Lunes, día gris, al fin, diría yo, que este sol que hemos tenido y este calor, no eran normales. Pero, tampoco hay que lamentarse mucho. Hemos disfrutado de lo lindo, con estos días casi mediterráneos. El otoño llegará sin duda y recordaremos estos días soleados de septiembre con añoranza. Calor, calor, el que pasé yo en Gambia, y eso que yo había pasado un mediodía de junio esperando a entrar en la mezquita de Córdoba en 1965, que nunca se me olvidará. Pero ese calor africano era otra cosa. No sé, si sería por la humedad o porque el viento no se movía, o por el olor del pescado que se exponía al público fuera del mercado de Bakau, yo creía que se me iban a derretir los sesos. Calor africano, los recuerdo siempre, cunado hablamos de calor, aquí en Suecia. Voy caminando, todavía en mangas de camisa, aunque el cielo está cubierto por una capa de nubes ligeras, que medio amenazan con algo de lluvia, pensando en África. Recuerdo la primera vez que me acerque a ese gran continente tan poco conocido, camino de Cádiz, viendo aparecer la cadena montañosa del Rif a menos de la distancia que separa Lund de Malmö. Tan cerca pero tan lejos.
Pienso que este continente sigue siendo desconocido para la mayor parte de los españoles y los europeos en general. Parece que nuestro interés ha sido siempre principalmente económico, aunque, el norte de África fue durante siglos una parte importante del imperio romano. Ese sentimiento de pertenencia, quedó borrado, creo yo por el susto que le dieron a la Europa cristiana las huestes ecuestres que expandían su nueva fe, desde la Meca a Poitier en el norte y a Talas en el este. Y más al sur del Magreb, tras el árido Sahara, el África negra, tan desconocida y, para mí, tan sugerente. Aquí en Suecia había poco conocimiento sobre África, en gran parte por la poca presencia sueca en la “conquista de África”[1], pero indirectamente, llegaban noticias de allí por diferentes caminos. Los peregrinos y viajantes podían contar que en Europa, había esclavos negros pero, inexplicablemente o quizás no, es imposible encontrar alguien en Suecia que se opusiera a esa esclavitud, hasta bien metidos en el siglo XIX. Los escandinavos en general y los suecos por descontado hicieron muy buenos negocios con la trata de esclavos. Puedo leer este pasaje en una moción enviada al parlamento sueco en 2001 por parlamentarios pertenecientes al partido de izquierda Vänsterpartiet. El relato empieza con explicar la brutalidad de los daneses y las fuentes están hoy en día abiertas para el que las quiera leer[2]:
“Las Islas Vírgenes fueron, desde el siglo XVII hasta principios del siglo XX, una colonia danesa. Durante este período danés, Saint Thomas y las Islas Vírgenes fueron un centro del comercio de esclavos en el mar Caribe. Durante el período 1733–1802, los daneses importaron 123.000 esclavos desde África. Los daneses mostraron una gran crueldad hacia las personas esclavizadas. En el año 1685, el gobernador danés en Saint Thomas comenzó a castigar a los esclavos insertando un largo poste en el ano del esclavo, de manera que el desafortunado quedaba empalado en el poste. El poste se erigía y se clavaba en la tierra. Allí quedaba colgado el esclavo bajo el sol hasta que llegaba la muerte. En 1733, el gobernador danés introdujo una legislación que regulaba en detalle el castigo a los esclavos. Esta ley de esclavos contenía disposiciones bárbaras. Por ejemplo, un líder señalado de esclavos fugitivos debía ser quemado tres veces con hierro al rojo vivo y luego ahorcado.”
También hubo traficantes de esclavos suecos en la colonia sueca de Saint-Barthélemy, una isla que no está muy lejos de Saint Thomas. Aquí, el rey Gustavo III a finales del siglo XVIII, entró con gran entusiasmo en la organización del comercio de esclavos sueco en las Indias Occidentales. Había soñado durante mucho tiempo con un imperio colonial sueco, envidiando al vecino país Dinamarca, que había conseguido grandes ganancias con su comercio de esclavos en sus islas de las Indias Occidentales. El rey sueco, en colaboración con un grupo de empresarios y burócratas del gobierno, creó una sociedad anónima para el comercio de esclavos en el mar Caribe. Estableció un impuesto especial sobre los esclavos negros y organizó expediciones esclavistas a África, además de introducir una legislación sueca sobre esclavitud. La política de Gustavo III a menudo encontró críticas desde diversos sectores de la sociedad
Inició negociaciones con el rey de Francia para obtener una isla en las Indias Occidentales, al poder ser Tobago, Guadalupe o Saint Martin, pero, el rey francés no estaba por la labor, y optó por ceder la isla más insignificante, Saint-Barthélemy, en las Indias Occidentales francesas. El 1 de julio de 1784, se firmó una convención que establecía que el rey francés cedía la isla de Saint-Barthélemy a Suecia, a cambio de la libertad de comercio con la ciudad sueca de Gotemburgo. Saint-Barthélemy era una isla pobre, poco más de 30 km2. En el momento de la toma de posesión sueca de la isla, vivían allí 739 personas, de las cuales 281 eran esclavos. La idea era hacer Saint-Barthélemy un puerto libre, con lo cual se esperaba hacer grandes fortunas mediante el tráfico y comercio de esclavos. A la Compañía Sueca de las Indias Occidentales se le otorgó el derecho por parte del rey sueco de comerciar esclavos entre África Occidental y las Indias Occidentales.
Hay poco material sobre los poco menos cien años de posesión sueca de la isla, aunque tenemos estadísticas oficiales.[3] Es bastante extraño que solo haya dos tesis doctorales escritas sobre el periodo sueco en la isla, pienso yo, el primero de 1888 y el segundo de 1951. En la actualidad, no obstante, existe algo de investigación sobre el tema.[4] En 1877 se celebró un referéndum en la isla, donde todos, excepto uno, votaron a favor de que volviera a pertenecer a Francia. El 16 de marzo de 1878, la isla fue devuelta a Francia, que pagó una compensación por las propiedades suecas en Saint-Barthélemy.
Lo que sí se puede constatar es que el rey sueco otorgó a la Compañía de las Indias Occidentales el derecho de comprar esclavos en África Occidental y usar Saint-Barthélemy como puerto libre de impuestos para su posterior exportación y que, los barcos esclavistas suecos tenían derecho a navegar bajo la bandera naval sueca cuando transportaban esclavos. También se sabe que miles de esclavos, en espera de ser exportados a La Habana, fueron almacenados de manera inhumana en barracones especiales en Saint-Barthélemy. Por último, está demostrado que Suecia no prohibió el comercio de esclavos en su colonia de las Indias Occidentales hasta 1813 y que no abolió la esclavitud hasta 1847, mucho después de que los estados del norte de los EE.UU. lo hubieran prohibido, e Inglaterra lo hiciera catorce años antes que Suecia.
En Le Livre du Capitalisme, Philippe Paraire escribe: ” El beneficio per cápita del comercio de esclavos fue diez veces mayor en los países nórdicos que, por ejemplo, en Francia. Los holandeses hicieron de las expediciones de transporte de esclavos un negocio rentable, al igual que los daneses y los suecos. La adaptación de la ventilación, el baño sistemático de los esclavos, así como mejores raciones de alimentos y barcos más rápidos hicieron que la tasa de mortalidad de los esclavos cayera por debajo del 10%, mientras que en los barcos miserables de los aventureros franceses, portugueses e ingleses, la tasa de mortalidad podía alcanzar el 50%.”
No es de extrañar que la percepción de África y de los africanos, sea tan errónea y negativa. Todos los países occidentales tenemos una herencia esclavista que parece que forma parte de nuestros genes. Veo toda esa gente que, sin saber por qué, prejuzga a los africanos como salvajes o al menos como menos inteligentes, desorganizados y sucios. No es que todos los que piensan así lo digan a los cuatro vientos, pero se nota fácilmente cuando viene la ocasión. A mí, personalmente, me llegó la ocasión cuando invité a un colega africano a una estancia en nuestro instituto, dentro de un programa internacional de intercambios con África. Mi colega, Andrew, venía de Zambia. Era profesor de historia, escritor y estaba muy interesado en las relaciones internacionales. Yo figuraba como anfitrión y era responsable de organizar su estancia, tanto en el instituto como todos los detalles de su alojamiento etc. èl iba a permanecer siete meses con nosotros y yo me puse manos a la obra con mucha antelación, porque sé lo difícil que es encontrar acomodación en nuestra ciudad. Siempre he tenido algunos profesores visitantes en diferentes programas europeos, pero era la primera vez que recibía a un africano. Nunca, anteriormente, había tenido problemas para encontrar alojamiento para los profesores visitantes. Yo, desgraciadamente, no tenía en aquellos tiempos sitio disponible en mi hogar, con dos pequeños y de mudanza, así que tuve que recurrir a los colegas. Normalmente, mandaba un correo a todos y siempre encontraba alojamiento en el mismo día. En el caso de Andrew, eso no sucedió. Me dirigí a la universidad, a la comuna; nada, nadie respondió. Al fin encontré un particular que estaba dispuesta a recibir a este colega mío. Me presenté con él para hacer el contrato y, la señora, con ojos como platos, nos dijo, que se había equivocado y que la habitación ya estaba apalabrada a un estudiante (blanco, pensé). Con mucha persuasión, conseguí al fin encontrar un lugar para mi colega, en casa de una profesora de otro instituto, que me dijo que se podía hacer cargo de Andrew un par de meses, hasta que yo encontrase otro lugar apropiado. Lo encontré, en casa de otro colega, gracias a que tuve suerte, pero, quedó claro, que el color importa.
Yo me preguntaba, ¿qué pensaban y piensan mis estudiantes de África? Les pedí que escribiesen unas líneas de lo que ellos creían que era el África subsahariana. Y esto es lo que pude juntar: Un continente atrasado, pobre, con un clima insalubre, desorganizado, brutal, misógino, peligroso, origen de enfermedades terribles, sobrepoblado, inhóspito. Por suerte alguno escribió también que era un continente explotado por los países occidentales, que tenían la culpa de muchos de sus males. Nos queda a todos mucho por hacer, para dar a conocer lo que verdaderamente es África, con sus luces y sus sombras, un continente desconocido para casi todos. A veces pienso que esa actitud de no querer conocer nada sobre África, no es más que una forma de no querer ver la realidad. Preferimos hacer como si no supiéramos que muchos de los monumentos que contemplamos con entusiasmo, cuando visitamos cualquier capital europea, se han levantado con medios extraídos de los beneficios que la trata de esclavos y su utilización para fines económicos, les permitía. Podíamos empezar por Bruselas, donde todavía se exponen monumentos dedicados a Leopoldo II, el rey que recibió en la conferencia de Berlín un territorio que abarcaba más de 85 veces el territorio de su reino de Bélgica, para, supuestamente implantar una organización filantrópica que, al dispararse la demanda de caucho a partir de la década de 1890, se convirtió en una maldición para la población del Congo. Para facilitar la extracción y exportación de caucho, todas las tierras vacantes en el Congo fueron nacionalizadas, y la mayor parte se distribuyó a empresas privadas como concesiones. Algunas tierras fueron mantenidas por el Estado. Entre 1891 y 1906, se permitió a las empresas explotar libremente las concesiones, lo que resultó en el uso de trabajo forzado y coerción violenta para recolectar el caucho de manera barata y maximizar las ganancias. La fuerza militar del Estado Libre del Congo, la Force Publique,en la que participaban suecos, entre otros, hizo cumplir las políticas laborales. Los trabajadores que se negaban a participar en la recolección de caucho podían ser asesinados y aldeas enteras arrasadas. De esto hay muchas fuentes fidedignas, tanto escritas como graficas.
En Barcelona y en toda Cataluña hay muchas muestras de lo enriquecedoras que las practicas negreras pudieron ser en su tiempo. No hay más que fijarse en Artur Mas, que acostumbraba a presumir de bisabuelo marinero. Pero no solía hablar de su tatarabuelo, Joan Mas Roig, el capitán del falucho Pepito, que en 1844 llevó a 825 esclavos africanos de la costa africana al Brasil. Un viaje finaciado por Mariano Serra, el suegro de Dorotea de Chopitea, una burguesa barcelonesa que quieren beatificar por las obras de caridad realizadas, con el dinero heredado de su suegro, ganado con la sangre de los negros. Y así se llega a la pregunta: ¿De dónde salió el capital para industrializar Cataluña? Sin ánimo de tener toda la respuesta en mi mano, puedo constatar desde ya, que la repatriación de capitales desde América tuvo un papel clave en el desarrollo catalán de la segunda mitad del XIX, o que el sector económico que permitía una mayor acumulación a corto plazo era, justamente, el tráfico de esclavos. Este capital se encuentra en la banca, en el sector inmobiliario, en las viviendas de las Ramblas el Eixample barcelonés, en las viviendas burguesas del Eixample, hasta el palacio de Savassona, la sede del Ateneu Barcelonès, donde suelo ir cuando estoy en la ciudad. Esta historia se empezó a contar no hace mucho por Jordi Maluquer de Motes en su trabajo “ La burgesia catalana i l’esclavitud colonial: modes de producció i pràctica política”, 1974, y por y de Josep Maria Fradera, principalmente en su trabajo “La participació catalana en el tràfic d’esclaus (1789-1845)”, en Recerques, 16, 1984, pero más recientemente, en 2017, se le ha dado aún más vida a este relato con la publicación de “Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX)” de Martín Rodrigo y Alharilla y Lizbeth J. Chaviano Pérez. En Cataluña como en el resto de España o Suecia, por comparar, es siempre muy difícil encontrar fuentes primarias del tráfico de esclavos. El hecho de que la familia Goytisolo y comillas hayan conservado documentación es una pieza en un puzle que hay que completar con fuentes externas, principalmente con archivos de Cuba[5] y de Gran Bretaña[6]. La documentación existe y está ahí, para quien la quiera usar.
Estas son historias que hay que contar. También debemos contar la historia de la Guinea Ecuatorial española, cedida por Portugal por los tratados de 1777-1778, para, según se decía, civilizar y cristianizar su población pero que, con el tiempo se descubrieron recursos valiosos como la madera y productos agrícolas, como el cacao y el café, que se convirtieron en los principales productos de exportación. Es interesante este pequeño país, que tiene una extensión similar a la de Galicia, se convirtió de buen grado en una pequeña España, aunque tras la independencia en 1968, se fue distanciando, movida por los intereses de sus lideres. Poco sabido es además que, gracias a la extracción de las ricas reservas de petróleo, llego en los años 90 a alcanzar los 38.000 dólares de PIB, siendo entonces el país más rico de África per cápita, que además colocaba a la antigua colonia por delante de España, cuyo PIB per cápita rondaba entonces los 33.000. Desgraciadamente, el país no logró alcanzar una equitativa distribución de la riqueza, que se quedó en manos de una élite corrupta. Hoy es un país en crisis con una caída de su PIB en picado y una mengua creciente de la producción de crudo, sin haber encontrado otras formas de generar riqueza.
Mientras escribo, me doy cuenta que es muy difícil abarcar la historia de este enorme continente, tan heterogéneo y tan rico, que necesitaría muchos más relatos, ¡Hay tantos! Los que conocemos algo de África, debemos contar esa historia. El racismo condenó a sus habitantes a, durante décadas, hacer los trabajos duros que ningún europeo querría hacer. A los africanos se les denegó la educación hasta el punto que, cuando estas naciones se independizaron en los años 60 y 70, se encontraron sin élites propias, que pudieran desarrollar el país. Los mejor formados eran los militares y fueron los que poco a poco se fueron haciendo con el poder. Baste con saber, por ejemplo que, en el momento de la independencia de Uganda en 1962, solo había 50 médicos negros y casi ningún ingeniero o que las élites locales aún no habían comenzado sus estudios en la universidad de Makerere, que no fue independiente hasta el 1970. Es importante destacar que las ordenes religiosas y las distintas iglesias anglicanas y protestantes, en su afán por monopolizar las almas de los africanos, hicieron mucho por educarles. En realidad las primeras élites africanas estaban educadas en las misiones. Lo dejo aquí, por el momento, pero regresaré a la historia de África en alguna próxima entrada.
[1] En el siglo XVII, durante siete años, 1650-1657, Suecia tuvo una breve incursión colonial en África occidental con la Colonia de Cabo Corso (en la actual Ghana). Aunque la colonia no tuvo un impacto duradero, ya que se la arrebató Dinamarca, mucho más activa en el comercio de esclavos, que a su vez la tuvo que ceder a los holandeses en 1660, para ya en 1664 pasar a los ingleses. Cabo Corso se convirtió más tarde en uno de los principales centros británicos en la Costa del Oro, y fue utilizado para el comercio de esclavos, oro y otros recursos valiosos. Con el tiempo, los británicos expandieron su control sobre otras fortalezas a lo largo de la costa. La región de la Costa del Oro permaneció bajo control británico hasta el siglo XX, cuando se convirtió en parte de la colonia británica de la Costa del Oro, que eventualmente se independizó en 1957 como el país de Ghana. El castillo construido por los africanos bajo dominio sueco, Carolusborg, es la huella que dejó el paso de Suecia por la historia colonial africana.
[2] https://danmarkshistorien.dk/vis/materiale/reglement-for-den-danske-koloni-sankt-thomas-8-august-1672/
[3] https://www.scb.se/hitta-statistik/redaktionellt/svenskt-slaveri-i-statistiken/
[4] Fredrik Thomasson, investigador en la institución de historia de Uppsala, comenzó a estudiar los procesos judiciales en la isla en 2013 y escribió el libro Black S:t Barthélemy 2022, que tuvo mucha repercusión en su momento, pero que quedó rápidamente olvidado.
[5] https://archive.org/details/bub_gb_kalg4gAsC1YC/page/n15/mode/2up
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