreza es el resultado de factores estructurales como desempleo, desprotección social, salud mental no atendida, alquileres imposibles, rupturas familiares, migración forzada. Una democracia auténtica debe cuidar de los más vulnerables, no responsabilizarlos de su sufrimiento. Cuando una sociedad acepta la pobreza como un “mal necesario” o un “costo inevitable”, pierde su sensibilidad ética. No se trata solo de políticas públicas, sino de compasión, de justicia moral. La pregunta de por qué permitimos que existan sin techo en medio de ciudades ricas no es económica, es profundamente humana. Sin casa, sin trabajo, sin comida, la libertad es una ficción. Los derechos civiles y políticos se vuelven letra muerta si no van acompañados de derechos económicos y sociales reales.

En un mundo donde los algoritmos saben más de nosotros que nuestros amigos, donde las ciudades brillan por fuera y duelen por dentro, donde algunos viajan al espacio y otros duermen bajo puentes, no es extraño que muchos jóvenes miren la palabra democracia con escepticismo, o incluso con desprecio. ¿De qué sirve votar si los poderosos siguen mandando? ¿Para qué participar, si nada cambia? ¿Por qué confiar, si hay pobreza en las calles y discursos vacíos en los parlamentos? Son preguntas justas. Preguntas urgentes. Y también, preguntas peligrosas si no encuentran respuestas.

Pero la respuesta no es renunciar a la democracia. Es reclamarla. Es tomarla en serio, en serio de verdad. Porque la democracia no es una estatua vieja que hay que respetar sin preguntar. No es una fórmula mágica ni una máquina que se arregla sola. Es una tarea inacabada, una promesa traicionada muchas veces, pero aún posible. Y es ahí donde los jóvenes tienen un papel que nadie más puede cumplir. La democracia no viene dada, no está garantizada. Cada derecho fue ganado por alguien que luchó antes, mujeres, trabajadores, estudiantes, minorías. Y esos derechos pueden perderse. La democracia exige memoria, vigilancia, rebeldía. Hay que apropiársela, discutirla, mejorarla. Como dijo Platonov con amargura, sus personajes no entendían cómo organizar una sociedad justa. Pues bien; la tarea es comprenderlo ahora.

Confiar en la democracia no significa ignorar sus fallas, sino comprometerse con su sentido profundo; el poder en manos del pueblo, del demos, de todos, no de unos pocos. El gobierno de la mayoría, sin aplastar a las minorías. La libertad de disentir, sin dejar de convivir. La posibilidad de que las reglas se discutan, pero también se cumplan. La dignidad como punto de partida, no como privilegio. Y para eso, hace falta juventud. No solo como edad biológica, que muchos como yo ya la hemos pasado con creces, sino como energía vital, coraje moral y deseo de cambiar lo que parece inevitable. Y eso, todavía, puede ser hermoso.


[1] https://filosofiacavernicolas.blogspot.com/2025/04/europa-y-los-nuevos-barbaros.html

[2] https://www.dn.se/varlden/enkat-svenskar-mer-villiga-an-ukrainare-riskera-livet-i-krig/

[3] https://archive.org/details/popper-la-sociedad-abierta-y-sus-enemigos-en-2-volumenes

Centésimo octogésimo primer paseo. Utopías soñadas, distopías vividas: Andrej Platonov y el futuro que ya fue.

Hoy, en este día luminoso de abril, sentado en el jardín de mi cabaña, quiero compartir con vosotros mi lo que estoy leyendo, pues me parece tan actual, que vale la pena invitar a su lectura. Estoy leyendo la obra de un autor ruso muy peculiar. Andrej Platonov, que así se llamaba el escritor que he elegido hoy, nació en la ciudad de Vorónezh en 1899, en el corazón de una Rusia que se agitaba entre imperios moribundos y revoluciones nacientes. Platonov, que era hijo de un maquinista de tren, creció con el oído afinado a los ruidos del metal y el alma herida por las promesas incumplidas del progreso. Fue electricista, ingeniero hidráulico, trabajador del campo, poeta y cronista del desencanto.

Como muchos de su generación, abrazó al principio la revolución soviética con fervor, creyendo que otro mundo era posible. Pero lo que encontró fue una realidad plagada de absurdos, hambre y burocracia, donde los ideales se oxidaban tan rápido como las máquinas mal mantenidas. En sus relatos, por partes iguales, tristes, tiernos, filosóficos, hilarantes, captó esa contradicción con una voz única: técnica y lírica, precisa y compasiva. Platonov escribió como quien intenta reparar algo roto: el alma humana, la sociedad, el lenguaje. Sus personajes no hablan, razonan; no viven, buscan sentido. Su estilo mezcla el habla popular con un lirismo seco, casi bíblico. Y sus ficciones, a menudo censuradas, marginadas o silenciadas, fueron demasiado incómodas para el régimen, demasiado extrañas para el realismo socialista, demasiado lúcidas para los tiempos.

Murió en 1951, pobre y casi olvidado, tras haber contraído la tuberculosis que también mató a su hijo. No fue hasta décadas después que sus textos encontraron el lugar que merecían: no como glorias del sistema, sino como voces que lo cuestionaron desde dentro. Hoy, Platonov se alza como uno de los escritores rusos más profundos del siglo XX, un testigo de los sueños y las ruinas del hombre moderno.

En el horizonte del siglo XX, cuando la revolución prometía redimir al ser humano y la máquina anunciaba su era dorada, Andrej Platonov escribía relatos que parecían mirar hacia adelante con telescopios invertidos: veían lejos, pero también veían dentro. Las utopías que imaginaba no eran luminosas ciudades aéreas ni jardines sin pecado; eran campos resecos, fábricas oxidadas, almas extraviadas entre engranajes, y, sobre todo, una humanidad desconcertada por su propio poder. Leyendo a Platonov, no puedo dejar de pensar en este mundo en que vivimos, en la tercera década del segundo milenio, a más de cien años de sus relatos.

Platonov no fue un visionario en el sentido habitual del término. No pretendía predecir, sino entender, poner a prueba la lógica de los sueños colectivos. En su universo literario, donde los hombres dejan la Tierra para colonizar las estrellas o fabrican máquinas para resolver la sexualidad de una vez por todas, lo utópico y lo ridículo se entrelazan como raíces que no saben de qué árbol provienen. Sus personajes hablan como tratados filosóficos con piernas, y caminan entre ruinas con la naturalidad de quien ha nacido en ellas.

En el relato “Los descendientes del sol”, que yo he leído en sueco dentro de la antología “Den tvivlande Makar” (Makar, el escéptico) la humanidad ha vencido a la naturaleza y ha conquistado el cosmos, pero ha perdido algo más esencial: la capacidad de sentir. Se ama la razón, se adora la eficiencia, pero no se echa de menos el amor ni la amistad. “Ya no necesitábamos ni amigos ni amor – teníamos una conciencia correcta y una razón numérica”, escribe Platonov, y en esa frase se revela el precio de la perfección: el vaciamiento de lo humano. Porque, puede muy bien ser que la imperfección sea justamente lo humano y la perfección, siempre buscada pero nunca encontrada, lo contrario.

Aquí la utopía técnica se desliza suavemente hacia la distopía emocional, y es en esa ambigüedad donde Platonov encuentra su tono: no el grito de advertencia, sino el murmullo irónico de quien ha visto ya demasiadas revoluciones fracasar en nombre del bien.

Lo fascinante es que estas fantasías, escritas hace cien años, resuenan con una fuerza inquietante en el presente. El futuro que soñaban los cosmistas rusos —resucitar a los muertos, viajar por la galaxia, vivir eternamente, parece, al menos como discurso, más vivo que nunca. Hoy hablamos de transhumanismo, de inteligencia artificial general, de tecnologías salvadoras como si fueran inevitable destino. Pero Platonov nos recuerda que bajo cada promesa brilla la sombra de una paradoja: cuanto más perfeccionamos al ser humano, más cerca estamos de su deshumanización.

En sus ensayos, como “La fábrica de literatura”, propone que los escritores se conviertan en ensambladores literarios, montadores de palabras prefabricadas. “El autor no debe crear – debe ensamblar. Es más eficiente y más socialista.” La ironía, involuntaria o profética, es escalofriante: en la era de los textos generados por inteligencia artificial, de la literatura sin autor, de los algoritmos que escriben novelas románticas “on demand”, el sueño industrial de Platonov se ha vuelto realidad. Pero no es la productividad lo que se ha elevado, sino la pregunta sobre qué significa aún escribir, crear, imaginar.

Platonov nunca señala con el dedo, nunca sermonea. Su crítica se disfraza de ternura absurda, de personajes como Makar, que cree en la revolución, pero no sabe por dónde empezar, o como Veretennikov, que confunde la miseria con el orden natural de las cosas. “El Estado está aquí, porque aquí hay cuidado”, declara con total inocencia, aun cuando los campesinos no tienen agua potable. Otro personaje, al ver una lombriz, exclama aterrado: “¡Se está comiendo la tierra!” El símbolo perfecto de la fragilidad de todo orden: basta una criatura mínima para provocar el derrumbe del cosmos ideológico. Así, el mundo de Platonov no es ni futuro ni pasado: es el presente mirado desde el margen. Es una advertencia sin alarma, una distopía envuelta en flores, una utopía que se ríe de sí misma antes de desvanecerse. Quizás esa sea la lección más profunda que nos deja: que ningún sueño, por hermoso que sea, puede evitar ensuciarse los pies en el barro.

Mi camino hasta encontrar a este gran escritor, ha sido a partir de un artículo de cultura en Svenska Dagbladet. Encontrado el libro “Las dudas de Makar” 13 ensayos escritos en los años 20, traducidos del ruso al sueco por Kajsa Öberg, bajo el título “Den tvivlande Makar”, se ha abierto ante mí un nuevo camino a la lectura, aunque en realidad, lo que yo necesitaría ahora es encontrar a otro Eduardo Mendoza, para reírme un poco.

 En español se pueden encontrar algunos de los libros de Platonov como, Dzhan, Madrid, Alianza, 1973, La excavación, Madrid, Alfaguara, 1990, Chevengur[1], Madrid, Cátedra, 2003, La patria de la electricidad y otros relatos, Galaxia Gutenberg, 2001, La zanja, Madrid, Armaenia, 2019. En inglés, en Archive[2] se encuentran algunas de sus obras.


[1] https://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/colecciones/BND/00/RC/RC0117230.pdf

[2] https://archive.org/details/portableplatonov0000plat/page/n3/mode/2up

Centésimo octogésimo paseo. Pánico digital.

Como autor que soy de materiales de aprendizaje digital, observo con asombro cómo la visión sobre el uso de herramientas digitales por parte de los jóvenes cambia radicalmente de un día para otro, además de basarse en un respaldo científico muy débil. Eliminar la enseñanza de la competencia digital en la escuela primaria y postergarla hasta la educación intermedia no solo representa una gran modificación en el sistema educativo sueco, sino que también es una propuesta sin una base de investigación sólida.

La eliminación de la enseñanza de la competencia digital en la educación primaria y su postergación hasta la educación intermedia es una decisión que carece de fundamento en la investigación internacional y contradice las recomendaciones de organismos de prestigio como la Unión Europea (UE), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

El “Digital Competence Framework for Citizens”(Competencia digital para los ciudadanos) de la UE subraya la importancia de desarrollar la competencia digital desde edades tempranas. La alfabetización digital es considerada una competencia clave del siglo XXI y debe integrarse en todos los niveles educativos para garantizar que los ciudadanos puedan participar activamente en la sociedad digital. Retrasar la enseñanza de estas habilidades supone una brecha de aprendizaje que puede afectar negativamente a los estudiantes en su desarrollo académico y profesional.

En su informe “21st Century Skills and Education” (Habilidades del Siglo XXI y Educación), la OCDE destaca que la alfabetización digital es esencial para el aprendizaje continuo y la empleabilidad. Los estudios muestran que los niños expuestos a la tecnología y a la educación digital desde una edad temprana desarrollan mejores habilidades de resolución de problemas, pensamiento crítico y capacidad de adaptación a entornos tecnológicos en constante cambio.

La UNESCO, en su informe Global Education Monitoring Report (Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo), advierte que excluir la educación digital del currículo escolar temprano puede aumentar las desigualdades educativas. Los niños de entornos más privilegiados seguirán teniendo acceso a dispositivos digitales y formación en el hogar, mientras que aquellos de familias con menos recursos quedarán rezagados, profundizando la brecha digital.

El argumento de que los niños deben aprender primero a leer y escribir antes de adquirir competencias digitales es una falsa dicotomía. Numerosos estudios han demostrado que la alfabetización tradicional y la digital pueden desarrollarse de manera complementaria. La investigación en pedagogía digital indica que los niños que usan herramientas digitales de forma estructurada y guiada no solo mejoran su competencia digital, sino que también fortalecen su comprensión lectora y sus habilidades de escritura.

Además, en un mundo donde la información se consume principalmente a través de plataformas digitales, la enseñanza de la alfabetización digital desde una edad temprana es fundamental para desarrollar el pensamiento crítico, la capacidad de discernir información veraz de la desinformación y la responsabilidad en el uso de las tecnologías.

Otro aspecto clave que se debe considerar es la seguridad en el entorno digital. La UE, la OCDE y la UNESCO coinciden en que postergar la enseñanza de la competencia digital puede hacer que los niños sean más vulnerables a los riesgos en línea, como el acoso cibernético, la exposición a contenidos inapropiados y la manipulación digital.

El informe de Children and Internet Safety de la OCDE enfatiza que la educación temprana en competencia digital es esencial para que los niños desarrollen estrategias de autoprotección y uso responsable de la tecnología. Ignorar esta necesidad puede llevar a una mayor exposición a riesgos sin la preparación adecuada para enfrentarlos.

La decisión de eliminar la enseñanza de la competencia digital en los primeros años de la educación sueca y postergarla hasta los 10 años no solo carece de sustento científico, sino que va en contra de las recomendaciones de las principales instituciones internacionales dedicadas a la educación. La digitalización es una realidad ineludible y los sistemas educativos deben preparar a los niños para participar de manera segura y efectiva en este entorno. Retrasar este aprendizaje solo incrementará la brecha digital y reducirá la capacidad de los estudiantes para enfrentar los desafíos del mundo contemporáneo.

Por ello, es imperativo que las decisiones educativas se fundamenten en investigaciones rigurosas y en la experiencia internacional acumulada, garantizando así una formación integral que incluya la alfabetización digital desde la infancia. La decisión de Madrid de retirar los ordenadores y otras herramientas digitales de las manos de los niños, muestra el pánico digital que, inexplicablemente se extiende de Suecia a España.

Comparto hoy la preocupación de mi esposa y sus colegas, expresada en este artículo de opinión. Afirmar que los niños deben aprender a leer y escribir antes de desarrollar competencias digitales se basa en una falsa dicotomía. Las habilidades fundamentales y la competencia digital pueden – y deben – desarrollarse en paralelo.

Es momento de tomar decisiones sobre la educación basadas en una investigación amplia y rigurosa, y no en respuestas aisladas a consultas. Lean el artículo aquí:

«Eliminar el requisito de competencia digital para los niños carece de respaldo científico.»

La afirmación de que los niños deben aprender habilidades como la lectura y la escritura antes de desarrollar competencias digitales se basa en una falsa dicotomía. Las habilidades fundamentales pueden desarrollarse de manera fructífera junto con la competencia digital.

Eliminar la enseñanza de competencias digitales en la escuela primaria. Esa es la propuesta de la comisión curricular “Conocimiento para todos”, designada por el gobierno.

Según esta propuesta, solo cuando los alumnos tengan diez años se les enseñará a desarrollar una actitud crítica y responsable hacia la tecnología digital y a comprender cómo la digitalización afecta a la sociedad. La propuesta resulta sorprendente, considerando que la mayoría de los niños de primaria usan internet a diario, según el informe Los niños e Internet 2024 de la Fundación Sueca de Internet.

Si la propuesta se implementa, la vida digital cotidiana de los niños se volverá más arriesgada y supondrá una alteración significativa en la estructura educativa sueca actual.

El estudio argumenta que una «evidencia científica consolidada» muestra que los niños aprenden mejor las competencias digitales desarrollando primero habilidades básicas como la lectura y la escritura. Sin embargo, la comisión curricular solo se basa en una única respuesta a la consulta sobre la estrategia nacional de digitalización de la Agencia Nacional de Educación de Suecia, emitida por la Universidad de Lund en 2023. En ella se menciona que los niños aprenden mejor las competencias digitales después de adquirir habilidades básicas, pero esto es simplemente una afirmación sin respaldo en estudios científicos; no se hace referencia a ninguna investigación que demuestre que es mejor para los niños desarrollar una actitud crítica y responsable hacia la tecnología digital solo a partir de la educación intermedia.

La comisión curricular, por tanto, basa esta propuesta en una única respuesta de consulta que ni constituye una revisión sistemática de la investigación ni ha sido sometida a evaluación científica.

Además, la propuesta contradice las políticas internacionales. El Marco de Competencia Digital para Ciudadanos de la Unión Europea enfatiza que todos los ciudadanos deben tener la oportunidad de desarrollar competencias digitales a lo largo de su vida. La ONU, en su Comentario General 25 sobre los derechos del niño en el entorno digital, establece que todos los países deben garantizar la enseñanza de competencias digitales desde la educación preescolar y a lo largo de todo el sistema educativo.

El problema también radica en que la propuesta no coincide con las necesidades identificadas por los docentes en la escuela, algo que han demostrado varios estudios. Un proyecto de investigación en la Universidad de Malmö, Modelado didáctico en actividades extraescolares: Comunicación responsable en el juego y los medios digitales, destaca, por ejemplo, la necesidad que perciben los docentes de fomentar una actitud crítica y responsable en los alumnos en los entornos digitales desde la educación preescolar.

La afirmación de que los niños deben aprender a leer y escribir antes de desarrollar competencias digitales, además, se basa en una falsa dicotomía. Las habilidades fundamentales y la competencia digital pueden desarrollarse de manera conjunta y complementaria. Por ejemplo, los alumnos pueden leer libros que promuevan una actitud crítica y responsable hacia los medios digitales, como la serie “Nollan och Nätet”, que aborda los desafíos que enfrentan los niños en los entornos digitales.

Dado que la propuesta de la comisión curricular carece de una base científica sólida, es necesario designar un grupo interdisciplinario de expertos que elabore una revisión sistemática de la investigación sobre las necesidades digitales de los niños y cómo la enseñanza puede fomentar mejor estas competencias. Este grupo debería incluir especialistas en el uso de los medios por parte de los niños, su aprendizaje y el desarrollo de competencias digitales.

Implementar la propuesta tal como la prescribe la comisión curricular sería una irresponsabilidad. No posterguemos la enseñanza de competencias digitales hasta la educación intermedia.

Publicado en Sydsvenskan el 2 de abril de 2025

AUTORES DEL ARTÍCULO:

Carolina Martínez, profesora de Ciencias de la Infancia y Juventud y docente en Comunicación y Medios en la Universidad de Malmö.

Ingrid Forsler, docente en Comunicación y Medios en la Universidad de Södertörn.

Anna-Lena Godhe, profesora de Pedagogía en la Escuela de Aprendizaje y Comunicación de la Universidad de Jönköping.

Helena Sandberg, profesora de Comunicación y Medios en la Universidad de Lund.

Ulrika Sjöberg, profesora de Comunicación y Medios en la Universidad de Malmö.

https://www.sydsvenskan.se/2025-04-02/slopat-krav-pa-digital-kompetens-for-barn-saknar-vetenskapligt-stod

Centésimo septuagésimo noveno paseo. ¡Hablemos de sexo!

Sigue lloviendo y a uno le da ganas de seguir escribiendo. La verdad es que escribo sobre lo que pienso, y lo que pienso se debe casi siempre a lo que leo, a lo que veo en la tele o a alguna conversación que acabo de tener con un amigo o amiga. Lo que leo en este momento y lo que he visto en la televisión, me lleva a pensar en cómo ha cambiado la percepción que nuestra sociedad tiene de algo tan humano como es el sexo.

Yo viví mi juventud a finales de los 60 y comienzos de los 70. Todo era muy diferente en aquellos tiempos. Para empezar, yo era joven y, como cantaba Serrat, sentía “bullir la sang”. Seguro que a la mayoría no se os ha escapado la serie Adolescence. Yo la vi de un tirón, me engancho entre otras cosas por la superba interpretación de todos los roles, pero lo que quedó como poso para la posteridad, es el mensaje.

Se trata la serie de algo tan actual como los llamados incel. Bueno, con la serie “Adolescense” ya sabe todo el mundo lo que es un “incel” o célibe involuntario, léase, sujeto perteneciente a una subcultura que se manifiesta como comunidades virtuales de hombres que dicen ser incapaces de tener relaciones románticas o relaciones sexuales con mujeres, como sería su deseo, y eso tiene consecuencias muy serias, como en la serie. Tendremos quizás que buscar incel entre los votantes de los partidos de extrema derecha, que dicen querer revertir la sociedad hasta el punto de que el cuerpo de las mujeres pase de nuevo a ser objeto de posesión masculina.

Cuando quedó claro que Donald Trump había ganado las elecciones presidenciales, el ultraderechista Nick Fuentes escribió en una entrada en X que decía: «Your body, my choice. Forever» («Tu cuerpo, mi elección. Para siempre»). Era una referencia al eslogan que los activistas por el derecho al aborto en Estados Unidos han utilizado desde finales de los años 60: «My body, my choice» («Mi cuerpo, mi elección»). Esta entrada en X puso de manifiesto lo que está ocurriendo en el mundo en este momento, algo difícil de expresar con palabras. Un odio crudo hacia las mujeres, que encuentra su expresión más grotesca en la llamada manosfera, esa red de sitios web, pódcast y foros donde algunos hombres creen que la igualdad ha ido demasiado lejos y se regodean en la misoginia y las fantasías de venganza. El mensaje es claro: Vamos a recuperar el control sobre sus cuerpos.

Esto me lleva a pensar que aquí en Suecia, tuvimos un tiempo un científico muy criticado en su tiempo, un psicoanalista, conocido (que no amigo) de Freud y con parecida relación al mismísimo Einstein. Estoy pensando en Wilhelm Reich, un individuo que realmente se adelantó a su tiempo. Reich defendía la idea, en el emblemático año 1933, de que la represión sexual era la raíz de muchos problemas sociales. Reich sostenía que la represión sexual no solo afectaba al individuo, sino que era un mecanismo fundamental de control social. En su libro La psicología de masas del fascismo[1], argumentó que los regímenes autoritarios, como el nazismo, se basaban en la opresión del deseo y la supresión del placer sexual, fomentando así una sociedad sumisa y obediente. Las personas reprimidas sexualmente son más propensas a aceptar el autoritarismo, porque la frustración acumulada se canaliza en obediencia ciega y agresividad.

Todo empezó cuando Reich llegó a Berlín en 1930, con 27 años, justo a tiempo para presenciar el ascenso de los nazis, la máxima expresión del acorazamiento del carácter, diría él más tarde. Sin embargo, aunque continuó desarrollando sus teorías y escribiendo, ni siquiera sus correligionarios los comunistas mostraron mucho interés en su material. Su contrato con International Psychoanalytic Publishers fue cancelado después de que comenzara a defender la educación sexual y los anticonceptivos para adolescentes en lugar de la abstinencia, e incluso sugiriera que una expresión sexual saludable y desmitificada en los niños podría ser crucial para criar adultos sanos, y que sus preguntas debían responderse de manera franca. En 1932, en un folleto titulado «La lucha sexual de la juventud»[2], el Dr. Reich arremetió contra los mensajes contradictorios bajo los cuales los adolescentes intentaban comprender su sexualidad.

“Los jóvenes están contaminados, por un lado, por moralistas y defensores de la abstinencia y, por otro, por la literatura pornográfica”, escribió. “Ambas influencias son extremadamente peligrosas, la primera no menos que la segunda.” En ese momento, en Alemania, las consecuencias eran graves, observó el psiquiatra de 27 años… “La miseria sexual de la juventud moderna es inconmensurable, pero la mayor parte permanece oculta, bajo la superficie.” Sus opositores interpretaron sus declaraciones como si defendiera que los niños debían poder presenciar las relaciones sexuales de sus padres, aunque Reich nunca abogó por ello.

Persistió en su postura, argumentando enérgicamente contra la monogamia y defendiendo las “relaciones amorosas duraderas” que no estuvieran reguladas por la ley, sino sostenidas únicamente por el amor, que, de lo contrario, conducirían a una “desensibilización sexual”. Arremetió contra la dependencia económica de las mujeres, que las mantenía atrapadas en matrimonios forzados.

Lo más radical de todo fue su propuesta de que los niños fueran criados por una comunidad extendida, liberándolos así de las neurosis de sus padres biológicos. Estas ideas estuvieron, en cierta medida, influenciadas por experimentos sociales similares que se llevaban a cabo en la Unión Soviética , y en Suecia, Alva Myrdal, diseño algo muy parecido, que con el tiempo se convirtió en un sistema de cuidado de niños, que persiste hasta nuestros días.

El Dr. Reich estaba adentrándose en un territorio tabú que pocos se atrevían a cruzar, un territorio que seguiría siendo tabú mucho después de su muerte. En 1933, la postura sexual del Dr. Reich provocó que los nazis tomaran cartas en el asunto. Él y su amante escaparon a Dinamarca, solo para ser expulsados del Partido Comunista Danés. Se mudaron a Suecia, donde el Dr. Reich fue puesto bajo vigilancia, después de que la policía viera a una serie de pacientes entrar y salir de su hotel, sospechando de que se trataba de un proxeneta. Las autoridades le negaron una permiso de estancia más prolongado. A continuación, vinieron más sorpresas: no solo se canceló el contrato para publicar su libro Análisis del carácter, sino que, al llegar en 1934, cuando se presentó en la conferencia de la Asociación Psicoanalítica Internacional en Lucerna, le informaron que había sido expulsado el año anterior. Presentó un trabajo en la conferencia como invitado, pero el episodio marcó el fin definitivo de sus vínculos con la comunidad científica convencional. “Me dijeron que mi trabajo sobre la psicología de masas, que estaba dirigido contra el irracionalismo del fascismo, me había colocado en una posición demasiado expuesta”

Bueno, por seguir con el interesante Reich, en sus investigaciones, Reich afirmó haber descubierto una energía vital universal, a la que llamó orgón. Según él, esta energía estaba presente en la atmósfera y en los organismos vivos, y su flujo armonioso era esencial para la salud física y mental. Para canalizar esta energía, diseñó un dispositivo llamado Acumulador de Orgón, una caja de metal y madera donde las personas podían sentarse y, supuestamente, absorber orgón para curar enfermedades y revitalizar el cuerpo. Reich incluso afirmó que el orgón podría tratar el cáncer. La comunidad científica rechazó su teoría por falta de evidencia. En 1954, las autoridades estadounidenses lo acusaron de fraude y ordenaron la destrucción de sus acumuladores de orgón y sus libros y pasó los dos últimos años de su vida en la Penitenciaría Federal de Lewisburg, Pensilvania, donde cumplía una condena de dos años por distribuir su invento, el «acumulador de energía orgónica» (en violación de la Ley de Alimentos y Medicamentos), un dispositivo del tamaño de una cabina telefónica que supuestamente recogía energía de la atmósfera y podía curar, mientras el paciente se sentaba dentro, resfriados comunes, cáncer e impotencia.

De este señor no sabía yo nada en 1968. En aquellos años, alguno de mis amigos, me consta que eran bastantes, habían leído «El informe Kinsey»,  El de 1948[3] y, con toda seguridad el de 1953, ya explicaré por qué. Estos estudios dirigidos por Alfred Kinsey sobre el comportamiento sexual en hombres y mujeres fueron, parece ser, un golpe contra la moral tradicional. Kinsey reveló que la sexualidad real de las personas era mucho más diversa y activa de lo que se creía. Lo que Kinsey hizo fue prácticamente demostrar científicamente que la gente tenía prácticas sexuales consideradas tabú, como la masturbación y las relaciones prematrimoniales, cuestionó la moral represiva y mostró que el deseo sexual era natural. Kinsey abrió la puerta del armario, por así decirlo, para hablar de la sexualidad sin vergüenza ni culpa. El segundo informe, el de 1953, causó aún más revuelo porque hablaba de la sexualidad femenina[4] en una época donde se asumía que la mujer tenía menos deseo que el hombre.

El método que usó Kinsey y sus socios de investigación fue obtener más de 18.000 historias sexuales basadas en entrevistas presenciales. Financiado por la fundación Rockefeller y para proporcionar una ubicación segura, que garantizase la confidencialidad absoluta de las personas entrevistadas y ante la creciente colección de datos y otros materiales que Kinsey había recogido sobre la sexualidad humana, el instituto se estableció como una organización sin ánimo de lucro afiliada a la Universidad de Indiana. Con toda seguridad, el método usado por Kinsey habría tenido serios problemas para pasar la criba ética exigida hoy en Suecia y posiblemente también en España u otro país de la UE. También recibió criticas en su tiempo, tan importantes como las de la Asociación Americana de Estadística que cuestionaba la idoneidad del método empleado.

Lo mas importante del informe de 1948, sobre la sexualidad masculina era sus resultados respecto a la homosexualidad. Según el informe, la homosexualidad existía a todos los niveles sociales y ocupacionales y, nada menos que el 37% de los hombres entrevistados experimentaron alguna vez un orgasmo homosexual a partir de la adolescencia, aunque solamente un 4% de los entrevistados manifestaba una conducta estrictamente homosexual durante toda su vida y ya manifiesta durante la adolescencia. Ni que decir tiene que este informe levantó ampollas en la sociedad conservadora estadounidense, una sociedad en la que en 1953 el presidente Dwight D. Eisenhower firmó la orden ejecutiva n.º 10450 que, entre otras cosas, decía que el gobierno no podía dar trabajo a ningún homosexual en interés de la seguridad nacional. La prohibición de entrar en el funcionariado para los homosexuales se mantuvo hasta 1975.

El sexo era política entonces y lo es también ahora. No hay más que echar una ojeada a los periódicos de hoy, 30 de marzo de 2025, para ver artículos en los que furiosamente se ataca al juez que dispuso que el exfutbolista Dani Alves fuera absuelto de los cargos de violación que le llevaron a la cárcel. Yo no me atrevería a decir nada a favor o en contra de ese juicio, yo respeto las decisiones de los jueces, pero las reacciones a el juicio han sido, a mi parecer muy interesantes. Pero, quiero seguir con los informes Kinsey, porque el siguiente, el de 1953, se trataba de la sexualidad en la mujer.

Y, no es que fuera una novedad, eso de que las mujeres también tenían una sexualidad, eso lo habían discutido muchos con anterioridad como El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, que vio la luz en 1949 y que es considerado como uno de los fundamentos del feminismo moderno y tuvo un gran impacto en la percepción del rol de la mujer en la sociedad y su relación con la sexualidad. De Beauvoir argumentó que la mujer no nace subordinada, sino que la sociedad la ha condicionado a ese papel. Simone de Beauvoir proponía la autonomía sexual femenina, y cuestionaba la idea de que la mujer debía ser pasiva o definir su vida en torno al hombre. De repente, se abrió un debate sobre la liberación del cuerpo femenino, la maternidad y el derecho al placer sexual que inspiró los movimientos feministas de los años 60 que abogaban por la igualdad sexual.

No puedo evitar, por cuestiones obvias, ver la problemática de la libertad sexual desde una perspectiva masculina, pero, mirando atrás, la obra de Betty Friedman, de 1963 tuvo que ser muy importante en la crítica del papel de la mujer en la sociedad estadounidense. En Suecia se recibió como una fuente liberadora que denunciaba la insatisfacción oculta de muchas amas de casa. “La mística de la feminidad”[5] fue obra clave para la segunda ola del feminismo, que defendía, entre otras cosas, la autonomía sexual de las mujeres.

Amelia Valcárcel escribe en su presentación de la edición en castellano: “La mística de la feminidad es un clásico del pensamiento feminista que se publicó originalmente en Estados Unidos en 1963. Se trata sobre todo de un libro de investigación respaldado por un abundante trabajo descriptivo. Sólo como consecuencia de esto se acaba convirtiendo en un libro militante. Y eso lo aproxima al otro gran clásico del siglo xx, El segundo sexo de Simone de Beauvoir. Betty Friedman publicó su libro en febrero de 1963, pero había trabajado en él desde 1957. Lo empezó en “el medio del camino de la vida”, a Jos treinta y seis años, cuando era un ama de casa de barrio residencial con tres hijos. La mística comenzó como un artículo, algo largo que, por cierto, ninguna revista femenina quiso publicar.”

En mi juventud, quizás no entendiésemos de feminismo, pero sí creíamos en la igualdad. Muchos dichos me vienen a la cabeza: cada oveja con su pareja, nunca falta un roto para un descosido o el que busca encuentra. No sé, yo creo que eso de los medios de masas y la idea de perfección que se cultiva en ellos, hace que nadie se conforme con alguien del montón. Todos quieren el chico perfecto o la chica perfecta. Será por eso que algunos prefieren quedarse en su cuarto y planificar asesinatos o masacres o votar a políticos que rezuman odio, en lugar de salir con un chico o una chica común y corriente. Y parece que la actividad sexual está disminuyendo de una forma alarmante en todo el mundo.  La actividad sexual humana afecta la función cognitiva, la salud, la felicidad y la calidad de vida en general, y, sí, también está el asunto de la reproducción. La gran variedad de beneficios es una de las razones por las que los investigadores han comenzado a preocuparse por la disminución de la actividad sexual en todo el mundo, desde Japón hasta Europa y Australia. Un estudio reciente[6] que analiza lo que está ocurriendo en EE. UU. ha añadido más evidencia a este fenómeno, mostrando una disminución entre 2009 y 2018 en todas las formas de actividad sexual en pareja, incluyendo el coito pene-vaginal, el sexo anal y la masturbación en pareja. Los hallazgos también muestran que los adolescentes reportan una menor frecuencia de masturbación en solitario. Todo esto, a la vez que se oyen voces pidiendo el rearme.

Me viene a la cabeza, casi sin buscarlo, el símbolo de la paz y la expresión «Make Love, Not War» que surgió en el contexto de las protestas contra la guerra de Vietnam en la década de 1960 y se popularizó en círculos pacifistas y del movimiento hippie en Estados Unidos. La verdad es que no sabemos quién lanzó esta máxima por primera vez. El logo más icónico relacionado con este mensaje, el símbolo de la paz, fue diseñado por Gerald Holtom en 1958 para la «Campaign for Nuclear Disarmament» (CND) en el Reino Unido. Holtom combinó las letras «N» y «D» en el alfabeto semáforo de «Nuclear Disarmament», y de esta manera dio forma al símbolo que luego fue adoptado por el movimiento pacifista y los manifestantes contra la guerra de Vietnam, con los que yo me identificaba. ¡Haz el amor y no la guerra!


[1] https://proletarios.org/books/Reich-Psicologia_de_masas_del_fascismo.pdf

[2] https://www.scribd.com/document/822835322/La-lucha-sexual-de-la-juventud-Wilhelm-Reich

[3] https://www.google.se/books/edition/Sexual_Behavior_in_the_Human_Male/pfMKrY3VvigC?hl=es&gbpv=1&dq=isbn:9780253334121&printsec=frontcover

[4] https://www.google.se/books/edition/Sexual_Behavior_in_the_Human_Female/9GpBB61LV14C?hl=es&gbpv=1&dq=isbn:9780253334114&printsec=frontcover

[5] https://archive.org/details/betty-friedan-la-mistica-de-la-feminidad/Betty%20Friedan%2C%20La%20m%C3%ADstica%20de%20la%20feminidad/page/8/mode/2up

[6] https://link.springer.com/article/10.1007/s10508-021-02125-2

Centésimo septuagésimo octavo paseo. La profecía del científico.

Esta mañana está lloviendo. Es normal aquí, pero, después de un día de sol como el de ayer, da pereza salir a la calle, así que me quedo a tomar otra taza de café y busco algo para leer en la estantería. Casi por casualidad encuentro un libro de tapas gastadas, señal de haber sido usado y reusado. Es un libro de Carl Sagan, el científico del que he hablado anteriormente, con motivo de las armas nucleares. El libro está escrito en 1996, un año importante en mi vida, así que lo tomo como lectura mañanera. El título es de lo más inquietante: The Demon-Haunted World: Science as a Candle in the Dark[1] (El mundo y sus demonios: La ciencia como una luz en la oscuridad), una obra en la que Sagan defiende el pensamiento crítico y el método científico como herramientas esenciales para combatir la superstición y la pseudociencia.

Sagan argumenta que la ciencia no solo es un conjunto de conocimientos, sino una manera de pensar que nos protege contra engaños, creencias infundadas y manipulaciones. ¡Que clarividente era Sagan! Sagan sostiene que el escepticismo bien aplicado es esencial para no caer en engaños. Propone el kit de detección de camelos (baloney detection kit), un conjunto de herramientas para evaluar la validez de una afirmación. Explica que la ciencia no se basa en creer ciegamente en expertos, sino en someter afirmaciones a pruebas rigurosas.

«Uno de los grandes mandamientos de la ciencia es: ‘Desconfía de los argumentos de autoridad’. La historia está llena de ejemplos de autoridades que se han equivocado.»

Sagan expone ejemplos de creencias sin fundamento, como los ovnis, la astrología, la quiromancia o la abducción extraterrestre, y cómo estas proliferan debido a la falta de educación científica y al deseo humano de respuestas fáciles. Critica también a los medios de comunicación por dar más importancia a teorías sin base científica que a la ciencia real.

Según Sagan el miedo y la incertidumbre pueden llevar a las personas a aceptar explicaciones sobrenaturales en lugar de buscar respuestas racionales. Sagan propone que el pensamiento crítico puede ayudarnos a disipar estos «demonios» creados por el desconocimiento.

«Las velas en la oscuridad son la curiosidad, el escepticismo y el método científico.»

Para liberarnos de todos esos males, la educación es, según él, la defensa fundamental contra la manipulación y yo le doy la razón, una educación basada en la curiosidad y el pensamiento analítico, es nuestra salvación. Una sociedad con poca educación científica es vulnerable a la manipulación política y mediática. Los regímenes totalitarios han utilizado siempre la ignorancia para controlar a la población. La ciencia, en contraste, debe ser una fuente de asombro y belleza que nos conecta con el universo y nos brinda una visión más profunda de la realidad.

«La ciencia no solo es compatible con la espiritualidad; es una fuente profunda de espiritualidad.»

Da mucho en que pensar al que, como yo, se siente agnóstico, porque el asombro ante el cosmos no necesita explicaciones sobrenaturales, sino un conocimiento más profundo de la naturaleza.

El mundo y sus demonios fue premonitorio respecto a muchos de los problemas actuales, sobre todo, su análisis sobre la desinformación, la pseudociencia y la manipulación de la opinión pública, fenómenos que hoy son más graves que nunca. En la obra, Sagan advertía sobre cómo la falta de pensamiento crítico haría que las sociedades fueran cada vez más vulnerables a la desinformación. Hoy en día, con las redes sociales y la facilidad para difundir noticias falsas y teorías conspirativas, sus advertencias han cobrado una importancia aún mayor. Esto se refleja en fenómenos recientes como la desconfianza en la ciencia durante la pandemia de COVID-19, la proliferación de conspiraciones sobre vacunas, cambio climático o fraudes electorales sin pruebas.

Sagan criticaba duramente la creencia en lo sobrenatural y la pseudociencia, que en su tiempo se manifestaban en la astrología, las abducciones extraterrestres y la medicina alternativa sin base científica. Parece mentira que a día de hoy sigamos teniendo programas de clarividencia en las televisiones y horóscopos en los periódicos.

Hoy tenemos además en auge terapias sin evidencia, movimientos antivacunas y «gurús espirituales» en internet, el problema ha crecido. Muchas personas, desgraciadamente muchos jóvenes, rechazan la ciencia en favor de explicaciones fáciles o atractivas, exactamente como Sagan predijo.

Sagan advertía también de los peligros que corría una sociedad con poca educación científica, pues sería fácilmente manipulada por políticos y líderes con intereses propios. Hoy estamos viendo cómo la polarización política, la manipulación mediática y la posverdad han llevado a muchas personas a rechazar hechos verificables en favor de narrativas emocionales o populistas. Lo estamos viendo a diario con ascenso de movimientos autoritarios y en la fragmentación social.

Sagan veía la ciencia y el pensamiento crítico como las mejores herramientas para combatir la manipulación y el engaño. Argumentaba que la alfabetización científica era clave para una sociedad sana y democrática. Hoy en día, este mensaje es más relevante que nunca. La crisis climática, la pandemia de COVID-19, la proliferación de sectas digitales y la desconfianza en la medicina y la tecnología muestran cuán importante es fomentar el pensamiento basado en evidencia.

«Una población desconectada de la ciencia y el pensamiento crítico estará a merced de charlatanes que saben manipular sus emociones.»

Cuando Sagan escribió El mundo y sus demonios, Internet aún estaba en sus primeras etapas, pero él ya advertía sobre los peligros de la desinformación masiva y cómo podíamos ser manipulados sin darnos cuenta. Hoy, con las redes sociales y los algoritmos de recomendación, la manipulación de la opinión pública se ha convertido en un problema global. Desde campañas de desinformación política hasta la radicalización de individuos en foros conspirativos, lo que Sagan predijo se ha convertido en una realidad cotidiana.

«Si no podemos distinguir entre lo que deseamos creer y lo que es verdad, nos encontramos en una situación peligrosa.»

Sagan alertaba sobre cómo la falta de educación científica y pensamiento crítico haría que la gente tomara decisiones basadas en emociones y no en hechos. Esto es exactamente lo que ocurre en la era de la posverdad, donde los sentimientos y creencias personales parecen tener más peso que la realidad objetiva. Lo vemos a diario en las decisiones políticas que nos afectan y que son tomadas por los lideres políticos que han sabido como utilizar los resortes emocionales. En un mundo donde la desinformación se propaga más rápido que nunca, la obra de Sagan debería servir como guía imprescindible para entender los peligros de la irracionalidad y la importancia de la ciencia. Veo que, lejos de ser un libro del pasado, esta obra,  es un libro para nuestro presente y futuro, porque, como decía Sagan:

«Siempre habrá charlatanes y demagogos que quieran aprovecharse de la gente. Nuestra única defensa es el pensamiento crítico.»


[1] https://dn790004.ca.archive.org/0/items/B-001-001-709/Carl%20Sagan%20-%20The%20Demon%20Haunted%20World.pdf

Centésimo septuagésimo séptimo paseo. Las guerras tontas.

Ya es primavera y cómo se suele decir, la primavera la sangre altera, y sí, es verdad, la sangre cuece de tantas perogrulladas como tenemos que aguantar estos últimos días. Mientras Europa parece decidida a gastar “cuanto sea menester” para defender lo que llaman “nuestras libertades y nuestra democracia” 7670 niños mueren de hambre o de enfermedades relativas a la desnutrición cada día, según informa UNICEF, son 2,8 millones de muertes al año, el 45% de todas las muertes de niños menores de cinco años, según la Organización Mundial de la Salud.[1] Según el mismo informe, el hambre es la realidad de 828 millones de personas en todo el mundo (cifras de 2021), 1 de cada 10 humanos no disponen de suficiente comida. Parar este desastre sería verdaderamente defender las libertades y los derechos, según la carta de la ONU, de una gran cantidad de seres humanos.

En lugar de preocuparnos por esas realidades, los ricos europeos preferimos gastarnos 800.000 millones de euros en armamento, bajo, según se dice, de la amenaza de Rusia. A mí me parece que debemos hacer un recuento histórico de lo acontecido durante este siglo XXI, porque parece que hemos olvidado algunas cosas. Vamos a recordar y a hacer comparaciones, que es algo que a mí me gusta hacer. Permitidme compara la actuación de las dos potencias tradicionales, Estados Unidos y Rusia, en las últimas décadas, partiendo que las dos potencias militares han intervenido en contra de los dictámenes de la ONU, saltándose por tanto las reglas del juego:

Se trata de la ocupación de Irak por los Estados Unidos y la ocupación de territorios ucranianos por Rusia.  En ambos casos, una gran potencia llevó a cabo una invasión bajo pretextos que fueron ampliamente debatidos y cuestionados. Los Estados Unidos  justificaron su invasión de Irak argumentando la existencia de armas de destrucción masiva que nunca fueron encontradas y la necesidad de derrocar el régimen de Saddam Hussein mientras Rusia argumentó que estaba protegiendo a la población rusoparlante del Donbás y defendiendo su seguridad contra la expansión de la OTAN.

La invasión de Irak no tuvo la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU y fue considerada una violación del derecho internacional, sin embargo, este hecho no resultó en ningún tipo de sanción contra los Estados Unidos, ni tampoco en ninguna orden de arresto y detención por parte de la Corte Internacional. La guerra de Irak tuvo un impacto profundo en la estabilidad del Medio Oriente, y provocó el auge de grupos insurgentes, altamente destructivos, como el Estado Islámico. En Irak, los Estados Unidos con la ayuda de sus aliados, derrocó al gobierno de Saddam Hussein y estableció una ocupación con el objetivo de instaurar un nuevo gobierno, que pronto se mostró sectario y corrupto. La invasión de Irak fue apoyada por algunos aliados, como el Reino Unido y España, recordemos la famosa foto de Aznar con Buch y Blair, pero generó algunas protestas. Francia, recuerdo, se reveló un poco, sin consecuencias claro. En Irak, tras destrozar el ejercito regular, la resistencia vino de insurgentes, grupos terroristas y milicias sectarias, mientras que la guerra evolucionó en una ocupación y conflicto interno prolongado.

En Ucrania, Rusia no busca cambiar todo el gobierno del país, al menos, no en la práctica actual, en todo caso Selenski, sino anexar territorios estratégicos y debilitar a Ucrania como Estado independiente. Sobre todo, según Rusia, impedir su entrada en la OTAN y su acercamiento a EU. La invasión de Ucrania ha sido condenada ampliamente como una violación de la soberanía nacional y del derecho internacional. En Ucrania, el país ha recibido un respaldo militar significativo de Occidente y ha logrado repeler parcialmente la invasión rusa, convirtiendo la guerra en un conflicto de desgaste. Esta guerra está redefiniendo la seguridad en Europa, fortaleciendo la OTAN y llevando a sanciones económicas contra Rusia.

Parece que los medios han olvidado todo esto. Algo que no deberían olvidar es que alguien o algunos se están poniendo las botas, no las militares, que eso ya vendrá, pero en sentido figurativo. ​Las empresas suecas del sector de defensa, que son las que mejor conozco, han experimentado un notable crecimiento en el valor de sus acciones durante el último año, impulsadas por el aumento del gasto militar y la creciente demanda de equipos de defensa en Europa.​ SAAB AB, el principal fabricante sueco de equipos de defensa, ha visto un incremento en sus acciones, según datos de Morningstar[2], que indican que las acciones de SAAB han subido un 36,63%. ​ Además, la empresa reportó un crecimiento orgánico de ventas del 23,4% en 2024, superando las expectativas previas, gracias a una ejecución excepcional de proyectos en el cuarto trimestre. ​

Aunque SAAB es la compañía más destacada en el sector de defensa en Suecia, existen otras empresas más pequeñas que también han mostrado movimientos positivos en el mercado bursátil. Por ejemplo, SARSYS BT ha registrado una evolución favorable en el precio de sus acciones. ​

La empresa española Indra Sistemas SA ha experimentado un incremento del 4,62% en el valor de sus acciones, alcanzando los 17,67 euros y va subiendo[3]. Rheinmetall AG, empresa alemana ha visto un aumento notable en el valor de sus acciones. El índice europeo que agrupa a las principales empresas de defensa, incluyendo a Rheinmetall, ha alcanzado récords históricos recientemente[4]. Pero más que nada suben las acciones de las compañías americanas y alemanas, como Lockheed Martin Corp. que actualmente cotiza a 441,49 dólares por acción[5]. En los últimos 12 meses, su cotización ha fluctuado entre un mínimo de 393,77 y un máximo de 508,10. Esto indica una variación aproximada del 29% entre su punto más bajo y el más alto en el último año.​ Todavía mejor es la imagen que nos da Northrop Grumman Corp[6]. con un precio actual de 512,19 dólares por acción, ha tenido un rango de cotización en el último año entre 414,56 y 556,27, cerca del al 34%.​ Y el mejor de todos es General Dynamics Corp[7]. porque sus acciones están en 269,08 dólares actualmente, con un mínimo anual de 202,35 y un máximo de 274,38, nada menos que un 36% de ganancia.

Más claro, el agua. El famoso rearme le interesa sobre todo a las empresas que fabrican armas y a los accionistas de las mismas. Ya sabemos que un rearme es bueno para el empleo, pero, ¡a qué costo! No, amigos. No olvidemos que no hay guerras justas, hay guerras tontas, y todas cuestan la vida a millones de jóvenes y destruyen familias enteras. Yo saco del baúl mi viejo collar con el símbolo de la paz y me pongo a escuchar a Bob Dylan «Blowin’ in the Wind», aunque yo, todo hay que decirlo prefiero la versión de Joan Báez.


[1] https://www.who.int/es/news/item/06-07-2022-un-report–global-hunger-numbers-rose-to-as-many-as-828-million-in-2021?utm_source=chatgpt.com

[2] https://www.morningstar.es/es/news/251244/8-nuevas-acciones-infravaloradas-del-mes.aspx?utm_source=chatgpt.com

[3] https://www.articulo14.es/economia/el-rearme-militar-de-la-ue-dispara-las-acciones-de-defensa-en-bolsa-20250218.html?utm_source=chatgpt.com

[4] https://www.articulo14.es/economia/el-rearme-militar-de-la-ue-dispara-las-acciones-de-defensa-en-bolsa-20250218.html?utm_source=chatgpt.com

[5] https://www.marketwatch.com/investing/stock/lmt?utm_source=chatgpt.com

[6] https://es.finance.yahoo.com/quote/NTH.DE/?utm_source=chatgpt.com&guccounter=1&guce_referrer=aHR0cHM6Ly9jaGF0Z3B0LmNvbS8&guce_referrer_sig=AQAAAJTVe8WssSrHMyqs0pqKIUP1V0OHm7mtmhYzXW4bFOzCJPsgk9VKSMY8QcGkH6DZruR_P5gVxaniT1vRUwt_w6nSakvb3LMHSW_PMSRiBIx8Q5gyWNHevIXtWnj0PRcD52_Crd1I7QdWs2DUj_BvZysTosilT7s-S2z9YP41L9bL

[7] https://www.trefis.com/stock/lmt/articles/563043/general-dynamics-vs-lockheed-martin-which-defense-stock-to-choose/2025-03-04?utm_source=chatgpt.com

Centésimo septuagésimo sexto paseo. La hormiga que quería parar un tren.

En mi paseo hoy, muy temprano de mañana, me doy de bruces con una caravana militar.  Filósofo al que le toco vivir una época parecida a estaGrandes camiones, tanques y otros vehículos pintados de verde oliva. Al volante, jóvenes de ambos sexos, vestidos de uniforme. Rostros francos que denotan esperanza y júbilo, como si fueran a una excursión con el instituto. ¡Yo he visto esas caras con esas expresiones tantas veces! Contagian alegría. A punto he estado de saludar, levantando la mano, como se suele hacer cuando pasan los cortejos de estudiantes, pero pensé que no era lugar ni situación apropiada. Cuando ya habían desaparecido de mi vista, y solamente quedaba un ruido cada vez más lejano, sentí como un escalofrío, y una inexplicable tristeza me invadió. La sombra de un vago presagio me inundó.

“La guerra daña a quienes la libran, y más aún a quienes la padecen.” Dijo Bertrand Russell, filosofo al que le tocó vivir una época parecida a la que ahora vivimos. Hablamos de rearme y pretendemos explicar que lo hacemos por la paz. Es casi surrealista escuchar los argumentos que, en un país como Suecia, que ha mantenido la paz en más de 200 años, se oyen a diario. Es profundamente triste escuchar las razones que los políticos europeos nos dan a diario para comenzar esta inexplicable carrera hacia el desastre. En el libro blanco de defensa de la Unión Europea se puede leer:

«En una era de rápidos cambios geopolíticos, la Unión Europea está intensificando sus esfuerzos para proteger a sus ciudadanos y fortalecer sus capacidades de defensa. La preparación es clave: asumir la responsabilidad de nuestra propia seguridad significa invertir en una defensa robusta, salvaguardar a nuestra gente y asegurarnos de que tengamos los recursos para actuar cuando sea necesario.

El Libro Blanco sobre la defensa europea – Preparación 2030 establece una visión para rearme de Europa al asegurar que la industria de defensa europea pueda producir a la velocidad y volumen requeridos. Facilitar el despliegue rápido de tropas y recursos militares a través de la UE.

El aumento en el gasto en defensa será «hecho en Europa»: garantizando tanto nuestra seguridad a largo plazo como beneficios económicos para todos los países de la UE. También ayudará a la UE a responder a la urgencia a corto plazo de apoyar a Ucrania.”[1]

La Unión Europea confía, como se ve arriba, la paz a las armas. Esto significa que ya no se cree en la paz, conseguida a través de tratados y relaciones internacionales por el bien de todos. Terrible error, me atrevo a decir, a sabiendas de que estoy muy solo con estos pensamientos. En su libro Which Way to Peace? [2](¿Qué camino lleva a la paz?) publicado en 1936 reconocemos muchos de los rasgos que ofrece el discurso oficial en la actualidad.

“Los Gobiernos de Europa no están de acuerdo en muchos temas, pero en un punto están en perfecta armonía: todos creen que una nueva Gran Guerra es inminente. Muchos signos, más convincentes que meras palabras, muestran que esta es su expectativa. El Gobierno británico lo demuestra con la frenética prisa con la que está aumentando el ejército, la marina y, especialmente, la fuerza aérea. Muy ominosa es la propuesta, apoyada influyentemente, aunque aún no adoptada, de financiar este aumento mediante un préstamo; porque una nación financieramente prudente, como siempre lo han sido los británicos, no recurrirá a préstamos excepto para fines temporales: si las fuerzas armadas no van a encontrar pronto empleo en la guerra, sería una política derrochadora pedir prestado cualquier parte de su costo. Así, en los últimos años antes de 1914, los alemanes financiaron en gran medida su marina mediante préstamos, mostrando así su expectativa de una guerra próxima. Ahora, todos los grandes países de Europa están acumulando armamentos hasta que se convierten en una carga que pronto será insoportable, a menos que la aprensión de la guerra se intensifique continuamente; y la aprensión universal es en sí misma una causa muy potente de la guerra. El miedo a la guerra se usa para justificar los armamentos; los armamentos aumentan el miedo a la guerra; y el miedo a la guerra aumenta la probabilidad de la guerra. De este círculo vicioso, algunos gobiernos no desean encontrar una salida, y otros no pueden hacerlo.

Otra evidencia de las expectativas de los gobiernos es la institución de ejercicios aéreos civiles en Inglaterra, Francia, Alemania y Tokio. El Gobierno británico ciertamente debe haber sido muy reacio a tomar esta medida, ya que era alarmante para los ciudadanos comunes, y demostraba que se consideraba imposible prevenir un ataque aéreo sobre Londres y otros centros de población. En Gran Bretaña, sea cual sea el caso en otros lugares, esta medida ha tenido un efecto poderoso en promover el sentimiento pacifista, al mostrar lo que los no combatientes deben esperar en la próxima guerra; por lo tanto, las autoridades ciertamente la habrían pospuesto si hubieran considerado en absoluto posible hacerlo.”

La receta de Russell para conseguir una paz duradera es la que ya dieron muchos otros pensadores antes que él y que condujo a la creación de la Liga de las Naciones tras la primera guerra mundial:

“Abolir la guerra por completo no es imposible; de hecho, en lo que respecta a consideraciones técnicas, es mucho más posible ahora que en cualquier época anterior. También es más importante, ya que la guerra es una amenaza mayor de lo que era, y será una amenaza aún mayor de lo que es. Los obstáculos para la abolición de la guerra son de tres tipos: políticos, económicos y psicológicos; los tres son graves y no se pueden eliminar rápidamente. En nuestra situación actual y peligrosa, el estadismo debe concentrarse, por el momento, en posponer o minimizar la guerra mediante cualquier método posible; las grandes medidas implicadas en el establecimiento de la paz permanente no pueden lograrse de inmediato, y por lo tanto no pueden resolver nuestro problema inmediato. Por esta razón, hasta ahora no he dicho nada (excepto brevemente en relación con la Liga de Naciones) sobre ninguna de las condiciones de la paz permanente. Sin embargo, es importante darse cuenta de cuáles son, aunque solo sea para evitar que se adopten planes inadecuados, como el del presidente Wilson, como soluciones completas del problema.

La condición política para la paz permanente (ya discutida en el Capítulo IV) es la existencia de un solo gobierno mundial supremo, poseedor de una fuerza irresistible, y capaz de imponer su voluntad sobre cualquier Estado nacional o combinación de Estados. Es evidente que, mientras la soberanía de los Estados separados no esté restringida, la guerra será susceptible de ocurrir. También es evidente que una restricción meramente legal no será suficiente; debe ser posible obligar a cumplir la ley internacional. La manera más fácil de lograr este resultado será confinar las fuerzas armadas nacionales a las armas más antiguas y hacer de la guerra aérea la prerrogativa exclusiva del gobierno mundial. Los aviones, tanto civiles como militares, deben pertenecer a la autoridad internacional. Lo mismo debe ocurrir con la industria química, ya que los gobiernos nacionales no deben poder obtener suministros de gas venenoso.”

Necesitaríamos a alguien como Russell en estos momentos; alguien que dijera unas cuantas verdades ante los lideres mundiales, una voz que fuese ampliada y distribuida por los medios hasta el último rincón del mundo. Leyendo su discurso, leído ante el Congreso Mundial de la Paz de Helsinki de 1955, leido en su ausencia, “Pasos hacia la paz”[3] encontramos un análisis que parece calcado de la realidad actual.

“En una guerra en la que se empleen las bombas de hidrógeno no puede haber nadie victorioso. Podemos vivir juntos o morir juntos. Estoy firmemente persuadido de que si los que nos damos cuenta de esto nos consagramos, con la suficiente energía, a la empresa, conseguiremos que también se dé cuenta el mundo de ello.”

Y, a sabiendas de que, ante la realidad del espeluznante arsenal atómico presente en el mundo, se quiere pretender que una posible guerra, en un futuro próximo, se podrá limitar a medios bélicos tradicionales. Parece mentira que, habiendo gente tan preparada en el mundo, se siga pensando de esa manera. Aquí, en Suecia, nadie se opone. Las voces pacifistas se han extinguido como por arte de magia. Suecia ha mantenido una tradición de neutralidad y de mediación en conflictos internacionales. Históricamente, el país ha sido un defensor de las iniciativas de paz y ha trabajado en diversos foros internacionales para promover el desarme y la resolución pacífica de disputas. Por poner un ejemplo, Suecia ha sido un defensor del Tratado sobre la No Proliferación Nuclear y del desarme nuclear a nivel global.

Ahora hemos pasado a una posición completamente opuesta a la tradición sueca del desarme. Yo creo que ha tenido mucho que ver la vulnerabilidad de los países bálticos, conscientes de que, una vez que Rusia consiga sus propósitos por la fuerza en Ucrania, el camino estaría abierto a una agresión sobre estos países, ya que Rusia, considera que las minorías rusas en Letonia, Estonia y Lituania están discriminadas. Finlandia, que también tiene frontera con Rusia, tiene razones fundadas para temer ser agredida o verse obligada a actuar, en caso de que los países bálticos fueran atacados. Suecia, temerosa de un efecto dominó en la región, rompió con su tradición de neutralidad y solicitó la entrada en la OTAN, algo verdaderamente improbable hace un par de años.

 En los primeros meses de Trump en la presidencia, el debate en Europa se ha intensificado: sobre la posibilidad de desarrollar una «Eurobomba». En Alemania, entre otros, el futuro canciller Friedrich Merz, líder del partido de centro-derecha CDU y ganador de las últimas elecciones alemanas, ha propuesto que la UE debería obtener sus propias armas nucleares o estar protegida por el actual arsenal nuclear de Francia. En respuesta, el presidente francés Emmanuel Macron ha reiterado su oferta de discutir el uso de las armas nucleares de Francia para proteger a otros estados de la UE. Se trata de proporcionar una versión francesa del paraguas nuclear como alternativa al paraguas nuclear de los Estados Unidos dentro de la OTAN.

Es curioso que justamente Francia con su Force de frappe o forcé de dissuasion, diseñada por el general de Gaulle para como el mismo dijo en 1961, disuadir a los rusos de un ataque a Francia: “En diez años, tendremos lo necesario para matar a 80 millones de rusos. Bueno, creo que no se ataca fácilmente a aquellos que tienen lo necesario para matar a 80 millones de rusos, incluso si uno mismo tiene lo necesario para matar a 800 millones de franceses, suponiendo que hubiera 800 millones de franceses.»[4]

Esa retórica me estremece, francamente. Y lo peor es que se repite en nuestros días. Además, en este contexto existe un riesgo notable de que Francia tenga una presidenta de extrema derecha en las próximas elecciones presidenciales de 2027, en la persona de Marine Le Pen. Sustituir a un nacionalista de derecha estadounidense por uno francés no puede considerarse un fortalecimiento de la seguridad europea, incluso para los más acérrimos defensores de las armas nucleares. En Alemania suceden cosas muy remarcables. Parece que ya se olvidó el debate que llevó a cerrar las nucleares y ahora, no solamente se aceptan, sino que se preparan para construir un arsenal propio de armas nucleares. ¡Quién te ha visto y quién te ve!

Si bien los primeros debates nucleares en Alemania estuvieron mayormente dominados por analistas, periodistas y algunos legisladores de segunda fila, aquellos que ahora discuten favorablemente las alternativas de disuasión incluyen cada vez más a figuras importantes de todo el espectro político. Entre ellos se encuentran Friedrich Merz[5], Wolfgang Schäuble y Manfred Weber de los Conservadores, Sigmar Gabriel y Katarina Barley de los Socialdemócratas, y, para mi gran sorpresa, Joschka Fischer y Sergey Logodinsky de los Verdes. Cuando el Ministro de Finanzas de Alemania, Christian Lindner, de los Demócratas Libres, se unió al coro a mediados de febrero, el Canciller Olaf Scholz finalmente tuvo que poner un alto, recordando a su socio de coalición que «Alemania decidió hace mucho tiempo no buscar sus propias armas nucleares».

En España el debate sobre el rearme es más clásico, y me refiero a que la política española sigue oscilando entre el apoyo incondicional y el escepticismo frente a la OTAN. Hay una clara oposición por parte de muchas ONG.s y personalidades de la cultura y de la sociedad civil. Ayer y ante el congreso se presentó un manifiesto contra el rearme con razones muy fuertes para la paz que termina así “No nos resignamos a la guerra, porque no queremos la paz de los cementerios, porque la historia nos demuestra que el único camino realista para conseguir la paz no es militar, sino político. Pónganse manos a la obra y trabajen por la paz, se lo exigimos”. [6]

A favor del rearme está la cúpula del PSOE, que no la mayoría de sus votantes, el PP y posiblemente Vox, acompañados de Junts y PNV. En contra están Sumar, Podemos ERC, Bildu y el BNG, que presentó una moción pidiendo al gobierno la salida de España de la OTAN. En España, la línea divisoria está muy clara en este sentido. En Suecia no tanto, pero las únicas voces que se oyen vienen de los verdes y del partido de la izquierda (antiguos comunistas). No me gusta estar en esa compañía pero es lo que hay, así que voy a explicar por qué creo que los que piden un rearme están equivocados. He aquí mis argumentos:

En primer lugar, el comportamiento de Rusia ha sido, a mi parecer, meramente reactivo, en parte como respuesta a la expansión de la esfera de influencia occidental en lo que ellos consideran como su “patio” y a una militarización impulsada por la OTAN de Europa del Este. Esto es importante reconocerlo si queremos encontrar una solución pacífica.

En segundo lugar, es incorrecto afirmar que hemos descuidado nuestra defensa. Los miembros europeos de la OTAN ya gastan 460 mil millones de euros al año, lo que es cuatro veces más que Rusia. Lo único de lo que no disponemos en la misma medida que Rusia, es en el armamento nuclear y satélites.

En tercer lugar, la seguridad es, por definición, una seguridad compartida. La diplomacia es al menos tan importante como la defensa. Por eso, debemos nuevamente crear un diálogo con Rusia, por ejemplo, dentro de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE)[7]

Es hora de reanudar el control de armamentos a través de tratados, no de fomentar la militarización de Europa. Creo que estamos dejando a nuestros hijos y nietos una situación que puede ser irreversible. Tenemos tantos retos ante nosotros, como el cambio climático, el reto demográfico, la crisis energética, la desigualdad. Hay faena, y hay agujeros donde se podrían meter esos 800 000 millones de euros, a punto de ser dedicados a producir aparatos para la muerte. Creo que hay más gente como yo, también entre los altos mandatarios. Gente que, seguramente querrá escribir en un lugar del tratado, como el obispo sueco Brask[8], una nota que diga: “a esta decisión he sido obligado contra mi convencimiento”. Yo ya casi no discuto sobre estas cuestiones con mis amigos suecos, porque parece que todos están de acuerdo con el rearme. Yo escribo mi opinión y hablo cuando me preguntan, pero, por lo general, callo y por tanto otorgo. Me siento como una hormiga que quiere parar un tren.


[1] https://commission.europa.eu/topics/defence/future-european-defence_en#:~:text=The%20White%20paper%20for%20European%20defence%20-%20Readiness,security%20and%20economic%20benefits%20for%20all%20EU%20countries.

[2] https://www.big-lies.org/russell-bertrand/which-way-to-peace.html#conditions

[3] https://www.ersilias.com/discursos-de-bertrand-russell/

[4] Cita en Serge Gadal, (2009). Forces aériennes stratégiques: histoire des deux premières composantes de la dissuasion nucléaire française. Economica. p.86.

[5] https://agendarweb.com.ar/2025/03/13/alemania-reconsidera-su-postura-sobre-energia-nuclear-y-sobre-armas-nucleares/

[6] https://forms.komun.org/manifiesto-contra-el-rearme-y-la-guerra-en-europa

[7] https://www.osce.org/es/

[8] El obispo sueco de Linköping, Hans Brask, estuvo en una reunión de Arboga en 1517. En esa reunión se decidió castigar al arzobispo Gustav Trolle (partidario del rey, el danés Cristian II) y destruir la fortaleza de Stäket. Sin embargo, Brask, en secreto, colocó una nota bajo su sello, en la que protestaba contra la decisión con la siguiente formulación: “A esta aprobación fui obligado y forzado’.” Eso le salvó la vida tres años después durante “el baño de sangre de Estocolmo” donde se ajusticiaron a los contrarios al rey danés, entre el 4 y 10 de diciembre de 1520. A mí no me servirá de nada reservarme, solo para decir ¿qué decía yo? Pero, ojalá me equivoque.

Centésimo septuagésimo quinto paseo. El espíritu liberal en tiempos revueltos.

Mis paseos este fin de semana pasado no han sido caminatas por mi ciudad, Lund, porque he estado paseando bajo una ciudad soleada en la región de Värmland, unos 600 kilómetros al norte de la habitual escena de mis paseos. Me ha llevado a esta ciudad mi condición de liberal y mi militancia en el partido Liberalerna (L), pequeño partido sueco con raíces profundas en la ilustración y una de las fuerzas políticas que consiguieron modernizar este país y convertirlo en uno de los países más democráticos del mundo. Hemos venido a Karlstad para presentar nuestra nueva visión de los que debe ser el liberalismo, dando a conocer nuestro nuevo programa y nuestra visión de cómo queremos que la sociedad sueca de desarrolle, de aquí en adelante. Como nuestro nombre lo indica, la libertad es la clave de nuestra política.

Todo tiene un principio, un origen, así también el liberalismo. En “La riqueza de las naciones”[1] (1776), Adam Smith aborda de manera central el principio de la libertad económica, que es una parte fundamental del liberalismo moderno. Smith aboga por un sistema económico basado en la competencia libre, la libertad de mercado y el principio de la mano invisible, que sostiene que la búsqueda del interés personal en un mercado libre genera beneficios para la sociedad en su conjunto. Estos principios están profundamente conectados con las ideas liberales que se desarrollaron más tarde, especialmente en relación con la libertad individual y el gobierno limitado.

En las décadas siguientes, el adjetivo «liberal» se exportó de Gran Bretaña al continente y dio lugar a los sustantivos “liberal” y “liberalismo”. Todo esto se ha podido establecer gracias a nuevos análisis que ha hecho posibles la digitalización de textos históricos. No es que este concepto naciera de la nada, por arte de gracia, sino que, durante siglos, el adjetivo “liberal” venía denotando aspectos de liberalidad. Ser liberal era ser generoso, munificente, indulgente, como en “con mano liberal”, o de mente abierta, tolerante, libre de prejuicios o fanatismos y, en general, propio de un hombre libre, como en “artes liberales” y “ciencias liberales”. Estos significados, si embargo, no eran políticos, y «liberal» no se utilizaba para etiquetar un tipo de política. Pero, lo que verdaderamente hicieron Smith y otros escoceses, como George Turnbull[2], Adam Ferguson[3] y David Hume[4], es que empezaron a hablar de principios liberales, sistema liberal, “plan liberal, política liberal, ideas liberales y gobierno liberal.

Libertad, justicia, derechos y equidad son conceptos necesarios para explicar la atracción que el liberalismo pudo tener en tiempos de la ilustración. Ilustrados son los padres de la constitución española de 1812, influidos por Puffendorf[5], Locke[6], Rousseau[7], Montesquieu[8] y Sieyès[9]. Los padres de “La Pepa”, Campomanes[10], Aranda[11], Floridablanca[12] entre otros, heredan, por así decirlo el concepto de legitimidad nacional de los ilustrados. Esta constitución es la primera que abiertamente se considera liberal.

Sirva este preámbulo para explicar que este fin de semana pasado, participé en la reunión nacional de los liberales suecos (Liberalernas riksmöte) como representante de mi región, Escania. En Karlstad se presentó la “visión Selma»: un nuevo documento de visión liberal, que delinea las aspiraciones y objetivos del partido para los próximos años. Es por eso, entre otras cosas, que hemos dedicado el último semestre al proyecto de renovación Selma, nombrado así en honor a Selma Lagerlöf[13], una de las fundadoras del partido. Bajo el lema » Edúcate, compórtate, preocúpate”, se ha forjado una nueva visión liberal que implica un cambio en varios ámbitos políticos: la fallida integración se basa en una inmigración excesiva, la política climática no es sostenible si conlleva costos demasiado altos para los hogares, y es necesaria más represión en la política de justicia para hacer frente a la criminalidad de las pandillas.

Lo más destacable de este nuevo programa de acción es el cambio de visión sobre el Estado. El poder público se describe en Selma como necesario para más libertad, no como una amenaza para la libertad como se veía antes, un Leviatán, maligno. En línea con esto, el partido quiere terminar con las desregulaciones y privatizaciones y ofrecer una respuesta liberal al mantra de la izquierda de «recuperar el control». La reforma del sistema de escuelas privadas ya ha comenzado, y ahora se plantea una nueva regulación de más servicios de bienestar. Es, por tanto, un giro hacia la izquierda en la visión sobre las soluciones de mercado, y la ambición es atraer de nuevo a votantes de centro-derecha que no están a favor de las ganancias excesivas en el bienestar social, que se hacen a cuenta del dinero de todos.

Se nota un cambio en la percepción del estado que va desde la visión de este como un mal necesario, donde el rol del Estado debía ser limitado para promover la libertad del individuo, a la autorregulación del mercado. Durante las décadas de 1980 y 1990, hubo un fuerte énfasis en la desregulación y privatización.

En los últimos años, el partido ha experimentado un cambio en la visión sobre el papel del mercado en el bienestar y otros sectores de la sociedad. Ha quedado más claro que los liberales ya no vemos al mercado como la solución a todos los problemas sociales. La visión Selma considera que el papel del Estado es necesario para garantizar la libertad individual, y crear condiciones justas. Esto nos lleva a un mayor enfoque en regular el mercado para evitar efectos negativos, como las ganancias dentro del sistema de bienestar.

También se ha hecho evidente un cambio en la visión sobre el papel del Estado en el sector del bienestar. El partido, que anteriormente apoyaba las privatizaciones y adaptaciones al mercado dentro del sistema de bienestar, ha comenzado a abogar por una nueva regulación de ciertas áreas del bienestar. Esto implica un giro importante en la visión de las soluciones de mercado, donde la ambición es asegurar que el bienestar no solo funcione de manera eficiente, sino también de manera justa y sin que las empresas privadas obtengan ganancias excesivas e indefensibles de los recursos públicos.

Para poder llevar a la práctica nuestra visión, debemos superar la barrera de los 4% en las próximas elecciones, cosa difícil sabiendo que solamente uno de cada ocho posibles votantes que se consideran liberales nos apoyan hoy, según DN/Ipsos. Es así que el 43 % de los votantes moderados (M) y el 42 % de los votantes cristianodemócratas (Kd) se consideran liberales.

Según una encuesta del instituto SOM de 2021, hay alrededor de 150,000 votantes en cada uno de los partidos Liberalerna y Moderaterna que consideran que «liberal» es una descripción adecuada para su ideología autodefinida. Al mismo tiempo, hay 80,000 liberales en el partido C y alrededor de 60,000 y 50,000 que se consideran liberales en S y MP, respectivamente. También en otros partidos hay liberales, aunque en menor número.

Por lo tanto, existe un gran potencial para un partido que elija una línea que presente un postulado claro a los votantes de inclinación liberal. Este grupo de votantes se encuentra tanto entre los simpatizantes de los partidos en el actual gobierno como entre los partidos de la oposición. La capacidad del partido Liberalerna (L), mi partido, para atraer a votantes liberales podría ser, por lo tanto, decisiva para los resultados electorales de 2026 y, ante todo, para el futuro del partido liberal (L) en el que milito.


[1] https://ia802908.us.archive.org/14/items/adam-smith-la-riqueza-de-las-naciones_202304/Adam%20Smith%20-%20La%20riqueza%20de%20las%20naciones.pdf

[2] https://archive.org/details/principlesofmora0002turn

[3] https://archive.org/details/anessayonhistor00ferggoog/page/n8/mode/2up

[4] https://davidhume.org/texts/e/full

[5] https://archive.org/details/introductiontohi00pufe/page/n7/mode/2up

[6] https://ia800507.us.archive.org/22/items/locke-segundo-tratado-civil/Locke%2C%20segundo%20tratado%20civil_text.pdf

[7] https://posgrado.unam.mx/filosofia/pdfs/Textos_2019-1/2019-1_Rousseau_ContratoSocial.pdf

[8] https://archive.org/details/montesquieu.-el-espiritu-de-las-leyes-2018

[9] https://archive.org/details/questcequeletie01sieygoog/page/n1/mode/2up

[10] https://archive.org/details/ACarande3512/page/n5/mode/2up

[11] https://es.wikisource.org/wiki/Memoria_del_Conde_de_Aranda esta fuente es muy importante para comprender la política actual de los Estados Unidos.

[12] https://bivaldi.gva.es/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=1020457&interno=S

[13] Escritora sueca premiada con el Nobel de literatura y cofundadora del partido liberal (entonces Folkpartiet) en 1934.

Centésimo septuagésimo cuarto paseo. La carta de un desequilibrado, o no.

Ayer iba yo paseando, pensando en la libertad y decidido a escribir algo sobre la libertad de cátedra, porque es algo que discutimos mucho en estos días y porque estoy leyendo un libro sobre la libertad, compuesto de ensayos escritos desde diferentes puntos de vista, que me parecen muy interesantes. Pero, al llegar a casa me encuentro con que todos los periódicos, casi sin excepción, escriben sobre los papeles, hasta hoy secretos, de la investigación sobre el asesinato de John F. Kennedy. Y yo me he puesto a pensar en aquella noticia y la conmoción en la que nos sumió tras ese 22 de noviembre de 1963. Recuerdo las conjeturas que se hicieron entonces; no quedaba ninguna organización o país comunista sin ser sospechoso. Se apuntaba a fidel Castro, claro está, a la Unión Soviética.

Se acusaba también a la mafia, particularmente la mafia de Chicago, bajo el liderazgo de Sam Giancana, o la mafia de Nueva Orleans con figuras como Carlos Marcello. La mafia podría haber tenido motivos para asesinar a Kennedy debido a su política de combate al crimen organizado. Las políticas de Kennedy y su hermano Robert F. Kennedy, quien era fiscal general, atacaron fuertemente a las organizaciones mafiosas. También se sospechaba de la CIA, debido a las tensiones con Kennedy sobre temas como la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba dos años atrás y su manejo de la crisis de los misiles en Cuba al año siguiente. Se decía que la agencia estaba descontenta con la forma en que el presidente manejó estos temas y que ciertos elementos dentro de la CIA podrían estar involucrados.

Yo escuchaba atentamente las conversaciones en mi entorno. Se les echaba la culpa a unos y a otros dependiendo de la perspectiva desde la que se partía.  Los que se consideraban estar más bien a la derecha en el espectro político, tendían a culpar a los estados comunistas, mientras que los que tenían sus simpatías en las izquierdas, culpaban al estado profundo y a intereses económicos, por ejemplo a facciones dentro del complejo militar-industrial estadounidense, grandes corporaciones involucradas en la guerra, que podrían haber tenido un interés en eliminar a Kennedy debido a sus políticas más moderadas y su deseo de reducir la intervención militar en el extranjero, especialmente en la guerra de Vietnam. También surgieron teorías que apuntaban a miembros del propio gobierno de Estados Unidos, en particular del ala más conservadora, debido a las diferencias políticas que Kennedy tenía con su administración.

El asesinato del presunto perpetrador Lee Harvey Oswald dos días después del asesinato de Kennedy, retrasmitido en directo por la televisión, complicó aún más la imagen. Jack Ruby, cuyo nombre real era Jacob Leon Rubenstein, el asesino, era un empresario del mundo de la lucha libre y propietario de un club nocturno en Dallas que inesperadamente disparó a Oswald a bocajarro mientras este era trasladado a través de un pasillo de la estación de policía de Dallas. Muchos sugerían que Ruby pudo haber estado involucrado en una conspiración más amplia, por su conexión con figuras del crimen organizado. Estas teorías especulan que Ruby podría haber sido parte de un intento para silenciar a Oswald, ya que algunos creían que Oswald podía haber sido un chivo expiatorio en una trama más compleja.

Ahora que los documentos secretos de la investigación se han desclasificado, me pongo a buscar algo que tenga que ver con España o con Suecia. Son miles de documentos de muy diversa calidad e importancia, pero, ¡albricias! Encuentro uno después de apenas una hora de búsqueda. Es un documento que no tiene desperdicio. Primero porque nos muestra paso a paso como trabajan los servicios secretos de Estado Unidos cuando, minuciosamente, estudian un documento, en este caso una carta escrita a máquina y dirigida a la embajada de Estados Unidos en Estocolmo fechada el 25 de noviembre de 1963.

En la carta, remitida al parecer en Suecia y echada al buzón en la estación central de ferrocarriles, sita en el centro de Estocolmo, muy cerca del parlamento y del palacio real, se quiere hacer entender que es China la que está detrás del atentado y que ha utilizado a Oswald, que en ocasiones previas había efectuado actos de espionaje para ese país. Al leer la carta, tuve la impresión de que estaba leyendo un esbozo o trama preliminar para una película de James Bond. Y no es de extrañar, porque “Agente 007 contra el Dr. No” se estrenó en 5 de octubre de 1962 y se pudo ver en Estocolmo a partir del 15 de marzo de 1963.

La carta, supuestamente escrita por un oficial del servicio secreto chino, que se decía llamar Rio Liang Yüang, explica como China ha utilizado a Lee Oswald para espiar a la Unión Soviética, durante la estancia de este en Moscú. China habría tramado el atentado contra Kennedy utilizando a Oswald, pensando en hacer ver que la orden venía desde Fidel Castro, lo que haría que los Estados Unidos atacasen Cuba, lo que desencadenaría una respuesta por parte de la Unión Soviética. Llegados a la confrontación directa, China ofrecería su apoyo a la Unión Soviética a cambio del control de un arsenal de bombas atómicas. China y la Unión Soviética vencerían el pulso contra los Estados Unidos y, vencidos estos, China asesinaría a los lideres soviéticos, haciéndose con el poder absoluto sobre un mundo homogéneamente comunista.

Miles de cartas de chiflados han mantenido a los servicios secretos estadounidenses ocupados durante decenios. Es interesante ver como estos servicios no se inmutan ni un ápice para poner en marcha todo el sistema de control del que disponen. Se puede ver como analizan la carta, el sobre, el papel utilizado, el modelo de la máquina, la cinta, la tinta, el sello. Todos y cada uno de los detalles físicos de la carta, su proveniencia, etc. y, en profundidad, la ortografía, la gramática, el contenido, en fin, una investigación tan detallada, que ha debido tener a muchos expertos entretenidos durante días o semanas.

Yo, que tengo tiempo, me lanzo a especular sobre lo que hay tras la carta. Sin duda ha habido alguien que se ha tomado el trabajo de idear una historia, escribirla e ir a echarla en un buzón. Lo de la película ya lo he explicado, ahora queda hablar del contexto político. ¿Qué pasaba en China en aquel tiempo? En 1963, China estaba en un período de relativa estabilidad después de los efectos devastadores del Gran Salto Adelante (1958-1962), una política económica implementada por Mao que llevó a una grave crisis alimentaria y millones de muertes por hambre. El país estaba recuperándose de las consecuencias de ese fallido plan.

En noviembre de 1963, las relaciones entre China y la Unión Soviética eran tensas. A principios de la década de 1960, China y la URSS habían roto su alianza después de desacuerdos ideológicos y estratégicos. Mao y el liderazgo chino veían a la URSS como demasiado revisionista y se distanciaron políticamente. A nivel internacional, en 1963, Mao ya había comenzado a expandir la influencia de China en el ámbito global, especialmente en el contexto de la guerra fría y las relaciones con países del Tercer Mundo. En ese momento, China apoyaba las luchas de liberación nacional en diversas partes del mundo, como África y Asia, alineándose con los movimientos antiimperialistas, pero también manteniendo una postura de aislamiento y autarquía.

Quién fuere que escribió la carta, posiblemente un sueco, a partir del análisis de ortografía y gramática, estaba bien enterado de la política internacional del momento. Si había alguna intención política, esa era la de dar las relaciones de Estados Unidos con China y con la Unión Soviética. En 1963, la Guerra de Vietnam ya estaba en marcha, y Estados Unidos estaba intensificando su involucramiento en el conflicto. China, por su parte, apoyaba los comunistas del Frente Nacional de Liberación (Vietcong) en el sur de Vietnam y al gobierno comunista de Vietnam del Norte bajo Ho Chi Minh. Esto ponía a China y Estados Unidos en bandos opuestos en un conflicto clave de la Guerra Fría.

Mao Zedong y el Partido Comunista Chino tenían una visión de internacionalismo proletario que apoyaba la revolución mundial. Esto no debe entenderse como la intención de dominar o subyugar otras naciones, sino como un deseo de difundir el comunismo en todo el mundo, especialmente en los países que eran colonias o estaban bajo la influencia de potencias imperialistas como Estados Unidos o las potencias coloniales europeas.

Mao veía la lucha contra el imperialismo como una tarea global. Creía que el capitalismo y el imperialismo eran sistemas opresivos que debían ser derrocados, y que China debía apoyar a los movimientos de liberación en todo el mundo para expandir el comunismo. En en librito rojo de Mao, oficialmente titulado “Citas del presidente Mao Zedong” que yo por cierto tengo traducido al portugués, «Mao Tse-tung: Citações» traducido en 1970, se puede leer:

«El imperialismo es el enemigo común de los pueblos de todos los países. Debemos luchar en la revolución mundial para eliminar la opresión imperialista y lograr la liberación de todos los pueblos.»

Conociendo la historia, estudiando el contexto de la carta que los detectives encargados de examinarla calificaron como “crank-letter” (carta de un desequilibrado) se comprende que estos pensamientos o temores circulaban por Suecia en estas fechas de la guerra fría. Si hubiésemos tenido internet en 1963, las redes se habrían llenado de especulaciones y memes. Si tenéis tiempo, os recomiendo la lectura de esta magnífica fuente histórica. [1]


[1] https://www.archives.gov/files/research/jfk/releases/2023/104-10020-10016.pdf

Centésimo septuagésimo tercer paseo. Monumentos para la concordia en discordia.

Legado terrible de rencor y odio, dejó la llamada Guerra Civil en España. Una entrada en WhatsApp de mi amigo Antonio Viudas conteniendo un video con una entrevista a Juan de Ávalos, uno de los escultores que dieron forma al monumento a los caídos, aviva en mí el recuerdo de muchos de esos monumentos erigidos por todo el mundo, en recuerdo de hechos tan impactantes o más, de los que ocurrieron en España durante esos terribles 988 días con sus noches que duró la guerra. Aquí en Lund tenemos “Monumentet” se le llama así “el Monumento” porque es el único que tenemos que conmemore hechos bélicos. El Monumento de Lund fue erigido para conmemorar a los caídos en la Batalla de Lund de 1676, que tuvo lugar durante las Guerras del Norte entre Suecia y Dinamarca. La batalla fue particularmente sangrienta, con más de 10,000 muertos en ambos bandos, y marcó una victoria decisiva para Suecia. El monumento se construyó para recordar no solo a los caídos en combate, sino también como un símbolo de reconciliación entre los pueblos de Suecia y Dinamarca.

La iniciativa para levantar el monumento surgió del historiador Martin Weibull, quien fue una figura clave en la fundación de la De Skånska Landskapens Historiska och Arkeologiska Förening (Asociación Histórica y Arqueológica de los Paisajes de Escania), en 1866. Weibull y otros miembros de la asociación consideraron que era importante rendir homenaje a los caídos de ambos bandos, con un enfoque en la reconciliación entre suecos y daneses.

El dinero para el monumento fue recaudado mediante una inscripción pública y una campaña de donaciones. La invitación a contribuir fue firmada tanto por suecos como daneses, reflejando el objetivo común de honrar la memoria de todos los caídos, sin hacer distinción entre vencedores y vencidos. De acuerdo con el llamado a la construcción del monumento, el propósito no era conmemorar victorias o derrotas, sino más bien actuar como un símbolo de reconciliación en el lugar de una de las batallas más sangrientas de la región. La invitación decía textualmente que el monumento debía ser “icke ett minne af segrar eller nederlag, utan en försoningens vård på den blodigaste af Nordens valplatser”, es decir, «no un recuerdo de victorias o derrotas, sino un cuidado de la reconciliación en el lugar más sangriento de los campos de batalla del norte». El mensaje del monumento es la reconciliación entre Dinamarca y Suecia, y no la victoria sueca en la batalla. El monumento de Lund se diferencia así de otros monumentos de la época, como el de Carlos X Gustavo en Stortorget en Malmö y el de Magnus Stenbock en Helsingborg, los cuales tienen un mensaje más unilateramente nacional sueco.

El monumento fue inaugurado el 21 de octubre de 1883 con un concierto danés-sueco de los coros estudiantiles de Copenhague y Lund. Martin Weibull habló sobre la función reconciliadora de los recuerdos comunes y concluyó con la esperanza de que «la juventud nórdica del futuro peregrine al Monumento y que también ellos, como hoy, canten un vivan por nuestra gran patria, ¡por una Escandinavia unida!». El sueño de la Escandinavia unida se había desvanecido ya pero el historiador Weibull no perdía la esperanza.

Puestos a analizar la guerra entre los países nórdicos en 1676 con los mismos ojos y las mismas medidas con las que miramos a la actual guerra en Ucrania, esa guerra y esa cruenta batalla tuvo lugar en un contexto de ocupación sueca del norte de Dinamarca. Para ser mas concretos, como un intento por parte de los daneses de recuperar una significativa parte de su territorio, ocupado desde 1658 por los suecos. Se tardó 200 años en llegar a la idea de la reconciliación, o, se había llegado antes, pero faltaba un gesto común, un símbolo, que desde entonces nos recuerda lo ocurrido y lo que hemos aprendido, o al menos, lo que hubiéramos necesitado aprender, de ello. Visto desde una perspectiva nórdica, esta guerra podría también ser vista como una guerra civil.

Lo que yo pienso, contemplando el monumento de Lund, y pensando en la comparación con el del Valle de los Caídos es si ¿será posible contemplar el monumento español dentro de cien años, si es que sigue en pie, como lo que se quería que representase al ser construido? La inscripción que encontramos en el monumento de Lund reza: «El 4 de diciembre de 1676, lucharon y sangraron aquí pueblos de la misma estirpe. Los descendientes reconciliados erigieron el monumento.»

Termino con una anécdota. Una noche de otoño de 2019, robaron cinco cañones, auténticos, pero no usados en la batalla, que formaban parte del monumento, presuntamente para hacerse con el valor que pudieran tener como chatarra. Los que hoy decoran el monumento son copias hechas de un material que no tiene valor como chatarra. El primer monumento, hecho en cemento, se fue desmoronando y tuvo que ser reconstruido en granito en 1930.

Centésimo septuagésimo segundo paseo. El eufemismo de la defensa: Una reflexión pacifista ante la militarización y la guerra

Paseo despacio y aturdido. Resuenan por doquier tambores de guerra. Solo se habla de defensa, eufemismo de guerra, de armas, de servicio militar. Parece que estamos asustando a la misma primavera, que no se atreve a venir del todo, temiendo proporcionar un escenario grotesco, de campos de batalla en flor. Parece que Europa quiere invertir 800 mil millones de euros en chatarra bélica y todos parecen estar de acuerdo. Soy, he sido y seré pacifista toda mi vida. Para mí, la guerra es el odio institucionalizado, la barbarie disfrazada de tecnología puntera, la muerte traicionera y vil, disfrazada de heroicidad. Coincido con Hannah Arendt en su temor por la militarización de la sociedad, en su análisis de los totalitarismos y en su reflexión sobre la modernidad, en la que destacaba cómo el militarismo, que ve la guerra como un medio legítimo de acción política, socava la libertad y el espacio público necesarios para la democracia. En lugar de buscar soluciones políticas pacíficas a los conflictos, el militarismo, tan extendido hoy, tiende a ver la guerra como una opción preferente, y esto erosiona la capacidad de las personas como yo para actuar libremente en el ámbito político.[1] Los que no comulgamos con la militarización, estamos considerados como enemigos.

Armas y más armas, más grandes, más potentes, de mayor alcance. Los que creen que la paz se conseguirá con más armas, y son los más, están desgraciadamente muy equivocados. La guerra busca aniquilar. ¡Gastemos el 2%, el 3% el 10%! Ganaremos y aniquilaremos al enemigo[2], nos dicen. Alcanzaremos la paz, dicen, ¿la paz justa tras una guerra justa? No sé yo, no sé, más bien, no. No, porque no existe ninguna guerra justa. Nos hemos dado instrumentos para vivir en paz, pero preferimos no utilizarlos, usamos la fuerza, militar, económica, para destruir. ¡Es tan ridículo todo! Imagínate, que personas razonablemente cultas crean que van a ganar una guerra invirtiendo en armas convencionales, cuando hay un arsenal de armas atómicas que, si se usan, aunque solamente sea una pequeña parte de ellas, pueden destruir todo lo que la humanidad ha construido en miles de años. ¿Por qué creen los animadores del gasto en defensa que el enemigo va aceptar las reglas del juego, que ellos impongan? Es como cuando nosotros, cuando éramos niños, jugábamos a la guerra tirándonos chinas a modo de proyectiles y decíamos: ¡piedras grandes y ladrillos no valen! Pero siempre había alguien que lo olvidaba, cuando le daban un chinazo en la cabeza, y tiraba una piedra gorda y el juego terminaba en llanto. La tercera guerra mundial puede ser la última y es tan posible llegar a ella como lo han sido las dos anteriores.  

Puestos a comparar lo que está aconteciendo con lo que ocurrió en 1939, deberíamos pensar ¿qué habría pasado si los nazis hubiesen dispuesto de armas atómicas? Estas armas, las atómicas, se presentaron inicialmente como garantes de la paz. El miedo a las consecuencias de una guerra atómica garantizaría la paz. Ahora se piensa que, aumentando los arsenales de armas convencionales, se va a llegar a esa paz deseada, olvidando las armas nucleares; pretendiendo que no existen.[3] ¿Hay alguna lógica en todo esto? Me duele, me duele el mundo. Me abruma ver que gente inteligente apoya la guerra. ¿Y Ucrania? Me preguntarán muchos. ¿Vamos a dejar que Ucrania se hunda? Naturalmente que no. No se trata de dejar que Ucrania se hunda, sino de llevar la paz a Ucrania y a su gente, ayudar a reconstruir el país y mostrar nuestra solidaridad de manera que puedan vivir vidas dignas y libres, sin constantes amenazas.

Se puede llegar a la paz en Ucrania de muchas maneras. Primeramente, hay que solucionar los problemas internos de Ucrania y garantizarle a Rusia la seguridad que reclama. Hay realidades geopolíticas a las que hay que concederle la importancia que tienen. Rusia justifica su invasión por la protección de la población de habla rusa en Ucrania, especialmente en las regiones del este del país, como Donetsk y Lugansk, donde existen comunidades rusas significativas. Rusia argumenta que está interviniendo para proteger los derechos y la seguridad de estas comunidades, que considera que están siendo perseguidas y discriminadas por el gobierno ucraniano.

Yo soy partidario de que se continue con el desarme general que comenzó tras la caída de la Unión Soviética. Comprendo que la idea de tener una organización mundial que nos libre de la guerra es un tanto pueril. El preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas dice: “Nosotros los pueblos de las naciones unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad…” Pero, eso no ha podido evitar que haya habido más de 250 conflictos armados desde que la Carta se firmó en 1945. Soy consciente de eso, pero me parece, vamos, estoy seguro, de que un rearme general no conseguirá una paz duradera. Dudo que consiga acabar con el actual conflicto en Ucrania y lo único que conseguirá será aumentar el valor de las acciones de las empresas que se dediquen a fabricar armas y sistemas de defensa.


[1] https://archive.org/details/arendt-hannah.-sobre-la-violencia-ocr-2005/mode/2up

[2] El enemigo, fiende en sueco (Fi) en el norte de Europa es y ha sido siempre Rusia, desplazada en un lustro bélico por la Alemania nazi. Para los españoles el enemigo es algo más difuso.

[3] Deberíamos releer a Kant: https://www.almendron.com/tribuna/wp-content/uploads/2020/06/kant-paz-perpetua.pdf

Centésimo septuagésimo primer paseo. ¡ Que viene el Coco!

Paseando bajo el sol, la primavera ya definitivamente afianzada sobre Escania, voy pensando que es difícil, pero no imposible, comparar hechos históricos. ¿En qué se parece la guerra en Ucrania a la guerra civil española? ¿Hay puntos de comparación? Yo creo que sí, la verdad. Empezaré explicando el contexto internacional de la guerra civil española, muy seguro de que alguien me dirá que está muy claro que la guerra se debió a una revuelta militar contra un gobierno democrático, elegido en urnas, según una constitución democrática vigente. Hasta ahí, estamos de acuerdo, pero, yo me pregunto, ¿por qué duró casi tres años, desde el 18 de julio del 1936 al 1 de abril de 1939? ¿Por qué costó más de medio millón de muertos?

Sin meterme en detalles, me atrevería a asegurar que, en los dos casos, tanto en España como Ucrania, el miedo a Rusia llevó a la guerra. Sí, porque el miedo a Rusia ha llevado siempre a las potencias europeas a dejar por un momento sus rivalidades internas, para concentrarse en pararle los pies a esa siempre emergente potencia del este, tan peculiar, desconocida y temida. Por no extenderme demasiado, me remontaré a las guerras de Carlos XII de Suecia, un rey absolutista, por la Gracia de Dios, enfrentado desde su subida al trono a Rusia y al primer zar que realmente se involucró en Europa, Pedro I, que convirtió a su atrasado país en una potencia a tomar en serio.

Con Pedro I Alekséievich, llamado el grande entre otras cosas por su excepcional altura corporal, comienzan las alianzas para frenar la que se consideraba una amenaza rusa contra occidente. Pedro I y Carlos XII estuvieron librando la Gran Guerra del Norte entre 1700 y 1721 contra Suecia para obtener una salida al mar Báltico, una región dominada por los suecos desde hacía medio siglo. La política de Pedro I era acercarse a Europa occidental obteniendo una salida al mar Báltico. En el sur, su propósito era controlar el Mar Negro y, al lograr de los polacos la cesión de Kiev, se encontró con la necesidad de luchar contra el Jan[1] de Crimea y contra el superior de este, el sultán otomano. El primer objetivo de Pedro en el sur, fue capturar las fortalezas otomanas de Azov, junto al río Don, lo que consiguió en 1696, fundando la primera base naval rusa, Taganrog, dos años después. 

Para afianzar su presencia en el noroeste y asomarse al Báltico, fundó Pedro I la ciudad de San Petersburgo en 1703, y ordenó que la nueva ciudad se construyera con una arquitectura inspirada en las capitales europeas, especialmente Ámsterdam y Venecia, con canales, avenidas amplias y edificaciones de piedra. En 1712, vencido Carlos XII[2], trasladó la capital de Moscú a San Petersburgo, con la intención de hacer de esta ciudad el nuevo centro político y cultural del país. San Petersburgo no solo era una base naval estratégica, sino también un símbolo de la apertura de Rusia al mundo occidental, en contraste con Moscú, que representaba la Rusia tradicional.

Suecia vio la fundación de la ciudad como una amenaza directa, ya que significaba la consolidación de la presencia rusa en el Báltico, intentando recuperar el territorio, pero sin éxito. Francia veía con buenos ojos la modernización de Rusia, pero temía que Pedro I se convirtiera en un actor geopolítico más fuerte en Europa, alterando el equilibrio de poder. Los británicos celebraban la apertura rusa al comercio internacional y, en realidad, Pedro I favoreció el comercio con Inglaterra, permitiendo que mercaderes británicos tuvieran privilegios en Rusia. Preocupaba a los británicos bastante, eso sí, el crecimiento de la flota rusa. Durante la Gran Guerra del Norte (1700-1721), Gran Bretaña se opuso a la hegemonía sueca en el Báltico, por lo que veía a Pedro I como un aliado útil para debilitar a Suecia.[3] Una vez que Rusia se convirtió en la potencia dominante en la región, los británicos comenzaron a verla con recelo. A Pedro I los británicos lo consideraban un monarca ilustrado en muchos aspectos, pero se consideraba que su absolutismo y su supuesta brutalidad lo hacían impredecible. Su viaje a Inglaterra en 1698 impresionó a la élite británica.

Pedro I fue un soberano excepcional, todo hay que decirlo, por muchas razones, pero, si lo comparamos con otros déspotas de su época, veremos que no fue más cruel, sino quizás más abiertamente ambicioso. Es cierto que reprimió la revuelta de los streltsí en 1698 con extrema dureza, ordenando ejecuciones en masa y torturas. Pero si miramos a occidente durante el siglo XVII veremos una de las peores y más crueles guerras, que destrozó los territorios alemanes durante la llamada guerra de los treinta años. Algo muy parecido ocurrió en Francia durante la Fronda, cuando Mazzarino usó sobornos, exilios y ejecuciones selectivas para eliminar la resistencia y finalmente, tras años de guerra civil, el ejército real, bajo el mando de Turenne, derrotó a los rebeldes, saqueando París. En Inglaterra, una cruel guerra civil llevó a una dictadura militar, a la ejecución de rey y especialmente, la campaña en Irlanda dejó decenas de miles de muertos y redujo la población en hasta un 25% debido a las ejecuciones, el hambre y la deportación de prisioneros a las colonias. Brutalidades cometidas en guerra y crueldades de todo tipo infringidas en tiempos de paz, eran comunes tanto en Europa como en el resto del mundo. A Pedro I se le achacaba además que ordenó la ejecución de su propio hijo, el zarévich Alexéi, en 1718, tras acusarlo de conspirar contra él.

Los holandeses admiraban a Pedro I, que pasó varios meses en Ámsterdam 1697-1698, antes de viajar a Londres, por su interés en la tecnología naval. Durante su estancia en los Países Bajos, estudió técnicas de navegación y carpintería naval, pues era un hombre muy práctico y hábil y quería conocer todos los oficios necesarios para desarrollar la economía. Para los holandeses, la economía era importante, siendo como eran una de las principales potencias comerciales de la época, y Rusia era un proveedor clave de materias primas como madera y cáñamo entre otras mercancías. Pedro I fomentó el comercio con los Países Bajos y contrató ingenieros, marinos y arquitectos holandeses para modernizar Rusia, una relación que generaba beneficios mutuos. Como los británicos, los holandeses apreciaban su espíritu reformista, pero lo veían como un gobernante despótico con ambiciones expansionistas y un peligro latente. Su control del Báltico tras la derrota de Suecia preocupaba en Ámsterdam, ya que Rusia se estaba convirtiendo en un competidor naval y comercial.

Tanto Gran Bretaña como los Países Bajos veían en Pedro I una mezcla de modernizador y autócrata. Al principio, lo apoyaron como un aliado contra Suecia, pero cuando Rusia emergió como una gran potencia, empezaron a verlo con desconfianza. A pesar de esto, mantuvieron relaciones comerciales estrechas con Rusia, beneficiándose de su apertura al mundo occidental. Puestos a comparar, esto es lo mismo que ocurrió tras la perestroika y la caída de la URSS. Muchas empresas occidentales vieron oportunidades en la liberalización de la economía soviética el acceso a los recursos rusos principalmente petróleo y gas, y atrajo grandes inversiones extranjeras. En ambas épocas, Occidente inicialmente apoyó y se benefició de la apertura de Rusia, pero cuando el país se fortaleció, la relación se volvió más tensa. La historia de Pedro I, como la historia de la perestroika muestran claramente que Rusia, al abrirse a Occidente, ha sido vista primero como una oportunidad y luego como una amenaza cuando recupera influencia.

Se produce desde la ilustración un relato “antiruso” en Occidente que persiste hasta la actualidad. A lo largo de los siglos, Rusia ha sido vista como una nación exótica, despótica y atrasada, en contraste con los valores occidentales de libertad, racionalidad y progreso. Este discurso ha evolucionado según el contexto histórico, pero mantiene elementos constantes. Voltaire admiraba a Pedro el Grande[4] y Catalina la Grande, viendo en ellos monarcas ilustrados capaces de modernizar Rusia[5].

Durante las guerras napoleónicas, Rusia se convirtió en un aliado clave para derrotar a Napoleón, pero después del Congreso de Viena (1815), se la ve como el gran enemigo del liberalismo en Europa, aunque, la doctrina que emana de ese congreso, aplasta el liberalismo español, recordemos los cien mil hijos de San Luis, pero eso es otro cantar.

La Guerra de Crimea en mitad del siglo XIX refuerza la narrativa de Rusia como una amenaza expansionista, y lleva a Gran Bretaña y Francia a intervenir para frenar su avance en el Mar Negro, arrastrando a Viena a abandonar la alianza con Rusia, lo que significó la debacle austriaca en Italia y Alemania. Intelectuales como Marx y Engels veían a Rusia como un imperio reaccionario que frena el progreso revolucionario en Europa y la imagen de Rusia como un país atrasado y despótico se va consolidando en el imaginario occidental, aunque el nuevo zar, Alejandro II, que subió al poder en 1855, trató por todos los medios de reformar Rusia.

Tras la Revolución de 1917, Occidente pasa de ver a Rusia como una autocracia reaccionaria a verla como un peligroso foco del comunismo internacional y, como tal, del principal peligro contra el capitalismo. Se va construyendo la imagen de la «Rusia roja», enemiga de la democracia liberal y promotora de revoluciones en todo el mundo. El legado intelectual de la revolución rusa y la aceptación de su ideario por gran parte de las clases trabajadoras de occidente, fue sin duda una de las fuerzas catalizadoras de los movimientos nacionalistas y fascistas de los años 20 y 30 del siglo XX.

Como aliado, Stalin y la Unión Soviética, jugaron un papel importantísimo, pero, durante la guerra fría, Estados Unidos. y sus aliados presentaron a la URSS como un imperio maligno que amenazaba la libertad mundial. Hollywood y los medios occidentales refuerzan esta imagen con películas, libros y discursos políticos. El relato cambia, pero el fondo sigue igual: Rusia es «la otra» frente a Occidente.

Con Gorbachov y la perestroika se le abrió la puerta a Rusia y a sus llamados “satélites” del este de Europa. Fukuyama declararía el fin de la historia y la definitiva victoria de los valores liberales de la sociedad “libre”.  Líderes rusos eran aceptados de nuevo, mientras más débiles y calamitosos mejor se les veía en occidente. El gran negocio de la modernización de Rusia y del Este Europeo mantenía el interés en la zona. Boris Yeltsin, con el apoyo de Occidente, implementó reformas neoliberales que llevaron a la privatización masiva y el auge de los oligarcas. Rusia dependía de Occidente para créditos del FMI y el Banco Mundial. La economía colapsó en la crisis de 1998 y llegó la guerra en Chechenia 1994-1996 con atrocidades y derrotas humillantes. La corrupción y la debilidad institucional convertían a Rusia en un miembro “enfermo” de la comunidad mundial.

La llegada de Vladímir Putin al poder en 1999-2000 marcó un punto de inflexión en la relación entre Rusia y Occidente. Durante los años 90, Rusia era vista en Occidente como un país en transición hacia la democracia y la economía de mercado, con un gobierno débil y una profunda crisis económica. Con Putin, la percepción cambió gradualmente de pragmatismo a desconfianza y hostilidad.

Putin restableció el orden interno con la represión de oligarcas y puso a los medios de comunicación bajo control y en Chechenia aplastó la insurgencia con mano dura. La imagen internacional variaba según las expectativas de los diferentes grupos políticos, y con los Estados Unidos se mantuvieron unas relaciones pragmáticas. Tras el 11-S, Rusia apoyó abiertamente a los Estados Unidos y cooperó con la OTAN en Afganistán. Gracias a los altos precios del petróleo, Rusia volvió a crecer y pagó su deuda externa. A Putin se le veía como un líder fuerte con tendencias autoritarias, de los muchos que había y sigue habiendo en el mundo.

En el 2003 se quiebra la buena relación de occidente con Rusia y Putin. Todo comienza con el encarcelamiento de uno de los mayores oligarcas rusos, Mijaíl Jodorkovski, que se presentaba como opositor político. En 2004 la llamada Revolución Naranja en Ucrania es vista por Putin como una amenaza de occidente, lanzada contra Rusia y en el 2007, en el famoso discurso de Múnich, en la Conferencia de Seguridad ubicada en la ciudad alemana. Putin acusó directamente a EE.UU. de imponer su hegemonía al mundo. El discurso de Vladímir Putin era significativo en cuanto que representaba la primera crítica pública a la expansión imperial de Estados Unidos por parte de un miembro del Consejo de Seguridad de la ONU desde el fin de la Guerra Fría. Como parece que los medios occidentales han olvidado la historia y prefieren alimentar la opinión pública con boletines de guerra sin contrastar, me atrevo a traducir el discurso de Putin ante la Conferencia de Seguridad de Múnich, para tratar de ver la opinión de la otra parte, en un conflicto muy serio, que puede tener consecuencias para todo el mundo:

“¡Muchas gracias, estimada señora Canciller Federal, señor Teltschik, damas y caballeros!

Estoy verdaderamente agradecido por haber sido invitado a una conferencia tan representativa, que ha reunido a políticos, funcionarios militares, empresarios y expertos de más de 40 naciones.

La estructura de esta conferencia me permite evitar una cortesía excesiva y la necesidad de hablar con términos diplomáticos vagos, agradables pero vacíos. El formato de este evento me permitirá decir lo que realmente pienso sobre los problemas de seguridad internacional. Y si mis comentarios parecen excesivamente polémicos, incisivos o inexactos para nuestros colegas, les pido que no se enojen conmigo. Después de todo, esto es solo una conferencia. Y espero que, después de los primeros dos o tres minutos de mi discurso, el señor Teltschik no encienda la luz roja por allí.

Dicho esto, es bien sabido que la seguridad internacional abarca mucho más que cuestiones relacionadas con la estabilidad militar y política. Implica la estabilidad de la economía global, la superación de la pobreza, la seguridad económica y el desarrollo de un diálogo entre civilizaciones.

Este carácter universal e indivisible de la seguridad se expresa en el principio fundamental de que «la seguridad de uno es la seguridad de todos». Como dijo Franklin D. Roosevelt en los primeros días del estallido de la Segunda Guerra Mundial: “Cuando la paz se rompe en cualquier lugar, la paz de todos los países en todas partes está en peligro.”

Estas palabras siguen siendo actuales hoy en día. De hecho, el tema de nuestra conferencia – crisis globales, responsabilidad global – ejemplifica esto.

Hace solo dos décadas, el mundo estaba dividido ideológica y económicamente, y era el enorme potencial estratégico de dos superpotencias lo que garantizaba la seguridad global.

Este enfrentamiento global dejó los problemas económicos y sociales más agudos en los márgenes de la agenda de la comunidad internacional y del mundo. Y, como ocurre con cualquier guerra, la Guerra Fría nos dejó con “munición activa”, por así decirlo. Me refiero a los estereotipos ideológicos, los dobles raseros y otros aspectos característicos del pensamiento en bloques de la Guerra Fría.

Tampoco se materializó el mundo unipolar que se propuso tras el fin de la Guerra Fría.

La historia de la humanidad, sin duda, ha pasado por períodos unipolares y ha visto aspiraciones de supremacía mundial. ¿Y qué no ha ocurrido en la historia del mundo?

Pero, ¿qué es un mundo unipolar? Por más que se quiera embellecer este término, al final del día se refiere a un tipo de situación muy clara: un solo centro de autoridad, un solo centro de poder, un solo centro de toma de decisiones.

Es un mundo en el que hay un solo amo, un solo soberano. Y, al final del día, esto es perjudicial no solo para todos los que están dentro de este sistema, sino también para el propio soberano, porque se autodestruye desde dentro.

Y esto, ciertamente, no tiene nada en común con la democracia. Porque, como saben, la democracia es el poder de la mayoría teniendo en cuenta los intereses y opiniones de la minoría.

Por cierto, a Rusia – a nosotros – constantemente se nos da lecciones sobre democracia. Pero, por alguna razón, aquellos que nos enseñan no quieren aprender ellos mismos.

Considero que el modelo unipolar no solo es inaceptable, sino también imposible en el mundo actual. Y esto no se debe solo a que, en el mundo de hoy – precisamente en el mundo de hoy –, los recursos militares, políticos y económicos no serían suficientes para un liderazgo unipersonal. Lo que es aún más importante es que el modelo en sí es defectuoso, porque en su base no existen ni pueden existir fundamentos morales para la civilización moderna.

A pesar de esto, lo que está ocurriendo en el mundo actual – y apenas hemos comenzado a discutirlo – es un intento de introducir precisamente este concepto en los asuntos internacionales: el concepto de un mundo unipolar.

¿Y con qué resultados?

Las acciones unilaterales y con frecuencia ilegítimas no han resuelto ningún problema. Es más, han causado nuevas tragedias humanas y creado nuevos focos de tensión. Juzguen ustedes mismos: las guerras, así como los conflictos locales y regionales, no han disminuido. El señor Teltschik lo mencionó de manera muy suave. Y no muere menos gente en estos conflictos – al contrario, mueren más que antes. ¡Mucho más, significativamente más!

Hoy estamos presenciando un uso descontrolado de la fuerza – de la fuerza militar – en las relaciones internacionales, una fuerza que está sumiendo al mundo en un abismo de conflictos permanentes. Como resultado, no tenemos la suficiente capacidad para encontrar una solución integral a ninguno de estos conflictos. Y la búsqueda de un acuerdo político también se vuelve imposible.

Estamos viendo un desprecio cada vez mayor por los principios fundamentales del derecho internacional. Y, de hecho, las normas legales independientes se están acercando cada vez más al sistema legal de un solo Estado. Un Estado y, por supuesto, en primer lugar los Estados Unidos, ha sobrepasado sus fronteras nacionales en todos los sentidos. Esto es visible en las políticas económicas, políticas, culturales y educativas que impone a otras naciones. Bueno, ¿a quién le gusta esto? ¿Quién está contento con esto?

En las relaciones internacionales vemos cada vez más el deseo de resolver un determinado problema basándose en la llamada conveniencia política, según el clima político del momento.

Y, por supuesto, esto es extremadamente peligroso. Conduce al hecho de que nadie se sienta seguro. Quiero enfatizar esto: ¡nadie se siente seguro! Porque nadie puede sentir que el derecho internacional es un muro de piedra que lo protegerá. Por supuesto, tal política estimula una carrera armamentista.

El dominio de la fuerza inevitablemente anima a varios países a adquirir armas de destrucción masiva. Además, han surgido nuevas amenazas – aunque ya eran bien conocidas antes –, y hoy amenazas como el terrorismo han adquirido un carácter global.

Estoy convencido de que hemos llegado a un momento decisivo en el que debemos reflexionar seriamente sobre la arquitectura de la seguridad global.

Y debemos proceder buscando un equilibrio razonable entre los intereses de todos los participantes en el diálogo internacional. Especialmente porque el panorama internacional es tan variado y cambia tan rápidamente, cambios que ocurren a la luz del dinámico desarrollo de un gran número de países y regiones.

La señora Canciller Federal ya mencionó esto. El PIB combinado, medido en paridad de poder adquisitivo, de países como India y China ya es mayor que el de los Estados Unidos. Y un cálculo similar con el PIB de los países BRIC – Brasil, Rusia, India y China – supera el PIB acumulado de la UE. Y, según los expertos, esta brecha solo aumentará en el futuro.

No hay razón para dudar de que el potencial económico de los nuevos centros de crecimiento económico global inevitablemente se convertirá en influencia política y fortalecerá la multipolaridad.

En este contexto, el papel de la diplomacia multilateral está aumentando significativamente. La necesidad de principios como la apertura, la transparencia y la previsibilidad en la política es indiscutible, y el uso de la fuerza debe ser una medida verdaderamente excepcional, comparable al uso de la pena de muerte en los sistemas judiciales de ciertos Estados.

Sin embargo, hoy estamos presenciando la tendencia opuesta, es decir, una situación en la que países que prohíben la pena de muerte incluso para asesinos y otros criminales peligrosos participan sin dudar en operaciones militares que difícilmente pueden considerarse legítimas. Y, de hecho, estos conflictos están matando a personas – ¡cientos y miles de civiles!

Pero, al mismo tiempo, surge la pregunta de si deberíamos ser indiferentes y distantes frente a varios conflictos internos dentro de los países, a los regímenes autoritarios, a los tiranos y a la proliferación de armas de destrucción masiva. De hecho, este también era el centro de la pregunta que nuestro estimado colega, el señor Lieberman, le hizo a la Canciller Federal. Si entendí bien su pregunta (dirigiéndose al señor Lieberman), entonces, por supuesto, es una cuestión seria. ¿Podemos ser observadores indiferentes ante lo que está sucediendo? Intentaré responder a su pregunta: por supuesto que no.

Pero, ¿tenemos los medios para contrarrestar estas amenazas? Por supuesto que sí. Basta con mirar la historia reciente. ¿Acaso nuestro país no tuvo una transición pacífica hacia la democracia? De hecho, fuimos testigos de una transformación pacífica del régimen soviético – ¡una transformación pacífica! ¡Y qué régimen! ¡Con qué cantidad de armas, incluidas armas nucleares! ¿Por qué, entonces, deberíamos empezar ahora a bombardear y disparar a la menor oportunidad? ¿Es que sin la amenaza de la destrucción mutua no tenemos suficiente cultura política, respeto por los valores democráticos y por la ley?

Estoy convencido de que el único mecanismo que puede tomar decisiones sobre el uso de la fuerza militar como último recurso es la Carta de las Naciones Unidas. Y en relación con esto, o no entendí lo que nuestro colega, el Ministro de Defensa italiano, acaba de decir, o lo que dijo fue inexacto. En cualquier caso, entendí que el uso de la fuerza solo puede ser legítimo cuando la decisión es tomada por la OTAN, la UE o la ONU. Si realmente piensa así, entonces tenemos puntos de vista diferentes. O no escuché bien. El uso de la fuerza solo puede considerarse legítimo si la decisión está sancionada por la ONU. Y no necesitamos sustituir a la OTAN o a la UE por la ONU.

Cuando la ONU realmente una las fuerzas de la comunidad internacional y pueda reaccionar de manera efectiva ante los acontecimientos en diversos países, cuando dejemos atrás este desprecio por el derecho internacional, entonces la situación podrá cambiar. De lo contrario, la situación simplemente resultará en un callejón sin salida y el número de errores graves se multiplicará. Junto con esto, es necesario asegurarse de que el derecho internacional tenga un carácter universal tanto en la concepción como en la aplicación de sus normas.

Y no debemos olvidar que las acciones políticas democráticas necesariamente van acompañadas de discusión y de un proceso de toma de decisiones laborioso.

Damas y caballeros,

El peligro potencial de la desestabilización de las relaciones internacionales está relacionado con una evidente parálisis en la cuestión del desarme.

Rusia apoya la reanudación del diálogo sobre esta importante cuestión.

Es importante preservar el marco legal internacional relacionado con la destrucción de armas y, por lo tanto, garantizar la continuidad en el proceso de reducción de armas nucleares.

Planes para expandir ciertos elementos del sistema de defensa antimisiles a Europa no pueden sino preocuparnos. ¿Quién necesita el siguiente paso de lo que, en este caso, sería una inevitable carrera armamentista? Dudo profundamente que los propios europeos lo deseen.

No existen en ninguno de los llamados países problemáticos misiles con un alcance de entre cinco y ocho mil kilómetros que realmente representen una amenaza para Europa. Y en un futuro cercano y previsible, esto no ocurrirá ni siquiera es algo que se pueda prever. Cualquier lanzamiento hipotético de, por ejemplo, un cohete norcoreano hacia territorio estadounidense a través de Europa occidental contradice evidentemente las leyes de la balística. Como decimos en Rusia, sería como usar la mano derecha para tocarse la oreja izquierda.

Y aquí en Alemania no puedo evitar mencionar el lamentable estado del Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa.

El Tratado Adaptado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa fue firmado en 1999. Se tuvo en cuenta una nueva realidad geopolítica, a saber, la eliminación del bloque de Varsovia. Han pasado siete años y solo cuatro estados han ratificado este documento, incluida la Federación de Rusia.

Los países de la OTAN declararon abiertamente que no ratificarán este tratado, incluidas las disposiciones sobre restricciones en los flancos (en cuanto al despliegue de un cierto número de fuerzas armadas en las zonas de flanco), hasta que Rusia retire sus bases militares de Georgia y Moldavia. Nuestro ejército está dejando Georgia, incluso siguiendo un calendario acelerado. Resolvimos los problemas que teníamos con nuestros colegas georgianos, como todo el mundo sabe. Todavía quedan 1.500 militares en Moldavia que están llevando a cabo operaciones de mantenimiento de la paz y protegiendo almacenes de municiones que quedaron de la época soviética. Discutimos constantemente este tema con el señor Solana, y él conoce nuestra posición. Estamos dispuestos a seguir trabajando en esta dirección.

Pero ¿qué está sucediendo al mismo tiempo? Simultáneamente, se están estableciendo las llamadas bases avanzadas flexibles estadounidenses con hasta cinco mil efectivos en cada una. Resulta que la OTAN ha puesto sus fuerzas avanzadas en nuestras fronteras, y nosotros seguimos cumpliendo estrictamente con las obligaciones del tratado sin reaccionar en absoluto a estas acciones.

Creo que es evidente que la expansión de la OTAN no tiene ninguna relación con la modernización de la Alianza ni con la seguridad en Europa. Al contrario, representa una seria provocación que reduce el nivel de confianza mutua. Y tenemos derecho a preguntar: ¿contra quién está dirigida esta expansión? ¿Y qué pasó con las garantías que nuestros socios occidentales hicieron tras la disolución del Pacto de Varsovia? ¿Dónde están esas declaraciones hoy? Nadie siquiera las recuerda. Pero me permitiré recordarle a esta audiencia lo que se dijo. Me gustaría citar el discurso del secretario general de la OTAN, el señor Woerner, en Bruselas el 17 de mayo de 1990. En aquel momento, dijo: “El hecho de que estemos dispuestos a no desplegar un ejército de la OTAN fuera del territorio alemán le da a la Unión Soviética una firme garantía de seguridad”. ¿Dónde están esas garantías?

Las piedras y bloques de hormigón del Muro de Berlín hace mucho que fueron distribuidos como souvenirs. Pero no debemos olvidar que la caída del Muro de Berlín fue posible gracias a una elección histórica, una elección que también fue hecha por nuestro pueblo, el pueblo de Rusia: una elección a favor de la democracia, la libertad, la apertura y una asociación sincera con todos los miembros de la gran familia europea.

Y ahora intentan imponernos nuevas líneas divisorias y muros; estos muros pueden ser virtuales, pero aun así dividen, cortando nuestro continente. ¿Es posible que una vez más necesitemos muchos años y décadas, así como varias generaciones de políticos, para desmantelar y derribar estos nuevos muros?

¡Damas y caballeros!

Estamos inequívocamente a favor de fortalecer el régimen de no proliferación. Los actuales principios del derecho internacional nos permiten desarrollar tecnologías para fabricar combustible nuclear con fines pacíficos. Y muchos países, con toda razón, desean crear su propia energía nuclear como base para su independencia energética. Pero también entendemos que estas tecnologías pueden transformarse rápidamente en armas nucleares.

Esto genera serias tensiones internacionales. La situación en torno al programa nuclear iraní es un claro ejemplo. Y si la comunidad internacional no encuentra una solución razonable para resolver este conflicto de intereses, el mundo continuará sufriendo crisis desestabilizadoras similares, porque hay más países en el umbral nuclear además de Irán. Ambos sabemos esto. Vamos a luchar constantemente contra la amenaza de la proliferación de armas de destrucción masiva.

El año pasado, Rusia presentó la iniciativa de establecer centros internacionales para el enriquecimiento de uranio. Estamos abiertos a la posibilidad de que tales centros no solo se creen en Rusia, sino también en otros países donde haya una base legítima para el uso de la energía nuclear civil. Los países que deseen desarrollar su energía nuclear podrían garantizar que recibirán combustible mediante la participación directa en estos centros. Y los centros operarían, por supuesto, bajo estricta supervisión del OIEA.

Las últimas iniciativas presentadas por el presidente estadounidense George W. Bush están en conformidad con las propuestas rusas. Considero que Rusia y EE. UU. tienen un interés objetivo y equitativo en fortalecer el régimen de no proliferación de armas de destrucción masiva y su despliegue. Son precisamente nuestros países, con capacidades nucleares y misilísticas líderes, los que deben actuar como líderes en el desarrollo de nuevas medidas más estrictas de no proliferación. Rusia está lista para este trabajo. Estamos comprometidos en consultas con nuestros amigos estadounidenses.

En general, deberíamos hablar de establecer todo un sistema de incentivos políticos y estímulos económicos para que a los Estados no les interese establecer sus propias capacidades en el ciclo del combustible nuclear, pero que aun así tengan la oportunidad de desarrollar energía nuclear y fortalecer sus capacidades energéticas.

En relación con esto, hablaré en más detalle sobre la cooperación energética internacional. La señora Canciller Federal también habló brevemente sobre esto: mencionó y tocó este tema. En el sector energético, Rusia tiene la intención de crear principios de mercado uniformes y condiciones transparentes para todos. Es evidente que los precios de la energía deben ser determinados por el mercado en lugar de ser objeto de especulación política, presión económica o chantaje.

Estamos abiertos a la cooperación. Empresas extranjeras participan en todos nuestros principales proyectos energéticos. Según diversas estimaciones, hasta el 26 % de la extracción de petróleo en Rusia –y, por favor, piensen en esta cifra– hasta el 26 % de la extracción de petróleo en Rusia es realizada por capital extranjero. Intenten, intenten encontrarme un ejemplo similar donde los negocios rusos participen ampliamente en sectores económicos clave en los países occidentales. ¡Esos ejemplos no existen! No existen tales ejemplos.

También mencionaría la paridad de las inversiones extranjeras en Rusia y las que Rusia hace en el extranjero. La paridad es aproximadamente de quince a uno. Y aquí tienen un claro ejemplo de la apertura y estabilidad de la economía rusa.

La seguridad económica es el sector en el que todos deben adherirse a principios uniformes. Estamos listos para competir de manera justa.

Por eso, cada vez aparecen más oportunidades en la economía rusa. Los expertos y nuestros socios occidentales están evaluando objetivamente estos cambios. Así, la calificación crediticia soberana de Rusia en la OCDE mejoró, pasando del cuarto al tercer grupo. Y hoy en Múnich, me gustaría aprovechar esta ocasión para agradecer a nuestros colegas alemanes por su ayuda en esta decisión.

Además, el proceso de adhesión de Rusia a la OMC ha alcanzado sus etapas finales. Durante largas y difíciles negociaciones, hemos escuchado repetidamente palabras sobre libertad de expresión, libre comercio e igualdad de oportunidades, pero, curiosamente, exclusivamente en referencia al mercado ruso.

Y aún hay un tema más importante que afecta directamente a la seguridad global. Hoy en día, muchos hablan sobre la lucha contra la pobreza. ¿Pero qué está ocurriendo realmente en este ámbito? Por un lado, se destinan recursos financieros a programas de ayuda para los países más pobres del mundo, y en ocasiones se trata de sumas considerables. Pero, para ser honestos —y muchos aquí lo saben—, estos fondos están vinculados al desarrollo de las propias empresas del país donante. Y, por otro lado, los países desarrollados mantienen sus subsidios agrícolas y limitan el acceso de algunos países a productos de alta tecnología.

Digamos las cosas como son: una mano distribuye ayuda caritativa, mientras que la otra no solo mantiene el atraso económico, sino que también se beneficia de ello. La creciente tensión social en las regiones deprimidas inevitablemente conduce al aumento del radicalismo, el extremismo, la proliferación del terrorismo y los conflictos locales. Y si todo esto ocurre en una región como Oriente Medio, donde crece la percepción de que el mundo en general es injusto, entonces existe el riesgo de una desestabilización global.

Es evidente que los países líderes del mundo deberían reconocer esta amenaza. Y, por lo tanto, deberían construir un sistema de relaciones económicas globales más democrático y justo, un sistema que brinde a todos la oportunidad y la posibilidad de desarrollarse.

Damas y caballeros, al hablar en esta Conferencia sobre Política de Seguridad, es imposible no mencionar las actividades de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Como es bien sabido, esta organización fue creada para abordar —y quiero enfatizar esto— todos los aspectos de la seguridad: militar, política, económica, humanitaria y, especialmente, las interrelaciones entre estas esferas.

¿Qué vemos que está ocurriendo hoy? Vemos que este equilibrio se ha roto claramente. Se está intentando transformar a la OSCE en un burdo instrumento destinado a promover los intereses de política exterior de uno o varios países. Y esta tarea también la está llevando a cabo el aparato burocrático de la OSCE, que no tiene absolutamente ninguna conexión con los estados fundadores. Los procedimientos de toma de decisiones y la participación de las llamadas organizaciones no gubernamentales han sido diseñados para cumplir con este propósito. Estas organizaciones son formalmente independientes, pero son financiadas de manera dirigida y, por lo tanto, están bajo control.

Según los documentos fundacionales, en el ámbito humanitario, la OSCE está destinada a ayudar a los países miembros a cumplir con las normas internacionales de derechos humanos a solicitud de estos. Esta es una tarea importante. La apoyamos. Pero esto no significa interferir en los asuntos internos de otros países, y mucho menos imponer un régimen que determine cómo deben vivir y desarrollarse estos estados.

Es evidente que tal interferencia no fomenta en absoluto el desarrollo de estados democráticos. Al contrario, los hace dependientes y, como consecuencia, política y económicamente inestables.

Esperamos que la OSCE se guíe por sus tareas fundamentales y que construya sus relaciones con los estados soberanos sobre la base del respeto, la confianza y la transparencia.

Damas y caballeros,

Para concluir, me gustaría señalar lo siguiente. Muy a menudo —y personalmente, yo muy a menudo— escuchamos llamamientos de nuestros socios, incluidos nuestros socios europeos, en el sentido de que Rusia debería desempeñar un papel cada vez más activo en los asuntos mundiales.

En relación con esto, me permito hacer una pequeña observación. Apenas es necesario instarnos a hacerlo. Rusia es un país con una historia de más de mil años y prácticamente siempre ha ejercido el privilegio de llevar a cabo una política exterior independiente.

No tenemos la intención de cambiar esta tradición hoy. Al mismo tiempo, somos plenamente conscientes de cómo ha cambiado el mundo y tenemos una visión realista de nuestras propias oportunidades y potencial. Y, por supuesto, nos gustaría interactuar con socios responsables e independientes con quienes podamos trabajar juntos para construir un orden mundial justo y democrático que garantice la seguridad y la prosperidad no solo para unos pocos elegidos, sino para todos.

Gracias por su atención.”

Hasta aquí el discurso que me parece encierra la posición rusa, que desgraciadamente, parece como si no interesase. Se tiende a reducir el problema a la persona de Putin, y se obvia que actúa por cuenta propia, sin tener un apoyo real en la población rusa y eso a mí me parece algo que no corresponde con la realidad. Me viene a la memoria un programa de radio en el que participe, en Radio Nacional desde Barcelona, creo recordar que fue en 1992, donde se me invitó a hacer algunas preguntas a políticos rusos de muy diferentes colores políticos. Todos, y digo sin reparos, todos, se presentaron como nacionalistas. El fallecido Alekséy Navalny no era menos nacionalista, y en 2007, creó el Movimiento Ruso de Liberación Nacional, cuyo acrónimo en ruso es Narod (el pueblo) lo que le valió la expulsión de su antiguo partido liberal, Yabloko por sus posiciones nacionalistas. Navalny se definió entonces como un “demócrata nacional”.

Tras el discurso de Putin, las relaciones entre Rusia y Occidente se volvieron progresivamente más tensas. En 2008, Rusia libró una guerra contra Georgia, tras la cual reconoció la independencia de Abjasia y Osetia del Sur. La anexión de Crimea en 2014 y el apoyo a los separatistas en el este de Ucrania llevaron a sanciones económicas y a un fuerte deterioro de las relaciones con la UE y Estados Unidos. Putin consolidó aún más su control sobre Rusia, limitando la oposición y restringiendo la libertad de prensa. Se aprobaron leyes que penalizan la disidencia y fortalecen el papel del Estado en la economía y la sociedad. Rusia siguió modernizando sus fuerzas armadas e incrementando su presencia militar en regiones estratégicas. En 2015, intervino militarmente en Siria en apoyo a Bashar al-Ásad, para consolidar su influencia en Oriente Medio y se intensificaron las maniobras militares en la frontera con la OTAN y el Ártico.

La política de sanciones ha llevado a Rusia a fortalecer sus lazos con China en sectores como la energía, la tecnología y la defensa. Se han promovido organizaciones alternativas a las dominadas por Occidente, como los BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái.

Y ya en febrero de 2022, Rusia lanzó una invasión a gran escala sobre Ucrania, desatando la mayor crisis de seguridad en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Occidente impuso sanciones sin precedentes, mientras que Rusia endureció aún más su postura y se replegó en un modelo de economía de guerra. La guerra parece marcar el fin definitivo de cualquier intento de reconciliación con Occidente y consolida una nueva era de confrontación geopolítica y, aunque la mayoría de los medios occidentales procuran dar la imagen de que la economía rusa se desploma hundida por las sanciones, serios análisis lo desmienten.[6]

Volviendo a las preguntas iniciales sobre la similitud de la guerra de Ucrania con la guerra civil en España, debemos admitir que el mejor punto de comparación radica en el miedo a Rusia. Si las llamadas democracias liberales se negaron a prestar ayuda directa al gobierno de la república española, fue por el temor de que Rusia, entonces la Unión Soviética pudiese conseguir una crucial influencia en el sur de Europa. Puestos a elegir, eligieron que el fascismo se instalara en España a que el comunismo triunfase y en eso coincidían con la Alemania nazi. Ahora, todos los esfuerzos parecen estar puestos en impedir que Rusia afiance su presencia en las fronteras de Europa.


[1] Jan o kan. El jan de Crimea era el gobernante del Kanato de Crimea, un estado tártaro que existió entre 1441 y 1783. El kanato fue un vasallo del Imperio Otomano durante gran parte de su historia y tenía su capital en Bajchisarái. Los janes de Crimea pertenecían a la dinastía Giray, que descendía de Gengis Kan.

[2] A partir de la batalla de Poltava, el 27 de junio de 1709, Rusia se consolida como una gran potencia derrotando a Suecia y expandiendo su poder hacia el Báltico.

[3] No hay más que ver la correspondencia entre el rey de Inglaterra y Peter, como por ejemplo la carta del 20 de octubre de 1699, escrita por Guillermo III a Pedro I sobre la mediación inglesa entre Rusia y Turquía:

 “Guillermo III, &c., al más alto &c. [Títulos habituales], envía saludos y desea toda felicidad y prosperidad.

Poderosísimo y nuestro muy querido y amado hermano,

Hemos recibido recientemente las cartas de Vuestra Imperial Majestad, fechadas en Moscú el 29 de julio pasado [ver doc. 26]. Sin demora alguna, respondemos que, mucho antes de que Vuestra Imperial Majestad honrara este reino con su presencia, habíamos ofrecido nuestra mediación al Emperador de Alemania y al Sultán de Turquía para resolver las diferencias que habían reinado entre ellos durante tanto tiempo, causando la destrucción de multitudes de sus súbditos. Sin embargo, dicha mediación estuvo en suspenso durante tanto tiempo que no sabíamos qué acogida tendría por su parte y, mientras la propuesta permanecía en un estado incierto, no podíamos determinar si sería útil informar a Vuestra Imperial Majestad al respecto.

Tan pronto como recibimos noticia de nuestros ministros de que nuestra mediación había sido bien recibida tanto por la corte de Viena como por la Puerta Otomana, y que se había decidido llevar a cabo un tratado de paz y se había designado un lugar para ello, consideramos sin demora los intereses de Vuestra Imperial Majestad y dimos instrucciones a nuestro embajador extraordinario en el congreso de Carlowitz para que los protegiera con el mismo esmero que los de cualquier otro de nuestros amigos y aliados involucrados en dicho tratado.

No hemos escatimado esfuerzos en hacer todo lo que la sincera amistad que profesamos hacia Vuestra Imperial Majestad nos exige, aunque el resultado no haya sido acorde con nuestras expectativas, ya que en aquella asamblea solo se logró obtener un cese de hostilidades por dos años. Ahora que Vuestra Imperial Majestad está dispuesto a extenderlo, ya sea por un período más largo o por una paz perpetua, y nos ha solicitado emplear nuestros oficios de mediación con el Sultán turco para tal propósito, hemos accedido sin demora a su petición y hemos dado órdenes…Al señor Pagett, nuestro embajador extraordinario en la Puerta Otomana, para que aconseje y asista con el máximo de sus esfuerzos al enviado extraordinario de Vuestra Imperial Majestad allí, Yeamelian Ignatyeawich Ookraintsove [E. I. Ukraintsev], y a sus colegas, para obtener lo que sea más ventajoso y satisfactorio para Vuestra Imperial Majestad.

Estos intereses nos son especialmente queridos debido a la verdadera amistad y correspondencia fraternal que felizmente existe entre nosotros, y aprovechamos esta, como cualquier otra oportunidad, para demostrar nuestros esfuerzos sinceros, no solo para confirmar, sino también para mejorar y fortalecer dicha amistad por todos los medios a nuestro alcance.

Así pues, deseando a Vuestra Imperial Majestad un largo y próspero reinado, os encomendamos a la protección del Dios Todopoderoso.

Dado en nuestra corte de Kensington el día 20 de octubre del año de Nuestro Señor 1699, y el undécimo de nuestro reinado.

Vuestro más afectuoso hermano,

William R.”

[Fuente: PRO SP 104/120, Libro de entradas extranjeras – Rusia, pp. 21-22. Copia en inglés.] https://archive.org/details/SSEES0016/page/26/mode/2up

[4] https://archive.org/details/historyofpetergr00volt/page/n5/mode/2up

[5] https://femur.ru/en/iii-volter-o-petre-i-k-semu-delu-po-pravde-voltera-nikto-ne-mozhet-byt-sposobnee.html

[6] https://carnegieendowment.org/russia-eurasia/politika/2023/04/how-sanctions-have-changed-russian-economic-policy?lang=en

Abajo el aguafuerte de Goya

Centésimo septuagésimo paseo. España: grandeza, crisis y renovación. Segunda parte.

A Déu siau, turóns, per sempre á Déu siau;

o serras desiguals, que allí en la patria mia

dels nuvols é del cel de lluny vos distingia

per lo repos etrern, per lo color mes blau.

 A Déu tú, vell Montseny, que dés ton alt palau,

com guarda vigilant cubert de boyra é neu,

guaytas per un forat la tomba del Jueu,

e al mitg del mar inmens, la mallorquilla nau.

II

Jo ton superbe front coneixia llavors,

com coneixer pogués lo front de mos parents;

coneixia també lo só de tos torrents

com la veu de ma mare, ó de mon fill los plors.

Mes arrancat després per fats perseguidors

ja no conech ni sent com en millors vegadas:

axi d’arbre migrat á terras apartadas

son gust perden los fruits, é son perfum las flors.

III

¿Qué val que m’haja tret una enganyosa sort

a veurer de mes prop las torres de Castella,

si l’cant dels trovadors no sent la mia orella,

ni desperta en mon pit un generos recort?

En va á mon dels pais en als jo m’trasport,

eveig del Llobregat la platja serpentina;

que fora de cantar en llengua llemosina

no m’queda mes plaher, no tinch altre conort.

IV

Pláume encara parlar la llengua d’aquells sabis

que ompliren l’univers de llurs costums é lleys,

la llengua d´aquells forts que acatáren los Reys,

defenguéren llurs drets, venjáren llurs agravis.

Muyra, muyra l’ingrat que al sonar en sos llabis

per estranya regió l’accent natiu, no plora;

que al pensar en sos llars no s’consum ni s’anyora,

ni cull del mur sagrat las liras dels seus avis.

V

En llemosi soná lo meu primer vagit,

quant del mugró matern la dolça llet bebia;

en llemosi al Senyor pregaba cada dia,

e cántichs llemosins somiaba cada nit.

Si quant me trobo sol, parl ab mon esperit,

en llemosi li parl, que llengua altra no sent,

e ma boca llavors no sab mentir, ni ment,

puix surten mas rahons del centre de mon pit.

VI

Ix doncs per expressar l’afecte mes sagrat

que puga d’home en cor grabar la ma del cel,

o llengua á mos sentit mes dolça que la mel,

que m’tornas las virtuts de ma innocenta edat.

Ix, é crida pel món qué may mon cor ingrat

cessará de cantar de mon patró la gloria

e passia per ta veu son nom é sa memoria

als propis, als estranys, a la posteritat.

Este poema “Oda a la Pàtria”[1] escrito 1833 por Bonaventura Carles Aribau poeta, político, economista y físico experimental, es un canto de amor y nostalgia hacia Cataluña, escrito en un momento en que la lengua catalana había quedado relegada frente al castellano en los ámbitos oficiales y literarios. Fue un primer paso hacia la recuperación cultural que se afianzaría en la Renaixença. En 1826 se trasladó a Madrid para hacerse cargo de los negocios de la casa del Marqués Gaspar de Remisa al que le dedicó en 1833 su célebre Oda, su obra cumbre escrita desde Madrid y enviada al periódico El Vapor, diario que editaba su amigo Antonio Bergnes de Las Casas, con una carta redactada en castellano:

En la carta que Aribau adjuntó al manuscrito del poema y que envió a su amigo Francisco Renart y Arús, le explica el motivo de haberlo escrito y le encarga corregirlo y remitirlo al impresor Antoni Bergnes de las Casas:

“Para el día de S. Gaspar presentamos al Gefe [sic] algunas composiciones en varias lenguas. A mí me ha tocado el catalán, y he forjado estos informes alejandrinos que te incluyo para que lo revises, y taches y enmiendes lo que juzgues, pues yo en mi vida las vi más gordas”[2]

Y es que el catalán no era la lengua en la que se comunicaban los catalanes de su clase en el primer tercio del siglo XIX. Podemos, si así lo deseamos, decir que estos versos alejandrinos significan el pistoletazo de salida de un proceso centrifugador que sigue vigente, sin desfallecer, pero sin lograr su último propósito, que sería la creación de una nación catalana en un estado catalán independiente. La ofrenda de Aribau a Gaspar Remisa apareció significativamente en el diario El Vapor en la edición del 24 de agosto de 1833, un mes antes de la muerte del rey Fernando VII, que marca el comienzo de la lucha de las dos Españas, un tira y afloja entre el centralismo centrípeto y los nacionalismos centrífugos, el liberalismo laico y los nacionalismos religiosos. Por si esto fuera poco, la escena se complicaría aún más por causa de la ascensión de una clase obrera organizada y la consiguiente lucha de clases. El conflicto quedaba servido.

A partir de la revolución de 1868, que en España logró derrocar el régimen liberal forzando a Isabel II a dejar el país[3], instalando en un breve lapsus una dinastía extranjera 1870-1873, estalló la tercera y última guerra carlista en 1872-1876. La guerra estalló a la vez que se proclamaba la muy breve Primera República (1873-1874) que finalmente dio paso a la Restauración borbónica con Alfonso XII (1874). Esta guerra, o revuelta, como se la quiera llamar, fue el último gran intento del carlismo por imponer su dinastía en España. Los principales escenarios fueron de nuevo Navarra, el País Vasco, Cataluña y el Maestrazgo.

Hasta 1898, las burguesías, tanto la catalana como la vasca o la castellana, estaban en general satisfechas con su pertenencia al Estado español por razones económicas y políticas.Las razones económicas tenían que ver con el proteccionismo, ya que Cataluña y el País Vasco eran los principales polos industriales de España en el siglo XIX. La burguesía industrial catalana se beneficiaba de las políticas arancelarias proteccionistas, que impedían la entrada de productos extranjeros más baratos y aseguraban un mercado cautivo dentro de España.La siderurgia y los astilleros vascos prosperaban gracias a la demanda del Estado español y atraían mano de obra de otras zonas menos privilegiadas dentro del estado.

Cuba, Puerto Rico y Filipinas eran colonias españolas y compraban buena parte de los productos textiles catalanes y de la industria vasca. Además, la burguesía catalana tenía grandes inversiones en la isla de Cuba, donde poseía ingenios azucareros y controlaba parte del comercio. A pesar de la inestabilidad política, la burguesía catalana y vasca veía al Estado español como un marco útil para sus negocios, porque el ejército y el gobierno español protegían sus intereses en las colonias y mantenían el orden interno. Lo último muy importante, porque estaba surgiendo una clase trabajadora que hacía valer sus intereses, en algunas ocasiones, utilizando la violencia. En realidad, la burguesía catalana y vasca participaba plenamente en la construcción de una España vertebrada. Las fuentes de la época están todas escritas en castellano, con muy pocas excepciones. Hay una rivalidad palpable entre las burguesías periféricas y “Madrid”[4] porque las élites en la capital son consideradas por vascos y catalanes como privilegiadas. Son élites estatales, capitales amasados a fuerza de concesiones públicas y prebendas opacas. Pero hay sin duda predisposición a hacer del Cid y Pelayo héroes propios. Se contribuye sin apenas reservas.

Esta situación de complacencia y mutuo beneficio entre el estado y las burguesías se rompió tras el desastre del 98 y sus consecuencias, las pérdidas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas tras la guerra con Estados Unidos. Este desastre supuso un golpe durísimo para la economía de España, y especialmente para los empresarios catalanes y vascos. Cuba y Filipinas dejaron de ser mercados exclusivos para los productos catalanes y vascos y la economía de Cataluña, muy ligada a la exportación textil, sufrió una gran crisis. Los empresarios vascos también vieron afectado su comercio y sus inversiones en ultramar.

La derrota militar y la incapacidad del Estado español para defender sus intereses generaron un sentimiento de desilusión entre las élites económicas. Se empezó a ver al Estado como un obstáculo más que como un garante de prosperidad.

Muchos empresarios y sectores de la burguesía comenzaron a interesarse más por el catalanismo y el nacionalismo vasco, viendo que podrían defender mejor sus intereses mediante una mayor autonomía o incluso la independencia. En Cataluña, la Lliga Regionalista, fundada en 1901, canalizó los intereses de la burguesía en un nacionalismo moderado que pedía más autogobierno. En el País Vasco, el Partido Nacionalista Vasco PNV, fundado en 1895, comenzó a ganar más apoyo.

Un ejemplo de esta burguesía desilusionada fue Ramón de la Sota 1880-1936 fue un empresario y político vasco que se asoció estrechamente con el nacionalismo moderado representado por el PNV. Si bien su influencia se centró principalmente en el ámbito económico, su apoyo al nacionalismo vasco fue fundamental para darle una base sólida.

De la Sota fue una figura destacada en la industria vasca, especialmente en el sector del acero y la siderurgia, y tuvo un gran impacto en el desarrollo económico de la región. Con su capacidad de inversión, fue uno de los grandes impulsores de la economía vasca, que en ese momento se encontraba en un proceso de modernización y expansión industrial. Además, de la Sota estuvo vinculado a la Banca y la Industria de la región, y a través de sus empresas y contactos empresariales, se ganó el respeto y la influencia en el ámbito social y político vasco. Su apoyo al nacionalismo vasco y al PNV fue crucial para integrar los intereses de las élites económicas vascas con el proyecto político del nacionalismo moderado, que defendía la autonomía y los fueros del País Vasco dentro del Estado español. Él fue uno de los principales colaboradores de Sabino Arana, el fundador y principal ideólogo del nacionalismo vasco moderno, constituyendo el PNV en 1895 y abogando por la independencia del País Vasco, aunque el partido que fundó se inclinaba más por un nacionalismo moderado y autonomista dentro de España. La situación de la época también influyó en la postura de Sota, pues, a finales del siglo XIX, el País Vasco experimentaba un auge industrial, y la burguesía vasca buscaba mayor autonomía para proteger sus intereses económicos frente a la creciente centralización del poder en Madrid. La Sota, como empresario y figura de la élite industrial, veía el nacionalismo como una manera de asegurar el progreso económico y la autonomía de los vascos.

En Cataluña, la Liga Regionalista, fundada en 1901, fue uno de los primeros intentos de organización política que aglutinó a la burguesía catalana en torno a la demanda de autonomía política para Cataluña. Este partido, formado principalmente por representantes de la burguesía industrial y comercial, reclamaba una autonomía regional que incluyera el control sobre las políticas económicas, fiscales y educativas de Cataluña.

Además de la Liga Regionalista, la Unión Catalanista (1905) también fue un grupo importante que unió a la burguesía catalana y a los sectores intelectuales que defendían la cultura catalana y su promoción en el ámbito político. Su postura no era separatista, pero sí propugnaba un grado significativo de autonomía dentro del marco de un Estado español. La burguesía catalana no solo apoyó el catalanismo político y cultural, sino que también lo respaldó a través de la inversión en infraestructuras y en la modernización de Cataluña. En este contexto, impulsaron la construcción de ferrocarriles, puertos, y nuevas industrias que ayudaron a consolidar a Cataluña como una de las regiones más avanzadas de España, lo que también incrementó la influencia política de la burguesía catalana. Desde mediados del siglo XIX, la burguesía catalana apostaba por el catalanismo cultural como forma de afirmación política y social. Esta élite industrial y comercial financió la construcción de edificios emblemáticos, impulsó la modernización de Barcelona y promovió la creación de instituciones que reflejaran el progreso y el refinamiento de la sociedad catalana. Los grandes nombres de la burguesía industrial, como Eusebi Güell, Lluís Domènech i Montaner o los empresarios vinculados a la familia Batlló, contribuyeron al esplendor del Modernismo catalán, en estrecha colaboración con arquitectos y artistas de renombre como Antoni Gaudí y Josep Puig i Cadafalch, exponentes de la arquitectura modernista. A través de este movimiento, los burgueses catalanes buscaban afirmar su identidad regional y posicionar a Barcelona como una capital cultural y política en Europa.[5]

Pero este movimiento burgués tenía lugar en un espacio marcado por realidades socioeconómicas que contestaban el proyecto económico, cultural y político de las élites catalanas. Barcelona era un centro industrial con una fuerte presencia del movimiento anarquista y sindicalista, surgido principalmente entre los obreros procedentes de otras regiones españolas, que habían dejado sus tierras empobrecidas y atrasadas, atraídos por la llamada de la industrialización catalana. En Barcelona y otros lugares dominados por la industria, esta inmigración se vio expuesta a explotación laboral y condiciones de vida precarias, y el descontento con la boyante burguesía catalana aumentaban las tensiones.

La organización de los trabajadores comenzó ya en 1840, con los primeros intentos de organización obrera formando asociaciones de ayuda mutua y sociedades de resistencia que defendían mejoras salariales y laborales. Esta nueva situación de la sociedad española, que surge en Cataluña, pero se extiende pronto por toda la península, llamó la atención de Karl Marx que en 1855 publicó una serie de artículos en el New-York Herald Tribune, bajo el título “ Revolutionary Spain”[6] En 1868, se fundó en Barcelona la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), impulsada por Giuseppe Fanelli, un anarquista italiano enviado por Bakunin, por lo que Cataluña se convirtió en un bastión del anarquismo dentro de España. En 1874, la Primera Internacional fue prohibida en España por la represión del gobierno, pero sus ideas siguieron expandiéndose. En 1881 se fundó en Barcelona la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), una organización anarcosindicalista. Este movimiento obrero estaba marcado por el anticlericalismo, pues la Iglesia era vista como aliada del poder y de la burguesía, poseedora de tierras y bienes, que gestionaba hospitales y escuelas, y tenía gran influencia en la sociedad. Los obreros y anarquistas veían en ella un símbolo de opresión y desigualdad.

El anarquismo fue la corriente obrera predominante en Cataluña, basada en el rechazo del estado y de la propiedad privada, el apoyo a la acción directa, el sabotaje y la huelga general. Algunos grupos anarquistas adoptaron la estrategia de la propaganda por el hecho, que incluía atentados contra figuras del Estado y la burguesía, como el atentado del Liceo en 1893, cuando un anarquista lanzó una bomba en la ópera, matando a 22 personas y el asesinato del primer ministro Cánovas del Castillo en 1897 por el anarquista Michele Angiolillo. El gobierno respondió con duras represiones, como el Proceso de Montjuïc en 1897, en el que fueron ejecutados varios anarquistas sin pruebas concluyentes.

El movimiento obrero radicalizado y controlado por anarquistas y republicanos extremadamente beligerantes, se lanzó desde 1902 a continuas huelgas y altercados que culminaron con la llamada Semana Trágica, nombre que se le dio posteriormente a un levantamiento popular que tuvo lugar en Barcelona y otras zonas de Cataluña en julio de 1909. Fue una revuelta social con fuertes tintes antimilitaristas, anticlericales y obreros, originada por el descontento ante el reclutamiento forzoso para la guerra de Marruecos, pero que rápidamente derivó en una revuelta más amplia contra el Estado, la Iglesia y la oligarquía. El detonador fue la Guerra de Marruecos y el reclutamiento forzoso. El gobierno del conservador Antonio Maura decidió enviar tropas a Marruecos para proteger los intereses mineros en la región del Rif. La movilización afectó principalmente a la clase trabajadora, ya que los hijos de las familias ricas podían pagar una «redención en metálico» y evitar ir al frente[7]. Los reservistas llamados a filas eran además en su mayoría padres de familia y su jornal era el que mantenía a sus familias. Aunque los embarques de soldados comenzaron el 11 de julio, los altercados tuvieron lugar a partir del 18 del mismo mes, cuando el batallón de Cazadores de Reus, integrado en la Brigada Mixta de Cataluña, se dispuso a subir al vapor Cataluña y algunos soldados empezaron a arrojar al mar escapularios y medallas que varias señoras ricas barcelonesas les habían entregado “como protección” al subir al barco. En el muelle, las mujeres y los hombres presentes, gritaban consignas como: “¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos! ¡Todos o ninguno!”. En ese momento, comenzó una sublevación armada, porque los más organizados fueron a buscar viejos fusiles Remington que todavía se guardaban en la calle Sadurní de Barcelona y que habían pertenecido a los Voluntarios de la Libertad de la época de la Revolución Gloriosa[8]. En Manresa, Sabadell, Badalona, Sant Adrià del Besòs, Granollers y Premià de Mar, entre otras ciudades y pueblos, hubo también revueltas importantes y la huelga general paralizó Cataluña.

Esta revuelta se ha visto de formas diferentes dependiendo del sesgo político del que parten los que la estudiaron. Según mi punto de vista, la Semana Trágica, no es el comienzo de una subversión separatista. El ímpetu revolucionario y anticlerical que llevó a los sublevados a perpetrar actos de vandalismo, sabotaje y destrucción de edificios religiosos, asustó a la burguesía catalana, tanto la barcelonesa, como la rural. El somaten logro frenar muchas de las operaciones en la periferia. Los lideres de la Lliga, con Cambó a la cabeza, quedaron horrorizados, pidiendo firmeza y protección al estado. “La gran mayoría de ciudadanos de Barcelona se había horrorizado de la revolución, deseaba acercarse a la autoridad”[9] Un excelente estudio sobre los acontecimientos de la Semana Trágica que se atreve a hacer un análisis profundo es el de La Vanguardia, en su revista Historia y Vida en el número 448 de 2005, que recomiendo.[10]

Comienzan nuevos ciclos de centralización y fraccionamiento, autoritarismo y democratización que hacen que el camino de España hacia la modernización sea sinuoso y difícil. Partiendo de una base de pobreza y retraso, la neutralidad que eligió el estado español en la primera guerra mundial, resultó en una buena racha económica, que se mantuvo hasta la crisis de 1930. En política, por el contrario, España sufrió una dictadura consentida por la burguesía en general y muy especialmente aupada por la burguesía catalana y la vasca. El golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, fue recibido por la burguesía catalana con euforia. La Cámara de Comercio e Industria de Cataluña saludó al dictador “con el mayor entusiasmo”, esperando que pusiera fin “a un estado de cosas que se consideraba intolerable”. Lo mismo hicieron el resto de organizaciones patronales, como el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro que esperaba que se atajaran «las corrientes demoledoras del derecho de propiedad». Y también los partidos políticos catalanes conservadores como la Lliga Regionalista o la Unión Monárquica Nacional. Esta última se consideraba parte del movimiento de regeneración basado en los principios de “patria, monarquía y orden social”. Además, la Lliga dio crédito a las promesas descentralizadoras que había hecho el general Miguel Primo de Rivera, aunque esas expectativas se desvanecieron muy pronto. El manifiesto que el general publicó en el ABC el 14 de septiembre de 1923 fue bien recibido por la burguesía catalana:

“Españoles: ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado (porque hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad) de recoger las ansias, de atender el clamoroso requerimiento de cuantos amando la Patria no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política…Asesinatos de prelados, ex gobernadores, agentes de la autoridad, patronos, capataces y obreros; audaces e impunes atracos, depreciación de la moneda, francachela de millones de gastos reservados, rastreras intrigas políticas tomando por pretexto la tragedia de Marruecos. Indisciplina social, que hace el trabajo ineficaz y nulo; precaria y ruinosa la producción agraria e industrial; impune propaganda comunista, impiedad e incultura, descarada propaganda separatista, pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades…En virtud de la confianza y mandato que en mí han depositado, se constituirá un directorio inspector militar con carácter provisional… Ni somos imperialistas, ni creemos pendiente de un terco empeño en Marruecos el honor del ejército… buscaremos al problema de Marruecos solución pronta, digna y sensata. El país no quiere oír hablar más de responsabilidades… La responsabilidad colectiva de los partidos políticos la sancionamos con este apartamiento total a que los condenamos…”

Miguel Primo de Rivera, Capitán General de la IV Región. ABC, 14 de septiembre de 1923.

El detonador tanto del golpe de estado como del apoyo que este recibió por parte de la burguesía, fue la revolución bolchevique y el miedo que el movimiento obrero estaba metiéndole en el cuerpo a la burguesía catalana desde la Semana Trágica. Josep Puig i Cadafalch, el arquitecto dirigente de la Lliga y presidente de la Mancomunidad de Cataluña, un verdadero líder catalanista, escribió una nota que fue publicada en los diarios el 19 de septiembre en la que decía: “entre un hecho extralegal y la corrupción del sistema la Lliga opta por lo primero”. Pero este polifacético arquitecto, dejaba constancia de un nacionalismo que quería más, que aspiraba a un nacionalismo independentista, hasta en sus obras. En la Casa de les Punxes, construida en 1905, se puede leer en un gran mural, presente e inexplicablemente intocado durante el franquismo: “Sant patró de Catalunya, torneunos la llibertat.” Aceptando el centralismo de Primo de Rivera, se quería preservar la sociedad de un mal mayor. Y en cuanto a la economía, Cataluña prosperó como nunca lo había hecho, de lo cual quedó y queda constancia en todos los restos de la colosal feria mundial de 1929.

Uno de los radicalizados en 1909 fue Francesc Macià, militar de carrera que deja el ejército[11] a partir del ataque perpetrado por militares al periódico La Veu de Catalunya y la revista el Cu-cut! en 1905 y la ley de jurisdisciones de 1906, y se presenta a diputado en las elecciones del 21 de abril de 1907 en las listas de la Solidaridad Catalana representando a les Borges Blanques, obteniendo escaño con un gran éxito para su coalición política,  pero que en 1908, se retira de las cortes para reaparecer como carlista en una concentración en el pueblo de Butsènit d’Urgell y se radicaliza aún más tras la Semana Trágica. Fue elegido diputado de nuevo, renovando en todas las elecciones posteriores (mayo de 1910, marzo de 1914, abril de 1916, febrero de 1918, junio de 1919, diciembre de 1920 y abril de 1923) En el Congreso se dedica inicialmente a promover la regeneración de España, aunque irá deslizándose hacia el republicanismo. Tras el golpe de estado de Primo de Rivera, se exilió y se instaló en Perpiñán a mediados de octubre de 1923 y, posteriormente, en Bois-Colombes, cerca de París.

Emprendió frenéticamente la búsqueda de dinero para la compra de armas destinadas a la insurrección por la liberación de Cataluña, manteniendo contacto con los grupos de catalanes nacionalistas en América, dispuestos a ayudar económicamente en su empresa; en nombre del gobierno provisional de Cataluña, avaló el Empréstito Pau Claris en abril de 1925[12]. Tenía como ejemplo el movimiento de liberación irlandés y no quería comprender que la situación en Cataluña era muy diferente a la irlandesa.

Dispuesto a una amplia política de alianzas, siempre que se mantuviera su objetivo separatista, y fracasadas las negociaciones con Acció Catalana, intensificó sus relaciones con los sindicalistas de la CNT, con grupos irlandeses de De Valerain, intentando formar una Liga de Naciones Oprimidas, con nacionalistas vascos e, incluso, con el Partido Comunista de España, con el cual, junto a otras fuerzas, formó el Comité Revolucionario de París. De este comité surgió su viaje a Moscú, acompañado de Josep Carner i Ribalta y José Bullejos, con el fin de solicitar ayuda económica a la Internacional Comunista enoctubre-noviembre de 1925, algo que no logró, a pesar de haber sido introducido por Andreu Nin.

El fracaso en Moscú y el fiasco del complot de la Noche de San Juan en 1926[13] lo empujaron aún más a seguir adelante con su proyecto insurreccional. Preparó y organizó directamente una incursión armada en Cataluña desde Prats de Molló, que fue abortada[14]. Detenido y juzgado en Francia, se convirtió en una figura clave del independentismo catalán en el exilio, de forma muy parecida a lo que Puigdemont ha conseguido hasta ahora, buenas palabras de algunos políticos marginales y poco más.

Trasladados a la prisión de La Santé, en París, se abrió un famoso proceso en el que Macià, defendido por Henri Torrès[15], aprovechó para defender la causa catalana, haciendo buen uso del megáfono que le brindó el diario L’Humanité[16], lo que dio al proceso una notable atención internacional. Finalmente, fue condenado a dos meses de prisión, que ya había cumplido en detención preventiva, y fue expulsado a Bélgica fue condenado a dos meses de prisión, que ya había cumplido y, tras regresar a Bois-Colombes, fue obligado a trasladarse a Bélgica. Después de residir unos cuantos meses en Bruselas, en compañía de Gassol, se embarcó hacia Uruguay, donde llegó a principios de 1928.

De Uruguay pasó a Argentina, donde entró clandestinamente y, tras un proceso judicial, que también ganó, residió allí más de medio año; recorrió los centros catalanes de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, La Plata y Mendoza. Fue a Chile y se embarcó hacia La Habana, donde participó activamente en la asamblea preparada por Carner y Ribalta, por Josep Conangla y por él mismo desde Buenos Aires, la cual fundó el Partido Separatista Revolucionario de Cataluña, del cual fue presidente, y que aprobó la constitución de una futura República Catalana en septiembre-octubre de 1928.[17]

De allí se fue, siempre con Gassol, hacia Nueva York, camino de Europa (a mediados de octubre de 1928). Como no pudo entrar en Suiza, regresó a Bruselas, donde planteó llevar a cabo los acuerdos de la asamblea de La Habana para transformar Estat Català en el Partido Separatista Revolucionario de Cataluña, lo que provocó tensiones en el movimiento, sobre todo en el interior de Cataluña; por ello se decidió continuar con la denominación de Estat Català.

Siempre atento a los complots contra la Dictadura, el fracaso del gobierno de Sánchez Guerra lo impulsó a regresar a Cataluña, y solicitó nueva ayuda económica a los centros catalanes de América, para llevar a cabo una acción armada, pero esta vez desde el interior de Cataluña. Mientras tanto, cayó la dictadura del general Primo de Rivera (enero de 1930) y, en el marco de una fuerte campaña a favor de la amnistía[18], Macià atravesó ilegalmente Francia y llegó a Barcelona en septiembre de 1930.

La crisis de 1930 barrió de un plumazo la dictadura de Primo de Rivera y la monarquía con ella. La falta de una solución política viable y el auge de los movimientos republicanos condujeron a la Proclamación de la Segunda República en 1931, tras la huida de Alfonso XIII al exilio. En esa situación, una parte de la pequeña burguesía catalana se lanzó a la primera línea política. ERC nació el 19 de marzo de 1931 en Barcelona como resultado de la fusión de varios partidos republicanos y catalanistas, entre ellos el Partit Republicà Català de Francesc Macià[19] y el Estat Català de Lluís Companys. Su principal objetivo era establecer una república catalana dentro de una federación española. Tras la caída de Primo de Rivera y la llegada de la Segunda República, Macià regresó a Cataluña y fundó Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en 1931. En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, ERC obtuvo una victoria aplastante en Cataluña.

El 14 de abril de 1931, desde el Palau de la Generalitat, Macià proclamó la República Catalana dentro de una Federación Ibérica, adelantándose a la proclamación de la Segunda República en Madrid. Sin embargo, el gobierno provisional español, liderado por Niceto Alcalá-Zamora, envió emisarios para negociar con Macià. Finalmente, se llegó a un acuerdo, que suponía que, en lugar de una república catalana independiente, se restauraría la Generalitat de Cataluña con un gobierno autónomo dentro de España[20], con Macià como el primer presidente de una Generalitat que había sido abolida 217 años atrás.

La Segunda República Española (1931-1939) supuso un momento clave para la alta burguesía catalana. Este grupo social, compuesto por industriales, financieros y grandes comerciantes, había sido históricamente protagonista del crecimiento económico de Cataluña, pero también tenía una relación ambigua con el poder político, oscilando entre el apoyo al nacionalismo catalán y la defensa de sus intereses económicos dentro de España. Cuando la Segunda República fue proclamada el 14 de abril de 1931, la alta burguesía catalana vio con expectación y prudencia el nuevo régimen. Cataluña recuperaba su autonomía con la restauración de la Generalitat y la elaboración del Estatuto de Autonomía de 1932, lo que fue visto en un principio como un triunfo, pero con muchos recelos, porque, la alta burguesía catalana no se sentía representada por ERC, un partido de base popular y pequeño-burguesa, sino que tradicionalmente había apoyado a la Lliga Regionalista de Francesc Cambó, que defendía la autonomía de Cataluña pero con un enfoque conservador y favorable a la monarquía. La alta burguesía, que había apoyado el catalanismo, vio con preocupación el avance republicano y se mantuvo en una posición de oposición moderada al nuevo régimen.

Durante el bienio progresista (1931-1933), la República impulsó reformas laborales y agrarias que chocaron con los intereses de la burguesía. Reformas laborales impulsadas por Lluís Companys fortalecieron el sindicalismo y dieron más derechos a los trabajadores. La patronal catalana las consideró una amenaza. La radicalización social, el aumento de huelgas y la influencia de los anarquistas de la CNT-FAI preocupaban en gran manera los empresarios. Estos factores hicieron que la alta burguesía catalana se distanciara del gobierno republicano y buscara alianzas más conservadoras.

Con la victoria de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y el bienio conservador (1933-1936), la burguesía catalana esperó una política más favorable a sus intereses. Sin embargo, las tensiones con el gobierno central crecieron debido a la suspensión del Estatuto de Autonomía tras la proclamación fallida del Estado Catalán por Lluís Companys en octubre de 1934.[21]

Muchos sectores de la alta burguesía vieron con buenos ojos la represión del gobierno central contra la Generalitat, ya que temían que la radicalización social y la autonomía política afectaran sus intereses económicos. El estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 marcó un punto de no retorno. La burguesía catalana quedó atrapada entre dos fuegos. Por un lado, la revolución anarquista en Cataluña llevó a la colectivización de fábricas y expropiaciones, tomando la CNT-FAI el control de muchas industrias, y eliminando el poder de los empresarios. Por otro lado, el proyecto catalanista quedaba enterrado, dejando tantos sueños sin realizar.

La Generalitat intentó mantener el orden, pero la burguesía sintió que Companys no podía proteger sus propiedades, visto lo cual, muchos empresarios y financieros huyeron de Cataluña y se refugiaron en Burgos, buscando el apoyo de Franco, o emigraron al extranjero. Algunos permanecieron escondidos, otros fueron arrestados y fusilados, junto a sacerdotes y monjas.  Cuando el ejército franquista entró en Barcelona en enero de 1939, la alta burguesía catalana en su inmensa mayoría apoyó la victoria franquista, esperando recuperar sus propiedades y el orden social previo a la República.

Exceptuando algunos individuos, la mayoría social burguesa aceptó el franquismo puesto que les permitía salvaguardar y aumentar sus negocios y patrimonio y mediante la represión acababa con la contestación obrera, a cambio la burguesía catalana renunciaba a las libertades políticas y nacionales. Pero estas cuestiones se consideraron prescindibles y aplazables, a cambio de recuperar y aumentar su riqueza y acabar con la conflictividad laboral. Como ejemplo podemos poner al historiador y político catalanista Ferrand Valls i Taberner[22], que en un artículo en La Vanguardia, el 15 de febrero de 1939 publicó un artículo con el título “La falsa ruta” en el que da por muerto el catalanismo, por el bien de Cataluña:

“El catalanismo no logró casi nunca dejar de presentar una significación partidista; ni alcanzó a abandonar a tiempo unos derroteros que a la postre han conducido al país a la ruina. Nadie puede hoy honradamente dejar de confesar que, en fin de cuentas, el catalanismo, al término de su trayectoria, se ha vuelto contra Cataluña; y que incluso lo que un tiempo pudo tener de generosa aspiración renovadora, en medio de la general decadencia, lo que tuvo también de idealidad, desviada sin duda, pero llena de ingenuas ilusiones, lo que haya representado en cuanto a anhelos de reforma y de perfección, bien que exaltados y turbulentos, todo ello ha sido ignominiosamente prostituido y sacrificado en estos últimos años. Lo que, en medio de la equivocación general, hubiera en él de nobles ansias renovadoras y de esencias tradicionales, ha sido muerto últimamente por los corifeos separatistas, y a consecuencia de ello el catalanismo es hoy un cadáver. Para el bien de Cataluña y de España entera no lo podemos de ningún modo dejar insepulto.”[23]

Dejemos por ahora Cataluña y miremos lo que ocurría en otra de las regiones que ejercían una presión centrifuga sobre el estado español, el País Vasco. El nacionalismo vasco experimentó un impulso significativo tras el desastre de 1898, cuando España perdió Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Esta crisis afectó a toda España, pero en el País Vasco, como en Cataluña, provocó un auge de los movimientos nacionalistas, que veían en la decadencia del Estado español una oportunidad para fortalecer sus propias reivindicaciones. El Partido Nacionalista Vasco, el PNV, fundado por Sabino Arana en 1895, ya había sentado las bases del nacionalismo vasco, pero era un movimiento incipiente y minoritario antes de 1898. Arana defendía una visión del País Vasco basado en la raza vasca, el catolicismo y la diferencia cultural con España. Propugnaba la independencia de Euskadi bajo el lema «Euzkadi es la patria de los vascos». Su ideología inicial era fervientemente antiespañola y rechazaba la modernización industrial que atraía a los inmigrantes de otras regiones[24]. Tras la muerte de Sabino Arana en 1903, el partido abandonó parte de su radicalismo inicial y comenzó a participar más activamente en la política y se fueron creando estructuras sociales sólidas con periódicos, asociaciones, y sindicatos que promovían la identidad vasca. En unos pocos años, desde 1898, el nacionalismo vasco pasó de ser un movimiento minoritario a una fuerza política clave en la historia de España. Adaptándose a los cambios políticos, logró consolidar una identidad propia que, con altibajos, sigue marcando la política vasca hasta la actualidad.

Durante la dictadura de Primo de Rivera, nunca apoyada por los vascos, como lo fue en Cataluña, el nacionalismo vasco fue perseguido, prohibiéndose el uso del euskera en documentos oficiales, ilegalizando organizaciones nacionalistas e imponiendo un fuerte control sobre la prensa y las asociaciones vascas. Tras la proclamación de la Segunda República en 1931, el nacionalismo vasco, liderado por el PNV, promovió un estatuto de autonomía. En 1932, se intentó aprobar el Estatuto de Estella, pero no prosperó debido a la oposición de sectores republicanos y socialistas, que lo veían demasiado conservador y clerical. Tras estallar la guerra civil en julio de 1936, el PNV decidió apoyar a la República y, gracias a la necesidad del gobierno republicano de asegurarse la lealtad del País Vasco, el Estatuto de Autonomía fue aprobado el 1 de octubre de 1936. José Antonio Aguirre, del PNV, fue nombrado el primer lehendakari[25] del Gobierno Vasco el 7 de octubre de 1936 en Gernika. Pero, la autonomía duró muy poco, ya que las tropas franquistas ocuparon Bilbao el 19 de junio de 1937 y el gobierno vasco quedó en el exilio.

La insurrección de Franco tuvo éxito en Navarra y rompió la desesperada defensa de la pequeña porción de territorio dominada por el gobierno vasco, alrededor de Bilbao. Navarra era un territorio mayoritariamente tradicionalista y carlista, con fuerte presencia de la Iglesia y del Requeté, las milicias carlistas. Cuando los militares se sublevaron en Pamplona el 19 de julio de 1936, apenas encontraron resistencia y Navarra se convirtió en uno de los principales centros de operaciones de los sublevados, aportando miles de voluntarios carlistas y sirviendo de base para la ofensiva hacia Guipúzcoa y el resto del País Vasco, excepto Vitoria y la provincia alavesa que quedaron bajo control franquista al principio de la contienda. A diferencia de Navarra y Álava, Guipúzcoa estaba dominada por fuerzas republicanas y nacionalistas vascas. Sin embargo, los sublevados lanzaron una ofensiva rápida desde Navarra y, a finales de julio de 1936, los rebeldes habían ya tomado Irún, cortando la conexión del País Vasco con Francia. San Sebastián, que estaba en manos republicanas, cayó el 13 de septiembre de 1936.  En octubre de 1936, la República aprobó el Estatuto de Autonomía del País Vasco, o de lo que quedaba de él, y José Antonio Aguirre fue nombrado lehendakari. Mientras tanto, el ejército franquista, con apoyo de la Legión Cóndor alemana y la aviación italiana, inició una gran ofensiva para conquistar el resto de Vizcaya.

En marzo de 1937, las tropas franquistas comenzaron su ofensiva contra Guipúzcoa y el 26 de abril de 1937, la aviación alemana bombardeó Guernica, causando cientos de muertes y destruyendo gran parte de la ciudad. Este ataque, inmortalizado en el cuadro que Picasso pintó para la feria de París, simbolizó la brutalidad de la guerra y tuvo un gran impacto internacional. Bilbao, la última gran ciudad en manos del Gobierno Vasco, cayó el 19 de junio de 1937. Cientos de miles de refugiados salieron al exilio, mientras los gudaris protegían las fabricas y las principales infraestructuras para que los comunistas y anarquistas no las destruyesen. Cientos de presos franquistas fueron puestos en libertad por orden del gobierno vasco y una delegación rindió la ciudad, para evitar un baño de sangre y su destrucción.[26]

Profundizo en las vicisitudes de la guerra en el País Vasco, porque, a mi parecer, es necesario para comprender la diferencia que existe entre lo vivido en Cataluña y lo que ocurrió en el País Vasco. Cataluña resistió durante toda la contienda, en manos de unas mayorías principalmente de izquierdas, obreros y clase media, mientras la burguesía y la Iglesia desertaban a Burgos. En el País Vasco la Iglesia y la burguesía fue, en gran medida, partidaria de la república y defendió su frágil libertad sin éxito. En parte, se comprende la diferencia entre como se desarrollaron el nacionalismo vasco y catalán durante la dictadura, partiendo de estas peculiaridades durante la guerra civil.  Al igual que en Cataluña, Franco abolió la autonomía, la lengua y las instituciones vascas, aplicando una dura represión en el País Vasco.

El régimen franquista basó su concepto de Estado en el totalitarismo de una España sin divisiones, con una fuerte represión que afectó tanto a los derechos humanos y políticos como a las lenguas y costumbres territoriales. La caída del “Cinturón de Acero” en Bilbao el 19 de junio de 1937 supuso, en la práctica, el fin de la guerra en el norte, aunque prosiguió hasta la firma del Pacto de Santoña (24 de agosto de 1937). A partir de ese momento se configuran dos bandos: los “vencedores” (carlistas, conservadores, falangistas, franquistas) y los “vencidos” (nacionalistas vascos, izquierdistas). Las consecuencias fundamentales fueron procesos a los detenidos, fusilamientos, encarcelamientos, exilios y confiscaciones de bienes. La “gran represión” se intensificó tras la finalización de la guerra.

La burguesía vasca no fue monolítica ante Franco. Un sector apoyó al régimen desde el principio, beneficiándose de la política económica franquista. A falta de estudios sobre el tema, que sorprendentemente aún faltan, dejo la relación que el antiguo lehendakari Iñaki Anasagasti hizo en 2007[27]. Otro sector, ligado al nacionalismo vasco, sufrió represión y exilio. Con el tiempo, incluso los sectores más cercanos a Franco buscaron una transición, al ver que el franquismo ya no garantizaba estabilidad. Este proceso explica por qué, tras la muerte de Franco, la burguesía vasca apoyó un modelo democrático con mayor autonomía para Euskadi.

Para finalizar, solamente apuntar que el gobierno vasco optó por emigrar en masa hacia Cataluña, donde se quedaron hasta el fin de la guerra, pasando a Francia junto al gobierno de la Generalitat con Company a la cabeza. Pero, los acontecimientos que vinieron después, la toma de Francia por la Alemania nazi y el advenimiento de Pétain como caudillo del régimen de Vichy, propició la entrega de Company, mientras el lehendakari Agirre logró mantenerse oculto, pasando a Bélgica, donde permaneció más de un año, y de allí a Berlín, donde vivió en la clandestinidad como doctor José Andrés Álvarez Lastra, natural de Panamá, hasta que logró salir de Alemania y allí no terminaron las aventuras. Consiguió reunirse con su familia, su mujer y dos hijos, que llegaron a Berlín desde Bélgica para reunirse con él y de Berlín viajaron a Suecia y desde allí a Nueva York, tras pasar por Uruguay y Argentina. Para lograr esa huida tan espectacular se movilizaron todos los resortes de que disponían los vascos de América latina, a nivel de embajadas y legaciones afines a los nazis[28].  Lluís Companys, sin embargo, detenido por la Gestapo y entregado a las autoridades franquistas, fue fusilado en el castillo de Montjuïc el 15 de octubre de 1940.


[1] https://www.xn--renaixena-x3a.cat/literatura/que-es-la-renaixenca/oda-la-patria-de-bonaventura-carles-aribau/

[2] https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-patria-trobes–0/html/fef29c48-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_1_

[3] Isabel II dejó España acompañada de su hijo, Alfonso en 1868. La armada en Cádiz, liderada por los generales Juan Prim y Francisco Serrano, se alzó contra la reina en septiembre, dando inicio a la revolución. Ante la derrota de sus tropas en la Batalla de Alcolea (28 de septiembre de 1868), Isabel II huyó de Madrid y se refugió en Francia. Se estableció en París, donde fue acogida por Napoleón III. En 1870, abdicó en favor de su hijo, Alfonso XII, con la esperanza de restaurar la monarquía borbónica. Tras su salida, España experimentó un periodo de inestabilidad política, con la búsqueda de un nuevo rey, la proclamación de la Primera República (1873) y el regreso de la monarquía con la Restauración Borbónica en 1874. En 1874, su hijo Alfonso fue proclamado rey, Alfonso XII, tras el golpe de Estado del general Martínez Campos, iniciando la Restauración borbónica.

[4] Madrid se convierte en un concepto, que para catalanes y vascos representa el centralismo pero que no excluye a las élites periféricas, siempre y cuando se adapten a la cultura y prácticas del estado, dominado por élites en su mayoría castellanas.

[5] Hay numerosos ejemplos de esta apuesta por la sociedad civil y la cultura catalana. El Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, diseñado por Lluís Domènech i Montaner e inaugurado en 1930, es un ejemplo del mecenazgo burgués en el ámbito sanitario. Financiado en gran parte por el banquero Pau Gil, el hospital no solo cumplía una función asistencial, sino que también se convirtió en una obra arquitectónica de gran valor artístico. Representa la fusión entre la modernidad médica y el esplendor del Modernismo catalán. Otro ejemplo es el Gran Teatre del Liceu, fundado en 1847, que es una de las instituciones culturales más emblemáticas de Barcelona. Nació como un teatro privado, promovido por la alta burguesía catalana, con el objetivo de rivalizar con los grandes teatros europeos y fortalecer la presencia de la ópera en la ciudad. Durante décadas, el Liceu fue un símbolo del poder y la sofisticación de la burguesía catalana, que utilizaba los palcos del teatro como espacios de exhibición social y política. Este teatro ha sido también la escena de actos políticos de relevancia. Por último, y por no cansar, El Palau de la Música Catalana, construido entre 1905 y 1908 por Domènech i Montaner, que es otra de las muchas joyas del Modernismo, impulsado por la sociedad coral Orfeó Català, que contaba con el respaldo de la burguesía ilustrada. Su construcción simbolizó claramente el compromiso de la clase dirigente con la cultura y con el renacimiento de la identidad catalana a través de la música y las artes.

[6] https://www.marxists.org/archive/marx/works/1854/revolutionary-spain/index.htm

[7] La legislación de reclutamiento permitía quedar exento de la incorporación a filas, consiguiendo que fuera otra persona en su lugar a cambio de dinero, o bien mediante la redención en metálico con el pago de un canon de 6000 reales. Permitidme hacer una nota en una nota. Me recuerda esta situación  al Quijote y aquella seguidilla  que el joven soldado iba cantando: “A la guerra me lleva mi necesidad, si tuviera dineros, no fuera en verdad” https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap24/cap24_02.htm

[8] La de septiembre de 1868 que supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II y el inicio del período denominado Sexenio Democrático.

[9] Cambó, Francesc, El Momento político, Conferencia pronunciada en el local de la Liga Regionalista el día 4 de noviembre de 1909.

[10] https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20190719/47314131353/por-que-la-semana-tragica-de-barcelona.html

[11] Renuncia a ser ascendido a coronel y trasladado a Santoña.

[12] 8 750 000 recaudado en préstamos de catalanes en América.

[13] La Sanjuanada, que intentaba restituir la constitución de 1878, abolida por Primo de Rivera.

[14] No llegaron a la frontera los 150 voluntarios, contando 60 italianos. Se planteaban llegar a Olot y proclamar la república catalana

[15] Este abogado francés, burgués comunista, fue un destacado abogado y político francés, reconocido por su defensa de anarquistas y figuras políticas en la década de 1920. En 1923, logró la absolución de Germaine Berton, acusada del asesinato del líder monárquico Marius Plateau. Ese mismo año, fue expulsado del Partido Comunista Francés debido a su pertenencia al Comité de Defensa Comunista, participando posteriormente en la creación del Partido Comunista Unitario, que más tarde se convertiría en la Unión Socialista-Comunista. En 1924, defendió al anarquista italiano Ernesto Bonomini, acusado del asesinato de Nicola Bonservizi, representante del fascismo italiano en Francia. Aunque se presentó como candidato por la USC en las elecciones legislativas de ese año en Bocas del Ródano, no resultó electo. En 1927, con el apoyo de Louis Lecoin y Sébastien Faure, logró la liberación de los anarquistas Francisco Ascaso Abadía, Buenaventura Durruti y Gregorio Jover. Además, defendió a Samuel Schwartzbard, quien fue absuelto tras el asesinato de Simon Petlioura, a quien consideraba responsable de numerosos pogromos. El juicio a Macià tuvo lugar en enero de 1927. enero de 1927 Durante este período, Torrès se unió a la SFIO y, bajo la presión de militantes de la CGT de Alès, se presentó a las elecciones legislativas de 1928 en Gard. Ese mismo año, defendió al periodista Jacques Landau en su proceso de revisión relacionado con el caso del Bonnet Rouge. Siempre es difícil comparar. Se considera casi poco histórico hacerlo, pero no puedo dejar de pensar que este Torrès me recuerda mucho a Gonzalo Boye.

[16] Lluís Companys colaboró también con muchos artículos en este diario francés.

[17] No es raro que fuese en Cuba, porque la isla tenía una gran tradición de intereses catalanes y entre esos catalanes, los que se quedaron tras la debacle de 1898, la lealtad estaba partida. Había familias como los os Partagás, los Bacardí o los Sardá, estirpes emblemáticas de quienes habían hecho fortuna en la isla y habían establecido negocios cuya opulencia todavía tienen eco en la isla. Muchos abandonaron la antigua colonia después de la guerra y regresaron a Cataluña con el dinero que habían hecho sus familias en el comercio del tabaco, el azúcar y la esclavitud. Muchos de estos impulsaron el movimiento de renovación política y cultural que dio origen al nacionalismo catalán moderno y a fenómenos como el modernismo. Otros, que habían luchado a favor de la revolución, quedaron en la isla y estos fueron los que apoyaron a Macià con logística y dinero. Las habaneras en la Barceloneta y la estelada son recuerdos de la isla perdida y la revolución posible.

[18] ¡A que suena familiar!

[19] El abuelo, le llamaban, porque en 1932 tenía 73 años.

[20] Tras el acuerdo, se inició la redacción del Estatuto de Autonomía, conocido como el Estatuto de Nuria. Este fue aprobado en referéndum por el pueblo catalán el 3 de agosto de 1931 y posteriormente presentado a las Cortes Constituyentes en Madrid y aprobado en septiembre de 1932.

[21] Los hechos tuvieron lugar el 6 de octubre de 1934. Con la entrada de la CEDA en el gobierno de la República. Companys apostó por la ruptura total con la legalidad republicana. Dio un golpe de estado contra el gobierno de Lerroux y proclamó el Estat Català, aunque todavía dentro de la República Federal Española. De esta forma, Cataluña se independizaba de España. Pero esta declaración de independencia duró solo diez horas, porque el gobierno central mandó al general Batet con 500 soldados para reestablecer el orden legal y, aunque la Generalitat disponía de 400 mozos de escuadra y 3 400 escamots,  paramilitares afines al partido Estat Catalá, tuvieron que rendirse. El golpe de estado de Companys se saldó con 73 victimas mortales.

[22] Curiosamente, El Parlament de Catalunya lo presenta simplemente como “político de la Lliga Catalana https://www.parlament.cat/document/intrade/23195411

[23] https://repescantelpassat.cat/la-falsa-ruta/

[24] Sabino Arana, el fundador del nacionalismo vasco, se refería a España como “Maquetenia” o país de los “maketos”, neologismo inventado por él que viene del euskera “makito” que significa majadero, tonto. Arana culpaba a la inmigración de ser la causante de una supuesta degeneración de Vizcaya, siendo Bilbao la ciudad con más inmigración de fuera.

[25] Presidente, jefe del gobierno vasco, Eusko Jaurlaritzako lehendakaria.

[26][26] Tras el fin de la guerra, los que recordaban esta rendición no pudieron aceptar el castigo que se impuso a los gudaris, y está afrenta, forma aún parte del relato abertzale.

[27] https://www.eaj-pnv.eus/documentos-detalle.php?lang=https://www.eaj-pnv.eus/es&idDoc=7093

[28] El propio diario de Agirre es muy revelador en ese sentido. Aquí traducido al alemán: https://agirreinberlin.eus/wp-content/uploads/Edicion-Critica-Diario-Aleman.pdf

Centésimo sexagésimo noveno paseo. España: grandeza, crisis y renovación.

El viernes pasado di una conferencia sobre la historia de España ante un público compuesto por personas mayores, en Folkhögskolan (la Universidad del Pueblo). Esta conferencia formaba parte de un curso sobre la historia de España y se notaba que los señores y señoras que formaban la audiencia habían hecho sus tareas. El título de mi conferencia “Spanien: storhet, kris och förnyelse” (España: grandeza, crisis y renovación) avanzaba que yo pensaba concentrarme en la dinámica de transformación política de la entidad territorial llamada España. Trataré aquí de dar un resumen del contenido de mi conferencia, concentrándome en la visión teórica del proceso de construcción de la entidad territorial y la identidad nacional.

En la formación de cualquier entidad territorial concurren dos procesos, a saber: fuerzas centrípetas, que atraen el poder hacia un centro especifico, contra el cual actúan fuerzas centrifugas que ejercen su ímpetu vaciando el centro (de poder) llevándolo hacia la periferia. Estos procesos son perfectamente distinguibles a través de toda la historia de España.

Las primeras formaciones territoriales de la Península Ibérica surgieron en la Antigüedad, con la interacción de diferentes pueblos y civilizaciones. Tartessos[1] es la primera civilización documentada en la península, alrededor de los siglos IX-VI anteriores a nuestra era, ubicada en el suroeste, en la actual Andalucía y tenía una cultura avanzada, basada en la minería y el comercio con fenicios y griegos. Colonias fenicias, griegas y cartaginesas, que se instalaron durante los siglos IX-III anteriores a nuestra era y que fundaron ciudades como Gadir (Cádiz)[2], Malaka (Málaga) y Emporion (Ampurias), influyendo en el desarrollo cultural y comercial, y dejando profundas huellas culturales.

Los pueblos íberos se asentaron en el este y sur durante los siglos VI-I[3] anteriores a nuestra era, mientras que los celtas ocuparon el noroeste y el interior, aunque aquí hay exageraciones y malentendidos que ya se discutían en la antigüedad.[4] También hubo pueblos celtíberos[5] en la Meseta. ¿Podemos hablar de una identidad celtibera? En parte, sí, porque los pueblos limítrofes los consideraban como pertenecientes a una etnia, como podemos apreciar en lo que Estrabón cuenta de ellos.[6]

Con la conquista romana, la península quedó integrada en el Imperio como Hispania durante seis siglos y medio desde 218 anterior a nuestra era hasta el 476, dividida en provincias como Hispania Citerior y Ulterior, y luego en otras como Bética, Tarraconense y Lusitania. El Imperio Romano logró una integración efectiva de Hispania mediante diversos elementos que aseguraron su control político, económico y cultural. Hispania se organizó en provincias (Bética, Lusitania, Tarraconense, luego Gallaecia y Cartaginense). Se impuso un sistema legal unificado, con instituciones como los municipios y colonias, regulando la vida cotidiana y las relaciones comerciales. A lo largo del tiempo, los hispanos fueron accediendo a la ciudadanía romana, culminando con el Edicto de Caracalla del año 212, que otorgó la ciudadanía a todos los habitantes libres del imperio. La extensa red de calzadas, permitió el comercio, la movilidad militar y la integración de la población. Como ejemplos, tenemos la Vía Augusta y la Vía de la Plata. También se fundaron y desarrollaron centros urbanos como Tarraco, Emerita Augusta y Corduba, que actuaron como núcleos administrativos y económicos. Acueductos, teatros, puentes, foros y templos consolidaron la romanización.

Durante la era romana, la producción de trigo, aceite de oliva y vino, abastecía las necesidades del imperio en un mercado que podíamos llamar común si no global, con la perspectiva de aquellos tiempos, un mercado mediterráneo. Participaba también en ese gran mercado romano, la producción de oro, plata, cobre y plomo para su exportación.

El latín se convirtió en la lengua común, desplazando lenguas indígenas y dando origen a las lenguas romances. El culto a los dioses romanos y al emperador reforzó la unidad, y posteriormente el cristianismo se expandió, haciendo de Hispania un importante foco cristiano en el imperio.

Las legiones romanas establecidas en Hispania no solo garantizaban el control, sino que muchos hispanos se incorporaron al ejército, favoreciendo la integración, permitiendo que hispanos alcanzaran altos cargos en el imperio, como entre muchos otros los emperadores Adriano, Trajano y Teodosio y filósofos e intelectuales como Marco Valerio Marcial, Moderato de Gades, Calcidio, Quintiliano, Lucano, Prisciliano y, sobre todo, Séneca.

Pero, en realidad, la unificación del territorio llamado Hispania no llegó hasta el establecimiento del reino visigodo, a partir del siglo V. Tras la caída de Roma, los visigodos establecieron un reino unificado con capital en Toledo, creando la primera entidad política unificada en la península. Los visigodos llegaron a la península como federados del Imperio Romano, establecidos en la Galia (Tolosa) con la misión de contener a otros pueblos germánicos. Sin embargo, tras la derrota frente a los francos en la batalla de Vouillé en el 507, se replegaron hacia Hispania, donde consolidaron su dominio, aunque tardaron hasta el 624 para lograr reunificar territorialmente la Hispania romana. El primer paso de los visigodos para reunificar el territorio fue derrotar a los suevos en 585 , que habían establecido un reino en el noroeste peninsular. El segundo paso fue expulsar a los bizantinos que habían ocupado en suroeste, algo que ocurrió el año 624 de nuestra era. Quedaba así consolidada la unificación territorial visigoda, con un centro permanente establecido por Atanagildo durante su reinado 554-567 en Toledo. Anteriormente, los visigodos se habían visto obligados a gobernar desde diferentes ciudades, como Barcelona o Sevilla y una corte parcialmente itinerante. Leovigildo fortaleció el reino durante su reinado (568-586) y reforzó Toledo como el núcleo político y administrativo del reino visigodo. Me viene a la cabeza la lista de los reyes godos, aprendida a memoria como las tablas de multiplicar. Mi primer profesor de historia en la universidad de Lund, Lars-Arne Norborg, me contaba, que él también había sido obligado a aprender de memoria esa lista, porque esa lista de 33, 34[7] si contamos a Rodrigo, que perdió el reino sin apenas llegar a reinar.  reyes visigodos era un tópico de la pedagogía reinante en Suecia en los años 30 y 40 y en España hasta mucho más tarde, que premiaba la capacidad memorística de los estudiantes. Hay que decir también que el interés sueco en la lista de reyes visigodos se debe a que sus orígenes se consideran haber estado aquí, en el sur de Escandinavia. Algo que puede considerarse altamente unificador es el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo de 654, promulgado bajo el rey Recesvinto, un código de leyes que unificó el derecho visigodo e hispanorromano. Antes de su promulgación, cada grupo tenía su propio sistema legal, lo que dificultaba la integración.

En realidad, esta unidad duró poco, ya que, tras la invasión musulmana, se estableció una nueva entidad política, cultural y religiosa que conocemos como el Al-Andalus, emirato dependiente de Damasco (711-756), luego un emirato independiente (756-929) y finalmente el Califato de Córdoba (929-1031). Posteriormente, el territorio se fragmentó en los reinos de taifas. Durante casi 800 años, la península quedó fragmentada en múltiples entidades territoriales, cristianas o musulmanas, pero con un tejido social muy parecido. Los cristianos de la península ibérica que, tras la conquista musulmana, continuaron practicando su religión, y por tanto, pagaban impuestos, adoptaron muchos aspectos de la cultura islámica, como la lengua árabe, la vestimenta y las costumbres. Los cristianos que decidieron adoptar la religión musulmana como propia quedaron exentos de impuestos, excepto el Zakat, que es uno de los cinco pilares del islam y consiste en una contribución obligatoria que los musulmanes con suficiente riqueza deben dar a los necesitados. Generalmente, se calcula como el 2.5% de los ahorros anuales y se destina a ayudar a los pobres, huérfanos, personas endeudadas y otras causas benéficas establecidas en el Corán. Los musulmanes pagaban menos impuestos que los cristianos, pero estos eran libres de seguir practicando su religión viviendo bajo dominio musulmán y tenían un estatus especial como dhimmíes (no musulmanes protegidos), lo que les permitía seguir con su fe a cambio del pago de un impuesto especial, la yizia que equivalía aproximadamente a un dinar de oro que representa 4,25 g de oro al año para personas de ingresos medios, y hasta cuatro dinares para los más acomodados. Con el tiempo, algunos mozárabes emigraron a los reinos cristianos del norte, llevando consigo influencias culturales andalusíes.

Bajo el dominio musulmán, los judíos, igual que los cristianos, fueron considerados dhimmíes, es decir, no musulmanes protegidos, a cambio de pagar la yizia. Durante los periodos de tolerancia, especialmente bajo los omeyas (siglo X), los judíos prosperaron en lo que se conoce como la Edad de Oro del judaísmo en España. Destacando figuras como Maimónides, conocido filósofo y médico. Los judíos participaron en la traducción de textos grecolatinos y árabes al hebreo y al latín y contribuyeron de esa manera a la transmisión del saber en Europa. Tambien fueron banqueros y artesanos.

De esta amalgama de culturas surgió la base de lo que más tarde constituiría la etnia española. Al menos para mí, está muy claro que el primer foco de esa etnia naciente fue la ciudad de Toledo. Tras la conquista de Toledo en 1085 por Alfonso VI, la ciudad se convirtió en un centro de convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos. Gracias a esto, se conservaban y producían en Toledo numerosos textos en árabe y hebreo que contenían conocimientos griegos, persas e indios sobre medicina, astronomía, matemáticas, filosofía y teología, que desde allí pasaban a las universidades de toda Europa. Es en Toledo donde el termino mozárabe se utilizaba para referirse a la lengua mozárabe, un conjunto de dialectos románicos con influencias árabes, y al rito mozárabe, una forma de liturgia cristiana que se conservó en algunas regiones, especialmente en Toledo.

La escuela de traductores de Toledo pasó por distintas etapas. En la primera, impulsada por el arzobispo Raimundo de Toledo, entre los años 1125-1152, era el latín la lengua de traducción. En esa primera etapa, se traducían textos árabes al latín con la ayuda de judíos y mozárabes, que los interpretaban en romance. Entre los más destacados traductores se encontraban Domingo Gundisalvo y el judío Juan Hispano, que tradujeron a Aristóteles, Avicena y Averroes. Gerardo de Cremona, el más prolífico, tradujo más de 70 obras, incluyendo el Almagesto de Ptolomeo.

En la segunda etapa se empieza a usar el castellano como lengua de traducción y lengua científica, sobre todo bajo el reinado de Alfonso X el Sabio 1252-1284, se tradujeron textos directamente del árabe al castellano y luego al latín, haciendo accesible el conocimiento a un público más amplio. Libros de astronomía, como las Tablas Alfonsíes, textos de medicina de Hipócrates y Galeno, traducciones de textos jurídicos y filosóficos de la tradición grecoárabe. Este crisol cultural transmitió el conocimiento grecolatino y árabe a Europa y fue clave en el Renacimiento del siglo XII y en la Revolución Científica, cosa que los historiadores europeos suelen olvidar, porque sin las traducciones de Toledo, las universidades medievales como las de París, Bolonia y Oxford serían impensables. La escuela de traductores de Toledo fue, por tanto, un puente entre civilizaciones y una de las mayores empresas culturales de la edad media en Europa y, naturalmente, contribuyó a la consolidación del castellano como lengua culta y científica.

En reductos norteños, donde los godos sobrevivientes de la arrolladora invasión árabe buscaron refugio, junto a la población iberorromana, surgió, según conciben muchos historiadores, el espíritu de reconquista que hace referencia a la mentalidad y los valores que motivaron y guiaron el largo proceso de recuperación de la Península Ibérica por parte de los reinos cristianos frente al dominio musulmán, que duró desde el siglo VIII hasta 1492, con la toma de Granada. Un proceso tan dilatado en el tiempo y tan complejo tiene, por necesidad, muchas causas y, por necesidad, se va formando según las diferentes coyunturas políticas y económicas van aconteciendo.

La Reconquista fue vista por muchos como una lucha religiosa, en la que los cristianos consideraban que tenían el deber divino de recuperar los territorios ocupados por los musulmanes, al-Ándalus, y restablecer el reino de Dios en la Península Ibérica. Este sentimiento de «guerra santa» estuvo impulsado por la idea de que la cristianización del territorio que ellos consideraban suyo era una misión divina. A lo largo de la reconquista, los cristianos consideraban que estaban restaurando un orden natural que había sido alterado por la invasión musulmana, un proceso que les otorgaba no solo legitimidad sino también un sentido de justicia histórica. Aunque los reinos cristianos de la península no siempre estuvieron unidos en su lucha, el espíritu de la reconquista también se vinculó con un sentimiento de unidad entre los distintos reinos cristianos, como el Reino de León, Castilla, Aragón y Navarra, especialmente en momentos clave, como las victorias decisivas en las batallas cruciales. La Reconquista también fue una lucha contra el «otro», es decir, contra los musulmanes, pero también contra judíos y otras culturas consideradas ajenas al cristianismo. Esta idea de lucha contra las culturas «infieles» se mantuvo presente a lo largo de los siglos. Además de la religión, la reconquista también estuvo impulsada por intereses políticos y territoriales, ya que los reinos cristianos querían expandir sus dominios y obtener recursos. Las conquistas territoriales que los reinos lograban durante la reconquista también ayudaban a consolidar el poder de la nobleza local.

Durante la reconquista, los territorios recuperados por los cristianos experimentaron simultáneamente movimientos centrípetos y centrífugos, es decir, fuerzas que promovían la unidad y cohesión del territorio, y otras que tendían a la fragmentación y separación. A medida de que iba avanzando la reconquista, los reinos cristianos ampliaban su territorio, y apartir del siglo XIII, los monarcas fortalecieron su autoridad sobre la nobleza y el clero controlando el territorio por medio de la administración real. Los reyes otorgaban fueros y cartas de población a las ciudades conquistadas para atraer repobladores cristianos, consolidando la estructura política y administrativa del reino. Las unificaciones dinásticas entre casas reales promovieron la integración de reinos, como la unión de Castilla y León en el siglo XIII y, finalmente, la de Castilla y Aragón con los Reyes Católicos en 1469.

La iglesia católica actuó como unificador ideológico, proporcionando legitimidad a los reyes y fomentando una identidad cristiana común. Órdenes militares como los templarios, hospitalarios y las órdenes hispánicas (Santiago, Calatrava, Alcántara) fueron también clave en la conquista y organización de los nuevos territorios.

Sin embargo, y en paralelo, también existieron fuerzas centrifugas que favorecieron la división y fragmentación territorial. Principalmente, toda ocupación territorial, tenía como fin asegurar los recursos económicos de la nobleza, al menos hasta el momento en que los soberanos dejaron de depender de esta para la organización de su defensa. Los diferentes reinos cristianos concurrían entre sí por el territorio, aunque compartían el objetivo común de la reconquista, los reinos cristianos Castilla, León, Aragón, Navarra y Portugal entraron en numerosos conflictos entre sí por la posesión de tierras conquistadas, que no pocas veces, les llevaba a formar alianzas con reinos musulmanes de taifas. La reconquista no fue, por tanto, un proceso lineal de expansión cristiana, sino un fenómeno complejo donde coexistieron tendencias hacia la unidad y centralización (movimientos centrípetos) y fuerzas que promovían la fragmentación y la autonomía (movimientos centrífugos). Finalmente, los Reyes Católicos lograron unificar políticamente la península en 1492, algo que se completó en 1512 con la conquista de Navarra, aunque persistieron elementos de descentralización, como los fueros en los distintos reinos.

A partir de 1512, dejando aparte la anexión de Portugal en la Unión Ibérica 1580-1640, y la definitiva perdida del norte de Cataluña, el Rosellón y parte de la Cerdaña, tras el tratado de los Pirineos en 1659, y la pérdida de Gibraltar y Menorca (esta última recuperada en 1802) por el tratado de Utrecht en 1713, el territorio la España peninsular quedaba consolidado. Y es importante constatar que, esta entidad territorial es única en Europa y en el mundo, por su antigüedad, aún si la comparamos con Francia o Suecia, cuya centralización, bajo una monarquía quedó sellada, al menos en un núcleo central más o menos al mismo tiempo que España.[8]Pero esta unidad territorial bajo una monarquía no ha dejado de estar expuesta a movimientos centrífugos, que de continuo han querido apartar porciones de esta unidad territorial, por distintas razones y con gran variedad de actores, movidos, claro está, por intereses propios. Si vemos el territorio peninsular de España como un mosaico en el que encajan diferentes piezas, ha habido una de esas piezas que no ha llegado a encajar perfectamente. Esa pieza es Cataluña.

Para comprender ese desajuste, debemos en primer lugar constatar que es lo que llamamos Cataluña. Remontándonos a la era romana, el territorio que hoy se denomina como Cataluña, se hallaba inserto dentro la provincia romana de Tarraconensis. la más extensa de las tres provincias en las que el emperador Augusto dividió Hispania a finales del siglo I anterior a nuestra era. Su territorio abarcaba más de dos tercios de la península ibérica, desde el norte hasta el centro y el este, con toda la actual Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y gran parte de Castilla y León en el norte, toda la franja mediterránea desde los Pirineos hasta el río Júcar, incluyendo Cataluña, Comunidad Valenciana y parte de Murcia en el este, y gran parte de la Meseta Norte y Meseta Sur, la mayor parte de Castilla y León, Madrid y Castilla-La Mancha en el centro.

Los historiadores catalanes suelen exponer que, aunque Cataluña estaba inmersa en ese gran territorio llamado Tarraconensis, existía un poso étnico anterior a la romanización, que constituía la base de una cierta diferenciación. Estos pueblos eran parte de la cultura ibérica que se desarrolló en la costa oriental de la península ibérica entre los siglos VI y I anteriores a nuestra era. Entre estos pueblos se distinguían los indigetes que habitaban la actual provincia de Girona, especialmente en la costa. Sus principales asentamientos eran Ullastret y Castell de Palamós. Los laietanos ocupaban la zona de la actual Barcelona y su entorno, entre los ríos Llobregat y Tordera. Su ciudad más importante fue Barkeno la futura Barcino y actual Barcelona. Los ceretanos se establecían en el Pirineo catalán, en la zona de la Cerdanya, mientras los ausetanos se ubicaban en el interior, en la actual provincia de Barcelona, especialmente en la zona de Vic, siendo su principal ciudad fortificada Ausona. Los bergistanos vivían en las montañas del Berguedà, al norte de la provincia de Barcelona y, finalmente los ilergetes, que tenían su principal territorio en Lleida y Aragón, también controlaban parte de la Cataluña occidental. Hasta aquí, la historia de Cataluña es comparable a la historia de cualquier trozo de ese mosaico de pueblos en diversas capas que muestra toda la península. Pueblo sobre pueblo, cultura sobre cultura.

En el año 415, los visigodos, liderados por el rey Walia, entraron en la península ibérica enviados por el imperio romano para luchar contra los vándalos, suevos y alanos. Se establecieron temporalmente en la Tarraconense, incluyendo la actual Cataluña.Tras cumplir su misión, se trasladaron a la Galia, donde fundaron el Reino de Tolosa (Toulouse) en el sur de Francia. En 507, tras la derrota de los visigodos ante los francos en la batalla de Vouillé, el Reino Visigodo perdió la Galia y trasladó su capital a Hispania. Cataluña se convirtió en una región clave del Reino Visigodo con Tarraco como uno de sus principales centros políticos y religiosos.

A partir de la invasión musulmana de la península, godos y francos, unidos en el esfuerzo de resistir en sus territorios peninsulares, se afianzan en la defensa de las regiones montañosas del norte. Godos en el norte de la península y francos en el este. Desde el 732, cuando Carlos Martell paró el avance musulmán por la Galia, nobles godos comienzan a hacerse fuertes en sus regiones. En el este de la península, en el año 801, el ejército franco, dirigido por Ludovico Pío, hijo de Carlomagno, conquistó Barcelona, consolidando la Marca Hispánica, con el rio Llobregat como frontera sur, lo que no fue obstáculo para que el caudillo musulmán Almanzor saqueara Barcelona el 985. Para asegurar la defensa de la Marca se formaron los condados de Barcelona, Gerona, Urgel, Rosellón y Cerdeña. Inicialmente, los condes eran designados por los francos, pero con el tiempo, las familias locales tomaron el control. En 988, el conde Borrell II de Barcelona, según una tradición discutible, dejó de prestar vasallaje a los reyes francos, lo que en principio marcaría el inicio de la independencia de los condados catalanes. A partir de este momento, el Condado de Barcelona emergió como la entidad más poderosa y la base de la futura Cataluña medieval.

Pero esa unidad territorial, supuestamente independiente, tuvo una vida muy corta, pues en 1137, la unión del Condado de Barcelona con el Reino de Aragón dio origen a la Corona de Aragón, marcando el fin definitivo de la Marca Hispánica como entidad política. Aquí comienza un relato histórico que nos sirve a unos para demostrar que Cataluña formó parte integral de la dinámica de construcción de una identidad española, formando parte del reino de Aragón, uno de los pilares de la identidad hispana, mientras que otros apuntan, con idéntica razón que Cataluña se concentra en una expansión mediterránea, que la lleva a conquistar tierras tan lejanas como Cerdeña o Atenas.

Y es en un texto italiano, un poema, Liber maiolichinus de gestis pisanorum illustribus[9] que el propio topónimo como tal se encuentra por primera vez en forma escrita hacia 1117​. El texto describe las gestas que los pisanos realizan junto con los catalanes para conquistar Mallorca. En este texto se nombra al conde Ramón Berenguer III como Dux Catalanensis, Rector Catalanicus hostes, Catalanicus heros, Christicolas Catalanensesque y se nombra Catalania. En catalán no aparece el topónimo hasta la primera mitad del siglo XIV (1343) en el Llibre dels fets o feyts[10] de Jaime I el Conquistador.

Participaban sin duda los habitantes de los condados catalanes en la reconquista. Por su parte, participaban en la reconquista de las Baleares y el litoral levantino, pero también en operaciones conjuntas en la meseta. En el siglo XIX, con el surgimiento del nacionalismo catalán o catalanismo, se consideraron las peculiaridades de la región como un hecho diferenciador (fet diferencial) que en sí justificaría el derecho a formar una nación con unas estructuras de estado aparte de las demás regiones de España. En realidad, hasta el siglo XVII, Cataluña pasaría por las mismas vicisitudes que el resto de las regiones Españolas. La catalanidad de la dinastía aragonés quedó extinguida con la muerte de Martí el humano.

La Casa de Barcelona, de origen catalán, había gobernado el Reino de Aragón desde el siglo XII. El último rey de esta dinastía fue Martín I el Humano, que reinó entre 1396 y1410 y murió sin descendencia legítima. La falta de un heredero provocó una crisis sucesoria que se resolvió con el Compromiso de Caspe en 1412, donde se eligió como rey a Fernando de Antequera, de la Casa de Trastámara. Jaime de Urgel, de la dinastía barcelonesa Berenguer, que había gobernado Catalunya durante siete siglos y Aragón durante tres, se sublevó en la primavera de 1413, con apoyo en Lérida y Balaguer, se levantó contra Fernando I, pero no pudo conseguir su propósito y se rendíó el 31 de octubre de 1413 a las tropas de Fernando de Trastámara, el nuevo rey de la corona catalano-aragonesa surgido de la asamblea compromisaria de Caspe en 1412. Jaime de Urgel y sus partidarios se habían sublevado contra lo que consideraban la imposición de la dinastía Trastamara, sublevación que no tuvo éxito porque el resto de Cataluña y los aliados ingleses no respondieron a la llamada de Urgell. Aragón siguió siendo independiente, pero la corona pasó a una dinastía castellana, que al fin resultó en una unión dinástica con Castilla en 1479, con los Reyes Católicos Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla.

Estas uniones dinásticas estaban en la línea de la política general europea de aquellos tiempos y las podemos contemplar en toda Europa. Castilla fue la región que aglutinó los reinos de la península ibérica en el siglo XIV debido a una combinación de factores geopolíticos, económicos, militares y dinásticos. Castilla era el reino más extenso de la península desde el siglo XIII, tras la conquista de la mayor parte de Al-Ándalus en las campañas de Fernando III y Alfonso X, cuyos largos reinados se extendieron 54 años desde 1230 hasta 1284. Castilla tenía una población más numerosa que los otros reinos peninsulares y contaba con ciudades florecientes como Burgos, Valladolid, Toledo y Sevilla, que eran centros comerciales y administrativos clave.

Además, contaba yo en mi conferencia, que su bienestar se debía en gran parte a la oveja merina. Se cree que la oveja merina tiene su origen en Al-Ándalus, fruto de cruces entre ovejas norteafricanas y razas locales peninsulares. Durante el dominio musulmán, la ganadería ovina se perfeccionó con técnicas avanzadas de cría y pastoreo y la lana merina comenzó a destacar por su finura y calidad, superior a la de otras razas europeas. La corona de Castilla heredó el conocimiento andalusí sobre la cría de merinas y con la Mesta, una poderosa organización de pastores fundada por Alfonso X en 1273, se reguló el traslado estacional de los rebaños, la trashumancia, lo que permitió la manutención y mejora genética de la raza. Durante los siglos XIV y XV, Castilla se convirtió en el principal productor de lana de Europa, con mercados clave en Flandes, Inglaterra e Italia.

La lana merina se convirtió en un recurso estratégico para la economía castellana y su protección era tan estricta que la exportación de ovejas merinas vivas estaba prohibida bajo pena de muerte, para mantener el monopolio. Los Reyes Católicos y Carlos I protegieron la industria lanera, que generaba enormes ingresos para la Corona. No fue hasta el reinado de Carlos III (1759-1788), cuando se permitió la exportación controlada de merinas, y su establecimiento en Francia, Alemania y Suecia.

A partir de1808, las tropas de Napoleón invadieron España. En el caos de la guerra, muchos rebaños merinos fueron saqueados y vendidos en el extranjero. Francia se llevó un gran número de ovejas a sus territorios, y a través de ellos, Inglaterra también logró algunas. Mas tarde, la oveja merina llegó a Australia, Sudamérica y Estados Unidos, donde se adaptó con éxito y se convirtió en la base de la industria lanera global. En España, la importancia de la lana merina decayó con la industrialización textil y la competencia de otras economías.

Coinciden la decadencia de la industria lanera y la debilitación del proceso centrípeto ejercido por Castilla. La capitalidad de Madrid, surgida de una orden real de Felipe II, que convirtió un insignificante pueblo mesetario en el centro del imperio, no logró del todo revertir la ralentización, aunque consiguió debilitar los procesos centrífugos que comenzaban a surgir y que competían con Madrid. Cuando Felipe II convirtió Madrid en la capital de su imperio en 1561, rompió con la tradición de las cortes itinerantes y eligió una ciudad teniendo en cuenta varios factores estratégicos, geográficos, políticos y administrativos. Su posición alejada del mar y de las fronteras, en un cruce de caminos, con acceso rápido a Castilla, Aragón y Andalucía, convertía a Madrid, a los ojos de Felipe II, en el lugar más apropiado.

No pertenecía a ningún señorío ni arzobispado importante, y esto garantizaba que la autoridad del monarca fuera absoluta. En Toledo, la capital fundada por los godos, dominaba una aristocracia poderosa y la Iglesia, pudiendo dificultar el control del rey. Felipe II quería un centro de gobierno eficiente para administrar su vasto imperio que permitiera la centralización del poder en un solo lugar, reduciendo la burocracia dispersa de las cortes itinerantes.

Esta centralización venía precedida de movimientos centrífugos en Castilla, con la guerra de las Comunidades (1520-1522) y en Valencia y Mallorca, donde sectores populares se rebelaron contra la nobleza y el poder real en las llamadas revueltas de las Germanías (1519-1523), durante los primeros años del gobierno de Carlos I.

Los procesos centrípetos y centrífugos se hacen patentes de una forma muy clara durante la guerra de los treinta años, en la que con la ayuda de Francia, principal competidor europeo en la lucha por la hegemonía, primero Portugal y luego Cataluña en 1640, se alzaron contra Madrid. Portugal, con una nobleza mayormente interesada en sus propias colonias, consiguió cortar los lazos que la unían a España desde 1580 y ganó su independencia, a la vez que la Generalitat de Cataluña se lanzaba a una lucha menos cierta que la portuguesa, en parte por carecer de una defensa monolítica y unificada. En lugar de ganar su independencia, Cataluña perdió sus territorios al norte de los pirineos, entre otros, su segunda ciudad, Perpiñán, que pasó a ser francesa.

Mientras que el estado francés aprendió la lección tras el conjunto de revueltas que ocurrieron en Francia durante la minoría de edad de Luis XIV (1648-1653), y que llevan el nombre de la Fronda, centralizando el estado a expensas de las instituciones regionales, España siguió descentralizada aún después de la pérdida de Portugal y la pacificación de Cataluña. Carente de un centro hegemónico, España se vio de nuevo sumida en el caos durante la guerra de sucesión 1701-1713, cuando una buena parte de la sociedad catalana, con Barcelona como centro, decidió presentar batalla a la dinastía borbónica, alentada por Inglaterra. Con promesas de, llegado el archiduque al poder, ser premiados con la capitalidad de España. La guerra terminó en 1713 cuando el archiduque Carlos de Austria renunció a la corona española, algo que la Generalitat no quiso asumir, continuando la guerra hasta el 11 de septiembre de 1714, fecha que se sigue señalando como la conmemoración de una derrota. Felipe V impuso los Decretos de Nueva Planta, eliminando las instituciones propias de la Corona de Aragón y centralizando el poder en Madrid. Esto acabó con muchos movimientos centrífugos, pero también generó un resentimiento en Cataluña, Valencia y Baleares, que habían apoyado al pretendiente austriaco.

En el siglo XVIII la política de los borbones facilita un proceso centrípeto que hace pensar en una centralización del estado español al estilo francés. La revolución francesa, en sí centralizadora para Francia, resultó altamente fragmentadora para España, sobre todo tras la era napoleónica, tan traumática para España. La Constitución de 1812, la famosa Pepa, intentó crear un Estado centralizado, que se vio abortado por la reacción absolutista y por la nueva corriente política, nacida de las luchas napoleónicas, que conocemos como el nacionalismo.

Las conquistas napoleónicas habían despertado el deseo de las múltiples nacionalidades europeas de formar estados independientes, inspirados en la revolución francesa y las revoluciones burguesas que la siguieron. Inspirados por la Revolución de Julio en Francia (1830), los belgas comenzaron a protestar y exigir autonomía y el 25 de agosto de 1830 durante la ópera «La Muette de Portici» en Bruselas, estalló un motín que rápidamente se convirtió en una insurrección general. Los rebeldes belgas expulsaron al ejército holandés de Bruselas en septiembre y el 4 de octubre de 1830 se proclamó la independencia de Bélgica y se estableció un gobierno provisional. Guillermo I intentó recuperar el control enviando tropas, pero fue derrotado.

El ejemplo belga, se sumaba al movimiento de liberación nacional griego que se desarrolló entre 1821 y 1830, con el objetivo de liberar a Grecia del dominio del Imperio Otomano, que controlaba la región desde el siglo XV. Ambos movimientos inspirarían en España movimientos nacionalistas y foralistas, como el carlismo en el País Vasco, Navarra y Cataluña, el catalanismo y el galleguismo y, más tarde el regionalismo andaluz.

Paradójicamente, estos dos ejemplos de revueltas nacionalistas sucedieron durante el reinado en España de Fernando VII, un lapsus absolutista impuesto por Francia que sumió a España en la más paródica vuelta al obscurantismo medieval.  Tras la derrota de los franceses y la firma del Tratado de Valençay en diciembre de 1813, Napoleón reconoció a Fernando VII como rey legítimo de España. En marzo de 1814, Fernando cruzó la frontera y llegó a Valencia, donde recibió el Manifiesto de los Persas, un documento en el que un grupo de absolutistas le pedía restaurar el Antiguo Régimen, dando marcha atrás en un proceso modernizador iniciado por las cortes de Cádiz. Un golpe militar del coronel Riego en 1820, obligó a Fernando VII a restablecer la Constitución de 1812 limitando el poder del rey, aboliendo privilegios feudales y la Inquisición y se intentó modernizar la economía y la administración, perdidas ya las colonias americanas. En 1823 un ejército francés, denominado los cien mil hijos de San Luis devolvió el poder a Fernando VII, pero, durante el resto de su reinado, finalizado a su muerte en 1833, los movimientos políticos y sociales que formaron el siglo, siguieron su curso, formando el fenómeno que ahora conocemos de las dos Españas.

“Ya hay un español que quiere

vivir y a vivir empieza,

entre una España que muere

y otra España que bosteza.

Españolito que vienes

al mundo, te guarde Dios,

una de las dos Españas

ha de helarte el corazón.»

Decía Antonio Machado, consciente de la brecha insalvable que dividía su país y que llegó a ser aún más profunda, y lo sigue siendo en nuestros días. Por un lado, estaba la España liberal y progresista, que defendía cambios políticos, derechos individuales y el fin de los privilegios. Enfrente estaba la España tradicionalista y conservadora, que buscaba mantener la monarquía absoluta, la Iglesia y el orden tradicional. La línea divisoria era físicamente perceptible en el País Vasco y Cataluña, que quedaron divididas en dos mitades. Los mayores centros urbanos, apoyando a los liberales y por tanto a Isabel II y la monarquía constitucional. En las pequeñas urbes y en el campo, donde la iglesia y la tradición estaban más arraigados, se apoyaba al infante Carlos María Isidro, y su modelo absolutista, que garantizaba la continuidad de las antiguas instituciones, privilegios y fueros. Carlistas y liberales lucharían durante casi medio siglo por controlar España y su lucha perdura aún.

Las guerras carlistas fueron una serie de conflictos civiles en España durante el siglo XIX, originados por la disputa sucesoria entre los partidarios de Isabel II, niña de tres años a la muerte de su padre, y los defensores de su tío, Carlos María Isidro de Borbón, entre los que encontramos la alta nobleza, la Iglesia y las instituciones regionales  Más allá de una simple guerra dinástica, estos enfrentamientos representaron un choque ideológico entre absolutismo y liberalismo, entre oscurantismo y modernidad, marcando profundamente la historia de España. El carlismo contaba con el apoyo del clero medio y bajo, que percibía el liberalismo como el gran enemigo de la religión y de la Iglesia. También encontraba apoyo en una parte del campesinado, que veía amenazadas sus tradiciones y su situación económica por las reformas liberales, más encaminadas hacia el fortalecimiento de la burguesía, mediana y gran propiedad y hacia el fin de las tierras comunales.[11] También fue importante el apoyo de la media y baja nobleza del norte peninsular, que estaba vinculada al Antiguo Régimen, ostentando poderes locales y privilegios forales, frente a la alta nobleza que, con algunas excepciones, se integró sin mayores dificultades en el naciente Estado liberal. Por último, también tuvo el apoyo de los trabajadores manuales y artesanos residentes en pequeños pueblos y núcleos urbanos, afectados por el desmantelamiento gremial.[12]

La primera guerra carlista se escenificó principalmente en el País Vasco y Navarra, y en parte en Cataluña, con isabelinos (liberales) liderados por la regente María Cristina, madre de la pequeña Isabel, y el general Espartero. Los carlistas, comandados por Zumalacárregui en el País Vasco y Navarra. Tras la muerte de Zumalacárregui en el sitio de Bilbao y muchas vicisitudes, que terminaron con la derrota carlista, se llegó a un acuerdo entre Espartero y el general carlista Maroto en 1839, que mandaba a Carlos María Isidro al exilio. Para poner fin a la guerra, Espartero y Maroto aceptaron mantener los fueros e integrar a los oficiales y jefes del ejército carlista en la estructura del español, aunque Espartero, una vez en el poder, incumplirá el pacto. Se calcula que en la primera guerra carlista pudieron morir unas doscientas mil personas, aproximadamente. La brutalidad y crueldad de esta contienda, provocó la intervención británica para que se firmara un convenio que regulase la guerra, conocido como el Convenio de Lord Eliot, en honor al diplomático Sir Edward Eliot que lo impulsó. Este acuerdo pretendía el respeto de la vida e integridad de los prisioneros y regulaba el intercambio de los mismos, pero, aun así, la primera guerra carlista fue una guerra muy cruel y muy costosa[13] para toda España, que vio su desarrollo económico paralizado, quedando atrás en un momento en que los países europeos desarrollaban y modernizaban sus economías. Además, miles de personas[14] fueron ejecutadas o murieron en exilio y represión tras la guerra. Fue un conflicto devastador que dejó a España debilitada y dividida. En España, no fueron los ingenieros, los inventores y los capitalistas los héroes, sino los militares, que en continuos pronunciamientos se elevaron como garantes de las políticas de gobierno.

La segunda guerra carlista 1846-1849, que tuvo lugar exclusivamente en Cataluña, y esporádicamente en algunas zonas del Maestrazgo y Navarra, fue más breve y menos costosa que la primera, pero dejó huellas perenes en Cataluña, donde se la conoce como la Guerra dels Matiners (Guerra de los Madrugadores), debido a la rapidez con la que se iniciaban los ataques guerrilleros por la mañana. Las causas de esta segunda guerra carlista hay que buscarlas en la sensación que el campesinado catalán tenía de sufrir lo que ellos consideraban como gran presión fiscal y un aumento del liberalismo centralista. Se consideraba que el sistema foral había sido desmantelado parcialmente tras la primera guerra carlista y el anticlericalismo del gobierno liberal enfurecía a sectores religiosos y conservadores. Aunque la segunda guerra carlista fue un conflicto limitado y regional en comparación con la primera, reflejó el malestar rural y tradicionalista en Cataluña frente a las políticas liberales del gobierno central.

Fuerzas centrifugas y centrípetas siguieron actuando sobre España. Si las guerras carlistas debilitaban el poder del centro, la política internacional trataba de fortalecerlo. En este contexto hay que ver por ejemplo la llamada Guerra de África[15] 1859-1860 y la Guerra del Pacífico 1864-1866. La primera fue exitosa y, al menos dentro de España, se consideraron como un gran logro nacional. La Guerra de Marruecos fue un conflicto entre España y el Sultanato de Marruecos que tuvo lugar entre octubre de 1859 y abril de 1860. Las posesiones de España en el norte de África, Ceuta y Melilla, eran continuamente atacadas por grupos armados marroquíes. En 1859 el gobierno de la Unión Liberal, presidido por su líder el general Leopoldo O’Donnell, presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra, bajo el reinado de Isabel II, firmó un acuerdo diplomático con el sultán de Marruecos que afectaba a las plazas de soberanía española de Melilla, Alhucemas ,Vélez de la Gomera y Ceuta. El Gobierno español decidió realizar obras de fortificación en torno a esta última ciudad, lo que fue considerado por Marruecos como una provocación.

Cuando en agosto de 1859 un grupo de rifeños atacó a un destacamento español que custodiaba las reparaciones en diversos fortines de Ceuta, O’Donnell exigió sin respuesta, al sultán de Marruecos, un castigo ejemplar para los agresores. Se presentaba una oportunidad para España de seguir el ejemplo de otras potencias europeas como Francia y Gran Bretaña, que expandían su poder por África. Esta campaña resultó contar la completa aprobación popular y un buen respaldo político. La guerra contó como era de esperar con el apoyo de Isabel II y de amplios sectores de la sociedad española, que la veían como una oportunidad para demostrar el poderío militar del país.

No hubo problemas para reclutar soldados en Cataluña y Navarra y el general Leopoldo O’Donnell, se puso al mando de un ejército de 38.000 soldados, para personalmente dirigir la ofensiva contra Marruecos. Las fuerzas españolas incluían tropas regulares, voluntarios catalanes y tropas procedentes de Cuba y Filipinas.

En la batalla de Castillejos, bajo el mando del general Prim, las tropas españolas avanzaron con éxito, derrotando a los marroquíes y el 23 de marzo de 1860 en la batalla de Wad-Ras, se aseguró la victoria definitiva de España. Llegando las tropas hasta Tetuán y finalmente a Tánger. Marruecos reconoció la victoria española y firmó la paz. Como compensación, España obtuvo el Sidi Ifni, además de una indemnización de 20 millones de duros, aunque el conflicto costó mucho dinero y la indemnización marroquí no compensó los gastos.

La guerra alimentó el patriotismo español, que nunca, ni antes ni después, estuvo tan al alza. A este efecto centrípeto hay que añadir tres acciones pensadas para vertebrar el estado español y permitir el surgimiento de una nación española. Estas fueron en este orden:

La Guardia Civil, que fue creada el 13 de mayo de 1844 por orden del gobierno del Regente Baldomero Espartero, aunque su desarrollo y consolidación fueron impulsados por el ministro de la Guerra, Ramón María Narváez, durante el reinado de Isabel II. La creación de la Guardia Civil se debía a que, a principios del siglo XIX, España sufría inseguridad y bandolerismo, especialmente en las zonas rurales y en los caminos. Hasta entonces, el orden público dependía de milicias locales y del ejército, lo que era ineficaz. Por ello, se decidió crear un cuerpo de seguridad de ámbito nacional.

Con la Ley General de Ferrocarriles de 1855 el gobierno de Isabel II trató de impulsar la red de ferrocarriles en España que, habiendo comenzado con la línea Mataró-Barcelona, en 1848, solo había llegado a construirse 300 kilómetros hasta la aprobación de la ley, pero que en 1866 pasó a tener una extensión de 5000 kilómetros. Ya en 1844, España había adoptado un ancho de vía de 1.668 mm, distinto del estándar europeo de 1.435 mm., queriendo así asegurar la defensa y seguridad del país.

La primera escuela nacional obligatoria en España se estableció con la Ley Moyano de 1857, que fue la primera gran ley educativa en el país. Antes de la Ley Moyano, la educación en España era muy limitada, con escuelas locales sin una regulación clara y gestionadas principalmente por la Iglesia. La necesidad de modernizar la enseñanza llevó al gobierno de Isabel II a impulsar esta ley.

la peseta, que fue creada como la moneda oficial de España el 19 de octubre de 1868, durante el gobierno provisional que surgió tras la Revolución de 1868, que derrocó a Isabel II. España necesitaba un sistema monetario unificado y moderno, ya que hasta entonces coexistían diversas monedas como reales, escudos y maravedíes.

La Guardia Civil, el ferrocarril, la escuela obligatoria y la peseta, quedaba España preparada para pasar de ser una entidad territorial fragmentada a una unidad nacional de corte francés o sueco. Pero no se contó con un, en sus comienzos, débil movimiento cultural que, llegado el día, se transformaría en movimientos políticos que actuarían con una inusitada fuerza centrífuga, y todo comenzó en Madrid.

Acaba aquí la primera parte de mis elucubraciones sobre la historia de España desde la perspectiva de fuerzas de unión y desunión. Continuará.


[1] https://construyendotarteso.com/en/cancho-roano

[2] https://historia.nationalgeographic.com.es/a/fundacion-cadiz-por-fenicios-primera-ciudad-occidente_6853

[3] Los habitantes de un área comprendiendo la Cataluña francesa (el Rosellón), Cataluña al

sur del Pirineo, una franja de Aragón, más o menos cerrada por el meridiano de Zaragoza, todo el País Valenciano y la región de Murcia (comprendiendo el extremo de la Mancha, que hoy corresponde a la provincia de Albacete. Ver M. Tarradell: «Primeras Culturas». Historia de España. Barcelona , 1980.

[4] «Se llaman celtas a los pueblos que habitan cerca de Massalia, en el interior del país, cerca de los Alpes y a este lado de los Pirineos. A los que están establecidos encima de la Céltica en las partes que se extienden hacia el norte, por toda la costa del Océano bordeando los montes Hercinianos, y a todos los pueblos que se extienden desde allí hasta la Escitia, se les conoce como galos. Sin embargo, los romanos, que incluyen a todos los pueblos bajo una denominación común, los llaman a todos ellos galos. […]» «Habiendo hablado con detenimiento suficiente de los celtas, cambiaremos nuestra narración a los celtíberos, sus vecinos. En otros tiempos estos dos pueblos, los iberos y los celtas, guerreaban entre sí por la posesión de la tierra, pero cuando más tarde arreglaron sus diferencias y se asentaron conjuntamente en la misma, y acordaron matrimonios mixtos entre sí, recibieron la apelación mencionada.» (Diodoro Sículo: Biblioteca Histórica V, 32, 1 y V, 33, 1)

[5] «En efecto, de acuerdo con la opinión de los antiguos griegos, afirmo que, de la misma manera que a los pueblos conocidos de la parte septentrional se les llamaba con una denominación única, escitas –o nómadas, como hace Homero–, y después, al ser también conocidos los de la parte occidental se les llamaba celtas e iberos, o bien, combinadamente celtíberos y celtoescitas, con lo que por ignorancia se agrupaban las diferentes tribus bajo una única denominación, así también todas las regiones meridionales del lado del Océano se llamaban Etiopía.» (Estrabón: Geografía I, 2, 27)

[6] «No muy lejos de Castalon está también la montaña donde dicen que nace el Betis, que llaman Argéntea por las minas de plata que en ella se encuentran. Polibio sostiene que tanto el Anas como aquél nacen en Celtiberia, aunque distan entre sí unos novecientos estadios; porque los celtíberos, que habían acrecentado su territorio, dieron su propio nombre a todo el país vecino.» (Estrabón: Geografía III, 2, 11)

[7] https://www.cervantesvirtual.com/bib/historia/monarquia/visigodos.shtml

[8] Aunque podríamos decir que el territorio que ahora ocupa Francia quedó formado a partir del fin de la guerra de los cien años en 1453, no es hasta el siglo XVII que una dinastía tendría el control absoluto sobre el territorio. Aun así, las fronteras con los territorios alemanes quedaron permeables hasta 1945. En el caso de Suecia, en 1523 se formó la unidad territorial que llamamos Suecia, bajo una dinastía y una ley, aumentada en 1658 a costa de Dinamarca. pero esa unidad territorial quedo rota en 1809, con la perdida de una tercera parte del territorio, la actual Finlandia, que pasó a pertenecer a Rusia.

[9] https://archive.org/details/libermaiolichin00enrigoog/page/n5/mode/2up

[10] https://www.cervantesvirtual.com/obra/cronica-del-rei-en-jacme-manuscrit–0/

[11] El problema de la abolición de las tierras comunales fue también causa de revueltas en Suecia, aunque no llegaron a tener la magnitud que tuvieron en España. Las tierras comunales ofrecían la posibilidad de mantener una agricultura de subsistencia a familias que disponían de poco terreno cultivable y que podían llevar a su ganado a pastar al común y recoger leña etc. La abolición de las tierras comunales y su reparto entre los grandes propietarios obligó a miles de personas a abandonar el campo y nutrir las ciudades con mano de obra barata, una condición para el desarrollo de la revolución industrial.

[12] La liberalización de los oficios es otra de las bases del desarrollo de la revolución industrial, pero, inicialmente, significaba la perdida del monopolio de los gremios y, como consecuencia, la ruina de pequeños artesanos, que se veían a si mismos como víctimas de la competencia desleal de las fábricas.

[13] El estado se vio obligado a aumentar sus ingresos con reformas tributarias y territoriales, como la desamortización de Mendizábal, recursos que se tragaba la guerra y que no mejoraban la vida de los ciudadanos.

[14] Entre 150 000 y 200 000 personas murieron en el campo de batalla, fusilados o de resultas de heridas o enfermedades, y miles salieron al exilio.

[15]

Centésimo sexagésimo octavo paseo. Panta rhei.

Me he pasado la semana caminando sobre la nieve en Noruega. He seguido en parte el camino que Carlos XII de Suecia siguió después de dejar Lund el 11 de junio de 1718, para juntar una fuerza de ocupación que le permitiese atacar Kristiania, la actual Oslo, capital de Noruega, que entonces formaba parte de Dinamarca, la vecina y odiada, la hermana y principal enemiga de Suecia, desde la era vikinga. A Carlos XII no le fue bien la campaña, pues recibió un tiro en la cabeza que le atravesó las sienes, mientras contemplaba el asedio del fuerte Fredriksten, a eso de las nueve y media de la noche, el 30 de noviembre de 1718. El regreso lo hizo en lit de parade, llevado por sus soldados en retirada. Yo regresé en avión, desde un aeropuerto que lleva el nombre significativo de Scandinavian Montains Airport, donde suecos, noruegos y daneses se juntan para repartirse por las montañas y participar en toda clase de deportes de montaña. Todo cambia, panta rhei, todo fluye, como parece que dijo Heráclito, enfatizando que la realidad no es estática, sino que está en permanente transformación, como un rio en que no podemos sumergirnos dos veces, porque el agua ya no es la misma y nosotros tampoco. Todo está en constante cambio.  

Conectado como siempre a la radio, gracias a satélites y demás artilugios que me lo permiten, constato que, en la actualidad, la política global refleja precisamente este principio de cambio constante.

Gobiernos y liderazgos que antes parecían inamovibles están cambiando rápidamente. Ejemplos de ello tenemos en las transiciones políticas en América Latina, las crisis de liderazgo en Europa y los cambios de poder en EE.UU. La polarización y los movimientos sociales han demostrado que ninguna estructura política es completamente estable.

Aunque a muchos parece asombrarles, las ideas políticas no permanecen estáticas. Las demandas por justicia climática, derechos de las minorías y nuevas formas de democracia directa muestran que los sistemas políticos están en constante reconfiguración. La digitalización, de la que yo disfruto ampliamente, ha cambiado radicalmente la manera en que se comunican y se ejercen los procesos políticos. Redes sociales, inteligencia artificial y fake newso “verdades alternativas” han alterado la relación entre el poder y la ciudadanía. Esto refuerza la idea de que no hay un orden fijo, sino una evolución constante, como decía Heráclito, del discurso político y la forma de hacer política.

La guerra en Ucrania, el ascenso de China, los cambios en la OTAN y la reformulación de bloques políticos muestran que la geopolítica es fluida. Viejas alianzas están cambiando, y nuevas potencias emergen en el escenario global. Aunque queramos no podemos cerrar los ojos y pretender que Trump y Musk desaparecerán como si se tratasen de accesorios de una moda antiestética, como la de las hombreras anchas o os zapatos de plataforma, porque no hay un estado definitivo en la política. Cada evento, crisis o cambio de liderazgo es parte de un flujo constante. La estabilidad es solo aparente, y la única constante es el cambio. En este contexto, adaptabilidad y visión de futuro son esenciales para comprender y responder a la evolución política del mundo.

¿Qué es lo que está sucediendo en la política mundial? El discurso de Vance en la cumbre de seguridad de Múnich significa, sin duda, un cambio de ciclo. Aún no sabemos exactamente qué va a venir ahora, pero es evidente que algo ha terminado. En los últimos ochenta años, los Estado Unidos han corrido con la seguridad de Europa, y han permitido que los países europeos invirtiesen sus ganancias en el bienestar social de sus poblaciones, mientras el gran aliado del oeste corría con el gasto militar. En el juego de repartir ganancias, los gobiernos socialdemócratas podían ponerse medallas pronunciando grandilocuentes discursos de igualdad y justicia social. Las ganancias venían del libre comercio, que siempre favorecía los intereses de Europa y su industria, y provenían en gran medida del mercado americano y de la asimetría económica entre el norte y el sur. Lo que sucede ahora es que el mercado americano se blinda y la asimetría norte-sur no lo es tanto y las ganancias de Europa, por tanto, se resienten. Es tiempo de recortes y ahí, los socialdemócratas no están bien preparados para eso.

La mala memoria histórica de muchos medios de comunicación hace que se olvide que, la actitud protectora de los Estados Unidos frente a Europa, se ha debido al propio interés de los americanos de respaldar un mercado necesario para sus intereses, reforzando a la vez la frontera contra un enemigo potente, la antigua Unión Soviética. Eliminada la amenaza que el bloque comunista representaba, es lógico que la mirada de los Estados Unidos se vaya hacia Asia, donde China e India representan ambas amenazas más latentes, pero también posibilidades con más futuro de las que Europa puede hacer. Es más, en esta nueva realidad micropolítica y macroeconómica, Rusia puede muy bien ser vista como una posible aliada de los Estados Unidos, y no solo como una posible amenaza.

La guerra de Ucrania nos muestra este cambio en su total crudeza. Ni que decir tiene que aquí el agresor ha sido Rusia, que esgrime como razón su derecho a no sentirse encerrada entre fuerzas hostiles, considerando que, una Ucrania aliada a la OTAN y/o la UE, sería una amenaza para los intereses rusos. Como respuesta a esa agresión los países limítrofes como Polonia, los Países Bálticos, Finlandia o Rumania y, naturalmente, Suecia, por razones históricas y Noruega por tener frontera directa, se ven obligados a apoyar a Ucrania al menos económicamente, porque ninguno de estos países se atreve a mojarse militarmente, sin estar seguros de que el primo del oeste vendría en su ayuda.

Se olvida fácilmente que los países fronterizos con la antigua Unión Soviética encontraron una formula exitosa para convivir con la potencia comunista, cada uno a su manera. Finlandia con su finlandización, una forma de convivencia que implicaba vivir y dejar vivir, manteniendo su libertad pero declarando una neutralidad sui generis conservando su independencia y su sistema democrático, pero manteniendo una política exterior muy cuidadosa para no provocar a su poderoso vecino, lo que incluía no unirse a la OTAN ni a otros bloques militares occidentales, mantener buenas relaciones con la URSS y aceptar cierta influencia soviética en su política y, naturalmente, evitar acciones que pudieran percibirse como hostiles hacia Moscú.

Por su parte, Suecia mantenía una neutralidad aparente, que la permitía mantener relaciones con todo el mundo y, en ocasiones, actuar como una potencia mediadora, afiliada a los países no alineados, como Yugoslavia o la India. La Rumania de Nicolae Ceaușescu mantenía una propia línea con una postura independiente frente a la Unión Soviética, lo que le permitió, al menos en un principio, ganarse el favor de occidente. La posición de Ucrania desde que el presidente Volodomir Zelensky subió al poder en 2019 ha ido acercándose a la UE, tratando de liberarse del dominio que Rusia ejercía en la economía y la política del país. La relación siempre marcada por la ocupación de Rusia de Crimea y partes de las regiones de Donetsk y Lugansk en 2014.

Vestido con atuendos difusamente militares, el presidente ucraniano ha sabido utilizar los medios de comunicación para realizar campañas paralelas de sensibilización en todo el mundo, asistiendo personalmente o por la red a todas las grandes concentraciones de mandatarios europeos y todos los parlamentos, pidiendo ayuda y dinero para defender la independencia de su país. Hasta el momento, ha conseguido 132 000 millones de euros de la EU y 65 000 dólares de Estados Unidos. Recibiendo además armas de todo tipo y, lo que es imprescindible para mantener la guerra, información de los satélites americanos, que, en todo momento, mantienen a las fuerzas ucranianas informadas de todos los movimientos rusos.

Zelenski, un José Mota ucraniano[1], llegó al poder con un discurso contra la corrupción y con la promesa de mejorar la economía y las relaciones internacionales de Ucrania. Sin embargo, su mandato ha estado marcado principalmente por la invasión a gran escala de Rusia, que comenzó el 24 de febrero de 2022. Desde entonces, Zelensky ha sido una figura clave en la diplomacia internacional, presionando por sanciones contra Rusia y por más ayuda para Ucrania. Tras tres años de guerra, se enfrenta a grandes desafíos internos, como la fatiga de la población por la guerra, la corrupción y la situación económica. Quizás es en ese contexto que ahora está dispuesto a dimitir a cambio de la entrada de su país en la OTAN, o cualquier otra cosa.

Todo cambia, y el final de la historia no llegó, como vaticinaba Fukuyama tres años después de la caída del Muro de Berlín. Según él, el planeta se convertiría en un mercado único globalizado, acabando con las identidades nacionales, las fronteras y las diferencias culturales. Superado el modelo comunista, la democracia liberal occidental sería la forma definitiva de gobierno. Y regresaron paradójicamente los nacionalismos, y la libertad de mercados, que tan buen resultado había dado a algunos europeos durante mucho tiempo, se puso en entredichos.

Solía yo enseñar a mis estudiantes que, en Estados Unidos, el país más rico del mundo, había en 1980 40 millones de pobres, porque el sistema, no proporcionaba el sueño americano a todos sus ciudadanos, mientras se costeaban guerras y bases por todo el mundo. Pero todo cambia, y ahora una mayoría de americanos quiere que su estado invierta sus recursos en bien de su propio pueblo. Llamemos como queramos a esta nueva forma de concebir los deberes de un estado, pero no deberíamos tildarlo de antidemocrático. Si el pueblo ejerce su derecho al voto, hay que aceptarlo, aunque vaya en contra de nuestras preferencias políticas. Hay que aceptar a Zelensky y, de la misma manera, hay que aceptar a Trump, aunque no comulguemos con su política.

Tres años cumple hoy esa guerra, que comenzó como una expedición de castigo rusa a la díscola Ucrania y que se convirtió en un pulso entre el viejo occidente y Rusia, un pulso en el que pronto se hizo patente que estamos en un nuevo mundo en que China e India reclaman su derecho al poder político y económico del que antes gozaba occidente, liderado por Estados Unidos. Los que hemos leído la gran obra de Edward Gibbon, The History of the Decline and Fall of the Roman Empire, obra escrita en seis volúmenes curiosamente entre 1776 y 1789, entre la declaración de independencia de los Estados Unidos y el comienzo de la revolución francesa, sabemos que los imperios no perduran eternamente porque están  expuestos a un ciclo vital que conlleva, como todos los entes vivos, un nacimiento, un desarrollo y un paulatino deterioro que inevitablemente conduce a su ciada o muerte. En este deterioro entra la corrupción y la decadencia moral. Con el paso del tiempo, muchas élites imperiales se vuelven más interesadas en su propio bienestar que en el del imperio. Esto lleva a una administración ineficiente y al debilitamiento de las instituciones, su administración se vuelve más compleja y costosa, lo que puede hacer que colapsen bajo su propio peso. Me parece que se lo hemos oído a Musk ¿verdad? Cuando la riqueza se concentra en pocas manos y las clases bajas sufren, aumentan las revueltas y la inestabilidad interna. Me parece que se lo he oído a Trump ¿no es así? Y es que estos dos señores se han leído también a Gibbon, pero parece que no se dan cuenta que ellos mismos, como parte de esa élite, son parte del problema.

No estoy diciendo que dejemos que los acontecimientos ocurran como tengan que ocurrir. Yo no soy determinista, pero me gustaría que la gente tuviera más conciencia histórica. A los que dicen que deberíamos gastar más en defensa, les digo que traten de memorizar lo que ocurrió en 1870, 1914, 1939, tras periodos de mucho gasto en defensa y armamento exagerado por parte de todos: terminó en guerras, matanzas, genocidios. El armamento es una mala receta que solo sirve para que las industrias del ramo se hagan ricas y unas cuantas familias. Nadie ha conseguido la paz armándose hasta los dientes, porque las armas, si se tienen, se emplean tarde o temprano.

La filosofía de Heráclito nos ayuda a entender que no hay un estado definitivo en la política. Cada evento, crisis o cambio de liderazgo es parte de un flujo constante. La estabilidad es solo aparente, y la única constante es el cambio. En este contexto, adaptabilidad y visión de futuro son esenciales para comprender y responder a la evolución política del mundo. Las ideas políticas no permanecen estáticas. Las demandas por justicia climática, derechos de las minorías y nuevas formas de democracia directa muestran que los sistemas políticos están en constante reconfiguración. En muchos países, vemos el auge del populismo, pero también un resurgimiento del liberalismo y de nuevas formas de socialdemocracia, lo que demuestra que las corrientes políticas son dinámicas. Como todo cambia, contribuyamos nosotros a un cambio para mejor con nuestro trabajo, hasta construir un mundo más justo y más libre.


[1] La comparación no es baladí.  A finales de los años 90, Zelenski se hizo famoso como líder del grupo de comedia Kvartal 95, que participaba en el programa ruso KVN, un famoso concurso de humor en la ex URSS.

Luego, convirtió Kvartal 95 en una exitosa productora de televisión y cine y protagonizó varias películas de comedia romántica populares en Ucrania y Rusia, como 8 primeras citas (2012). En 2015, Zelenski protagonizó la serie Servant of the People (Слуга народу), donde interpretaba a un profesor de historia que se volvía presidente tras volverse viral con un discurso contra la corrupción. La serie fue un éxito rotundo y le dio una imagen de líder honesto y cercano al pueblo. En 2018, Zelenski sorprendió al anunciar su candidatura presidencial con el partido Servant of the People, que llevaba el mismo nombre de su serie. Con una campaña poco convencional, basada en redes sociales y evitando los debates tradicionales. Gracias a su imagen de «outsider» y su discurso anticorrupción, ganó con el 73% de los votos en 2019. De esta manera, pasó de interpretar a un presidente en la televisión a convertirse en el líder real de Ucrania en uno de los momentos más difíciles de su historia.

Centésimo sexagésimo séptimo paseo. Paseando con Newton.

Salgo a pasear con la cabeza llena de noticias, que estos días parecen agolparse en los periódicos y todos los medios de comunicación que consulto por las mañanas. Las noticias son tantas y tan preocupantes que parece mismamente que estamos llegando al fin del mundo. En mi paseo, no veo signos de nada preocupante, al menos a simple vista. ¿Deberíamos quizás tomar mas en serio las profecías alarmistas? Si nuestra respuesta fuera afirmativa, ¿qué podríamos hacer como individuos para evitar la catástrofe?

Mi viene a la memoria un viaje en coche desde la ciudad polaca de Bydgoszcz hasta Lund. Fue al final de un largo viaje que me llevó en primer lugar desde Lund a París a una conferencia, para seguir hasta Barcelona, donde pasé algunas semanas penetrando el Archivo de la Corona de Aragón. Estando allí recibí una propuesta para presentar una ponencia sobre los microestados en Polonia, en la ciudad de Bydgoszcz y hasta allí me encaminé, viajero incansable en aquellos tiempos. Corría el año 1990. La conferencia trataba de las naciones sin estado y en ella participaba un grupo heterogéneo de investigadores, historiadores, sociólogos y etnólogos que trataban de adoptar diversos enfoques para analizar el pasado, presente y futuro de las naciones que carecían de un estado propio.

Juntos tratábamos de comparar casos de naciones sin estado en diferentes regiones y épocas para identificar patrones comunes, e investigar cómo se han construido y transmitido las identidades nacionales sin un estado propio. En Polonia, los casubios de Casubia,  Kaszëbskô en polaco, son los descendientes directos de la antigua tribu eslava de los pomeranios, hoy día ubicados principalmente en el voivodato polaco de Gdańsk y sus alrededores. Estaban representados, además de los casubios, vascos, flamencos, corsos, galeses, pero, curiosamente, ningún catalán.

No es el lugar de discutir la conferencia en sí, o el propio concepto de “naciones sin estado”, aun menos de meterme en el escurridizo debate sobre la esencia de la nación. Lo que yo quería explicar hoy es otra cosa. Fue en el viaje de vuelta, con un participante sueco, investigador en el centro “Institutet för Framtidsforskning” (Instituto de estudios del futuro), que me acompañaba en el coche hasta Lund, para después seguir su viaje hasta Uppsala. Como os podéis imaginar, el viaje, por carreteras mucho peores que las actuales, nos dio tiempo a discutir a fondo algunas cosas. Yo estaba sobre todo muy interesado en el propio estudio del futuro. ¿Se puede estudiar el futuro? – decía yo, un poco en broma, para ver que contestaba. Y, claro que me dio muchas respuestas, pero aún hoy, no estoy seguro de que el futuro se pueda estudiar.

El Instituto de estudios del futuro (Institutet för Framtidsstudier) existe para analizar y anticipar desafíos sociales, económicos, políticos y ambientales a largo plazo. La razón principal es proporcionar una base de conocimiento que ayude en la toma de decisiones estratégicas y en la formulación de políticas públicas bien informadas. Suecia tiene una cultura política orientada a la sostenibilidad y la planificación del futuro, especialmente en áreas como el bienestar social, la economía y el medio ambiente. El enfoque del instituto es interdisciplinario, integrando perspectivas de la sociología, economía, filosofía y ciencia política.

Yo me preguntaba hace 35 años, y me sigo preguntando hoy, si ha sido posible predecir alguno de los escenarios en que nos encontramos hoy. Estudiando los resultados de sus investigaciones, veo que, desde 1990, el instituto ha abordado temas como el envejecimiento poblacional, la digitalización y el cambio climático, y ha proporcionado análisis que han ayudado a preparar a la sociedad sueca para estos desafíos. Por ejemplo, sus investigaciones sobre el envejecimiento de la población han contribuido al desarrollo de políticas de bienestar social adaptadas a una sociedad con mayor proporción de personas mayores. La prospectiva del instituto se centra en explorar posibles futuros y preparar estrategias para afrontarlos, más que en predecir eventos específicos con certeza. Por lo tanto, el éxito del instituto se mide más por su capacidad para influir en la planificación y la toma de decisiones informadas que por la precisión de predicciones puntuales.

Caminando hoy entre arboles escarchados pienso que hay una gran diferencia entre explorar posibles futuros a partir de datos y predecir resultados específicos. Por eso, hay quien encuadra las actividades de Donald Trump y Elon Musk en una perspectiva escatológica, prediciendo la muerte de la democracia occidental y hasta el fin del mundo. Y, claro está, nada nuevo bajo el sol, esto ya ha ocurrido muchas veces y siempre ha habido alguien que ha querido reconocer antiguas profecías o construir nuevas para explicar lo que parece ser un proceso catastrófico sin retorno.

Ante la estatua de Lineo, junto a la biblioteca municipal, pensó en un “casi” coetáneo suyo, Isaac Newton. Aunque Newton murió 1727, cuando Linné tenía solo 20 años, por cierto, el año en que Lineo comenzó sus estudios en la universidad de Lund, ambos contribuyeron significativamente al desarrollo de la ciencia moderna. Se puede decir que Lineo creció en un mundo influenciado por las ideas de Newton, especialmente en cuanto al enfoque racional y sistemático de la ciencia. Lo que no sabe todo el mundo es que Newton, además de científico era profundamente religioso y, otra de sus facetas era la de dedicar gran parte de su tiempo libre al estudio de la alquimia, la creencia medieval de que los metales podían convertirse en oro. Newton tenía también un gran interés en el ocultismo y en el apocalipsis bíblico.

De hecho, en algunos escritos privados de especulación que probablemente no estaban destinados a ser vistos públicamente, Newton intentó predecir el fin del mundo basándose en su comprensión protestante de la Biblia y en los eventos que la siguieron. En uno de sus intentos, escrito en un fragmento de carta junto a cálculos matemáticos reales, Newton aparentemente hizo referencia al año 2060:

Prop. 1. Los 2300 días proféticos no comenzaron antes del surgimiento del pequeño cuerno del macho cabrío.

2. Esos días no comenzaron después de la destrucción de Jerusalén y el Templo por los romanos en el año 70 d.C.

3. El tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo no comenzaron antes del año 800, cuando comenzó la supremacía de los Papas.

4. No comenzaron después del reinado de Gregorio VII en 1084.

5. Los 1290 días no comenzaron antes del año 842.

6. No comenzaron después del reinado del Papa Gregorio VII en 1084.

7. La diferencia entre los 1290 y 1335 días son partes de las siete semanas.

Por lo tanto, los 2300 años no terminan antes del año 2132 ni después de 2370. El tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo no terminan antes de 2060 ni después de 2344. Los 1290 días no terminan antes de 2090 ni después de 2374.

Newton creía en las visiones apocalípticas de la Biblia, donde ocurriría una batalla de Armagedón entre «Gog y Magog» al final de los tiempos. Probablemente, él mismo fue responsable de hablar sobre el «surgimiento del pequeño cuerno del macho cabrío» y de dejar sus notas por ahí. Sin embargo, cabe señalar que no estaba prediciendo el fin del mundo en 2060, sino más bien el fin de una era. Newton estaba convencido de que Cristo regresaría alrededor de esta fecha y establecería un Reino global de paz:

«Entonces, el tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo son 42 meses o 1260 días o tres años y medio, contando doce meses por año y 30 días por mes como se hacía en el calendario del año primitivo. Y si los días de las bestias de corta vida se consideran como años de reinos de larga duración, el período de 1260 días, si se cuenta desde la conquista completa de los tres reyes en el año 800 d.C., terminará en el año 2060 d.C. Puede terminar más tarde, pero no veo ninguna razón para que termine antes.»

«Menciono esto no para afirmar cuándo será el fin, sino para detener las conjeturas precipitadas de hombres fantasiosos que frecuentemente predicen el momento del fin y, al hacerlo, desacreditan las profecías sagradas cada vez que sus predicciones fallan».

En consecuencia, determinó el año 800 d.C. como la fecha en que formalmente comenzó el abandono de la iglesia, el año en que se fundó el Sacro Imperio Romano. Luego calculó que el mundo se «reiniciaría» 1260 años después de su fundación.

Pensando, pensando, llego a la conclusión de que, aunque no entiendo muy bien las operaciones matemáticas de Isaac Newton, comparto perfectamente su idea de que no estamos ante un fin del mundo, sino ante un cambio de era. Volviendo al Instituto de estudios del futuro, una de las grandes incógnitas de nuestro tiempo es el futuro de la democracia.  El desarrollo político de los últimos treinta años y los problemas ambientales globales a los que se enfrenta actualmente la humanidad nos obligan a plantearnos preguntas sobre el alcance y los límites del gobierno democrático y sus fundamentos de valor. ¿Qué decisiones deben tomarse democráticamente? ¿Su dominio se limita solo a los estados nacionales o debería aplicarse también a estados supranacionales o quizás incluso a nivel global? ¿Puede el gobierno democrático aplicarse a entidades no geográficas como instituciones internacionales y empresas? ¿Pueden los intereses de las generaciones futuras estar mejor representados en el orden democrático actual? La pregunta central que atraviesa todas estas cuestiones es: ¿Quién debería tener derecho a participar en qué procesos de toma de decisiones? Con estas preguntas resonando en mi cabeza, llego a casa dispuesto a escribir la entrada de hoy. Del pasado conocemos algo, del presente muy poco, respecto al futuro, solo tenemos preguntas. Tratemos de entender el presente, analicemos la historia y preparémonos de la mejor manera ante un futuro incierto.

Centésimo sexagésimo sexto paseo. Historias de amor el día de los corazones.

Vengo de dar un paseo de esos que me hacen pensar que somos unos privilegiados. Todos los humanos lo somos, por la sencilla razón de que podemos disfrutar de la belleza y, como no, en un día como hoy, del amor. Y es que creo que el amor es el mayor regalo que ha recibido la humanidad; esa silenciosa promesa de esperanza cuando todo lo demás parece perdido. El amor no conoce fronteras, no siente obstáculos; fluye libremente, como el viento entre los árboles, como el sol sobre el mar.

Es el amor el que hace que nuestro corazón lata un poco más rápido cuando cruzamos la mirada con alguien a quien queremos. Es el que nos sostiene cuando el mundo a nuestro alrededor se desmorona, el que nos une cuando todo lo demás se deshace. En el amor hay perdón, comprensión y consuelo. Nos enseña a ver la belleza en lo roto, a abrazar lo imperfecto y a atrevernos a soñar con algo más grande que nosotros mismos.

Y, cuando parece que todo está dicho y hecho, cuando las palabras han callado y los días se han convertido en recuerdos, es el amor lo que recordamos. Las palabras amables, los abrazos cálidos, las despedidas llenas de lágrimas y los reencuentros radiantes. El amor es eterno, es la vida misma, y sin él estaríamos perdidos. Así que, amigo: aférrate al amor. Cuídalo, protégelo y compártelo. Porque al final, es lo que nos hace humanos, lo que nos recuerda por qué estamos aquí, que es para amar y ser amados.

Un día como hoy es fácil recordar leyendas de amores literarios y otros, más o menos históricos: Isabel de Segura y Diego Martínez de Marcilla, Tristán e Isolda, Cleopatra y Marco Antonio. Desgraciadamente parece como si las historias de amor imposible o trágico sean las que mejor recordamos, cuando el amor es vida y felicidad.

Hoy pase ante la tumba de John Madigan, en el cementerio de Klosterkyrkan, en el centro de Lund. Al pasar junto a la discreta lápida, pensé que aquí tenía el relato del día. Johan Madigan provenía de una familia de circo estadounidense, pero durante la mayor parte de su vida trabajó como artista de circo en Escandinavia. Madigan dirigía junto con su pareja y luego esposa, Laura, su propio circo. Ambos eran jinetes acróbatas. La hijastra de Madigan, Elvira, hija de Laura en su primer matrimonio, alcanzó gran éxito como funambulista. Cuando el Circo Madigan visitó la ciudad de Kristianstad, un tal teniente Sixten Sparre estaba entre el público y se enamoró perdidamente de la joven artista y aquí comienza la historia.

Elvira Madigan, nacida 1867 en Flensburg perteneciente a Schleswig-Holstein, entonces parte de Prusia, era como gran parte de los habitantes de esa región, de etnia danesa. Su nombre de pila era Hedvig Antoinette Isabella Eleonore Jensen en 1867 su padre carnal, también artista de circo, desapareció de su vida muy pronto. Elvira comenzó muy joven a trabajar en el circo de sus padres y se la conocía por su destreza como funambulista. Tenía el equilibrio de una gacela y la gracia de una bailarina, decían los periódicos de la época, y caminaba sobre la cuerda floja con la ligereza de un suspiro. Yo, mirando las fotografías, veo a una chica radiante de salud y fuerza, una verdadera valquiria.

Sixten Sparre nació el 27 de septiembre de 1854 en Malmö, en el seno de una familia noble. Pertenecía a la aristocracia sueca, lo que le otorgó un estatus social elevado desde su nacimiento. Fue criado en un ambiente de privilegio, con acceso a una educación esmerada y a los círculos culturales de la élite. Siguiendo la tradición de su linaje, Sparre siguió la carrera militar. Se alistó en el regimiento de caballería Kronoberg (Kronobergs regemente) y alcanzó el rango de teniente. Era un oficial elegante y de buenos modales, conocido por su buena planta. Sin embargo, a pesar de su posición y rango, nunca destacó como un militar sobresaliente. Su interés en el ejército parecía ser más una obligación social que una verdadera vocación. A el lo que le gustaba era el juego y las juergas, y se dedicó también a la escritura, tanto en forma de poesía como de artículos periodísticos. Publicaba en periódicos locales y era conocido en los círculos literarios por sus versos melancólicos y románticos, llenos de nostalgia y reflexiones sobre el amor y la muerte. Un lado artístico que revela un carácter soñador, en conflicto con las rígidas expectativas de su ocupación y de su clase social.

Sparre se casó muy joven con Luitgard Adlercreutz, una mujer de buena familia, aristócrata como el, y tuvieron dos hijos. Sin embargo, detrás de la fachada de una vida acomodada, Sixten luchaba con graves problemas financieros. Se sabe que había dilapidado gran parte de su fortuna en un estilo de vida extravagante y en deudas de juego. En el momento en que conoció a Elvira, estaba profundamente endeudado y enfrentando una creciente presión económica. Los acreedores le seguían a todas partes.

Sixten conoció a Elvira Madigan cuando asistió a una presentación del Circo Madigan en Kristianstad. Ella era joven, bella y lo cautivó de inmediato. Sixten comenzó a escribirle cartas de amor apasionadas, alimentando una relación epistolar clandestina, haciendola creer que estaba divorciado y económicamente estable, cuando en realidad su vida se desmoronaba. Con el tiempo Elvira se aburrió de la relación por correspondencia e intentó varias veces terminarla. Sin embargo, Sparre se mantuvo firme en su propósito e intentó convencerla de que abandonara a su familia y el circo para casarse con él. Al fin la convenció de huir juntos, dejando él atrás su carrera militar, a su esposa y a sus hijos. Según una carta que la madre de Elvira escribió más tarde al periódico danés Politiken, Sparre habría amenazado con dispararse si Elvira no accedía a sus deseos.

El 28 de mayo de 1889, Elvira abandonó su vida en el circo, cuando este estaba en la ciudad de Sundsvall, y huyó con Sixten. La pareja cruzó Suecia de norte a sur y se trasladó a Dinamarca, alojándose siempre en posadas modestas, presentándose como un matrimonio normal. Pero, como era de esperar, el poco dinero que llevaba Sparre, se agotó rápidamente, y, desesperado y sin opciones, tomó la decisión final. El 19 de julio de 1889, en un claro del bosque Nørreskov en la isla de Tåsinge, Dinamarca, Sixten disparó primero a Elvira y luego se suicidó. Ambos fueron encontrados bajo los árboles, unidos en la muerte. La pistola que usó era su arma de servicio.

La sociedad de la época condenó el acto, viéndolo como un egoísmo despiadado y un escándalo moral. Sin embargo, con el tiempo, su historia fue idealizada como una trágica leyenda romántica. La película sueca Elvira Madigan (1967) consolidó esta versión romántica, aunque alejada de la realidad. Históricamente, Sixten Sparre ha sido visto de maneras contradictorias, dependiendo de los usos y creencias de la sociedad en el momento, a veces como un poeta romántico víctima de sus pasiones, y a veces como un hombre egoísta que destruyó varias vidas, incluida la suya. Lo cierto es que fue un ser complejo, atrapado entre sus sueños y las duras realidades de su tiempo. Hoy se le tildaría de feminicida y el acto sería considerado como violencia de género.

Sparre puede muy bien haberse sentido inspirado por el archiduque austriaco Rodolfo de Habsburgo en el caso Meyerling, el gran escándalo de la época que tuvo lugar en enero del mismo año. Rodolfo era el único hijo varón del emperador Francisco José I y de la emperatriz Isabel de Baviera, conocida popularmente como Sissi. Como heredero del trono, se esperaba que continuara la línea conservadora de su padre, pero Rodolfo era liberal, culto y crítico del autoritarismo del imperio.

Rodolfo tenía 31 años en 1889 y estaba Casado con la princesa Estefanía de Bélgica, aunque el matrimonio era infeliz y distante, y él llevaba una vida marcada por las relaciones amorosas extramaritales, problemas de salud, que según se cree, se debían a que sufría sífilis, y, encima de todo eso, una creciente depresión. Rodolfo conoció a la baronesa María Vetsera, de tan solo 17 años, que provenía de una familia de la baja nobleza. Era joven, bella y se enamoró profundamente del archiduque, con quien mantenía una relación secreta. Se dice de ella que idealizaba el amor romántico hasta el punto de la autodestrucción.

El 30 de enero de 1889, los cuerpos de Rodolfo y María fueron encontrados en Mayerling, el pabellón de caza del archiduque. Ambos habían muerto de disparos, según la versión oficial inicial a causa de un accidente, pero rápidamente se habló de suicidio. Y, siguieron circulando diferentes versiones, entre las que se encontraba el asesinato de ambos por terceros. El imperio austrohúngaro trató de encubrir el escándalo, ya que el suicidio era un estigma social y religioso. Se ordenó destruir cartas y diarios, y la escena del crimen fue manipulada. María fue enterrada en secreto, mientras que Rodolfo recibió un funeral de Estado después de que el Papa emitiera una dispensa especial, justificando que habría actuado en un momento de locura. Este escandalo era bien conocido en todo el mundo y, yo me permito lanzar la hipótesis de que Sparre puede haberse sentido inspirado en los sucesos de Meyerling. Una hipótesis, nacida tras la exhumación de su cadáver en 1954, parece mostrar que ella no recibió ningún balazo, y los documentos que existen en el Vaticano, muestran que solo se disparó una bala, la que mató a Rodolfo. A partir de esos datos, hay un relato sobre si la muerte de María fue debida a un aborto y que Roberto, se suicidó tras la muerte de su amante.

Carta de despedida de Maria von Vetsera a su madre:

“Querida madre,

Por favor, perdóname por lo que he hecho.

No pude resistirme al amor.

De acuerdo con Él, quiero ser enterrada junto a Él en el cementerio de Alland.

Soy más feliz en la muerte que en la vida.”

Fotografía de María von Vetsera

Centésimo sexagésimo quinto paseo. El alto precio de un beso.

Releí ayer tarde unos bellos poemas de Gabriela Mistral y ahora, cuando paseo esta mañana ventosa, me vienen a la mente algunas estrofas, que ella dedica al beso, ese acto tan intimo entre dos personas, ese vínculo emocional y físico:

Hay besos problemáticos que encierran

una clave que nadie ha descifrado,

hay besos que engendran la tragedia

cuantas rosas en broche han deshojado.

Una relación puede cambiar de carácter en un instante, de la amistad al amor apasionado o, del apoyo mutuo y confianza, al odio mas recalcitrante, todo esto en un segundo y todo por un beso. ¿Qué es un beso? Creo que ya habrá algún lector que crea saber a dónde quiero llegar. He leído los periódicos y en casi todos leo sobre un juicio sobre un famoso beso.

Algunos investigadores creen que el beso proviene de un comportamiento instintivo relacionado con la alimentación. En muchas especies de primates, las madres mastican la comida y la pasan boca a boca a sus crías. Además, el beso tiene una función biológica en la selección de pareja. Se ha demostrado que la saliva contiene información sobre la compatibilidad genética, y el beso permite evaluar inconscientemente la idoneidad de una pareja a través del olfato y el gusto.[1]

Hasta ahora se creía que las primeras referencias al beso aparecieron en textos védicos de la India, hace 3500 años, donde se describe el beso como un gesto de afecto, en el relato de un padre besando a su hijo recién nacido tres veces en la frente. En Mesopotamia, los sumerios mencionaban besos en sus textos religiosos. Últimamente, expertos daneses han encontrado esta primera evidencia en textos cuneiformes en tablillas de barro con más de 1000 de anterioridad, pertenecientes a las culturas nacidas entre el Éufrates y el Tigris.[2] En la Grecia clásica, el beso tenía connotaciones tanto afectivas como sociales.

Los romanos distinguían los besos de amor con tres nombres diferentes. Cada beso tenía un significado único según el propósito y las circunstancias. El más común de los tres era el osculum, equivalente al beso de boca cerrada que en inglés se conoce como angel kiss (beso de ángel). El segundo beso se llamaba savium, y proviene del latín suavis, que significa dulce o suave. El savium representaba el beso más íntimo y apasionado que una pareja podía compartir, conocido en tiempos modernos como el beso francés. El tercer beso se llamaba basium, del cual se deriva el término moderno bacio, comúnmente utilizado en el italiano estándar de hoy. Con el tiempo, se convirtió en el término que los romanos usaban para referirse a cualquier tipo de beso, ya fuera para mostrar afecto a sus hijos o para compartir intimidad con su pareja.

De los tres, el osculum era sin duda el más curioso. Este tipo de beso de labios a labios tenía además otra peculiaridad sorprendente, totalmente alejada del romance. En la antigua Roma, una mujer tenía la obligación diaria de besar a su esposo en la boca. Más aún, también estaba obligada a besar a sus parientes varones, así como a los hermanos y primos de su esposo. Esta expectativa estaba dictada por el llamado «ius osculi» o «derecho al beso». Este derecho se remonta, según la leyenda, hasta el mismo Rómulo y continuó hasta el período imperial. Este beso era un acto de control de alcalemia, ya que el aliento de la mujer podía delatar si ella había bebido vino, cosa que les estaba prohibida a toda dama casta.

Como muestra de afecto y como ceremonia social, el beso ha pasado por muchas fases desde la antigüedad a nuestros días, pero, sin lugar a dudas, sigue dando que hablar, sobre todo cuando se trata de besos no deseados o no consentidos, que pueden traer serias consecuencias.

¿Cuál es una pena apropiada por dar un beso no deseado? ¿Una multa, una temporada en la cárcel o, algo aún peor? Un caso muy sonado ocurrió en el Artichoke Public House, un bar de Londres, el 26 de diciembre de 1837.  Caroline Newton le mordió la nariz a un hombre llamado Thomas Saverland después de recibir un beso no deseado. Saverland afirmó ante el juez que Newton le había atacado después de que él hiciera una broma sobre que su hermana era más bonita que ella. Saverland presentó cargos contra ella. Sin embargo, cuando localizaron a Newton, ella afirmó que Saverland había intentado besarla repetidamente y, cuando ella lo rechazó, él se volvió violento. Newton dijo que los dos habían peleado y que le había mordido la nariz en un acto de autodefensa. El jurado absolvió a Newton y el presidente del tribunal que supervisaba el juicio le dijo al jurado:

«Caballeros, mi opinión es que, si un hombre intenta besar a una mujer contra su voluntad, ella tiene todo el derecho de morderle la nariz, si así lo desea.»

Esta declaración, conocida más tarde como la «Ley del Beso», sentó bases legales para castigar el acoso callejero y el asalto en la Inglaterra del siglo XIX y creó un precedente para multar y encarcelar a hombres por «molestar a mujeres» y desató un debate sobre si el «no» realmente significa «no» cuando se trata de besos no deseados.[3]

Hay otros casos de besos con consecuencias, por ejemplo «The Kissing Case» que es uno de esos incidentes en los que un beso, mezclado con prejuicio racial, llevó a una grave injusticia en 1958. Los hechos sucedieron en Monroe, Carolina del Norte, donde James Hanover Thompson, de nueve años, y David Simpson, de siete años, dos niños negros, estaban jugando y se les acercó una niña blanca vecina, quien los besó a ambos en la mejilla.

La niña les contó a sus padres sobre el suceso y, motivados por el prejuicio, denunciaron el incidente como una violación a las autoridades. Thompson y Simpson fueron arrestados, acusados de abuso deshonesto, golpeados y detenidos en la cárcel durante seis días antes de que se les permitiera ver a sus familias. Tras un juicio, fueron sentenciados a permanecer en una escuela reformatoria hasta los 21 años: un castigo extremadamente severo para niños en edad preadolescente.

La noticia de su caso se difundió, y a instancias de Eleanor Roosevelt y la NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color), el gobernador Luther Hodges de Carolina del Norte les otorgó el indulto después de que cumplieran tres meses de reformatorio, que les marcó de por vida. Ni los niños ni sus familias recibieron nunca una disculpa formal por parte del estado.[4]

Después tenemos esos besos que hacen época. El 22 de noviembre de 1968, la serie Star Trek presentó un beso interracial entre el capitán Kirk y la teniente Uhura, interpretados por William Shatner y Nichelle Nichols, respectivamente, que dejó una huella duradera en la cultura estadounidense. Esto ocurrió solo un año después de que la Corte Suprema dictaminara a favor de la legalidad de los matrimonios interraciales en el caso Loving v. Virginia[5], y Star Trek desafió así las normas de representación de la época.

Sin embargo, este beso revolucionario entre el capitán blanco y la teniente negra, casi no ocurre. Los productores temían que algunos espectadores del sur de Estados Unidos podrían protestar por el beso interracial. Por lo tanto, para el episodio, filmaron dos versiones del beso: una fuera de pantalla y otra en pantalla. Nichols recordó que ella y Shatner deliberadamente olvidaron sus líneas para que la cadena tuviera que elegir la toma original en pantalla.

El beso generó revuelo y rompió barreras, pero los ejecutivos nunca recibieron las quejas que esperaban. Nichelle Nichols contó al Archive of American Television que, en lugar de eso, Star Trek recibió la mayor cantidad de cartas de fans que jamás había recibido por un solo episodio, según informó NBC News. Filmado en medio del movimiento por los derechos civiles, este beso interracial, ambientado aproximadamente 300 años en el futuro, “sugería que habría un futuro donde estos problemas no serían tan relevantes”. [6]

Entre los besos más conocidos, está el beso fraternal socialista, y el más famoso de todos estos besos fraternales tuvo lugar el 4 de octubre de 1979, cuando el secretario general de la República Democrática Alemana, Erich Honecker, y el líder soviético Leonid Brezhnev se reunieron para celebrar el 30 aniversario de la RDA. Alemania Oriental y la Unión Soviética acababan de firmar un acuerdo comercial de diez años para intercambiar maquinaria por combustible. Honecker y Brezhnev compartieron un beso apasionado y con la boca abierta, totalmente habitual entre los líderes comunistas de la época, hoy inmortalizado en un grafiti que muestra el beso y un texto que reza: “Mein Gott, hilf mir, diese tödliche Liebe zu überleben” (Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal).

Otro beso famoso, el más icónico a mi parecer, reproducido miles de veces en representación de una victoria señalada, es el beso que un marinero dio a una enfermera en la plaza de Times Square el 14 de agosto de 1945. En la plaza había dos fotógrafos que captaron la acción desde diferentes ángulos. Uno de ellos era el famoso fotógrafo Alfred Eisenstaedt, que tiene el copyright y el otro era un fotógrafo oficial de la marina americana, Victor Jorgensen, y su foto, al ser un empleado del estado, es de dominio público, y la podéis ver abajo. El caso es que, el beso fue robado. El marinero de 22 años, George Mendonsa, oriundo de Newport, Rhode Island, se abalanzó sobre la enfermera Greta Friedman, un año menor que él y, usando su fuerza física, la agarró y le plantó un beso en toda la boca.  “Ese hombre simplemente vino y me agarró. Era muy fuerte. Yo no lo estaba besando. Él me estaba besando a mí”, explicó Friedman en un programa de la CBS News en 2012.[7]

El entonces presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, besó en los labios a la futbolista Jenni Hermoso durante la celebración del Mundial femenino el domingo 23 de agosto. Ese breve acto, en plena celebración de haber conseguido un título histórico para España, generó una oleada de consecuencias inagotables y un profundo debate político y social en España sobre consentimiento sexual, sexismo y abuso de poder. No estaba el horno para bollos, y a Rubiales se le cayó el pelo, permítaseme la broma, siendo yo también calvo. Todo comenzó con ese beso de un segundo, pero rápidamente se le añadió un gesto bastante vulgar que, acalorado por los acontecimientos en el campo, y creyendo que estaba en un bar de su pueblo, hizo delante de la reina y la princesa. Comenzó a rodar una bola de nieve, impulsada por Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, y este beso quedará en la historia como uno de esos besos inmortales. Si Rubiales hubiera sido un poco más viejo, podría haber recordado aquella canción de Manolo Escobar:

“La española cuando besa

Es que besa de verdad

Y a ninguna le interesa besar con frivolidad”


[1] https://onlinelibrary.wiley.com/doi/epdf/10.1002/evan.22050

[2] https://humanities.ku.dk/news/2023/humanitys-earliest-recorded-kiss-occurred-in-mesopotamia-4500-years-ago/   

[3] https://archive.org/details/compendiumofkiss0000citr/page/n3/mode/2up

[4] https://www.npr.org/2011/04/29/135815465/the-kissing-case-and-the-lives-it-shattered

[5] https://supreme.justia.com/cases/federal/us/388/1/

[6] https://www.nationalgeographic.com/science/article/star-trek-science-space-astronomy-technology-fazekas

[7] https://rarehistoricalphotos.com/v-j-day-kiss-times-square-1945/

Centésimo sexagésimo cuarto paseo. ¿Es la historia un proceso cíclico o lineal?

La dialéctica hegeliana explica cómo avanzan el pensamiento y la historia a través de un proceso de contradicción y resolución, que suele ser representado por los términos tesis, antítesis y síntesis, aunque Hegel nunca los formuló exactamente así. Este proceso no es simplemente una lucha entre dos ideas, sino una transformación en la que la síntesis supera y conserva aspectos de la tesis y la antítesis, lo que genera un desarrollo progresivo del pensamiento o de la historia, entendida como un progreso necesario hacia una meta final: la autoconciencia de la libertad en el espíritu humano. Hegel no comprende la historia como un proceso lineal en el sentido tradicional, sino que esta sigue un proceso dialéctico, en el que las sociedades y las ideas evolucionan a través de contradicciones y superaciones.

Karl Marx aceptó la dialéctica como método, pero rechazó su base idealista. Para él, no es la conciencia la que determina la realidad, sino que es la realidad material la que determina la conciencia. «No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social es lo que determina su conciencia.»[1]Marx introduce así el materialismo histórico, donde la historia ya no es el despliegue del Espíritu, sino el resultado de la contradicción entre fuerzas económicas.

El problema de las teorías que quieren predecir el futuro es que lo único que sabemos es la historia, y eso únicamente hasta cierto punto, es la historia. El futuro es impredecible, desgraciadamente. Karl Marx desarrolló su teoría en el siglo XIX basándose en un análisis de las estructuras económicas y sociales de su tiempo. Sin embargo, no pudo prever ciertos eventos clave del siglo XX y XXI, como la caída del comunismo o la llegada de líderes populistas como Donald Trump.

En la escatología de Karl Marx “el final de la historia” es el advenimiento del comunismo, que él vio como la síntesis final, que eliminaría la lucha de clases y establecería una sociedad sin explotación. Marx asumió, por tanto, que el comunismo, una vez instaurado, sería un estado final y estable, ya que eliminaría las contradicciones de clase. No contempló que los regímenes comunistas podrían generar sus propias contradicciones internas. Cayo en la misma trampa que un siglo más tarde, caería Fukuyama al proclamar “el fin de la historia” justamente basándose en la entonces reciente caída de los regímenes comunistas y la “victoria” final de las democracias liberales.

La dinámica dialéctica existe sin duda, pero el fin de la historia es completamente impredecible. Marx no previó que el capitalismo sería capaz de adaptarse y sobrevivir, implementando reformas como el estado de bienestar, el sindicalismo y la socialdemocracia. El colapsó de la Unión Soviética en 1991, sobrevino no porque el capitalismo la derrocara, sino porque su propia estructura no pudo sostenerse. Tampoco pudo prever que las democracias liberales se fueran desmoronando debido justamente a su éxito, cosa que estamos viendo en estos días.

Aunque no puedo discutir con Hegel o Marx sobre sus teorías, por razones obvias, me atrevo a lanzar una contrateoría basada en mi creencia de que la historia es más cíclica que lineal, cíclica en cuanto se refiere a la conciencia, lineal en lo material. Me explico: en lo material hemos ido avanzando como animales racionales, desde las cuevas hasta hoy, metidos de lleno en la segunda década del tercer milenio de nuestra era. Lo hemos hecho a costa de otras especies y de la propia naturaleza, dominando en el antropoceno.

Hay muchas razones por las que se puede argumentar que la humanidad nunca ha vivido una época mejor que la actual. La calidad de vida ha mejorado significativamente en comparación con cualquier otro momento de la historia. En cuanto a la esperanza de vida, en la mayoría de los países, la gente vive más años que nunca. Hace solo 200 años, la esperanza de vida global era de alrededor de 30 años; hoy es más de 70 años y sigue aumentando, debido entre otras cosas, a los avances en la medicina, la nutrición y la reducción de enfermedades infecciosas. Se han erradicado enfermedades como la viruela. Se han reducido drásticamente otras, como la polio y el sarampión. Disponemos de antibióticos, vacunas y tratamientos que antes eran impensables.[2]

A pesar de la desigualdad, la pobreza extrema ha disminuido drásticamente. En 1820, más del 90% de la población mundial vivía en pobreza extrema. Hoy, es menos del 10%, según datos del Banco Mundial.[3]

Aunque todavía existen conflictos, el número de guerras a gran escala ha disminuido en comparación con siglos pasados. En términos relativos, el siglo XXI es menos violento que épocas como la Edad Media o los siglos XX y XIX, que estuvieron marcados por guerras mundiales y coloniales.

Hoy, más personas que nunca saben leer y escribir. La tasa de alfabetización mundial supera el 85%. Internet ha democratizado el acceso al conocimiento, permitiendo que cualquier persona con conexión pueda aprender casi cualquier cosa. Ya hace más de veinte años, los teléfonos móviles habían logrado hacer penetrar el progreso en toda África. Yo pude ver como los masáis de Kenia y Tanzania lo utilizaban para comunicación, negocios, educación, pagos etc. cargándolos con energía solar.

La esclavitud, que era una práctica común en la mayoría de las sociedades antiguas, ha sido abolida en prácticamente todo el mundo, aunque desgraciadamente esta lacra sigue existiendo, bajo el radar, en todo el mundo, incluido Europa. La democracia y los derechos civiles han avanzado enormemente en comparación con épocas anteriores, aunque más adelante explicaré los recientes retrocesos, o si se quiere, recesos, en este desarrollo político. Hay sin duda más libertad individual y tenemos más opciones sobre cómo vivir nuestras vidas, más libertad para elegir el trabajo, la pareja, el estilo de vida y la identidad. Las mujeres y las minorías disfrutan hoy más derechos que antaño, aunque hay mucho que mejorar.

La electricidad, el agua potable, el saneamiento y los electrodomésticos han mejorado la calidad de vida en formas que nuestros antepasados ni soñaban. Los avances en transporte y comunicación nos permiten viajar y conectarnos con otras personas de forma más fácil y accesible que nunca.

La producción agrícola ha aumentado de manera impresionante gracias a la tecnología y la ciencia, permitiendo alimentar a una población mundial mucho mayor con menos recursos. Aunque también aquí tenemos nuevos problemas derivados del dramático aumento de la población mundial, debido en parte a los beneficios de la ciencia.

Tenemos en general mayor conciencia ambiental, aunque el cambio climático es un desafío enorme. Nunca antes habíamos tenido tanta conciencia sobre la importancia de cuidar el planeta, ni tantas herramientas tecnológicas para hacerlo. Pero, ¡ay, ese maldito pero! Parece que hemos llegado a un punto de obligado retorno. En muchos países de nuestro entorno, en Estados Unidos, en Asia y en África, hay fuerzas potentes que quieren dar marcha atrás en casi todos los aspectos del progreso.  

¿Por qué hay gente que ve el progreso con escepticismo? ¿Por qué quieren algunos dar marcha atrás en cuanto se refiere a democracia y a derechos humanos? La respuesta fácil es que no todos perciben estas mejoras como algo positivo, además, en muchos casos, la mejora respecto a otros grupos, se concibe como menor en comparación. Entre los grupos que se sienten perjudicados por el progreso, se encuentran los trabajadores de sectores tradicionales, porque la automatización, la digitalización y la globalización han hecho que ciertos trabajos desaparezcan o se transformen drásticamente, afectando a quienes dependen de ellos. Recordemos las reconversiones industriales en el norte de España o el llamado “Rust Belt” el cinturón del óxido, que fue el centro de la industria pesada y manufacturera de los Estados Unidos, especialmente en sectores como el acero, la automoción y la maquinaria, pero sufrió un declive industrial a partir de mediados del siglo XX, con estados como Pensilvania, Ohio, Indiana, Illinois, Míchigan y Nueva York. El cierre de fábricas o la deslocalización de industrias a países con mano de obra más barata afecta directamente a quienes dependen de estos empleos.

Avances en la ciencia, tecnología o legislación entran a menudo en conflicto con creencias religiosas tradicionales, cuestiones de igualdad de género, libre elección de identidad sexual, aborto etc. A veces la identidad religiosa puede más que otras identidades y se refleja en la intención de voto. Solo a si se comprende que la mayoría de la comunidad latinoamericana en EEUU, católica, pero con creciente presencia iglesias evangélicas y pentecostales, se han decantado por Trump en las elecciones presidenciales.

El tirón para atrás es perceptible en todo el mundo desarrollado. El liberalismo “glorioso” con su sello democrático, no logra atraer a los jóvenes, que, al contrario, se sienten más seducidos por los que prometen privilegios de raza o nacionalidad, protección en lugar de igualdad. Lo curioso del caso, es que, los paladines de estos damnificados no son líderes obreros, a la Lech Walesa, sino magnates industriales y multimillonarios, como Trump y Musk. La revuelta presente lleva signos medievales que intentaré explicar a continuación, partiendo del entorno de Donald Trump.

La palabra «hird”, que proviene del nórdico antiguo, se usaba para referirse a la guardia personal de un rey o noble escandinavo durante la era vikinga y la edad media. Eso de la conexión escandinava es algo que el mismo Trump ha afirmado tener, erróneamente, lo que se puede leer en su libro “The Art of the Deal”[4], publicado ese año ascendencia sueca al menos hasta 1987. En realidad, su padre, Fred Trump, inventó la ascendencia sueca después de la Segunda Guerra Mundial para no tener problemas al vender apartamentos a compradores judíos debido a su herencia alemana. El abuelo, Friedrich Trump, emigró a Nueva York desde Alemania en 1885. Aunque Donald Trump no es ni rey ni escandinavo, parece ser que ha llegado a la Casa Blanca rodeado de un grupo de incondicionales, que muy bien podrían entrar en la definición de hird. Podemos empezar con Elon Musk que desempeña un papel destacado en la administración del presidente Donald Trump como líder del recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental. Este departamento tiene como objetivo modernizar la tecnología gubernamental y reducir el gasto público, buscando eliminar regulaciones innecesarias y optimizar la estructura de las agencias federales.

Musk, uno de los más ricos del mundo, ha sido designado como empleado especial del gobierno, lo que le permite colaborar con diversas agencias federales, o más bien, manipularlas a su antojo. Su equipo ha obtenido acceso a sistemas clave, incluyendo el sistema de pagos del Departamento del Tesoro, con el propósito de identificar y eliminar ineficiencias en el gasto gubernamental. A mi me recuerda el papel de Sir Hiss[5], consejero del príncipe Juan sin Tierra en la película “Robin Hood” de dibujos animados de Disney, de los años 70.

En el hird de Trump tiene plaza también Susie Wiles, nombrada jefa de gabinete, una estratega política fundamental en las campañas presidenciales, que ahora desempeña un papel crucial en la gestión de la Casa Blanca. Otro miembro destacado de ese hird es Stephen Miller, designado como subjefe de personal para políticas, que influye en todo lo relacionado con inmigración y otros temas clave, y mantiene su posición como uno de los asesores más influyentes de Trump. A otro de los componentes de la hird, Marco Rubio, secretario de Estado, le hemos visto ya en acción. Rubio es responsable de dirigir la política exterior de Estados Unidos bajo la administración Trump y por tanto será una pieza clave para la deseada expansión territorial proclamada por Trump, que también cuenta con un veterano de la Guardia Nacional del Ejército y comentarista de Fox News, como secretario de defensa, Pete Hegseth. Otra pieza importante, o peón, si pensamos en la política como un juego de ajedrez es John Ratcliffe, en el cargo de director de la CIA. Rodeado de un fiel equipo, Trump se dispone a dejar huella en la política internacional. Pero, todo hay que decirlo, otros presidentes americanos han tenido un hird comparable. Si nos remontamos a los años 30 del pasado siglo, casi 100 años atrás, otro equipo de “aristócratas” se dispuso a solucionar los problemas de los trabajadores y desheredados.

Franklin Delano Roosevelt, un auténtico aristócrata americano[6], tenía un equipo sumamente leal y coordinado, especialmente durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Su Brain Trust estaba formado por economistas y asesores que ayudaron a diseñar el New Deal. Durante la guerra, su equipo, incluyendo al general George Marshall[7] y al secretario de Estado Cordell Hull, trabajó con gran cohesión. Podemos decir que la política de Roosevelt fue considerada revolucionaria durante su tiempo en la Casa Blanca (1933-1945). Su enfoque transformador, especialmente a través del New Deal, cambió la relación entre el gobierno federal y la economía, expandiendo significativamente el papel del Estado en la vida de los ciudadanos. Roosevelt expandió enormemente el poder ejecutivo y la influencia de la Casa Blanca en la formulación de políticas, y estableció un precedente para futuros presidentes, como Trump. Su estilo de liderazgo carismático, se dirigía directamente a los ciudadanos con los famosos «Fireside Chats», que revolucionó la comunicación política, utilizando la radio como medio directo. Muchos empresarios y figuras conservadoras lo consideraron un «traidor a su clase», ya que, perteneciendo a la élite, impulsó regulaciones y políticas que limitaban el poder de las grandes corporaciones y redistribuían riqueza, un Robin Hood moderno, vamos.

Roosevelt fue ampliamente respaldado por las clases trabajadoras, los sindicatos y las minorías, quienes vieron sus políticas como un salvavidas en medio de la Gran Depresión, mientras los republicanos y algunos demócratas conservadores lo acusaron de llevar a EE.UU. hacia el socialismo. La Corte Suprema incluso declaró inconstitucionales varias de sus primeras reformas, lo que llevó a Roosevelt a su controvertido intento de expandir la Corte en 1937, para así, agregando jueces afines, lograr que sus políticas no fueran bloqueadas. No lo consiguió, porque ni siquiera encontró apoyos suficientes en su propio partido, pero logró que la corte le dejase de bloquear sus propuestas de ley.

Creo que es relevante comparar a estos dos presidentes porque, apoyados por equipos cohesionados, planificaron y en el caso de Roosevelt, lograron, imponer sus políticas revolucionarias, rompiendo con tradiciones anteriores. De alguna manera, Trump es la antítesis de Roosevelt. Mientras este último quería un estado fuerte para contrarrestar los efectos negativos del capitalismo, Trump intenta diluir el estado, para fortalecer, según él, al individuó. Con ciertas variaciones, la política de Roosevelt, su New Deal, ha marcado el desarrollo de las sociedades occidentales desde los años 30. Con Trump, comienza una era de retroceso hacia la esencia del capitalismo clásico. La historia no es lineal, señores. Se lo digo yo, aunque Hegel y Marx hayan dicho otra cosa.


[1] https://pensaryhacer.wordpress.com/wp-content/uploads/2008/06/contribucion_a_la_critica_de_la_economia_politica.pdf

[2] Para mi análisis me baso en el gran trabajo del ya fallecido científico sueco Hans Rosling https://www.gapminder.org/

[3] https://datos.bancomundial.org/tema/11

[4] “Fred Trump was born in New Jersey in 1905. His father, who came here from Sweden as a child, owned a moderately successful restaurant, but he was also a hard liver and a hard drinker, and he died when my father was eleven years old.” https://archive.org/details/TrumpTheArtOfTheDeal/page/n77/mode/2up

[5] https://disney.fandom.com/wiki/Sir_Hiss?file=Sir_Hiss_Disney.jpg

[6] Aunque los Estados Unidos no tienen una nobleza formal ni títulos de nobleza heredados, se ha utilizado el termino “aristocracia” para referirse a una élite social, económica y política que, aunque no poseía títulos nobiliarios, tenía un acceso privilegiado al poder y a los recursos.

[7] Famoso por el Plan Marshall, que contribuyó a la recuperación de la devastada Europa, después de la guerra. aunque ya bajo el presidente Truman, que asumió la presidencia tras la muerte de Roosevelt.

Centésimo sexagésimo tercer paseo. Shinrin-yoku, un baño de bosque para cargar las baterías.

Días terribles, estos primeros días de febrero. Podían haber sido días felices, de espera e ilusión, capullos que se abren al débil sol de finales del invierno, promesas de la acechante primavera. Los acontecimientos de Örebro me han afectado mucho, no puedo negarlo. Me cuesta dedicarme por completo a cualquier tarea sin pensar en ello. Cuando la maldad muestra su rostro, deja desolación y tristeza a su paso. Mi forma de escapar de estos pensamientos es, simplemente, escaparme al campo para darme un baño de bosque.

Eso del baño de bosque no me lo he inventado yo, aunque siempre he sido un amante y admirador de la naturaleza. La Shinrin-yoku, que en japonés significa literalmente «baño de bosque», es una práctica nacida en Japón en la década de los 80 como respuesta al estrés urbano y al agotamiento laboral. No es que yo haya empezado a sentirme atraído por el bosque, su tranquilidad y belleza, inspirado por esa “moda” japonesa, no. Yo, siempre que he tenido la posibilidad de andar por el bosque, lo he hecho, en España, en Francia, en Alemania, y en todos los lugares que he visitado, que tienen bosques. Aquí, en Suecia, tengo el bosque muy cerca y lo aprovecho siempre que puedo porque, la verdad, lo necesito, sobre todo en ocasiones como esta, que estamos viviendo, cuando el odio se muestra tan crudo y frío.

Desde mis estudios del budismo, la meditación zen ha sido para mí una atracción natural, una evolución de mi exploración intelectual hacia una práctica más vivencial. El budismo, con su profundidad filosófica y su énfasis en la interdependencia, me ofreció una base sólida para comprender el sufrimiento, la impermanencia y el vacío. En especial, el zen me llamó por su enfoque directo, despojado de adornos conceptuales, donde la experiencia es el núcleo de la enseñanza.

Lo que me ha cautivado de la meditación zen es su simplicidad radical: sentarse, respirar, observar. En un mundo lleno de distracciones y abstracciones, preocupaciones y deberes, el zen me ofrece un retorno a lo esencial, a la presencia pura sin necesidad de explicaciones. La postura de zazen, con su quietud disciplinada, no busca «lograr» algo, sino permitir que la mente se revele tal como es, sin resistencias ni apegos. Además, el énfasis en la experiencia directa y en la intuición es algo que va con mi forma de ser. He pasado mi vida entre libros, y aunque el estudio sigue siendo una pasión, he encontrado en el zen un conocimiento que no puede capturarse en palabras. La idea de que la verdad última no se alcanza mediante el intelecto, sino mediante la vivencia, hace que esta práctica tenga para mí un valor único.

En cierto modo, el zen ha sido para mí un puente entre mi amor por la historia y la literatura y una forma de conocimiento más allá de las palabras. Es un camino donde no hay certezas absolutas, pero sí una profunda conexión con el momento presente, algo que quizás, en última instancia, también es una forma de amor por la vida misma.

También en los 80 encontré el tai chi y, con estas prácticas, logré encontrar equilibrio en mi vida. El zen, con su énfasis en el vacío y la aceptación de la realidad sin resistencia, encuentra un paralelo en el tai chi, donde los movimientos fluyen sin interrupción, sin forzar ni bloquear la energía. En la meditación zen, uno aprende a soltar pensamientos y expectativas; en el tai chi, se aprende a moverse sin rigidez, siguiendo la corriente natural del cuerpo y la energía. Mientras el zen se asocia a la quietud y el tai chi al movimiento, ambos buscan la misma integración del cuerpo y la mente. La postura en zazen y los movimientos en tai chi requieren relajación sin colapso y tensión sin rigidez, un equilibrio que permite la estabilidad y la fluidez simultáneamente.

El zen es una rama del budismo, pero ha recibido fuertes influencias del taoísmo, especialmente en su énfasis en la naturaleza y la espontaneidad. El tai chi, aunque surge como un arte marcial interno, también se fundamenta en principios taoístas como el Wu Wei, la acción sin esfuerzo. Ambos comparten la idea de que la verdadera maestría surge cuando se deja de forzar y se permite que las cosas sucedan naturalmente. El control de la respiración es crucial en ambas disciplinas. En el zen, la respiración es un ancla para la mente. En el tai chi, la respiración coordina los movimientos y permite la circulación de la energía vital, el “qi”. En ambas prácticas, la respiración no es solo un acto físico, sino un vehículo de transformación interna.

Volviendo a la práctica de Shinrin-yoku, y su anclaje sintoísta, los espíritus divinos, los “kami” habitan en los árboles, las montañas, los ríos y el viento. Practicar Shinrin-yoku en un bosque es, en cierto sentido, adentrarse en un santuario vivo, donde cada árbol es un ser con su propia energía. Esta concepción recuerda también al concepto budista de interconexión; la idea de que todos los seres y elementos estamos vinculados en una red de existencia mutua. El taoísmo ha enfatizado durante siglos la necesidad de alinearse con el flujo natural del Dao, la fuerza universal que impregna toda la existencia. En este contexto, sumergirse en el bosque sin prisas, dejando que los sentidos capten los sonidos, aromas y texturas del entorno, es una manera de armonizar con ese flujo y permitir que la mente y el cuerpo se recalibren o se recarguen, como yo suelo decir, cuando me preguntan que por qué voy al bosque tan a menudo.

No se trata simplemente de caminar por el bosque, no. Para que funcione, hay que hacerlo con plena atención y receptividad. Como ahora mismo, que voy caminando y algunos copos de nieve caen a mi alrededor y sobre mi rostro. siento cómo la nieve toca mi rostro con suavidad, un frío ligero que no molesta, sino que refresca. La nieve cae con una delicadeza casi irreal, flotando en el aire antes de posarse sobre las ramas, el suelo y mi ropa. Cada copo es un pequeño instante de efímera belleza. El sonido del bosque cambia. Se vuelve más apagado, como si la nieve amortiguara cada ruido, y envuelve el paisaje en un silencio casi sagrado. Mis pasos crujen levemente sobre la fina capa de nieve reciente, mientras el aire frío llena mis pulmones con una pureza que despierta todos mis sentidos. Observo cómo los copos se acumulan en las agujas de los pinos, cómo el viento los lleva en pequeños remolinos antes de dejarlos caer de nuevo. Todo parece ralentizarse. No hay prisa. Solo el bosque, la nieve y yo, compartiendo un momento de quietud absoluta. Es una sensación de plenitud, de calma profunda, como si el mundo entero estuviera respirando conmigo al mismo ritmo, envuelto en la belleza silenciosa del invierno. Una sensación que está al alcance de todos. Y, aunque parece mentira, en este mundo tan comercializado, no cuesta nada, es completamente gratis.

La práctica del Shinrin-yoku tiene efectos perfectamente perceptibles en el cuerpo y la mente, además de su dimensión espiritual. Trabajos científicos[1] ha demostrado que el Shinrin-yoku tiene efectos terapéuticos reales: reduce el cortisol, mejora el sistema inmunológico y fortalece el bienestar emocional. Pero en última instancia, para quienes tienen una sensibilidad hacia la espiritualidad oriental, estos beneficios son solo una manifestación más del equilibrio natural que surge cuando el ser humano deja de resistirse a la naturaleza y se entrega a su flujo. La naturaleza no es un lugar separado del ser humano, sino una extensión de nuestra propia existencia.

Aunque parezca mentira, se ha demostrado que caminar entre árboles mejora la memoria, la atención y la capacidad de resolver problemas.[2] En el bosque, mi mente se despeja. Es como si el ruido del mundo se disipara y quedara solo la esencia de las cosas. No pienso en problemas, no hago planes; simplemente estoy. Y en esa simple presencia, encuentro una paz difícil de describir, pero profundamente real. Si tú, querido lector, quieres experimentar algo parecido, no tienes más que buscar un bosque, lo más alejado que puedas de la civilización, donde no puedan llegar vehículos a motor, y simplemente existe allí, acompañado de la naturaleza, hasta que no distingas entre tu yo y lo que te rodea.

En el bosque no hay distracciones, no hay urgencias. Solo yo y la naturaleza, en una comunión silenciosa. Me gusta observar los detalles: el musgo cubriendo las piedras, la danza de la luz entre las hojas, la huella de algún animal que pasó antes que yo. Todo tiene su lugar, todo sigue su curso sin interferencias. Cuando camino por el bosque, siento que el tiempo adquiere otro ritmo, uno más pausado, más acorde con la vida misma. El suelo cruje bajo mis pasos, el aire es fresco y limpio, y cada respiración parece llenarme de algo más que oxígeno; es una sensación de renovación, de calma profunda. Las penas, las preocupaciones se diluyen como los copos de nieve en la palma de mi mano.

Los árboles me recuerdan la paciencia de la naturaleza, su manera de existir sin prisas ni exigencias. A veces me detengo simplemente a escuchar el susurro del viento entre las ramas, el canto de un pájaro solitario o el murmullo de un arroyo escondido. Son sonidos que, sin decir una palabra, me hablan de equilibrio y armonía. Un baño de bosque me devuelve la fuerza que voy perdiendo en luchas infructuosas contra todo lo que me obliga a tomar decisiones, todo lo que me angustia, obligándome a elegir qué camino tomar, en la encrucijada permanente, que es la vida.

Querría dedicar un poema a este bosque. Si pudiera, describiría en palabras mis sentimientos, pero no encuentro la voz que busco. Construyo estrofas que no se sostienen, imagino ritmos que no se mantienen, las metáforas me suenan cursis, falsas; la métrica no me cuadra. Es difícil concentrar en palabras la sensación que siento en el bosque. Creo que no debo ni siquiera intentarlo, porque el bosque no precisa de mis apologías. Me conformo con estos “baños” rituales, en silencio, sin palabras.


[1] https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/19568835/

[2] https://lsa.umich.edu/psych/news-events/all-news/archived-news/2014/08/6-surprising-ways-nature-improves-your-memory-and-productivity.html

Centésimo sexagésimo segundo paseo. Nordic noir y violencia real.

Ayer, al final de mi paseo, escuche en la radio que se estaba produciendo un acto de violencia en una escuela, en la ciudad de Örebro. Debo confesar que no me sorprendió demasiado, porque, en los últimos días, parece que los actos de violencia; tiroteos, bombas e incendios intencionados, se suceden con una asombrosa velocidad. No hay día en que las noticias no proclamen un atentado o una matanza.

En los últimos cinco años, Suecia ha experimentado un notable aumento de la violencia relacionada con bandas criminales, hasta el punto de convertirse en uno de los países más afectados de Europa por este tipo de delincuencia. Este fenómeno se manifiesta principalmente a través de tiroteos y atentados con explosivos, una forma de violencia inusualmente extendida para los estándares europeos. Los últimos días hemos tenido 32 atentados con explosivos y cinco tiroteos, sin contar este último. Eso desde el 1 de enero.

El aumento de esta violencia está vinculado a conflictos entre bandas criminales que se disputan el control del tráfico de drogas y otros negocios ilícitos, especialmente en las principales ciudades como Estocolmo, Malmö y Gotemburgo, y ha llegado hasta la tranquila Lund, donde vivo. Los enfrentamientos no solo ocurren entre miembros de estas bandas, sino que, en algunos casos, han afectado a personas ajenas a los conflictos. En cualquier lugar, por ejemplo en la estación de trenes, te pueden pegar un tiro.

Según datos recientes de la Agencia Sueca de Crimen sueca (Brå), el número de tiroteos mortales en el país ha crecido de forma alarmante. Mientras que otros países europeos han visto disminuir este tipo de delitos en las últimas décadas, Suecia ha seguido una tendencia contraria. En particular, los tiroteos han pasado de ser un fenómeno raro a convertirse en un problema de seguridad pública recurrente.

Las causas de esta situación son complejas. Factores como la exclusión social, la falta de oportunidades en ciertos barrios desfavorecidos, la presencia de redes transnacionales de tráfico de drogas y armas, y la dificultad para integrar a algunos jóvenes en el sistema educativo y laboral han contribuido al problema. Además, la facilidad de acceso a armas ilegales ha intensificado la letalidad de los conflictos. La ultraderecha, y muchos otros, echan la culpa a la inmigración incontrolada.

El gobierno sueco ha respondido con medidas más estrictas de seguridad, reformas en las leyes de justicia penal, refuerzo de la presencia policial y cooperación internacional para combatir el crimen organizado. Sin embargo, el desafío sigue siendo importante, y el debate sobre cómo abordar la raíz del problema continúa en la agenda política del país. Un gran problema es que las leyes no se pueden implantar de un día para otro y, mientras tanto, la violencia sigue.

Por la mañana, el día 5 de febrero, sabemos que la cifra de muertos en el atentado está en este momento en once fallecidos y seis heridos, de los cuales algunos con heridas muy graves. Estamos pues ante una masacre, aunque no es la primera en la historia de Suecia. Tenemos que remontarnos hasta hace 73 años atrás, para encontrar algo similar. Ocurrió la noche del 22 de agosto de 1952 en Hurva, un pueblo en Escania, cerca de donde vivo yo. El perpetrador fue un policía de 27 años, Tore Hedin que, tras matar a sus padres, mató a siete personas en un asilo de ancianos.

También de noche, el 11 de junio de 1994, el alférez Mattias Flink mató a siete personas en el que hasta entonces fue el peor tiroteo masivo de Suecia. Después de una discusión con su novia, Flink disparó y mató a siete personas e hirió de bala a otras tres cerca del regimiento de Dalregementet en Falun. Cinco de los asesinados eran mujeres jóvenes entre 20 y 27 años, que habían finalizado unas prácticas en el ejercito y regresaban a su cuartel tras una pequeña celebración. Condenado a 30 años de prisión, cumplió 20 y desde 2014, está en la calle, al aplicársele la rebaja general de 1/3 de la pena.

El mismo año, ya en diciembre, el día 4 por más señas, Tommy Zethraeus y Guillermo Márquez Jara fueron rechazados en la entrada de la discoteca Sturecompagniet en Estocolmo, tras lo cual regresaron armados de metralletas y abrieron fuego en la entrada, matando a un guardia de seguridad y tres clientes. Tommy Zethraeus fue condenado a cadena perpetua pero salió tras 26 años de prisión en 2020 y Guillermo Márquez fue condenado a seis años por su participación.

Ya en octubre de 2015, un hombre de 21 años entró enmascarado a la escuela Kronan en Trollhättan empuñando una espada y mató a tres personas que se le pusieron delante. Un alumno de 17 años, un profesor asistente de 20 y un profesor de 42 fueron las víctimas. El agresor, originario de Trollhättan y con simpatías de extrema derecha, fue abatido a tiros por la policía muriendo en el acto.

El 11 de enero de 2016, un alumno de 15 años fue asesinado con un cuchillo en la escuela Göingeskolan en Broby, Escania. El autor del crimen era un chico de 14 años, también alumno de la escuela. Cómo menor, no fue ni siquiera juzgado por los hechos.

El 13 de diciembre de 2017, día de Santa Lucía, muy celebrado en Suecia, principalmente en las escuelas, un estudiante de 17 años de una escuela secundaria en Enskede, al sur de Estocolmo, falleció tras ser apuñalado por un estudiante de 16 años. Otra persona resultó herida. El agresor fue condenado por varios delitos y se determinó que sufría un trastorno mental grave.

En Eslöv, también cerca de Lund, en Escania, el 19 de agosto de 2021, entró vestido con ropa de combate, una máscara de calavera y un casco, un chico de 15 años, y atacó con un cuchillo a un profesor en su escuela. El chico fue condenado por intento de asesinato y cuatro casos de amenazas graves ilegales a dos años y seis meses de internamiento juvenil.

En Malmö, el 21 de marzo de 2022, dos profesoras fueron asesinadas en una escuela secundaria en el centro de Malmö por un estudiante de 18 años armado con un cuchillo, un hacha y un martillo. El joven de 18 años fue condenado a cadena perpetua por el tribunal de distrito de Malmö.

Esta lista podría ser mucho más larga si también contemplara los incidentes menos sangrientos, pero no por eso menos importantes, que han ocurrido durante estos 73 años. Comprendo que muchos dirán que no hay porque alarmarse por un puñado de muertes, ya que, en lo que va de siglo, 90 000 personas han fallecido en Suecia de forma natural. No es que estemos ante una epidemia de muertes violentas, pero, sin duda, la evolución de la violencia en los últimos años es muy preocupante. Sobre todo, la violencia entre las bandas de delincuentes, de lo que ya he escrito anteriormente., con una media de 300 tiroteos y 100 muertes al año desde 2018 hasta el día de hoy, 5 de febrero de 2025[1], 14 tiroteos y una veintena de muertes en los que va de año.

Así que, quiero recalcar que la cuestión es preocupante y no se puede banalizar, pero sus dimensiones deben verse en la justa medida. Ahora bien, lo que me gustaría recordar, para el que ya lo sepa, o explicar, para el que lo desconozca, es que aquí en Suecia estamos fascinados por la violencia y los asesinatos, al menos como forma de entretenimiento y productos literarios. El género “nordic noir” de la literatura tiene a la pareja de escritores suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö como pioneros. Su enfoque en el realismo social sentó las bases para el género moderno, que ahora cuenta con nombres tan conocidos como Jo Nesbø de Noruega, Henning Mankell, Stieg Larsson y Camilla Läckberg de Suecia, Jussi Adler-Olsen de Dinamarca y Arnaldur Indriðason de Islandia.   El nordic noir, también conocido como scandi noir, es un género de ficción criminal que suele estar escrito desde la perspectiva de la policía y ambientado en Escandinavia o los países nórdicos, traducido a muchos idiomas, entre otros el español, que emplea un lenguaje sencillo, evitando el uso de metáforas, y se sitúa típicamente en paisajes desolados. Esto da como resultado una atmósfera oscura y moralmente compleja, en la que se representa una tensión entre la superficie social aparentemente tranquila y monótona y los patrones de asesinato, misoginia, violación y racismo que el género muestra como subyacentes. La popularidad del nordic noir se ha extendido a la pantalla, con series de televisión como The Killing: crónica de un asesinato en España, The Bridge, El Puente: Bron en sueco Broen en danés. Cuando recibo visitas de amigos extranjeros, especialmente españoles, quieren que les lleve a Ystad, ciudad donde se ambientan los relatos del ya fallecido Henning Mankell, ciudad bastante cercana a Lund y muy interesante, no solo por los relatos de Mankell.

Parece como si, los ciudadanos de países nórdicos, que tienen altos niveles de bienestar, igualdad y seguridad, precisan el nordic noir para explorar la tensión entre esta fachada de perfección y los problemas subyacentes, como la alienación, el racismo, la corrupción o la violencia doméstica. Es una forma de cuestionar la idea del estado del bienestar perfecto. Los paisajes fríos, oscuros y desolados de Escandinavia, al menos en otoño e invierno, crean una atmósfera que se presta perfectamente a la narrativa del noir. Los largos inviernos, con poca luz solar, influyen sin duda en un estado de ánimo melancólico que se refleja en la literatura y el cine, paisajes ya conocidos en obras de Ingmar Bergman, como en El manantial de la doncella.  El nordic noir no es solo entretenimiento, sino también una herramienta para criticar temas actuales. Obras como las de Henning Mankell o Stieg Larsson abordan temas como el racismo, la desigualdad de género, la inmigración o el abuso de poder, e invitan a la reflexión sobre las carencias de nuestras sociedades.

Creo que la fascinación por el crimen sangre es algo irracional que siempre ha estado ahí. Desde la teoría aristotélica de la catarsis, por irme lo más atrás que puedo, se ha planteado que el arte, incluido el entretenimiento violento, permite liberar emociones reprimidas, como la ira o el miedo, de forma segura. Al enfrentarse a situaciones extremas en la ficción, el espectador experimenta estas emociones sin las consecuencias reales de la violencia. El lector o el espectador vive una purificación de los afectos, como efectos del terror y la compasión que provoca. La violencia rompe normas sociales fundamentales. La transgresión de estas normas en contextos controlados, ya sean libros, películas o series, genera una mezcla de atracción y repulsión. Observar actos que normalmente están prohibidos despierta curiosidad, lo que mantiene la atención del público. Una parte menos atractiva de la información periodística de los actos verídicos, como los de ayer, es que se utilizan de una forma que asemeja a la ficción y que a mí me parece enfermiza.

No podemos negar que la violencia es una parte inherente de la historia de la humanidad. A través de relatos violentos, hemos explorado preguntas fundamentales sobre la moral, el poder, la justicia y la supervivencia. El entretenimiento violento no se disfruta solo por el acto de la violencia en sí, sino por lo que representa en si, una ventana a los límites de la experiencia humana, un desafío a nuestras emociones y una forma de comprender mejor la naturaleza del bien y del mal. No podemos, por tanto, echarle la culpa al nordic noir de la violencia que estamos viviendo en estos días, pero deberíamos preguntarnos, si no sería mejor luchar por erradicar la violencia de nuestras calles y residencias. Deberíamos comenzar en las escuelas. Las escuelas no solo deben ser espacios de aprendizaje académico, sino también de desarrollo emocional y social. Se precisan programas de mentoría, educación en resolución de conflictos y prevención del acoso escolar. Eso para comenzar, pero el sistema educativo debe a su vez promover el respeto por los derechos humanos, la igualdad de género y la diversidad como valores fundamentales en la sociedad sueca.


[1] https://www.svt.se/datajournalistik/skjutningar-i-sverige-ar-for-ar/

Centésimo sexagésimo primer paseo. Democracia, xenofobia y autarquía.

Hoy paseo por un Lund bañado por el sol, en uno de esos días que, si se puede, hay que aprovechar para pasear y disfrutar de la ciudad y de la naturaleza. En mi camino, me cruzo con universitarios, que, como yo, sienten que la vida es más fácil cuando luce el sol. Una joven me sonríe y esboza un pequeño saludo, al pasar por mi lado en bicicleta y yo respondo de la misma manera. La primavera anuncia su llegada. Pero, de alguna manera, esa alegría que tanto necesitamos para salir del frío invierno, no llega a cuajar, porque, sobre todos nosotros gravitan peligros reales y supuestos.

Podría empezar mi entrada hablando de Trump, pues motivos no nos faltan, pero, tras discutir superficialmente la cuestión de la democracia con algunos compañeros del foro, me inclino a dedicar esta entrada de hoy al tema de la democracia. Veo que tengo que decir algo sobre Trump, no se puede evitar, pero prometo que seré breve, refiriéndome al actual presidente de los EEUU. Lo único que quiero decir en referencia a él, es que ha llegado a la casa blanca por un proceso democrático, guste o no guste.

¿Qué es la democracia? ¿Qué significa gobernar un país democráticamente? ¿Se puede tener una democracia autárquica, o una democracia xenófoba? A las dos últimas preguntas se puede contestar que la democracia no está necesariamente en contra de la autarquía ni de la xenofobia porque la democracia, en su forma más básica, es un sistema de gobierno basado en la voluntad de la mayoría. Esto significa que, dependiendo de las circunstancias históricas, sociales y culturales, una mayoría democrática puede tomar decisiones que respalden políticas autárquicas o incluso xenófobas.

Un gobierno elegido democráticamente puede decidir, por mayoría, implementar políticas autárquicas si así lo desea su población. Ejemplos históricos incluyen democracias que han adoptado medidas proteccionistas o aislacionistas, como la ley arancelaria Smoot-Hawley de 1930 en EEUU, que impuso altos aranceles a productos importados para proteger la industria y la agricultura nacional, que afectó el comercio internacional y provocó represalias de otros países. El famoso New Deal, que vino a continuación, no fue un modelo autárquico, pero sí reflejó una fase de proteccionismo económico y priorización del mercado interno como respuesta a la crisis de 1929. El New Deal fue un enfoque pragmático para estabilizar la economía nacional más que una ideología de autosuficiencia radical. La autarquía, en cambio, busca la independencia económica total, como en el caso de la España franquista en los años 40 o la Unión Soviética en su etapa de planificación centralizada. Pero, en todos los países, los ciudadanos que, para su sustento, dependen de industrias expuestas a la concurrencia, a veces desleal o injusta, de otros países, y ven en peligro sus puestos de trabajo, hay una respuesta proteccionista, cuando no autárquica. Los políticos que prometan seguir una política acorde a los intereses de esos grupos, tendrán sus votos.

La xenofobia es otra cosa, pero se mueve por los mismos resortes que el proteccionismo o la autarquía. Aunque los principios democráticos suelen asociarse con valores de igualdad y derechos humanos, una mayoría puede, en ciertos contextos, apoyar partidos y políticas xenófobas. Esto ha ocurrido ya en democracias modernas donde partidos con discursos antiinmigración han crecido significativamente, por ejemplo, en algunos países europeos, como Hungría y Eslovaquia, en los últimos años. O, en Suecia y España, por no ir más lejos. El mismo Brexit es un claro ejemplo del reflejo autárquico y xenófobo de la sociedad británica, manipulados por políticos con agendas poco transparentes. En este caldo de cultivo, el populismo amplifica tendencias xenófobas apelando a emociones colectivas, especialmente en tiempos de crisis económica o social, donde «el otro» es visto como una amenaza.

La democracia es un mecanismo para la toma de decisiones colectivas, pero no garantiza automáticamente que esas decisiones sean moralmente justas o éticas. Aquí hay que diferenciar la democracia formal de la democracia liberal. Lo que diferencia una democracia liberal de una mera democracia formal es la presencia de contrapesos institucionales, derechos individuales inalienables y protección de las minorías, que buscan evitar que la voluntad de la mayoría derive en opresión. El problema en EEUU es que los contrapesos han caído en la misma mano lo que deja la política del gobierno actual sin ningún tipo de freno. El único freno posible sería la ley, y ya se está viendo que algunos jueces tratan de poner trabas a algunas de las decisiones. Pero la ley es un instrumento político, que se puede cambiar si se tienen las mayorías.

La democracia no es más que un campo de batalla político donde diferentes ideas compiten por el apoyo popular. Por eso, además de procedimientos democráticos, es crucial fomentar una cultura democrática basada en la educación, el respeto a los derechos humanos y la protección de las libertades fundamentales. Sin estos pilares, incluso una democracia puede derivar en decisiones que contradicen los valores de apertura, pluralismo e inclusión. Como tantas veces, tengo que repetir que, está en nuestras manos, principalmente, como docentes, el preparar a las siguientes generaciones para defender los derechos humanos y para no confundir la democracia con la dictadura de la mayoría.

Centésimo sexagésimo paseo. Los secretos de un ropero milagroso.

Yo tengo un ropero milagroso. Lo que una vez entra allí, sobre todo lo que se almacena en cajas al fondo, dónde no llega la luz de la única bombilla, desaparece del mundo por décadas, a veces, eternamente. Los secretos del ropero pueden esconder muchas historias y recuerdos que compiten con los que se ocultan en el desván. La diferencia entre los secretos olvidados del ropero y del desván está en el tamaño, pero guardan igualmente secretos y recuerdos ya olvidados y que pueden avivar el recuerdo con solo aparecer, cuando menos me lo espero.

Hoy se ha despertado el día con los tejados, los árboles y el césped cubiertos por una fina capa de escarcha, que indica que la temperatura ha bajado respecto a ayer. Como pensaba salir a dar mi paseo cotidiano, decidí buscar mi jersey más caliente, que recordaba haber guardado en el guardarropa, hacía un año o dos. Decidido a encontrarlo, abrí la puerta sobre la que tengo pegado un mapa de Suecia, y me dispuse a buscarlo entre las estanterías, cargadas de ropas que posiblemente ya nunca utilizaré, pero que de alguna forma y por distintos motivos me cuesta trabajo deshacerme de ellas, mayormente por pura nostalgia.

Como es de esperar, no encontré el jersey que buscaba, así que seguí hacia adelante por el pequeño pasillo entre cajas de cartón apiladas de tres en tres y, me paré ante una de ellas, que me pareció recordar algo muy difuso, la palpé primero, un poco indeciso, y abrí la tapa. La tenue luz de la bombilla, que mi cuerpo tapaba, proyectando una sombra total sobre la caja, me obligo a ir sacando, poco a poco, pieza a pieza, lo que en la caja se ocultaba y, al girarme hacia la luz, para comprobar lo que las manos sacaban a ciegas, vi que era un álbum y una bolsa de tela. Abrí el álbum y, de repente, inmediatamente, me ví transportado a mi pequeña habitación en Madrid. Sentí los olores, vi la luz del sol entrando entre las persianas y creí hasta escuchar la una radio lejana. ¡Tenía en mi mano, mi colección de sellos!

Yo llegue a Suecia con un macuto de lona y cuero, en el que traía algo de ropa, dos libros y mi colección de sellos. En la España de los años 50, coleccionar sellos era más que un simple pasatiempo; era una ventana mágica hacia un mundo que muchos ni siquiera podían imaginar. En una época marcada por la autarquía y el aislamiento, donde la información sobre el mundo a nuestro alrededor era escasa, cada sello se convertía en un pequeño trozo de un universo lejano, una chispa de color en un país bastante gris.

Para un niño de aquel tiempo, como yo, un sello no era sólo papel adherido a un sobre; era un pasaporte a tierras exóticas, un fragmento de historia encapsulado en miniatura. Podéis imaginarme a mí, con ocho o diez años, sentado junto a la mesa de la cocina, con la luz amarillenta de una bombilla iluminando mi álbum. Cada página crujía al pasar, cada sello adherido con esmero me susurraba historias de emperadores lejanos, de faunas desconocidas, de monumentos que se erguían majestuosos más allá de los Pirineos, por cierto, también desconocidos para mí en aquel entonces.

Había una emoción casi ritual en el acto de coleccionar. Buscar entre las cartas viejas de la familia, negociar con compañeros de colegio en el recreo, o visitar el pequeño quiosco del barrio donde don Cecilio, con ojos cansados, guardaba sobres sorpresa llenos de sellos usados a dos reales el sobre. La sensación de encontrar uno raro, de un país tan exótico como la India o el Brasil, era comparable a descubrir un tesoro escondido. Incluso para mí, los sellos de las colonias españolas, como el Sáhara Español, Guinea Ecuatorial o Ifni, despertaban curiosidad. Aunque eran territorios bajo la administración de España, sus imágenes evocaban paisajes desérticos, selvas misteriosas y culturas vibrantes, tan distintas a la vida cotidiana de mi pequeño barrio.

Cada sello era también un maestro silencioso. Enseñaba geografía sin mapas, historia sin libros, arte sin museos. En un mundo sin Internet ni televisores omnipresentes, la imaginación era el motor que llenaba los vacíos. Y así, yo soñaba con leones que rugían en la sabana africana, con trenes de vapor que atravesaban los Andes, con barcos que surcaban mares infinitos. Coleccionar sellos en la España de los 50 no era sólo un hobby. Era una forma de escapar, de soñar y de aprender. Era un acto de resistencia silenciosa contra la monotonía, un gesto pequeño pero poderoso de curiosidad y esperanza en un mundo mucho más grande de lo que las fronteras querían hacer creer.

Olvidé claro está el jersey y el paseo deberá esperar algunas horas, porque ahora es ese álbum de tapas de cuero marrones el centro de toda mi atención. Me lo llevé a la mesa de la cocina, me hice una taza de café y me puse a viajar en el tiempo. En la primera hoja descubrí cuatro sellos de Tánger, una ciudad que conocí más tarde, cuando ya pertenecía al reino de Marruecos, pero que cuando se expidió el sello, todavía era un enclave libre, la Zona Internacional de Tánger,

Tánger, situada en el extremo norte de Marruecos, ha sido un cruce de caminos entre África, Europa y el Mediterráneo durante siglos. Su historia moderna destaca por su estatus especial como Zona Internacional de Tánger, que existió entre 1923 y 1956. Durante este período, la ciudad fue administrada por un comité internacional compuesto por potencias europeas como Francia, España, el Reino Unido, e Italia, entre otras, y cada una expedía sellos de correo. Mis sellos de Tánger son españoles y británicos. Los británicos son los más antiguos, del 1936, y llevan el perfil de Eduardo VIII. Los españoles llevan la cara de un moro anónimo y son de 1948. Simplemente pensar en todo lo que sucedió en este enclave durante esos años, da para un libro. El estatus de zona libre internacional convirtió a Tánger en un hervidero de diplomacia, espionaje, comercio y contrabando. Allí convivían diplomáticos, artistas, contrabandistas y exiliados, con figuras como Paul Bowles, William S. Burroughs y bastantes espías durante la Segunda Guerra Mundial.

España tuvo un papel destacado en Tánger, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, cuando ejerció un control temporal sobre la ciudad, aprovechando la debilidad de Francia tras su ocupación por la Alemania nazi. Sin embargo, Tánger recuperó su estatus internacional tras la guerra y permaneció así hasta que Marruecos obtuvo su independencia en 1956, integrando finalmente Tánger en su territorio nacional. Cuando yo llegué a Tánger en diciembre de 1969, se respiraba aún algo de esa fascinante historia.

En la misma hoja encuentro dos sellos de Trieste, uno de la zona A y otro de la zona B. Yo aprendí bastante sobre la historia reciente partiendo de estos sellos. Aprendí que fue fundada por los romanos en el segundo siglo de nuestra era, destrozada por los hunos y dominada por Bizancio, los carolingios, Venecia, Napoleón etc. En 1850, Trieste era el principal puerto del Imperio Austrohúngaro, una joya del Adriático que prosperaba gracias al comercio marítimo. Su crecimiento económico y cultural atrajo a comunidades italianas, eslavas, alemanas y judías, y la convirtieron en un crisol cosmopolita. Era un centro de innovación y modernidad, donde convivían arquitecturas neoclásicas, cafés literarios y un bullicioso puerto.

Tras la Primera Guerra Mundial y la disolución del Imperio Austrohúngaro en 1918, Trieste fue anexionada por Italia en 1920 mediante el Tratado de Rapallo. Este cambio de soberanía generó tensiones étnicas, ya que gran parte de la población eslava se vio marginada por las políticas de italianización del régimen fascista, y después de la Segunda Guerra Mundial, Trieste se convirtió, por tanto, en un foco de conflicto entre Italia y Yugoslavia. En 1947, el Tratado de Paz de París estableció el Territorio Libre de Trieste, dividido en dos zonas: la Zona A, administrada por los aliados, principalmente británicos y estadounidenses, y la Zona B, bajo control yugoslavo. Este estatus peculiar reflejaba la tensión de la Guerra Fría en Europa. Finalmente, en 1954, el Memorándum de Londres resolvió la disputa, haciendo que Italia recuperara la Zona A, incluyendo la ciudad de Trieste, mientras que Yugoslavia se quedó con la Zona B. En 1975, el Tratado de Osimo oficializó esta división, y cerró un capítulo complicado de la historia fronteriza de la región. Hoy en día, Trieste es parte de Italia, pero su herencia multicultural sigue viva en su arquitectura, su gastronomía y su vibrante vida cultural, como pude comprobar en mí visita hace ya muchos años, y es un símbolo de convivencia entre diferentes identidades y un recordatorio de los vaivenes de la historia europea. Conocí aquí en Lund a un chico de Trieste, de etnia eslava, y recuerdo cómo él me miraba incrédulo cuando yo le exponía todo el conocimiento que yo había adquirido, partiendo de esos dos sellos. El sello de la zona A es de 1948, de la zona italiana y es una alegoría a la reconstrucción de la ciudad tras la guerra. El de la zona B, también de 1948, alude a la celebración del 1 de mayo en Yugoslavia.

Junto a los sellos de Trieste, encuentro tres sellos de Danzig. Comprendo que he ordenado la hoja juntando a los sellos de enclaves territoriales de importancia histórica, pero no recuerdo cuando lo hice. Creo que lo hice ya en Madrid a comienzos de los 60. Danzig, situada en la costa del mar Báltico, ha sido durante siglos un punto crucial para el comercio y la política en Europa del Norte. Ya en la Edad Media, fue un importante puerto de la Liga Hanseática, una red comercial que conectaba ciudades del Báltico y el norte de Alemania. Me interesó mucho la historia de esta ciudad, durante mis estudios en la universidad de Lund y la visité ya como Gdansk en muchas ocasiones, la última en 1990.

En 1793, durante la Segunda Partición de Polonia, Danzig fue anexionada por Prusia, integrándose más tarde en el Imperio Alemán. Sin embargo, tras la Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles en 1919, la ciudad adquirió un estatus especial y se convirtió en la Ciudad Libre de Danzig, una entidad semiautónoma bajo la supervisión de la Sociedad de Naciones. Aunque estaba separada oficialmente de Alemania, tenía una población mayoritariamente alemana, mientras que Polonia controlaba aspectos clave como la aduana y la política exterior, además de tener acceso privilegiado al puerto, lo que provocaba continuas tensiones entre la población alemana local y el Estado polaco.

La situación se agravó con la llegada de los nazis al poder en Alemania. El deseo de Hitler de reincorporar Danzig al Reich fue uno de los pretextos para la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, un acto que desencadenó la Segunda Guerra Mundial. Danzig fue rápidamente anexada por la Alemania nazi y la poca resistencia que los polacos lograron organizar, fue justamente en la central de correos que, tras 15 horas de fuego intenso fue reducida a cenizas con sus defensores, sus sellos y todo.

Tras la derrota de Alemania en 1945, Danzig fue incorporada a Polonia y su nombre oficial cambió a Gdańsk. La población alemana fue expulsada y reemplazada por polacos, muchos de los cuales habían sido desplazados de territorios orientales anexados por la Unión Soviética. Esta parte de la historia ha sido elocuentemente analizada por mi colega Han Åke Persson, catedrático emérito de historia en la universidad de Roskilde.[1]

En la segunda mitad del siglo XX, Gdańsk volvió a ser protagonista de la historia europea, siendo el lugar de nacimiento del movimiento sindical Solidarność (Solidaridad) en 1980, liderado por Lech Wałęsa. Este movimiento desempeñó un papel crucial en la lucha contra el régimen comunista y en la caída del Telón de Acero y la democratización del este de Europa. Estuve allí en 1982 y la ciudad “cocía” de actividad subversiva, se respiraba por todos lados. Hoy, Gdańsk es una ciudad moderna, símbolo de resistencia y cambio, que refleja su rica herencia multicultural en su arquitectura y su vida cultural, una ciudad alemana, vaciada de su población, pero presente en la arquitectura y hasta en la gastronomía.

Los sellos de Danzig que tengo representan uno de ellos, el más antiguo de 1921, un kogge o caravela de la Hansa. Danzig fue uno de los puertos más importantes del Mar Báltico y un miembro destacado de la Liga Hanseática, con fuertes lazos comerciales con los Países Bajos, Inglaterra, Suecia y Dinamarca, así que la figura de un kogge en el sello es lógica. Más raro es que el sello de 1926 representa un galeón español, porque, que yo sepa, los galeones españoles no visitaron nunca el puerto de Danzig, es más, España no tenía una relación comercial directa muy intensa con este puerto, aunque el comercio de grano, ámbar y madera del Báltico era importante para toda Europa Occidental, y algunos comerciantes españoles, en teoría, podrían haber estado involucrados, al menos, indirectamente. En el puerto sueco de Ystad, sí tenemos noticias de comercio directo con Cádiz, así que, todo es posible.

Recuerdo cuando compraba los sellos en los soportales de la Plaza Mayor, a veces también en El Rastro, en algún puesto que tuviera cartas antiguas y postales. Casi todos mis amigos juntaban sellos y los de las colonias españolas en África eran muy solicitados, cromáticos y verdaderamente interesantes y sugestivas, para una pandilla de pequeños filatélicos como éramos nosotros. Sellos de “Guinea Española”, “Fernado Poo”, todos de los años 40 y 50, con la excepción de uno de “territorios españoles del golfo de Guinea” de la república, de 1931. Cuando yo era niño Guinea Española era una realidad y así lo fue hasta octubre de 1968, cuando obtuvo su independencia. Curiosamente, mi vecino Ángel, tuvo una novia que sacó plaza de profesora en Santa Isabel y estuvo allí hasta 1965. Por cierto, si algo bueno dejó España en Guinea fue la instrucción y alfabetización, la lengua y la cultura española.

Guardo los sellos en su lugar, y los dejo descansar hasta la próxima vez que nos veamos. Ya no soy filatélico, tengo otros intereses, pero ha sido interesante volver a manosear este viejo álbum. Los sellos sueltos de la bolsita se quedan sin ver la luz del día, porque tengo prisa en salir a dar mi paseo antes de que se derrita la escarcha. Me hace mucha ilusión pasear entre los árboles escarchados, el césped blanco, destellando diamantes entre las hojas muertas, el aire diáfano y el cielo azul. Encuentro al fin un jersey lo suficientemente grueso como para resistir el frío de esta mañana de febrero.


[1] Rhetorik und Realpolitik : Grossbritannien, die Oder-Neisse-Grenze und die Vertreibung der Deutschen nach dem Zweiten Weltkrieg / Hans Åke Persson

Centésimo quincuagésimo noveno paseo. Dinamarca, un país feliz que se encoge poco a poco.

Así como el que no cree la cosa, hemos llegado al último día del mes más pobre del año. Este frío enero nos ha traído muchas sensaciones capaces, cada una de ellas, de caldear el ambiente. Esta maña de febrero, amanece despejada y mi primer paseo de febrero es un verdadero placer. No sé por qué, pero me pongo a pensar en Dinamarca. Para mí, Copenhague es mi gran ciudad, la urbe más próxima, y como tal le tengo un especial cariño. Aunque parezca mentira, aquí en el sur de Suecia, a dos pasos del país vecino, no se habla casi nunca de el reino del sur, aunque muchos miles de suecos de nuestra zona, trabajan en Copenhague, donde los sueldos son más altos y el trabajo no falta. Además, Kastrup, el aeropuerto de Copenhague, es nuestra salida al mundo.

Paseando por las calles de Copenhague, he observado, que todo parece rezumar deseos de grandeza y orgullo sobre un pasado histórico, pretendidamente glorioso. No es necesario recurrir a un trabajo histórico muy profundo, para percibir una vena de autoafirmación nacional, muy lejana de la realidad. Por toda la ciudad se pueden ver alegorías a un tiempo pasado, la era vikinga. Y, no es difícil comprender, por qué los daneses se sienten tan identificados con los vikingos, ya que fue durante el lapsus creado por la caída del imperio romano y la formación de los reinos europeos continentales, cuando los habitantes de estas islas y penínsulas del norte, los llamados vikingos, hicieron su agosto.

La época vikinga comenzó convencionalmente en el año 793 con el saqueo del monasterio de Lindisfarne, en la costa noreste de Inglaterra. Este ataque marcó el inicio de la expansión y las incursiones vikingas por Europa. Llegaron hasta Sevilla y más allá, pero tuvieron que desistir porque el imperio musulmán ya se había establecido en España, concentrándose en el norte de Europa, entre Normandía, donde los daneses fundaron un enclave, hasta Suecia y Noruega. Durante este tiempo, no cabe duda de que los daneses eran los mejor organizados entre los nórdicos, hasta el punto de que, bajo el reinado de Canuto el Grande (1016-1035), gobernaba lo que se conoce como el Imperio del Mar del Norte. Este imperio incluía Dinamarca, Noruega, Inglaterra y partes del sur de Suecia, como por ejemplo Escania, donde esta mi ciudad, Lund.

La época vikinga terminó alrededor del año 1066, cuando el rey noruego Harald III Hardrada fue derrotado en la batalla de Stamford Bridge en Inglaterra. Poco después, los normandos, curiosamente descendientes de vikingos, liderados por Guillermo el Conquistador vencieron definitivamente en la batalla de Hastings, consolidando una nueva era en la historia europea. Desde ese mismo momento, Dinamarca, como una ameba, se va dividiendo en diferentes reinos: Dinamarca, Suecia, Noruega, Islandia, Finlandia, para a finales del siglo XIV reunir las diferentes coronas, tres, por cierto, bajo un gobernante danés, la reina Margarita, aclamada aquí en Lund en 1396, un año antes de la formalización de la Unión de Kalmar, en la catedral de Lund. Aquí se reunió con los nobles escandinavos, quienes la reconocieron como regente y prepararon el camino para la coronación de su sobrino adoptivo, Erico de Pomerania, como rey de la Unión en 1397. La reina Margarita I de Dinamarca fue proclamada como soberana de los tres reinos escandinavos en el marco de la Unión de Kalmar, formalizada en 1397. Sin embargo, su poder sobre los tres reinos de Dinamarca, Noruega y Suecia, ya era efectivo desde 1389, cuando derrotó al rey Alberto de Mecklemburgo en Suecia.

Este lapsus histórico que permitió la unión de los tres reinos, finalizó con la revuelta de los suecos en 1523, cuando Suecia se separó con la ayuda de la Hansa y eligió a Gustavo Vasa como su rey. Noruega permaneció unida a Dinamarca hasta 1814 bajo el dominio de los reyes daneses. Con el fin de la unión de Kalmar comenzaron los reveses para la corona danesa, que fue perdiendo terreno, hostigada por sus vecinos en el norte y el sur. Pero en realidad todo había comenzado mucho antes. Se puede decir que fue tras la derrota en la Batalla de Volmerslacht, Bornhöved en danés, en 1227, con la pérdida de Holstein y las posesiones en el norte de Alemania.

Aparte de la pérdida de control danés sobre Suecia, desmembración importante para la autoafirmación nacional, las siguientes guerras contra el vecino del norte, no hicieron más que profundizar en el declive del antiguo imperio vikingo.

La guerra de Kalmar en 1611-1613, en la que Dinamarca intentó recuperar el control sobre Suecia, resultó en una autentica humillación militar ante los suecos, teniendo que aceptar la independencia sueca. Más tarde, los suecos atacarían el propio territorio danés, durante la llamada guerra de Torstenson en 1643-1645, arrebatándole los territorios de Jämtland, Gotland y Halland, definitivamente por el tratado de Brömsebro, en 1645, junto con Härjedalen, las islas de Gotland y Ösel, esta última en la actual Estonia. Halland que fue cedida por 30 años, pasó a ser sueca permanentemente tras la próxima guerra, iniciada esta vez por Dinamarca.

En 1657, Dinamarca atacó a Suecia, aprovechando que el rey Carlos X Gustavo estaba ocupado en Polonia, pero, Suecia respondió con una contraofensiva relámpago, cruzando el hielo del Pequeño y Gran Belt y atacó Dinamarca directamente. En febrero de 1658, los suecos llegaron a las puertas de Copenhague. Con el tratado de Roskilde del 26 de febrero de 1658, Dinamarca sufrió su mayor pérdida territorial en la historia, hasta entonces. Escania, Blekinge y Halland pasaron a Suecia. Bohuslän (parte de Noruega) fue cedida a Suecia, que fundaría allí la ciudad de Gotemburgo. También perdieron la isla de Bornholm, así como Trøndelag, aunque estas últimas posesiones fueron recuperadas en 1660. La guerra de 1657 fue un golpe brutal para Dinamarca, ya que Escania había sido una parte integral del reino. Aunque Dinamarca intentó recuperar estos territorios en la Guerra de Escania 1675-1679, el apoyo de Francia a Suecia impidió que los daneses tuvieran éxito.

Y también fueron los franceses los que asestaron una de sus más dolorosas derrotas siglo y medio después. Pues, durante las guerras napoleónicas, Dinamarca fue ocupada por ejércitos franceses (en los que también entraba un contingente español de 12 000 soldados) para asegurarse el bloqueo a Gran Bretaña. Por esta razón Copenhague fue bombardeado por los británicos en 1801, cuando la Royal Navy británica con Lord Nelson a la cabeza, atacó la flota danesa y la destruyó. Más tarde, en 1807, el bombardeo de Copenhague destruyó más de un tercio de la ciudad. Por el tratado de Kiel en 1814, Dinamarca, considerada como aliada de Francia, perdió Noruega, que pasó a Suecia.[1]

Hubo un tiempo en que Dinamarca y Suecia-Noruega parecían acercarse, dentro del movimiento nacionalista nórdico, llamado escandinavismo. Parecía como si los dos pueblos iban de camino hacia una nueva unión, para juntos jugar un papel importante entre los pueblos de Europa, en una época altamente nacionalista.[2] Pero los acontecimientos durante la llamada guerra de los ducados en 1864, dieron al traste con cualquier sueño de reunificación. Cuando Prusia y Austria declararon la guerra a Dinamarca por el control de los ducados de Schleswig y Holstein. Dinamarca trató de buscar ayuda en el vecino/hermano del norte, pero los suecos decidieron mantener una estricta neutralidad, para desesperación de los daneses. Dinamarca fue derrotada en la batalla de Dybbøl y tuvo que firmar el tratado de Viena en 1864 por el que los ducados de Schleswig, Holstein y Lauenburg fueron cedidos a Prusia y Austria.

En 1917 Indias Occidentales Danesas actuales Islas Vírgenes Americanas fueron vendidas a los Estados Unidos que presionó a Dinamarca a venderlas durante la Primera Guerra Mundial, pues EEUU temía que Alemania pudiera ocupar las islas y usarlas como base naval. El tratado de venta se firmó ya en 1916 y se hizo efectiva el 31 de marzo de 1917, cuando la soberanía pasó oficialmente a los Estados Unidos. Dinamarca recibió 25 millones de dólares en oro por la venta.

El 9 de abril de 1940, Alemania invadió Dinamarca en la «Operación Weserübung» y el gobierno danés se rindió sin resistencia en unas pocas horas, siendo Dinamarca ocupada hasta 1945. Al final de la guerra, a duras penas, consiguió conservar su integridad territorial, pero Islandia, se independizó de Dinamarca en 1944, bajo control norteamericano. Y, mientras voy andando, resuena en mi cabeza el eco de las palabras de Trump sobre Groenlandia. Nada nuevo. El cambio climático podría hacer que, para 2030, la Ruta del Mar del Norte sea la primera de las rutas marítimas del Ártico en quedar libre de hielo, conectando los océanos Atlántico y Pacífico y mejorando enormemente la accesibilidad a los recursos de Groenlandia. Estados Unidos se convertiría en la segunda nación más grande del mundo por superficie terrestre, después de Rusia. Sería la adquisición territorial más grande de la historia de Estados Unidos, ligeramente más grande que la compra de Luisiana.

Estados Unidos ha considerado durante mucho tiempo que el control de Groenlandia es vital para su propia defensa. A principios del siglo XX, Estados Unidos incluyó a Groenlandia entre varias posesiones europeas en el hemisferio occidental que planeaba apoderarse y fortificar preventivamente en caso de un ataque inminente al territorio continental de Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos invocó su Doctrina Monroe para ocupar militarmente Groenlandia y evitar su uso por parte de Alemania tras la rendición de Dinamarca. Aunque Groenlandia sigue siendo un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca, un tratado de 1951 otorga a Estados Unidos un gran control sobre su defensa.

Y me pregunto. ¿Será que Trump piensa verdaderamente hacerse con el control directo de Groenlandia? Pues, no sé, no sé. Yo pienso que, dado el fuerte rechazo de Dinamarca y Groenlandia, la única forma en que EE.UU. podría tener más control sería mediante acuerdos estratégicos y económicos, pero no una anexión directa. Para Dinamarca la anexión de Groenlandia por Estados Unidos sería un golpe terrible a su autoafirmación nacional. Se sentirían, creo yo, amputados, avasallados, ninguneados por un Gran Poder que consideraban amigo. La historia les ha enseñado que no se puede esperar ayuda de nade, cuando verdaderamente se necesita. Les pasó con Francia, con Suecia, con Alemania y ahora quizás con los Estados Unidos.  

Quizás deberíamos haber empezado el relato de otra manera. Por ejemplo, peguntándonos ¿cómo es posible que la pequeña Dinamarca posea la mayor isla del mundo? Para eso, como siempre, tenemos que regresar al relato histórico, que es lo mío. Durante la era del colonialismo e imperialismo, entre los siglos XV al XX, Dinamarca desempeñó un papel importante en el comercio de esclavos y expandió su influencia colonial, aunque comparada con otros países europeos como España, Inglaterra o Francia, su importancia fue mucho menor.

En el siglo XVII, Dinamarca comenzó a expandir su imperio colonial, principalmente en el Caribe y en algunas áreas de América del Norte, como las Indias Occidentales Danesas. En 1671, Dinamarca estableció una colonia en Santa Cruz, y en 1733 adquirió las islas de Saint Thomas y Saint John. Estas islas fueron utilizadas principalmente para la producción de azúcar y otros productos agrícolas, cultivados por esclavos africanos.

Dinamarca jugó un papel activo en el comercio de esclavos, llevando a cabo un tráfico transatlántico de esclavos hacia sus colonias en el Caribe. En el siglo XVIII, Dinamarca estableció varias factorías comerciales en la costa de Guinea, donde participaba en el comercio de esclavos y productos exóticos. Dinamarca también tuvo presencia en la isla de St. Thomas, donde se involucró activamente en la industria azucarera y en la esclavitud. La plantación de azúcar fue el pilar de las economías coloniales danesas, y Dinamarca fue una de las naciones involucradas en el comercio de esclavos, transportando seres humanos de África a las Américas. En 1848, Dinamarca abolió la esclavitud en sus colonias.

El año 1733. Dinamarca tomó el control de Groenlandia como un territorio autónomo del Reino de Dinamarca. A diferencia de las colonias en el Caribe, la colonización de Groenlandia se centró más en la administración y explotación de recursos naturales que en la plantación de cultivos o la esclavitud. Aunque Dinamarca mantenía un dominio sobre Groenlandia, el país fue cada vez menos involucrado en actividades imperialistas y comenzó a centrarse más en la industria y el comercio en lugar de la expansión colonial. Groenlandia se mantuvo como un territorio bajo el control danés, pero se le otorgó más autonomía política en el siglo XX.

En Groenlandia, los daneses interactuaron con los pueblos inuit pero impusieron su cultura. Aunque Groenlandia sigue siendo parte del Reino de Dinamarca, su proceso de autonomía ha sido gradual. Su historia colonial se ha centrado más en la administración desde Copenhague que en una verdadera explotación colonial. Durante gran parte de su historia colonial, Groenlandia fue gobernada de forma centralizada desde Copenhague, sin un gobierno autónomo local.

En 1953 Groenlandia pasó a ser parte integral del Reino de Dinamarca, lo que le otorgó una mayor representación en el Parlamento danés, pero no significó una autonomía real. La isla siguió dependiendo de Dinamarca en cuestiones de defensa y política exterior. En 1979, se estableció un autogobierno parcial en Groenlandia a través de una reforma constitucional que otorgó a la isla un Parlamento local conocido como Asamblea de Groenlandia y un Gobierno autónomo para tomar decisiones en áreas como educación, salud, pesca y recursos naturales.

En este año, la isla asumió el control de sus propios asuntos internos, aunque Dinamarca seguía encargándose de la defensa y la política exterior. En 1982 Groenlandia abandonó la Comunidad Europea después de un referéndum, lo que reflejaba una búsqueda de mayor autonomía económica y política frente a las presiones externas. En 2009, Dinamarca aprobó una nueva ley de autogobierno que otorgó a Groenlandia una autonomía aún mayor. Groenlandia obtuvo el control total de la gestión de los recursos naturales y las políticas internas, incluyendo el desarrollo económico.

Aunque Dinamarca sigue siendo responsable de la defensa y la política exterior, Groenlandia puede negociar directamente acuerdos internacionales sobre recursos naturales, clima, e incluso acuerdos de pesca, siempre que no afecten la defensa nacional. El groenlandés fue declarado el idioma oficial, lo que simboliza una mayor afirmación de la identidad cultural de la isla.

Groenlandia ha logrado un alto grado de autonomía, pero no ha intentado hasta ahora lograr la total independencia de Dinamarca. Aunque la independencia completa ha sido un tema de debate, la mayoría de los groenlandeses todavía prefieren mantener una relación con Dinamarca, pero con más autonomía económica y política. El futuro de la relación con Dinamarca depende, a mi entender, del potencial de recursos naturales en Groenlandia, como el petróleo y minerales raros. Groenlandia ha expresado en varias ocasiones su interés en obtener mayores ingresos de estos recursos para lograr una independencia económica.

A pesar de que Groenlandia tiene control sobre sus recursos naturales, la isla sigue dependiendo en gran medida de los subsidios daneses para financiar su economía, especialmente en áreas como la infraestructura y los servicios públicos. El deshielo del Ártico ha aumentado el interés global en los recursos de Groenlandia, que es lo que plantea tanto oportunidades como retos en términos de soberanía y control de sus recursos. Y aquí entra el interés de Trump por esta despoblada isla. Para Dinamarca, Groenlandia es, ante todo, lo que le queda de orgullo nacional. Creo que lucharán con todas sus fuerzas por no perderla, pero dudo de que, al ser necesario, obtengan ayuda externa, sea de la Unión Europea o de Naciones Unidas. Lo que sí puede ocurrir, es que los groenlandeses aprovechen para alcanzar su independencia total de Dinamarca, y entonces estarán más o menos obligados a acercarse a los Estados Unidos para proteger su patrimonio. Múte Egede, el jefe del gobierno autónomo groenlandés, dice que los groenlandeses no quieren ser ni daneses ni americanos, simplemente groenlandeses. Continuará.


[1] Durante las Guerras Napoleónicas, Suecia se unió a los enemigos de Francia, mientras que Dinamarca terminó en el bando francés. Esto llevó, en el caso de Suecia, a la pérdida de Finlandia y a la renuncia de sus últimas provincias en Alemania, y en el caso de Dinamarca, a que Noruega fuera forzada a entrar en una unión con Suecia. Al mismo tiempo, quedó definitivamente claro que Suecia-Noruega y Dinamarca debían aceptar sus roles como pequeños Estados en el gran escenario europeo.

[2] Comenzó a surgir un sentimiento de unidad nórdica, y en la ceremonia de promoción de maestros en la catedral de Lund en 1828, el poeta Esaias Tegnér pudo entregar la corona de laurel al poeta danés Adam Oehlenschläger con las palabras: «el tiempo de la división ha terminado».

Centésimo quincuagésimo octavo paseo. Caos y cosmos en una noche estrellada.

Pasear en una noche estrellada es una experiencia muy especial. El aire, fresco y limpio invita a respirar hondo, como si cada bocanada trajera consigo un susurro del universo. Ese cielo, inmenso y profundo, se despliega como un manto de terciopelo oscuro, salpicado de estrellas titilantes que parecen parpadear en complicidad. Algunas brillan con intensidad, otras se esconden tímidamente tras velos de alguna nube pasajera. Todo parece más grande y a la vez más íntimo, como si el mundo se redujera a esa caminata silenciosa en la que solo importan el momento y la inmensidad del cielo allí arriba. Es una sensación de soledad placentera, de comunión con lo infinito. Cada estrella es un recordatorio de la vastedad del cosmos, de lo efímero de la vida y, al mismo tiempo, de su belleza inagotable.

Llevo los auriculares y voy escuchando la radio cuando, de repente, el programa que sigo se interrumpe para comunicar que, muy cerca de mí, en este mismo momento, un hombre ha sido abatido a tiros en la estación de ferrocarriles de Lund, a una hora en que esta está muy concurrida con gente que regresa de sus trabajos. Estoy a menos de un kilómetro de los hechos. Mi suegra vive a unos metros y oyó los tiros, también los oyó el alcalde de la ciudad desde la sede de su partido. Mi compañera venía en un tren en ese mismo momento, un tren que fue desalojado. En unos minutos, he pasado desde la contemplación al horror y la perplejidad, ante este acto violento, tan impensable en nuestra ciudad, hasta hoy.

De vuelta a casa, pienso en la dicotomía entre el cosmos y la vida cotidiana, la diferencia abismal entre la inmensidad del universo y la aparente pequeñez de nuestras preocupaciones diarias. Un acto de violencia sacude los cimientos de nuestra existencia, bajo el impasible cosmos. El cosmos es vasto, frío, eterno en comparación con la existencia humana. Sus leyes operan con una precisión inmutable; estrellas nacen y mueren en ciclos que duran millones de años, galaxias se expanden en un espacio inconmensurable, y la luz de algunos astros que vemos esta noche partió de ellos mucho antes de que la humanidad siquiera existiera. El universo es, en cierto sentido, indiferente a nuestras luchas, ajeno a nuestros sentimientos y deseos.

La vida cotidiana de los humanos está marcada por la urgencia del presente, con horarios, preocupaciones, responsabilidades, emociones efímeras. Nos ocupamos de problemas que, vistos desde la perspectiva cósmica, parecen insignificantes: llegar a tiempo al trabajo, pagar cuentas, resolver discusiones triviales. Y, sin embargo, para cada individuo, estos asuntos son lo más importante del mundo, porque en ellos se construye nuestra realidad inmediata. Cuando un acto imprevisto rompe la monotonía, como en este momento, todo cambia de pronto y el caos se apodera de nosotros.

Ya en casa, la familia reunida, la urgencia del momento superada, pienso que esta experiencia, tan traumática para mí, es algo cotidiano para millones de personas. Es la experiencia del caos. Desde una perspectiva mitológica y religiosa, el caos es la antítesis del orden divino. En muchas religiones y tradiciones, el universo surge del caos primordial, que debe ser domado o estructurado por una deidad creadora. En la mitología babilónica, por ejemplo, Marduk derrota a Tiamat, la diosa del caos, para instaurar el cosmos. De manera similar, en el Génesis bíblico, Dios da forma al mundo a partir de un estado informe y vacío. En estas narrativas, el caos se ve como una amenaza, un espacio donde reina el mal porque no hay estructura ni propósito.

Desde un punto de vista filosófico, el mal ha sido entendido como la ausencia de orden, justicia o razón. Para pensadores como Platón y Aristóteles, el bien está vinculado con el orden, la armonía y el propósito, mientras que el mal se asocia con la descomposición, la irracionalidad y la disolución de lo establecido. En este sentido, el caos puede ser visto como una condición en la que el mal prospera, ya que destruye los principios que sustentan la vida y la convivencia. Es fácil para mí, sumarme a esta exposición, los tiros de esta noche rompieron la calma y nos sumieron, por un momento, en el caos.

Al contrario, Friedrich Nietzsche, ve el caos no como algo inherentemente malo, sino como una fuerza necesaria para la transformación y el crecimiento. Según él, el orden impuesto puede ser opresivo y sofocante, y es en el caos donde se encuentra la posibilidad de la creación y la superación de los límites. Desde esta perspectiva, el caos no es sinónimo de maldad, sino una oportunidad para el cambio y la reinvención. Pienso, que debe ser esta la filosofía de muchos de los mandatarios que lanzan sus países o sus pueblos a la guerra. Aunque, claro está, no todo caos lleva al mal. En ciertos casos, el colapso de un orden injusto puede ser necesario para la construcción de una sociedad más justa. La Revolución Francesa, por ejemplo, trajo un período de caos y violencia, pero también abrió paso a la modernidad política y los derechos individuales. Me imagino que alguien, con razón, pensará que todas las revoluciones no han dejado unos beneficios tan claros; la revolución rusa, la china, la cubana, la nicaragüense etc. Y es que, en términos sociales y políticos, el caos se percibe como una condición peligrosa, donde la ausencia de reglas y estructuras fomenta la violencia, la injusticia y el sufrimiento. En tiempos de guerra, crisis económica o colapso institucional, el mal se manifiesta con mayor facilidad porque desaparecen los mecanismos que regulan el comportamiento humano. Thomas Hobbes describía el estado de naturaleza, donde no hay autoridad ni orden, como una condición de «guerra de todos contra todos», en la que la vida es «solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta».

De Hobbes paso a la situación actual que estamos viviendo en Suecia[1], una suerte de caos, todavía casi imperceptible, fuera de las noticias de prensa y otros medios de comunicación. Durante un periodo que va desde el comienzo del nuevo milenio[2] hasta ahora, grupos de malhechores, normalmente organizados en grupos étnicos, dedicados principalmente al tráfico de drogas, atracos y extorsión, han tomado algunas barriadas hasta el punto de controlar quien puede entrar en ellas. La policía no tiene ni recursos ni capacidad[3] para detener este proceso, que empieza a atravesar fronteras, hacia Dinamarca, Turquía y España: recordemos el caso de “los suecos”.

El caos se ha apropiado de zonas o enclaves, donde la ley sueca, el orden bajo el que los demás vivimos nuestras vidas, no puede hacerse valer. Las leyes, las reglas del juego que nos hemos dado democráticamente, no sirven para detener la escalada de crímenes y asesinatos, que han hecho de Suecia uno de los países occidentales más peligrosos.[4] El caos se apodera de los niños y los jóvenes, que caen en la tentación del dinero fácil y, como las leyes suecas no contemplan la responsabilidad penal de los menores de 15 años, las ligas emplean a niños para esconder armas, vender productos narcóticos o incluso ejecutar muertes. Hace muy poco, un muchacho de 16 años mató a tres personas en 26 horas.

En términos sociales, una sociedad bien estructurada se asemeja al cosmos, con reglas claras, instituciones funcionales y una cohesión que permite el bienestar de la mayoría. En cambio, cuando estas estructuras fallan o son insuficientes, se produce un estado de caos que puede dar lugar a conflictos, inseguridad y un aumento de la criminalidad. Suecia, tradicionalmente vista como un ejemplo de orden, cosmos, ha experimentado en las últimas décadas un aumento en la criminalidad juvenil, especialmente en ciertos barrios donde la exclusión social, el desempleo y la falta de integración han generado condiciones de desorden, caos. ¿A qué se debe este proceso? Empecemos por la fragmentación social, con jóvenes que crecen en áreas marginadas y perciben que están fuera del sistema y buscan su propio «orden» dentro de pandillas o redes criminales. La educación y el empleo, pilares del «cosmos» sueco, no alcanzan a todos por igual. Aunque Suecia tiene un Estado de bienestar fuerte, ciertos problemas como la integración de inmigrantes y la creciente violencia juvenil revelan fisuras en el modelo.

Cuando los jóvenes no encuentran su lugar dentro del «cosmos» social y perciben que el sistema no les ofrece un futuro viable, algunos recurren a la violencia y al crimen como una forma de estructurar su propio «orden». Paradójicamente, la criminalidad juvenil no es solo una manifestación del caos, sino también un intento nietzscheano de crear un orden, con sus propias normas y jerarquías dentro de las pandillas y redes delictivas. Dos órdenes antagónicos no pueden existir en el mismo espacio.

Estaba yo contemplando las estrellas, buscando en el vasto orden del cosmos un respiro ante el caos terrenal, cuando la noticia del tiroteo en la estación de Lund interrumpió mi contemplación. En ese momento, experimenté una sensación de disonancia, un choque entre la inmensidad serena del universo y la violencia absurda que se despliega en la ciudad. Las estrellas, con su luz inalterable, parecían recordarme la estabilidad de lo eterno, mientras que aquí, en la Tierra, el caos irrumpía de nuevo, desafiando el ideal de orden y civilización. Sentí indignación, porque Suecia, que alguna vez representó un modelo de armonía, parece estar cediendo ante una espiral de violencia juvenil. O quizá fue una triste resignación, al ver que incluso en un país con instituciones fuertes, la fractura social ha generado escenarios impensables hace unas décadas. Recordando las palabras del astrónomo Carl Sagan: “El cosmos está dentro de nosotros. Estamos hechos de estrellas. Somos el mecanismo que permite al universo conocerse a sí mismo”.


[1]https://www.bbc.com/mundo/articles/ckvp79xj9qdo#:~:text=Suecia%20es%20desde%20hace%20varios%20a%C3%B1os%20un%20foco,las%20zonas%20urbanas%20vulnerables%20y%20de%20bajos%20ingresos.

[2] https://www.infobae.com/america/mundo/2021/06/12/como-suecia-paso-de-ser-un-pais-modelo-a-tener-uno-de-los-indices-de-violencia-armada-mas-altos-de-europa/

[3] https://polisen.se/siteassets/dokument/regeringsuppdrag/lagesbild-over-aktiva-gangkriminella-i-sverige-.pdf/download/?v=a75b921c416fa67b3742250270360a67

[4] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58394371

Centésimo quincuagésimo séptimo paseo. Las circustancias del mal y algo de esperanza, un 27 de enero.

El Holocausto, el genocidio sistemático de aproximadamente seis millones de judíos europeos, junto con millones de otras víctimas, como gitanos, discapacitados, prisioneros políticos, homosexuales y otros grupos perseguidos por el régimen nazi, fue un ejemplo extremo de mal estructural. El régimen nazi no solo impulsó un odio racial profundamente enraizado en la sociedad alemana, sino que construyó una infraestructura y un sistema legal que permitieron la ejecución masiva y sistemática de estas ideas. El régimen nazi creó leyes antisemitas[1] que no solo discriminaban, sino que legitimaban la violencia física, las deportaciones y la exterminación de los judíos y otros grupos «no deseados». El Estado alemán promovió la idea de la «superioridad aria» y creó mecanismos de exclusión y opresión sistemática.

A través de una maquinaria administrativa eficaz y una deshumanización sistemática, los nazis organizaron el genocidio con un nivel de eficiencia espantoso. Desde las listas de personas a exterminar hasta la organización logística de los campos de concentración, el Holocausto fue un proceso burocrático de exterminio a gran escala. Muchas personas en la sociedad alemana, así como en los países ocupados, fueron cómplices o simplemente indiferentes ante los horrores del Holocausto, debido a la normalización del odio y la violencia dentro de la estructura social.

La gran pregunta es si un evento similar podría ocurrir hoy en día. Es importante reconocer que las condiciones estructurales que permitieron el Holocausto aún existen, aunque con diferentes matices. Los regímenes autoritarios, que se van extendiendo por todos los continentes, el racismo, el odio étnico y religioso, las políticas de exclusión y la falta de una respuesta internacional efectiva son preocupaciones actuales. Las tecnologías modernas de vigilancia y control social, junto con la capacidad de los gobiernos autoritarios para usar la propaganda y el control de la información, podrían en teoría facilitar una persecución masiva de minorías, como lo hizo el régimen nazi.

La polarización política y la radicalización de grupos de extrema derecha en muchas partes del mundo han resucitado discursos xenófobos y racistas, como no parecía posible hace unos años. Estos movimientos han fomentado la violencia hacia minorías, a lo peor, en un preludio a una escalada mayor. Las guerras, los desplazamientos forzados y las crisis humanitarias que estamos viendo a nuestro alrededor, generan condiciones propensas a la explotación y la deshumanización de grupos vulnerables. Las migraciones masivas, combinadas con políticas xenófobas, crean divisiones y generan la base para un tipo de violencia estructural que podría desembocar en genocidio. El racismo estructural y la discriminación que existen hoy en día en muchas sociedades son un caldo de cultivo para la violencia. Cuando los grupos marginados son tratados como «otros» y son deshumanizados, el paso hacia un trato violento y genocida se vuelve más accesible.

La educación sobre el Holocausto y la memoria colectiva son esenciales para evitar que las futuras generaciones olviden las lecciones aprendidas. La denuncia del odio y la violencia debe ser central en las políticas educativas. La protección de los derechos humanos, la promoción de la democracia y la justicia social son fundamentales para evitar que cualquier grupo sea despojado de su dignidad. Las instituciones internacionales como la ONU deben tener mecanismos eficaces para intervenir cuando se detecten señales de genocidio. El fortalecimiento de la Corte Penal Internacional y la denuncia internacional de las violaciones de derechos humanos son pasos importantes.

Aunque las condiciones de un «Holocausto» no son idénticas hoy en día, el mal estructural sigue presente en muchas sociedades modernas, y las estructuras de odio y discriminación pueden llevar a formas de violencia masiva. La historia del Holocausto nos muestra cómo la burocracia, el racismo institucionalizado y la complicidad social pueden converger para llevar a cabo actos de genocidio. Prevenir un nuevo Holocausto requiere un esfuerzo conjunto para erradicar las injusticias estructurales y garantizar que los derechos humanos de todas las personas sean respetados.

Un día como hoy, pasados 80 años del descubrimiento de las atrocidades cometidas por los nazis, nos hacemos preguntas de difícil respuesta. Yo me hago muchas preguntas mientras camino y hoy me pregunto si el mal es un fenómeno objetivo o subjetivo. Saber si el mal es un fenómeno objetivo o subjetivo es importante porque esta cuestión tiene implicaciones profundas en múltiples aspectos de nuestra vida personal, social, ética y política. Si el mal es objetivo, existiría un estándar universal y trascendente para determinar qué es malo o incorrecto. Las acciones podrían juzgarse como inherentemente malas, independientemente de las intenciones, opiniones o culturas. Tendríamos sin duda un marco moral claro y consistente que guiaría la creación de leyes, las decisiones personales y los juicios sobre el comportamiento humano.

 Los que piensan que el mal existe independientemente de la perspectiva humana, aducen que es algo universal y externo al sujeto, ligado a leyes naturales o divinas. En la tradición religiosa y metafísica, San Agustín[2], considera que el mal es la ausencia de bien. Aunque no tiene sustancia propia, el mal es objetivo porque se mide en relación con la supuesta perfección divina. Para San Agustín, el mal surge cuando las criaturas libres eligen apartarse del orden universal establecido por Dios. Elegir el mal, es una acción humana en el ejercicio del libre albedrío.

Para Tomás de Aquino[3], el mal es un defecto o carencia en el ser que se opone al orden natural y divino. La bondad y el mal están inscritos en la naturaleza misma de las cosas. Todo lo que existe es bueno en cuanto que participa del ser, ya que la existencia misma es un don de Dios, quien es el Ser Supremo y la Bondad absoluta. Esto significa que todo lo creado es intrínsecamente bueno por el hecho de existir. El mal no es algo que exista por sí mismo; más bien, es una privación de un bien que debería estar presente en un ser. Según esta apreciación, los capos que torturaban, menospreciaban y mataban a los presos en los campos de concentración, actuaban así por que carecían de empatía.

Según Kant[4], el mal es algo objetivo porque está relacionado con la violación de la ley moral universal que surge de la razón pura. El mal se produce cuando un individuo, conscientemente, decide actuar de manera contraria al imperativo categórico, que es válido para todos los seres racionales. Desde los firmantes del tratado de la conferencia de Wannsee hasta el ultimo capo de los campos de concentración, según una interpretación objetiva del mal, sabía muy bien que hacía el mal, y esto no le impedía actuar.

Si el mal es subjetivo, lo que se considera malo depende del contexto, la perspectiva individual o cultural. Las normas morales se vuelven relativas, y algo que una persona o sociedad ve como malo, otra sociedad puede no verlo igual, lo que complica o imposibilita la creación de consensos éticos o leyes universales y fomenta el relativismo moral. Me cuesta, por tanto,  comprender las razones de David Hume[5], cuando considera que el mal y el bien no son realidades objetivas, sino percepciones humanas basadas en sentimientos. Según él, lo que consideramos «malo» o «bueno» varía según las emociones y las convenciones sociales. Naturalmente, en los círculos nazis, se podía ver la exterminación de los judíos como algo positivo, al menos en teoría, pero veo difícil que alguien pudiera considerar que matar a sangre fría fuese algo convencionalmente aceptable.

Es lógico que los perpetradores estuviesen reconfortados por las ideas de Friedrich Nietzsche[6], que, como Hume, argumenta que el mal es una construcción cultural creada por las tradiciones judeocristianas para reprimir la voluntad de poder y la afirmación de la vida. Según Nietzsche, no existe el mal en sí mismo, y al igual que Hume, afirma que lo que se considera malo o bueno depende de la perspectiva del individuo o la cultura. Es sin duda una filosofía a la medida de los exterminadores.

Para Jean-Paul Sartre[7], el mal es una elección que surge de la libertad radical del ser humano. Cada individuo, como tal, define libremente lo que es bueno o malo a través de sus acciones y decisiones, basándose en su proyecto existencial. Esta explicación existencial está superada, a mi parecer, por la aclaración que hace su compañera, Simone de Beauvoir, que insiste en que el mal aparece cuando una persona niega la libertad de los demás, aunque ella también piensa que puede ser subjetivo porque depende del contexto y las relaciones humanas. Es justamente la negación de la libertad de los demás lo que, a mi entender, justifica la acción del mal. Sin negar la libertad de los que se consideraban inferiores, no se podrían haber cometido esos actos deshumanizantes que se perpetraron en la Alemania nazi.

Algunos filósofos han intentado conciliar ambas visiones, considerando que el mal puede tener tanto aspectos objetivos como subjetivos. Hannah Arendt, víctima y observadora, analiza en La banalidad del mal, cómo el mal puede surgir de acciones comunes realizadas por personas que no reflexionan críticamente. Aunque sus consecuencias, como el Holocausto, son objetivamente malas, el mal puede parecer subjetivo, ya que los perpetradores no siempre lo identifican como tal. Hanna Arendt, que siguió el juicio a Eichmann en aquella primavera de 1961 en Israel, como corresponsal de la revista estadounidense The New Yorker, dejó en su obra “Eichmann en Jerusalén: la banalidad del mal”[8] una conclusión que yo creo que aún es válida:

“La lección de esta historia es sencilla y al alcance de todos. Desde un punto de vista político, nos dice que, en circunstancias de terror, la mayoría de la gente se doblegará, pero algunos no se doblegarán, del mismo modo que la lección que nos dan los países a los que se propuso la aplicación de la Solución Final es que «pudo ponerse en práctica» en la mayoría de ellos, pero no en todos. Desde un punto de vista humano, la lección es que actitudes cual la que comentamos constituyen cuanto se necesita, y no puede razonablemente pedirse más, para que este planeta siga siendo un lugar apto para que lo habiten seres humanos.”

Si el mal es completamente subjetivo, entonces no hay manera de condenar universalmente actos como el genocidio o la tortura, ya que alguien podría justificarlos desde su perspectiva personal. Si las nociones de mal dependen solo de individuos o culturas, ¿cómo podemos resolver conflictos éticos globales?

Regresemos a la actualidad. Si el mal, en los tiempos pasados que recordamos en esta fecha, era claramente reconocible, con sus uniformes diseñados por Hugo Boss, el mal en nuestros días, va enmascarado de mil maneras. El mal es la guerra en sí y quienes la ocasionan y la promueven; los que pueden elegir otros modos de solucionar conflictos entre estados, pero eligen la guerra, a sabiendas que, esta elección significa el sufrimiento y la muerte de miles de inocentes. La guerra inevitablemente causa la muerte de civiles, incluidos niños, mujeres y ancianos, que no tienen ninguna relación directa con el conflicto. También se promueve durante la guerra, el odio hacia el enemigo, despojándolos de su dignidad humana y fomentando actos de crueldad y barbarie. Desde una visión kantiana, la guerra contradice el principio de tratar a cada ser humano como un fin en sí mismo, ya que convierte a las personas en medios para alcanzar objetivos políticos o territoriales.

El mal está también representado en la destrucción del medio ambiente y la contribución al calentamiento global. La tala masiva de bosques, la contaminación y la explotación de los recursos naturales destruyen hábitats esenciales para la vida de muchas especies. Este daño no solo afecta a los animales y plantas, sino también al equilibrio ecológico del que dependemos los seres humanos. La desaparición de especies enteras es un acto irreversible que refleja la negligencia o indiferencia hacia formas de vida que tienen un valor intrínseco. Según la ética medioambiental[9], este daño puede considerarse «malvado» porque viola el principio del respeto hacia la naturaleza y la responsabilidad de preservar el planeta para las futuras generaciones.

Los efectos del cambio climático como sequías, inundaciones y desplazamientos forzados etc. afectan desproporcionadamente a los más pobres, que tienen menos recursos para adaptarse y recuperarse. Este desequilibrio refleja una falta de equidad en la forma en que las sociedades manejan el medio ambiente. Islas y comunidades costeras están siendo destruidas por el aumento del nivel del mar, causado en gran medida por las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de los países más industrializados. Desde una visión ética global, este daño es un mal porque perpetúa desigualdades e ignora la dignidad de quienes menos contribuyeron al problema. El problema es que es muy difícil señalar a los principales perpetradores de este mal, porque -en definitiva, somos todos los que, como consumidores, hacemos posible esta catástrofe a largo plazo.

La degradación del medio ambiente y el calentamiento global se pueden parar reduciendo el consumo, optando por energías limpias y apoyando iniciativas sostenibles. Los estados deben implementar regulaciones estrictas sobre emisiones, proteger áreas naturales y promover economías circulares. En un plano global, se deben establecer compromisos internacionales para reducir las emisiones y garantizar justicia climática para los países más afectados. Y en educación, quizás lo más importante a largo plazo, se debe enseñar a las nuevas generaciones la importancia del respeto por el planeta y las consecuencias de nuestras acciones. Cuando un actor de tanta relevancia como los Estados Unidos abandona el Acuerdo de París, se está optando por elegir el mal.

La xenofobia, entendida como el rechazo, miedo o desprecio hacia las personas extranjeras o de culturas distintas, representa un mal tanto desde una perspectiva ética como desde un análisis práctico y social. Un mal que se perpetúa y amplifica a través de los medios de comunicación, que a menudo se convierten en ecos de narrativas que fomentan la división y el odio. La xenofobia viola el principio ético fundamental de reconocer la igualdad intrínseca y la dignidad de todas las personas, independientemente de su origen, etnia o cultura. Este prejuicio perpetúa la deshumanización de aquellos considerados «otros», los de los cayucos, que nadie quiere, los sin papeles, o simplemente, los que no son como nosotros. Al construir barreras entre grupos, la xenofobia niega la posibilidad de convivencia, cooperación y solidaridad, valores esenciales para una sociedad ética y justa. Las noticias falsas o manipuladas sobre inmigración y diversidad contribuyen a fortalecer el miedo irracional y la hostilidad hacia los extranjeros. Aquí los medios de todas clases, en especial los llamados medios sociales, juegan un papel muy importante, pero como en el caso de la degradación del medio ambiente y el calentamiento global, los actores somos todos; los que escriben o comparten material gráfico y los que lo leen y ayudan a esparcirlo.

El mal habita indiscutiblemente en la misoginia. Aquí la responsabilidad radica esencialmente en los estados, aun cuando sean individuos los que la practiquen. La misoginia es un mal porque atenta contra los principios básicos de dignidad, igualdad y justicia. Su impacto negativo se siente en todos los niveles, desde el individual hasta el global, afectando tanto a las mujeres como al desarrollo de la humanidad en su conjunto. Para combatir este mal, se requiere un enfoque integral que abarque educación, legislación, transformación cultural y una reconfiguración ética de las relaciones humanas basadas en el respeto y la igualdad. El caso más flagrante, a mi parecer, pero lejos de ser el único es la política misógina de los talibanes en Afganistán, especialmente desde su regreso al poder en 2021. Su política de género ha sido un ejemplo claro de la opresión y marginalización sistemática de las mujeres. Desde su primer régimen en los años 90, los talibanes implementaron una serie de políticas que restringían drásticamente las libertades y derechos de las mujeres. A pesar de algunos cambios superficiales durante su período fuera del poder, su ideología misógina ha permanecido central en sus prácticas. Como sabemos, la opresión a las mujeres en Afganistán no es la única. Tenemos los casos de Arabia Saudita y otros países musulmanes, con ciertas excepciones como lo son  Túnez, Indonesia, Marruecos, Emiratos Árabes, Turquía, Malasia, Jordania y Bosnia-Herzegovina, en donde los derechos de las mujeres son respetados, dentro de la cultura musulmana.

A pesar de los avances en la igualdad de género en occidente, las actitudes misóginas persisten, y se pueden observar en varios ámbitos de la vida cotidiana, desde los medios de comunicación hasta las instituciones políticas y las interacciones personales. El más claro exponente de esta misoginia es sin duda la violencia de género, en sus diversas formas tanto física, como emocional, sexual, económica etc. La violencia doméstica, el acoso sexual y la violación son ejemplos de cómo la misoginia se traduce en agresiones directas hacia las mujeres. A pesar de los avances legislativos en muchos países, la violencia de género sigue siendo un problema extendido, y la tendencia a minimizarla o justificarla en algunos sectores sociales refleja actitudes misóginas. En España murieron en 2024 48 mujeres víctimas de violencia de género,[10] una cifra parecida a la de Suecia, teniendo en cuenta la diferencia en habitantes.[11]

Ya de vuelta de mi paseo me pongo a repasar los periódicos y me encuentro con un artículo de opinión que debería dar mucho que hablar. Los cuatro lideres de los partidos del gobierno, los tres en el gobierno moderados, cristianodemócratas y liberales y el partido de apoyo, el ultraconservador y no hace mucho supremacista partido de los demócratas de Suecia, firman un artículo en favor del impartir en las escuelas la memoria sobre el Holocausto.

Es realmente alentador ver cómo los partidos de Tidö han firmado conjuntamente un artículo de opinión sobre la importancia de combatir el antisemitismo. Que los líderes políticos se unan en torno a un tema tan importante demuestra que existe un entendimiento común sobre la necesidad de enfrentar el odio y la intolerancia en la sociedad. El antisemitismo es parte de un problema mayor de xenofobia y odio dirigido a diversos grupos, y por ello es fundamental que veamos esta lucha como algo que nos concierne a todos.

También sería una oportunidad importante para destacar la creciente xenofobia en general y enfatizar cómo todos, juntos, somos necesarios para crear un futuro basado en la democracia y los derechos humanos. Para construir una sociedad en la que todos se sientan bienvenidos, es necesario mirar más allá de las diferencias de género, origen, idioma, cosmovisión u opiniones políticas, y centrarnos en nuestra humanidad compartida.

Trabajando juntos por la apertura, la tolerancia y la igualdad, podemos crear un futuro donde nadie tenga que sentirse excluido o amenazado. Este es un esfuerzo que debe llevarse a cabo tanto a nivel político como en nuestra vida cotidiana: en las escuelas, en los lugares de trabajo y en el debate público.

Traduzco aquí el artículo, publicado en el diario Aftonbladet el 26 de enero de 2025:

“Estamos convencidos de que quien camina siguiendo las huellas de las víctimas, quien presencia con sus propios ojos los lugares donde ocurrieron los asesinatos masivos, se vuelve menos receptivo al antisemitismo. Por ello, aumentamos ahora el apoyo temporal para los viajes de recuerdo a ocho millones de coronas este año. Al mismo tiempo, hacemos que este apoyo sea permanente”, escriben Ulf Kristersson, Jimmie Åkesson, Ebba Busch y Johan Pehrson.

“Mañana, lunes, se cumplen 80 años de la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau.

En todo el mundo se organizan ceremonias para recordar uno de los capítulos más oscuros de la humanidad. Pero también para rendir homenaje a las víctimas: aquellos que sobrevivieron y aquellos que murieron. Es nuestra tarea colectiva recordar y mantener vivo el recuerdo del Holocausto, para que cada nueva generación comprenda y aprenda de la historia.

Un lugar importante para adquirir conocimiento sobre la historia es, naturalmente, la escuela. Durante mucho tiempo, el gobierno ha financiado viajes de recuerdo para estudiantes a los lugares conmemorativos del Holocausto. En el trabajo preventivo contra el antisemitismo, estos viajes son cruciales, ya sea a campos como Auschwitz-Birkenau en Polonia o en visitas a Oslo, donde se honra la memoria de los judíos noruegos deportados a la Alemania nazi. Es una actividad invaluable que deja una huella duradera en quienes participan.

Estamos convencidos de que quien sigue las huellas de las víctimas, quien presencia con sus propios ojos los lugares de los asesinatos masivos y escucha las historias, se vuelve menos receptivo al antisemitismo.

Por eso, ahora aumentamos el apoyo temporal para los viajes de recuerdo a ocho millones de coronas este año. Al mismo tiempo, hacemos este apoyo permanente. El antisemitismo también se extiende en las escuelas suecas

Esto es especialmente necesario ahora, cuando vemos un aumento de la ola de antisemitismo en nuestro país. Lamentablemente, el antisemitismo no es algo nuevo en Suecia. Los neonazis, la izquierda radical e islamistas intolerantes han amenazado a los judíos durante mucho tiempo.

Ahora, la propaganda de odio aumenta, propagada por personas con raíces en Medio Oriente. La crítica hacia Israel se mezcla con odio hacia los judíos como grupo. Las denuncias de crímenes de odio con motivos antisemitas casi se quintuplicaron durante el otoño de 2023, tras el abominable ataque terrorista de Hamás.

El antisemitismo también se extiende en las escuelas suecas. Poder hablar claramente tanto sobre el Holocausto como sobre el antisemitismo moderno debería ser algo evidente en cada aula. Pero hoy no es así.

Nos encontramos con maestros que cuentan problemas al abordar temas de antisemitismo en sus lecciones. Donde el antisemitismo, en lugar de ser cuestionado, se relativiza o se encuentra con silencio. Esta tendencia no la podemos aceptar.

Los maestros de Suecia necesitan apoyo para enfrentar el antisemitismo y para atreverse y tener la fuerza de abordar estos temas con sus alumnos.

Por ello, invertimos tanto en la formación continua de los maestros como en asegurar que haya material educativo en el que puedan apoyarse.

El Foro para la Historia Viva desempeña aquí un papel importante, especialmente ahora que comienza a revitalizar el mensaje del libro “Sobre esto deben contar”. Del mismo modo, la historia se hace accesible y se mantiene viva en el Museo Sueco del Holocausto.

Queremos expresar nuestro agradecimiento a las asociaciones y grupos de narradores compuestos por hijos, nietos y ahora también bisnietos de sobrevivientes del Holocausto que continúan transmitiendo las historias de sus familias.

Muchos de quienes sobrevivieron a los campos de concentración y exterminio nazis han hecho contribuciones invaluables para preservar la memoria del Holocausto. Los sobrevivientes han enfrentado sus propios traumas y comparten sus historias a través de libros, conferencias, documentales y encuentros personales.

La historia está preservada en humanidad, emoción, calidez y lágrimas. Pero cuando los niños que ahora nacen comiencen la escuela, probablemente será demasiado tarde para que puedan conocer personalmente a un sobreviviente del Holocausto en una visita escolar.

Estamos decididos a que el recuerdo del Holocausto se conserve incluso después de los últimos sobrevivientes. Las generaciones futuras deben ser recordadas sobre el antisemitismo y sus consecuencias.

“Nunca más” son palabras que deben traducirse en acciones concretas. Ningún judío sueco debería tener que temer por su propia seguridad.

Ulf Kristersson, Primer Ministro (M)

Jimmie Åkesson, líder del partido (SD)

Ebba Busch, líder del partido (KD)

Johan Pehrson, líder del partido (L)


[1] https://www.facinghistory.org/sites/default/files/2023-05/The_Nuremberg_Laws_espanol.pdf

[2] https://www.augustinus.it/spagnolo/libero_arbitrio/libero_arbitrio_2.htm

[3] https://archive.org/details/de-aquino-tomas.-cuestiones-disputadas-sobre-el-mal

[4] http://philosophyfaculty.ucsd.edu/faculty/ctolley/texts/kant.html

[5]https://human.libretexts.org/Bookshelves/Philosophy/Philosophy_of_Western_Religions_(Levin_et_al.)/03%3A_ATTRIBUTES_OF_GOD/3.04%3A_The_Problem_of_Evil_(David_Hume)

[6] https://gutenberg.org/files/4363/4363-h/4363-h.htm

[7] https://archive.org/details/philosophyofjean0000sart

[8]https://drive.google.com/file/d/0B1Lf6mwVGuvsZEdIdDl6aUhQc0ZSbTdpUUxUal9qamtDVWhr/view?resourcekey=0-SszgBEkFGUfZODkGbxeKBw

[9] https://studylib.es/doc/7787735/la-%C3%A9tica-ambiental-robert-elliot-peter-singer

[10] https://violenciagenero.igualdad.gob.es/wp-content/uploads/VMortales_2024_10_18_2025_v2.pdf

[11] https://bra.se/amnen/vald-i-nara-relation

https://www.aftonbladet.se/debatt/a/4BG8Qo/tidopartierna-fler-elever-ska-kunna-gora-hagkomstresor?fbclid=IwY2xjawIEVQpleHRuA2FlbQIxMQABHRq3dZZLWx1i4RSj2vXbU4gx9nFpU8sxwgna9jybqA7v46q7uo604s9Q0w_aem_ilnUcFrfCuETdHFny2-WRw

Centésimo quincuagésimo sexto paseo. Las raíces históricas del racismo.

“Son verdaderos mentirosos y sabuesos sanguinarios que no solo han pervertido y falsificado continuamente toda la Escritura con sus mendaces interpretaciones desde el principio hasta el presente. Los suspiros, anhelos y esperanzas más ardientes de su corazón están puestos en el día en que puedan tratarnos a nosotros, los gentiles, como trataron a los gentiles en Persia en la época de Ester. Oh, cuánto aman el libro de Ester, que está tan bellamente afinado a sus ansias sanguinarias, vengativas y asesinas. El sol nunca ha brillado sobre un pueblo más sediento de sangre y vengativo que ellos, quienes se imaginan que son el pueblo de Dios, comisionado y mandado a asesinar y matar a los gentiles. De hecho, lo más importante que esperan de su Mesías es que asesine y mate a todo el mundo con su espada. Nos trataron de esta manera a nosotros, los cristianos, desde el principio en todo el mundo. Todavía les gustaría hacer esto si tuvieran el poder, y con bastante frecuencia lo han intentado, por lo cual se han llevado severos castigos.”[1]

Este discurso cargado de odio no es el de un Goebbels, aunque podría serlo, ni tampoco el de un antisemita de izquierda, aunque también podría serlo. Las diatribas se deben a un escrito de Martín Lutero, “Sobre los judíos y sus mentiras” (Von den Juden und ihren Lügen) escrito en 1543. En este escrito, Lutero clamaba que las escuelas y sinagogas judías debían ser quemadas, que sus libros de oración debían ser destruidos, sus hogares incendiados y sus propiedades debían ser incendiadas. Según Lutero, no se debía mostrar compasión hacia ellos, y tratarlos como “gusanos”.  “Tenemos la culpa de no matarlos”, decía sin rubor el padre del protestantismo, heredero del humanismo europeo: “Somos culpables de no matarlos. Más bien, les permitimos vivir libremente entre nosotros a pesar de todos sus asesinatos, maldiciones, blasfemias, mentiras y difamaciones; protegemos y defendemos sus sinagogas, casas, vidas y propiedades. De esta manera, los hacemos perezosos y confiados, y los animamos a despojarnos descaradamente de nuestro dinero y bienes, así como a burlarse y mofarse de nosotros, con la intención de finalmente vencernos, matarnos a todos por tan gran pecado y robarnos todas nuestras propiedades (como lo rezan y esperan a diario). Ahora dime, ¿acaso no tienen todas las razones para ser enemigos de nosotros, los malditos Goyim, para maldecirnos y esforzarse por nuestra completa, total y eterna ruina?”[2] Buena parte de razonamiento rabioso de este texto lo volvemos a encontrar en los discursos de los antisemitas de nuestro tiempo: “No podrían haber disfrutado de tan buenos tiempos en Jerusalén bajo David y Salomón con sus propias posesiones como ahora lo hacen con las nuestras, las cuales roban y saquean diariamente. Y aun así se lamentan de que los hemos tomado cautivos. De hecho, los hemos capturado y los mantenemos en cautiverio, tal como yo mantengo cautiva mi piedra biliar, mi tumor sangrante y todas las demás dolencias y desgracias que tengo que atender y cuidar con dinero, bienes y todo lo que poseo. Ay, desearía que estuvieran en Jerusalén con los judíos y con quienes más quisieran tener allí.”[3]

No trato con estas citas demostrar que Lutero era un protonazi, pero debemos considerar que el antisemitismo cristiano sentó las bases sociales y culturales del antisemitismo moderno, aunque este último difiere al estar basado en nociones pseudocientíficas de raza. Los nazis encarcelaron y mataron a judíos que se habían convertido al cristianismo: Lutero los habría acogido, porque todo este tratado contra los judíos, se apoya en textos bíblicos para tratar de convencer y convertir a los judíos alemanes a la nueva versión del cristianismo que él predicaba. En realidad, el humanismo y la reforma significaron un mayor interés por leer la Biblia en sus idiomas originales. Las universidades protestantes, influidas por Lutero, incluyeron el hebreo en sus programas de estudios teológicos.

En mi paseo, esta mañana gris, diviso en la distancia la estatua de Linneo, estudiante en Lund, al principio de su brillante carrera, conocido como uno de los fundadores de la taxonomía biológica moderna. En su obra Systema Naturae[4], clasificó a los seres humanos en diferentes «variantes» según el continente, atribuyéndoles características estereotípicas. Dividió a los seres humanos en grupos como Homo sapiens europaeus «inteligentes y activos» y Homo sapiens afer «perezosos e impulsivos».  Sin duda sentó las bases para que “pensadores” posteriores utilizaran su categorización para justificar ideas de superioridad racial, necesario en un tiempo en que los europeos se enriquecían con el trabajo de los esclavos.

Uno de estos “pensadores” fue Johann Friedrich Blumenbach, un antropólogo alemán, considerado uno de los fundadores de la antropología física, que Introdujo el término «caucásico» para describir a las personas de la región del Cáucaso, a quienes consideraba «las más hermosas» y el origen de la humanidad. Dividió a la humanidad en cinco «razas»: caucásica, mongólica, etíope, americana y malaya y su trabajo contribuyó a la propagación de la idea de una «raza blanca superior».[5]

El diplomático francés Arthur de Gobineau, considerado uno de los primeros en desarrollar una teoría basada en la jerarquía racial, afirmó en su obra “l’inégalité des races humaines” [6]que las civilizaciones colapsaban cuando se mezclaban diferentes «razas». Sus ideas sobre «la superioridad de la raza aria» se convirtieron en un fundamento importante para el racismo moderno e inspiraron, entre otros a Adolf Hitler y Alfred Rosenberg.

Con Herbert Spencer, un factótum británico, popularizó el «darwinismo social»[7], aplicando la teoría de la evolución de Darwin a las sociedades humanas. Spencer acuñó el término «supervivencia del más apto» y sostuvo que ciertos grupos eran «más desarrollados» que otros. Sus teorías se usaron en su tiempo para justificar la colonización, el imperialismo y las jerarquías raciales y siguen vigentes entre los supremacistas blancos. Sin embargo, Spencer quería que el ser humano y la sociedad se desarrollaran de manera espontánea y libre. Spencer era un firme opositor de la guerra y el colonialismo e intentó, entre otras cosas, organizar una Liga Antiagresión contra el imperialismo británico. Spencer se opuso enérgicamente al nacionalismo y al militarismo, sosteniendo que estos representaban una «rebarbarización» después de una breve época dorada de paz y libre comercio en Europa. ¿Quizás una buena lectura a recomendar para Trump?

Uno de los teóricos de cabecera de Adolf Hitler, a quien conoció personalmente en el  Festival de Bayreuth, era Houston Stewart Chamberlain, anglo-alemán, casado con la hija menor de Wagner, que escribió “Die Grundlagen des neunzehnten Jahrhunderts”[8] donde desarrolló la teoría sobre la superioridad de la raza germana y la necesidad de organizar un antisemitismo a ultranza. Junto con Rosenberg, Chamberlain llegó a proclamar la procedencia germana del propio Jesús, aunque, según Chamberlain, “la corrupción de la sangre y la influencia desmoralizadora del judeocristianismo” eran las causas principales de los problemas de Alemania, ideas que venían como anillo al dedo a un movimiento que se formaba con un claro enemigo, el pueblo judío.

Francis Galton, es considerado como el fundador de la eugenesia, la idea de mejorar la humanidad a través de la «higiene racial». La eugenesia fue la base para las leyes raciales y la esterilización forzada en varios países, incluyendo Suecia, donde se fundo un instituto de investigación en 1922 por Herman Lundborg en la ciudad universitaria de Uppsala. Fue uno de los primeros institutos en dedicarse a la biología racial, un campo que estaba estrechamente vinculado con la eugenesia y el estudio de la «superioridad» y «inferioridad» de las razas. El instituto tenía como objetivo investigar y promover la salud y mejora de la «raza sueca» mediante el estudio y la documentación de características relacionadas con la raza en la población. Lundborg y otros investigadores del instituto utilizaron métodos que en su época eran considerados científicos (medir cráneos, por ejemplo) pero que ahora se consideran pseudocientíficos y racistas. La investigación tenía una fuerte conexión con las ideas de eugenesia de Galton y la biología racial que más tarde inspiraron, entre otras cosas, las leyes raciales alemanas y la esterilización forzada en Alemania y Suecia.

Las leyes raciales de los Estados Unidos de los años 20 se inspiraron en este supuesto científico. Los políticos estadounidenses querían evitar la inmigración desde el sur y el este de Europa y promoverla desde el norte y el oeste de Europa, como Alemania, Suecia o Inglaterra. La estricta legislación sueca sobre inmigración y ciudadanía de 1927, pretendía proteger, sobre una base de higiene racial, la «rara y homogénea raza sueca».  Es en este contexto que se debe comprender el racismo institucional generalizado y su aceptación por la mayoría de los ciudadanos de los países considerados “blancos”, los elegidos, a modo de “el pueblo elegido” en la versión bíblica, reservada a los judíos. Ya conocemos los resultados.

El racismo se basa en la idea de que existen grupos humanos, perfectamente diferenciados, con propiedades exclusivas y detectables, y que supuestamente se pueden jerarquizar en mejores y peores. A continuación, reproduzco el texto integro de la Declaración de la UNESCO de 1950[9] sobre la raza, redactada con la experiencia del Holocausto en fresca memoria:

“1. Los sabios están generalmente de acuerdo en reconocer que la humanidad es una y que todos los hombres pertenecen a la misma especie Horno sapiens. Además, se admite comúnmente que todos los hombres proceden del mismo tronco: las diferencias que existen entre los diversos grupos humanos se deben a factores evolutivos de diferenciación, tales como la modificación en la situación respectiva de las partículas materiales que determinan la herencia (genes), el cambio de estructura de estas mismas partículas, la hibridación y la selección natural. De este modo se han formado grupos más o menos estables y más o menos diferenciados que han sido clasificados de diversas formas con intenciones diferentes.

2. Desde el punto de vista biológico, la especie Horno sapiens se compone de un cierto número de grupos, que difieren entre sí por la frecuencia de uno o de varios genes particulares. Pero estos mismos genes, a los cuales debe imputarse las diferencias hereditarias que existen entre los hombres, son siempre en número reducido si se considera el conjunto de la constitución genética del hombre y la gran cantidad de genes comunes a todos los seres humanos, cualquiera que sea el grupo al que pertenezcan. En resumen, las semejanzas entre los hombres son mucho mayores que sus diferencias.

3. Una raza, biológicamente hablando, puede, pues, definirse como un grupo entre los que constituyen la especie Horno sapiens. Estos grupos son susceptibles de cruzamientos entre sí. Pero, a causa de los obstáculos que les han mantenido más o menos aislados en el pasado, ofrecen ciertas diferencias físicas que resultan de las particularidades de su historia biológica. Representan las variaciones de un mismo tema.

4. En resumen, la palabra “raza” designa un grupo o una población caracterizada por ciertas concentraciones, relativas en cuanto a la frecuencia y a la distribución de genes o de caracteres físicos que, en el transcurso del tiempo, aparecen, varían e incluso desaparecen con frecuencia bajo la influencia de factores geográficos o culturales que favorecen el aislamiento. Cada grupo percibe diferentemente las manifestaciones variables de estos caracteres en poblaciones distintas. Dado que nuestras observaciones están, en gran parte, afectadas por nuestros prejuicios, nos inclinamos a interpretar, arbitraria e inexactamente, toda variabilidad que se produce en un grupo dado como una diferencia fundamental que les separa de los demás de manera decisiva.

5. Tales son los hechos científicos. Por desgracia, en la mayor parte de los casos, el término “raza” no se emplea en el sentido que hemos definido. Mucha gente llama “raza” a todo grupo humano arbitrariamente designado como tal. Así ocurre que muchas colectividades nacionales, religiosas, geográficas o culturales, debido a la acepción tan amplia que se da a esta palabra, han sido consideradas como “razas”, siendo así que, evidentemente, los americanos no constituyen una raza, como tampoco lo son los franceses, los ingleses o los habitantes de cualquier otra nación: igualmente, ni los católicos, ni los protestantes, ni los musulmanes, ni los judíos representan razas: no puede definirse como grupos “raciales” a los pueblos que hablan inglés o cualquier otra lengua; los habitantes de Islandia, Inglaterra o de la India no forman una raza; tampoco podría considerarse como miembros de una raza particular a los individuos que participan en la cultura turca, china, o en cualquier otra cultura.

 6. Los grupos nacionales, religiosos, geográficos, lingüísticos o culturales no tienen por qué coincidir necesariamente con los grupos raciales y los aspectos culturales de estos grupos no tienen ninguna relación genética demostrable con los caracteres propios de la raza. Los graves errores ocasionados por el empleo de la palabra “raza” en el lenguaje corriente hacen desear que se renuncie por completo a emplear este término cuando haya que aplicarlo a la especie humana y que se adopte la expresión “grupos étnicos”.  

7. ¿Cuál es la opinión de los sabios con respecto a los grandes grupos de la especie humana que se reconocen actualmente? Las razas humanas han sido clasificadas -y lo son todavía- de distinto modo según los antropólogos, pero en la actualidad, la mayor parte de ellos están de acuerdo en dividir a casi toda la especie humana en tres grandes grupos, a saber: el grupo mongoloide; el grupo negroide; el grupo caucasoide. Sin embargo, los fenómenos biológicos que, hasta cierto punto, han sido cristalizados en esta clasificación tienen un carácter dinámico y no estático. Estos grupos no eran en otro tiempo lo que son actualmente y hay motivos para creer que cambiaran todavía en el futuro.

8. Con frecuencia se ha pretendido introducir subgrupos étnicos en esta clasificación. Se está muy lejos de llegar a un acuerdo sobre el número de estas subdivisiones y, de todos modos, la mayor parte de ellas no han sido estudiadas ni descritas.

9. Cualquiera que sea la clasificación que proponga un antropólogo, jamás puede hacer intervenir en ella los caracteres mentales. En la actualidad se admite generalmente que los tests psicológicos no permiten, por sí mismos, distinguir las aptitudes innatas, por una parte, y las influencias del ambiente, de la educación y de la enseñanza, por otra. Todas las veces que ha sido posible eliminar las diferencias debidas a las condiciones del ambiente físico y social, los tests han demostrado la semejanza fundamental de los caracteres intelectuales entre los diferentes grupos humanos. En otros términos, si el medio cultural da a los miembros de diferentes grupos étnicos iguales probabilidades para demostrar sus aptitudes, dichos grupos alcanzan, por término medio, resultados comparables. Las investigaciones científicas de los últimos años confirman, pues, las palabras de Confucio (551-478 a. J.C.): “La naturaleza de los hombres es idéntica; son sus costumbres las que los separan”.

10. Los datos científicos de que se dispone actualmente no corroboran la teoría según la cual las diferencias genéticas hereditarias constituirían un factor de importancia primordial en las causas de las diferencias que se manifiestan entre las culturas y los modos de obrar de la civilización de los diversos pueblos o grupos étnicos. Nos enseñan, por el contrario, que estas diferencias se explican, ante todo, por la historia cultural de cada grupo.

I. Los factores que han desempeñado un papel preponderante en la evolución intelectual del hombre son su facultad de aprender y su plasticidad. Esta doble aptitud es patrimonio de todos los seres humanos. Constituye, realmente, uno de los caracteres específicos del Horno sapiens.

ll. Jamás se ha podido demostrar de manera decisiva la existencia de formas innatas de temperamento entre grupos humanos. Es cierto, en cambio, que, cualquiera que sea la naturaleza, éstas son en gran parte atenuadas por las diferencias individuales y por las que provienen del ambiente.

12. Ni la personalidad ni el carácter proceden de la raza. En todos los grupos humanos, se encuentran tipos muy variados de personalidad y de carácter, y no hay ninguna razón para creer que algunos grupos humanos estén, a este respecto, mejor dotados que otros.

13. Todos los hechos que han podido reunirse referentes a los cruzamientos de razas comprueban que no han cesado de producirse desde los tiempos más remotos. A decir verdad, uno de los principales mecanismos de la formación, de la extinción, o de la fusión de razas es precisamente la hibridación entre “razas” o grupos étnicos. Además, jamás ha podido comprobarse que los cruzamientos de razas lleven consigo efectos biológicos nefastos. La teoría según la cual caracteres físicos y mentales desfavorables (falta de armonía física y degeneración mental) se manifestarían en los mestizos, jamás ha podido ser comprobada con hechos. No existe, pues, justificación “biológica” para prohibir el matrimonio entre individuos pertenecientes a grupos raciales diferentes.

14. Conviene distinguir entre la “raza” hecho biológico y el “mito de la raza”. En realidad, la “raza” no es tanto un fenómeno biológico como un mito social. Este mito ha originado un mal enorme en los aspectos social y moral; aún no hace mucho, ha costado innumerables vidas y causados sufrimientos incalculables. Impide el desarrollo normal de millones de seres humanos y priva a la civilización de la colaboración efectiva de espíritus creadores. No sería posible hacer prevalecer diferencias biológicas entre grupos étnicos para practicar el ostracismo o para tomar medidas colectivas. Lo esencial es la unidad de la humanidad, tanto desde el punto de vista biológico como desde el punto de vista social. Reconocer este hecho y conducirse en consecuencia es el deber de todo hombre moderno. Además, esto supone admitir simplemente lo que un célebre biólogo escribía en 1873: “A medida que la civilización humana se desarrolle y que las pequeñas tribus se reúnan en colectividades más vastas, el simple buen sentido hará comprender a cada individuo que sus instintos sociales y su buena voluntad deben extenderse a todos los miembros de la nación, incluso aunque le sean desconocidos personalmente. Una vez vencida esta etapa, tan sólo obstáculos artificiales impedirán al individuo obrar de buena voluntad con respecto a los hombres de todas las naciones y de todas las razas”. Así se expresó Charles Darwin, en The descent of man (2.a edición, 1875, pág. 187-188). En realidad, toda la historia de la humanidad prueba que el instinto de cooperación es no solamente una tendencia natural en el hombre, sino que tiene raíces más profundas que cualquiera otra tendencia ego- céntrica. Además, si fuera de otro modo, ¿cómo sería posible que siglos y milenios fueran testigos de este desarrollo de las comunidades humanas en el sentido de una integración y de una organización siempre mayores?

15. Examinemos ahora las incidencias de todas estas consideraciones sobre el problema de la igualdad entre los hombres. Hay que afirmar, primeramente, y del modo más categórico, que la igualdad, en cuanto a principio moral, no se basa en la tesis según la cual todos los seres humanos están igualmente dotados. Es evidente, en efecto, que en el seno de cualquier grupo étnico los in- dividuos difieren considerablemente entre sí por sus aptitudes. Sin embargo, se han exagerado los caracteres diferenciales entre grupos humanos y se han utilizado para negar el valor del principio ético de igualdad. Es por esto por lo que creemos útil exponer de manera formal lo que, científicamente, se ha establecido sobre la cuestión de las diferencias entre individuos y entre grupos: a) Los antropólogos no pueden establecer clasificación racial más que sobre caracteres puramente físicos y fisiológicos. 6) En el estado actual de nuestros conocimientos, el fundamento de la tesis según la cual los grupos humanos difieren unos de otros por rasgos psicológicamente innatos, ya se trate de la inteligencia o del temperamento, no ha sido probado todavía. Las investigaciones científicas revelan que el nivel de las aptitudes mentales es casi el mismo en todos los grupos étnicos. Los estudios históricos y sociológicos corroboran la opinión según la cual las diferencias genéticas no tienen importancia en la determinación de las diferencias sociales y culturales que existen entre diferentes grupos de Horno sapiens, y los cambios sociales y culturales en el seno de los diferentes grupos han sido, en conjunto, independientes de las modificaciones en su constitución hereditaria. Han podido comprobarse transformaciones sociales considerables que no coinciden con las alteraciones del tipo racial. Nada prueba que el mestizaje, por sí mismo, produzca malos resultados en el aspecto biológico. En el aspecto social, los resultados, buenos o malos, a los cuales conduce, se deben a factores de orden social. Todo individuo normal es capaz de participar de la vida en común, de comprender la naturaleza de los deberes recíprocos y de respetar las obligaciones y los compromisos mutuos. Las diferencias biológicas que existen entre los miembros de los diversos grupos étnicos no afectan en modo alguno a la organización política o social, a la vida moral o a las relaciones sociales. Finalmente, las investigaciones biológicas vienen a corroborar la ética de la fraternidad universal; porque el hombre es, por tendencia innata, un ser inclinado a la cooperación y, si este instinto no encuentra el modo de satisfacerse, individuos y naciones sufren igualmente sus consecuencias. El hombre es, por naturaleza, un ser social que no llega al pleno desarrollo de su personalidad más que por intercambios con sus semejantes. Todo intento de negar este lazo social entre los hombres es causa de desintegración. En este sentido resulta que todo hombre es guardián de su semejante. Cada ser humano no es más que una porción de la humanidad, a la cual está indisolublemente ligado.

Declaración redactada en la Sede de la Unesco en París, por los expertos cuyos nombres figuran a continuación:

Profesor Ernest Beaglehole (Nueva Zelandia)

Profesor Juan Comas (México)

Profesor L. A. Costa Pinto (Brasil)

Profesor E. Franklin Frazier (Estados Unidos de América)

Profesor Monis Ginsberg (Reino Unido)

Profesor Humayun Kabir (India) 28

Profesor Claude Lévi-Strauss (Francia)

Profesor M. F. Ashley Montagu (Estados Unidos de América)”

Imaginemos por un momento que en las escuelas de todo el mundo fuera esta lectura de uso obligatorio, al menos para los alumnos de bachillerato. Yo dejaría que la leyesen un día como el 27 de enero, para vacunarse de racismo. Porque, desgraciadamente, el racismo no es cosa exclusiva de los blancos, los llamados “caucáseos”, sino está muy bien representado en todas las etnias del mundo. Entre africanos, árabes contra subsaharianos, persas contra árabes, criollos contra indígenas, japoneses contra coreanos, chinos contra uigures etc. Decía mi amigo, Torsten Malmberg que siempre hay que contar con la territorialidad. En su libro sobre la territorialidad, titulado «Territorialidad, frentes de lucha y la política del espacio» (1983), aborda la cuestión de cómo el concepto de territorialidad, es decir, la manera en que los grupos humanos organizan, reclaman y defienden el espacio, influye en las dinámicas sociales, políticas y culturales. Torsten Malmberg examinaba cómo la territorialidad no solo se trata de la defensa de los límites geográficos, sino que está profundamente relacionada con los conflictos sociales, los procesos de integración y exclusión, así como con las estructuras de poder. Él analizaba cómo la noción de territorio había sido utilizada para establecer jerarquías, identidades colectivas, y luchas políticas, tanto en el contexto de las naciones como en grupos más pequeños o comunidades locales. Siempre tengo muy presente su análisis y echo mucho de menos nuestras conversaciones, sobre todo en un momento como el actual. Me pregunto ¿que diría Torsten sobre la política de Trump?


[1] https://www.jrbooksonline.com/pdf_books/jewsandtheirlies.pdf

[2] ibid

[3] ibid

[4] https://archive.org/details/SystemaNaturae

[5] https://archive.org/details/anthropologicalt00blumuoft

[6] https://archive.org/details/essaisurlingali00gobigoog/page/n6/mode/2up

[7] https://webs.wofford.edu/racinepn/Spencer.pdf

[8] https://archive.org/details/diegrundlagendes0002cham/page/n1/mode/2up

[9] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000039429_spa

Centésimo quincuagésimo quinto paseo. De esto contaréis a vuestros hijos…

Enero es un mes gris y poco apacible por estas latitudes. Alguna campanilla de invierno (eranthis hyemalis) o algún galanto (Galanthus nivalis) que surgen entre la hojarasca, iluminan la escena gris al caminante. Siempre las busco, y solía fotografiar las primeras que veía para ponerlas en Facebook, pero ya no lo hago, por no cansar a mis amigos. En mi paseo de hoy, por el cementerio de Lund, encuentro algunas florecillas muy cerca del monumento a los refugiados fallecidos en 1945, los salvados del campo de concentración de Theresientadt, por los autobuses blancos de Folke Bernadotte.

En Suecia, el 27 de enero comenzó a celebrarse como día de conmemoración del Holocausto en 1999. Fue designado como un día nacional de recuerdo para honrar a las víctimas del Holocausto y reflexionar sobre las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. Esta fecha coincide con la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau por el Ejército Rojo en 1945. La propuesta de establecer el 27 de enero como día de conmemoración del Holocausto en Suecia fue impulsada por el entonces primer ministro sueco, Göran Persson, en 1998. Esta iniciativa surgió después de que Persson visitara el campo de concentración de Auschwitz y se conmoviera profundamente por lo que allí presenció. Además, la propuesta estaba vinculada al lanzamiento de un proyecto educativo nacional llamado «Levande Historia» (Historia Viva), destinado a educar a las generaciones jóvenes sobre el Holocausto y combatir el antisemitismo y el racismo. Fue a partir de 1999 cuando Suecia comenzó oficialmente a conmemorar esta fecha como un día nacional de recuerdo. En el año 2005 la ONU la estableció como el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

Yo fui uno de los primeros que solicitó material gratuito para nuestro instituto y luché para declarar ese día como día temático, dedicado al Holocausto.[1] Debo decir que no fue fácil conseguirlo y que encontré mucho rechazo en parte del claustro. Desde el primer momento lo organicé de manera que todos los estudiantes recibiesen la información necesaria para que nunca cayesen en la trampa de los bulos negacionistas. Me di cuenta de que había mucha gente que se sentía indignada por la situación. No se hablaba en alto, no se declaraba abiertamente, pero se notaba en el aire que a muchos compañeros les molestaba mucho. Reunía yo a todos en el aula y ofrecía un programa que fuese a la vez informativo y respetuoso con las víctimas. Invitaba al principio a sobrevivientes, todos ya muy mayores, a que contasen sus experiencias, y manteníamos un minuto de silencio, durante el cual, los estudiantes, que habían recibido la información, por primera vez en sus vidas, se levantaban de sus asientos y, mostrando en sus rostros estupefactos, horror y empatía, mantenían un silencio absoluto. Al pasar junto a mí, distinguía en los ojos de muchos estudiantes, aflicción y hasta alguna sincera lágrima.

Yo sabía porque muchos de los profesores, la inmensa mayoría, se sentían molestos con esta celebración. Muchos pertenecían a las generaciones nacidas durante, o justo al fin de la segunda guerra mundial. Sus padres habían vivido de lleno la situación extraña de encontrarse en una especie de isla neutral rodeados por la ocupación nazi de Dinamarca, Noruega y Finlandia, esta última partícipe en la guerra del lado nazi. Desconcertados, muchos suecos veían en Alemania un ejemplo a seguir, culturalmente hermanados y profundamente dispuestos a aceptar muchas de las premisas nazis, concretamente, todas las referidas a la superioridad de la raza nórdica. No debemos olvidar que el primer «instituto de la raza» del mundo se fundó en Suecia, en la ciudad de Uppsala, en 1922. Este instituto se llamaba «Statens institut för rasbiologi» (Instituto Estatal de Biología Racial) y fue creado con el propósito de llevar a cabo investigaciones en el campo de la eugenesia, que era una disciplina pseudocientífica que buscaba «mejorar» la calidad genética de la población. El instituto fue dirigido inicialmente por Herman Lundborg, un médico defensor de la eugenesia, cuyas investigaciones se centraron en clasificar a las personas según rasgos físicos y raciales, especialmente con un enfoque en las poblaciones indígenas samis del norte de Suecia. Este trabajo contribuyó a políticas que promovían la esterilización forzada de miles de personas en Suecia, con el objetivo de prevenir la transmisión de «rasgos no deseados». Esterilizaciones que siguieron haciéndose hasta bien entrados los 70.  El instituto cerró oficialmente en 1958, o más bien cambió de nombre, pero su legado representa un capítulo oscuro en la historia de Suecia y de la ciencia, al igual que otros movimientos eugenésicos que se desarrollaron en diferentes partes del mundo durante el siglo XX. Una normalización del racismo deja sin dudar huella en una sociedad por mucho tiempo.

Tras el rechazo al Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto se ocultaban muchas y distintas razones. Algunos creen que la conmemoración del Holocausto se ha politizado y se utiliza como una herramienta para promover ciertos intereses políticos, y ven el Día Internacional de Conmemoración como un medio para fortalecer la memoria selectiva y los discursos sobre la victimización, sin una reflexión más amplia sobre otros genocidios o atrocidades cometidas en el pasado y en la actualidad. Algunos rechazan el enfoque exclusivo en el Holocausto, porque consideran que reduce el reconocimiento de otras víctimas de genocidios y atrocidades. Para estos grupos, el establecimiento de un día internacional centrado en el Holocausto desvía la atención de otros genocidios, como los de Armenia, Ruanda o los crímenes cometidos por regímenes totalitarios en diversas partes del mundo. Así podían decirme “¿Por qué no tenemos también un día para Al-Nakba?” y yo les contestaba que la deportación de 700,000 palestinos, desplazados y forzados a abandonar sus hogares, convirtiéndose en refugiados, era también algo importante, pero que no era comparable con el Holocausto por muchas razones, como explique en mi anterior entrada.

Muchas críticas se centraban en que el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto era un intento de imponer una narrativa educativa sobre los horrores del Holocausto, sin fomentar un debate amplio y plural sobre el significado de la memoria histórica, la tolerancia, la diversidad y la lucha contra el racismo y la discriminación en el mundo moderno. Y a estos yo les contestaba que lo uno no quita lo otro. Que la memoria histórica y el uso de la historia como tal, deben ser centrales en la educación y se debe llevar a cabo, sobre todo, dentro de la propia asignatura de historia.

Algunos no querían saber, las fuentes fidedignas, los hechos consumados, los testimonios de las víctimas, les molestaban. Entre grupos de extrema derecha, negacionistas del Holocausto, se niega el reconocimiento de los hechos ocurridos durante el Holocausto. Estos grupos, que ya se estaban formando en 1999 e incluso mucho antes, suelen minimizar la magnitud del genocidio o incluso negar su existencia, y les lleva al rechazo de esta jornada conmemorativa. No debemos olvidar que los demócratas de Suecia (Sverigedemokraterna), que ahora tiene 73 de los 349 escaños en el parlamento sueco, con más del 20% de los votos, tiene sus orígenes en movimientos y asociaciones que defendían la supremacía racial, el nacionalismo y la xenofobia. Estos grupos fueron influenciados por el movimiento sueco de la Nueva Derecha y por ideologías de la extrema derecha europea. El partido se formó a partir de la Asociación de Suecos por la Raza y otros grupos con ideologías similares. Ya había profesores que tenían simpatías por este partido, no es que lo dijeran públicamente, pero traslucía en sus comentarios. A veces podía alguno leer el periódico o corregir exámenes en el aula, durante la conmemoración, demostrando así su rechazo.  

No olvidemos que, en ciudades universitarias como Lund, hubo sectores de la población, especialmente dentro del mundo académico, que apoyaban el régimen de Adolf Hitler y la ideología nazi. En Lund, como en otras ciudades universitarias de Suecia, los jóvenes se veían atraídos por estas ideologías en el contexto de la crisis política mundial. Al finalizar la guerra, todos enterrarían el pasado, de una manera que recuerda como los franquistas se evaporaron al entrar la democracia, como si nunca hubieran levantado su mano con el saludo romano o hubiesen cantado el Cara al Sol. Pero, como en España ha surgido Vox de las cenizas del franquismo, los demócratas de Suecia han sabido emerger de aquel racismo y nazismo de los 30 y 40.

Sin ser nazi ni racista, hay mucha gente que decía al final de la guerra que no sabían nada sobre los campos de concentración, las atrocidades que allí se cometían o la persecución y muerte de tantos judíos, gitanos, etc. La cuestión es ¿cuánto sabían los políticos suecos y cuanto callaban los medios, sobre lo que estaba ocurriendo en Alemania y en los territorios ocupados?

Durante la Segunda Guerra Mundial, los medios suecos tenían conocimiento limitado sobre el alcance total del Holocausto, pero hubo informes sobre la persecución de los judíos y otros grupos durante los primeros años del conflicto. Informes que el gobierno sueco mantuvo en secreto y de los que pocos medios se hicieron eco. Por miedo a la censura. A medida que las tropas aliadas comenzaron a liberar algunos campos de concentración hacia el final de la guerra, refugiados y sobrevivientes que habían escapado de los territorios ocupados comenzaron a llegar a Suecia. Estos testigos presenciales proporcionaron información directa sobre los horrores del Holocausto. Las historias de los que habían logrado escapar ayudaron a difundir la verdad sobre la magnitud de la persecución y la exterminación.

En julio de 1944, el Ejército Rojo, junto con fuerzas polacas aliadas bajo el mando soviético, liberó el campo de exterminio de Majdanek en Lublin, Polonia. Uno de los campos utilizados por la Alemania nazi para matar personas a escala industrial, fue capturado antes de que las SS y las fuerzas alemanas pudieran destruir las cámaras de gas y otras pruebas de los crímenes de guerra. Aproximadamente 200 000 personas perdieron la vida en Majdanek, entre ellas 60 000 judíos. El 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo también liberó Auschwitz-Birkenau, el mayor sitio de exterminio. Para cuando las tropas soviéticas llegaron a Auschwitz, los nazis alemanes habían hecho todo lo posible para borrar las evidencias de sus crímenes, destruyendo las cámaras de gas con explosivos, pero unos 7500 sobrevivientes quedaron en el campo de concentración, cuando sus carceleros huyeron. Alrededor de 66 000 habían sido obligados a marchar en las llamadas «marchas de la muerte» hacia otros campos, que pronto estarían abarrotados, en el centro de Alemania. Se estima que, entre enero de 1942 y finales de 1944, alrededor de un millón de personas murieron en Auschwitz; aproximadamente el 90 % de ellas eran judíos, pero el campo también fue responsable del exterminio de minorías romanís y prisioneros de guerra de la Unión Soviética y otros países. En los meses siguientes, las fuerzas aliadas de EE. UU. y el Reino Unido liberaron campos de concentración en la parte occidental de Alemania, entre ellos Bergen-Belsen, donde la falta de alimentos y las condiciones insalubres provocaron muertes masivas poco antes y después de la liberación.

Con la liberación de los campos de concentración y exterminio, llegaron al mundo documentos escritos e imágenes de horror que conmocionaron a la humanidad. Desde entonces, los debates sobre la culpa, la moralidad y la responsabilidad han moldeado de diversas maneras la autocomprensión de diferentes países. Con el tiempo, Auschwitz se ha convertido en uno de los símbolos más prominentes del genocidio nazi contra los judíos y los gitanos, así como de la persecución y asesinato de homosexuales, prisioneros de guerra y otros considerados inferiores o indeseables.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se ha observado que la mayoría de los países europeos han luchado por determinar qué narrativas sobre sus propias historias deberían ser reconocidas como auténticas. Esto también es cierto para los países nórdicos. Los servicios de inteligencia suecos y el gobierno tenían noticia sobre el desarrollo de los acontecimientos y las persecuciones contra los judíos. La prensa comunista informó sobre ellas después de 1941, aunque la prensa dominante y convencional solo publicó pequeñas noticias escondidas en las últimas páginas de sus periódicos.

No obstante, sabemos que testimonios sobre la brutal persecución de judíos, romaníes y otras personas, que llevó al exterminio industrial, se difundieron tanto a través de canales diplomáticos como de reportajes en periódicos, especialmente en Estados Unidos y el Reino Unido. Sin embargo, ¿hasta qué punto llegó esta información a los ciudadanos suecos comunes? Suecia, una nación llamada neutral, adoptó una posición de espectador durante la Segunda Guerra Mundial. Se introdujo una regulación estatal de los medios para evitar el descontento de la Alemania nazi. La autocensura en relación con noticias de guerra e informes sobre la Alemania nazi era generalizada. Algunos periódicos fueron privados de distribución, y su información fue efectivamente censurada.

El destino de los judíos noruegos y daneses tuvo, un impacto dramático en la prensa sueca, cuando fueron conocidos. También se distingue una mayor franqueza respecto a la persecución a partir de 1943, cuando la suerte de Alemania en la guerra cambió. A medida que las tropas aliadas comenzaron a liberar algunos campos de concentración hacia el final de la guerra, refugiados y sobrevivientes que habían escapado de los territorios ocupados comenzaron a llegar a Suecia. Estos testigos presenciales proporcionaron información directa sobre los horrores del Holocausto. Las historias de los que habían logrado escapar ayudaron a difundir la verdad sobre la magnitud de la persecución y la exterminación.

Yo quería crear un ambiente de reconocimiento colectivo de unos hechos probados y denostados o negados por muchos. Quería transmitir, con ese acto, empatía hacia las víctimas y también un compromiso futuro a no dejarse llevar por discursos de odio hacia minorías, viniese ese discurso de quien viniese. Lo que ha ocurrido desde entonces no es solo que los sobrevivientes prácticamente ya no estén, lo que inevitablemente debilita el vínculo con la memoria viva, sino también que hemos visto el surgimiento de partidos y movimientos que no quieren recordar lo que sucedió, y mucho menos sacar lecciones de ello. Algunos incluso hablan el mismo tipo de lenguaje que el que una vez llevó a Hitler al poder.

Como, por ejemplo, Donald Trump, que puede decir acerca de un grupo señalado de personas que «envenenan la sangre de la nación». Eso es lo que Hitler dijo sobre los judíos, que ellos envenenaban la sangre de la nación alemana. Y no solo puede decirlo, sino que puede decirlo con más de la mitad de los votantes de Estados Unidos respaldándolo, aunque negara saber que Hitler había dicho esas mismas palabras. Quizás no sea una coincidencia que Donald Trump tuviera una colección de discursos de Hitler en su dormitorio. Y quizás no sea una coincidencia que también haya llamado a las personas «plagas», una de las palabras que la propaganda nazi usó para deshumanizar a los judíos y abrir el camino para su exclusión de la sociedad alemana. Y eventualmente para su exterminio. Trump se ha asociado abiertamente con personas y grupos neonazis y ha mostrado una y otra vez que la incitación al odio y la violencia contra los grupos señalados tiene eco en crecientes opiniones populares y que, nuevamente, se ha convertido en un camino hacia el éxito político y el poder.

Recordemos, por tanto, aunque solo sea por un día, lo que ocurrió durante el Holocausto, porque, en mi opinión, debemos aprender de la historia para que no se repita. En 1905, George Santayana publicó “The Life of Reason, or The Phases of Human Progress”.[2] El duodécimo capítulo titulado “Flux and Constancy In Human Nature” contenía el siguiente pasaje:

“El progreso, lejos de consistir en el cambio, depende de la retentiva. Cuando el cambio es absoluto, no queda ser alguno para mejorar y no se establece una dirección para una posible mejora: y cuando la experiencia no se retiene, como ocurre entre los salvajes, la infancia es perpetua. Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.

En la primera etapa de la vida, la mente es frívola y fácilmente distraída; no logra el progreso al fallar en la consecutividad y la persistencia. Esta es la condición de los niños y los bárbaros, en quienes el instinto no ha aprendido nada de la experiencia.”

El Holocausto es un ejemplo extremo de lo que puede ocurrir cuando el odio, la intolerancia y la deshumanización se normalizan en una sociedad. Conocer los hechos históricos y las causas que llevaron a este genocidio debería ayudar a las nuevas generaciones a identificar señales de alerta en su propio tiempo y a prevenir que situaciones similares vuelvan a ocurrir. Aprender sobre las víctimas del Holocausto, sus historias personales y las de comunidades destruidas debería permitir que los jóvenes desarrollen una comprensión más profunda del sufrimiento humano, y despertar la empatía y un mayor respeto por las personas de diferentes culturas, religiones y orígenes, creo yo. También creo que el antisemitismo, el racismo y la intolerancia, que siguen presentes en la sociedad, se combaten con información, concretamente con información del Holocausto. A medida que los testigos y sobrevivientes del Holocausto fallecen, es crucial que las nuevas generaciones asuman el deber de preservar su memoria. Si no se enseña esta historia, existe el riesgo de que los hechos sean olvidados o distorsionados por quienes buscan negarlos o minimizarlos.

Sigo mi camino y me detengo un instante delante de las tumbas de unos cuantos jóvenes sobrevivientes de los campos de concentración, que llegaron a Suecia con los autobuses blancos de Folke Bernadotte y que, a pesar de los esfuerzos de la sanidad sueca, fallecieron al poco tiempo de llegar, a consecuencia de los malos tratos recibidos en los campos nazis. Entre las sencilla lápidas, una campanilla de invierno, atrae mi mirada. En la fotografía de abajo, en la cruz de la izquierda, se puede leer: «Aquí descansa un refugiado desconocido muerto por el camino a la salvación desde un campo de concentración alemán 11/5 1945»


[1] https://www.levandehistoria.se/wp-content/uploads/2022/12/om-detta-ma-ni-beratta-spanska.pdf

[2] https://archive.org/details/lifeofreasonorph01sant

Centésimo quincuagésimo cuarto paseo. Reflexiones ante el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.

El próximo lunes, día 27 de enero, se cumplirán 80 años de la liberación por el Ejército Rojo soviético de Auschwitz-Birkenau, uno de los mayores campos de concentración y exterminio de la Alemania nazi, ubicado cerca de la ciudad de Oświęcim, en el sur de Polonia, entonces la provincia alemana de Alta Silesia. El mundo pudo presenciar lo que 12 años de régimen nazi habían generado en cuanto a violencia y horror. Eso que llamamos El Holocausto y que los judíos denominan Shoá (la catástrofe) es un aterrador ejemplo de lo que puede suceder si no mantenemos viva la discusión sobre la democracia y la igualdad de valor entre las personas, sin que la religión, la etnia o la lengua que hablemos, sirvan para separarnos, para estigmatizarnos, para condenarnos. “Imagine there’s no countries/It isn’t hard to do/Nothing to kill or die for/And no religion too” – así cantaba John Lennon, nacido en Liverpool un mes y dos días después de que las primeras bombas del Blitz comenzaran a caer sobre Londres; un niño de la guerra, cantando por la paz, que acabo sus días abatido a balazos a la puerta de su casa: “Imagine all the people living life in peace”.

Aproximadamente seis millones de judíos murieron en el Holocausto. También los romaníes y los polacos y rusos fueron víctimas de genocidio basado en concepciones racistas. Además, la Alemania nazi persiguió, encarceló y asesinó a miles de otras personas, por diferentes razones, según los criterios construidos por esta ideología asesina, entre ellas muchas con discapacidades y homosexuales.

Antes de seguir, quiero dejar claro que considero como una tragedia tremenda los que está aconteciendo en Gaza, pero en mi opinión, es algo completamente diferente de lo que ocurrió en Alemania y los territorios ocupados por los nazis, durante 12 años de su régimen. Partimos de la premisa que todas las vidas humanas son igual de valiosas. La afirmación de que todas las vidas humanas son igualmente valiosas se basa en principios de dignidad humana, igualdad moral, no discriminación, empatía y solidaridad. Todos los seres humanos merecen ser tratados con respeto y dignidad por el simple hecho de compartir la experiencia humana. Inocentes son los niños que mueren y todos los que la ira y el espíritu de venganza siega, familias aniquiladas con solo apretar un botón. Repudio y condeno todo tipo de violencia contra inocentes y por tanto estoy del lado de los que sufren. Pero, aun así, debemos prestar atención a la efeméride del 27 de enero, día mundial del Holocausto. Trataré de explicar por qué no podremos olvidar nunca lo que ocurrió en esos años, en el mismo corazón de la vieja Europa.

No conoce la historia nada parecido a lo que ocurrió durante el Holocausto, y no es que falten actos crueles y terribles, sangrientas matanzas, deportaciones y masacres, pero nada comparable al Holocausto debido a la magnitud de la violencia y la deshumanización sistemática que implicó, junto con las intenciones ideológicas detrás de estas acciones y las consecuencias profundas que tuvo, tanto para las víctimas como para el mundo en general. Comenzó con la aniquilación de alemanes considerados como “degenerados” por estar afectados por enfermedades degenerativas, niños y adultos con discapacidades mentales, entre las que se consideraba la epilepsia, discapacidades físicas, malformaciones de nacimiento o enfermos incurables. Muchos fueron asesinados mediante sobredosis de medicamentos, hambre forzada, inyecciones letales, o gas. La Aktion T4[1] fue la operación central bajo la cual se llevaron a cabo los asesinatos sistemáticos. El programa comenzó en 1939 y operó hasta 1941, cuando se paró oficialmente debido a la oposición pública, pero el exterminio continuó de manera encubierta en otras formas. El programa de eutanasia fue administrado por médicos y profesionales del sector de la salud. Se estima que entre 70 000 y 100 000 personas fueron asesinadas bajo el programa T4, aunque algunas estimaciones consideran que pudieron ser muchos más.

Los judíos, los romanís, los comunistas, socialistas, homosexuales y todo aquel que se consideraba prescindible, fueron vilmente señalados en una conferencia aparentemente burocrática, en una villa a las afueras de Berlín, en Wannsee, el 20 de enero de 1942. La conferencia fue convocada por Reinhard Heydrich, SS-Obergruppenführer y jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich, quien, con la fría autoridad de un arquitecto de la muerte, reunió a 14 altos jerarcas de varios departamentos del gobierno nazi, con el claro propósito de asegurar la colaboración de los líderes administrativos en la implementación de la “Solución Final” a la llamada «cuestión judía». En ese oscuro proyecto, los judíos de Europa, bajo el yugo de la ocupación alemana, serían deportados a los desolados territorios de Polonia, para luego ser exterminados en campos de concentración, cuya sola existencia reflejaba la monstruosidad de su destino. Por suerte para nosotros y desgracia para los negacionistas, tenemos los documentos originales de esa reunión, perfectamente conservados por meticulosos burócratas.[2]

A partir de esta conferencia, se comenzaron a hacer todas las diligencias necesarias para captar, reunir y exterminar al mayor número de “enemigos del pueblo” sin reparar en edad o sexo. Ancianos, jóvenes y niños fueron exterminados como si se tratase de una plaga de insectos. La palabra “aniquilación” (Vernichtung, en alemán) era la terminología que el propio Partido Nazi podía utilizar a veces para hablar del asesinato sistemático de los judíos de Europa, pero que ya estaba incluida en el programa del antiguo Partido Alemán de la Reforma Social en 1899, anterior a la fundación del propio partido nazi. Sin embargo, por lo general, el partido nazi utilizaba eufemismos que ocultaban la brutalidad de los actos, como «evacuación», «trato especial» (Sonderbehandlung) o «la cuestión judía», que es un término que también se utilizó en Europa durante siglos.

Los funcionarios alemanes pudieron identificar a los judíos que residían en Alemania a través de los registros normales creados por un estado moderno, y eso que no disponían de recursos digitales, como ahora. Utilizaron los registros del censo, las declaraciones de impuestos, las listas de miembros de las sinagogas, los registros parroquiales (para los judíos convertidos al cristianismo), los formularios de registro policial rutinarios y obligatorios, el interrogatorio de los familiares y la información proporcionada por los vecinos y los funcionarios municipales.

En el territorio ocupado por la Alemania nazi o sus socios del Eje, los judíos fueron identificados en gran medida a través de listas de miembros de la comunidad judía, documentos de identidad individuales, en los que se expresaba la confesión religiosa a la que pertenecían, documentos de censo y registros policiales capturados, además de redes de inteligencia locales compuestas por nazis autóctonos. Las leyes raciales de Alemania identificaban a un «judío» como cualquier persona con tres o más abuelos judíos, independientemente de su identidad o práctica religiosa. Las conversiones al cristianismo fueron declaradas ilegítimas desde dos generaciones atrás, formalizando e instituyendo las teorías raciales nazis. Desde la publicación de Las Leyes de Núremberg (Nürnberger Gesetze en alemán) se habían decidido las reglas que hacían que una persona alemana pasase a ser ciudadano de segunda y por tanto carente de valor.  Las leyes determinaban que había Ciudadanos del Reich (en alemán: Reichsbürger), incluidos los ciudadanos de sangre alemana o considerados hermanados (en alemán Staatsangehörige deutschen oder artverwandten Blutes) y los simplemente Ciudadanos (en alemán Staatsangehörige), todos los otros ciudadanos no calificados para la ciudadanía del Reich.

A partir de ahí ya se había decidido la aniquilación de todos los que los nazis consideraban como “miembros extraños” de la nación alemana y se puso en marcha la máquina aniquiladora. El resultado, con más de seis millones de judíos, testigos de Jehová, romanís, comunistas, homosexuales etc. no llegó a doblarse o triplicarse por falta de tiempo, no de ganas. Era un plan concebido para, una vez por todas, deshacerse de todo aquel que se consideraba ajeno al pueblo alemán.

Los nazis no inventaron el antisemitismo, porque estaba grabado en los genes europeos, al menos, desde la edad media, influenciado en gran medida por la creencia cristiana de que el pueblo judío era colectivamente responsable de la muerte de Jesús a través de la llamada maldición de sangre de Poncio Pilato en los Evangelios. Las persecuciones contra los judíos fueron generalizadas durante las Cruzadas, a partir de 1095, cuando varias comunidades, especialmente en Francia y Renania, fueron masacradas por los cruzados en su camino a Palestina, que solían decir: “por qué ir a Tierra Santa a matar enemigos de la fe, cuando los tenemos en casa”. En muchas ocasiones, los judíos fueron acusados del asesinato ritual de niños cristianos en lo que se llamó libelos de sangre. El primer libelo de sangre conocido fue la historia de la muerte del aprendiz Guillermo de Norwich, cuyo asesinato provocó acusaciones de asesinato ritual y tortura por parte de los judíos locales francoparlantes. La peste negra que devastó Europa en el siglo XIV también dio lugar a una persecución generalizada. Ante la aterradora propagación de la plaga, los judíos sirvieron como chivos expiatorios y fueron acusados de envenenar los pozos. En España, comenzó un pogromo el 6 de junio de 1391 en Sevilla que se fue extendiendo por casi todos los reinos cristianos de la península ibérica, las coronas de Castilla y Aragón y el reino de Navarra. Hubo saqueos, incendios, matanzas y conversiones forzadas de judíos en las principales juderías de las ciudades. Las revueltas más graves fueron las iniciadas en Sevilla y las ocurridas en Córdoba, Toledo y otras ciudades castellanas.

Y es en España donde surge la idea de la “Limpieza de Sangre” con los estatutos de 1449 que fueron el mecanismo de discriminación legal en la Monarquía hispánica y el Reino de Portugal hacia la minoría judeoconversa, los llamados cristianos nuevos. Las reglas de limpieza de sangre consistían en exigir, al aspirante de ingresar en ciertas instituciones, el requisito de descender de padres que pudieran probar ser descendientes de cristiano viejo. En sectores eclesiásticos se criticaban los estatutos por el hecho de que presuponían que ni siquiera el bautismo lavaba los pecados de los individuos, algo completamente opuesto a la doctrina cristiana. Acabada de conquistar Granada, los Reyes Católicos firmaron la orden de expulsión de los judíos el 31 de marzo de 1492, que no es la primera de Europa, aunque la más conocida e importante por su volumen. Anteriores fueron las de Francia, Austria, Parma y Milán.

El antisemitismo existía por tanto mucho antes de que existiese el concepto en sí. Esta ideología es un conjunto de creencias e ideas de odio hacia los judíos y la religión judía, el judaísmo. Se basa en prejuicios antiguos y extendidos. Sin embargo, la palabra «antisemitismo» es mucho más reciente y se acuñó en alemán como «Antisemitismus» a finales del siglo XIX. El antisemitismo, como concepto y movimiento, fue una respuesta a la llamada cuestión judía, que a su vez fue precipitada por el notable ascenso económico, cultural y político de los judíos durante el siglo XIX y su entrada en la vida europea principal. Para algunos de los pueblos entre los que vivían, esta rápida acumulación de poder se percibía como ominosamente amenazadora. Acostumbrados a ver a los judíos como personas de poca monta, herejes, vendedores ambulantes y parásitos, ahora se enfrentaban a líderes políticos judíos, autoridades culturales, banqueros, capitanes de la industria, oficiales del ejército, profesores y jefes. Los judíos, que ya no eran forasteros impotentes, eran vistos como portadores de un poder adquirido subrepticiamente, por astucia y malas artes. Al ver sólo las dramáticas historias de éxito, este punto de vista ignoraba los miles de judíos aún empobrecidos que vivían en Europa del Este y en los barrios marginales de las ciudades de Europa central y occidental. Sin embargo, fue el miedo a lo que los judíos harían con su poder exagerado lo que animó los esfuerzos para desempoderarlos antes de que fuera demasiado tarde, primero en Alemania y luego en muchos otros países. Los cristianos conservadores, los demócratas descontentos, los desilusionados liberales, los nacionalistas, los críticos culturales, los académicos frustrados y los reformadores sociales visionarios actuaron contra el enemigo judío de diversas maneras. Algunos, aunque ciertamente no todos, estaban convencidos de que un movimiento de masas organizado sobre la base del odio a los judíos era la mejor manera de proceder, asumiendo, probablemente correctamente, que la gran mayoría de sus compatriotas albergaban algún grado de resentimiento, sospecha o desdén por los judíos. Hoy llamaríamos a esto simplemente racismo.

Cuando Hitler llegó al poder, apoyado por esas masas antisemitas, entre otros, llevaba consigo una ideología que combinaba el antisemitismo tradicional alemán y austriaco con una doctrina racial intelectualizada basada en una mezcla de fragmentos de darwinismo social y las ideas, mal digeridas, de Friedrich Nietzsche, Arthur Schopenhauer, Richard Wagner, Houston Stewart Chamberlain, Arthur de Gobineau y Alfred Rosenberg, así como, en muchos sentidos, Hitler personificó «la fuerza de la personalidad en la vida política», tal como la describió Friedrich Meinecke en “Staat und Persönlichkeit” (1933), para hacer valer el Führerprinzip (principio del líder), que abogaba por la obediencia absoluta de todos los subordinados a sus superiores. En consecuencia, Hitler se veía a sí mismo en la cima, tanto del partido como del gobierno, en esta estructura.

Las fuerzas paramilitares de las SS, dirigidas por Heinrich Himmler, desempeñaron un papel central en la realización de la «Solución Final», el plan que como sabemos tenía como fin  asesinar a los judíos de Europa. Pero las SS no trabajaron solas. Contaron con la ayuda de otras instituciones y profesionales alemanes, individuos que facilitaron el genocidio dentro de la Wehrmacht (las fuerzas armadas alemanas), el banco central alemán, Médicos alemanes y otros profesionales de la salud e industriales alemanes y empresas industriales privadas, como I.G. Farben y Krupp, entre otras. Si bien gran parte de la matanza real de judíos durante el Holocausto ocurrió en campos de exterminio en la Polonia ocupada, la persecución de los judíos, su encarcelamiento en guetos y su deportación de sus hogares tuvo lugar a la vista de sus vecinos no judíos en ciudades y pueblos de toda Europa. En Europa Occidental, los regímenes nacionales ayudaron a identificar y detener a los judíos; en Europa oriental, las poblaciones civiles a menudo participaban en la matanza misma, muy especialmente en los países Bálticos.

La conmemoración de este día de luto, el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, declarado por las Naciones Unidas en 2005, debe servir para que recordemos que el 27 de enero debemos reflexionar sobre los desafíos que persisten, como el aumento del antisemitismo, la xenofobia y el negacionismo histórico. Aprender del Holocausto no solo es un acto de memoria, sino una responsabilidad para garantizar que nunca más se cometan crímenes similares. Y pienso que algo estamos haciendo mal, cuando los jóvenes no conocen las causas de la tragedia. Debemos profundizar en el proceso histórico que llevó a Hitler al poder. Debemos explicar los fallos en las democracias de los años 30, la crisis económica, los mecanismos empleados por los partidos populistas, los trucos, que son los mismos que hoy se emplean. Solo así podremos vacunar a las generaciones que vienen para que nunca vuelva a ocurrir. Mientras tanto, fortalezcamos nuestras democracias, busquemos los fallos que hay que reparar.

Hoy todo el mundo habla de Trump con temor, al menos los que se consideran demócratas y defensores de los derechos internacionales y humanos. Usando la historia como, podemos constatar muchas similitudes entre lo que ocurrió hace cien años y lo que está ocurriendo ahora. No creo en el determinismo, ni tampoco en que la historia se repite, pero creo que respondemos a los estímulos políticos y económicos de forma muy parecida. Sentimos rencor ante las derrotas, nos duele que nuestra economía se arruine, mientras otros viven en opulencia. Queremos creer en los que nos prometen la Luna, sentimos orgullo cuando alguien nos halaga y nos dice que somos los mejores y merecemos más. Desconfiamos de los que no conocemos, porque el instinto de la conservación nos hace proteger los nuestro. Expliquemos, pues en las escuelas e institutos los que pasó. Empecemos por contar el relato de lo que ocurrió tras la primera guerra mundial.

El Tratado de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial, impuso condiciones humillantes a Alemania, que perdió territorios como Alsacia-Lorena, además de sus colonias en África y Asia. También se le impusieron enormes indemnizaciones que devastaron la economía alemana. Alemania tuvo que aceptar la culpa exclusiva del conflicto, y esto causó un profundo resentimiento nacional. El ejército alemán fue limitado a 100 000 soldados, para gran humillación de los militares y nacionalistas. Estos términos alimentaron un sentimiento de injusticia entre los alemanes, que Hitler y los nazis explotaron hábilmente en su propaganda, prometiendo revocar el tratado. ¡Cuidado, eh, que tenemos hoy una guerra en Europa que no debe acabar con resentimientos, o estaremos condenados a repetirla!

Durante los primeros años de la República de Weimar, Alemania experimentó una hiperinflación devastadora. El valor del marco alemán colapsó, y los ahorros de la clase media fueron destruidos, generando desconfianza en el sistema democrático. El colapso de la Bolsa de Nueva York tuvo un impacto global, y Alemania, dependiente de préstamos estadounidenses bajo el Plan Dawes, fue duramente golpeada. El desempleo masivo que alcanzó alrededor de 6 millones (de cabezas de familia) en 1932, y el empobrecimiento crearon un terreno fértil para los mensajes radicales de Hitler, quien prometía estabilidad económica y empleo. En 1933, el partido nazi obtuvo 17,2 millones de votos, el  43,9%.

Hitler llegó al poder en una república donde el sistema parlamentario había llevado a una fragmentación política, con frecuentes cambios de gobierno y dificultad para tomar decisiones. Grupos de extrema izquierda y extrema derecha intentaban continuamente desestabilizar la república. Muchos alemanes, especialmente los conservadores y los militares, nunca aceptaron la democracia como sistema legítimo, asociándola con la derrota en la guerra.

Debemos considerar que el partido nazi, bajo el liderazgo de Hitler, utilizó una propaganda sofisticada para ganar apoyo. Hitler prometió restaurar el orgullo alemán, crear empleo y acabar con las injusticias del Tratado de Versalles. Los nazis culparon a los judíos, los comunistas, y otras minorías de los problemas de Alemania, ofreciendo un par de chivos expiatorios para canalizar la frustración popular, el consabido “enemigo común”. Presentaron a los comunistas como una amenaza inminente, ganándose el apoyo de la clase media, empresarios y aristócratas.

Hitler era un orador poderoso y carismático que conectaba con los sentimientos de frustración y esperanza del pueblo alemán. Se presentaba como un «salvador» de la nación, prometiendo unidad y grandeza en un momento de caos e incertidumbre. Muchas élites industriales, militares y conservadoras apoyaron a Hitler, creyendo que podrían controlarlo y usar su popularidad para frenar la amenaza comunista y restaurar el orden.

La ideología nazi se basaba en la creencia en la superioridad de la «raza aria» y la necesidad de purificar Alemania de elementos «indeseables». Hitler apeló al deseo de restaurar la grandeza del Imperio Alemán y la idea de «Lebensraum» (espacio vital), justificando la expansión territorial. Una vez nombrado canciller en enero de 1933, Hitler rápidamente consolidó el poder mediante tácticas legales e ilegales, aprovechando el incendio del Reichstag en febrero de 1933 para culpar a los comunistas y justificar la represión de la oposición. Con la llamada Ley Habilitante en marzo de 1933 Hitler se hizo con poderes dictatoriales y elimino el parlamento, que podía haber servido como contrapeso. Gradualmente, fue eliminando a los partidos políticos y sindicatos, estableciendo un estado unipartidista bajo el control nazi. Cualquier parecido con la situación actual es pura coincidencia.


[1] https://encyclopedia.ushmm.org/content/en/article/euthanasia-program

[2] https://germanhistorydocs.org/de/deutschland-nationalsozialismus-1933-1945/das-protokoll-der-wannseekonferenz-20-januar-1942

Centésimo quincuagésimo tercer paseo, segundo hoy. El reflejo miotático en la política.

Voy paseando y no dejo de pensar en el efecto Trump. Si miramos a nuestro alrededor, encontramos, al mismo Trump, este hombre fruto de la paz, nacido al año siguiente del final de la segunda guerra mundial, nieto de un emigrante alemán e hijo de un hombre que se hacia pasar por sueco, por si acaso. Curiosamente, el mismo Trump mantuvo mucho tiempo la ilusión de ser descendiente de suecos. Sin duda sabe hacerse el sueco.

Alrededor, como satélites por todo el planeta, pululan los líderes de la extrema derecha. Empezando por las damas: Marine Le Pen, Reagrupamiento Nacional, antes Frente Nacional, Tiene opciones para ser la próxima presidenta de Francia. Giorgia Meloni, de los Hermanos de Italia, está ya en el poder, más Matteo Salvini con su Liga, antes Liga Norte. Viktor Orbán con el Fidesz – Unión Cívica Húngara, asociado con la extrema derecha, tiene ya el poder en su país. Jarosław Kaczyński con su partido Ley y Justicia, a tenido el poder y tiene aún un gran apoyo en la sociedad polaca. Tino Chrupalla y Alice Weidel en Alemania con Alternativa para Alemania, pueden dar la sorpresa en las próximas elecciones y eso sería verdaderamente sonado. Menos sorprendente es que en Austria gane el poder Herbert Kickl con su Partido de la Libertad de Austria o que Geert Wilders con su Partido por la Libertad, y Thierry Baudet, con el Foro para la Democracia, tengan la iniciativa en un país dividido. En Grecia Ilias Kasidiaris, que fue miembro del ahora ilegalizado partido neonazi Amanecer Dorado esta ahora a la cabeza del movimiento Solución Griega. Riikka Purra con el Partido de los Verdaderos Finlandeses, tiene un peso importante en el gobierno del país nórdico. El Trump europeo, Nigel Farage lideró el UK Independence Party (UKIP) y luego el Brexit Party y ahora le hace sombra a los tories, disputándoles la derecha de la política británica. Aquí en Suecia, tenemos a Jimmie Åkesson con su partido Demócratas de Suecia, lo suficientemente poderoso como para decidir desde la sombra, la política sueca, sin estar en el gobierno por la oposición de mi propio partido, los liberales, pero condicionando mucho la política a seguir, ya que el gobierno precisa de sus votos. Los demócratas de Suecia son lo que es Junts para Sánchez en España. Finalmente, uno de los invitados a la instalación de Trump, fue Santiago Abascal, líder de Vox y posible bisagra en España, si la actual coalición que gobierna en España se rompiese o si en las próximas elecciones, los votantes decidiesen en mayor medida que en las últimas, votar a la derecha.

No está solo Trump, como vemos, y si sumamos otro de los asistentes a su instalación como Javier Milei con su partido de La Libertad Avanza, que se autodenomina libertario, pero que en muchas de sus posturas y retórica tienen afinidades con la extrema derecha, como su rechazo al feminismo, el ambientalismo y su posición anti estatista radical. El argentino va acompañado de muchos otros políticos sudamericanos como los Bolsonaro (padre e hijo) en Brasil, Detrás de esos líderes hay una gran porción de los votantes que están dispuestos a darles su voto. En cifras redondas, el apoyo a partidos de extrema derecha o ultraconservadores oscila entre el 10% y el 25% en muchos países de Europa, lo que representa un aumento considerable en comparación con décadas anteriores. Los analistas consideran por lo general que los factores que han propulsado esta situación deben buscarse en la crisis migratoria, la desconfianza en la Unión Europea, el aumento del populismo y el descontento con las élites tradicionales. Sí, me parece lógico, pero yo buscaría un poco más profundo; bajaría hasta la educación. Todo empieza en la escuela, lo sabemos de sobra.  

Como sabéis, a mi me gusta usar metáforas y lo pienso hacer ahora, en este intento de análisis de lo que está pasando a nuestro alrededor. Yo me baso simplemente en los datos de los que dispongo, sobre cómo votarían los alumnos de noveno grado (15-16 años) y los de bachiller (16-19 años). Aquí en Suecia, hacemos elecciones de prueba que son elecciones que siguen el modelo de las auténticas elecciones. Se hacen periódicamente, siguiendo las elecciones generales y europeas. Si miramos a las últimas elecciones al Parlamento Europeo en 2024 podemos ver un cambio relevante en la intención de voto respecto a las elecciones de 2019. Hace cinco años participaron 65 000 alumnos y los tres partidos más votados fueron los moderados 19,3%, el partido verde 16,1% y los socialdemócratas 15,2%. Los demócratas de Suecia quedaron en cuarto lugar con el 12,6% de los votos.

En comparación, en las elecciones escolares de 2024, el partido más votado entre los jóvenes fue el de los demócratas de Suecia con 24,48% de los votos, seguido de los moderados con 23% y, en tercer lugar, los socialdemócratas con 18,47%. Y si se quiere ver la tendencia aún más clara, basta con constatar que si se comparan los alumnos de secundaria con los de bachillerato, se observa que los mismos tres partidos están arriba, pero en el bachillerato los Moderados son el partido más votado con el 25,17 % de los votos, mientras que en secundaria los Demócratas de Suecia son el partido más grande con el 32,65 % de los votos. ¿Qué está pasando? Pues, simplemente, que para aquellos que cursan séptimo y noveno grado de secundaria, los Demócratas de Suecia han estado presentes y han sido grandes desde que tienen una noción sobre política. Es menos dramático para ellos votar por los Demócratas de Suecia, se han normalizado.

Y, ¿cómo puede ser que estos jóvenes que han crecido en la escuela sueca cuyos planes de estudio puntualizan el deber de la escuela de formar las futuras generaciones en valores esencialmente democráticos y humanistas, voten a partidos que niegan la igualdad entre los géneros y el valor universal de los derechos humanos, y que además niegan que el cambio climático se deba a la acción de los humanos? Porque, se puede leer bien claro, cuales son las intenciones respecto a la escuela en la legislación sueca:

“El sistema educativo se fundamenta en los principios de la democracia. La Ley de Educación (2010:800) establece que la educación dentro del sistema escolar tiene como propósito que los alumnos adquieran y desarrollen conocimientos y valores. Debe fomentar el desarrollo y el aprendizaje de todos los estudiantes, así como un deseo de aprender durante toda la vida. La educación debe transmitir y arraigar el respeto por los derechos humanos y los valores democráticos fundamentales sobre los que se asienta la sociedad sueca. Cada persona que actúe dentro de la escuela también debe promover el respeto por la dignidad intrínseca de cada individuo y el respeto por nuestro entorno común.

La inviolabilidad de la vida humana, la libertad e integridad del individuo, la igualdad de valor de todas las personas, la igualdad entre mujeres y hombres, así como la solidaridad entre las personas, son los valores que la escuela debe representar y transmitir. De acuerdo con la ética heredada de la tradición cristiana y el humanismo occidental, esto se realiza mediante la formación del individuo en el sentido de la justicia, la generosidad, la tolerancia y la responsabilidad. La enseñanza en la escuela debe ser no confesional.”

Entonces, ¿cómo explicamos la tendencia a votar o apoyar a partidos de extrema derecha? Aquí voy a meter yo mi metáfora, me explico: cuando salimos a correr, o antes de efectuar un ejercicio corporal exigente, muchos de nosotros, solemos estirar, como se suele decir. Estiramos los músculos, porque hemos aprendido en alguna parte que eso es bueno para hacer buenas prestaciones y evitar lesiones. Cuando estiramos sentimos que el músculo reacciona tirando a su vez en sentido contrario, sin ceder. Lo que ocurre es que el cuerpo tiene un mecanismo de defensa llamado reflejo miotático. Cuando un músculo se estira rápidamente, los receptores sensoriales llamados husos musculares detectan el estiramiento y envían señales al sistema nervioso para contraer el músculo. Esto ocurre para proteger el músculo de un posible daño por sobreestiramiento. Los músculos se resisten, por tanto, a ese estiramiento, que nosotros queremos hacer pero que sin haberlos preparado adecuadamente puede provocar contracciones porque el cuerpo no está listo para el movimiento. Hay que calentar los músculos antes, prepararlos adecuadamente, sino se romperán.

Esto es lo que ha pasado con las generaciones jóvenes, que hemos querido tirar de ellos en el buen sentido, hacia mayor humanismo y mayor respeto y tolerancia y ellos han tirado con toda fuerza, al contrario. Creo que hemos olvidado algo muy importante: que antes de estirar hay que calentar. Y, ¿cómo se “calientan” los jóvenes? Si los músculos se calientan caminando o corriendo para estar preparados para estirar, los jóvenes se preparan para la escuela en sus hogares. En los hogares se aprenden las primeras nociones de sociabilidad, se aprende a ser un individuo y a vivir en sociedad. Lo que se escucha en la mesa del comedor es lo que verdaderamente marca al individuo, que, al llegar a la escuela, ya está medianamente formado. Cuando las ideas que se imparten en la escuela difieren mucho de lo que se oye en casa, es difícil que esas ideas de la escuela, por muy bien intencionadas que sean, echen raíces en los jóvenes.

Quizás la educación ha querido avanzar más rápido de lo que mucho del os jóvenes podían asimilar, diferenciándose tanto, la perspectiva oficial, del sentimiento de justicia reinante en muchos hogares. Si miramos atrás, dos, tres o cuatro generaciones, podemos ver que la socialdemocracia, el partido largamente hegemónico en Suecia, tenía un espectro ideológico muy ancho. Cabían, además del obrerismo, un nacionalismo, rayano en el chauvinismo y una heterosexualidad normativa. Con el tiempo, la socialdemocracia ha ido evolucionando hasta convertirse en un partido comprometido con la inmigración, la igualdad de género y la internacionalización, lo que ha hecho que, la parte más conservadora y tradicional de sus votantes, abandonen el partido.

Para empezar, la política migratoria ha sido uno de los temas más polarizadores en Suecia. Los Demócratas de Suecia han basado gran parte de su narrativa en una crítica hacia las políticas migratorias abiertas promovidas por los socialdemócratas y otros partidos tradicionales. Muchos votantes perciben que la llegada de inmigrantes ha generado problemas de integración, como desempleo, tensiones culturales y aumento de la delincuencia. Los Demócratas de Suecia han sabido canalizar estas inquietudes, presentándose como un partido que promete «orden» y «seguridad», las palabras de moda.

2. Desindustrialización y pérdida de empleos en áreas rurales

En las regiones tradicionalmente industriales o rurales, donde los socialdemócratas solían ser fuertes, la globalización, el cierre de fábricas y la automatización han generado un sentimiento de abandono. Los Demócratas de Suecia han logrado conectar con estas comunidades al hablar de proteger los empleos locales, oponerse a tratados comerciales que perjudican a los trabajadores suecos y criticar a las élites urbanas.

Muchos votantes consideran que el Partido Socialdemócrata se ha distanciado de sus raíces obreras y ha adoptado posturas más tecnocráticas o progresistas, alejándose de las preocupaciones cotidianas de la clase trabajadora, mientras que ellos (SD) se presentan como un partido «anti-establishment» que defiende los intereses del «pueblo común» frente a las élites políticas.

Una buena parte de la población siente que los valores tradicionales suecos están siendo amenazados por la multiculturalidad y los cambios sociales, contra lo que SD promueve una narrativa de «recuperar Suecia», apelando a un pasado idealizado que coincide con la percepción de votantes desilusionados.

Por último, está el papel de los medios de comunicación y plataformas de medios sociales. La creciente presencia de SD en los medios de comunicación, junto con una estrategia más moderada en su discurso oficial, ha contribuido a su normalización, y ha facilitado que votantes socialdemócratas tradicionales consideren a SD como una alternativa viable.En el pasado, hace diez o doce años, votar a SD era considerado inaceptable por sus raíces en movimientos ultranacionalistas. Sin embargo, con su consolidación como el segundo partido más grande de Suecia, este estigma ha disminuido. Si consideramos que los socialdemócratas obtuvieron cerca de 1.8 millones de votos en 2022 y que aproximadamente el 15-20% de los votantes actuales de SD provienen de ellos, esto significa que SD podría haber captado entre 200 000 y 300 000 votantes directamente de la base socialdemócrata. Aproximadamente, entre 130 000 a 200 000 votantes habrían cambiado de los Moderados a SD.

Yo me he concentrado en Suecia, porque es aquí donde puedo encontrar cifras con más facilidad, algo parecido ocurre en España, con Vox pues, según diversas encuestas y estudios de transferencia de votos, se estima que una parte significativa de los votantes de Vox en 2019 provenían de antiguos votantes del PSOE. Sería entre el 15% y el 20% los votantes de Vox que habían votado anteriormente por el PSOE, aproximadamente entre 400 000 y 600 000 votos que podrían haberse trasladado del PSOE a Vox. Igualmente se estima que Vox ha captado entre 300,000 y 450 000 votos provenientes del PP en las elecciones de 2019 y 2023, entre el 10% y el 15% de los votantes actuales de Vox. En Cataluña, al independentismo le ha salido una formación de ultra derecha, la Vox Catalana o Aliança Catalana, un partido que se dice luchar por la independencia de Cataluña de manera unilateral, por el rechazo a la inmigración, por un proteccionismo a las empresas catalanas y por la defensa de una economía de mercado, otro MAGA en miniatura.

Centésimo quincuagésimo segundo paseo. Escuchando el discurso de Trump el día de Martin Luther King.

Durante mi paseo de la tarde, ayer 20 de enero, iba escuchando el discurso de instalación[1] de Donald Trump, pensando que estaba siguiendo en tiempo real uno de los eventos más importantes de la era moderna. Mientras iba andando, escuchaba con atención. Con la voz ronca que le caracteriza, el presidente entrante proclamó, tras unas palabras de cortesía a las autoridades y anteriores presidentes y vicepresidentes presentes en el acto, en muy pocas palabras, lo que, según él, logrará durante su mandato:

“La Edad de Oro de América comienza ahora mismo. A partir de este día, nuestro país prosperará y volverá a ser respetado en todo el mundo. Seremos la envidia de todas las naciones, y no permitiremos que se aprovechen de nosotros ni un solo día más durante toda la administración Trump. Muy simplemente, pondré a América primero.”

Eso de la Edad de Oro me suena mucho. Ya en la antigua Grecia, Hesíodo[2], en su obra Trabajos y días, introdujo el concepto de la Edad de Oro como la primera y más perfecta de las cinco edades de la humanidad. Según Hesíodo, durante esta era los hombres vivían en paz, armonía y abundancia. No existía el trabajo ni la tristeza, y los dioses caminaban entre los mortales. Con el tiempo, esta edad fue reemplazada por otras menos perfectas: la Edad de Plata, la Edad de Bronce, la Edad de los Héroes y la Edad de Hierro.

Para los romanos, la Edad de Oro, según Ovidio en su Metamorfosis, era vista como una época de justicia y virtud, gobernada por Saturno, el dios de la agricultura y la prosperidad. En el cristianismo, la Edad de Oro fue representada como el Paraíso o el Jardín del Edén, una época de pureza antes de la caída del hombre. También se asocia con la promesa de una nueva era de paz y justicia bajo el reino de Dios.

Durante el Renacimiento, el concepto de la Edad de Oro adquirió un significado simbólico, relacionado con ideales utópicos y nostálgicos. Filósofos, escritores y artistas lo usaron para describir un pasado idealizado o un futuro prometedor. Thomas More imaginó una sociedad perfecta en su obra Utopía. Poetas españoles como Garcilaso de la Vega y Luis de Góngora usaron el concepto para evocar paisajes bucólicos de armonía entre el hombre y la naturaleza. A partir de la Ilustración y la modernidad, la Edad de Oro comenzó a usarse metafóricamente en contextos políticos y culturales para referirse a períodos de gran prosperidad o florecimiento cultural.

En el discurso político contemporáneo, como en el caso del reelegido presidente estadounidense, el término se utiliza para proyectar un futuro idealizado y prometedor, marcando el fin de una supuesta decadencia.

“Nuestra soberanía será recuperada. Nuestra seguridad será restaurada. Las balanzas de la justicia serán reequilibradas. La despiadada, violenta e injusta instrumentalización del Departamento de Justicia y de nuestro gobierno llegará a su fin, y nuestra máxima prioridad será crear una nación orgullosa, próspera y libre.”

Lo de “soberanía será recuperada” se refiere al fortalecimiento de las fronteras nacionales, el rechazo a compromisos internacionales que él considera perjudiciales, como el Acuerdo de París o acuerdos comerciales, y la priorización de intereses estadounidenses sobre cualquier otra consideración global. La siguiente oración «Nuestra seguridad será restaurada» alude a reforzar las leyes migratorias, aumentando la financiación para la policía y el ejército, y tomando medidas más estrictas para garantizar la seguridad interna, como construir el muro fronterizo con México. En cuanto a las referencias a la justicia, Trump considera que se han utilizado fraudulentamente para perseguirle. No me esperaba yo que aludiese tan directamente a sus problemas personales con la justicia, pero ahí está. «Nuestra máxima prioridad será crear una nación orgullosa, próspera y libre», resume su promesa de fortalecer la economía, fomentar el patriotismo y proteger las libertades individuales. En fin, la famosa MAGA, Make America Grat Again. Sigo escuchando:

“América pronto será más grande, más fuerte y mucho más excepcional que nunca antes. Regreso a la presidencia con confianza y optimismo, convencido de que estamos al comienzo de una emocionante nueva era de éxito nacional. Una ola de cambio está barriendo el país. La luz del sol está bañando el mundo entero, y América tiene la oportunidad de aprovechar esta ocasión como nunca antes. Pero primero, debemos ser honestos sobre los desafíos que enfrentamos. Aunque son numerosos, serán aniquilados por este gran impulso que el mundo está presenciando ahora.”

“La luz del sol esta bañando el mundo entero” debe referirse a que las ideas de ultraderecha, parecidas a las suyas, se están esparciendo por Europa y el resto del mundo. Partidos como Vox en España y Sverigedemokraterna en Suecia, los hay ya en toda Europa y van creciendo y tomando el poder aquí y allá. No se yo si eso puede denominarse luz, más bien oscurantismo, pero el discurso de Trump parece calar en mucha gente. Quizás se inspira Trump en las palabras atribuidas a Jesús de Nazaret en Juan 8:12: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”

Subo el volumen de mis auriculares, porque no quiero perderme ni una sola palabra. Siento que, en este discurso está la clave de nuestro futuro inmediato, al menos durante los próximos cuatro años. Me consuelo un poco, sabiendo que los males siempre tienen fecha de caducidad. Curiosamente, todos los viandantes que se cruzan en mi camino, parecen escuchar el discurso. Todos vamos concentrados, para no perdernos nada. Ahora le oigo decir: “En los Estados Unidos de América, mientras nos reunimos hoy, nuestro gobierno enfrenta una crisis de confianza. Durante muchos años, un establecimiento radical y corrupto ha extraído poder y riqueza de nuestros ciudadanos, mientras los pilares de nuestra sociedad permanecen rotos y aparentemente en total deterioro. Ahora tenemos un gobierno que no puede gestionar ni siquiera una crisis sencilla en casa, mientras se tropieza constantemente con un catálogo continuo de eventos catastróficos en el extranjero. Falla en proteger a nuestros magníficos ciudadanos estadounidenses respetuosos de la ley, pero proporciona refugio y protección a criminales peligrosos, muchos de ellos provenientes de prisiones e instituciones mentales que han ingresado ilegalmente a nuestro país desde todas partes del mundo.” Se está refiriendo a los incendios de Los Ángeles, claro, cómo si fuera posible prevenir todas las catástrofes. Ni el fuego, ni el agua se pueden predecir al 100 por 100, debería saber alguien que vive en un país recurrentemente azotado por vientos y mareas sin fin. Pero todo lleva a la comparación de “magníficos ciudadanos estadounidenses respetuosos de la ley” contra “criminales peligrosos, muchos de ellos provenientes de prisiones e instituciones mentales que han ingresado ilegalmente a nuestro país desde todas partes del mundo.”

Voy pensando si tendrá algún plan para la escuela y en la siguiente parrafada lo encuentro, eso o algo que se le parece: “Tenemos un sistema de salud pública que no responde en tiempos de desastre, a pesar de que se gasta más dinero en él que en cualquier otro país del mundo. También tenemos un sistema educativo que enseña a nuestros niños a avergonzarse de sí mismos y, en muchos casos, a odiar a nuestro país, a pesar del amor que intentamos desesperadamente brindarles. Todo esto cambiará a partir de hoy, y cambiará muy rápidamente.” Parece que quiere implantar un sistema educativo que prepare a los jóvenes estadounidenses en “Formación de Espíritu Nacional”, como se hacía en España en mis tiempos. En lo de la salud públia cara en Estados Unidos, tiene toda la razón, además muy poco efectiva y muy deficiente, para el que no puede pagarse un seguro. Será interesante ver cómo piensa cambiar el sistema.

Y el relato sigue por la comparación divina, atribuyendo a la divina providencia su ascenso al poder: “Aquellos que desean detener nuestra causa han intentado quitarme la libertad e incluso mi vida hace tan solo unos meses. En un hermoso campo de Pensilvania, una bala asesina atravesó mi oreja, pero en ese momento sentí, y ahora lo creo aún más, que mi vida fue salvada por una razón. Fui salvado por Dios para hacer que América sea grande nuevamente.” – Discurso mesiánico donde los haya; elegido por Dios, por la gracia de Dios, con un encargo explícito: hacer que América, el pueblo elegido, sea grande nuevamente. Es muy fuerte, muy fuerte, pero curiosamente, no encuentro este tipo de análisis en nuestra prensa.

Para los que estamos preocupados por el cambio climático y sus consecuencias, oír al nuevo presidente prometer una extracción ilimitada de crudo y gas, no nos ha tranquilizado. Incrédulo le escuche como daba marcha atrás en el proceso de cambio en el que creíamos encontrarnos: “Estados Unidos volverá a ser una nación manufacturera, y tenemos algo que ninguna otra nación manufacturera jamás tendrá: la mayor cantidad de petróleo y gas de cualquier país en la Tierra. Y lo vamos a usar. Déjenme usarlo. Reduciremos los precios, llenaremos nuevamente nuestras reservas estratégicas hasta el tope y exportaremos energía estadounidense a todo el mundo. Volveremos a ser una nación rica, y será ese oro líquido bajo nuestros pies lo que ayudará a lograrlo. Con mis acciones de hoy, pondremos fin al Green New Deal y revocaremos el mandato de los vehículos eléctricos, salvando nuestra industria automotriz y cumpliendo mi sagrado compromiso con nuestros grandes trabajadores automotrices estadounidenses.” – Y aquí, de pronto, me pregunto ¿qué dirá su amigo y colaborador Musk, que ha amasado su fortuna con la ayuda de su Tesla? Aunque, claro está, puede que esté ya con un pie fuera de Tesla, esperando dedicarse a la política y al espacio.

El discurso sigue. Trump continua con su conocida vehemencia, prometiendo a los trabajadores americanos un paraíso donde abunda el trabajo. Un paraíso autárquico y cerrado al mundo: “En otras palabras, podrán comprar el automóvil de su elección. Volveremos a fabricar automóviles en Estados Unidos a un ritmo que nadie podría haber soñado posible hace solo unos años. Y gracias a los trabajadores automotrices de nuestra nación por su inspirador voto de confianza. Obtuvimos un apoyo tremendo con su voto. Comenzaré de inmediato una reforma completa de nuestro sistema comercial para proteger a los trabajadores y las familias estadounidenses. En lugar de gravar a nuestros ciudadanos para enriquecer a otros países, impondremos aranceles e impuestos a los países extranjeros para enriquecer a nuestros ciudadanos.”

Siguieron las amenazas contra Panamá en especial, aunque no nombró directamente a Groenlandia ni a Canadá: “El presidente McKinley hizo que nuestro país se volviera muy rico gracias a los aranceles y a su talento. Era un empresario nato y proporcionó a Teddy Roosevelt el dinero para muchas de las grandes cosas que hizo, incluido el Canal de Panamá, que, de manera insensata, se entregó al país de Panamá después de haber sido construido por Estados Unidos.

Estados Unidos —piensen en esto— gastó más dinero que nunca antes en un proyecto y perdió 38,000 vidas en la construcción del Canal de Panamá. Hemos sido tratados muy mal por este regalo insensato que nunca debió haberse hecho, y la promesa de Panamá hacia nosotros se ha roto. El propósito de nuestro acuerdo y el espíritu de nuestro tratado han sido totalmente violados. Los barcos estadounidenses están siendo gravemente grabados y no son tratados de manera justa en ningún aspecto, y eso incluye a la Marina de los Estados Unidos. Y, por encima de todo, China está operando el Canal de Panamá. Y no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá, y lo recuperaremos.”

En este discurso hay de todo: Los Estados Unidos han sido robados, ultrajados, de lo que construyeron con su propia sangre y ahora se ha puesto en las manos del enemigo, China. Está servida una intervención, quizás parecida a la de 1989, cuando el ejercito estadounidense invadió Panamá y se llevó a su presidente Manuel Noriega bajo acusación de estar involucrado en la exportación de drogas a Estados Unidos y de haber cometido fraude en las elecciones que le llevaron al poder.

Sigo escuchando como aparece el relato del pacificador, el príncipe de la paz: “Al igual que en 2017, volveremos a construir el ejército más fuerte que el mundo haya visto jamás. Mediremos nuestro éxito no solo por las batallas que ganemos, sino también por las guerras que terminemos y, quizás lo más importante, por las guerras en las que nunca entremos.” En Ucrania y en Palestina estarán seguramente escuchando con máxima atención y querrán saber cómo van a terminar sus guerras.

Y, como era el día de Martin Luther King, también se oían reminiscencias de aquel famoso “I have a dream” en el discurso de Trump: “De Nueva York a Los Ángeles, de Filadelfia a Phoenix, de Chicago a Miami, de Houston hasta aquí en Washington, D.C., nuestro país fue forjado y construido por generaciones de patriotas que dieron todo lo que tenían por nuestros derechos y por nuestra libertad. Fueron agricultores y soldados, vaqueros y trabajadores de fábricas, obreros del acero y mineros del carbón, policías y pioneros que avanzaron sin descanso, marcharon hacia adelante y no dejaron que ningún obstáculo derrotara su espíritu ni su orgullo.

Juntos tendieron las vías ferroviarias, levantaron los rascacielos, construyeron grandes autopistas, ganaron dos guerras mundiales, derrotaron al fascismo y al comunismo, y triunfaron ante cada desafío que enfrentaron. Después de todo lo que hemos pasado juntos, estamos al borde de los cuatro años más grandes en la historia de Estados Unidos. Con su ayuda, restauraremos la promesa de América y reconstruiremos la nación que amamos. Y la amamos profundamente.

Somos un solo pueblo, una sola familia y una gloriosa nación bajo Dios. Así que, a cada padre que sueña por el futuro de su hijo y a cada niño que sueña con su porvenir, estoy con ustedes. Lucharé por ustedes y ganaré por ustedes. Vamos a ganar como nunca antes.”

Me doy cuenta de que he escuchado un discurso que ya he escuchado muchas veces, cambiando Los Estados Unidos por cualquier otro país. “seremos libres”, “nuestros sueños se materializarán”, “volveremos a ser lo que fuimos ayer”: “A partir de este día, los Estados Unidos de América serán una nación libre, soberana e independiente. Nos mantendremos valientes. Viviremos con orgullo. Soñaremos con audacia, y nada se interpondrá en nuestro camino. Porque somos estadounidenses, el futuro es nuestro, y nuestra Edad de Oro acaba de comenzar. Gracias. Que Dios bendiga a América. Gracias a todos.”

Se abre ante nosotros la perspectiva de cuatro años impredecibles. El futuro es siempre incierto, pero hoy quizás más que ayer. En otros tiempos, desde aquí, yo habría dicho que lo importante era guardar una neutralidad despierta y respetuosa, y trabajar arduamente para conseguir un desarme. Que lo importante era luchar contra la pobreza, el cambio climático, las pandemias que acechan, la ignorancia. Hoy soy consciente que todo a mi alrededor va por otro camino, por el de la militarización, la defensa, la seguridad, y ya, los movimientos por la paz han quedado obsoletos, la verdad devaluada, en una carrera hacia la catástrofe. ¿Qué dicen los jóvenes?


[1] https://nationalpost.com/news/world/full-text-donald-trumps-inaugural-address

[2] https://archive.org/details/hesiodo-obras-y-fragmentos/page/n1/mode/2up

Centésimo quincuagésimo primer paseo. La música en el proceso de formación de las identidades nacionales.

Voy paseando por las calles de Lund bañadas por una neblina grisácea, cubiertas por un cielo plomizo que llega hasta los tejados diluyendo sus contornos en leves velos. A menos de cien pasos, la niebla difumina el paisaje. Mis pies van caminando por suelos, momentáneamente libres de la capa de hielo que las bajas temperaturas de días pasados les habían untado, caparazón duro y resbaladizo, que obligaba a mantener la vista puesta en el suelo, para no resbalar. Como voy bastante ligero, a un paso casi marcial, me pongo a cantar para mis adentros:

Allons enfants de la Patrie,

Le jour de gloire est arrivé !

Contre nous de la tyrannie

L’étendard sanglant est levé,

Entendez-vous dans les campagnes

Mugir ces féroces soldats ?

Ils viennent jusque dans vos bras

Égorger vos fils, vos compagnes!

Debe de ser porque ayer escribí sobre el liberalismo y mi preocupación por lo que nos viene, con todo cargado de populismo y, por qué no, tiranía. Es fácil marcar el paso a buena velocidad, siguiendo su tacto. Uno dos, uno dos, uno dos. Voy pensando que esta canción tiene una historia fascinante, que tiene mucho que ver con la forma de movilizar a las masas en nuestros tiempos. La canción fue compuesta por Claude Joseph Rouget de Lisle, un oficial del ejército francés y músico aficionado, que el 25 de abril de 1792, en Estrasburgo, la interpretó  por primera vez ante el alcalde de la ciudad. Su propósito era inspirar a las tropas francesas frente a la inminente invasión de Austria y Prusia, que buscaban acabar con la Revolución Francesa. Originalmente titulada «Chant de guerre pour l’armée du Rhin» (Canto de guerra para el ejército del Rin), fue escrita para movilizar el patriotismo revolucionario. Y es que, en París, el ímpetu revolucionario comenzaba a flaquear, y es en ese contexto en el que el barón Philippe-Frédéric de Dietrich, alcalde de Estrasburgo y maestro de la logia masónica local, pide a su invitado, también masón, Rouget de Lisle, que siempre andaba tarareando las grandes obras de los músicos italianos y franceses, componga una canción que sirva para reunir a los campesinos de todas partes, convertidos en soldados, para que se movilicen a defender su patria amenazada. Parece ser que fue esa misma noche de abril, cuando Rouget de Lisle escribió “Chant de guerre pour l’Armée du Rhin” (Canción de guerra para el ejército del Rin), dedicándosela al mariscal Nicolas Luckner, un masón bávaro al servicio de Francia. Al pobre De Dietrich le ejecutaron el año siguiente los revolucionarios, durante el Reinado del Terror.

Los soldados voluntarios de Marsella, que la habían oído cantar Le Chant de guerre, la eligieron como canción de marcha y así entraron en Paris el 30 de julio de 1792. La melodía se convirtió pronto en el reclamo de la Revolución Francesa y fue adoptada como “La Marsellesa” para en 1795 ser elevada a himno oficial de la revolución y de la propia Francia. Pero en Alsacia, como la mayoría de los campesinos no hablaban francés, hubo de ser traducida al alemán como “Auf, Brüder, auf dem Tag entgegen” (¡Adelante, hermanos, hacia el día!)

A Napoleón no le hacía gracia La Marsellesa y la sustituyó por “Veillons au salut de l’Empire” (Velemos por la salvación del Imperio) y la canción revolucionaria llegó a estar prohibida durante los reinados de Luis XVIII y Carlos X, siendo reinstaurada sólo brevemente tras la Revolución de Julio de 1830. Más tarde, durante el reinado de Napoleón III, se cantaba “Partant pour la Syrie” (saliendo hacia Siria), pero la necesidad de motivar al pueblo francés durante la Guerra franco-prusiana, devolvió a La Marsellesa su lugar como himno nacional. Es sumamente interesante ver como el himno nacional francés, según la coyuntura política, pasa de ser un canto revolucionario a glorificar los imperios autocráticos de Napoleón I y Napoleón III. Pero, como todos sabemos La Marsellesa regresó a Francia llegando a transcender sus fronteras, y hasta fue adoptada por los revolucionarios rusos como La Marsellesa de los Trabajadores, llevando la melodía de La Marsellesa. La letra fue escrita por Piotr Lavrov, publicada por primera vez el 1 de julio de 1875. La letra no es una traducción directa del francés sino de espíritu radical-socialista. Este himno fue popular durante la Revolución rusa de 1905 y fue usado como himno nacional de Rusia por el Gobierno Provisional hasta su caída en la Revolución de Octubre. Los soviéticos lo adoptaron al principio junto con La Internacional.

La Marsellesa y La Internacional son cantos revolucionarios nacidos en tabernas, entre gente garrida con ganas de luchar. Cantos de lucha que celebran la victoria por adelantado. La Internacional es considerada como el himno oficial de los trabajadores del mundo entero​. ​ La letra original, en francés, es de Eugène Pottier, y fue escrita en 1871 dentro de su obra Cantos Revolucionarios. En 1888 Pierre Degeyter la musicalizó por encargo Gustave Delory, dirigente del Partido Obrero Francés en la ciudad de Lille para el repertorio de la coral del partido la Lira de los Trabajadores, que la interpretó por primera vez en la taberna La Liberté de la rue de la Vignette de Lille. En 1889 fue adoptada como himno de la Segunda Internacional, la Internacional Socialista y fue el himno de la URSS desde su creación en 1922 hasta 1944, que, en un tiempo marcado por el nacionalismo, adopto un nuevo himno que glorificase la unión de las repúblicas soviéticas, el mismo himno que Rusia utiliza ahora con una nueva letra, pero realzando la valía del pueblo ruso Gimn Sovetskogo Sojuza.

El himno alemán, nacido en un contexto nacional-liberal en 1841, para promocionar la unión de los 30 estados de habla alemana. Más conocido por el íncipit de la primera estrofa: “Deutschland, Deutschland über alles”, sobre todo en tiempos de Hitler, el himno alemán conservo su música pero quedó reducido a la tercera estrofa, que reza: “Einigkeit und Recht und Freiheit” (Unidad y Justicia y Libertad). Una llamada a la unidad parece ser el denominador común de muchos himnos, no del español, que como sabemos, es mudo. La Marcha Real o Marcha granadera ha sido el himno de España desde el siglo XVIII, con la excepción del Trienio Liberal (1820-1823) y la Segunda República (1931-1939), en cuyos períodos se adoptó el Himno de Riego. Yo me permito especular que no hay texto por no haber consenso en “lo español”. Aquí se podrían discutir muchas razones, pero eso lo dejaré para otra entrada, por no abrir un melón tan voluminoso. El caso es que nadie le ha puesto una letra que perdure. En cambio, en Cataluña, se construyó un himno a finales del siglo XIX que curiosamente tiene cierto parecido con el sueco, en cuanto a su relación con un pasado supuestamente glorioso:

Catalunya, triomfant,

tornarà a ser rica i plena!

Endarrere aquesta gent

tan ufana i tan superba!

Bon cop de falç!

Bon cop de falç, defensors de la terra!

Bon cop de falç!

El himno sueco, nació aplicando dos nuevas estrofas a una melodía popular muy conocida. El autor de la letra, Richard Dybeck están marcadas por el escandinavismo, y se refieren a “Norden” (la unión de países nórdicos) en lugar de referirse a Suecia exclusivamente. Por tanto, se asemeja al himno alemán. La similitud con Els segadors radica en la alusión a un tiempo mejor, con poder y riqueza.  La canción comenzó a ser utilizada como himno nacional a partir de la década de 1890,  como es el caso del himno catalán, en fiestas de carácter patriótico.

Tú, antiguo, tú, libre, tú, Norte de altas montañas,

¡Tú, silencioso, afable y alegre!

Te saludo a ti, el país más amigable del mundo.

Tu sol, tu cielo, tus prados verdes.

Tú reinas en la memoria de gloriosos días pasados,

cuando tu nombre era venerado en todo el mundo.

Sé que eres y serás lo que fuiste.

Sí, yo quiero vivir y quiero morir en el Norte.

¡Y todo eso cantado a coro! Yo, que he cantado en algunos coros, puedo afirmar que, cuando un coro canta al unísono, se genera una sensación casi mágica de ser parte de algo más grande que uno mismo. Las voces individuales se mezclan en una sola corriente sonora, y esa sincronía crea un estado de cohesión que puede ser profundamente emotiva. Un caldo de cultivo perfecto para los sentimientos nacionalistas, un invernadero capaz de preservar la conciencia nacional y el orgullo de pertenecer a un grupo.  Giuseppe Mazzini, el primer promotor del movimiento nacional italiano, estaba seguro del efecto que la música y la canción patriótica tenía en la gente y afirmaba que mientras la melodía simboliza la individualidad, la armonía es el símbolo del pensamiento social.

Sin duda, la música coral es el mejor reflejo de la sociabilidad popular y ha sido utilizada por los movimientos nacionales por doquier, y especialmente entre los nacionalismos periféricos.  En España, el movimiento coral comienza en el litoral este a mediados del siglo XIX, especialmente en Cataluña y Valencia. En el norte, destaca el País Vasco y Galicia, y en parte también Cantabria y Asturias. El movimiento coral es fuerte allí donde la organización de los trabajadores y el nacionalismo periférico eran más relevantes. Tenemos constancia de como proliferaban los coros de Clavé de donde saldrían más tarde organizaciones aún en activo, como la Sociedad Coral de Bilbao, el Orfeón Donostiarra, el Orfeón Pamplonés o el Orfeó Català. Funcionaban estos coros un poco como los equipos de fútbol de ahora, potenciando el orgullo patriótico cuando conseguían ganar competiciones, como las que se organizaban a partir de 1860.

Hace bastante rato que he abandonado el caminar al tacto de la Marsellesa, porque es bastante fatigoso y porque atrae la atención sobre mí de los demás transeúntes. Pero sigo pensando que los himnos son esenciales para forjar “el espíritu nacional” y los coros son indispensables para transmitir la identidad nacional. Coros e himnos son tan importantes como las insignias y los símbolos. Sigo pensando en el ejemplo catalán y recuerdo mi última visión y experiencia de una tradicional sardana, interpretada por un grupo de músicos en La Plaça del Diamant de Gràcia. El conjunto de sensaciones producidas por los instrumentos y los corros de bailarines, cogidos de las manos, concentrados en el paso, es algo que yo recomiendo, para el que quiera conocer el origen del sentimiento catalán. La música está en continua relación con los procesos identitarios y de construcción nacional a partir del siglo XVIII.

Terminaré con otro tipo de música política, o más bien música empleada por políticos para aumentar el atractivo de sus apariciones. Empezaré con el general americano Dwight Eisenhower. Lo he escuchado esta mañana en Radio Nacional pero no he podido encontrar otras fuentes fidedignas. Se dice que el general se presentó como candidato a la presidencia de Los Estados Unidos de 1952 representando al partido republicano. Lo hizo, al parecer, subiendo a la tribuna a los acordes ¡del Relicario! En las elecciones de noviembre derrotó al candidato demócrata Adlai Stevenson por mayoría aplastante. Además, Eisenhower empleó la música, los slogans políticos y los dibujos animados combinados en su campaña televisiva.[1] Este presidente fue el que comenzó el deshielo entre Estados Unidos y la España de Franco.[2] Más cercano está el baile de Hillary Clinton al son de La Macarena.[3] Yo, ahí no llego, y sigo mi camino a paso allegro ma non troppo.


[1]https://www.bing.com/videos/riverview/relatedvideo?q=eisenhowe+Ike+film+for+television+campaign+1952&mid=55BE7CC85C141A97F31455BE7CC85C141A97F314&FORM=VIRE

[2]https://www.bing.com/videos/riverview/relatedvideo?&q=eisenhower+el+relicario&&mid=F3904DB8B3C9059A2492F3904DB8B3C9059A2492&mmscn=mtsc&aps=10&FORM=VRDGAR

[3]https://www.bing.com/videos/riverview/relatedvideo?&q=clinton+la+macarena&&mid=8B8AF9EF0D31CA1A7F1E8B8AF9EF0D31CA1A7F1E&&FORM=VRDGAR

Centésimo quincuagésimo paseo. El liberalismo en tiempos de populismo; primera parte

El frío de enero se hace presente en la mañana del domingo, mientras paseo por las calles desiertas de Malmö, camino de una reunión consultiva con mi partido, el partido Liberal sueco. Tenemos la reunión en Malmö porque los asistentes venimos de toda Escania, la región más al sur de Suecia, próxima a Dinamarca, una región con aproximadamente los habitantes de Extremadura (1,4 millones de habitantes, por 1,3 de Extremadura) pero con algo más del doble de extensión que La Rioja (11,027 km2 Escania, por 5,045 La Rioja). Se podría también decir que somos los andaluces de Suecia, con nuestro propio dialecto, perfectamente reconocible, y con nuestra agricultura, que produce el 30 % de todo lo que se come en Suecia.

Nos reunimos en un local grande. De Estocolmo han venido altos cargos de la organización y casi todos los diputados escanianos en el parlamento (Riksdagen). Los locales, somos consejeros municipales y regionales, con cargos políticos de diferente rango. Esta reunión tiene como fin repasar las propuestas de actualización de nuestro ideario político, con vistas a las próximas elecciones de 2026, y es que nos va bastante mal últimamente, en cuanto a la voluntad de voto. En diciembre, según el instituto Demoscop, que sigue de forma continua la intención de voto de los suecos, en caso de haber elecciones en este momento, nuestro partido recibiría menos del 3% de los votos, lo que nos dejaría fuera del parlamento, en el que estamos por los pelos, 4,2% en 2022, aunque tenemos cinco ministros y poseemos la llave de la gobernabilidad. El caso es que, las ideas liberales parecen no cuajar en la sociedad.

¿Cuáles son estas ideas tan denostadas últimamente? Pues, como nuestro nombre ya delata, nuestra ideología está basada en la libertad. Surgió esta ideología como una corriente de pensamiento político, social y económico que se desarrolló principalmente en Europa entre los siglos XVII y XVIII. Fue una respuesta a las estructuras jerárquicas y autoritarias de la Edad Media, como el absolutismo monárquico, la influencia dominante de la Iglesia y el feudalismo. Su evolución estuvo profundamente influenciada por transformaciones filosóficas, científicas, económicas y políticas que marcaron la modernidad. Las revoluciones inglesa, americana y francesa. John Locke, considerado el «padre del liberalismo», defendió los derechos naturales del ser humano: vida, libertad y propiedad.  en su obra “Dos tratados sobre el gobierno civil”[1]de 1690, argumentando que el poder político debe basarse en el consentimiento de los gobernados. El primer tratado es un ataque al patriarcalismo, concretamente dirigido a Robert Filmer y sus seguidores, mientras que el segundo introduce una teoría del gobierno civil, de la sociedad política civil basada en los derechos naturales y en el contrato social.[2]

Montesquieu introdujo su teoría de la separación de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial, en “El espíritu de las leyes”[3], de 1748, influyó en los sistemas democráticos modernos. Rousseau, con su obra “El contrato social”[4]de 1762, contribuyó al debate sobre la soberanía popular. Voltaire defendió la libertad de expresión, la tolerancia religiosa y la razón, sobre todo en su “Tratado sobre la tolerancia”[5], publicado en 1763, en donde considera el fanatismo una enfermedad que debe combatirse y extirparse. Inspirados los tres en los acontecimientos ocurridos en Inglaterra a partir de 1642 y en especial tras la Revolución gloriosa de 1688, se hicieron eco de una reacción a sistemas opresivos y formularon una apuesta por la autonomía del individuo, la igualdad ante la ley y los derechos fundamentales. A medida que avanzó el tiempo, sus ideas evolucionaron y se expandieron, moldeando las democracias modernas y las economías capitalistas. De esas fuentes bebieron los promotores de las revoluciones, junto con los principios del liberalismo económico, como el libre mercado, la competencia y la mínima intervención estatal promulgados por Adam Smith en “ La Riqueza las naciones”, publicado el 9 de marzo de 1776, el mismo año en que se proclamó la declaración unilateral de independencia de los estados americanos el 4 de julio.

El liberalismo estuvo representado en España por Jovellanos, Campomanes, Aranda, Olavide, Cabarrús y el Conde de Floridablanca. Juntos y cada uno por su parte inspirarían el inicio del nuevo tiempo político abierto en la España de ambos hemisferios a partir de la convocatoria de las Cortes Extraordinarias de 1810, reunidas en Cádiz[6].  Bajo el lema de promover ciencias útiles, principios económicos y espíritu general de ilustración. Como casi todos los liberales europeos de finales del siglo XVIII, los modelos políticos concretos en que se inspiraron los liberales españoles, fueron el parlamentarismo inglés y la naciente democracia norteamericana, siguiendo también con interés los inicios de la Revolución Francesa y la Constitución revolucionaria francesa de 1791. Los liberales españoles eran más bien partidarios de reformar el sistema desde dentro. En España, cabía aún pensar en una evolución del sistema político hacia formulaciones más liberales. Con la reacción a la invasión napoleónica, los liberales españoles pasaron a la acción directa, con la revolución española de 1808 y la redacción de la primera constitución española, “la Pepa”, en 1812.

Curiosamente, la evolución política en Suecia recuerda mucho a la española. La Constitución sueca de 1809, conocida como Instrumento de Gobierno de 1809 (Regeringsformen), marcó un hito en la historia política de Suecia al introducir principios que reflejaban las ideas liberales de la época. Fue una respuesta a las crisis políticas y militares que el país enfrentaba, especialmente tras la pérdida de Finlandia en la guerra contra Rusia (1808-1809). Este contexto impulsó una transformación que limitó el poder absoluto del monarca y fortaleció las instituciones representativas, entre otras cosas introduciendo la división de poderes recomendada por Montesquieu.

No ha lugar en este pequeño relato hacer comparaciones sobre la evolución del liberalismo en Suecia y en España porque, como todos sabemos, la historia de los dos países y las coyunturas internacionales en las que se desenvolvieron, fueron muy distintas. Pero, en general, el liberalismo en España y Suecia, pretendía hacer evolucionar la política de sus respectivos países para mejorar la vida de los ciudadanos, dotándoles de libertades y de posibilidades acordes con su pericia y esfuerzo, dejando atrás los privilegios del antiguo régimen y el fanatismo religioso, abriéndose a la ciencia para solucionar los problemas de toda índole que pudieran surgir.

Los pilares en los que se apoya la democracia moderna son simplemente los principios del liberalismo. El primero y fundamental es la libertad individual. Cada persona debe tener la autonomía necesaria para tomar sus propias decisiones, siempre que no interfieran con los derechos de otros, incluyendo libertades civiles como la libertad de pensamiento, expresión, religión, asociación y movimiento, la libertad sexual y la igualdad sin diferencias de género. El segundo pilar es la igualdad ante la ley, independientemente de su origen, clase social, género o creencias, que rechaza privilegios heredados o basados en estamentos, como los sistemas feudales o aristocráticos, un sistema legal justo e imparcial que proteja los derechos de todos por igual. El tercer pilar es la soberanía popular, emanando todo el poder político del pueblo, ante el cual el gobierno es responsable, actuando solamente en las áreas necesarias para garantizar los derechos individuales y el bienestar general.  El poder del Estado debe estar restringido por leyes y constituciones para evitar abusos y la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) debe garantizar un sistema de controles y contrapesos, en un sistema democrático donde los representantes sean elegidos de manera libre y periódica. El cuarto pilar es libre mercado y la propiedad privada. El liberalismo promueve un sistema de mercado libre, con mínima intervención estatal y considera que la competencia y las fuerzas del mercado conducen a la innovación, el crecimiento económico y la satisfacción de las necesidades humanas. Solo en sistemas que cuenten con unos pilares liberales lo suficientemente robustos, puede hablarse generalmente de democracia moderna.

El liberalismo, al dar paso a la libertad política de los ciudadanos, está obligado a competir con todas aquellas tendencias políticas que vayan surgiendo. En el siglo XIX surgió el socialismo como una respuesta crítica al liberalismo y al capitalismo durante el siglo XIX, en un contexto de creciente desigualdad y explotación laboral derivada de la revolución industrial. Intelectuales como Karl Marx y Friedrich Engels, entre otros, desarrollaron teorías que denunciaban las injusticias que ellos encontraban como inherentes al sistema capitalista, proponiendo alternativas centradas en la igualdad social y la justicia económica. El socialismo se basa en la idea de que la propiedad privada, especialmente de los medios de producción, genera desigualdades que perpetúan la opresión de las clases trabajadoras. Por ello, aboga por formas colectivas de propiedad, ya sea a través de la nacionalización de industrias clave o de cooperativas gestionadas por los trabajadores. En cuanto al papel del Estado, el socialismo lo considera una herramienta esencial para garantizar la redistribución de la riqueza y la provisión de servicios básicos, como educación, salud y vivienda. A diferencia del liberalismo, que busca limitar la intervención estatal, el socialismo ve en el Estado un medio para corregir las desigualdades estructurales y asegurar que todos los ciudadanos tengan igualdad de oportunidades.

Allí donde el socialismo logro implantarse en cualquiera de sus formas, ya sea el revisionismo socialdemócrata o el comunismo, siguiendo el modelo hegeliano de tesis-antítesis-síntesis, surgieron movimientos marcados en los años 30 por crisis económicas, conflictos sociales y tensiones políticas que provocaron reacciones violentas y polarizadas contra los gobiernos liberales y socialistas en diversos países. Las respuestas a estas ideologías variaron dependiendo del contexto nacional, pero en general se caracterizaron por el ascenso de movimientos autoritarios, el fortalecimiento de dictaduras y la consolidación de ideologías extremas, como el fascismo y el nazismo, que buscaban eliminar o contrarrestar la influencia de los gobiernos progresistas. En Suecia, estas reacciones fueron asimiladas por los partidos ya existentes, bloqueando la ascensión del fascismo y nazismo como ideologías organizadas, siendo absorbidas por la socialdemocracia y los partidos conservadores, bloqueando así el espacio político. En España se formaron partidos de filiación filonazi y filofascista y la confrontación llevó, como todos sabemos, a una terrible guerra civil, de la que parece que algunos siguen fascinados, insistiendo en recordárnosla a toda costa, mientras otros países, tan enfrentados o más, tratan de olvidar respetuosamente y aprender, al ser posible, de la historia. Esto ya es otra cuestión, que merecería ser tratada aparte, cosa que pienso hacer más adelante.

Regresando en el relato a la reunión del pasado domingo  en Malmö, los compañeros que venían de Estocolmo nos invitaron por sorpresa a comer unas deliciosas tartas, que nos explicaron eran parte de la conmemoración del nonagésimo aniversario de la unión de los dos partidos liberales en el parlamento sueco, De Frisinnade y Sveriges liberala parti, se unieron en Folkpartiet (El partido del pueblo), 90 años de unión y de relevancia en la política sueca. Hace 90 años pues, estábamos dentro de esa época que tanto se parece a la nuestra, en 2025. Trataré de analizar lo que está ocurriendo aquí en Suecia y a nuestro alrededor, en Europa y en el Mundo. Se suele decir que la historia no se repite, pero habría que aprender de la historia. Me explico:

La crisis política y económica de los años 30 del siglo XX y las crisis contemporáneas comparten similitudes significativas en términos de causas estructurales, dinámicas sociales y consecuencias políticas, aunque se desarrollan en contextos históricos y tecnológicos distintos. Estas semejanzas incluyen colapsos económicos, desigualdades crecientes y polarización política, que desencadenan tensiones sociales y cambios en el panorama ideológico. En los años 30 del siglo pasado La Gran Depresión, originada por el colapso de la Bolsa de Nueva York en 1929, marcó una crisis económica mundial. Esto provocó un colapso financiero, un aumento masivo del desempleo y una contracción en la producción industrial. Esto es, a mi parecer, comparable a las crisis económicas recientes, como la crisis financiera de 2008 y a los efectos de la pandemia de COVID-19, que han generado recesiones globales, aumento del desempleo y disrupciones en las cadenas de suministro. También se suman las incertidumbres relacionadas con la guerra en Ucrania y las tensiones comerciales entre potencias, sin olvidar las crisis migratorias puntuales y recurrentes. En ambos casos, los sistemas financieros mostraron vulnerabilidades importantes: especulación descontrolada en los años 30 y mercados financieros desregulados antes de 2008. Los sectores más vulnerables de la población fueron los más afectados, exacerbando desigualdades económicas y sociales.

También encuentro similitudes en las desigualdades económicas. Mientras que la brecha entre ricos y pobres se amplió en los años 30 del siglo pasado debido a la falta de sistemas de protección social y a la caída de los salarios reales durante la Gran Depresión, en la crisis actual la desigualdad económica ha alcanzado niveles históricos, impulsada por la concentración de riqueza en manos de una élite global y el estancamiento de los salarios para las clases medias y trabajadoras. Es algo que se percibe sobre todo en lo que respecta al acceso a la vivienda y la emancipación de los jóvenes. Ambas épocas han sido testigos de una creciente frustración de las clases trabajadoras, que ha llevado a protestas y movimientos populistas.

En política, la crisis económica de los años 30 alimentó el ascenso de movimientos autoritarios, así como el fortalecimiento de movimientos comunistas. La democracia fue cuestionada por su aparente incapacidad para resolver las crisis. Del mismo modo, el descontento social ha llevado al auge de populismos en nuestro tiempo tanto de derecha como de izquierda en muchos países, entre los que nos encontramos nosotros, en España y Suecia. Movimientos autoritarios, nacionalistas y xenófobos han ganado tracción, mientras que las democracias liberales y los partidos democráticos enfrentan desafíos internos y externos. La política en nuestros países está terriblemente fragmentada.

En geopolítica, La crisis económica exacerbó tensiones entre naciones, de forma parecida a lo que ocurrió ante la primera guerra mundial, contribuyendo al ascenso de regímenes expansionistas como el de Alemania nazi y al debilitamiento de organismos internacionales como la Sociedad de Naciones, por otra parte, nacida ya débil al no contar con la participación de Estados Unidos. En la actualidad, la competencia entre potencias como Estados Unidos, China y Rusia, sumada a conflictos regionales, recuerda las tensiones de los años 30. La invasión de Ucrania por Rusia y las disputas en el Pacífico ilustran cómo las crisis económicas y políticas pueden escalar a conflictos globales. Vivimos en un mundo en el que gobiernan o pueden gobernar políticos como Trump, Meloni, Le Pen, Farage, Orban, Putin, Kaczyński, Abascal y Åkesson, por no dar la lista entera. Además, con las nuevas formas de comunicación de masas controladas por fuerzas afines. Estos líderes con sus respectivos partidos comparten muchas características y todas van en contra del espíritu liberal, como un énfasis en el orgullo nacional y la soberanía, a menudo en oposición a la integración en organismos internacionales o bloques como la Unión Europea. Además, la mayoría de estos movimientos adoptan posturas severamente agresivas contra la inmigración, argumentando que los inmigrantes representan una amenaza para la cultura y los valores nacionales. A menudo, estos partidos, defienden un mayor control del Estado sobre la sociedad y, en muchos casos, han promovido o tolerado la erosión de las instituciones democráticas. Todos utilizan un lenguaje populista que apela a «la gente común» frente a las élites y los «enemigos» del pueblo, como los inmigrantes o las instituciones internacionales.

Pero el extremismo no es solo de derechas. Igualmente vemos a nuestro alrededor como partidos que se denominan de izquierda han adoptado posturas radicales que, aunque opuestas en términos ideológicos, comparten ciertas características en cuanto a su enfoque autoritario, populista y su desafío a las estructuras tradicionales del poder. Los partidos de extrema izquierda suelen abogar por una mayor igualdad económica, un rechazo al capitalismo, y en algunos casos, la revolución o el cambio radical del sistema político y económico. En España, tenemos a Podemos, un partido que se autodenomina izquierda radical que surgió como respuesta a la crisis económica y el descontento con los partidos tradicionales. Se presenta como un movimiento populista contra las élites, defendiendo una democracia directa, la redistribución de la riqueza y la intervención del Estado en la economía. Al igual que los partidos de extrema derecha, Podemos, utiliza un discurso populista, luchando contra lo que consideran un «sistema corrupto» de élites económicas y políticas. El problema de Podemos y de los partidos de extrema izquierda para llegar a la hegemonía es que tienden a deshacerse tras conflictos internos de poder, léase Sumar.

En Suecia el partido de la izquierda, antiguo Partido Comunista Sueco, a sabido acoplarse a los nuevos tiempos, al menos cambiando de nombre, por el menos simbólico, Vänsterpartiet (partido de la izquierda) aunque su política sigue siendo tan comunista como antaño y ahora acoplando las nuevas técnicas de (des)información para sus campañas. En general, la extrema izquierda y la extrema derecha se unen en sus métodos y no pocas veces en sus fines. Kim Jong-un, Xi Jinping, Maduro, Ortega usan de las mismas técnicas que la ultraderecha para gobernar.

Entre estas fuerzas malignas, se encuentra hoy, tanto el liberalismo, como todos los políticos más o menos moderados, más o menos escrupulosos con el rigor democrático. Aquí podemos contar partidos como el PP y el PSOE en España junto con el ya desaparecido y autoaniquilado Ciudadanos. El partido socialdemócrata en Suecia junto con Moderados, partido del Centro, cristianodemócratas y, claro está, nosotros los liberales. Se trata pues de empaquetar nuestro mensaje político, de manera que llegue a los destinatarios de forma clara y contundente. Creemos con buena base que la mayoría de los votantes siguen valorando la libertad, la igualdad ante la ley, el respeto a la propiedad privada y la buena gestión de los impuestos que pagan. Se trata, por tanto, de comunicar nuestra política, explicando nuestras decisiones lo más diáfanamente posible y los votantes analizarán lo que más les convenga, siempre y cuando puedan elegir libremente, porque, ¿estamos ante una población bien informada? ¿No es cierto?

Viendo el resultado de muchas elecciones tanto aquí como en nuestro entorno y mucho más allá, parece que los votantes no usan su derecho a elegir para asegurarse de seguir teniendo libertad, igualdad y respeto a la propiedad privada, más bien parece que votan en contra de algo, no a favor de nada. Estudiando a fondo los resultados de las últimas elecciones en todo el mundo que ha tenido la posibilidad de elegir libremente, claro, encontramos ciertos denominadores comunes, ampliamente utilizados por los partidos populistas.

El primer denominador común es el rechazo a la inmigración. Aquí se suelen mezclar todos los aspectos de la vida en la sociedad y se representa la inmigración como una amenaza económica, cultural y de seguridad. Se utilizan argumentos como que los inmigrantes «roban» empleos y recursos del Estado y ponen el peligro el estado de bienestar. Los populistas prometen endurecer leyes de inmigración y construir muros fronterizos. Como los partidos populistas consiguen votos con estas políticas, los otros partidos, especialmente los del centro, se ven obligados a corregir sus políticas migratorias, acercándose a la de los populistas. De esta manera se ha conseguido en Suecia endurecer los requisitos necesarios para obtener el permiso de trabajo, subiendo el salario mínimo bruto exigido al que solicita el permiso, hasta 26 560 coronas suecas (unos 2 500 euros) desde las 13 000 que se pedían hasta ahora. Esto lo ha decidido el gobierno del que mi partido forma parte, junto con moderados y cristianodemócratas, porque, para pasar cualquier ley, necesita el apoyo de los demócratas suecos, nuestros populistas locales.

El segundo es la enfatización de la importancia de la cultura, la lengua y las tradiciones en contraposición a influencias extranjeras. Concretizado en la promesa de hacer políticas de defensa del idioma nacional, criticando la multiculturalidad y promoviendo una cultura homogénea. Un ejemplo de estas políticas, aquí en Suecia, lo encontramos en la confección de un canon cultural, objetivo confiado por nuestro gobierno conservador a un catedrático de historia socialdemócrata.

El tercero es la seguridad y tiene también mucho que ver con la percepción de la inmigración como un problema. El primer ministro Ulf Kristersson ha declarado que la violencia de las bandas armadas es una amenaza significativa para el contrato social sueco, comprometiéndose a combatirla mediante el aumento de penas y la expulsión de delincuentes extranjeros. En marzo de 2024, Suecia presentó un plan para evitar que menores sean reclutados por grupos delictivos, reforzando la atención y el apoyo a jóvenes en situación de riesgo. Pero la seguridad se ve también en una perspectiva internacional, con el fortalecimiento de la defensa nacional con una estrategia de defensa total que te trae muy malos recuerdos. Suecia ha reintroducido el servicio militar obligatorio y ha puesto en marcha una estrategia que implica la participación de toda la sociedad en la defensa del país, preparándose para gestionar diversas amenazas a la seguridad, incluyendo ataques armados. Hace poco se distribuyó el famoso librito “Ante la guerra o la crisis” por todos los hogares, un manual con instrucciones sobre cómo actuar en caso de guerra o crisis, que enfatiza la responsabilidad individual en la seguridad nacional.

Yo personalmente, desde la plataforma de mi partido, seguiré trabajando para fomentar y mantener los valores democráticos y las libertades individuales, según yo entiendo la ideología liberal. Si logramos comunicar nuestra política a la gente y si la gente se da cuenta de lo que hay detrás de los eslóganes populistas, nos darán su confianza. No es que yo crea que vamos a obtener un apoyo mucho mayor que el que hemos tenido en las últimas elecciones, pero espero que podamos mantener nuestra presencia en el parlamento sueco. Aquí en Lund, tenemos que saber recuperar la iniciativa, acorralados como hemos estado, por el inesperado pacto entre los conservadores y los socialdemócratas, apoyados por los comunistas y los cristianodemócratas, que ya es extraño ¿verdad? Además, se nos ha juntado esto con la noticia de que nuestro más conocido y popular representante, Philip Sandberg y nuestro presidente local, Fredrik Brange, nos abandonan. Vamos a tener que movilizar todos nuestros recursos para mantener nuestra fuerte presencia en la ciudad. Ya lo estamos haciendo, desde nuestra política liberal. Continuará.


[1] https://archive.org/details/twotreatisesofgo-0000lock-z-7g-8-1/page/n5/mode/2up

[2] https://www.paginasobrefilosofia.com/html/Locke2/prelocke.html

[3] https://fr.wikisource.org/wiki/De_l%E2%80%99esprit_des_lois_(%C3%A9d._Nourse)

[4] https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k202715b/f3.item

[5] https://laicismo.org/data/docs/archivo_1299.pdf

[6] https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-constitucin-de-cdiz-y-el-liberalismo-espaol-del-siglo-xix-0/html/0062d5a2-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html

Centésimo cuadragésimo noveno paseo. Salud, divino tesoro.

Esta mañana fría de enero, el cielo alto, aunque algo nublado, la luz diáfana, salgo a caminar. No voy sin rumbo, que hoy me toca ir al hospital a hacerme un chequeo de esos que son como la ITV para los humanos. Si me dan el visto bueno, podré seguir circulando aún un tiempo. Antes de salir de casa, he participado en un pequeño intercambio de opiniones sobre MUFACE. Los que mantienen esta conversación están muy bien informados, pero yo me permito hacer una pequeña excursión por la historia, porque esto, al igual que todo, tiene su historia. Pero ahora se trata sobre todo de pasar el examen. Con siete días de antelación me han tomado pruebas de sangre y orina y ahora sabré los resultados. Según voy andando, la poderosa imagen del gran hospital provincial y universitario, con su bloque central y todas sus clínicas ambulatorias dispersas por este gran recinto, que está a punto de ser reemplazado por otro más moderno, cuya construcción, por cierto, todavía está en estado de planificación. Es un edificio imponente, es el más grande de Lund de todas las categorías. Es el templo de la salud.

Tengo hora reservada, y me voy directo a la recepción, pago 200 coronas, que son 23 euros y me siento en un cómodo sillón en la sala de espera. Al rato, viene mi médica a recibirme. Ella es catedrática de endocrinología y me conoce (conoce mi expediente, claro). Me saluda sonriente y me invita a pasar a su despacho. Tenemos una agradable conversación, al final de la cual me da, lo que yo considero ser la absolución. Puedo irme tranquilo. Salgo contento y me pongo a echar cuentas de cuanto me habría costado este proceso si tuviese que haber pagado todo de mi bolsillo y llego a la cantidad de 600 euros, 5 000 coronas suecas. Claro que, yo ya esto lo he pagado con creces antes, ¿o no?

La sanidad, ese bien común que representa el conjunto de servicios, instituciones y políticas diseñados para proteger, mejorar y restaurar la salud de las personas. Es un sistema que abarca desde la promoción de la salud hasta la prevención, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de enfermedades o lesiones. A este bien común dedicó España el 1,44% de su presupuesto a Sanidad, con lo que el gasto español en sanidad fue de 6.606 miles de euros, que es el 6,9% de su PIB, mientras Suecia dedicó el 11 % de su PIB a este puesto presupuestario. Las autoridades públicas, en Suecia principalmente las regiones, financiaron el 86 % del gasto total, mientras que los hogares, a través de cuotas de pacientes y otras tarifas, representaron el 13 %. Estas cifras no dicen nada sobre la eficiencia de los sistemas, ya que España se haya a la cabeza cuando se trata de la eficiencia de los sistemas de sanidad y la esperanza de vida, según World Economic Forum.[1]

La necesidad subjetiva de sanidad es infinita. Es imposible llegar a saciar la demanda, porque siempre nos parece escasa la oferta en sanidad. Como todos los bienes apetecibles o muy demandados, se puede regular su distribución por medio del precio o de las cuotas u otras reglas de accesibilidad para no crear escenarios de injusticia. Es necesario, por tanto, regular y priorizar, para que los que necesiten cuidados médicos, puedan recibirlos según la urgencia o necesidad. La realidad es que, a medida de que hay más tratamientos para más enfermedades, va creciendo la presión sobre el sistema sanitario. Miremos por el espejo retrovisor de la historia.

Todo empezó…Bueno no sabemos con exactitud cómo empezó esto de la sanidad, pero podemos estar seguros que es tan antiguo como la humanidad. Los arqueólogos han encontrado rastros de entablillado de fracturas y hasta trepanaciones hechos miles de años atrás. Es fácil constatar que los mayores cuidados los recibieron las élites, al menos hasta llegar a la modernidad. Para no dilatar el relato demasiado, podemos empezar en la edad media, cuando la medicina se enseñaba ya en universidades europeas como Padua, Montpellier y Bolonia. En Bolonia sabemos que tenían siete libros en su biblioteca en tiempo de su fundación, en el siglo XI. La formación médica incluía textos clásicos de Hipócrates, Galeno, Al-Razi  y Avicena, pero empezaban a surgir ideas nuevas gracias al redescubrimiento de la anatomía humana. Los tratamientos se basaban en la teoría de los humores según Hipócrates: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Se hacían sangrías y purgas para equilibrar los humores, ya que el equilibrio de los humores se consideraba primordial y necesario para la salud. Enfermedades como la peste bubónica fueron devastadoras y se trataban con hierbas y cataplasmas, sin eficacia real.

Durante gran parte de la Edad Media, aproximadamente del siglo V al siglo XV, la esperanza de vida en toda Europa era baja, en relación a la actualidad, oscilando entre los 30 y 40 años. Sin embargo, esta cifra es engañosa, ya que se veía muy influenciada por una alta mortalidad infantil. Si una persona sobrevivía a la infancia, su esperanza de vida aumentaba considerablemente, aunque pocos llegaban a los 70 años. En muchas comunidades medievales, aproximadamente un tercio de los niños morían antes de los 5 años debido a enfermedades infecciosas, desnutrición y falta de atención médica adecuada. Esto reducía drásticamente la media de esperanza de vida. Las principales causas de muerte eran las enfermedades infecciosas como la peste bubónica, tifoidea, difteria, sarampión etc. Todo esto sumado a las guerras y hambrunas causaba pérdidas humanas considerables.

El Renacimiento fue el período de la historia de la humanidad durante el cual tuvo lugar un despertar de las ciencias y las artes, consideradas como “dormidas” que no siempre olvidadas, durante la Edad Media. La anatomía fue una de esas ciencias, cuya práctica estuvo prohibida durante más de mil años. Leonardo Da Vinci y Andrés Vesalio fueron dos anatomistas que desafiaron esa prohibición, durante el Renacimiento. Da Vinci, como artista inventor y sabio realizó profundos estudios de anatomía, aunque nunca llegó a escribir, un tratado. De su “IL libro dell´Anatomia”, existen solo bosquejos y partes del mismo, la mayor parte de su trabajo anatómico se ha perdido. Vesalio cambió la anatomía para siempre e inauguró una nueva era para la medicina con su “De humani corporis fabrica”, publicado en 1543. Este tratado revolucionó la anatomía con estudios basados en disecciones humanas.

Paracelso introdujo con sus trabajos ideas químicas en la medicina, reemplazando parcialmente las teorías humoralistas. Ya en el siglo XVIII los estudios médicos empiezan a incluir experimentación y observación clínica. Se crean hospitales escuela en ciudades como Edimburgo y París y empiezan a aparecer medicamentos a base de compuestos químicos, como el mercurio para tratar la sífilis, aunque con efectos tóxicos, pero es una forma de comenzar a analizar los efectos de diferentes componentes químicos.

Hospitales como conocemos hoy no había ni en la antigüedad ni en la edad media. Se llamaban hospitales a centros para cobijo de pobres y viajeros, en que los monjes comenzaron a dar algunas atenciones paliativas. Los hospitales eran lugares sucios, y la mortalidad en estos establecimientos era alta debido a la falta de higiene y el desconocimiento sobre las enfermedades. En el siglo XVI, los hospitales se empezaron a reorganizar, y algunos comenzaron a especializarse en el tratamiento de enfermedades contagiosas, en lugar de ser solo lugares de albergue. En España encontramos el Hospital de Antezana, fundado en 1483 en Alcalá de Henares que contaba con el primer cuerpo de enfermeras. En 1540, se fundó el Hospital Real de Londres, uno de los primeros en enfocarse en la atención médica de calidad. Durante este período, se comenzaron a implementar algunas reformas en los hospitales, como la mejora de la higiene, la creación de espacios separados para enfermos de diversas enfermedades para evitar la propagación de infecciones y la formación de médicos en universidades, profesionalizando la medicina.

En el siglo XVIII se fundaron los primeros hospitales modernos de Europa, como el primer hospital moderno de Suecia, “Serafimerlasarettet”, que fue inaugurado el 30 de octubre de 1752, los hospitales de Cádiz y Burgos a poco de ser fundada la Real Academia de Medicina en 1734, y el Hospital de San Carlos en Madrid, inaugurado en 1787, que fue un centro clave en el avance de la medicina en España durante el siglo XVIII. Su construcción y equipamiento con las últimas tecnologías médicas ayudaron a impulsar el avance de la medicina en España. Además, el hospital fue un centro de investigación y formación médica y contó con algunos de los médicos más importantes de la época, como Juan de Vergara y de la Isla. La cirugía fue avanzando lentamente, pero se realizaba sin anestesia ni antisepsia, lo que llevaba a altas tasas de mortalidad.

Al comenzar el siglo XIX ya empezamos a vislumbrar lo que será la gran revolución médica, que según mi forma de ver comienza en 1796 con el desarrollo de la primera vacuna contra la viruela, por Edward Jenner, que marca el inicio de la inmunología. Al mismo tiempo, se van mejorando las condiciones sanitarias en los hospitales y los estudios médicos se profesionalizan; estableciendo estándares y licencias para ejercer.

Todo esto ocurre a la vez que la revolución industrial se extiende por Europa y el mundo y las ciudades comienzan a llenarse con los que se ven obligados a dejar el campo, cada vez más mecanizado. Las universidades se llenan de jóvenes pertenecientes a las crecientes clases medias, y ahora disponen de medios más sofisticados. Las grandes novedades dentro de la medicina y la cirugía vendrán de la mano del progreso económico. La patología moderna se desarrolla gracias a investigaciones microscópicas, porque las nuevas herramientas permiten construir microscopios sofisticados.

Viajando por el mundo, los europeos encontraron medios, pero también necesidades que urgían tratamientos efectivos. En los Andes, encontraron los españoles la quinina en la corteza del quino, que contiene quinina, era conocida por sus propiedades curativas por los pobladores andinos, pero no se incorporó como fármaco en Europa hasta que no fueron descubiertas sus propiedades antimaláricas. Curiosamente fueron los europeos los que llevaron la malaria a América. Hasta hace menos de cien años, la malaria era endémica en el norte de Suecia y en España, no llegó a ser erradicada hasta el 1964. En el Colegio San Pablo de Lima, Virreinato del Perú, fundado por los jesuitas en 1568 se creó el laboratorio farmacéutico que difundió por toda Europa la quinina, que empezó a exportarse en 1631 y que llegó a ser conocida como la corteza jesuita en toda Europa, lo que hacía que se viese con reticencia en los países protestantes. La forma de la quinina más eficaz en el tratamiento de la malaria fue encontrada por Charles Marie de La Condamine en 1737 la quinina se aisló por los investigadores franceses Pierre Joseph Pelletier y Joseph Bienaimé Caventou, justo a tiempo para proteger las expediciones europeas al resto del mundo.

A partir de ahí, los inventos y descubrimientos en el campo de la medicina comenzaron a cambiar la misma idea de la enfermedad y la curación. Tras los trabajos de Louis Pasteur en 1857 sobre los microorganismos y la fermentación,en los que demostró que la fermentación es un proceso biológico causado por microorganismos vivos, no un proceso químico espontáneo como se pensaba, Joseph Lister llevó a cabo su trabajo principal sobre los antisépticos entre las décadas de 1860 y 1870. El trabajo de Lister marcó el inicio de una nueva era en la medicina, donde la higiene y la antisepsia se convirtieron en pilares fundamentales de la práctica quirúrgica. Pero, estos descubrimientos no servirían de mucho, si antes no se hubiera descubierto algo importantísimo para hacer posible las operaciones quirúrgicas, la anestesia. Antes de la anestesia, las cirugías eran extremadamente dolorosas y se realizaban rápidamente para minimizar el sufrimiento del paciente. Los pacientes solían ser atados o sostenidos por asistentes, drogados con alcohol, y el sufrimiento era tan horrible que muchos caían en shock i fallecían a consecuencia de ello.  Con la introducción de los anestésicos, la cirugía se transformó, permitiendo procedimientos más complejos, precisos y menos traumáticos.

Gracias a sus contribuciones, se desarrollaron técnicas más avanzadas, como la asepsia, con la ausencia total de microorganismos, en el siglo XX, que llevaron a la creación de quirófanos estériles y al uso de materiales desechables. Por todo el mundo se empezaron a construir hospitales quirúrgicos donde se podían intervenir dolencias que anteriormente eran intratables. Se empiezan a desarrollar las disciplinas de patología, medicina Interna y la cirugía. Aquí en Lund, el primer hospital quirúrgico se construyo en 1867 y todavía sigue en pie, aunque ahora como sede de la facultad de ciencias sociales. El Hospital General de Madrid y el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau en Barcelona, el primero muy antiguo y el segundo construido en 1903, adoptaron las innovaciones.

Inventos como el estetoscopio y la radiografía sumados a descubrimientos como los de Robert Koch, identificando los agentes causantes de la tuberculosis y el cólera, permitieron desarrollar la medicina moderna. Al tiempo, se va formando una nueva educación médica basada en la evidencia, combinando investigación y práctica clínica y la farmacología y la fisiología se integran en el currículo médico, así como nuevas especialidades como cardiología, oncología y genética.

El descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming en 1928, revolucionó el tratamiento de infecciones bacterianas y el descubrimiento de la insulina por Banting y Best en 1921, para tratar la diabetes alargó la vida de millones de afectados por esta carencia. Vacunas contra enfermedades como el tétanos, la poliomielitis y la fiebre amarilla y cirugías complejas gracias a mejores técnicas anestésicas, fueron revolucionando la medicina. Medicamentos para todo tipo de patologías, hipertensión, colesterol, la lista es muy larga, fueron apareciendo y posibilitando el tratamiento de muchas enfermedades. El efecto de estos logros fue un aumento considerable de la esperanza de vida de los europeos y en general de los occidentales, pasando de una esperanza de vida de entre 35 y 40 años a la actual en España y Suecia de entre 80 y 85. Las causas principales de muerte en 1860 eran enfermedades infecciosas como tuberculosis, cólera, y neumonía, sobre todo debido a una mortalidad infantil alta, causada por condiciones sanitarias deficientes, y desnutrición. La ausencia de vacunas y antibióticos, los partos peligrosos debido a infecciones postparto y falta de cuidados obstétricos y el deficiente acceso a agua potable y sistemas de saneamiento eran las causas principales de la muerte en los niños.

Todo esto fue ocurriendo al tiempo que las sociedades fueron urbanizándose, dejando al individuo a merced de si mismo, libre pero también de algún modo huérfano de toda aquella red de seguridad que era la familia, el pueblo, la parroquia. La figura del sacerdote, tan próximo y tan asequible para cualquier consulta, una especie de padre de todos, pater, padre, fader, se diluye. La religión no sirve ya de guía ni consuelo. Salvador o guía de almas ( “Själasörjare”) se les llamaba a los pastores suecos, pero en la ciudad la iglesia ya no era el lugar natural de encuentro, sino las fábricas, los bares, las organizaciones políticas y sindicales. El individuo estaba forzado a elegir a que grupo pertenecer, y algunos quedaban descolgados, sin rumbo, perdidos en la gran urbe. Se empezaron a descubrir enfermedades del alma y en ese contexto, introdujo Sigmund Freud la psicoterapia para tratar trastornos mentales. Se puede decir que el hombre moderno a substituido la sotana del sacerdote por la bata blanca del médico, y que el soma y la psique se conciben como algo susceptible a tratamiento químico o quirúrgico.  

No es nada extraño que la cuestión del ser o no ser de MUFACE genera revuelo en España, porque implica cambios significativos en la estructura del sistema sanitario español y afecta tanto a los derechos de los funcionarios como a la sostenibilidad de la sanidad pública. Es un debate que enfrenta cuestiones de eficiencia, equidad y sostenibilidad económica, y cualquier decisión en este sentido tendrá un impacto político, económico y social profundo. En 2023, MUFACE daba cobertura a más de 1,5 millones de personas. Su integración en el sistema público supondría un incremento notable en la demanda. La desaparición de MUFACE podría obligar a estos trabajadores a depender únicamente de la sanidad pública, como el resto de la población, sin opciones privadas subvencionadas. Los críticos argumentan que MUFACE crea desigualdad, ya que los funcionarios tienen acceso a beneficios que no están disponibles para el resto de la población. Los defensores consideran que este sistema es una forma de compensación por las condiciones laborales y estabilidad del empleo en el sector público. Este debate forma parte de una discusión más amplia sobre cómo modernizar y financiar la sanidad en España, en un contexto de envejecimiento de la población y aumento de los costos sanitarios, como he intentado tratar al comienzo de este relato. Lo más importante es la salud, como se suele decir, ¿o no?


[1] https://www.weforum.org/stories/2016/01/is-your-country-getting-what-it-pays-for-with-healthcare/

Centésimo cuadragésimo octavo paseo. Con la lógica de Trump.

Voy caminando por las calles de Lund en un día extremadamente ventoso. He salido muy temprano, cuando todavía reinaban las tinieblas. Me acompaña la radio y por ella escucho voces preocupadas con los acontecimientos políticos que nos soliviantan y turban nuestra paz, aquí en el norte de Europa y especialmente en Dinamarca. En estos días navideños, el presidente electo Donald Trump ha generado un revuelo internacional al sugerir posibles adquisiciones territoriales para los Estados Unidos. Entre sus intenciones destacan la compra de Groenlandia y el intento de recuperar el control del Canal de Panamá. Además, sus declaraciones sobre Canadá, al calificarlo como una «entidad política poco natural», han añadido otra nota de controversia. Para entender el contexto de estas ideas, es útil echar una mirada al historial de adquisiciones estadounidenses desde la fundación del país en 1789.

Una adquisición de Groenlandia otorgaría a Estados Unidos la posesión permanente de una isla crucial para su defensa. El país adquiriría grandes cantidades de recursos naturales, tanto encontrados como esperados, incluidos el petróleo y minerales raros; la isla posee los mayores depósitos de minerales raros fuera de China. El cambio climático podría hacer que, para 2030, la Ruta del Mar del Norte sea la primera de las rutas marítimas del Ártico en quedar libre de hielo, conectando los océanos Atlántico y Pacífico y mejorando enormemente la accesibilidad a los recursos de Groenlandia. Estados Unidos se convertiría en la segunda nación más grande del mundo por superficie terrestre, después de Rusia. Sería la adquisición territorial más grande de la historia de Estados Unidos, ligeramente más grande que la compra de Luisiana.

Estados Unidos ha considerado durante mucho tiempo que el control de Groenlandia es vital para su propia defensa. A principios del siglo XX, Estados Unidos incluyó a Groenlandia entre varias posesiones europeas en el hemisferio occidental que planeaba apoderarse y fortificar preventivamente en caso de un ataque inminente al territorio continental de Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos invocó su Doctrina Monroe para ocupar militarmente Groenlandia y evitar su uso por parte de Alemania tras la rendición de Dinamarca. Aunque Groenlandia sigue siendo un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca, un tratado de 1951 otorga a Estados Unidos un gran control sobre su defensa.

La lógica de Trump y sus argumentos

El excéntrico presidente electo ve las cosas desde una perspectiva estadounidense impregnada de nacionalismo. Su lema MAGA (Make America Great Again) significa expansión territorial y poder militar y económico. El predicamento de “¡America first!” le concede según él, un derecho irrevocable de hacerse con todos los recursos necesarios para asegurar la hegemonía de su país, a cualquier costo. Para legitimar sus demandas, Trump usa la historia. Uno de los argumentos que Trump usa para hacer valer los derechos de Estados Unidos sobre Groenlandia, es el hecho de que gran parte del norte de Groenlandia no había sido cartografiada cuando se firmó el Tratado de Kiel en 1814. El estadounidense Charles Francis Hall fue de facto el primer extranjero en pisar el noroeste de Groenlandia, durante la expedición Polaris de 1871-1873. Además, desde 1886 hasta 1909, el estadounidense Robert Peary fue el primer extranjero en explorar el extremo norte de Groenlandia. Según Dawn Alexandrea Berry[1], Peary habría intentado reclamar el extremo norte para Estados Unidos.

Durante la Primera Guerra Mundial, urgió para Estados Unidos la necesidad de comprar las Indias Occidentales Danesas. Dinamarca, consciente de los deseos de EEUU de anexar Groenlandia o al menos parte de ella, exigió que Estados Unidos primero reconociera la reivindicación danesa sobre la totalidad de Groenlandia. El secretario de estado de Estados Unidos, Robert Lansing, lo hizo así en 1916 y Dinamarca vendió las Indias Occidentales Danesas a Estados Unidos, las cuales fueron renombradas como las Islas Vírgenes de Estados Unidos y convertidas en un territorio no incorporado del país.

Los Estados Unidos estaban al tanto de que había más posibles interesados en hacerse con la soberanía sobre Groenlandia. Por tanto, los Estados Unidos impidieron un intento del Reino Unido de asegurarse un derecho de preferencia en caso de que Dinamarca decidiera vender Groenlandia. Los británicos actuaron después de que John Douglas Hazen propusiera con éxito en la Conferencia Imperial de Guerra que el Imperio Británico comprara Groenlandia para Canadá, con el fin de evitar que Estados Unidos la adquiriera.

La invasión alemana de Dinamarca el 9 de abril de 1940 complicó el estatus legal de Groenlandia durante la Segunda Guerra Mundial. Debido a su proximidad al continente norteamericano, a ser la única fuente significativa conocida de criolita y a los intentos alemanes de usar la isla durante la guerra meteorológica del Atlántico Norte, Estados Unidos aplicó por primera vez la Doctrina Monroe sobre colonias europeas en el océano Atlántico Norte.

Estados Unidos desembarcó personal armado de la Guardia Costera en Groenlandia para proteger el territorio. Antes de desembarcar, los guardacostas fueron dados de baja formalmente de su servicio y reconstituidos como una fuerza de «voluntarios» para crear una ficción legal que evitara acusaciones de invasión estadounidense, ya que Estados Unidos era neutral en ese momento y el gobierno danés en el exilio no había aprobado el desembarco. Posteriormente, el gobierno danés aceptó la entrada oficial de fuerzas estadounidenses en Groenlandia, y el Ejército de Estados Unidos ocupó la isla en 1941.

La historia de un país en expansión

Desde los trece estados originales establecidos en la costa este, Estados Unidos ha llevado a cabo un ambicioso y premeditado proceso de expansión territorial a través de compras, conquistas y tratados. En 1803, los trece estados le compraron Luisiana a Francia por 15 millones de dólares, lo que duplicó el tamaño del país al agregar aproximadamente 2.1 millones de km². Esta compra fue altamente estratégica y se hizo para controlar el río Misisipi y Nueva Orleans. Por el tratado de Adams-Onís, adquirieron Florida de España en 1819, cancelando deudas españolas de 5 millones de dólares. Por ese dinero, España cedió Florida y definió las fronteras con el territorio de Luisiana.

Tras la guerra entre Méjico y los Estados Unidos, los yanquis se anexionaron Texas, independiente desde 1836, y a continuación, en 1848 y tras una guerra, con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, los territorios de California, Nevada, Utah, Arizona, partes de Colorado, Wyoming, y Nuevo México, todo por 15 millones de dólares, añadiendo 1.36 millones de km² a la unión. Arruinado Méjico, aprovecharon los estadounidenses para hacer otra “compra” con el tratado de Gedsen, en 1853, por el cual, por 10 millones de dólares, los Estados Unidos compraban a Méjico un territorio de aproximadamente 76,800 km², lo que hoy son las partes del sur de Arizona y Nuevo México. Estados Unidos, bajo la presidencia de Franklin Pierce, buscaban asegurar una ruta sureña para construir un ferrocarril transcontinental y las montañas Rocosas en el norte dificultaban la construcción, por lo que se buscaba una ruta más plana en el sur.

En 1867 comenzó la expansión al norte, adquiriendo Alaska por 7,2 millones de dólares a una Rusia con problemas económicos tras la guerra de Crimea. Esta adquisición añadió aproximadamente 1.5 millones de km². Al principio fue llamada «la locura de Seward», porque fue una idea, considerada completamente descabellada, del entonces secretario de estado norteamericano William H. Seward, aunque luego se descubrieron recursos naturales valiosos. Esto de “la locura de…” me hace pensar en lo que está ocurriendo hoy, con las ideas del que sus detractores llaman “wierd”.

En 1898, Hawái fue incorporado tras un golpe de estado apoyado por intereses estadounidenses. Se convirtió en un territorio independiente en 1900 y en estado en 1959. El mismo año 1898, tras la corta guerra con España, y pagando 20 millones de dólares, adquirieron Puerto Rico, que sigue siendo territorio no incorporado a la unión, Guam y Filipinas. Estas últimas hasta su independencia en 1946.

Siguió la adquisición de la Samoa Americana en 1899, por el Tratado tripartito, con Alemania y Reino Unido, que dividía Samoa entre Alemania y Estados Unidos, estableciendo el control estadounidense sobre el este de las islas. Ya en 1917, adquirieron las Islas Vírgenes de Dinamarca por 25 millones de dólares, por lo que se hicieron cargo de las islas de Saint Thomas, Saint John y Saint Croix, adquiridas por su posición estratégica en el Caribe. Tras la Segunda Guerra Mundial, desde 1947, Estados Unidos administró las Islas Marshall, los Estados Federados de Micronesia y Palau como fideicomiso de las Naciones Unidas. A todo esto, hay que añadir la presencia de bases militares estadunidenses dispersas por el mundo.

El caso Panamá

Panamá ha sido otro punto de tensión histórica. En 1903, con el apoyo de Estados Unidos, Panamá se independizó de Colombia, permitiendo la construcción y control del Canal de Panamá por parte de los estadounidenses. Este control se mantuvo hasta que el presidente Jimmy Carter firmó un tratado con Omar Torrijos para transferir gradualmente la administración del canal a Panamá, lo cual se completó en 1999. Ahora, Trump parece tener intenciones de revertir esta cesión, alineándose con líderes como Putin que buscan restablecer fronteras y acuerdos perdidos. El 22 de diciembre, Trump amenazó con volver a imponer el control estadounidense, citando lo que él consideró tarifas excesivas por el uso del canal y un riesgo de influencia china. Una subsidiaria de CK Hutchison Holdings, con sede en Hong Kong, ha gestionado durante mucho tiempo dos puertos cerca de las entradas del canal. En palabras de Trump: «Fue entregado a Panamá y al pueblo de Panamá, pero tiene disposiciones», dijo Trump sobre el canal. «Si no se siguen los principios, tanto morales como legales, de este gesto magnánimo de entrega, exigiremos que el Canal de Panamá nos sea devuelto por completo, rápidamente y sin cuestionamientos».[2]

Groenlandia y el presente

El interés de Trump por Groenlandia no es nuevo en la historia de Estados Unidos. Este territorio rico en recursos y estratégicamente ubicado ha sido considerado antes por su potencial militar y económico. Aunque su compra fue rechazada rotundamente por Dinamarca, las declaraciones de Trump no deben ser tomadas a la ligera. Además, esta no es la primera vez que Estados Unidos ha considerado la toma de posesión de Groenlandia. El entonces secretario de estado William H. Seward, el promotor de la compra de Alaska en 1868, calificó la idea de comprar tanto Groenlandia como Islandia como «digna de ser considerada seriamente» y encargó un extenso informe sobre la posibilidad, pero nunca se concretó. Se discutieron otras propuestas a lo largo del siglo XX, incluida una oferta de 1946 para comprar Groenlandia por 100 millones de dólares en un acuerdo que habría incluido el intercambio de tierras ricas en petróleo en Alaska con Dinamarca. Ahora, a solo 12 días de su jura como presidente, Trump amenaza con usar la fuerza para conquistar Groenlandia y “reconquistar” el Canal de Panamá.[3]

Un momento histórico

Todos los momentos son históricos, la historia no para, pero este que nos ha tocado vivir, pasado el primer cuarto de este siglo, pinta ser algo especial. Con la toma de posesión de Trump este 20 de enero, se abre un capítulo de incertidumbre en la historia estadounidense. La comparación con «la locura de Seward» en 1867 puede ser adecuada: las ideas descabelladas a menudo resultan viables cuando el poder las respalda. Solo el tiempo dirá qué locuras se convertirán en realidad durante esta nueva administración.


[1] Berry, D.A. (2016). The Monroe Doctrine and the Governance of Greenland’s Security. In: Berry, D.A.

[2] https://www.reuters.com/world/americas/trump-says-he-might-demand-panama-hand-over-canal-2024-12-22/

[3] https://www.bbc.com/news/articles/c4gzn48jwz2o

Centésimo cuadragésimo séptimo paseo. Luchando contra los principios de la física. En busca del perpetuum mobile.

Paseo esta mañana por una ciudad helada, cubierta por un sudario blanco que voy profanando con mis pasos, dejando tras de mi una estela de huellas grisáceas. Siento el frío en la cara, sensación de diminutas agujas perforando mis mejillas y mi nariz, la única parte de mi cuerpo que se asoma a la intemperie. Tras mis gafas algo empañadas, mis ojos llorosos van mirando el paisaje desierto. Me viene a la cabeza el recuerdo de un día como este, una mañana de enero el año 1974. Recuerdo la sensación de andar por las calles desiertas, sin coches ni autobuses ni camiones, sin peatones. Esa vez, a la percepción de soledad se le sumaba la angustia de no saber si ese estado de cosas era el principio de algo inédito hasta ahora, la falta de energía fósil, algo que hasta ahora habíamos considerado tan natural como el agua que bebíamos.

Todo comenzó con la guerra de octubre de 1973 entre Egipto y Siria, por un lado, e Israel por el otro. Los países de la OPEP se negaron a exportar petróleo a los estados que habían ayudado a Israel durante la guerra de octubre. Como consecuencia de este bloqueo, los países afectados se vieron obligados a actuar, para garantizar la actividad industrial y los transportes. En Suecia se introdujo el racionamiento de gasolina el 8 de enero de 1974. Se enviaron tarjetas con cupones de racionamiento; 40 litros para los automóviles y 20 para las motos, igual para todos. por lo que, al ir a llenar el tanque del coche, se tenía que usar tarjetas de racionamiento. Fue en este contexto que comenzó el debate sobre cómo reducir la dependencia del petróleo y enfocarse más en fuentes de energía alternativas.

Al igual que en el caso del COVID-19, millares de investigadores de todo el mundo se encerraron en sus laboratorios para encontrar alternativas energéticas a cualquier precio.  En primer lugar se incentivó la investigación en las energías renovables. Se investigaron tecnologías para aprovechar la energía del sol, desarrollando paneles solares más eficientes. Se exploraron aplicaciones para generación eléctrica y calefacción. También se impulsaron proyectos para construir aerogeneradores más grandes y eficientes para generar electricidad a partir del viento. En países con ríos adecuados, como aquí en Suecia, se promovió la construcción de nuevas centrales hidroeléctricas, aunque esto ya se había hecho mucho antes y quedaban muy pocos ríos sin regular por medio de presas.

La energía nuclear fue vista como una alternativa clave al petróleo. Muchos países invirtieron en la construcción de reactores nucleares para generar electricidad de forma masiva y relativamente independiente de los combustibles fósiles. Francia dependía enormemente del petróleo importado y sufrió profundamente la crisis de 1973. Por tanto, el gobierno francés lanzó un ambicioso programa nuclear conocido como el Plan Messmer. En pocos años, Francia construyó decenas de reactores nucleares y, para finales de los años 80, alrededor del 75% de su electricidad provenía de la energía nuclear. En 1973, Estados Unidos tenía alrededor de 40 reactores en operación, pero para finales de los años 80, el número había superado los 100. Japón, La Unión Soviética, Alemania, Suecia, Canadá y también España, construyeron plantas nucleares como respuesta, pero luego vinieron las catástrofes de Three Mile Island en 1979, Chernóbil en 1986 y Fukushima en 2011, que pusieron en entredicho la proliferación de las plantas nucleares.

Se empezó a experimentar a gran escala la producción de combustibles a partir de materiales orgánicos como maíz, caña de azúcar y aceites vegetales. El etanol y el biodiésel comenzaron a ganar interés como combustibles para el transporte. Las marcas automovilísticas promovieron la mejora de la eficiencia en motores de combustión al igual que las fábricas de electrodomésticos desarrollaban productos mas eficientes y con menor gasto energético.

En el ámbito urbano, se desarrollaron planes para promover el transporte público y la reducción del consumo energético en edificios mediante mejor aislamiento y diseño arquitectónico eficiente. En algunas universidades se comenzó a investigar en la economía circular, en formas de reutilizar y reciclar materiales para reducir la demanda de energía en la producción de bienes. Se exploró el hidrógeno como combustible alternativo, especialmente como portador de energía en pilas de combustible para vehículos y otros sistemas. En fin, cada uno en su ámbito científico y profesional comenzó a preocuparse del problema energético, intentando encontrar una solución permanente para la substitución del petróleo. Otros, todo hay que decirlo, como Noruega, se preocuparon más de conseguir su propio petróleo, prospectando su territorio en busca del preciado oro negro, que al subir los precios, hacía rentable la producción que había comenzado en Ekofisk en 1971. El aumento dramático de los precios del petróleo debido al embargo de la OPEP en 1973 benefició enormemente a Noruega, que ya estaba exportando petróleo del Mar del Norte.

Hoy, leyendo lo que se escribe en el foro de WhatsApp de Las Sociedades Científicas de Mérida, veo que el próximo ciclo de conferencias llevará el título “Máquinas: en busca del perpetuum mobile”. Esto me lleva a pensar en una de las actividades que el embargo petrolífero puso en marcha aquí en Suecia, el renacimiento del sueño que desde la antigüedad ha acompañado a infinitos pensadores y científicos, desde Aristóteles hasta Mike Brady pasando por Villard de Honnecourt y Leonarda da Vinci. El sueco que trató de conseguir construir una máquina de movimiento perpetuo que solucionase la crisis del petróleo en 1974 no fue un charlatán cualquiera, sino un respetado y famoso inventor, Baltzar von Platen, el inventor del refrigerador de absorción que, durante su vida activa, continuó investigando en campos relacionados con la energía y la termodinámica, con proyectos relacionados con el almacenamiento de energía y sistemas de calefacción, la desalinizadora, el diamante industrial etc. En 1974, a los 77 años, Baltzar von Platen logró convertirse en el centro de toda la atención mediática a partir de un articulo publicado en uno de los principales periódicos suecos, el Svenska Dagbladet, en el que, en primera página, se comunicaba que este venerable científico trabajaba en algo que “solucionará la crisis del petróleo, haciendo innecesaria la energía nuclear”.

La noticia cayo como una bomba y todos los medios de comunicación se hicieron eco de ella. Los científicos de la Real Academia de Tecnología (KTH) quedaron boquiabiertos e incrédulos ese 25 de marzo, al leer el periódico. Algunos se atragantaron seguramente comiendo sus cereales. Los teléfonos empezaron a llamar, de un científico a otro, preguntándose ¿cómo? Esto ocurrió el martes antes de la Pascua. Después de la publicación en el diario Svenska Dagbladet, reinaba una gran confusión en todas las redacciones y en los círculos académicos. Los editores estaban de vacaciones de Pascua, al igual que los expertos. Nadie sabía muy bien qué pensar sobre las llamativas noticias. En realidad, era algo que todos estaban esperando, el sueño de una máquina de movimiento perpetuo nunca ha sido tan intenso como durante esos primeros años de la década de 1970, cuando la energía nuclear se debatía con más intensidad y las crisis del petróleo se sucedían unas tras otras.

Seguro os estaréis preguntando cómo le fue a von Platen con este invento, pero antes me gustaría presentar al inventor, porque su historia es muy peculiar. Baltzar von Platen nació en 1898 en Ystad, en el sur de Suecia. Sus padres eran Philip von Platen, funcionario de justicia, y Eva Ehrenborg, pianista.

De niño, a Baltzar von Platen le gustaba pensar por sí mismo, lo que no era bien recibido siempre por todos sus maestros, quienes con bastante frecuencia lo reprobaban y suspendían. Finalmente, tras repetir bastantes cursos, logró graduarse de bachiller en 1917.

El pequeño Baltzar soñaba con ser cantante de ópera, pero un extraño evento cambió su camino. En sus memorias, von Platen relata que a los 16 años fue visitado por un espíritu. «Percibí que era un ser inteligente de otro planeta. Me dijo: ‘Sabes que hay una guerra mundial. Sabes que habrá escasez de combustible. Por eso, construye una máquina que absorba el calor del ambiente frío, eleve la temperatura del calor y lo transfiera a la habitación.'». Interpretó esta descripción como un perpetuum mobile, es decir, una máquina de movimiento perpetuo, lo que marcó profundamente su vida y su trabajo como inventor.

Una de las razones que hacen que piense en este peculiar inventor es que comenzó sus estudios en la universidad de mi alma mater. Después de graduarse, Baltzar von Platen comenzó a estudiar en la Universidad de Lund. Sin embargo, dejó la institución tras un conflicto durante un examen de física. Se le pidió que demostrara la ecuación de Carnot, un concepto fundamental en la termodinámica. Presentó una demostración original y muy personal que su profesor nunca había visto antes. El profesor, cuyo nombre no he podido encontrar, exigió que la hiciera como los demás, pero Baltzar se negó, discutió acaloradamente y finalmente, según cuenta el mismo Baltzar, salió corriendo de la sala. Tras este incidente, consideró convertirse en sacerdote, pero finalmente ingresó en el Real Instituto de Tecnología en Estocolmo, KTH.

En el Instituto Real de Tecnología, Baltzar encontró un ambiente que valoraba su originalidad. Allí conoció a Carl Munters, otro joven estudiante, con quien inició una colaboración. Ambos alquilaron un pequeño apartamento en el centro, donde pasaban las noches inventando. Aunque solían faltar a las clases, lograron completar sus estudios con éxito.

Von Platen y Munters decidieron diseñar un refrigerador sin partes móviles. La idea era que un extremo del aparato se enfriara mientras el otro se calentaba. Pronto crearon el primer prototipo, capaz de mantener temperaturas de -40 °C, aunque era demasiado grande y poco práctico para uso doméstico. Siguieron trabajando para perfeccionarlo.

El refrigerador funcionaba de la siguiente manera, que de alguna manera parte de la revelación del ángel en el sueño del joven Baltzar: Se mezclaban agua y amoníaco en un recipiente calentado, lo que convertía el amoníaco en gas. El gas subía a un condensador donde se enfriaba y volvía a estado líquido. Este líquido se dirigía a un elemento refrigerante lleno de hidrógeno, donde el amoníaco se vaporizaba nuevamente, absorbiendo grandes cantidades de calor del entorno, lo que enfriaba el espacio circundante. La mezcla de amoníaco y gas hidrógeno regresaba a un absorbedor donde se mezclaba nuevamente con agua, reiniciando el ciclo.

En 1922, Baltzar von Platen y Carl Munters presentaron su refrigerador como trabajo de graduación y solicitaron una patente. Su invención se convirtió en una sensación mundial. En 1923, la empresa AB Arctic compró los derechos de la patente, y en 1925 se presentó un modelo mejorado en una exposición tecnológica en Estocolmo. Ese mismo año, publicaron un libro sobre su invento y recibieron la Medalla Polhem de la Asociación de Tecnología de Suecia.

Electrolux, la famosa marca sueca, adquirió AB Arctic ese mismo año, y tanto Baltzar como Carl fueron contratados para seguir desarrollando el refrigerador. Cada uno recibió 560,000 coronas suecas (2 millones de euros de ahora) por la venta de la patente. El éxito del refrigerador fue clave para la rápida expansión de Electrolux.

Lejos de dormirse en los laureles, Baltzar von Platen siguió inventando cosas. Durante la década de 1930, comenzó sus experimentos para fabricar diamantes artificiales. La idea consistía en comprimir carbono bajo alta presión y altas temperaturas. Sin embargo, nunca logró completarlo del todo. Posteriormente, el trabajo fue retomado por Erik Lundblad, uno de sus asistentes, y la empresa ASEA. Erik Lundblad fue el primero en el mundo en producir diamantes sintéticos. Estos se utilizan en puntas de taladros y para cortar vidrios.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la neutral Suecia tuvo que enfrentarse a una gran escasez de petróleo. La idea de Baltzar von Platen fue utilizar gasógeno, un gas generado por la combustión incompleta de madera o carbón, que podía emplearse como combustible. El dispositivo de gasógeno inventado por Baltzar von Platen utilizaba madera como fuente de energía y permitió que los automóviles suecos siguieran funcionando durante la guerra, gracias al gasógeno, transportando un pequeño remolque con madera o con cualquier combustible sólido; tela, papel etc.

En 1958, diseñó el grifo antigoteo. La idea surgió una noche en la que, incapaz de dormir, se sintió irritado por el constante goteo del grifo en la cocina. La solución fue una combinación de acero inoxidable y caucho sintético. Y así llegó Baltzar von Platen a generar titulares sensacionales en los periódicos. El último al afirmar haber inventado una máquina perpetua, una fuente de energía fantástica e inagotable. En conferencias y escritos trató de probarlo, pero los expertos académicos consideraron que era algo imposible. Baltzar von Platen, obstinado como de costumbre clamó:  «Hay dos grupos que rechazan mi invento. Primero, los que no han leído mi tesis. Y luego, los que la han leído mal». Sin embargo, la Oficina Sueca de Patentes y Registros consideró que la solicitud de patente no era lo suficientemente convincente y la rechazó.

Pero, en Estados Unidos, Israel, Suiza, Francia y Gran Bretaña, se admitió la patente titulada «Procedimiento para llevar a cabo un proceso cíclico termodinámico» en la que von Platen afirmaba que podría ser posible operar un perpetuum mobile de segundo orden, una máquina perpetua en forma de un motor térmico que toma calor y se enfría con el mismo medio. Según la segunda ley de la termodinámica, una máquina de este tipo no puede existir, pero von Platen sugirió que quizás esta ley no era completamente universal. Para probar su hipótesis, von Platen deseaba construir un prototipo. La construcción, que nunca se llevó a cabo, se estimó en un costo de aproximadamente 40 millones de coronas suecas, unos 34 millones de euros actuales. En Suecia no se le concedió la patente y nadie se mostró dispuesto a invertir en el experimento. Pero, a mi entender, siendo yo de letras, no iba muy descaminado el bueno de von Platen, teniendo en cuenta su primer gran invento, como podemos ver en este primer prototipo de frigorífico de 1922, aquí abajo. Foto: Tekniska museet. Public Domain Mark (PDM)

Curiosamente, se tropezó de nuevo von Platen, al intentar construir un perpetuum mobile, con Carnot. Recordemos que fue por una discusión con su profesor a cuenta de la explicación de la famosa ecuación de Carnot. Ahora, el segundo principio de la termodinámica, que fue enunciado por primera vez por Sadi Carnot en 1824, bloqueaba el camino hacia la máquina eterna. El Segundo Principio de la Termodinámica nos dice, de manera sencilla, que el calor, una forma de energía, siempre fluye espontáneamente desde un lugar más caliente hacia uno más frío, y nunca al revés, a menos que hagamos algo para forzarlo, como en un refrigerador.

Otra forma de entenderlo es a través del concepto de entropía, que mide el desorden en un sistema. Este principio dice que, en cualquier proceso natural, la entropía total del universo siempre aumenta o, en el mejor de los casos, permanece constante. Esto significa que la energía útil para realizar trabajo siempre se va perdiendo poco a poco en forma de calor o desorden.Esto hace imposible construir una máquina perpetua, un perpetuum mobile, que funcione sin perder energía, porque siempre habrá una «fuga» de energía útil debido al aumento de la entropía.

Termino mi relato contando mis vivencias de ese enero de 1974, cuando parecía que nuestro modo de vida, ya, toda nuestra civilización, estaba en peligro, por la amenaza de la OPEC. Se sabía ya en diciembre que vendrían restricciones y todo el mundo se lanzó a almacenar combustible en todo tipo de bidones, barriles, garrafas y, dicen las malas lenguas, que hasta en bañeras. Llegaron los cupones, 40 litros para los automóviles y 20 para las motos, nada para los barcos de recreo, ni para los cortacéspedes u otras máquinas de uso particular, para las empresas había unas cuotas especiales con el fin de que la economía siguiera funcionando.

Yo salí esa mañana, que tanto se parece a esta en la que escribo, y las calles estaban desiertas. El que tenía que salir, lo hacía a pie o en bicicleta. Los cupones de la gasolina se reservaban para una necesidad, para una urgencia. Y así pasamos tres semanas hasta que, de pronto, se suprimió todo el sistema de racionamiento y la gasolina empezó a surtir como de costumbre, llenado los tanques de los coches y las motos, aunque a un precio mucho más caro que antes de la crisis. Pero, lo que sí es cierto, es que desde ese momento, la preocupación por la energía es constante y cientos de inventos se han llevado a cabo con éxito para bajar el gasto de petróleo, efectivizando motores, acoplando viviendas y reemplazando el combustible fósil con el sol y el viento y muchas más cosas que esperan su rentabilidad. Si no hubiésemos tenido que pensar en la sustitución del petróleo, habríamos agotado las reservas por estos días.

Centésimo cuadragésimo sexto paseo. Cerca del corazón salvaje.

Andando, andando, a veces me detengo a visitar alguna exposición, en particular, las que se presentan en Lunds konsthall (Sala de Arte de Lund), una institución especialmente querida por mí, desde los lejanos tiempos cuando la brillante directora Cecilia Nelson lo dirigía. Ya hace un cuarto de siglo desde que Cecilia se jubiló, aunque nunca abandonó ni la sala de arte ni el arte en sí. Hoy hace bastante frío, sobre todo viento fuerte y gélido, y al pasar por la puerta, la luz interior parece llamarme. Al entrar, me encuentro ante una exposición que lleva el título “Nära det vilda hjärtat” (cerca del corazón salvaje) que se mueve en la frontera entre lo sensorial y lo místico, entre el paisaje interior del individuo y los ritmos exteriores del mundo. Veo que reúne a artistas de diferentes generaciones y expresiones, y su temática gira en torno a la disolución de límites y la exploración de una fuerza vital que impregna el mundo y nuestras vidas. Los que exponen son artistas de la talla de Özlem Altın, Kinga Bartis, Mary Beth Edelson, Damla Kilickiran, Jochen Lempert, Antje Majewski, Issa Samb, Olivier Guesselé-Garai, Beatriz Santiago Muñoz, Gudrun Åhlberg y el más conocido de todos, Max Walter Svanberg, cuyo arte ha presidido las sesiones del consistorio más de medio siglo, de forma que, donde quiera que vea alguno de sus cuadros o tapices, siempre lo reconoceré.

La energía vital que la exposición investiga puede entenderse como una expresión de lo que la filosofía y la estética a menudo han descrito como «el flujo de la vida»: un movimiento dinámico que trasciende dualismos como cuerpo y alma, individuo y entorno. Sin lugar a dudas, los artistas que aquí exponen, se han inspirado en ideas de la fenomenología y el posestructuralismo, porque aquí se presenta una visión del mundo como algo vivo y relacional, donde los límites están en constante negociación y cambio. Los límites disueltos que la exposición destaca recuerdan las ideas de Maurice Merleau-Ponty sobre la fenomenología del cuerpo. El cuerpo no es una entidad aislada, sino un lugar de encuentros: con el mundo, con los demás, con los materiales. En este contexto, el arte se convierte en un método para explorar y representar cómo estos encuentros nos configuran a nosotros y al mundo que nos rodea. Ayer escribí aquí sobre el saludo, un gesto transcendente que también se mueve entre lo físico y lo metafísico en el espacio del encuentro.

La «energía vital» a la que alude la exposición puede interpretarse a través del concepto de Friedrich Nietzsche sobre la fuerza dionisíaca: un impulso de vida que rompe el orden, crea y une. Se manifiesta en el deseo, el éxtasis y la fantasía, pero también en los cambiantes ritmos de la naturaleza y la esencia inaprensible de lo místico. El arte aquí se convierte en un medio para capturar y expresar lo inefable, aquello que está «cerca del corazón salvaje». Contemplando estas obras de arte experimento lo que el sociólogo Hartmut Rosa describe como “resonancia” de resonancia, un mundo donde todo está interrelacionado. Rosa describe la resonancia como una forma de entender la experiencia humana más allá de la racionalidad instrumental del mundo moderno. En el encuentro entre el arte y el espectador, surge una influencia mutua, que es un diálogo entre la obra, su materialidad y nuestra propia presencia sensorial y espiritual.

La temática de la exposición, puede interpretarse como un desafío al orden racionalista y jerárquico del mundo. Al destacar la corporalidad y el inconsciente, se escriben y representan experiencias que a menudo son marginadas. Esto se conecta con la idea de Hélène Cixous sobre la escritura femenina (écriture féminine), donde la subjetividad y las vivencias corporales irrumpen en el lenguaje artístico y literario. La exposición no es solo una experiencia visual o intelectual, sino una invitación a participar y reflexionar. Al emplear diferentes materiales y medios, también se rompen las fronteras artísticas, y se insta al espectador no solo a mirar, sino a sentir, reaccionar y meditar. Aquí, el arte no es solo un espejo del mundo, sino parte de su creación constante. La exposición une así lo sensorial, lo espiritual y lo filosófico en un intento por capturar y representar la fuerza vital que siempre está presente pero que continuamente se nos escapa: un corazón salvaje que late a través del mundo y de nuestras propias vidas. Cuando salgo a la calle, caída ya la noche, me propongo dejar constancia de mis sensaciones.

Centésimo cuadragésimo quinto paseo. ¡Buenos días!

Hoy nieva. No es una gran noticia, porque aquí en Lund, es bastante normal que nieve por estas fechas, pero a mí personalmente, la nieve me levanta la moral. Me apresuro a salir a la calle, porque quiero ver como este fenómeno atmosférico deja todo cubierto con una capa blanca, como una hoja en blanco, por donde yo puedo ir grabando mis huellas, a lo largo de mi paseo. Es una sensación de virginidad parecido, supongo, al que pueden haber sentido los exploradores y los que lograron pisar por vez primera las nieves eternas del Sagarmatha. Sé que puede sonar exagerado, pero es así como siento yo cuando salgo a caminar por la nieve aún no pisoteada ni surcada por ruedas de toda clase o esquís.

Cuando voy paseando ensimismado por este níveo escenario, ocurre a veces que me encuentro a alguien paseando en sentido contrario. Como es un terreno llano, nos vemos de lejos, primero como puntitos oscuros sobre la nieve, más tarde como siluetas caminantes, de las que vamos distinguiendo facciones y detalles; el aparente género, la edad y, sobre todo, los ojos. Al poder distinguir el blanco de los ojos, ya sabemos mucho sobre el desconocido. Constatamos rápidamente si es alguien a quien conocemos, aunque sea superficialmente, porque entonces se espera de nosotros alguna reacción; un ¡hola! O simplemente un movimiento de cabeza, como asintiendo, diciendo – sí, ya te conozco- o un -¡hola!- acompañado de una sonrisa, si el que viene es más conocido. Si fuera un compañero de trabajo o colega, añadiría su nombre y preguntaría sin pararme – ¡qué tal-. Siendo un amigo, el parar es obligatorio, si no hay motivo para apresurase y se grita a la carrera – ¡me cierran el banco! – o – ¡ya te contaré! Y si paramos, hay muchas formas de saludar. Algunos nos ofrecen la mano rápidamente, otros nos abrazan y en ocasiones hasta nos besan. Pero, ¿y si la silueta es de un desconocido y nos encontramos en tierra de nadie, en medio de un paisaje nevado? Hemos constatado que nos hemos visto, estamos solos y somos los únicos humanos en medio de una planicie siberiana. ¿Qué hacemos?

Aquí recurro a la historia. Vamos, intento explicarme por qué esta situación, aparentemente cotidiana y fácil, puede resultar algo embarazosa. Remontémonos a los tiempos remotos sus y allí encontraremos los orígenes del saludo que pudo ser un gesto de supervivencia: la mano abierta mostraba que no se empuñaba un arma, mientras que una inclinación o reverencia reconocía la posición del otro en la jerarquía social. Sin embargo, más allá de la mera utilidad, el saludo encarnaba una intención: la de ofrecer confianza en un mundo de incertidumbres. Es, por ello, un acto filosófico en sí mismo, una afirmación de que el otro no era una amenaza, sino un compañero en el viaje de la existencia. Con el tiempo, los saludos fueron adquiriendo una carga cultural y simbólica: desde el apretón de manos en Occidente, símbolo de igualdad y acuerdo, hasta el saludo con las palmas juntas en culturas orientales, que evoca reverencia y espiritualidad. Estos gestos, aunque simples, llevan en sí la huella del pasado, la suma de los miedos, los sueños y las esperanzas que han moldeado a la humanidad.

Desde una perspectiva existencial, el saludo es también un recordatorio de nuestra condición finita. Cada encuentro, por breve que sea, implica el reconocimiento mutuo en un universo vasto y silencioso. Saludar es afirmar: «Estoy aquí, tú estás aquí, y por un instante compartimos este espacio en el tiempo.» Primero es la mirada, que busca los ojos del otro, y ocurre a veces, que en el momento del encuentro uno de los dos esboza una sonrisa y también ocurre que esa sonrisa parece reflejar una complicidad instantánea. Es un acto simple pero lleno de significado, que refleja cortesía, empatía o simplemente la alegría de compartir un instante humano sin palabras.

Estos encuentros solo se dan en lugares desiertos o muy poco frecuentados. Recuerdo, cuando yo era niño, que, en los pueblos, todos se saludaban. Por saludar se saludaba hasta a los forasteros. En las grandes ciudades no es posible y, si alguien se atreve a saludar a un desconocido en una calle desierta, se puede interpretar muy mal, sobre todo cuando es un hombre mayor que saluda a una mujer joven, pero aún entre varones o hembras, puede resultar raro saludar en una gran ciudad a alguien que no se conoce de nada. En las poblaciones intermedias, ni tan grandes como las ciudades pero tampoco tan pequeñas como los pueblos, el saludo es una seña de identidad. El que es saludado forma parte del grupo y el que no lo es está fuera. Esto parece que los políticos de la población barcelonesa de Manlleu, con algo más de 20 000 habitantes, han descubierto que, una buena forma de alcanzar cohesión entre los habitantes, los de dentro y los de fuera, es empezar a saludarse y, por tanto, han ideado una campaña bajo el lema. “Bon dia. A Manlleu ens saludem!”.

Bonita campaña, pienso yo, que sé lo importante que es el sentirse visto por los demás. Todo el mundo quiere sentirse visto y notado. Algunos lo consiguen con esfuerzos en la vestimenta y el peinado, otros atraen las miradas por su gracia o belleza singular. Mirar a otro ser humano es, en esencia, un intento de descifrar lo que nos es familiar y, al mismo tiempo, misterioso. En el rostro del otro buscamos signos de intención, emoción y reconocimiento, porque nuestra identidad no se construye en el aislamiento, sino en el encuentro. Como señaló el filósofo Emmanuel Levinas, el rostro del otro nos interpela, nos llama a la responsabilidad, nos recuerda que existe algo más allá de nuestro yo. Cuando miramos a otra persona, no solo la observamos; también buscamos nuestro reflejo. La mirada del otro confirma nuestra existencia, tal como Sartre lo expresó en su obra sobre el «ser para otros». En el encuentro de miradas, el mundo se hace tangible, porque el otro no solo ve lo que somos, sino lo que podríamos ser. Es un acto de mutua creación: yo te miro, y al hacerlo, te reconozco; tú me miras, y al hacerlo, me defines. Si me sonríes, soy feliz.

Mirar al otro también nos confronta con lo que no entendemos, con la otredad radical. Cada ser humano que encontramos es un universo único, inaccesible en su totalidad. Al mirar, reconocemos tanto la posibilidad de comprender como los límites de nuestro entendimiento. Esa tensión entre lo conocido y lo desconocido es profundamente filosófica, pues nos invita a contemplar nuestra humanidad común y, al mismo tiempo, a respetar la singularidad de cada vida. Hermosa campaña la de Manlleu. Yo la recomendaría a todas las comunidades en todo el mundo. ¡En el mundo nos saludamos!

Centésimo cuadragésimo cuarto paseo. Saltando charcos.

Paseo bajo la lluvia a buen ritmo, como todos los demás viandantes que encuentro en mi camino. No es un día para caminar lentamente y disfrutar. Bajo esta lluvia constante y persistente es mejor apresurarse para llegar al trabajo, a la biblioteca o a casa, cada uno sabrá. Voy pensando que no recuerdo un fin de diciembre tan caluroso y lluvioso como este. Estamos a ocho grados, aquí en Lund, en el sur de Suecia, y lo normal es que estemos alrededor de cero. En mis pensamientos, mientras trato de evitar los charcos más profundos con saltos en zigzag, voy tejiendo, casi inconscientemente, un relato con ingredientes de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor en forma de catástrofes y guerras y mis experiencias personales.

Para situarnos, miremos lo que ocurre en nuestra periferia. Basta con escuchar la radio, ver la televisión o leer algún periódico para ser testigo de lo que ocurre: una masacre continua en Palestina, una guerra fratricida en Ucrania, que desata el odio entre dos pueblos hermanos, perfectamente comparables a, pongamos por caso, Cataluña y el resto de España. En parte, la crisis palestina es también una forma de guerra entre hermanos. Una guerra entre los descendientes de Ismael y de Isaac, hijos de Abraham y seguidores del “libro”, ya sea el Tanaj o el Corán. Guerras evitables, pero no evitadas. Guerras en los que otros se involucran cómo si fuera una pelea en el patio del colegio, no para separar a los combatientes, sino para jalear y para darle medios para seguir peleando. Ya sé que me dirán que no compare, que hay buenos y malos, pero yo seguiré creyendo que lo mejor sería ayudar a los combatientes a alcanzar una paz justa; algo que debería ser perfectamente alcanzable, pero que parece que no se alcanza.

Forzados por estas guerras, millones de hombres, mujeres y niños, de todas las edades y de todas las clases sociales, se agolpan en las fronteras del fuerte Europa, de Estados Unidos, Canadá o Australia, junto a otros desplazados africanos y asiáticos, buscando la paz y un futuro digno para sí y para sus hijos, y aquí encuentran las puertas cerradas casi siempre. Esta presión sobre las fronteras, hace crecer los partidos xenófobos y fascistoides que siempre están propuestos a culpar a los refugiados y a los extranjeros en general, siempre que sean pobres, claro está, de todos los males habidos y por haber, que acechen la cómoda vida del primer mundo. Esto es el ahora, la realidad inmediata. Así es el mundo el 18 de diciembre del año 2024 después del nacimiento de aquel niño que se dice vino al mundo a redimir a la humanidad.

Pensando en todo esto, me llega el recuerdo de una conversación que mantuve en 2015 con la embajadora de Países Bajos en Suecia, Ines Coppoolse, en la Casa de Europa, con motivo de su participación en el encuentro anual de los embajadores de la UE para las escuelas, entre los que me encuentro. Vivíamos ese año un momento muy especial tras la cumbre climática de París y la masiva llegada de emigrantes procedentes de Afganistán y Siria a Alemania y Suecia. La embajadora, invitada a dar una charla sobre la inmigración, tejió el cambio climático en su argumentación, dejando claro que, si no encontrábamos una forma de parar el calentamiento global, lo que estábamos viendo en cuanto a desplazamientos masivos hacía el primer mundo no estaría sino comenzando. Lo que no olvidaré es que, contestando a una de mis preguntas, la embajadora dijo textualmente: “Puede que la próxima gran oleada de refugiados vengamos de mi país”.

Los Países Bajos se encuentran constantemente en lucha contra las inclemencias del tiempo y la amenaza de que suba el nivel del mar y anegue gran parte del ya de por sí reducido territorio (41.850 km2) en el que habitan sus 18 millones de habitantes. El 40 % de la superficie se encuentra bajo el nivel del mar y solo un costoso sistema de bloqueo del agua compuesto por diques, terraplenes, pólderes, dependientes de un sistema de bombeo constante y, naturalmente, las grandes construcciones llamadas barreras, como la de Maestland. La mayor parte del gigantesco sistema de esclusas, diques y barreras comenzó a construirse después de la catastrófica inundación que afectó a los Países Bajos en 1953. Tras el colapso de varios diques debido a una tormenta extremadamente fuerte, las aguas del mar del Norte se desbordaron sobre el país. Enormes áreas de tierras agrícolas quedaron contaminadas con agua salada, y más de 1800 neerlandeses perdieron la vida.

Pero los Países bajos no son los únicos territorios que mantienen un delicado equilibrio con el nivel del mar. Aquí, nuestro vecino del sur, Dinamarca, tiene una altura media sobre el nivel del mar de aproximadamente 31 metros. Es un país muy plano, con su punto más alto, Møllehøj, que alcanza solo 170,86 metros sobre el nivel del mar. Gran parte del territorio danés se encuentra a baja altitud, especialmente en las zonas costeras. Una subida del nivel del mar podría poner en peligro a la población de gran parte del país. Este año hemos podido ver una serie televisiva con el nombre “Una familia como la nuestra” (Familier som vores, en danés), una serie danesa de drama ambientada en un futuro cercano, donde el cambio climático y el aumento del nivel del mar amenazan con hacer que Dinamarca sea inhabitable. La serie sigue los destinos de varias personas durante esta crisis, con un enfoque particular en Laura, una estudiante de 19 años. Ella se enfrenta constantemente a decisiones difíciles entre sus padres divorciados y su nuevo amor, mientras el país se evacúa gradualmente, pues la subida del nivel del mar sobrepasa las posibilidades de la técnica. Ante esta catástrofe, los daneses se ven obligados a emigrar hacia los países que les quieren acoger y encuentran problemas que recuerdan a los verdaderos problemas a los que los refugiados encuentran en Dinamarca hoy. La historia retrata cómo las familias y los individuos enfrentan la separación, la pérdida y la incertidumbre en un momento de crisis nacional, pero también cómo pueden surgir la esperanza y nuevos comienzos en medio del caos.

«Una familia como la nuestra» se estrenó en la televisión danesa TV 2 el 20 de octubre de 2024 y en Suecia a través de TV4 el 28 de octubre de 2024. La serie ha recibido mucha atención en Escandinavia por su representación del impacto de la crisis climática tanto a nivel individual como social, y cómo esta situación extrema amenaza con desintegrar a las familias en medio de la catástrofe inminente. Y, a mí, me da mucho que pensar, mientras sigo saltando entre los charcos, camino de casa, para ver el séptimo capítulo de la serie, que cierra esta primera temporada. Os recomiendo que, si podéis verla lo hagáis. Aquí os dejo el enlace: https://www.imdb.com/title/tt12963502/

https://www.imdb.com/video/vi591840793/?playlistId=tt12963502&ref_=tt_ov_ov_vi

Centésimo cuadragésimo tercer paseo. La muerte dulce.

Camino por calles engalanadas con guirnaldas y luces. Todos los establecimientos una gran variedad de adornos navideños, coloridos y brillantes, que convierten los negocios más prosaicos en escenarios festivos. No faltan los adornos de navidad ni siquiera en los escaparates de las empresas de pompas fúnebres. En los rostros de la gente que me voy encontrando un día como hoy, sábado 15 de diciembre, sobre todo en los rostros de los niños bien abrigados que caminan junto a sus padres, reconozco sensaciones que yo también experimenté a su edad. Recuerdo los paseos entre el bullicio navideño, camino de las visitas a las amistades y familiares.

Al llegar a una casa en tiempos de navidad, era norma encontrar ya en el recibidor una bandeja repleta de turrones, polvorones, almendras y piñones y fruta escarchada, junto a las botellas de anís dulce y otros licores. Pensándolo bien, lo que nos esperaba en cada visita era una bomba de glucosa y grasa, que quizás contribuía a nuestro estado de excitación. Hoy, ya en Suecia, casi setenta años más tarde, encuentro en principio la misma escena en las muchas comidas, meriendas o cenas navideñas, en las que participo por algún motivo, ya que todas las entidades, privadas como públicas, organizan alguna forma de ágape navideño, empezando a veces en noviembre.

Y, pensando, pensando, me pregunto ¿por qué siempre esas viandas navideñas están repletas de azúcar? La respuesta, cómo no, la encontramos en la historia. Empezando por los hombres primitivos, esos que decoraban la cueva de Altamira, por pone un ejemplo, esos hombres mujeres y niños no conocían el azúcar, porque el azúcar proviene de la caña de azúcar, que se cultivó por primera vez en el sudeste asiático y la India alrededor del año 8.000 a.C, y fue en la India, hacia el año 500 a.C., donde se desarrollaron métodos para cristalizar el azúcar. Hasta entonces el sabor dulce se conocía como el sabor de la miel y el de las frutas maduras, recursos codiciados por su valor energético y extremadamente escasos.

A través de las rutas comerciales, los árabes llevaron el azúcar a Oriente Medio, el norte de África y Europa durante la Edad Media a partir del siglo VII y era considerado un lujo reservado a las élites. La arqueología medieval demuestra como la incorporación del azúcar a la dieta de las élites destrozó los dientes de los reyes y los nobles. El deterioro dental de las élites muestra claramente que, a más alto rango social, peores dientes tenían. Un ejemplo de esto tenemos aquí en Gustavo Vasa, el primer rey de lo que llamamos Suecia, fallecido en 1560. Al abrir su tumba en 1945 se descubrió que Gustavo Vasa sufría de caries severas y pérdida de piezas dentales, lo que suele ocurrir cuando una infección alcanza la raíz del diente. La dieta del rey sueco, como la de muchos nobles de su época, era rica en azúcar y alimentos refinados. Era un lujo importado que la realeza y la nobleza consumían en grandes cantidades.

En los siglos XVI y XVII, el azúcar comenzó a ser importado a Europa desde las colonias americanas, donde se había exportado la caña de azúcar y era al principio extremadamente caro y considerado como una especia o medicina, utilizada en pequeñas cantidades. La expansión de las plantaciones de caña de azúcar en el Caribe y América del Sur, explotando mano de obra esclava, permitió una producción masiva, y redujo drásticamente los costos, popularizando el azúcar entre las emergentes clases medias europeas. Ya en el siglo XVIII, el azúcar se volvió esencial para el consumo de té y café, especialmente en Gran Bretaña, lo que disparó su demanda.

La Revolución Industrial permitió la mejora en las técnicas de refinación, lo que hizo que el azúcar estuviera disponible en grandes cantidades y a precios más bajos y ya en el siglo XIX, el descubrimiento de métodos para extraer azúcar de la remolacha aumentó la disponibilidad en toda Europa, especialmente durante el bloqueo napoleónico que limitó las importaciones de azúcar de caña. El azúcar comenzó a incorporarse en alimentos industrializados como dulces, mermeladas y pasteles. A finales del siglo XIX, el azúcar se consideraba un alimento cotidiano en lugar de un lujo.

Tengo una pequeña colección de libros de cocina que abarca desde el siglo XVI hasta el XX, y en ellos puedo ver claramente como el uso del azúcar, principalmente en los países del norte de Europa, se va extendiendo hasta colonizar cualquier plato de cualquier tipo, sean de carnes, pescados o legumbres, por no hablar de los postres, claro está.

En la actualidad, países como los Estados Unidos, Alemania, Países Bajos y Brasil, tienen altos niveles de ingesta de azúcar debido a dietas ricas en productos ultraprocesados y bebidas azucaradas. Por ejemplo, en Estados Unidos, el consumo promedio per cápita de azúcar supera los 55 kilogramos anuales.  En Europa, Alemania e Irlanda destacan con un consumo igualmente elevado, mientras que, en Latinoamérica, países como Méjico registra también cifras significativas​. En Suecia consumimos 39 kilogramos por persona y año, mientras que en España nos conformamos con 34,3 kilogramos, que ya es bastante.

Campañas contra el tabaquismo han conseguido detener y revertir el consumo de tabaco de forma sorprendente. Recuerdo como, cuando empecé a dar clases en el instituto, la sala de profesores estaba siempre llena de humo, porque casi todos fumábamos. Los que decían que no querían trabajar entre humos, podían acceder a una pequeña habitación. Muchos no fumadores preferían aguantar nuestros humos, porque aquel cuchitril a donde se confinaban los no-fumadores, era un lugar muy desolador. En los años 80 cambiaron las tornas y los fumadores fuimos desterrados al cuchitril, mientras los no fumadores tomaban nuestra antigua sala, tan espaciosa. Al principio era algo extravagante ver como los fumadores nos agolpábamos en una sala de cinco por cuatro metros cuadrados. El calor y el humo era casi insoportable y poco a poco, muchos de nosotros decidimos pasarnos a la sala grande, aunque fuera a costa de no fumar durante las horas de trabajo.

Y así, paso a paso, se nos fueron acotando los espacios donde se permitía fumar, hasta llegar a nuestros días, cuando fumar estigmatiza y es casi imposible hacerlo en espacios públicos. A esto se ha llegado casi sin protestas. Las razones para dejar el tabaco eran tan claras que, hasta los fumadores más empedernidos, casi sin excepción, aceptaron todas las prohibiciones. Claro que, se trata de los fumadores europeos, en el mundo en general, el tabaco sigue matando gente; ocho millones aproximadamente cada año, una autentica pandemia.

En lo que respecta al azúcar, los gobiernos no han sido tan expeditivos. Algunos como Méjico, que tiene la población con mayor índice de obesidad del mundo y enfrenta costos crecientes asociados a la diabetes y a la atención médica, implementó hace dos años un impuesto al azúcar en los refrescos y en alimentos ricos en calorías para combatir la epidemia de obesidad. También otros países como nuestra vecina Noruega han penalizado el uso del azúcar con impuestos, que los noruegos evitan comprando en Suecia, que no tiene ese tipo de impuestos. Dinamarca ya suprimió sus impuestos, pues se consideraba que no tenían ningún efecto positivo.

En Cataluña, donde se impuso un impuesto especial a las bebidas de alto contenido de azúcar en 2017 se considera que ha conseguido cambiar parcialmente los hábitos de los consumidores. Un estudio del Instituto de Investigación en Evaluación y Políticas Públicas de la Universidad Internacional de Cataluña (IRAPP – UIC Barcelona) el impuesto ha conseguido una reducción del 6,4% en las compras de colas, del 4,1% en refrescos, del 3,9% en los zumos de alto contenido en azúcar y del 3% en batidos. En total, de media y por persona en Cataluña, se ha reducido el consumo de bebidas azucaradas grabadas por el impuesto un 2,2%, Ni que decir tiene que un aumento mayor en el impuesto, que ahora está bajo el 1%, habría bajado aún más el consumo.

En general se puede constatar que una subida de impuestos a los productos azucarados, como la que se impuso al tabaco, que es del 80% en España, representaría una bajada considerable en el consumo, lo que salvaría muchas vidas. El azúcar añadido no solo está presente en bebidas, postres, dulces o chucherías. Hay otros productos como algunos zumos, yogures y muchos otros que esconden gran cantidad de azúcares añadidos. Su consumo provoca enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer. El exceso de azúcar en la dieta está vinculado a un aumento del 38% en el riesgo de muerte por enfermedades cardiovasculares. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) nos explica que el 17,4% de la población española adulta es obesa y el 37,1% tiene sobrepeso. Es decir, más de la mitad de la población tiene un exceso de peso. Una situación que se da en el 62,5% de los hombres y en el 46,8% de las mujeres. Aunque no existe una cifra global tan específica como la del tabaco, se estima que la obesidad y la diabetes, ambas ligadas al consumo elevado de azúcar, causan entre 2 y 4 millones de muertes anuales en todo el mundo.

Entonces, al acercarse la navidad, voy pensando que sería bueno que empezásemos a tomar en serio el peligro que representa el abuso del azúcar para la humanidad. Una población cada vez más longeva va a necesitar de una sanidad cada vez más costosa. Una buena forma de financiarla sería subiendo los impuestos de todos los productos azucarados al nivel del impuesto sobre el tabaco, porque de esta manera bajaría el consumo y a su vez la demanda de sanidad, al disminuir las enfermedades provenientes de la obesidad y el sobrepeso. No sé qué estamos esperando.

Centésimo cuadragésimo segundo paseo. Pensando en los derechos humanos un 10 de diciembre

Conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Un Legado Inconcluso

En estas fechas, millones de niños en todo el mundo escriben sus deseos para que Papá Noel, los Reyes Magos, Ded Moroz o cualquier otro personaje mitológico haga realidad sus sueños. Me imagino que los niños que viven en Gaza, en Siria, en Ucrania o en el Líbano, soñarán con un mundo en paz, pero ¿a quién podrán escribir esos niños?

El 6 de enero de 1941, el discurso del presidente de los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt daba esperanzas para el futuro a los que se encontraban amenazados por el Eje o ya habían sentido la pesada y fría bota fascista sobre su cuello. En este discurso, pronunciado como discurso del Estado de la Unión, que para siempre llevará el nombre de discurso de las cuatro libertades, Roosevelt declaraba los objetivos de Estados Unidos para el mundo, cuando esa terrible guerra llegase a su fin, principios basados en un supuesto derecho universal que garantizase la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de desear una vida mejor y la libertad de vivir sin miedo. Principios capaces de movilizar a una inmensa mayoría de la población mundial que, arropados por el liderazgo de los Estados Unidos, consiguieron sacudirse por un tiempo a las fuerzas del mal.

En agosto de 1941, Roosevelt y Churchill firmaron la Carta del Atlántico, un documento que delineaba sus objetivos para el mundo posguerra. En ella, se reconocía la necesidad de establecer una paz basada en la justicia, el derecho de todos los pueblos a la autodeterminación y la eliminación de la opresión. Durante la guerra, en enero de 1942, los representantes de 26 naciones que luchaban contra las potencias del Eje firmaron la Declaración de las Naciones Unidas, comprometiéndose a luchar por una paz que respetara los derechos humanos fundamentales y la justicia.

En 1946, tras la victoria, la recién formada Organización de las Naciones Unidas estableció una Comisión de Derechos Humanos, presidida por Eleanor Roosevelt, viuda del presidente y una figura clave en la defensa de los derechos humanos. Esta comisión tenía como objetivo redactar un documento universal que definiera estos derechos. Entre sus redactores se encontraban el francés René Cassin, quien tuvo un papel crucial en el texto final y es considerado uno de sus principales autores; el libanés Charles Malik, un filósofo y diplomático que defendió los derechos individuales y el pluralismo; un chino, Peng Chun Chang, que aportó perspectivas del confucianismo y enfatizó la armonía entre los derechos individuales y la comunidad; y un canadiense, John Humphrey, director de la División de Derechos Humanos de la ONU, quien redactó el primer borrador preliminar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que finalmente se adoptaría el 10 de diciembre de 1948. Este documento ha servido como base para tratados internacionales vinculantes, ratificados por los Estados, como es el caso del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

El discurso de Roosevelt del 6 de enero de 1941 puede considerarse como el principio de un proceso que culminó con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Desgraciadamente, estamos todavía muy lejos de conseguir su definitiva implantación. Conflictos armados continúan siendo una amenaza significativa para los derechos humanos. Las guerras en Ucrania, Siria, Palestina y otros lugares han provocado desplazamientos masivos, violaciones de derechos humanos, y abusos graves, como asesinatos, torturas y violaciones, que afectan tanto a combatientes como a civiles. Grupos armados y organizaciones terroristas perpetran violaciones sistemáticas contra los derechos humanos, incluyendo la esclavitud sexual, el reclutamiento forzado de niños y ataques a comunidades civiles.

Lamentablemente, los derechos humanos no han llegado a todo el mundo. En países autocráticos como China, Rusia, Bielorrusia, Myanmar y otros muchos, cuyos gobiernos persiguen a activistas, periodistas y opositores políticos, restringiendo la libertad de expresión y de prensa, y llevando a cabo arrestos arbitrarios y juicios injustos, la represión continua. La discriminación racial y la xenofobia siguen siendo problemas graves, exacerbados siempre por la intolerancia y el odio y alimentados por ideologías nacionalistas y populistas. La discriminación de género y la violencia contra las mujeres sigue siendo una lacra para una gran parte de la humanidad. Las leyes y prácticas discriminatorias persisten en muchos países, con Afganistán como terrible ejemplo, limitando los derechos de las mujeres a la igualdad y la seguridad. Persecución religiosa y hostilidad hacia minorías religiosas, como los uigures en China, los rohingya en Myanmar y los cristianos en algunas regiones de África.

El cambio climático agrava la pobreza y la desigualdad, afectando a millones de personas con desplazamientos forzados y limitando el acceso a recursos esenciales como agua potable y alimentos. Las políticas de austeridad recortan servicios básicos como la salud, la educación y la seguridad social, y afectan negativamente a los derechos económicos y sociales, especialmente, aunque no exclusivamente, en los países más pobres.

En algunos paíseses, la democratización avanza lentamente o retrocede debido a elecciones manipuladas, restricciones a la libertad de prensa, y la concentración del poder en manos de líderes autoritarios. El populismo y el nacionalismo, que promueven políticas xenófobas y limitan los derechos de las minorías, están en auge.

La vigilancia masiva y el uso de tecnología para controlar a la población, la recopilación de datos personales y el seguimiento de la actividad en línea, representan una amenaza para la privacidad y la libertad de expresión, como también lo es la censura en línea y la represión de las redes sociales que limitan la libertad de expresión y la disidencia en internet.

Un conjunto de razones para seguir luchando para que los derechos humanos sean en realidad universales. Como siempre, debemos poner nuestras esperanzas en las futuras generaciones y naturalmente en la educación de estas en los principios de los derechos humanos. Para terminar, unas palabras de René Cassin en su discurso al recoger el Nobel de la Paz en 1968:

“…la organización de la paz debe basarse en consideraciones de la razón y la preocupación. Supone un esfuerzo tremendo para modificar, a través de la educación, ciertas actitudes mentales arraigadas desde hace mucho tiempo: trabajar hacia la limitación de los armamentos, manifestar solidaridad con los hambrientos, cooperar en el fortalecimiento de las unidades familiares o sociales. Pero la razón por sí sola no es suficiente. Los factores emocionales, y especialmente el sentido de la justicia, no deben dejarse en manos de aquellos que los pervierten al servicio del odio y la destrucción.”

Y, mientras sigo mi camino, en esta mañana otoñal, voy cantando bajito esta canción de 1967 de Luis Eduardo Aute:

Voy pidiendo libertad

Y no quería oír

Es una necesidad

Para poder vivir.

La libertad, la libertad,

Derecho de la humanidad.

Es más fácil encontrar

Rosas en el mar

https://www.nobelprize.org/prizes/peace/1968/cassin/lecture

Centésimo cuadragésimoprimer paseo. «La libertad recortada: Reflexiones sobre el control estatal y el retroceso en los derechos del ciudadano»

Recuerdo como si fuera ayer mis viajes por la geografía española, en autobús, tren y seiscientos. Siempre me ha gustado viajar y, el simple hecho de iniciar un viaje me proporciona placer. En aquellos tiempos, relativamente lejanos, pero perfectamente presentes en mi memoria, la relativa sensación de libertad física que se experimentaba dentro de la propia ciudad, se disipaba tan pronto se tomaba la carretera o se subía uno al tren. “Buenos días. La documentación, por favor.” Un saludo mecánico y un requerimiento inapelable. Se requerían permisos oficiales para muchos aspectos de la vida cotidiana. Por ejemplo, era necesario tener un salvoconducto para viajar entre provincias, especialmente durante los años más duros del régimen. La Guardia Civil y la policía estatal eran responsables de mantener un control estricto sobre las áreas rurales y urbanas. Estas fuerzas, con o sin tricornio, vigilaban carreteras, estaciones de tren y lugares públicos para detectar actividades sospechosas.

Viajando por el Este de Europa en la década de los 80, en países como Polonia, Hungría y Checoslovaquia, los regímenes comunistas vigilaban las comunicaciones, reprimían las libertades civiles, intentando aplastar cualquier movimiento opositor. La historia reciente nos muestra que, movilizaciones populares, como Solidarność en Polonia, conseguían burlar el control. Tampoco sirvieron de mucho los controles a la hora de evitar los actos terroristas de ETA, de los Grapo o de la GAL. Algo parecido ocurre con la prevención del lavado de capitales; engorrosas disposiciones que no impiden la proliferación de la delincuencia económica.

Hoy, día 2 de diciembre de 2014, entra en vigor la aplicación del Real Decreto 933/2021 por el que se establecen las obligaciones de registro documental e información y que contempla multas de hasta 30.000 euros para los incumplidores. Para mucho de los que hemos vivido la dictadura, este decreto nos parece un retroceso en cuanto a la percepción de libertad de los ciudadanos. Un retroceso que se quiere explicar, aludiendo al peligro de actos terroristas y la proliferación de organizaciones delictivas. Queda por ver si alguno de los ataques terroristas que ha sufrido el país, podrían haber sido evitados, si hubiésemos tenido la actual legislación. Ni Hipercor, ni el 11-M, ni el atentado de las Ramblas se habrían podido limitar con una legislación como la que ahora entra en vigor. Tampoco se habría podido evitar por la misma ley, creo yo, la huida de Puigdemont o de los terroristas de la Operación ogro.

Deberíamos recordar que, un control estatal excesivo puede derivar en autoritarismo y en una burocracia ineficiente que sofoque o dificulte la iniciativa individual y venga a limitar los derechos humanos. Es necesario siempre mantener una proporcionalidad, que ayude a prevenir que el poder del Estado se utilice de manera injusta o arbitraria. Aquí se echa en falta una oposición liberal que vele nuestra privacidad. Los ciudadanos tenemos derechos fundamentales que el Estado debe proteger, no infringir o dificultar innecesariamente. Derechos como la intimidad, la libre expresión y la autonomía personal, no pueden ser recortados de cualquier manera, aludiendo a posibles peligros y a la necesidad de seguridad. Si el control estatal no guarda proporción con los beneficios, se sacrifica la libertad sin razón suficiente. Si las restricciones o políticas generan más molestias que beneficios, no cumplen su propósito y erosionan la confianza pública. Por el contrario, cuando las acciones del Estado son razonables y proporcionadas, generan confianza y legitimidad. Los ciudadanos estamos más dispuestos a aceptar regulaciones si sentimos que están diseñadas para un bien mayor y no imponen cargas innecesarias. Si estamos obligados a declarar el nombre y los datos de los que nos acompañen en un vehículo alquilado y la filiación de la persona con la que compartamos habitación, estamos perdiendo libertad y autonomía. ¿Por qué será que pienso en Orwell un día como hoy?

Imagen creada con la ayuda de IA, ChatGPT

Centésimo cuadragésimo paseo. Liberae sunt nostrae cogitationes…

Los pensamientos son libres, si uno se los calla, claro está.

El viento lleva hoy una fragancia invernal. Enfundado en mi ropa de abrigo, con el gorro de lana bien calado y las manos bien resguardadas en los guantes, siento un frío bienvenido en las mejillas, la parte de mi cuerpo que está en contacto con el gélido viento. Es el último día de noviembre y voy caminando por la Plaza Mayor de Lund. En la parte norte de la plaza han instalado un gran árbol de navidad con bolas de colores y todos los adornos que normalmente acompañan. Familias con niños bien abrigados, contemplan el árbol y se acercan a las casitas de madera que, a modo de pequeño pueblo, forman lo que es el mercadillo navideño. Se nota que el ayuntamiento se ha esforzado en crear un buen ambiente navideño; hasta un coro de jóvenes interpreta clásicas canciones navideñas, que todos conocen.

Yo miro todo y disfruto de esa sensación de bienestar que me inunda cada vez que veo regresar la Navidad. Es como regresar a la niñez, es algo muy entrañable. En medio de mis añoranzas navideñas vengo a recordar que, justamente en este lugar, se encontraba el patíbulo durante gran parte de la edad media. Aquí mismo, donde ahora contemplamos este precioso árbol de Navidad, se celebraban los juicios y se ejecutaban las sentencias. Y no puedo dejar de pensar en los juicios, las sentencias y los castigos. Y durante mi paseo voy pensando; claro, que para haber un castigo debería haber un crimen, una acción u omisión que estuviese prohibida y sancionada por la ley porque pudiese afectar negativamente a la sociedad, violar los derechos de las personas o poner en peligro el orden público. Claro que, la conducta que se castiga debe estar descrita en la ley como un delito: nullum crimen, nulla poena sine lege. Por tanto, los pensamientos no pueden constituir nunca un delito, al menos, si uno se los guarda para sí, porque si no…

Se dice que fue Walther von der Vogelweide, el gran trovador austriaco, el que, en una de sus canciones, lanzo la famosa frase de “Die Gedanken sind frei”[1] (El pensamiento es libre) que, a través de los siglos, nos sigue inspirando. En realidad, Cicero se le adelanto con más de mil años. El pensamiento es verdaderamente libre, eso no se puede negar, pero, esa libertad puede costarle muy caro al que osa pasar del pensamiento a la exposición de sus ideas. Eso no solo ocurre en países con regímenes totalitarios, las democracias también son altamente sensibles a lo que se expone en público, especialmente si se aleja de la corriente dominante y convencional. La lógica de la cancelación no es exclusiva de nuestro tiempo, parece algo muy humano que se ha practicado desde siempre. No por eso deja de extrañar a los que, como yo, seguimos creyendo que la libertad de opinión es una de los pilares de la democracia.

Ante el clima de crispación política y mediática que estamos viviendo[2], muchos echan en falta una política de consenso, quizás, creo yo, sin pensar bien lo que esto supone en la práctica. Pues, aun no tratándose de una unanimidad total, el consenso implica que la mayoría de los miembros del grupo, en este caso una sociedad, aceptan una cierta decisión o solución, que una vez decidida, obliga a todos a aceptarla o al menos a no opinar en su contra. Esto trae consecuencias negativas a la libertad de opinión, ya que el pensamiento es libre, pero expresar este pensamiento no lo es. Aunque exista en teoría la libertad de expresión, el “pasillo de opinión” (åsiktskorridor en sueco) señala que hay límites implícitos sobre lo que se considera socialmente adecuado discutir y, los que se salen de este «pasillo» pueden ser, no solo criticados, sino también marginados o, como actualmente se denomina, cancelados. Normas culturales y sociales limitan las opiniones consideradas aceptables y el que se sale del pasillo, es castigado de muchas formas, por el momento, la más utilizada es la cancelación, entendida como la censura, la exclusión social, la pérdida de oportunidades laborales, el boicot público o la estigmatización.

Si el que se sale del pasillo de opinión es un académico, profesor o investigador, que se atreve a criticar, aunque sea de forma parcial, corrientes dominantes, como algunas formas del feminismo radical o las políticas climáticas extremas, se verá marginado de las instituciones y las plataformas digitales amplificarán la cancelación, convirtiendo las opiniones expuestas por él o ella en «delitos sociales» sumadamente visibles. Si los que expresan posturas consideradas controversiales son actores, cantantes o escritores, perderán contratos, audiencias o serán excluidos de eventos culturales. La cancelación es un rodillo que aplasta.  Así, castigando a quienes se desvían del pasillo de opiniones, se va reduciendo el espacio para el debate y la pluralidad de ideas. Por qué será que yo, pensando en este fenómeno de la cancelación, me atrevo a buscar sus raíces hasta la misma inquisición, en el caso de España, y para Suecia a la implementación de la Ley Mosaica a principios del siglo XVII. Tanto la inquisición como la ley mosaica eran reflejos de la religiosidad dominante en tiempos pasados, pero, una religiosidad que al parecer hemos superado. ¿Qué es entonces lo que da razón de ser a los pasillos de opinión actuales?

Vivimos en sociedades altamente secularizadas, en términos legales y culturales, pero, la huella que las confesiones religiosas nos han dejado, tras miles de años de práctica, hace perdurar entre nosotros rasgos identitarios que condicionan nuestras acciones a nivel institucional y privado. Tanto la inquisición como la ley mosaica condenaba al confeso de herejía a la máxima pena y al escarnio público. En España se usaba el sambenito y el escarnio público. En Suecia, al reo se le exhibía públicamente en la plaza mayor o ante la misma iglesia, colocándole atado a un poste llamado “poste de la vergüenza (skampåle) para deshonrar al que se consideraba culpable, dañando su reputación y recordándole las normas sociales y religiosas. Aquí estamos ya tocando lo más esencial de la cancelación, la perdida de la honra, pues tanto en España como en Suecia el concepto de la honra estaba ligado a los valores religiosos, inicialmente católicos, como la castidad, la fidelidad y la obediencia a las normas de la Iglesia.

En las sociedades secularizadas, como son la sueca y la española, existe una concepción de la ética que se supone libre de valores religiosos, aunque en el caso de Suecia se quiere llegar a la secularidad sin dejar a un lado la herencia cristiana. Por tanto, en el plan de estudios vigente se conserva la influencia religiosa:

“La inviolabilidad de la vida humana, la libertad e integridad del individuo, la igualdad de valor entre todas las personas, la igualdad entre mujeres y hombres, así como la solidaridad entre las personas, son los valores que la escuela debe reflejar y transmitir, de acuerdo con la ética heredada de la tradición cristiana y el humanismo occidental. Esto se lleva a cabo a través de la educación del individuo en el sentido de la justicia, la generosidad, la tolerancia y la responsabilidad. La enseñanza en la escuela debe ser no confesional.” [3]

No resulta tan clara ni tan explicita, en la legislación española, la alusión a la tradición cristiana. Aquí se resaltan los principios de la constitución en lugar del peso del evangelio: “El sistema educativo español, configurado de acuerdo con los valores de la Constitución y asentado en el respeto a los derechos y libertades reconocidos en ella…”[4] Y la educación en sí tiene como objeto: “La transmisión y puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, así como que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación.”[5]

En países democráticos como Suecia y España, el derecho a la libertad de expresión está garantizado, pero la llamada «cultura de la cancelación» refleja tensiones sociales y culturales y desenmascara la vieja actitud punitiva y vengativa de la ley mesiánica y la inquisición. No hay que buscar mucho para encontrar ejemplos de cancelación. En Suecia encontramos al artista Lars Vilks que creó una caricatura de Mahoma como un perro en 2007, defendiendo su obra como un ejercicio de libertad artística, fue objeto de indignación en muchos y recibió amenazas de muerte que le obligaron a vivir bajo protección policial durante años.[6]

Vilks fue criticado tanto por figuras musulmanas como por sectores que consideraron que su obra era innecesariamente provocativa. Su caso abrió debates sobre los límites de la libertad de expresión en Suecia. En la práctica, Lars Vilks fue aniquilado de la vida pública. Nadie se atrevía a invitarle o a publicar algo sobre él. Durante catorce años tuvo que vivir escondido y, cuando fue invitado a un seminario en Dinamarca, sufrió un ataque a mano armada, que costo la vida a inocentes. Este fue un caso dramático, pero hay cientos de casos, muchos de los cuales surgen en el contexto académico. En la actualidad, el hasta septiembre ministro de educación sueco, Mats Persson, preocupado por el fenómeno, anunció que iniciaba un estudio general sobre la cuestión.

Figuras de gran relieve, reconocidos investigadores y escritores como Francis Fukuyama, Noam Chomsky y Salman Rushdie escribían en una carta abierta sobre cómo el debate libre corre el riesgo de ser silenciado. En la carta, publicada en Harpers´s Magazine el 7 de julio de 2020[7], describen cómo está surgiendo una cultura intolerante que amenaza el libre intercambio de pensamientos e ideas. El movimiento de la política de identidad es más fuerte en los Estados Unidos, pero corre el riesgo de infiltrarse en las instituciones suecas de educación superior.

En España y como apoyo a esta carta en Harpers´s Magazine, un grupo diverso de científicos, académicos, escritores y periodistas españoles escribieron una carta en protesta contra la censura, tanto en este lado como en el otro del Atlántico. Escrita desde un punto de vista progresista y plural e invitando a personas con sensibilidades, posturas y opiniones diferentes, la carta española logró reunir a un grupo heterogéneo para denunciar las derivas reaccionarias y polarizadas que promueven la cancelación y el linchamiento como medios para alcanzar cualquier fin. Entre los firmantes se encontraban representantes del mundo de la cultura como el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, Milena Busquets, Sergi Pàmies, César Antonio Molina, Mercedes Monmany, Ignacio Martínez de Pisón, Loola Pérez, Oscar Tusquets, Jimina Sabadú, Nicole d’Amonville, Alberto Olmos, Nuria Azancot, José Luis López Linares, Karina Sainz Borgo, Eduardo Moga, Carmen Posadas, Carlos Granés, Alexis Ravelo, Eva Serrano, Luis Alberto de Cuenca, José María Merino, María Zaragoza, Pedro Insua, Juan Soto Ivars, Daniel Gascón, María Borrás, Elvira Roca Barea, Fernando Savater, Félix Ovejero, Verónica Puertollano y Amelia Pérez de Villar, entre otros.[8]

En la carta española, los firmantes denuncian las cancelaciones, que amenazan con destruir el diálogo, algo, para la pervivencia de la democracia, altamente necesario:

“Queremos dejar claro que nos sumamos a los movimientos que luchan no solo en Estados Unidos sino globalmente contra lacras de la sociedad como son el sexismo, el racismo o el menosprecio al inmigrante, pero manifestamos asimismo nuestra preocupación por el uso perverso de causas justas para estigmatizar a personas que no son sexistas o xenófobas o, más en general, para introducir la censura, la cancelación y el rechazo del pensamiento libre, independiente, y ajeno a una corrección política intransigente. Desafortunadamente, en la última década hemos asistido a la irrupción de unas corrientes ideológicas, supuestamente progresistas, que se caracterizan por una radicalidad, y que apela a tales causas para justificar actitudes y comportamientos que consideramos inaceptables.”

Sin lugar a dudas, estamos viendo como practicas medievales están irrumpiendo en nuestra, supuestamente, avanzada sociedad, con hogueras y todo, pues no se duda en quemar “in efiggie” el retrato de un monarca si este ha “osado” expresar alguna opinión que vaya en contra del corredor de opinión de los que se autodenominan progresistas. Las redes, funcionan a veces como un espacio público donde se ofrece el espectáculo de la flagelación verbal con la consiguiente pérdida de honra de todo aquel que, los que se alzan con la atribución de jueces de ética, juzgan y condenan. En contra de los que sucede en juicios comunes, el acusado no suele contar con defensa alguna. El que osa defender a un cancelado, se arriesga a su vez a correr la misma suerte que afecta al acusado. Pocos tienen la valentía necesaria o la fuerza de defender al que las huestes progresistas han marcado como enemigo.

Combatir la cultura de la cancelación no significa justificar comportamientos ofensivos o dañinos, sino promover un ambiente donde las discrepancias puedan resolverse mediante el diálogo y el entendimiento mutuo, en lugar de recurrir al ostracismo social. Debemos, creo yo, promover una cultura de escucha activa que valore los argumentos en lugar de las descalificaciones personales. Debemos recordar que la libertad de expresión incluye la posibilidad de equivocarse o de expresar opiniones impopulares, estableciendo límites claros entre el discurso que es legal pero controvertido, y aquel que incita al odio o la violencia, que no debe tolerarse. Los pensamientos son libres, como decía Vogelweide, pero es preciso poder expresarlos, solo así conseguiremos un diálogo abierto que nos sirva para mejorar nuestras sociedades, por el bien de la humanidad.

En forma de epílogo pienso y escribo que Cicero, ese gran pensador, anticipaba quizás la victoria de Trump y de otros potentados, a los que solemos acusar de populistas. Lo digo, porque muchos piensan lo que saben que no pueden decir y, en democracia, les queda la posibilidad de elegir al que, al menos, dice que piensa como ellos. No nos extrañe que el “malhablado” el que usa un estilo directo, combativo y populista, con un lenguaje sencillo, emocional y provocador, enfocado en polarizar y captar atención mediática, se lleva los votos de los que piensan diferente y sienten que no pueden expresarse sin arriesgarlo todo. Pienso, porque el pensamiento es libre, que deberíamos escuchar a todos los que tienen algo que decir, que no es lo mismo que aceptar como buenas todas las tonterías que se le puedan ocurrir a cualquier fanático.


[1] Aunque ya Cicero lo decía en su discurso Pro Titus Annius Milo ad iudicem oratio: “Liberae sunt nostrae cogitationes, quae nec imperiis constricti nec metu coacti proferimus, quae saepe in tormentis quoque elicere veritas solet.»

https://la.wikisource.org/wiki/Pro_Milone

[2] En España, la crispación está llegando a un nivel comparable al que se respiraba en los años 30. En Suecia, aunque no se llega al nivel de España, también se percibe un endurecimiento verbal en la política. En el mundo que nos rodea, vemos como la política tiende a dividirse en extremos, con posturas cada vez más irreconciliables entre grupos de izquierda y derecha. Echamos en falta puntos intermedios que faciliten el diálogo.

[3] https://www.skolverket.se/undervisning/grundskolan/laroplan-och-kursplaner-for-grundskolan/laroplan-lgr22-for-grundskolan-samt-for-forskoleklassen-och-fritidshemmet

[4] https://www.boe.es/buscar/pdf/2006/BOE-A-2006-7899-consolidado.pdf

[5] Ibidem

[6] Murió en 2021 como consecuencia de un raro accidente de automobil mientras se trasladaba en carretera en un coche policial, junto a su escolta, que también falleció en el accidente.

[7] https://harpers.org/a-letter-on-justice-and-open-debate/

[8] https://apoyoaharpers.wordpress.com/2020/07/19/la-carta/

Centésimo trigésimo noveno paseo. Mejor que no venga nunca el lobo.

La noticia de que el presidente de los Estados Unidos ha autorizado a Ucrania a utilizar misiles de largo alcance contra Rusia nos ha dejado a muchos con una mezcla de angustia, incredulidad y un temor profundo. Siento que este es un paso más hacia un abismo de escalada bélica, un punto de no retorno en un conflicto que ya ha cobrado demasiadas vidas. Cada misil lanzado parece alejar más la posibilidad de alcanzar la paz y acerca el espectro de una guerra total, una guerra que podría extenderse más allá de las fronteras actuales y arrastrar al mundo hacia una crisis de consecuencias impredecibles.

Esta mañana, al regresar de mi paseo, miro como de costumbre en el buzón, aunque ya casi nunca encuentro cartas interesantes, porque casi todo viene en forma digital. Pero hoy encuentro en el interior de mi buzón un folleto amarillo, que no parece ser propaganda de compañías que quieren comprarme la casa o venderme algún electrodoméstico. Tampoco tiene pinta de ser información de la parroquia o de la junta de vecinos. En la portada veo en primer plano una mujer soldado con aspecto vigilante, llevando entre sus manos un fusil automático de aspecto moderno y modelo grande. A su derecha, rezagado tras un parapeto, veo otro soldado, al parecer un hombre, arrodillado, oteando el horizonte, dispuesto a repeler cualquier ataque.  A la izquierda, sentados en el suelo, un niño de unos ocho años, de aspecto africano y una niña de facciones nórdicas, escuchan con atención a una mujer joven que les está leyendo algo de un libro, que parece de cuentos. Detrás de este pequeño grupo se vislumbra un pequeño tobogán que nos hace pensar que la escena está ubicada en un lugar dispuesto para acoger a familias con niños, posiblemente un bunker subterráneo.  En un cielo nublado se distingue la silueta de un caza. Cada centímetro de esta portada está pensado para comunicar que, todos y cada uno de los habitantes de Suecia, no solo los ciudadanos suecos, serán protegidos por las fuerzas armadas con el esfuerzo de todas las funciones del estado, preparadas para, en caso de, según reza el título del folleto. “crisis o guerra”, asegurar el bienestar de todos.

Abriendo el folleto, encuentro la siguiente explicación dirigida a los habitantes de Suecia: “Vivimos en tiempos inquietantes. Hay guerras en nuestro entorno. El terrorismo, los ciberataques y la información engañosa se utilizan para dañarnos y manipularnos. Para resistir estas amenazas, necesitamos mantenernos unidos y asumir la responsabilidad por nuestro país. Si somos atacados, todos debemos contribuir a defender la independencia de Suecia y nuestra democracia.

Construimos nuestra resistencia cada día, juntos, con nuestros seres queridos, colegas, amigos y vecinos. En este folleto, aprenderás cómo prepararte y qué hacer si llega una crisis o la guerra. Eres parte de la preparación de Suecia.”

También puedo leer que este folleto se ha enviado simultáneamente a todos los hogares de Suecia, en total 5,8 millones. Según avanzo en la lectura el tono es cada vez más serio:

“La guerra: la amenaza más grave contra nuestra libertad

Cuando alguien pretende, por la fuerza, arrogarse el derecho de decidir sobre nosotros, amenaza nuestra capacidad de llevar una vida libre e independiente.Existen otras formas, además de la violencia militar, para influir y dañar a nuestro país, como ciberataques, campañas de desinformación, terrorismo y sabotaje. Estas amenazas pueden ocurrir en cualquier momento, y muchas ya están sucediendo aquí y ahora. No podemos dar por sentada nuestra libertad. Debemos tener la voluntad y el valor de defender nuestra sociedad abierta, incluso si ello implica sacrificios. Si Suecia es atacada, nunca nos rendiremos. Toda información que indique que la resistencia cesará es falsa.”

El folleto rezuma decisiones firmes de luchar por defender el territorio, la libertad y los valores de la democracia sueca y se deja constancia de que todos estamos involucrados en la defensa total. “La defensa civil somos todos los que vivimos en Suecia,” – leemos en el folleto – “junto con las autoridades, regiones, municipios, empresas y organizaciones no gubernamentales. Una de las tareas más importantes de la defensa civil es apoyar a la defensa militar. Otra tarea principal es proteger a la población civil y garantizar que las funciones básicas de la sociedad sigan funcionando en la mayor medida posible, incluso en tiempos de guerra. Esto incluye, por ejemplo, el suministro de electricidad, la atención sanitaria y el transporte.”

Es una información concreta y seria. El que la lee en su casa, junto a su familia, se apercibe de que aquí se está forjando una resistencia férrea, en caso de guerra. Si suena la alarma, va en serio. “Serás informado sobre un aumento en el nivel de alarma a través de la radio, la televisión y el teletexto. En caso de máxima alarma, también se puede utilizar una alarma de emergencia. La alarma de emergencia significa que hay guerra o un peligro inminente de guerra. Todo el sistema de defensa total debe movilizarse de inmediato, y la sociedad debe prepararse para la guerra. La máxima alarma se aplica en todo el país.»

El folleto nos hace saber que todos, tanto hombres como mujeres, desde los 16 hasta los 70 años de edad, estamos sujetos al deber obligatorio de defensa. Este deber se extiende a los ciudadanos y a los extranjeros que viven en el país. Todos por igual deberán: “En caso de alarma, estás obligado a presentarte en el lugar indicado en tu orden de asignación de servicio para tiempos de guerra.”

Todos deben de conocer la alarma de advertencia en caso de guerra. Por tanto, se controla el funcionamiento de las alarmas el primer lunes no festivo de marzo, junio, septiembre y diciembre a las 15:00 horas. Así sigue la información hasta el más mínimo detalle de cómo almacenar agua, comida etc. y se informa de dónde hay que buscar cobijo, en lugares preparados para ello, que hay dispersos por toda la geografía del país y que se pueden encontrar con una aplicación en el móvil, en caso de que el sistema funcione, claro está.

La información trata también de la cuestión psicológica. Debemos estar muy atentos a que a aquellos que quieren influir en nosotros pueden hacerlo muchas maneras maneras, como:

Difundir mentiras e historias falsas, o historias que son parcialmente verdaderas pero sacadas de contexto. Falsificar imágenes, videos y grabaciones de voz. Despertar emociones intensas en torno a un tema o evento para generar preocupación o desconfianza entre nosotros. Por tanto, debemos ser críticos con el contenido que despierta emociones fuertes y compartir solo la información que sepamos que proviene de fuentes confiables. Debemos también intentar verificar la información a través de varias fuentes diferentes. Hay que estar atentos a imágenes, videos y grabaciones de voz falsificadas que intentan despertar emociones intensas en torno a un tema o evento para inquietarnos o hacernos desconfiar unos de otros.

Siguen todo tipo de consejo para que hacer en caso de diferentes escenarios. Los consejos o mejor dicho, directrices, abarcan situaciones de todo tipo: inundaciones, grandes incendios, actos terroristas, accidentes, ya, hasta que hacer con los animales de compañía, si se tienen. Este librito amarillo de 32 páginas está pensado para dar seguridad y prevenir, pero creo que muchos se inquietan. Los jóvenes, sobre todo los de entre 16 y 25, lo discuten entre sí. Las noticias que nos vienen no son muy tranquilizadoras, especialmente desde la presunta decisión de Biden de permitir a Ucrania usar los misiles de larga distancia que EEUU les ha administrado, pero que hasta ahora ha prohibido que se usen contra territorio ruso. La respuesta de Putin ha sido bastante inquietante, porque ha constatado que el se siente libre para responder a un ataque a su territorio con misiles de larga distancia, con armas atómicas, a cualquier territorio de la NATO.

Suecia se está preparando para lo peor. No es la primera vez que se hace, pero quizás, esta vez coincide el reparto de este folleto con sucesos concretos a nuestro alrededor. Hay un cuento que me parece nos viene a decir que tengamos cuidado con las alarmas. Como todos seguramente ya han adivinado, el cuento es la fábula de Esopo, el pastorcillo y el lobo. Esperemos que el lobo no aparezca nunca por aquí, pero si alguna vez aparece, que el folleto nos sirva de algo. La última vez que un soldado sueco ha disparado un arma en guerra, fue en Noruega, el 14 de agosto de 1814, apenas pasado el mediodía. 210 años de paz, un récord difícil de superar. Se me olvidaba algo muy importante que también se puede leer en este folleto y que nos viene bien a todos, creo yo:

“Limita tu flujo de noticias negativas sobre la situación en el mundo. Encuentra un nivel que sea adecuado para ti. Dedica tiempo a cosas que te hagan sentir bien.”

Centésimo trigésimo octavo paseo. Un canto por la paz.

La noticia divulgada por los medios de comunicación de que el presidente de los Estados Unidos ha autorizado a Ucrania a utilizar misiles de largo alcance contra Rusia me ha dejado con una mezcla de angustia e incredulidad. Siento que este anuncio nos muestra un paso más hacia un abismo de escalada bélica, un punto de no retorno en un conflicto que ya ha cobrado demasiadas vidas. Cada misil lanzado parece alejar más la posibilidad de alcanzar la paz y acerca el espectro de una guerra total, una que podría extenderse más allá de las fronteras actuales y arrastrar al mundo hacia una crisis de consecuencias impredecibles.

La decisión de permitir a Ucrania disparar misiles de largo alcance contra Rusia tiene implicaciones estratégicas, políticas y éticas muy serias. Aunque de entrada puede fortalecer la capacidad defensiva de Ucrania, que tiene derecho a defenderse, también aumenta significativamente los riesgos de una escalada del conflicto con consecuencias impredecibles para Estados Unidos, Europa y el resto del mundo. Es una apuesta de alto riesgo que requiere un cálculo cuidadoso de las posibles respuestas rusas y del impacto en la estabilidad global. La decisión parece estar en ralación con el envió por parte de Corea del Norte de 100,000 soldados al frente de Kursk. Los misiles ATACMS serían utilizados, al parecer, para atacar a los norcoreanos. Estos misiles, en su versión MGM-164 tienen un alcance máximo de 300 km y los MGM-140C/D) llegan hasta los 500 km. No solo ya Briansk a 210 km de Kiev o Kursk, a 280 km, sino Belgorod, a aproximadamente la misma distancia, o Vorónezh a 450 y hasta Rostov a 600 km, podrían ser atacados.

Visto desde donde estoy yo, a 476 km de Kaliningrado, la noticia divulgada por diarios de todo el mundo en la tarde de ayer, 17 de noviembre, el panorama no es muy alentador. Si tenemos en cuenta que Rusia posee un arsenal significativo de misiles nucleares y convencionales, muchos de los cuales están diseñados para alcanzar objetivos en Europa. No es que yo quiera ver las orejas al lobo, es que el lobo está ahí.

Si de Trump se suele decir que es impredecible, ¿que podríamos decir de Putin? Sabemos que el todopoderoso mandatario ruso dispone de sistemas balísticos intercontinentales como el RS-24 Yars o el RS-28 Sarmat, que tienen un alcance de más de 10,000 km con los que puede atacar cualquier parte de Europa desde territorio ruso. Además, tras retirarse las dos superpotencias del tratado INF (en español: Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio) en 2019, Rusia desarrolló y desplegó misiles como el 9M729 (SSC-8) con un alcance estimado de 500-5,000 km, y en la práctica podrían alcanzar cualquier lugar de Europa. Por si fuera poco, Rusia cuenta con misiles Kalibr y Kh-101, que pueden ser lanzados desde buques, submarinos o aeronaves y tienen un alcance de hasta 4,500 km y pueden portar cabezas nucleares o convencionales. Submarinos de clase Borei y Akula están armados con misiles nucleares estratégicos que pueden alcanzar Europa desde cualquier océano y se calcula que Rusia dispone de 1,500 ojivas nucleares dispuestas a repartir destrucción por el mundo.

Como en el ajedrez, para ganar hay que arriesgar, pero en la guerra de verdad muere gente, gente inocente siempre, porque también los soldados son inocentes, llamados a participar en algo que ellos realmente no comprenden. Mueren como peones de un juego que, aunque se le quiera dar explicaciones lógicas, no es más que una sublimación de un instinto animal que los humanos arrastramos con nosotros desde tiempos primordiales. Llevamos siglos hablando de la guerra justa y por tanto, de la paz justa. El que puede ser considerado padre del derecho internacional, Francisco de Vitoria, al igual que Tomas Moro, admiten la guerra como justa y justificable en el caso de defender las fronteras y para expulsar a los enemigos invasores del territorio. Aún en esos casos, la guerra debería minimizar el daño innecesario, incluyendo la protección de no combatientes y el respeto por la propiedad ajena. Desde el siglo XVI se viene repitiendo que la guerra debería ser algo pasado, pero sigue siendo tan actual como siempre.

Desgraciadamente, los acontecimientos que marcan nuestra realidad actual, están muy lejos de conseguir la paz mundial. El odio y la violencia, caracterizan la era en que vivimos, tan avanzada en cuestiones científicas, pero tan retrasada en cuestiones morales. ¿Cómo se puede consentir que la guerra de Israel contra los palestinos prosiga día tras día? ¿Cómo se puede seguir alimentando la guerra en Ucrania con más y más armas de destrucción? Tenemos una organización internacional, la ONU, que debería poner coto a estas atrocidades una vez por todas, pero este órgano, tan caro y tan aparatoso, no parece que esté funcionando como debiera.

El ruido de la guerra ha silenciado a las organizaciones que en otras ocasiones promovían la paz. Una de estas organizaciones el International Peace Bureau ( Oficina Internacional por la Paz) fundada en 1891, ha contribuido a concienciar sobre la importancia de la paz y el desarme desde su fundación. IPB tiene estado consultivo del Consejo Económico y Social (CES) de las Naciones Unidas y está asociado con el Departamento de Comunicación Global. El problema es que los análisis que vienen de allí, especialmente de la Campaña Global sobre Gastos Militares (GCOMS) con sede en Barcelona, que promueve el desarme, no se oyen. Muy pocos medios les dan voz. Algo parecido ocurre con la organización sueca Svenska Freds och Skiljedomsförening (Organización Sueca para la Paz y Arbitraje) que también ha enmudecido en los medios. Tanto IPB[1] como Svenska Freds[2] son muy críticos con el papel que está jugando la ONU y sobre todo la OTAN.

Albert Einstein, en su mensaje humanista, se pronunció en contra de las guerras, incluso cuando estas se consideraban justas. En varias cartas y discursos[3], expresó que, aunque una guerra pueda tener un inicio legítimo (como la defensa contra una agresión), siempre debe ser detenida cuando los costos humanos y materiales sobrepasen los beneficios. Especialmente en una carta dirigida a Sigmund Freud, Einstein consigue dar una explicación a la vez que formula una pregunta que parece eterna.

“…El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional. Este hambre de poder político suele medrar gracias a las actividades de otro grupo guiado por aspiraciones puramente mercenarias, económicas, Pienso especialmente en ese pequeño pero resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que una ocasión para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal.

Ahora bien, reconocer este hecho obvio no es sino el primer paso hacia una apreciación del actual estado de cosas. Otra cuestión se impone de inmediato: ¿Cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos…?”[4]

Yo también me pregunto cómo es posible que una mayoría de los ciudadanos europeos estén cayendo (otra vez) en la falsa creencia en que una guerra se gana a fuerza de más y más armas. Deberíamos invertir al menos tanto dinero como se invierte en armamento, en prevenir guerras y conflictos. La mayoría de los conflictos bélicos radican en injusticias. No hay más que mirar hacía el conflicto entre Israel y los palestinos para comprenderlo.  Recuerdo hoy el texto de una canción de Boris Vian que aprendí a tocar a la guitara:

Monsieur le Président

Je vous fais une lettre

Que vous lirez peut-être

Si vous avez le temps

Je viens de recevoir

Mes papiers militaires

Pour partir à la guerre

Avant mercredi soir

Monsieur le Président

Je ne veux pas la faire

Je ne suis pas sur terre

Pour tuer des pauvres gens…[5]

.


[1] https://ipb.org/events/the-true-face-of-nato/

[2] https://www.svenskafreds.se/

[3] https://archive.org/details/por-que-la-guerra-freud-1/page/182/mode/2up

[4] https://archive.org/details/por-que-la-guerra-freud-1/page/184/mode/2up

[5] Här med Joan Baez a cappella : https://www.youtube.com/watch?v=WOl9XfmNDDo

Centésimo trigésimo séptimo paseo. El Metro: arteria vital de la movilidad urbana y fuente de relatos y leyendas.

La mayoría de las veces que voy a Londres, me hospedo en alguno de los pequeños hoteles que hay alrededor de la estación de metro de Paddington, pues me pilla cerca de Hyde Park, relativamente cercano al centro y con una tranquilidad que me resulta muy agradable, Bueno, pues, resulta que esta estación es la primera que se construyó, allá por el 1863, uniendo las estaciones ferroviarias de Paddington con Farringdon, una distancia que hoy se cubre en ocho minutos.  La línea de Farringdon a Paddington, fue conocida como Metropolitan Railway, lo que luego dio en llamarse “metro” en todo el mundo, fue diseñada para conectar dos áreas clave, Farringdon con su importante industria y comercio y Paddington, la estación de tren que unía Londres con el resto de Inglaterra.

Cerrando los ojos, me puedo imaginar el ir y venir de multitud de gente a pie, a caballo, en carruajes, todos camino del centro, colapsando las calles del centro; Oxford Street, convertida en rio humano, Regent Street, la nueva calle chic, colapsada. Y es que Londres había crecido un 150%, de un millón, a dos millones y medio de habitantes en los cincuenta primeros años del siglo XIX. La solución a las congestiones del tráfico se encontró en construir una vía subterránea empleando la técnica de «corte y cubierta», donde se excavaba desde la superficie y luego se cubría el túnel, dejando la superficie abierta para construcciones o vías de comunicación. El viaje en el metro era ruidoso y algo sucio, porque estaba tirado por locomotoras de vapor, pero con todo, consiguió transportar más de nueve millones de viajeros en su primer año. El primer sistema de metro sin conexión ferroviaria con los trenes cercanos fue el pequeño Tünel en Estambul, que se inauguró en 1875.

La electrificación hizo del metro una alternativa de transporte verdaderamente óptima para las ciudades. La primera línea electrificada fue la City and South London Railway, abierta en 1890. Ya en el continente, la primera línea de metro, con los típicos vagones eléctricos autopropulsados, fue la del metro de Budapest, que se inauguró en 1896.

Inspirada por Londres y Budapest, París inauguró su metro justo a tiempo para la Exposición Universal de 1900, conectando Porte de Vincennes con Porte Maillot en su primera línea. Su diseño estético, con las entradas decoradas en estilo Art Nouveau, se convirtieron pronto en un símbolo de la ciudad. Al contrario que el metro londinense, el de París nació ya eléctrico. A Paris le siguió Berlín en 1902 y Nueva York en 1904.

El Metro de Madrid fue inaugurado en 1919, con una línea que iba desde Puerta del Sol a Cuatro Caminos. La estación de Chamberí se conserva en el estado en que quedó al ser cerrada en 1966 y se puede visitar como museo[1]. La estación de Chamberí se puede ver cuando se pasa con el metro yendo desde la estación de Iglesia a la de Bilbao. De esta estación, como de la de Tirso de Molina, se cuentan muchas anécdotas y leyendas, desde locos con bisturí que hacían cortes en las nalgas de mujeres jóvenes, que no descubrían hasta ver que estaban sangrando, hasta la leyenda de que, tras los azulejos de la estación de Tirso de Molina, se esconden los huesos de monjes del antiguo convento que se encontraba en su lugar, y, como es natural, hay historias de gente que ha oído lamentos de ultratumba, cuando la estación está a punto de cerrar.  Otras cosas que se cuentan no son tan fantasiosas. Se cuentan historias verídicas de hurtos, violencia, asesinatos y racismo.

El metro de Barcelona llevaba cinco años funcionando al abrirse la Exposición Universal de 1929 y, la primera línea, la línea 1, llamada Metro Transversal. En 1926 se abrió una de las estaciones de esta línea, la de Rocafort, una estación que ha sido objeto de leyendas urbanas que la asocian con experiencias paranormales, que últimamente han dado lugar a la producción de una película de terror.[2] [3] Durante la construcción de la estación murieron once trabajadores por un desprendimiento y durante la guerra civil funcionó como refugio, pero en varias ocasiones, murieron a sus puertas los que no alcanzaron a llegar a salvo a su interior. En los años 70 se produjeron muchos casos de suicidios en poco tiempo, todo esto, en un tiempo en que fantasías paranormales estaban de moda.

Aquí, en Suecia, no se inauguró ninguna línea de metro hasta 1950, pero ya han surgido bastantes leyendas, que yo, en algunas ocasiones prefiero llamar incógnitas. La mayor de esas incógnitas es la de la muerte de un contralmirante Carl-Fredrik Algernon, el 15 de enero de 1987. Durante el llamado escándalo Bofors a mediados de la década de 1980, cuando la fábrica de armas Bofors acusada de llevar a cabo un extenso contrabando de material bélico hacia países a los que Suecia no debía exportar armas, países alrededor del Golfo Pérsico.  Algernon, el inspector que debía conceder los permisos de exportación, fue designado como investigador governamental. En este rol, fue una figura controvertida. Entre otras cosas, la Asociación Sueca para la Paz y el Arbitraje lo criticó fuertemente y pidió su dimisión. Se le acusó, entre otras cosas, de haber aprobado con demasiada ligereza las solicitudes de Bofors para exportar armas, principalmente a Singapur. Gran parte del material bélico exportado se sospechaba que había terminado en los países no permitidos, como los Emiratos Árabes Unidos, más concretamente el emirato de Dubái, y Bahréin. Se decía que Algernon mantenía una buena relación con el director ejecutivo de Bofors.

Leyendas las hay, y mitos. Después de pasar por Solna Centrum, Näckrosen y Hallonbergen, de repente la distancia hasta la siguiente estación, Kista, es más larga. En el área que se encuentra entre Hallonbergen y Kista, en la línea azul hacia Akalla, hay una estación llamada Kymlinge, que nunca se abrió. Cuando se va en metro bajo tierra desde Hallonbergen, y tras un largo trayecto por el túnel, se puede vislumbrar el andén a oscuras mientras el tren pasa rápidamente por la estación, antes de que las vías continúen por un puente elevado sobre una zona verde. Se especuló mucho sobre la razón por la cual esta estación nunca se abrió, pero, lo que puso fin a los grandes planes de urbanizar la zona de Kymlinge fue la presencia de un pequeño pez. El raro grönling (Gobio gobio) habita en el arroyo Igelbäcken, que está clasificado como una zona natural sensible. Se pueden escuchar muchas historias fantasmagóricas sobre esta estación en un podcast de la propia compañía metropolitana.[4]

Algernon murió atropellado, cuando cayó a la vía en la estación T-Centralen del metro de Estocolmo, el 15 de enero de 1987, el mismo día en que Algernon había tenido una reunión con el director general de las industrias Nobel, pertenecientes al mismo holding que Bofors. Se especuló que pudo haber sido empujado por alguien y la policía decidió iniciar una investigación, ya que el maquinista del tren dijo haber visto cómo Algernon cayó de espaldas a las vías. No obstante, el fiscal cerró la investigación el 11 de marzo de 1987, pero se publicaron teorías que sugerían que la muerte de Algernon estaba relacionada con el igualmente no resuelto asesinato de Olof Palme. Se dijo que posiblemente la Stasi, la policía secreta de Alemania del Este, podría haber estado detrás de su asesinato. También se especulaba con la participación de otros servicios secretos de diferentes países.  Si hubiese sido un suicidio sería uno de los aproximadamente 20 casos que se dan en el metro de Estocolmo, una cifra que se mantiene bastante constante a través del tiempo. En Barcelona hay cifras mui cercanas, que representan, en cualquier caso, una pequeña parte de los 3.941 suicidios que tuvieron lugar según el INE[5] en España en 2020, por poner un ejemplo, ya que no dispongo de otra estadística. Comparado con los 1.431 casos en Suecia, 16,8  suicidios por 100 000 habitantes, los datos españoles 5,1 por 100 000 habitantes es una cifra baja en comparación. Se da el caso, de que todos los países escandinavos están entre los mas afectados por los suicidios, con Finlandia a la cabeza, curiosamente el país que suele conocerse como “el más feliz del mundo”, paradojas de la vida.

Volviendo al metro, que es el tema de hoy, todos los metros del mundo tienen sus leyendas, unos más y otros menos, pero parece que el metro es un escenario propicio a ello. Yo soy un andarín y, si puedo, voy a pie, porque me gusta vivir intensamente las calles, los parques, sentir el pulso de las ciudades. Hubo un tiempo en que yo me desplazaba en metro, en Madrid, en Barcelona, en Paris, en Londres , en Estocolmo etc. Los metros se parecen mucho unos a otros. A veces no se sabe en que metro se va, bueno, se sabe por pequeños detalles, la lengua que se escucha, por ejemplo. Al menos,  antiguamente, en el siglo pasado, se oían conversaciones. Hoy vamos todos absortos en nuestros móviles y no se oye más que el traqueteo monótono de los vagones. Eso cuando los vagones no se llenan de mala música proveniente de algún instrumento, con o sin altavoz, que irrumpe en nuestra meditativa abstracción. Algunas estaciones impresionan por su tamaño o por la profundidad de sus, aparentemente interminables escaleras, como la L9 que lleva al Aeropuerto del Prat. Bajando desde la calle al andén de la estación Gornal, en L´Hospitalet parece que se va camino de las Calderas de Pedro Botero. Hay algunas estaciones en Madrid, Londres, Estocolmo y Paris, que también imponen por su profundidad.

En los vagones del metro he encontrado de todo; monjes budistas, skins, borrachos pendencieros, músicos, pedigüeños, soldados de permiso, despedidas de soltera, niños de primera comunión, zombis, y algún que otro personaje conocido. A principios de los 70, estando yo en Estocolmo atendiendo un curso para profesores de español y francés, se sentó a mi lado un señor grande y grueso, con el pelo blanco echado para atrás, cinturón de cuero negro y tirantes rojos, bien visibles tras la americana gris, y la cara presidida por unas gafas gruesas de concha de tortuga. Su fisionomía era tan conocida, tan frecuentemente expuesta en periódicos, revistas y televisión, que, hasta yo, un recién llegado, le reconocí era, nada más y nada menos que el famoso ministro de finanzas socialdemócrata Gunnar Sträng. Este hombre era el arquitecto de la construcción de todo el entablado fiscal que soportaba el estado de bienestar sueco, un punto de referencia para todos los que pensaban que era necesario construir un mundo mejor con los excedentes financieros del boyante capitalismo de la posguerra. Me miró con una media sonrisa y una mirada escrutiñadora que expresaba curiosidad y me espetó: ¿De dónde eres tú, muchacho? Y yo, creo que un poco ruborizado, respondí, contándole una versión muy corta de mi vida. Estuvimos hablando de todo un poco, de Franco y de la guerra incivil, de la educación, porque el cogió el metro en la misma estación que yo, en Västerhanninge, donde la socialdemocracia tenía una de sus escuelas del partido. Los dos nos apeamos en Centralen, yo para coger el tren a Lund, él para ir andando hasta el parlamento, a diez minutos de distancia. A lo largo de los años he compartido bastantes veces vagón con gente muy conocida y seguramente, con todo tipo de personajes, buenos y malos. Cosas del metro.


[1] https://www.turismoenmadrid.com/visita-estacion-fantasma-chamberi-anden-cero/?utm_content=cmp-true

[2]https://www.bing.com/videos/riverview/relatedvideo?q=estaci%c3%b3n+rocafort+pel%c3%adcula&mid=24D591FA14F9B784956624D591FA14F9B7849566&FORM=VIRE

[3] https://www.elperiodico.com/es/eixample/20240830/leyenda-estacion-metro-maldita-barcelona-107544115

[4] https://open.spotify.com/episode/44pxWAnLHdIj8QdQoBoTmq?si=4659f5590301464d&nd=1

[5] https://www.epdata.es/datos/cifras-suicidio-espana-datos-estadisticas/607#:~:text=Un%20total%20de%203.941%20personas%20se%20suicidaron%20en,a%20calificar%20de%20la%20epidemia%20del%20siglo%20XXI.

Centésimo trigésimo sexto paseo. Un paseo por las ondas.

Por esas cosas raras de la vida, paseando hoy, me entero por la radio, que casi siempre me acompaña en mis paseos, de que este fantástico invento cumple 100 años en España, los mismos que en Suecia. La radio en sí, se fue desarrollando gracias a descubrimientos científicos y avances tecnológicos a finales del siglo XIX. En la década de 1890, figuras como Guglielmo Marconi en Italia y Nikola Tesla en Estados Unidos, realizaron experimentos de transmisión de señales a través de ondas electromagnéticas. Marconi obtuvo la primera patente de la radio en 1896 y en 1901 logró la primera transmisión transatlántica de señales de radio, el 12 diciembre de 1901. primera transmisión de radio transatlántica

Aunque Marconi fue pionero en la transmisión de señales, la primera transmisión de audio, que incluía música y voz, se realizó en 1906 en Estados Unidos por el ingeniero canadiense Reginald Fessenden. Durante la Nochebuena de ese año, Fessenden transmitió una breve emisión de música y mensajes de voz que se escuchó en la costa este de los Estados Unidos.

La primera transmisión regular de radio que se considera comercial fue en 1920 en Estados Unidos, realizada por la estación KDKA de Pittsburgh, Pensilvania. La transmisión fue realizada por Frank Conrad e incluyó la cobertura de las elecciones presidenciales estadounidenses de ese año, lo que marcó el inicio de la radio como un medio informativo y de entretenimiento accesible al público. Tanto impresionó a los contemporáneos que, muchos países se lanzaron a la carrera de hacerse con una propia radio, entre otros, como vemos, Suecia y España, y, en tan solo poco más de tres años, habían logrado establecer emisoras propias.

En Barcelona, parece ser que, tal día como hoy del año 1924, hace 100 años, salía en antena la primera emisión de Ràdio Barcelona, desde el Hotel Colón de Plaça Catalunya[1]. La emisora había sido creada unos meses atrás por la Associació Nacional de Radiodifusió, una sociedad cooperativa catalana fundada en 1924 por un grupo de empresarios de electricidad y telegrafía. Coincidía esta novedad con la apertura de la primera línea de metro entre la plaza de Lesseps y Catalunya.

En Suecia se consideró este invento inicialmente como un posible problema de orden, y se legisló para que, tanto la emisión como la escucha de radio, o la posesión de aparatos que permitiesen la captación de ondas, estuvieran sujetos a licencia del rey. En este país fue el estado el que se encargó de dominar la escena, dejando su desarrollo en manos de los Telégrafos Reales. Las primeras emisiones se efectuaron un par de mes y medio más tarde que las de Barcelona, el 1 de enero de 1925, fecha que, como es natural, se celebrará aquí, cómo hoy se hace en España.

Con la radio comienza una modernización de la difusión de noticias, que nos ha llevado a donde estamos hoy. Yo me pongo a pensar en tiempos remotos y en cómo se comunicaban las noticias, antes de la radio y me maravillo de las vicisitudes que se habían de pasar para comunicar una noticia, pongamos por caso, la famosa batalla de Lepanto. La noticia de la victoria en la batalla de Lepanto, que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571, tardó entre 23 días en llegar a Madrid. Los mensajeros que llevaron la noticia de la victoria recorrieron cerca de 2,000 kilómetros, uniendo Grecia, donde tuvo lugar la batalla, con la capital del Imperio español. Este trayecto cruzaba Italia hasta Roma, desde donde se enviaron mensajeros adicionales a través de Francia o por vía marítima hacia España. Gracias a la red de mensajería y comunicación establecida por Felipe II y la Santa Liga, se utilizó una red de postas que garantizaba que los mensajeros pudieran relevarse en diferentes puntos del trayecto, asegurando así una mayor velocidad. En principio, esa era la forma habitual de comunicar las noticias desde la antigüedad. Casi tres siglos más tarde, la noticia de la batalla de Balaclava que tuvo lugar en 25 de octubre de 1854, durante la guerra de Crimea, tardo dos semanas en llegar a Londres.

Con la revolución francesa, que mostró la importancia de hallarse informado en todo momento, para no ser tomado por sorpresa, se pensaron y realizaron pruebas con nuevas formas de comunicación. en 1794, durante la revolución, el inventor Claude Chappe creó el telégrafo óptico, que consistía en una serie de torres con brazos móviles que transmitían mensajes a distancia mediante una especie de “código visual”. Esto fue una autentica “revolución” en la manera de enviar y recibir mensajes, pero el origen de ese sistema, aunque no creo que el bueno de Chappe lo conociese, lo vemos ya en los sistemas de noraghes de Cerdeña, cuyas torres parece que funcionaban como torres del telégrafo óptico, con visibilidad hacia otras torres.  Usando el telégrafo óptico de Chappe se podían enviar mensajes desde Madrid a Valencia o Irún que llegaban en 30 minutos.

Las comunicaciones siguieron desarrollándose de manera que en las décadas de 1830 y 1840, el telégrafo eléctrico, inventado independientemente por Samuel Morse en Estados Unidos y por William Cooke y Charles Wheatstone en Inglaterra, revolucionó la comunicación. El sistema utilizaba cables y corrientes eléctricas para transmitir mensajes en código Morse, eliminando la dependencia de la visibilidad. El primer mensaje telegráfico en Estados Unidos en 1844, entre Washington D.C. y Baltimore, demostró su efectividad. Pronto se construyeron redes de telégrafo que unían ciudades y países, y en 1858 se estableció el primer cable telegráfico transatlántico, uniendo Europa y América. El primer mensaje telegráfico a través del cable transoceánico decía: «Gloria a Dios en el cielo, paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad».

Desde entonces, decenas de inventos han conseguido acelerar la información de manera que, hoy vivimos en la sociedad de la información. El teléfono, la televisión, el fax etc. Yo he vivido en primera persona, como todos los miembros de mi generación, las transformaciones comunicativas. Recuerdo perfectamente mis primeros aparatos, mi primer ordenador, mi primera incursión en Internet, mi primer correo electrónico. Con Google se abrió el mundo a mil recursos, un regalo para una rata de biblioteca como yo.

Lo de los teléfonos es otra historia. A mi me llegaron un poco tarde, porque no concebía yo que fuese necesario encontrarme a todas horas, pero al fin caí y me compré un teléfono “portátil” grandisimo, para llevar en el coche y de ahí hasta mi IPhone, en el que curiosamente, llevo mi medio de comunicación favorito, la radio. Sí, porque esa radio que cumple años un día como hoy, al menos en España, me ha acompañado desde que yo era un niño muy pequeño. ¡Cuántas noches me abre yo dormido escuchando el radioteatro! Recuerdo perfectamente las trasmisiones de hechos importantes, catástrofes, efemérides, desde mi casa, sentado en mi sillón favorito, sintiéndome participe de algo que estaba ocurriendo en ese mismo momento.

Mi cuñado Paco me introdujo al mundo de la radio nocturna regalándome un pequeño transistor para poner bajo la almohada. Era una forma fantástica de “limpiar” la cabeza de todas las ideas y los problemas cotidianos. Ahora, llevo siempre la radio conmigo a donde voy. La llevo en el teléfono, junto a toda la información que necesito, todos mis contactos, toda mi vida. Es maravilloso eso de poder escuchar la radio de todo el mundo en donde quiera que uno esté. Así que, en un día como hoy, en que se celebran las primeras emisiones en España, quiero felicitar a la radio en general y a las mañanas de Radio Nacional de España en particular. [2]


[1] https://www.rtve.es/rtve/20241113/radio-cumple-100-anos-espana/16328976.shtml

[2] https://www.rtve.es/play/audios/las-mananas-de-rne-josep-cuni/

centésimo trigésimo quinto paseo. Pensando en Bakú desde Lund y Mérida.

Voy paseando por Lund esta mañana de noviembre y siento que soy feliz. Es una sensación difícil de explicar con palabras, pero me llega por los cinco sentidos. Me gustan los colores entre ocre rojizo y amarillo, que cubren los aún no del todo desnudos árboles, y convierten el camino en una alfombra vistosa de contornos imprecisos. Me gusta el olor del otoño, de la tierra mojada y la fruta caída. Agradezco la sensación que me deja el viento frío en las mejillas, según voy caminado con el abrigo abotonado y la gorra de lana calada hasta las cejas. Me gustan también los sabores del otoño; las castañas, la remolacha cocida con mantequilla, la batata asada, la sopa de calabaza. Sacarme el guante y tocar un árbol centenario me hace sentir partícipe en el teatro de la vida. Soy rico en sensaciones y eso me basta.

“No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita” – frase de Séneca, el inmortal cordobés que tantas frases sabias regaló al mundo. Pienso un día como hoy, en el que los lideres mundiales se reúnen en Bakú, la capital de Azerbaiyán, si alguno o alguna entre ellos pensará de forma parecida a nuestro famoso estoico. Si lo hiciera, podría quizás llegar a actuar según las verdaderas necesidades de este mundo en que vivimos, sino del mundo en sí, al menos de la humanidad.

Seguramente sin conocer la frase de Séneca, una jovencita quinceañera se lanzó a la calle con un cartel, un día de septiembre de 2017, y se colocó en frente del parlamento sueco, para recordar a los políticos que el cambio climático era una realidad que se había constatado en la cumbre de París, dos años antes, pero que nadie parecía decidirse a hacer lo necesario para evitarla. Su ejemplo hizo mucho ruido mediático, pero no resultó en medidas que realmente fueran encaminadas a frenar el propio cambio climático. Una población en continuo aumento en países en vías de desarrollo veía como los países ya desarrollados, lejos de reducir su huella climática, aumentaban su gasto energético.

Cuan trileros, los gobiernos parece que tratan de disfrazar el aumento del consumo, hablando de digitalización y electrificación, pero la realidad es que estas inversiones están muy lejos de hacer descender nuestro uso abusivo de los medios energéticos. Cualquier calculo serio, muestra que las soluciones a esta catástrofe que se avecina, pasan por detener y aún mejor retroceder nuestro nivel de consumo en todos los ámbitos. Nadie lo propondrá, o quizás sí, alguien lo hará, para otros. No creo que ningún líder político relevante se atreva a regresar a casa de la cumbre de Bakú y decirle a su gente: “ciudadanos, es hora de frenar”.

Sin intención de adelantar lo que serán los resultados de esta cumbre de Bakú, me atrevo a presagiar que no serán tremendamente revolucionarios, porque, los países que cuentan, los grandes productores de gases que nutren el efecto invernadero:  el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso, léase, los Estados Unidos, China e India, no están por la labor, ni hay una política unificada europea para hacerlo. Desconozco si Greta Thunberg pensará ir a esta cumbre, si la escucharán o más bien harán como si la escuchasen. Pero lo cierto es que, en la conciencia de muchos ciudadanos de todos los países, morará el deseo de hacer algo radical para parar la catástrofe.

Desde una perspectiva castúa se puede considerar que esta política climática queda muy lejana. En realidad, la nueva realidad, la crisis climática, aporta para Extremadura una gran ocasión para su desarrollo. En una entrevista en El País el 30 de mayo de 2021, el entonces presidente de la Junta Guillermo Fernández Vara, decía: “Se están empezando a repartir de nuevo cartas en el mundo y con las que ahora vamos a jugar no son las mismas que las que nos dejaron hace 30 años”.    Esta es la ocasión de poner en valor lo que Extremadura tiene, que es mucho. Para empezar, la belleza natural de Extremadura y su biodiversidad, que la convierten en un destino atractivo para el ecoturismo. Promover el turismo sostenible y responsable puede generar ingresos sin degradar el entorno, eso en una época en que los grandes destinos turísticos están saturados y se consideran como algo contrario a los intereses de la población autóctona; lo vemos en Barcelona, en Mallorca, en Canarias y en todos los lugares que han sido seriamente degradados por el turismo de masas.

Otro de los grandes valores de Extremadura está en la dehesa, un ecosistema sostenible y adaptado al clima mediterráneo, que ofrece un modelo de producción agrícola y ganadera ecológicamente equilibrado. Sin olvidarnos de las posibilidades que ofrece el subsuelo, y el sol que recurrentemente calienta la región. El litio, los paneles fotovoltaicos, el viento, permitirán a Extremadura estar a la cabeza de las regiones que optan por la nueva economía y hará que alcance la neutralidad climática hacia 2030, 20 años antes de lo previsto para el conjunto de España.

Aunque las perspectivas económicas para Extremadura parecen llevar a una convergencia de su PIB con la media del resto de España, es crucial que la cuestión de la sostenibilidad no se descuide. Una economía sostenible es en la practica una economía que no abusa de los recursos y que aprende a vivir de una forma más acorde a las posibilidades del planeta. Para eso hay que educar en sostenibilidad, no solo en las escuelas e institutos. Esto se puede hacer de muchas maneras, y ya hay buenos ejemplos de ello. Incorporando la sostenibilidad como un tema central en el currículo escolar ayudaríamos a que los niños y jóvenes crezcan con una conciencia ambiental sólida. Las escuelas pueden incluir talleres sobre reciclaje, energías renovables, uso eficiente del agua y agricultura sostenible.

Pero, sobre todo, me atrevo a opinar, sería necesario conseguir un cambio de actitud en la sociedad en general, una concienciación de que es un deber usar los recursos necesarios sin abusar de ellos, ya sea comida, energía, espacio etc. Según la ética ambiental, filósofos como Aldo Leopold, Arne Næss y Peter Singer, entre otros, el valor de la naturaleza no debe medirse solo en función de su utilidad para los humanos, sino que los ecosistemas, animales y plantas tienen valor intrínseco y deben ser protegidos por derecho propio. Este enfoque ético puede motivar políticas y comportamientos que promuevan la sostenibilidad a largo plazo.

Debemos sustituir el antropocentrismo que impera hoy, por el biocentrismo, que otorga valor moral a todos los seres vivos, y el ecocentrismo, que considera los ecosistemas y sus interconexiones como fundamentales. Debemos, creo yo, promover la filosofía de la simplicidad voluntaria por una vida con menos consumo material y más enfocada en los valores humanos, las relaciones, el conocimiento y el bienestar espiritual. Una economía sostenible no puede basarse en el crecimiento constante, que agota los recursos naturales y daña los ecosistemas. cuestionar los modelos económicos actuales y proponer alternativas, en busca de una vida más sencilla y sostenible, es esencial. Los filósofos argumentan que, al explotar los recursos naturales y alterar el clima, no solo estamos afectando el presente, sino privando a las futuras generaciones, de un planeta saludable. La justicia intergeneracional nos invita a actuar de forma responsable, asegurando que las próximas generaciones, nuestros nietos y su descendencia, tengan acceso a los mismos recursos y oportunidades que nosotros hemos tenido.

Desde una perspectiva existencialista, el sentido de responsabilidad individual y libertad en nuestras decisiones cobra también importancia. Filósofos como Heidegger y Thoreau sugieren que estar en armonía con la naturaleza es fundamental para la realización humana y el sentido de pertenencia. Esta idea anima a desarrollar un respeto profundo por la naturaleza y a llevar un estilo de vida en sintonía con el medio ambiente.

Por su parte, el ecofeminismo, con la ya desaparecida, Karen Warren y Françoise D’Eaubonne, entre otras, vincula la explotación de la naturaleza con la opresión de las mujeres, destacando la interrelación entre las desigualdades de género y los problemas ambientales. Las ecofeministas argumentan que la estructura patriarcal que explota la naturaleza y subestima el papel de la mujer necesita ser replanteada para lograr una sociedad más equitativa y ecológica. Esta visión enfatiza la importancia de relaciones de cuidado y colaboración, en lugar de dominación, como base para la sostenibilidad. La reproducción, para ellas, debe anteponerse a la producción.

Filósofos contemporáneos como  Byung-Chul Han, Albert Borgmann o Andrew Feenberg, entre otros, reflexionan sobre el papel ambivalente de la tecnología. Si bien la tecnología puede contribuir a la sostenibilidad, por ejemplo, mediante energías renovables y eficiencia, también ha facilitado la explotación de recursos y el consumo excesivo. La filosofía nos invita a evaluar de manera crítica hasta qué punto la tecnología contribuye o no a un futuro sostenible y a reflexionar sobre su uso ético y responsable.

Finalmente, La noción de sostenibilidad tiene en su núcleo el concepto de bien común, es decir, el bienestar compartido que trasciende los intereses individuales. La filosofía del bien común promueve un compromiso hacia el bienestar colectivo, entendiendo que el equilibrio ambiental y el desarrollo sostenible no pueden lograrse si no adoptamos una visión compartida y solidaria, que es el motivo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. La sentencia de Séneca es ahora verdaderamente actual; aprendamos a vivir sin dilapidar los bienes que la naturaleza nos ha brindado y seremos todos más felices.

Centésimo trigésimo cuato paseo. Despertando en el aniversario de la Noche de los Cristales Rotos.

Me despierto ya de mañana y recibo las felicitaciones de mis hijos en el día del padre. Yo me alegro en el alma de que este día no pase desapercibido, pero en el fondo pienso en un aniversario un poco olvidado, de gran importancia, del que pensaba escribir hoy: la Noche de los Cristales Rotos, Kristalnacht.[1]

La «Noche de los Cristales Rotos» (Kristallnacht), ocurrida entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938, fue un episodio sombrío en la historia del antisemitismo en Europa, donde el régimen nazi dio rienda suelta a la violencia organizada contra la comunidad judía en Alemania, la Austria anexada, y las áreas de los Sudetes de Checoslovaquia recientemente ocupadas por tropas alemanas. Instigada primariamente por los oficiales del Partido nazi y miembros de las SA (Sturmabteilungen o guardias de asalto) y la Juventud Hitleriana. Durante esa noche, decenas de judíos fueron asesinados y miles de sinagogas, negocios y hogares judíos fueron destrozados, marcando el inicio de la persecución sistemática que culminaría en el Holocausto. La fecha es un recordatorio crucial del peligro que acecha cuando el odio se convierte en política y se normaliza en la sociedad, cuando los prejuicios se institucionalizan, y la violencia se acepta como medio de resolución de conflictos. No lo debemos olvidar nunca.

Hoy, en el contexto de la guerra entre Israel y Hamas-Izbuláh, esta historia vuelve a resonar de forma profundamente trágica. La situación actual, marcada por décadas de conflicto, desplazamientos y heridas no sanadas, ha dejado a ambas comunidades, tanto la judía como la islámica, atrapadas en una espiral de violencia que da lugar a la deshumanización y el desprecio mutuo. Aunque las circunstancias son muy distintas, la «Noche de los Cristales Rotos» nos recuerda el precio de despojar al “otro” de su humanidad. Nos muestra lo rápido que una sociedad puede descender hacia la violencia y la injusticia cuando se convierte en enemigo a toda una población. No lo debemos olvidar nunca, cuando oímos los coros del odio en manifestaciones.

En la situación de Israel y Palestina, donde tanto los israelíes como los palestinos han sufrido y siguen sufriendo inmensamente, la historia de la Kristallnacht debería advertirnos contra los peligros de alimentar una narrativa de odio, que desgraciadamente, se deja entrever en algunos colectivos de izquierda, contra Israel y el pueblo judío y entre parte de la derecha, contra todo lo que representa el islam.  Los ataques indiscriminados, ya sea contra civiles palestinos en Gaza o civiles israelíes, y la constante retórica de odio que se perpetúa en ambos lados, son síntomas de una violencia estructural que se asemeja, en su deshumanización y brutalidad, a la que desencadenó el Holocausto. La lección que nos deja Kristallnacht no es solo el horror de la violencia desatada, sino la inminente amenaza que se cierne cuando no se protege el derecho humano de todos, sin excepción, a vivir en paz y dignidad. No lo debemos olvidar nunca, cuando vemos las terribles imágenes de niños inocentes, victimas del odio.

Kristallnacht es, así, un recordatorio de la necesidad de poner un alto a la radicalización, que amenaza con tragarse la convivencia y la paz posibles en cada nuevo ciclo de violencia. Nos exige recordar que una comunidad destrozada no solo pierde sus hogares y su seguridad, sino que con cada fragmento roto de sus vidas se destruye también el tejido de humanidad compartida. No debemos olvidar nunca ni dejar que se olvide por las generaciones venideras.

El recuerdo de Kristalnacht debería servir para intentar detener la espiral de violencia y odio en Palestina. Sin duda, un reto monumental, pero no imposible. Requiere esfuerzos tanto internos, en las partes en litigio, como internacionales, compromisos a largo plazo y cambios fundamentales en la forma en que ambas comunidades, israelíes y palestinos, y el mundo alrededor abordan el conflicto. Debe haber un diálogo continuo e imparcial, facilitado por mediadores internacionales confiables. Aquí echo de menos un Consejo de Seguridad que funcione y mediadores verdaderamente neutrales. Las negociaciones previas han sido obstaculizadas por falta de confianza y parcialidad percibida. La mediación tendría que venir de organizaciones internacionales que ambas partes consideren neutrales. Tanto los países de Medio Oriente como otros actores globales deben comprometerse a apoyar una paz justa y duradera, dejando de lado intereses propios y abordando el conflicto desde una perspectiva humanitaria y de derechos humanos.

Para construir confianza, es crucial que ambas partes y la comunidad internacional se comprometan a proteger a los civiles. Esto implica que las acciones militares deben regirse estrictamente por los principios humanitarios internacionales, y cualquier acto que ponga en riesgo a civiles debe evitarse. Las violaciones a los derechos humanos cometidas por ambos lados deben ser investigadas y juzgadas imparcialmente. Crear mecanismos de justicia que no discriminen entre víctimas israelíes y palestinas es un paso esencial para evitar futuros actos de represalia y construir la paz. Pero, no olvidemos, que esta última explosión de violencia fue responsabilidad de Hamas, el grupo que gobierna en Gaza, que lanzó un ataque masivo contra Israel el 7 de octubre de 2023. Este acto violento, que incluyó el asesinato de civiles y la toma de rehenes, desencadeno la respuesta militar israelí. No debemos olvidar esto nunca, cuando lamentamos las víctimas de esta guerra.

En el aniversario de Kristalnacht debemos reflexionar sobre La Kristallnacht, lo que representó y lo que representa, que fue un acto de brutalidad estatal y social contra una minoría judía ya vulnerable en la Alemania nazi, que se convirtió en un preámbulo a atrocidades mayores al no recibir una condena y contención internacional contundente en su momento. En este sentido, hay aspectos fundamentales que los líderes israelíes podrían considerar para romper con la espiral de violencia y odio que caracteriza el conflicto con los palestinos. Porque los lideres israelíes, que no han de confundir con los judíos en general, son los que representan un estado poderoso y los palestinos, no confundir Hamas con el pueblo palestino, son ahora los que sufren la injusticia de un castigo indiscriminado. Kristallnacht mostró cómo la deshumanización de un grupo específico puede desembocar en una tragedia mayor. En el caso israelí-palestino, una postura fundamental sería que los líderes israelíes reconociesen plenamente los derechos humanos y la dignidad de los palestinos, tanto dentro de Israel como en Gaza y Cisjordania. Es vital que el liderazgo no caiga en discursos de odio ni en medidas colectivas que deshumanicen a los palestinos, ya que esto solo aumenta el resentimiento y el ciclo de venganza. No olvidemos nunca la Noche de los Cristales Rotos.


[1] https://cnu.libguides.com/theholocaust/kristallnacht

Centésimo trigésimotercer paseo. Bibliofilia.

Tengo tres lugares fijos en los que parar durante mis paseos, dos de ellos son bibliotecas y el tercero es el anticuario, que desgraciadamente, va a cerrar en los próximos días. Echare mucho de menos este lugar tan familiar, sus pequeños letreros siempre escritos a mano, con una letra antigua que reconozco por parecerse mucho a mis ejercicios de caligrafía. Siempre me paro ante su pequeño escaparate, repleto de recuerdos y sorpresas. Si está abierto, que no es todos los días ni según el horario normal del comercio, paso a saludar. Ojeo las estanterías, primero vagamente, por encima, y, casi sin darme cuenta, me llama la atención alguno de los volúmenes que milagrosamente encuentran un sitio en las estanterías y lo extraigo con cuidado para hojearlo. Cada volumen que acaricio lleva la impronta de otras manos, de otras almas que, como yo, buscaron en ellos las huellas de quienes nos precedieron. Amarlos es mi destino y mi consuelo y el fuego que me impulsa a descubrir, a cuestionar y a entretejer mi propia historia con las historias de otros. No es raro que me quede un buen rato, en ocasiones subido a una renqueante escalerilla, absorto en la lectura. Salgo casi siempre con algún tesoro en la mochila, si llevo dinero, claro, porque aquí no se conoce otra forma de pagar que dinero contante y sonante. Llevo años tratando de hacer comprender a mi amigo librero lo cómodo que sería para sus clientes poder pagar con tarjeta, pero, nada, él no da su brazo a torcer.

En cuanto a las bibliotecas, son lugares completamente diferentes. La biblioteca de la universidad tiene todo y si no lo tiene se encarga. Allí voy a recoger algún libro o a consultar fondos históricos. También me paro a conversar con algún bibliotecario de los antiguos, que ya van quedando muy pocos. Es un edificio de aspecto majestuoso y con gran carácter, aunque no es tan antiguo como parece. Se construyó en 1907 en un estilo pastiche gótico, que parece emular los decorados de Harry Potter pero que los amantes de la arquitectura monumental, congregados en “La Asociación Rebelión de la Arquitectura» (Föreningen Arkitekturupproret), eligió como “la mejor obra arquitectónica de Suecia de todos los tiempos”, en 2017. Debo de confesar que, en las entrañas de este edificio, he pasado parte de los mejores años de mi vida. La biblioteca pública de la ciudad es un edificio moderno y lleno de luz. A la hora que vaya, encontraré siempre muchos jóvenes y mayores. Los jóvenes preparan trabajos y los mayores, como yo, disfrutan la lectura o buscan un lugar de encuentro, que mitigue su soledad. La soledad es más dulce en una biblioteca. Así luce a las siete y media de esta mañana del 8 de noviembre la biblioteca de la universidad de Lund.

Confieso sin rodeos que soy un explorador de mundos silenciosos, un viajero del tiempo que ha recorrido las épocas y los rincones más profundos de la humanidad, guiado por libros de páginas gastadas., amarillentas y ese inconfundible olor a humedad. Muchos de mis días han transcurrido entre las sombras y luces de innumerables bibliotecas, donde he hallado en las palabras escritas un refugio y un universo sin fin. Los libros son mis compañero,s eternos guardianes de secretos y relatos que nunca dejan de revelarse, siempre nuevos y siempre sabios.

Con el tiempo, he ido juntando libros, hasta convertir mi casa, ante el fastidio de mi compañera, en una biblioteca desordenada. Y es que mi amor por los libros es algo mucho más profundo que el simple gusto por leer; es una relación de lealtad y reverencia. Cada libro que poseo no es solo un objeto de papel y tinta, sino un amigo y un confidente, una puerta a un momento específico de mi vida y a mundos que me han marcado de muchas maneras. Son recuerdos de descubrimientos y emociones que he vivido en sus páginas. Son mis queridos amigos. Deshacerme de un libro sería como arrancarme una parte de mí mismo. No importa cuántos años hayan pasado desde que lo leí; cada uno guarda en sus páginas un fragmento de lo que fui y lo que soy. En ellos está la historia de mis propias vivencias entretejida con las historias del pasado, del arte, la filosofía y el pensamiento de los grandes escritores y pensadores. Mis libros son como un mapa de mi espíritu y una crónica de mi evolución, y por eso cada uno de ellos es irremplazable.

Algunos de esos libros no los he leído en decenios, pero, si acaso le dejo prestado uno a un amigo, al poco tiempo echo de menos justo ese libro, cuando voy a citar algo. Esto es rarísimo, pero es lo que suele pasar, por tanto, no soy partidario de dejar prestados mis libros, mejor compro uno y regalarlo, que prestar. Desgraciadamente, hace ya unos años, los libros no caben ya en mis estanterías y he tenido que ir dejándolos en mi casita de campo, lo que hace que yo vaya allí muy a menudo. No cabiendo ni allí, he empezado a llenar el desván y todos los espacios rellenables, y, al estar repletos, los voy almacenando en casa de parientes.  Decidir qué libros se quedan en las estanterías y cuáles se guardan en el zaguán o en cajas es tan difícil porque cada libro tiene un valor especial. La estantería es un lugar de honor, donde los libros más significativos están al alcance de la mano, como una constelación de recuerdos y saberes a la vista. Elegir qué se queda y qué se guarda es una especie de acto simbólico: es definir qué conocimientos, ideas y emociones deseo tener más cerca, esos libros que tal vez sean los primeros en los que pienso cuando buscas inspiración o consuelo. A veces, es casi imposible decidir porque cada libro representa una experiencia o un periodo de tu vida, un descubrimiento o una emoción particular que permanece en sus páginas. Guardarlos en el zaguán o en cajas no es falta de amor por ellos, sino simplemente el reconocimiento de que, aunque el espacio es limitado, el vínculo permanece. Para quienes aman los libros, es una elección entre tesoros que, incluso cuando se alejan de la estantería, nunca se apartan del corazón.

Y es que, cada uno de mis libros ha sido testigo y compañero en momentos de mi vida, podría decir que han sido escalones que he ido subiendo, o bajando, a lo largo de mi existencia, desde el día que aprendí a leer y empecé a sentarme en una silla bajita, hecha a mi medida por un vecino mañoso, en un rincón de la cocina, al calor del fogón de carbón, en las tardes de invierno. Mi tía Mari me trajo una caja grande llena de libros, que habían pertenecido a mis primos, ya mocitos. Entre los que había cuentecitos de Calleja, Platero y Yo, Ivanhoe, los viajes de Gulliver, Robinson Crusoe y un montón de tebeos, de los que todavía conservo algunos. A los diez años había yo ya devorado cientos de libros, con el Principito, el Quijote, el lazarillo de Tormes y el Buscón incluidos. Todos leídos en la sillita y llegados a casa como regalo de mi tía o comprados por mi padre. Después, ya mayorcito, fui ahorrando para comprar mis propios libros. El primero que compré con mi dinero fue la Ciudad y los Perros, la primera novela de Vargas Llosa. Eso lo recuerdo muy bien, porque la leí en la cama, convaleciente de una pulmonía.

Hay libros muy especiales, como Los Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada, de Pablo Neruda. Este libro fue mi particular Ars Amandi en mi pubertad, en especial el poema V:

Para que tú me oigas

mis palabras

se adelgazan a veces

como las huellas de las gaviotas en las playas.

Y seguí comprando libros, de poesía al principio, más tarde prosa, luego de historia y de política, al tiempo que iba siendo consciente de la realidad en España. Leí a Paz, Hierro, Laforet, Vallejo, Medio, Gorostiza, Matute, Huidobro, Cortázar y todo lo que se ponía en mi camino, incluidos los sainetes de Arniches o novelas de Pedro Antonio de Alarcón. Pude leer a Marx, Sartre y hasta Mao (en portugués) y, al llegar a Suecia, encontré una gran cantidad de libros en español, que no circulaban en España y descubrí a García Lorca, por medio de una amiga americana. Aquí, en Suecia, se podía leer todo, sin filtro y yo compraba y compraba. Descubrí en Madrid la librería Pons y allí estuve comprando libros durante los 80. En Cataluña compré cantidad de libros en la librería de la Generalitat, por ejemplo, los 23 tomos de Paraules del president de la Generalitat, con todos los discursos de Jordi Pujol, y todo lo que pude encontrar, sobre política catalana. En la librería Castro de Barcelona encontré libros raros y perlas antiguas. Creo humildemente que tengo una biblioteca muy completa sobre el catalanismo desde Lo Catalanisme de Almirall hasta M´explico de Puigdemont. De mi suegro heredé una biblioteca muy completa con clásicos y mucha filosofía y, naturalmente, religión, ya que él era un destacado historiador de las religiones, cuyo Trisvabhāva: un estudio sobre el desarrollo de la teoría de las tres naturalezas en el Budismo Yogācāra fue en su día un trabajo pionero para el análisis del budismo. Después he seguido comprando libros y recibiendo libros de amigos, editoriales y universidades. En fin, que mi compañera dice que basta de libros, aunque ella aporta grandes cantidades de libros de ciencias sociales y pedagogía, que van desplazando a los míos de las estanterías. Es una lucha, metro por metro, donde mis libros tienen la de perder y van siendo desplazados a el exilio en cajas. En último momento, consigo a veces salvar alguno, argumentando que lo necesito o que lo estoy leyendo, y así salvarle del cartón. Siempre he intentado tener un cierto orden, por temas, por autores, por épocas, pero casi siempre, por una cosa o por otra, la colección se sume en un cierto caos, que solo yo conozco. Suelo encontrar siempre lo que busco (si no me lo han movido de sitio) casi automáticamente.

En mi labor docente, como profesor de historia, he utilizado siempre la literatura como herramienta complementaria, porque ofrece una visión íntima y profunda de los contextos sociales, culturales y emocionales que los hechos históricos, por sí solos, no siempre revelan. A través de personajes, tramas y ambientes, las obras literarias permiten experimentar de manera cercana las vivencias de personas reales o ficticias en diferentes épocas, brindando una perspectiva humana y compleja de los eventos históricos, que los libros de texto no consiguen comunicar. Siempre he tenido una buena relación con los profesores de lengua y con los bibliotecarios y juntos hemos podido organizar temas conjuntos, ambiciosos proyectos con el fin de promocionar la lectura en los estudiantes.

La literatura hace que los hechos históricos cobren vida al presentarlos desde la perspectiva de los personajes que los vivieron. Por ejemplo, novelas como Los Miserables de Victor Hugo transmiten el impacto de la pobreza y la injusticia social en la Francia del siglo XIX, permitiendo que el lector entienda esos tiempos desde una óptica emocional y humana, como para explicar las características sociales en el ámbito rural en España, durante la era napoleónica, puedo utilizar El Sombreo de Tres Picos, de Alarcón, por poner otro ejemplo,  o mostrar la tragedia de la guerra con la ayuda de Sin Novedad en el Frente de Remarque. Las obras literarias reflejan los valores, las creencias y las preocupaciones de sus épocas. Libros como Orgullo y prejuicio de Jane Austen muestran la estructura social y las expectativas de la vida cotidiana en la Inglaterra de principios del siglo XIX, y ayuda a comprender cómo pensaban y vivían las personas comunes en ese momento. La literatura invita a los estudiantes a ponerse en el lugar de los personajes, a comprender sus luchas y decisiones en momentos de conflicto, como en la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Civil Española. Por tanto, se fomenta la empatía y el pensamiento crítico, y permite cuestionar y reflexionar sobre los motivos y las consecuencias de los hechos históricos desde una visión más cercana.

Naturalmente, las fuentes son esenciales en el estudio de la historia, pero, la literatura se convierte en un complemento perfecto para las esas fuentes históricas, y añaden color y textura a los hechos objetivos. Si bien la historia ofrece la cronología y el contexto de los acontecimientos, la literatura permite comprender el impacto subjetivo de esos eventos en los individuos y comunidades y ofrece una visión más completa de la historia, enriqueciendo el estudio académico con una dimensión más emocional y personal. Al leer literatura de distintas épocas, también se observa cómo evolucionan el lenguaje, las ideas y los temas de interés, lo cual ayuda a entender mejor los cambios históricos, culturales y filosóficos de una sociedad a lo largo del tiempo.

Leer proporciona también grandes beneficios a los estudiantes, porque requiere enfoque y atención sostenida, habilidades esenciales para el estudio. Cuando los estudiantes practican la lectura, aprenden a concentrarse en un solo contenido durante períodos prolongados, lo que fortalece la capacidad de estudiar de manera disciplinada y sin distracciones. Se discute si esa lectura debe ser en papel o en pantalla y yo opino que debe hacerse de las dos maneras. Toda lectura es buena, y las pantallas están aquí para quedarse. Opino personalmente que un libro es siempre preferible, pero utilizo medios digitales para introducir la lectura en pequeñas porciones. Si le interesa, el estudiante pasa al libro, casi sin darse cuenta. La lectura es el cimiento sobre el cual se desarrollan muchas habilidades necesarias para el estudio efectivo, desde la comprensión profunda hasta el pensamiento crítico y la autonomía. Leer de manera habitual facilita la adquisición de conocimientos, y también fomenta una actitud de aprendizaje constante. En el material didáctico que he creado para el aprendizaje de la historia en todos los niveles de la enseñanza media superior en Suecia, Digilär Historia 1ª, 1b, 2a y 2b, combino los temas históricos con una selección literaria. Por el momento, estoy ajustando el contenido a los nuevos cambios curriculares anunciados para el año que viene.

Soy partidario de escribir historia de manera que aporte valores literarios. En España y Suecia, la historiografía se centra en análisis teóricos y académicos, y menos en la narrativa atractiva. Aunque se valora el lenguaje literario, los estudios históricos suelen intentar parecer rigurosos y analíticos, priorizando la pretendida exactitud y el rigor sobre el estilo narrativo. En los países anglosajones, sin embargo, existe una tradición fuerte de narrar la historia de forma accesible y atractiva, dando un lugar destacado a la función literaria de la historia. Desde autores como Edward Gibbon con Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, se busca atraer al lector general, creando obras que no solo informen, sino que también cautiven. Este enfoque narrativo se ha trasladado a los historiadores modernos anglosajones, quienes muchas veces buscan narrar la historia con una prosa cuidada, permitiendo que el lector «experimente» el pasado como si estuviera presente. Fuera de la esfera anglosajona, la escritura histórica de Emmanuel Le Roy Ladurie, combina rigor académico con un estilo narrativo atractivo, que lleva al lector a sumergirse en el pasado a través de detalles cotidianos y una estructura casi novelística. Como uno de los representantes más destacados de la microhistoria y la escuela de los Annales en Francia, estudia la vida de comunidades pequeñas o casos específicos, utilizando estos microcosmos para arrojar luz sobre grandes cuestiones históricas. Su obra más conocida, Montaillou, aldea occitana, explora la vida cotidiana de un pueblo medieval en el sur de Francia y utiliza los registros de la Inquisición para construir una imagen detallada de las relaciones, pensamientos y cultura de los habitantes. Le Roy Ladurie centra su estudio no solo en los hechos sino también en la mentalidad, las creencias y las emociones de las personas en el pasado. Este enfoque en la “historia de las mentalidades” permite comprender cómo las personas veían su propio mundo, sus miedos, sus esperanzas y sus formas de entender la vida, brindando una comprensión más rica y humana del pasado. Él es sin duda uno de mis grandes inspiradores.

En Suecia tenemos a Dick Harrison, un destacado historiador contemporáneo, que fue doctorando conmigo en los años 80, especializado en historia medieval y en la historia de Escandinavia. Harrison es notable por su enfoque accesible, detallado y abarcador, que se orienta tanto a una audiencia académica como al público en general, conocido por su habilidad para combinar rigor histórico con un estilo narrativo atractivo, lo cual lo convierte en uno de los divulgadores históricos más respetados en Suecia. Todavía recuerdo su presentación de la tesina de grado sobre los longobardos, es una historia por si sola. Su obra se centra ampliamente en la historia medieval, con especial atención a la historia de Escandinavia, Europa Occidental y las Cruzadas. A través de sus investigaciones, aporta una visión detallada y profunda sobre los sistemas políticos, sociales y culturales de la Edad Media. Por ejemplo, en su serie Slaveri (Esclavitud), explora el papel de la esclavitud desde la Antigüedad hasta el Renacimiento, abarcando temas que tradicionalmente no han recibido tanta atención en la historiografía escandinava. Harrison también aborda temas históricos desde una perspectiva que incorpora aspectos sociológicos, culturales y económicos, mostrando cómo estos elementos han influido en el desarrollo de la sociedad.

Yo se que el gran inspirador de Harrison fue el historiador sueco Carl Grimberg, catedrático de instituto (como yo) y autor de la obra  Svenska folkets underbara öden (Los maravillosos destinos del pueblo sueco), publicada entre 1913 y 1924 en nueve volúmenes, con dos volúmenes suplementarios entre 1932 y 1939 y una edición revisada de 1959 a 1963, que es la que Harrison leyó como niño y que yo compré en los 70 en un anticuario y utilicé como fuente de conocimiento sobre la historia sueca, de gran ayuda para mí en mis futuros estudios. Además, este Grimberg era como yo un asiduo navegante, dicho sea de paso. Grimberg usaba un estilo narrativo vivo, casi novelístico, que hacía la historia atractiva para el lector común, a diferencia de muchos historiadores de su época, que empleaban un lenguaje más académico. Grimberg optó siempre por una prosa fácil de entender y de tono conversacional, lo que permitió que muchas personas sin formación académica en historia, niños y jóvenes, accedieran al conocimiento histórico de manera entretenida y cautivadora. Harrison se ha convertido sin duda en el nuevo Grimberg. En 2013, en un acto en que se me concedió un premio a mi trayectoria docente, presentó su gran obra Sveriges historia (La historia de Suecia) de la que él era redactor y autor de dos de los ocho tomos. Para mí, fue el momento en que confirmó ser el nuevo Grimberg.

Los once volúmenes de Grimberg y los ocho de Harrison et al los tengo en cajas, junto con la gran enciclopedia sueca Nationalencyklopedin en 20 tomos. Los recursos digitales han trasladado a esas obras de consulta a los cuartos trasteros, desgraciadamente o afortunadamente, según se vea. Pero no concibo mis reservas literarias como cementerios de la literatura sino como criogenia. Estos libros desplazados de las estanterías, están esperando a que un corte de luz les devuelva a su sitio. Esto de el futuro digital es demasiado sensible a cuestiones fuera de nuestro alcance. ¿Quién sabe cuanto tiempo podremos seguir disfrutando de los medios digitales? Catástrofes, guerras y muchas más cosas pueden hacer que nuestras pantallas queden mudas y ciegas y, entonces, agradeceremos tener esos tomos olvidados en el desván. Mi máxima es: ¡nunca tires un libro! Por el valor y el respeto, por el conocimiento y la historia que contienen los libros, hay que preservarlos, porque cada volumen, incluso el más desgastado, guarda una chispa de sabiduría, un destello de momentos vividos. Mantener los libros cerca es para mí mantener vivo su legado, un recordatorio de que siempre pueden volver a hablar y aportar algo nuevo en otro momento de mi vida. Gracias a los recursos digitales, estoy viendo hoy a Beatriz Mariño entrevistar a Rosa Lencero la primera y única directora que ha tenido la Editora Regional de Extremadura en su 40 aniversario, desde Santa Marta de los Barros. Un lujo que me permite internet.

Centésimo trigésimo segundo paseo. Repensando la ley Campoamor.

Paseando por las calles a solo un día después de la victoria electoral de Trump en las elecciones presidenciales del país más poderoso del mundo, escucho por la radio las explicaciones, que informadores y políticos tratan de ofrecer. Casi todos se lamentan de las llamadas “fake news” y echan la culpa de la derrota de Harris al efecto que, la divulgación de bulos a través de los nuevos medios de comunicación de masas, ha venido a representar. La mentira, claman, se ha apoderado de la escena política. Oyendo este rasgarse las vestiduras de algunos, me pregunto, si no debían de repasar un poco la historia, no solo la reciente o contemporánea, sino la historia en todo su profundo pasado.

«Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira»/ Ramón de Campoamor

En realidad, desde el mismo momento en que se inventó la escritura, este invento fue usado para difundir mentiras. No solo mentiras, claro está, pero en gran medida. Así que, cuando usamos las fuentes tradicionales de la historia, los escritos originales, las inscripciones etc. debemos siempre dudar, no de la autenticidad de las fuentes, sino de lo que están nos cuentan sobre los hechos que explican. Ya en tiempos tan remotos como en el año 1274 antes de nuestra era, el faraón Ramsés II, mintió como un bellaco sobre los resultados de la Batalla de Kadesh contra los hititas. Aunque el resultado fue más un empate que una victoria, Ramsés difundió la idea de una gran victoria para fortalecer su autoridad y reputación. Ordenó que esta «victoria» se grabara en templos y monumentos, lo que creó una narrativa oficial en Egipto que favorecía su liderazgo. Un bulo grabado en piedra. Al faraón no le votaba el pueblo, pero era importante para él dar a entender que era un dirigente poderoso y eficaz.

Permítaseme dar un salto considerable, para no cansar, y plantarme en la antigua Roma, donde el emperador Augusto escribió o mandó escribir las Res Gestae Divi Augusti (las gestas del divino Augusto), un documento que detallaba sus «logros», presentándose como un salvador de Roma, y omitiendo detalles importantes, como los métodos brutales para consolidar su poder. También minimizó la violencia de las guerras civiles que lo llevaron al poder, Esta narrativa sirvió para legitimar su régimen y afianzar la imagen de «pax romana», que él deseaba infundir.

En la Edad Media, la donación de Constantino, documento falsificado, creado en el siglo VIII, afirmaba que el emperador romano Constantino el Grande había transferido el control de gran parte del Imperio Romano de Occidente al Papa Silvestre I y sus sucesores. La Iglesia utilizó este documento para justificar su autoridad sobre los territorios de Europa Occidental y para reclamar privilegios políticos y territoriales. Aunque fue expuesto como falso en el Renacimiento por el erudito Lorenzo Valla[1], la Donación de Constantino fue una mentira poderosa durante siglos.

En el siglo XIV, durante la pandemia de la peste negra, surgió el mito de que los judíos estaban envenenando los pozos para propagar la enfermedad. Esta mentira, que no tenía ninguna base, provocó la persecución y asesinato de miles de judíos en diferentes regiones de Europa. El mito se difundió rápidamente debido al miedo, la ignorancia y el antisemitismo generalizado, y fue utilizado como pretexto para masacrar y expulsar comunidades judías. Este bulo se repitió a lo largo de la historia y ha sido empleado, junto a bulos parecidos, hasta nuestros días para demonizar a los judíos, en algunos países del Medio Oriente. Grupos extremistas han utilizado esta narrativa en propaganda antisemita. Por ejemplo, han circulado rumores y acusaciones sin fundamento que afirman que los judíos envenenan alimentos o el agua de poblaciones palestinas. En 1983, el ministro de Defensa sirio, Mustafa Tlass, publicó un libro titulado El Matzoh de Sión, que difundía la mentira medieval del libelo de sangre, acusando a los judíos de matar niños cristianos y musulmanes para rituales religiosos. Esta obra, que carece de base histórica, fue promovida en la región y contribuyó a la hostilidad y es usada todavía hoy en medios islamistas. Durante la pandemia de COVID-19, algunas teorías conspirativas antisemitas sugirieron que los judíos estaban detrás de la propagación del virus o que lo habían creado para beneficiarse económicamente de la crisis. Aunque no se trataba del «envenenamiento de pozos» en sentido literal, la narrativa era similar.

Un auténtico virtuoso en el arte de manejar los medios de información de los que disponía era el rey sueco Gustavo Adolfo (Gustav II Adolf), el rey que se convirtió en pastel tras morir en la batalla de Lützen el 6 de noviembre de 1632. Este rey, llevó a Suecia a la guerra en Alemania, apoyado por subvenciones francesas, para, en interés francés, debilitar el poder de los Austrias y apoyar a los protestantes. Aprendió a utilizar la imprenta, que era el medio que tenía a mano, para distribuir relatos que desprestigiasen a los católicos y realzaran su persona, como el salvador. Cientos de miles de octavillas con grabados de famosos artistas fueron distribuidas por toda Alemania. En su propaganda, Gustavo Adolfo acusó a los ejércitos católicos de ser brutalmente opresores y de llevar a cabo masacres en ciudades protestantes. La propaganda sueca representaba a los católicos como crueles y bárbaros, justificando así la intervención sueca. Este enfoque ayudó a radicalizar a la población protestante, que veía la intervención sueca como una lucha por la supervivencia frente a la supuesta brutalidad católica. Este tipo de propaganda es reconocible en los relatos de la actual guerra de Ucrania, en la que ambos lados se acusan de atrocidades.

La propaganda sueca promovía además la idea de que el ejército de Gustavo Adolfo era disciplinado, piadoso y moralmente superior a los ejércitos católicos. Sin embargo, al igual que otros ejércitos de la época, sus tropas cometían saqueos y actos de violencia. Este contraste entre la imagen idealizada y la realidad ayudaba a mantener una narrativa positiva en los territorios protestantes, pero la realidad en las zonas de ocupación sueca era mucho menos noble. Gustavo Adolfo prometía por ejemplo libertad religiosa a las poblaciones protestantes de los territorios que entraban bajo su control, presentándose como un protector de sus derechos religiosos. Sin embargo, en la práctica, sus políticas se adaptaban a sus necesidades estratégicas. En muchos casos, su ejército tomó el control de ciudades protestantes y obligó a los habitantes a contribuir con recursos y a obedecer el dominio sueco, en claro contraste con la imagen que su propaganda proyectaba de él como un «libertador».

los líderes de la revolución francesa, como Robespierre, Marat y Danton, utilizaron la propaganda para consolidar sus posiciones y presentarse como defensores del pueblo. Los medios revolucionarios los retrataban como “héroes de la libertad” mientras que, a sus opositores, tanto monárquicos como otros revolucionarios moderados, se los presentaba como “enemigos del pueblo”. Estas tácticas ayudaron a justificar la violencia y la represión contra quienes eran considerados “traidores” a la revolución. Antes y durante la revolución, María Antonieta fue el blanco de una intensa campaña de desprestigio. Fue representada en panfletos y caricaturas como derrochadora, insensible e inmoral, con acusaciones falsas, como la famosa frase “¡Que coman pasteles!” (que nunca pronunció) o su supuesta vida licenciosa en el Petit Trianon. Historias que contribuyeron a crear una imagen de la monarquía como corrupta y desconectada de las penurias del pueblo, justificando así el movimiento revolucionario. La propaganda revolucionaria también sostenía que los monarcas europeos estaban conspirando para invadir Francia y restaurar a Luis XVI al trono con plenos poderes. la propaganda exageraba la amenaza de invasión para justificar la ejecución de Luis XVI como una medida de “seguridad nacional”. Las acusaciones de que el rey estaba conspirando activamente con los enemigos extranjeros aumentaron la paranoia y contribuyeron a la caída de la monarquía.

Napoleón usó la propaganda para construir una imagen de sí mismo como un líder cercano al pueblo, interesado en mejorar la vida de los ciudadanos. A través de los llamados “Boletines de la Gran Armada,” Napoleón describía sus campañas y hazañas heroicas en un lenguaje dramático, presentándose como un protector del pueblo francés. En realidad, muchas de sus guerras y políticas causaron sufrimiento y pobreza, pero la propaganda se encargaba de difundir una imagen de sacrificio en nombre de la gloria de Francia. Napoleón utilizaba referendos o plebiscitos para legitimar su poder, pero manipulaba los resultados para dar una apariencia de apoyo popular. Por ejemplo, en el plebiscito de 1804, el que lo nombró emperador, los resultados mostraban una abrumadora mayoría a su favor. En realidad, los resultados fueron manipulados, y la votación no era libre ni democrática. Sin embargo, al presentar su ascenso al trono como el deseo del pueblo francés, Napoleón pudo mantener la imagen de un líder que respetaba la voluntad popular.

En España tenemos también un gran manipulador, más o menos coetáneo con Napoleón, y llamado por algunos “El deseado”. Fernando VII empleó la mentira como una herramienta para mantener su poder y manipular la opinión pública. Las promesas incumplidas, las tergiversaciones de los hechos y las mentiras propagadas a través de la prensa y otros medios de comunicación le permitieron consolidar su imagen como defensor de la monarquía y de la “unidad” de España, a pesar de que su gobierno estuvo marcado por la represión, la inestabilidad y la pérdida de las colonias americanas. A lo largo de todo su reinado, Fernando VII utilizó el concepto de “traición” para justificar las purgas políticas, las represión y las políticas autoritarias. Consideraba traidores a aquellos que se oponían a su régimen y usó la mentira para crear una narrativa en la que los liberales, los republicanos y los defensores de la Constitución eran los enemigos de España y del “orden natural”. Este enfoque de «usarlos como chivos expiatorios» permitió que el rey mantuviera un control autoritario sobre el país, a pesar de las presiones internas y externas para que implantara reformas políticas.

Ya en el siglo XX es difícil saltarse el ejemplo de Goebbels, que fue uno de los principales promotores de la idea de que los judíos representaban una amenaza para Alemania y el mundo, utilizando teorías de conspiración que afirmaban falsamente que los judíos controlaban la economía mundial, los bancos y los medios de comunicación. A su disposición tenía Goebbels un aparato de propaganda que ya había trascendido los límites de la palabra escrita. En la radio, los periódicos, en discursos y en películas como El judío eterno, Goebbels retrataba a los judíos como traidores, corruptores y enemigos internos que debilitaban a Alemania. Estas mentiras sentaron las bases para la persecución y, finalmente, el Holocausto, deshumanizando a la comunidad judía y justificando la violencia en su contra.

Goebbels controlaba absolutamente todos los medios de comunicación en Alemania. Los periódicos, la radio y las películas estaban bajo una estricta supervisión, y cualquier opinión contraria al régimen era suprimida. La verdad era distorsionada y toda la información provenía de fuentes controladas por el Estado, lo que dificultaba enormemente que la población pudiera acceder a la realidad de lo que ocurría en el frente de batalla o en los campos de concentración. A través de este monopolio de la información, Goebbels creó una “realidad paralela” en la que el régimen nazi siempre tenía la razón y todos los actos estaban justificados. Este genio maléfico de la propaganda no solo utilizó los medios oficiales para difundir mentiras, sino también rumores cuidadosamente diseñados para generar miedo y odio. A través de rumores, se insinuaba que los aliados, en caso de ganar la guerra, llevarían a cabo represalias violentas contra el pueblo alemán, o que cometerían atrocidades contra mujeres y niños. ¿Verdad que se parece mucho a los bulos que se pueden encontrar hoy en las redes?

Es tan importante conocer los métodos de trabajo de este brujo de la mentira premeditada, que vale la pena citarle, en la exposición de sus 11 “principios” de la propaganda nazi creados por Goebbels:

  1. Principio de simplificación y del único enemigo. Adoptar una sola idea, un solo símbolo; individualizar al adversario en un único enemigo.
  2. Principio del método de contagio. Agrupar a diversos adversarios en una sola categoría o individuo; los adversarios deben ser presentados como una suma individual.
  3. Principio de la transposición. Cargar al oponente con sus propios errores o defectos, respondiendo al ataque con otro ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.”
  4. Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave.
  5. Principio de popularización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a quienes va dirigida. Cuanto mayor sea la masa a convencer, menor debe ser el esfuerzo mental que se debe hacer. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión pobre; además, tienen gran facilidad para olvidar.”
  6. Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un pequeño número de ideas y repetirse sin cesar, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo en el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas.” De aquí proviene también la famosa frase: “Si una mentira se repite lo suficiente, finalmente se convierte en verdad.”
  7. Principio de renovación. La nueva información y los argumentos deben ser difundidos constantemente a tal velocidad que cuando el oponente responda, el público ya estará interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca deben poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
  8. Principio de plausibilidad. Construir los argumentos desde diversas fuentes, mediante lo que se llaman sondeos de globo o información fragmentada.
  9. Principio de silenciamiento. Silenciar los temas sobre los cuales no se tienen argumentos y disfrazar las noticias que favorecen al adversario, contraprogramando también con la ayuda de medios relacionados.
  10. Principio de transfusión. Como regla general, la propaganda siempre opera desde un sustrato preexistente, sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan echar raíces en actitudes primitivas.
  11. Principio de unanimidad. Convencer a muchas personas de que piensan “como todo el mundo”, creando la impresión de unanimidad.

Este cóctel de mentiras es perfectamente reconocible en muchos políticos, como Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, Castro, Mao. Trump es solo uno más en la lista, pero lo importante es saber ¿por qué triunfa la mentira? ¿Qué es lo que nos lleva a seguir a líderes que nos mienten? ¿Por qué dejamos que nos engañen? Yo creo que es un defecto humano, con el que estamos condenados a vivir. Los seres humanos tenemos una capacidad limitada para procesar información y, a menudo recurrimos a atajos mentales, las llamadas heurísticas, para tomar decisiones, como el sesgo de confirmación. Este sesgo nos lleva a buscar, interpretar y recordar información de una manera que confirma nuestras creencias preexistentes. Las posibles evidencias que las contradicen, las ignoramos. Si un político utiliza bulos que se alinean con las creencias o miedos de nuestro grupo, los votantes somos más propensos a creérnoslos sin cuestionarlos. Además, como lo explicó Goebbels, «si una mentira se repite lo suficiente, finalmente se convierte en verdad». La repetición constante de un mensaje erróneo y engañoso puede hacer que lo aceptemos como cierto, incluso si carece de evidencia. Los políticos que utilizan bulos y desinformación recurren a la repetición en sus discursos, anuncios y redes sociales.

Más reciente es la gran mentira difundida por el gobierno de Estados Unidos afirmando que Irak poseía armas de destrucción masiva, lo que sirvió como pretexto para invadir el país. Recuerdo el representante francés en el Consejo de Seguridad tratando de desmentir el bulo, sin éxito. Después de la invasión, no se encontraron tales armas, lo cual generó una gran controversia y desconfianza internacional. Esta mentira tuvo consecuencias geopolíticas de gran alcance y afectó la estabilidad de la región durante años, y aún sigue haciéndolo, y costó la vida de miles de personas. Hoy he sabido el resultado de un seguimiento exhaustivo realizado por The Washington Post, que lleva un registro detallado de las declaraciones falsas o engañosas hechas por Donald Trump. Según su análisis, Trump emitió alrededor de 30,000 afirmaciones falsas a lo largo de su mandato y parece que esto no le quitó votos en 2020. No conozco la cantidad de mentiras que habrá proferido en esta campaña, pero me resisto a creer que serán muchas menos.

Que nadie se llame a engaño. Nos creemos lo que nos queremos creer. Ninguna época ha sido mejor, en relación a la verdad o la mentira. En todos los tiempos, los lideres han usado la mentira para dominar a los pueblos, al menos eso es lo que nos muestra la historia y creo que, si nos pudiésemos remontar a la edad de piedra, también encontraríamos lideres mentirosos. Me como otro pastel de Gustavo Adolfo. Están riquísimos.


[1] https://www.gutenberg.org/files/70092/70092-h/70092-h.htm

Centésimo trigésimoprimer paseo. Paseo en la bruma del 6 de noviembre. De Washington a Trump.

Día brumoso y gris, este 6 de noviembre de 2024. Este es un día en el que, en Suecia, comemos un pastel muy rico, de crema y nata, con una especie de camafeo de chocolate, representando el aquí fácilmente reconocible perfil del rey Gustavo Adolfo. Este pastel, lo comemos hoy, en conmemoración al aniversario de su muerte en batalla en la niebla de Lützen, Alemania, un día como hoy, de 1632. Había este buen rey decidido participar ayudando al bando protestante contra el emperador, subvencionado por Francia y, a pesar de su temprana muerte, puso a Suecia en medio de la escena política y al ayudó a alcanzar el rango de potencia de segundo orden. A rey muerto, rey puesto, en este caso reina, porque le sucedió su hija Cristina, pero eso ya es otra historia. Quedémonos con que hoy se conmemora la muerte de un rey que decidió meterse en los asuntos de otros países y pereció en el intento. Pero es que hoy, también es un día especial por razones que todos conocemos.  

Despertamos en Europa este 6 de noviembre de 2024, un tanto atónitos por lo que parece ser una arrolladora victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Muchos analistas prevén que Los Estados Unidos inicien, con la nueva administración, un camino abiertamente aislacionista. Estos temores, perfectamente formados siguiendo los discursos del aún candidato Trump, son especialmente tangibles en el este de Europa, países bálticos y estados que, como Suecia, han decidido entrar en la OTAN a partir de la invasión rusa de Ucrania. En realidad, la historia de los Estados Unidos nos enseña que, el aislacionismo, lejos de ser una excepción, ha sido la regla vigente de su política exterior.

La memoria es corta, aunque todos recordamos la decisiva intervención de Los Estados Unidos en la segunda guerra mundial, sin la cual, es posible que el Tercer Reich se hubiera hecho realidad, aunque muchos historiadores, entre otros Richard Overy[1] y David Glantz[2] opinan que Alemania estaba en ya en retirada, y sugieren que la Unión Soviética podría haber forzado la capitulación alemana, aunque de forma más lenta y con un número mucho mayor de bajas.

Desde su declaración de independencia en 1776, los líderes estadounidenses, especialmente George Washington y Thomas Jefferson, promovieron la neutralidad y el aislacionismo. En su Discurso de Despedida de 1796, Washington advirtió contra las «alianzas permanentes» con otras naciones, especialmente con Europa, argumentando que Estados Unidos debía evitar enredos en conflictos externos.[3]

El presidente James Monroe proclamó la doctrina que lleva su nombre [4], en la que se oponía a la intervención europea en el hemisferio occidental y, a su vez, sostenía que Estados Unidos no interferiría en los asuntos europeos. Esta doctrina, abiertamente defensiva, buscaba defender a Estados Unidos de Europa, principalmente de Gran Bretaña, pero también establecía una forma de aislacionismo defensivo que buscaba mantener la influencia europea, inglesa, española y francesa, fuera de América Latina. En lugar de mirar hacia Europa, Estados Unidos se enfocó, a partir de Monroe, en expandirse hacia el oeste Manifest Destiny (destino manifiesto)[5], anexando territorios como Texas, California y Alaska.[6] Este período de expansión territorial mantuvo el enfoque en asuntos internos y en el crecimiento hacia el oeste.

Durante el siglo XIX, Estados Unidos evitó involucrarse en los conflictos y revoluciones europeas, incluso cuando muchos países europeos atravesaban procesos de unificación y conflicto, como las guerras napoleónicas o la unificación de Alemania e Italia. A diferencia de muchos países europeos, donde el socialismo y las ideas de lucha de clases se afianzaron a lo largo del siglo XIX y principios del XX, en Estados Unidos no ha habido un partido socialista fuerte o una clase obrera organizada con una ideología marxista dominante. Si bien hubo movimientos sociales y sindicales en el pasado, como en la Gran Depresión y durante la era de la industrialización, estos movimientos no se consolidaron en una fuerza política que pudiera desafiar el sistema capitalista de manera estructural, debido quizás a la diversidad cultural y étnica que ha fragmentado los esfuerzos sindicales, creando barreras lingüísticas y culturales que dificultan la solidaridad entre los trabajadores.

Aunque Estados Unidos trató de mantenerse fuera de la Primera Guerra Mundial, finalmente se unió al conflicto en 1917, en parte debido a ataques a barcos estadounidenses y, según se dijo entonces, a la promesa de hacer del mundo un lugar seguro para la democracia. Esa era sin duda la explicación oficial, pero detrás se ocultaban también motivos económicos, ya que Los Estados Unidos habían estado suministrando alimentos, armas y préstamos a los Aliados. La victoria de Alemania hubiera puesto en riesgo la capacidad de estos países de pagar sus deudas con Estados Unidos y podría haber tenido un impacto económico negativo en el país. Por lo tanto, una victoria aliada se percibía como favorable para proteger sus inversiones y el comercio exterior. Justo antes de la entrada de Estados Unidos en la guerra, en 1917, las cosas pintaban muy mal para los aliados, con Rusia fuera de combate por la revolución y un claro riesgo de que los alemanes salieran victoriosos.

Tras la paz, Estados Unidos decidió no unirse a la Liga de las Naciones a pesar de que el presidente Woodrow Wilson fue uno de los principales impulsores de su creación. Aunque Wilson defendía la Liga como un medio para garantizar la paz mundial después de la Primera Guerra Mundial, el Senado estadounidense se opuso a la ratificación de la Carta de la Liga de las Naciones.  Muchos senadores, especialmente los republicanos liderados por Henry Cabot Lodge, temían que unirse a la Liga comprometiera la soberanía de Estados Unidos. La Liga incluía disposiciones para la resolución colectiva de conflictos y, en ciertos casos, la intervención militar, lo que implicaba que Estados Unidos podría verse obligado en el futuro a involucrarse en conflictos internacionales sin el consentimiento directo del Congreso.

Durante los años de entreguerras, Estados Unidos fue a pesar de su negativa a participar en la Liga de las Naciones, uno de los firmantes del Pacto Kellogg-Briand, en 1928, que, en principio fue pensado como un documento bilateral de no agresión entre Francia y Estados Unidos, pero que al fin fue firmado por la mayoría de los países existentes en aquel momento, con la adhesión de Suecia y España, que pretendía prohibir la guerra como método de resolución de conflictos. Este sueño duró exactamente tres años y, en contra de las frases altisonantes y comprometidas, quedó en papel mojado, en el momento en que los japoneses decidieron invadir Manchuría en 1931.

Durante los años 30, en respuesta a la Gran Depresión y a las tensiones en Europa y Asia, el Congreso estadounidense aprobó una serie de leyes de neutralidad que buscaban evitar que Estados Unidos se involucrara en conflictos externos. Estas leyes restringieron el comercio y la venta de armas a naciones en guerra y establecieron una política de no intervención. La opinión pública en Estados Unidos era mayormente aislacionista durante este período, con una gran desconfianza hacia las alianzas y los compromisos militares. Muchos ciudadanos y legisladores creían que la participación en la Primera Guerra Mundial había sido un error y que el país debería evitar otro conflicto similar.

El aislacionismo se mostró también en leyes antiinmigración. La primera databa de 1882, La Ley de Exclusión China (Chinese Exclusion Act) que fue la primera ley importante en la historia de Los Estados Unidos que restringía la inmigración por razones raciales. La siguió en 1924 a Ley de Inmigración (Ley Johnson-Reed) que establecía un sistema de cuotas basado en el origen nacional, limitando la inmigración a personas de etnias no deseadas. La ley favorecía a los inmigrantes de Europa del Norte y Occidental, especialmente de países como el Reino Unido, Alemania y Escandinavia, mientras que limitaba severamente a aquellos de Europa del Sur, Asia, y África.[7] Esta legislación estuvo basada en teorías racistas que consideraban ciertas razas y etnias superiores a otras. Esta legislación fue reformada en parte por la Ley McCarran-Walter del 1952, que, aunque suavizó lo referente a las cuotas, introdujo medidas de seguridad más estrictas, estableciendo procesos de investigación para los inmigrantes, y otorgó al gobierno la autoridad para deportar a individuos considerados «subversivos» o comunistas. A partir de ahí, durante las siguientes décadas se fueron reformando las leyes, tratando de permitir la entrada de mano de obra, restringiendo la libre inmigración. Se puede decir que la inmigración es siempre una cuestión que puede agitar el electorado, cosa que Trump ha aprovechado, lógicamente.

Aunque el presidente Franklin D. Roosevelt comenzó a ayudar a los Aliados a través de la Ley de Préstamo y Arriendo (Lend-Lease Act), Estados Unidos oficialmente mantuvo una postura neutral hasta el ataque a Pearl Harbor por parte de Japón en 1941. Este ataque llevó a Estados Unidos a entrar en la Segunda Guerra Mundial y marcó el fin del aislacionismo como política dominante. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos comenzó a tomar un rol de liderazgo en los asuntos globales, ayudando a establecer la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros organismos internacionales al finalizar la guerra.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos adoptó una política exterior globalista, involucrándose activamente en alianzas internacionales y asumiendo un papel central en la Guerra Fría contra la Unión Soviética. El aislacionismo fue reemplazado por una postura intervencionista y de liderazgo en la creación de alianzas, como la OTAN y otros tratados de defensa. Esta política, que buscaba frenar la expansión del comunismo, llevó a Estados Unidos a intervenir en conflictos en Asia, América Latina, y Medio Oriente, alejándose completamente del aislacionismo de las décadas anteriores. Y las experiencias de todas estas acciones militares son realmente desastrosas. En realidad, desde 1945, Los Estados Unidos han ganado solo una guerra, bueno, quizás dos, a saber: Granada en 1982 y Panamá en 1989. En todos los demás conflictos en los que se ha involucrado, ha tenido que retirarse dejando tras de sí caos y desolación, a pesar de tener un poder militar extraordinario y apabullante. A pesar de sus victorias iniciales, los conflictos en Vietnam, Iraq, Somalia o Afganistán, por nombrar los más conocidos, no terminaron con una resolución favorable o estable para los intereses estadounidenses a largo plazo

La tendencia de «America First» promovida por Trump, que aboga por una menor intervención militar y la reducción de compromisos internacionales, no es de ninguna manera, algo nuevo en los Estados Unidos, aunque el aislacionismo moderno difiere de sus raíces originales, ya que Estados Unidos sigue involucrada al menos por el momento, en organizaciones y tratados internacionales. Ahora queda por ver si la política de Trump, tan acorde con la de Washington y Jefferson, repercute en la guerra de ocupación rusa en Ucrania y si Los Estados Unidos retiran su mano protectora de la OTAN. Para volver a Suecia, Tras la muerte de Gustavo Adolfo siguieron años de continuas guerras, “honores” de Gran Potencia a un coste altísimo en medios y vidas y, finalmente, al fin de la era en 1718 y la perdida de Finlandia en 1809 y, finalmente en 1834, Suecia se declaró formalmente neutral y lo mantuvo hasta el 7 de marzo de este mismo año, al ingresar como miembro activo de la OTAN. Ahora habrá alguno que esté pensando si esta decisión fue acertada. El futuro nos lo dirá.


[1] Russia’s War: A History of the Soviet Effort: 1941-1945, 1998

[2] Glantz, David M., «The Soviet-German War 1941-1945: Myths and realities: A survey essay, 2001 October 11» (2001). Publications. 217.

https://open.clemson.edu/sti_pubs/217

[3] https://www.govinfo.gov/content/pkg/GPO-CDOC-106sdoc21/pdf/GPO-CDOC-106sdoc21.pdf

[4] https://www.archives.gov/milestone-documents/monroe-doctrine

[5] Término acuñado en 1845 por el periodista John L. O’Sullivan, quien argumentaba que era la misión y el derecho divino de Estados Unidos expandir su territorio para llevar sus ideales de libertad y democracia a nuevas tierras.

[6] Un cuadro de John Gast, American Progress (1872) representa alegóricamente la doctrina Monroe en la práctica y la modernización del nuevo oeste. Columbia, esplendida mujer que representa los Estados Unidos, aparece guiando la civilización hacia el oeste junto con los colonos estadounidenses. Se la muestra llevando luz de este a oeste, tendiendo cables de telégrafo, sosteniendo un libro de escuela y destacando diferentes etapas de actividad económica y formas de transporte en evolución. Colombia da la espalda a Europa y se centra en su progreso.

[7]   Suecia tenía una cuota de 5,000 inmigrantes al año, mientras que a España se le concedieron 1,000.

Centésimo trigésimo paseo. Los ríos y la cultura.

En mi paseo hoy, voy escuchando las noticias que llegan desde España. Llevo unos días entre perplejo y anonadado por lo que veo, escucho y me cuentan los amigos, que están allí. Lejos de remitir, parece que las riadas continúan, al menos la lluvia sigue azotando el litoral este de la península. No es la primera vez ni tampoco será la última, me temo, pero, cada vez que ocurre, es una gran tragedia para muchas personas. Es también una ocasión para ver la capacidad de cohesión de los pueblos. Veo que viene gente de regiones próximas a Valencia, pero también de Madrid y de Extremadura. No he oído nada sobre Cataluña y me extraña que no hayan enviado ayuda desde allí, pensando entre otras cosas en la idea de Los Països Catalans. Le pediré a Xavièr que me lo aclaré. Él, seguramente, sabrá lo que sucede. Ver abajo, al final del texto.

Catástrofes como la de Valencia, destrozan en unos minutos el trabajo realizado por miles de personas en muchos años. El paso devastador del agua y el lodo lo arrasa todo a su paso. Es natural pensar que nada positivo puede devenir de semejante tragedia, pero, en realidad, las primeras culturas se formaron de esa manera. Los ríos Éufrates y Tigris, que regaban zonas desérticas de lo que ahora denominamos Mesopotamia, la Tierra entre dos Ríos, era un vergel, comparada con los desiertos y tierra baldías que la rodeaban. Las fértiles tierras de la ribera atraían grandes cantidades de campesinos que aprovechaban la riqueza de las tierras junto a las vías fluviales. Pero, estos ríos sobrepasaban sus cuces con cierta periodicidad, arrasando en su camino todo lo que se le ponía delante, dejando el agua al retirarse, ricos sedimentos con propiedades altamente aprovechables para la labranza. Con el tiempo, se fue desarrollando la ciencia de prevenir las rápidas subidas de los cauces y evitar las consecuencias nefastas de estas, aprovechando el agua y el lodo, para ir extendiendo los cultivos a lo ancho de los cauces, hasta formar una región tan fértil que pudo ser la cuna de muchas culturas. De las necesidades en la previsión y ordenación del territorio tras las riadas surgieron conocimientos en varias áreas científicas, como la construcción de canales, diques, embalses y sistemas de riego, una tarea compleja que requería una comprensión básica de la hidráulica y la ingeniería. Los mesopotámicos construyeron canales para dirigir el agua a sus campos y almacenaron agua en estanques, lo cual les permitió regular el flujo del agua y proteger las cosechas. Este fue el inicio de la ingeniería hidráulica, vital para las sociedades agrícolas.

Para planificar y construir estos sistemas de riego, los mesopotámicos necesitaban medir el terreno y calcular áreas. La agrimensura y la geometría surgieron para trazar y organizar las tierras de cultivo, planificar los canales y dividir los terrenos irrigados. De hecho, la necesidad de medir con precisión los campos y de distribuir el agua de manera equitativa impulsó el desarrollo de técnicas matemáticas básicas, con un sistema de numeración y cálculo. Para la administración de las tierras y la distribución del agua, los mesopotámicos desarrollaron un sistema numérico sexagesimal, que fue empleado en cálculos de superficie y volumen, sentando las bases para avances matemáticos en astronomía y aritmética. El control del agua y la tierra requirió una administración organizada jerárquicamente, con sistemas de contabilidad para gestionar los recursos y la producción agrícola, lo que incentivó el desarrollo de la contabilidad y de una escritura cuneiforme, primera en el mundo, que fue utilizada para llevar registros de cosechas, distribución de agua, impuestos y transacciones. Estas prácticas administrativas también influyeron en la creación de sistemas legales que regulaban el uso de los recursos hídricos, ya que las complejidades del control y distribución del agua llevaron a disputas entre aldeas y agricultores. Ante esta problemática, los gobernantes mesopotámicos implementaron leyes para regular el acceso al agua y evitar conflictos. El Código de Hammurabi, incluía regulaciones sobre el uso del agua y la construcción de canales, y establecía sanciones para quienes violaran estas normas.

Con cierta diferencia y adaptado a las características y necesidades de los diferentes territorios, otras culturas fluviales, llegaron a crear sistemas parecidos a los que se implementaron en diferentes partes del mundo. Así surgieron casi a la par que en Mesopotamia, las culturas a lo largo del cauce del Nilo, el Indo en el subcontinente indio y el Amarillo o Huang He en China. En estas regiones, el trabajo de organización requería igualmente liderazgo y coordinación, lo que impulsó el desarrollo de estructuras de gobierno y sistemas administrativos complejos. El desbordamiento de los ríos proporcionó, por tanto, las condiciones necesarias para el surgimiento de algunas de las primeras civilizaciones de la historia. Sin la fertilidad aportada por estos ríos, el desarrollo de las culturas antiguas habría sido mucho más difícil, ya que la agricultura y los asentamientos permanentes son dos de los factores principales que permiten el avance cultural y social.

Y ayer pudimos ver por la televisión que una parte de los que se encontraban presenciando la visita de las autoridades a la zona más dañificada; el jefe del estado, el presidente del gobierno y el presidente de la Generalitat valenciana, fueron increpados y “atacados” con pegotes de lodo. Parece ser que algunos de los valencianos, si no todos, piensan que los líderes no han estado a la altura de las circunstancias. Sobre todo, consideran que hay una gran falta de liderazgo, en un momento tan crucial para la región. Yo me pregunto si acaso no confunden los que critican a los líderes, el liderazgo con las reglas del juego que nos hemos dado en España, dividiendo y a veces duplicando y hasta fragmentando la facultad de decisión, lo que ya vimos con ocasión del COVID. Deberíamos, creo yo, repensar la estructura de nuestro estado. No podemos tener un sistema en España que reparta la responsabilidad de tomar decisiones de manera que nadie se sienta llamado a hacerlo. En el caso de grandes tragedias, pandemias y cosas semejantes, hay que tener un sistema claro, perfectamente jerarquizado, que sea capaz de reunir todos los recursos necesarios para paliar los efectos de estas catástrofes, salvar vidas, reconstruir pueblos, y todo eso que no se puede hacer con recursos locales. Aprendamos de los antiguos sumerios, egipcios, Harappa o chinos. La unión hace la fuerza, como reza la máxima del escudo belga.  

Nota aclaratoria: Desde Cataluña se han organizado operaciones de ayuda, recopilando material para enviar e incluso organizando transportes de voluntarios. Es bastante raro que los medios en general no se hagan eco de ello. Esperemos que no sea intencionadamente.

Centésimo vigésimo noveno paseo. Un día en La Valeta.

La mañana siguiente me preparé el desayuno con lo que encontré en la nevera. Hice mi café en la cafetera de capsulas, eligiendo a conciencia, entre muchas cápsulas, las que yo creía que me iban a gustar. Me tomé tres cafés y me hice dos tostadas con queso y mermelada de higos. Mientras me movía por la cocina, el perro me seguía atentamente. Miré en su cuenco y vi que estaba vacío. Busqué su comida en la despensa y al fin encontré una bolsa con bolitas de pienso, y le eché un poco, a ver que hacía, y se lo comió todo en un instante. Le eché un poco más y aproveché para arreglarme y salir mientras él devoraba el pienso. Tenía poco que hacer esa mañana, a penas rellenar unos contratos y dejarlos en el instituto, y me apresuré a hacerlo, porque quería pasar un día completo en Valeta. Para tener más tiempo en la ciudad me fui a la parada del autobús, que vino a los diez minutos. Hoy también estaba casi lleno, pero encontré un lugar donde sentarme, al lado de un hombre de mi edad tocado con un sombrero impresionante, mitad de cowboy, mitad de picador, de color negro, con una pluma de faisán estrepitosa. Me saludó cordialmente, en maltés, supongo, y al yo contestarle en inglés, comenzó a interesarse por mi persona y por lo que me había traído a la isla. Casi sin escuchar mis explicaciones, empezó a contarme su vida. Se dedicaba, según me fue contando, a traducir libros del italiano al inglés, y en las épocas de más turismo, hacía de guía para italianos y españoles y, naturalmente, para gente de habla inglesa. Cambió idioma y pasó a hablar español, lo que hacía muy bien y casi sin acento, quitando algunas palabras que decía en italiano, cuando le faltaban en su vocabulario castellano. Me contó que había estudiado en Málaga y que solía ir a España siempre que podía. Llegamos a La Valeta y bajamos del autobús, en eso que un golpe de viento se llevó el sombrero y mi interlocutor corrió tras el, como si en ello le fuese la vida. Voló el sombrero con tan mala suerte que cayó, rebasando una valla protectora, a un gran socavón, donde pude apreciar que estaban trabajando una docena de personas con trazas de ser arqueólogos. Saltó el guía traductor la valla y se le vinieron un par de los supuestamente arqueólogos, haciendo señas de que allí no se podía pasar, mientras el sombrero, sin perder velocidad, seguía adentrándose en la zona prohibida. Comprendí que este percance no le permitiría a mi compañero de autobús seguir con sus historias, y hasta me alegré, de poder caminar en solitario y hacerme una propia idea de lo que es la ciudad.

Seguí mi camino. Habíamos entrado por la City Gate (Puerta de la Ciudad), una puerta reconstruida varias veces, y cuya versión actual fue diseñada por el arquitecto italiano Renzo Piano. De aquí sale la Calle de la República, la arteria principal de la ciudad que lleva a los principales puntos de interés. A pocos pasos de la puerta se encuentra el Parlamento de Malta, también diseñado por Renzo Piano, y las ruinas del Teatro Royal Opera House, que fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, el teatro se utiliza como un espacio al aire libre para eventos culturales. Andando hacia el suroeste encontré los Upper Barrakka Gardens (Jardines de la Barraca Superior). Ya desde aquí pude contemplar vistas panorámicas espectaculares del Gran Puerto y las Tres Ciudades: Vittoriosa, Senglea y Cospicua. Y siendo las 12 del mediodía asistí perplejo a la salva de cañón en la plataforma de la batería, que parece ser una tradición y que aumenta mí vivencia.

Regresando a la Calle de la República visité la St. John’s Co-Cathedral (Concatedral de San Juan). Esta iglesia, con una fachada muy austera, esconde un impresionante interior barroco lleno de detalles dorados, frescos y obras de arte, incluyendo una famosa pintura de Caravaggio, La decapitación de San Juan Bautista. Cada capilla es un tributo a las distintas lenguas o secciones de la Orden de San Juan. Aquí tuve que pagar entrada, algo que me molesta, porque quita un ápice de solemnidad a la visita. Al salir, hice un alto en el camino para tomarme una cerveza y un par de sándwiches de jamón y queso, cargar el móvil, que por cierto tenía una batería muy deficiente y no quería quedarme sin poder hacer fotos.

Algo fortalecido por mi frugal colación, continué por la Calle de la República hasta el Museo Nacional de Arqueología, que se encuentra en el Auberge de Provence, una de las posadas de la orden. Este museo muestra una gran cantidad de fascinantes artefactos prehistóricos, como las estatuas de la Dama Durmiente, a la cual presenté en una anterior entrada, pues me compré una réplica en el museo, y la Venus de Malta, ambas datadas en la época neolítica. De allí, consultando la hora, para no perderme nada, seguí, hacia el Palacio del Gran Maestre, un edificio imponente que servía como residencia del Gran Maestre de la Orden de San Juan y más tarde como sede del gobierno británico. Hoy, alberga la oficina del presidente de Malta y el Parlamento. Si hubiese llegado antes podía haber visitado las opulentas salas estatales y la armería, donde, según parece, se exhiben armaduras y armas antiguas de los Caballeros.

A poca distancia, aunque no lo encontré a primeras y tuve que preguntar a una simpática jovencita, se encuentra el Teatro Manoel, en una bonita callejuela. Este es uno de los teatros en funcionamiento más antiguos de Europa. El interior es una joya arquitectónica con una decoración rococó y acústica excepcional, que sigue siendo sede de conciertos y obras teatrales. Desgraciadamente no pude pasar a verlo con mis ojos y tuve que contentarme con las fotos que encontré en mi guía. En una pintoresca tasca me tomé un vino Girgentina y descansé un poco de mi constante subir y bajar por las calles. De allí, tiré hacia el este hasta dar con Lower Barrakka Gardens (Los Jardines de la Barraca inferior), que tienen unas fantásticas vistas al mar. Descubrí un templo clásico que resultó ser bastante moderno, erigido en honor de los caídos en la segunda guerra mundial.

Finalmente, visité por fuera el Fuerte St. Elmo, en la punta de La Valeta. Este fuerte jugó un papel crucial durante el Gran Asedio de 1565 y ahora alberga el Museo Nacional de la Guerra, pero no intenté siquiera entrar. En parte porque los museos de la guerra me aburren bastante y me fui a pasear por el Valletta Waterfront, donde se encuentran coloridos edificios del siglo XVIII que ahora albergan restaurantes, cafeterías y tiendas, ideales para una cena o un descanso mientras observas el puerto y los barcos. Aquí paré para tomarme un café e ir al servicio y decidí regresar andando hasta Pembroke.

Desde el Waterfront, subí hacia Floriana, el suburbio inmediato de La Valeta y pasé por los Jardines Argotti y Sa Maison, con magníficas vistas sobre el puerto y perfectos para un breve descanso, aunque yo preferí seguir a buen paso y continuar hacia Msida, seguiendo la línea de la costa, pasando por el Msida Creek y el puerto deportivo, lleno de yates y pequeñas embarcaciones, que me hicieron añorar mi barco, que me esperaba en Malmö. Pensaba yo que hoy me hubiera gustado tenerlo en Malta. Llegando  a Gzira, a lo largo del paseo marítimo, encontré para mi asombro un santuario de gatos, el  Santuario de Gatos de Gzira, un sitio popular y querido en Malta donde voluntarios cuidan a una gran cantidad de gatos. No vi voluntarios pero sí muchos gatos de diferentes colores y dimensiones, campando a sus anchas. A mí, que me gustan mucho los gatos, me encantó ver este santuario. Los gatos están allí y no se van, aunque podrían hacerlo, porque no hay vallas ni rejas, pero parece que se lo pasan bien allí. Los gatos caminan por donde quieren y van hasta el pozo llamado Fontana del Ferro, que data de la época de los caballeros de San Juan y todavía era una fuente importante de agua potable al comienzo de la llegada de los ingleses a la isla. El pozo se halla en la zona de Gzira cerca del paseo marítimo, y su función era suministrar agua fresca a las comunidades locales y a los viajeros que pasaban por aquí. Hoy es solo un monumento que poca gente conoce.

Desde Gzira, continué hacia Sliema, un centro urbano concurrido y moderno. En pocos pasos he dejado el barroco y me adentro en el siglo XXI.  Desde el paseo marítimo de Sliema se tienen muy buenas vistas hacia La Valeta y comprendo que sea una zona popular para caminar o correr.  Continué por el paseo costero, pasando por Tigne Point, desde donde se contemplan las imponentes murallas de La Valeta.

Aunque iba haciendo el mismo camino que ayer, solo que a la inversa, parece que el ir en la dirección contraria me llevaba por nuevos lugares. El cambio de perspectiva me hace descubrir nuevas cosas. Así, siguiendo el paseo, llegaé a St. Julian’s, donde el camino se torna mucho más animado, especialmente al acercarme a Spinola Bay y Paceville. Spinola Bay es un lugar pintoresco con barcas maltesas tradicionales y a mi me parece que tiene la mayor concentración nunca vista de porches y coches de alta gama. Paceville, parece ser el distrito de entretenimiento, con una vida nocturna muy activa, me han contado.

Aquí hago un pequeño inciso para contar algo sobre la economía de la isla. A parte del turismo y la enseñanza del inglés a extranjeros, un negocio que acapara gran parte de los ingresos y la fuerza laboral de la isla, el juego y las casas de apuestas representan un negocio muy grande en Malta. El país se ha convertido en uno de los centros de juego online y apuestas más importantes de Europa y del mundo debido a una combinación de factores económicos, legales y regulatorios. Malta fue uno de los primeros países europeos en establecer una regulación clara y favorable para el juego online, con la creación de la Autoridad de Juegos de Malta (Malta Gaming Authority o MGA) en 2001. Esta autoridad implementa leyes claras y proporciona licencias a empresas de juego online y apuestas, lo que ha atraído a empresas de todo el mundo, muchas de ellas suecas. La MGA ofrece uno de los sistemas de licencias más respetados y flexibles, lo que permite a las empresas operar legalmente en muchos otros mercados europeos.

Malta ofrece beneficios fiscales atractivos para las empresas de juego, con impuestos relativamente bajos comparados con otros países de la Unión Europea, lo que ha hecho que muchas empresas establezcan su sede en Malta. Al ser miembro de la Unión Europea, Malta permite a las empresas que se instalan allí operar legalmente en muchos otros países europeos sin la necesidad de obtener licencias adicionales. Esto proporciona un acceso más fácil a los mercados europeos y atrae a empresas interesadas en expandirse en el continente. Para lograr esta situación privilegiada dentro del gaming, Malta ha invertido en infraestructura tecnológica y digital, lo cual es fundamental para el negocio de apuestas online. La isla cuenta con buenos servicios de internet, centros de datos seguros y un entorno adecuado para empresas de tecnología financiera y de juegos online.

Malta ha desarrollado un entorno educativo y de formación especializado en el sector del juego y la tecnología digital. Hay varios programas de formación y universidades que capacitan en programación, seguridad cibernética y gestión de juegos. Además, el país ha atraído a profesionales internacionales que buscan oportunidades en este sector creciente, lo que fortalece la mano de obra disponible para las empresas de juego. ¡Aquí está la explicación de por qué veía yo tantos Porches!

Se hablaba un poco en voz baja, entre gente con la que pude hablar de que la mafia tenía algo que ver con este tipo de actividad, no me extrañaría, porque así ha sido siempre, allí donde se mueve el dinero fácil, pero el país se consideraba serio y bastante libre de corrupción. Algún tiempo tras mi estancia en la isla, leí en los periódicos que la periodista de investigación Daphne Caruana Galizia fue asesinada. Ocurrió el 16 de octubre de 2017 en un atentado con coche bomba, y fue un caso que generó gran impacto internacional. Caruana Galizia era conocida por su trabajo incisivo en temas de corrupción, crimen organizado y vínculos con la política maltesa, y su asesinato desató una serie de investigaciones y debates sobre la corrupción y la influencia del crimen en el país.

Caruana Galizia publicaba en su blog Running Commentary, uno de los más leídos en Malta, donde exponía temas de gran relevancia pública, incluidos escándalos de corrupción que involucraban a figuras políticas, empresarios y organizaciones en Malta. Investigó las revelaciones de los Papeles de Panamá, en las que algunos altos funcionarios malteses estaban implicados en actividades sospechosas. Sus investigaciones también tocaron el rol de Malta como un centro financiero, donde presuntamente se facilitaban ciertas prácticas de lavado de dinero y evasión fiscal. El asesinato de la periodista trajo muchas consecuencias y la presión internacional y las protestas en Malta llevaron en 2019 a la renuncia del primer ministro Joseph Muscat, habiendo sido algunos de sus asesores más cercanos acusados de estar relacionados indirectamente con personas involucradas en el asesinato o en la corrupción.

Cuando iba yo dando mi paseo, yo conocía lo de las casas de juego y apuestas, pero desconocía todo lo referente a la mafia. Yo veía a Malta como un microestado en buen funcionamiento y sigo haciéndolo, aunque soy consciente de que los negocios fáciles y el dinero siempre buscan resquicios para maximizar sus ganacias. En un país tan pequeño, donde hay muchos lazos de parentesco y amistad entre sus habitantes, la corrupción se ve algunas veces de forma diferente de lo que se puede ver en sociedades más impersonales, aunque ninguna sociedad está libre de corrupción en alguna medida.

Finalmente, el último tramo, me llevó desde St. Julian’s, todo recto hacia el norte en dirección a Pembroke. Mis pies estaban ya algo cansados, porque los 10 kilómetros, sumando las visitas y las búsquedas, se hicieron con seguridad al menos 15 o 20. Estaba oscureciendo cuando regresé a mi extraño domicilio. El perro me recibió tan contento como de costumbre, saltando y brincando como un zorro en la pradera, así que busqué la correa y, ante su alegre y nerviosa expectación, le saqué a dar una vuelta por Pembroke, buscando las calles iluminadas, claro está.

Centésimo vigésimo octavo paseo. Desde Pembroke a Valeta. Un paseo por la historia de Malta.

Buscando lugares apropiados para mis alumnos de comercio, para completar las practicas internacionales que, una cuantiosa beca comunitaria, concedida a nuestro centro tras mucho trabajo por mi parte con la solicitud, llegué un día a Malta. De este microestado yo no sabía casi nada, así que me pasé una semana leyendo todo lo que encontré sobre las islas. Desde el avión podía ver como seguíamos la ruta de los antiguos pobladores de este diminuto archipiélago, partiendo de Atenas y dejando atrás Sicilia, camino de África. No es que los primeros pobladores de Malta viniesen de Grecia, no, pero yo estaba en Atenas y volé desde allí. Según parece, los primeros malteses vinieron de Sicilia, hace unos 7000 años. Este diminuto país es aún más pequeño que Andorra, 316 km2, bastante más pequeño que mi comunidad de Lund, que cuenta con 450 km2 o la misma Andorra con 468 km2, pero Malta está muy poblada y cuenta con 544,000 habitantes, con una densidad poblacional de alrededor de 1,626 habitantes por kilómetro cuadrado. Este microestado tiene muchas peculiaridades, empezando por el idioma, el maltés, la lengua oficial de Malta, única en Europa por ser la única lengua autóctona semítica del continente, y la única que utiliza el alfabeto latino. Por suerte para mí y para mis alumnos, los malteses hablan perfectamente el inglés por haber permanecido bajo la tutela de Gran Bretaña desde 1814 hasta su independencia en 1964, y es una de las razones por la que una estancia de practicas en la isla puede ser interesante, sobre todo para estudiantes de comercio y turismo.

Al contrario de Andorra o San Marino, Malta no ha estado aislada del resto de Europa, las montañas aíslan, el mar comunica. Eso es algo que se ve y que se respira, paseando por la isla, una mezcla de paisaje latino y urbanismo inglés, con aires magrebíes. España e Italia han dejado sin duda una gran huella en la isla, que la dominación británica no ha conseguido borrar. La influencia de España en Malta fue significativa durante el período de la Corona de Aragón y el dominio de la Monarquía Hispánica. Esta influencia comenzó en 1283 cuando la Corona de Aragón conquistó Malta tras la expulsión de los angevinos y su dominación continuó hasta 1530. Malta fue integrada en el Reino de Sicilia bajo la soberanía de los reyes de Aragón hasta 1479, y a partir de ahí, tras la unificación de Aragón con Castilla y hasta 1530, Malta siguió siendo un territorio bajo el control de la monarquía española.

El emperador Carlos V de España cedió Malta a los Caballeros Hospitalarios o Caballeros de San Juan en 1530, como un feudo para que defendieran la isla contra los otomanos. Lógicamente cuando Malta pasó a formar parte de la Corona de Aragón, el catalán se introdujo como lengua administrativa y judicial, como también ocurría en otros territorios de la corona, como Sicilia y Cerdeña, que también estaban bajo control aragonés. La decisión de ceder Malta y Gozo, así como la ciudad de Trípoli a la orden de San Juan, la tomó Carlos V, en parte para compensar a la Orden de la pérdida de su base en Rodos en 1522, a manos de los Otomanos y, sobre todo, para que la defendiesen, formando así una llave o bastión occidental a la expansión de La Sublime Puerta. En 1565, las islas resistieron durante tres meses un feroz asedio otomano bajo el liderazgo del Gran Maestre Jean Parisot de la Valette.[1] Tras el asedio, los Caballeros decidieron fortalecer sus defensas y construyeron una nueva ciudad amurallada, La Valeta, que lleva el nombre de su héroe y se convirtió en la nueva capital de Maltas. La construcción de esta nueva ciudad-fortaleza atrajo a algunos de los mejores ingenieros militares y arquitectos de Europa, siendo el italiano Francesco Laparelli su principal constructor y, tras la muerte de este en 1570, continuada por su asistente maltés Girolamo Cassar.

Durante la dominación de los caballeros de la orden de San Juan, Malta prosperó con la protección del comercio. La fortificación y la presencia de una fuerza militar organizada brindaron estabilidad y seguridad a la población, lo cual era raro en esa época y permitió un entorno propicio para el comercio y la actividad económica. Malta prosperó económicamente al convertirse en un punto clave para el comercio en el Mediterráneo. Gracias a su ubicación, se convirtió en un centro de intercambio para productos de Europa, África y el Medio Oriente. Los Caballeros usaron su importante flota no solo para defender las islas, sino para dedicarse al negocio del corso, una forma de piratería con autorización, (patente de corso) para capturar barcos enemigos, generando ingresos a través del rescate de prisioneros y la venta de bienes capturados. La construcción de importantes edificios como el Auberge de Castille, el Palacio del Gran Maestre y la Concatedral de San Juan fomentó también una identidad cultural y arquitectónica distintiva, atrayendo a arquitectos y artistas de renombre como Mattia Preti y Caravaggio, quienes contribuyeron a la riqueza artística y cultural de la isla.

Pioneros en la medicina y la atención social, los Caballeros de San Juan, que tenían un origen hospitalario y médico, introdujeron importantes avances en la medicina y la asistencia social. Construyeron hospitales, como el Sacra Infermeria, considerado uno de los mejores de Europa en la época. Este hospital ofrecía tratamiento gratuito a enfermos y heridos, convirtiéndose en un modelo de atención médica avanzada. La orden también promovió la educación y el aprendizaje, especialmente en medicina y cirugía, formando a numerosos médicos y cirujanos que contribuyeron al desarrollo médico de Europa. La relativa prosperidad y la paz interna bajo los Caballeros atrajo a migrantes, artesanos y comerciantes, quienes ayudaron a desarrollar diversas industrias. Esto creó una economía diversificada, fortaleciendo los gremios y oficios y proporcionando a la población una mayor variedad de productos y servicios.

Malta se convirtió en un punto de encuentro de muchas etnias, una región mediterránea en miniatura con un idioma, el maltés, que la diferencia del resto de pueblos latinos. Esta lengua ha sido hablada por la población local durante siglos. Deriva del árabe siciliano medieval, introducido en Malta durante la ocupación árabe en el siglo IX, y evolucionó incorporando influencias catalanas, italianas (especialmente sicilianas), latinas y a partir de 1800, también inglesas. Con el paso de los siglos, el maltés se ha consolidado como un idioma único. Hoy en día, es uno de los dos idiomas oficiales de Malta y se escribe en alfabeto latino, siendo la única lengua semítica escrita con este alfabeto.

La época de los Caballeros culminó en Malta con la toma de la isla por las tropas de Napoleón. En realidad, la decadencia de la orden había comenzado debido al saqueo de sus bienes en Francia durante la Revolución Francesa y la disminución de donaciones, de las francesas, ya que Francia fue uno de los mayores donantes de la Orden. De hecho, durante siglos, los franceses formaron una de las “lenguas” o divisiones regionales más grandes y poderosas dentro de la Orden. Muchos nobles y reyes franceses, como Luis XIV, otorgaron donaciones en dinero y propiedades. Donantes habían sido también España y Portugal, que aportaban tanto monetariamente como en tierras, principalmente en las posesiones del Mediterráneo y la Península Ibérica y caballeros para el servicio militar y marítimo de la Orden. los Estados Papales y el Reino de Sicilia brindaban recursos y tierras, mientras que el Sacro Imperio Romano Germánico también realizaban contribuciones, y varias familias nobles alemanas enviaban a sus hijos a la Orden como caballeros. En agradecimiento, donaban tierras y propiedades, especialmente en el centro y este de Europa. La Iglesia católica, especialmente a través del Papa, apoyaba económicamente a la Orden y le otorgaba privilegios y exenciones fiscales. El Papado, además de donar bienes materiales, legitimaba las actividades de la Orden y le proporcionaba apoyo político. En sus primeros años, la Orden también recibía donaciones de Inglaterra y, en menor medida, de Escandinavia. Sin embargo, tras la Reforma Protestante en el siglo XVI, estas contribuciones cesaron en gran parte. Algunos caballeros ingleses se mantuvieron leales y huyeron a Malta o a otros territorios católicos. [2]

Las donaciones cesaron paulatinamente durante todo el siglo XVIII creando una crisis económica que culminó con la revolución francesa y la perdida de propiedades en Francia.  En 1798, Napoleón Bonaparte planeaba una expedición a Egipto como parte de su estrategia para cortar las rutas comerciales británicas hacia la India. Malta, situada en una posición estratégica en el Mediterráneo, era un punto de parada ideal para su flota y un posible obstáculo en su ruta. Consciente de la situación interna de los Caballeros, Napoleón decidió tomar Malta como un paso previo a su invasión de Egipto. Así, el 9 de junio de 1798, la flota francesa llegó a las costas de Malta y pidió permiso a los Caballeros para atracar y reabastecerse. Sin embargo, según las reglas de la Orden, solo un número limitado de barcos extranjeros podían ingresar a los puertos de Malta al mismo tiempo, lo que Napoleón utilizó como una excusa para cuestionar la autoridad de la Orden y justificar una ocupación. Napoleón desplegó sus tropas, y la mayoría de los Caballeros de la Orden no ofrecieron gran resistencia, en parte debido a la debilidad militar de la Orden en ese momento y al descontento interno por las carencias económicas. La ocupación fue rápida y casi sin enfrentamientos importantes. En poco tiempo, los franceses tomaron el control de la isla, y el Gran Maestre de la Orden, Ferdinand von Hompesch, se rindió el 12 de junio de 1798.[3]

Una vez en control, Napoleón implementó varias reformas administrativas y sociales: abolió los privilegios de la nobleza, confiscó propiedades de la Iglesia y estableció una administración laica, reformas que causaron descontento entre los malteses, quienes no tardaron en organizar una resistencia contra los franceses. En septiembre de 1798, la resistencia maltesa comenzó en el pueblo de Rabat, en la isla de Gozo, y rápidamente se extendió por toda Malta. Los malteses se levantaron en armas, organizándose en grupos de resistencia, y comenzaron a asediar a las fuerzas francesas que se habían refugiado en La Valeta y otras fortalezas. La resistencia popular fue encabezada por líderes locales y apoyada por la Iglesia. Los malteses no tenían una estructura militar organizada, pero lograron movilizar a gran parte de la población para rodear las fortificaciones francesas y cortar sus suministros. Incapaces de expulsar a los franceses por sí mismos debido a la fortaleza de las defensas francesas y la falta de armamento pesado, los malteses solicitaron ayuda al Reino Unido y a los reinos de Nápoles y Sicilia. La armada británica, bajo el liderazgo del almirante Horatio Nelson, respondió a la petición y envió barcos para bloquear los puertos de Malta, impidiendo la llegada de refuerzos y suministros franceses. A lo largo de 1799, los británicos mantuvieron el bloqueo naval, debilitando cada vez más a la guarnición francesa en La Valeta, que comenzó a sufrir hambre y enfermedades debido a la falta de suministros.

Tras dos años de bloqueo y asedio, los franceses, dirigidos por el general Vaubois, se vieron obligados a rendirse el 4 de septiembre de 1800. Las condiciones dentro de las fortificaciones eran insostenibles, y los franceses ya no podían resistir más. La rendición marcó el fin de la ocupación francesa y el inicio del control británico en Malta. Los británicos entraron en Malta como aliados de los malteses, pero posteriormente establecieron un protectorado británico sobre la isla. Malta quedó bajo influencia británica, y en 1814, tras el Tratado de París, fue formalmente declarada colonia de la corona británica. La expulsión de los franceses y la posterior administración británica trajeron cambios significativos a Malta, incluyendo la consolidación del inglés como idioma y una integración más estrecha con los intereses políticos y comerciales británicos. La dominación británica, cuya duración se extendió hasta 1964, ha dejado una profunda huella en la isla, sobre todo en la lengua, razón que me trajo a la isla, ya que yo me interesé en entablar relaciones con institutos y sociedades de aquí para encontrar puestos de prácticas para mis estudiantes de comercio.

Prosigo con la historia, para no dejar coja mi breve exposición. Inicialmente, los británicos ocuparon Malta sin planes claros de anexión. La administración británica comenzó como un protectorado, y los malteses esperaban que la isla se devolviera a los Caballeros o a algún poder italiano. Sin embargo, la posición estratégica de Malta en el Mediterráneo la convirtió en un activo valioso para el Imperio Británico. En 1814, el Tratado de París formalizó el control británico sobre Malta, convirtiéndola en una colonia. La isla se consolidó como una base militar clave para los británicos, especialmente para proteger las rutas comerciales hacia la India. Durante el siglo XIX, los británicos modernizaron las defensas de la isla y desarrollaron infraestructuras, como el puerto de La Valeta, que se convirtió en uno de los más importantes del Mediterráneo.

Aunque los británicos trajeron mejoras económicas y de infraestructura, el dominio colonial generó tensiones culturales y lingüísticas. Los malteses querían preservar su identidad católica y su idioma, mientras que los británicos promovían el inglés y protestantismo en la administración y la educación. En 1880, se fundó el Partito Nazionale (Partido Nacionalista), que buscaba limitar la influencia británica en la cultura y promover el uso del italiano en lugar del inglés.

Durante la Primera Guerra Mundial, Malta desempeñó un papel importante como base médica y de suministros para las tropas aliadas en el Mediterráneo, ganándose el título de «la enfermera del Mediterráneo.» La economía de la isla prosperó brevemente gracias a la presencia militar, aunque el conflicto también generó tensiones debido a la dependencia económica de la industria militar. En 1921, Malta obtuvo un autogobierno parcial bajo una nueva constitución, que permitía a los malteses manejar asuntos internos mientras los británicos controlaban la defensa y las relaciones exteriores. Esto marcó el inicio de una mayor autonomía y fomentó los sentimientos independentistas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Malta fue una de las áreas más bombardeadas debido a su importancia estratégica. Los malteses resistieron de manera notable, y en 1942, el rey Jorge VI otorgó a Malta la Cruz de Jorge en reconocimiento a la valentía de su pueblo.[4] Tras la guerra, los movimientos independentistas en Malta se intensificaron. Los malteses buscaban plena autonomía y querían una economía menos dependiente de la presencia militar británica. En 1956, se celebró un referéndum sobre la integración de Malta en el Reino Unido, pero no logró la aprobación necesaria debido a la oposición de la Iglesia y otros sectores. En 1961, Malta obtuvo una nueva constitución que la convirtió en un estado autónomo, aunque todavía bajo soberanía británica. Finalmente, el 21 de septiembre de 1964, Malta se declaró independiente como miembro de la Commonwealth, con Isabel II como jefa de estado. En 1974, Malta se convirtió en república, eliminando así el último vínculo constitucional con la monarquía británica. Desde entonces, Malta ha seguido desarrollándose como un estado independiente, convirtiéndose en miembro de la ONU en 1964, de la Unión Europea en 2004, y de la zona euro en 2008. Esto último me permitió entablar relaciones con la isla dentro del marco del programa Erasmus.

Bueno, pues, el avión que me trae desde Atenas, aterriza en el pequeño aeropuerto de Malta, que es el cordón umbilical que une a Malta, Gozo y Comino con el resto de Europa, al menos, si no se quiere hacer el viaje por mar. Desde el cielo, las islas se ven minúsculas, uno se pregunta si el avión podrá aterrizar. Desde el aeropuerto hay apenas cinco kilómetros hasta la capital, pero yo me quedo en Pembroke, en St Catherine’s High School, y me doy cuenta de que estoy en una antigua base militar. Yo he entablado relaciones con la directora del centro y hemos diseñado una estancia de cuatro semanas para mis estudiantes. Mi visita es para asegurarme de que todo está preparado para su llegada y pienso visitar todas las compañías, ocho en total, en que harán sus prácticas. Se alojarán en casa de familias con alguna relación al instituto, algunas de ellas pienso visitar. Aquí empieza mi estancia en la isla, marcada por situaciones, vivencias y sucesos poco previsibles y por tanto inolvidables.

El taxi me deja enfrente del instituto. No encuentro ni una luz que lo ilumine ni por dentro ni por fuera. Cuando los faros del taxi se alejan, quedo absorto por la más completa obscuridad. Se ha hecho de noche rápidamente y no veo ni donde pongo los pies. Como puedo, llego a la puerta del instituto subiendo una escalinata, con miedo a despeñarme. Escucho el rumor de un mar agitado por un fuerte viento, en un acantilado próximo, que presiento sin ver. Naturalmente, nadie me abre la puerta, y decido llamar por teléfono a mi contacto en la isla. No lo llevo en el teléfono y tengo que consultarlo en mi agenda, pero no veo nada. Uso la linterna del teléfono y, al encenderlo, me doy cuenta que me queda muy poca batería. Maldigo mi imprevisión y memorizo el número para marcarlo. A veces, las cosas más elementales son las más difíciles. Al fin alguien contesta, supongo que en maltés, y le explico quién soy mi situación en inglés. La voz de mujer calla un instante y me dice en perfecto inglés que me están esperando en una dirección que, naturalmente, no conozco. Me dice que puedo ir andando y me indica la dirección como si yo fuera navegando. Miro a mi alrededor y no veo nada, bueno, al fondo veo un resplandor, como de una ciudad lejana y empiezo a caminar en esa dirección, cuidando de no caerme, porque estoy absorto en la más absoluta oscuridad.

Llego al fin a una carretera, medianamente iluminada y con poco tráfico y, cruzándola, me encuentro en un laberinto de calles sin aceras, con casas bajas que me recuerdan al barrio londinense de Paddington, donde suelo residir durante mis estancias en Londres. Llego al fin a la dirección que me dio la mujer tras mi llamada y encuentro dos puertas sin nombre ni seña alguna. Al fin llamo al timbre de la puerta de la izquierda y oigo los ladridos de un perro, pero nadie sale a abrir. Después de un par de largos minutos desisto y llamo a la puerta de la derecha, que al rato se abre. Ante mi tengo a un hombre de mediana edad y complexión fuerte, en pantalones de pijama y una camiseta de tirantes, le explico como puedo mi situación y, sonriente, me contesta: “ah, sí, tú eres el sueco. Aquí tienes la llave, ellos vendrán más tarde. Me han dicho que te prepares tú algo de cenar.” Quedé un poco perplejo, mirando la puerta que se cerraba. Los ladridos del perro me inquietaban porque, habiendo tenido tres perros, sabía muy bien que no todos los perros reciben de buen grado a visitantes desconocidos. Pudo más una necesidad fisiológica que el respeto al can y decidí abrir la puerta.

El perro resultó ser un Springer Spaniel inglés de color blanco y manchas castaño oscuro. Un perro joven y juguetón que me recibió moviendo el rabo. Se salió al rellano y temí que se fuera corriendo por la calle. Le llamé y entro conmigo a la casa. Busqué la luz y al fin encontré el interruptor. Ante mí, una escalera muy pendiente, como es costumbre en las casas urbanas inglesas y, al final de la escalera un salón, que conducía a una amplia cocina. Dejé mi maleta junto a la mesa de la cocina con el perro haciéndome mil carantoñas, pidiendo caricias. Busqué el baño y lo encontré felizmente y, a continuación, me senté a esperar, mientras cargaba mi móvil. La espera se me hizo bastante larga y al fin busqué en el refrigerador algo que comer, siguiendo la recomendación del vecino, y, al llevar el pan, mantequilla y queso a la mesa, encontré una nota que decía: “Bienvenido a Malta, Martín. Perdona que no te recibamos en persona, pero es que estamos invitados por el primer ministro a una función de teatro y regresaremos a eso de la una o las dos de la madrugada. Tú puedes irte a dormir cuando quieras. Tu habitación la hemos marcado con un cartelito con tu nombre. Mañana desayunaremos juntos a la ocho e iremos al instituto juntos. Buenas noches”. Yo ya estaba cansado del viaje y de las aventuras, así que me fui a dormir a la habitación que me habían asignado, donde al parecer dormía habitualmente una adolescente, a juzgar por la decoración y por las ropas que encontré en el armario empotrado, en el que fui a colgar las mías.

El sueño me venció sin preámbulos y, a la mañana siguiente, desperté al ruido familiar de cacharros, la voz de una radio y un penetrante olor a café recién hecho. Salté de la cama (es un decir) y me fui directo al baño que, no sin dificultad, había encontrado la noche anterior y que estaba justo al lado de mi habitación. Vestido y acicalado, entré despacio en la cocina, dónde me recibió el perro con alegres cabriolas y gruñidos. Una mujer de unos cuarenta años, esbelta y enérgica en sus movimientos, estaba ocupada ante la encimera y se giró hacia mí y me miró con una sonrisa agradable que me encantó, sus ojos azules fijos en los míos.

Oí mi propia voz sumamente ronca, saludando en inglés mientras me sentaba en el mismo lugar que ocupé la noche anterior. La mujer, que se presentó como Alison, puso una humeante taza de café frente a mí y un plato de tostadas y se sentó enfrente de mí, con el perro atento a lo que pasaba. Me presenté y le expliqué mi pequeña aventura de la noche anterior, procurando que no se pudiese entender ni el más mínimo reproche. Ella se disculpó sonriente con un “Te ruego disculpes las molestias, pero nos invitaron a ultima hora y pensamos, que tú que estás acostumbrado a viajar, te apañarías bien, y veo que lo has hecho.” Se presento como jefa de estudios y me dijo que su marido estaba de viaje de negocios en Suecia. ¡Qué coincidencia! Entre frases sueltas sobre el tiempo y otras futilidades, comió su tostada, bebió su café y, levantándose de la mesa me soltó: “Quizás nos veamos en el instituto. Llévate las llaves que te dio el vecino ayer y cuida al salir que el perro no se salga a la calle. Sírvete de lo que necesites.” Y yo me quedé un poco colgado y solo contesté: “sí, sí, muchas gracias, Allison”. No la volví a ver en tres días.

Yo salí media hora más tarde. Tenía un par de horas hasta las once, que era para cuando tenía la entrevista con la directora del centro, Nicola, mí contacto para la planificación. Decidí pasear por los alrededores. El camino hacia el instituto me lo sabía, aunque lo había hecho en la oscuridad. Podían ser a lo máximo dos kilómetros, nada para un andarín como yo. La mañana estaba nublada y la arquitectura de las casas, las calles, y el tráfico, que a estas horas era muy fluido, me recordaba verdaderamente a cualquier pueblecito costero inglés, solo que, habitado en casi su totalidad por gente con aspecto latino.

Camino del instituto, que podía divisar desde lejos, porqué sobresalía en lo alto de un montículo, iba pasando por entre edificios de magnifica hechura, pero cerrados y aparentemente en vías de convertirse en ruinosos. Y es que, Pembroke tiene una historia interesante, especialmente en términos de instalaciones militares. El barrio está relativamente cerca del centro turístico de  St. Julian’s  y fue durante mucho tiempo un área destinada principalmente a instalaciones británicas, ya que Malta era una base militar importante para el Imperio Británico. Durante la ocupación británica de Malta, Pembroke albergaba varios cuarteles militares y centros de entrenamiento. Los británicos establecieron allí barracas y edificios militares que usaban como alojamiento para tropas y para la administración militar. Se ve claramente que, por toda la zona, hay fortificaciones y estructuras defensivas británicas construidas para defender la isla y supervisar el Mediterráneo. Algunas de estas estructuras todavía existen. Según me contaron, ya en el instituto, después de la retirada de las fuerzas británicas en 1979, la zona comenzó a desarrollarse para uso residencial y educativo. Ahora, Pembroke es una zona tranquila y principalmente residencial, aunque también alberga algunas instituciones educativas y centros de formación. Por la noche, descubrí yo a mi llegada, la zona está completamente desierta.

St. Catherine’s High School sigue un currículo internacional que permite a sus estudiantes obtener una educación de nivel mundial. Esto incluye programas como el Cambridge International Curriculum y el Programa de Bachillerato Internacional (IB), especialmente en los últimos años de secundaria. A mis estudiantes les venía pues como anillo al dedo el tener esta escuela como base en la isla, para hacer sus estancias de prácticas, que comenzaban y terminaban con clases aceleradas de inglés. Dejo aquí los detalles sobre el instituto y la razón de mi estancia y paso a relatar mis paseos por la isla, mis impresiones sobre el ambiente y la gente, según lo vieron mis ojos.

Resueltos ya todos los quehaceres propios de la planificación y previstas algunas visitas a los lugares de prácticas, que fui haciendo durante los siguientes días, quede libre para hacer mi primer paseo en solitario por la isla. Yo había leído todo lo que había encontrado en la red, y algún libro de viajes que encontré en la biblioteca. En realidad, antes de mi visita no sabía mucho sobre Malta y descubrí que había mucho que ver y aprender. Me propuse ir a pie hasta Valeta, la capital. Es una distancia de unos 3 kilómetros bordeando la costa. Comencé mi paseo desde el centro de Pembroke, dirigiéndome hacia el sur y tomando un sendero costero, que es una calle traficada que me llevó a St. George’s Bay (Bahía de San Jorge). Aquí me paré a disfrutar de vistas abiertas al mar Mediterráneo y pude observar algunas de las fortificaciones británicas que aún quedan en la zona.

Al llegar a St. George’s Bay, me encontré de pronto en una pequeña playa de arena, ideal para una breve parada. Me descalcé y remangué los pantalones para sentir el agua del mar en los pies. Desde aquí continué hacia St. Julian’s, una localidad muy turística, conocida por su ambiente animado y por sus muchos bares y restaurantes y algún que otro centro comercial. Pasé por Paceville, una zona vibrante y moderna, y me llamó la atención un restaurante que anunciaba sopa de mariscos y allí almorcé, y no me arrepiento. Comí con buen apetito y disfruté de las vistas. Al avanzar hacia Spinola Bay, pude ver los tradicionales “luzzus”, barcos de pesca malteses pintados de colores brillantes.

Siguiendo el paseo marítimo de Spinola Bay, llegué a Sliema, otra popular área costera que ofrece tiendas, restaurantes y un largo paseo junto al mar. Corría gente por allí y me dieron ganas de correr, pero, por aquel entonces no estaba yo para carreras, así que me senté en un banco y disfruté de las vistas. Siguiendo la costa, llegué a Tigne Point, que es un buen lugar para detenerse y disfrutar de vistas panorámicas hacia La Valeta. Desde aquí se pueden ver ya las fortificaciones de la ciudad antigua desde lejos.

Al salir de Sliema, seguí el camino costero hacia el sur, pasando por Gzira y Msida Creek. Este tramo es un área menos turística y más local, con vistas al puerto deportivo de Msida, lleno de yates y embarcaciones. Lugar ideal para tomar un café y cargar mi móvil. Desde Gzira, pasé a Manoel Island, por un pequeño puente para ver el Fuerte Manoel, una antigua fortificación construida por los Caballeros de San Juan. Me salí un poco del camino, pero valió la pena.

De regreso a Msida Creek, seguí el paseo hacia Ta’ Xbiex y Pietà, donde encontré una serie de edificios históricos, incluyendo villas y embajadas. Siempre por la costa, pero ahora, andando entre jardines a lo largo del paseo. Llegando a Floriana, un suburbio de La Valeta, se ven ya las murallas y bastiones que rodean la capital, declarada, claro está, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La entrada principal a La Valeta es a través de la Puerta de la Ciudad, desde donde se accede a los Jardines de la Barraca y a la Calle de la República. Ya a la entrada majestuosa de Valeta veo el Teatro Manuel, la Catedral de San Juan y el Gran Palacio del Maestre. Con todas las paradas, he estado de camino cinco horas. Una cerveza, en la misma plaza que aloja el parlamento, me vino de maravilla. Aquí me quedé un buen rato, hasta que decidí regresar a Pembroke en autobús que, lleno hasta los topes, por dos euros, me llevó de vuelta a “mi barrio”. Al día siguiente, me dije, visitaría Valeta minuciosamente, lo que también hice, aunque fui en autobús a la ida, para dar el paseo por sus antiguas calles. Valeta merece de por si una entrada a parte. Recomiendo un viaje a Malta, si no habéis estado ya.


[1] https://archive.org/details/malta1565lastbat0000pick/page/n3/mode/2up

[2] https://archive.org/details/knightsofmalta0000sire/page/n5/mode/2up

[3] https://timesofmalta.com/article/rereading-maltas-history.769567

[4] https://archive.org/details/maltalastgreatsi0000wrag/page/n3/mode/2up

Centésimo vigésimo séptimo paseo. Hoy quiero contar un cuento.

En la cabeza de un gato negro

Cada mañana, cuando el escritor se aleja en su bicicleta roja, el gato negro se sienta frente a la ventana, observando. Sus ojos amarillos siguen el movimiento torpe y un poco tambaleante de su dueño mientras pedalea por el camino empedrado. “¿Adónde irá hoy?”, se pregunta el gato, su cola enroscándose lentamente alrededor de sus patas. «Quizá vaya al mercado a buscar ese pescado fresco que tanto me gusta», reflexiona, lamiéndose el hocico en un gesto anticipado de placer. El olor del pescado siempre llenaba la casa con una promesa deliciosa, pero otras veces su dueño volvía con una bolsa llena de papeles, de libros, de cosas que a él no le interesaban. “No debería ir a esos lugares aburridos, debería pensar más en mí”, se decía con un bufido suave.

Pero había algo más que le inquietaba. El gato sabía que su dueño, aunque amable, era frágil. Lo veía perder el equilibrio con frecuencia, tropezar en su propia casa. «Es un poco torpe», pensaba el gato. “¿Y si hoy se cae de la bicicleta? ¿Y si se pierde por uno de esos caminos extraños? Yo no estoy ahí para cuidarlo…” El gato miraba cómo la figura del escritor desaparecía entre los árboles, y sus pensamientos se volvían cada vez más oscuros. Se imaginaba a su dueño enfrentándose a peligros invisibles: una piedra mal colocada, una ráfaga de viento inesperada, o incluso algún coche que se acercara demasiado. Sabía que el mundo allá afuera era un lugar lleno de amenazas para alguien tan frágil como su humano. “Si solo fuera un poco más ágil, como yo”, se decía, “no tendría que preocuparme tanto.”

Con un suspiro profundo, el gato bajaba de la ventana y se dirigía al jardín. Sabía que podía salir por la gatera, y aunque prefería quedarse dentro, últimamente el otoño le había llenado de una extraña melancolía. Las hojas caían como un manto dorado sobre el césped, y el aire era fresco, casi frío. Afuera, estaba el gato pardo. El gato pardo era grande, con un pelaje espeso y desordenado que lo hacía parecer aún más voluminoso de lo que era. No hablaban mucho, pero el gato negro lo veía como una especie de compañía. A veces, el pardo lo miraba desde el otro lado del jardín, sus ojos claros y serenos, como si supiera algo que el gato negro aún no había descubierto.

«¿Debería acercarme a él hoy?», se preguntaba. No estaba seguro de querer una conversación, pero el silencio en casa se sentía más pesado que de costumbre. El escritor no volvería hasta dentro de unas horas, y en ese tiempo, el gato negro estaba solo. Era una soledad a la que nunca se había acostumbrado del todo, especialmente en estos días más cortos y fríos. El gato pardo le vio salir y le lanzó un par de miradas de reojo, sin moverse de su sitio. El gato negro dudaba. No es que le cayera mal, pero tampoco tenía claro si quería que el otro gato se convirtiera en algo más que una presencia distante. Finalmente, decidió quedarse en el borde del jardín, mirando el viento mover las hojas y escuchando el eco lejano de los pasos del escritor en su mente. Mientras esperaba el regreso de su dueño, el gato negro pensaba en todas esas cosas que nunca sabría sobre su día. Quizás había salido a buscar más inspiración para esas páginas interminables que llenaba. O tal vez, solo tal vez, hoy volvería con ese pescado fresco.

Y cuando el sol empezaba a bajar, y la sombra del escritor se dibujaba de nuevo en el sendero, el gato negro regresaba a la ventana. Se tranquilizaba al verlo intacto, un poco más cansado, pero seguro. Regresaba a casa, y todo volvía a estar bien, al menos por otro día. El gato negro sintió el leve crujido de la puerta antes de que se abriera del todo, y enseguida supo que su dueño había regresado. Los sonidos familiares de bolsas entrechocando y paquetes dejados sobre la mesa llenaban la casa, y el gato, con paso elegante, bajó las escaleras para recibirlo. Se restregó suavemente contra las piernas del escritor, su pelaje oscuro contrastando con los pantalones desgastados de su dueño, pidiendo la atención que sabía que merecía.

Mientras ronroneaba y se enredaba en los tobillos del escritor, el gato alzaba la mirada, observando con atención cada movimiento. Era como si sus ojos penetrantes trataran de descifrar las emociones del humano, indagando en qué pensamientos le habían acompañado mientras estaba fuera. ¿Había sido un día difícil? ¿O tal vez había encontrado inspiración en alguno de esos lugares que el gato jamás conocería? Cada gesto del escritor, cada suspiro mientras vaciaba las bolsas, parecía llevar una historia oculta que solo el gato intentaba desvelar.

El escritor comenzó a colocar cuidadosamente los alimentos en la nevera y en los armarios, mientras el gato negro seguía cada movimiento con creciente emoción. Las arrugadas manos del humano sacaban frascos, verduras y pan, pero lo que más importaba estaba aún por llegar. De repente, el escritor se detuvo frente al fregadero, tomó el platito del gato y lo fregó con cuidado, una señal inconfundible de lo que venía después. El gato negro se acercó aún más, sus bigotes temblando de anticipación. El sonido inconfundible de una lata de atún abriéndose hizo que el gato no pudiera contener un suave maullido de agradecimiento. Sus ojos se agrandaron, observando cómo el escritor vertía despacio el contenido en su plato, sin perder ni una pizca del jugoso y delicioso atún. Todo el proceso se hacía de manera lenta y meticulosa, como si fuera un ritual sagrado que ambos compartían. Cuando finalmente el platito quedó lleno, el gato se lanzó con entusiasmo a disfrutar de su manjar. Cada bocado era un festín, y el gato negro comía con la misma concentración con la que había observado antes a su dueño. Mientras devoraba el atún, podía sentir la cálida presencia del escritor cerca, moviéndose por la cocina.

El escritor, mientras tanto, se había detenido a observarlo. Una sonrisa apenas perceptible, casi invisible, se formó en sus labios, mientras se preparaba un café con movimientos pausados. Parecía que ambos, en su silencio compartido, entendían algo esencial el uno del otro. Aunque no había palabras, había una conexión, una rutina que les daba consuelo y seguridad. El gato negro, con el estómago satisfecho y los sentidos alertas, levantó la cabeza un momento y miró al escritor. Tal vez no sabía a dónde había ido, qué había hecho o pensado, pero estaba seguro de una cosa: ahora estaba en casa. Y, por un rato, eso era todo lo que importaba.

El gato, con el estómago lleno y el corazón en calma, se dirigió lentamente hacia su rincón favorito en la casa: la cama grande en la habitación del escritor, esa que siempre estaba cubierta por una suave colcha azul. Era el lugar perfecto para descansar, cálido y tranquilo. Con pasos lentos y pausados, el gato se subió a la cama, dio varias vueltas sobre sí mismo, y finalmente se enroscó en un pequeño círculo, cerrando los ojos con satisfacción.

No pasó mucho tiempo antes de que el gato se adentrara en el mundo de los sueños. En su mente, las imágenes se fueron formando poco a poco, transportándolo a otros tiempos, tiempos que habían quedado grabados en su memoria felina. En el sueño, veía al escritor sentado en la mesa del comedor, rodeado de personas. No eran desconocidos, el gato los conocía bien. Eran las personas queridas que solían visitarlos, esas que siempre traían risas y conversaciones animadas a la casa.

El gato, en su sueño, acechaba desde un rincón de la habitación, observando la escena con atención. El olor de los manjares llenaba el aire, una mezcla de aromas que despertaban su instinto cazador. Recordaba aquellos días en los que, siendo más joven y ágil, solía intentar subir a la mesa, buscando una oportunidad para robar un bocado cuando nadie miraba. A veces lo lograba, y el escritor, aunque intentaba ser firme, casi siempre cedía ante el encanto del felino, compartiendo un pequeño trozo de comida.

En el sueño, el gato sentía la alegría que irradiaba el escritor cuando estaba rodeado de esas personas. Lo veía sonreír, reírse con ellos, hablar con pasión. Aunque en la vida real el escritor se movía ahora más despacio y con algo de torpeza, en ese recuerdo onírico era como si el tiempo no hubiera pasado. El escritor era fuerte y vivaz, y sus manos ágiles gesticulaban mientras hablaba. El gato sabía que esas reuniones, esas conversaciones con las personas queridas, siempre llenaban de felicidad al escritor. Y, de alguna manera, esa felicidad también se transmitía a él. En su mundo felino, el gato había aprendido a leer el estado de ánimo de su dueño, a sentir cuando estaba bien o cuando algo lo preocupaba. Y esos momentos, los de las risas compartidas, siempre eran especiales.

Mientras soñaba, el gato ronroneaba suavemente, como si ese ronquido sutil pudiera conectar el sueño con la realidad, como si de algún modo supiera que esos tiempos felices todavía vivían dentro de su dueño, aunque los años hubieran pasado. Y así, envuelto en esos recuerdos y en la cálida seguridad de su rincón preferido, el gato negro continuó soñando, en paz, sabiendo que todo estaba bien mientras su escritor estuviera cerca, aunque fuera solo en sus sueños.

En su estudio improvisado, instalado en la espaciosa cocina junto a la ventana, el escritor contemplaba el paisaje otoñal mientras mesuraba su barba cana con gesto pensativo. Las hojas amarillas, rojas y ocres caían lentamente de los árboles, mecidas por la suave brisa, cubriendo el jardín como una alfombra natural. El escritor, absorto en la belleza del momento, dejaba que sus pensamientos fluyeran libremente. Durante un buen rato, permaneció inmóvil, observando cómo la estación teñía el mundo de tonos dorados y marrones. Era un hombre que siempre había encontrado consuelo en los pequeños detalles de la vida, y esa tarde, la calma otoñal parecía hablarle en un idioma que solo él entendía. Pero entonces, como si una idea repentina se hubiera encendido en su mente, primero muy despacio, y luego con más rapidez, sus manos empezaron a moverse sobre el teclado de su portátil.

Cada tecla que pulsaba parecía resonar en la cocina, como si el sonido de la escritura misma tuviera el poder de llenar el aire con nuevas ideas, nuevos mundos. La chispa en sus ojos, casi imperceptible al principio, fue creciendo mientras las palabras tomaban forma en la pantalla. Era una pequeña llama de felicidad, de esa satisfacción profunda que solo un escritor conoce cuando las ideas fluyen sin esfuerzo, cuando la página en blanco comienza a llenarse de vida. El gato, desde su lugar en la cama azul, entreabrió los ojos, despertado por el tenue sonido de las teclas. Desde donde estaba, podía ver al escritor inclinado sobre su portátil, tecleando con creciente entusiasmo. El gato lo observó con curiosidad, como si intentara adivinar qué historias estaban naciendo en ese momento, qué pensamientos estaban cobrando forma.

El escritor seguía absorto en su labor. Sus dedos volaban ahora sobre el teclado, más ágiles de lo que se podía esperar de este hombre tan pausado. Era como si, al escribir, el peso de los años desapareciera, y en su mente aún estuviera ese hombre joven y lleno de energía de los recuerdos del gato. Mientras las hojas seguían cayendo al otro lado de la ventana, el escritor dejaba que su imaginación vagara libremente. Los personajes que había creado, las historias que estaba tejiendo, le hablaban con claridad. Eran antiguos compañeros, algunos conocidos, otros nuevos. Y en ese preciso instante, mientras tecleaba, no existía nada más en el mundo. Ni el paso del tiempo, ni las preocupaciones diarias. Solo él y las palabras que fluían como un río.

En la cocina, el aroma del café que se había preparado hacía poco aún flotaba en el aire, mezclándose con el perfume del otoño que se filtraba por la ventana entreabierta. El escritor respiraba profundamente, sintiendo el fresco aire otoñal. Para el gato, esa escena era un reflejo de la normalidad que tanto apreciaba: el sonido de las teclas, el aroma del café, la presencia reconfortante de su dueño escribiendo. Aunque los años habían pasado, y aunque ahora se sentía más solo cuando el escritor salía, en esos momentos en los que el hombre estaba en casa, escribiendo, el mundo del gato también estaba en orden. Y así, el gato cerró nuevamente los ojos, sintiendo la suave colcha azul bajo su cuerpo, mientras el sonido del tecleo llenaba la casa de promesas de nuevas historias.

Cada noche, cuando las lámpara de las ventanas se encendían y el silencio envolvía la casa, el escritor tenía un ritual que había mantenido durante años: se sentaba en su sillón favorito, con el gato negro a sus pies, y le leía en voz baja lo que había escrito ese día. No importaba si eran párrafos completos o tan solo unas pocas frases. Las palabras, suaves y pausadas, salían de su boca casi como un susurro, llenando la habitación con un aire de complicidad. El gato, aunque no entendía exactamente lo que significaban esas palabras, sentía la familiaridad de la voz de su dueño y el ritmo tranquilizador de su lectura.

El escritor le hablaba como si el gato fuera el único ser capaz de comprender los laberintos de sus pensamientos, la única compañía silenciosa en sus horas de creación. Tras terminar, solía dejar el manuscrito sobre alguna de las muchas superficies cubiertas de libros que había en la casa, como si el acto de escribir fuera solo una parte de su vida, pero la lectura, la comunión entre las palabras y los pensamientos, fuera la culminación. Luego de la lectura, el escritor se levantaba y, casi como por inercia, caminaba entre libros apilados en las estanterías, en las mesas, en las sillas y, en algunos rincones, incluso en el suelo. Allí, entre tanto desorden literario, escogía algún volumen que le había llamado la atención ese día o que había traído de alguna biblioteca de la ciudad. Era en esas horas, muy tarde ya, cuando el escritor se instalaba en su sillón, y el gato se acomodaba a sus pies, envolviéndose en la calidez del espacio.

El tiempo pasaba con lentitud, las páginas giraban, y a veces se escapaba un pequeño suspiro del escritor, como si hubiera encontrado algo profundo en las páginas, o una leve risa, fruto de alguna ironía bien escrita. Cada uno de esos sonidos era suficiente para que el gato negro, en un gesto casi mecánico, abriera los ojos, estirara las patas y se acurrucara nuevamente, más cerca, más a gusto.

Cuando la noche ya estaba muy avanzada y las sombras danzaban en la penumbra, el escritor cerraba el libro que había estado leyendo, dejando un marcador entre las páginas. Lentamente, se levantaba de su sillón con movimientos pausados y seguros, aunque algo torpes por el cansancio. El gato negro, siempre atento, seguía sus pasos con la mirada, consciente de que la jornada estaba por terminar. El escritor se dirigía a la cocina, a veces a preparar una taza de té, otras simplemente a beber un poco de agua. Luego, entraba al baño con la misma calma, como quien sigue una rutina sin prisas. Al volver al salón, pasaba junto a su compañero felino y se detenía un momento para darle una suave caricia, un gesto de afecto silencioso que el gato siempre agradecía con un leve ronroneo.

Antes de irse a la cama, el escritor quitaba cuidadosamente la colcha azul que cubría su cama y la doblaba con esmero, dejándola sobre el sillón donde había pasado las últimas horas. Se deslizaba entre las sábanas con lentitud, apagaba la lámpara de su mesilla de noche y, con un susurro que parecía envolver la oscuridad, decía: «Buenas noches, amigo». El gato negro, en su sitio habitual a los pies de la cama, escuchaba esas palabras con los ojos entrecerrados, satisfecho y en paz, sabiendo que su mundo, aunque sencillo, era perfecto en su compañía y en la constancia de las pequeñas rutinas que compartían. Y así, mientras el escritor se sumía en el sueño, el gato también se dejaba llevar por el suave abrazo de la noche.

y le pasó la mano por todo el lomo, desde el cuello al rabo, sonriendo.

Y llegó el amanecer. El escritor, mientras acariciaba al gato negro, sonreía con una ternura casi imperceptible. Era un gesto que se había vuelto rutina a lo largo de los años, pero esa mañana tenía algo distinto. Había algo en el aire, una especie de determinación tranquila que se podía ver en sus ojos. El gato, siempre atento a los cambios en su dueño, lo notaba. Aunque no entendía exactamente qué era, sentía que el día traería algo fuera de lo común.

El escritor terminó su desayuno lentamente, disfrutando cada sorbo de café y cada bocado de la tostada, como si saboreara no solo la comida, sino también el momento en sí. Mientras tanto, el gato seguía cerca, dando vueltas a su alrededor, rozando sus piernas, observando cada uno de sus movimientos. No dejaba de pensar en lo inusual que era que su dueño se preparara tan temprano. “¿A dónde irá hoy?”, se preguntaba el gato. “¿Será un día como los otros, o tal vez algo más… importante?”

El escritor se levantó de la mesa, llevó los platos al fregadero y los enjuagó con calma, mientras el gato negro lo seguía con la mirada, sentado junto a la puerta de la cocina. Lo observaba con una mezcla de curiosidad y cierta preocupación. Sabía que su dueño, aunque siempre le mostraba una imagen serena, era frágil. El gato conocía cada uno de sus pasos torpes, los pequeños tropiezos y las veces que había vuelto a casa con un raspón o un golpe leve.

Después de ordenar todo, el escritor se dirigió a su estudio. El gato lo siguió a corta distancia, aunque se detuvo en el umbral de la puerta. Desde allí, lo vio recoger una mochila que había preparado la noche anterior. El gato entrecerró los ojos, como si eso le ayudara a desvelar el misterio de aquel día. ¿Un viaje? No era algo inusual, pero algo en el ambiente le hacía pensar que este no sería un día cualquiera.

El escritor se colgó la mochila al hombro, se puso una chaqueta ligera y finalmente, antes de salir, se detuvo en la puerta y miró al gato negro, quien ya estaba sentado junto a su gatera, listo para salir a despedirlo como siempre hacía. Se agachó con cierta dificultad y, acariciando su cabeza una vez más, le susurró con suavidad: «Hoy será un buen día, amigo. Cuida la casa mientras no estoy». El escritor sonrió levemente mientras se miraba en el espejo del recibidor. Aunque las arrugas en su rostro y la barba canosa reflejaban el paso de los años, aún quedaba en él una chispa de vitalidad que lo hacía sentirse vivo. La idea de organizar una fiesta como las de antes le llenaba de una energía que hacía tiempo no sentía. «Sí, hoy será diferente», murmuró para sí, ajustándose el gorro de lana negro y echando un último vistazo a su reflejo. La bicicleta le esperaba apoyada contra la cerca del jardín, y mientras la montaba, no podía dejar de pensar en las reuniones que solían llenar su hogar de risas y conversaciones. Recordaba las voces de aquellos que habían sido parte de su vida, amigos que compartían historias, debates apasionados, y esa bella mujer que lo miraba con una calidez que aún le ardía en el corazón. Hoy, quería sentir todo eso de nuevo. Quería revivir esos momentos, aunque fuera por una tarde.

El gato ronroneó como en respuesta, como si quisiera darle su aprobación. Pero en su interior, no podía dejar de preocuparse. El escritor era importante para él, no solo porque le daba comida y lo acariciaba, sino porque había una conexión profunda que había crecido con los años. Aunque el gato no podía expresar con palabras, sabía que su vida estaba entrelazada con la de aquel hombre, y cualquier cosa que le ocurriera al escritor lo afectaría a él también. El gato negro, fiel como siempre, estaba a sus pies, mirándolo con sus ojos penetrantes, como si pudiera leer los pensamientos de su dueño. El escritor se agachó una vez más para acariciar al gato, y el felino, en respuesta, se restregó contra sus piernas, emitiendo un suave ronroneo. «Cuida la casa, compañero», le repitió el escritor, antes de abrir la puerta y salir al fresco aire matutino. El gato negro lo siguió hasta la puerta del jardín y se quedó allí, observando cómo se alejaba en su bicicleta, balanceándose un poco con su estilo algo torpe pero decidido. La brisa fresca agitaba suavemente las hojas del jardín, y el gato, sentado en silencio, miraba cómo su figura se perdía por el camino, aún desierto.

Una vez más, como todas las mañanas, se quedó allí, contemplando el horizonte, preguntándose qué aventuras viviría su dueño mientras él, el pequeño guardián de la casa, se quedaba esperando su regreso. Esta vez, sin embargo, no solo era la rutina lo que lo inquietaba. Algo dentro de él lo hacía sentir que el día que comenzaba no sería como los demás. Algo cambiaría. Con un suave maullido, como si expresara esa inquietud, el gato negro regresó lentamente a la casa, sabiendo que no le quedaba más que esperar.

Pedaleaba con determinación, recorriendo las calles que aún despertaban con la primera luz del día. Sabía exactamente a dónde iba. Primero haría unas llamadas, luego iría a la tienda a comprar todo lo necesario: vino, algunos quesos, pan recién horneado, y tal vez, si tenía suerte, ese pastel de manzana que siempre había sido el favorito de todos. Mientras pedaleaba, imaginaba cómo sería la tarde, cómo llenaría su casa de nuevo con las voces y las risas que tanto extrañaba.

Después de un rato, el gato negro se dirigió al salón, donde la luz suave de la mañana comenzaba a filtrarse por las ventanas. Subió a su lugar favorito, junto a la gran ventana, y desde allí observó el mundo exterior, mientras sus pensamientos vagaban entre la tranquilidad del presente y las memorias del pasado. Sabía que pronto su dueño regresaría, y quizás esa tarde la casa se llenaría nuevamente de las voces que ambos extrañaban. Con un largo estiramiento y un suave ronroneo, el gato se acomodó, dispuesto a esperar.

Llegando al mediodía, el escritor salía de la tienda de licores con dos bolsas en su mano izquierda y un paquete de cartón blanco en la derecha, sujeto por un lacito verde, era la tarta. Caminaba en dirección a la plaza, donde había dejado aparcada su querida vieja bicicleta roja. Circulaba mucha gente, camino de algún restaurante cercano para almorzar, gente que trabajaba en el centro de la ciudad, que iba con prisa y en grupo. El escritor se encontró con un grupo que se había parado en medio de la acera y ocupaba casi todo el espacio. En la calzada, el tráfico era denso, pero bastante rápido, el semáforo lucía verde para los automóviles. Llegando hasta el grupo, el escritor trató de pasarles, estaba impaciente por llegar a casa y empezar con los preparativos. Tenía que limpiar todo bien, recoger los libros que estaban por todos lados, en fin, tenía mucho que hacer para pararse en medio de la acera esperando a estos pesados.

El escritor intentó pasar al grupo, esquivando los cuerpos aglomerados que charlaban sin prisa, ajenos a su urgencia. Sujetó con fuerza las bolsas de licor y el paquete con la tarta, tratando de no tropezar ni desequilibrarse. «Disculpen», murmuró, aunque su voz apenas se oyó entre el bullicio. Dio un paso hacia la calzada para evitar la multitud, consciente de lo denso que estaba el tráfico. Un auto pasó rozándole y decidió no tentar más la suerte. Finalmente logró rebasar al grupo, acelerando el paso hacia su bicicleta, que seguía aparcada donde la había dejado en la plaza. Sentía un ligero sudor formarse bajo el jersey negro mientras el sol de mediodía iluminaba la ciudad con una luz más fuerte de lo esperado para el otoño. No importaba. Todo parecía ir bien. La tarta estaba intacta, y las botellas seguían seguras en sus bolsas. Solo faltaba regresar a casa y comenzar los preparativos para la gran reunión.

Mientras caminaba con pasos rápidos, su mente estaba ocupada en la lista mental de tareas que le aguardaban. Limpiar la casa, recoger los libros esparcidos, barrer el suelo donde el polvo se acumulaba, preparar la mesa del comedor con su viejo mantel color crema, el que siempre usaba en las grandes ocasiones. No solo quería revivir las fiestas de antaño, sino recrear esa calidez que tanto extrañaba, esa sensación de pertenencia y de vida que, poco a poco, se había esfumado de su hogar.

Llegó a su bicicleta, colocó cuidadosamente las bolsas y el paquete en el canasto delantero y montó, ajustándose el gorro de lana antes de empezar a pedalear de regreso. Al hacerlo, una sensación de satisfacción y anticipación crecía en su interior. Iba a ser un buen día, como los de antes. Ya podía imaginarse a sus hijos entrando por la puerta, riendo, conversando, compartiendo una copa de vino y una porción de tarta.

Mientras pedaleaba hacia su hogar, el viento fresco en su rostro le traía recuerdos de viajes pasados y personas queridas. La nostalgia le envolvía, pero no de una manera amarga, sino como una promesa de que, por unas horas al menos, todo volvería a ser como solía ser. Incluso pensaba en lo bien que se lo pasaría el gato, merodeando por la casa llena de voces y risas, tal como lo había hecho cuando era un gatito juguetón.

Con el corazón lleno de esperanza y una sonrisa apenas perceptible en su rostro, el escritor avanzaba decidido, imaginando el bullicio y la vida que pronto llenarían nuevamente su hogar silencioso. Iba bien ajustado a su derecha, circulando bastante rápido para lo que solía hacer habitualmente. En su cerebro se alternaban las imágenes añoradas, las conversaciones, las risas, las canciones, que con toda seguridad cantarían, acompañados por su guitarra. ¡Oh, esos antiguos y queridos instrumentos que ahora yacían mudos, sin las manos de los que en otro tiempo les hacían vibrar! De pronto, una señora mayor, da un paso hacia la calzada para eludir uno de esos grupos patosos que acaparaban toda la acera y el escritor, sorprendido, trata de evitar una colisión girando levemente a la izquierda, en el momento en que el autobús 3 ha iniciado el adelantamiento del anciano en la bicicleta roja. El golpe fue brutal. Un golpe seco que hizo que los que estaban en el corrillo girasen sus cabezas en dirección al fatal sonido. Un silencio total cubrió la escena. el escritor yacía entre los restos de su bicicleta, con las bolsas y su contenido desparramado, la caja de la tarta aplastada. Del gorro negro manaba lentamente un hilo de sangre que iba formando una mancha roja, densa, humeante. La última imagen grabada en la mente del escritor, era el rostro de su amada, sonriendo, como siempre hacía cuando estaban todos juntos. Profunda oscuridad, Nada.

En su soledad, el gato negro vio como el día avanzaba y la mancha soleada de la mesa del escritor palidecía. Cayo la noche y el gato negro emitía a veces un pequeño maullido de inquietud, repetido y con mayor intensidad, según avanzaba la noche. Sintió la puerta, sabía que no era el escritor, porque conocía todos los sonidos tan peculiares de su amigo. Bajó las escaleras para ver quien era y vio a la mujer bella, que se agachó a acariciarle, sintió una gota templada en su hocico, una lágrima derramada por ella. Subió con ella los doce escalones que separaban el recibidor de la cocina. Sabía de sobra que su antigua vida había terminado. Lo había presentido en el mismo momento que el escritor, sonriente, cerró la puerta tras de sí. Pero, el gato negro, en el fondo de su pequeña alma de gato, conservaba la esperanza de que, algún día, cuando él estuviese mirando por la ventana como se mecían las ramas de los árboles, su amigo el escritor, aparecería de nuevo por el caminito, en su bicicleta roja.

Centésimo vigésimo sexto paseo. Entre Islandia y Andorra. Decisiones de cocina y un rey de quita y pon.

Salgo de mi casa directamente al campo, bañado a esta hora por un sol que ya calienta más de lo que se podría esperar, esta mañana de finales de octubre.  Contemplo, estupefacto, una colonia de cigüeñas que han tomado un barbecho al asalto y se sirven a sus anchas de los manjares que les ofrece la tierra, condescendientes con algunas gaviotas o un par de urracas, que osan deambular entre estos pájaros gigantes. Voy pensando en mi entrada de ayer, y en que prometí seguir hoy contando cosas de Andorra. Tengo que ir rebobinando pensamientos hasta llegar al 1990 y ese mes de febrero en que llegué al principado.

Todo había empezado un par de años antes, cuando entré en contacto con la fundación Jaume Bofill de Barcelona y con su director Jordi Porta, que desgraciadamente falleció el año pasado. Buscaba yo, como bien le dije, profundizar en el corazón del catalanismo para, al ser posible, llegar a comprenderlo. Nadie como este insigne catalán habría podido guiarme tan bien como él lo hizo y a él le debo en gran medida todo lo que he aprendido, sobre la formación de un espíritu democrático de lucha identitaria. En la fundación abundaban los sociólogos y uno de ellos, hombre jovial e inteligentísimo, con el cual yo solía pasar horas discutiendo sobre temas muy varios, tenía una novia andorrana. Cuando me pidieron desde Suecia que organizase un viaje de estudios para la institución de historia por Cataluña, se me ocurrió preguntarle si él me podría introducir a las autoridades del principado, para organizar una visita allí. En menos de una semana me contestó que no habría inconveniente y yo me puse a producir un programa para una visita de diez días, incluidos dos días en Andorra.

Se llega a Andorra casi sin darse cuenta. Las montañas parecen escondidas al norte de La Seu de Urgel. Muy diferente es la entrada por Francia, más escarpada, formando una barrera reconocible e imponente. En un periquete nos pusimos en Andorra la Vella, con su calle principal repleta de tiendas y bazares y llegamos a la Casa de la Vall, edificio que ha sido la sede del parlamento y del el Consejo General de Andorra desde 1702. Allí nos estaba esperando una joven estudiante, morena y lozana, que irradiaba ganas de vivir y alegría natural. Marta, que así se llamaba fue nuestra cicerone y también nuestra traductora, pues hablaba inglés y francés y mis compañeros suecos no hablaban ni catalán ni español. De la Casa de la Vall me llevo el recuerdo de esa magnifica, aunque muy sencilla cocina, lugar donde los consejeros se reunían alrededor de la chimenea, compartían comida y discutían asuntos políticos. La cocina simbolizaba un ambiente más íntimo y cercano para la toma de decisiones, en contraste con las sesiones más formales que se celebraban en otras partes del edificio. Me los imagino moviendo la olla a la lumbre, conteniendo una escudella o un trinxat de montanya, acompañados de una buena secallona, regado todo con un buen vino francés o catalán.  Me parecía ver a los 24 consejeros cocinando y comiendo juntos, discutiendo sus asuntos hasta muy entrada la noche, buscando el necesario consenso. Soy consciente de que idealizo esta imagen, como también llegué a idealizar Andorra como microestado, hasta el punto de pensar en irme a vivir allí.

La Enciclopedia Nacional Sueca, en la que muchos de nosotros habíamos escrito o participado de alguna manera, y cuyo director y redactor de historia Sten Skansjö nos acompañaba en la expedición, nos invitó a comer en un restaurante muy antiguo y muy genuino, cuyo nombre, desgraciadamente se ha evaporado de mis recuerdos. Allí surgieron todas las preguntas sobre la historia de Andorra que Dick y yo nos apresuramos a intentar responder y que nos ocupó mucho tiempo y costó mucha energía, hasta tener una imagen medianamente completa de la misma. Yo, personalmente, seguí investigando desde la fundación y regresé a Andorra bastantes veces para consultar archivos y hablar con gente interesante. Eran años revolucionarios de alguna manera y la juventud andorrana comenzaba a vislumbrar un futuro inquietante, que prometía y amenazaba. Muchos de los jóvenes con los que yo hable entonces se encontraban en la encrucijada de encerrarse en su identidad andorrana o abrirse a la identidad europea, arrastrados por su entorno francés, catalán y español. Se discutía una posible reforma del sistema para modernizar la organización política del principado. Se debatía entre el conservadurismo férreo de los que querían conservar las instituciones como estaban y como habían estado por los siglos de los siglos, y los que querían modernizar el sistema, para ponerlo al día en cuanto a derechos civiles, garantías democráticas y fluidez económica se trataba. Al fin, triunfaron los que deseaban un cambio y, a principios de la década de 1990, Andorra experimentó un cambio político significativo que transformó la estructura de su gobierno y su estatus internacional. Hasta entonces, Andorra había sido gobernada por un sistema feudal basado en los «copríncipes», que eran el obispo de Urgell y el presidente de Francia. La principal reacción política fue la reforma constitucional de 1993, que marcó un punto de inflexión en la historia del país. En respuesta a la presión interna y externa para modernizar su sistema político, Andorra adoptó su primera constitución escrita, el 14 de marzo de 1993, convirtiéndose en una democracia parlamentaria. Esta constitución redujo el poder de los copríncipes, quienes pasaron a tener roles más simbólicos, y estableció la separación de poderes entre el ejecutivo, legislativo y judicial.

Andorra pasó, gracias a la nueva constitución, de ser un territorio gobernado por copríncipes en régimen feudal a un país plenamente soberano con un parlamento democrático. El Consejo General de Andorra se convirtió en el órgano legislativo con mayores facultades, consolidando el sistema democrático. La nueva constitución permitió que Andorra fuera reconocida como un Estado independiente por la comunidad internacional y ese mismo año, Andorra fue admitida como miembro de las Naciones Unidas. Hasta los más acérrimos románticos podían ver que Andorra ya a principios de 1990 estaba, para bien y para mal, engullida en el sistema capitalista reinante, ya era muy tarde para intentar mantener el “esplendido aislamiento”, por emplear un anglicismo, que les había ayudado a mantener su libertad y permanecer en paz en medio de todas las guerras habidas en su entorno.

Las grandes transformaciones, sobre todo las económicas, vinieron tras la nueva constitución. Hasta la década de los 1990, la economía de Andorra se basaba en gran parte en su estatus como paraíso fiscal y en el comercio libre de impuestos, atrayendo a turistas y negocios que se beneficiaban de la baja fiscalidad y la confidencialidad bancaria. Los andorranos podían ganar mucho dinero posicionándose al frente de empresas internacionales con sede en el principado, ya que la antigua legislación les otorgaba el derecho exclusivo de registrar propiedades en el país. Sin embargo, bajo la presión internacional, Andorra comenzó un proceso de reformas para alinear su sistema con los estándares internacionales. En los años que siguieron a mi visita todo fue cambiando, como también estaba cambiando la demografía del país. Las personas con las que yo me relacioné en Andorra, especialmente aquellos de 50 años en adelante, recordaban un principado con una población de no más de 8,000 personas, la mayoría nacidos en Andorra, agricultores, ganaderos y mercaderes, entre los cuales habría que contar a los que se dedicaban al contrabando. Los que en el 1990 tenían 70 años, recordaban que el principado no había tenido una carretera pavimentada que la uniese a Francia hasta 1930. Las comunicaciones con España tardaron aún más, siendo la primera carretera pavimentada que conectó España con Andorra la CG-1, construida a mediados del siglo XX. Esta carretera conecta Andorra la Vella con la frontera española en la localidad de La Farga de Moles, a través del paso fronterizo en el río Runer.  

A partir de los años 60, e impulsado por el turismo y las inversiones que se empezaban a hacer en este sentido en el principado, la población fue aumentando exponencialmente y había llegado a 55,000 en 1990. Ya, la mayoría de los habitantes del principado no eran autóctonos, ni siquiera tenían el catalán como primera lengua. Además, ocurría una cosa muy interesante; los hijos de los antiguos andorranos, los que podían contar sus antepasados hasta siglos muy lejanos, salían a estudiar a Barcelona, Montpelier o cualquier otra universidad, eligiendo carreras artísticas o humanistas, casi nunca carreras practicas como ingeniero o médico, que sí eran elegidas por los hijos de la inmigración. Justamente esta particularidad la comenté en mi discurso en la ciudad polaca de Bydgoszcz, a donde asistí en septiembre de 1990 para presentar un trabajo sobre los microestados, enviado por mi facultad a la reunión internacional sobre naciones y nacionalismo que tuvo lugar en esta ciudad del norte de Polonia. Entre los asistentes a esta conferencia estaba el sociólogo Alfonso Pérez Agote, por aquel entonces, catedrático en la universidad de Deusto, que me invitó a dar una conferencia en su universidad al año siguiente. Creo que esto ya lo conté en otra ocasión, en una entrada anterior.

En Andorra había ya en 1990 muchas familias locales que se habían hecho ricas gracias a las coyunturas históricas que les tocó vivir. En la posguerra y hasta bien entrados los años 60, Andorra tenía reputación como un lugar donde se realizaba contrabando de productos como tabaco y alcohol, debido a las ventajas fiscales. Durante la guerra, los caminos del contrabando también se utilizaron para trasladar a personas en riesgo, judíos principalmente, desde Francia a España, donde el gobierno de Franco por lo general hacía la vista gorda y les dejaba pasar a Portugal o a Marruecos. Los andorranos que arriesgaban mucho en estos “viajes” recibieron grandes compensaciones económicas, como también lo hicieron los pescadores daneses que hicieron lo propio, poniendo sus barcos a disposición de judíos, para pasar el estrecho del Sund y refugiarse en Suecia. Este tipo de actividades extralegales generó ingresos que algunos inversores locales pudieron destinar a nuevas iniciativas comerciales o inmobiliarias.

Las grandes fortunas del principado se amasaron también convirtiendo terrenos de labor en solares para la construcción de hoteles e infraestructuras turísticas. Aunque las primeras inversiones en Andorra en los años 60 vinieron principalmente de capital español y francés, motivadas por las ventajas fiscales y la falta de regulaciones estrictas. Estas inversiones se destinaron a sectores como el turismo, el comercio libre de impuestos, el sector inmobiliario y, más tarde, el sector financiero. El crecimiento económico de Andorra en esta época fue impulsado por su estatus de paraíso fiscal y su capacidad para atraer tanto a turistas como a inversores que buscaban un lugar seguro para su dinero. Bueno, pues, quería yo explicar aquí un poco los sentimientos de esos jóvenes andorranos a los que entrevisté en Andorra y en Barcelona y que se encontraban en este momento crucial de elegir entre el pasado y un futuro incierto. Cierto es que, al menos la mitad de estos jóvenes, tenían padres no andorranos; andaluces, catalanes, castellanos, franceses y portugueses, pero todos coincidían en ver un peligro en los intentos de cambiar radicalmente las instituciones del país. Estos jóvenes eran políglotas y muy viajados, pero amaban su singularidad, como miembros de una sociedad diminuta y diferente. El cambio en el sistema de gobierno representó para ellos una transición de un sistema feudal a uno moderno y democrático, implicando no solo un cambio en las instituciones, sino también en la percepción de la identidad andorrana y su lugar en el mundo contemporáneo.

Aunque han cambiado las cosas, Andorra sigue siendo un paraíso fiscal capaz de atraer a muchas fortunas. Un IRPF con una tasa máxima del 10%, atrae a gente como el Rubius, un impuesto sobre sociedades del 10%, un IVA del 4,5%, y 0 de impuestos sobre la riqueza y sobre sucesiones. Esto es lo convierte a Andorra en un destino popular para individuos y empresas que buscan optimizar su carga fiscal en Europa. 841 firmas españolas se han establecido en el principado, lo que supone el 60% de las 1.380 empresas europeas que lo han hecho, entre las que destacan 280 francesas y 140 rusas. Por algo será.

Ayer contaba yo la historia de Boris, el auto aclamado rey de Andorra, y hoy pienso contar brevemente la historia de otro aventurero en otro microestado, bueno, microestado en cuanto a población se refiere, Islandia, con sus 376,000 pobladores para 103,000 km2. Este país, que fue fundado en 874 cuando el vikingo noruego Ingólfur Arnarson, forzado a salir de Noruega al haber perdido su patrimonio por culpa de un duelo, llegó a la isla. Para ser muy breve, contaré que en el siglo XIII, Islandia se unió a Noruega bajo el Pacto de Þingvellir, lo que marcó el inicio de un periodo de dominio noruego, que incluyó la pérdida gradual de autonomía. Noruega pasó a ser dominada por Dinamarca en 1536 hasta el 1814. Islandia era por tanto una colonia danesa. Es durante el ultimo periodo de la ocupación danesa, ya inmersos en las guerras napoleónicas, cortadas las comunicaciones entre Reikiavik y Copenhague, cuando Jørgen Jørgensen, un aventurero danés. En 1809, durante un breve período conocido como la «Revolución de Jørgensen», tomó el control de Islandia. Este Jørgensen llegó a Islandia como parte de una expedición británica y con una buena carga de aguardiente. Con la ayuda de unos pocos seguidores, igualito que Boris en Andorra, depuso al gobernador danés y se autoproclamó «Protector» de Islandia, permitiéndose emitir algunas reformas, como la liberación del comercio de los monopolios daneses. Sin embargo, su gobierno duró solo dos meses, ya que las autoridades danesas y británicas lo arrestaron y lo destituyeron rápidamente.

De este hombre sabemos bastante. Nació en 1780 en Copenhague y creció en Strøget, en la parte que va a dar en Kongens Nytorv. Su padre era fabricante de relojes de la corte, y aunque la familia no era noble, formaba parte de la burguesía acomodada gracias a su conexión con esta.

A Jørgen le iba bastante mal en la escuela. De hecho, le fue tan mal que lo expulsaron. El tiempo libre lo usó para formar una pandilla de niños, donde corría por las calles y golpeaba a los pequeños que se les ponían delante. Era este Jörgen un chico verdaderamente problemático, así que un día, para deshacerse de su hijo, el padre hizo un trato con un capitán de navío inglés y envió a su hijo de 14 años al mundo en un barco de carbón. A continuación, aparece Jørgen trabajando en un barco ballenero y, supuestamente, también como pirata frente a la costa de África, antes de que los ingleses, por razones algo confusas, lo envíen en un barco a Australia, probablemente como prisionero. Allí ayudó a fundar las dos colonias que más tarde se convertirían en Sídney y Melbourne, de donde regresó a Dinamarca convertido en un señor inglés, un problema, porque su familia prefería a los franceses. Por tanto, cuando los ingleses bombardearon Copenhague en 1807 y robaron la flota danesa, Jørgen se puso a saquear y abordar barcos ingleses para que la gente pudiera ver que amaba a su patria y estaba dispuesto a luchar por ella. Sin embargo, todo salió mal, y Jørgen fue capturado como prisionero de guerra y enviado a prisión en Inglaterra, de donde pudo salir casi al momento. Un día, en un bar, Jørgen escuchó a dos islandeses, que estaban molestos porque el conflicto bélico impedía el comercio entre Inglaterra e Islandia, que estaba bajo control danés. No les llegaba a Islandia tabaco, grano, café y alcohol, mientras que ellos tenían cantidades ingentes de lana, pescado seco y sebo, que no podían vender. Esto le dio al avispado danés una idea y, rápidamente, contacta a un fabricante de jabón inglés que necesita desesperadamente sebo para su producción. Tan desesperadamente que está dispuesto a pagar por enviar más barcos.

Al mismo tiempo, Jørgen establece contacto con algunos políticos que están interesados en la idea de hacer un exclusivo acuerdo comercial con Islandia, donde pueden vender todos los productos que Islandia necesita. Jørgen se asegura de que se den cuenta de que él es absolutamente indispensable para tal expedición. Puede actuar como intérprete para los ingleses, ya que el idioma comercial en Islandia es el danés.

Jørgen ha olvidado que, en realidad, es un prisionero de guerra y ha hecho un pacto de no abandonar el país. O simplemente considera conveniente no informar a los políticos o empresarios sobre ello, para poder ir a Islandia y ganar dinero con su idea genial. En 1809, zarparon de Londres para ayudar a los oprimidos isleños, tres barcos, dos cargados con productos comerciales, y el tercero con cañones. Sin embargo, la recepción no fue la esperada. Los islandeses no se aglomeran en el muelle para recibir a sus héroes salvadores. Las miradas que reciben vienen a ser generalmente desconfiadas. Y, a simple vista, no parecían los islandeses estar tan hambrientos como Jørgen había imaginado.

¡Pero esto no puede salir mal! El fabricante de jabón ha invertido mucho dinero en la expedición, y Jørgen ha hecho grandes promesas a los políticos en Inglaterra. Así que cuando llegan al puerto de Reikiavik en Islandia, apuntaron sus cañones hacia la casa del conde Trampe, el jefe de la administración y la máxima autoridad de la isla. Islandia no tiene ejército, así que cuando el conde Trampe vio un par de cañones apuntando hacia él, aceptó rápidamente firmar un acuerdo que permitía a los ingleses comerciar con Islandia. A pesar de que esto está estrictamente en contra de la orden del rey danés, siguiendo el sistema continental de Napoleón, y podía conllevar la pena de muerte al que hiciera semejante cosa. Jørgen Jürgensen y el resto de la tripulación inglesa regresan a sus barcos. Solo tienen que esperar a que las nuevas reglas entren en vigor oficialmente. Pero las horas se convierten en días, y los días en más días. Y nada sucede. Después de diez días, la paciencia de Jørgen se ha agotado y el domingo, 25 de junio de 1809, mientras redoblan las campanas de la iglesia de Reikiavik, doce ingleses armados con Jørgen al frente, empuñando una pistola, se dirigen a la casa del conde Trempe, y le toman como prisionero, ni cortos ni perezosos. Una verdadera revolución se ha consumado, felizmente sin derramar sin una sola gota de sangre. Hasta aquí la historia se parece al caso de Boris en Andorra.

Todo sigue a un paso más que rápido. Antes de partir de Inglaterra, les habían prometido a los políticos que les ayudaron y al mismo rey, que no causarían problemas. Pero, la realidad era que Islandia se encontraba ahora sin un líder y todavía hay guerra entre Inglaterra y Dinamarca. Pronto deciden los doce que Jørgen debe tomar el poder en lugar del Conde Trampe. Él habla tanto danés como inglés. Así que, cuando la misa termina una hora más tarde y los habitantes salen de la iglesia, se encuentran con una nueva Islandia. Ya no forman parte del reino danés, sino de una república libre e independiente.

El propósito del viaje cambió rápidamente para Jørgen, que se tomó su nuevo rol como gobernante autoproclamado de Islandia de manera muy seria y solemne. Insistió en que le dieran las llaves de los edificios oficiales y todas las armas, que resultan ser solo 20 fusiles viejos, algunas espadas oxidadas y un par de cuchillos. A velocidad vertiginosa, introduce nuevas leyes. Hace bajar los precios de los alimentos y también baja los impuestos, y decide unilateralmente que toda la deuda de Islandia con Dinamarca queda anulada.

Jørgen planificó construir hospitales, mejorar las escuelas y conseguir mejores salarios para las comadronas. Y aquí debemos recordar que todo esto sucedió simplemente porque un día conoció a dos islandeses que se quejaban en un bar en Londres. Jørgen solo olvidó una cosa bastante importante; que aún era un prisionero de guerra que había roto la única regla que debía cumplir: quedarse en Inglaterra. Y que probablemente no le gustaría mucho al rey inglés que Jørgen se haya proclamado señor de Islandia mientras Inglaterra estaba en guerra con Dinamarca.

Y llega el día en que un buque de guerra inglés emerge de la neblina. Ha venido a Islandia a verificar cómo iba el acuerdo comercial con Islandia. Emocionado, Jørgen corre hacia el barco mientras este entra en el puerto. Está deseando contarles todo lo que ha logrado en Islandia: todas las reformas, todos los sueños. Pero el capitán del buque de guerra, Alexander Jones, no comparte el entusiasmo de Jørgen. De hecho, se queda conmocionado al enterarse de que han capturado al Conde Trampe como prisionero de guerra y han proclamado a Islandia como un estado independiente. Esto le recuerda a la Revolución Francesa, justo lo que los ingleses han estado combatiendo. Alexander Jones anula de inmediato todo lo que Jørgen Jürgensen ha hecho y dicho durante su tiempo en Islandia, devuelve el país a Dinamarca y restablece el orden. A Jørgen Jørgensen lo meten en un barco como prisionero camino de Inglaterra y, para colmo de desdicha, el sebo que en principio era la principal causa de que la operación se hubiera llevado a cabo, se pierde en un incendio, casi 25,000 libras de sebo, tan necesario en Inglaterra, especialmente para el fabricante de jabones Samuel Phelps, que costeó la operación. El breve reinado de Jørgen Jørgen tuvo lugar entre el 26 de junio y el 25 de agosto de 1809. De aquella aventura Jørgen no sacó nada en limpio y acabó su vida arrastrando deudas, como podemos ver en esta fuente que pego aquí abajo, procedente del museo de Reading. Lo dejo aquí, que mañana será otro día y escribiré algo sobre Malta.

Centésimo vigésimo quinto paseo. Va de microestados y de Boris I (el breve), rey de Andorra.

Hoy es un día de planificación urbana, aquí en Lund. Los políticos en activo hemos convocado a la ciudadanía en la sala de reuniones de la ciudad (Stadshallen) para conocer su opinión sobre los planes de futuro que hemos penado para la ciudad. Concretamente se trata de saber su opinión sobre la construcción de nuevos barrios, parques e infraestructura y muy especialmente sobre la escala arquitectónica que queremos emplear: concentrado y alto o diseminado y bajo. Sabemos que aquí las opiniones van a variar mucho. Se puede argumentar que construir viviendas en vertical, en edificios altos con singularidad y personalidad, en un espacio reducido, es a preferir ya que ocupa menos área y facilita las infraestructuras y las comunicaciones, dejando las tierras de labor intactas o al menos reduciendo mínimamente su extensión. Por el contrario, una edificación mas baja, con soluciones unifamiliares y mucho espacio adyacente, jardines etc. se puede considerar como más “humano” en el sentido de homo mensura (a la medida humana). Construir de esa manera compromete un área muy superior y acota en gran medida las tierras de labor, algo que, pensando en las necesidades de autosuficiencia en materia de alimentos, es contraproducente. Vertical u horizontal, esa es la cuestión.

Y, mientras voy caminando hacia la reunión me vienen a la cabeza algunos dichos que desde pequeño solía oír y que ahora vienen a cuento. “Caballo grande, ande o no ande” se decía irónicamente de los que valoran la magnitud o apariencia externa por encima de la funcionalidad o la utilidad real, y describe situaciones en las que se privilegia lo llamativo, lo grande o lo impresionante, aun cuando ese atributo no garantice eficacia o beneficio práctico. Muchas ciudades han optado por construir edificios a cuál más grande, la lista sería tan larga como la de las ciudades del mundo, ya que no creo que haya una ciudad que no tenga ningún rascacielos que mostrar. También recuerdo el dicho: “los perfumes más caros se venden en frascos pequeños”, un dicho que se utiliza para resaltar que el valor o calidad de algo no siempre está relacionado con su tamaño o cantidad. Más bien, lo que es realmente valioso, ya sea en términos de calidad, importancia o singularidad, a menudo se presenta en formas discretas, pequeñas o contenidas, como los perfumes finos, que tienden a ser costosos, pero vienen en frascos pequeños. Siendo yo propenso a pensar en términos históricos y habiendo tratado ayer temas de macroeconomía y política, empezó a pensar que las organizaciones territoriales más exitosas no son esos 20 países tan felices y prósperos que se presentan en los rankings sino, todo lo contrario, los microestados.

Conozco dos microestados en profundidad, Andorra y Malta, también he visitado unos cuantos más y siempre me he hecho la pregunta de si el mundo no sería más feliz si todos viviéramos en microestados. La idea no es nueva, pues fue lanzada en el año 1516, el humanista, jurista, escritor y político inglés, Thomas More, acérrimo enemigo de las reformas religiosas del rey Enrique VIII, y a consecuencia de ello, ejecutado y posteriormente canonizado como santo por la Iglesia Católica. Las ideas sobre como podría construirse una sociedad ideal, las plasmó en su obra «Utopía», un libro que describe una isla ficticia con una organización social perfecta. En la isla de Utopía no existe la propiedad privada, la educación es universal, se promueve la igualdad y la justicia, y las leyes son simples y accesibles. La obra critica las injusticias sociales de la Europa de su tiempo, como la desigualdad económica, la corrupción y las guerras, y presenta una reflexión sobre lo que una sociedad ideal podría ser. En tamaño, Utopía excede bastante de lo que hoy llamamos microestados, pero se haya dentro de unas características de pequeño estado a nivel europeo. La isla de Utopía está dividida en 54 ciudades, todas aproximadamente del mismo tamaño, y cada una está a no menos de 24 millas de distancia de sus vecinas.

Cada ciudad en Utopía tiene alrededor de 6,000 familias, y cada familia está compuesta por entre 10 y 16 personas. Si tomamos como promedio unas 12 personas por familia, esto nos da una población aproximada por ciudad de 72,000 habitantes. Cada ciudad tiene asignadas ciertas áreas rurales, y las familias agrícolas, es decir, aquellas que viven en las granjas de las zonas rurales, también forman parte de la población general de la ciudad, aunque están organizadas de manera distinta. Si hay 54 ciudades y cada una tiene 72,000 habitantes en promedio, la población total de Utopía sería aproximadamente de 3,888,000 personas en un área de 40,500 km2 a comparar con el área de Los Países Bajos que es de 41,543 km2 o Suiza, 41,290 km2, aunque estos dos países tienen una densidad de población muy superior, 16,7 millones respecto a Países Bajos o 9,1 millones a Suiza. La diferencia en densidad poblacional puede explicarse por el nivel tecnológico de la época en que vivía More, pues se trataba de una sociedad que dependía de la agricultura y no estaba tan diversificada como la actual. Además, More se basaba en la autosuficiencia, lo que requería grandes extensiones agrícolas para abastecer a la población.

La Utopía de Thomas More es una sociedad idealizada basada en la justicia, la igualdad, la tolerancia y el bienestar común. Moro critica las injusticias de su tiempo en esta obra, como la acumulación de riqueza, la corrupción, la guerra y las desigualdades sociales. La Utopía es también una propuesta filosófica que refleja los ideales humanistas del Renacimiento. More confía en el potencial del ser humano para organizar una sociedad basada en la razón y el bien común. Aunque siendo ficticia, la Utopía de Moro sigue cautivándome y me hace pensar que quizás sería bueno repensar la organización mundial, si fuera posible. En realidad, la tendencia ha sido la contraria; integración y acumulación de territorios. La Unión Europea puede verse como una posibilidad de realizar la teoría de More “por la puerta de atrás”, me explico, creando un espacio en el que la importancia de los estados iría disminuyendo, dejando las decisiones más cerca de los pueblos, de las regiones. El principio de subsidiaridad. Se esperaba mucho de la Europa de la Regiones, pero, desgraciadamente, por cuestiones, como siempre, de seguridad, a quedado como un proyecto fallido.

Dejemos Utopía y vayamos a ver los microestados que persisten en la actualidad. Empezaré por el primero que conocí y visité en muchas ocasiones, Andorra, ese microestado tan cercano, pero generalmente tan desconocido por la mayoría de sus vecinos. Visité Andorra por primera vez en 1990. Llegue al principado con un autobús cargado de historiadores de mi facultad de historia y, media hora después de bajar del autobús en Andorra la Vieja, nos fuimos Dick Harrison[1] y yo a buscar una librería y encontramos un anticuario, un paraíso para nosotros, que casi perdimos el almuerzo por quedarnos en ese pequeño y encantador local buscando tesoros. Y al fin lo encontramos, muchos libros en francés, español y catalán sobre la historia de Andorra, y nos compramos cada uno una buena bolsa repleta de ellos. Como siempre empezaré, por tanto, por la historia. Los orígenes de Andorra están envueltos en leyendas que se remontan al emperador Carlomagno. Según la tradición, Carlomagno habría otorgado una carta de libertad a los habitantes de Andorra en agradecimiento por su ayuda en la lucha contra los musulmanes durante las guerras de reconquista en la Península Ibérica, alrededor del siglo VIII. Esa carta no ha aparecido por ninguna parte, aunque muchos autores se refieren a ella.  Sin embargo, el primer registro documentado de la existencia de Andorra, que la nombra por su nombre, aparece en el año 843 y es una orden que redactó el emperador Carlos II el Calvo, nieto de Carlomagno, en el que cedía los valles de Andorra a Sunifredo, conde de Urgell, de la cercana ciudad española de La Seu d’Urgell. El acta de consagración de la catedral de La Seu, que data de 860, alude por primera vez a esta parroquia de los Pirineos como dominio de los condes del contiguo valle del Segre.

El evento más importante para la configuración moderna de Andorra es el Tratado de Pareatges firmado en 1278. Este tratado fue un acuerdo entre el obispo de Urgell y el conde de Foix, que resolvía una disputa sobre la soberanía de Andorra. Para evitar una guerra por el control de este territorio, se estableció un sistema de soberanía compartida, creando el coprincipado de Andorra.

Este tratado es clave para la supervivencia de Andorra, ya que estableció un sistema en el que, el obispo de Urgell, con sede en Cataluña, sería uno de los copríncipes. El otro copríncipe sería el conde de Foix y posteriormente, esta posición pasó al jefe del estado francés, por tanto, Macron es ahora uno de los copríncipes y por ello recibe el vasallaje de los valles de Andorra.

Este acuerdo garantizaba la neutralidad de Andorra, ya que los dos copríncipes, uno español y otro francés, tenían intereses en mantener el estatus de independencia del territorio. El sistema de coprincipado se mantuvo estable durante siglos, incluso cuando el condado de Foix fue absorbido por el reino de Francia. En 1607, el rey francés Enrique IV decretó que el título de copríncipe francés recaería en el jefe del estado francés, que en ese momento era el monarca. Tras la Revolución Francesa, que pasó sin dejar huella por el principado, y con la instauración de la república, el presidente de Francia asumió el rol de copríncipe.

El secreto o más bien la receta para mantenerse independiente y libre ha sido la rigurosa neutralidad ante cualquier conflicto, posiblemente gracias a su pequeño tamaño, ubicación aislada y falta de importancia estratégica para las grandes potencias. Por tanto, y a pesar de que tanto Francia como España se han visto envueltos en numerosos conflictos, Andorra siempre ha logrado mantenerse al margen, en gran parte debido a su peculiar estatus de coprincipado. Ninguno de los dos países deseaba alterar el frágil equilibrio que les permitía compartir soberanía sobre el territorio andorrano. Por ejemplo, durante la Guerra de los Treinta Años, 1618-1648, y todas las guerras paralelas entre España y Francia, Andorra no fue ocupada ni tuvo que involucrarse activamente. Ni siquiera cuando las hostilidades estaban tan cerca, como en la guerra Dels Segadors en Cataluña. De la misma forma, consiguió Andorra mantenerse al margen de las guerras napoleónicas.

Tampoco han podido los grandes conflictos de más reciente fecha cambiar el estatus de Andorra, aunque debido a un tecnicismo, el principado permaneció «en estado de guerra» con Alemania desde 1914 hasta 1958. Esto se debió a que, por un error administrativo, Andorra no fue incluida en el Tratado de Versalles que puso fin oficialmente a la guerra. Sin embargo, Andorra no tuvo ninguna implicación militar o económica en el conflicto. Durante la segunda guerra mundial, Andorra también se mantuvo neutral. La ubicación montañosa del principado y su discreción le permitieron evitar ser arrastrado a la guerra. Además, la frontera entre España (que bajo el régimen de Franco también se mantuvo neutral) y Francia fue crucial para operaciones de contrabando y la protección de refugiados que huían de la guerra, en su mayoría judíos.

Al llegar aquí, quiero hacer un pequeño inciso para contar la historia inverosímil pero fascinante de un hombre que llegó a militar en las tropas del último zar ruso y que dejó huella en la pequeña Andorra. Como dice la biblia, los caminos del señor son inescrutables. Andorra sólo ha sido invadida una vez a lo largo de toda su historia y eso se produjo el 21 de julio de 1934. Los invasores fueron un pequeño destacamento de guardias civiles, cuatro en concreto, liderados por un sargento. Pero esta acción inaudita tiene una historia de película. Todo empezó en Mallorca, en el American Yacht Club de la isla. Allí se dejaba ver en 1930 un personaje muy singular, Borís Mijáilovich Skósyrev Mavrusov[2], nacido en Vilna en 1896. Perteneciente a una familia de la pequeña nobleza bielorrusa, había sido soldado en los ejércitos del zar. Al estallar la Revolución de 1917 se exilia con su familia al Reino Unido, donde al parecer se enroló en la Armada británica y, al parecer, prestado sus servicios como espía en el Foreign Office. En 1925, este joven, se mudó a los Países Bajos, donde según él mismo se le concede por la reina el título de Conde de Orange. En los Países Bajos se casó con una francesa de origen marsellés, diez años mayor que él y bastante acaudalada, el 21 de marzo de 1931. Cansado muy pronto de su esposa, enamorado de una adolescente británica, entró por primera vez en Andorra y se estableció en la población de Santa Coloma, próxima a San Julián de Loria. La casa en que se alojó se puede ver aún y es llamada “la casa de los rusos” por él y por otro ruso que también estuvo en ella y que, según dicen, introdujo el primer cultivo de tabaco en Andorra.

Poco antes de que llegase Boris a Andorra, se había producido en allí una pequeña revuelta estudiantil a favor de la total independencia del país de Francia y España. El conde imaginario, entró pronto en contacto con la realidad andorrana y comenzó a tramar un plan. Mantuvo largas conversaciones con campesinos, artesanos y responsables de la política andorrana. Pronto se dio cuenta de que la revuelta juvenil ocurrida unos meses antes de su llegada podía acoger favorablemente sus ideas progresistas que garantizasen una mejora del nivel de vida. Ni corto ni perezoso, el 17 de mayo de 1934, presentó un documento al Consejo General de los Valles de Andorra explicando sus intenciones, pero, contra todo pronóstico por su parte, recibió una respuesta altamente negativa. El Consejo General de Andorra le pedía claramente: “que no se inmiscuya en asuntos políticos de los Valles, que en caso de reincidencia este se reserva el derecho de elevar quejas a la Autoridad competente para que le apliquen las sanciones que será merecedor el citado recurrente.” Además, el 22 de mayo recibió la orden fulminante de expulsión del territorio andorrano, decretada por Albert Lebrun, jefe del Estado civil, y firmada también por su homólogo religioso, Justino Guitart. Pero lejos de darse por vencido, Boris se “exilió” en la Seo de Urgell, en el Hotel Mundial, desde donde comenzó una intensa campaña para atraerse las simpatías de Juan de Orleans, el duque de Guisa y pretendiente al trono francés. Incluso se permitió redactar una nueva constitución para Andorra. Enterada la prensa, empezaron a interesarse por ese supuesto rey de Andorra. Como rey en el exilio, concedió numerosas entrevistas a los medios que fueron a visitarle e, incluso, algunas entrevistas telefónicas a los diarios The Times y The Daily Herald. Desde Torredembarra, donde se trasladó para proyectar una nueva ofensiva, en una entrevista al diario madrileño Ahora, confesaba:  “no tengo ningún derecho histórico para mi pretensión. Lo hago únicamente como caballero para entender que defiendo los derechos de los españoles que residen en Andorra y son vejados por la república vecina”.

El duque de Guisa no sabía muy bien lo que hacer, pero se dejó llevar por la honda expansiva de los bulos de Boris y al fin se lo empezó a creer, tanto, que hizo circular unos folletos con el siguiente mensaje:“Su Alteza Real el duque de Guisa pide a los tribunales que le sean restituidos los bienes y derechos situados fuera de Francia que le fueron legados por sus antecesores, como herederos de los condes de Foix y de Bearn, príncipes de Andorra. Los andorranos se sienten administrados contra su voluntad por el señor Lebrun, presidente de la República francesa, que se hace decir copríncipe y no es el heredero de la Corona de Francia.”

Sorprendentemente, a Boris le empezaron a tomar en serio en Andorra, y el día 7 de julio de 1934 el Síndico General de los Valles de Andorra convocó al Consejo General para discutir la propuesta de Boris, con constitución y todo. Una vez expuestas las pretensiones de Boris, sorprendentemente casi todos los consejeros, 23 de 24, votaron a favor de nombrarle rey, salvo uno, el representante de Encamp, que se apresuró a dar cuenta de lo sucedido al obispo de Urgel.[3]  Rápidamente se pusieron manos a la obra para redactar una Carta Constitucional andorrana que modificaba sustancialmente el sistema político andorrano tradicional. El Coprincipado tendría libertades, modernización, inversiones extranjeras y el reconocimiento de paraíso fiscal. Boris I imprimió 10 000 ejemplares de su Constitución y los entregó a personalidades españolas y francesas. Uno de estos, que fue a parar a las manos del obispo de Urgel, monseñor Justí Guitart i Vilardebó, desencadenó las hostilidades por parte del prelado, que desautorizó totalmente al pretendiente en unas declaraciones en la prensa leridana, donde decía que los únicos copríncipes de Andorra eran él y el presidente de la República Francesa.

El 10 de julio, hubo votación definitiva en el Parlamento de Andorra, donde la adhesión monárquica se repitió con el resultado de 23 a 1, y el 17 de julio se publicó en el Boletín del Gobierno Provisional de Andorra la Constitución del Estado Libre de Andorra, decretándose al mismo tiempo, la disolución del Consejo General, y convocando elecciones para el 1 de agosto. Pero la corona le duró muy poco al bueno de Boris, ya que el obispo de Urgel, que no se andaba con bromas, mandó a la Benemérita[4] a detener al rey, y se lo llevaron esposado a La Seu de Urgel para, a la mañana siguiente ser trasladado a Barcelona y puesto a disposición del juez Bellón, que tras comprobar que Boris había sido expilsado de Mallorca en 1932, le apricó la famosa ley de “vagos y maleantes” y le mandó a Madrid dos días después, acabando con sus huesos en la cárcel modelo de la capital. Tras la condena, fue expulsado a Portugal y desde allí, de alguna manera, pasó a Gibraltar y al norte de África, reuniéndose al fin, con permiso del gobierno francés con su primera esposa en Aix-en- Provance, para luego ser enviado a un campo de internamiento.

Con Francia ocupada por los nazis o en manos del fascista Petain, Boris fue reclutado por los nazis en 1943, convirtiéndose en una especie de «sonderführer» o comandante en la frontera este. En 1945 fue capturado por los norteamericanos, pero fue posteriormente liberado al comprobar que no era alemán ni estaba afiliado al partido nazi, por lo que se fue a vivir a Boppard en Alemania, donde residía su esposa desde 1944. No paran ahí sus aventuras, porque en 1948 fue capturado por los soviéticos en la ciudad alemana de Eisenach, juzgado y enviado a Siberia. En 1956 fue excarcelado y se mudó de nuevo a Boppard, donde residió hasta su muerte el 27 de febrero de 1989.

Y Andorra sigue donde siempre ha estado. Sigue su sistema peculiar de coprincipado, sigue con sus peculiaridades, pero ahora tiene una nueva constitución, de la que se hablaba mucho cuando estuve allí por primera vez en 1990. La nueva constitución fue aprobada en referéndum el 14 de marzo de 1993. la Constitución fue redactada por una comisión formada por tres delegaciones, la del Consell General, la del copríncipe episcopal y la del copríncipe francés y contiene ciento siete artículos organizados en nueve grandes ámbitos o títulos que tratan de la soberanía de Andorra (I), de los derechos y las libertades (II), de los copríncipes (III), del Consell General –el parlamento-(IV), del gobierno (V), de la estructura territorial (VI), de la justicia, (VII), del Tribunal Constitucional (VIII) y de la Reforma Constitucional (IX).[5] El parlamento andorrano cuenta con veintiocho consejeros generales, consellers generals. En lugar de los 24 que había en tiempos de Boris. Una recopilación de documentos interesantes se puede consultar, por él que así lo desee, en este enlace.[6]

Dejo aquí a Andorra, por el momento, porque regresaré mañana con algo de mis vivencias en el principado, allá por el 1990.


[1] Dick Harrison es mi antiguo compañero en la institución de historia, donde fuimos doctorandos. Dick es por el momento el historiador más conocido de Suecia y su producción en estos 34 años pasa de 100 obras muy importantes y muy leídas. Èl quedó fascinado por este pequeño principado, siempre me lo repite cuando nos vemos y hasta llegó a enviarme una carta de agradecimiento por haber llevado a la institución a este fantástico lugar.

[2] https://www.diariodemallorca.es/almudaina/2020/11/29/boris-i-mallorca-trono-andorra-25712069.html

El Periódico de Catalunya (Diario. Ed. en castellano. Ed. impresa)

13/11/2017página 11

Diario de Mallorca

29/11/2020página 61

[3] https://digitalandorra.com/reportatge/el-rei-boris-i-va-ser-expulsat-de-mallorca-abans-de-reclamar-el-tron-al-principat/

[4] https://benemeritaaldia.es/el-dia-que-la-guardia-civil-invadio-andorra/

[5] https://www.consellgeneral.ad/es/el-consell-general/organos-y-procedimientos-del-consell-general/constitucion#:~:text=Contiene%20ciento%20siete%20art%C3%ADculos%20organizados%20en%20nueve%20grandes,Constitucional%20%28VIII%29%20y%20de%20la%20Reforma%20Constitucional%20%28IX%29.

[6] https://www.consellgeneral.ad/ca/arxiu/actes-historiques-del-consell-general-1/sintesi-de-les-actes-1133-2023

Centésimo vigésimo cuarto paseo. La pobreza y su cura.

‘Sol espléndido que no calienta, pero ilumina mi camino realzando los colores del otoño. Precioso día. Voy cruzando las calles de la antigua Lund y, al pasar por las calles de Själboden, Lilla Al, Stora Tome y Magle stora kyrkogata, allí donde estaba mi institución de historia, antes de que la llevasen al nuevo centro de humanidades, recuerdo que justamente aquí, estaba la casa de la misericordia hasta comienzos del siglo XX. Encima de la puerta de entrada, rezaba un letrero, que ahora se conserva en el museo Kulturen de la ciudad con esta sentencia tomada de la biblia: “Ho som inte vill arbeta, ska icke héller äta” (El que no quiera trabajar, tampoco comerá.)[1]

No es casualidad que vaya yo pensando en estas cosas hoy, porque acabo de leer en El Periódico de Cataluña un artículo sobre “Los nueve mejores países del mundo” basado en un ránking de los 20 países y territorios en Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU; en Competitividad, de IMD; y en renta per cápita por habitante, Banco Mundial.[2] En dólares. Como es de esperar, España no está entre los 20 primeros (27) pero lo interesante es que El Periódico se hace la pregunta: ¿Por qué Suiza, Noruega, Irlanda o Singapur se han consolidado entre las naciones más desarrolladas? La respuesta la quieren basar en el trabajo que les ha dado el premio Nobel a los economistas estadounidenses Acemoglu, Johnson y Robinson, sobre cómo se forman las instituciones y afectan a la prosperidad entre países. Y, mientras voy caminando, voy pensando que no es tan sencillo como lo pintan, no. Yo me permito tener mi propia teoría, que no explica todo, pero que debe tomarse en cuenta al hacer comparaciones. Trataré de resumirla en pocas palabras, para no abusar de vuestro tiempo. Corto y claro: No estamos entre los nueve, ni entre los veinte, porque trabajamos menos; así de sencillo. En cifras: mientras Suiza, Noruega, Irlanda y Singapur tienen una tasa de empleo sobre la población activa del 80%, 78%, 75% y 67% respectivamente. España tiene 60% de su población activa empleada. Ahí tenemos el dato más importante a mejorar, si queremos formar parte del grupo de los países más ricos y felices (?) del mundo. Esa es la base, a más población que trabaja más riqueza y más calidad de vida.

Entre los 20 “mejores” países encontramos a Qatar, Los Emiratos, Arabia Saudí y Singapur, cuyas instituciones democráticas dejan mucho que desear, según la visión occidental de las libertades y derechos humanos, lo que no impide que muchos ciudadanos de estos países valoren el desarrollo económico y la eficiencia de sus gobiernos, lo que a menudo se utiliza como argumento para justificar la falta de libertades políticas más amplias. y derechos?

Los habitantes de países como Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Singapur muestran altos niveles de satisfacción con sus gobernantes, a pesar de la falta de libertades políticas y derechos civiles, debido a varios factores interrelacionados, como la prosperidad económica. En los estados del Golfo como Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, los ingresos provenientes del petróleo y el gas natural permiten a los gobiernos ofrecer generosos subsidios, viviendas, educación gratuita y sistemas de salud de alta calidad, muchos suecos, por poner un ejemplo que conozco, trabajan en los sistemas de sanidad de estos países. Esta prosperidad material compensa, para muchos, la falta de libertades políticas.En Singapur, el éxito económico está más relacionado con una economía diversificada, alta tecnología y políticas fiscales estables. El alto nivel de vida, combinado con un entorno seguro y ordenado, satisface a gran parte de la población.

En países como Arabia Saudí y Singapur, los gobiernos enfatizan la seguridad y el orden, algo muy valorado por los ciudadanos de todo el mundo. La estabilidad económica y política, junto con bajos niveles de criminalidad, genera un sentido de seguridad y previsibilidad en la vida cotidiana. En estas sociedades, el miedo al caos o a la inestabilidad que podrían surgir con regímenes más democráticos o menos controlados también juega un papel importante. Muchos prefieren un liderazgo autoritario que asegure estabilidad antes que las incertidumbres asociadas con cambios políticos bruscos o democracia liberal.

En los países del Golfo, los valores culturales y religiosos juegan un papel fundamental. En sociedades como las de Arabia Saudí y Qatar, donde el islam es una parte integral de la vida pública y privada, las ideas de obediencia y respeto por la autoridad están profundamente arraigadas. La monarquía y las estructuras de poder son vistas como protectoras del orden social y religioso. En Singapur, aunque no es una monarquía, el respeto por la autoridad y la importancia de la comunidad sobre el individuo son principios culturales que fomentan la aceptación de un gobierno fuerte y de las restricciones a las libertades individuales.

En estos países, los gobernantes son vistos no solo como líderes políticos, sino también como padrinos del desarrollo económico y social. En el caso de los países del Golfo, la relación histórica entre las familias reales y las poblaciones tribales ha creado un vínculo de lealtad y protección. En Singapur, el liderazgo del Partido de Acción Popular (PAP) es visto como el motor que ha llevado al país de ser una colonia empobrecida a un centro económico global. Esta legitimidad basada en la eficacia y el desempeño económico hace que muchos ciudadanos acepten la falta de democracia liberal, dado que los resultados son tangibles en su calidad de vida.

En todos estos países, existen estrictos controles sobre la libertad de expresión, la prensa y la organización política. La disidencia pública está limitada, lo que reduce el espacio para el surgimiento de movimientos opositores organizados. Las leyes sobre seguridad, como la Ley de Seguridad Interna de Singapur o las estrictas leyes sobre manifestaciones en los países del Golfo, desalientan la protesta. Al no haber canales visibles de oposición, los ciudadanos tienden a conformarse con el statu quo, ya que la posibilidad de cambio parece remota o incluso peligrosa. Además, los líderes en estos países suelen usar el nacionalismo como una herramienta para fomentar el orgullo y la lealtad. En los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, la modernización y los proyectos de infraestructura de clase mundial como Dubái o Abu Dabi son símbolos de éxito nacional que refuerzan el sentido de pertenencia y orgullo en el país.

Pero, lo más importante, que une a estos países con las democracias convencionales, también presentes en este listado de países “felices” y “prósperos” es la cantidad de habitantes activos que contribuyen a la riqueza del país con su trabajo. Aquí encontramos también a China, un país que ha pasado por momentos difíciles en su historia reciente, como la invasión japonesa, la guerra civil y los desastres del Gran Salto Adelante. La mayoría de los chinos perciben al partido comunista en el poder como una fuente de continuidad y protección frente a nuevas crisis. Estoy seguro de que aquí muchos de mis lectores se preguntarán en que datos me apoyo para afirmar que la población china apoya mayoritariamente al partido comunista, es comprensible, pero yo me apoyo en la ausencia de una oposición relevante, dentro y fuera de China. En occidente tenemos una tendencia a magnificar cualquier ejemplo de disidencia china como representante de 1.500 millones de chinos y presentamos, por ejemplo, a Ai Weiwei como un representante de esta oposición.

En China trabaja el 75,9 % de la población en edad activa y, desde las reformas económicas de 1978 bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, el país ha experimentado un crecimiento económico sin precedentes. Millones de personas han salido de la pobreza y China ha pasado de ser una economía agraria a una potencia global industrial y tecnológica. Este desarrollo ha mejorado considerablemente el nivel de vida de la población, fomentando la legitimidad del gobierno. La mayoría de los ciudadanos parecen considerar que, bajo la dirección del partido comunista chino, han experimentado mejoras visibles en infraestructura, salud, educación y oportunidades laborales, lo que contribuye a su lealtad hacia el gobierno.

Vemos al fin que las naciones que entran en este top 20 tan añorado tienen una cosa en común y esto no es la democracia o la vitalidad de sus instituciones, más bien es la proporción de ciudadanos que participan en la economía activa con su trabajo y, muy importante, que cotizan con sus impuestos y de esta manera participan en la construcción de una sociedad fuerte. Para España, con su 60% de población activa trabajando, nos queda la tarea de encontrar una manera de aumentar nuestra inversión en investigación y desarrollo. Según la OCDE, el gasto en I+D de España está por debajo de la media de los países más desarrollados. Aumentar esta inversión fomentaría la innovación, especialmente en sectores estratégicos como la tecnología, la energía y la biotecnología. Para eso debemos empezar por la educación, pues necesitamos un sistema educativo más robusto que prepare a su población para el futuro. Mejorar la calidad de la educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas es crucial para fomentar la innovación y el desarrollo de un capital humano cualificado. Tenemos una de las tasas de abandono escolar más altas de la UE y eso hay que cambiarlo y erradicarlo. Tenemos además que fomentar la FP.

No podemos seguir teniendo el récord de paro juvenil.  A pesar de algunas mejoras, tenemos todavía una de las tasas de desempleo más altas de Europa entre los jóvenes. Para ser más competitivo, tenemos que reducir el desempleo estructural mediante políticas activas de empleo y una mayor flexibilidad en el mercado laboral, aunque les cueste admitirlo a los sindicatos. Es necesario reducir la temporalidad y la precariedad laboral, lo que es difícil en un país en el que el 12% de su PIB se debe al turismo y con una agricultura todavía en vías de mecanización reorganización. España debería atraer también más inversión extranjera directa creando un entorno económico y regulatorio más favorable, con menos burocracia y más incentivos fiscales para sectores clave como la tecnología verde, el turismo sostenible y la economía digital. Aquí tenemos uno de los factores de éxito de Irlanda, un país pobre que ha sabido utilizar todos los resortes para potenciar su desarrollo. Irlanda tiene una de las tasas de impuesto corporativo más bajas de Europa, lo que ha sido un factor clave para atraer a grandes empresas multinacionales, especialmente en los sectores de tecnología y farmacéutica. La tasa estándar es del 12.5% sobre los ingresos derivados de comercio. Como parte del acuerdo internacional de la OCDE, a partir de 2024, Irlanda implementa un impuesto corporativo mínimo del 15% para grandes multinacionales con ingresos superiores a €750 millones, en línea con las reformas globales. La tasa estándar en España es del 25%, ¡ni que decir tiene que Irlanda atrae más inversión que España!

Bueno, empecé con esto del trabajo y la pobreza y me he liado a criticar, ¡pobre de mí! a los premios Nobel de economía. Decía mi madre que el papel es muy bueno porque se deja escribir cualquier cosa sin protestar y yo lo trasmito a los ordenadores y las pantallas. Medio en serio, medio en broma, quiero dejar claro que yo pienso que la solución de la pobreza pasa por fomentar el trabajo en todos los ciudadanos de cualquier país. No deja de ser un tanto ridículo ese afán de estar siempre entre los mejores en todos los ránquines, me parece a mí. Siempre pensando en quien es el más rico, el más alto, el más envidiado, etc. Yo prefiero, como ya he manifestado en otras entradas, atenerme a la política económica de Bután, que desde los años 70 ha sido guiada principalmente por el concepto único de Felicidad Nacional Bruta (GNH, Gross National Happiness, en inglés), introducido por el cuarto rey de Bután, Jigme Singye Wangchuck, priorizando el bienestar de los butaneses sobre el crecimiento económico convencional, en contraste con el PIB que se utiliza en la mayoría de los países. La economía de Bután está orientada a mantener su cultura y entorno natural, evitando un crecimiento rápido que pueda generar desigualdad o degradación ambiental. Las política económica del país está profundamente alineadas con la sostenibilidad ambiental, tan de moda hoy. Bután es desde hace muchas décadas, conocido por su compromiso con la neutralidad de carbono y la protección de sus bosques y ecosistemas. País agrícola, donde el turismo es uno de los pilares económicos del país, pero donde el gobierno de Bután ha adoptado una política de «alto valor, bajo impacto», cobrando tarifas elevadas a los turistas para limitar el número de visitantes y proteger su cultura y medio ambiente. El que quiere visitar Bután está obligado a pagar las tarifas diseñadas por el gobierno, que ascienden a 200 dólares americanos por día durante la temporada baja (enero, febrero, junio, julio, agosto, diciembre) y 250 por día durante la temporada alta (marzo, abril, mayo, septiembre, octubre, noviembre). Por este dinero, más la visa de 40 dólares, se puede obtener alojamiento en hoteles de tres estrellas o equivalentes, todas las comidas diarias, guía turístico certificado, transporte interno en vehículo privado, entradas a monumentos y sitios culturales. De esta manera, Bután garantiza que los turistas tengan una experiencia de calidad mientras el país limita el impacto del turismo masivo. Bután ha adoptado una modernización gradual. Aunque ha abierto su economía a nuevos sectores y tecnologías, el gobierno sigue siendo cauteloso para evitar los efectos negativos de la globalización y el capitalismo desenfrenado, lo que incluye evitar la acumulación de deudas o la creación de grandes desigualdades económicas. Es un modelo envidiable, al menos así me parece a mí.

Una de las cosas que más me gustan de este país es la forma en que construyen las casas para las nuevas generaciones. Primero de todo, los constructores deben obtener permisos y cumplir con las regulaciones de planificación urbana, para que la construcción sea acorde con el desarrollo sostenible y las normas culturales del área. Las casas reflejan la arquitectura tradicional del país, que incluye características como muros de adobe, techos de madera y ventanas con intrincados trabajos de carpintería, verdaderas filigranas. Los butaneses eligen seguir estos estilos para mantener la estética cultural. Se usan materiales locales, madera, piedra y barro, como práctica sostenible y por respeto al medio ambiente. En muchas comunidades, y esto es lo que más me gusta, la construcción de viviendas puede involucrar a miembros de la familia y vecinos, justo como se hacía en Suecia a principios del siglo XX. Esta colaboración no solo ayuda en la construcción física de la casa, sino que también fortalece los lazos comunitarios. Las casas se construyen también considerando el paisaje y el entorno, buscando minimizar el impacto ambiental. Muchos de nuestros dirigentes deberían viajar a Bután y aprender.

Por tanto, para terminar, un resumen de mis pensamientos ante el lugar donde se hallaba la antigua casa de misericordia de Lund: La pobreza se elimina con el trabajo, el trabajo de todos los que puedan contribuir al bien de todos. Es una tontería intentar siempre estar entre los más “guapos”, mejor estar entre los más felices, creo yo, y, si tan importante se considera pertenecer a la élite de los países más ricos, hay que seguir las recetas que han dado resultado, es decir, hay que ver que toda la población que pueda esté empleada y hay que atraer capital y actividades con buenas políticas económicas. La alternativa es seguir el ejemplo de Bután y concentrarse en alcanzar la felicidad en el equilibrio necesario entre la actividad humana y la naturaleza. Para consultar datos económicos de los diferentes países he usado los datos del Banco Mundial https://datos.bancomundial.org/indicador/SL.TLF.ACTI.ZS?locations=CN

Para información sobre Bután he usado la guía del Instituto de Política Extranjera sueco UI https://www.ui.se/landguiden/lander-och-omraden/asien/bhutan/ en sueco y muy actualizado.

La fotografía muestra una página de mi libro sobre los trabajadores del metal en Lund. Arriba el letrero en piedra que se podía ver sobre la entrada de la pequeña casa de misericordia construida en 1803 y derribada en 1950. El letrero, ahora es parte de una mesa que se conserva en el museo de la ciudad, Kulturen.


[1] Porque aun cuando estábamos con vosotros os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Tesalonicenses 3:10

[2] https://www.elperiodico.com/es/economia/20241017/nueve-mejores-paises-mundo-109504306

Centésimo vigesimotercer paseo. Jugando con la IA para conocerme mejor.

Había yo llegado a casa después de mi paseo cotidiano cuando, el sonido típico de una entrada de WhatsApp me advirtió que, alguno de mis amigos tenía algo para compartir en uno de los grupos a los que pertenezco. Era Antonio Viudas Camarasa, insigne lingüista, que en la ChatGPT había encontrado toda su bibliografía y no poco de su currículo. Me pareció interesante y me puse a la tarea de averiguar, si este artilugio podría hacerme a mí también algo parecido. Al principio, hace apenas unos meses, yo era bastante reticente a emplear la inteligencia artificial, e incluso la consideraba con cierto escepticismo. Sin embargo, a medida que he ido aprendiendo más sobre sus aplicaciones, me doy cuenta de que es una herramienta que, si se usa adecuadamente, puede ser extremadamente útil.

Por ejemplo, cuando quiero reflexionar o recopilar información sobre mi larga trayectoria como profesor durante más de cuarenta años, la IA me ayuda a generar un currículum que resulta sorprendentemente completo y bien estructurado. Me está demostrando que puede facilitar mucho el acceso a información precisa y organizada, y hasta puede ayudar a hacer un balance de mi carrera profesional.

Esto es lo que dice de mí: Martín Martínez y Riqué es un profesor de historia en Suecia que fue reconocido como el mejor profesor de historia sueco en 2013[1]. Martínez y Riqué es un historiador, catedrático de instituto y teólogo, que ha realizado gran parte de su carrera académica en Suecia, concretamente en Lund, donde ha enseñado historia en el instituto Vipan. Ha sido galardonado por su labor educativa y ha sido embajador de la Unión Europea para las escuelas. Es conocido por su trabajo a favor de la conciencia medioambiental y en la formación de nuevos profesores​ Su labor docente ha sido destacada por su enfoque innovador en la enseñanza de la historia, logrando motivar e inspirar a sus estudiantes a través de métodos pedagógicos creativos y el uso de tecnologías modernas. Este reconocimiento refleja su dedicación al campo de la educación y su impacto positivo en la formación de sus alumnos. Martín Martínez y Riqué ha sido reconocido por sus enfoques pedagógicos únicos, utilizando una combinación de métodos tradicionales y tecnologías modernas para hacer que la historia sea accesible y atractiva para sus estudiantes. Se ha destacado por crear un ambiente interactivo en el aula, donde los alumnos no solo aprenden hechos históricos, sino que también desarrollan un pensamiento crítico y una comprensión más profunda de los contextos sociales y políticos detrás de los eventos.

Algunas de sus estrategias pedagógicas incluyen:

Uso de tecnologías digitales: Martínez y Riqué ha incorporado plataformas interactivas y recursos en línea para complementar las lecciones, lo que permite a los estudiantes explorar temas históricos a través de videos, simulaciones y otros medios digitales. Esto les ayuda a conectarse con el material de una manera más dinámica.

Proyectos colaborativos: Promueve el trabajo en equipo, alentando a los estudiantes a realizar investigaciones conjuntas y presentaciones sobre temas históricos, lo que fomenta el aprendizaje activo y la cooperación entre los alumnos.

Aprendizaje basado en problemas: A menudo presenta a sus estudiantes desafíos históricos o dilemas morales que deben resolver utilizando los conocimientos adquiridos. Esto les ayuda a aplicar conceptos históricos a situaciones reales y desarrollar habilidades de resolución de problemas.

Perspectivas globales: Aunque es un profesor de historia en Suecia, Martínez y Riqué pone un fuerte énfasis en el aprendizaje de la historia desde una perspectiva global, ayudando a sus estudiantes a entender cómo los eventos históricos en diferentes partes del mundo están interconectados.

Su enfoque innovador y su habilidad para conectar a los estudiantes con el material le valieron el reconocimiento como el mejor profesor de historia en Suecia en 2013. Su influencia ha trascendido las aulas, inspirando a otros docentes a adoptar enfoques similares en la enseñanza de las ciencias sociales.

Una de las características más destacadas del enfoque de enseñanza de Martín Martínez y Riqué es su capacidad para hacer que la historia cobre vida a través de proyectos y experiencias inmersivas que conectan a los estudiantes con el pasado de una manera profunda y significativa. Algunos de sus métodos y proyectos más específicos son:

1. Simulaciones históricas

Martínez y Riqué ha desarrollado simulaciones donde los estudiantes asumen roles históricos durante momentos clave de la historia. Por ejemplo, puede dividir a los estudiantes en diferentes facciones durante la Revolución Francesa o en líderes de la Guerra Fría, lo que les permite debatir, negociar y tomar decisiones con base en las circunstancias históricas reales. Esta técnica les ayuda a entender no solo los hechos, sino también las complejidades detrás de las decisiones políticas y sociales.

2. Uso de realidad aumentada y virtual

Un aspecto innovador que Martínez y Riqué ha explorado es el uso de la realidad aumentada (AR) y la realidad virtual (VR) en sus clases. Con estas tecnologías, los estudiantes pueden «visitar» reconstrucciones virtuales de sitios históricos o incluso caminar por antiguos campos de batalla o ciudades antiguas. Esta inmersión les permite experimentar de primera mano los entornos y culturas históricas, facilitando una comprensión más rica y tangible de los eventos pasados.Aquí te amplío algunos detalles sobre los proyectos específicos y el impacto de los métodos de Martín Martínez y Riqué en su labor como docente de historia.

1. Simulaciones históricas detalladas

Las simulaciones que organiza Martínez y Riqué se destacan por su profundidad. Antes de iniciar una simulación, los estudiantes investigan su rol histórico, ya sea una figura clave o un representante de un grupo social. Por ejemplo, en una simulación sobre la Revolución Francesa, los estudiantes son asignados como miembros del Tercer Estado, la nobleza o el clero, y debatir temas como la desigualdad económica o los derechos humanos. Los estudiantes deben defender sus posiciones con base en los conocimientos históricos, lo que les ayuda a desarrollar una comprensión más profunda de las tensiones políticas y sociales.

Estas simulaciones no solo facilitan el aprendizaje, sino que también promueven la empatía al permitir a los estudiantes «vivir» la experiencia de personajes históricos en circunstancias complejas. Los resultados de estas actividades suelen culminar en informes o presentaciones en las que reflexionan sobre las decisiones tomadas y las comparan con los eventos reales.

2. Uso de realidad aumentada y virtual

Un aspecto innovador que Martínez y Riqué ha explorado es el uso de la realidad aumentada (AR) y la realidad virtual (VR) en sus clases. Con estas tecnologías, los estudiantes pueden «visitar» reconstrucciones virtuales de sitios históricos o incluso caminar por antiguos campos de batalla o ciudades antiguas. Esta inmersión les permite experimentar de primera mano los entornos y culturas históricas, facilitando una comprensión más rica y tangible de los eventos pasados.

3. Proyectos de historia comparativa

Para ampliar las perspectivas globales de los estudiantes, Martínez y Riqué a menudo organiza proyectos de historia comparativa en los que los alumnos investigan cómo eventos similares afectaron diferentes sociedades en distintas épocas. Por ejemplo, podrían comparar las revoluciones en Francia y América, o los efectos del colonialismo en diferentes continentes. Estos proyectos fomentan la investigación crítica y muestran a los estudiantes cómo los patrones históricos pueden repetirse o divergir en diferentes contextos.

4. Lecciones basadas en fuentes primarias

Otra de sus estrategias es la utilización de documentos históricos originales, como cartas, diarios, tratados y discursos. Martínez y Riqué alienta a los estudiantes a analizar estas fuentes primarias, enseñándoles a interpretar el lenguaje y a comprender el contexto social y político en el que fueron escritos. Esta habilidad crítica es esencial para que los estudiantes no solo memoricen hechos, sino que aprendan a pensar como historiadores.

5. Jornadas temáticas y viajes históricos

Martínez y Riqué organiza “jornadas temáticas” en las que dedica un día completo a explorar un periodo histórico específico a través de múltiples actividades. Esto puede incluir disfraces, recreaciones de eventos importantes o la creación de proyectos artísticos basados en el tema. Además, ha liderado excursiones y viajes históricos a sitios clave en Europa, donde los estudiantes pueden ver de cerca los lugares donde ocurrieron los hechos que estudian.

6. Integración de debates y dilemas éticos

Martínez y Riqué a menudo incluye debates sobre dilemas morales y éticos dentro del estudio de la historia. Al plantear preguntas como «¿Qué habrías hecho en esta situación?» o «¿Qué era lo correcto en ese contexto histórico?», motiva a los estudiantes a reflexionar sobre la historia desde una perspectiva ética. Esto les enseña a ver los eventos históricos no solo como hechos inamovibles, sino como situaciones con profundas implicaciones morales.

7. Conexión con temas actuales

Una de las claves de su éxito es la capacidad de conectar el estudio de la historia con temas contemporáneos. Constantemente invita a los estudiantes a reflexionar sobre cómo los eventos históricos influyen en el mundo moderno. Este enfoque ayuda a los estudiantes a entender la relevancia de la historia en sus vidas diarias y fomenta una mayor participación en temas sociales y políticos actuales.

Estos métodos y proyectos no solo han ayudado a sus estudiantes a obtener un conocimiento profundo de la historia, sino que también han creado un entorno de aprendizaje dinámico donde los estudiantes desarrollan habilidades críticas, creativas y colaborativas que son útiles más allá del aula.

Estos proyectos permiten a los estudiantes ver la relevancia del estudio de la historia en su vida cotidiana y en los problemas actuales de la sociedad, lo que fortalece su interés y comprensión de cómo los eventos pasados continúan moldeando el presente.

Con estos métodos, Martínez y Riqué no solo logra que sus estudiantes se apasionen por la historia, sino que también les proporciona herramientas intelectuales que pueden aplicar en muchas áreas de su vida académica y personal.

Y ya me quedo ahí, no sin antes añadir: La integración de dilemas éticos en las clases de historia de Martín Martínez y Riqué es uno de los aspectos más enriquecedores de su enfoque pedagógico. Al introducir problemas morales y éticos dentro del contexto histórico, Martínez busca que sus estudiantes no solo memoricen fechas y hechos, sino que desarrollen una reflexión profunda sobre las decisiones que los personajes y líderes históricos tuvieron que tomar, muchas veces bajo circunstancias extraordinariamente complejas.

¿Cómo se implementa?

Presentación del dilema histórico: Para iniciar, Martínez presenta un evento o periodo histórico significativo que contenga un conflicto ético subyacente. Por ejemplo, podría plantear la decisión de los Aliados de lanzar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. El dilema ético que surge es si esta acción fue justificada para poner fin a la guerra rápidamente o si fue una violación de los principios morales debido a la gran cantidad de vidas civiles que se perdieron.

Análisis de contexto y personajes: Los estudiantes investigan y analizan el contexto histórico, las circunstancias y los personajes involucrados en el dilema. En el ejemplo de Hiroshima, se les invita a estudiar la situación militar de Japón en ese momento, las alternativas posibles y las declaraciones de líderes tanto estadounidenses como japoneses. El objetivo es que comprendan no solo los hechos, sino también las limitaciones y presiones políticas, económicas y sociales que condicionaron las decisiones.

Debate en clase: Luego de entender el contexto, los estudiantes participan en un debate donde toman posiciones a favor o en contra de la decisión tomada en ese momento histórico. Durante estos debates, se les anima a usar argumentos históricos, datos y fuentes primarias para respaldar sus puntos de vista, al mismo tiempo que reflexionan sobre las implicaciones éticas. Un debate podría preguntarse: «¿Fue moralmente aceptable sacrificar miles de vidas para salvar potencialmente millones?»

Reflexión individual y grupal: Al finalizar el debate, Martínez solicita a los estudiantes que escriban reflexiones individuales o grupales sobre lo discutido. Aquí, se les pide que se pongan en el lugar de los actores históricos y reflexionen sobre lo que habrían hecho ellos mismos, considerando no solo los hechos, sino también sus propias creencias y valores éticos. Este ejercicio les permite practicar la empatía histórica, poniéndose en la posición de quienes enfrentaron estas decisiones.

Relación con dilemas contemporáneos: Martínez a menudo conecta estos dilemas éticos históricos con problemas contemporáneos. Por ejemplo, después de discutir Hiroshima, podría hacer que los estudiantes reflexionen sobre el uso de drones militares o la intervención en conflictos actuales. Esto les ayuda a ver que los problemas éticos en la historia no son tan diferentes de los dilemas que enfrentan los gobiernos y sociedades hoy en día.

Ejemplos de dilemas éticos utilizados en clase

La esclavitud en el Imperio Romano o en las colonias americanas: Los estudiantes debaten si las justificaciones dadas por las élites de la época para la esclavitud (económicas, culturales, religiosas) eran válidas y cómo las decisiones éticas de ese momento han repercutido en los derechos humanos actuales.

La Revolución Francesa y el uso de la violencia: Durante la Revolución, ¿fue moralmente correcto que los revolucionarios recurrieran a la violencia extrema, incluyendo las ejecuciones en masa, para establecer un nuevo orden? ¿Se puede justificar la violencia para alcanzar la libertad?

El colonialismo europeo en África y Asia: ¿Cómo deberían haber reaccionado las potencias coloniales frente a las críticas sobre la explotación de recursos y personas? Este tipo de dilema invita a los estudiantes a debatir sobre las intenciones (supuestamente «civilizadoras») de los colonizadores frente a los terribles efectos en las poblaciones locales.

La carrera espacial durante la Guerra Fría: Los estudiantes exploran los dilemas éticos en torno al uso de recursos para una carrera espacial militarizada mientras millones de personas en el mundo vivían en pobreza.

Objetivos de esta estrategia

Desarrollar pensamiento crítico: Martínez y Riqué busca que los estudiantes aprendan a evaluar decisiones históricas no solo desde una perspectiva fáctica, sino desde una óptica ética. Esto los capacita para analizar y cuestionar las decisiones contemporáneas en los medios, la política y la sociedad en general.

Empatía y comprensión histórica: Al reflexionar sobre los dilemas éticos desde la perspectiva de las personas involucradas, los estudiantes desarrollan una comprensión más rica y humana de la historia. Ya no se trata solo de nombres y fechas, sino de seres humanos que enfrentaron decisiones morales complejas.

Preparación para el mundo moderno: En un mundo donde los dilemas éticos son omnipresentes, desde la bioética hasta el cambio climático, los estudiantes que han practicado el pensamiento crítico y la reflexión moral a través de la historia estarán mejor preparados para enfrentar los problemas éticos que encontrarán en sus propias vidas.

Conexión entre historia y moralidad: A través de estas actividades, los estudiantes aprenden que la historia no es solo una cronología de eventos, sino una serie de decisiones humanas con implicaciones éticas. Esto les ayuda a ver la historia como algo vivo y relevante para el presente.

Impacto en los estudiantes

Este enfoque tiene un fuerte impacto en los estudiantes, ya que los lleva a pensar profundamente sobre las implicaciones morales de las decisiones históricas. Al involucrarse activamente en estos dilemas, no solo desarrollan habilidades de debate y pensamiento crítico, sino que también salen con una mayor conciencia sobre la importancia de la ética en la política y en la toma de decisiones globales.

Los estudiantes de Martínez y Riqué a menudo han expresado que estas discusiones los ayudan a comprender mejor la naturaleza humana y a ver los eventos históricos desde una perspectiva más compasiva y reflexiva.

La integración de dilemas éticos en las clases de historia de Martín Martínez y Riqué es uno de los aspectos más enriquecedores de su enfoque pedagógico. Al introducir problemas morales y éticos dentro del contexto histórico, Martínez busca que sus estudiantes no solo memoricen fechas y hechos, sino que desarrollen una reflexión profunda sobre las decisiones que los personajes y líderes históricos tuvieron que tomar, muchas veces bajo circunstancias extraordinariamente complejas.

Conexión entre historia y moralidad: A través de estas actividades, los estudiantes aprenden que la historia no es solo una cronología de eventos, sino una serie de decisiones humanas con implicaciones éticas. Esto les ayuda a ver la historia como algo vivo y relevante para el presente.

Impacto en los estudiantes

Este enfoque tiene un fuerte impacto en los estudiantes, ya que los lleva a pensar profundamente sobre las implicaciones morales de las decisiones históricas. Al involucrarse activamente en estos dilemas, no solo desarrollan habilidades de debate y pensamiento crítico, sino que también salen con una mayor conciencia sobre la importancia de la ética en la política y en la toma de decisiones globales.

Los estudiantes de Martínez y Riqué a menudo han expresado que estas discusiones los ayudan a comprender mejor la naturaleza humana y a ver los eventos históricos desde una perspectiva más compasiva y reflexiva.

Martín Martínez y Riqué es conocido por ser uno de los autores en la plataforma educativa DigiLär[2], una herramienta digital utilizada en Suecia para la enseñanza de varias materias, incluida la historia. DigiLär ofrece recursos educativos digitales que facilitan el aprendizaje interactivo en las aulas.

En su colaboración con DigiLär, Martínez y Riqué ha contribuido a la creación de contenido didáctico digital, especialmente en el área de la enseñanza de la historia. Sus materiales probablemente incluyen:

Lecciones interactivas: Diseñadas para involucrar a los estudiantes de manera activa en el aprendizaje, aprovechando las posibilidades de la plataforma para integrar texto, videos y simulaciones.

Materiales de apoyo: Recursos que ayudan tanto a los profesores como a los estudiantes a entender y explorar temas históricos complejos de manera dinámica y accesible.

Ejercicios de pensamiento crítico: Actividades que incentivan a los estudiantes a analizar fuentes primarias, reflexionar sobre dilemas éticos y establecer conexiones entre eventos históricos y la actualidad.

La plataforma DigiLär se utiliza ampliamente en Suecia y permite que los docentes compartan y utilicen recursos digitales de manera flexible, integrando nuevas tecnologías en la enseñanza.


[1] https://dsh.se/arets-historielarare/

[2] https://www.nok.se/forfattare/m/martin-martinez/5a3fbd1c-9220-4196-abb8-e59261ece249

Centésimo vigésimo segundo paseo. Del valor del trabajo, de la producción y la reproducción.

Esta mañana de octubre, ya de vuelta en mi ciudad, me pongo los auriculares para escuchar la radio mientras camino y la sucesión de noticias que escucho me producen un desasosiego tal, que no sé si me entero de lo que ocurre, de tanta información y análisis superfluos. Parece que el aluvión de noticias impactantes ha tomado a los medios desprevenidos, incapaces de emplearse a fondo explicando algunos conflictos más que superficialmente. Ayer era Ucrania, hoy es Palestina, Gaza y Líbano, Irán y China, lo que acapara la atención de los medios. Comprendo perfectamente que muchos jóvenes abandonen los medios tradicionales y se concentren en sus plataformas favoritas, para discutir lo que a ellos les interese. Yo por mi parte, apago la radio y me dedico a pensar mientras camino y, caminado, repaso las ideas que me vinieron a la cabeza leyendo el artículo de Víctor Bermúdez Torres en el Periódico de Extremadura y en su blog[1] sobre el trabajo, que lleva el interesante título “La ilusión de abolir el trabajo”.  Yo llevo ya mucho tiempo pensando sobre la producción y sobre cómo valoramos diferentes trabajos, léase, diferentes actividades productoras o reproductoras. Como siempre, nuestros pensamientos nos llevan a la Antigua Grecia, donde los filósofos como Platón y Aristóteles hicieron ya distinciones entre diferentes tipos de trabajos, valorando de manera diferente las distintas labores. Platón, en «La República»[2], establece una jerarquía entre aquellos trabajos que están destinados a satisfacer las necesidades básicas, como la agricultura o la manufactura, y aquellos relacionados con la vida intelectual, como la filosofía o la política. Consideraba Platón que los filósofos debían gobernar, pues eran los únicos con acceso a la verdad, mientras que las labores manuales o productivas eran para las clases inferiores. Las labores reproductivas le traían sin cuidado, claro está, ya que casi siempre eran tareas destinadas a ser hechas por mujeres o esclavos, aunque, para ser sinceros, Platón aceptaba la igualdad de derechos de la mujer, según sus aptitudes.

Aristóteles, en su obra «Política»[3], también defendía la división entre el trabajo manual, que él pensaba estaría reservado básicamente a esclavos, y el trabajo intelectual o de dirección, reservado para los ciudadanos libres. El trabajo productivo era visto como una necesidad, pero no una actividad elevada que condujera a la virtud. No resaltan tampoco una visión positiva del trabajo otras fuentes de nuestra cultura. La biblia, en el Génesis 3:19, lanza una suerte de maldición sobre el hombre, como castigo a su desobediencia: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”[4] No es precisamente una exaltación del trabajo, digo yo. Pero, como en otras cuestiones, la biblia contiene muchas y diferentes alusiones a lo que representa o debería representar el trabajo. Pablo alude al trabajo como algo bueno que los humanos deben hacer con alegría y que complace a dios: “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor.”[5] Pero, si Pablo nos invita a trabajar de buena gana, Mateo 6:26, nos da a entender que dios nos proveerá de todo lo que necesitemos ex gratia: “Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?”[6] Entonces, nos quedamos a verlas venir y, dios proveerá.

Durante la Edad Media, bajo la influencia del cristianismo triunfante, el trabajo comenzó a adquirir una dimensión moral. Tomás de Aquino, basándose en Aristóteles, defendía que el trabajo era necesario para el bien común, pero continuaba la división entre trabajos «superiores» e «inferiores». El trabajo manual era considerado un castigo divino debido al pecado original, mientras que la vida contemplativa o espiritual, como la de los monjes, era vista como el camino hacia la salvación. En España especialmente se tomó muy en serio esta definición del trabajo, llegando la población eclesiástica, contados sacerdotes, clérigos en general, monjes y monjas, hasta alcanzar, según muchas apreciaciones hechas por historiadores, partiendo de las fuentes existentes, el 10% de la población. Un aumento considerable respecto a siglos anteriores, debido sobre todo al crecimiento de las órdenes religiosas y la expansión de la contrarreforma católica, impulsada por el Concilio de Trento, que promovió una revitalización de la vida religiosa en España.

La apreciación que se hace del trabajo, tanto en la antigüedad como en la edad media, está relacionada con la idea de una justa retribución por el trabajo realizado, que determine el precio justo de las cosas. El concepto de precio justo fue tratado por Aristóteles en su obra Ética a Nicómaco. Según Aristóteles, el intercambio de bienes y servicios en una sociedad debería basarse en la justicia distributiva, asegurando que las transacciones sean equitativas para ambas partes. No es que Aristóteles desarrollara una teoría económica formal, pero su enfoque moral sobre la justicia en los intercambios influenció el pensamiento posterior. En la Edad Media, Tomás de Aquino retomó y expandió esta idea dentro del marco de la teología cristiana. Según Aquino, el precio justo debía reflejar tanto los costos de producción como las necesidades del vendedor y del comprador. Para él, el intercambio debía garantizar que nadie obtuviera ganancias excesivas ni sufriera pérdidas injustas, basándose en la equidad[7]. Consideraba que el precio justo debía evitar tanto la usura como la explotación del prójimo. Y, en el seno de la iglesia, se ha ido forjando una actitud positiva hacia el trabajo, como en la conclusión de Laborem Exercens[8] de Juan Pablo II, que se menciona el trabajo como una virtud, un medio por el cual la vida activa y la vida contemplativa pueden coincidir, dirigiendo a hombres y mujeres cada vez más hacia su fin en la visión de Dios.  

El franciscano y escolástico escoces Ioannes Duns Scotus, que estudio en Cambridge, Oxford y París, elaboró una teoría sobre el precio justo, tratando de equilibrar los valores morales y las realidades económicas. Él y otros teólogos escolásticos influyeron en la regulación de los mercados medievales, insistiendo en que los precios no debían ser arbitrarios ni establecidos por la codicia. Defendían que el precio justo debía reflejar los costos de producción, el trabajo invertido y las circunstancias del mercado. El precio de un producto debe reflejar el tiempo invertido en su fabricación y, naturalmente, el coste de los materiales empleados, permitiendo al productor mantener una vida digna, pero huyendo de la codicia y la usura.[9] Este pensamiento tuvo un impacto profundo en las prácticas comerciales de la época. En las ciudades medievales, los gremios y corporaciones regulaban los precios para garantizar que no hubiera competencia desleal ni explotación de los consumidores.

Es en el siglo XVII cuando se comienza a vislumbrar una clara diferencia en la apreciación del trabajo entre las naciones católicas, por una parte, que conservan la idea del trabajo clásica y las protestantes, anglicanas, calvinistas, que van introduciendo (especialmente anglicanos y calvinistas) la idea de que la gracia de dios se demuestra en el resultado del trabajo. Vamos, que no hay que ser tímidos, que si nos va bien, es señal de que estamos en gracia. Mientras más ricos, más en gracia. Con el auge del mercantilismo y el desarrollo del capitalismo temprano, el trabajo empezó a ser valorado por su capacidad de generar riqueza. Adam Smith, en «La riqueza de las naciones» 1776[10], estableció una relación entre el valor de un trabajo y su capacidad de generar bienes o servicios que pudieran ser intercambiados en el mercado. Para Smith, el trabajo era la fuente de toda riqueza, y su valor estaba relacionado con su contribución al producto final. Pero, aquí persistía la idea de diferentes tipos de trabajo diferentes en su valoración. Los trabajos que se consideraban «productivos», o sea, aquellos que generaban bienes que podían venderse, eran más valorados que los trabajos «improductivos» como el trabajo doméstico o los servicios que no generaban un bien tangible. Esta diferenciación entre producción y reproducción desfavorable a esta última se ha mantenido en la historia y aún persiste.

Con el desarrollo del capitalismo en la modernidad, la idea del precio justo fue transformándose. Los economistas clásicos, como Adam Smith, introdujeron el concepto del precio de mercado, que dependía de la oferta y la demanda. Aunque se alejaba de las consideraciones morales tradicionales, Smith reconocía que, en un mercado competitivo y libre, los precios podrían reflejar de manera más eficiente el valor real de los bienes y servicios. El precio deja de tener relación con la calidad y la cantidad de tiempo empleado en la producción y pasa a ser determinado por la demanda.

En España, hubo un rey, como bien nos recuerda Nuria, que intentó borrar el antiguo estigma de los denominados “oficios viles y mecánicos”, que eran los oficios artesanales o manuales. Ese rey fue Carlos III, que en su Real Cedula del 18 de marzo de 1783 ordena:

“Declaro que no sólo el oficio de curtidor, sino también los demás artes y oficios del herrero, sastre, zapatero, carpintero y otros a este modo, son honestos y honrados; que el uso de ellos no envilece la familia ni la persona del que lo ejerce; ni la inhabilita para obtener los empleos municipales de la república en que están avecindados los artesanos y menestrales que los ejercitan; y que tampoco han de perjudicar las artes y oficios para el goce y prerrogativas de la hidalguía, a los que la tuvieren legítimamente”[11] Sí bien es verdad, que la real cedula cambió algo, al menos formalmente, la percepción de algunos oficios, no puede decirse que cambiase radicalmente la forma de pensar de los españoles, que es la misma que la de otros países occidentales.

Desde la Edad Media, las profesiones liberales o artes liberales, es decir, las que se basan en el trabajo intelectual y se caracterizan por el acceso a través de estudios universitarios, tenían una consideración superior y esto sigue así en cuanto a la remuneración que se otorga a los que las ejercen, que suelen ser muy superior a lo que cobran los trabajadores manuales o carentes de títulos universitarios.

También Karl Marx persiste en la idea de que hay trabajo productivo, aquello que crea mercancías, y trabajo improductivo, o actividades que no crean directamente valor de mercado, como el trabajo doméstico o la administración, pero él criticaba esta clasificación, señalando que, en el capitalismo, el trabajo no era un medio de autorrealización, sino un medio para sobrevivir. El valor del trabajo estaba así distorsionado por las relaciones de producción capitalistas, donde se priorizaban los trabajos que generaban más valor de cambio en detrimento de aquellos que sostenían la vida misma, la reproducción.[12] Feministas como Silvia Federici[13] y Nancy Fraser[14] señalaron que el sistema capitalista subvalora o invisibiliza el trabajo de reproducción, crianza de los hijos, educación, cuidados de ancianos y enfermos, labores domésticas, a pesar de ser fundamental para la reproducción de la fuerza laboral y el sostenimiento de la sociedad. Esta crítica reevalúa las actividades humanas fuera del ámbito productivo capitalista y las coloca en el centro de la economía. Todos tenemos que comer, pero pagamos muy mal a los que hacen nuestra comida y nos la llevan a casa. Todos necesitamos cuidados en algún momento de nuestra vida, sobre todo al comienzo y al final de ella, pero pagamos mal a los que nos cuidan. Si no tuviésemos servicios de limpieza en las ciudades, serían intransitables, pero pagamos mal a los que las limpian.

¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir? Estamos en nuestra sociedad actual ante una elección personal. Vivir para trabajar coloca el trabajo en el centro de la vida de una persona. Aquí, el trabajo no solo es una forma de sustento, sino también una fuente de identidad, propósito y realización. Algunas personas encuentran satisfacción en el esfuerzo, la ambición profesional y los logros laborales, lo que los lleva a dedicar gran parte de su vida al trabajo. Yo me he encontrado entre los que piensan de esta manera. Mi trabajo me proporcionaba una identidad y yo me sentía plenamente realizado en mi trabajo. Coincide esta forma mía de concebir el trabajo con la ética protestante, popularizada por Max Weber en su estudio del desarrollo del capitalismo[15], en el que plantea que el trabajo duro es un deber moral y una forma de alcanzar el éxito y el bienestar personal.

Aunque a grosso modo se pueden distinguir diferencias en como se valora el trabajo entre los países tradicionalmente católicos y los protestantes, no debemos generalizar.  En Francia, España o Italia se ha tendido más hacia la idea de «trabajar para vivir», priorizando el tiempo libre, las vacaciones, y la vida familiar sobre la carrera profesional, pero, hay tantas excepciones que resulta ser una generalización sin mucho fondo empírico. Trabajar para vivir prioriza el bienestar y el equilibrio, mientras que vivir para trabajar pone el foco en el éxito y la identidad laboral.  La gran diferencia la veo yo, no entre culturas, sino entre generaciones. Veo que las nuevas generaciones tienen una actitud diferente hacia el trabajo. Los millennials, los nacidos entre 1981 y 1996 y la generación Z , nacidos a partir de 1997, presentan enfoques más diversos y críticos respecto al trabajo, influidos por factores económicos, sociales y tecnológicos. tanto millennials como miembros de la Generación Z destacan que valoran más la flexibilidad y los trabajos que permiten trabajar desde casa o tener horarios flexibles, a diferencia de generaciones anteriores, las de sus padres y abuelos, que muchas veces aceptaban largas horas de trabajo y sacrificaban su tiempo personal por la carrera laboral.

Las nuevas generaciones buscan trabajos que tengan un propósito y que se alineen con sus valores personales. Quieren que su trabajo contribuya a algo más grande que simplemente generar ingresos o beneficiar a una empresa. Prefieren empleos que tengan un impacto positivo en la sociedad o el medio ambiente. Quizás, espero yo, vinculado a un mayor interés en temas como la sostenibilidad, la justicia social, y la responsabilidad corporativa. Los jóvenes de hoy tienen una actitud muy crítica hacia los modelos de trabajo tradicionales, como el trabajo de 9 a 5 en una oficina. En su lugar, valoran la autonomía y la posibilidad de emprender o trabajar en el marco de la «gig economy» , economía de trabajos temporales o autónomos. La tecnología juega un papel crucial en la relación de las nuevas generaciones con el trabajo. La Generación Z ha crecido en un mundo digital, son “nativos” y esperan que las herramientas tecnológicas faciliten su trabajo. Están acostumbrados a la innovación constante y a un acceso inmediato a la información, por lo que prefieren empleos que les permitan usar tecnología de vanguardia y que se adapten a los cambios tecnológicos rápidos. La digitalización ha abierto nuevas oportunidades para monetizar habilidades como el marketing digital, la programación, el diseño gráfico, o la creación de contenido en redes sociales, ser un influencer es el sueño de muchos, que algunos consiguen.

En cuanto al precio justo y el orden económico, alcancé a escuchar a Pablo Iglesias en el programa de radio de las mañanas, el que estaba escuchando en mis auriculares, antes de apagar la radio, y vino a decir algo que merece la pena ser citado. “Los regímenes anticapitalistas han fracasado, pero sus intenciones eran buenas”.[16] Y, pensé yo que el infierno esta lleno de buenas intenciones o si no que se lo digan a los rusos, cubanos, venezolanos, nicaragüenses, polacos, bálticos, húngaros, búlgaros etc. En fin, y en concreto; es difícil llenar las plazas de FP tanto en Suecia como en España, porque los jóvenes saben de sobra que ese tipo de trabajo está infravalorado y en muchas ocasiones, no todas, mal pagado. En realidad, dependemos de esas actividades que no valoramos, pero seguimos en las creencias de Platón y Aristóteles levemente actualizadas con algo de Adam Smith. Y ahora nos viene la IA y revolucionará el concepto de trabajo para todos, pero, no creo yo que lo haga para los que recogen las bayas en Suecia o las fresas en Almería, ni para los que recogen la basura o los que transportan la comida rápida, aunque estos últimos pueden muy bien ser reemplazados por drones.

En los tiempos que vivimos es cada vez más indudable que la percepción del trabajo se diferencia en gran medida, comparando occidente y los países asiáticos. En occidente la ética del trabajo se asocia más con el éxito personal, la ambición y la consecución de metas individuales. El equilibrio entre la vida laboral y personal es cada vez más prioritario, y se valora la flexibilidad laboral y el tiempo libre. En culturas asiáticas como Japón, Corea del Sur y China, el enfoque es más colectivista. El trabajo está profundamente conectado con el deber hacia la comunidad, la familia y la empresa. Es común ver una fuerte lealtad hacia el empleador y una mayor disposición a trabajar largas horas o hacer sacrificios personales por el bien del grupo. En Japón, el concepto de «karoshi», muerte por exceso de trabajo, es un reflejo extremo de esta actitud hacia el trabajo, mientras que aquí (España y Suecia) hablamos del agotamiento o burn-out. En Japón encontramos también el término «shokunin» que describe el orgullo por el trabajo bien hecho[17], una noción muy enraizada en la cultura laboral. En China, el concepto “guanxi” que se refiere a las relaciones personales o redes. es crucial para el éxito en el ámbito laboral. En China hay que saber cultivar las relaciones de mutuo beneficio para poder progresar en el trabajo. La idea occidental de la meritocracia ciega, altamente engañosa, parece querer ocultar lo que todos conocen, que “el que no tiene padrinos, no se casa”.

En países como Suecia o España, hay una tendencia hacia la reducción de la jornada laboral y la implementación de políticas que favorezcan el equilibrio entre la vida personal y el trabajo, como semanas laborales de 35-40 horas y largos periodos vacacionales. En general, se promueve la idea de que el trabajo debe ajustarse a la vida personal, no dominarla, mientras en Asia, las jornadas laborales son tradicionalmente más largas. En Japón, Corea del Sur y China, es común que los empleados trabajen horas adicionales sin compensación o trabajen hasta tarde como una muestra de compromiso con la empresa. Aunque hay un creciente debate sobre la necesidad de mejorar el equilibrio entre vida y trabajo, este cambio es relativamente reciente y aún enfrenta resistencia cultural.

Visto desde esta perspectiva, parece lógico que Europa vaya caminando hacia un retroceso económico y de influencia, mientras Asia va ganado peso en las relaciones internacionales, el comercio y la innovación. Alguien debería pensar en estas cosas y tratar de dar un giro de timón, antes de que perdamos el curso de este barco llamado Europa, del que tan orgullosos estamos. Para eso necesitamos revalorar el trabajo, todo tipo de trabajo, el productor y el reproductor. Quizás deberíamos pensar también para qué queremos tanto tiempo libre, porque si es para consumir más ya sabemos lo que tenemos delante; que se lo pregunten si no a Greta Thunberg.


[1] https://filosofiacavernicolas.blogspot.com/2024/10/la-ilusion-de-abolir-el-trabajo.html

[2] https://clasicos-universales.com/la-republica-de-platon-libro-10/

[3] https://www.filosofia.org/cla/ari/azc03.htm

[4] https://biblia.com/bible/rvr60/g%c3%a9nesis/3/19

[5] https://dailyverses.net/es/colosenses/3/23-24

[6] https://www.bibliaon.com/es/mateo_6_25-34/

[7] https://hjg.com.ar/sumat/b/c114.html

[8] https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/en/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091981_laborem-exercens.html

[9] https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2939703

[10] https://www.gutenberg.org/files/38194/38194-h/38194-h.htm

[11] https://bghyn.com/2019/05/02/real-cedula-de-carlos-iii-declarando-honrado-el-trabajo/

[12] https://www.wikiwand.com/es/articles/El_capital,_tomo_I

[13] https://www.proletarios.org/books/Federici-El_patriarcado_del_salario.pdf

[14] https://lanuevarevistasocialista.com/portfolio/nancy-fraser-la-crisis-del-capital-y-los-cuidados/

[15] https://resources.saylor.org/wwwresources/archived/site/wp-content/uploads/2011/08/HIST304-4.5-The-Protestant-Ethic-and-the-Spirit-of-Capitalism.pdf

[16] https://www.rtve.es/play/audios/las-mananas-de-rne-josep-cuni/ 14-10-2024

[17] Pienso aquí en la frase catalana “la feina ben feta”, tan presente en el pensamiento catalán.

Centésimo vigesimoprimer paseo. Ayer y hoy. Lugares y gentes que cambian.

Paseo largo y rápido el de hoy. Salgo de la ermita de Santa Eulàlia de Provençana, en el camino catalán de Santiago, que iba de Barcelona a Santiago. Este camino partía desde Montserrat, y era uno de los trayectos principales hacia Santiago de Compostela a través de la ruta que pasa por Barcelona, conectándose luego con Zaragoza y el Camino Francés en Puente la Reina, Navarra. Yo no pienso ir tan lejos, así que enfilo la Avenida Amadeo Torner hacia la Plaça d’Europa. Aún no ha salido el sol esta mañana de octubre, y recuerdo haber hecho este camino en pleno campo de labor, hace más de cuarenta años. Hoy veo un paisaje que me recuerda zonas modernas, pero bastante anónimas, de ciudades con sueños de futuro. Aquí y allá, algún edificio sobresale por su diseño o su color, formas atrevidas pensadas por arquitectos inquietos.

Aproximándome a la plaza, oigo y siento el estruendo de un tráfico brutal, es La Gran Vía de l’Hospitalet, continuación hacia el sur de la Gran Via de les Corts Catalanes de Barcelona, que une la gran urbe catalana con Castelldefels y el aeropuerto del Prat. Todo esto es nuevo, pero como todo, contiene una historia que ahora me pongo a recordar. Fue ya en el año 1953, cuando el gobierno de España, bajo el dictador Francisco Franco, firmado de su puño y letra, publicó una ley de ordenamiento del área de Barcelona y sus alrededores con un plan y unas normas publicadas en un documento del año 1954.

La ley incluida en este plan creó la Comisión de Urbanismo de Barcelona, subvencionada durante veinte años por los presupuestos del Estado. El presidente de la comisión ejecutiva era el alcalde de Barcelona, Antonio María Simarro Puig. Además de Barcelona, esta normativa afectaba a veintisiete municipios, la mayoría de los cuales pertenecían al Baix Llobregat, incluyendo L’Hospitalet. Desde principios de 1954, los planes metropolitanos priorizaban la solución de las necesidades de la ciudad de Barcelona. Este plan avanzó con modificaciones y planes parciales en el año 1958, entre los cuales se encontraba el Plan parcial Gran Via Sur de 1973.

En 1974 se constituyó la Entidad Metropolitana de Barcelona y se publicó el nuevo plan comarcal, denominado Plan general de ordenación urbana y territorial de la comarca de Barcelona, que, sin embargo, no fue aprobado hasta 1976. Este plan favorecía los intereses privados en la propiedad del suelo al revalorizarlo de agrícola a urbano. Fue el tiempo de los grandes “pelotazos” que, afortunadamente, auparon a pequeños propietarios agrícolas, muchos de ellos traperos, a las esferas de la burguesía catalana. Conocí a uno de ellos, bonachón, parlanchín y amigo de sus amigos, català de soca-rel, con el que fui conociendo los entresijos del Plan.

Se estableció el régimen jurídico del suelo urbanizable y las normas de edificación. Hasta el año 1976, existían asentamientos de población en forma de chabolas en esta zona, donde actualmente se encuentran la Fira, centros comerciales y otros equipamientos. Era verdaderamente otro mundo o inframundo, que ahora parece tan lejano.  El barrio de chabolas de La Bomba desapareció coincidiendo con la creación del barrio del Gornal, donde ahora se toma la L9 hacia el aeropuerto, una estación modernísima cuyas interminables escaleras mecánicas parecen conducirnos al centro de la tierra, pienso inevitablemente en La Divina Comedia, cuando las bajo.  También desaparecieron otros barrios de chabolas enclavados en la misma zona: Can Pi, la Cadena, y la Sangonera, ante los juegos Olímpicos de 1992.

Giro a la izquierda y entro de lleno en la Gran Via. Carriles de bicicletas, caminos para viandantes, corredores en diferentes formas y sexos, peatones con o sin carritos, patinetes peligrosos, ciclistas egoístas y, sobre todo el ruido, ese ruido atroz y grosero de coches, camiones, autobuses y, sobre todo, motos. No sé a cuantos decibelios puede llegar en hora punta, pero es casi insoportable. Me pregunto cómo influirá este ruido en la salud de los viandantes, no quiero ni pensar en la de los vecinos con casas, cuyos balcones dan a esta gran arteria de comunicación, por la que pasan 58,983 vehículos que transitan por esta importante arteria de la ciudad cada día laboral​, según Barcelona City Hub. Durante las horas laborables supera los cuatro vehículos por segundo.

Comparando, que es lo que me gusta a mi hacer, con la autopista que va desde Lund a Malmö, inaugurada en 1952, más o menos contemporánea con el plan barcelonés, es transitada por entre 25 000 a 30 000 vehículos, pero, la gran diferencia, es que esta autopista de 17 kilómetros no tiene cruces ni edificios residenciales a sus lados. El trafico fluye aislado y los cruces se hacen por puentes y rampas. Caminando por la Gran Via de L´Hospitalet, camino a la de Les Corts, sueño que un día se podrá sumergir, como se hizo con las rondas, y esas amplias aceras, ahora transitadas por más y más personas a pie, en bicicleta o patinete, podrá ser un pequeño paraíso urbano. Un sueño imposible, quizás, pero, quien ha visto la transformación de la zona de la Fira, puede creer en milagros.

Llego a la Plaça d’Espanya con los primeros destellos de un sol tímido de otoño. Veo Las Arenas, esa plaza de toros convertida en centro comercial. Enfilo Las Corts y me paso al boulevard franqueado de árboles, donde los peatones, ciclistas y demás podemos circular, entre le tráfico en ambos sentidos, cruzando cuando el semáforo nos lo permite, descansando involuntariamente cada dos o trescientos metros. Así llego a Universitat y voy bordeando hasta llegar a la facultad de filosofía, geografía e historia. Antes de llegar a Universitat paso por Rocafort, con su celebre-lúgubre-aterradora historia de muertes y fantasmas, que ha resultado en una reciente película. Entrando de lleno en las entrañas de la antigua Barcelona. Por el camino, atravieso entre grupos de turistas que vienen o que van y esperan en grupo a que algún autobús les recoja. Caras cansadas algunas, risueñas otras, expectantes, anhelantes, ¿quién sabe? Yo sigo mi camino, a mi no me molestan, yo también soy pasajero; aunque yo turista no soy, porque mi presencia aquí es circular.

Salgo a las Ramblas por La Boquería, que recién ha abierto su reja, y el trajín en los puestos comienza a bullir. Sigo hacia Colón, el sol ya despuntando e inicio la subida al Paral.lel, repleto de viandantes que suben y bajan, corren, caminan, ruedan sobre algo, cualquier cosa que se deslice vale. Llego sudoroso de nuevo Espanya y tomo el camino pomposo que lleva a la Fuente Mágica, hoy seca, sin luces ni música, como dormida bajo el sol de la mañana. Subo las escalinatas que llevan al Museu Nacional d’Art de Catalunya, llego tras muchas escaleras y veo turistas esperando que abran. Llevan sus billetes comprados en la red. Benditos turistas, sin ellos no habría museo. Recuerdo lo vacío que estaba este museo antes del 92. Tomo hacia la derecha y sigo hasta las escalinatas que me lleva a las piscinas Picornell y de allí tomo a la derecha, bajando hacia el antiguo cuartel de la policía montada, ahora centro de cultura la Caixa y regreso a la Gran Vía, girando a la izquierda, en sentido opuesto a la ida. Voy de regreso a la ermita de Santa Eulalia de Provençana. Un viaje en el tiempo, un paseo urbano, más de mil años de historia en menos de tres horas.

Esta ermita merece ser visitada. De ella y del término Provençana se sabe que corresponde a la venta de una casa de payés y unos terrenos propiedad del matrimonio Bonemir y Ermessenda a Rafulf, hijo de Guifré el Pilós, y tiene fecha del 29 de agosto del año 908. El nombre de Provençana proviene, al parecer, de la época romana y hace referencia a una villa, cuyo propietario se llamaba Provius o Proventius. Los restos de la edificación se encuentran bajo la actual iglesia. La parroquia de Santa Eulàlia de Provençana está documentada desde el año 1045, pero el edificio que se ha conservado debió ser construido a finales del siglo XI y fue consagrada en el año 1101 por el obispo de Barcelona Berenguer Folc. Aquí no llegan turistas, porque no les traen. Y es que Cataluña está repleta de historia y de historias, como un entramado de hifas subterráneas que forman micelios, las raíces de las setas, filamentos que crecen en el suelo o en el sustrato donde se desarrolla el hongo. Esta fina red absorbe nutrientes del entorno, permitiendo el crecimiento y la reproducción de las setas. Y, ¿que quiero yo decir con eso? ¿A qué viene ahora lo de los micelios y las setas cuando hablo de Cataluña? Bueno, pues yo veo que la historia en Cataluña es como los micelios, que nutren a la sociedad actual y lo han hecho en el pasado y lo harán en el futuro, porque la historia nutre la cohesión de la sociedad catalana y, aunque se recojan las setas siempre quedaran los micelios y el sentimiento de comunidad volverá a resurgir. Son capas y capas de historia que están ahí para sacarlas al sol.

Sentado en la ermita, pienso en el camino; el que andado y el que anduvieron tantos antes que yo. Aquí encuentro un relativo silencio, pero el trajín de afuera se hace notar, tráfico y alguna sirena anunciando momentos de angustia para alguien, y otra vez el silencio. Afuera regresan los niños de las escuelas. Casi todos van acompañados por su madre, su padre o sus abuelos. Ellos, los niños, hablan sin cesar, contando a los que les recogen las vicisitudes y experiencias vividas en un día de escuela. Los escucho y hablan castellano, algunos de sus padres tienen rasgos magrebís o africanos. Ellas, las madres, con velos y túnicas, hiyab, chador, Al-amira, kimar y abaya, los padres con ropas occidentales, los más, pero alguno ya mayor, o abuelo, con túnica y kufi, sobre todo los viernes. Los niños hablan perfectamente el castellano (no el catalán) y yo pienso que aquí se está formando un Al Ándalus como fuera en el breve lapsus entre el año 720 y la conquista franca en el 801. Veo también a muchos niños asiáticos, chinos, pakistaníes e indios, reconocibles por sus rasgos y sus vestimentas. Una joven en sari pasa por mi lado en patinete con cara sonriente y unos ojos negros extremadamente inteligentes. Yo me atrevería a decir que esta nueva población de Cataluña es, posiblemente, el mejor ejemplo de integración que conozco. No comprendo el recelo de la extrema derecha española (Vox) o catalana (Aliança Catalana) contra este mestizaje tan natural.

La nueva Cataluña, la nueva España, la nueva Europa, el nuevo mundo, será, porque tiene que ser. Y es preciso aceptarlo. He asistido a los cambios de la superficie urbana de l´Hospitalet, de barracas y chabolas en mitad del campo a unas zonas modernas y limpias y todo esto sucede en medio de un cambio estructural de la población. Cuidado, que yo no hablo de “cambio étnico” como algo negativo, la pureza no existe, nunca ha existido, tampoco existe el vacío. No puedo evitar una sonrisa cuando veo a un chico de rasgos magrebíes con una camiseta del F.C. Barcelona con el nombre de Lamine Yamal y el número 19.

Abajo foto del Barrio de la Bomba en los años 70, antes de la transformación: https://beteve.cat/societat/barri-bomba-prego-merce-2019/

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