Atado como estoy a la mesa de la cocina, mi pensamiento vuela, llevado por mis lecturas y mis conversaciones a distancia con mis amigos y, en la proximidad, con mi familia. A veces puede brotar un recuerdo durante una conversación, y ese recuerdo me puede llevar muy lejos, muy alto o muy profundo. Como tengo tiempo, me adentro en mi pequeña biblioteca y busco intensamente algo que sé tengo en algún sitio. Busco aquel libro o ese artículo que trata justo de lo que estamos hablando. Si no lo encuentro, ahí está internet con todos sus recursos muy a la mano. Recuerdo aquel tiempo cuando yo anotaba todo en pequeñas tarjetas, que iba guardando en cajitas, por orden alfabético y temático. Era un buen sistema que hace años dejé al volverme digital. Lo echo un poco de menos y, es muy probable que algún día regrese a las anotaciones a mano.
El tema de hoy surgió de una conversación que mi compañera y yo mantuvimos ayer, mientras íbamos a hacer la compra de la semana. Ella me contaba que el marido de una amiga suya, joven historiador con un futuro brillante por delante, había escrito últimamente. Como tengo el placer de conocer a Peter Andersson, ya que vino a vernos a nuestra casita de verano con su mujer y su hija, hace algún tiempo, y como me interesa seguir la trayectoria de los colegas, especialmente de los que conozco personalmente, pregunté sobre ese libro. Con el título “Robot : Drömmar och mardrömmar om mänskliga maskiner” (Robot: sueños y pesadillas sobre máquinas humanizadas) ya me metí de lleno en los escondrijos de la memoria para buscar una relación, que yo sabía tenía guardada en algún rincón. Y, señoras y señores, ¡lo encontré en una calle de Toledo! El que vaya a Toledo encontrará seguramente una calle que le llamará la atención y, ahí comienza mi relato de hoy.
El nombre de la calle es: Calle del Hombre de Palo, que es la primera que se encuentra yendo desde la plaza del Ayuntamiento hacia Zocodover por el arco de Palacio, antes de la Calle del Comercio, con la que empalma en la plaza de las Cuatro Calles, y bordea el claustro de la catedral. Esta calle tiene una historia que contar. No es que sea la única calle de Toledo que pueda contar historias, pero la historia de esta calle me viene a mí como anillo al dedo para lo que quiero contar aquí hoy. El sujeto especifico de mi relato es uno de los muchos hombres renacentistas, atraídos por la corte española durante la época de apogeo de España en general y de Toledo en particular. Un país en continuo desarrollo, con posesiones por todo el mundo conocido, tenía una potencia de atracción para todo aquel que tuviese ingenio, sobre todo en cuestiones practicas para la sociedad. De esta manera llegó a Toledo el relojero real, ingeniero, inventor, matemático, astrónomo, arquitecto etc. Juanelo Turriano (Gianello della Torre), nacido en las proximidades de Cremona, en Italia en los primeros años del siglo XVI.
Este joven cremonés había adquirido fama como relojero y fue llamado a Toledo por el emperador Calos I para entre muchas cosas construir un reloj astronómico, El Cristalino. Como arquitecto construyó parte del palacio del Rey en Yuste, con efectos inesperados por el monarca. Uno de los estanques construidos por Turriano produjo una acumulación de aguas estancadas que generaron la proliferación de mosquitos, que picaron al rey y le produjeron su muerte tras un mes de agonías y fiebres por paludismo. A la muerte del emperador en 1558 los relojes y planetarios coleccionados en Yuste fueron puestos a cargo de Juanelo, quien pasó a ocupar el mismo puesto de relojero al servicio de Felipe II, siendo nombrado Matemático Mayor. Pero lo que más fama le dio a Turriano fue la máquina hidráulica que construyó para subir el agua a Toledo desde el río, conocida como el Ingenio de Toledo o Artificio de Juanelo. Esta la máquina conseguía llevar el agua del río Tajo hasta el Alcázar, situado a casi 100 metros por encima del cauce del río.
Pero Turriano tenía una afición a la que dedicaba todo su tiempo libre, y era construir autómatas, robots de diferentes tamaños y hechuras que podían moverse y realizar todo tipo de movimientos impulsados por resortes, poleas, manecillas y ruedas, a la manera de un reloj, para el asombro de cuantos veían esos ingenios. Ni que decir tiene que a la Inquisición le llamaban mucho la atención estos ingenios y, con el tiempo, acabaría por deshacerse de alguno de ellos, alegando que el diablo habitaba en el corazón de esas figuras de madera. Aunque siguió sirviendo bajo Felipe II, que encargó a Turriano escribir varios libros sobre ingenios y máquinas. Se le otorgó el nombramiento en Cédula Real de 26 de julio de 1562, con un sueldo de 400 ducados, obligación de residir en la Corte y compromiso de no hacer más obras que las encargadas por el Rey, si bien éstas se le pagarían aparte. En Toledo construyo una segunda maquina para subir el agua, que no se le llegó a pagar. Se dice, se escribe y se ha escrito, que para conseguir algún dinero, construyo un autómata de madera que funcionaba echándole una moneda y corría la calle que ahora lleva su nombre de arriba abajo, causando asombro en los transeúntes. Yo también he tenido un encuentro con un autómata, en este caso con una muchacha que me guio por los pasillos del museo tecnológico de Dortmund, como podéis ver ahí abajo. Me queda el leer el libro de Peter, y lo haré con mucho gusto a partir del lunes, Hoy existe una fundación con el nombre del inventor, la cual recomiendo ser visitada por todo aquel que esté interesado en esta historia: https://www.juaneloturriano.com/juanelo-turriano
Si queréis ver como funcionaba el monje de madera, podéis ver este video: https://www.google.com/search?client=avast-a-1&q=the+moving+monk&oq=the+moving+monk&gs_lcrp=EgZjaHJvbWUyBggAEEUYOTIGCAEQABhAMgYIAhAAGEAyBggDEAAYQDIGCAQQABhAMgYIBRAAGEAyBggGEAAYQNIBCDQ5MjFqMGoxqAIAsAIA&ie=UTF-8#fpstate=ive&vld=cid:c307c629,vid:jiVKnlXcDDg,st:0
En marzo de 2020 en The Metropolitan Museum of Art de Nueva York se present la exposición: “Making Marvels: Science & Splendor at the Courts of Europe” en la que se podía contemplar el monje de Turriano: https://www.metmuseum.org/exhibitions/listings/2019/making-marvels-science-splendor
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