La mayoría de las veces que voy a Londres, me hospedo en alguno de los pequeños hoteles que hay alrededor de la estación de metro de Paddington, pues me pilla cerca de Hyde Park, relativamente cercano al centro y con una tranquilidad que me resulta muy agradable, Bueno, pues, resulta que esta estación es la primera que se construyó, allá por el 1863, uniendo las estaciones ferroviarias de Paddington con Farringdon, una distancia que hoy se cubre en ocho minutos. La línea de Farringdon a Paddington, fue conocida como Metropolitan Railway, lo que luego dio en llamarse “metro” en todo el mundo, fue diseñada para conectar dos áreas clave, Farringdon con su importante industria y comercio y Paddington, la estación de tren que unía Londres con el resto de Inglaterra.
Cerrando los ojos, me puedo imaginar el ir y venir de multitud de gente a pie, a caballo, en carruajes, todos camino del centro, colapsando las calles del centro; Oxford Street, convertida en rio humano, Regent Street, la nueva calle chic, colapsada. Y es que Londres había crecido un 150%, de un millón, a dos millones y medio de habitantes en los cincuenta primeros años del siglo XIX. La solución a las congestiones del tráfico se encontró en construir una vía subterránea empleando la técnica de «corte y cubierta», donde se excavaba desde la superficie y luego se cubría el túnel, dejando la superficie abierta para construcciones o vías de comunicación. El viaje en el metro era ruidoso y algo sucio, porque estaba tirado por locomotoras de vapor, pero con todo, consiguió transportar más de nueve millones de viajeros en su primer año. El primer sistema de metro sin conexión ferroviaria con los trenes cercanos fue el pequeño Tünel en Estambul, que se inauguró en 1875.
La electrificación hizo del metro una alternativa de transporte verdaderamente óptima para las ciudades. La primera línea electrificada fue la City and South London Railway, abierta en 1890. Ya en el continente, la primera línea de metro, con los típicos vagones eléctricos autopropulsados, fue la del metro de Budapest, que se inauguró en 1896.
Inspirada por Londres y Budapest, París inauguró su metro justo a tiempo para la Exposición Universal de 1900, conectando Porte de Vincennes con Porte Maillot en su primera línea. Su diseño estético, con las entradas decoradas en estilo Art Nouveau, se convirtieron pronto en un símbolo de la ciudad. Al contrario que el metro londinense, el de París nació ya eléctrico. A Paris le siguió Berlín en 1902 y Nueva York en 1904.
El Metro de Madrid fue inaugurado en 1919, con una línea que iba desde Puerta del Sol a Cuatro Caminos. La estación de Chamberí se conserva en el estado en que quedó al ser cerrada en 1966 y se puede visitar como museo[1]. La estación de Chamberí se puede ver cuando se pasa con el metro yendo desde la estación de Iglesia a la de Bilbao. De esta estación, como de la de Tirso de Molina, se cuentan muchas anécdotas y leyendas, desde locos con bisturí que hacían cortes en las nalgas de mujeres jóvenes, que no descubrían hasta ver que estaban sangrando, hasta la leyenda de que, tras los azulejos de la estación de Tirso de Molina, se esconden los huesos de monjes del antiguo convento que se encontraba en su lugar, y, como es natural, hay historias de gente que ha oído lamentos de ultratumba, cuando la estación está a punto de cerrar. Otras cosas que se cuentan no son tan fantasiosas. Se cuentan historias verídicas de hurtos, violencia, asesinatos y racismo.
El metro de Barcelona llevaba cinco años funcionando al abrirse la Exposición Universal de 1929 y, la primera línea, la línea 1, llamada Metro Transversal. En 1926 se abrió una de las estaciones de esta línea, la de Rocafort, una estación que ha sido objeto de leyendas urbanas que la asocian con experiencias paranormales, que últimamente han dado lugar a la producción de una película de terror.[2] [3] Durante la construcción de la estación murieron once trabajadores por un desprendimiento y durante la guerra civil funcionó como refugio, pero en varias ocasiones, murieron a sus puertas los que no alcanzaron a llegar a salvo a su interior. En los años 70 se produjeron muchos casos de suicidios en poco tiempo, todo esto, en un tiempo en que fantasías paranormales estaban de moda.
Aquí, en Suecia, no se inauguró ninguna línea de metro hasta 1950, pero ya han surgido bastantes leyendas, que yo, en algunas ocasiones prefiero llamar incógnitas. La mayor de esas incógnitas es la de la muerte de un contralmirante Carl-Fredrik Algernon, el 15 de enero de 1987. Durante el llamado escándalo Bofors a mediados de la década de 1980, cuando la fábrica de armas Bofors acusada de llevar a cabo un extenso contrabando de material bélico hacia países a los que Suecia no debía exportar armas, países alrededor del Golfo Pérsico. Algernon, el inspector que debía conceder los permisos de exportación, fue designado como investigador governamental. En este rol, fue una figura controvertida. Entre otras cosas, la Asociación Sueca para la Paz y el Arbitraje lo criticó fuertemente y pidió su dimisión. Se le acusó, entre otras cosas, de haber aprobado con demasiada ligereza las solicitudes de Bofors para exportar armas, principalmente a Singapur. Gran parte del material bélico exportado se sospechaba que había terminado en los países no permitidos, como los Emiratos Árabes Unidos, más concretamente el emirato de Dubái, y Bahréin. Se decía que Algernon mantenía una buena relación con el director ejecutivo de Bofors.
Leyendas las hay, y mitos. Después de pasar por Solna Centrum, Näckrosen y Hallonbergen, de repente la distancia hasta la siguiente estación, Kista, es más larga. En el área que se encuentra entre Hallonbergen y Kista, en la línea azul hacia Akalla, hay una estación llamada Kymlinge, que nunca se abrió. Cuando se va en metro bajo tierra desde Hallonbergen, y tras un largo trayecto por el túnel, se puede vislumbrar el andén a oscuras mientras el tren pasa rápidamente por la estación, antes de que las vías continúen por un puente elevado sobre una zona verde. Se especuló mucho sobre la razón por la cual esta estación nunca se abrió, pero, lo que puso fin a los grandes planes de urbanizar la zona de Kymlinge fue la presencia de un pequeño pez. El raro grönling (Gobio gobio) habita en el arroyo Igelbäcken, que está clasificado como una zona natural sensible. Se pueden escuchar muchas historias fantasmagóricas sobre esta estación en un podcast de la propia compañía metropolitana.[4]
Algernon murió atropellado, cuando cayó a la vía en la estación T-Centralen del metro de Estocolmo, el 15 de enero de 1987, el mismo día en que Algernon había tenido una reunión con el director general de las industrias Nobel, pertenecientes al mismo holding que Bofors. Se especuló que pudo haber sido empujado por alguien y la policía decidió iniciar una investigación, ya que el maquinista del tren dijo haber visto cómo Algernon cayó de espaldas a las vías. No obstante, el fiscal cerró la investigación el 11 de marzo de 1987, pero se publicaron teorías que sugerían que la muerte de Algernon estaba relacionada con el igualmente no resuelto asesinato de Olof Palme. Se dijo que posiblemente la Stasi, la policía secreta de Alemania del Este, podría haber estado detrás de su asesinato. También se especulaba con la participación de otros servicios secretos de diferentes países. Si hubiese sido un suicidio sería uno de los aproximadamente 20 casos que se dan en el metro de Estocolmo, una cifra que se mantiene bastante constante a través del tiempo. En Barcelona hay cifras mui cercanas, que representan, en cualquier caso, una pequeña parte de los 3.941 suicidios que tuvieron lugar según el INE[5] en España en 2020, por poner un ejemplo, ya que no dispongo de otra estadística. Comparado con los 1.431 casos en Suecia, 16,8 suicidios por 100 000 habitantes, los datos españoles 5,1 por 100 000 habitantes es una cifra baja en comparación. Se da el caso, de que todos los países escandinavos están entre los mas afectados por los suicidios, con Finlandia a la cabeza, curiosamente el país que suele conocerse como “el más feliz del mundo”, paradojas de la vida.
Volviendo al metro, que es el tema de hoy, todos los metros del mundo tienen sus leyendas, unos más y otros menos, pero parece que el metro es un escenario propicio a ello. Yo soy un andarín y, si puedo, voy a pie, porque me gusta vivir intensamente las calles, los parques, sentir el pulso de las ciudades. Hubo un tiempo en que yo me desplazaba en metro, en Madrid, en Barcelona, en Paris, en Londres , en Estocolmo etc. Los metros se parecen mucho unos a otros. A veces no se sabe en que metro se va, bueno, se sabe por pequeños detalles, la lengua que se escucha, por ejemplo. Al menos, antiguamente, en el siglo pasado, se oían conversaciones. Hoy vamos todos absortos en nuestros móviles y no se oye más que el traqueteo monótono de los vagones. Eso cuando los vagones no se llenan de mala música proveniente de algún instrumento, con o sin altavoz, que irrumpe en nuestra meditativa abstracción. Algunas estaciones impresionan por su tamaño o por la profundidad de sus, aparentemente interminables escaleras, como la L9 que lleva al Aeropuerto del Prat. Bajando desde la calle al andén de la estación Gornal, en L´Hospitalet parece que se va camino de las Calderas de Pedro Botero. Hay algunas estaciones en Madrid, Londres, Estocolmo y Paris, que también imponen por su profundidad.
En los vagones del metro he encontrado de todo; monjes budistas, skins, borrachos pendencieros, músicos, pedigüeños, soldados de permiso, despedidas de soltera, niños de primera comunión, zombis, y algún que otro personaje conocido. A principios de los 70, estando yo en Estocolmo atendiendo un curso para profesores de español y francés, se sentó a mi lado un señor grande y grueso, con el pelo blanco echado para atrás, cinturón de cuero negro y tirantes rojos, bien visibles tras la americana gris, y la cara presidida por unas gafas gruesas de concha de tortuga. Su fisionomía era tan conocida, tan frecuentemente expuesta en periódicos, revistas y televisión, que, hasta yo, un recién llegado, le reconocí era, nada más y nada menos que el famoso ministro de finanzas socialdemócrata Gunnar Sträng. Este hombre era el arquitecto de la construcción de todo el entablado fiscal que soportaba el estado de bienestar sueco, un punto de referencia para todos los que pensaban que era necesario construir un mundo mejor con los excedentes financieros del boyante capitalismo de la posguerra. Me miró con una media sonrisa y una mirada escrutiñadora que expresaba curiosidad y me espetó: ¿De dónde eres tú, muchacho? Y yo, creo que un poco ruborizado, respondí, contándole una versión muy corta de mi vida. Estuvimos hablando de todo un poco, de Franco y de la guerra incivil, de la educación, porque el cogió el metro en la misma estación que yo, en Västerhanninge, donde la socialdemocracia tenía una de sus escuelas del partido. Los dos nos apeamos en Centralen, yo para coger el tren a Lund, él para ir andando hasta el parlamento, a diez minutos de distancia. A lo largo de los años he compartido bastantes veces vagón con gente muy conocida y seguramente, con todo tipo de personajes, buenos y malos. Cosas del metro.
[1] https://www.turismoenmadrid.com/visita-estacion-fantasma-chamberi-anden-cero/?utm_content=cmp-true
[2]https://www.bing.com/videos/riverview/relatedvideo?q=estaci%c3%b3n+rocafort+pel%c3%adcula&mid=24D591FA14F9B784956624D591FA14F9B7849566&FORM=VIRE
[3] https://www.elperiodico.com/es/eixample/20240830/leyenda-estacion-metro-maldita-barcelona-107544115
[4] https://open.spotify.com/episode/44pxWAnLHdIj8QdQoBoTmq?si=4659f5590301464d&nd=1
[5] https://www.epdata.es/datos/cifras-suicidio-espana-datos-estadisticas/607#:~:text=Un%20total%20de%203.941%20personas%20se%20suicidaron%20en,a%20calificar%20de%20la%20epidemia%20del%20siglo%20XXI.
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