Sigue lloviendo. Voy mirando a ver si puedo encontrar algún signo de que nos aproximamos a la primavera, y al fin lo encuentro; algunas pequeñas florecillas de Eranthis Hyemalis o acónito de invierno, que pronto darán pinceladas de oro a los prados y al césped de los parques. Algo es algo, me digo, y nada es nada. De esa nada primordial hemos estado conversando esta mañana Ángel y yo, o, mejor dicho, Ángel me recordaba que ese “nihil ex nihilo” al que yo me refería en la entrada de ayer, había sido “desacreditado” (en palabras de Ángel) por la física actual, o más exactamente, Lawrence M. Kraus, en su libro “Un universo de la nada”. A ese razonamiento contesté que Kraus, en realidad, no está sugiriendo que el universo surgiera de la absoluta nada metafísica, sino que él explora las implicaciones de las leyes fundamentales de la física para comprender el origen y el destino del cosmos. Además, Kraus sostiene que el espacio no está realmente vacío, sino que está lleno de fluctuaciones cuánticas de energía, que ya es algo. Parece que, aunque Krauss a menudo se refiere a «nada» como el estado sin materia ni energía, algunos críticos, como Sean Carroll, George Ellis o el Nobel David Gross,sostienen que esta definición es problemática porque incluso el vacío cuántico tiene propiedades y fluctuaciones que pueden generar partículas y campos de energía. Por lo tanto, algunos argumentan que Krauss no está realmente hablando de «nada» en el sentido filosófico o metafísico más profundo. Hay mucho que discutir sobre esta cuestión. Con todo esto no quiero decir que Ángel esté equivocado. Lo que yo quiero sostener es que el momento inicial del cosmos aún está por descubrir y explicar, lo que deja margen a las distintas religiones a ofrecer su relato alternativo.

En mi entrada de ayer, yo no pretendía en absoluto explicar la naturaleza del cosmos o la esencia primordial que lo formó, a eso no llega mi conocimiento de la física. Lo que yo pretendía es, partiendo de la cosmogonía griega, hacerme unas cuantas preguntas sobre la capacidad deductiva de los antiguos filósofos y autores griegos, para explicar el proceso evolutivo de nuestro mundo, llamémosle a este proceso, si queremos, creación. Me gustaría saber la opinión de físicos y filósofos, especialmente de físicos religiosos y filósofos teólogos, pues me consta que tenemos algunos en nuestra SCM.

Mi interés por la cuestión parte del estudio de las religiones, en particular, del estudio de cómo estas religiones explican nuestro universo,el alma particular y su creación o existencia eterna,. La creación del universo según el hinduismo refleja la comprensión de que el cosmos es cíclico y que todo en el universo está interconectado. En la etapa de creación o Srishti, Brahman, que es el concepto supremo y fundamental que representa la realidad última o la realidad absoluta, y que es considerado la realidad cósmica y trascendental, más allá de las limitaciones del tiempo, el espacio y las formas, manifiesta el universo a partir de sí mismo. Se crean los elementos primordiales, los cinco Mahabhutas: espacio, aire, fuego, agua y tierra y los seres vivos. Brahman crea a los dioses, los humanos y todo lo demás mediante su voluntad. Brahman se describe en el hinduismo como “la realidad no dual y sin forma, que es infinita, eterna e inmutable”. Es la fuente de todo ser y conocimiento. Se le considera la causa primera de la creación y el sustento de todo lo que existe. En este sentido, Brahman es tanto inmanente como trascendente. En el hinduismo, el concepto del alma se conoce como Atman que se considera la verdadera naturaleza del ser individual, la parte más interna y esencial de cada persona. Según la filosofía hindú, Atman es inmortal, eterno e indivisible, y es la misma realidad subyacente que se encuentra en todos los seres vivos y en el universo. La realización de la identidad entre el Atman individual y el Brahman universal se considera el objetivo final de la vida espiritual en muchas tradiciones hindúes. Yo les solía explicar a mis estudiantes que Atman era como la llama de una vela encendida en relación a la gran hoguera Brahman, principio y fin de todo. El fuego purificador y liberador, el Agni, que despoja el cuerpo mortal del Atman.  

El budismo, nacido dentro del hinduismo, enseña el concepto de origen dependiente (paticcasamuppada en pali, pratityasamutpada en sánscrito), que es una explicación de cómo todo en el universo surge en interdependencia y condicionamiento mutuo. Según esta enseñanza, todas las cosas, incluidos los seres vivos y los fenómenos, surgen debido a una compleja red de causas y condiciones. Esto se ilustra con la metáfora de la rueda del Sámsara, el ciclo interminable de nacimiento, muerte y reencarnación en el cual están atrapados los seres sensibles. Según esta enseñanza, el sufrimiento y el ciclo de reencarnación están condicionados por la ignorancia (avijja) y el apego (tanha), y este ciclo perpetuo puede ser roto a través del despertar espiritual y la realización de la verdad última o Nirvana. Por tanto, el budismo no tiene una narrativa específica de la creación del universo en términos de un acto de creación divina, sino que enseña el concepto de origen dependiente, que explica cómo todas las cosas surgen en interdependencia y condicionamiento mutuo, sin un creador supremo. No sé si a vosotros también, como me pasa a mí, os parecerá que estos dos principios, el hindú y el budista, se parecen. También, en el caso del hinduismo, se considera un tiempo circular que implica la existencia de ciclos cósmicos. Al final de cada ciclo cósmico, se produce la destrucción del universo y su consiguiente recreación.

El Tanaj, fuente de las religiones abrahámicas, nos ofrece un relato que, pese a su aparente explicación creacionista, puede resultar hasta complementaria con la comprensión científica moderna, interpretando los días de la creación como períodos de tiempo más largos o como procesos divinos que pueden haber involucrado la evolución gradual. Estas tres religiones están marcadas por su escatología que incluye una renovación cósmica, creyendo que el fin de los tiempos estará marcado por señales cósmicas y eventos catastróficos, seguidos por la renovación o restauración del mundo a un estado paradisíaco o divino. En estas religiones hay un principio y un fin, un proceso linear contrario a la percepción circular del tiempo que ofrecen las religiones surgidas en la India.

Linear o circular, principio y fin o eternidad; sea cual sea nuestra propia idea sobre la existencia, estamos prendidos del tiempo y no tenemos escapatoria. Hay personas que creen que un día podremos alcanzar la inmortalidad. Yo me pregunto cual puede ser la razón de querer ser inmortales. ¿Inmortales, para qué? Además, los que quieren ser inmortales, tienen que partir de la base que sólo unos pocos lo podrán conseguir, porque si fuéramos todos los que alcanzásemos la inmortalidad y siguiésemos procreando, no tendríamos espacio para vivir en este planeta, está claro. Esto de la inmortalidad, creo yo que tiene mucho que ver con el miedo a morir, a dejar de existir. En estos pensamientos voy yo caminando, pensando que el día que yo ya no esté, pasearan otros por estas calles, y nadie me echará en falta. Bueno, mi familia y mis amigos me dedicarán algún pensamiento, pero, los pequeños y grandes problemas cotidianos les harán pensar en otra cosa, más importante en el momento, mientras el recuerdo de aquel hombre que se llamaba Martín, irá palideciendo.

Ante el hecho consumado de que somos mortales, en realidad la única cosa verdaderamente cierta que se sabe de todo aquel que nace, cada uno puede elegir su propia forma de enfrentarse a la realidad. En mi caso, he ido acostumbrándome poco apoco. He ido haciéndome a la idea de que mi vida va hacia su fin. Cuando yo era joven, la muerte era algo tan lejano que no parecía verosímil. La gente se moría, y era cómo si perteneciesen a otra raza; los mortales. Los cementerios, las tumbas en las iglesias, los mausoleos, eran cosas que yo no relacionaba con mi propia existencia. Paso a paso, me voy haciendo a la idea de que yo también iré a ser parte de esas poblaciones de ultratumba. Lo pienso sin el más mínimo rastro de pavor. En realidad, el examen de ingreso en el instituto me puso más nervioso; sé que estoy muy bien preparado para este último examen. Y luego ¿qué?

En las religiones que ofrecen una visión circular existe la idea de que algo nuestro continua su camino, cuando nuestro cuerpo ya no nos sirve. Una especie de sustancia etérea y eterna.  Filósofos como Platón y Aristóteles tenían conceptos distintos de alma. Para Platón, el alma era la parte inmortal y divina del ser humano, que residía en el reino de las Ideas y se encarnaba en el cuerpo físico. Para Aristóteles, el alma era la forma o principio vital que animaba a los seres vivos y los diferenciaba de los objetos inanimados. Es curioso ver cómo la idea del alma de Platón se asemeja a la del hinduismo. En la filosofía de Platón, el alma era considerada inmortal y divina. Creía en la transmigración del alma, más allá de la muerte. Platón enseñaba que el alma tenía un origen divino y estaba encarcelada en el cuerpo físico durante la vida terrenal. Después de la muerte, el alma se liberaba del cuerpo y ascendía a un estado de existencia puramente espiritual, donde era juzgada y recompensada o castigada según sus acciones en la vida terrenal.

El hinduismo enseña que el alma, denominada Atman, es eterna e inmortal, y pasa por un ciclo continuo de muerte y renacimiento conocido como Samsara. Durante este ciclo, el alma pasa por diferentes cuerpos físicos, reencarnándose, en un proceso de aprendizaje y evolución espiritual. Hasta aquí coincide Platón con el hinduismo, lo que me hace pensar que los filósofos griegos estaban bajo la influencia de las creencias hindúes. En contraste con Platón, Aristóteles tenía una visión más terrenal del alma. Consideraba que el alma era la forma o principio vital que animaba a los seres vivos, incluidos los humanos. Creía que el alma estaba intrínsecamente ligada al cuerpo y que no existía por separado de él. Por lo tanto, para Aristóteles, el alma no era inmortal en el sentido platónico, y no existía una vida después de la muerte en la que el alma continuara existiendo de manera independiente.

En el budismo, no se habla de un alma eterna o inmutable que persiste a través de las reencarnaciones. En su lugar, se utiliza el término «anatta» o «anatman», que significa «no yo» o ausencia de un yo permanente. Según el budismo, la creencia en un yo permanente o alma es una ilusión que causa sufrimiento. En su lugar, se enfatiza la idea de que todos los fenómenos son impermanentes y están interconectados, incluidos los seres vivos. En este sentido, la identidad personal se ve como un proceso en constante cambio, determinado por causas y condiciones. Pero, de una vida a otra es el flujo de la conciencia y las tendencias kármicas las que se renueva, pero no hay una entidad permanente que transmigre. En lugar de buscar la salvación de un alma individual, el objetivo del budismo es alcanzar la iluminación o el despertar, que implica comprender la verdadera naturaleza de la realidad y liberarse del ciclo del sufrimiento, denominado, como en el hinduismo, Samsara.

Curiosamente, el judaísmo no tiene un concepto único del alma y de lo que ocurre con ella a partir de la muerte. El aliento de Dios, ruach en hebreo, es etéreo, un aire un viento divino, Ruach Elohim, pero el aliento de Dios en el hombre se denomina neshamá y se refiere al aliento de vida que Dios sopló en Adán según la narrativa del Génesis en la Biblia hebrea: «Y formó Dios al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.» (Génesis 2:7).  Por tanto, se considera que el alma continúa existiendo después de la muerte física y, tras esta, se somete a un proceso de juicio divino. Este juicio puede resultar en la entrada del alma al Gan Eden, El Paraíso, donde experimenta la presencia de Dios y goza de un estado de bienaventuranza, o en el Gehena o Infierno, donde el alma puede purificarse antes de entrar al Gan Eden, o puede enfrentar castigos temporales por sus acciones, al contrario de la creencia cristiana en un castigo eterno.

En algunas tradiciones del judaísmo, también se cree en la reencarnación del alma, donde el alma puede regresar a este mundo en una nueva forma física para continuar su proceso de corrección y perfección. La reencarnación del alma, conocida en hebreo como gilgul, es parte de la enseñanza de la Kabbalah, y de la tradición jasídica, que creen que el alma puede reencarnarse varias veces en diferentes cuerpos físicos hasta alcanzar la perfección espiritual. Este proceso de reencarnación se considera parte del viaje del alma hacia su corrección y redención final. Se cree, al igual que en hinduismo, que el alma reencarnada puede tener la oportunidad de corregir errores pasados y avanzar en su evolución espiritual. La Kabbalah ejerció una fuerte atracción sobre artistas y músicos al principio del nuevo milenio, con la cantante Madonna como icono. El cristianismo predica también la reencarnación de la carne, la resurrección de los cuerpos en el Juicio Final, donde las almas de los difuntos serán reunidas con sus cuerpos glorificados para vivir en la presencia de Dios eternamente, los elegidos solamente, claro, a los perdidos por el camino y condenados les quedará una eternidad de sufrimiento.

Se nota, en el islam y su concepto de alma, la inspiración y dependencia de las fuentes judías y cristianas. En el islam, el alma se considera una parte esencial e inmortal de la creación de Dios. El alma, ruh en árabe, es la fuente de la vida y la conciencia de los seres humanos. Según el islam, Dios insufló el alma en el cuerpo humano para darle vida y conciencia: «Y (recuerda) cuando tu Señor dijo a los ángeles: ‘Voy a crear un ser humano (Adam) de arcilla modelada; cuando lo haya formado perfectamente e insuflado en él (de Mi propio Espíritu min ruhi), caed postrados ante él’.» (Corán, Sura Sad, 38:71-72). Después de la muerte física, el alma se separa del cuerpo y pasa por un período de transición en un estado intermedio, la Barzaj, hasta el Día del Juicio, cuando las almas serán juzgadas por Dios según sus acciones en vida y se les asignará su destino eterno en el Paraíso o el Infierno. El islam enfatiza la importancia de purificar el alma y buscar la cercanía a Dios a través de la adoración, la obediencia a los mandamientos divinos, y la práctica de la justicia y la bondad hacia los demás. La espiritualidad en el islam incluye el cultivo del corazón y el alma para alcanzar una mayor cercanía y sumisión a Dios.

Desde una perspectiva humanista, la cual comparto respetando todas las creencias, el énfasis está en el bienestar humano en esta vida, en lugar de preocuparse por la existencia de una entidad espiritual separada que pueda existir después de la muerte. En este sentido, el concepto de «alma» podría ser interpretado como la esencia o la totalidad de lo que significa ser humano, en términos de nuestras experiencias, relaciones y contribuciones a la sociedad. Para los humanistas, el énfasis está en la experiencia humana, la racionalidad, la empatía y el desarrollo personal y social. Por lo tanto, cuando hablamos del «alma» en el contexto humanista, nos referimos a la totalidad de la experiencia humana, incluyendo aspectos como la conciencia, las emociones, la creatividad, la capacidad de compasión y la conexión con los demás. Y es aquí, en esta certeza de que todo está en nuestras manos, el bien y el mal, la paz y la guerra, el bienestar y la miseria, cuando los humanistas nos sentimos un poco abandonados y echamos de menos algo eterno y sublime. Yo, personalmente, lo busco en el arte y la música.

Si fuera posible meter en un caldero todas estas creencias y, tras una cocción a fuego lento, filtrar una percepción común del concepto “alma”, creo que nos quedaría algo muy parecido a la conciencia y a la consciencia, consciencia de la conciencia, diría yo. Y en ese ejercicio de consciencia de la conciencia voy yo, caminando esta mañana, al amanecer.