A Déu siau, turóns, per sempre á Déu siau;
o serras desiguals, que allí en la patria mia
dels nuvols é del cel de lluny vos distingia
per lo repos etrern, per lo color mes blau.
A Déu tú, vell Montseny, que dés ton alt palau,
com guarda vigilant cubert de boyra é neu,
guaytas per un forat la tomba del Jueu,
e al mitg del mar inmens, la mallorquilla nau.
II
Jo ton superbe front coneixia llavors,
com coneixer pogués lo front de mos parents;
coneixia també lo só de tos torrents
com la veu de ma mare, ó de mon fill los plors.
Mes arrancat després per fats perseguidors
ja no conech ni sent com en millors vegadas:
axi d’arbre migrat á terras apartadas
son gust perden los fruits, é son perfum las flors.
III
¿Qué val que m’haja tret una enganyosa sort
a veurer de mes prop las torres de Castella,
si l’cant dels trovadors no sent la mia orella,
ni desperta en mon pit un generos recort?
En va á mon dels pais en als jo m’trasport,
eveig del Llobregat la platja serpentina;
que fora de cantar en llengua llemosina
no m’queda mes plaher, no tinch altre conort.
IV
Pláume encara parlar la llengua d’aquells sabis
que ompliren l’univers de llurs costums é lleys,
la llengua d´aquells forts que acatáren los Reys,
defenguéren llurs drets, venjáren llurs agravis.
Muyra, muyra l’ingrat que al sonar en sos llabis
per estranya regió l’accent natiu, no plora;
que al pensar en sos llars no s’consum ni s’anyora,
ni cull del mur sagrat las liras dels seus avis.
V
En llemosi soná lo meu primer vagit,
quant del mugró matern la dolça llet bebia;
en llemosi al Senyor pregaba cada dia,
e cántichs llemosins somiaba cada nit.
Si quant me trobo sol, parl ab mon esperit,
en llemosi li parl, que llengua altra no sent,
e ma boca llavors no sab mentir, ni ment,
puix surten mas rahons del centre de mon pit.
VI
Ix doncs per expressar l’afecte mes sagrat
que puga d’home en cor grabar la ma del cel,
o llengua á mos sentit mes dolça que la mel,
que m’tornas las virtuts de ma innocenta edat.
Ix, é crida pel món qué may mon cor ingrat
cessará de cantar de mon patró la gloria
e passia per ta veu son nom é sa memoria
als propis, als estranys, a la posteritat.
Este poema “Oda a la Pàtria”[1] escrito 1833 por Bonaventura Carles Aribau poeta, político, economista y físico experimental, es un canto de amor y nostalgia hacia Cataluña, escrito en un momento en que la lengua catalana había quedado relegada frente al castellano en los ámbitos oficiales y literarios. Fue un primer paso hacia la recuperación cultural que se afianzaría en la Renaixença. En 1826 se trasladó a Madrid para hacerse cargo de los negocios de la casa del Marqués Gaspar de Remisa al que le dedicó en 1833 su célebre Oda, su obra cumbre escrita desde Madrid y enviada al periódico El Vapor, diario que editaba su amigo Antonio Bergnes de Las Casas, con una carta redactada en castellano:
En la carta que Aribau adjuntó al manuscrito del poema y que envió a su amigo Francisco Renart y Arús, le explica el motivo de haberlo escrito y le encarga corregirlo y remitirlo al impresor Antoni Bergnes de las Casas:
“Para el día de S. Gaspar presentamos al Gefe [sic] algunas composiciones en varias lenguas. A mí me ha tocado el catalán, y he forjado estos informes alejandrinos que te incluyo para que lo revises, y taches y enmiendes lo que juzgues, pues yo en mi vida las vi más gordas”[2]
Y es que el catalán no era la lengua en la que se comunicaban los catalanes de su clase en el primer tercio del siglo XIX. Podemos, si así lo deseamos, decir que estos versos alejandrinos significan el pistoletazo de salida de un proceso centrifugador que sigue vigente, sin desfallecer, pero sin lograr su último propósito, que sería la creación de una nación catalana en un estado catalán independiente. La ofrenda de Aribau a Gaspar Remisa apareció significativamente en el diario El Vapor en la edición del 24 de agosto de 1833, un mes antes de la muerte del rey Fernando VII, que marca el comienzo de la lucha de las dos Españas, un tira y afloja entre el centralismo centrípeto y los nacionalismos centrífugos, el liberalismo laico y los nacionalismos religiosos. Por si esto fuera poco, la escena se complicaría aún más por causa de la ascensión de una clase obrera organizada y la consiguiente lucha de clases. El conflicto quedaba servido.
A partir de la revolución de 1868, que en España logró derrocar el régimen liberal forzando a Isabel II a dejar el país[3], instalando en un breve lapsus una dinastía extranjera 1870-1873, estalló la tercera y última guerra carlista en 1872-1876. La guerra estalló a la vez que se proclamaba la muy breve Primera República (1873-1874) que finalmente dio paso a la Restauración borbónica con Alfonso XII (1874). Esta guerra, o revuelta, como se la quiera llamar, fue el último gran intento del carlismo por imponer su dinastía en España. Los principales escenarios fueron de nuevo Navarra, el País Vasco, Cataluña y el Maestrazgo.
Hasta 1898, las burguesías, tanto la catalana como la vasca o la castellana, estaban en general satisfechas con su pertenencia al Estado español por razones económicas y políticas.Las razones económicas tenían que ver con el proteccionismo, ya que Cataluña y el País Vasco eran los principales polos industriales de España en el siglo XIX. La burguesía industrial catalana se beneficiaba de las políticas arancelarias proteccionistas, que impedían la entrada de productos extranjeros más baratos y aseguraban un mercado cautivo dentro de España.La siderurgia y los astilleros vascos prosperaban gracias a la demanda del Estado español y atraían mano de obra de otras zonas menos privilegiadas dentro del estado.
Cuba, Puerto Rico y Filipinas eran colonias españolas y compraban buena parte de los productos textiles catalanes y de la industria vasca. Además, la burguesía catalana tenía grandes inversiones en la isla de Cuba, donde poseía ingenios azucareros y controlaba parte del comercio. A pesar de la inestabilidad política, la burguesía catalana y vasca veía al Estado español como un marco útil para sus negocios, porque el ejército y el gobierno español protegían sus intereses en las colonias y mantenían el orden interno. Lo último muy importante, porque estaba surgiendo una clase trabajadora que hacía valer sus intereses, en algunas ocasiones, utilizando la violencia. En realidad, la burguesía catalana y vasca participaba plenamente en la construcción de una España vertebrada. Las fuentes de la época están todas escritas en castellano, con muy pocas excepciones. Hay una rivalidad palpable entre las burguesías periféricas y “Madrid”[4] porque las élites en la capital son consideradas por vascos y catalanes como privilegiadas. Son élites estatales, capitales amasados a fuerza de concesiones públicas y prebendas opacas. Pero hay sin duda predisposición a hacer del Cid y Pelayo héroes propios. Se contribuye sin apenas reservas.
Esta situación de complacencia y mutuo beneficio entre el estado y las burguesías se rompió tras el desastre del 98 y sus consecuencias, las pérdidas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas tras la guerra con Estados Unidos. Este desastre supuso un golpe durísimo para la economía de España, y especialmente para los empresarios catalanes y vascos. Cuba y Filipinas dejaron de ser mercados exclusivos para los productos catalanes y vascos y la economía de Cataluña, muy ligada a la exportación textil, sufrió una gran crisis. Los empresarios vascos también vieron afectado su comercio y sus inversiones en ultramar.
La derrota militar y la incapacidad del Estado español para defender sus intereses generaron un sentimiento de desilusión entre las élites económicas. Se empezó a ver al Estado como un obstáculo más que como un garante de prosperidad.
Muchos empresarios y sectores de la burguesía comenzaron a interesarse más por el catalanismo y el nacionalismo vasco, viendo que podrían defender mejor sus intereses mediante una mayor autonomía o incluso la independencia. En Cataluña, la Lliga Regionalista, fundada en 1901, canalizó los intereses de la burguesía en un nacionalismo moderado que pedía más autogobierno. En el País Vasco, el Partido Nacionalista Vasco PNV, fundado en 1895, comenzó a ganar más apoyo.
Un ejemplo de esta burguesía desilusionada fue Ramón de la Sota 1880-1936 fue un empresario y político vasco que se asoció estrechamente con el nacionalismo moderado representado por el PNV. Si bien su influencia se centró principalmente en el ámbito económico, su apoyo al nacionalismo vasco fue fundamental para darle una base sólida.
De la Sota fue una figura destacada en la industria vasca, especialmente en el sector del acero y la siderurgia, y tuvo un gran impacto en el desarrollo económico de la región. Con su capacidad de inversión, fue uno de los grandes impulsores de la economía vasca, que en ese momento se encontraba en un proceso de modernización y expansión industrial. Además, de la Sota estuvo vinculado a la Banca y la Industria de la región, y a través de sus empresas y contactos empresariales, se ganó el respeto y la influencia en el ámbito social y político vasco. Su apoyo al nacionalismo vasco y al PNV fue crucial para integrar los intereses de las élites económicas vascas con el proyecto político del nacionalismo moderado, que defendía la autonomía y los fueros del País Vasco dentro del Estado español. Él fue uno de los principales colaboradores de Sabino Arana, el fundador y principal ideólogo del nacionalismo vasco moderno, constituyendo el PNV en 1895 y abogando por la independencia del País Vasco, aunque el partido que fundó se inclinaba más por un nacionalismo moderado y autonomista dentro de España. La situación de la época también influyó en la postura de Sota, pues, a finales del siglo XIX, el País Vasco experimentaba un auge industrial, y la burguesía vasca buscaba mayor autonomía para proteger sus intereses económicos frente a la creciente centralización del poder en Madrid. La Sota, como empresario y figura de la élite industrial, veía el nacionalismo como una manera de asegurar el progreso económico y la autonomía de los vascos.
En Cataluña, la Liga Regionalista, fundada en 1901, fue uno de los primeros intentos de organización política que aglutinó a la burguesía catalana en torno a la demanda de autonomía política para Cataluña. Este partido, formado principalmente por representantes de la burguesía industrial y comercial, reclamaba una autonomía regional que incluyera el control sobre las políticas económicas, fiscales y educativas de Cataluña.
Además de la Liga Regionalista, la Unión Catalanista (1905) también fue un grupo importante que unió a la burguesía catalana y a los sectores intelectuales que defendían la cultura catalana y su promoción en el ámbito político. Su postura no era separatista, pero sí propugnaba un grado significativo de autonomía dentro del marco de un Estado español. La burguesía catalana no solo apoyó el catalanismo político y cultural, sino que también lo respaldó a través de la inversión en infraestructuras y en la modernización de Cataluña. En este contexto, impulsaron la construcción de ferrocarriles, puertos, y nuevas industrias que ayudaron a consolidar a Cataluña como una de las regiones más avanzadas de España, lo que también incrementó la influencia política de la burguesía catalana. Desde mediados del siglo XIX, la burguesía catalana apostaba por el catalanismo cultural como forma de afirmación política y social. Esta élite industrial y comercial financió la construcción de edificios emblemáticos, impulsó la modernización de Barcelona y promovió la creación de instituciones que reflejaran el progreso y el refinamiento de la sociedad catalana. Los grandes nombres de la burguesía industrial, como Eusebi Güell, Lluís Domènech i Montaner o los empresarios vinculados a la familia Batlló, contribuyeron al esplendor del Modernismo catalán, en estrecha colaboración con arquitectos y artistas de renombre como Antoni Gaudí y Josep Puig i Cadafalch, exponentes de la arquitectura modernista. A través de este movimiento, los burgueses catalanes buscaban afirmar su identidad regional y posicionar a Barcelona como una capital cultural y política en Europa.[5]
Pero este movimiento burgués tenía lugar en un espacio marcado por realidades socioeconómicas que contestaban el proyecto económico, cultural y político de las élites catalanas. Barcelona era un centro industrial con una fuerte presencia del movimiento anarquista y sindicalista, surgido principalmente entre los obreros procedentes de otras regiones españolas, que habían dejado sus tierras empobrecidas y atrasadas, atraídos por la llamada de la industrialización catalana. En Barcelona y otros lugares dominados por la industria, esta inmigración se vio expuesta a explotación laboral y condiciones de vida precarias, y el descontento con la boyante burguesía catalana aumentaban las tensiones.
La organización de los trabajadores comenzó ya en 1840, con los primeros intentos de organización obrera formando asociaciones de ayuda mutua y sociedades de resistencia que defendían mejoras salariales y laborales. Esta nueva situación de la sociedad española, que surge en Cataluña, pero se extiende pronto por toda la península, llamó la atención de Karl Marx que en 1855 publicó una serie de artículos en el New-York Herald Tribune, bajo el título “ Revolutionary Spain”[6] En 1868, se fundó en Barcelona la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), impulsada por Giuseppe Fanelli, un anarquista italiano enviado por Bakunin, por lo que Cataluña se convirtió en un bastión del anarquismo dentro de España. En 1874, la Primera Internacional fue prohibida en España por la represión del gobierno, pero sus ideas siguieron expandiéndose. En 1881 se fundó en Barcelona la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), una organización anarcosindicalista. Este movimiento obrero estaba marcado por el anticlericalismo, pues la Iglesia era vista como aliada del poder y de la burguesía, poseedora de tierras y bienes, que gestionaba hospitales y escuelas, y tenía gran influencia en la sociedad. Los obreros y anarquistas veían en ella un símbolo de opresión y desigualdad.
El anarquismo fue la corriente obrera predominante en Cataluña, basada en el rechazo del estado y de la propiedad privada, el apoyo a la acción directa, el sabotaje y la huelga general. Algunos grupos anarquistas adoptaron la estrategia de la propaganda por el hecho, que incluía atentados contra figuras del Estado y la burguesía, como el atentado del Liceo en 1893, cuando un anarquista lanzó una bomba en la ópera, matando a 22 personas y el asesinato del primer ministro Cánovas del Castillo en 1897 por el anarquista Michele Angiolillo. El gobierno respondió con duras represiones, como el Proceso de Montjuïc en 1897, en el que fueron ejecutados varios anarquistas sin pruebas concluyentes.
El movimiento obrero radicalizado y controlado por anarquistas y republicanos extremadamente beligerantes, se lanzó desde 1902 a continuas huelgas y altercados que culminaron con la llamada Semana Trágica, nombre que se le dio posteriormente a un levantamiento popular que tuvo lugar en Barcelona y otras zonas de Cataluña en julio de 1909. Fue una revuelta social con fuertes tintes antimilitaristas, anticlericales y obreros, originada por el descontento ante el reclutamiento forzoso para la guerra de Marruecos, pero que rápidamente derivó en una revuelta más amplia contra el Estado, la Iglesia y la oligarquía. El detonador fue la Guerra de Marruecos y el reclutamiento forzoso. El gobierno del conservador Antonio Maura decidió enviar tropas a Marruecos para proteger los intereses mineros en la región del Rif. La movilización afectó principalmente a la clase trabajadora, ya que los hijos de las familias ricas podían pagar una «redención en metálico» y evitar ir al frente[7]. Los reservistas llamados a filas eran además en su mayoría padres de familia y su jornal era el que mantenía a sus familias. Aunque los embarques de soldados comenzaron el 11 de julio, los altercados tuvieron lugar a partir del 18 del mismo mes, cuando el batallón de Cazadores de Reus, integrado en la Brigada Mixta de Cataluña, se dispuso a subir al vapor Cataluña y algunos soldados empezaron a arrojar al mar escapularios y medallas que varias señoras ricas barcelonesas les habían entregado “como protección” al subir al barco. En el muelle, las mujeres y los hombres presentes, gritaban consignas como: “¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos! ¡Todos o ninguno!”. En ese momento, comenzó una sublevación armada, porque los más organizados fueron a buscar viejos fusiles Remington que todavía se guardaban en la calle Sadurní de Barcelona y que habían pertenecido a los Voluntarios de la Libertad de la época de la Revolución Gloriosa[8]. En Manresa, Sabadell, Badalona, Sant Adrià del Besòs, Granollers y Premià de Mar, entre otras ciudades y pueblos, hubo también revueltas importantes y la huelga general paralizó Cataluña.
Esta revuelta se ha visto de formas diferentes dependiendo del sesgo político del que parten los que la estudiaron. Según mi punto de vista, la Semana Trágica, no es el comienzo de una subversión separatista. El ímpetu revolucionario y anticlerical que llevó a los sublevados a perpetrar actos de vandalismo, sabotaje y destrucción de edificios religiosos, asustó a la burguesía catalana, tanto la barcelonesa, como la rural. El somaten logro frenar muchas de las operaciones en la periferia. Los lideres de la Lliga, con Cambó a la cabeza, quedaron horrorizados, pidiendo firmeza y protección al estado. “La gran mayoría de ciudadanos de Barcelona se había horrorizado de la revolución, deseaba acercarse a la autoridad”[9] Un excelente estudio sobre los acontecimientos de la Semana Trágica que se atreve a hacer un análisis profundo es el de La Vanguardia, en su revista Historia y Vida en el número 448 de 2005, que recomiendo.[10]
Comienzan nuevos ciclos de centralización y fraccionamiento, autoritarismo y democratización que hacen que el camino de España hacia la modernización sea sinuoso y difícil. Partiendo de una base de pobreza y retraso, la neutralidad que eligió el estado español en la primera guerra mundial, resultó en una buena racha económica, que se mantuvo hasta la crisis de 1930. En política, por el contrario, España sufrió una dictadura consentida por la burguesía en general y muy especialmente aupada por la burguesía catalana y la vasca. El golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, fue recibido por la burguesía catalana con euforia. La Cámara de Comercio e Industria de Cataluña saludó al dictador “con el mayor entusiasmo”, esperando que pusiera fin “a un estado de cosas que se consideraba intolerable”. Lo mismo hicieron el resto de organizaciones patronales, como el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro que esperaba que se atajaran «las corrientes demoledoras del derecho de propiedad». Y también los partidos políticos catalanes conservadores como la Lliga Regionalista o la Unión Monárquica Nacional. Esta última se consideraba parte del movimiento de regeneración basado en los principios de “patria, monarquía y orden social”. Además, la Lliga dio crédito a las promesas descentralizadoras que había hecho el general Miguel Primo de Rivera, aunque esas expectativas se desvanecieron muy pronto. El manifiesto que el general publicó en el ABC el 14 de septiembre de 1923 fue bien recibido por la burguesía catalana:
“Españoles: ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado (porque hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad) de recoger las ansias, de atender el clamoroso requerimiento de cuantos amando la Patria no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política…Asesinatos de prelados, ex gobernadores, agentes de la autoridad, patronos, capataces y obreros; audaces e impunes atracos, depreciación de la moneda, francachela de millones de gastos reservados, rastreras intrigas políticas tomando por pretexto la tragedia de Marruecos. Indisciplina social, que hace el trabajo ineficaz y nulo; precaria y ruinosa la producción agraria e industrial; impune propaganda comunista, impiedad e incultura, descarada propaganda separatista, pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades…En virtud de la confianza y mandato que en mí han depositado, se constituirá un directorio inspector militar con carácter provisional… Ni somos imperialistas, ni creemos pendiente de un terco empeño en Marruecos el honor del ejército… buscaremos al problema de Marruecos solución pronta, digna y sensata. El país no quiere oír hablar más de responsabilidades… La responsabilidad colectiva de los partidos políticos la sancionamos con este apartamiento total a que los condenamos…”
Miguel Primo de Rivera, Capitán General de la IV Región. ABC, 14 de septiembre de 1923.
El detonador tanto del golpe de estado como del apoyo que este recibió por parte de la burguesía, fue la revolución bolchevique y el miedo que el movimiento obrero estaba metiéndole en el cuerpo a la burguesía catalana desde la Semana Trágica. Josep Puig i Cadafalch, el arquitecto dirigente de la Lliga y presidente de la Mancomunidad de Cataluña, un verdadero líder catalanista, escribió una nota que fue publicada en los diarios el 19 de septiembre en la que decía: “entre un hecho extralegal y la corrupción del sistema la Lliga opta por lo primero”. Pero este polifacético arquitecto, dejaba constancia de un nacionalismo que quería más, que aspiraba a un nacionalismo independentista, hasta en sus obras. En la Casa de les Punxes, construida en 1905, se puede leer en un gran mural, presente e inexplicablemente intocado durante el franquismo: “Sant patró de Catalunya, torneunos la llibertat.” Aceptando el centralismo de Primo de Rivera, se quería preservar la sociedad de un mal mayor. Y en cuanto a la economía, Cataluña prosperó como nunca lo había hecho, de lo cual quedó y queda constancia en todos los restos de la colosal feria mundial de 1929.
Uno de los radicalizados en 1909 fue Francesc Macià, militar de carrera que deja el ejército[11] a partir del ataque perpetrado por militares al periódico La Veu de Catalunya y la revista el Cu-cut! en 1905 y la ley de jurisdisciones de 1906, y se presenta a diputado en las elecciones del 21 de abril de 1907 en las listas de la Solidaridad Catalana representando a les Borges Blanques, obteniendo escaño con un gran éxito para su coalición política, pero que en 1908, se retira de las cortes para reaparecer como carlista en una concentración en el pueblo de Butsènit d’Urgell y se radicaliza aún más tras la Semana Trágica. Fue elegido diputado de nuevo, renovando en todas las elecciones posteriores (mayo de 1910, marzo de 1914, abril de 1916, febrero de 1918, junio de 1919, diciembre de 1920 y abril de 1923) En el Congreso se dedica inicialmente a promover la regeneración de España, aunque irá deslizándose hacia el republicanismo. Tras el golpe de estado de Primo de Rivera, se exilió y se instaló en Perpiñán a mediados de octubre de 1923 y, posteriormente, en Bois-Colombes, cerca de París.
Emprendió frenéticamente la búsqueda de dinero para la compra de armas destinadas a la insurrección por la liberación de Cataluña, manteniendo contacto con los grupos de catalanes nacionalistas en América, dispuestos a ayudar económicamente en su empresa; en nombre del gobierno provisional de Cataluña, avaló el Empréstito Pau Claris en abril de 1925[12]. Tenía como ejemplo el movimiento de liberación irlandés y no quería comprender que la situación en Cataluña era muy diferente a la irlandesa.
Dispuesto a una amplia política de alianzas, siempre que se mantuviera su objetivo separatista, y fracasadas las negociaciones con Acció Catalana, intensificó sus relaciones con los sindicalistas de la CNT, con grupos irlandeses de De Valerain, intentando formar una Liga de Naciones Oprimidas, con nacionalistas vascos e, incluso, con el Partido Comunista de España, con el cual, junto a otras fuerzas, formó el Comité Revolucionario de París. De este comité surgió su viaje a Moscú, acompañado de Josep Carner i Ribalta y José Bullejos, con el fin de solicitar ayuda económica a la Internacional Comunista enoctubre-noviembre de 1925, algo que no logró, a pesar de haber sido introducido por Andreu Nin.
El fracaso en Moscú y el fiasco del complot de la Noche de San Juan en 1926[13] lo empujaron aún más a seguir adelante con su proyecto insurreccional. Preparó y organizó directamente una incursión armada en Cataluña desde Prats de Molló, que fue abortada[14]. Detenido y juzgado en Francia, se convirtió en una figura clave del independentismo catalán en el exilio, de forma muy parecida a lo que Puigdemont ha conseguido hasta ahora, buenas palabras de algunos políticos marginales y poco más.
Trasladados a la prisión de La Santé, en París, se abrió un famoso proceso en el que Macià, defendido por Henri Torrès[15], aprovechó para defender la causa catalana, haciendo buen uso del megáfono que le brindó el diario L’Humanité[16], lo que dio al proceso una notable atención internacional. Finalmente, fue condenado a dos meses de prisión, que ya había cumplido en detención preventiva, y fue expulsado a Bélgica fue condenado a dos meses de prisión, que ya había cumplido y, tras regresar a Bois-Colombes, fue obligado a trasladarse a Bélgica. Después de residir unos cuantos meses en Bruselas, en compañía de Gassol, se embarcó hacia Uruguay, donde llegó a principios de 1928.
De Uruguay pasó a Argentina, donde entró clandestinamente y, tras un proceso judicial, que también ganó, residió allí más de medio año; recorrió los centros catalanes de Buenos Aires, Rosario, Córdoba, La Plata y Mendoza. Fue a Chile y se embarcó hacia La Habana, donde participó activamente en la asamblea preparada por Carner y Ribalta, por Josep Conangla y por él mismo desde Buenos Aires, la cual fundó el Partido Separatista Revolucionario de Cataluña, del cual fue presidente, y que aprobó la constitución de una futura República Catalana en septiembre-octubre de 1928.[17]
De allí se fue, siempre con Gassol, hacia Nueva York, camino de Europa (a mediados de octubre de 1928). Como no pudo entrar en Suiza, regresó a Bruselas, donde planteó llevar a cabo los acuerdos de la asamblea de La Habana para transformar Estat Català en el Partido Separatista Revolucionario de Cataluña, lo que provocó tensiones en el movimiento, sobre todo en el interior de Cataluña; por ello se decidió continuar con la denominación de Estat Català.
Siempre atento a los complots contra la Dictadura, el fracaso del gobierno de Sánchez Guerra lo impulsó a regresar a Cataluña, y solicitó nueva ayuda económica a los centros catalanes de América, para llevar a cabo una acción armada, pero esta vez desde el interior de Cataluña. Mientras tanto, cayó la dictadura del general Primo de Rivera (enero de 1930) y, en el marco de una fuerte campaña a favor de la amnistía[18], Macià atravesó ilegalmente Francia y llegó a Barcelona en septiembre de 1930.
La crisis de 1930 barrió de un plumazo la dictadura de Primo de Rivera y la monarquía con ella. La falta de una solución política viable y el auge de los movimientos republicanos condujeron a la Proclamación de la Segunda República en 1931, tras la huida de Alfonso XIII al exilio. En esa situación, una parte de la pequeña burguesía catalana se lanzó a la primera línea política. ERC nació el 19 de marzo de 1931 en Barcelona como resultado de la fusión de varios partidos republicanos y catalanistas, entre ellos el Partit Republicà Català de Francesc Macià[19] y el Estat Català de Lluís Companys. Su principal objetivo era establecer una república catalana dentro de una federación española. Tras la caída de Primo de Rivera y la llegada de la Segunda República, Macià regresó a Cataluña y fundó Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en 1931. En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, ERC obtuvo una victoria aplastante en Cataluña.
El 14 de abril de 1931, desde el Palau de la Generalitat, Macià proclamó la República Catalana dentro de una Federación Ibérica, adelantándose a la proclamación de la Segunda República en Madrid. Sin embargo, el gobierno provisional español, liderado por Niceto Alcalá-Zamora, envió emisarios para negociar con Macià. Finalmente, se llegó a un acuerdo, que suponía que, en lugar de una república catalana independiente, se restauraría la Generalitat de Cataluña con un gobierno autónomo dentro de España[20], con Macià como el primer presidente de una Generalitat que había sido abolida 217 años atrás.
La Segunda República Española (1931-1939) supuso un momento clave para la alta burguesía catalana. Este grupo social, compuesto por industriales, financieros y grandes comerciantes, había sido históricamente protagonista del crecimiento económico de Cataluña, pero también tenía una relación ambigua con el poder político, oscilando entre el apoyo al nacionalismo catalán y la defensa de sus intereses económicos dentro de España. Cuando la Segunda República fue proclamada el 14 de abril de 1931, la alta burguesía catalana vio con expectación y prudencia el nuevo régimen. Cataluña recuperaba su autonomía con la restauración de la Generalitat y la elaboración del Estatuto de Autonomía de 1932, lo que fue visto en un principio como un triunfo, pero con muchos recelos, porque, la alta burguesía catalana no se sentía representada por ERC, un partido de base popular y pequeño-burguesa, sino que tradicionalmente había apoyado a la Lliga Regionalista de Francesc Cambó, que defendía la autonomía de Cataluña pero con un enfoque conservador y favorable a la monarquía. La alta burguesía, que había apoyado el catalanismo, vio con preocupación el avance republicano y se mantuvo en una posición de oposición moderada al nuevo régimen.
Durante el bienio progresista (1931-1933), la República impulsó reformas laborales y agrarias que chocaron con los intereses de la burguesía. Reformas laborales impulsadas por Lluís Companys fortalecieron el sindicalismo y dieron más derechos a los trabajadores. La patronal catalana las consideró una amenaza. La radicalización social, el aumento de huelgas y la influencia de los anarquistas de la CNT-FAI preocupaban en gran manera los empresarios. Estos factores hicieron que la alta burguesía catalana se distanciara del gobierno republicano y buscara alianzas más conservadoras.
Con la victoria de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y el bienio conservador (1933-1936), la burguesía catalana esperó una política más favorable a sus intereses. Sin embargo, las tensiones con el gobierno central crecieron debido a la suspensión del Estatuto de Autonomía tras la proclamación fallida del Estado Catalán por Lluís Companys en octubre de 1934.[21]
Muchos sectores de la alta burguesía vieron con buenos ojos la represión del gobierno central contra la Generalitat, ya que temían que la radicalización social y la autonomía política afectaran sus intereses económicos. El estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 marcó un punto de no retorno. La burguesía catalana quedó atrapada entre dos fuegos. Por un lado, la revolución anarquista en Cataluña llevó a la colectivización de fábricas y expropiaciones, tomando la CNT-FAI el control de muchas industrias, y eliminando el poder de los empresarios. Por otro lado, el proyecto catalanista quedaba enterrado, dejando tantos sueños sin realizar.
La Generalitat intentó mantener el orden, pero la burguesía sintió que Companys no podía proteger sus propiedades, visto lo cual, muchos empresarios y financieros huyeron de Cataluña y se refugiaron en Burgos, buscando el apoyo de Franco, o emigraron al extranjero. Algunos permanecieron escondidos, otros fueron arrestados y fusilados, junto a sacerdotes y monjas. Cuando el ejército franquista entró en Barcelona en enero de 1939, la alta burguesía catalana en su inmensa mayoría apoyó la victoria franquista, esperando recuperar sus propiedades y el orden social previo a la República.
Exceptuando algunos individuos, la mayoría social burguesa aceptó el franquismo puesto que les permitía salvaguardar y aumentar sus negocios y patrimonio y mediante la represión acababa con la contestación obrera, a cambio la burguesía catalana renunciaba a las libertades políticas y nacionales. Pero estas cuestiones se consideraron prescindibles y aplazables, a cambio de recuperar y aumentar su riqueza y acabar con la conflictividad laboral. Como ejemplo podemos poner al historiador y político catalanista Ferrand Valls i Taberner[22], que en un artículo en La Vanguardia, el 15 de febrero de 1939 publicó un artículo con el título “La falsa ruta” en el que da por muerto el catalanismo, por el bien de Cataluña:
“El catalanismo no logró casi nunca dejar de presentar una significación partidista; ni alcanzó a abandonar a tiempo unos derroteros que a la postre han conducido al país a la ruina. Nadie puede hoy honradamente dejar de confesar que, en fin de cuentas, el catalanismo, al término de su trayectoria, se ha vuelto contra Cataluña; y que incluso lo que un tiempo pudo tener de generosa aspiración renovadora, en medio de la general decadencia, lo que tuvo también de idealidad, desviada sin duda, pero llena de ingenuas ilusiones, lo que haya representado en cuanto a anhelos de reforma y de perfección, bien que exaltados y turbulentos, todo ello ha sido ignominiosamente prostituido y sacrificado en estos últimos años. Lo que, en medio de la equivocación general, hubiera en él de nobles ansias renovadoras y de esencias tradicionales, ha sido muerto últimamente por los corifeos separatistas, y a consecuencia de ello el catalanismo es hoy un cadáver. Para el bien de Cataluña y de España entera no lo podemos de ningún modo dejar insepulto.”[23]
Dejemos por ahora Cataluña y miremos lo que ocurría en otra de las regiones que ejercían una presión centrifuga sobre el estado español, el País Vasco. El nacionalismo vasco experimentó un impulso significativo tras el desastre de 1898, cuando España perdió Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Esta crisis afectó a toda España, pero en el País Vasco, como en Cataluña, provocó un auge de los movimientos nacionalistas, que veían en la decadencia del Estado español una oportunidad para fortalecer sus propias reivindicaciones. El Partido Nacionalista Vasco, el PNV, fundado por Sabino Arana en 1895, ya había sentado las bases del nacionalismo vasco, pero era un movimiento incipiente y minoritario antes de 1898. Arana defendía una visión del País Vasco basado en la raza vasca, el catolicismo y la diferencia cultural con España. Propugnaba la independencia de Euskadi bajo el lema «Euzkadi es la patria de los vascos». Su ideología inicial era fervientemente antiespañola y rechazaba la modernización industrial que atraía a los inmigrantes de otras regiones[24]. Tras la muerte de Sabino Arana en 1903, el partido abandonó parte de su radicalismo inicial y comenzó a participar más activamente en la política y se fueron creando estructuras sociales sólidas con periódicos, asociaciones, y sindicatos que promovían la identidad vasca. En unos pocos años, desde 1898, el nacionalismo vasco pasó de ser un movimiento minoritario a una fuerza política clave en la historia de España. Adaptándose a los cambios políticos, logró consolidar una identidad propia que, con altibajos, sigue marcando la política vasca hasta la actualidad.
Durante la dictadura de Primo de Rivera, nunca apoyada por los vascos, como lo fue en Cataluña, el nacionalismo vasco fue perseguido, prohibiéndose el uso del euskera en documentos oficiales, ilegalizando organizaciones nacionalistas e imponiendo un fuerte control sobre la prensa y las asociaciones vascas. Tras la proclamación de la Segunda República en 1931, el nacionalismo vasco, liderado por el PNV, promovió un estatuto de autonomía. En 1932, se intentó aprobar el Estatuto de Estella, pero no prosperó debido a la oposición de sectores republicanos y socialistas, que lo veían demasiado conservador y clerical. Tras estallar la guerra civil en julio de 1936, el PNV decidió apoyar a la República y, gracias a la necesidad del gobierno republicano de asegurarse la lealtad del País Vasco, el Estatuto de Autonomía fue aprobado el 1 de octubre de 1936. José Antonio Aguirre, del PNV, fue nombrado el primer lehendakari[25] del Gobierno Vasco el 7 de octubre de 1936 en Gernika. Pero, la autonomía duró muy poco, ya que las tropas franquistas ocuparon Bilbao el 19 de junio de 1937 y el gobierno vasco quedó en el exilio.
La insurrección de Franco tuvo éxito en Navarra y rompió la desesperada defensa de la pequeña porción de territorio dominada por el gobierno vasco, alrededor de Bilbao. Navarra era un territorio mayoritariamente tradicionalista y carlista, con fuerte presencia de la Iglesia y del Requeté, las milicias carlistas. Cuando los militares se sublevaron en Pamplona el 19 de julio de 1936, apenas encontraron resistencia y Navarra se convirtió en uno de los principales centros de operaciones de los sublevados, aportando miles de voluntarios carlistas y sirviendo de base para la ofensiva hacia Guipúzcoa y el resto del País Vasco, excepto Vitoria y la provincia alavesa que quedaron bajo control franquista al principio de la contienda. A diferencia de Navarra y Álava, Guipúzcoa estaba dominada por fuerzas republicanas y nacionalistas vascas. Sin embargo, los sublevados lanzaron una ofensiva rápida desde Navarra y, a finales de julio de 1936, los rebeldes habían ya tomado Irún, cortando la conexión del País Vasco con Francia. San Sebastián, que estaba en manos republicanas, cayó el 13 de septiembre de 1936. En octubre de 1936, la República aprobó el Estatuto de Autonomía del País Vasco, o de lo que quedaba de él, y José Antonio Aguirre fue nombrado lehendakari. Mientras tanto, el ejército franquista, con apoyo de la Legión Cóndor alemana y la aviación italiana, inició una gran ofensiva para conquistar el resto de Vizcaya.
En marzo de 1937, las tropas franquistas comenzaron su ofensiva contra Guipúzcoa y el 26 de abril de 1937, la aviación alemana bombardeó Guernica, causando cientos de muertes y destruyendo gran parte de la ciudad. Este ataque, inmortalizado en el cuadro que Picasso pintó para la feria de París, simbolizó la brutalidad de la guerra y tuvo un gran impacto internacional. Bilbao, la última gran ciudad en manos del Gobierno Vasco, cayó el 19 de junio de 1937. Cientos de miles de refugiados salieron al exilio, mientras los gudaris protegían las fabricas y las principales infraestructuras para que los comunistas y anarquistas no las destruyesen. Cientos de presos franquistas fueron puestos en libertad por orden del gobierno vasco y una delegación rindió la ciudad, para evitar un baño de sangre y su destrucción.[26]
Profundizo en las vicisitudes de la guerra en el País Vasco, porque, a mi parecer, es necesario para comprender la diferencia que existe entre lo vivido en Cataluña y lo que ocurrió en el País Vasco. Cataluña resistió durante toda la contienda, en manos de unas mayorías principalmente de izquierdas, obreros y clase media, mientras la burguesía y la Iglesia desertaban a Burgos. En el País Vasco la Iglesia y la burguesía fue, en gran medida, partidaria de la república y defendió su frágil libertad sin éxito. En parte, se comprende la diferencia entre como se desarrollaron el nacionalismo vasco y catalán durante la dictadura, partiendo de estas peculiaridades durante la guerra civil. Al igual que en Cataluña, Franco abolió la autonomía, la lengua y las instituciones vascas, aplicando una dura represión en el País Vasco.
El régimen franquista basó su concepto de Estado en el totalitarismo de una España sin divisiones, con una fuerte represión que afectó tanto a los derechos humanos y políticos como a las lenguas y costumbres territoriales. La caída del “Cinturón de Acero” en Bilbao el 19 de junio de 1937 supuso, en la práctica, el fin de la guerra en el norte, aunque prosiguió hasta la firma del Pacto de Santoña (24 de agosto de 1937). A partir de ese momento se configuran dos bandos: los “vencedores” (carlistas, conservadores, falangistas, franquistas) y los “vencidos” (nacionalistas vascos, izquierdistas). Las consecuencias fundamentales fueron procesos a los detenidos, fusilamientos, encarcelamientos, exilios y confiscaciones de bienes. La “gran represión” se intensificó tras la finalización de la guerra.
La burguesía vasca no fue monolítica ante Franco. Un sector apoyó al régimen desde el principio, beneficiándose de la política económica franquista. A falta de estudios sobre el tema, que sorprendentemente aún faltan, dejo la relación que el antiguo lehendakari Iñaki Anasagasti hizo en 2007[27]. Otro sector, ligado al nacionalismo vasco, sufrió represión y exilio. Con el tiempo, incluso los sectores más cercanos a Franco buscaron una transición, al ver que el franquismo ya no garantizaba estabilidad. Este proceso explica por qué, tras la muerte de Franco, la burguesía vasca apoyó un modelo democrático con mayor autonomía para Euskadi.
Para finalizar, solamente apuntar que el gobierno vasco optó por emigrar en masa hacia Cataluña, donde se quedaron hasta el fin de la guerra, pasando a Francia junto al gobierno de la Generalitat con Company a la cabeza. Pero, los acontecimientos que vinieron después, la toma de Francia por la Alemania nazi y el advenimiento de Pétain como caudillo del régimen de Vichy, propició la entrega de Company, mientras el lehendakari Agirre logró mantenerse oculto, pasando a Bélgica, donde permaneció más de un año, y de allí a Berlín, donde vivió en la clandestinidad como doctor José Andrés Álvarez Lastra, natural de Panamá, hasta que logró salir de Alemania y allí no terminaron las aventuras. Consiguió reunirse con su familia, su mujer y dos hijos, que llegaron a Berlín desde Bélgica para reunirse con él y de Berlín viajaron a Suecia y desde allí a Nueva York, tras pasar por Uruguay y Argentina. Para lograr esa huida tan espectacular se movilizaron todos los resortes de que disponían los vascos de América latina, a nivel de embajadas y legaciones afines a los nazis[28]. Lluís Companys, sin embargo, detenido por la Gestapo y entregado a las autoridades franquistas, fue fusilado en el castillo de Montjuïc el 15 de octubre de 1940.
[1] https://www.xn--renaixena-x3a.cat/literatura/que-es-la-renaixenca/oda-la-patria-de-bonaventura-carles-aribau/
[2] https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-patria-trobes–0/html/fef29c48-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_1_
[3] Isabel II dejó España acompañada de su hijo, Alfonso en 1868. La armada en Cádiz, liderada por los generales Juan Prim y Francisco Serrano, se alzó contra la reina en septiembre, dando inicio a la revolución. Ante la derrota de sus tropas en la Batalla de Alcolea (28 de septiembre de 1868), Isabel II huyó de Madrid y se refugió en Francia. Se estableció en París, donde fue acogida por Napoleón III. En 1870, abdicó en favor de su hijo, Alfonso XII, con la esperanza de restaurar la monarquía borbónica. Tras su salida, España experimentó un periodo de inestabilidad política, con la búsqueda de un nuevo rey, la proclamación de la Primera República (1873) y el regreso de la monarquía con la Restauración Borbónica en 1874. En 1874, su hijo Alfonso fue proclamado rey, Alfonso XII, tras el golpe de Estado del general Martínez Campos, iniciando la Restauración borbónica.
[4] Madrid se convierte en un concepto, que para catalanes y vascos representa el centralismo pero que no excluye a las élites periféricas, siempre y cuando se adapten a la cultura y prácticas del estado, dominado por élites en su mayoría castellanas.
[5] Hay numerosos ejemplos de esta apuesta por la sociedad civil y la cultura catalana. El Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, diseñado por Lluís Domènech i Montaner e inaugurado en 1930, es un ejemplo del mecenazgo burgués en el ámbito sanitario. Financiado en gran parte por el banquero Pau Gil, el hospital no solo cumplía una función asistencial, sino que también se convirtió en una obra arquitectónica de gran valor artístico. Representa la fusión entre la modernidad médica y el esplendor del Modernismo catalán. Otro ejemplo es el Gran Teatre del Liceu, fundado en 1847, que es una de las instituciones culturales más emblemáticas de Barcelona. Nació como un teatro privado, promovido por la alta burguesía catalana, con el objetivo de rivalizar con los grandes teatros europeos y fortalecer la presencia de la ópera en la ciudad. Durante décadas, el Liceu fue un símbolo del poder y la sofisticación de la burguesía catalana, que utilizaba los palcos del teatro como espacios de exhibición social y política. Este teatro ha sido también la escena de actos políticos de relevancia. Por último, y por no cansar, El Palau de la Música Catalana, construido entre 1905 y 1908 por Domènech i Montaner, que es otra de las muchas joyas del Modernismo, impulsado por la sociedad coral Orfeó Català, que contaba con el respaldo de la burguesía ilustrada. Su construcción simbolizó claramente el compromiso de la clase dirigente con la cultura y con el renacimiento de la identidad catalana a través de la música y las artes.
[6] https://www.marxists.org/archive/marx/works/1854/revolutionary-spain/index.htm
[7] La legislación de reclutamiento permitía quedar exento de la incorporación a filas, consiguiendo que fuera otra persona en su lugar a cambio de dinero, o bien mediante la redención en metálico con el pago de un canon de 6000 reales. Permitidme hacer una nota en una nota. Me recuerda esta situación al Quijote y aquella seguidilla que el joven soldado iba cantando: “A la guerra me lleva mi necesidad, si tuviera dineros, no fuera en verdad” https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap24/cap24_02.htm
[8] La de septiembre de 1868 que supuso el destronamiento y exilio de la reina Isabel II y el inicio del período denominado Sexenio Democrático.
[9] Cambó, Francesc, El Momento político, Conferencia pronunciada en el local de la Liga Regionalista el día 4 de noviembre de 1909.
[10] https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20190719/47314131353/por-que-la-semana-tragica-de-barcelona.html
[11] Renuncia a ser ascendido a coronel y trasladado a Santoña.
[12] 8 750 000 recaudado en préstamos de catalanes en América.
[13] La Sanjuanada, que intentaba restituir la constitución de 1878, abolida por Primo de Rivera.
[14] No llegaron a la frontera los 150 voluntarios, contando 60 italianos. Se planteaban llegar a Olot y proclamar la república catalana
[15] Este abogado francés, burgués comunista, fue un destacado abogado y político francés, reconocido por su defensa de anarquistas y figuras políticas en la década de 1920. En 1923, logró la absolución de Germaine Berton, acusada del asesinato del líder monárquico Marius Plateau. Ese mismo año, fue expulsado del Partido Comunista Francés debido a su pertenencia al Comité de Defensa Comunista, participando posteriormente en la creación del Partido Comunista Unitario, que más tarde se convertiría en la Unión Socialista-Comunista. En 1924, defendió al anarquista italiano Ernesto Bonomini, acusado del asesinato de Nicola Bonservizi, representante del fascismo italiano en Francia. Aunque se presentó como candidato por la USC en las elecciones legislativas de ese año en Bocas del Ródano, no resultó electo. En 1927, con el apoyo de Louis Lecoin y Sébastien Faure, logró la liberación de los anarquistas Francisco Ascaso Abadía, Buenaventura Durruti y Gregorio Jover. Además, defendió a Samuel Schwartzbard, quien fue absuelto tras el asesinato de Simon Petlioura, a quien consideraba responsable de numerosos pogromos. El juicio a Macià tuvo lugar en enero de 1927. enero de 1927 Durante este período, Torrès se unió a la SFIO y, bajo la presión de militantes de la CGT de Alès, se presentó a las elecciones legislativas de 1928 en Gard. Ese mismo año, defendió al periodista Jacques Landau en su proceso de revisión relacionado con el caso del Bonnet Rouge. Siempre es difícil comparar. Se considera casi poco histórico hacerlo, pero no puedo dejar de pensar que este Torrès me recuerda mucho a Gonzalo Boye.
[16] Lluís Companys colaboró también con muchos artículos en este diario francés.
[17] No es raro que fuese en Cuba, porque la isla tenía una gran tradición de intereses catalanes y entre esos catalanes, los que se quedaron tras la debacle de 1898, la lealtad estaba partida. Había familias como los os Partagás, los Bacardí o los Sardá, estirpes emblemáticas de quienes habían hecho fortuna en la isla y habían establecido negocios cuya opulencia todavía tienen eco en la isla. Muchos abandonaron la antigua colonia después de la guerra y regresaron a Cataluña con el dinero que habían hecho sus familias en el comercio del tabaco, el azúcar y la esclavitud. Muchos de estos impulsaron el movimiento de renovación política y cultural que dio origen al nacionalismo catalán moderno y a fenómenos como el modernismo. Otros, que habían luchado a favor de la revolución, quedaron en la isla y estos fueron los que apoyaron a Macià con logística y dinero. Las habaneras en la Barceloneta y la estelada son recuerdos de la isla perdida y la revolución posible.
[18] ¡A que suena familiar!
[19] El abuelo, le llamaban, porque en 1932 tenía 73 años.
[20] Tras el acuerdo, se inició la redacción del Estatuto de Autonomía, conocido como el Estatuto de Nuria. Este fue aprobado en referéndum por el pueblo catalán el 3 de agosto de 1931 y posteriormente presentado a las Cortes Constituyentes en Madrid y aprobado en septiembre de 1932.
[21] Los hechos tuvieron lugar el 6 de octubre de 1934. Con la entrada de la CEDA en el gobierno de la República. Companys apostó por la ruptura total con la legalidad republicana. Dio un golpe de estado contra el gobierno de Lerroux y proclamó el Estat Català, aunque todavía dentro de la República Federal Española. De esta forma, Cataluña se independizaba de España. Pero esta declaración de independencia duró solo diez horas, porque el gobierno central mandó al general Batet con 500 soldados para reestablecer el orden legal y, aunque la Generalitat disponía de 400 mozos de escuadra y 3 400 escamots, paramilitares afines al partido Estat Catalá, tuvieron que rendirse. El golpe de estado de Companys se saldó con 73 victimas mortales.
[22] Curiosamente, El Parlament de Catalunya lo presenta simplemente como “político de la Lliga Catalana https://www.parlament.cat/document/intrade/23195411
[23] https://repescantelpassat.cat/la-falsa-ruta/
[24] Sabino Arana, el fundador del nacionalismo vasco, se refería a España como “Maquetenia” o país de los “maketos”, neologismo inventado por él que viene del euskera “makito” que significa majadero, tonto. Arana culpaba a la inmigración de ser la causante de una supuesta degeneración de Vizcaya, siendo Bilbao la ciudad con más inmigración de fuera.
[25] Presidente, jefe del gobierno vasco, Eusko Jaurlaritzako lehendakaria.
[26][26] Tras el fin de la guerra, los que recordaban esta rendición no pudieron aceptar el castigo que se impuso a los gudaris, y está afrenta, forma aún parte del relato abertzale.
[27] https://www.eaj-pnv.eus/documentos-detalle.php?lang=https://www.eaj-pnv.eus/es&idDoc=7093
[28] El propio diario de Agirre es muy revelador en ese sentido. Aquí traducido al alemán: https://agirreinberlin.eus/wp-content/uploads/Edicion-Critica-Diario-Aleman.pdf