Voy paseando por Lund esta mañana de noviembre y siento que soy feliz. Es una sensación difícil de explicar con palabras, pero me llega por los cinco sentidos. Me gustan los colores entre ocre rojizo y amarillo, que cubren los aún no del todo desnudos árboles, y convierten el camino en una alfombra vistosa de contornos imprecisos. Me gusta el olor del otoño, de la tierra mojada y la fruta caída. Agradezco la sensación que me deja el viento frío en las mejillas, según voy caminado con el abrigo abotonado y la gorra de lana calada hasta las cejas. Me gustan también los sabores del otoño; las castañas, la remolacha cocida con mantequilla, la batata asada, la sopa de calabaza. Sacarme el guante y tocar un árbol centenario me hace sentir partícipe en el teatro de la vida. Soy rico en sensaciones y eso me basta.
“No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita” – frase de Séneca, el inmortal cordobés que tantas frases sabias regaló al mundo. Pienso un día como hoy, en el que los lideres mundiales se reúnen en Bakú, la capital de Azerbaiyán, si alguno o alguna entre ellos pensará de forma parecida a nuestro famoso estoico. Si lo hiciera, podría quizás llegar a actuar según las verdaderas necesidades de este mundo en que vivimos, sino del mundo en sí, al menos de la humanidad.
Seguramente sin conocer la frase de Séneca, una jovencita quinceañera se lanzó a la calle con un cartel, un día de septiembre de 2017, y se colocó en frente del parlamento sueco, para recordar a los políticos que el cambio climático era una realidad que se había constatado en la cumbre de París, dos años antes, pero que nadie parecía decidirse a hacer lo necesario para evitarla. Su ejemplo hizo mucho ruido mediático, pero no resultó en medidas que realmente fueran encaminadas a frenar el propio cambio climático. Una población en continuo aumento en países en vías de desarrollo veía como los países ya desarrollados, lejos de reducir su huella climática, aumentaban su gasto energético.
Cuan trileros, los gobiernos parece que tratan de disfrazar el aumento del consumo, hablando de digitalización y electrificación, pero la realidad es que estas inversiones están muy lejos de hacer descender nuestro uso abusivo de los medios energéticos. Cualquier calculo serio, muestra que las soluciones a esta catástrofe que se avecina, pasan por detener y aún mejor retroceder nuestro nivel de consumo en todos los ámbitos. Nadie lo propondrá, o quizás sí, alguien lo hará, para otros. No creo que ningún líder político relevante se atreva a regresar a casa de la cumbre de Bakú y decirle a su gente: “ciudadanos, es hora de frenar”.
Sin intención de adelantar lo que serán los resultados de esta cumbre de Bakú, me atrevo a presagiar que no serán tremendamente revolucionarios, porque, los países que cuentan, los grandes productores de gases que nutren el efecto invernadero: el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso, léase, los Estados Unidos, China e India, no están por la labor, ni hay una política unificada europea para hacerlo. Desconozco si Greta Thunberg pensará ir a esta cumbre, si la escucharán o más bien harán como si la escuchasen. Pero lo cierto es que, en la conciencia de muchos ciudadanos de todos los países, morará el deseo de hacer algo radical para parar la catástrofe.
Desde una perspectiva castúa se puede considerar que esta política climática queda muy lejana. En realidad, la nueva realidad, la crisis climática, aporta para Extremadura una gran ocasión para su desarrollo. En una entrevista en El País el 30 de mayo de 2021, el entonces presidente de la Junta Guillermo Fernández Vara, decía: “Se están empezando a repartir de nuevo cartas en el mundo y con las que ahora vamos a jugar no son las mismas que las que nos dejaron hace 30 años”. Esta es la ocasión de poner en valor lo que Extremadura tiene, que es mucho. Para empezar, la belleza natural de Extremadura y su biodiversidad, que la convierten en un destino atractivo para el ecoturismo. Promover el turismo sostenible y responsable puede generar ingresos sin degradar el entorno, eso en una época en que los grandes destinos turísticos están saturados y se consideran como algo contrario a los intereses de la población autóctona; lo vemos en Barcelona, en Mallorca, en Canarias y en todos los lugares que han sido seriamente degradados por el turismo de masas.
Otro de los grandes valores de Extremadura está en la dehesa, un ecosistema sostenible y adaptado al clima mediterráneo, que ofrece un modelo de producción agrícola y ganadera ecológicamente equilibrado. Sin olvidarnos de las posibilidades que ofrece el subsuelo, y el sol que recurrentemente calienta la región. El litio, los paneles fotovoltaicos, el viento, permitirán a Extremadura estar a la cabeza de las regiones que optan por la nueva economía y hará que alcance la neutralidad climática hacia 2030, 20 años antes de lo previsto para el conjunto de España.
Aunque las perspectivas económicas para Extremadura parecen llevar a una convergencia de su PIB con la media del resto de España, es crucial que la cuestión de la sostenibilidad no se descuide. Una economía sostenible es en la practica una economía que no abusa de los recursos y que aprende a vivir de una forma más acorde a las posibilidades del planeta. Para eso hay que educar en sostenibilidad, no solo en las escuelas e institutos. Esto se puede hacer de muchas maneras, y ya hay buenos ejemplos de ello. Incorporando la sostenibilidad como un tema central en el currículo escolar ayudaríamos a que los niños y jóvenes crezcan con una conciencia ambiental sólida. Las escuelas pueden incluir talleres sobre reciclaje, energías renovables, uso eficiente del agua y agricultura sostenible.
Pero, sobre todo, me atrevo a opinar, sería necesario conseguir un cambio de actitud en la sociedad en general, una concienciación de que es un deber usar los recursos necesarios sin abusar de ellos, ya sea comida, energía, espacio etc. Según la ética ambiental, filósofos como Aldo Leopold, Arne Næss y Peter Singer, entre otros, el valor de la naturaleza no debe medirse solo en función de su utilidad para los humanos, sino que los ecosistemas, animales y plantas tienen valor intrínseco y deben ser protegidos por derecho propio. Este enfoque ético puede motivar políticas y comportamientos que promuevan la sostenibilidad a largo plazo.
Debemos sustituir el antropocentrismo que impera hoy, por el biocentrismo, que otorga valor moral a todos los seres vivos, y el ecocentrismo, que considera los ecosistemas y sus interconexiones como fundamentales. Debemos, creo yo, promover la filosofía de la simplicidad voluntaria por una vida con menos consumo material y más enfocada en los valores humanos, las relaciones, el conocimiento y el bienestar espiritual. Una economía sostenible no puede basarse en el crecimiento constante, que agota los recursos naturales y daña los ecosistemas. cuestionar los modelos económicos actuales y proponer alternativas, en busca de una vida más sencilla y sostenible, es esencial. Los filósofos argumentan que, al explotar los recursos naturales y alterar el clima, no solo estamos afectando el presente, sino privando a las futuras generaciones, de un planeta saludable. La justicia intergeneracional nos invita a actuar de forma responsable, asegurando que las próximas generaciones, nuestros nietos y su descendencia, tengan acceso a los mismos recursos y oportunidades que nosotros hemos tenido.
Desde una perspectiva existencialista, el sentido de responsabilidad individual y libertad en nuestras decisiones cobra también importancia. Filósofos como Heidegger y Thoreau sugieren que estar en armonía con la naturaleza es fundamental para la realización humana y el sentido de pertenencia. Esta idea anima a desarrollar un respeto profundo por la naturaleza y a llevar un estilo de vida en sintonía con el medio ambiente.
Por su parte, el ecofeminismo, con la ya desaparecida, Karen Warren y Françoise D’Eaubonne, entre otras, vincula la explotación de la naturaleza con la opresión de las mujeres, destacando la interrelación entre las desigualdades de género y los problemas ambientales. Las ecofeministas argumentan que la estructura patriarcal que explota la naturaleza y subestima el papel de la mujer necesita ser replanteada para lograr una sociedad más equitativa y ecológica. Esta visión enfatiza la importancia de relaciones de cuidado y colaboración, en lugar de dominación, como base para la sostenibilidad. La reproducción, para ellas, debe anteponerse a la producción.
Filósofos contemporáneos como Byung-Chul Han, Albert Borgmann o Andrew Feenberg, entre otros, reflexionan sobre el papel ambivalente de la tecnología. Si bien la tecnología puede contribuir a la sostenibilidad, por ejemplo, mediante energías renovables y eficiencia, también ha facilitado la explotación de recursos y el consumo excesivo. La filosofía nos invita a evaluar de manera crítica hasta qué punto la tecnología contribuye o no a un futuro sostenible y a reflexionar sobre su uso ético y responsable.
Finalmente, La noción de sostenibilidad tiene en su núcleo el concepto de bien común, es decir, el bienestar compartido que trasciende los intereses individuales. La filosofía del bien común promueve un compromiso hacia el bienestar colectivo, entendiendo que el equilibrio ambiental y el desarrollo sostenible no pueden lograrse si no adoptamos una visión compartida y solidaria, que es el motivo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. La sentencia de Séneca es ahora verdaderamente actual; aprendamos a vivir sin dilapidar los bienes que la naturaleza nos ha brindado y seremos todos más felices.
Me despierto ya de mañana y recibo las felicitaciones de mis hijos en el día del padre. Yo me alegro en el alma de que este día no pase desapercibido, pero en el fondo pienso en un aniversario un poco olvidado, de gran importancia, del que pensaba escribir hoy: la Noche de los Cristales Rotos, Kristalnacht.[1]
La «Noche de los Cristales Rotos» (Kristallnacht), ocurrida entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938, fue un episodio sombrío en la historia del antisemitismo en Europa, donde el régimen nazi dio rienda suelta a la violencia organizada contra la comunidad judía en Alemania, la Austria anexada, y las áreas de los Sudetes de Checoslovaquia recientemente ocupadas por tropas alemanas. Instigada primariamente por los oficiales del Partido nazi y miembros de las SA (Sturmabteilungen o guardias de asalto) y la Juventud Hitleriana. Durante esa noche, decenas de judíos fueron asesinados y miles de sinagogas, negocios y hogares judíos fueron destrozados, marcando el inicio de la persecución sistemática que culminaría en el Holocausto. La fecha es un recordatorio crucial del peligro que acecha cuando el odio se convierte en política y se normaliza en la sociedad, cuando los prejuicios se institucionalizan, y la violencia se acepta como medio de resolución de conflictos. No lo debemos olvidar nunca.
Hoy, en el contexto de la guerra entre Israel y Hamas-Izbuláh, esta historia vuelve a resonar de forma profundamente trágica. La situación actual, marcada por décadas de conflicto, desplazamientos y heridas no sanadas, ha dejado a ambas comunidades, tanto la judía como la islámica, atrapadas en una espiral de violencia que da lugar a la deshumanización y el desprecio mutuo. Aunque las circunstancias son muy distintas, la «Noche de los Cristales Rotos» nos recuerda el precio de despojar al “otro” de su humanidad. Nos muestra lo rápido que una sociedad puede descender hacia la violencia y la injusticia cuando se convierte en enemigo a toda una población. No lo debemos olvidar nunca, cuando oímos los coros del odio en manifestaciones.
En la situación de Israel y Palestina, donde tanto los israelíes como los palestinos han sufrido y siguen sufriendo inmensamente, la historia de la Kristallnacht debería advertirnos contra los peligros de alimentar una narrativa de odio, que desgraciadamente, se deja entrever en algunos colectivos de izquierda, contra Israel y el pueblo judío y entre parte de la derecha, contra todo lo que representa el islam. Los ataques indiscriminados, ya sea contra civiles palestinos en Gaza o civiles israelíes, y la constante retórica de odio que se perpetúa en ambos lados, son síntomas de una violencia estructural que se asemeja, en su deshumanización y brutalidad, a la que desencadenó el Holocausto. La lección que nos deja Kristallnacht no es solo el horror de la violencia desatada, sino la inminente amenaza que se cierne cuando no se protege el derecho humano de todos, sin excepción, a vivir en paz y dignidad. No lo debemos olvidar nunca, cuando vemos las terribles imágenes de niños inocentes, victimas del odio.
Kristallnacht es, así, un recordatorio de la necesidad de poner un alto a la radicalización, que amenaza con tragarse la convivencia y la paz posibles en cada nuevo ciclo de violencia. Nos exige recordar que una comunidad destrozada no solo pierde sus hogares y su seguridad, sino que con cada fragmento roto de sus vidas se destruye también el tejido de humanidad compartida. No debemos olvidar nunca ni dejar que se olvide por las generaciones venideras.
El recuerdo de Kristalnacht debería servir para intentar detener la espiral de violencia y odio en Palestina. Sin duda, un reto monumental, pero no imposible. Requiere esfuerzos tanto internos, en las partes en litigio, como internacionales, compromisos a largo plazo y cambios fundamentales en la forma en que ambas comunidades, israelíes y palestinos, y el mundo alrededor abordan el conflicto. Debe haber un diálogo continuo e imparcial, facilitado por mediadores internacionales confiables. Aquí echo de menos un Consejo de Seguridad que funcione y mediadores verdaderamente neutrales. Las negociaciones previas han sido obstaculizadas por falta de confianza y parcialidad percibida. La mediación tendría que venir de organizaciones internacionales que ambas partes consideren neutrales. Tanto los países de Medio Oriente como otros actores globales deben comprometerse a apoyar una paz justa y duradera, dejando de lado intereses propios y abordando el conflicto desde una perspectiva humanitaria y de derechos humanos.
Para construir confianza, es crucial que ambas partes y la comunidad internacional se comprometan a proteger a los civiles. Esto implica que las acciones militares deben regirse estrictamente por los principios humanitarios internacionales, y cualquier acto que ponga en riesgo a civiles debe evitarse. Las violaciones a los derechos humanos cometidas por ambos lados deben ser investigadas y juzgadas imparcialmente. Crear mecanismos de justicia que no discriminen entre víctimas israelíes y palestinas es un paso esencial para evitar futuros actos de represalia y construir la paz. Pero, no olvidemos, que esta última explosión de violencia fue responsabilidad de Hamas, el grupo que gobierna en Gaza, que lanzó un ataque masivo contra Israel el 7 de octubre de 2023. Este acto violento, que incluyó el asesinato de civiles y la toma de rehenes, desencadeno la respuesta militar israelí. No debemos olvidar esto nunca, cuando lamentamos las víctimas de esta guerra.
En el aniversario de Kristalnacht debemos reflexionar sobre La Kristallnacht, lo que representó y lo que representa, que fue un acto de brutalidad estatal y social contra una minoría judía ya vulnerable en la Alemania nazi, que se convirtió en un preámbulo a atrocidades mayores al no recibir una condena y contención internacional contundente en su momento. En este sentido, hay aspectos fundamentales que los líderes israelíes podrían considerar para romper con la espiral de violencia y odio que caracteriza el conflicto con los palestinos. Porque los lideres israelíes, que no han de confundir con los judíos en general, son los que representan un estado poderoso y los palestinos, no confundir Hamas con el pueblo palestino, son ahora los que sufren la injusticia de un castigo indiscriminado. Kristallnacht mostró cómo la deshumanización de un grupo específico puede desembocar en una tragedia mayor. En el caso israelí-palestino, una postura fundamental sería que los líderes israelíes reconociesen plenamente los derechos humanos y la dignidad de los palestinos, tanto dentro de Israel como en Gaza y Cisjordania. Es vital que el liderazgo no caiga en discursos de odio ni en medidas colectivas que deshumanicen a los palestinos, ya que esto solo aumenta el resentimiento y el ciclo de venganza. No olvidemos nunca la Noche de los Cristales Rotos.
Tengo tres lugares fijos en los que parar durante mis paseos, dos de ellos son bibliotecas y el tercero es el anticuario, que desgraciadamente, va a cerrar en los próximos días. Echare mucho de menos este lugar tan familiar, sus pequeños letreros siempre escritos a mano, con una letra antigua que reconozco por parecerse mucho a mis ejercicios de caligrafía. Siempre me paro ante su pequeño escaparate, repleto de recuerdos y sorpresas. Si está abierto, que no es todos los días ni según el horario normal del comercio, paso a saludar. Ojeo las estanterías, primero vagamente, por encima, y, casi sin darme cuenta, me llama la atención alguno de los volúmenes que milagrosamente encuentran un sitio en las estanterías y lo extraigo con cuidado para hojearlo. Cada volumen que acaricio lleva la impronta de otras manos, de otras almas que, como yo, buscaron en ellos las huellas de quienes nos precedieron. Amarlos es mi destino y mi consuelo y el fuego que me impulsa a descubrir, a cuestionar y a entretejer mi propia historia con las historias de otros. No es raro que me quede un buen rato, en ocasiones subido a una renqueante escalerilla, absorto en la lectura. Salgo casi siempre con algún tesoro en la mochila, si llevo dinero, claro, porque aquí no se conoce otra forma de pagar que dinero contante y sonante. Llevo años tratando de hacer comprender a mi amigo librero lo cómodo que sería para sus clientes poder pagar con tarjeta, pero, nada, él no da su brazo a torcer.
En cuanto a las bibliotecas, son lugares completamente diferentes. La biblioteca de la universidad tiene todo y si no lo tiene se encarga. Allí voy a recoger algún libro o a consultar fondos históricos. También me paro a conversar con algún bibliotecario de los antiguos, que ya van quedando muy pocos. Es un edificio de aspecto majestuoso y con gran carácter, aunque no es tan antiguo como parece. Se construyó en 1907 en un estilo pastiche gótico, que parece emular los decorados de Harry Potter pero que los amantes de la arquitectura monumental, congregados en “La Asociación Rebelión de la Arquitectura» (Föreningen Arkitekturupproret), eligió como “la mejor obra arquitectónica de Suecia de todos los tiempos”, en 2017. Debo de confesar que, en las entrañas de este edificio, he pasado parte de los mejores años de mi vida. La biblioteca pública de la ciudad es un edificio moderno y lleno de luz. A la hora que vaya, encontraré siempre muchos jóvenes y mayores. Los jóvenes preparan trabajos y los mayores, como yo, disfrutan la lectura o buscan un lugar de encuentro, que mitigue su soledad. La soledad es más dulce en una biblioteca. Así luce a las siete y media de esta mañana del 8 de noviembre la biblioteca de la universidad de Lund.
Confieso sin rodeos que soy un explorador de mundos silenciosos, un viajero del tiempo que ha recorrido las épocas y los rincones más profundos de la humanidad, guiado por libros de páginas gastadas., amarillentas y ese inconfundible olor a humedad. Muchos de mis días han transcurrido entre las sombras y luces de innumerables bibliotecas, donde he hallado en las palabras escritas un refugio y un universo sin fin. Los libros son mis compañero,s eternos guardianes de secretos y relatos que nunca dejan de revelarse, siempre nuevos y siempre sabios.
Con el tiempo, he ido juntando libros, hasta convertir mi casa, ante el fastidio de mi compañera, en una biblioteca desordenada. Y es que mi amor por los libros es algo mucho más profundo que el simple gusto por leer; es una relación de lealtad y reverencia. Cada libro que poseo no es solo un objeto de papel y tinta, sino un amigo y un confidente, una puerta a un momento específico de mi vida y a mundos que me han marcado de muchas maneras. Son recuerdos de descubrimientos y emociones que he vivido en sus páginas. Son mis queridos amigos. Deshacerme de un libro sería como arrancarme una parte de mí mismo. No importa cuántos años hayan pasado desde que lo leí; cada uno guarda en sus páginas un fragmento de lo que fui y lo que soy. En ellos está la historia de mis propias vivencias entretejida con las historias del pasado, del arte, la filosofía y el pensamiento de los grandes escritores y pensadores. Mis libros son como un mapa de mi espíritu y una crónica de mi evolución, y por eso cada uno de ellos es irremplazable.
Algunos de esos libros no los he leído en decenios, pero, si acaso le dejo prestado uno a un amigo, al poco tiempo echo de menos justo ese libro, cuando voy a citar algo. Esto es rarísimo, pero es lo que suele pasar, por tanto, no soy partidario de dejar prestados mis libros, mejor compro uno y regalarlo, que prestar. Desgraciadamente, hace ya unos años, los libros no caben ya en mis estanterías y he tenido que ir dejándolos en mi casita de campo, lo que hace que yo vaya allí muy a menudo. No cabiendo ni allí, he empezado a llenar el desván y todos los espacios rellenables, y, al estar repletos, los voy almacenando en casa de parientes. Decidir qué libros se quedan en las estanterías y cuáles se guardan en el zaguán o en cajas es tan difícil porque cada libro tiene un valor especial. La estantería es un lugar de honor, donde los libros más significativos están al alcance de la mano, como una constelación de recuerdos y saberes a la vista. Elegir qué se queda y qué se guarda es una especie de acto simbólico: es definir qué conocimientos, ideas y emociones deseo tener más cerca, esos libros que tal vez sean los primeros en los que pienso cuando buscas inspiración o consuelo. A veces, es casi imposible decidir porque cada libro representa una experiencia o un periodo de tu vida, un descubrimiento o una emoción particular que permanece en sus páginas. Guardarlos en el zaguán o en cajas no es falta de amor por ellos, sino simplemente el reconocimiento de que, aunque el espacio es limitado, el vínculo permanece. Para quienes aman los libros, es una elección entre tesoros que, incluso cuando se alejan de la estantería, nunca se apartan del corazón.
Y es que, cada uno de mis libros ha sido testigo y compañero en momentos de mi vida, podría decir que han sido escalones que he ido subiendo, o bajando, a lo largo de mi existencia, desde el día que aprendí a leer y empecé a sentarme en una silla bajita, hecha a mi medida por un vecino mañoso, en un rincón de la cocina, al calor del fogón de carbón, en las tardes de invierno. Mi tía Mari me trajo una caja grande llena de libros, que habían pertenecido a mis primos, ya mocitos. Entre los que había cuentecitos de Calleja, Platero y Yo, Ivanhoe, los viajes de Gulliver, Robinson Crusoe y un montón de tebeos, de los que todavía conservo algunos. A los diez años había yo ya devorado cientos de libros, con el Principito, el Quijote, el lazarillo de Tormes y el Buscón incluidos. Todos leídos en la sillita y llegados a casa como regalo de mi tía o comprados por mi padre. Después, ya mayorcito, fui ahorrando para comprar mis propios libros. El primero que compré con mi dinero fue la Ciudad y los Perros, la primera novela de Vargas Llosa. Eso lo recuerdo muy bien, porque la leí en la cama, convaleciente de una pulmonía.
Hay libros muy especiales, como Los Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada, de Pablo Neruda. Este libro fue mi particular Ars Amandi en mi pubertad, en especial el poema V:
Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Y seguí comprando libros, de poesía al principio, más tarde prosa, luego de historia y de política, al tiempo que iba siendo consciente de la realidad en España. Leí a Paz, Hierro, Laforet, Vallejo, Medio, Gorostiza, Matute, Huidobro, Cortázar y todo lo que se ponía en mi camino, incluidos los sainetes de Arniches o novelas de Pedro Antonio de Alarcón. Pude leer a Marx, Sartre y hasta Mao (en portugués) y, al llegar a Suecia, encontré una gran cantidad de libros en español, que no circulaban en España y descubrí a García Lorca, por medio de una amiga americana. Aquí, en Suecia, se podía leer todo, sin filtro y yo compraba y compraba. Descubrí en Madrid la librería Pons y allí estuve comprando libros durante los 80. En Cataluña compré cantidad de libros en la librería de la Generalitat, por ejemplo, los 23 tomos de Paraules del president de la Generalitat, con todos los discursos de Jordi Pujol, y todo lo que pude encontrar, sobre política catalana. En la librería Castro de Barcelona encontré libros raros y perlas antiguas. Creo humildemente que tengo una biblioteca muy completa sobre el catalanismo desde Lo Catalanisme de Almirall hasta M´explico de Puigdemont. De mi suegro heredé una biblioteca muy completa con clásicos y mucha filosofía y, naturalmente, religión, ya que él era un destacado historiador de las religiones, cuyo Trisvabhāva: un estudio sobre el desarrollo de la teoría de las tres naturalezas en el Budismo Yogācāra fue en su día un trabajo pionero para el análisis del budismo. Después he seguido comprando libros y recibiendo libros de amigos, editoriales y universidades. En fin, que mi compañera dice que basta de libros, aunque ella aporta grandes cantidades de libros de ciencias sociales y pedagogía, que van desplazando a los míos de las estanterías. Es una lucha, metro por metro, donde mis libros tienen la de perder y van siendo desplazados a el exilio en cajas. En último momento, consigo a veces salvar alguno, argumentando que lo necesito o que lo estoy leyendo, y así salvarle del cartón. Siempre he intentado tener un cierto orden, por temas, por autores, por épocas, pero casi siempre, por una cosa o por otra, la colección se sume en un cierto caos, que solo yo conozco. Suelo encontrar siempre lo que busco (si no me lo han movido de sitio) casi automáticamente.
En mi labor docente, como profesor de historia, he utilizado siempre la literatura como herramienta complementaria, porque ofrece una visión íntima y profunda de los contextos sociales, culturales y emocionales que los hechos históricos, por sí solos, no siempre revelan. A través de personajes, tramas y ambientes, las obras literarias permiten experimentar de manera cercana las vivencias de personas reales o ficticias en diferentes épocas, brindando una perspectiva humana y compleja de los eventos históricos, que los libros de texto no consiguen comunicar. Siempre he tenido una buena relación con los profesores de lengua y con los bibliotecarios y juntos hemos podido organizar temas conjuntos, ambiciosos proyectos con el fin de promocionar la lectura en los estudiantes.
La literatura hace que los hechos históricos cobren vida al presentarlos desde la perspectiva de los personajes que los vivieron. Por ejemplo, novelas como Los Miserables de Victor Hugo transmiten el impacto de la pobreza y la injusticia social en la Francia del siglo XIX, permitiendo que el lector entienda esos tiempos desde una óptica emocional y humana, como para explicar las características sociales en el ámbito rural en España, durante la era napoleónica, puedo utilizar El Sombreo de Tres Picos, de Alarcón, por poner otro ejemplo, o mostrar la tragedia de la guerra con la ayuda de Sin Novedad en el Frente de Remarque. Las obras literarias reflejan los valores, las creencias y las preocupaciones de sus épocas. Libros como Orgullo y prejuicio de Jane Austen muestran la estructura social y las expectativas de la vida cotidiana en la Inglaterra de principios del siglo XIX, y ayuda a comprender cómo pensaban y vivían las personas comunes en ese momento. La literatura invita a los estudiantes a ponerse en el lugar de los personajes, a comprender sus luchas y decisiones en momentos de conflicto, como en la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Civil Española. Por tanto, se fomenta la empatía y el pensamiento crítico, y permite cuestionar y reflexionar sobre los motivos y las consecuencias de los hechos históricos desde una visión más cercana.
Naturalmente, las fuentes son esenciales en el estudio de la historia, pero, la literatura se convierte en un complemento perfecto para las esas fuentes históricas, y añaden color y textura a los hechos objetivos. Si bien la historia ofrece la cronología y el contexto de los acontecimientos, la literatura permite comprender el impacto subjetivo de esos eventos en los individuos y comunidades y ofrece una visión más completa de la historia, enriqueciendo el estudio académico con una dimensión más emocional y personal. Al leer literatura de distintas épocas, también se observa cómo evolucionan el lenguaje, las ideas y los temas de interés, lo cual ayuda a entender mejor los cambios históricos, culturales y filosóficos de una sociedad a lo largo del tiempo.
Leer proporciona también grandes beneficios a los estudiantes, porque requiere enfoque y atención sostenida, habilidades esenciales para el estudio. Cuando los estudiantes practican la lectura, aprenden a concentrarse en un solo contenido durante períodos prolongados, lo que fortalece la capacidad de estudiar de manera disciplinada y sin distracciones. Se discute si esa lectura debe ser en papel o en pantalla y yo opino que debe hacerse de las dos maneras. Toda lectura es buena, y las pantallas están aquí para quedarse. Opino personalmente que un libro es siempre preferible, pero utilizo medios digitales para introducir la lectura en pequeñas porciones. Si le interesa, el estudiante pasa al libro, casi sin darse cuenta. La lectura es el cimiento sobre el cual se desarrollan muchas habilidades necesarias para el estudio efectivo, desde la comprensión profunda hasta el pensamiento crítico y la autonomía. Leer de manera habitual facilita la adquisición de conocimientos, y también fomenta una actitud de aprendizaje constante. En el material didáctico que he creado para el aprendizaje de la historia en todos los niveles de la enseñanza media superior en Suecia, Digilär Historia 1ª, 1b, 2a y 2b, combino los temas históricos con una selección literaria. Por el momento, estoy ajustando el contenido a los nuevos cambios curriculares anunciados para el año que viene.
Soy partidario de escribir historia de manera que aporte valores literarios. En España y Suecia, la historiografía se centra en análisis teóricos y académicos, y menos en la narrativa atractiva. Aunque se valora el lenguaje literario, los estudios históricos suelen intentar parecer rigurosos y analíticos, priorizando la pretendida exactitud y el rigor sobre el estilo narrativo. En los países anglosajones, sin embargo, existe una tradición fuerte de narrar la historia de forma accesible y atractiva, dando un lugar destacado a la función literaria de la historia. Desde autores como Edward Gibbon con Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, se busca atraer al lector general, creando obras que no solo informen, sino que también cautiven. Este enfoque narrativo se ha trasladado a los historiadores modernos anglosajones, quienes muchas veces buscan narrar la historia con una prosa cuidada, permitiendo que el lector «experimente» el pasado como si estuviera presente. Fuera de la esfera anglosajona, la escritura histórica de Emmanuel Le Roy Ladurie, combina rigor académico con un estilo narrativo atractivo, que lleva al lector a sumergirse en el pasado a través de detalles cotidianos y una estructura casi novelística. Como uno de los representantes más destacados de la microhistoria y la escuela de los Annales en Francia, estudia la vida de comunidades pequeñas o casos específicos, utilizando estos microcosmos para arrojar luz sobre grandes cuestiones históricas. Su obra más conocida, Montaillou, aldea occitana, explora la vida cotidiana de un pueblo medieval en el sur de Francia y utiliza los registros de la Inquisición para construir una imagen detallada de las relaciones, pensamientos y cultura de los habitantes. Le Roy Ladurie centra su estudio no solo en los hechos sino también en la mentalidad, las creencias y las emociones de las personas en el pasado. Este enfoque en la “historia de las mentalidades” permite comprender cómo las personas veían su propio mundo, sus miedos, sus esperanzas y sus formas de entender la vida, brindando una comprensión más rica y humana del pasado. Él es sin duda uno de mis grandes inspiradores.
En Suecia tenemos a Dick Harrison, un destacado historiador contemporáneo, que fue doctorando conmigo en los años 80, especializado en historia medieval y en la historia de Escandinavia. Harrison es notable por su enfoque accesible, detallado y abarcador, que se orienta tanto a una audiencia académica como al público en general, conocido por su habilidad para combinar rigor histórico con un estilo narrativo atractivo, lo cual lo convierte en uno de los divulgadores históricos más respetados en Suecia. Todavía recuerdo su presentación de la tesina de grado sobre los longobardos, es una historia por si sola. Su obra se centra ampliamente en la historia medieval, con especial atención a la historia de Escandinavia, Europa Occidental y las Cruzadas. A través de sus investigaciones, aporta una visión detallada y profunda sobre los sistemas políticos, sociales y culturales de la Edad Media. Por ejemplo, en su serie Slaveri (Esclavitud), explora el papel de la esclavitud desde la Antigüedad hasta el Renacimiento, abarcando temas que tradicionalmente no han recibido tanta atención en la historiografía escandinava. Harrison también aborda temas históricos desde una perspectiva que incorpora aspectos sociológicos, culturales y económicos, mostrando cómo estos elementos han influido en el desarrollo de la sociedad.
Yo se que el gran inspirador de Harrison fue el historiador sueco Carl Grimberg, catedrático de instituto (como yo) y autor de la obra Svenska folkets underbara öden (Los maravillosos destinos del pueblo sueco), publicada entre 1913 y 1924 en nueve volúmenes, con dos volúmenes suplementarios entre 1932 y 1939 y una edición revisada de 1959 a 1963, que es la que Harrison leyó como niño y que yo compré en los 70 en un anticuario y utilicé como fuente de conocimiento sobre la historia sueca, de gran ayuda para mí en mis futuros estudios. Además, este Grimberg era como yo un asiduo navegante, dicho sea de paso. Grimberg usaba un estilo narrativo vivo, casi novelístico, que hacía la historia atractiva para el lector común, a diferencia de muchos historiadores de su época, que empleaban un lenguaje más académico. Grimberg optó siempre por una prosa fácil de entender y de tono conversacional, lo que permitió que muchas personas sin formación académica en historia, niños y jóvenes, accedieran al conocimiento histórico de manera entretenida y cautivadora. Harrison se ha convertido sin duda en el nuevo Grimberg. En 2013, en un acto en que se me concedió un premio a mi trayectoria docente, presentó su gran obra Sveriges historia (La historia de Suecia) de la que él era redactor y autor de dos de los ocho tomos. Para mí, fue el momento en que confirmó ser el nuevo Grimberg.
Los once volúmenes de Grimberg y los ocho de Harrison et al los tengo en cajas, junto con la gran enciclopedia sueca Nationalencyklopedin en 20 tomos. Los recursos digitales han trasladado a esas obras de consulta a los cuartos trasteros, desgraciadamente o afortunadamente, según se vea. Pero no concibo mis reservas literarias como cementerios de la literatura sino como criogenia. Estos libros desplazados de las estanterías, están esperando a que un corte de luz les devuelva a su sitio. Esto de el futuro digital es demasiado sensible a cuestiones fuera de nuestro alcance. ¿Quién sabe cuanto tiempo podremos seguir disfrutando de los medios digitales? Catástrofes, guerras y muchas más cosas pueden hacer que nuestras pantallas queden mudas y ciegas y, entonces, agradeceremos tener esos tomos olvidados en el desván. Mi máxima es: ¡nunca tires un libro! Por el valor y el respeto, por el conocimiento y la historia que contienen los libros, hay que preservarlos, porque cada volumen, incluso el más desgastado, guarda una chispa de sabiduría, un destello de momentos vividos. Mantener los libros cerca es para mí mantener vivo su legado, un recordatorio de que siempre pueden volver a hablar y aportar algo nuevo en otro momento de mi vida. Gracias a los recursos digitales, estoy viendo hoy a Beatriz Mariño entrevistar a Rosa Lencero la primera y única directora que ha tenido la Editora Regional de Extremadura en su 40 aniversario, desde Santa Marta de los Barros. Un lujo que me permite internet.
Paseando por las calles a solo un día después de la victoria electoral de Trump en las elecciones presidenciales del país más poderoso del mundo, escucho por la radio las explicaciones, que informadores y políticos tratan de ofrecer. Casi todos se lamentan de las llamadas “fake news” y echan la culpa de la derrota de Harris al efecto que, la divulgación de bulos a través de los nuevos medios de comunicación de masas, ha venido a representar. La mentira, claman, se ha apoderado de la escena política. Oyendo este rasgarse las vestiduras de algunos, me pregunto, si no debían de repasar un poco la historia, no solo la reciente o contemporánea, sino la historia en todo su profundo pasado.
«Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira»/ Ramón de Campoamor
En realidad, desde el mismo momento en que se inventó la escritura, este invento fue usado para difundir mentiras. No solo mentiras, claro está, pero en gran medida. Así que, cuando usamos las fuentes tradicionales de la historia, los escritos originales, las inscripciones etc. debemos siempre dudar, no de la autenticidad de las fuentes, sino de lo que están nos cuentan sobre los hechos que explican. Ya en tiempos tan remotos como en el año 1274 antes de nuestra era, el faraón Ramsés II, mintió como un bellaco sobre los resultados de la Batalla de Kadesh contra los hititas. Aunque el resultado fue más un empate que una victoria, Ramsés difundió la idea de una gran victoria para fortalecer su autoridad y reputación. Ordenó que esta «victoria» se grabara en templos y monumentos, lo que creó una narrativa oficial en Egipto que favorecía su liderazgo. Un bulo grabado en piedra. Al faraón no le votaba el pueblo, pero era importante para él dar a entender que era un dirigente poderoso y eficaz.
Permítaseme dar un salto considerable, para no cansar, y plantarme en la antigua Roma, donde el emperador Augusto escribió o mandó escribir las Res Gestae Divi Augusti (las gestas del divino Augusto), un documento que detallaba sus «logros», presentándose como un salvador de Roma, y omitiendo detalles importantes, como los métodos brutales para consolidar su poder. También minimizó la violencia de las guerras civiles que lo llevaron al poder, Esta narrativa sirvió para legitimar su régimen y afianzar la imagen de «pax romana», que él deseaba infundir.
En la Edad Media, la donación de Constantino, documento falsificado, creado en el siglo VIII, afirmaba que el emperador romano Constantino el Grande había transferido el control de gran parte del Imperio Romano de Occidente al Papa Silvestre I y sus sucesores. La Iglesia utilizó este documento para justificar su autoridad sobre los territorios de Europa Occidental y para reclamar privilegios políticos y territoriales. Aunque fue expuesto como falso en el Renacimiento por el erudito Lorenzo Valla[1], la Donación de Constantino fue una mentira poderosa durante siglos.
En el siglo XIV, durante la pandemia de la peste negra, surgió el mito de que los judíos estaban envenenando los pozos para propagar la enfermedad. Esta mentira, que no tenía ninguna base, provocó la persecución y asesinato de miles de judíos en diferentes regiones de Europa. El mito se difundió rápidamente debido al miedo, la ignorancia y el antisemitismo generalizado, y fue utilizado como pretexto para masacrar y expulsar comunidades judías. Este bulo se repitió a lo largo de la historia y ha sido empleado, junto a bulos parecidos, hasta nuestros días para demonizar a los judíos, en algunos países del Medio Oriente. Grupos extremistas han utilizado esta narrativa en propaganda antisemita. Por ejemplo, han circulado rumores y acusaciones sin fundamento que afirman que los judíos envenenan alimentos o el agua de poblaciones palestinas. En 1983, el ministro de Defensa sirio, Mustafa Tlass, publicó un libro titulado El Matzoh de Sión, que difundía la mentira medieval del libelo de sangre, acusando a los judíos de matar niños cristianos y musulmanes para rituales religiosos. Esta obra, que carece de base histórica, fue promovida en la región y contribuyó a la hostilidad y es usada todavía hoy en medios islamistas. Durante la pandemia de COVID-19, algunas teorías conspirativas antisemitas sugirieron que los judíos estaban detrás de la propagación del virus o que lo habían creado para beneficiarse económicamente de la crisis. Aunque no se trataba del «envenenamiento de pozos» en sentido literal, la narrativa era similar.
Un auténtico virtuoso en el arte de manejar los medios de información de los que disponía era el rey sueco Gustavo Adolfo (Gustav II Adolf), el rey que se convirtió en pastel tras morir en la batalla de Lützen el 6 de noviembre de 1632. Este rey, llevó a Suecia a la guerra en Alemania, apoyado por subvenciones francesas, para, en interés francés, debilitar el poder de los Austrias y apoyar a los protestantes. Aprendió a utilizar la imprenta, que era el medio que tenía a mano, para distribuir relatos que desprestigiasen a los católicos y realzaran su persona, como el salvador. Cientos de miles de octavillas con grabados de famosos artistas fueron distribuidas por toda Alemania. En su propaganda, Gustavo Adolfo acusó a los ejércitos católicos de ser brutalmente opresores y de llevar a cabo masacres en ciudades protestantes. La propaganda sueca representaba a los católicos como crueles y bárbaros, justificando así la intervención sueca. Este enfoque ayudó a radicalizar a la población protestante, que veía la intervención sueca como una lucha por la supervivencia frente a la supuesta brutalidad católica. Este tipo de propaganda es reconocible en los relatos de la actual guerra de Ucrania, en la que ambos lados se acusan de atrocidades.
La propaganda sueca promovía además la idea de que el ejército de Gustavo Adolfo era disciplinado, piadoso y moralmente superior a los ejércitos católicos. Sin embargo, al igual que otros ejércitos de la época, sus tropas cometían saqueos y actos de violencia. Este contraste entre la imagen idealizada y la realidad ayudaba a mantener una narrativa positiva en los territorios protestantes, pero la realidad en las zonas de ocupación sueca era mucho menos noble. Gustavo Adolfo prometía por ejemplo libertad religiosa a las poblaciones protestantes de los territorios que entraban bajo su control, presentándose como un protector de sus derechos religiosos. Sin embargo, en la práctica, sus políticas se adaptaban a sus necesidades estratégicas. En muchos casos, su ejército tomó el control de ciudades protestantes y obligó a los habitantes a contribuir con recursos y a obedecer el dominio sueco, en claro contraste con la imagen que su propaganda proyectaba de él como un «libertador».
los líderes de la revolución francesa, como Robespierre, Marat y Danton, utilizaron la propaganda para consolidar sus posiciones y presentarse como defensores del pueblo. Los medios revolucionarios los retrataban como “héroes de la libertad” mientras que, a sus opositores, tanto monárquicos como otros revolucionarios moderados, se los presentaba como “enemigos del pueblo”. Estas tácticas ayudaron a justificar la violencia y la represión contra quienes eran considerados “traidores” a la revolución. Antes y durante la revolución, María Antonieta fue el blanco de una intensa campaña de desprestigio. Fue representada en panfletos y caricaturas como derrochadora, insensible e inmoral, con acusaciones falsas, como la famosa frase “¡Que coman pasteles!” (que nunca pronunció) o su supuesta vida licenciosa en el Petit Trianon. Historias que contribuyeron a crear una imagen de la monarquía como corrupta y desconectada de las penurias del pueblo, justificando así el movimiento revolucionario. La propaganda revolucionaria también sostenía que los monarcas europeos estaban conspirando para invadir Francia y restaurar a Luis XVI al trono con plenos poderes. la propaganda exageraba la amenaza de invasión para justificar la ejecución de Luis XVI como una medida de “seguridad nacional”. Las acusaciones de que el rey estaba conspirando activamente con los enemigos extranjeros aumentaron la paranoia y contribuyeron a la caída de la monarquía.
Napoleón usó la propaganda para construir una imagen de sí mismo como un líder cercano al pueblo, interesado en mejorar la vida de los ciudadanos. A través de los llamados “Boletines de la Gran Armada,” Napoleón describía sus campañas y hazañas heroicas en un lenguaje dramático, presentándose como un protector del pueblo francés. En realidad, muchas de sus guerras y políticas causaron sufrimiento y pobreza, pero la propaganda se encargaba de difundir una imagen de sacrificio en nombre de la gloria de Francia. Napoleón utilizaba referendos o plebiscitos para legitimar su poder, pero manipulaba los resultados para dar una apariencia de apoyo popular. Por ejemplo, en el plebiscito de 1804, el que lo nombró emperador, los resultados mostraban una abrumadora mayoría a su favor. En realidad, los resultados fueron manipulados, y la votación no era libre ni democrática. Sin embargo, al presentar su ascenso al trono como el deseo del pueblo francés, Napoleón pudo mantener la imagen de un líder que respetaba la voluntad popular.
En España tenemos también un gran manipulador, más o menos coetáneo con Napoleón, y llamado por algunos “El deseado”. Fernando VII empleó la mentira como una herramienta para mantener su poder y manipular la opinión pública. Las promesas incumplidas, las tergiversaciones de los hechos y las mentiras propagadas a través de la prensa y otros medios de comunicación le permitieron consolidar su imagen como defensor de la monarquía y de la “unidad” de España, a pesar de que su gobierno estuvo marcado por la represión, la inestabilidad y la pérdida de las colonias americanas. A lo largo de todo su reinado, Fernando VII utilizó el concepto de “traición” para justificar las purgas políticas, las represión y las políticas autoritarias. Consideraba traidores a aquellos que se oponían a su régimen y usó la mentira para crear una narrativa en la que los liberales, los republicanos y los defensores de la Constitución eran los enemigos de España y del “orden natural”. Este enfoque de «usarlos como chivos expiatorios» permitió que el rey mantuviera un control autoritario sobre el país, a pesar de las presiones internas y externas para que implantara reformas políticas.
Ya en el siglo XX es difícil saltarse el ejemplo de Goebbels, que fue uno de los principales promotores de la idea de que los judíos representaban una amenaza para Alemania y el mundo, utilizando teorías de conspiración que afirmaban falsamente que los judíos controlaban la economía mundial, los bancos y los medios de comunicación. A su disposición tenía Goebbels un aparato de propaganda que ya había trascendido los límites de la palabra escrita. En la radio, los periódicos, en discursos y en películas como El judío eterno, Goebbels retrataba a los judíos como traidores, corruptores y enemigos internos que debilitaban a Alemania. Estas mentiras sentaron las bases para la persecución y, finalmente, el Holocausto, deshumanizando a la comunidad judía y justificando la violencia en su contra.
Goebbels controlaba absolutamente todos los medios de comunicación en Alemania. Los periódicos, la radio y las películas estaban bajo una estricta supervisión, y cualquier opinión contraria al régimen era suprimida. La verdad era distorsionada y toda la información provenía de fuentes controladas por el Estado, lo que dificultaba enormemente que la población pudiera acceder a la realidad de lo que ocurría en el frente de batalla o en los campos de concentración. A través de este monopolio de la información, Goebbels creó una “realidad paralela” en la que el régimen nazi siempre tenía la razón y todos los actos estaban justificados. Este genio maléfico de la propaganda no solo utilizó los medios oficiales para difundir mentiras, sino también rumores cuidadosamente diseñados para generar miedo y odio. A través de rumores, se insinuaba que los aliados, en caso de ganar la guerra, llevarían a cabo represalias violentas contra el pueblo alemán, o que cometerían atrocidades contra mujeres y niños. ¿Verdad que se parece mucho a los bulos que se pueden encontrar hoy en las redes?
Es tan importante conocer los métodos de trabajo de este brujo de la mentira premeditada, que vale la pena citarle, en la exposición de sus 11 “principios” de la propaganda nazi creados por Goebbels:
Principio de simplificación y del único enemigo. Adoptar una sola idea, un solo símbolo; individualizar al adversario en un único enemigo.
Principio del método de contagio. Agrupar a diversos adversarios en una sola categoría o individuo; los adversarios deben ser presentados como una suma individual.
Principio de la transposición. Cargar al oponente con sus propios errores o defectos, respondiendo al ataque con otro ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.”
Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave.
Principio de popularización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a quienes va dirigida. Cuanto mayor sea la masa a convencer, menor debe ser el esfuerzo mental que se debe hacer. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión pobre; además, tienen gran facilidad para olvidar.”
Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un pequeño número de ideas y repetirse sin cesar, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo en el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas.” De aquí proviene también la famosa frase: “Si una mentira se repite lo suficiente, finalmente se convierte en verdad.”
Principio de renovación. La nueva información y los argumentos deben ser difundidos constantemente a tal velocidad que cuando el oponente responda, el público ya estará interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca deben poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Principio de plausibilidad. Construir los argumentos desde diversas fuentes, mediante lo que se llaman sondeos de globo o información fragmentada.
Principio de silenciamiento. Silenciar los temas sobre los cuales no se tienen argumentos y disfrazar las noticias que favorecen al adversario, contraprogramando también con la ayuda de medios relacionados.
Principio de transfusión. Como regla general, la propaganda siempre opera desde un sustrato preexistente, sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan echar raíces en actitudes primitivas.
Principio de unanimidad. Convencer a muchas personas de que piensan “como todo el mundo”, creando la impresión de unanimidad.
Este cóctel de mentiras es perfectamente reconocible en muchos políticos, como Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, Castro, Mao. Trump es solo uno más en la lista, pero lo importante es saber ¿por qué triunfa la mentira? ¿Qué es lo que nos lleva a seguir a líderes que nos mienten? ¿Por qué dejamos que nos engañen? Yo creo que es un defecto humano, con el que estamos condenados a vivir. Los seres humanos tenemos una capacidad limitada para procesar información y, a menudo recurrimos a atajos mentales, las llamadas heurísticas, para tomar decisiones, como el sesgo de confirmación. Este sesgo nos lleva a buscar, interpretar y recordar información de una manera que confirma nuestras creencias preexistentes. Las posibles evidencias que las contradicen, las ignoramos. Si un político utiliza bulos que se alinean con las creencias o miedos de nuestro grupo, los votantes somos más propensos a creérnoslos sin cuestionarlos. Además, como lo explicó Goebbels, «si una mentira se repite lo suficiente, finalmente se convierte en verdad». La repetición constante de un mensaje erróneo y engañoso puede hacer que lo aceptemos como cierto, incluso si carece de evidencia. Los políticos que utilizan bulos y desinformación recurren a la repetición en sus discursos, anuncios y redes sociales.
Más reciente es la gran mentira difundida por el gobierno de Estados Unidos afirmando que Irak poseía armas de destrucción masiva, lo que sirvió como pretexto para invadir el país. Recuerdo el representante francés en el Consejo de Seguridad tratando de desmentir el bulo, sin éxito. Después de la invasión, no se encontraron tales armas, lo cual generó una gran controversia y desconfianza internacional. Esta mentira tuvo consecuencias geopolíticas de gran alcance y afectó la estabilidad de la región durante años, y aún sigue haciéndolo, y costó la vida de miles de personas. Hoy he sabido el resultado de un seguimiento exhaustivo realizado por The Washington Post, que lleva un registro detallado de las declaraciones falsas o engañosas hechas por Donald Trump. Según su análisis, Trump emitió alrededor de 30,000 afirmaciones falsas a lo largo de su mandato y parece que esto no le quitó votos en 2020. No conozco la cantidad de mentiras que habrá proferido en esta campaña, pero me resisto a creer que serán muchas menos.
Que nadie se llame a engaño. Nos creemos lo que nos queremos creer. Ninguna época ha sido mejor, en relación a la verdad o la mentira. En todos los tiempos, los lideres han usado la mentira para dominar a los pueblos, al menos eso es lo que nos muestra la historia y creo que, si nos pudiésemos remontar a la edad de piedra, también encontraríamos lideres mentirosos. Me como otro pastel de Gustavo Adolfo. Están riquísimos.
Día brumoso y gris, este 6 de noviembre de 2024. Este es un día en el que, en Suecia, comemos un pastel muy rico, de crema y nata, con una especie de camafeo de chocolate, representando el aquí fácilmente reconocible perfil del rey Gustavo Adolfo. Este pastel, lo comemos hoy, en conmemoración al aniversario de su muerte en batalla en la niebla de Lützen, Alemania, un día como hoy, de 1632. Había este buen rey decidido participar ayudando al bando protestante contra el emperador, subvencionado por Francia y, a pesar de su temprana muerte, puso a Suecia en medio de la escena política y al ayudó a alcanzar el rango de potencia de segundo orden. A rey muerto, rey puesto, en este caso reina, porque le sucedió su hija Cristina, pero eso ya es otra historia. Quedémonos con que hoy se conmemora la muerte de un rey que decidió meterse en los asuntos de otros países y pereció en el intento. Pero es que hoy, también es un día especial por razones que todos conocemos.
Despertamos en Europa este 6 de noviembre de 2024, un tanto atónitos por lo que parece ser una arrolladora victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Muchos analistas prevén que Los Estados Unidos inicien, con la nueva administración, un camino abiertamente aislacionista. Estos temores, perfectamente formados siguiendo los discursos del aún candidato Trump, son especialmente tangibles en el este de Europa, países bálticos y estados que, como Suecia, han decidido entrar en la OTAN a partir de la invasión rusa de Ucrania. En realidad, la historia de los Estados Unidos nos enseña que, el aislacionismo, lejos de ser una excepción, ha sido la regla vigente de su política exterior.
La memoria es corta, aunque todos recordamos la decisiva intervención de Los Estados Unidos en la segunda guerra mundial, sin la cual, es posible que el Tercer Reich se hubiera hecho realidad, aunque muchos historiadores, entre otros Richard Overy[1] y David Glantz[2] opinan que Alemania estaba en ya en retirada, y sugieren que la Unión Soviética podría haber forzado la capitulación alemana, aunque de forma más lenta y con un número mucho mayor de bajas.
Desde su declaración de independencia en 1776, los líderes estadounidenses, especialmente George Washington y Thomas Jefferson, promovieron la neutralidad y el aislacionismo. En su Discurso de Despedida de 1796, Washington advirtió contra las «alianzas permanentes» con otras naciones, especialmente con Europa, argumentando que Estados Unidos debía evitar enredos en conflictos externos.[3]
El presidente James Monroe proclamó la doctrina que lleva su nombre [4], en la que se oponía a la intervención europea en el hemisferio occidental y, a su vez, sostenía que Estados Unidos no interferiría en los asuntos europeos. Esta doctrina, abiertamente defensiva, buscaba defender a Estados Unidos de Europa, principalmente de Gran Bretaña, pero también establecía una forma de aislacionismo defensivo que buscaba mantener la influencia europea, inglesa, española y francesa, fuera de América Latina. En lugar de mirar hacia Europa, Estados Unidos se enfocó, a partir de Monroe, en expandirse hacia el oeste Manifest Destiny (destino manifiesto)[5], anexando territorios como Texas, California y Alaska.[6] Este período de expansión territorial mantuvo el enfoque en asuntos internos y en el crecimiento hacia el oeste.
Durante el siglo XIX, Estados Unidos evitó involucrarse en los conflictos y revoluciones europeas, incluso cuando muchos países europeos atravesaban procesos de unificación y conflicto, como las guerras napoleónicas o la unificación de Alemania e Italia. A diferencia de muchos países europeos, donde el socialismo y las ideas de lucha de clases se afianzaron a lo largo del siglo XIX y principios del XX, en Estados Unidos no ha habido un partido socialista fuerte o una clase obrera organizada con una ideología marxista dominante. Si bien hubo movimientos sociales y sindicales en el pasado, como en la Gran Depresión y durante la era de la industrialización, estos movimientos no se consolidaron en una fuerza política que pudiera desafiar el sistema capitalista de manera estructural, debido quizás a la diversidad cultural y étnica que ha fragmentado los esfuerzos sindicales, creando barreras lingüísticas y culturales que dificultan la solidaridad entre los trabajadores.
Aunque Estados Unidos trató de mantenerse fuera de la Primera Guerra Mundial, finalmente se unió al conflicto en 1917, en parte debido a ataques a barcos estadounidenses y, según se dijo entonces, a la promesa de hacer del mundo un lugar seguro para la democracia. Esa era sin duda la explicación oficial, pero detrás se ocultaban también motivos económicos, ya que Los Estados Unidos habían estado suministrando alimentos, armas y préstamos a los Aliados. La victoria de Alemania hubiera puesto en riesgo la capacidad de estos países de pagar sus deudas con Estados Unidos y podría haber tenido un impacto económico negativo en el país. Por lo tanto, una victoria aliada se percibía como favorable para proteger sus inversiones y el comercio exterior. Justo antes de la entrada de Estados Unidos en la guerra, en 1917, las cosas pintaban muy mal para los aliados, con Rusia fuera de combate por la revolución y un claro riesgo de que los alemanes salieran victoriosos.
Tras la paz, Estados Unidos decidió no unirse a la Liga de las Naciones a pesar de que el presidente Woodrow Wilson fue uno de los principales impulsores de su creación. Aunque Wilson defendía la Liga como un medio para garantizar la paz mundial después de la Primera Guerra Mundial, el Senado estadounidense se opuso a la ratificación de la Carta de la Liga de las Naciones. Muchos senadores, especialmente los republicanos liderados por Henry Cabot Lodge, temían que unirse a la Liga comprometiera la soberanía de Estados Unidos. La Liga incluía disposiciones para la resolución colectiva de conflictos y, en ciertos casos, la intervención militar, lo que implicaba que Estados Unidos podría verse obligado en el futuro a involucrarse en conflictos internacionales sin el consentimiento directo del Congreso.
Durante los años de entreguerras, Estados Unidos fue a pesar de su negativa a participar en la Liga de las Naciones, uno de los firmantes del Pacto Kellogg-Briand, en 1928, que, en principio fue pensado como un documento bilateral de no agresión entre Francia y Estados Unidos, pero que al fin fue firmado por la mayoría de los países existentes en aquel momento, con la adhesión de Suecia y España, que pretendía prohibir la guerra como método de resolución de conflictos. Este sueño duró exactamente tres años y, en contra de las frases altisonantes y comprometidas, quedó en papel mojado, en el momento en que los japoneses decidieron invadir Manchuría en 1931.
Durante los años 30, en respuesta a la Gran Depresión y a las tensiones en Europa y Asia, el Congreso estadounidense aprobó una serie de leyes de neutralidad que buscaban evitar que Estados Unidos se involucrara en conflictos externos. Estas leyes restringieron el comercio y la venta de armas a naciones en guerra y establecieron una política de no intervención. La opinión pública en Estados Unidos era mayormente aislacionista durante este período, con una gran desconfianza hacia las alianzas y los compromisos militares. Muchos ciudadanos y legisladores creían que la participación en la Primera Guerra Mundial había sido un error y que el país debería evitar otro conflicto similar.
El aislacionismo se mostró también en leyes antiinmigración. La primera databa de 1882, La Ley de Exclusión China (Chinese Exclusion Act) que fue la primera ley importante en la historia de Los Estados Unidos que restringía la inmigración por razones raciales. La siguió en 1924 a Ley de Inmigración (Ley Johnson-Reed) que establecía un sistema de cuotas basado en el origen nacional, limitando la inmigración a personas de etnias no deseadas. La ley favorecía a los inmigrantes de Europa del Norte y Occidental, especialmente de países como el Reino Unido, Alemania y Escandinavia, mientras que limitaba severamente a aquellos de Europa del Sur, Asia, y África.[7] Esta legislación estuvo basada en teorías racistas que consideraban ciertas razas y etnias superiores a otras. Esta legislación fue reformada en parte por la Ley McCarran-Walter del 1952, que, aunque suavizó lo referente a las cuotas, introdujo medidas de seguridad más estrictas, estableciendo procesos de investigación para los inmigrantes, y otorgó al gobierno la autoridad para deportar a individuos considerados «subversivos» o comunistas. A partir de ahí, durante las siguientes décadas se fueron reformando las leyes, tratando de permitir la entrada de mano de obra, restringiendo la libre inmigración. Se puede decir que la inmigración es siempre una cuestión que puede agitar el electorado, cosa que Trump ha aprovechado, lógicamente.
Aunque el presidente Franklin D. Roosevelt comenzó a ayudar a los Aliados a través de la Ley de Préstamo y Arriendo (Lend-Lease Act), Estados Unidos oficialmente mantuvo una postura neutral hasta el ataque a Pearl Harbor por parte de Japón en 1941. Este ataque llevó a Estados Unidos a entrar en la Segunda Guerra Mundial y marcó el fin del aislacionismo como política dominante. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos comenzó a tomar un rol de liderazgo en los asuntos globales, ayudando a establecer la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros organismos internacionales al finalizar la guerra.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos adoptó una política exterior globalista, involucrándose activamente en alianzas internacionales y asumiendo un papel central en la Guerra Fría contra la Unión Soviética. El aislacionismo fue reemplazado por una postura intervencionista y de liderazgo en la creación de alianzas, como la OTAN y otros tratados de defensa. Esta política, que buscaba frenar la expansión del comunismo, llevó a Estados Unidos a intervenir en conflictos en Asia, América Latina, y Medio Oriente, alejándose completamente del aislacionismo de las décadas anteriores. Y las experiencias de todas estas acciones militares son realmente desastrosas. En realidad, desde 1945, Los Estados Unidos han ganado solo una guerra, bueno, quizás dos, a saber: Granada en 1982 y Panamá en 1989. En todos los demás conflictos en los que se ha involucrado, ha tenido que retirarse dejando tras de sí caos y desolación, a pesar de tener un poder militar extraordinario y apabullante. A pesar de sus victorias iniciales, los conflictos en Vietnam, Iraq, Somalia o Afganistán, por nombrar los más conocidos, no terminaron con una resolución favorable o estable para los intereses estadounidenses a largo plazo
La tendencia de «America First» promovida por Trump, que aboga por una menor intervención militar y la reducción de compromisos internacionales, no es de ninguna manera, algo nuevo en los Estados Unidos, aunque el aislacionismo moderno difiere de sus raíces originales, ya que Estados Unidos sigue involucrada al menos por el momento, en organizaciones y tratados internacionales. Ahora queda por ver si la política de Trump, tan acorde con la de Washington y Jefferson, repercute en la guerra de ocupación rusa en Ucrania y si Los Estados Unidos retiran su mano protectora de la OTAN. Para volver a Suecia, Tras la muerte de Gustavo Adolfo siguieron años de continuas guerras, “honores” de Gran Potencia a un coste altísimo en medios y vidas y, finalmente, al fin de la era en 1718 y la perdida de Finlandia en 1809 y, finalmente en 1834, Suecia se declaró formalmente neutral y lo mantuvo hasta el 7 de marzo de este mismo año, al ingresar como miembro activo de la OTAN. Ahora habrá alguno que esté pensando si esta decisión fue acertada. El futuro nos lo dirá.
[1] Russia’s War: A History of the Soviet Effort: 1941-1945, 1998
[2] Glantz, David M., «The Soviet-German War 1941-1945: Myths and realities: A survey essay, 2001 October 11» (2001). Publications. 217.
[5] Término acuñado en 1845 por el periodista John L. O’Sullivan, quien argumentaba que era la misión y el derecho divino de Estados Unidos expandir su territorio para llevar sus ideales de libertad y democracia a nuevas tierras.
[6] Un cuadro de John Gast, American Progress (1872) representa alegóricamente la doctrina Monroe en la práctica y la modernización del nuevo oeste. Columbia, esplendida mujer que representa los Estados Unidos, aparece guiando la civilización hacia el oeste junto con los colonos estadounidenses. Se la muestra llevando luz de este a oeste, tendiendo cables de telégrafo, sosteniendo un libro de escuela y destacando diferentes etapas de actividad económica y formas de transporte en evolución. Colombia da la espalda a Europa y se centra en su progreso.
[7] Suecia tenía una cuota de 5,000 inmigrantes al año, mientras que a España se le concedieron 1,000.
En mi paseo hoy, voy escuchando las noticias que llegan desde España. Llevo unos días entre perplejo y anonadado por lo que veo, escucho y me cuentan los amigos, que están allí. Lejos de remitir, parece que las riadas continúan, al menos la lluvia sigue azotando el litoral este de la península. No es la primera vez ni tampoco será la última, me temo, pero, cada vez que ocurre, es una gran tragedia para muchas personas. Es también una ocasión para ver la capacidad de cohesión de los pueblos. Veo que viene gente de regiones próximas a Valencia, pero también de Madrid y de Extremadura. No he oído nada sobre Cataluña y me extraña que no hayan enviado ayuda desde allí, pensando entre otras cosas en la idea de Los Països Catalans. Le pediré a Xavièr que me lo aclaré. Él, seguramente, sabrá lo que sucede. Ver abajo, al final del texto.
Catástrofes como la de Valencia, destrozan en unos minutos el trabajo realizado por miles de personas en muchos años. El paso devastador del agua y el lodo lo arrasa todo a su paso. Es natural pensar que nada positivo puede devenir de semejante tragedia, pero, en realidad, las primeras culturas se formaron de esa manera. Los ríos Éufrates y Tigris, que regaban zonas desérticas de lo que ahora denominamos Mesopotamia, la Tierra entre dos Ríos, era un vergel, comparada con los desiertos y tierra baldías que la rodeaban. Las fértiles tierras de la ribera atraían grandes cantidades de campesinos que aprovechaban la riqueza de las tierras junto a las vías fluviales. Pero, estos ríos sobrepasaban sus cuces con cierta periodicidad, arrasando en su camino todo lo que se le ponía delante, dejando el agua al retirarse, ricos sedimentos con propiedades altamente aprovechables para la labranza. Con el tiempo, se fue desarrollando la ciencia de prevenir las rápidas subidas de los cauces y evitar las consecuencias nefastas de estas, aprovechando el agua y el lodo, para ir extendiendo los cultivos a lo ancho de los cauces, hasta formar una región tan fértil que pudo ser la cuna de muchas culturas. De las necesidades en la previsión y ordenación del territorio tras las riadas surgieron conocimientos en varias áreas científicas, como la construcción de canales, diques, embalses y sistemas de riego, una tarea compleja que requería una comprensión básica de la hidráulica y la ingeniería. Los mesopotámicos construyeron canales para dirigir el agua a sus campos y almacenaron agua en estanques, lo cual les permitió regular el flujo del agua y proteger las cosechas. Este fue el inicio de la ingeniería hidráulica, vital para las sociedades agrícolas.
Para planificar y construir estos sistemas de riego, los mesopotámicos necesitaban medir el terreno y calcular áreas. La agrimensura y la geometría surgieron para trazar y organizar las tierras de cultivo, planificar los canales y dividir los terrenos irrigados. De hecho, la necesidad de medir con precisión los campos y de distribuir el agua de manera equitativa impulsó el desarrollo de técnicas matemáticas básicas, con un sistema de numeración y cálculo. Para la administración de las tierras y la distribución del agua, los mesopotámicos desarrollaron un sistema numérico sexagesimal, que fue empleado en cálculos de superficie y volumen, sentando las bases para avances matemáticos en astronomía y aritmética. El control del agua y la tierra requirió una administración organizada jerárquicamente, con sistemas de contabilidad para gestionar los recursos y la producción agrícola, lo que incentivó el desarrollo de la contabilidad y de una escritura cuneiforme, primera en el mundo, que fue utilizada para llevar registros de cosechas, distribución de agua, impuestos y transacciones. Estas prácticas administrativas también influyeron en la creación de sistemas legales que regulaban el uso de los recursos hídricos, ya que las complejidades del control y distribución del agua llevaron a disputas entre aldeas y agricultores. Ante esta problemática, los gobernantes mesopotámicos implementaron leyes para regular el acceso al agua y evitar conflictos. El Código de Hammurabi, incluía regulaciones sobre el uso del agua y la construcción de canales, y establecía sanciones para quienes violaran estas normas.
Con cierta diferencia y adaptado a las características y necesidades de los diferentes territorios, otras culturas fluviales, llegaron a crear sistemas parecidos a los que se implementaron en diferentes partes del mundo. Así surgieron casi a la par que en Mesopotamia, las culturas a lo largo del cauce del Nilo, el Indo en el subcontinente indio y el Amarillo o Huang He en China. En estas regiones, el trabajo de organización requería igualmente liderazgo y coordinación, lo que impulsó el desarrollo de estructuras de gobierno y sistemas administrativos complejos. El desbordamiento de los ríos proporcionó, por tanto, las condiciones necesarias para el surgimiento de algunas de las primeras civilizaciones de la historia. Sin la fertilidad aportada por estos ríos, el desarrollo de las culturas antiguas habría sido mucho más difícil, ya que la agricultura y los asentamientos permanentes son dos de los factores principales que permiten el avance cultural y social.
Y ayer pudimos ver por la televisión que una parte de los que se encontraban presenciando la visita de las autoridades a la zona más dañificada; el jefe del estado, el presidente del gobierno y el presidente de la Generalitat valenciana, fueron increpados y “atacados” con pegotes de lodo. Parece ser que algunos de los valencianos, si no todos, piensan que los líderes no han estado a la altura de las circunstancias. Sobre todo, consideran que hay una gran falta de liderazgo, en un momento tan crucial para la región. Yo me pregunto si acaso no confunden los que critican a los líderes, el liderazgo con las reglas del juego que nos hemos dado en España, dividiendo y a veces duplicando y hasta fragmentando la facultad de decisión, lo que ya vimos con ocasión del COVID. Deberíamos, creo yo, repensar la estructura de nuestro estado. No podemos tener un sistema en España que reparta la responsabilidad de tomar decisiones de manera que nadie se sienta llamado a hacerlo. En el caso de grandes tragedias, pandemias y cosas semejantes, hay que tener un sistema claro, perfectamente jerarquizado, que sea capaz de reunir todos los recursos necesarios para paliar los efectos de estas catástrofes, salvar vidas, reconstruir pueblos, y todo eso que no se puede hacer con recursos locales. Aprendamos de los antiguos sumerios, egipcios, Harappa o chinos. La unión hace la fuerza, como reza la máxima del escudo belga.
Nota aclaratoria: Desde Cataluña se han organizado operaciones de ayuda, recopilando material para enviar e incluso organizando transportes de voluntarios. Es bastante raro que los medios en general no se hagan eco de ello. Esperemos que no sea intencionadamente.
La mañana siguiente me preparé el desayuno con lo que encontré en la nevera. Hice mi café en la cafetera de capsulas, eligiendo a conciencia, entre muchas cápsulas, las que yo creía que me iban a gustar. Me tomé tres cafés y me hice dos tostadas con queso y mermelada de higos. Mientras me movía por la cocina, el perro me seguía atentamente. Miré en su cuenco y vi que estaba vacío. Busqué su comida en la despensa y al fin encontré una bolsa con bolitas de pienso, y le eché un poco, a ver que hacía, y se lo comió todo en un instante. Le eché un poco más y aproveché para arreglarme y salir mientras él devoraba el pienso. Tenía poco que hacer esa mañana, a penas rellenar unos contratos y dejarlos en el instituto, y me apresuré a hacerlo, porque quería pasar un día completo en Valeta. Para tener más tiempo en la ciudad me fui a la parada del autobús, que vino a los diez minutos. Hoy también estaba casi lleno, pero encontré un lugar donde sentarme, al lado de un hombre de mi edad tocado con un sombrero impresionante, mitad de cowboy, mitad de picador, de color negro, con una pluma de faisán estrepitosa. Me saludó cordialmente, en maltés, supongo, y al yo contestarle en inglés, comenzó a interesarse por mi persona y por lo que me había traído a la isla. Casi sin escuchar mis explicaciones, empezó a contarme su vida. Se dedicaba, según me fue contando, a traducir libros del italiano al inglés, y en las épocas de más turismo, hacía de guía para italianos y españoles y, naturalmente, para gente de habla inglesa. Cambió idioma y pasó a hablar español, lo que hacía muy bien y casi sin acento, quitando algunas palabras que decía en italiano, cuando le faltaban en su vocabulario castellano. Me contó que había estudiado en Málaga y que solía ir a España siempre que podía. Llegamos a La Valeta y bajamos del autobús, en eso que un golpe de viento se llevó el sombrero y mi interlocutor corrió tras el, como si en ello le fuese la vida. Voló el sombrero con tan mala suerte que cayó, rebasando una valla protectora, a un gran socavón, donde pude apreciar que estaban trabajando una docena de personas con trazas de ser arqueólogos. Saltó el guía traductor la valla y se le vinieron un par de los supuestamente arqueólogos, haciendo señas de que allí no se podía pasar, mientras el sombrero, sin perder velocidad, seguía adentrándose en la zona prohibida. Comprendí que este percance no le permitiría a mi compañero de autobús seguir con sus historias, y hasta me alegré, de poder caminar en solitario y hacerme una propia idea de lo que es la ciudad.
Seguí mi camino. Habíamos entrado por la City Gate (Puerta de la Ciudad), una puerta reconstruida varias veces, y cuya versión actual fue diseñada por el arquitecto italiano Renzo Piano. De aquí sale la Calle de la República, la arteria principal de la ciudad que lleva a los principales puntos de interés. A pocos pasos de la puerta se encuentra el Parlamento de Malta, también diseñado por Renzo Piano, y las ruinas del Teatro Royal Opera House, que fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, el teatro se utiliza como un espacio al aire libre para eventos culturales. Andando hacia el suroeste encontré los Upper Barrakka Gardens (Jardines de la Barraca Superior). Ya desde aquí pude contemplar vistas panorámicas espectaculares del Gran Puerto y las Tres Ciudades: Vittoriosa, Senglea y Cospicua. Y siendo las 12 del mediodía asistí perplejo a la salva de cañón en la plataforma de la batería, que parece ser una tradición y que aumenta mí vivencia.
Regresando a la Calle de la República visité la St. John’s Co-Cathedral (Concatedral de San Juan). Esta iglesia, con una fachada muy austera, esconde un impresionante interior barroco lleno de detalles dorados, frescos y obras de arte, incluyendo una famosa pintura de Caravaggio, La decapitación de San Juan Bautista. Cada capilla es un tributo a las distintas lenguas o secciones de la Orden de San Juan. Aquí tuve que pagar entrada, algo que me molesta, porque quita un ápice de solemnidad a la visita. Al salir, hice un alto en el camino para tomarme una cerveza y un par de sándwiches de jamón y queso, cargar el móvil, que por cierto tenía una batería muy deficiente y no quería quedarme sin poder hacer fotos.
Algo fortalecido por mi frugal colación, continué por la Calle de la República hasta el Museo Nacional de Arqueología, que se encuentra en el Auberge de Provence, una de las posadas de la orden. Este museo muestra una gran cantidad de fascinantes artefactos prehistóricos, como las estatuas de la Dama Durmiente, a la cual presenté en una anterior entrada, pues me compré una réplica en el museo, y la Venus de Malta, ambas datadas en la época neolítica. De allí, consultando la hora, para no perderme nada, seguí, hacia el Palacio del Gran Maestre, un edificio imponente que servía como residencia del Gran Maestre de la Orden de San Juan y más tarde como sede del gobierno británico. Hoy, alberga la oficina del presidente de Malta y el Parlamento. Si hubiese llegado antes podía haber visitado las opulentas salas estatales y la armería, donde, según parece, se exhiben armaduras y armas antiguas de los Caballeros.
A poca distancia, aunque no lo encontré a primeras y tuve que preguntar a una simpática jovencita, se encuentra el Teatro Manoel, en una bonita callejuela. Este es uno de los teatros en funcionamiento más antiguos de Europa. El interior es una joya arquitectónica con una decoración rococó y acústica excepcional, que sigue siendo sede de conciertos y obras teatrales. Desgraciadamente no pude pasar a verlo con mis ojos y tuve que contentarme con las fotos que encontré en mi guía. En una pintoresca tasca me tomé un vino Girgentina y descansé un poco de mi constante subir y bajar por las calles. De allí, tiré hacia el este hasta dar con Lower Barrakka Gardens (Los Jardines de la Barraca inferior), que tienen unas fantásticas vistas al mar. Descubrí un templo clásico que resultó ser bastante moderno, erigido en honor de los caídos en la segunda guerra mundial.
Finalmente, visité por fuera el Fuerte St. Elmo, en la punta de La Valeta. Este fuerte jugó un papel crucial durante el Gran Asedio de 1565 y ahora alberga el Museo Nacional de la Guerra, pero no intenté siquiera entrar. En parte porque los museos de la guerra me aburren bastante y me fui a pasear por el Valletta Waterfront, donde se encuentran coloridos edificios del siglo XVIII que ahora albergan restaurantes, cafeterías y tiendas, ideales para una cena o un descanso mientras observas el puerto y los barcos. Aquí paré para tomarme un café e ir al servicio y decidí regresar andando hasta Pembroke.
Desde el Waterfront, subí hacia Floriana, el suburbio inmediato de La Valeta y pasé por los Jardines Argotti y Sa Maison, con magníficas vistas sobre el puerto y perfectos para un breve descanso, aunque yo preferí seguir a buen paso y continuar hacia Msida, seguiendo la línea de la costa, pasando por el Msida Creek y el puerto deportivo, lleno de yates y pequeñas embarcaciones, que me hicieron añorar mi barco, que me esperaba en Malmö. Pensaba yo que hoy me hubiera gustado tenerlo en Malta. Llegando a Gzira, a lo largo del paseo marítimo, encontré para mi asombro un santuario de gatos, el Santuario de Gatos de Gzira, un sitio popular y querido en Malta donde voluntarios cuidan a una gran cantidad de gatos. No vi voluntarios pero sí muchos gatos de diferentes colores y dimensiones, campando a sus anchas. A mí, que me gustan mucho los gatos, me encantó ver este santuario. Los gatos están allí y no se van, aunque podrían hacerlo, porque no hay vallas ni rejas, pero parece que se lo pasan bien allí. Los gatos caminan por donde quieren y van hasta el pozo llamado Fontana del Ferro, que data de la época de los caballeros de San Juan y todavía era una fuente importante de agua potable al comienzo de la llegada de los ingleses a la isla. El pozo se halla en la zona de Gzira cerca del paseo marítimo, y su función era suministrar agua fresca a las comunidades locales y a los viajeros que pasaban por aquí. Hoy es solo un monumento que poca gente conoce.
Desde Gzira, continué hacia Sliema, un centro urbano concurrido y moderno. En pocos pasos he dejado el barroco y me adentro en el siglo XXI. Desde el paseo marítimo de Sliema se tienen muy buenas vistas hacia La Valeta y comprendo que sea una zona popular para caminar o correr. Continué por el paseo costero, pasando por Tigne Point, desde donde se contemplan las imponentes murallas de La Valeta.
Aunque iba haciendo el mismo camino que ayer, solo que a la inversa, parece que el ir en la dirección contraria me llevaba por nuevos lugares. El cambio de perspectiva me hace descubrir nuevas cosas. Así, siguiendo el paseo, llegaé a St. Julian’s, donde el camino se torna mucho más animado, especialmente al acercarme a Spinola Bay y Paceville. Spinola Bay es un lugar pintoresco con barcas maltesas tradicionales y a mi me parece que tiene la mayor concentración nunca vista de porches y coches de alta gama. Paceville, parece ser el distrito de entretenimiento, con una vida nocturna muy activa, me han contado.
Aquí hago un pequeño inciso para contar algo sobre la economía de la isla. A parte del turismo y la enseñanza del inglés a extranjeros, un negocio que acapara gran parte de los ingresos y la fuerza laboral de la isla, el juego y las casas de apuestas representan un negocio muy grande en Malta. El país se ha convertido en uno de los centros de juego online y apuestas más importantes de Europa y del mundo debido a una combinación de factores económicos, legales y regulatorios. Malta fue uno de los primeros países europeos en establecer una regulación clara y favorable para el juego online, con la creación de la Autoridad de Juegos de Malta (Malta Gaming Authority o MGA) en 2001. Esta autoridad implementa leyes claras y proporciona licencias a empresas de juego online y apuestas, lo que ha atraído a empresas de todo el mundo, muchas de ellas suecas. La MGA ofrece uno de los sistemas de licencias más respetados y flexibles, lo que permite a las empresas operar legalmente en muchos otros mercados europeos.
Malta ofrece beneficios fiscales atractivos para las empresas de juego, con impuestos relativamente bajos comparados con otros países de la Unión Europea, lo que ha hecho que muchas empresas establezcan su sede en Malta. Al ser miembro de la Unión Europea, Malta permite a las empresas que se instalan allí operar legalmente en muchos otros países europeos sin la necesidad de obtener licencias adicionales. Esto proporciona un acceso más fácil a los mercados europeos y atrae a empresas interesadas en expandirse en el continente. Para lograr esta situación privilegiada dentro del gaming, Malta ha invertido en infraestructura tecnológica y digital, lo cual es fundamental para el negocio de apuestas online. La isla cuenta con buenos servicios de internet, centros de datos seguros y un entorno adecuado para empresas de tecnología financiera y de juegos online.
Malta ha desarrollado un entorno educativo y de formación especializado en el sector del juego y la tecnología digital. Hay varios programas de formación y universidades que capacitan en programación, seguridad cibernética y gestión de juegos. Además, el país ha atraído a profesionales internacionales que buscan oportunidades en este sector creciente, lo que fortalece la mano de obra disponible para las empresas de juego. ¡Aquí está la explicación de por qué veía yo tantos Porches!
Se hablaba un poco en voz baja, entre gente con la que pude hablar de que la mafia tenía algo que ver con este tipo de actividad, no me extrañaría, porque así ha sido siempre, allí donde se mueve el dinero fácil, pero el país se consideraba serio y bastante libre de corrupción. Algún tiempo tras mi estancia en la isla, leí en los periódicos que la periodista de investigación Daphne Caruana Galizia fue asesinada. Ocurrió el 16 de octubre de 2017 en un atentado con coche bomba, y fue un caso que generó gran impacto internacional. Caruana Galizia era conocida por su trabajo incisivo en temas de corrupción, crimen organizado y vínculos con la política maltesa, y su asesinato desató una serie de investigaciones y debates sobre la corrupción y la influencia del crimen en el país.
Caruana Galizia publicaba en su blog Running Commentary, uno de los más leídos en Malta, donde exponía temas de gran relevancia pública, incluidos escándalos de corrupción que involucraban a figuras políticas, empresarios y organizaciones en Malta. Investigó las revelaciones de los Papeles de Panamá, en las que algunos altos funcionarios malteses estaban implicados en actividades sospechosas. Sus investigaciones también tocaron el rol de Malta como un centro financiero, donde presuntamente se facilitaban ciertas prácticas de lavado de dinero y evasión fiscal. El asesinato de la periodista trajo muchas consecuencias y la presión internacional y las protestas en Malta llevaron en 2019 a la renuncia del primer ministro Joseph Muscat, habiendo sido algunos de sus asesores más cercanos acusados de estar relacionados indirectamente con personas involucradas en el asesinato o en la corrupción.
Cuando iba yo dando mi paseo, yo conocía lo de las casas de juego y apuestas, pero desconocía todo lo referente a la mafia. Yo veía a Malta como un microestado en buen funcionamiento y sigo haciéndolo, aunque soy consciente de que los negocios fáciles y el dinero siempre buscan resquicios para maximizar sus ganacias. En un país tan pequeño, donde hay muchos lazos de parentesco y amistad entre sus habitantes, la corrupción se ve algunas veces de forma diferente de lo que se puede ver en sociedades más impersonales, aunque ninguna sociedad está libre de corrupción en alguna medida.
Finalmente, el último tramo, me llevó desde St. Julian’s, todo recto hacia el norte en dirección a Pembroke. Mis pies estaban ya algo cansados, porque los 10 kilómetros, sumando las visitas y las búsquedas, se hicieron con seguridad al menos 15 o 20. Estaba oscureciendo cuando regresé a mi extraño domicilio. El perro me recibió tan contento como de costumbre, saltando y brincando como un zorro en la pradera, así que busqué la correa y, ante su alegre y nerviosa expectación, le saqué a dar una vuelta por Pembroke, buscando las calles iluminadas, claro está.
Buscando lugares apropiados para mis alumnos de comercio, para completar las practicas internacionales que, una cuantiosa beca comunitaria, concedida a nuestro centro tras mucho trabajo por mi parte con la solicitud, llegué un día a Malta. De este microestado yo no sabía casi nada, así que me pasé una semana leyendo todo lo que encontré sobre las islas. Desde el avión podía ver como seguíamos la ruta de los antiguos pobladores de este diminuto archipiélago, partiendo de Atenas y dejando atrás Sicilia, camino de África. No es que los primeros pobladores de Malta viniesen de Grecia, no, pero yo estaba en Atenas y volé desde allí. Según parece, los primeros malteses vinieron de Sicilia, hace unos 7000 años. Este diminuto país es aún más pequeño que Andorra, 316 km2, bastante más pequeño que mi comunidad de Lund, que cuenta con 450 km2 o la misma Andorra con 468 km2, pero Malta está muy poblada y cuenta con 544,000 habitantes, con una densidad poblacional de alrededor de 1,626 habitantes por kilómetro cuadrado. Este microestado tiene muchas peculiaridades, empezando por el idioma, el maltés, la lengua oficial de Malta, única en Europa por ser la única lengua autóctona semítica del continente, y la única que utiliza el alfabeto latino. Por suerte para mí y para mis alumnos, los malteses hablan perfectamente el inglés por haber permanecido bajo la tutela de Gran Bretaña desde 1814 hasta su independencia en 1964, y es una de las razones por la que una estancia de practicas en la isla puede ser interesante, sobre todo para estudiantes de comercio y turismo.
Al contrario de Andorra o San Marino, Malta no ha estado aislada del resto de Europa, las montañas aíslan, el mar comunica. Eso es algo que se ve y que se respira, paseando por la isla, una mezcla de paisaje latino y urbanismo inglés, con aires magrebíes. España e Italia han dejado sin duda una gran huella en la isla, que la dominación británica no ha conseguido borrar. La influencia de España en Malta fue significativa durante el período de la Corona de Aragón y el dominio de la Monarquía Hispánica. Esta influencia comenzó en 1283 cuando la Corona de Aragón conquistó Malta tras la expulsión de los angevinos y su dominación continuó hasta 1530. Malta fue integrada en el Reino de Sicilia bajo la soberanía de los reyes de Aragón hasta 1479, y a partir de ahí, tras la unificación de Aragón con Castilla y hasta 1530, Malta siguió siendo un territorio bajo el control de la monarquía española.
El emperador Carlos V de España cedió Malta a los Caballeros Hospitalarios o Caballeros de San Juan en 1530, como un feudo para que defendieran la isla contra los otomanos. Lógicamente cuando Malta pasó a formar parte de la Corona de Aragón, el catalán se introdujo como lengua administrativa y judicial, como también ocurría en otros territorios de la corona, como Sicilia y Cerdeña, que también estaban bajo control aragonés. La decisión de ceder Malta y Gozo, así como la ciudad de Trípoli a la orden de San Juan, la tomó Carlos V, en parte para compensar a la Orden de la pérdida de su base en Rodos en 1522, a manos de los Otomanos y, sobre todo, para que la defendiesen, formando así una llave o bastión occidental a la expansión de La Sublime Puerta. En 1565, las islas resistieron durante tres meses un feroz asedio otomano bajo el liderazgo del Gran Maestre Jean Parisot de la Valette.[1] Tras el asedio, los Caballeros decidieron fortalecer sus defensas y construyeron una nueva ciudad amurallada, La Valeta, que lleva el nombre de su héroe y se convirtió en la nueva capital de Maltas. La construcción de esta nueva ciudad-fortaleza atrajo a algunos de los mejores ingenieros militares y arquitectos de Europa, siendo el italiano Francesco Laparelli su principal constructor y, tras la muerte de este en 1570, continuada por su asistente maltés Girolamo Cassar.
Durante la dominación de los caballeros de la orden de San Juan, Malta prosperó con la protección del comercio. La fortificación y la presencia de una fuerza militar organizada brindaron estabilidad y seguridad a la población, lo cual era raro en esa época y permitió un entorno propicio para el comercio y la actividad económica. Malta prosperó económicamente al convertirse en un punto clave para el comercio en el Mediterráneo. Gracias a su ubicación, se convirtió en un centro de intercambio para productos de Europa, África y el Medio Oriente. Los Caballeros usaron su importante flota no solo para defender las islas, sino para dedicarse al negocio del corso, una forma de piratería con autorización, (patente de corso) para capturar barcos enemigos, generando ingresos a través del rescate de prisioneros y la venta de bienes capturados. La construcción de importantes edificios como el Auberge de Castille, el Palacio del Gran Maestre y la Concatedral de San Juan fomentó también una identidad cultural y arquitectónica distintiva, atrayendo a arquitectos y artistas de renombre como Mattia Preti y Caravaggio, quienes contribuyeron a la riqueza artística y cultural de la isla.
Pioneros en la medicina y la atención social, los Caballeros de San Juan, que tenían un origen hospitalario y médico, introdujeron importantes avances en la medicina y la asistencia social. Construyeron hospitales, como el Sacra Infermeria, considerado uno de los mejores de Europa en la época. Este hospital ofrecía tratamiento gratuito a enfermos y heridos, convirtiéndose en un modelo de atención médica avanzada. La orden también promovió la educación y el aprendizaje, especialmente en medicina y cirugía, formando a numerosos médicos y cirujanos que contribuyeron al desarrollo médico de Europa. La relativa prosperidad y la paz interna bajo los Caballeros atrajo a migrantes, artesanos y comerciantes, quienes ayudaron a desarrollar diversas industrias. Esto creó una economía diversificada, fortaleciendo los gremios y oficios y proporcionando a la población una mayor variedad de productos y servicios.
Malta se convirtió en un punto de encuentro de muchas etnias, una región mediterránea en miniatura con un idioma, el maltés, que la diferencia del resto de pueblos latinos. Esta lengua ha sido hablada por la población local durante siglos. Deriva del árabe siciliano medieval, introducido en Malta durante la ocupación árabe en el siglo IX, y evolucionó incorporando influencias catalanas, italianas (especialmente sicilianas), latinas y a partir de 1800, también inglesas. Con el paso de los siglos, el maltés se ha consolidado como un idioma único. Hoy en día, es uno de los dos idiomas oficiales de Malta y se escribe en alfabeto latino, siendo la única lengua semítica escrita con este alfabeto.
La época de los Caballeros culminó en Malta con la toma de la isla por las tropas de Napoleón. En realidad, la decadencia de la orden había comenzado debido al saqueo de sus bienes en Francia durante la Revolución Francesa y la disminución de donaciones, de las francesas, ya que Francia fue uno de los mayores donantes de la Orden. De hecho, durante siglos, los franceses formaron una de las “lenguas” o divisiones regionales más grandes y poderosas dentro de la Orden. Muchos nobles y reyes franceses, como Luis XIV, otorgaron donaciones en dinero y propiedades. Donantes habían sido también España y Portugal, que aportaban tanto monetariamente como en tierras, principalmente en las posesiones del Mediterráneo y la Península Ibérica y caballeros para el servicio militar y marítimo de la Orden. los Estados Papales y el Reino de Sicilia brindaban recursos y tierras, mientras que el Sacro Imperio Romano Germánico también realizaban contribuciones, y varias familias nobles alemanas enviaban a sus hijos a la Orden como caballeros. En agradecimiento, donaban tierras y propiedades, especialmente en el centro y este de Europa. La Iglesia católica, especialmente a través del Papa, apoyaba económicamente a la Orden y le otorgaba privilegios y exenciones fiscales. El Papado, además de donar bienes materiales, legitimaba las actividades de la Orden y le proporcionaba apoyo político. En sus primeros años, la Orden también recibía donaciones de Inglaterra y, en menor medida, de Escandinavia. Sin embargo, tras la Reforma Protestante en el siglo XVI, estas contribuciones cesaron en gran parte. Algunos caballeros ingleses se mantuvieron leales y huyeron a Malta o a otros territorios católicos. [2]
Las donaciones cesaron paulatinamente durante todo el siglo XVIII creando una crisis económica que culminó con la revolución francesa y la perdida de propiedades en Francia. En 1798, Napoleón Bonaparte planeaba una expedición a Egipto como parte de su estrategia para cortar las rutas comerciales británicas hacia la India. Malta, situada en una posición estratégica en el Mediterráneo, era un punto de parada ideal para su flota y un posible obstáculo en su ruta. Consciente de la situación interna de los Caballeros, Napoleón decidió tomar Malta como un paso previo a su invasión de Egipto. Así, el 9 de junio de 1798, la flota francesa llegó a las costas de Malta y pidió permiso a los Caballeros para atracar y reabastecerse. Sin embargo, según las reglas de la Orden, solo un número limitado de barcos extranjeros podían ingresar a los puertos de Malta al mismo tiempo, lo que Napoleón utilizó como una excusa para cuestionar la autoridad de la Orden y justificar una ocupación. Napoleón desplegó sus tropas, y la mayoría de los Caballeros de la Orden no ofrecieron gran resistencia, en parte debido a la debilidad militar de la Orden en ese momento y al descontento interno por las carencias económicas. La ocupación fue rápida y casi sin enfrentamientos importantes. En poco tiempo, los franceses tomaron el control de la isla, y el Gran Maestre de la Orden, Ferdinand von Hompesch, se rindió el 12 de junio de 1798.[3]
Una vez en control, Napoleón implementó varias reformas administrativas y sociales: abolió los privilegios de la nobleza, confiscó propiedades de la Iglesia y estableció una administración laica, reformas que causaron descontento entre los malteses, quienes no tardaron en organizar una resistencia contra los franceses. En septiembre de 1798, la resistencia maltesa comenzó en el pueblo de Rabat, en la isla de Gozo, y rápidamente se extendió por toda Malta. Los malteses se levantaron en armas, organizándose en grupos de resistencia, y comenzaron a asediar a las fuerzas francesas que se habían refugiado en La Valeta y otras fortalezas. La resistencia popular fue encabezada por líderes locales y apoyada por la Iglesia. Los malteses no tenían una estructura militar organizada, pero lograron movilizar a gran parte de la población para rodear las fortificaciones francesas y cortar sus suministros. Incapaces de expulsar a los franceses por sí mismos debido a la fortaleza de las defensas francesas y la falta de armamento pesado, los malteses solicitaron ayuda al Reino Unido y a los reinos de Nápoles y Sicilia. La armada británica, bajo el liderazgo del almirante Horatio Nelson, respondió a la petición y envió barcos para bloquear los puertos de Malta, impidiendo la llegada de refuerzos y suministros franceses. A lo largo de 1799, los británicos mantuvieron el bloqueo naval, debilitando cada vez más a la guarnición francesa en La Valeta, que comenzó a sufrir hambre y enfermedades debido a la falta de suministros.
Tras dos años de bloqueo y asedio, los franceses, dirigidos por el general Vaubois, se vieron obligados a rendirse el 4 de septiembre de 1800. Las condiciones dentro de las fortificaciones eran insostenibles, y los franceses ya no podían resistir más. La rendición marcó el fin de la ocupación francesa y el inicio del control británico en Malta. Los británicos entraron en Malta como aliados de los malteses, pero posteriormente establecieron un protectorado británico sobre la isla. Malta quedó bajo influencia británica, y en 1814, tras el Tratado de París, fue formalmente declarada colonia de la corona británica. La expulsión de los franceses y la posterior administración británica trajeron cambios significativos a Malta, incluyendo la consolidación del inglés como idioma y una integración más estrecha con los intereses políticos y comerciales británicos. La dominación británica, cuya duración se extendió hasta 1964, ha dejado una profunda huella en la isla, sobre todo en la lengua, razón que me trajo a la isla, ya que yo me interesé en entablar relaciones con institutos y sociedades de aquí para encontrar puestos de prácticas para mis estudiantes de comercio.
Prosigo con la historia, para no dejar coja mi breve exposición. Inicialmente, los británicos ocuparon Malta sin planes claros de anexión. La administración británica comenzó como un protectorado, y los malteses esperaban que la isla se devolviera a los Caballeros o a algún poder italiano. Sin embargo, la posición estratégica de Malta en el Mediterráneo la convirtió en un activo valioso para el Imperio Británico. En 1814, el Tratado de París formalizó el control británico sobre Malta, convirtiéndola en una colonia. La isla se consolidó como una base militar clave para los británicos, especialmente para proteger las rutas comerciales hacia la India. Durante el siglo XIX, los británicos modernizaron las defensas de la isla y desarrollaron infraestructuras, como el puerto de La Valeta, que se convirtió en uno de los más importantes del Mediterráneo.
Aunque los británicos trajeron mejoras económicas y de infraestructura, el dominio colonial generó tensiones culturales y lingüísticas. Los malteses querían preservar su identidad católica y su idioma, mientras que los británicos promovían el inglés y protestantismo en la administración y la educación. En 1880, se fundó el Partito Nazionale (Partido Nacionalista), que buscaba limitar la influencia británica en la cultura y promover el uso del italiano en lugar del inglés.
Durante la Primera Guerra Mundial, Malta desempeñó un papel importante como base médica y de suministros para las tropas aliadas en el Mediterráneo, ganándose el título de «la enfermera del Mediterráneo.» La economía de la isla prosperó brevemente gracias a la presencia militar, aunque el conflicto también generó tensiones debido a la dependencia económica de la industria militar. En 1921, Malta obtuvo un autogobierno parcial bajo una nueva constitución, que permitía a los malteses manejar asuntos internos mientras los británicos controlaban la defensa y las relaciones exteriores. Esto marcó el inicio de una mayor autonomía y fomentó los sentimientos independentistas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Malta fue una de las áreas más bombardeadas debido a su importancia estratégica. Los malteses resistieron de manera notable, y en 1942, el rey Jorge VI otorgó a Malta la Cruz de Jorge en reconocimiento a la valentía de su pueblo.[4] Tras la guerra, los movimientos independentistas en Malta se intensificaron. Los malteses buscaban plena autonomía y querían una economía menos dependiente de la presencia militar británica. En 1956, se celebró un referéndum sobre la integración de Malta en el Reino Unido, pero no logró la aprobación necesaria debido a la oposición de la Iglesia y otros sectores. En 1961, Malta obtuvo una nueva constitución que la convirtió en un estado autónomo, aunque todavía bajo soberanía británica. Finalmente, el 21 de septiembre de 1964, Malta se declaró independiente como miembro de la Commonwealth, con Isabel II como jefa de estado. En 1974, Malta se convirtió en república, eliminando así el último vínculo constitucional con la monarquía británica. Desde entonces, Malta ha seguido desarrollándose como un estado independiente, convirtiéndose en miembro de la ONU en 1964, de la Unión Europea en 2004, y de la zona euro en 2008. Esto último me permitió entablar relaciones con la isla dentro del marco del programa Erasmus.
Bueno, pues, el avión que me trae desde Atenas, aterriza en el pequeño aeropuerto de Malta, que es el cordón umbilical que une a Malta, Gozo y Comino con el resto de Europa, al menos, si no se quiere hacer el viaje por mar. Desde el cielo, las islas se ven minúsculas, uno se pregunta si el avión podrá aterrizar. Desde el aeropuerto hay apenas cinco kilómetros hasta la capital, pero yo me quedo en Pembroke, en St Catherine’s High School, y me doy cuenta de que estoy en una antigua base militar. Yo he entablado relaciones con la directora del centro y hemos diseñado una estancia de cuatro semanas para mis estudiantes. Mi visita es para asegurarme de que todo está preparado para su llegada y pienso visitar todas las compañías, ocho en total, en que harán sus prácticas. Se alojarán en casa de familias con alguna relación al instituto, algunas de ellas pienso visitar. Aquí empieza mi estancia en la isla, marcada por situaciones, vivencias y sucesos poco previsibles y por tanto inolvidables.
El taxi me deja enfrente del instituto. No encuentro ni una luz que lo ilumine ni por dentro ni por fuera. Cuando los faros del taxi se alejan, quedo absorto por la más completa obscuridad. Se ha hecho de noche rápidamente y no veo ni donde pongo los pies. Como puedo, llego a la puerta del instituto subiendo una escalinata, con miedo a despeñarme. Escucho el rumor de un mar agitado por un fuerte viento, en un acantilado próximo, que presiento sin ver. Naturalmente, nadie me abre la puerta, y decido llamar por teléfono a mi contacto en la isla. No lo llevo en el teléfono y tengo que consultarlo en mi agenda, pero no veo nada. Uso la linterna del teléfono y, al encenderlo, me doy cuenta que me queda muy poca batería. Maldigo mi imprevisión y memorizo el número para marcarlo. A veces, las cosas más elementales son las más difíciles. Al fin alguien contesta, supongo que en maltés, y le explico quién soy mi situación en inglés. La voz de mujer calla un instante y me dice en perfecto inglés que me están esperando en una dirección que, naturalmente, no conozco. Me dice que puedo ir andando y me indica la dirección como si yo fuera navegando. Miro a mi alrededor y no veo nada, bueno, al fondo veo un resplandor, como de una ciudad lejana y empiezo a caminar en esa dirección, cuidando de no caerme, porque estoy absorto en la más absoluta oscuridad.
Llego al fin a una carretera, medianamente iluminada y con poco tráfico y, cruzándola, me encuentro en un laberinto de calles sin aceras, con casas bajas que me recuerdan al barrio londinense de Paddington, donde suelo residir durante mis estancias en Londres. Llego al fin a la dirección que me dio la mujer tras mi llamada y encuentro dos puertas sin nombre ni seña alguna. Al fin llamo al timbre de la puerta de la izquierda y oigo los ladridos de un perro, pero nadie sale a abrir. Después de un par de largos minutos desisto y llamo a la puerta de la derecha, que al rato se abre. Ante mi tengo a un hombre de mediana edad y complexión fuerte, en pantalones de pijama y una camiseta de tirantes, le explico como puedo mi situación y, sonriente, me contesta: “ah, sí, tú eres el sueco. Aquí tienes la llave, ellos vendrán más tarde. Me han dicho que te prepares tú algo de cenar.” Quedé un poco perplejo, mirando la puerta que se cerraba. Los ladridos del perro me inquietaban porque, habiendo tenido tres perros, sabía muy bien que no todos los perros reciben de buen grado a visitantes desconocidos. Pudo más una necesidad fisiológica que el respeto al can y decidí abrir la puerta.
El perro resultó ser un Springer Spaniel inglés de color blanco y manchas castaño oscuro. Un perro joven y juguetón que me recibió moviendo el rabo. Se salió al rellano y temí que se fuera corriendo por la calle. Le llamé y entro conmigo a la casa. Busqué la luz y al fin encontré el interruptor. Ante mí, una escalera muy pendiente, como es costumbre en las casas urbanas inglesas y, al final de la escalera un salón, que conducía a una amplia cocina. Dejé mi maleta junto a la mesa de la cocina con el perro haciéndome mil carantoñas, pidiendo caricias. Busqué el baño y lo encontré felizmente y, a continuación, me senté a esperar, mientras cargaba mi móvil. La espera se me hizo bastante larga y al fin busqué en el refrigerador algo que comer, siguiendo la recomendación del vecino, y, al llevar el pan, mantequilla y queso a la mesa, encontré una nota que decía: “Bienvenido a Malta, Martín. Perdona que no te recibamos en persona, pero es que estamos invitados por el primer ministro a una función de teatro y regresaremos a eso de la una o las dos de la madrugada. Tú puedes irte a dormir cuando quieras. Tu habitación la hemos marcado con un cartelito con tu nombre. Mañana desayunaremos juntos a la ocho e iremos al instituto juntos. Buenas noches”. Yo ya estaba cansado del viaje y de las aventuras, así que me fui a dormir a la habitación que me habían asignado, donde al parecer dormía habitualmente una adolescente, a juzgar por la decoración y por las ropas que encontré en el armario empotrado, en el que fui a colgar las mías.
El sueño me venció sin preámbulos y, a la mañana siguiente, desperté al ruido familiar de cacharros, la voz de una radio y un penetrante olor a café recién hecho. Salté de la cama (es un decir) y me fui directo al baño que, no sin dificultad, había encontrado la noche anterior y que estaba justo al lado de mi habitación. Vestido y acicalado, entré despacio en la cocina, dónde me recibió el perro con alegres cabriolas y gruñidos. Una mujer de unos cuarenta años, esbelta y enérgica en sus movimientos, estaba ocupada ante la encimera y se giró hacia mí y me miró con una sonrisa agradable que me encantó, sus ojos azules fijos en los míos.
Oí mi propia voz sumamente ronca, saludando en inglés mientras me sentaba en el mismo lugar que ocupé la noche anterior. La mujer, que se presentó como Alison, puso una humeante taza de café frente a mí y un plato de tostadas y se sentó enfrente de mí, con el perro atento a lo que pasaba. Me presenté y le expliqué mi pequeña aventura de la noche anterior, procurando que no se pudiese entender ni el más mínimo reproche. Ella se disculpó sonriente con un “Te ruego disculpes las molestias, pero nos invitaron a ultima hora y pensamos, que tú que estás acostumbrado a viajar, te apañarías bien, y veo que lo has hecho.” Se presento como jefa de estudios y me dijo que su marido estaba de viaje de negocios en Suecia. ¡Qué coincidencia! Entre frases sueltas sobre el tiempo y otras futilidades, comió su tostada, bebió su café y, levantándose de la mesa me soltó: “Quizás nos veamos en el instituto. Llévate las llaves que te dio el vecino ayer y cuida al salir que el perro no se salga a la calle. Sírvete de lo que necesites.” Y yo me quedé un poco colgado y solo contesté: “sí, sí, muchas gracias, Allison”. No la volví a ver en tres días.
Yo salí media hora más tarde. Tenía un par de horas hasta las once, que era para cuando tenía la entrevista con la directora del centro, Nicola, mí contacto para la planificación. Decidí pasear por los alrededores. El camino hacia el instituto me lo sabía, aunque lo había hecho en la oscuridad. Podían ser a lo máximo dos kilómetros, nada para un andarín como yo. La mañana estaba nublada y la arquitectura de las casas, las calles, y el tráfico, que a estas horas era muy fluido, me recordaba verdaderamente a cualquier pueblecito costero inglés, solo que, habitado en casi su totalidad por gente con aspecto latino.
Camino del instituto, que podía divisar desde lejos, porqué sobresalía en lo alto de un montículo, iba pasando por entre edificios de magnifica hechura, pero cerrados y aparentemente en vías de convertirse en ruinosos. Y es que, Pembroke tiene una historia interesante, especialmente en términos de instalaciones militares. El barrio está relativamente cerca del centro turístico de St. Julian’s y fue durante mucho tiempo un área destinada principalmente a instalaciones británicas, ya que Malta era una base militar importante para el Imperio Británico. Durante la ocupación británica de Malta, Pembroke albergaba varios cuarteles militares y centros de entrenamiento. Los británicos establecieron allí barracas y edificios militares que usaban como alojamiento para tropas y para la administración militar. Se ve claramente que, por toda la zona, hay fortificaciones y estructuras defensivas británicas construidas para defender la isla y supervisar el Mediterráneo. Algunas de estas estructuras todavía existen. Según me contaron, ya en el instituto, después de la retirada de las fuerzas británicas en 1979, la zona comenzó a desarrollarse para uso residencial y educativo. Ahora, Pembroke es una zona tranquila y principalmente residencial, aunque también alberga algunas instituciones educativas y centros de formación. Por la noche, descubrí yo a mi llegada, la zona está completamente desierta.
St. Catherine’s High School sigue un currículo internacional que permite a sus estudiantes obtener una educación de nivel mundial. Esto incluye programas como el Cambridge International Curriculum y el Programa de Bachillerato Internacional (IB), especialmente en los últimos años de secundaria. A mis estudiantes les venía pues como anillo al dedo el tener esta escuela como base en la isla, para hacer sus estancias de prácticas, que comenzaban y terminaban con clases aceleradas de inglés. Dejo aquí los detalles sobre el instituto y la razón de mi estancia y paso a relatar mis paseos por la isla, mis impresiones sobre el ambiente y la gente, según lo vieron mis ojos.
Resueltos ya todos los quehaceres propios de la planificación y previstas algunas visitas a los lugares de prácticas, que fui haciendo durante los siguientes días, quede libre para hacer mi primer paseo en solitario por la isla. Yo había leído todo lo que había encontrado en la red, y algún libro de viajes que encontré en la biblioteca. En realidad, antes de mi visita no sabía mucho sobre Malta y descubrí que había mucho que ver y aprender. Me propuse ir a pie hasta Valeta, la capital. Es una distancia de unos 3 kilómetros bordeando la costa. Comencé mi paseo desde el centro de Pembroke, dirigiéndome hacia el sur y tomando un sendero costero, que es una calle traficada que me llevó a St. George’s Bay (Bahía de San Jorge). Aquí me paré a disfrutar de vistas abiertas al mar Mediterráneo y pude observar algunas de las fortificaciones británicas que aún quedan en la zona.
Al llegar a St. George’s Bay, me encontré de pronto en una pequeña playa de arena, ideal para una breve parada. Me descalcé y remangué los pantalones para sentir el agua del mar en los pies. Desde aquí continué hacia St. Julian’s, una localidad muy turística, conocida por su ambiente animado y por sus muchos bares y restaurantes y algún que otro centro comercial. Pasé por Paceville, una zona vibrante y moderna, y me llamó la atención un restaurante que anunciaba sopa de mariscos y allí almorcé, y no me arrepiento. Comí con buen apetito y disfruté de las vistas. Al avanzar hacia Spinola Bay, pude ver los tradicionales “luzzus”, barcos de pesca malteses pintados de colores brillantes.
Siguiendo el paseo marítimo de Spinola Bay, llegué a Sliema, otra popular área costera que ofrece tiendas, restaurantes y un largo paseo junto al mar. Corría gente por allí y me dieron ganas de correr, pero, por aquel entonces no estaba yo para carreras, así que me senté en un banco y disfruté de las vistas. Siguiendo la costa, llegué a Tigne Point, que es un buen lugar para detenerse y disfrutar de vistas panorámicas hacia La Valeta. Desde aquí se pueden ver ya las fortificaciones de la ciudad antigua desde lejos.
Al salir de Sliema, seguí el camino costero hacia el sur, pasando por Gzira y Msida Creek. Este tramo es un área menos turística y más local, con vistas al puerto deportivo de Msida, lleno de yates y embarcaciones. Lugar ideal para tomar un café y cargar mi móvil. Desde Gzira, pasé a Manoel Island, por un pequeño puente para ver el Fuerte Manoel, una antigua fortificación construida por los Caballeros de San Juan. Me salí un poco del camino, pero valió la pena.
De regreso a Msida Creek, seguí el paseo hacia Ta’ Xbiex y Pietà, donde encontré una serie de edificios históricos, incluyendo villas y embajadas. Siempre por la costa, pero ahora, andando entre jardines a lo largo del paseo. Llegando a Floriana, un suburbio de La Valeta, se ven ya las murallas y bastiones que rodean la capital, declarada, claro está, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La entrada principal a La Valeta es a través de la Puerta de la Ciudad, desde donde se accede a los Jardines de la Barraca y a la Calle de la República. Ya a la entrada majestuosa de Valeta veo el Teatro Manuel, la Catedral de San Juan y el Gran Palacio del Maestre. Con todas las paradas, he estado de camino cinco horas. Una cerveza, en la misma plaza que aloja el parlamento, me vino de maravilla. Aquí me quedé un buen rato, hasta que decidí regresar a Pembroke en autobús que, lleno hasta los topes, por dos euros, me llevó de vuelta a “mi barrio”. Al día siguiente, me dije, visitaría Valeta minuciosamente, lo que también hice, aunque fui en autobús a la ida, para dar el paseo por sus antiguas calles. Valeta merece de por si una entrada a parte. Recomiendo un viaje a Malta, si no habéis estado ya.
Cada mañana, cuando el escritor se aleja en su bicicleta roja, el gato negro se sienta frente a la ventana, observando. Sus ojos amarillos siguen el movimiento torpe y un poco tambaleante de su dueño mientras pedalea por el camino empedrado. “¿Adónde irá hoy?”, se pregunta el gato, su cola enroscándose lentamente alrededor de sus patas. «Quizá vaya al mercado a buscar ese pescado fresco que tanto me gusta», reflexiona, lamiéndose el hocico en un gesto anticipado de placer. El olor del pescado siempre llenaba la casa con una promesa deliciosa, pero otras veces su dueño volvía con una bolsa llena de papeles, de libros, de cosas que a él no le interesaban. “No debería ir a esos lugares aburridos, debería pensar más en mí”, se decía con un bufido suave.
Pero había algo más que le inquietaba. El gato sabía que su dueño, aunque amable, era frágil. Lo veía perder el equilibrio con frecuencia, tropezar en su propia casa. «Es un poco torpe», pensaba el gato. “¿Y si hoy se cae de la bicicleta? ¿Y si se pierde por uno de esos caminos extraños? Yo no estoy ahí para cuidarlo…” El gato miraba cómo la figura del escritor desaparecía entre los árboles, y sus pensamientos se volvían cada vez más oscuros. Se imaginaba a su dueño enfrentándose a peligros invisibles: una piedra mal colocada, una ráfaga de viento inesperada, o incluso algún coche que se acercara demasiado. Sabía que el mundo allá afuera era un lugar lleno de amenazas para alguien tan frágil como su humano. “Si solo fuera un poco más ágil, como yo”, se decía, “no tendría que preocuparme tanto.”
Con un suspiro profundo, el gato bajaba de la ventana y se dirigía al jardín. Sabía que podía salir por la gatera, y aunque prefería quedarse dentro, últimamente el otoño le había llenado de una extraña melancolía. Las hojas caían como un manto dorado sobre el césped, y el aire era fresco, casi frío. Afuera, estaba el gato pardo. El gato pardo era grande, con un pelaje espeso y desordenado que lo hacía parecer aún más voluminoso de lo que era. No hablaban mucho, pero el gato negro lo veía como una especie de compañía. A veces, el pardo lo miraba desde el otro lado del jardín, sus ojos claros y serenos, como si supiera algo que el gato negro aún no había descubierto.
«¿Debería acercarme a él hoy?», se preguntaba. No estaba seguro de querer una conversación, pero el silencio en casa se sentía más pesado que de costumbre. El escritor no volvería hasta dentro de unas horas, y en ese tiempo, el gato negro estaba solo. Era una soledad a la que nunca se había acostumbrado del todo, especialmente en estos días más cortos y fríos. El gato pardo le vio salir y le lanzó un par de miradas de reojo, sin moverse de su sitio. El gato negro dudaba. No es que le cayera mal, pero tampoco tenía claro si quería que el otro gato se convirtiera en algo más que una presencia distante. Finalmente, decidió quedarse en el borde del jardín, mirando el viento mover las hojas y escuchando el eco lejano de los pasos del escritor en su mente. Mientras esperaba el regreso de su dueño, el gato negro pensaba en todas esas cosas que nunca sabría sobre su día. Quizás había salido a buscar más inspiración para esas páginas interminables que llenaba. O tal vez, solo tal vez, hoy volvería con ese pescado fresco.
Y cuando el sol empezaba a bajar, y la sombra del escritor se dibujaba de nuevo en el sendero, el gato negro regresaba a la ventana. Se tranquilizaba al verlo intacto, un poco más cansado, pero seguro. Regresaba a casa, y todo volvía a estar bien, al menos por otro día. El gato negro sintió el leve crujido de la puerta antes de que se abriera del todo, y enseguida supo que su dueño había regresado. Los sonidos familiares de bolsas entrechocando y paquetes dejados sobre la mesa llenaban la casa, y el gato, con paso elegante, bajó las escaleras para recibirlo. Se restregó suavemente contra las piernas del escritor, su pelaje oscuro contrastando con los pantalones desgastados de su dueño, pidiendo la atención que sabía que merecía.
Mientras ronroneaba y se enredaba en los tobillos del escritor, el gato alzaba la mirada, observando con atención cada movimiento. Era como si sus ojos penetrantes trataran de descifrar las emociones del humano, indagando en qué pensamientos le habían acompañado mientras estaba fuera. ¿Había sido un día difícil? ¿O tal vez había encontrado inspiración en alguno de esos lugares que el gato jamás conocería? Cada gesto del escritor, cada suspiro mientras vaciaba las bolsas, parecía llevar una historia oculta que solo el gato intentaba desvelar.
El escritor comenzó a colocar cuidadosamente los alimentos en la nevera y en los armarios, mientras el gato negro seguía cada movimiento con creciente emoción. Las arrugadas manos del humano sacaban frascos, verduras y pan, pero lo que más importaba estaba aún por llegar. De repente, el escritor se detuvo frente al fregadero, tomó el platito del gato y lo fregó con cuidado, una señal inconfundible de lo que venía después. El gato negro se acercó aún más, sus bigotes temblando de anticipación. El sonido inconfundible de una lata de atún abriéndose hizo que el gato no pudiera contener un suave maullido de agradecimiento. Sus ojos se agrandaron, observando cómo el escritor vertía despacio el contenido en su plato, sin perder ni una pizca del jugoso y delicioso atún. Todo el proceso se hacía de manera lenta y meticulosa, como si fuera un ritual sagrado que ambos compartían. Cuando finalmente el platito quedó lleno, el gato se lanzó con entusiasmo a disfrutar de su manjar. Cada bocado era un festín, y el gato negro comía con la misma concentración con la que había observado antes a su dueño. Mientras devoraba el atún, podía sentir la cálida presencia del escritor cerca, moviéndose por la cocina.
El escritor, mientras tanto, se había detenido a observarlo. Una sonrisa apenas perceptible, casi invisible, se formó en sus labios, mientras se preparaba un café con movimientos pausados. Parecía que ambos, en su silencio compartido, entendían algo esencial el uno del otro. Aunque no había palabras, había una conexión, una rutina que les daba consuelo y seguridad. El gato negro, con el estómago satisfecho y los sentidos alertas, levantó la cabeza un momento y miró al escritor. Tal vez no sabía a dónde había ido, qué había hecho o pensado, pero estaba seguro de una cosa: ahora estaba en casa. Y, por un rato, eso era todo lo que importaba.
El gato, con el estómago lleno y el corazón en calma, se dirigió lentamente hacia su rincón favorito en la casa: la cama grande en la habitación del escritor, esa que siempre estaba cubierta por una suave colcha azul. Era el lugar perfecto para descansar, cálido y tranquilo. Con pasos lentos y pausados, el gato se subió a la cama, dio varias vueltas sobre sí mismo, y finalmente se enroscó en un pequeño círculo, cerrando los ojos con satisfacción.
No pasó mucho tiempo antes de que el gato se adentrara en el mundo de los sueños. En su mente, las imágenes se fueron formando poco a poco, transportándolo a otros tiempos, tiempos que habían quedado grabados en su memoria felina. En el sueño, veía al escritor sentado en la mesa del comedor, rodeado de personas. No eran desconocidos, el gato los conocía bien. Eran las personas queridas que solían visitarlos, esas que siempre traían risas y conversaciones animadas a la casa.
El gato, en su sueño, acechaba desde un rincón de la habitación, observando la escena con atención. El olor de los manjares llenaba el aire, una mezcla de aromas que despertaban su instinto cazador. Recordaba aquellos días en los que, siendo más joven y ágil, solía intentar subir a la mesa, buscando una oportunidad para robar un bocado cuando nadie miraba. A veces lo lograba, y el escritor, aunque intentaba ser firme, casi siempre cedía ante el encanto del felino, compartiendo un pequeño trozo de comida.
En el sueño, el gato sentía la alegría que irradiaba el escritor cuando estaba rodeado de esas personas. Lo veía sonreír, reírse con ellos, hablar con pasión. Aunque en la vida real el escritor se movía ahora más despacio y con algo de torpeza, en ese recuerdo onírico era como si el tiempo no hubiera pasado. El escritor era fuerte y vivaz, y sus manos ágiles gesticulaban mientras hablaba. El gato sabía que esas reuniones, esas conversaciones con las personas queridas, siempre llenaban de felicidad al escritor. Y, de alguna manera, esa felicidad también se transmitía a él. En su mundo felino, el gato había aprendido a leer el estado de ánimo de su dueño, a sentir cuando estaba bien o cuando algo lo preocupaba. Y esos momentos, los de las risas compartidas, siempre eran especiales.
Mientras soñaba, el gato ronroneaba suavemente, como si ese ronquido sutil pudiera conectar el sueño con la realidad, como si de algún modo supiera que esos tiempos felices todavía vivían dentro de su dueño, aunque los años hubieran pasado. Y así, envuelto en esos recuerdos y en la cálida seguridad de su rincón preferido, el gato negro continuó soñando, en paz, sabiendo que todo estaba bien mientras su escritor estuviera cerca, aunque fuera solo en sus sueños.
En su estudio improvisado, instalado en la espaciosa cocina junto a la ventana, el escritor contemplaba el paisaje otoñal mientras mesuraba su barba cana con gesto pensativo. Las hojas amarillas, rojas y ocres caían lentamente de los árboles, mecidas por la suave brisa, cubriendo el jardín como una alfombra natural. El escritor, absorto en la belleza del momento, dejaba que sus pensamientos fluyeran libremente. Durante un buen rato, permaneció inmóvil, observando cómo la estación teñía el mundo de tonos dorados y marrones. Era un hombre que siempre había encontrado consuelo en los pequeños detalles de la vida, y esa tarde, la calma otoñal parecía hablarle en un idioma que solo él entendía. Pero entonces, como si una idea repentina se hubiera encendido en su mente, primero muy despacio, y luego con más rapidez, sus manos empezaron a moverse sobre el teclado de su portátil.
Cada tecla que pulsaba parecía resonar en la cocina, como si el sonido de la escritura misma tuviera el poder de llenar el aire con nuevas ideas, nuevos mundos. La chispa en sus ojos, casi imperceptible al principio, fue creciendo mientras las palabras tomaban forma en la pantalla. Era una pequeña llama de felicidad, de esa satisfacción profunda que solo un escritor conoce cuando las ideas fluyen sin esfuerzo, cuando la página en blanco comienza a llenarse de vida. El gato, desde su lugar en la cama azul, entreabrió los ojos, despertado por el tenue sonido de las teclas. Desde donde estaba, podía ver al escritor inclinado sobre su portátil, tecleando con creciente entusiasmo. El gato lo observó con curiosidad, como si intentara adivinar qué historias estaban naciendo en ese momento, qué pensamientos estaban cobrando forma.
El escritor seguía absorto en su labor. Sus dedos volaban ahora sobre el teclado, más ágiles de lo que se podía esperar de este hombre tan pausado. Era como si, al escribir, el peso de los años desapareciera, y en su mente aún estuviera ese hombre joven y lleno de energía de los recuerdos del gato. Mientras las hojas seguían cayendo al otro lado de la ventana, el escritor dejaba que su imaginación vagara libremente. Los personajes que había creado, las historias que estaba tejiendo, le hablaban con claridad. Eran antiguos compañeros, algunos conocidos, otros nuevos. Y en ese preciso instante, mientras tecleaba, no existía nada más en el mundo. Ni el paso del tiempo, ni las preocupaciones diarias. Solo él y las palabras que fluían como un río.
En la cocina, el aroma del café que se había preparado hacía poco aún flotaba en el aire, mezclándose con el perfume del otoño que se filtraba por la ventana entreabierta. El escritor respiraba profundamente, sintiendo el fresco aire otoñal. Para el gato, esa escena era un reflejo de la normalidad que tanto apreciaba: el sonido de las teclas, el aroma del café, la presencia reconfortante de su dueño escribiendo. Aunque los años habían pasado, y aunque ahora se sentía más solo cuando el escritor salía, en esos momentos en los que el hombre estaba en casa, escribiendo, el mundo del gato también estaba en orden. Y así, el gato cerró nuevamente los ojos, sintiendo la suave colcha azul bajo su cuerpo, mientras el sonido del tecleo llenaba la casa de promesas de nuevas historias.
Cada noche, cuando las lámpara de las ventanas se encendían y el silencio envolvía la casa, el escritor tenía un ritual que había mantenido durante años: se sentaba en su sillón favorito, con el gato negro a sus pies, y le leía en voz baja lo que había escrito ese día. No importaba si eran párrafos completos o tan solo unas pocas frases. Las palabras, suaves y pausadas, salían de su boca casi como un susurro, llenando la habitación con un aire de complicidad. El gato, aunque no entendía exactamente lo que significaban esas palabras, sentía la familiaridad de la voz de su dueño y el ritmo tranquilizador de su lectura.
El escritor le hablaba como si el gato fuera el único ser capaz de comprender los laberintos de sus pensamientos, la única compañía silenciosa en sus horas de creación. Tras terminar, solía dejar el manuscrito sobre alguna de las muchas superficies cubiertas de libros que había en la casa, como si el acto de escribir fuera solo una parte de su vida, pero la lectura, la comunión entre las palabras y los pensamientos, fuera la culminación. Luego de la lectura, el escritor se levantaba y, casi como por inercia, caminaba entre libros apilados en las estanterías, en las mesas, en las sillas y, en algunos rincones, incluso en el suelo. Allí, entre tanto desorden literario, escogía algún volumen que le había llamado la atención ese día o que había traído de alguna biblioteca de la ciudad. Era en esas horas, muy tarde ya, cuando el escritor se instalaba en su sillón, y el gato se acomodaba a sus pies, envolviéndose en la calidez del espacio.
El tiempo pasaba con lentitud, las páginas giraban, y a veces se escapaba un pequeño suspiro del escritor, como si hubiera encontrado algo profundo en las páginas, o una leve risa, fruto de alguna ironía bien escrita. Cada uno de esos sonidos era suficiente para que el gato negro, en un gesto casi mecánico, abriera los ojos, estirara las patas y se acurrucara nuevamente, más cerca, más a gusto.
Cuando la noche ya estaba muy avanzada y las sombras danzaban en la penumbra, el escritor cerraba el libro que había estado leyendo, dejando un marcador entre las páginas. Lentamente, se levantaba de su sillón con movimientos pausados y seguros, aunque algo torpes por el cansancio. El gato negro, siempre atento, seguía sus pasos con la mirada, consciente de que la jornada estaba por terminar. El escritor se dirigía a la cocina, a veces a preparar una taza de té, otras simplemente a beber un poco de agua. Luego, entraba al baño con la misma calma, como quien sigue una rutina sin prisas. Al volver al salón, pasaba junto a su compañero felino y se detenía un momento para darle una suave caricia, un gesto de afecto silencioso que el gato siempre agradecía con un leve ronroneo.
Antes de irse a la cama, el escritor quitaba cuidadosamente la colcha azul que cubría su cama y la doblaba con esmero, dejándola sobre el sillón donde había pasado las últimas horas. Se deslizaba entre las sábanas con lentitud, apagaba la lámpara de su mesilla de noche y, con un susurro que parecía envolver la oscuridad, decía: «Buenas noches, amigo». El gato negro, en su sitio habitual a los pies de la cama, escuchaba esas palabras con los ojos entrecerrados, satisfecho y en paz, sabiendo que su mundo, aunque sencillo, era perfecto en su compañía y en la constancia de las pequeñas rutinas que compartían. Y así, mientras el escritor se sumía en el sueño, el gato también se dejaba llevar por el suave abrazo de la noche.
y le pasó la mano por todo el lomo, desde el cuello al rabo, sonriendo.
Y llegó el amanecer. El escritor, mientras acariciaba al gato negro, sonreía con una ternura casi imperceptible. Era un gesto que se había vuelto rutina a lo largo de los años, pero esa mañana tenía algo distinto. Había algo en el aire, una especie de determinación tranquila que se podía ver en sus ojos. El gato, siempre atento a los cambios en su dueño, lo notaba. Aunque no entendía exactamente qué era, sentía que el día traería algo fuera de lo común.
El escritor terminó su desayuno lentamente, disfrutando cada sorbo de café y cada bocado de la tostada, como si saboreara no solo la comida, sino también el momento en sí. Mientras tanto, el gato seguía cerca, dando vueltas a su alrededor, rozando sus piernas, observando cada uno de sus movimientos. No dejaba de pensar en lo inusual que era que su dueño se preparara tan temprano. “¿A dónde irá hoy?”, se preguntaba el gato. “¿Será un día como los otros, o tal vez algo más… importante?”
El escritor se levantó de la mesa, llevó los platos al fregadero y los enjuagó con calma, mientras el gato negro lo seguía con la mirada, sentado junto a la puerta de la cocina. Lo observaba con una mezcla de curiosidad y cierta preocupación. Sabía que su dueño, aunque siempre le mostraba una imagen serena, era frágil. El gato conocía cada uno de sus pasos torpes, los pequeños tropiezos y las veces que había vuelto a casa con un raspón o un golpe leve.
Después de ordenar todo, el escritor se dirigió a su estudio. El gato lo siguió a corta distancia, aunque se detuvo en el umbral de la puerta. Desde allí, lo vio recoger una mochila que había preparado la noche anterior. El gato entrecerró los ojos, como si eso le ayudara a desvelar el misterio de aquel día. ¿Un viaje? No era algo inusual, pero algo en el ambiente le hacía pensar que este no sería un día cualquiera.
El escritor se colgó la mochila al hombro, se puso una chaqueta ligera y finalmente, antes de salir, se detuvo en la puerta y miró al gato negro, quien ya estaba sentado junto a su gatera, listo para salir a despedirlo como siempre hacía. Se agachó con cierta dificultad y, acariciando su cabeza una vez más, le susurró con suavidad: «Hoy será un buen día, amigo. Cuida la casa mientras no estoy». El escritor sonrió levemente mientras se miraba en el espejo del recibidor. Aunque las arrugas en su rostro y la barba canosa reflejaban el paso de los años, aún quedaba en él una chispa de vitalidad que lo hacía sentirse vivo. La idea de organizar una fiesta como las de antes le llenaba de una energía que hacía tiempo no sentía. «Sí, hoy será diferente», murmuró para sí, ajustándose el gorro de lana negro y echando un último vistazo a su reflejo. La bicicleta le esperaba apoyada contra la cerca del jardín, y mientras la montaba, no podía dejar de pensar en las reuniones que solían llenar su hogar de risas y conversaciones. Recordaba las voces de aquellos que habían sido parte de su vida, amigos que compartían historias, debates apasionados, y esa bella mujer que lo miraba con una calidez que aún le ardía en el corazón. Hoy, quería sentir todo eso de nuevo. Quería revivir esos momentos, aunque fuera por una tarde.
El gato ronroneó como en respuesta, como si quisiera darle su aprobación. Pero en su interior, no podía dejar de preocuparse. El escritor era importante para él, no solo porque le daba comida y lo acariciaba, sino porque había una conexión profunda que había crecido con los años. Aunque el gato no podía expresar con palabras, sabía que su vida estaba entrelazada con la de aquel hombre, y cualquier cosa que le ocurriera al escritor lo afectaría a él también. El gato negro, fiel como siempre, estaba a sus pies, mirándolo con sus ojos penetrantes, como si pudiera leer los pensamientos de su dueño. El escritor se agachó una vez más para acariciar al gato, y el felino, en respuesta, se restregó contra sus piernas, emitiendo un suave ronroneo. «Cuida la casa, compañero», le repitió el escritor, antes de abrir la puerta y salir al fresco aire matutino. El gato negro lo siguió hasta la puerta del jardín y se quedó allí, observando cómo se alejaba en su bicicleta, balanceándose un poco con su estilo algo torpe pero decidido. La brisa fresca agitaba suavemente las hojas del jardín, y el gato, sentado en silencio, miraba cómo su figura se perdía por el camino, aún desierto.
Una vez más, como todas las mañanas, se quedó allí, contemplando el horizonte, preguntándose qué aventuras viviría su dueño mientras él, el pequeño guardián de la casa, se quedaba esperando su regreso. Esta vez, sin embargo, no solo era la rutina lo que lo inquietaba. Algo dentro de él lo hacía sentir que el día que comenzaba no sería como los demás. Algo cambiaría. Con un suave maullido, como si expresara esa inquietud, el gato negro regresó lentamente a la casa, sabiendo que no le quedaba más que esperar.
Pedaleaba con determinación, recorriendo las calles que aún despertaban con la primera luz del día. Sabía exactamente a dónde iba. Primero haría unas llamadas, luego iría a la tienda a comprar todo lo necesario: vino, algunos quesos, pan recién horneado, y tal vez, si tenía suerte, ese pastel de manzana que siempre había sido el favorito de todos. Mientras pedaleaba, imaginaba cómo sería la tarde, cómo llenaría su casa de nuevo con las voces y las risas que tanto extrañaba.
Después de un rato, el gato negro se dirigió al salón, donde la luz suave de la mañana comenzaba a filtrarse por las ventanas. Subió a su lugar favorito, junto a la gran ventana, y desde allí observó el mundo exterior, mientras sus pensamientos vagaban entre la tranquilidad del presente y las memorias del pasado. Sabía que pronto su dueño regresaría, y quizás esa tarde la casa se llenaría nuevamente de las voces que ambos extrañaban. Con un largo estiramiento y un suave ronroneo, el gato se acomodó, dispuesto a esperar.
Llegando al mediodía, el escritor salía de la tienda de licores con dos bolsas en su mano izquierda y un paquete de cartón blanco en la derecha, sujeto por un lacito verde, era la tarta. Caminaba en dirección a la plaza, donde había dejado aparcada su querida vieja bicicleta roja. Circulaba mucha gente, camino de algún restaurante cercano para almorzar, gente que trabajaba en el centro de la ciudad, que iba con prisa y en grupo. El escritor se encontró con un grupo que se había parado en medio de la acera y ocupaba casi todo el espacio. En la calzada, el tráfico era denso, pero bastante rápido, el semáforo lucía verde para los automóviles. Llegando hasta el grupo, el escritor trató de pasarles, estaba impaciente por llegar a casa y empezar con los preparativos. Tenía que limpiar todo bien, recoger los libros que estaban por todos lados, en fin, tenía mucho que hacer para pararse en medio de la acera esperando a estos pesados.
El escritor intentó pasar al grupo, esquivando los cuerpos aglomerados que charlaban sin prisa, ajenos a su urgencia. Sujetó con fuerza las bolsas de licor y el paquete con la tarta, tratando de no tropezar ni desequilibrarse. «Disculpen», murmuró, aunque su voz apenas se oyó entre el bullicio. Dio un paso hacia la calzada para evitar la multitud, consciente de lo denso que estaba el tráfico. Un auto pasó rozándole y decidió no tentar más la suerte. Finalmente logró rebasar al grupo, acelerando el paso hacia su bicicleta, que seguía aparcada donde la había dejado en la plaza. Sentía un ligero sudor formarse bajo el jersey negro mientras el sol de mediodía iluminaba la ciudad con una luz más fuerte de lo esperado para el otoño. No importaba. Todo parecía ir bien. La tarta estaba intacta, y las botellas seguían seguras en sus bolsas. Solo faltaba regresar a casa y comenzar los preparativos para la gran reunión.
Mientras caminaba con pasos rápidos, su mente estaba ocupada en la lista mental de tareas que le aguardaban. Limpiar la casa, recoger los libros esparcidos, barrer el suelo donde el polvo se acumulaba, preparar la mesa del comedor con su viejo mantel color crema, el que siempre usaba en las grandes ocasiones. No solo quería revivir las fiestas de antaño, sino recrear esa calidez que tanto extrañaba, esa sensación de pertenencia y de vida que, poco a poco, se había esfumado de su hogar.
Llegó a su bicicleta, colocó cuidadosamente las bolsas y el paquete en el canasto delantero y montó, ajustándose el gorro de lana antes de empezar a pedalear de regreso. Al hacerlo, una sensación de satisfacción y anticipación crecía en su interior. Iba a ser un buen día, como los de antes. Ya podía imaginarse a sus hijos entrando por la puerta, riendo, conversando, compartiendo una copa de vino y una porción de tarta.
Mientras pedaleaba hacia su hogar, el viento fresco en su rostro le traía recuerdos de viajes pasados y personas queridas. La nostalgia le envolvía, pero no de una manera amarga, sino como una promesa de que, por unas horas al menos, todo volvería a ser como solía ser. Incluso pensaba en lo bien que se lo pasaría el gato, merodeando por la casa llena de voces y risas, tal como lo había hecho cuando era un gatito juguetón.
Con el corazón lleno de esperanza y una sonrisa apenas perceptible en su rostro, el escritor avanzaba decidido, imaginando el bullicio y la vida que pronto llenarían nuevamente su hogar silencioso. Iba bien ajustado a su derecha, circulando bastante rápido para lo que solía hacer habitualmente. En su cerebro se alternaban las imágenes añoradas, las conversaciones, las risas, las canciones, que con toda seguridad cantarían, acompañados por su guitarra. ¡Oh, esos antiguos y queridos instrumentos que ahora yacían mudos, sin las manos de los que en otro tiempo les hacían vibrar! De pronto, una señora mayor, da un paso hacia la calzada para eludir uno de esos grupos patosos que acaparaban toda la acera y el escritor, sorprendido, trata de evitar una colisión girando levemente a la izquierda, en el momento en que el autobús 3 ha iniciado el adelantamiento del anciano en la bicicleta roja. El golpe fue brutal. Un golpe seco que hizo que los que estaban en el corrillo girasen sus cabezas en dirección al fatal sonido. Un silencio total cubrió la escena. el escritor yacía entre los restos de su bicicleta, con las bolsas y su contenido desparramado, la caja de la tarta aplastada. Del gorro negro manaba lentamente un hilo de sangre que iba formando una mancha roja, densa, humeante. La última imagen grabada en la mente del escritor, era el rostro de su amada, sonriendo, como siempre hacía cuando estaban todos juntos. Profunda oscuridad, Nada.
En su soledad, el gato negro vio como el día avanzaba y la mancha soleada de la mesa del escritor palidecía. Cayo la noche y el gato negro emitía a veces un pequeño maullido de inquietud, repetido y con mayor intensidad, según avanzaba la noche. Sintió la puerta, sabía que no era el escritor, porque conocía todos los sonidos tan peculiares de su amigo. Bajó las escaleras para ver quien era y vio a la mujer bella, que se agachó a acariciarle, sintió una gota templada en su hocico, una lágrima derramada por ella. Subió con ella los doce escalones que separaban el recibidor de la cocina. Sabía de sobra que su antigua vida había terminado. Lo había presentido en el mismo momento que el escritor, sonriente, cerró la puerta tras de sí. Pero, el gato negro, en el fondo de su pequeña alma de gato, conservaba la esperanza de que, algún día, cuando él estuviese mirando por la ventana como se mecían las ramas de los árboles, su amigo el escritor, aparecería de nuevo por el caminito, en su bicicleta roja.
Salgo de mi casa directamente al campo, bañado a esta hora por un sol que ya calienta más de lo que se podría esperar, esta mañana de finales de octubre. Contemplo, estupefacto, una colonia de cigüeñas que han tomado un barbecho al asalto y se sirven a sus anchas de los manjares que les ofrece la tierra, condescendientes con algunas gaviotas o un par de urracas, que osan deambular entre estos pájaros gigantes. Voy pensando en mi entrada de ayer, y en que prometí seguir hoy contando cosas de Andorra. Tengo que ir rebobinando pensamientos hasta llegar al 1990 y ese mes de febrero en que llegué al principado.
Todo había empezado un par de años antes, cuando entré en contacto con la fundación Jaume Bofill de Barcelona y con su director Jordi Porta, que desgraciadamente falleció el año pasado. Buscaba yo, como bien le dije, profundizar en el corazón del catalanismo para, al ser posible, llegar a comprenderlo. Nadie como este insigne catalán habría podido guiarme tan bien como él lo hizo y a él le debo en gran medida todo lo que he aprendido, sobre la formación de un espíritu democrático de lucha identitaria. En la fundación abundaban los sociólogos y uno de ellos, hombre jovial e inteligentísimo, con el cual yo solía pasar horas discutiendo sobre temas muy varios, tenía una novia andorrana. Cuando me pidieron desde Suecia que organizase un viaje de estudios para la institución de historia por Cataluña, se me ocurrió preguntarle si él me podría introducir a las autoridades del principado, para organizar una visita allí. En menos de una semana me contestó que no habría inconveniente y yo me puse a producir un programa para una visita de diez días, incluidos dos días en Andorra.
Se llega a Andorra casi sin darse cuenta. Las montañas parecen escondidas al norte de La Seu de Urgel. Muy diferente es la entrada por Francia, más escarpada, formando una barrera reconocible e imponente. En un periquete nos pusimos en Andorra la Vella, con su calle principal repleta de tiendas y bazares y llegamos a la Casa de la Vall, edificio que ha sido la sede del parlamento y del el Consejo General de Andorra desde 1702. Allí nos estaba esperando una joven estudiante, morena y lozana, que irradiaba ganas de vivir y alegría natural. Marta, que así se llamaba fue nuestra cicerone y también nuestra traductora, pues hablaba inglés y francés y mis compañeros suecos no hablaban ni catalán ni español. De la Casa de la Vall me llevo el recuerdo de esa magnifica, aunque muy sencilla cocina, lugar donde los consejeros se reunían alrededor de la chimenea, compartían comida y discutían asuntos políticos. La cocina simbolizaba un ambiente más íntimo y cercano para la toma de decisiones, en contraste con las sesiones más formales que se celebraban en otras partes del edificio. Me los imagino moviendo la olla a la lumbre, conteniendo una escudella o un trinxat de montanya, acompañados de una buena secallona, regado todo con un buen vino francés o catalán. Me parecía ver a los 24 consejeros cocinando y comiendo juntos, discutiendo sus asuntos hasta muy entrada la noche, buscando el necesario consenso. Soy consciente de que idealizo esta imagen, como también llegué a idealizar Andorra como microestado, hasta el punto de pensar en irme a vivir allí.
La Enciclopedia Nacional Sueca, en la que muchos de nosotros habíamos escrito o participado de alguna manera, y cuyo director y redactor de historia Sten Skansjö nos acompañaba en la expedición, nos invitó a comer en un restaurante muy antiguo y muy genuino, cuyo nombre, desgraciadamente se ha evaporado de mis recuerdos. Allí surgieron todas las preguntas sobre la historia de Andorra que Dick y yo nos apresuramos a intentar responder y que nos ocupó mucho tiempo y costó mucha energía, hasta tener una imagen medianamente completa de la misma. Yo, personalmente, seguí investigando desde la fundación y regresé a Andorra bastantes veces para consultar archivos y hablar con gente interesante. Eran años revolucionarios de alguna manera y la juventud andorrana comenzaba a vislumbrar un futuro inquietante, que prometía y amenazaba. Muchos de los jóvenes con los que yo hable entonces se encontraban en la encrucijada de encerrarse en su identidad andorrana o abrirse a la identidad europea, arrastrados por su entorno francés, catalán y español. Se discutía una posible reforma del sistema para modernizar la organización política del principado. Se debatía entre el conservadurismo férreo de los que querían conservar las instituciones como estaban y como habían estado por los siglos de los siglos, y los que querían modernizar el sistema, para ponerlo al día en cuanto a derechos civiles, garantías democráticas y fluidez económica se trataba. Al fin, triunfaron los que deseaban un cambio y, a principios de la década de 1990, Andorra experimentó un cambio político significativo que transformó la estructura de su gobierno y su estatus internacional. Hasta entonces, Andorra había sido gobernada por un sistema feudal basado en los «copríncipes», que eran el obispo de Urgell y el presidente de Francia. La principal reacción política fue la reforma constitucional de 1993, que marcó un punto de inflexión en la historia del país. En respuesta a la presión interna y externa para modernizar su sistema político, Andorra adoptó su primera constitución escrita, el 14 de marzo de 1993, convirtiéndose en una democracia parlamentaria. Esta constitución redujo el poder de los copríncipes, quienes pasaron a tener roles más simbólicos, y estableció la separación de poderes entre el ejecutivo, legislativo y judicial.
Andorra pasó, gracias a la nueva constitución, de ser un territorio gobernado por copríncipes en régimen feudal a un país plenamente soberano con un parlamento democrático. El Consejo General de Andorra se convirtió en el órgano legislativo con mayores facultades, consolidando el sistema democrático. La nueva constitución permitió que Andorra fuera reconocida como un Estado independiente por la comunidad internacional y ese mismo año, Andorra fue admitida como miembro de las Naciones Unidas. Hasta los más acérrimos románticos podían ver que Andorra ya a principios de 1990 estaba, para bien y para mal, engullida en el sistema capitalista reinante, ya era muy tarde para intentar mantener el “esplendido aislamiento”, por emplear un anglicismo, que les había ayudado a mantener su libertad y permanecer en paz en medio de todas las guerras habidas en su entorno.
Las grandes transformaciones, sobre todo las económicas, vinieron tras la nueva constitución. Hasta la década de los 1990, la economía de Andorra se basaba en gran parte en su estatus como paraíso fiscal y en el comercio libre de impuestos, atrayendo a turistas y negocios que se beneficiaban de la baja fiscalidad y la confidencialidad bancaria. Los andorranos podían ganar mucho dinero posicionándose al frente de empresas internacionales con sede en el principado, ya que la antigua legislación les otorgaba el derecho exclusivo de registrar propiedades en el país. Sin embargo, bajo la presión internacional, Andorra comenzó un proceso de reformas para alinear su sistema con los estándares internacionales. En los años que siguieron a mi visita todo fue cambiando, como también estaba cambiando la demografía del país. Las personas con las que yo me relacioné en Andorra, especialmente aquellos de 50 años en adelante, recordaban un principado con una población de no más de 8,000 personas, la mayoría nacidos en Andorra, agricultores, ganaderos y mercaderes, entre los cuales habría que contar a los que se dedicaban al contrabando. Los que en el 1990 tenían 70 años, recordaban que el principado no había tenido una carretera pavimentada que la uniese a Francia hasta 1930. Las comunicaciones con España tardaron aún más, siendo la primera carretera pavimentada que conectó España con Andorra la CG-1, construida a mediados del siglo XX. Esta carretera conecta Andorra la Vella con la frontera española en la localidad de La Farga de Moles, a través del paso fronterizo en el río Runer.
A partir de los años 60, e impulsado por el turismo y las inversiones que se empezaban a hacer en este sentido en el principado, la población fue aumentando exponencialmente y había llegado a 55,000 en 1990. Ya, la mayoría de los habitantes del principado no eran autóctonos, ni siquiera tenían el catalán como primera lengua. Además, ocurría una cosa muy interesante; los hijos de los antiguos andorranos, los que podían contar sus antepasados hasta siglos muy lejanos, salían a estudiar a Barcelona, Montpelier o cualquier otra universidad, eligiendo carreras artísticas o humanistas, casi nunca carreras practicas como ingeniero o médico, que sí eran elegidas por los hijos de la inmigración. Justamente esta particularidad la comenté en mi discurso en la ciudad polaca de Bydgoszcz, a donde asistí en septiembre de 1990 para presentar un trabajo sobre los microestados, enviado por mi facultad a la reunión internacional sobre naciones y nacionalismo que tuvo lugar en esta ciudad del norte de Polonia. Entre los asistentes a esta conferencia estaba el sociólogo Alfonso Pérez Agote, por aquel entonces, catedrático en la universidad de Deusto, que me invitó a dar una conferencia en su universidad al año siguiente. Creo que esto ya lo conté en otra ocasión, en una entrada anterior.
En Andorra había ya en 1990 muchas familias locales que se habían hecho ricas gracias a las coyunturas históricas que les tocó vivir. En la posguerra y hasta bien entrados los años 60, Andorra tenía reputación como un lugar donde se realizaba contrabando de productos como tabaco y alcohol, debido a las ventajas fiscales. Durante la guerra, los caminos del contrabando también se utilizaron para trasladar a personas en riesgo, judíos principalmente, desde Francia a España, donde el gobierno de Franco por lo general hacía la vista gorda y les dejaba pasar a Portugal o a Marruecos. Los andorranos que arriesgaban mucho en estos “viajes” recibieron grandes compensaciones económicas, como también lo hicieron los pescadores daneses que hicieron lo propio, poniendo sus barcos a disposición de judíos, para pasar el estrecho del Sund y refugiarse en Suecia. Este tipo de actividades extralegales generó ingresos que algunos inversores locales pudieron destinar a nuevas iniciativas comerciales o inmobiliarias.
Las grandes fortunas del principado se amasaron también convirtiendo terrenos de labor en solares para la construcción de hoteles e infraestructuras turísticas. Aunque las primeras inversiones en Andorra en los años 60 vinieron principalmente de capital español y francés, motivadas por las ventajas fiscales y la falta de regulaciones estrictas. Estas inversiones se destinaron a sectores como el turismo, el comercio libre de impuestos, el sector inmobiliario y, más tarde, el sector financiero. El crecimiento económico de Andorra en esta época fue impulsado por su estatus de paraíso fiscal y su capacidad para atraer tanto a turistas como a inversores que buscaban un lugar seguro para su dinero. Bueno, pues, quería yo explicar aquí un poco los sentimientos de esos jóvenes andorranos a los que entrevisté en Andorra y en Barcelona y que se encontraban en este momento crucial de elegir entre el pasado y un futuro incierto. Cierto es que, al menos la mitad de estos jóvenes, tenían padres no andorranos; andaluces, catalanes, castellanos, franceses y portugueses, pero todos coincidían en ver un peligro en los intentos de cambiar radicalmente las instituciones del país. Estos jóvenes eran políglotas y muy viajados, pero amaban su singularidad, como miembros de una sociedad diminuta y diferente. El cambio en el sistema de gobierno representó para ellos una transición de un sistema feudal a uno moderno y democrático, implicando no solo un cambio en las instituciones, sino también en la percepción de la identidad andorrana y su lugar en el mundo contemporáneo.
Aunque han cambiado las cosas, Andorra sigue siendo un paraíso fiscal capaz de atraer a muchas fortunas. Un IRPF con una tasa máxima del 10%, atrae a gente como el Rubius, un impuesto sobre sociedades del 10%, un IVA del 4,5%, y 0 de impuestos sobre la riqueza y sobre sucesiones. Esto es lo convierte a Andorra en un destino popular para individuos y empresas que buscan optimizar su carga fiscal en Europa. 841 firmas españolas se han establecido en el principado, lo que supone el 60% de las 1.380 empresas europeas que lo han hecho, entre las que destacan 280 francesas y 140 rusas. Por algo será.
Ayer contaba yo la historia de Boris, el auto aclamado rey de Andorra, y hoy pienso contar brevemente la historia de otro aventurero en otro microestado, bueno, microestado en cuanto a población se refiere, Islandia, con sus 376,000 pobladores para 103,000 km2. Este país, que fue fundado en 874 cuando el vikingo noruego Ingólfur Arnarson, forzado a salir de Noruega al haber perdido su patrimonio por culpa de un duelo, llegó a la isla. Para ser muy breve, contaré que en el siglo XIII, Islandia se unió a Noruega bajo el Pacto de Þingvellir, lo que marcó el inicio de un periodo de dominio noruego, que incluyó la pérdida gradual de autonomía. Noruega pasó a ser dominada por Dinamarca en 1536 hasta el 1814. Islandia era por tanto una colonia danesa. Es durante el ultimo periodo de la ocupación danesa, ya inmersos en las guerras napoleónicas, cortadas las comunicaciones entre Reikiavik y Copenhague, cuando Jørgen Jørgensen, un aventurero danés. En 1809, durante un breve período conocido como la «Revolución de Jørgensen», tomó el control de Islandia. Este Jørgensen llegó a Islandia como parte de una expedición británica y con una buena carga de aguardiente. Con la ayuda de unos pocos seguidores, igualito que Boris en Andorra, depuso al gobernador danés y se autoproclamó «Protector» de Islandia, permitiéndose emitir algunas reformas, como la liberación del comercio de los monopolios daneses. Sin embargo, su gobierno duró solo dos meses, ya que las autoridades danesas y británicas lo arrestaron y lo destituyeron rápidamente.
De este hombre sabemos bastante. Nació en 1780 en Copenhague y creció en Strøget, en la parte que va a dar en Kongens Nytorv. Su padre era fabricante de relojes de la corte, y aunque la familia no era noble, formaba parte de la burguesía acomodada gracias a su conexión con esta.
A Jørgen le iba bastante mal en la escuela. De hecho, le fue tan mal que lo expulsaron. El tiempo libre lo usó para formar una pandilla de niños, donde corría por las calles y golpeaba a los pequeños que se les ponían delante. Era este Jörgen un chico verdaderamente problemático, así que un día, para deshacerse de su hijo, el padre hizo un trato con un capitán de navío inglés y envió a su hijo de 14 años al mundo en un barco de carbón. A continuación, aparece Jørgen trabajando en un barco ballenero y, supuestamente, también como pirata frente a la costa de África, antes de que los ingleses, por razones algo confusas, lo envíen en un barco a Australia, probablemente como prisionero. Allí ayudó a fundar las dos colonias que más tarde se convertirían en Sídney y Melbourne, de donde regresó a Dinamarca convertido en un señor inglés, un problema, porque su familia prefería a los franceses. Por tanto, cuando los ingleses bombardearon Copenhague en 1807 y robaron la flota danesa, Jørgen se puso a saquear y abordar barcos ingleses para que la gente pudiera ver que amaba a su patria y estaba dispuesto a luchar por ella. Sin embargo, todo salió mal, y Jørgen fue capturado como prisionero de guerra y enviado a prisión en Inglaterra, de donde pudo salir casi al momento. Un día, en un bar, Jørgen escuchó a dos islandeses, que estaban molestos porque el conflicto bélico impedía el comercio entre Inglaterra e Islandia, que estaba bajo control danés. No les llegaba a Islandia tabaco, grano, café y alcohol, mientras que ellos tenían cantidades ingentes de lana, pescado seco y sebo, que no podían vender. Esto le dio al avispado danés una idea y, rápidamente, contacta a un fabricante de jabón inglés que necesita desesperadamente sebo para su producción. Tan desesperadamente que está dispuesto a pagar por enviar más barcos.
Al mismo tiempo, Jørgen establece contacto con algunos políticos que están interesados en la idea de hacer un exclusivo acuerdo comercial con Islandia, donde pueden vender todos los productos que Islandia necesita. Jørgen se asegura de que se den cuenta de que él es absolutamente indispensable para tal expedición. Puede actuar como intérprete para los ingleses, ya que el idioma comercial en Islandia es el danés.
Jørgen ha olvidado que, en realidad, es un prisionero de guerra y ha hecho un pacto de no abandonar el país. O simplemente considera conveniente no informar a los políticos o empresarios sobre ello, para poder ir a Islandia y ganar dinero con su idea genial. En 1809, zarparon de Londres para ayudar a los oprimidos isleños, tres barcos, dos cargados con productos comerciales, y el tercero con cañones. Sin embargo, la recepción no fue la esperada. Los islandeses no se aglomeran en el muelle para recibir a sus héroes salvadores. Las miradas que reciben vienen a ser generalmente desconfiadas. Y, a simple vista, no parecían los islandeses estar tan hambrientos como Jørgen había imaginado.
¡Pero esto no puede salir mal! El fabricante de jabón ha invertido mucho dinero en la expedición, y Jørgen ha hecho grandes promesas a los políticos en Inglaterra. Así que cuando llegan al puerto de Reikiavik en Islandia, apuntaron sus cañones hacia la casa del conde Trampe, el jefe de la administración y la máxima autoridad de la isla. Islandia no tiene ejército, así que cuando el conde Trampe vio un par de cañones apuntando hacia él, aceptó rápidamente firmar un acuerdo que permitía a los ingleses comerciar con Islandia. A pesar de que esto está estrictamente en contra de la orden del rey danés, siguiendo el sistema continental de Napoleón, y podía conllevar la pena de muerte al que hiciera semejante cosa. Jørgen Jürgensen y el resto de la tripulación inglesa regresan a sus barcos. Solo tienen que esperar a que las nuevas reglas entren en vigor oficialmente. Pero las horas se convierten en días, y los días en más días. Y nada sucede. Después de diez días, la paciencia de Jørgen se ha agotado y el domingo, 25 de junio de 1809, mientras redoblan las campanas de la iglesia de Reikiavik, doce ingleses armados con Jørgen al frente, empuñando una pistola, se dirigen a la casa del conde Trempe, y le toman como prisionero, ni cortos ni perezosos. Una verdadera revolución se ha consumado, felizmente sin derramar sin una sola gota de sangre. Hasta aquí la historia se parece al caso de Boris en Andorra.
Todo sigue a un paso más que rápido. Antes de partir de Inglaterra, les habían prometido a los políticos que les ayudaron y al mismo rey, que no causarían problemas. Pero, la realidad era que Islandia se encontraba ahora sin un líder y todavía hay guerra entre Inglaterra y Dinamarca. Pronto deciden los doce que Jørgen debe tomar el poder en lugar del Conde Trampe. Él habla tanto danés como inglés. Así que, cuando la misa termina una hora más tarde y los habitantes salen de la iglesia, se encuentran con una nueva Islandia. Ya no forman parte del reino danés, sino de una república libre e independiente.
El propósito del viaje cambió rápidamente para Jørgen, que se tomó su nuevo rol como gobernante autoproclamado de Islandia de manera muy seria y solemne. Insistió en que le dieran las llaves de los edificios oficiales y todas las armas, que resultan ser solo 20 fusiles viejos, algunas espadas oxidadas y un par de cuchillos. A velocidad vertiginosa, introduce nuevas leyes. Hace bajar los precios de los alimentos y también baja los impuestos, y decide unilateralmente que toda la deuda de Islandia con Dinamarca queda anulada.
Jørgen planificó construir hospitales, mejorar las escuelas y conseguir mejores salarios para las comadronas. Y aquí debemos recordar que todo esto sucedió simplemente porque un día conoció a dos islandeses que se quejaban en un bar en Londres. Jørgen solo olvidó una cosa bastante importante; que aún era un prisionero de guerra que había roto la única regla que debía cumplir: quedarse en Inglaterra. Y que probablemente no le gustaría mucho al rey inglés que Jørgen se haya proclamado señor de Islandia mientras Inglaterra estaba en guerra con Dinamarca.
Y llega el día en que un buque de guerra inglés emerge de la neblina. Ha venido a Islandia a verificar cómo iba el acuerdo comercial con Islandia. Emocionado, Jørgen corre hacia el barco mientras este entra en el puerto. Está deseando contarles todo lo que ha logrado en Islandia: todas las reformas, todos los sueños. Pero el capitán del buque de guerra, Alexander Jones, no comparte el entusiasmo de Jørgen. De hecho, se queda conmocionado al enterarse de que han capturado al Conde Trampe como prisionero de guerra y han proclamado a Islandia como un estado independiente. Esto le recuerda a la Revolución Francesa, justo lo que los ingleses han estado combatiendo. Alexander Jones anula de inmediato todo lo que Jørgen Jürgensen ha hecho y dicho durante su tiempo en Islandia, devuelve el país a Dinamarca y restablece el orden. A Jørgen Jørgensen lo meten en un barco como prisionero camino de Inglaterra y, para colmo de desdicha, el sebo que en principio era la principal causa de que la operación se hubiera llevado a cabo, se pierde en un incendio, casi 25,000 libras de sebo, tan necesario en Inglaterra, especialmente para el fabricante de jabones Samuel Phelps, que costeó la operación. El breve reinado de Jørgen Jørgen tuvo lugar entre el 26 de junio y el 25 de agosto de 1809. De aquella aventura Jørgen no sacó nada en limpio y acabó su vida arrastrando deudas, como podemos ver en esta fuente que pego aquí abajo, procedente del museo de Reading. Lo dejo aquí, que mañana será otro día y escribiré algo sobre Malta.
Hoy es un día de planificación urbana, aquí en Lund. Los políticos en activo hemos convocado a la ciudadanía en la sala de reuniones de la ciudad (Stadshallen) para conocer su opinión sobre los planes de futuro que hemos penado para la ciudad. Concretamente se trata de saber su opinión sobre la construcción de nuevos barrios, parques e infraestructura y muy especialmente sobre la escala arquitectónica que queremos emplear: concentrado y alto o diseminado y bajo. Sabemos que aquí las opiniones van a variar mucho. Se puede argumentar que construir viviendas en vertical, en edificios altos con singularidad y personalidad, en un espacio reducido, es a preferir ya que ocupa menos área y facilita las infraestructuras y las comunicaciones, dejando las tierras de labor intactas o al menos reduciendo mínimamente su extensión. Por el contrario, una edificación mas baja, con soluciones unifamiliares y mucho espacio adyacente, jardines etc. se puede considerar como más “humano” en el sentido de homo mensura (a la medida humana). Construir de esa manera compromete un área muy superior y acota en gran medida las tierras de labor, algo que, pensando en las necesidades de autosuficiencia en materia de alimentos, es contraproducente. Vertical u horizontal, esa es la cuestión.
Y, mientras voy caminando hacia la reunión me vienen a la cabeza algunos dichos que desde pequeño solía oír y que ahora vienen a cuento. “Caballo grande, ande o no ande” se decía irónicamente de los que valoran la magnitud o apariencia externa por encima de la funcionalidad o la utilidad real, y describe situaciones en las que se privilegia lo llamativo, lo grande o lo impresionante, aun cuando ese atributo no garantice eficacia o beneficio práctico. Muchas ciudades han optado por construir edificios a cuál más grande, la lista sería tan larga como la de las ciudades del mundo, ya que no creo que haya una ciudad que no tenga ningún rascacielos que mostrar. También recuerdo el dicho: “los perfumes más caros se venden en frascos pequeños”, un dicho que se utiliza para resaltar que el valor o calidad de algo no siempre está relacionado con su tamaño o cantidad. Más bien, lo que es realmente valioso, ya sea en términos de calidad, importancia o singularidad, a menudo se presenta en formas discretas, pequeñas o contenidas, como los perfumes finos, que tienden a ser costosos, pero vienen en frascos pequeños. Siendo yo propenso a pensar en términos históricos y habiendo tratado ayer temas de macroeconomía y política, empezó a pensar que las organizaciones territoriales más exitosas no son esos 20 países tan felices y prósperos que se presentan en los rankings sino, todo lo contrario, los microestados.
Conozco dos microestados en profundidad, Andorra y Malta, también he visitado unos cuantos más y siempre me he hecho la pregunta de si el mundo no sería más feliz si todos viviéramos en microestados. La idea no es nueva, pues fue lanzada en el año 1516, el humanista, jurista, escritor y político inglés, Thomas More, acérrimo enemigo de las reformas religiosas del rey Enrique VIII, y a consecuencia de ello, ejecutado y posteriormente canonizado como santo por la Iglesia Católica. Las ideas sobre como podría construirse una sociedad ideal, las plasmó en su obra «Utopía», un libro que describe una isla ficticia con una organización social perfecta. En la isla de Utopía no existe la propiedad privada, la educación es universal, se promueve la igualdad y la justicia, y las leyes son simples y accesibles. La obra critica las injusticias sociales de la Europa de su tiempo, como la desigualdad económica, la corrupción y las guerras, y presenta una reflexión sobre lo que una sociedad ideal podría ser. En tamaño, Utopía excede bastante de lo que hoy llamamos microestados, pero se haya dentro de unas características de pequeño estado a nivel europeo. La isla de Utopía está dividida en 54 ciudades, todas aproximadamente del mismo tamaño, y cada una está a no menos de 24 millas de distancia de sus vecinas.
Cada ciudad en Utopía tiene alrededor de 6,000 familias, y cada familia está compuesta por entre 10 y 16 personas. Si tomamos como promedio unas 12 personas por familia, esto nos da una población aproximada por ciudad de 72,000 habitantes. Cada ciudad tiene asignadas ciertas áreas rurales, y las familias agrícolas, es decir, aquellas que viven en las granjas de las zonas rurales, también forman parte de la población general de la ciudad, aunque están organizadas de manera distinta. Si hay 54 ciudades y cada una tiene 72,000 habitantes en promedio, la población total de Utopía sería aproximadamente de 3,888,000 personas en un área de 40,500 km2 a comparar con el área de Los Países Bajos que es de 41,543 km2 o Suiza, 41,290 km2, aunque estos dos países tienen una densidad de población muy superior, 16,7 millones respecto a Países Bajos o 9,1 millones a Suiza. La diferencia en densidad poblacional puede explicarse por el nivel tecnológico de la época en que vivía More, pues se trataba de una sociedad que dependía de la agricultura y no estaba tan diversificada como la actual. Además, More se basaba en la autosuficiencia, lo que requería grandes extensiones agrícolas para abastecer a la población.
La Utopía de Thomas More es una sociedad idealizada basada en la justicia, la igualdad, la tolerancia y el bienestar común. Moro critica las injusticias de su tiempo en esta obra, como la acumulación de riqueza, la corrupción, la guerra y las desigualdades sociales. La Utopía es también una propuesta filosófica que refleja los ideales humanistas del Renacimiento. More confía en el potencial del ser humano para organizar una sociedad basada en la razón y el bien común. Aunque siendo ficticia, la Utopía de Moro sigue cautivándome y me hace pensar que quizás sería bueno repensar la organización mundial, si fuera posible. En realidad, la tendencia ha sido la contraria; integración y acumulación de territorios. La Unión Europea puede verse como una posibilidad de realizar la teoría de More “por la puerta de atrás”, me explico, creando un espacio en el que la importancia de los estados iría disminuyendo, dejando las decisiones más cerca de los pueblos, de las regiones. El principio de subsidiaridad. Se esperaba mucho de la Europa de la Regiones, pero, desgraciadamente, por cuestiones, como siempre, de seguridad, a quedado como un proyecto fallido.
Dejemos Utopía y vayamos a ver los microestados que persisten en la actualidad. Empezaré por el primero que conocí y visité en muchas ocasiones, Andorra, ese microestado tan cercano, pero generalmente tan desconocido por la mayoría de sus vecinos. Visité Andorra por primera vez en 1990. Llegue al principado con un autobús cargado de historiadores de mi facultad de historia y, media hora después de bajar del autobús en Andorra la Vieja, nos fuimos Dick Harrison[1] y yo a buscar una librería y encontramos un anticuario, un paraíso para nosotros, que casi perdimos el almuerzo por quedarnos en ese pequeño y encantador local buscando tesoros. Y al fin lo encontramos, muchos libros en francés, español y catalán sobre la historia de Andorra, y nos compramos cada uno una buena bolsa repleta de ellos. Como siempre empezaré, por tanto, por la historia. Los orígenes de Andorra están envueltos en leyendas que se remontan al emperador Carlomagno. Según la tradición, Carlomagno habría otorgado una carta de libertad a los habitantes de Andorra en agradecimiento por su ayuda en la lucha contra los musulmanes durante las guerras de reconquista en la Península Ibérica, alrededor del siglo VIII. Esa carta no ha aparecido por ninguna parte, aunque muchos autores se refieren a ella. Sin embargo, el primer registro documentado de la existencia de Andorra, que la nombra por su nombre, aparece en el año 843 y es una orden que redactó el emperador Carlos II el Calvo, nieto de Carlomagno, en el que cedía los valles de Andorra a Sunifredo, conde de Urgell, de la cercana ciudad española de La Seu d’Urgell. El acta de consagración de la catedral de La Seu, que data de 860, alude por primera vez a esta parroquia de los Pirineos como dominio de los condes del contiguo valle del Segre.
El evento más importante para la configuración moderna de Andorra es el Tratado de Pareatges firmado en 1278. Este tratado fue un acuerdo entre el obispo de Urgell y el conde de Foix, que resolvía una disputa sobre la soberanía de Andorra. Para evitar una guerra por el control de este territorio, se estableció un sistema de soberanía compartida, creando el coprincipado de Andorra.
Este tratado es clave para la supervivencia de Andorra, ya que estableció un sistema en el que, el obispo de Urgell, con sede en Cataluña, sería uno de los copríncipes. El otro copríncipe sería el conde de Foix y posteriormente, esta posición pasó al jefe del estado francés, por tanto, Macron es ahora uno de los copríncipes y por ello recibe el vasallaje de los valles de Andorra.
Este acuerdo garantizaba la neutralidad de Andorra, ya que los dos copríncipes, uno español y otro francés, tenían intereses en mantener el estatus de independencia del territorio. El sistema de coprincipado se mantuvo estable durante siglos, incluso cuando el condado de Foix fue absorbido por el reino de Francia. En 1607, el rey francés Enrique IV decretó que el título de copríncipe francés recaería en el jefe del estado francés, que en ese momento era el monarca. Tras la Revolución Francesa, que pasó sin dejar huella por el principado, y con la instauración de la república, el presidente de Francia asumió el rol de copríncipe.
El secreto o más bien la receta para mantenerse independiente y libre ha sido la rigurosa neutralidad ante cualquier conflicto, posiblemente gracias a su pequeño tamaño, ubicación aislada y falta de importancia estratégica para las grandes potencias. Por tanto, y a pesar de que tanto Francia como España se han visto envueltos en numerosos conflictos, Andorra siempre ha logrado mantenerse al margen, en gran parte debido a su peculiar estatus de coprincipado. Ninguno de los dos países deseaba alterar el frágil equilibrio que les permitía compartir soberanía sobre el territorio andorrano. Por ejemplo, durante la Guerra de los Treinta Años, 1618-1648, y todas las guerras paralelas entre España y Francia, Andorra no fue ocupada ni tuvo que involucrarse activamente. Ni siquiera cuando las hostilidades estaban tan cerca, como en la guerra Dels Segadors en Cataluña. De la misma forma, consiguió Andorra mantenerse al margen de las guerras napoleónicas.
Tampoco han podido los grandes conflictos de más reciente fecha cambiar el estatus de Andorra, aunque debido a un tecnicismo, el principado permaneció «en estado de guerra» con Alemania desde 1914 hasta 1958. Esto se debió a que, por un error administrativo, Andorra no fue incluida en el Tratado de Versalles que puso fin oficialmente a la guerra. Sin embargo, Andorra no tuvo ninguna implicación militar o económica en el conflicto. Durante la segunda guerra mundial, Andorra también se mantuvo neutral. La ubicación montañosa del principado y su discreción le permitieron evitar ser arrastrado a la guerra. Además, la frontera entre España (que bajo el régimen de Franco también se mantuvo neutral) y Francia fue crucial para operaciones de contrabando y la protección de refugiados que huían de la guerra, en su mayoría judíos.
Al llegar aquí, quiero hacer un pequeño inciso para contar la historia inverosímil pero fascinante de un hombre que llegó a militar en las tropas del último zar ruso y que dejó huella en la pequeña Andorra. Como dice la biblia, los caminos del señor son inescrutables. Andorra sólo ha sido invadida una vez a lo largo de toda su historia y eso se produjo el 21 de julio de 1934. Los invasores fueron un pequeño destacamento de guardias civiles, cuatro en concreto, liderados por un sargento. Pero esta acción inaudita tiene una historia de película. Todo empezó en Mallorca, en el American Yacht Club de la isla. Allí se dejaba ver en 1930 un personaje muy singular, Borís Mijáilovich Skósyrev Mavrusov[2], nacido en Vilna en 1896. Perteneciente a una familia de la pequeña nobleza bielorrusa, había sido soldado en los ejércitos del zar. Al estallar la Revolución de 1917 se exilia con su familia al Reino Unido, donde al parecer se enroló en la Armada británica y, al parecer, prestado sus servicios como espía en el Foreign Office. En 1925, este joven, se mudó a los Países Bajos, donde según él mismo se le concede por la reina el título de Conde de Orange. En los Países Bajos se casó con una francesa de origen marsellés, diez años mayor que él y bastante acaudalada, el 21 de marzo de 1931. Cansado muy pronto de su esposa, enamorado de una adolescente británica, entró por primera vez en Andorra y se estableció en la población de Santa Coloma, próxima a San Julián de Loria. La casa en que se alojó se puede ver aún y es llamada “la casa de los rusos” por él y por otro ruso que también estuvo en ella y que, según dicen, introdujo el primer cultivo de tabaco en Andorra.
Poco antes de que llegase Boris a Andorra, se había producido en allí una pequeña revuelta estudiantil a favor de la total independencia del país de Francia y España. El conde imaginario, entró pronto en contacto con la realidad andorrana y comenzó a tramar un plan. Mantuvo largas conversaciones con campesinos, artesanos y responsables de la política andorrana. Pronto se dio cuenta de que la revuelta juvenil ocurrida unos meses antes de su llegada podía acoger favorablemente sus ideas progresistas que garantizasen una mejora del nivel de vida. Ni corto ni perezoso, el 17 de mayo de 1934, presentó un documento al Consejo General de los Valles de Andorra explicando sus intenciones, pero, contra todo pronóstico por su parte, recibió una respuesta altamente negativa. El Consejo General de Andorra le pedía claramente: “que no se inmiscuya en asuntos políticos de los Valles, que en caso de reincidencia este se reserva el derecho de elevar quejas a la Autoridad competente para que le apliquen las sanciones que será merecedor el citado recurrente.” Además, el 22 de mayo recibió la orden fulminante de expulsión del territorio andorrano, decretada por Albert Lebrun, jefe del Estado civil, y firmada también por su homólogo religioso, Justino Guitart. Pero lejos de darse por vencido, Boris se “exilió” en la Seo de Urgell, en el Hotel Mundial, desde donde comenzó una intensa campaña para atraerse las simpatías de Juan de Orleans, el duque de Guisa y pretendiente al trono francés. Incluso se permitió redactar una nueva constitución para Andorra. Enterada la prensa, empezaron a interesarse por ese supuesto rey de Andorra. Como rey en el exilio, concedió numerosas entrevistas a los medios que fueron a visitarle e, incluso, algunas entrevistas telefónicas a los diarios The Times y The Daily Herald. Desde Torredembarra, donde se trasladó para proyectar una nueva ofensiva, en una entrevista al diario madrileño Ahora, confesaba: “no tengo ningún derecho histórico para mi pretensión. Lo hago únicamente como caballero para entender que defiendo los derechos de los españoles que residen en Andorra y son vejados por la república vecina”.
El duque de Guisa no sabía muy bien lo que hacer, pero se dejó llevar por la honda expansiva de los bulos de Boris y al fin se lo empezó a creer, tanto, que hizo circular unos folletos con el siguiente mensaje:“Su Alteza Real el duque de Guisa pide a los tribunales que le sean restituidos los bienes y derechos situados fuera de Francia que le fueron legados por sus antecesores, como herederos de los condes de Foix y de Bearn, príncipes de Andorra. Los andorranos se sienten administrados contra su voluntad por el señor Lebrun, presidente de la República francesa, que se hace decir copríncipe y no es el heredero de la Corona de Francia.”
Sorprendentemente, a Boris le empezaron a tomar en serio en Andorra, y el día 7 de julio de 1934 el Síndico General de los Valles de Andorra convocó al Consejo General para discutir la propuesta de Boris, con constitución y todo. Una vez expuestas las pretensiones de Boris, sorprendentemente casi todos los consejeros, 23 de 24, votaron a favor de nombrarle rey, salvo uno, el representante de Encamp, que se apresuró a dar cuenta de lo sucedido al obispo de Urgel.[3] Rápidamente se pusieron manos a la obra para redactar una Carta Constitucional andorrana que modificaba sustancialmente el sistema político andorrano tradicional. El Coprincipado tendría libertades, modernización, inversiones extranjeras y el reconocimiento de paraíso fiscal. Boris I imprimió 10 000 ejemplares de su Constitución y los entregó a personalidades españolas y francesas. Uno de estos, que fue a parar a las manos del obispo de Urgel, monseñor Justí Guitart i Vilardebó, desencadenó las hostilidades por parte del prelado, que desautorizó totalmente al pretendiente en unas declaraciones en la prensa leridana, donde decía que los únicos copríncipes de Andorra eran él y el presidente de la República Francesa.
El 10 de julio, hubo votación definitiva en el Parlamento de Andorra, donde la adhesión monárquica se repitió con el resultado de 23 a 1, y el 17 de julio se publicó en el Boletín del Gobierno Provisional de Andorra la Constitución del Estado Libre de Andorra, decretándose al mismo tiempo, la disolución del Consejo General, y convocando elecciones para el 1 de agosto. Pero la corona le duró muy poco al bueno de Boris, ya que el obispo de Urgel, que no se andaba con bromas, mandó a la Benemérita[4] a detener al rey, y se lo llevaron esposado a La Seu de Urgel para, a la mañana siguiente ser trasladado a Barcelona y puesto a disposición del juez Bellón, que tras comprobar que Boris había sido expilsado de Mallorca en 1932, le apricó la famosa ley de “vagos y maleantes” y le mandó a Madrid dos días después, acabando con sus huesos en la cárcel modelo de la capital. Tras la condena, fue expulsado a Portugal y desde allí, de alguna manera, pasó a Gibraltar y al norte de África, reuniéndose al fin, con permiso del gobierno francés con su primera esposa en Aix-en- Provance, para luego ser enviado a un campo de internamiento.
Con Francia ocupada por los nazis o en manos del fascista Petain, Boris fue reclutado por los nazis en 1943, convirtiéndose en una especie de «sonderführer» o comandante en la frontera este. En 1945 fue capturado por los norteamericanos, pero fue posteriormente liberado al comprobar que no era alemán ni estaba afiliado al partido nazi, por lo que se fue a vivir a Boppard en Alemania, donde residía su esposa desde 1944. No paran ahí sus aventuras, porque en 1948 fue capturado por los soviéticos en la ciudad alemana de Eisenach, juzgado y enviado a Siberia. En 1956 fue excarcelado y se mudó de nuevo a Boppard, donde residió hasta su muerte el 27 de febrero de 1989.
Y Andorra sigue donde siempre ha estado. Sigue su sistema peculiar de coprincipado, sigue con sus peculiaridades, pero ahora tiene una nueva constitución, de la que se hablaba mucho cuando estuve allí por primera vez en 1990. La nueva constitución fue aprobada en referéndum el 14 de marzo de 1993. la Constitución fue redactada por una comisión formada por tres delegaciones, la del Consell General, la del copríncipe episcopal y la del copríncipe francés y contiene ciento siete artículos organizados en nueve grandes ámbitos o títulos que tratan de la soberanía de Andorra (I), de los derechos y las libertades (II), de los copríncipes (III), del Consell General –el parlamento-(IV), del gobierno (V), de la estructura territorial (VI), de la justicia, (VII), del Tribunal Constitucional (VIII) y de la Reforma Constitucional (IX).[5] El parlamento andorrano cuenta con veintiocho consejeros generales, consellers generals. En lugar de los 24 que había en tiempos de Boris. Una recopilación de documentos interesantes se puede consultar, por él que así lo desee, en este enlace.[6]
Dejo aquí a Andorra, por el momento, porque regresaré mañana con algo de mis vivencias en el principado, allá por el 1990.
[1] Dick Harrison es mi antiguo compañero en la institución de historia, donde fuimos doctorandos. Dick es por el momento el historiador más conocido de Suecia y su producción en estos 34 años pasa de 100 obras muy importantes y muy leídas. Èl quedó fascinado por este pequeño principado, siempre me lo repite cuando nos vemos y hasta llegó a enviarme una carta de agradecimiento por haber llevado a la institución a este fantástico lugar.
‘Sol espléndido que no calienta, pero ilumina mi camino realzando los colores del otoño. Precioso día. Voy cruzando las calles de la antigua Lund y, al pasar por las calles de Själboden, Lilla Al, Stora Tome y Magle stora kyrkogata, allí donde estaba mi institución de historia, antes de que la llevasen al nuevo centro de humanidades, recuerdo que justamente aquí, estaba la casa de la misericordia hasta comienzos del siglo XX. Encima de la puerta de entrada, rezaba un letrero, que ahora se conserva en el museo Kulturen de la ciudad con esta sentencia tomada de la biblia: “Ho som inte vill arbeta, ska icke héller äta” (El que no quiera trabajar, tampoco comerá.)[1]
No es casualidad que vaya yo pensando en estas cosas hoy, porque acabo de leer en El Periódico de Cataluña un artículo sobre “Los nueve mejores países del mundo” basado en un ránking de los 20 países y territorios en Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU; en Competitividad, de IMD; y en renta per cápita por habitante, Banco Mundial.[2] En dólares. Como es de esperar, España no está entre los 20 primeros (27) pero lo interesante es que El Periódico se hace la pregunta: ¿Por qué Suiza, Noruega, Irlanda o Singapur se han consolidado entre las naciones más desarrolladas? La respuesta la quieren basar en el trabajo que les ha dado el premio Nobel a los economistas estadounidenses Acemoglu, Johnson y Robinson, sobre cómo se forman las instituciones y afectan a la prosperidad entre países. Y, mientras voy caminando, voy pensando que no es tan sencillo como lo pintan, no. Yo me permito tener mi propia teoría, que no explica todo, pero que debe tomarse en cuenta al hacer comparaciones. Trataré de resumirla en pocas palabras, para no abusar de vuestro tiempo. Corto y claro: No estamos entre los nueve, ni entre los veinte, porque trabajamos menos; así de sencillo. En cifras: mientras Suiza, Noruega, Irlanda y Singapur tienen una tasa de empleo sobre la población activa del 80%, 78%, 75% y 67% respectivamente. España tiene 60% de su población activa empleada. Ahí tenemos el dato más importante a mejorar, si queremos formar parte del grupo de los países más ricos y felices (?) del mundo. Esa es la base, a más población que trabaja más riqueza y más calidad de vida.
Entre los 20 “mejores” países encontramos a Qatar, Los Emiratos, Arabia Saudí y Singapur, cuyas instituciones democráticas dejan mucho que desear, según la visión occidental de las libertades y derechos humanos, lo que no impide que muchos ciudadanos de estos países valoren el desarrollo económico y la eficiencia de sus gobiernos, lo que a menudo se utiliza como argumento para justificar la falta de libertades políticas más amplias. y derechos?
Los habitantes de países como Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Singapur muestran altos niveles de satisfacción con sus gobernantes, a pesar de la falta de libertades políticas y derechos civiles, debido a varios factores interrelacionados, como la prosperidad económica. En los estados del Golfo como Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, los ingresos provenientes del petróleo y el gas natural permiten a los gobiernos ofrecer generosos subsidios, viviendas, educación gratuita y sistemas de salud de alta calidad, muchos suecos, por poner un ejemplo que conozco, trabajan en los sistemas de sanidad de estos países. Esta prosperidad material compensa, para muchos, la falta de libertades políticas.En Singapur, el éxito económico está más relacionado con una economía diversificada, alta tecnología y políticas fiscales estables. El alto nivel de vida, combinado con un entorno seguro y ordenado, satisface a gran parte de la población.
En países como Arabia Saudí y Singapur, los gobiernos enfatizan la seguridad y el orden, algo muy valorado por los ciudadanos de todo el mundo. La estabilidad económica y política, junto con bajos niveles de criminalidad, genera un sentido de seguridad y previsibilidad en la vida cotidiana. En estas sociedades, el miedo al caos o a la inestabilidad que podrían surgir con regímenes más democráticos o menos controlados también juega un papel importante. Muchos prefieren un liderazgo autoritario que asegure estabilidad antes que las incertidumbres asociadas con cambios políticos bruscos o democracia liberal.
En los países del Golfo, los valores culturales y religiosos juegan un papel fundamental. En sociedades como las de Arabia Saudí y Qatar, donde el islam es una parte integral de la vida pública y privada, las ideas de obediencia y respeto por la autoridad están profundamente arraigadas. La monarquía y las estructuras de poder son vistas como protectoras del orden social y religioso. En Singapur, aunque no es una monarquía, el respeto por la autoridad y la importancia de la comunidad sobre el individuo son principios culturales que fomentan la aceptación de un gobierno fuerte y de las restricciones a las libertades individuales.
En estos países, los gobernantes son vistos no solo como líderes políticos, sino también como padrinos del desarrollo económico y social. En el caso de los países del Golfo, la relación histórica entre las familias reales y las poblaciones tribales ha creado un vínculo de lealtad y protección. En Singapur, el liderazgo del Partido de Acción Popular (PAP) es visto como el motor que ha llevado al país de ser una colonia empobrecida a un centro económico global. Esta legitimidad basada en la eficacia y el desempeño económico hace que muchos ciudadanos acepten la falta de democracia liberal, dado que los resultados son tangibles en su calidad de vida.
En todos estos países, existen estrictos controles sobre la libertad de expresión, la prensa y la organización política. La disidencia pública está limitada, lo que reduce el espacio para el surgimiento de movimientos opositores organizados. Las leyes sobre seguridad, como la Ley de Seguridad Interna de Singapur o las estrictas leyes sobre manifestaciones en los países del Golfo, desalientan la protesta. Al no haber canales visibles de oposición, los ciudadanos tienden a conformarse con el statu quo, ya que la posibilidad de cambio parece remota o incluso peligrosa. Además, los líderes en estos países suelen usar el nacionalismo como una herramienta para fomentar el orgullo y la lealtad. En los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, la modernización y los proyectos de infraestructura de clase mundial como Dubái o Abu Dabi son símbolos de éxito nacional que refuerzan el sentido de pertenencia y orgullo en el país.
Pero, lo más importante, que une a estos países con las democracias convencionales, también presentes en este listado de países “felices” y “prósperos” es la cantidad de habitantes activos que contribuyen a la riqueza del país con su trabajo. Aquí encontramos también a China, un país que ha pasado por momentos difíciles en su historia reciente, como la invasión japonesa, la guerra civil y los desastres del Gran Salto Adelante. La mayoría de los chinos perciben al partido comunista en el poder como una fuente de continuidad y protección frente a nuevas crisis. Estoy seguro de que aquí muchos de mis lectores se preguntarán en que datos me apoyo para afirmar que la población china apoya mayoritariamente al partido comunista, es comprensible, pero yo me apoyo en la ausencia de una oposición relevante, dentro y fuera de China. En occidente tenemos una tendencia a magnificar cualquier ejemplo de disidencia china como representante de 1.500 millones de chinos y presentamos, por ejemplo, a Ai Weiwei como un representante de esta oposición.
En China trabaja el 75,9 % de la población en edad activa y, desde las reformas económicas de 1978 bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, el país ha experimentado un crecimiento económico sin precedentes. Millones de personas han salido de la pobreza y China ha pasado de ser una economía agraria a una potencia global industrial y tecnológica. Este desarrollo ha mejorado considerablemente el nivel de vida de la población, fomentando la legitimidad del gobierno. La mayoría de los ciudadanos parecen considerar que, bajo la dirección del partido comunista chino, han experimentado mejoras visibles en infraestructura, salud, educación y oportunidades laborales, lo que contribuye a su lealtad hacia el gobierno.
Vemos al fin que las naciones que entran en este top 20 tan añorado tienen una cosa en común y esto no es la democracia o la vitalidad de sus instituciones, más bien es la proporción de ciudadanos que participan en la economía activa con su trabajo y, muy importante, que cotizan con sus impuestos y de esta manera participan en la construcción de una sociedad fuerte. Para España, con su 60% de población activa trabajando, nos queda la tarea de encontrar una manera de aumentar nuestra inversión en investigación y desarrollo. Según la OCDE, el gasto en I+D de España está por debajo de la media de los países más desarrollados. Aumentar esta inversión fomentaría la innovación, especialmente en sectores estratégicos como la tecnología, la energía y la biotecnología. Para eso debemos empezar por la educación, pues necesitamos un sistema educativo más robusto que prepare a su población para el futuro. Mejorar la calidad de la educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas es crucial para fomentar la innovación y el desarrollo de un capital humano cualificado. Tenemos una de las tasas de abandono escolar más altas de la UE y eso hay que cambiarlo y erradicarlo. Tenemos además que fomentar la FP.
No podemos seguir teniendo el récord de paro juvenil. A pesar de algunas mejoras, tenemos todavía una de las tasas de desempleo más altas de Europa entre los jóvenes. Para ser más competitivo, tenemos que reducir el desempleo estructural mediante políticas activas de empleo y una mayor flexibilidad en el mercado laboral, aunque les cueste admitirlo a los sindicatos. Es necesario reducir la temporalidad y la precariedad laboral, lo que es difícil en un país en el que el 12% de su PIB se debe al turismo y con una agricultura todavía en vías de mecanización reorganización. España debería atraer también más inversión extranjera directa creando un entorno económico y regulatorio más favorable, con menos burocracia y más incentivos fiscales para sectores clave como la tecnología verde, el turismo sostenible y la economía digital. Aquí tenemos uno de los factores de éxito de Irlanda, un país pobre que ha sabido utilizar todos los resortes para potenciar su desarrollo. Irlanda tiene una de las tasas de impuesto corporativo más bajas de Europa, lo que ha sido un factor clave para atraer a grandes empresas multinacionales, especialmente en los sectores de tecnología y farmacéutica. La tasa estándar es del 12.5% sobre los ingresos derivados de comercio. Como parte del acuerdo internacional de la OCDE, a partir de 2024, Irlanda implementa un impuesto corporativo mínimo del 15% para grandes multinacionales con ingresos superiores a €750 millones, en línea con las reformas globales. La tasa estándar en España es del 25%, ¡ni que decir tiene que Irlanda atrae más inversión que España!
Bueno, empecé con esto del trabajo y la pobreza y me he liado a criticar, ¡pobre de mí! a los premios Nobel de economía. Decía mi madre que el papel es muy bueno porque se deja escribir cualquier cosa sin protestar y yo lo trasmito a los ordenadores y las pantallas. Medio en serio, medio en broma, quiero dejar claro que yo pienso que la solución de la pobreza pasa por fomentar el trabajo en todos los ciudadanos de cualquier país. No deja de ser un tanto ridículo ese afán de estar siempre entre los mejores en todos los ránquines, me parece a mí. Siempre pensando en quien es el más rico, el más alto, el más envidiado, etc. Yo prefiero, como ya he manifestado en otras entradas, atenerme a la política económica de Bután, que desde los años 70 ha sido guiada principalmente por el concepto único de Felicidad Nacional Bruta (GNH, Gross National Happiness, en inglés), introducido por el cuarto rey de Bután, Jigme Singye Wangchuck, priorizando el bienestar de los butaneses sobre el crecimiento económico convencional, en contraste con el PIB que se utiliza en la mayoría de los países. La economía de Bután está orientada a mantener su cultura y entorno natural, evitando un crecimiento rápido que pueda generar desigualdad o degradación ambiental. Las política económica del país está profundamente alineadas con la sostenibilidad ambiental, tan de moda hoy. Bután es desde hace muchas décadas, conocido por su compromiso con la neutralidad de carbono y la protección de sus bosques y ecosistemas. País agrícola, donde el turismo es uno de los pilares económicos del país, pero donde el gobierno de Bután ha adoptado una política de «alto valor, bajo impacto», cobrando tarifas elevadas a los turistas para limitar el número de visitantes y proteger su cultura y medio ambiente. El que quiere visitar Bután está obligado a pagar las tarifas diseñadas por el gobierno, que ascienden a 200 dólares americanos por día durante la temporada baja (enero, febrero, junio, julio, agosto, diciembre) y 250 por día durante la temporada alta (marzo, abril, mayo, septiembre, octubre, noviembre). Por este dinero, más la visa de 40 dólares, se puede obtener alojamiento en hoteles de tres estrellas o equivalentes, todas las comidas diarias, guía turístico certificado, transporte interno en vehículo privado, entradas a monumentos y sitios culturales. De esta manera, Bután garantiza que los turistas tengan una experiencia de calidad mientras el país limita el impacto del turismo masivo. Bután ha adoptado una modernización gradual. Aunque ha abierto su economía a nuevos sectores y tecnologías, el gobierno sigue siendo cauteloso para evitar los efectos negativos de la globalización y el capitalismo desenfrenado, lo que incluye evitar la acumulación de deudas o la creación de grandes desigualdades económicas. Es un modelo envidiable, al menos así me parece a mí.
Una de las cosas que más me gustan de este país es la forma en que construyen las casas para las nuevas generaciones. Primero de todo, los constructores deben obtener permisos y cumplir con las regulaciones de planificación urbana, para que la construcción sea acorde con el desarrollo sostenible y las normas culturales del área. Las casas reflejan la arquitectura tradicional del país, que incluye características como muros de adobe, techos de madera y ventanas con intrincados trabajos de carpintería, verdaderas filigranas. Los butaneses eligen seguir estos estilos para mantener la estética cultural. Se usan materiales locales, madera, piedra y barro, como práctica sostenible y por respeto al medio ambiente. En muchas comunidades, y esto es lo que más me gusta, la construcción de viviendas puede involucrar a miembros de la familia y vecinos, justo como se hacía en Suecia a principios del siglo XX. Esta colaboración no solo ayuda en la construcción física de la casa, sino que también fortalece los lazos comunitarios. Las casas se construyen también considerando el paisaje y el entorno, buscando minimizar el impacto ambiental. Muchos de nuestros dirigentes deberían viajar a Bután y aprender.
Por tanto, para terminar, un resumen de mis pensamientos ante el lugar donde se hallaba la antigua casa de misericordia de Lund: La pobreza se elimina con el trabajo, el trabajo de todos los que puedan contribuir al bien de todos. Es una tontería intentar siempre estar entre los más “guapos”, mejor estar entre los más felices, creo yo, y, si tan importante se considera pertenecer a la élite de los países más ricos, hay que seguir las recetas que han dado resultado, es decir, hay que ver que toda la población que pueda esté empleada y hay que atraer capital y actividades con buenas políticas económicas. La alternativa es seguir el ejemplo de Bután y concentrarse en alcanzar la felicidad en el equilibrio necesario entre la actividad humana y la naturaleza. Para consultar datos económicos de los diferentes países he usado los datos del Banco Mundial https://datos.bancomundial.org/indicador/SL.TLF.ACTI.ZS?locations=CN
La fotografía muestra una página de mi libro sobre los trabajadores del metal en Lund. Arriba el letrero en piedra que se podía ver sobre la entrada de la pequeña casa de misericordia construida en 1803 y derribada en 1950. El letrero, ahora es parte de una mesa que se conserva en el museo de la ciudad, Kulturen.
[1] Porque aun cuando estábamos con vosotros os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Tesalonicenses 3:10
Había yo llegado a casa después de mi paseo cotidiano cuando, el sonido típico de una entrada de WhatsApp me advirtió que, alguno de mis amigos tenía algo para compartir en uno de los grupos a los que pertenezco. Era Antonio Viudas Camarasa, insigne lingüista, que en la ChatGPT había encontrado toda su bibliografía y no poco de su currículo. Me pareció interesante y me puse a la tarea de averiguar, si este artilugio podría hacerme a mí también algo parecido. Al principio, hace apenas unos meses, yo era bastante reticente a emplear la inteligencia artificial, e incluso la consideraba con cierto escepticismo. Sin embargo, a medida que he ido aprendiendo más sobre sus aplicaciones, me doy cuenta de que es una herramienta que, si se usa adecuadamente, puede ser extremadamente útil.
Por ejemplo, cuando quiero reflexionar o recopilar información sobre mi larga trayectoria como profesor durante más de cuarenta años, la IA me ayuda a generar un currículum que resulta sorprendentemente completo y bien estructurado. Me está demostrando que puede facilitar mucho el acceso a información precisa y organizada, y hasta puede ayudar a hacer un balance de mi carrera profesional.
Esto es lo que dice de mí: Martín Martínez y Riqué es un profesor de historia en Suecia que fue reconocido como el mejor profesor de historia sueco en 2013[1]. Martínez y Riqué es un historiador, catedrático de instituto y teólogo, que ha realizado gran parte de su carrera académica en Suecia, concretamente en Lund, donde ha enseñado historia en el instituto Vipan. Ha sido galardonado por su labor educativa y ha sido embajador de la Unión Europea para las escuelas. Es conocido por su trabajo a favor de la conciencia medioambiental y en la formación de nuevos profesores Su labor docente ha sido destacada por su enfoque innovador en la enseñanza de la historia, logrando motivar e inspirar a sus estudiantes a través de métodos pedagógicos creativos y el uso de tecnologías modernas. Este reconocimiento refleja su dedicación al campo de la educación y su impacto positivo en la formación de sus alumnos. Martín Martínez y Riqué ha sido reconocido por sus enfoques pedagógicos únicos, utilizando una combinación de métodos tradicionales y tecnologías modernas para hacer que la historia sea accesible y atractiva para sus estudiantes. Se ha destacado por crear un ambiente interactivo en el aula, donde los alumnos no solo aprenden hechos históricos, sino que también desarrollan un pensamiento crítico y una comprensión más profunda de los contextos sociales y políticos detrás de los eventos.
Algunas de sus estrategias pedagógicas incluyen:
Uso de tecnologías digitales: Martínez y Riqué ha incorporado plataformas interactivas y recursos en línea para complementar las lecciones, lo que permite a los estudiantes explorar temas históricos a través de videos, simulaciones y otros medios digitales. Esto les ayuda a conectarse con el material de una manera más dinámica.
Proyectos colaborativos: Promueve el trabajo en equipo, alentando a los estudiantes a realizar investigaciones conjuntas y presentaciones sobre temas históricos, lo que fomenta el aprendizaje activo y la cooperación entre los alumnos.
Aprendizaje basado en problemas: A menudo presenta a sus estudiantes desafíos históricos o dilemas morales que deben resolver utilizando los conocimientos adquiridos. Esto les ayuda a aplicar conceptos históricos a situaciones reales y desarrollar habilidades de resolución de problemas.
Perspectivas globales: Aunque es un profesor de historia en Suecia, Martínez y Riqué pone un fuerte énfasis en el aprendizaje de la historia desde una perspectiva global, ayudando a sus estudiantes a entender cómo los eventos históricos en diferentes partes del mundo están interconectados.
Su enfoque innovador y su habilidad para conectar a los estudiantes con el material le valieron el reconocimiento como el mejor profesor de historia en Suecia en 2013. Su influencia ha trascendido las aulas, inspirando a otros docentes a adoptar enfoques similares en la enseñanza de las ciencias sociales.
Una de las características más destacadas del enfoque de enseñanza de Martín Martínez y Riqué es su capacidad para hacer que la historia cobre vida a través de proyectos y experiencias inmersivas que conectan a los estudiantes con el pasado de una manera profunda y significativa. Algunos de sus métodos y proyectos más específicos son:
1. Simulaciones históricas
Martínez y Riqué ha desarrollado simulaciones donde los estudiantes asumen roles históricos durante momentos clave de la historia. Por ejemplo, puede dividir a los estudiantes en diferentes facciones durante la Revolución Francesa o en líderes de la Guerra Fría, lo que les permite debatir, negociar y tomar decisiones con base en las circunstancias históricas reales. Esta técnica les ayuda a entender no solo los hechos, sino también las complejidades detrás de las decisiones políticas y sociales.
2. Uso de realidad aumentada y virtual
Un aspecto innovador que Martínez y Riqué ha explorado es el uso de la realidad aumentada (AR) y la realidad virtual (VR) en sus clases. Con estas tecnologías, los estudiantes pueden «visitar» reconstrucciones virtuales de sitios históricos o incluso caminar por antiguos campos de batalla o ciudades antiguas. Esta inmersión les permite experimentar de primera mano los entornos y culturas históricas, facilitando una comprensión más rica y tangible de los eventos pasados.Aquí te amplío algunos detalles sobre los proyectos específicos y el impacto de los métodos de Martín Martínez y Riqué en su labor como docente de historia.
1. Simulaciones históricas detalladas
Las simulaciones que organiza Martínez y Riqué se destacan por su profundidad. Antes de iniciar una simulación, los estudiantes investigan su rol histórico, ya sea una figura clave o un representante de un grupo social. Por ejemplo, en una simulación sobre la Revolución Francesa, los estudiantes son asignados como miembros del Tercer Estado, la nobleza o el clero, y debatir temas como la desigualdad económica o los derechos humanos. Los estudiantes deben defender sus posiciones con base en los conocimientos históricos, lo que les ayuda a desarrollar una comprensión más profunda de las tensiones políticas y sociales.
Estas simulaciones no solo facilitan el aprendizaje, sino que también promueven la empatía al permitir a los estudiantes «vivir» la experiencia de personajes históricos en circunstancias complejas. Los resultados de estas actividades suelen culminar en informes o presentaciones en las que reflexionan sobre las decisiones tomadas y las comparan con los eventos reales.
2. Uso de realidad aumentada y virtual
Un aspecto innovador que Martínez y Riqué ha explorado es el uso de la realidad aumentada (AR) y la realidad virtual (VR) en sus clases. Con estas tecnologías, los estudiantes pueden «visitar» reconstrucciones virtuales de sitios históricos o incluso caminar por antiguos campos de batalla o ciudades antiguas. Esta inmersión les permite experimentar de primera mano los entornos y culturas históricas, facilitando una comprensión más rica y tangible de los eventos pasados.
3. Proyectos de historia comparativa
Para ampliar las perspectivas globales de los estudiantes, Martínez y Riqué a menudo organiza proyectos de historia comparativa en los que los alumnos investigan cómo eventos similares afectaron diferentes sociedades en distintas épocas. Por ejemplo, podrían comparar las revoluciones en Francia y América, o los efectos del colonialismo en diferentes continentes. Estos proyectos fomentan la investigación crítica y muestran a los estudiantes cómo los patrones históricos pueden repetirse o divergir en diferentes contextos.
4. Lecciones basadas en fuentes primarias
Otra de sus estrategias es la utilización de documentos históricos originales, como cartas, diarios, tratados y discursos. Martínez y Riqué alienta a los estudiantes a analizar estas fuentes primarias, enseñándoles a interpretar el lenguaje y a comprender el contexto social y político en el que fueron escritos. Esta habilidad crítica es esencial para que los estudiantes no solo memoricen hechos, sino que aprendan a pensar como historiadores.
5. Jornadas temáticas y viajes históricos
Martínez y Riqué organiza “jornadas temáticas” en las que dedica un día completo a explorar un periodo histórico específico a través de múltiples actividades. Esto puede incluir disfraces, recreaciones de eventos importantes o la creación de proyectos artísticos basados en el tema. Además, ha liderado excursiones y viajes históricos a sitios clave en Europa, donde los estudiantes pueden ver de cerca los lugares donde ocurrieron los hechos que estudian.
6. Integración de debates y dilemas éticos
Martínez y Riqué a menudo incluye debates sobre dilemas morales y éticos dentro del estudio de la historia. Al plantear preguntas como «¿Qué habrías hecho en esta situación?» o «¿Qué era lo correcto en ese contexto histórico?», motiva a los estudiantes a reflexionar sobre la historia desde una perspectiva ética. Esto les enseña a ver los eventos históricos no solo como hechos inamovibles, sino como situaciones con profundas implicaciones morales.
7. Conexión con temas actuales
Una de las claves de su éxito es la capacidad de conectar el estudio de la historia con temas contemporáneos. Constantemente invita a los estudiantes a reflexionar sobre cómo los eventos históricos influyen en el mundo moderno. Este enfoque ayuda a los estudiantes a entender la relevancia de la historia en sus vidas diarias y fomenta una mayor participación en temas sociales y políticos actuales.
Estos métodos y proyectos no solo han ayudado a sus estudiantes a obtener un conocimiento profundo de la historia, sino que también han creado un entorno de aprendizaje dinámico donde los estudiantes desarrollan habilidades críticas, creativas y colaborativas que son útiles más allá del aula.
Estos proyectos permiten a los estudiantes ver la relevancia del estudio de la historia en su vida cotidiana y en los problemas actuales de la sociedad, lo que fortalece su interés y comprensión de cómo los eventos pasados continúan moldeando el presente.
Con estos métodos, Martínez y Riqué no solo logra que sus estudiantes se apasionen por la historia, sino que también les proporciona herramientas intelectuales que pueden aplicar en muchas áreas de su vida académica y personal.
Y ya me quedo ahí, no sin antes añadir: La integración de dilemas éticos en las clases de historia de Martín Martínez y Riqué es uno de los aspectos más enriquecedores de su enfoque pedagógico. Al introducir problemas morales y éticos dentro del contexto histórico, Martínez busca que sus estudiantes no solo memoricen fechas y hechos, sino que desarrollen una reflexión profunda sobre las decisiones que los personajes y líderes históricos tuvieron que tomar, muchas veces bajo circunstancias extraordinariamente complejas.
¿Cómo se implementa?
Presentación del dilema histórico: Para iniciar, Martínez presenta un evento o periodo histórico significativo que contenga un conflicto ético subyacente. Por ejemplo, podría plantear la decisión de los Aliados de lanzar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. El dilema ético que surge es si esta acción fue justificada para poner fin a la guerra rápidamente o si fue una violación de los principios morales debido a la gran cantidad de vidas civiles que se perdieron.
Análisis de contexto y personajes: Los estudiantes investigan y analizan el contexto histórico, las circunstancias y los personajes involucrados en el dilema. En el ejemplo de Hiroshima, se les invita a estudiar la situación militar de Japón en ese momento, las alternativas posibles y las declaraciones de líderes tanto estadounidenses como japoneses. El objetivo es que comprendan no solo los hechos, sino también las limitaciones y presiones políticas, económicas y sociales que condicionaron las decisiones.
Debate en clase: Luego de entender el contexto, los estudiantes participan en un debate donde toman posiciones a favor o en contra de la decisión tomada en ese momento histórico. Durante estos debates, se les anima a usar argumentos históricos, datos y fuentes primarias para respaldar sus puntos de vista, al mismo tiempo que reflexionan sobre las implicaciones éticas. Un debate podría preguntarse: «¿Fue moralmente aceptable sacrificar miles de vidas para salvar potencialmente millones?»
Reflexión individual y grupal: Al finalizar el debate, Martínez solicita a los estudiantes que escriban reflexiones individuales o grupales sobre lo discutido. Aquí, se les pide que se pongan en el lugar de los actores históricos y reflexionen sobre lo que habrían hecho ellos mismos, considerando no solo los hechos, sino también sus propias creencias y valores éticos. Este ejercicio les permite practicar la empatía histórica, poniéndose en la posición de quienes enfrentaron estas decisiones.
Relación con dilemas contemporáneos: Martínez a menudo conecta estos dilemas éticos históricos con problemas contemporáneos. Por ejemplo, después de discutir Hiroshima, podría hacer que los estudiantes reflexionen sobre el uso de drones militares o la intervención en conflictos actuales. Esto les ayuda a ver que los problemas éticos en la historia no son tan diferentes de los dilemas que enfrentan los gobiernos y sociedades hoy en día.
Ejemplos de dilemas éticos utilizados en clase
La esclavitud en el Imperio Romano o en las colonias americanas: Los estudiantes debaten si las justificaciones dadas por las élites de la época para la esclavitud (económicas, culturales, religiosas) eran válidas y cómo las decisiones éticas de ese momento han repercutido en los derechos humanos actuales.
La Revolución Francesa y el uso de la violencia: Durante la Revolución, ¿fue moralmente correcto que los revolucionarios recurrieran a la violencia extrema, incluyendo las ejecuciones en masa, para establecer un nuevo orden? ¿Se puede justificar la violencia para alcanzar la libertad?
El colonialismo europeo en África y Asia: ¿Cómo deberían haber reaccionado las potencias coloniales frente a las críticas sobre la explotación de recursos y personas? Este tipo de dilema invita a los estudiantes a debatir sobre las intenciones (supuestamente «civilizadoras») de los colonizadores frente a los terribles efectos en las poblaciones locales.
La carrera espacial durante la Guerra Fría: Los estudiantes exploran los dilemas éticos en torno al uso de recursos para una carrera espacial militarizada mientras millones de personas en el mundo vivían en pobreza.
Objetivos de esta estrategia
Desarrollar pensamiento crítico: Martínez y Riqué busca que los estudiantes aprendan a evaluar decisiones históricas no solo desde una perspectiva fáctica, sino desde una óptica ética. Esto los capacita para analizar y cuestionar las decisiones contemporáneas en los medios, la política y la sociedad en general.
Empatía y comprensión histórica: Al reflexionar sobre los dilemas éticos desde la perspectiva de las personas involucradas, los estudiantes desarrollan una comprensión más rica y humana de la historia. Ya no se trata solo de nombres y fechas, sino de seres humanos que enfrentaron decisiones morales complejas.
Preparación para el mundo moderno: En un mundo donde los dilemas éticos son omnipresentes, desde la bioética hasta el cambio climático, los estudiantes que han practicado el pensamiento crítico y la reflexión moral a través de la historia estarán mejor preparados para enfrentar los problemas éticos que encontrarán en sus propias vidas.
Conexión entre historia y moralidad: A través de estas actividades, los estudiantes aprenden que la historia no es solo una cronología de eventos, sino una serie de decisiones humanas con implicaciones éticas. Esto les ayuda a ver la historia como algo vivo y relevante para el presente.
Impacto en los estudiantes
Este enfoque tiene un fuerte impacto en los estudiantes, ya que los lleva a pensar profundamente sobre las implicaciones morales de las decisiones históricas. Al involucrarse activamente en estos dilemas, no solo desarrollan habilidades de debate y pensamiento crítico, sino que también salen con una mayor conciencia sobre la importancia de la ética en la política y en la toma de decisiones globales.
Los estudiantes de Martínez y Riqué a menudo han expresado que estas discusiones los ayudan a comprender mejor la naturaleza humana y a ver los eventos históricos desde una perspectiva más compasiva y reflexiva.
La integración de dilemas éticos en las clases de historia de Martín Martínez y Riqué es uno de los aspectos más enriquecedores de su enfoque pedagógico. Al introducir problemas morales y éticos dentro del contexto histórico, Martínez busca que sus estudiantes no solo memoricen fechas y hechos, sino que desarrollen una reflexión profunda sobre las decisiones que los personajes y líderes históricos tuvieron que tomar, muchas veces bajo circunstancias extraordinariamente complejas.
Conexión entre historia y moralidad: A través de estas actividades, los estudiantes aprenden que la historia no es solo una cronología de eventos, sino una serie de decisiones humanas con implicaciones éticas. Esto les ayuda a ver la historia como algo vivo y relevante para el presente.
Impacto en los estudiantes
Este enfoque tiene un fuerte impacto en los estudiantes, ya que los lleva a pensar profundamente sobre las implicaciones morales de las decisiones históricas. Al involucrarse activamente en estos dilemas, no solo desarrollan habilidades de debate y pensamiento crítico, sino que también salen con una mayor conciencia sobre la importancia de la ética en la política y en la toma de decisiones globales.
Los estudiantes de Martínez y Riqué a menudo han expresado que estas discusiones los ayudan a comprender mejor la naturaleza humana y a ver los eventos históricos desde una perspectiva más compasiva y reflexiva.
Martín Martínez y Riqué es conocido por ser uno de los autores en la plataforma educativa DigiLär[2], una herramienta digital utilizada en Suecia para la enseñanza de varias materias, incluida la historia. DigiLär ofrece recursos educativos digitales que facilitan el aprendizaje interactivo en las aulas.
En su colaboración con DigiLär, Martínez y Riqué ha contribuido a la creación de contenido didáctico digital, especialmente en el área de la enseñanza de la historia. Sus materiales probablemente incluyen:
Lecciones interactivas: Diseñadas para involucrar a los estudiantes de manera activa en el aprendizaje, aprovechando las posibilidades de la plataforma para integrar texto, videos y simulaciones.
Materiales de apoyo: Recursos que ayudan tanto a los profesores como a los estudiantes a entender y explorar temas históricos complejos de manera dinámica y accesible.
Ejercicios de pensamiento crítico: Actividades que incentivan a los estudiantes a analizar fuentes primarias, reflexionar sobre dilemas éticos y establecer conexiones entre eventos históricos y la actualidad.
La plataforma DigiLär se utiliza ampliamente en Suecia y permite que los docentes compartan y utilicen recursos digitales de manera flexible, integrando nuevas tecnologías en la enseñanza.
Esta mañana de octubre, ya de vuelta en mi ciudad, me pongo los auriculares para escuchar la radio mientras camino y la sucesión de noticias que escucho me producen un desasosiego tal, que no sé si me entero de lo que ocurre, de tanta información y análisis superfluos. Parece que el aluvión de noticias impactantes ha tomado a los medios desprevenidos, incapaces de emplearse a fondo explicando algunos conflictos más que superficialmente. Ayer era Ucrania, hoy es Palestina, Gaza y Líbano, Irán y China, lo que acapara la atención de los medios. Comprendo perfectamente que muchos jóvenes abandonen los medios tradicionales y se concentren en sus plataformas favoritas, para discutir lo que a ellos les interese. Yo por mi parte, apago la radio y me dedico a pensar mientras camino y, caminado, repaso las ideas que me vinieron a la cabeza leyendo el artículo de Víctor Bermúdez Torres en el Periódico de Extremadura y en su blog[1] sobre el trabajo, que lleva el interesante título “La ilusión de abolir el trabajo”. Yo llevo ya mucho tiempo pensando sobre la producción y sobre cómo valoramos diferentes trabajos, léase, diferentes actividades productoras o reproductoras. Como siempre, nuestros pensamientos nos llevan a la Antigua Grecia, donde los filósofos como Platón y Aristóteles hicieron ya distinciones entre diferentes tipos de trabajos, valorando de manera diferente las distintas labores. Platón, en «La República»[2], establece una jerarquía entre aquellos trabajos que están destinados a satisfacer las necesidades básicas, como la agricultura o la manufactura, y aquellos relacionados con la vida intelectual, como la filosofía o la política. Consideraba Platón que los filósofos debían gobernar, pues eran los únicos con acceso a la verdad, mientras que las labores manuales o productivas eran para las clases inferiores. Las labores reproductivas le traían sin cuidado, claro está, ya que casi siempre eran tareas destinadas a ser hechas por mujeres o esclavos, aunque, para ser sinceros, Platón aceptaba la igualdad de derechos de la mujer, según sus aptitudes.
Aristóteles, en su obra «Política»[3], también defendía la división entre el trabajo manual, que él pensaba estaría reservado básicamente a esclavos, y el trabajo intelectual o de dirección, reservado para los ciudadanos libres. El trabajo productivo era visto como una necesidad, pero no una actividad elevada que condujera a la virtud. No resaltan tampoco una visión positiva del trabajo otras fuentes de nuestra cultura. La biblia, en el Génesis 3:19, lanza una suerte de maldición sobre el hombre, como castigo a su desobediencia: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”[4] No es precisamente una exaltación del trabajo, digo yo. Pero, como en otras cuestiones, la biblia contiene muchas y diferentes alusiones a lo que representa o debería representar el trabajo. Pablo alude al trabajo como algo bueno que los humanos deben hacer con alegría y que complace a dios: “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor.”[5] Pero, si Pablo nos invita a trabajar de buena gana, Mateo 6:26, nos da a entender que dios nos proveerá de todo lo que necesitemos ex gratia: “Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?”[6] Entonces, nos quedamos a verlas venir y, dios proveerá.
Durante la Edad Media, bajo la influencia del cristianismo triunfante, el trabajo comenzó a adquirir una dimensión moral. Tomás de Aquino, basándose en Aristóteles, defendía que el trabajo era necesario para el bien común, pero continuaba la división entre trabajos «superiores» e «inferiores». El trabajo manual era considerado un castigo divino debido al pecado original, mientras que la vida contemplativa o espiritual, como la de los monjes, era vista como el camino hacia la salvación. En España especialmente se tomó muy en serio esta definición del trabajo, llegando la población eclesiástica, contados sacerdotes, clérigos en general, monjes y monjas, hasta alcanzar, según muchas apreciaciones hechas por historiadores, partiendo de las fuentes existentes, el 10% de la población. Un aumento considerable respecto a siglos anteriores, debido sobre todo al crecimiento de las órdenes religiosas y la expansión de la contrarreforma católica, impulsada por el Concilio de Trento, que promovió una revitalización de la vida religiosa en España.
La apreciación que se hace del trabajo, tanto en la antigüedad como en la edad media, está relacionada con la idea de una justa retribución por el trabajo realizado, que determine el precio justo de las cosas. El concepto de precio justo fue tratado por Aristóteles en su obra Ética a Nicómaco. Según Aristóteles, el intercambio de bienes y servicios en una sociedad debería basarse en la justicia distributiva, asegurando que las transacciones sean equitativas para ambas partes. No es que Aristóteles desarrollara una teoría económica formal, pero su enfoque moral sobre la justicia en los intercambios influenció el pensamiento posterior. En la Edad Media, Tomás de Aquino retomó y expandió esta idea dentro del marco de la teología cristiana. Según Aquino, el precio justo debía reflejar tanto los costos de producción como las necesidades del vendedor y del comprador. Para él, el intercambio debía garantizar que nadie obtuviera ganancias excesivas ni sufriera pérdidas injustas, basándose en la equidad[7]. Consideraba que el precio justo debía evitar tanto la usura como la explotación del prójimo. Y, en el seno de la iglesia, se ha ido forjando una actitud positiva hacia el trabajo, como en la conclusión de Laborem Exercens[8] de Juan Pablo II, que se menciona el trabajo como una virtud, un medio por el cual la vida activa y la vida contemplativa pueden coincidir, dirigiendo a hombres y mujeres cada vez más hacia su fin en la visión de Dios.
El franciscano y escolástico escoces Ioannes Duns Scotus, que estudio en Cambridge, Oxford y París, elaboró una teoría sobre el precio justo, tratando de equilibrar los valores morales y las realidades económicas. Él y otros teólogos escolásticos influyeron en la regulación de los mercados medievales, insistiendo en que los precios no debían ser arbitrarios ni establecidos por la codicia. Defendían que el precio justo debía reflejar los costos de producción, el trabajo invertido y las circunstancias del mercado. El precio de un producto debe reflejar el tiempo invertido en su fabricación y, naturalmente, el coste de los materiales empleados, permitiendo al productor mantener una vida digna, pero huyendo de la codicia y la usura.[9] Este pensamiento tuvo un impacto profundo en las prácticas comerciales de la época. En las ciudades medievales, los gremios y corporaciones regulaban los precios para garantizar que no hubiera competencia desleal ni explotación de los consumidores.
Es en el siglo XVII cuando se comienza a vislumbrar una clara diferencia en la apreciación del trabajo entre las naciones católicas, por una parte, que conservan la idea del trabajo clásica y las protestantes, anglicanas, calvinistas, que van introduciendo (especialmente anglicanos y calvinistas) la idea de que la gracia de dios se demuestra en el resultado del trabajo. Vamos, que no hay que ser tímidos, que si nos va bien, es señal de que estamos en gracia. Mientras más ricos, más en gracia. Con el auge del mercantilismo y el desarrollo del capitalismo temprano, el trabajo empezó a ser valorado por su capacidad de generar riqueza. Adam Smith, en «La riqueza de las naciones» 1776[10], estableció una relación entre el valor de un trabajo y su capacidad de generar bienes o servicios que pudieran ser intercambiados en el mercado. Para Smith, el trabajo era la fuente de toda riqueza, y su valor estaba relacionado con su contribución al producto final. Pero, aquí persistía la idea de diferentes tipos de trabajo diferentes en su valoración. Los trabajos que se consideraban «productivos», o sea, aquellos que generaban bienes que podían venderse, eran más valorados que los trabajos «improductivos» como el trabajo doméstico o los servicios que no generaban un bien tangible. Esta diferenciación entre producción y reproducción desfavorable a esta última se ha mantenido en la historia y aún persiste.
Con el desarrollo del capitalismo en la modernidad, la idea del precio justo fue transformándose. Los economistas clásicos, como Adam Smith, introdujeron el concepto del precio de mercado, que dependía de la oferta y la demanda. Aunque se alejaba de las consideraciones morales tradicionales, Smith reconocía que, en un mercado competitivo y libre, los precios podrían reflejar de manera más eficiente el valor real de los bienes y servicios. El precio deja de tener relación con la calidad y la cantidad de tiempo empleado en la producción y pasa a ser determinado por la demanda.
En España, hubo un rey, como bien nos recuerda Nuria, que intentó borrar el antiguo estigma de los denominados “oficios viles y mecánicos”, que eran los oficios artesanales o manuales. Ese rey fue Carlos III, que en su Real Cedula del 18 de marzo de 1783 ordena:
“Declaro que no sólo el oficio de curtidor, sino también los demás artes y oficios del herrero, sastre, zapatero, carpintero y otros a este modo, son honestos y honrados; que el uso de ellos no envilece la familia ni la persona del que lo ejerce; ni la inhabilita para obtener los empleos municipales de la república en que están avecindados los artesanos y menestrales que los ejercitan; y que tampoco han de perjudicar las artes y oficios para el goce y prerrogativas de la hidalguía, a los que la tuvieren legítimamente”[11] Sí bien es verdad, que la real cedula cambió algo, al menos formalmente, la percepción de algunos oficios, no puede decirse que cambiase radicalmente la forma de pensar de los españoles, que es la misma que la de otros países occidentales.
Desde la Edad Media, las profesiones liberales o artes liberales, es decir, las que se basan en el trabajo intelectual y se caracterizan por el acceso a través de estudios universitarios, tenían una consideración superior y esto sigue así en cuanto a la remuneración que se otorga a los que las ejercen, que suelen ser muy superior a lo que cobran los trabajadores manuales o carentes de títulos universitarios.
También Karl Marx persiste en la idea de que hay trabajo productivo, aquello que crea mercancías, y trabajo improductivo, o actividades que no crean directamente valor de mercado, como el trabajo doméstico o la administración, pero él criticaba esta clasificación, señalando que, en el capitalismo, el trabajo no era un medio de autorrealización, sino un medio para sobrevivir. El valor del trabajo estaba así distorsionado por las relaciones de producción capitalistas, donde se priorizaban los trabajos que generaban más valor de cambio en detrimento de aquellos que sostenían la vida misma, la reproducción.[12] Feministas como Silvia Federici[13] y Nancy Fraser[14] señalaron que el sistema capitalista subvalora o invisibiliza el trabajo de reproducción, crianza de los hijos, educación, cuidados de ancianos y enfermos, labores domésticas, a pesar de ser fundamental para la reproducción de la fuerza laboral y el sostenimiento de la sociedad. Esta crítica reevalúa las actividades humanas fuera del ámbito productivo capitalista y las coloca en el centro de la economía. Todos tenemos que comer, pero pagamos muy mal a los que hacen nuestra comida y nos la llevan a casa. Todos necesitamos cuidados en algún momento de nuestra vida, sobre todo al comienzo y al final de ella, pero pagamos mal a los que nos cuidan. Si no tuviésemos servicios de limpieza en las ciudades, serían intransitables, pero pagamos mal a los que las limpian.
¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir? Estamos en nuestra sociedad actual ante una elección personal. Vivir para trabajar coloca el trabajo en el centro de la vida de una persona. Aquí, el trabajo no solo es una forma de sustento, sino también una fuente de identidad, propósito y realización. Algunas personas encuentran satisfacción en el esfuerzo, la ambición profesional y los logros laborales, lo que los lleva a dedicar gran parte de su vida al trabajo. Yo me he encontrado entre los que piensan de esta manera. Mi trabajo me proporcionaba una identidad y yo me sentía plenamente realizado en mi trabajo. Coincide esta forma mía de concebir el trabajo con la ética protestante, popularizada por Max Weber en su estudio del desarrollo del capitalismo[15], en el que plantea que el trabajo duro es un deber moral y una forma de alcanzar el éxito y el bienestar personal.
Aunque a grosso modo se pueden distinguir diferencias en como se valora el trabajo entre los países tradicionalmente católicos y los protestantes, no debemos generalizar. En Francia, España o Italia se ha tendido más hacia la idea de «trabajar para vivir», priorizando el tiempo libre, las vacaciones, y la vida familiar sobre la carrera profesional, pero, hay tantas excepciones que resulta ser una generalización sin mucho fondo empírico. Trabajar para vivir prioriza el bienestar y el equilibrio, mientras que vivir para trabajar pone el foco en el éxito y la identidad laboral. La gran diferencia la veo yo, no entre culturas, sino entre generaciones. Veo que las nuevas generaciones tienen una actitud diferente hacia el trabajo. Los millennials, los nacidos entre 1981 y 1996 y la generación Z , nacidos a partir de 1997, presentan enfoques más diversos y críticos respecto al trabajo, influidos por factores económicos, sociales y tecnológicos. tanto millennials como miembros de la Generación Z destacan que valoran más la flexibilidad y los trabajos que permiten trabajar desde casa o tener horarios flexibles, a diferencia de generaciones anteriores, las de sus padres y abuelos, que muchas veces aceptaban largas horas de trabajo y sacrificaban su tiempo personal por la carrera laboral.
Las nuevas generaciones buscan trabajos que tengan un propósito y que se alineen con sus valores personales. Quieren que su trabajo contribuya a algo más grande que simplemente generar ingresos o beneficiar a una empresa. Prefieren empleos que tengan un impacto positivo en la sociedad o el medio ambiente. Quizás, espero yo, vinculado a un mayor interés en temas como la sostenibilidad, la justicia social, y la responsabilidad corporativa. Los jóvenes de hoy tienen una actitud muy crítica hacia los modelos de trabajo tradicionales, como el trabajo de 9 a 5 en una oficina. En su lugar, valoran la autonomía y la posibilidad de emprender o trabajar en el marco de la «gig economy» , economía de trabajos temporales o autónomos. La tecnología juega un papel crucial en la relación de las nuevas generaciones con el trabajo. La Generación Z ha crecido en un mundo digital, son “nativos” y esperan que las herramientas tecnológicas faciliten su trabajo. Están acostumbrados a la innovación constante y a un acceso inmediato a la información, por lo que prefieren empleos que les permitan usar tecnología de vanguardia y que se adapten a los cambios tecnológicos rápidos. La digitalización ha abierto nuevas oportunidades para monetizar habilidades como el marketing digital, la programación, el diseño gráfico, o la creación de contenido en redes sociales, ser un influencer es el sueño de muchos, que algunos consiguen.
En cuanto al precio justo y el orden económico, alcancé a escuchar a Pablo Iglesias en el programa de radio de las mañanas, el que estaba escuchando en mis auriculares, antes de apagar la radio, y vino a decir algo que merece la pena ser citado. “Los regímenes anticapitalistas han fracasado, pero sus intenciones eran buenas”.[16] Y, pensé yo que el infierno esta lleno de buenas intenciones o si no que se lo digan a los rusos, cubanos, venezolanos, nicaragüenses, polacos, bálticos, húngaros, búlgaros etc. En fin, y en concreto; es difícil llenar las plazas de FP tanto en Suecia como en España, porque los jóvenes saben de sobra que ese tipo de trabajo está infravalorado y en muchas ocasiones, no todas, mal pagado. En realidad, dependemos de esas actividades que no valoramos, pero seguimos en las creencias de Platón y Aristóteles levemente actualizadas con algo de Adam Smith. Y ahora nos viene la IA y revolucionará el concepto de trabajo para todos, pero, no creo yo que lo haga para los que recogen las bayas en Suecia o las fresas en Almería, ni para los que recogen la basura o los que transportan la comida rápida, aunque estos últimos pueden muy bien ser reemplazados por drones.
En los tiempos que vivimos es cada vez más indudable que la percepción del trabajo se diferencia en gran medida, comparando occidente y los países asiáticos. En occidente la ética del trabajo se asocia más con el éxito personal, la ambición y la consecución de metas individuales. El equilibrio entre la vida laboral y personal es cada vez más prioritario, y se valora la flexibilidad laboral y el tiempo libre. En culturas asiáticas como Japón, Corea del Sur y China, el enfoque es más colectivista. El trabajo está profundamente conectado con el deber hacia la comunidad, la familia y la empresa. Es común ver una fuerte lealtad hacia el empleador y una mayor disposición a trabajar largas horas o hacer sacrificios personales por el bien del grupo. En Japón, el concepto de «karoshi», muerte por exceso de trabajo, es un reflejo extremo de esta actitud hacia el trabajo, mientras que aquí (España y Suecia) hablamos del agotamiento o burn-out. En Japón encontramos también el término «shokunin» que describe el orgullo por el trabajo bien hecho[17], una noción muy enraizada en la cultura laboral. En China, el concepto “guanxi” que se refiere a las relaciones personales o redes. es crucial para el éxito en el ámbito laboral. En China hay que saber cultivar las relaciones de mutuo beneficio para poder progresar en el trabajo. La idea occidental de la meritocracia ciega, altamente engañosa, parece querer ocultar lo que todos conocen, que “el que no tiene padrinos, no se casa”.
En países como Suecia o España, hay una tendencia hacia la reducción de la jornada laboral y la implementación de políticas que favorezcan el equilibrio entre la vida personal y el trabajo, como semanas laborales de 35-40 horas y largos periodos vacacionales. En general, se promueve la idea de que el trabajo debe ajustarse a la vida personal, no dominarla, mientras en Asia, las jornadas laborales son tradicionalmente más largas. En Japón, Corea del Sur y China, es común que los empleados trabajen horas adicionales sin compensación o trabajen hasta tarde como una muestra de compromiso con la empresa. Aunque hay un creciente debate sobre la necesidad de mejorar el equilibrio entre vida y trabajo, este cambio es relativamente reciente y aún enfrenta resistencia cultural.
Visto desde esta perspectiva, parece lógico que Europa vaya caminando hacia un retroceso económico y de influencia, mientras Asia va ganado peso en las relaciones internacionales, el comercio y la innovación. Alguien debería pensar en estas cosas y tratar de dar un giro de timón, antes de que perdamos el curso de este barco llamado Europa, del que tan orgullosos estamos. Para eso necesitamos revalorar el trabajo, todo tipo de trabajo, el productor y el reproductor. Quizás deberíamos pensar también para qué queremos tanto tiempo libre, porque si es para consumir más ya sabemos lo que tenemos delante; que se lo pregunten si no a Greta Thunberg.
Paseo largo y rápido el de hoy. Salgo de la ermita de Santa Eulàlia de Provençana, en el camino catalán de Santiago, que iba de Barcelona a Santiago. Este camino partía desde Montserrat, y era uno de los trayectos principales hacia Santiago de Compostela a través de la ruta que pasa por Barcelona, conectándose luego con Zaragoza y el Camino Francés en Puente la Reina, Navarra. Yo no pienso ir tan lejos, así que enfilo la Avenida Amadeo Torner hacia la Plaça d’Europa. Aún no ha salido el sol esta mañana de octubre, y recuerdo haber hecho este camino en pleno campo de labor, hace más de cuarenta años. Hoy veo un paisaje que me recuerda zonas modernas, pero bastante anónimas, de ciudades con sueños de futuro. Aquí y allá, algún edificio sobresale por su diseño o su color, formas atrevidas pensadas por arquitectos inquietos.
Aproximándome a la plaza, oigo y siento el estruendo de un tráfico brutal, es La Gran Vía de l’Hospitalet, continuación hacia el sur de la Gran Via de les Corts Catalanes de Barcelona, que une la gran urbe catalana con Castelldefels y el aeropuerto del Prat. Todo esto es nuevo, pero como todo, contiene una historia que ahora me pongo a recordar. Fue ya en el año 1953, cuando el gobierno de España, bajo el dictador Francisco Franco, firmado de su puño y letra, publicó una ley de ordenamiento del área de Barcelona y sus alrededores con un plan y unas normas publicadas en un documento del año 1954.
La ley incluida en este plan creó la Comisión de Urbanismo de Barcelona, subvencionada durante veinte años por los presupuestos del Estado. El presidente de la comisión ejecutiva era el alcalde de Barcelona, Antonio María Simarro Puig. Además de Barcelona, esta normativa afectaba a veintisiete municipios, la mayoría de los cuales pertenecían al Baix Llobregat, incluyendo L’Hospitalet. Desde principios de 1954, los planes metropolitanos priorizaban la solución de las necesidades de la ciudad de Barcelona. Este plan avanzó con modificaciones y planes parciales en el año 1958, entre los cuales se encontraba el Plan parcial Gran Via Sur de 1973.
En 1974 se constituyó la Entidad Metropolitana de Barcelona y se publicó el nuevo plan comarcal, denominado Plan general de ordenación urbana y territorial de la comarca de Barcelona, que, sin embargo, no fue aprobado hasta 1976. Este plan favorecía los intereses privados en la propiedad del suelo al revalorizarlo de agrícola a urbano. Fue el tiempo de los grandes “pelotazos” que, afortunadamente, auparon a pequeños propietarios agrícolas, muchos de ellos traperos, a las esferas de la burguesía catalana. Conocí a uno de ellos, bonachón, parlanchín y amigo de sus amigos, català de soca-rel, con el que fui conociendo los entresijos del Plan.
Se estableció el régimen jurídico del suelo urbanizable y las normas de edificación. Hasta el año 1976, existían asentamientos de población en forma de chabolas en esta zona, donde actualmente se encuentran la Fira, centros comerciales y otros equipamientos. Era verdaderamente otro mundo o inframundo, que ahora parece tan lejano. El barrio de chabolas de La Bomba desapareció coincidiendo con la creación del barrio del Gornal, donde ahora se toma la L9 hacia el aeropuerto, una estación modernísima cuyas interminables escaleras mecánicas parecen conducirnos al centro de la tierra, pienso inevitablemente en La Divina Comedia, cuando las bajo. También desaparecieron otros barrios de chabolas enclavados en la misma zona: Can Pi, la Cadena, y la Sangonera, ante los juegos Olímpicos de 1992.
Giro a la izquierda y entro de lleno en la Gran Via. Carriles de bicicletas, caminos para viandantes, corredores en diferentes formas y sexos, peatones con o sin carritos, patinetes peligrosos, ciclistas egoístas y, sobre todo el ruido, ese ruido atroz y grosero de coches, camiones, autobuses y, sobre todo, motos. No sé a cuantos decibelios puede llegar en hora punta, pero es casi insoportable. Me pregunto cómo influirá este ruido en la salud de los viandantes, no quiero ni pensar en la de los vecinos con casas, cuyos balcones dan a esta gran arteria de comunicación, por la que pasan 58,983 vehículos que transitan por esta importante arteria de la ciudad cada día laboral, según Barcelona City Hub. Durante las horas laborables supera los cuatro vehículos por segundo.
Comparando, que es lo que me gusta a mi hacer, con la autopista que va desde Lund a Malmö, inaugurada en 1952, más o menos contemporánea con el plan barcelonés, es transitada por entre 25 000 a 30 000 vehículos, pero, la gran diferencia, es que esta autopista de 17 kilómetros no tiene cruces ni edificios residenciales a sus lados. El trafico fluye aislado y los cruces se hacen por puentes y rampas. Caminando por la Gran Via de L´Hospitalet, camino a la de Les Corts, sueño que un día se podrá sumergir, como se hizo con las rondas, y esas amplias aceras, ahora transitadas por más y más personas a pie, en bicicleta o patinete, podrá ser un pequeño paraíso urbano. Un sueño imposible, quizás, pero, quien ha visto la transformación de la zona de la Fira, puede creer en milagros.
Llego a la Plaça d’Espanya con los primeros destellos de un sol tímido de otoño. Veo Las Arenas, esa plaza de toros convertida en centro comercial. Enfilo Las Corts y me paso al boulevard franqueado de árboles, donde los peatones, ciclistas y demás podemos circular, entre le tráfico en ambos sentidos, cruzando cuando el semáforo nos lo permite, descansando involuntariamente cada dos o trescientos metros. Así llego a Universitat y voy bordeando hasta llegar a la facultad de filosofía, geografía e historia. Antes de llegar a Universitat paso por Rocafort, con su celebre-lúgubre-aterradora historia de muertes y fantasmas, que ha resultado en una reciente película. Entrando de lleno en las entrañas de la antigua Barcelona. Por el camino, atravieso entre grupos de turistas que vienen o que van y esperan en grupo a que algún autobús les recoja. Caras cansadas algunas, risueñas otras, expectantes, anhelantes, ¿quién sabe? Yo sigo mi camino, a mi no me molestan, yo también soy pasajero; aunque yo turista no soy, porque mi presencia aquí es circular.
Salgo a las Ramblas por La Boquería, que recién ha abierto su reja, y el trajín en los puestos comienza a bullir. Sigo hacia Colón, el sol ya despuntando e inicio la subida al Paral.lel, repleto de viandantes que suben y bajan, corren, caminan, ruedan sobre algo, cualquier cosa que se deslice vale. Llego sudoroso de nuevo Espanya y tomo el camino pomposo que lleva a la Fuente Mágica, hoy seca, sin luces ni música, como dormida bajo el sol de la mañana. Subo las escalinatas que llevan al Museu Nacional d’Art de Catalunya, llego tras muchas escaleras y veo turistas esperando que abran. Llevan sus billetes comprados en la red. Benditos turistas, sin ellos no habría museo. Recuerdo lo vacío que estaba este museo antes del 92. Tomo hacia la derecha y sigo hasta las escalinatas que me lleva a las piscinas Picornell y de allí tomo a la derecha, bajando hacia el antiguo cuartel de la policía montada, ahora centro de cultura la Caixa y regreso a la Gran Vía, girando a la izquierda, en sentido opuesto a la ida. Voy de regreso a la ermita de Santa Eulalia de Provençana. Un viaje en el tiempo, un paseo urbano, más de mil años de historia en menos de tres horas.
Esta ermita merece ser visitada. De ella y del término Provençana se sabe que corresponde a la venta de una casa de payés y unos terrenos propiedad del matrimonio Bonemir y Ermessenda a Rafulf, hijo de Guifré el Pilós, y tiene fecha del 29 de agosto del año 908. El nombre de Provençana proviene, al parecer, de la época romana y hace referencia a una villa, cuyo propietario se llamaba Provius o Proventius. Los restos de la edificación se encuentran bajo la actual iglesia. La parroquia de Santa Eulàlia de Provençana está documentada desde el año 1045, pero el edificio que se ha conservado debió ser construido a finales del siglo XI y fue consagrada en el año 1101 por el obispo de Barcelona Berenguer Folc. Aquí no llegan turistas, porque no les traen. Y es que Cataluña está repleta de historia y de historias, como un entramado de hifas subterráneas que forman micelios, las raíces de las setas, filamentos que crecen en el suelo o en el sustrato donde se desarrolla el hongo. Esta fina red absorbe nutrientes del entorno, permitiendo el crecimiento y la reproducción de las setas. Y, ¿que quiero yo decir con eso? ¿A qué viene ahora lo de los micelios y las setas cuando hablo de Cataluña? Bueno, pues yo veo que la historia en Cataluña es como los micelios, que nutren a la sociedad actual y lo han hecho en el pasado y lo harán en el futuro, porque la historia nutre la cohesión de la sociedad catalana y, aunque se recojan las setas siempre quedaran los micelios y el sentimiento de comunidad volverá a resurgir. Son capas y capas de historia que están ahí para sacarlas al sol.
Sentado en la ermita, pienso en el camino; el que andado y el que anduvieron tantos antes que yo. Aquí encuentro un relativo silencio, pero el trajín de afuera se hace notar, tráfico y alguna sirena anunciando momentos de angustia para alguien, y otra vez el silencio. Afuera regresan los niños de las escuelas. Casi todos van acompañados por su madre, su padre o sus abuelos. Ellos, los niños, hablan sin cesar, contando a los que les recogen las vicisitudes y experiencias vividas en un día de escuela. Los escucho y hablan castellano, algunos de sus padres tienen rasgos magrebís o africanos. Ellas, las madres, con velos y túnicas, hiyab, chador, Al-amira, kimar y abaya, los padres con ropas occidentales, los más, pero alguno ya mayor, o abuelo, con túnica y kufi, sobre todo los viernes. Los niños hablan perfectamente el castellano (no el catalán) y yo pienso que aquí se está formando un Al Ándalus como fuera en el breve lapsus entre el año 720 y la conquista franca en el 801. Veo también a muchos niños asiáticos, chinos, pakistaníes e indios, reconocibles por sus rasgos y sus vestimentas. Una joven en sari pasa por mi lado en patinete con cara sonriente y unos ojos negros extremadamente inteligentes. Yo me atrevería a decir que esta nueva población de Cataluña es, posiblemente, el mejor ejemplo de integración que conozco. No comprendo el recelo de la extrema derecha española (Vox) o catalana (Aliança Catalana) contra este mestizaje tan natural.
La nueva Cataluña, la nueva España, la nueva Europa, el nuevo mundo, será, porque tiene que ser. Y es preciso aceptarlo. He asistido a los cambios de la superficie urbana de l´Hospitalet, de barracas y chabolas en mitad del campo a unas zonas modernas y limpias y todo esto sucede en medio de un cambio estructural de la población. Cuidado, que yo no hablo de “cambio étnico” como algo negativo, la pureza no existe, nunca ha existido, tampoco existe el vacío. No puedo evitar una sonrisa cuando veo a un chico de rasgos magrebíes con una camiseta del F.C. Barcelona con el nombre de Lamine Yamal y el número 19.
Esta mañana otoñal me incita a caminar. Hoy voy haciendo la ruta de los parques, desde Tuna hasta Sankt Lars. Paso por la estatua de Esaias Tegnér, el ilustre académico-escritor-obispo, padre de la conciencia nórdica, defensor de la idea de reunir a daneses, suecos y noruegos bajo una misma bandera. La idea que pudo ser y que quedó rota un día como hoy, 23 de septiembre de 1905, con el tratado de Karlstad, en paz y armonía, eso sí, que rompía la unión bajo un mismo monarca de Suecia y Noruega, conseguida 90 años antes. El escandinavismo, que había nacido de la estela que dejaba en Europa la era napoleónica, moría, con este tratado, en paz y sin muchos aspavientos. Tegnér, que apoyó y vio nacer el intento y le dedicó su poema Nore, vivió soñando en que un día no muy lejano, Dinamarca también se uniría a Suecia-Noruega construyendo así las bases de una nación futura, basada en la remota historia, la lengua y el reconocimiento de un futuro común. En el poema Nore[1] escribe Tegnér:
Bienvenido a mi pecho, bienvenido, alto Nore.
¡Tú, hijo de los Aesir y de la fuerza!
Allí está tu lugar. ¡Ay de nosotros si fuera olvidado,
pues estuviste demasiado tiempo separado de allí!
En el Norte habrá una fuerza, una voluntad unida,
lo que Dios ha unido no lo separen los golpes del destino.[2]
—
El día amanecerá, y pronto, que coronará la gloria del Norte,
y unirá a los hijos de los Aesir[3] en la tierra de los Aesir,
cuando la isla de Gefion[4], con los hijos de Juels y de Tordenskjold[5],
ancla como barco guardián ante el norte cerrado por montañas.
No te acerques demasiado, vikingo. Ella descansa tranquila en los juncos,
pero el gallo rojo de la batalla canta en la proa.[6]
Para Tégner, esta unión era un primer paso hacia la unión de los pueblos escandinavos. Todo había comenzado unos pocos años atrás, durante las guerras napoleónicas, cuando Dinamarca-Noruega, que hasta entonces era una unión de ambos reinos bajo una sola corona, se alió con Napoleón. Como consecuencia, en 1814, después de la derrota de Napoleón, en la cual el príncipe heredero de la corona sueca, el mariscal francés Jean Baptiste Bernadotte, había jugado un papel importante, Dinamarca fue forzada a ceder Noruega a Suecia por el Tratado de Kiel, el 14 de enero de 1814. Esto se decidió en las negociaciones de paz entre Dinamarca y Suecia, bajo la presión de las potencias vencedoras como el Reino Unido y Rusia. Suecia, que había perdido Finlandia a manos de Rusia en 1809, buscaba compensar esa pérdida territorial adquiriendo Noruega. Digo adquiriendo, porque no recibieron Noruega de Balde, sino que tuvieron que compensar a Dinamarca por ello con un millón de Riksdaler y posesiones en el Báltico, entre otras, la isla de Rügen.
Pero, los noruegos no aceptaron pasivamente el tratado, ya que deseaban mantener su independencia y evitar ser simplemente anexados a Suecia. En respuesta, en la primavera de 1814, los líderes noruegos redactaron la Constitución de Eidsvoll, el 17 de mayo[7] de 1814, estableciendo a Noruega como un reino independiente y eligiendo al príncipe heredero danés Christian Frederik como rey de Noruega. Sin embargo, Suecia, liderada por el príncipe heredero Carlos Juan, el anteriormente llamado Jean Baptiste Bernadotte, antiguo mariscal napoleónico, invadió Noruega en el verano de 1814. Tras una breve campaña militar, las partes acordaron el Convenio de Moss (14 de agosto de 1814), que permitió a Noruega mantener su nueva constitución, pero bajo una unión con Suecia, compartiendo un monarca. Aun no llegando a alcanzar el nivel de unión deseado por Suecia, para Tégner, suponía un gran paso hacia la unión de Escandinavia.
En realidad, esta unión fue más una forma de hacer realidad los sueños de los nacionalistas suecos, entre los cuales Tégner se encontraba, de unir Escandinavia bajo un mismo trono. La pérdida de Finlandia en 1809 había sido un golpe muy duro a la autoestima de los suecos. Tegnér quería recordar a los noruegos que, si no conseguían unirse, caerían los dos pueblos unidos en la desgracia:
Así fueron separados nuestros pechos por las montañas y las espadas,
nuestra fuerza fue desperdiciada, nuestro pecho se enfrió.
Con el estruendo de mis hazañas llené el mundo por un tiempo[8],
Al final quedamos allí, a la sombra de las ramas del bosque,
sobre las piedras conmemorativas caídas en la tumba del Norte.[10]
Un sueño de unidad que los noruegos en general no compartían, aunque Noruega y Suecia compartían el mismo rey. Lucharon los noruegos por su constitución y cada país conservó sus propias instituciones, leyes y ejército. La relación era asimétrica: Suecia tenía más influencia política en la unión, y el monarca residía en Estocolmo. Sin embargo, Noruega mantenía un parlamento independiente, el Storting, y gran autonomía interna. El rey de Suecia gobernaba Noruega a través de un virrey, y existía una oficina conjunta de relaciones exteriores que era controlada por Suecia, lo que a fin de cuentas fue una fuente de conflicto a lo largo del tiempo y posiblemente la principal razón de que los noruegos reclamasen la disolución de la unión a la que, según ellos, se les había obligado. Los noruegos querían tener su propio cuerpo diplomático y mayor independencia en asuntos internacionales. Los países periféricos, que no colonias, que habían pertenecido a Noruega: Islandia[11], Grönland y las islas Färö pasaron a ser controlados por Dinamarca.
A nivel económico, Suecia y Noruega eran diferentes. Mientras que Suecia se industrializaba rápidamente, Noruega seguía siendo en gran medida una nación agrícola y marinera; vivía del bacalao y de la madera y su comercio se dirigía sobre todo hacia Inglaterra. En realidad, esto seguiría siendo así si no se hubiese encontrado petróleo en la zona económica de Noruega del Mar del Norte en 1969[12]. Estas diferencias también afectaban las políticas y los intereses de ambos países. Noruega dependía mucho del comercio internacional y necesitaba una política de libre comercio, ya que exportaba principalmente productos como pescado, madera y minerales. Suecia, en cambio, tenía una política más proteccionista, especialmente para proteger su emergente industria manufacturera. Estas circunstancias creaban continuamente fricciones, ya que las decisiones comerciales que favorecían a Suecia no siempre beneficiaban a Noruega, que quería un sistema más abierto para sus exportaciones. El punto de disputa económico y político más relevante era que Suecia tenía el control de la política exterior y los consulados, lo que significaba que los intereses comerciales de Noruega en el extranjero estaban gestionados desde Suecia. Noruega quería tener su propio servicio consular independiente para poder negociar y proteger mejor sus intereses comerciales. Esta demanda se convirtió en una cuestión clave a principios del siglo XX, y la negativa de Suecia a conceder esta independencia fue uno de los factores que precipitó la ruptura de la unión. Es así que se llegó al 23 de septiembre de 1905.
En Suecia había sectores, particularmente dentro del ejército y algunos políticos conservadores, que se oponían a la disolución, el gobierno sueco finalmente optó por una solución diplomática. La posibilidad de un conflicto armado era real, pero Suecia no estaba dispuesta a iniciar una guerra contra Noruega para mantener la unión. El rey Oscar II de Suecia inicialmente se opuso a la disolución, pero aceptó que no había una base sólida para imponer la unión por la fuerza, especialmente ante la resistencia noruega y la opinión internacional.
Las tensiones económicas, como el conflicto sobre la política comercial y la demanda noruega de autonomía consular, habían generado frustración en ambos países. Tras años de desacuerdos y disputas políticas, ambas partes reconocieron que la unión ya no era funcional y que seguir manteniéndola solo perpetuaría la discordia. Las potencias extranjeras, especialmente Reino Unido y Alemania, alentaron una solución pacífica, ya que ninguna de las grandes potencias quería una guerra en Escandinavia que pudiera desestabilizar la región. Noruega también contaba con cierto apoyo internacional para su derecho a la autodeterminación. La diplomacia jugó por tanto un papel crucial en las negociaciones entre los dos países. La mayoría de los líderes políticos suecos y noruegos estaban a favor de una solución negociada.
En Noruega, se llevó a cabo un referéndum en agosto de 1905 en el que el 99.95 % de los votantes noruegos se pronunciaron a favor de la disolución. Esto dejó claro que el pueblo noruego deseaba la independencia, lo que reforzó la decisión de seguir un camino pacífico. Pero, a mediados de septiembre de 1905, la guerra no estaba todavía descartada. La situación de las conversaciones estaba estancada y el peligro de guerra se consideraba inminente en ambos países. Noruega movilizó el 13 de septiembre, y unos pocos días después tenía 22,500 hombres armados en las tropas fronterizas y en la marina. Frente a la costa de Bohuslän, la flota sueca estaba lista, con los motores en marcha día y noche, listos para zarpar para intervenir al primer aviso. Los negociadores noruegos resistieron hasta el último momento, especialmente en lo que respecta a la demanda de que las fortalezas fronterizas suecas fueran demolidas, y el último día prevaleció la opinión, al menos entre los negociadores suecos, de que la guerra, a pesar de todo, iba a estallar. El momento más tenso fue simbolizado por la acción del ministro de Relaciones Exteriores noruego, Jørgen Løvland, quien sacó su reloj para saber “a qué hora había estallado la guerra.” No obstante, a última hora, se consiguió llegar al convenio de Karlstad justo un día como hoy, un acuerdo negociado que permitió una disolución ordenada y pacífica de la unión. Se acordó una retirada mutua de las tropas de las fronteras, y Noruega se comprometió a no tomar decisiones que pudieran amenazar la seguridad de Suecia.
Tanto Suecia como Noruega entendían que, después de la disolución, seguirían siendo vecinos cercanos con profundos lazos históricos, culturales y económicos. La posibilidad de una guerra que dañara las relaciones futuras y la estabilidad regional no era atractiva para ninguno de los dos países. Después de la disolución, las relaciones entre Suecia y Noruega mejoraron considerablemente.
El que esté leyendo estas líneas y me conozca, pensará que quiero hacer alguna comparación, y tiene mucha razón. Quiero comparar este proceso que llevó, primero a la unión, y después a la disolución de esta unión 90 años después, con lo que ocurrió en lugares tan dispares como Portugal, respecto a España y Eslovaquia respecto a Chequia. Al final iré también a la comparación que todos esperáis, pero, que, al no haber sido consumada, no puede considerarse en el mismo análisis. Primero, la más antigua, la separación de Portugal del reino de España en 1640.
Paso a relatar la breve historia de la Unión Ibérica. Una unión comparable a la que Esaias Tegnér se pensaba para Escandinavia y que, de haber prevalecido, hubiera podido ser muy provechosa, creo yo, para los dos pueblos. En 1580, el rey de Portugal, Sebastián I, murió a los 24 años en la batalla de Alcazarquivir, cerca de Larache, el 4 de agosto de 1578, sin un heredero directo. Su muerte dejó un vacío de poder y una crisis sucesoria, ya que varios pretendientes reclamaban el trono. Su figura, como paladín de la religión católica, tenía tanto arraigo, que después de su muerte dio lugar a los rumores de que había sobrevivido la batalla y regresaría para defender Portugal. Hasta cuatro impostores clamaron ser el fallecido rey y, la creencia en su retorno dio nombre a un movimiento piadoso-político que lleva el nombre de sebastianismo. Llegado aquí, permitidme decir algo sobre esta creencia que, aunque parezca rebuscado, se parece mucho al mito chiita del “Mahdi”. El sebastianismo es una creencia popular en Portugal, surgida tras la desaparición del rey Sebastián I en la batalla de Alcázarquivir, donde muchos portugueses creían que no había muerto, ya que no se encontró el cadáver, sino que regresaría algún día para restaurar la gloria y grandeza de Portugal. En la rama chiita del islam, existe la creencia de que el duodécimo imán, conocido como el Imán Mahdi, entró en un estado de ocultación en el siglo IX y que regresará al final de los tiempos para traer justicia, derrotar el mal y establecer un gobierno justo en la Tierra. Se le considera un salvador mesiánico. Hasta aquí la comparación. Sigamos ahora con España y Portugal.
Felipe II de España, reclamó la corona del país vecino, como nieto de Manuel I de Portugal, argumentando que tenía derechos dinásticos sobre el reino tras la muerte de Sebastián, ya que su madre era hija de una princesa portuguesa. Con el apoyo de algunos nobles portugueses, Felipe II inició su campaña para convertirse en rey de Portugal, lo que consiguió, no sin antes hacer uso de las armas contra su principal oponente, Antonio, prior de Crato e hijo ilegítimo de Luis de Avis. Felipe II se plantó con 35.000 soldados bajo órdenes del duque de Alba y una potente flota enviada desde Cádiz para someter Lisboa. Quitando una pequeña resistencia inicial en Oporto, Felipe II pudo tomar comando de su nuevo reino sin contratiempos. El 25 de marzo de 1581 Felipe fue aclamado como rey, con el nombre de Felipe I de Portugal y reconocido oficialmente por las Cortes de Tomar. Aquí encontramos una importante excepción, parecida a la que encontramos en la unión de Suecia y Noruega, pero de mucha más importancia. La aceptación del nuevo rey se hizo bajo la condición de que los territorios portugueses y sus colonias mantuvieran sus propias Cortes, derechos y privilegios, sin ser anexionadas a Castilla como provincias españolas.
Resultó, que la Unión Ibérica permitió a España y Portugal combinar sus recursos y flotas, permitiendo una mayor expansión en el ámbito colonial, lo que facilitó el comercio y la explotación de recursos en América, Asia y África. La unión ayudó a asegurar y consolidar rutas comerciales en el Atlántico y el Índico, por la combinación de las flotas de ambos países, que permitió una mejor defensa de sus intereses coloniales y un aumento en la influencia en el comercio marítimo. Bueno para España y Portugal, malo para Inglaterra. La unión fue mal recibida por muchos portugueses, que sentían que sus intereses estaban siendo ignorados y que eran gobernados por un monarca extranjero. Esto generó un sentimiento de resistencia y descontento que creció con el tiempo. Inglaterra mostró simpatía por las aspiraciones de independencia de algunos sectores en Portugal y, su apoyo implícito o explícito a los movimientos de resistencia en Portugal contribuyó a fortalecer el deseo de los portugueses de liberarse del control español. Para lo que Inglaterra utilizó la diplomacia, creando tensiones entre los países ibéricos y fomentando descontentos dentro de los territorios controlados por España y Portugal. Esto incluyó el uso de propaganda y el fortalecimiento de la disidencia. Esa política inglesa también fue utilizada paralelamente durante la guerra de los ochenta años, entre los Países Bajos y España, aunque también Inglaterra se encontraba en una situación altamente confusa en esas fechas, premonitoras de la inminente guerra civil. La Unión Ibérica duró 60 años, 88 si contamos los 28 años de guerra tras la revuelta de 1640.
La revuelta de 1640 en Portugal tuvo éxito porque los acontecimientos devenidos en Cataluña obligaron al ejercito español en la península a concentrarse en el conflicto catalán y porque, en esas fechas, todo sucedía dentro del contexto de la guerra de los Treinta Años y de la reanudación de la guerra de los Ochenta Años contra los rebeldes de las Provincias Unidas de Holanda y Zelanda. Ahora bien, puestos a sumar y restar haciendo el balance de lo ocurrido desde 1640: ¿Estarían Portugal y España mejor o peor si se hubiera mantenido la Unión Ibérica hasta nuestros días?
Supongamos que la Unión hubiera sobrevivido la revuelta del 1640. La combinación de los recursos y territorios de ambas naciones, tanto en Europa como en sus antiguas colonias (especialmente en América y Asia), podría haber creado una superpotencia económica en los siglos XVII y XVIII. La concentración del comercio en un solo imperio colonial podría haber hecho a la Unión Ibérica más competitiva frente a otras potencias coloniales, como Inglaterra o Francia. Un Estado ibérico unificado habría tenido mayor capacidad militar para defender sus territorios y mantener un papel dominante en Europa y en el mundo colonial. Podría haber sido una potencia capaz de equilibrar a Francia, Inglaterra y otros rivales europeos en el ámbito militar. Una unión prolongada podría haber creado una mayor integración cultural y lingüística entre España y Portugal. Aunque inicialmente se podrían haber resistido los intentos de homogeneización, a largo plazo, podría haberse dado un mestizaje cultural más profundo que uniera a los pueblos ibéricos en una identidad común. En la actualidad tendría ese estado más peso en términos de votos, influencia política y recursos económicos, probablemente jugando un papel similar o mayor al de países como Italia, Alemania o Francia. ¿Quién salió ganando con la revuelta? Me atrevo a contestar que a corto plazo la nobleza portuguesa, que había perdido influencia y estatus bajo el dominio de los Habsburgo, se benefició enormemente de la revuelta. La guerra les permitió retomar el control de la administración y las tierras en Portugal, además de asumir cargos importantes en el gobierno. Asimismo, la burguesía comercial portuguesa, especialmente aquellos vinculados al comercio colonial y marítimo, recuperó una mayor autonomía económica y política. Bajo el gobierno español, Portugal había visto cómo se descuidaban sus intereses comerciales en favor de las políticas imperialistas de España, por lo que la independencia les devolvió el control sobre sus propias rutas comerciales. A largo plazo no se sabe. Seguiré con las comparaciones mañana o pasado, según venga el tiempo.
[1] Por Noruega. Una representación humanizada de la nación noruega.
[2] Välkommen till mitt bröst, välkommen höga Nore!
Du Åsarnas och styrkans son!
Der är din plats. Ve oss om den förgäten vore,
du var för länge skild der från.
I Norden vara skall en kraft, en enig vilja,
hvad Gud förenat må ej men skor skilja.
[3] Los dioses nórdicos: Odín, Thor, Frigg,Tyr, Baldur y muchos más.
[10] Så skildes våra bröst af fjällarne och svärden,
vår kraft blef spilld, vår barm blef kall.
Med mina bragders dån en tid jag fyllde verlden,
och sist — med dånet af mitt fall.
Till slut vi stodo der, i skygd af lundens grenar
på Nordens graf förfallna bautastenar.
[11] Menos unos días en 1809, cuando el famoso Jörundur hundadagakonungur (en islandés: Jörundur el de los días de perro). De este señor tengo que escribir algún día porque no tiene desperdicio.
[12] A principios de la década de 1960, las grandes compañías petroleras internacionales comenzaron a interesarse por la exploración en el Mar del Norte debido a los avances en la tecnología de perforación y a los indicios de que podría haber hidrocarburos en la región. En 1962, Noruega declaró su soberanía sobre los recursos en la plataforma continental noruega, preparando el terreno para las futuras exploraciones. La empresa Phillips Petroleum fue la que realizó el descubrimiento más importante en el yacimiento de Ekofisk en diciembre de 1969, que confirmó la presencia de grandes reservas de petróleo. Ahora, Noruega es el país más rico de Escandinavia y uno de los más ricos del mundo. Si se hubiera sabido esto en 1905, no hubiera sido tan pacifica la separación.
Inexorablemente hemos entrado en la estación otoñal. Voy viendo a mi alrededor muestras indiscutibles de que hemos dejado atrás el verano, aunque algunos se empeñen en prolongarlo, a juzgar de la vestimenta. Yo me he puesto un jersey, que se agradece, aunque el cielo azul y el sol dominan aun la imagen de Lund. Hoy voy a hacer una excepción en mi largo caminar y voy a ir a Malmö en bicicleta, entre ida y vuelta, unos 50 km. Salgo de mañana y no encuentro más que algún que otro deportista madrugador. Tengo la suerte de poder hacer todo el camino por sendas reservadas a las bicicletas y a los viandantes. No puedo evitar una sensación de orgullo por haber participado como político responsable en la consumación del proyecto de dotar a nuestra región de una red continua de vías para caminar y montar en bicicleta, por la que se puede recorrer toda la región, sin el peligro que conlleva compartir la vía con automóviles, camiones y autobuses y cualquier otro tipo de vehículos a motor. Desde mi casa hasta el centro de Malmö hay unos 25 kilómetros y he pasado siete cruces regulados por semáforos que se accionan por sensores en la calzada que, al descubrir que una bicicleta se aproxima, cambian a verde para la bicicleta y a rojo para los vehículos de la carretera que cruza la vía. Si el que cruza es un peatón, tendrá que pulsar el botón y esperar unos segundos a que cambie el semáforo.
Aún contando con todas estas facilidades y no siendo el camino muy duro, ya que es bastante llano, hay que pedalear y se tarda casi una hora y media en cada sentido, así que da tiempo a pensar. Hoy pienso en las imágenes que veo de las inundaciones en el centro de Europa, Polonia, Chequia etc. Pienso que cuando ocurren estas catástrofes, los humanos, con toda nuestra tecnología, no podemos protegernos. Ni siquiera el hasta ahora país más poderoso de la tierra, con una tecnología nunca antes vista por la humanidad, pudo proteger una de sus ciudades más bellas, Nueva Orleans. Recuerdo perfectamente como, hace 19 años, el 29 de agosto del 2005, El huracán Katrina golpeó la costa del Golfo de los Estados Unidos. Lo que primero parecía ser los efectos de un huracán, como ya estamos acostumbrados a contemplar periódicamente en los Estados Unidos, se convirtió en una gran catástrofe cuando fallaron los diques que protegían la ciudad, provocando graves inundaciones que cubrieron hasta el 80% de la ciudad. Más de 1,800 personas murieron, y cientos de miles de personas fueron desplazadas. Contemplábamos imágenes dantescas en los medios de comunicación.
Yo, al menos, pensaba que todo esto tendría una rápida y contundente respuesta gubernamental en un país tan rico como los EEUU, pero me equivoqué. La respuesta tanto del gobierno federal como local fue fuertemente lenta y muy ineficaz. La falta de coordinación y los escasos recursos que se pusieron a disposición de los habitantes de la ciudad, fueron empeorando la crisis humanitaria en los días y semanas posteriores al huracán. Miles de residentes no pudieron regresar a la ciudad tras el huracán. Muchos fueron reubicados en otros estados y nunca regresaron, lo que cambió la demografía de la ciudad. Y yo me pregunto: ¿Tendrá esto que ver con la estructura social y la historia de la ciudad? Quizás sí, ¿verdad? Hay que tener en cuenta, creo yo, que Nueva Orleans es una ciudad con una población históricamente pobre, especialmente entre las comunidades afroamericanas y Katrina exacerbó las desigualdades socioeconómicas, porque muchas de las personas afectadas no tenían recursos para evacuar o reconstruir sus vidas. Esta ciudad francesa, española, criolla, es una ciudad casi inverosímil para ser norteamericana. Aproximadamente el 60% de la población de la ciudad es afroamericana. Los blancos, no hispanos, constituyen cerca del 31% de la población. Muchos de estos residentes tienen ascendencia francesa, española o criolla, con una fuerte influencia cultural franco-latina, los hispanos representan el 6% y los asiáticos el 3%. Se echa de menos un compromiso total por parte de Estados Unidos para reconstruir Nueva Orleans de manera integral, tras el devastador huracán Katrina, quizás porque reconstruir Nueva Orleans por completo requeriría una inversión masiva en infraestructura, servicios sociales y vivienda. El costo de proteger adecuadamente la ciudad de futuros desastres naturales es inmenso, ya que Nueva Orleans está en una ubicación geográficamente vulnerable, construida como está bajo el nivel del mar y rodeada de agua, incluido el río Misisipi y el Golfo de México. Esto la hace propensa a inundaciones, huracanes y, a largo plazo, a los efectos del cambio climático, como el aumento del nivel del mar. No hay interés en salvar la ciudad a largo plazo, y yo, hasta cierto punto, lo comprendo, pero me pregunto ¿qué hubiera pasado si la ciudad afectada hubiese sido Nueva York?
Me viene a la memoria una conversación que tuve con la entonces embajadora de los Países Bajos en Estocolmo, Goverdina Christina Coppoolse, creo que fue en 2015, y que siempre recuerdo cuando veo catástrofes e inundaciones como las que ahora se viven en el centro de Europa. Ella dijo así, refiriéndose a la gran afluencia de migrantes que Suecia había recibido ese año: “nosotros, los holandeses, somos los próximos migrantes que llegarán a Suecia, quizás en un futuro no muy lejano”. Ella se refería al peligro que representa para los Países Bajos la crecida del nivel del mar frente a sus costas. No sería menester una gran subida para que una significativa parte de su país fuese anegado por el agua, ya que aproximadamente el 26% del territorio de los Países Bajos se encuentra bajo el nivel del mar, incluyendo a algunas de las regiones más densamente pobladas y productivas del país. Además, alrededor del 17% del territorio ha sido recuperado al mar mediante un sistema avanzado de diques, presas, canales y estaciones de bombeo, conocidos como pólderes. Pero todo se puede ir al garete si el nivel del mar sube un metro, lo que conllevaría una destrucción parcial de las defensas y de ahí en adelante una destrucción segura de todas las infraestructuras que protegen el país del mar.
Sumido en mis pensamientos, paso por el puente que atraviesa la cuenca del rio Sege, ya llegando a Malmö. Este paraje es conocido por estar sometido al reajuste o rebote isostático, que es la elevación de las masas de tierra después de la eliminación del enorme peso de las capas de hielo durante el último período glaciar. Alrededor de Sege, la tierra se eleva, se sigue elevando, 3mm por año, que da 24 metros en los últimos 8000 años. Es uno de los lugares más antiguos donde se ha encontrado evidencia de vida humana en la región, y esto ocurrió con motivo de una catástrofe mucho mayor de la que ocurrió en Nueva Orleans o la que está ocurriendo en el centro de Europa. Esta fue la gran catástrofe de Doggerland, la auténtica Atlantis. Situada en lo que hoy es el mar del Norte, desde las costas del actual Reino Unido hasta lo que hoy es Dinamarca, los Países Bajos y el noroeste de Alemania, se extendía un continente que estuvo habitado durante el Mesolítico, hace entre 12,000 y 8,000 años , por cazadores-recolectores que vivían en suelos fértiles, cazaban animales y pescaban y cazaban en los ríos y lagos de la región.
Doggerland comenzó a desaparecer cuando el nivel del mar subió al final de la última glaciación, hace unos 8,000 a 6,000 años. Este proceso se aceleró debido a un evento conocido como el deslizamiento de Storegga, un deslizamiento submarino masivo frente a la costa de Noruega, que provocó un gran tsunami que inundó partes de Doggerland. Finalmente, la región fue sumergida casi por completo, quedando solo pequeñas islas que desaparecieron con el tiempo. Lo único que queda hoy de Doggerland es el Dogger Bank, un banco submarino en el mar del Norte que es relativamente poco profundo en comparación con el resto del área circundante. Este banco submarino sigue siendo una zona importante para la pesca.
Doggerland es de gran interés para los arqueólogos porque era un puente terrestre entre Gran Bretaña y Europa. Los restos arqueológicos y fósiles encontrados en el fondo del mar del Norte proporcionan información sobre las poblaciones humanas prehistóricas que vivieron allí, así como sobre la fauna y flora de la región. Las exploraciones marinas han recuperado artefactos como herramientas de piedra, restos de animales y plantas, y hasta evidencias de asentamientos humanos. La arqueóloga marina Catharina Ingelman-Sundberg ha profundizado en la historia de Doggerland según nos cuentan los artefactos y restos, humanos y de animales, encontrados en los últimos cien años y que ahora se comienza a dar importancia, en gran parte, porque la zona es interesante para construir parques eólicos en el mar, lo que ha permitido el estudio minucioso del fondo del mar en la zona. Todo el fondo del mar de lo zona, desde Gran Bretaña hasta Países Bajos, es un paisaje con sus colinas y ríos, lagos y costas. En los últimos cien años, al empezar a utilizarse redes comerciales en los barcos de pesca, empezaron a aparecer colmillos de mamut y otros restos de animales, utensilios y armas utilizadas por nuestros antecesores y hasta restos humanos.[1]
Ya, acercándome al centro de Malmö, voy pensando que hay muchos relatos de grandes inundaciones, desde que existen relatos escritos, mucho antes del relato bíblico del diluvio universal. Lo encontramos en la Epopeya de Gilgamesh[2], el antiguo poema de la literatura sumeria de más de 4000 años de antigüedad incluye una historia de un gran diluvio. En el relato, Utnapishtim, un rey que fue advertido por los dioses de una inminente inundación, construye una embarcación para salvar a su familia y a los animales. Este mito tiene similitudes con la historia del diluvio en la Biblia. De la misma región viene El mito de Atrahasis[3], también anterior a la Biblia, que narra cómo los dioses deciden enviar un diluvio para destruir a la humanidad. Atrahasis, un héroe, recibe instrucciones para construir un barco y salvar a su familia y a varios animales, similar a la historia de Noé. También encontramos un relato parecido en el Mahabharata[4], el épico texto hindú que menciona grandes inundaciones y la historia de Manu, un sabio que es advertido por un dios sobre un diluvio inminente. En la mitología griega encontramos Deucalión[5], como equivalente de Noé, que es advertido por Zeus de un diluvio que destruirá a la humanidad y construye una caja y, tras el diluvio, es uno de los pocos sobrevivientes que repuebla la tierra. Y, seguramente el relato que más a fascinado, la historia de una civilización perdida, la Atlántida, descrita por el filósofo griego Platón en sus diálogos «Timeo» y «Critias»[6]. La Atlántida era, según Platón, una poderosa isla-continente que existió más allá de las Columnas de Hércules y que, debido a su arrogancia y corrupción, fue destruida por un cataclismo y se hundió en el mar.
La historia de la Atlántida fue rescatada por el médico sueco Olof Rudbeck, que 1679 publicó sus teorías sobre la Atlántida en su obra «Atland eller Manheim”[7]. Rudbeck propuso que la Atlántida no era una isla situada en el océano Atlántico, como Platón sugería, sino que estaba relacionada con Escandinavia, específicamente con Suecia. Sostenía que la Atlántida estaba ubicada en el área del mar Báltico y que las leyendas sobre la civilización perdida se referían a los antiguos pueblos nórdicos. Él intentó demostrar que los antiguos suecos eran descendientes de los atlantes. Argumentaba que el idioma y la cultura de los pueblos escandinavos tenían raíces que se remontaban a esta civilización perdida. Sostenía que muchos mitos y leyendas nórdicas eran ecos de la cultura atlante. Era una forma de acercar el ascua a su sardina, que diría mi madre, haciendo de Suecia, ascendida a potencia europea por la guerra de los treinta años, la cuna de la cultura occidental. Pero, en fin, muchos son los relatos sobre una civilización perdida bajo el ímpetu de un agua incontrolable, como la que se llevó a Doggeland[8] por delante.
Continuo mi frenético pedalear, ya cerca del centro. Este sol, este cielo azul ¿es malo? ¿Son estos los signos de algo terrible por venir? Eso del cambio climático se ha convertido en una religión, un dogma, parecido al de la inmaculada concepción de María. Pobre del que, sin mala intención, quiera recordar que pasan cosas en este mundo, que los humanos no podemos controlar. Por ejemplo, el último periodo glaciar, llamado la pequeña edad de hielo, que tuvo lugar, al menos en Europa, entre 1350 y 1850, durante el cual, la temperatura media del planeta bajo entre 2 y 3 grados C. No quiero decir con eso que el actual calentamiento climático no dependa, al menos en gran medida, de la mano del hombre. Pero, para no cantar a ciegas en el coro, me gustaría recordar, que este mundo en que vivimos, esa corteza delgadita que parece la piel de una manzana, está continuamente expuesta a fuerzas tan poderosas que ni siquiera las culturas más adelantadas, con todos sus recursos tecnológicos, pueden controlar. Seamos pues humildes ante la fuerza de nuestro planeta y de su entorno espacial. Nuestros antecesores tuvieron que acoplarse a la realidad de su tiempo, la subida del nivel del mar, y poblaron las zonas limítrofes. No sería de extrañar que nuestros amigos holandeses se viesen forzados a venir a Escandinavia para sobrevivir como refugiados climáticos. Lo que yo no comprendo es, cómo en 2024, en un tiempo en que se supone que la inteligencia humana ha llegado a límites que las generaciones anteriores considerarían mitológicas, podemos seguir matándonos los unos a los otros, invirtiendo nuestro dinero en armas, destrozando ciudades, quemando el mundo. Inescrutables son los caminos del Señor.
Pedaleo ya por el centro. Hay mucha gente caminando por las calles. Algunos pasan en bicicletas otros en patinetes eléctricos. Miro a mi alrededor y constato que Malmö es un poco como Nueva Orleans. Aquí hay gente de todos los continentes y de 185 países. En habitantes, tiene aproximadamente la misma cantidad que Nueva Orleans, 362.000[9] contra 370.000 para la urbe americana. Malmö es una de las ciudades más diversas de Suecia en términos de población inmigrante. Esta diversidad cultural enriquece la ciudad, pero también ha traído desafíos en términos de integración y oportunidades económicas para todos los grupos. El ingreso medio en Malmö es de 300.782 comparado con 371.500 coronas de media en Suecia. Confío en que una subida del nivel del mar con un metro no representaría una catástrofe como la de Nueva Orleans pero, mejor no pensar en ello.
[8] Por supuesto que el nombre Doggerland, es una construcción casi de nuestro tiempo. Desconocemos si los antiguos pobladores de esta tierra tenían un nombre para ella.
Día de sol, pero frío. Un día típico de otoño. Salgo temprano a caminar y llevo el recuerdo del día de ayer, el 11 de septiembre, para siempre, o al menos para largo, en la memoria del mundo. En Cataluña será por los siglos el día de la Diada que, desde el 1886 con algunas excepciones debidas a imposiciones dictatoriales. Ayer no escribí sobre la Diada porque prefiero escribir sabiendo como se desarrolló, leyendo los diarios. La Diada es un buen termómetro para controlar la “fiebre” independentista del momento. Según los que expresan los diarios, tanto estatales como catalanes, de izquierdas y de derechas la Diada a pasado a ser “más festiva y con menos movilización”[1], “la Diada menos concurrida”[2] , “Moret (PSC) defiende una Diada “de todos y para todos” y la pluralidad de Cataluña”[3], “El independentismo deserta de la Diada tras perder la Generalitat: sólo saca 73.000 manifestantes a la calle en toda Cataluña”[4], “La Diada más discreta desde 2012 certifica la pérdida de la hegemonía política del independentismo”[5]. Únicamente en los medios independentistas como El Punt-Avui, se puede leer algo esperanzador para los anhelos de aquellos que gustarían de irse de España con un portazo, allí escriben: “El independentismo sobrevive a la Diada”[6] pero reconoce que ya no es lo que fue. [7]
Si nos remontamos a 2012, los comienzos del nuevo impulso independentista, protagonizado por Artur Mas, el independentismo conjuró a 1,5 millones de personas, según la Guardia Urbana, desde el paseo de Gràcia de Barcelona hasta el Parlament. En el 2013 se rizó el rizo y, inspirados por manifestaciones parecidas en el los países bálticos, las entidades soberanistas organizaron una cadena humana de 400 kilómetros desde El Pertús hasta Vinarós con 1,6 millones de personas, según el Departament de Interior. Era la “Via catalana cap a la independencia”. Al año siguiente, 2014, el lema “Ara és l´hora” , se llenaron las calles y avenidas de Barcelona con 1,8 millones de personas, siempre según la Guardia Urbana, que dibujaron una V en Barcelona, llenando la avenida Diagonal y la Gran Vía, en un recorrido de unos 11 kilómetros. Ni que decir tiene, que la organización hizo alarde de eficacia y fuerza, pero también fue el momento en que el movimiento alcanzó la cima pero sin llegar a las estrellas, que se veían cercanas pero inalcanzables. En 2015, la Diada se dedicó a pedir “via lliure a la república catalana!” y con ese lema juntó en la Avenida Meridiana a 1,4 millones de personas, un éxito, pero a la baja. En 2016 el lema era “A punt” y La ANC y Òmnium decidieron descentralizar las manifestaciones por varios puntos del territorio por segunda vez, eligiendo: Barcelona, Berga, Lleida, Salt y Tarragona. La participación fue solo de 875.000 personas, notablemente menos que en anteriores ocasiones.
Ya con Puigdemont llevando las riendas y optando por una política rupturista, se proclamó el referéndum y el independentismo se recuperó en las calles, pero no logró sus mejores cifras en pleno choque con el Estado. Cerca de 1 millón de personas salieron a la calle al grito de «Votaremos» en la capital catalana. Ni siquiera tras la aplicación del 155 se consiguió sacar a la calle más de un millón de manifestantes bajo el lema “Fem la república catalana”. Y, al año siguiente, año de juicios y de división en el mundo soberanista, solo salieron a la calle 600.000 manifestantes bajo el lema “objetiu independencia”. El COVID y la desorientación de los partidos independentistas aguo la fiesta del 2020 con medidas de seguridad y distancia, se pudieron juntar unos 60.000 manifestantes bajo otro lema contundente: “Dret a ser independents”. En 2021, y ya con menos restricciones, la Diada consiguió juntar a 100.000 manifestantes, que seguían la consigna: “Lluitem i guanyem la independencia”. Una sociedad desconectada de la política le dio por primera vez al independentismo mayoría de votos en unas elecciones, lo que algunos seguramente les bastó para creer que la independencia estaba a la vuelta de la esquina, por así decir. Ya en 2022, ni siquiera un eslogan como “Tornem-hi per vencer”, pudo atraer a más de 150.000, lo que parecía mantener la afluencia sin un aumento significativo, aún en tiempos en que los partidos independentistas estaban tan lejos de una lucha conjunta. En 2023 salieron a la calle 115.000 y en las elecciones generales, perdieron 12,5 % y ahora, 2024, con Illa en la presidencia de la Generalitat, y una amnistía que no despega, solo salen 60.000, 73.000 si contamos todos los lugares donde se celebró. Nos podríamos preguntar si el independentismo no está a punto de desaparecer, como fuerza política. Quien eso haga, se equivoca.
El nacionalismo es como una llama que, una vez encendida puede avivarse con vientos que favorezcan su expansión y combustible que la sustente. Solo se apagará cuando no quede más combustible y no sople el viento. Trasladado a la cuestión catalana, el combustible lo proporcionan todas las razones por las cuales los catalanes pueden sentirse descontentos, agraviados o perjudicados. El viento sería la coyuntura política del momento y la situación económica. Son muchos los “incendios” nacionalistas que han tenido lugar en Cataluña a partir de 1979, cuando se aprobó el Estatuto de Autonomía de Cataluña, que restauraba la Generalitat y otorgaba competencias importantes en áreas como la educación, la sanidad, la cultura y el orden público. La larga historia que había llevado allí, la «longue durée», que diría Braudel no cabe en este pequeño relato. Lo importante es que en 1979 comienza una larga época para Cataluña de autogobierno considerable dentro del marco del Estado español.
Durante los años 80, Cataluña experimentó un proceso de consolidación de su autogobierno. El incendio nacionalista se hallaba medio controlado, pero las ascuas quedaban allí, semienterradas. Eran los primeros años de Jordi Pujol i su Convergència i Unió, jugando un papel central en la política catalana y en las relaciones con el gobierno central. Las tensiones entre Cataluña y el Estado central eran moderadas en esta época, con un enfoque en la implementación del Estatuto de Autonomía y la defensa de la identidad catalana, principalmente en el ámbito cultural y lingüístico. En 1984, el Parlamento catalán aprobó la Ley de Normalización Lingüística, que impulsó el uso del catalán en la educación y la administración pública, lo que fue recibido con satisfacción en Cataluña, pero también generó cierta controversia en el resto de España.
El sistema d´Hondt, adoptado por la constitución española para el reparto de escaños tras las elecciones, ha favorecido a los partidos más implantados en las zonas menos pobladas de Cataluña, donde los nacionalistas son fuertes, dándoles la oportunidad de hacer valer sus votos de una forma desproporcional con su verdadero apoyo ciudadano. Dado que, la política Española ha estado caracterizada por el bipartidismo, las Dos Españas, con las derechas y las izquierdas siempre enfrentados pero raramente en situación de gobernar en mayoría absoluta, Pujol y su CiU pudo dedicarse en los 90 a la colaboración pragmática, quid pro quo, apoyando a los gobiernos minoritarios del PSOE de Felipe González y del PP de José María Aznar a cambio de mayores competencias para Cataluña. Los brisas positivas del desarrollo político y económico de España, España 92, mantenían el fuego nacionalista semiapagado pero vivo.
Se aviva el fuego en 2003, cuando el tripartito liderado por el PSC y apoyado por ERC impulsó una reforma del Estatuto de Autonomía. En 2006, se aprobó el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña con el respaldo del Parlamento catalán y el español. Y de fuera sopla el viento fuerte, por no decir el huracán de la recesión del 2008, a partir de septiembre de ese año, con la quiebra de Lehman Brothers. Este fuerte viento se llevó el empleo y sumió España en una recesión que todavía, en 2024, es perceptible. El colapso del sector inmobiliario y de la construcción fue devastador para el empleo en España, donde un gran porcentaje de la fuerza laboral estaba vinculada directa o indirectamente a este sector. Como resultado, el desempleo se disparó desde aproximadamente el 8% en 2007 hasta superar el 26% en 2013. El desempleo juvenil fue especialmente grave, alcanzando el 55%, lo que dejó a una generación entera sin oportunidades laborales.
Esos vientos avivan las ascuas nacionalistas en 2010, cuando el Tribunal Constitucional recortó varias de las disposiciones del Estatuto, entre ellas la definición de Cataluña como una «nación». Este fallo fue percibido por los nacionalistas en Cataluña como un ataque a sus aspiraciones de mayor autogobierno y provocó una crisis de confianza en las instituciones del Estado. A partir de este momento, el descontento comenzó a crecer en Cataluña, y el independentismo, hasta entonces un movimiento minoritario, empezó a ganar fuerza como respuesta a la decisión del tribunal y la percepción de que Cataluña no estaba siendo reconocida plenamente dentro del marco español.
Aparte del incendio político que el recorte del estatuto pudo significar, sumado a la crisis económica, el crecimiento del movimiento independentista fue impulsado por la percepción de un trato fiscal injusto hacia Cataluña y la sensación de que las demandas catalanas no estaban siendo atendidas. En ese momento, un slogan (como siempre) funciona como gasolina lanzada a las ascuas nacionalista. El lema era ¡“Espanya ens roba!” y el que lo lanzó fue Alfons López Tena, de Sagunto, con su pequeño partido “Solidaritat Catalana per la Independència”. Este valenciano tuvo cierto éxito con su libro “Cataluña bajo España. La opresión nacional en democracia”, 2009. Los lemas incendiarios se han mostrado como muy eficaces para avivar los incendios nacionalistas y promover el separatismo.
En este contexto se explica la manifestación masiva a favor de la independencia durante la Diada de 2012, marcando un cambio en la agenda política catalana. CiU, bajo el liderazgo de Artur Mas, se alineó con el movimiento independentista, convocando una consulta no vinculante sobre la independencia en 2014, que fue declarada inconstitucional por el gobierno español. El incendio era ya perfectamente perceptible. Pero, el viento que avivó la llama, había comenzado en la Puerta del Sol de Madrid, el movimiento del 15-M, que en Cataluña tomó formas muy radicales, bloqueando el Parlament y obligando a los parlamentarios a huir, protegidos por la policía catalana. Comenzó en este momento una huida hacia adelante, lo que explica el éxito de la Diada de 2012.
El punto culminante de las tensiones llegó en 2017 con el referéndum de independencia del 1 de octubre, que el gobierno catalán organizó a pesar de que el Tribunal Constitucional lo había declarado ilegal. A pesar de la represión policial, tardía y mal organizada, y la falta de garantías, el referéndum se celebró, y una mayoría de los votantes se pronunció a favor de la independencia, aunque con una baja participación debido al boicot de los opositores. El 27 de octubre de 2017, el Parlamento catalán aprobó una declaración unilateral, e ilegal, de independencia, que provocó una crisis política sin precedentes. En respuesta, el gobierno de Mariano Rajoy aplicó el artículo 155 de la Constitución, suspendiendo la autonomía de Cataluña y destituyendo al gobierno catalán. El fuego estaba declarado y descontrolado, amenazando toda continuidad en las relaciones entre España y Cataluña.
De pronto, cayo la lluvia y el fuego fue controlándose poco a poco. El viento de fuera no avivaba la llama y, con la caída de Rajoy, era más difícil enfrentar a un gobierno español de izquierdas. El bloque soberanista quedó destruido por rivalidades internas, mientras la economía mejoraba. Así se explica la sucesión de Diadas a la baja, hasta llegar a la última de anteayer. Pero, no nos confundamos, bajo este aparente clima de distensión, se ocultan las ascuas eternas, que cualquier viento fuerte, cualquier sequía económica, pueden volver a despertar.
Y yo me pongo a pensar en la relación de España y Cataluña y pienso en un regalo que me hizo una amiga rusa, una matrioska, que podría ser una metáfora visual poderosa para representar la diversidad cultural dentro de Cataluña y España, mostrando cómo las distintas identidades pueden coexistir en un marco más amplio. Confio en que todos vosotros sabréis lo que es una matrioska, si no, lo explico: es una muñeca tradicional rusa que consiste en una serie de muñecas huecas de madera que se insertan unas dentro de otras, formando un conjunto de figuras que disminuyen de tamaño a medida que se abren.
Me explico: Veo la muñeca más grande, que engloba a todas las demás, simbolizando a España como un país diverso y plural, compuesto por múltiples regiones con sus propias culturas, lenguas e identidades. En esta muñeca exterior podrían estar representados símbolos comunes que unen a España, como el idioma castellano, la bandera, la Constitución, y los valores compartidos como la democracia y los derechos fundamentales.
La siguiente muñeca, más pequeña pero contenida dentro de la anterior, representaría a Cataluña dentro del marco español. Aquí se destacarían los elementos únicos de la cultura catalana: la lengua catalana, la senyera, su propia imagen de la historia e instituciones como la Generalitat. Esta muñeca simbolizaría cómo Cataluña mantiene su identidad propia dentro de España, mostrando que una cultura distintiva puede existir y prosperar dentro de un marco mayor sin perder su esencia.
Dentro de la muñeca que representa a Cataluña, se podría colocar otra muñeca más pequeña para simbolizar la diversidad interna dentro de Cataluña. Cataluña también contiene diferentes subculturas y comunidades, incluyendo, por ejemplo, las diferencias entre regiones como Barcelona, el Valle de Arán, y otras partes de la comunidad autónoma, así como la presencia de nuevas comunidades de inmigrantes que han aportado sus propios valores y costumbres. Esta muñeca más pequeña podría reflejar la pluralidad dentro de Cataluña, con símbolos o colores que representen estas diferentes influencias culturales.
La muñeca más pequeña y central podría representar al individuo, que lleva dentro de sí las influencias tanto de su identidad local como de la identidad nacional. Este individuo podría simbolizar a los catalanes que se sienten parte tanto de Cataluña como de España, mostrando que la identidad no tiene por qué ser excluyente y que puede incluir múltiples capas. Las personas son el punto de convergencia de diferentes identidades culturales, siendo parte de su comunidad local, su región y su nación. Según los diversos barómetros del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), entre el 2014 y el 2024 las personas que se sienten sólo catalanas han caído del 29,1% al 18%[8].
En conjunto, la matrioska reflejaría cómo España contiene múltiples culturas, y Cataluña es una de ellas, con su propia diversidad interna, pero todas están conectadas entre sí. Las culturas de España y Cataluña son como capas que se contienen mutuamente, donde la diversidad no es algo fragmentado, sino algo que enriquece y fortalece el conjunto. Tanto Cataluña como España son entidades complejas, formadas por múltiples niveles de identidad que pueden coexistir sin perder su individualidad. Para que la Diada fuera una celebración igualmente positiva tanto para Cataluña como para España, sería necesario que se centrara en elementos comunes y en un espíritu de reconciliación, respetando las identidades y las aspiraciones de ambas partes. Me viene a la memoria una conferencia que di en Roskilde, Dinamarca. Su título era “Unity in diversity”.
La lluvia llegó al fin, presagiando la inminente llegada del otoño. Bienvenida sea la estación de la vendimia, aunque yo no tenga uvas en mi jardín, pero el vecino las tiene y las veo crecer y madurar. Ahora que escribo “uvas” me viene a la memoria el recuerdo de la novela de Steinbeck, una de esas lecturas que llegan a la médula y que sigue siendo un punto de referencia, porque es tan fácil ponerse en el lugar de la familia Joad[1] en tiempos como los nuestros, amenazados como estamos, por el cambio climático. La explotación que Steinbeck denunciaba sigue siendo una realidad hoy en África, para familias en Costa de Marfil y Ghana, que son los mayores productores mundiales de cacao. Los pequeños agricultores reciben muy poco dinero por su producción debido a los bajos precios establecidos por las empresas internacionales de chocolate, como Nestlé, Mars y Hershey’s que son responsables de la compra de cacao a precios bajos, dejando a los agricultores atrapados en la pobreza.
Con mis estudiantes de comercio participamos en proyectos internacionales, como la presentación de Fairtrade, un movimiento inspirado también en una novela que, con el tiempo, llegó a cambiar la vida de muchos agricultores. Todo comenzó en 1859, cuando un funcionario gubernamental holandés, en las Indias Orientales Neerlandesas, Eduard Douwes Dekker, escribió una novela literaria bajo el seudónimo de Multatuli. La novela, titulada Max Havelaar[2]; o, las subastas de café de la Compañía Neerlandesa de Comercio, explicaba los abusos ejercidos bajo el dominio colonial, provocados por el llamado Sistema de Cultivo, un sistema fiscal introducido en 1830 por el gobernador general de las Indias Orientales Neerlandesas, con la intención de hacer que la colonia fuera rentable para los Países Bajos.
Bajo el Sistema de Cultivo, la población estaba obligada a destinar una parte de su tierra para el cultivo de una cierta cantidad de productos. Estos productos, como el café, el azúcar, el té y el tinte índigo, debían ser entregados posteriormente a los Países Bajos sin recibir compensación alguna. El sistema generaba una gran cantidad de dinero para los Países Bajos, pero sumía en la pobreza a la población local, y fueron la causa de hambrunas y muertes. La lectura de Max Havelaar por jóvenes progresista europeos, influenciados por el movimiento de concienciación social despertado en los 60, inspiró el movimiento de comercio justo, Fairtrade (comercio justo), siguiendo la ética de la novela, promoviendo la idea de que los productores en países en desarrollo deberían recibir un precio justo por sus productos y trabajar en condiciones laborales dignas.
El trabajo por un comercio justo comenzó, por tanto, en la década de los 60 como un intento de realizar las primeras visiones sobre la necesidad de un cambio en el comercio mundial, cuando un gran número de países del Sur, en el marco de una conferencia de la ONU en 1964[3], instaron al mundo a trabajar por condiciones comerciales más justas: «Trade not Aid» (comercio en lugar de ayuda). Así, el comercio justo comenzó como un movimiento popular con raíces en cientos de círculos de estudio enfocados en los países en desarrollo, cuestiones de paz y política de ayuda. El movimiento fue organizado principalmente por movimientos de solidaridad y sindicales, organizaciones medioambientales, así como comunidades y congregaciones cristianas. Durante la década de 1990, el movimiento comenzó a tomar una forma más definida y el enfoque se trasladó al proceso de manufactura y a las condiciones laborales y de vida de los individuos. De este movimiento surgieron tanto la World Fair Trade Organization[4] , fundada en 1989 como Fairtrade International[5], fundada en 1997.
Hoy hay más de 30 minoristas de productos de comercio justo en toda Suecia. Dentro de la organización, se parte de la premisa de que toda la cadena de suministro debe ser Fair Trade. Esto significa que tanto el productor, el importador como el minorista deben ser miembros de la World Fair Trade Organization (WFTO), lo que garantiza al consumidor que el producto y su cadena de suministro son producidos de manera justa. Desde el instituto hicimos campañas de información hasta conseguir que la comuna escribiese un contrato que la convirtió en comuna Fairtrade, que garantiza que todos los productos producidos en países en vías de desarrollo que compra la comuna, estén certificados Fairtrade. He aquí la fuerza de la literatura.
Claro que, según voy caminando, voy pensando que todo esto sigue pasando en África y que queda mucho por hacer. Millones de personas en África están dispuestas a dejar sus países de origen y el propio continente, para huir de la pobreza, la sequía, el cambio climático, la violencia, la guerra. Todo esto, en gran parte por culpa del legado colonial y la intervención extranjera. Si la sequía y el cambio climático tienen explicaciones naturales, aunque indirectamente causadas por los efectos del colonialismo, la violencia, los conflictos y las guerras que hoy asolan África, son todos consecuencia de la herencia del colonialismo o la intervención de potencias extranjeras, así como los factores económicos que los impulsan. Podemos empezar con la herencia de fronteras artificiales trazadas por las potencias coloniales en la Conferencia de Berlín de 1884-1885 sin tener en cuenta las divisiones étnicas, tribales y culturales que ha provocado tantas disputas territoriales y tensiones étnicas en muchos países africanos.
El conflicto en la República Democrática del Congo, entonces Zaire, tras la independencia en 1960, en el que tanto EE.UU. como la URSS apoyaron a diferentes líderes, incluidos Patrice Lumumba y Mobutu Sese Seko, es el que primero me viene a la memoria. El Congo Belga obtuvo su independencia de Bélgica el 30 de junio de 1960 y Patrice Lumumba, el líder del Movimiento Nacional Congoleño , fue su primer Primer Ministro, mientras que Joseph Kasavubu fue nombrado presidente. Pero, poco después de la independencia, la provincia de Katanga, rica en minerales y liderada por Moïse Tshombe, declaró su secesión del nuevo estado congoleño. Tshombe, que estaba apoyado por intereses empresariales belgas de la compañía minera Union Minière, buscó crear un estado independiente para proteger los intereses económicos extranjeros en la región, con la ayuda de una intervención militar belga, que fue condenada por el gobierno central y por las Naciones Unidas.
La Organización de las Naciones Unidas intervino con sus cascos azules para restaurar el orden y apoyar al gobierno central, estableciendo una misión de paz conocida como la Operación de las Naciones Unidas en el Congo (ONUC) que buscaba asegurar la integridad territorial del Congo y mediar en el conflicto, que fue muy criticada. En septiembre de 1960, el presidente Kasavubu destituyó a Lumumba, y en noviembre de 1960, Lumumba fue arrestado y entregado a las autoridades de Katanga, donde fue asesinado en enero de 1961, en circunstancias que involucraron a Tshombe y, potencialmente, a agentes de la inteligencia belga. Los conflictos siguieron alentados por los intereses económicos y la guerra fría y la inestabilidad llevó a un golpe de estado en 1965 encabezado por Joseph-Désiré Mobutu, más tarde conocido como Mobutu Sese Seko, que estableció una dictadura militar y cambió el nombre del país a Zaire en 1971, manteniéndose en el poder hasta 1997. Este conflicto nos bastaría para mostrar como la independencia abrupta, las luchas internas por el poder y las intervenciones extranjeras desestabilizan un país en desarrollo y tienen consecuencias prolongadas en su historia política y social. Todavía quedan muchas interrogantes por descubrir, respecto a los intereses que movieron y promovieron las guerras y conflictos del Congo.
Algo que aquí en Suecia se sigue estudiando fue la muerte del sueco Dag Hammarskjöld, el segundo Secretario General de las Naciones Unidas, que se estrelló cuando iba a bordo de un avión DC-6 de la compañía sueca Svenska Orient Linien, el 17 de septiembre de 1961, con destino a Ndola, en lo que era entonces la República del Congo, para una reunión con Tshombe. Hammarskjöld estaba en el Congo para intentar mediar en el conflicto que envolvía al país y en particular la crisis en la provincia de Katanga. En 2015, una investigación llevada a cabo por el Grupo de Expertos Independientes bajo la ONU encontró evidencia que sugería que el accidente podría haber sido el resultado de un acto de sabotaje o de violencia y, en ese caso, la pregunta és: ¿A quien le interesaba deshacerse de Hammarskjöld?
Estoy seguro de saltarme algún conflicto, pero, para seguir con una cierta cronología, la Guerra de Biafra (1967-1970) en Nigeria fue, al igual que había sido la del Congo, el producto de tensiones étnicas exacerbadas por divisiones coloniales. Fue un conflicto que costó la vida a alrededor de tres millones de personas que murieron básicamente por hambre y enfermedades, y cerca de 4 millones de igbos huyeron a Camerún como refugiados. Esta guerra llegó en un momento en que los medios; radio, televisión, periódicos, ya llegaban a todos los hogares de occidente, con sus imágenes terribles de niños hambrientos. El sufrimiento africano tenía un rostro y era imposible no darse cuenta de lo que ocurría. Es, posiblemente, el primer conflicto que yo, personalmente, tuve oportunidad de seguir y comentar con amigos y parientes. Se puede decir que tuvo para mí un efecto parecido al de la guerra de Vietnam. Era algo de lo que hablábamos en París, aquel mayo del 1968. No puedo remediarlo, esta lluvia me recuerda París y también Lisboa.
Y en paralelo, lo que comprobé el 1968 y 69 en Portugal, había conflictos coloniales entre nuestro vecino ibérico y movimientos de liberación en Angola, Mozambique y Guinea-Bissau. Chicos portugueses de mi edad me contaban ante un vaso de vinho verde todas sus vicisitudes para evitar el ser llamados al servicio militar, que allí era de 24 meses, y se arriesgaban a ser enviados a combatir en las guerras coloniales, lo que podía prolongar el tiempo bajo armas hasta los cuatro años. Muchos de estos jóvenes huían de Portugal hacia España o hacia el resto del mundo, a la menor oportunidad. Yo conocí algunos en Salamanca. Hacían bien en intentar fugarse, porque estas guerras le costaron la vida a alrededor de 14.000 portugueses. Las bajas africanas se estiman como al menos diez veces mayores. Esta realidad, tan cercana a nosotros en España, merece dedicarle una entrada especial. Recomiendo al que quiera saber más sobre la colonización portuguesa y el movimiento de descolonización que lea el trabajo de Miguel Cardina y Bruno Sena Martins: “Memorias cruzadas de la guerra colonial portuguesa y las luchas de liberación africanas: del imperio a los estados poscoloniales”. [6]
Otro de los focos de violencia que sacude África y sume en el caos a millones de africanos es el de Somalia y es que, el colonialismo en Somalia tuvo un impacto devastador que dejó al país con secuelas profundas en términos de desplazamiento, explotación económica, alteración de estructuras sociales y conflictos duraderos. Dividida en tres zonas: la británica, la francesa y la italiana, las políticas coloniales y la explotación económica llevaron a desplazamientos forzados de comunidades y a conflictos entre los diversos grupos étnicos y clanes somalíes.
En la Somalia Italiana, alrededor de las ciudades de Mogadiscio y Kismayo, el sistema de explotación agraria y las políticas de asentamiento forzado contribuyeron a tensiones y rebeliones. En la Somalia Británica, alrededor de la ciudad de Berbera, los británicos adoptaron una política de control indirecto a través de líderes locales y sistemas tradicionales. Sin embargo, esta política también llevó a conflictos con los clanes somalíes y a una serie de revueltas.
Djibouti fue colonizado exclusivamente por Francia, que lo llamó Somalilandia francesa en 1896. En 1967, pasó a llamarse Territorio Francés de los Afars y los Issas antes de obtener la independencia en 1977. Francia veía Djibouti principalmente como un puerto estratégico debido a su ubicación en el Golfo de Adén, controlando una de las rutas marítimas más importantes del mundo. Djibouti se convirtió en un importante puerto de abastecimiento y punto de conexión para las rutas comerciales entre Europa, el Cuerno de África y Asia. Los franceses, como los ingleses e italianos, fomentaron las políticas de «divide et impera» para evitar que los dominados se unieran y así mantener el control sobre ellos más fácilmente. Estas políticas han sembrado un odio que aún perdura y que hace imposible la formación de estados que puedan funcionar.
Quizás el ejemplo más terrible de los resultados de esa política de división haya sido la matanza de tutsis, el genocidio llevado a cabo en Ruanda en 1994. Aquí estamos ante el más claro ejemplo de como un poder colonial deja tras de si una funesta herencia de odios y agravios que imposibilitan cualquier forma de entendimiento entre los pueblos. Ruanda estaba históricamente habitada por dos grupos principales: los hutus, que estaban en mayoría y los tutsis, una minoría importante. Aunque las diferencias entre ambos grupos no eran tan pronunciadas antes del periodo colonial, los belgas, que colonizaron Ruanda, exacerbaron esas divisiones, favoreciendo deliberadamente a los tutsis en la administración colonial, lo que generó resentimientos entre los hutus. En 1933, los belgas implementaron un sistema de carnets de identidad étnicos, en los que cada ciudadano ruandés debía identificarse como hutu, tutsi o twa. Este sistema fijó las identidades étnicas de forma permanente y oficializó una distinción que antes no era tan estricta. Una vez que alguien tenía una designación étnica en su carnet, esta no podía cambiar y se transmitía a sus hijos. Cuando los hutus tomaron el control político después de la independencia en 1962, el carnet de identidad siguió utilizándose, pero esta vez con fines opuestos: para identificar y perseguir a los tutsis. Durante el genocidio de 1994, los carnets de identidad se convirtieron en herramientas letales. Los interahamwe, las milicias hutu, y las fuerzas del gobierno utilizaban los carnets para identificar a los tutsis y ejecutarlos en los puestos de control. Entre abril y julio de 1994, entre 800.000 y 1 millón de personas; hombres, mujeres y niños, en su mayoría tutsis, murieron masacrados. También murieron hutus moderados que se oponían al régimen genocida.
¡Cuanto sufrimiento, cuanta muerte, cuanta pobreza, cuanta tristeza, cuanto odio hemos sembrado los europeos en África! No hay ningún país europeo que no haya participado en este expolio, si no como país, hay miles y miles de ciudadanos europeos que han colaborado y participado en esas terribles empresas, y siguen hoy día, como si nada hubiese pasado. A una empresa sueca de energía, Lundin Oil, se le acusa de haber contribuido a la muerte de miles de personas en Sudán del Sur debido a su participación en actividades de exploración y explotación petrolera en la región durante la guerra civil sudanesa entre 1997 y 2003. El conflicto en Sudán involucraba al gobierno central en el norte, dominado por árabes musulmanes, y a movimientos rebeldes del sur, compuesto principalmente por africanos de origen cristiano y animista. La región rica en petróleo donde Lundin Oil operaba, conocida como Bloque 5A, estaba en medio del conflicto. Se afirma que, para proteger las actividades petroleras de la empresa, el gobierno sudanés y las milicias aliadas lanzaron una campaña de desplazamiento forzado, violencia y represión contra las comunidades locales. Durante las operaciones de Lundin Oil en Sudán, se estima que miles de personas murieron y decenas de miles fueron desplazadas de sus tierras. Los críticos argumentan que Lundin Oil ignoró las advertencias sobre las violaciones de derechos humanos que estaban ocurriendo en torno a sus concesiones petroleras. En 2010, una investigación liderada por el gobierno sueco fue iniciada, y algunos de los altos directivos de la empresa, como Ian Lundin y Alex Schneiter, han sido acusados de complicidad en crímenes de guerra. El caso sigue siendo objeto de investigaciones y procesos legales, aunque Lundin Oil ha negado cualquier responsabilidad directa en las muertes o en la violencia que tuvo lugar en la región. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos y diversas investigaciones han señalado el papel de las compañías extranjeras como facilitadoras indirectas del conflicto y los abusos en Sudán del Sur. En septiembre de 2023 comenzó un proceso que ha llevado al banquillo a los responsables de la empresa. Los cargos ocupan 80.000 páginas y en su preparación han tardado las instancias diez años, desde el inicio del litigio en 2013. Es el mayor proceso iniciado en Suecia y se cree que durará hasta el 2026.[7]
Con mis estudiantes participé en la campaña “Tents of Hope” en 2008. Una campaña de un año en la que intentábamos hacer conocer la crisis en Darfur, creando tiendas de campaña que son tanto obras de arte únicas como puntos focales para aprender, ayudar y establecer relaciones con el pueblo de Sudán. Congregaciones, escuelas y grupos en más de 140 ciudades pintábamos estas tiendas con imágenes de esperanza, amor, libertad, humanidad y paz para crear conciencia sobre Darfur y recaudar fondos para el alivio humanitario. El proyecto culminó en noviembre de 2008 con la «Gathering of Tents» en Washington D.C. y allí fuimos con nuestros estudiantes y nuestra carpa.[8]
Bueno, pues, ¿a quien le puede extrañar que haya gente en África que esté dispuesta a arriesgar la vida por dejar su tierra? A diario, son miles los que lo intentan, algunos los que lo consiguen y muchos los que perecen en el intento. El Océano Atlántico y el mar Mediterráneo se están convirtiendo en fosas comunes para miles de personas cuyo único crimen ha sido el querer alcanzar una vida digna. La solución no es abrir las fronteras de par en par. África necesita a su gente, a sus jóvenes, a sus cerebros y a sus emprendedores, pero tenemos que construir un mundo de relaciones comerciales justas y debemos prestar ayuda, para que esos pueblos, que han sido explotados y humillados por nosotros, puedan alcanzar un desarrollo suficiente. Recordemos que nuestro bienestar se fundó con las ganancias de un comercio inmoral y cruel. Abajo, la herencia envenenada de los colonizadores. Abajo una foto de Joao, un cultivador en Cabo Verde por Manuel Fernández-Martos.
[3] La Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), tuvo lugar en Ginebra, Suiza, del 23 de marzo al 16 de junio de 19641. Esta conferencia fue crucial para el desarrollo del concepto de comercio justo.
Lunes, día gris, al fin, diría yo, que este sol que hemos tenido y este calor, no eran normales. Pero, tampoco hay que lamentarse mucho. Hemos disfrutado de lo lindo, con estos días casi mediterráneos. El otoño llegará sin duda y recordaremos estos días soleados de septiembre con añoranza. Calor, calor, el que pasé yo en Gambia, y eso que yo había pasado un mediodía de junio esperando a entrar en la mezquita de Córdoba en 1965, que nunca se me olvidará. Pero ese calor africano era otra cosa. No sé, si sería por la humedad o porque el viento no se movía, o por el olor del pescado que se exponía al público fuera del mercado de Bakau, yo creía que se me iban a derretir los sesos. Calor africano, los recuerdo siempre, cunado hablamos de calor, aquí en Suecia. Voy caminando, todavía en mangas de camisa, aunque el cielo está cubierto por una capa de nubes ligeras, que medio amenazan con algo de lluvia, pensando en África. Recuerdo la primera vez que me acerque a ese gran continente tan poco conocido, camino de Cádiz, viendo aparecer la cadena montañosa del Rif a menos de la distancia que separa Lund de Malmö. Tan cerca pero tan lejos.
Pienso que este continente sigue siendo desconocido para la mayor parte de los españoles y los europeos en general. Parece que nuestro interés ha sido siempre principalmente económico, aunque, el norte de África fue durante siglos una parte importante del imperio romano. Ese sentimiento de pertenencia, quedó borrado, creo yo por el susto que le dieron a la Europa cristiana las huestes ecuestres que expandían su nueva fe, desde la Meca a Poitier en el norte y a Talas en el este. Y más al sur del Magreb, tras el árido Sahara, el África negra, tan desconocida y, para mí, tan sugerente. Aquí en Suecia había poco conocimiento sobre África, en gran parte por la poca presencia sueca en la “conquista de África”[1], pero indirectamente, llegaban noticias de allí por diferentes caminos. Los peregrinos y viajantes podían contar que en Europa, había esclavos negros pero, inexplicablemente o quizás no, es imposible encontrar alguien en Suecia que se opusiera a esa esclavitud, hasta bien metidos en el siglo XIX. Los escandinavos en general y los suecos por descontado hicieron muy buenos negocios con la trata de esclavos. Puedo leer este pasaje en una moción enviada al parlamento sueco en 2001 por parlamentarios pertenecientes al partido de izquierda Vänsterpartiet. El relato empieza con explicar la brutalidad de los daneses y las fuentes están hoy en día abiertas para el que las quiera leer[2]:
«Las Islas Vírgenes fueron, desde el siglo XVII hasta principios del siglo XX, una colonia danesa. Durante este período danés, Saint Thomas y las Islas Vírgenes fueron un centro del comercio de esclavos en el mar Caribe. Durante el período 1733–1802, los daneses importaron 123.000 esclavos desde África. Los daneses mostraron una gran crueldad hacia las personas esclavizadas. En el año 1685, el gobernador danés en Saint Thomas comenzó a castigar a los esclavos insertando un largo poste en el ano del esclavo, de manera que el desafortunado quedaba empalado en el poste. El poste se erigía y se clavaba en la tierra. Allí quedaba colgado el esclavo bajo el sol hasta que llegaba la muerte. En 1733, el gobernador danés introdujo una legislación que regulaba en detalle el castigo a los esclavos. Esta ley de esclavos contenía disposiciones bárbaras. Por ejemplo, un líder señalado de esclavos fugitivos debía ser quemado tres veces con hierro al rojo vivo y luego ahorcado.»
También hubo traficantes de esclavos suecos en la colonia sueca de Saint-Barthélemy, una isla que no está muy lejos de Saint Thomas. Aquí, el rey Gustavo III a finales del siglo XVIII, entró con gran entusiasmo en la organización del comercio de esclavos sueco en las Indias Occidentales. Había soñado durante mucho tiempo con un imperio colonial sueco, envidiando al vecino país Dinamarca, que había conseguido grandes ganancias con su comercio de esclavos en sus islas de las Indias Occidentales. El rey sueco, en colaboración con un grupo de empresarios y burócratas del gobierno, creó una sociedad anónima para el comercio de esclavos en el mar Caribe. Estableció un impuesto especial sobre los esclavos negros y organizó expediciones esclavistas a África, además de introducir una legislación sueca sobre esclavitud. La política de Gustavo III a menudo encontró críticas desde diversos sectores de la sociedad
Inició negociaciones con el rey de Francia para obtener una isla en las Indias Occidentales, al poder ser Tobago, Guadalupe o Saint Martin, pero, el rey francés no estaba por la labor, y optó por ceder la isla más insignificante, Saint-Barthélemy, en las Indias Occidentales francesas. El 1 de julio de 1784, se firmó una convención que establecía que el rey francés cedía la isla de Saint-Barthélemy a Suecia, a cambio de la libertad de comercio con la ciudad sueca de Gotemburgo. Saint-Barthélemy era una isla pobre, poco más de 30 km2. En el momento de la toma de posesión sueca de la isla, vivían allí 739 personas, de las cuales 281 eran esclavos. La idea era hacer Saint-Barthélemy un puerto libre, con lo cual se esperaba hacer grandes fortunas mediante el tráfico y comercio de esclavos. A la Compañía Sueca de las Indias Occidentales se le otorgó el derecho por parte del rey sueco de comerciar esclavos entre África Occidental y las Indias Occidentales.
Hay poco material sobre los poco menos cien años de posesión sueca de la isla, aunque tenemos estadísticas oficiales.[3] Es bastante extraño que solo haya dos tesis doctorales escritas sobre el periodo sueco en la isla, pienso yo, el primero de 1888 y el segundo de 1951. En la actualidad, no obstante, existe algo de investigación sobre el tema.[4] En 1877 se celebró un referéndum en la isla, donde todos, excepto uno, votaron a favor de que volviera a pertenecer a Francia. El 16 de marzo de 1878, la isla fue devuelta a Francia, que pagó una compensación por las propiedades suecas en Saint-Barthélemy.
Lo que sí se puede constatar es que el rey sueco otorgó a la Compañía de las Indias Occidentales el derecho de comprar esclavos en África Occidental y usar Saint-Barthélemy como puerto libre de impuestos para su posterior exportación y que, los barcos esclavistas suecos tenían derecho a navegar bajo la bandera naval sueca cuando transportaban esclavos. También se sabe que miles de esclavos, en espera de ser exportados a La Habana, fueron almacenados de manera inhumana en barracones especiales en Saint-Barthélemy. Por último, está demostrado que Suecia no prohibió el comercio de esclavos en su colonia de las Indias Occidentales hasta 1813 y que no abolió la esclavitud hasta 1847, mucho después de que los estados del norte de los EE.UU. lo hubieran prohibido, e Inglaterra lo hiciera catorce años antes que Suecia.
En Le Livre du Capitalisme, Philippe Paraire escribe: » El beneficio per cápita del comercio de esclavos fue diez veces mayor en los países nórdicos que, por ejemplo, en Francia. Los holandeses hicieron de las expediciones de transporte de esclavos un negocio rentable, al igual que los daneses y los suecos. La adaptación de la ventilación, el baño sistemático de los esclavos, así como mejores raciones de alimentos y barcos más rápidos hicieron que la tasa de mortalidad de los esclavos cayera por debajo del 10%, mientras que en los barcos miserables de los aventureros franceses, portugueses e ingleses, la tasa de mortalidad podía alcanzar el 50%.»
No es de extrañar que la percepción de África y de los africanos, sea tan errónea y negativa. Todos los países occidentales tenemos una herencia esclavista que parece que forma parte de nuestros genes. Veo toda esa gente que, sin saber por qué, prejuzga a los africanos como salvajes o al menos como menos inteligentes, desorganizados y sucios. No es que todos los que piensan así lo digan a los cuatro vientos, pero se nota fácilmente cuando viene la ocasión. A mí, personalmente, me llegó la ocasión cuando invité a un colega africano a una estancia en nuestro instituto, dentro de un programa internacional de intercambios con África. Mi colega, Andrew, venía de Zambia. Era profesor de historia, escritor y estaba muy interesado en las relaciones internacionales. Yo figuraba como anfitrión y era responsable de organizar su estancia, tanto en el instituto como todos los detalles de su alojamiento etc. èl iba a permanecer siete meses con nosotros y yo me puse manos a la obra con mucha antelación, porque sé lo difícil que es encontrar acomodación en nuestra ciudad. Siempre he tenido algunos profesores visitantes en diferentes programas europeos, pero era la primera vez que recibía a un africano. Nunca, anteriormente, había tenido problemas para encontrar alojamiento para los profesores visitantes. Yo, desgraciadamente, no tenía en aquellos tiempos sitio disponible en mi hogar, con dos pequeños y de mudanza, así que tuve que recurrir a los colegas. Normalmente, mandaba un correo a todos y siempre encontraba alojamiento en el mismo día. En el caso de Andrew, eso no sucedió. Me dirigí a la universidad, a la comuna; nada, nadie respondió. Al fin encontré un particular que estaba dispuesta a recibir a este colega mío. Me presenté con él para hacer el contrato y, la señora, con ojos como platos, nos dijo, que se había equivocado y que la habitación ya estaba apalabrada a un estudiante (blanco, pensé). Con mucha persuasión, conseguí al fin encontrar un lugar para mi colega, en casa de una profesora de otro instituto, que me dijo que se podía hacer cargo de Andrew un par de meses, hasta que yo encontrase otro lugar apropiado. Lo encontré, en casa de otro colega, gracias a que tuve suerte, pero, quedó claro, que el color importa.
Yo me preguntaba, ¿qué pensaban y piensan mis estudiantes de África? Les pedí que escribiesen unas líneas de lo que ellos creían que era el África subsahariana. Y esto es lo que pude juntar: Un continente atrasado, pobre, con un clima insalubre, desorganizado, brutal, misógino, peligroso, origen de enfermedades terribles, sobrepoblado, inhóspito. Por suerte alguno escribió también que era un continente explotado por los países occidentales, que tenían la culpa de muchos de sus males. Nos queda a todos mucho por hacer, para dar a conocer lo que verdaderamente es África, con sus luces y sus sombras, un continente desconocido para casi todos. A veces pienso que esa actitud de no querer conocer nada sobre África, no es más que una forma de no querer ver la realidad. Preferimos hacer como si no supiéramos que muchos de los monumentos que contemplamos con entusiasmo, cuando visitamos cualquier capital europea, se han levantado con medios extraídos de los beneficios que la trata de esclavos y su utilización para fines económicos, les permitía. Podíamos empezar por Bruselas, donde todavía se exponen monumentos dedicados a Leopoldo II, el rey que recibió en la conferencia de Berlín un territorio que abarcaba más de 85 veces el territorio de su reino de Bélgica, para, supuestamente implantar una organización filantrópica que, al dispararse la demanda de caucho a partir de la década de 1890, se convirtió en una maldición para la población del Congo. Para facilitar la extracción y exportación de caucho, todas las tierras vacantes en el Congo fueron nacionalizadas, y la mayor parte se distribuyó a empresas privadas como concesiones. Algunas tierras fueron mantenidas por el Estado. Entre 1891 y 1906, se permitió a las empresas explotar libremente las concesiones, lo que resultó en el uso de trabajo forzado y coerción violenta para recolectar el caucho de manera barata y maximizar las ganancias. La fuerza militar del Estado Libre del Congo, la Force Publique,en la que participaban suecos, entre otros, hizo cumplir las políticas laborales. Los trabajadores que se negaban a participar en la recolección de caucho podían ser asesinados y aldeas enteras arrasadas. De esto hay muchas fuentes fidedignas, tanto escritas como graficas.
En Barcelona y en toda Cataluña hay muchas muestras de lo enriquecedoras que las practicas negreras pudieron ser en su tiempo. No hay más que fijarse en Artur Mas, que acostumbraba a presumir de bisabuelo marinero. Pero no solía hablar de su tatarabuelo, Joan Mas Roig, el capitán del falucho Pepito, que en 1844 llevó a 825 esclavos africanos de la costa africana al Brasil. Un viaje finaciado por Mariano Serra, el suegro de Dorotea de Chopitea, una burguesa barcelonesa que quieren beatificar por las obras de caridad realizadas, con el dinero heredado de su suegro, ganado con la sangre de los negros. Y así se llega a la pregunta: ¿De dónde salió el capital para industrializar Cataluña? Sin ánimo de tener toda la respuesta en mi mano, puedo constatar desde ya, que la repatriación de capitales desde América tuvo un papel clave en el desarrollo catalán de la segunda mitad del XIX, o que el sector económico que permitía una mayor acumulación a corto plazo era, justamente, el tráfico de esclavos. Este capital se encuentra en la banca, en el sector inmobiliario, en las viviendas de las Ramblas el Eixample barcelonés, en las viviendas burguesas del Eixample, hasta el palacio de Savassona, la sede del Ateneu Barcelonès, donde suelo ir cuando estoy en la ciudad. Esta historia se empezó a contar no hace mucho por Jordi Maluquer de Motes en su trabajo “ La burgesia catalana i l’esclavitud colonial: modes de producció i pràctica política”, 1974, y por y de Josep Maria Fradera, principalmente en su trabajo “La participació catalana en el tràfic d’esclaus (1789-1845)”, en Recerques, 16, 1984, pero más recientemente, en 2017, se le ha dado aún más vida a este relato con la publicación de “Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX)” de Martín Rodrigo y Alharilla y Lizbeth J. Chaviano Pérez. En Cataluña como en el resto de España o Suecia, por comparar, es siempre muy difícil encontrar fuentes primarias del tráfico de esclavos. El hecho de que la familia Goytisolo y comillas hayan conservado documentación es una pieza en un puzle que hay que completar con fuentes externas, principalmente con archivos de Cuba[5] y de Gran Bretaña[6]. La documentación existe y está ahí, para quien la quiera usar.
Estas son historias que hay que contar. También debemos contar la historia de la Guinea Ecuatorial española, cedida por Portugal por los tratados de 1777-1778, para, según se decía, civilizar y cristianizar su población pero que, con el tiempo se descubrieron recursos valiosos como la madera y productos agrícolas, como el cacao y el café, que se convirtieron en los principales productos de exportación. Es interesante este pequeño país, que tiene una extensión similar a la de Galicia, se convirtió de buen grado en una pequeña España, aunque tras la independencia en 1968, se fue distanciando, movida por los intereses de sus lideres. Poco sabido es además que, gracias a la extracción de las ricas reservas de petróleo, llego en los años 90 a alcanzar los 38.000 dólares de PIB, siendo entonces el país más rico de África per cápita, que además colocaba a la antigua colonia por delante de España, cuyo PIB per cápita rondaba entonces los 33.000. Desgraciadamente, el país no logró alcanzar una equitativa distribución de la riqueza, que se quedó en manos de una élite corrupta. Hoy es un país en crisis con una caída de su PIB en picado y una mengua creciente de la producción de crudo, sin haber encontrado otras formas de generar riqueza.
Mientras escribo, me doy cuenta que es muy difícil abarcar la historia de este enorme continente, tan heterogéneo y tan rico, que necesitaría muchos más relatos, ¡Hay tantos! Los que conocemos algo de África, debemos contar esa historia. El racismo condenó a sus habitantes a, durante décadas, hacer los trabajos duros que ningún europeo querría hacer. A los africanos se les denegó la educación hasta el punto que, cuando estas naciones se independizaron en los años 60 y 70, se encontraron sin élites propias, que pudieran desarrollar el país. Los mejor formados eran los militares y fueron los que poco a poco se fueron haciendo con el poder. Baste con saber, por ejemplo que, en el momento de la independencia de Uganda en 1962, solo había 50 médicos negros y casi ningún ingeniero o que las élites locales aún no habían comenzado sus estudios en la universidad de Makerere, que no fue independiente hasta el 1970. Es importante destacar que las ordenes religiosas y las distintas iglesias anglicanas y protestantes, en su afán por monopolizar las almas de los africanos, hicieron mucho por educarles. En realidad las primeras élites africanas estaban educadas en las misiones. Lo dejo aquí, por el momento, pero regresaré a la historia de África en alguna próxima entrada.
[1] En el siglo XVII, durante siete años, 1650-1657, Suecia tuvo una breve incursión colonial en África occidental con la Colonia de Cabo Corso (en la actual Ghana). Aunque la colonia no tuvo un impacto duradero, ya que se la arrebató Dinamarca, mucho más activa en el comercio de esclavos, que a su vez la tuvo que ceder a los holandeses en 1660, para ya en 1664 pasar a los ingleses. Cabo Corso se convirtió más tarde en uno de los principales centros británicos en la Costa del Oro, y fue utilizado para el comercio de esclavos, oro y otros recursos valiosos. Con el tiempo, los británicos expandieron su control sobre otras fortalezas a lo largo de la costa. La región de la Costa del Oro permaneció bajo control británico hasta el siglo XX, cuando se convirtió en parte de la colonia británica de la Costa del Oro, que eventualmente se independizó en 1957 como el país de Ghana. El castillo construido por los africanos bajo dominio sueco, Carolusborg, es la huella que dejó el paso de Suecia por la historia colonial africana.
[4] Fredrik Thomasson, investigador en la institución de historia de Uppsala, comenzó a estudiar los procesos judiciales en la isla en 2013 y escribió el libro Black S:t Barthélemy 2022, que tuvo mucha repercusión en su momento, pero que quedó rápidamente olvidado.
Hoy es domingo. Salgo a correr. Estoy tratando de entrenarme para esa famosa media maratón del 15 de junio del año que viene. Diréis que queda mucho tiempo para entrenar, pero yo empiezo a sentir una sensación extraña, como si fuera dentro de una semana, y me obligo a salir. Corriendo me vienen muchas ideas a la cabeza. No sé si será porque el mejor riego sanguíneo me lo permite, o si será porque la monotonía del esfuerzo repetido deja volar los pensamientos, como al azar. Sea lo que sea, me viene a la mente un dia de octubre de 1979, cuando yo, ya metido en el mundo de las carreras por segunda vez, voy corriendo un cros en Helsingborg, en una pista que me viene muy mal para mi estilo de correr, con subidas y bajadas cortas, curvas cerradas entre árboles y un suelo lleno de raíces y piedras, que obliga a correr mirando todo el tiempo donde se pisa.
Yo había ya soltado a los tres primeros llegando al kilómetro cinco, pero no descartaba poder alcanzarles en una subida muy prolongada que yo sabía vendría un poco más adelante. Pero, en el silencio del bosque, a penas roto por mi respiración jadeante, pude distinguir unos pasos ligeros que me seguían muy de cerca. No podía mirar hacia atrás por miedo a caerme y la sinuosidad del camino no me dejaba respiro para hacer cualquier otra maniobra. Por la frecuencia y la ligereza de los pasos y la falta de sonidos de respiración forzada o jadeos, llegue a pensar que se trataba de alguien muy bien entrenado. Yo me preguntaba por qué no me pasaba de largo, pues parecía que podría hacerlo sin mucho esfuerzo; yo iba a la máxima velocidad que mis piernas me permitían. Pero no me pasaba, me seguía muy de cerca. Yo sentía sus pasos y me esforzaba para tratar de dejarle atrás, aunque comprendía que no podría hacerlo.
Al fin nos acercamos a la meta. Ante nosotros se abría una ancha y larga pista de césped corto que invitaba a acelerar el paso. Yo traté de hacerlo. Vi como los tres primeros rompían el grupo y, por un momento, pensé que podía alcanzar al tercero, que se quedaba un poco rezagado, pero, de pronto, vi por el rabillo del ojo como un hombre muy delgado me pasaba, comprendí que era el que me había estado siguiendo todo el tiempo. Yo traté de ponérselo difícil y juntos alcanzamos al tercero y le dejamos atrás, pero en los últimos cien metros, mi seguidor aceleró de tal manera, que parecía que yo me había quedado completamente quieto. El llegó el tercero. Yo llegué cuarto y tarde bastante en recuperarme. Cuando lo hice, me acerqué a felicitar al que tan claramente me había vencido. Le tendí la mano y le pregunté – “¿Por qué no me pasaste antes?” Y el me miró sonriente y me dijo – “Creía que eras inglés y yo no puedo dejar que me gane un inglés. Lo importante hoy no era ganar la carrera sino ganarte a ti.” No pude evitar una carcajada bastante ruidosa. Me hacía gracia eso de que me seguía, para estar seguro de que me ganaría, creyendo que yo era inglés. La verdad es que este hombre de tez morena y pelo negrísimo parecía tener unas condiciones extremamente buenas para correr. Supe que su nombre era Mohammed Nagy.
Por esas cosas de la vida, me volví a encontrar con Mohammed el siguiente año en unos campeonatos de 25 000, que era lo que se corría antes de que se empezase a correr la media maratón en campeonatos. Corrimos los dos, codo con codo toda la carrera, en un grupo de unos diez corredores. Al final quedamos los dos allí delate y yo pensé que pasaría como la vez anterior, y esperaba que él acelerase y me dejase atrás. Pensé ponérselo difícil y, para mi gran sorpresa, no trató de seguirme. Ni siquiera llegó segundo, le pasaron tres corredores, pero él llegó con una gran sonrisa. Ese día hablamos mucho mientras esperábamos la entrega de premios. Él me contó su historia, que podía ser la historia de todo un pueblo.
Para no dejarme nada en el tintero, comienzo mi relato a principios del siglo XVIII, con la fundación de la Compañía Británica de las Indias Orientales en 1600, que recibió un estatuto real de la reina Isabel I para comerciar con Asia. Inicialmente, su objetivo era competir con otras potencias europeas como Portugal y los Países Bajos en el lucrativo comercio de especias y textiles. Los británicos establecieron sus primeros puestos comerciales en las ciudades portuarias de la India, como Surat, Bombay, Madrás y Calcuta. Justo como habían pensado inicialmente, la Compañía Británica de las Indias Orientales se enfrentó a otras potencias europeas, y en particular a los franceses. La Guerra de los Siete Años 1756-1763 fue crucial para la expansión británica en India. En 1757, después de la Batalla de Plassey, Robert Clive, al frente de las fuerzas británicas, derrotó a las tropas del Nawab de Bengala y a sus aliados franceses, y de ahí en adelante, los británicos toman las riendas de todo el continente, controlando funciones específicas, como la recaudación de impuestos en Bengala y comenzaron a expandir su influencia en otras partes de la India. Adoptaron una política de «divide y vencerás», aprovechando las tensiones entre los distintos reinos locales y los estados principescos indios, que estaban divididos entre sí. Con alianzas estratégicas, sobornos y acuerdos comerciales, los británicos fueron ganado poder paulatinamente sobre grandes territorios. El Acta de Gobierno de la India de 1833 consolidó el control británico, y la Compañía comenzó a actuar más como un ente gobernante que como una corporación comercial. Los británicos impusieron su sistema legal, fiscal y administrativo en las áreas que dominaban. Toda la actividad se desarrollaba de forma privada, con ejércitos privados, en gran manera, como una empresa cualquiera, con el respaldo del estado británico.
El gran punto de inflexión ocurrió con la Rebelión de 1857, también conocida como el Motín de los Cipayos. Fue una revuelta contra la Compañía Británica de las Indias Orientales por parte de soldados indios, los cipayos, que rápidamente se extendió a diferentes regiones de la India. Aunque fue sofocada, la rebelión convenció a los británicos de que la Compañía no podía seguir gobernando India de manera efectiva. Como resultado, en 1858, el control directo de la India fue transferido a la Corona Británica, marcando el comienzo del Raj Británico, un período de gobierno directo bajo la incombustible reina Victoria, convertida así en emperadora de la India. Durante el Raj, la India fue gobernada como una colonia británica con un sistema de administración centralizado. Los británicos introdujeron reformas legales, infraestructura moderna, como el ferrocarril y el telégrafo, pero también explotaron los recursos del país y usaron mano dura con todo aquel que osaba oponerse al sistema. No se entiende la dominación inglesa sin tener en cuenta las divisiones internas entre los diferentes reinos y principados y las diferencias religiosas. Una de las cosas que al fin lograron unir a la India fue la trasmisión del idioma inglés que, junto con la debilitación del imperio en las guerras europeas, llevó finalmente a que el movimiento de resistencia a la dominación británica creciera, liderado por figuras como Mahatma Gandhi, hasta lograr la independencia 1947, tras casi 200 años de control británico.
Esta es la historia en trazos muy gruesos, pero yo quiero exponer la razón de Mohammed Nagy para sentir ese deseo de ganarles a los ingleses, que le llevó a seguirme con tanta saña. Para eso, hay que conocer la forma en que Gran Bretaña expandía su poder por el mundo. En este caso, específicamente por África, que era un continente inmenso, difícil de abarcar y controlar. En sus colonias africanas, los británicos, utilizaron a los indios, principalmente como trabajadores y soldados, para poder consolidar y mantener su control en la zona. La inmigración de los indios a colonias africanas comenzó a mediados del siglo XIX y continuó durante gran parte del período colonial. Uno de los principales roles que los indios jugaron en África fue como trabajadores contratados, o «coolies», en proyectos de infraestructura masivos, especialmente en la construcción del ferrocarril de Uganda. En la década de 1890, los británicos reclutaron a miles de trabajadores indios para trabajar en esta línea ferroviaria que conectaba Mombasa, en la actual Kenia, con el interior del continente, facilitando el control británico sobre la región. Los indios trabajaban en condiciones extremadamente difíciles, enfrentando enfermedades, ataques de animales y el clima tropical hostil. Muchos murieron durante la construcción del ferrocarril, pero aquellos que sobrevivieron fueron esenciales para completar el proyecto. Los indios también fueron traídos por los británicos para establecerse en roles comerciales y empresariales en África, particularmente en África Oriental Británica, actual Kenia y Uganda, así como en Sudáfrica. Estos indios, muchos de los cuales eran de las comunidades gujarati y punjabí, se convirtieron en una clase empresarial intermedia, gestionando comercios, tiendas y redes de distribución, tanto para productos locales como importados desde India y Gran Bretaña.
Los británicos también utilizaron a los indios como soldados en sus ejércitos coloniales en África. Los cipayos o soldados indios fueron desplegados en muchas partes del continente, sirviendo para mantener el orden en las colonias y suprimir revueltas locales, así como para defender los intereses británicos en conflictos regionales. Los soldados indios participaron en varias campañas militares en África, como la Rebelión Maji Maji en el África Oriental Alemana y las campañas británicas en Sudán y Sudáfrica durante la Guerra Anglo-Zulú y la Guerra de los Bóeres. Los británicos veían a los soldados indios como leales y disciplinados, lo que les permitió evitar la movilización de soldados británicos en masa para estas campañas. También utilizaban a los indios para minimizar el riesgo de rebeliones locales al desplegar tropas extranjeras en lugar de africanos nativos.
Algunos indios también fueron empleados en la administración colonial, especialmente en roles de oficina o como subordinados en el sistema burocrático. En muchas de las colonias británicas en África, como en Kenia, Uganda y Tanzania, los británicos reclutaron a indios para roles administrativos debido a su educación y familiaridad con el sistema británico. Los indios también eran vistos como más adaptables a la burocracia colonial que los africanos, a quienes los británicos consideraban menos capacitados para esas funciones. Esta inmigración de indios a las colonias africanas generó tensiones con las comunidades africanas locales. En particular, los indios, al ocupar puestos comerciales y administrativos, fueron vistos como una clase intermedia privilegiada entre los colonizadores británicos y los africanos nativos, y generó resentimientos, que estallarían en los años 60 y 70 con motivo la independencia de los nuevos estados africanos. Además, el sistema colonial británico solía mantener divisiones raciales estrictas, y aunque los indios tenían más derechos y privilegios que los africanos, estaban por debajo de los europeos en la jerarquía social. [1]
Y así llegamos, tras este pequeño viaje por la historia, al relato que mi nuevo amigo Mohammed comenzó ese día y siguió en muchas ocasiones, cada vez que nos veíamos con motivo de alguna carrera. Con motivo de la carrera de maratón de Örebro, viajamos en mi coche y compartimos habitación en el hotel de Örebro, y aquí, antes y después de la carrera, me contó toda su epopeya. Regresemos a la historia, la historia reciente de África y sobre todo la historia de Uganda. Este país africano alcanzó su independencia del Reino Unido el 9 de octubre de 1962, en un proceso de independencia relativamente pacífico. El país adoptó una monarquía constitucional, con el Kabaka de Buganda, Edward Mutesa II, como rey ceremonial, y Milton Obote, líder del Congreso del Pueblo de Uganda como primer ministro.La política inicial estuvo marcada por una alianza entre el UPC de Obote y el partido Kabaka Yekka que representaba los intereses del reino de Buganda. Esta alianza permitió que Obote formara un gobierno estable, pero las tensiones entre el gobierno central y Buganda pronto comenzaron a escalar. Los problemas de la política ugandesa eran los comunes de otros estados surgidos del declive de las metrópolis coloniales y tienen mucho que ver con las fronteras arbitrarias que las potencias coloniales trazaron a finales del siglo XIX, sin tomar en cuenta la existencia de etnias y territorios específicos, partidos entre entidades inventadas o trazadas según los intereses de los colonizadores. Y así, el 25 de enero de 1971, mientras Milton Obote asistía a una cumbre de la Commonwealth en Singapur, Idi Amin, un sargento en la milicia colonial, que había ascendido a general jefe del ejército de la Uganda independiente, aprovechó la oportunidad para lanzar un golpe de Estado militar y tomar el control del gobierno. Amin justificó el golpe acusando a Obote de planear eliminar a los altos mandos militares y de estar detrás de la corrupción en el país. El golpe fue bien recibido por una parte significativa de la población ugandesa, que estaba descontenta con el gobierno autoritario de Obote y las crecientes tensiones económicas.
Pero, aquí viene el problema de mi amigo Mohammed, en Uganda en 1971, había aproximadamente 80,000 personas de origen indio viviendo en el país. La mayoría de ellos eran descendientes de los trabajadores indios que los británicos habían traído durante la construcción del Ferrocarril de Uganda y que luego se establecieron en el país como comerciantes, empresarios y profesionales. Los indios controlaban una parte significativa del comercio y la economía de Uganda, particularmente en sectores como el comercio minorista, la banca y la manufactura. Esta influencia económica generó resentimiento entre algunos ugandeses africanos, y Idi Amin explotó verdaderamente este sentimiento. Así, en agosto de 1972, Amin ordenó la expulsión masiva de la comunidad india de Uganda, una medida que tuvo profundas consecuencias económicas, sociales y políticas para el país. La noticia pilló a los indios de Uganda completamente desprevenidos. Mohammed era un joven estudiante y atleta, muy “moderno” y muy internacional. De un día a otro cambió su vida completamente. Ese día fue el 4 de agosto de 1972, cuando Idi Amin anunció en un discurso que estaba dando a los indios un plazo de 90 días para abandonar Uganda. Según Amin, los indios habían «saboteado» la economía y «explotado» a los ugandeses, acusándolos de no haberse integrado y de mantener una actitud de superioridad sobre la población africana. Llego a expulsar a alrededor de 60,000 indios, la mayoría de los cuales conservaban la nacionalidad británica o no habían conseguido la nacionalidad ugandesa. Esta decisión fue devastadora para la economía de Uganda, ya que los indios jugaban un papel crucial en el comercio y la industria.
Mohammed Nagy se había preparado durante años para participar en la olimpiada de Múnich. Se había calificado para participar en la prueba de 5000m, logrando la mínima exigida, que era 13 minutos y 38 segundos. Mohamed había hecho 13.35 y estaba ya listo para partir, cuando le comunicaron que estaba fuera de la selección. Los indios expulsados se reasentaron principalmente en el Reino Unido, Canadá, India y otros países. Mohammed se fue a Suecia, donde conocía a algunos corredores de fondo y entrenadores y así llegó a Helsingborg y al club que representaba. Aunque intentó seguir con el atletismo, perdió la concentración y su vida quedó bastante dañada, pensando que había perdido la oportunidad de su vida. Participó en un campeonato nacional de maratón, aquí en Suecia y no logró ganarlo. Perdió la confianza y empezó a trasnochar y a beber más de la cuenta, pero seguía corriendo y, gracias a su capacidad, podía competir con los mejores. Cuando yo le conocí, ya estaba en claro declive y fue gracias a mí que lo intentó de nuevo, ya metido en los cuarenta. Me dijo – “Martín, yo te voy a ayudar a que hagas una buena marca en el maratón de Örebro. ¡Confía en mí!” – Y así llegamos a Örebro y despues de desayunar, nos fuimos a recoger los dorsales. En la oficina nos encontramos con Kjell- Erik Ståhl y Tommy Persson, los dos grandes corredores de maratón suecos en aquellos momentos. Sabíamos ya, desde la salida, que iba a ser una carrera muy dura. Y empezó a llover, o mejor a diluviar.
Mohammed sonreía y trataba de darme confianza. Yo me puse en la segunda fila, para no dejarme llevar por los que siempre salen disparados, como si se tratase de cien metros. Ya sé lo que es un maratón y no merece la pena quemarse en la salida. Mohammed siempre a mi lado y, al pistoletazo se me pone delante y yo le sigo. Voy con los ojos fijos en su camiseta azul, no pienso perderle de vista, y me esfuerzo por seguirle, hasta cuando parece que voy excediendo mi capacidad. Yo confío en Mohammed y el sigue, sin preocuparse de la creciente lluvia. Pasan los kilómetros, el para en los puestos de reposición de agua y coje una botella extra para mí que me la va proporcionando. Parece que va tan sobrado de fuerza que puede ayudarme todo el tiempo. De pronto, a los 30 kilómetros, desaparece. ¡Horror, no veo la camiseta azul! Miro atrás y, nada, no está, ni atrás ni adelante. Ha desaparecido. Yo voy corriendo y pensando que tengo que seguir y tratar de mantener el mismo ritmo solo. Parece que lo consigo. Oigo los altavoces que van anunciando nuestra llegada. Oigo que Tommy llega primero, ganando al cuarto del mundo, Kjell-Erik. Oigo alguno más. Ya veo la meta. Acelero todo lo que puedo. Pienso que, en cualquier momento Mohammed me alcanzará, pero no lo hace. Llego a la meta entre aplausos, en 2 horas y 32 minutos, marca personal. Y, de pronto, oigo un tremendo alboroto entre el público. A lo lejos se ve la figura de un corredor vestido de azul, que va pasando uno tras otro a una velocidad inverosímil para ser el final de un maratón. Y, llega a la meta, sonriente, como de costumbre y apenas jadeante. – “¿Qué pasó?” – le dije. Pensaba que se había caído o, yo que sé, qué pensaba, y el me dijo, como quién no cree la cosa: – “Me dieron ganas de fumar, y me quede fumando un cigarrillo con un chaval que estaba mirando la carrera y que también me invitó a una cerveza, muy buena, por cierto. Pensé que te alcanzaría. Has corrido muy bien.” – y, ¿qué se puede decir a eso? Recogí mi premio y nos fuimos de vuelta al hotel, a recoger las maletas y regresamos a Escania en mi coche, yo callado, él hablando todo el camino, como si nada.
Yo hablé ayer de los chinos y de su situación actual, en el mundo y, naturalmente en Suecia. Me dí cuenta ayer, cuando fui a mi casita en la ciudad jardín, que el jardín colindante al mío acaba de ser adquirido por un señor que lleva el nombre de Hua Luong, así que tengo vecinos chinos por todas partes. Bienvenidos sean. Pero hoy se trataba de los indios, hindúes o musulmanes, ciudadanos de la India, de Pakistán o de cualquier antigua colonia británica, que ahora vienen a nuestros países. Los que conocéis Barcelona, sabéis que, todas las tiendas de suvenires están controladas por indios. Lo mismo ocurre en Estocolmo o en Madrid. En Suecia vivían en 2023[2] 58.094 personas procedentes de la India y 28.614 procedentes de Pakistán y 13.987 personas procedentes de Bangladés. Son casi 100.000 indios. Una población que se ha quintuplicado en el caso de los indios y que es ocho veces mayor en el caso de Pakistán, partiendo de los datos del año 2000.
La mayoría de los inmigrantes indios y pakistaníes en Suecia trabajan en el sector de tecnología de la información y la ingeniería. Suecia es un centro tecnológico importante en Europa, con empresas como Ericsson, Spotify, y otras startups tecnológicas, lo que atrae a profesionales altamente cualificados de India y Pakistán, especialmente en áreas como desarrollo de software, gestión de proyectos y consultoría técnica. También hay un número considerable de personas de origen indio y pakistaní que se dedica a profesiones en el sector sanitario, como médicos, enfermeros, farmacéuticos y dentistas. Aquí hemos tenido una escasez de personal médico en las últimas décadas, lo que ha llevado a la contratación de profesionales de la salud de varios países, incluidos India y Pakistán, sin olvidarnos de España, ¡eh! Que España está muy bien representada aquí, entre el personal de la salud. Indios, pakistaníes y ciudadanos bangladesíes, de etnia india, están también muy bien representados en la academia, como profesores, catedráticos, doctorandos y estudiantes. También hay tenderos y existen los restaurantes indios, pero son una minoría los ciudadanos que trabajan en estas áreas del comercio. En mi tienda favorita, dónde yo habitualmente hago todas mis compras de a diario, veo siempre una gran cantidad de clientes indios/pakistaníes y chinos. Si no están en mayoría, creo que se aproximan a la mitad de los clientes. Español se escucha por toda la tienda a cualquier hora. Ya explicaré lo de los españoles en otra entrada.
Y, mirando al futuro, veo como Asia comienza a revertir la ola migratoria; la que llevó a los europeos a Asia, ahora regresa con fuerza a Europa, cambiando con el tiempo la imagen del viejo continente. Pensando un poco en profundidad, es algo normal. Ni las fronteras son naturales ni las etnias dominantes han conservado su pureza a través de los siglos. Mis nietos vivirán en un mundo completamente distinto al mío. Un mundo que se está formando poco a poco, con la lógica del desarrollo y el progreso. La pseudoraza caucásica irá cambiando, quieran o no quieran los xenófobos. Nadie podrá parar la ola. Lo que de verdad debería preocuparnos es el conseguir que los rencores históricos pasen a un segundo o tercer plano, y que podamos contribuir, con nuestro esfuerzo común, a resolver los problemas que se nos vienen encima que son: el cambio climático y el crecimiento desorbitado de la población mundial. Mañana le toca a África.
[1] Un ejemplo clave del uso de indios en África es la estancia de Mahatma Gandhi en Sudáfrica entre 1893 y 1915. Gandhi fue testigo del maltrato a los indios en Sudáfrica y comenzó su activismo contra la discriminación racial allí, organizando movimientos de resistencia no violenta, satyagraha, en defensa de los derechos de los indios.
Hoy salgo temprano a caminar. A esta hora, un sábado de septiembre, no espero encontrar a ningún vecino despierto. El silencio es completo, hasta el punto que parece que los pájaros también disfrutan de una mañana de descanso. Sin embargo, una decena de pasos de la puerta de mi casa veo a mi gato, sentado muy atento mientras contempla fijamente los movimientos de una mujer joven, asiática constato, que agachada y con movimientos lentos, se disponía a acariciarle. Al pasar por su lado me miró y me dijo en inglés – ¿es su gato? Afirmé, y me sonrió diciéndome que era un gato muy bonito y que ella se había mudado a una casa en mi barrio. Nos saludamos y yo seguí mi marcha, pensando.
Yo iba pensando en aquellos días grises de octubre, tan lejanos, cuando salíamos mis compañeros y yo, de dos en dos, portando una hucha, corriendo de un lado para otro, tratando de llegar a todos los transeúntes con nuestra alegre, inquisitiva y animadora frase: “! unas perras para los chinitos!”. Era el día del DOMUND, un día en que muchos miles de niños de entre diez a doce años, salíamos a la calle con nuestras huchas de loza esmaltada representando cabezas de chinitos o negritos, que durante el curso descansaban en el aula de los más pequeños, y que en este día salían a la calle para volver repletas de calderilla. Éramos muy insistentes y competíamos entre nosotros a ver quien regresaba con la hucha más repleta. A veces, cuando no habíamos conseguido juntar mucho dinero, íbamos a casa a que la familia y los vecinos completasen la labor. Estoy seguro que recordaréis aquellos niños y niñas que corrían para cubrir todos los viandantes, con sus pequeñas pegatinas, que pegaban en la solapa de los donantes entre risas tímidas.
“Unas perras para los chinitos”. ¡Cómo ha cambiado la vida! Hoy los chinos han sobrepasado a los estadounidenses en casi todo. Imágenes de Shanghái, una de las ciudades más modernas y cosmopolitas de Chinau , con su skyline en el distrito financiero de Pudong, con rascacielos como la Torre de Shanghai y la Torre Jin Mao, son icónicas. La innovación, se ve por todos lados con infraestructuras avanzadas, como el tren de levitación magnética que conecta el aeropuerto con la ciudad. Por no hablar de Shenzhen, la «Silicon Valley de China», siendo el centro de la industria tecnológica china y sede de empresas como Huawei y Tencent. En China hay cientos de ciudades modernas, con infraestructuras e instalaciones supermodernas, aunque no es la imagen que recibimos a diario, aquí en el mal llamado “occidente”, ¡ex oriente lux!
La imagen de China que yo tenía como colegial español, a principios de los sesenta, era la de un país pobre e ignorante, necesitado de nuestras limosnas. Teníamos una imagen muy errónea de China y de los chinos, que nos cuesta soltar. Asociamos con pobreza, falta de higiene, astucia, falsedad y peligro, ante todo peligro. Ya en la película “55 días en Pequín” producida por el, en España, conocidísimo productor estadounidense de origen ruso, Samuel Bronston, en 1963, se pronuncia una frase que suena como una premonición: «Dejen dormir a China, porque cuando despierte, el mundo temblará», frase que se ha atribuido, sin pruebas fehacientes, a Napoleón Bonaparte. Yo, en realidad, tengo mi imagen más bien de los relatos de Julio Verne y de los viajes de Marco Polo, por tanto, he estado siempre un poco fascinado por China y por los chinos.
Recuerdo los primeros estudiantes chinos que llegaron a Lund en los años 70. Venían ellos con sus “uniformes” a lo Mao y ellas con sus zapatillas, casi de bailarina, de terciopelo negro y sin tacón. Eran todos brillantes estudiantes o investigadores y no hacían ningún ruido ni casi se les notaba. En las facultades se les conocía y sus nombres empezaban a figurar en algunos artículos, también se les podía ver en la promoción de nuevos doctores, pero, en las calles, se les veía solamente pasar, camino de sus quehaceres y poco más. En los años 80 empezaron a proliferar los restaurantes chinos. Primero uno en cada ciudad o pueblo importante, luego dos o tres o más. Y, en las prendas y los objetos de hogar, los juguetes y finalmente la electrónica, figuraban las etiquetas de “Made in China”. En los 90, comenzaron a llegar chinos disidentes, y chinos emprendedores, toda clase de chinos, pero seguían siendo anónimos, casi imperceptibles. Se les juntaba una población china que había llegado a Suecia como niños adoptados[1] por padres suecos, que no podían tener hijos propios. En la década de 1990, se descubrió que en China había orfanatos de niños abarrotados con pequeñas niñas que habían sido abandonadas debido a la estricta política de un solo hijo. Los centros de adopción recibieron información sobre las terribles condiciones en los hogares infantiles chinos, donde algo más de la mitad de los niños morían durante el primer año de vida[2]. Según la tradición china, es el hijo quien lleva adelante el nombre de la familia y es responsable del sustento de los padres ancianos. Esta actitud, junto con la política de un solo hijo, llevó a que se abandonaran a las primeras hijas nacidas con la esperanza de que el siguiente hijo fuera un varón. Con la llegada del nuevo siglo, y especialmente a partir de la década de 2020, la presencia china ha aumentado considerablemente con personas que están involucradas en el comercio y los negocios. Han establecido y administran empresas en sectores como restaurantes, tiendas, y servicios especializados. También hay empresarios chinos que han invertido en empresas suecas o han establecido joint ventures, la más importante de ellas Northvolt, que intenta construir las baterías eléctricas del futuro, trata de mantener en secreto su conexión con China. El periódico sueco de más prestigio escribe en un reportaje reciente: «En el área industrial en las afueras de Skellefteå se pueden ver trabajadores chinos con chalecos amarillos. El logotipo revela a su empresa: Wuxi Lead Intelligent Equipment. Una empresa que, entre otras cosas, es propiedad del estado chino, tanto directamente como a través de otras compañías»[3]. El reportaje continua: «En la página web de Northvolt no se menciona nada sobre el socio chino. Pero el personal de Wuxi y las máquinas de la empresa son una parte importante en la producción de las baterías de Northvolt.» La investigación muestra que alrededor de 500 personas de empresas chinas están trabajando en las operaciones de Northvolt. Esto es solo una de las muchas empresas que están colaborando con empresas chinas.
En 2023 había 38.253 ciudadanos chinos en Suecia, una población que se ha quintuplicado desde el año 2000.[4] No tengo cifras exactas de cuantos estudiantes y doctorandos, profesores, catedráticos y residentes chinos hay en Lund, en la actualidad, pero en este curso, que acaba de empezar, han llegado 900 estudiantes chinos, lo que significa una quinta parte de los estudiantes internacionales en Lund, en este curso. Por tanto, encontrar a una joven china como vecina, no me resulta nada del otro mundo.
En realidad, China es un país altamente importante; lo ha sido siempre, atrás en la historia y lo será en el futuro. Estamos tan absortos en el presente, en la guerra de Ucrania, en la tragedia palestina, en el día a día de nuestra cotidianidad política, que no podemos ver los grandes trazos de la historia. Si lo hiciéramos, veríamos que nuestro mundo está cambiando a pasos agigantados y China, tiene un impulso histórico para desear que ese cambio les ponga en el lugar que según ellos les corresponde en la historia. Hace ya bastantes años, en un seminario internacional en la universidad de Kristianstad, un antiguo embajador sueco en China, decía que, según él, los chinos no habrían olvidado el agravio que para ellos significó las Guerras del Opio, 1839-1842 y 1856-1860. Tampoco olvidan el bochorno y la ignominia de la llamada Chinese Exclusion Act americana de 1882, una ley federal de los Estados Unidos que prohibió la inmigración de trabajadores chinos, la primera vez, por cierto, que los Estados Unidos implementaron una legislación que restringía la entrada de un grupo étnico o nacional específico.[5]
A mediados del siglo XIX, miles de inmigrantes chinos llegaron a los Estados Unidos, atraídos por la fiebre del oro de California en 1848 y la demanda de mano de obra para la construcción del Ferrocarril Transcontinental. Los inmigrantes chinos, en su mayoría hombres jóvenes, trabajaban en condiciones muy duras por salarios bajos, lo que los hacía competitivos en el mercado laboral estadounidense. La llegada masiva de estos trabajadores chinos provocó una creciente hostilidad en la población estadounidense, particularmente entre los trabajadores blancos. Se difundió la percepción de que los inmigrantes chinos estaban quitando empleos a los ciudadanos nativos al aceptar salarios más bajos. Las mismas razones que los xenófobos exhiben hoy. A los inmigrantes chinos que ya residían en los Estados Unidos antes de la promulgación de la ley no se les otorgó la ciudadanía. Aunque podían seguir viviendo en el país, se les impedía naturalizarse como ciudadanos estadounidenses. Esta ley se fue renovando hasta su revocación en 1943, una ley que institucionalizó la discriminación racial contra los chinos en los Estados Unidos y consolidó una atmósfera de hostilidad hacia la comunidad china. Los inmigrantes chinos ya presentes en el país enfrentaron una severa marginación social, además de violencia y abusos.
Los chinos no olvidarán tampoco la humillación que sufrieron tras la rebelión de los Boxeadores en 1899, sofocada en 1901 por una coalición internacional[6] de potencias extranjeras, que obligaron a China a pagar grandes indemnizaciones y aceptar más privilegios para las potencias extranjeras. En general, el periodo de 110 años que comenzó en 1839 y duró hasta 1949 es considerado por los chinos como “El Periodo de la «Humillación Nacional» en el que se incluye la intervención extranjera y el apoyo a diferentes facciones que contribuyeron a la fragmentación y debilidad del país.
Me hubiera gustado poder leer los libros de texto de la historia de China que se usaban y se usan en la educación de los niños y jóvenes chinos. Sería muy interesante poder ver la historia con sus propios ojos; la imagen de si mismos que tienen y como nos ven a nosotros. Sé que los chinos utilizan, quizás sin ser conscientes de ello, un filtro, cuando hablan con los no chinos. Es un filtro que deja fuera toda esa animosidad que se presume que rezuma la sociedad china. Siguiendo la información que se nos da desde nuestras fuentes informativas, China es un potencial enemigo. Como vimos en el artículo de DN, el hecho de que una empresa china se encuentre presente en una empresa de tecnología puntera sueca, se considera un riesgo. Se intenta bloquear su industria con aranceles especiales, se ponen en entredicho sus aplicaciones; TikTok, por ejemplo, y se teme su incorporación en un Axel del mal, en el que Rusia e Irán participarían. Con mis vecinos chinos, no tengo ningún problema. Mis estudiantes chinos han sido siempre ejemplares y brillantes. Me queda como tarea aprender chino, pero me da mucha pereza. No sé, quizás más adelante, o en otra vida. Mañana trataré la cuestión de la inmigración india, que también es muy interesante. Soldados de las fuerzas occidentales y sus aliados en la guerra de los boxeadores.
[1] A lo largo de los años, se han realizado aproximadamente un cuarto de millón de adopciones internacionales desde China hacia varios países del mundo. El centro de adopción sueco ha gestionado 1774 adopciones del número total. A esto hay que sumar una cantidad desconocida de adopciones hechas por medio de otros órganos internacionales.
[5] Hubo una gran cantidad de leyes amparadas en supuestas cualidades o defectos de ciertos grupos étnicos, que restringían la inmigración. Estas leyes estuvieron vigentes hasta 1965 y proporcionaban cuotas muy restringidas de inmigración a pueblos que se consideraban “inferiores” o menos deseables. Blancos y protestantes, como los países escandinavos, tenían cuotas muy altas yde ahí para abajo, dependiendo del color de la piel, la religión o la riqueza.
[6] Reino Unido participó en las operaciones militares para asegurar las concesiones y zonas de influencia británicas. Los Estados Unidos también enviaron tropas como parte de la coalición internacional. La intervención estadounidense estuvo motivada por el deseo de proteger sus intereses comerciales y asegurar el acceso a los mercados chinos. De la misma manera lo hicieron Francia, Alemania, Rusia, Italia, Austria-Hungría y Japón. Este último país fue una de las potencias clave en la intervención, enviando un gran contingente de tropas. Japón tenía interés en expandir su influencia en China y proteger sus propios intereses.
Sigue el buen tiempo. Ya no es noticia, pero lo escribo para que quede constancia, por si cambiase en un futuro. Voy ligero de ropa para no pasar calor, y llevo una gorra para proteger mi calva de los rayos del sol. En mi dirección, unos metros más adelante, va una mujer empujando un cochecito en el que va sentada una niña, con un sombrero de ala ancha, que la protege del sol. La madre va envuelta en un chador. Su vestimenta me dice mucho. Si hubiese ido vestida con ropa corriente, según la estación, no me habría fijado, pero este chador, con este calor, me hace recapacitar. Primero me pregunto a mí mismo, ¿por qué me intereso? La respuesta es simplemente que me intereso porque esa prenda me explica muchas cosas, que están relacionadas con mi entrada de ayer. Yo voy andando por Lund, una ciudad sueca en la que hasta el 1980 no se había visto un chador, pero que hoy es una prenda tan normal, que puede pasar desapercibida, aunque yo, aquí y ahora, quiera interesarme por ella.
En 1980 llegaron los primeros iranies a Lund como uno de los efectos de la Revolución Islámica de 1979, que derrocó al Shah de Irán, Mohammad Reza Pahlavi, y estableció un régimen teocrático liderado por el ayatolá Ruhollah Jomeiní. Esta revolución, seguida de una brutal represión política y constantes purgas, provocó una gran inestabilidad política y social. Muchas personas huyeron del país que además afrontaba la imposición de estrictas normas religiosas. Entre los refugiados se encontraban opositores políticos, profesionales liberales, intelectuales, y personas perseguidas por sus ideas o creencias. Las duras condiciones de vida, la movilización forzada para la guerra contra Iraq y la continua represión política bajo el régimen islámico llevaron a muchos iraníes a buscar asilo en el extranjero.
Durante los años 1980, Suecia mantuvo una política relativamente abierta hacia los refugiados, lo que atrajo a iraníes que buscaban seguridad. Muchos refugiados iraníes que llegaron a Suecia tras la Revolución Islámica apoyaban al derrocado Shah Mohammad Reza Pahlavi y su régimen secular prooccidental. Este grupo estaba compuesto principalmente por personas de la clase media alta, profesionales y antiguos funcionarios que perdieron sus posiciones tras la revolución. Ellos y sobre todo sus hijos, educados y/o nacidos en Suecia, se incorporaron rápidamente a la sociedad sueca, haciendo brillantes carreras académicas y tomando parte en todas las actividades de una sociedad moderna. Generalmente este grupo es laico y se incorporó rápidamente a la forma de vida y las costumbres del país de acogida, sin olvidar su cultura. El segundo grupo es el siempre heterodoxo grupo de las izquierdas. La Revolución Islámica fue seguida por una brutal represión contra los partidos de izquierda, incluyendo comunistas, socialistas y otros grupos marxistas. Muchos de estos grupos, como el Tudeh (Partido Comunista) y los Mujahidines del Pueblo, una organización islamo-marxista, se exiliaron a Suecia. Estos refugiados continúan luchando contra el régimen desde el extranjero y buscan establecer un sistema más igualitario en Irán. Generalmente, este grupo también es laico. Un tercer grupo es el de los kurdos iraníes, que también han buscado refugio en Suecia debido a la represión contra los movimientos nacionalistas en las regiones kurdas de Irán. Estos grupos suelen apoyar la autonomía o independencia para las regiones kurdas y se oponen tanto al régimen islámico como a las políticas de centralización.
Yo me pregunto naturalmente, a qué grupo pertenecerá esta joven madre. Podría ser cualquiera de esos tres enumerados, porque yo he tenido estudiantes de los tres grupos que han elegido libremente ponerse el chador o el hiyab para no perder su identidad. Esto abre en si una discusión sobre la razón de una mujer de segunda o tercera generación, poco o nada practicante, de ponerse el chador, discusión que yo seguiré en otra entrada. Volviendo al grupo al que ella pudiera pertenecer, creo que es al de los hazaras de Afganistán, de los cuales inmigraron en 2015 más de 40.000 individuos, aproximadamente el 20% mujeres. El motivo principal de mi interés por esta prenda es uno de los bulos que se extienden sobre las mujeres que llevan chador o hiyab, que es que son retrogradas e ignorantes. ¡Qué falsos y qué ignorantes son los que difunden ese mito! Entre mis mejores estudiantes he tenido muchas mujeres con todo tipo de velo, chador o hiyab. Cuando pienso en ellas, no puedo más que reírme de los que piensan que son ignorantes. Otro gran bulo es que están obligadas por sus padres. No puedo negar que puede haber algún caso, pero por lo general las mujeres que llevan velo, se lo ponen por libre elección. Yo me pregunto, si la modernidad es necesario demostrarla con una cierta forma de vestir.
Me viene a la memoria una frase, un proverbio, que un amigo ruso me enseño, cuando yo estudiaba ruso, hace 30 ahora 30 años: “Со своим уставом в чужой монастырь не ходят.»[1] que traducido al español sería, “no vayas a un monasterio ajeno con tus propias reglas”. Este proverbio lo tenemos también en español: «Allá donde fueres, haz lo que vieres» que mi madre me enseño como: “a dónde vayas, lo que veas hagas”. En muchas lenguas el lugar a donde se va es Roma, la metrópolis, el centro de la cultura en la antigüedad. Por eso los ingleses dicen: «When in Rome, do as the Romans do”, los franceses: «À Rome, fais comme les Romains”, los portugueses: “Em Roma, sê romano” y hasta los turcos piensan en Roma cuando advierten que hay que tomar las costumbres del lugar donde se está, como se suele decir en sueco: “Roma’da Romalılar gibi yap» que en turco quiere decir: «En Roma, haz como los romanos.» La verdad es que no es de extrañar que sea Roma la que represente el lugar dónde emigrar, la metrópolis que podía imponer su criterio de como se debía vivir la vida. Ahora esa Roma podría ser, Nueva York o Londres o, por qué no, Barcelona o Lund. Cualquier ciudad occidental puede servir como Roma. ¿Qué queremos decir con ese proverbio? ¿Queremos decir con esto que, por nuestro bien, debemos adaptarnos a la sociedad a la que llegamos, aunque sea a costa de cambiar radicalmente nuestra forma de vida, nuestra indumentaria, nuestra alimentación?
La verdad es que, para muchos, el buen inmigrante es el que se acopla tan bien a su entorno, que no se le ve. El buen inmigrante debe, dicen algunos, camuflarse, adaptándose al entorno hasta ser una parte inseparable de este. Cualquier disonancia, en la lengua, en el vestir, en el modo de moverse por las calles, se percibe, dicen algunos, como una transgresión que pone en riesgo el concepto que la población autóctona tiene de si misma y de su hábitat. En otras palabras, son indeseables para muchos los atuendos étnicos, los acentos que indican que el que habla no lo hace en su idioma materno, las formas de gesticular, hasta el olor que despide cuando guisa su comida favorita. En concreto se trata de que hay dos modelos de acoplar a los inmigrantes en la sociedad mayoritaria: Integración o asimilación.
La asimilación es el proceso mediante el cual un individuo adopta las características de la cultura dominante, con el fin de ser aceptado o integrado en esa cultura. En este proceso, el grupo o individuo pierde en gran medida sus propias características culturales, como el idioma, las costumbres y las tradiciones, en favor de adoptar las de la sociedad receptora. El problema es que, si esta asimilación es considerada como insuficiente por ese grupo dominante o una parte relevante de este grupo, llamémosle principal, el inmigrante se queda en tierra de nadie. He visto tantos ejemplos de inmigrantes que se han esforzado en hacerse suecos a marchas forzadas, olvidando su idioma, sus costumbres, construyendo un muro infranqueable para la propia cultura, que sus hijos ya nunca alcanzarán. La asimilación es un proceso unidimensional en el que se adopta por completo la cultura dominante.
La integración, por el contrario, implica la adaptación y participación en la sociedad dominante mientras se mantienen al mismo tiempo aspectos de la propia identidad cultural. Se busca una coexistencia en la que el grupo o individuo contribuye a la sociedad en la que vive sin renunciar a su propia herencia cultural. Este es en realidad el modelo que Suecia ha querido seguir con su política de inmigración. Desde el principio se ha querido permitir a los grupos e individuos mantener su identidad cultural original mientras se integran en la sociedad dominante, participando en la vida social, económica y política del país receptor sin necesidad de renunciar a su cultura original. La integración es bidimensional, ya que abarca la adopción de ciertos aspectos de la cultura dominante sin abandonar completamente la cultura de origen.
Francia, un país receptor de inmigración, con un pasado colonialista, ha adoptado un enfoque que combina elementos de integración (pocos) y asimilación (muchos). El modelo francés se basa en la idea de la «ciudadanía republicana», que exige que los inmigrantes se adhieran a los valores y normas de la República Francesa. Francia enfatiza la laicidad (separación de la Iglesia y el Estado) y los valores republicanos como parte del proceso de integración. Aunque permite a los inmigrantes mantener ciertos aspectos de su identidad cultural, se espera que adopten los principios republicanos y se ajusten a las normas sociales y legales del país. La ley sobre el laicismo y la restricción de símbolos religiosos en las escuelas públicas refleja el enfoque francés hacia la asimilación, exigiendo la adhesión a los valores republicanos mientras se permite cierta diversidad cultural. Un ejemplo de este afán es la Ley de 15 de marzo de 2004 en Francia que prohíbe el uso de símbolos religiosos ostentosos, incluyendo el velo islámico, en las escuelas públicas. La implementación de la ley ha llevado a varios desafíos legales. Algunos han argumentado que la ley infringe los derechos de las mujeres a expresar su religión, mientras que otros han señalado que es una medida importante para proteger el principio de laicidad y evitar la discriminación en las escuelas. Aquí en Suecia hemos tenido muchas discusiones sobre el velo en las escuelas, pero, hasta ahora no hemos llegado a una legislación que lo prohíba.
Al rato de andar tras esta mamá con su carrito, les doy alcance y, al pasar, les sonrío, y rápidamente me doy cuenta que, a esta joven mujer en chador, la he visto en algún sitio. Y, claro, al mirarme, también ella se da cuenta de que nos vimos hace muy poco, ¡fue ayer! Nos vimos en el Consejo de integración de Lund, donde yo represento al Consejo de Educación y ella a una organización para mujeres afganas. Además, nos vimos anteriormente, cuando yo di una charla sobre inmigración e identidad para inmigrantes afganos y sus familias. Cruzamos algunas palabras, mientras caminábamos en la misma dirección y yo me disculpé, diciendo que yo seguía mi paseo a un ritmo un poco más rápido y nos despedimos cordialmente. ¡Qué cosa! Me fijé en ella por su chador y dio la casualidad que es una mujer muy activa en la vida social de Lund. Una mujer integra y fuerte, educada y emprendedora, con su chador, orgullosa de su origen. La diversidad cultural es una riqueza para toda la humanidad. Mañana seguiré con el tema y trataré la inmigración y el crimen, especialmente el crimen organizado.
[1] So svoim ustavom v chuzhoy monastyr’ ne khodyat
Hoy es un día esplendido para caminar. Un cielo azul corona la imagen de una ciudad bañada en los diáfanos rayos de sol de la mañana. Lund se viste de gala, ni el más recóndito rincón escapa a este esplendor matutino. Y, a lo lejos, veo venir un grupo de párvulos con sus monitores, uniformados con chalecos reflectantes, bien agarraditos a una cuerda, para no salirse del grupo, para no perderse. Al cruzarnos, no puedo evitar ofrecerles una sonrisa. Algunos me saludan – ¡hej hej!- me dicen, y yo agito mi mano en un saludo. Me doy cuenta que, en esa doble docena de nenes y nenas, van representados los cinco continentes, aunque estoy seguro que casi todos habrán nacido aquí, como también sus padres y posiblemente también sus abuelos.
Lo que veo ante mí es la nueva Suecia, un país multiétnico y multicultural. Para la mayoría es un fenómeno completamente normal. Es uno de los efectos de la globalización y es un efecto positivo. Para una minoría, a veces vociferante, esta multiculturalidad es algo perverso. Este tipo de minorías existe aquí y en todos los países receptores de emigración, en unos más y en otros menos. En algunos países, esta visión restrictiva y rechazante es compartida por los propios gobiernos; pienso aquí en Hungría, Eslovaquia o, en cierto modo, Polonia. Mientras que, por ejemplo, Gran Bretaña, prefirió abandonar la propia Unión, para sentirse dueños de la llave de sus fronteras. En todos los países hay partidos que articulan el miedo de las minorías xenófobas, ofreciendo la fabricación de bulos, que emplean como argumento para reclamar una política restrictiva de inmigración. El bulo más empleado es el de que existe una intención, por parte de los gobiernos permisivos con la inmigración, de llevar a cabo un “cambio étnico” en la sociedad, sustituyendo a la etnia mayoritaria por otras etnias, con el fin de afianzarse al poder. Esto es algo que aquí predican los Demócratas Suecos y en España lo hace Vox, pero que en absoluto están solos en pedir desde medidas restrictivas hasta la expulsión de “elementos extraños”. En Francia tienen Rassemblement National (RN) (Reagrupamiento Nacional, anteriormente conocido como Frente Nacional – FN), en Alemania Alternative für Deutschland (AfD) (Alternativa para Alemania), en Italia Lega (anteriormente Lega Nord) y Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), en Hungría Fidesz, el partido liderado por el primer ministro Viktor Orbán, pero también Jobbik, en Austria Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ) (Partido de la Libertad de Austria), en los Países Bajos Partij voor de Vrijheid (PVV) (Partido por la Libertad) y Forum voor Democratie (FvD), en Polonia Prawo i Sprawiedliwość (PiS) (Ley y Justicia), en Finlandia Perussuomalaiset (PS) (Partido de los Finlandeses, anteriormente conocidos como Verdaderos Finlandeses), en Dinamarca: Dansk Folkeparti (DF) (Partido Popular Danés), en Grecia Ellinikí Lýsi (Solución Griega) y Amanecer Dorado, en Bélgica, en el corazón de la Unión, el Vlaams Belang (Partido nacionalista flamenco).
Una lista impresionante y desgraciadamente incompleta, porque, en muchos de los partidos que se presentan como partidarios de una inmigración regulada, se ocultan personas que tienen una agenda próxima a los partidos antiinmigración, aunque no lo declaran públicamente. Aquí encontramos partidos de derechas y también de izquierdas. Voy a utilizar el resto de esta entrada a tratar de explicar el fenómeno de la emigración y la inmigración según lo entiendo yo, partiendo de la perspectiva de la historia económica. Me voy a extender un poco, así que, puedes hacer una pausa aquí y estirar un poco las piernas.
Voy a empezar, como ya sabéis es mi costumbre, yéndome tan atrás como los más antiguos vestigios de la presencia humana nos permiten. Podemos constatar que tenemos evidencias fósiles de Homininos tempranos en África, como los fósiles más antiguos de homínidos, por ejemplo, los restos de Australopithecus afarensis, como el famoso fósil «Lucy», de 3,2 millones de años y el Homo habilis de unos 2,8 millones de años. ambos provienen del este y sur de África. Los fósiles de Homo erectus, que vivió hace casi 2 millones de años, también se encuentran principalmente en África antes de que esta especie migrara hacia otras partes del mundo. Del mismo modo, los fósiles más antiguos de Homo sapiens, (humanos anatómicamente modernos, se han encontrado también en África, específicamente en Marruecos y Etiopía, con fechas que van desde hace unos 300.000 a 200.000 años. Estos restos confirman que los primeros Homo sapiens evolucionaron en África antes de dispersarse. Y, aquí viene la primera pregunta: ¿por qué se dispersaron? La respuesta la damos en inglés, con dos conceptos que se han hecho internacionales y muy utilizables para explicar las migraciones. Estos conceptos son el Pull (efecto llamada) y el Push (efecto expulsión). La forma más sencilla de explicar esos conceptos es, que todos los seres vivos tienden a dejar su hábitat cuando las condiciones le son desfavorables y marchan allí donde encuentran condiciones favorables. Se pueda tratar de alimentos, agua, seguridad, clima etc.
Ya, para no hacerme muy pesado, podemos llegar a el momento en que se forman las demarcaciones que llamamos fronteras. Debemos pensar que son unas demarcaciones recientes pues entre 1860 y el inicio de la primera guerra mundial, la mayoría de los países europeos permitían el libre movimiento sin requerir pasaportes, especialmente para sus ciudadanos. Aquí en Suecia persistía la costumbre entre los oficiales de todos los oficios de hacer viajes al extranjero para conocer y familiarizarse con nuevas técnicas (gesällvandringar), una peregrinación para adquirir experiencia laboral en su oficio, necesaria para adquirir la maestría. Pido perdón ya aquí por que me doy cuenta que mi perspectiva histórica esta muy condicionada por mi punto de partida, que es Europa. Podría intentar cambiar la perspectiva, mirando con ojos, africanos, americanos o asiáticos, pero mis conocimientos de la historia de esos continentes son, por necesidad, más rudimentarios. Por tanto, sigo con mi perspectiva europea, esperando que alguien, con conocimientos en otros continentes, nos amplíe la visión.
En el siglo XIX se dan dos circunstancias en Europa que, juntas, serán la base de una dinámica histórica que, en unas décadas, será capaz de cambiar el mundo. Lo que ocurre en Europa es, en términos económicos y demográficos que la población crece de una forma hasta entonces desconocida, como resultado de una mayor producción de alimentos, mejor higiene y recursos médicos. A lo largo del siglo XIX, las tasas de natalidad en Europa eran relativamente altas. La mayoría de las familias tenían varios hijos, de los cuales la mayoría llegaba a la edad fértil. La mejora en la alimentación, la disponibilidad de alimentos y las condiciones sanitarias, por ejemplo, el alcantarillado, también desempeñaron un papel importante en la reducción de la mortalidad. El acceso de la población a agua potable ayudó también a controlar brotes de enfermedades. La introducción de maquinaria y procesos industriales también permitió una mayor producción de alimentos y bienes, contribuyendo a mejorar la calidad de vida y la salud. La población total de Europa se duplicó durante el siglo XIX, desde aproximadamente 200 millones a principios de siglo a 400 millones al finalizar el mismo. Pero, podía haber sido “peor”. Normalmente se considera un aumento de población como algo positivo y por tanto, la disminución, como algo negativo. Esto hay que explicarlo. Cuando la población crece más que la producción de alimentos, el alojamiento y los puestos de trabajo, este crecimiento es negativo. Los efectos de un crecimiento descontrolado pueden llevar a conflictos sociales con consecuencias indeseadas.
Yo no suelo citar a Karl Marx, pero, es interesante que este magnifico pensador no pudiera entender lo que estaba pasando a su alrededor, cuando se aventuró a predecir que la revolución de la clase obrera tendría lugar en Gran Bretaña o en Alemania, cuando en realidad, esto no ocurrió hasta el 1917, en un país que él, así como Engels, consideraba tan retrasado, que caía fuera de sus cálculos. A la muerte de Marx, en 1883, ya se veía cómo la esperada revolución en Gran Bretaña se disipaba por una válvula de escape: la emigración. Para estudiar la emigración se pueden estudiar los archivos online[1] y otros recursos que están a mano fácilmente, para todo aquel que esté interesado en estas cuestiones. Baste aquí con constatar que entre 1820 y 1900, más de 3 millones de personas emigraron de Gran Bretaña a los Estados Unidos. El período con los niveles más altos de migración fue durante las décadas de 1860, 1870 y 1880, con casi 110.000 personas emigrando solo en 1888. [2]
Aunque Estados Unidos fue el lugar preferido para emigrar, esa emigración tuvo lugar por todo el imperio británico, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, India, Suráfrica etc. Los efectos de la emigración fueron la válvula de escape que necesitaba la sociedad británica para no explotar en conflictos sociales. Las perspectivas de encontrar trabajo aumentaron para los que se quedaron, como también las posibilidades de encontrar un alojamiento a un precio razonable. Además, la mayor competencia por la mano de obra, obligó a la efectivización y la tecnificación de los medios de producción, subió los salarios, dinamizo el mercado y proporcionó con el tiempo mejor condiciones de vida a los que se quedaron.
En Suecia vemos algo muy parecido durante el siglo XIX. Es el mismo proceso económico que comienza con la rápida subida demográfica que obliga a la emigración, en el caso de Suecia, preferentemente a Estados Unidos, llegando a alcanzar cotas importantes. La emigración masiva desde Suecia entre 1840 y 1890 tuvo un impacto profundo y de largo alcance en el desarrollo de la sociedad sueca en las décadas posteriores. Esta ola migratoria, en la que aproximadamente 1,3 millones de suecos participaron, fue motivada, al igual que la británica, por factores económicos, sociales y demográficos, y las consecuencias de este fenómeno afectaron a Suecia en múltiples formas. Una de las consecuencias más importantes fue el incentivar un proceso de industrialización. El país comenzó a depender menos de la agricultura y más de la manufactura y la industria. Al reducirse la presión sobre la tierra, las reformas agrarias pudieron llevarse a cabo más fácilmente. Esto permitió la consolidación de las propiedades agrícolas, el aumento de la productividad y la modernización de las técnicas agrícolas.
También en política tuvo la emigración efectos palpables, poniendo de manifiesto la necesidad de reformas sociales y políticas para evitar que más suecos abandonaran el país. El gobierno sueco, influenciado por los cambios en el pensamiento político que llegaban de Estados Unidos, comenzó a implementar reformas democráticas, como la ampliación del derecho al voto, mejoras en la educación y mayor representación política. Bueno, pues así queda explicado es “push” que no fue otro que el rápido aumento de la población con la falta de recursos que esto representó, al no seguir la producción el mismo ritmo que la natalidad y la esperanza de vida. El “pull” lo ofrecía Estados Unidos, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, la India y África. Lugares abiertos a la emigración europea en aquellos tiempos.
Regresemos ahora a lo que nos ocupa en realidad, las migraciones actuales y su aceptación o no, en las sociedades receptoras, y el efecto que estas migraciones pueda tener en los países de origen, así como en los receptores. Para explicar el efecto llamada se suelen emplear la natalidad, por tanto, la demografía, tanto de los países receptores como de los emisores. Si empezamos en África, podemos ver que, por causas parecidas a las que se daban en Europa en el siglo XIX, la población africana, que a principios del siglo XX estaba estimada en alrededor de 120 millones de personas. Aumento hasta llegar a finales de siglo a aproximadamente 800 millones de personas. Este crecimiento fue impulsado por la alta natalidad y la disminución de la mortalidad, a pesar de desafíos como las guerras y las recurrentes crisis de salud. Las proyecciones indican que la población africana seguirá creciendo en el siglo XXI, con una expectativa de que África sea la región con mayor crecimiento poblacional en las próximas décadas. El problema sigue siendo, el desigual desarrollo, los conflictos armados y, en la actualidad, también el cambio climático.
A lo largo del siglo XX, la población de Asia creció de manera significativa. A principios del siglo, Asia tenía una población estimada de aproximadamente 950 millones de personas. Para finales del siglo XX, esa cifra había aumentado a cerca de 3.6 mil millones de personas. La situación de Asia es diferente a la de África, pues tiene amplias zonas de rápido desarrollo, en parte parecidas a las que Estados Unidos y Australia, por poner dos ejemplos, ofrecían en el siglo pasado. El efecto “push” es más bajo que lo que se puede ver en África.
Otro de los continentes a analizar sería toda América Latina. A principios del siglo XX, la población de América Latina rondaba los 100 millones de personas. Para finales del siglo XX, esta cifra había crecido a aproximadamente 600 millones. A pesar del crecimiento económico en algunos países de la región, América Latina sigue enfrentando desafíos relacionados con la desigualdad económica, la pobreza y el acceso desigual a servicios básicos. Para miles de latinoamericanos los Estados Unidos siguen representando “la tierra prometida” hasta el punto de que muchos están dispuestos a arriesgar sus vidas para pasar la frontera, de la misma manera que miles de africanos y personas del medio oriente ponen sus vidas y las de sus hijos en peligro para, con la interesada ayuda de las mafias, llegar a algún puerto comunitario. Lo estamos viendo en todos los países mediterráneos y ahora también en Canarias.
Hay quien dice que lo mejor sería abrir las fronteras y dejar que los flujos migratorios se regulen por si solos. Sí, pongamos por caso, Suecia decidiese abrir sus fronteras a todo aquel que quisiera migrar a este país, las condiciones del efecto “pull” que pueda haber, como los servicios sociales, la educación, la vivienda etc. se verían afectadas de manera que este efecto “pull” desaparecería, al dejar de ser atractivo. Los que preferirían una política de puertas abiertas suelen defender la tesis de que la población sueca está disminuyendo continuamente, por motivo de una baja natalidad y que la longevidad que estamo0s alcanzando hace imposible costear las pensiones de tanta gente, así como ofrecer los servicios necesarios a la población envejecida. Esto es una verdad con muchos matices. El envejecimiento de la población no necesariamente significa un declive en la productividad. Con mejoras en la salud y el bienestar, las personas mayores pueden contribuir más tiempo al mercado laboral y de formas valiosas en la sociedad. Europa puede implementar políticas que fomenten el crecimiento de la población nativa, como incentivos económicos para las familias, mejoras en la infraestructura para el cuidado de los niños y mejores equilibrios entre el trabajo y la vida personal, que permitan a las familias tener más hijos. No hay, por tanto, una única solución para los desafíos demográficos que enfrenta Europa. En lugar de centrarse únicamente en la inmigración, es necesario un enfoque multifacético que incluya políticas para aumentar la tasa de natalidad, mejorar la integración de los inmigrantes existentes, incentivar la productividad económica y asegurar un envejecimiento activo.
Entonces, ¿qué les decimos a todos esos partidos xenófobos que extienden sus bulos por los medios de comunicación, las redes y los foros? Yo les diría que la inmigración debería basarse en la cooperación mutua y el respeto por las diferencias culturales, no en la idea de que unos grupos de personas son sustitutos de otros. Los inmigrantes deben ser tratados como individuos que contribuyen activamente a la sociedad, no como una solución demográfica impuesta. Yo veo el concepto de «reemplazo» de una población, como un enfoque deshumanizante, tanto para las personas autóctonas como para los inmigrantes, ya que trata a los seres humanos como simples números en una ecuación demográfica, sin tener en cuenta sus derechos, culturas e identidades. Necesitamos un enfoque más integrador que promueva la integración social y cultural de los inmigrantes en lugar de ver la inmigración como un mero reemplazo de la población. El énfasis debe estar en una política de inmigración que valore la inclusión, el respeto mutuo y el enriquecimiento cultural, en lugar de en un cambio demográfico forzado o inorgánico.
¿Cómo queda el balance de las migraciones, si miramos en el espejo que nos ofrece la historia? Yo empezaré por los efectos positivos. Los inmediatos son por ejemplo que los migrantes pueden llenar vacantes en sectores que enfrentan escasez de mano de obra, desde trabajos altamente cualificados hasta empleos no cualificados. Aquí en Suecia tenemos en la actualidad una gran cantidad de técnicos informáticos indios, trabajando en las empresas suecas. También tenemos, por otro lado, muchos obreros trabajando en el cuidado de los ancianos. En el ámbito de la cultura, la llegada de migrantes puede enriquecer la vida cultural y social de un país, introduciendo nuevas tradiciones, perspectivas y formas de arte, por no hablar de la comida. Cuando yo llegué a Suecia, en 1970, la oferta en restaurantes era muy limitada. Una cosa que se suele olvidar en el recuento es el impacto económico de la inmigración en el consumo pues, los inmigrantes contribuyen al crecimiento económico mediante el aumento del consumo de bienes y servicios.
Aún sabiendo de todos los efectos positivos de la inmigración, hay que ser conscientes de los problemas que, con toda seguridad, van a producirse, al menos, en un principio, ya que, el aumento de la población ejerce siempre presión sobre infraestructuras, servicios públicos y viviendas, especialmente en áreas urbanas. Además, la llegada de un gran número de inmigrantes puede incrementar la demanda de servicios sociales y de bienestar, a veces superando los recursos disponibles. Apreciables son igualmente las diferencias culturales y lingüísticas que dificultan la integración y, en algunos casos, dan lugar a tensiones y conflictos sociales. Aunque erróneamente, los inmigrantes son percibidos por algunos, y en especial por aquellos ciudadanos que carecen de una educación especifica, como competidores por empleos y servicios, generando resistencia y xenofobia. En este rio revuelto de los miedos y el rechazo, pescan los partidos xenófobos muchos votos.
Los niños que van agarrados a su cuerda no piensan en estas cosas. Para ellos, el que haya muchas etnias juntas, muchos colores de pelo y de ojos, muchos tonos de piel, hasta muchos idiomas, es completamente normal. Aunque muchos xenófobos quieran acabar con la lógica que siempre ha imperado, desde que hay seres vivos en el mundo, que todos se van allí dónde tienen buenas posibilidades de vivir una vida digna y huyen de la pobreza, la hambruna, las guerras, el mal clima, y todo aquello que hace la vida imposible o muy penosa, siempre serán una minoría, porque los humanos somos bastante inteligentes. No por nada se nos ha dado el nombre de Homo Sapiens. Siempre repito como un mantra que, los árboles tienen raices, los humanos, pies. El día 16 hablaré con Ylva Johansson, nuestra comisaría europea de Asuntos de Interior desde 2019 en la Comisión Von der Leyen. Me han invitado a dos días de conferencias, como miembro del consejo de integración e inclusión de Lund, y tengo preparadas muchas preguntas sobre inmigración. Ya os iré contando.
Primero de septiembre, un día que marca un cambio, llega la melancolía. La naturaleza misma entra en un período de declive; las hojas caen, las plantas se marchitan, y hay una sensación general de que todo se prepara para el otoño y el descanso invernal. la reflexión sobre el paso del tiempo y lo efímero de la vida induce a la melancolía. En septiembre, el verano se despide lentamente y da paso al otoño, con sus hojas doradas y su brisa fresca, su riqueza en colores nostalgia y esperanza, melancolía y anhelo. Estamos en medio del Fructidor de los revolucionarios franceses, cuyo calendario nos viene como anillo al dedo aquí en Escania. Ayer me comí la mejor pera del mundo, el tomate más sabroso, me comí una manzana crujiente y jugosa, con un aroma fresco, ligeramente floral. ¡Los perfumes del otoño! El jardín, que era todo color, sigue siéndolo, pero añade la fragancia de las frutas y las bayas, y se percibe ahora por los cinco sentidos.
Marca este día el retorno a la actividad política, las reuniones, los mítines, los escritos, las propuestas, las votaciones. Sube el pulso, como en una carrera de fondo. Sube la temperatura en las discusiones, se vuelve a afilar la oratoria, se afilan los argumentos. La política es una arena donde nos encontramos a través de las generaciones, sin problema, sin prejuicios. Aquí vale la experiencia y también se valora la frescura y la inquietud de los jóvenes. Dentro de pocas horas me encontraré con todos mis compañeros de partido y será como volver a empezar. Y, como Cervantes dejó decir a Don Quijote: “Y así, me voy por estas soledades y despoblados buscando las aventuras, con ánimo deliberado de ofrecer mi brazo y mi persona a la más peligrosa que la suerte me deparare, en ayuda de los flacos y menesterosos. «[1] Porque, en realidad, los políticos somos una especie de caballeros andantes que van por el mundo pensando que van a darle voz a los que no la tienen y mejorar el mundo, cada uno con su visión tan personal de los que es bueno y lo que es malo, y todos somos legos, amateurs, aficionados. No hay una carrera explicita para políticos; somos profesores, médicos, ingenieros, oficinistas, militares, dentistas, estudiantes, panaderos, cómicos, y un largo etcétera. Lo único que llevamos todos es nuestro sentido común y una cierta sensibilidad para desear una sociedad justa para todos. Aquí me refiero a los políticos de todos los colores, de todas las ideologías, la diferencia radica solamente en como llegar a ese estado de justicia y bienestar, ahí nos distinguimos los unos de los otros. Antiguamente, los partidos representaban “partes” de la sociedad, con intereses específicos; agricultores, rentistas, trabajadores, comerciantes y demás, pero hoy tenemos rentistas de izquierdas y trabajadores de derechas pues más bien es la idea de la sociedad y no solamente los intereses económicos o de clase, los que definen la tendencia política que cada uno elige.
No puedo negar que los políticos somos una minoría. Como político, me refiero a aquellos que se interesan por la política y pertenecen a algún partido, Aquí en Lund no llegamos al millar, contando los afiliados a partidos, y unos 150 los que tenemos algún cargo político, es uno de cada mil habitantes. Naturalmente, hay una cantidad mucho mayor de aquellos que tienen opiniones políticas, sobre todo, cuando una decisión tomada se considera perjudicial o contraria a como ellos piensan que se debería haber decidido. La gran mayoría, vive sus vidas de espaldas a la política, aunque saben muy bien que esas vidas siempre están condicionadas por decisiones políticas. Yo considero que se puede culpar a los medios de comunicación de esta falta de interés por lo político. No quiero refunfuñar y aún menos decir que todo era mejor antes, porque hay que tener en cuenta que las audiencias actuales son mucho más diversas, en términos generales. Además, la aparición de medios digitales y plataformas en línea permite que las personas accedan a una amplia gama de fuentes de información, lo que presiona a los periódicos a ser menos partidistas para no perder relevancia y audiencia. Hay una cacofonía de noticias que entretienen y distraen pero que raramente profundizan. Lo único que se me ocurre, para promover el interés por la política, es fomentar la formación democrática desde la escuela.
Quizás tan importante o más como la formación política, debe ser la formación agrícola. Parecerá un poco fuera de contexto, pero yo creo que uno de los males de los que la sociedad adolece es el estar cada vez más alejados de lo esencial, de la tierra y de lo que nos da vida. Todos comemos, todos bebemos agua, pero pocos jóvenes urbanitas (una mayoría en nuestras sociedades occidentales) conocen como funciona el milagro de la vida, exceptuando explicaciones teóricas que se estudian en las aulas y se muestran en forma grafica en los libros. Me parece poco y completamente insuficiente. A mi parecer, sería necesario educar a los niños, ya desde muy tierna edad, en como funciona la vida en su forma más práctica; tocando la tierra, sembrando semillas, regando, viendo crecer los brotes, limpiando de malas hierbas, podando, protegiendo y finalmente cosechando. Este proceso, sencillo y en pequeña escala, debería estar al alcance de todas las unidades escolares, desde párvulos hasta el bachiller. Los valores que se adquieren sobrepasan el conocimiento del proceso biológico, facilitando la colaboración entre alumnos.
No me lo “saco de la manga”, así porque sí. Esto ya existe, aunque en pequeña escala y en ciertos centros educativos, sobre todo en los que aplican las pedagogías Montessori o Waldorf. Aquí en Suecia y concretamente en Lund, tenemos además algunas escuelas asociadas a una red que llamamos “Gröna skolgårdar” (patios verdes) que también intentan fomentar la formación agrícola dentro del currículo. La formación agrícola permite a los alumnos comprender mejor los ciclos de la naturaleza, la importancia de la biodiversidad y cómo sus acciones impactan en el medio ambiente, fomentando una mayor conciencia ambiental y responsabilidad hacia la conservación del planeta. Los alumnos que participan desarrollan una apreciación y respeto por la naturaleza, que los lleva a comportamientos más sostenibles y una mayor disposición para participar en actividades de conservación y protección ambiental.
Aprender sobre agricultura enseña a los estudiantes de dónde provienen los alimentos necesarios para nuestra existencia, los procesos que están involucrados en su producción y hasta la importancia de una dieta equilibrada. Además, podrían llegar a cultivar sus propios alimentos, para una comprensión más profunda de la nutrición y la salud, y, por consiguiente, desarrollar hábitos alimenticios más saludables, y aprender a valorar los alimentos naturales y locales. Tampoco podemos olvidar los valores estéticos y físicos que se alcanzan, simplemente moviéndose por el campo.
No se trata de dejar a un lado los conocimientos teóricos, al contrario. La agricultura incorpora conceptos de biología, química, física y matemáticas. Por ejemplo, los estudiantes pueden aprender sobre el ciclo de vida de las plantas, la fotosíntesis, el equilibrio de nutrientes en el suelo y las fórmulas para calcular la distribución de agua en los cultivos. La formación agrícola proporciona un contexto práctico para aplicar conocimientos científicos y matemáticos, haciendo que estas materias sean más atractivas y relevantes para los estudiantes. La agricultura enseña habilidades prácticas como el cultivo de plantas, la gestión del suelo, el riego y el uso de herramientas agrícolas. También abarca técnicas avanzadas como la agricultura sostenible, la permacultura y la agroecología.
Los alumnos adquieren habilidades útiles y transferibles para aplicar en sus hogares para el resto de sus vidas. Esto es particularmente valioso en áreas rurales donde la agricultura es una parte significativa de la economía local, realzando la importancia de esta actividad y dando valor a la contribución que estas regiones, como por ejemplo Extremadura en España o Escania en Suecia, hacen al conjunto del país. Muchas actividades agrícolas, como la preparación del suelo, la siembra y la cosecha, requieren colaboración y trabajo en equipo. Los alumnos aprenden a planificar, comunicarse y trabajar juntos para lograr un objetivo común. Fomentar el trabajo en equipo y la colaboración ayuda a desarrollar habilidades sociales, construir relaciones interpersonales y mejorar la capacidad para trabajar efectivamente en grupo.
Los alumnos desarrollan una mentalidad de autosuficiencia y resiliencia, aprendiendo a resolver problemas y adaptarse a las circunstancias cambiantes. Aprender habilidades agrícolas puede capacitar a los estudiantes para cultivar sus propios alimentos, lo cual es un paso hacia la autosuficiencia. Esta formación puede también inspirar a los alumnos a considerar oportunidades de emprendimiento, como puede ser fundar un huerto urbano, vender productos agrícolas locales o desarrollar soluciones innovadoras para problemas agrícolas. Promueve, sin duda, una mentalidad emprendedora e innovadora, alentando a los estudiantes a pensar de manera creativa y a explorar nuevas oportunidades económicas.
Por último, trabajar con la tierra y las plantas tiene beneficios psicológicos comprobados, como la reducción del estrés, la mejora del estado de ánimo y el aumento del bienestar general. La participación en actividades agrícolas puede ayudar a los alumnos a desarrollar una mejor salud mental, ahora que tanto se habla de la proliferación de problemas mentales en los jóvenes, promoviendo la paciencia, la atención plena y proporcionando una mayor satisfacción personal. La agricultura requiere esfuerzo físico y dedicación, lo cual enseña a los estudiantes el valor del trabajo duro y el esfuerzo humano necesario para producir alimentos, lo que inculcaría una ética de trabajo duro y una mayor apreciación por el trabajo de los agricultores y otros trabajadores del sector agrícola.
En mi paseo de hoy trato de comprobar si puedo encontrar rastros de este tipo de educación. En mi trabajo político, en el consejo de educación de Lund, tengo como uno de mis objetivos, el promover la formación agrícola en las escuelas. Encuentro bastantes problemas que no son fáciles de resolver. Se trata, por ejemplo, de problemas relativos a la actividad durante las vacaciones. Para tener una continuidad se requiere contar con personal adecuado durante todo el año. Parece que voy encontrando apoyos en algunos partidos. Los que no me apoyan, intentan hacer ver que la escuela obligatoria tiene un fin declarado en la legislación vigente y en los planes de estudio, que no prevén este tipo de formación. Yo suelo argumentar que solo es una cuestión de interpretación. Lo importante es que la escuela pueda dar los conocimientos y habilidades necesarios, el cómo, es algo que está abierto a diferentes métodos. Pienso que podemos llegar a algún tipo de colaboración en este sentido con las ciudades jardín, como la mía, donde tenemos terrenos que podíamos poner a disposición de las escuelas, teniendo en cuenta que las escuelas están repartidas de forma que, siempre hay una ciudad jardín en su proximidad. Estoy formulando un escrito para presentar en la reunión de mañana, aunque no se discutirá hasta octubre. Las cosas de palacio van despacio, como sabemos.
Yo estoy en plena campaña de recolección de manzanas. Es una campaña muy larga, que comienza a finales de agosto y se extiende hasta finales de noviembre, dependiendo de la variedad. Las manzanas de mi jardín son de tres clases diferentes, algunas para consumo fresco y otras para secar y usar en las comidas. Hay que estar atento e ir cogiéndolas según maduran, porque, si estoy dos días sin recoger, tengo decenas en el suelo, y no me gusta que se pierdan. Mis ciruelas las recojo en agosto y principios de septiembre, pero ya me quedan pocas en el árbol. Las frambuesas ya se acabaron. Me quedan, además de manzanas y ciruelas, peras y moras. Mientras voy recogiendo, como alguna. A cada bocado, el jardín parece cobrar más vida. Las manzanas crujientes ofrecen un estallido de frescura con su dulzura equilibrada y un toque de acidez que despierta los sentidos. Las peras, por otro lado, dejan un susurro de miel en el paladar, suaves y dulces, con una textura granulada que se derrite en la lengua. Las moras, las voy recogiendo según maduran, con mucho cuidado para no pincharme, me las voy comiendo y muy pocas llegan a la cocina, y las que llegan, se convierten en mermelada, para el invierno. Mermelada haré también de los tomates que no me pueda comer. Este año ha sido un buen año de tomates, que planté a primeros de mayo y han crecido “a golpes de sol y de agua” como dice la canción. De las bayas del sauco haré una bebida muy refrescante que se puede beber con las comidas.
Mi jardín no es un lugar cualquiera, es una experiencia para todos los sentidos, una sensación permanente de “Feng Shui”, equilibrio y armonía. Los colores, los aromas, los sabores, todo se combina para crear un rincón de paz y bienestar. Bajo la sombra de los árboles frutales, el tiempo parece detenerse y puedo disfrutar del simple placer de existir, rodeado de la generosidad de la tierra y las maravillas de la naturaleza. Y así, en cada fruta, en cada flor, encuentro el recordatorio de que la belleza y la dulzura de la vida están siempre al alcance de la mano, listas para ser saboreadas y apreciadas en su más pura esencia. Todos deberíamos estar en contacto directo con la naturaleza.
Resulta que ayer fue el día más caluroso de este verano, 31 grados, que es el récord de un 29 de agosto. Era una sensación rara. Yo iba por la calle y me parecía que andaba por Barcelona, solo que el paisaje era un poco diferente. Hoy no me he limitado a pasear, sino que he salido a correr, animado por el buen tiempo y por el saber que dentro de menos de un año, correré la media maratón de Broloppet (la carrera del puente), esa mítica carrera, que se corrió hace 25 años, con motivo de la inauguración del puente que une Dinamarca con Suecia por el Sund. Es, como ya sabéis un puente de 13 kilómetros, que desaparece bajo el mar, como por magia, en un túnel de 4 kilómetros. Saldremos del aeropuerto de Kastrup, en Dinamarca, que está junto a la entrada del túnel y correremos hacia Malmö, en Suecia. En total correremos 21,1 kilómetros, distancia que yo he corrido muchas veces de joven, pero que ahora me resulta muy larga, hace unos meses, casi imposible.
Cuando salgo a correr me doy cuenta de que existo. Corro, luego existo, diría yo, parafraseando a Descartes, y, aunque parezca una tontería, es así. No es que yo no exista cuando voy paseando, pero me siento invisible y no es nada que yo me invente, parece que nos pasa a todos, con la edad. Yo recuerdo perfectamente que, antaño, cuando yo iba por la calle, encontraba miradas o me sabía observado por otros. No era, como ahora, un ser anónimo que pasa completamente desapercibido. Con la edad, mi presencia ha ido debilitándose, borrándose, hasta hacerme, prácticamente invisible. Hablando con otra gente de mi edad, me dicen que también lo sienten así, es una rara sensación de ser un visitante invisible, casi un fantasma, que se desliza por las calles. Pero al correr es completamente diferente. Parece que mi apariencia gris trasparente, de pronto, va adquiriendo color, y es descubierta por los viandantes. Los que corren, me miran con caras sonrientes, como pensando – “ahí va uno como yo, sudando y jadeando, pero feliz”. Los que pasean, también me miran, pensando quizás, que ellos también van a salir a correr. Curiosamente, hoy, camino de casa paré en la tienda a comprar leche y otras cosas que necesitaba para hacer la comida y, el cajero, un hombre joven, me dijo – “yo quiero salir a correr contigo. Necesito correr con alguien, porque si no, no me animo”- Una señora de mi edad, que estaba subiendo sus productos a la cinta, nos miró y sonrió.
Debo decir, para no caer en la fácil mentira o exageración, que también me sonríen cuando camino, pero es poco frecuente y, casi siempre, son antiguos estudiantes o colegas, vecinos y gente que conozco de la política o del deporte, o son niños pequeños, que van en su carrito. Estos últimos me descubren siempre, me miran con atención y, si yo les sonrío, me sonríen de vuelta, con sus sonrisas francas, tan adorables. Pero lo normal es que, si voy caminando, soy invisible, para todo aquel que no me conoce o para los bebés., algo que cambia cuando voy corriendo. No sé, hay gente que seguro querrían pasar desapercibidos, como arropados en un manto invisible, pero yo prefiero encontrar una sonrisa en los rostros de las personas que encuentro en mi camino. Aquí viene bien una letra de Joan Manuel Serrat:
“Te podría contar
Que está quemándose mi último leño en el hogar
Que soy muy pobre hoy
Que por una sonrisa doy todo lo que soy
Porque estoy solo y tengo miedo”
Es algo que llevo en auriculares cuando corro; llevo Las canciones que me gustan y esta es una de ellas, que me prepara para el otoño, para el otoño definitivo. Esto de llegar a cierta edad tiene sus cosas buenas y las que son peores. Entre las cosas buenas está la libertad del jubilado, reconozco que esa libertad tiene un gran valor para mí. Entre las cosas malas está el que nadie cuente con uno, lo digo en forma general, pues no puedo quejarme, pero, para muchos, los que pasamos de los setenta, no contamos. Hay también quien piensa que somos un estorbo que solo ocupamos sitio y piden paso. Esto ocurre en la vida académica y en la política. Hay quien habla de “la montaña de carne” refiriéndose a la generación “babyboom”[1] a la que pertenezco sin culpa alguna. La discriminación por edad es algo terrible que, como la vejez misma, les va a aceptar a todos los jóvenes de hoy. Pensando en ello, recuerdo algo que tuve la ocasión de conocer en 1970, cuando yo vivía en un pueblecito llamado Påarp, a diez kilómetros de Helsingborg.
Estaba yo sentado a la mesa de la cocina, desayunando, una mañana de otoño, y vi pasar a un hombre muy mayor. El que yo pensase que era un hombre muy mayor hay que verlo a la luz de mi juventud, claro. Ahora sé que ese hombre tenía entonces 85 años. Me llamo la atención su largo pelo blanco e igualmente larga barba, que volaban al viento, mientras el pedaleaba en su vieja bicicleta a una velocidad bastante respetable, tan respetable, que al principio creía que iba montado en una moto. Yo jugaba al tenis por las tardes con unos amigos del pueblo y les comenté mi experiencia de esa mañana y ellos me dijeron entre risas que yo había visto al mismísimo “Stålfarfar” (el abuelo de acero). No pensé más en ello, porque ellos no siguieron la conversación sobre este abuelo de acero, pero en 1987, leí en un periódico la noticia de su muerte a los 101 años, y es esta historia la que os voy a contar hoy.
Stålfarfar es el apodo que se le dio a Gustaf Håkansson, un hombre que se convirtió en una leyenda por su increíble hazaña en una competencia de ciclismo a una edad avanzada, concretamente a los 66 años, edad que ahora, a mí por lo menos, no me parece muy avanzada, dicho sea de paso. Gustaf Håkansson nació el 15 de octubre de 1885 en Helsingborg, Escania, en la casa de labor Västra Karaby 21. Trabajó en el campo y era conocido por ser un hombre de gran resistencia y tenacidad. Ya como casado se dedicó a los transportes, pero, la bicicleta, era algo que le apasionaba tanto, que en 1927, a los 42 años, se fue en bicicleta hasta las montañas del norte, una distancia de unos 2.500 kilómetros ida i vuelta. Esto lo hizo él como una pequeña ocurrencia, anónima y personal. El apodo de Stålfarfar, que en sueco significa «Abuelo de Acero», se le dio debido a su impresionante resistencia física, especialmente en el contexto de su hazaña más famosa.
Todo empezó 1951 como una iniciativa propagandística para una fábrica de bicicletas y de armas, Husqvarna que junto con el periódico Stockholmstidning y en colaboración con la federación de ciclismo de Suecia ideó una carrera de fondo llamada Sverigeloppet que, saliendo de Haparanda, en el norte de Suecia, llegaría a la meta en hasta Ystad, la ciudad más al sur de Suecia. La carrera tuvo lugar un total de diez veces entre 1951 y 1965. Los participantes corrian con bicicletas de uso común equipadas con el buje de 2 velocidades Novo de Husqvarna a lo largo de la, casi siempre, fangosa carretera nacional 13, que al sur de Estocolmo se convertía en la carretera nacional 1. La de Stålfarfar comienza en el momento que él, cumplidos los 66 años, decidió participar en esa carrera que atravesaba Suecia de norte a sur, cubriendo una distancia de aproximadamente 1,760 kilómetros desde Haparanda a Ystad, el mayor trayecto entre ciudades Suecas, una distancia solo 101 kilómetro más corta que la distancia entre París y Cádiz, para que os hagáis una idea.
Debido a su “avanzada edad”, los organizadores del Sverigeloppet consideraron que Håkansson era demasiado viejo para participar y lo descalificaron, aduciendo que la carrera estaba reservada para ciclistas de hasta 40 años, sin embargo, él no se dejó desanimar, todo lo contrario. Determinado a demostrar su fuerza y resistencia, decidió realizar la carrera de todos modos, pero de manera no oficial. Para deleite de los periodistas, Håkansson recorrió la ruta de todas formas. Sverigeloppet se llevó a cabo en etapas del 1 al 8 de julio, y mientras los competidores dormían, Håkansson pedaleaba hasta tres días seguidos. Durante la competencia, fue presentado como «Stålfarfar» debido a un personaje de cómic popular en ese momento. Llegando a Söderhamn, después de haber recorrido 780 kilómetros, la policía le exigió que se sometiera a un examen médico, y resultó que Håkansson estaba en buena forma, tan buena, que parecía que tenía 30 años. Después de 6 días, 14 horas y 20 minutos llegó a Ystad, 24 horas antes que el primero de los competidores. Allí, la banda de música de la brigada de bomberos tocó y Håkansson fue llevado en volandas. Al día siguiente, se reunió con el rey.
Lo bueno del caso es que, el abuelo de hierro no tenía suficiente dinero como para pagarse un viaje en tren desde Helsingborg a Haparanda, así que, ni corto ni perezoso, se fue en bicicleta. Salió con buen tiempo, el 3 de junio. Al llegar, le negaron el dorsal y él se hizo uno y le puso la cifra 0 y con este dorsal y de muy mala leche, cruzó toda Suecia. Salió un minuto después del último ciclista, pedaleando tras él. Justo antes, se había reconfortado con un par pastas y una gaseosa.
Los periódicos se dieron cuenta de la historia de este excéntrico viejo al poco de comenzar la carrera, y comenzaron a seguirle con más interés que el que mostraban a la carrera en sí. Y, es que él les daba material cada vez que le entrevistaban, como después de su llegada a Umeå, tras 430 kilómetros, cuando les dijo a los periodistas que pensaba continuar. — No, solo necesito dormir cuando estoy cansado, y yo aún no estoy cansado — le dijo al reportero del periódico Expressen. La verdad es que él no iba muy deprisa, se ha calculado que iba a unos 15 kilómetros a la hora, pero compensaba al no parar para dormir. Cubrió el recorrido de 1764 kilómetros desde Haparanda hasta Ystad, en 6 días, 14 horas y 20 minutos, aproximadamente un día antes que el ganador oficial de la carrera, durmiendo solo un total de 11 horas. El premio al vencedor se lo negaron, pero los periódicos iniciaron una campaña para juntar dinero y tras la carrera le llovieron las ofertas de trabajo, en anuncios y promociones y hasta le pagaron por mostrarse al público en las fiestas de Kivik, un mercado muy popular. Llegó hasta a grabar discos en los que cantaba salmos y otras canciones religiosas. Gustaf siguió dándole a los pedales toda su vida y en 1959 se fue en bicicleta hasta Jerusalén, para ver los santos lugares, como el dijo. Porque, este abuelo de acero, era muy religioso y llevaba siempre su biblia.
Bueno, pues, a lo que íbamos; no hay por que ser invisibles, solo porque pasamos la edad de la jubilación. A este hombre lo conocían bien, aún siendo “tan viejo”, o quizás por ello. Tan fuerte no soy y dormir 11 horas en seis días está muy lejos de mis posibilidades, pero 21,1 km voy a correr el 15 de junio del año que viene, añadiré, por si acaso, eso de “si Dios quiere”, no vaya a ser que…
[1] El ministro de Finanzas socialdemócrata Pär Nuder llamó a los nacidos entre los años 1945-1954 «la montaña de carne»y ahora tenemos un nombre inglés: babyboomers.
Pues, siguen los calores, si señor. Hoy he salido a correr, Sí, a correr, no a pasear, o, sí, a pasear un poco más rápido de lo habitual. Correr es un decir, pero, como marcha, me amonestarían por levantar un pie del piso. Mientras jadeaba como galgo jubilado, me ha venido a la mente que he tenido dos reuniones en lugares muy interesantes. Eso, a propósito de mi anterior entrada sobre la cerveza y otras bebidas. La primera reunión la tuve ya la semana pasada con el grupo al que pertenezco, dentro de mi partido, y que trabaja con la planificación de una estructura energética sostenible, para tratar de parar el calentamiento climático. Sobre esto hay mucho que decir, porque en esta reunión, un político que es agricultor en lo privado, nos estuvo dando la lata con una retahíla endiablada sobre los bienes del CO₂. Ya sabemos que el CO₂ es lo que los seres humanos y animales exhalan como parte del proceso de respiración. Las plantas lo utilizan en la fotosíntesis para producir oxígeno y glucosa, esenciales para su crecimiento. También sabemos que el CO₂ es una parte fundamental del ciclo del carbono, un proceso biogeoquímico que regula la cantidad de carbono en la atmósfera, la hidrosfera y la biosfera. Sí sí, hasta aquí todos de acuerdo, pero, el dióxido de carbono es, al mismo tiempo, uno de los gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera terrestre, calentando nuestro pobre Tellus. Si bien es esencial para mantener la temperatura de nuestro planeta a niveles que permitan la vida, el exceso de CO₂ debido a actividades humanas, como la quema de combustibles fósiles y la deforestación, ha contribuido al calentamiento global y al cambio climático. Además, la mayoría de los expertos están de acuerdo en que su exceso en la atmósfera es una de las principales causas del cambio climático actual. No sé lo que pensaréis vosotros, pero esto es lo que hay. No era de eso de lo quería contar pero, corriendo, se me enredan los pensamientos. Yo lo que quería contar es que, el local donde tuvimos la reunión es de la IOGT:NTO que es una organización sueca de carácter social y de abstinencia, dedicada a la promoción de estilos de vida libres de alcohol y otras drogas. Su nombre completo es Internationella Organisationen av Godtemplare i Sverige – Nykterhetsrörelsens Templare (IOGT-NTO), que en español se traduce como «Organización Internacional de Buenos Templarios en Suecia – Templarios del Movimiento de Abstinencia».
la IOGT se formó en 1851 como una organización de abstinencia total para combatir el alcoholismo y sus efectos en la sociedad. Sus objetivos incluían promover la sobriedad, abogar por reformas legales y políticas, apoyar el desarrollo moral y espiritual de sus miembros, y expandir su misión a nivel internacional para crear comunidades más saludables y justas. Aunque se fundó en los Estados Unidos, la IOGT rápidamente se expandió a otros países, incluyendo Canadá, el Reino Unido y varios países europeos, entre ellos Suecia. En 1906, la organización cambió su nombre a «International Order of Good Templars» para reflejar su creciente presencia global. El objetivo principal de la IOGT en el momento de su formación fue combatir el alcoholismo y sus efectos negativos en los individuos, las familias y las comunidades. En el siglo XIX, el consumo de alcohol era un problema significativo en muchas partes del mundo y no menos en Suecia, y la IOGT se posicionó como una organización que buscaba soluciones a través de la abstinencia. Esta organización tiene unos locales magníficos para reuniones y los alquilan por 100 euros al día a otras organizaciones. Yo pensaba, mientras corría, que debería presentar estas organizaciones, para dar una imagen más completa de lo que significa el alcohol para la sociedad sueca.
La siguiente reunión, la tuve ayer, en un edificio histórico por ser un proyecto completamente fallido, que existe aún en nuestra ciudad, como una especie de museo del “quiero y no puedo” o de la ilusión desmedida de unos cuantos estudiantes sobrios, que creían que iban a poder cambiar las costumbres de los estudiantes de Lund. A este edificio le pusieron el nombre del pionero sueco de la sobriedad y la templanza, Peter Wieselgren. Al ver que era imposible construir un edificio como vivienda de estudiantes, en el que el consumo de alcohol estuviese prohibido, se construyo el edificio, pero pasó a tener otras funciones, entre otras, ser sede de algunas oficinas y aulas para centros de educación de adultos. Yo estuve ayer atendiendo una reunión de presidentes de ciudades jardín, ya que yo presido desde hace dos años nuestro pequeño paraíso urbano.
Aunque entre los estudiantes no llegó a cuajar este movimiento por la abstinencia, no se puede negar que fue muy importante como base de la organización obrera y la democratización de la sociedad. Durante el siglo XIX y principios del siglo XX, el abuso del alcohol era un gran problema en la sociedad sueca, con graves consecuencias para la salud, las familias y la comunidad. El movimiento de abstinencia trabajó activamente para reducir el consumo de alcohol fomentando la abstinencia personal y abogando por leyes y restricciones sobre el alcohol.
El movimiento de abstinencia fue clave para el desarrollo de la sociedad sueca, pues ha tenido una gran influencia en la vida social, política y cultural de Suecia desde mediados del siglo XIX. Este movimiento popular desempeñó un papel crucial en la promoción de reformas sociales y de salud en Suecia. El movimiento contribuyó a la movilización política y fue una fuerza importante en el proceso de democratización de Suecia. A través de su compromiso con los temas sociales y su enfoque en el bienestar de los ciudadanos, el movimiento de abstinencia se convirtió en parte del movimiento popular más amplio, que incluía al movimiento obrero y al movimiento de las iglesias libres, no adscritas a la iglesia estatal protestante. Estos movimientos, en conjunto, desempeñaron un papel central en impulsar las reformas sociales y aumentar la participación política, lo que sentó las bases para el moderno estado de bienestar sueco.
El movimiento de abstinencia fue importante para promover la educación y la cultura en Suecia. Muchas asociaciones de abstinencia establecieron sus propias bibliotecas, círculos de conferencias y eventos culturales destinados a ofrecer una alternativa a la cultura del alcohol, y contribuyó de esta manera a la difusión del conocimiento, creando una base para la educación popular, lo cual fue fundamental para elevar el nivel educativo y la conciencia de la gente. Se trataba de canalizar la atención de los trabajadores hacia la cultura, la lectura, la música, las tertulias, dejando el alcohol fuera de todo tipo de socialización. Sus mayores éxitos los lograron fuera de las ciudades, en los pequeños núcleos de población con una población bastante estable y una gran tradición religiosa. En las grandes ciudades, donde el control social no era tan grande, era más difícil predicar la abstinencia.
Este movimiento ha dejado una gran huella en la política y la legislación sobre el alcohol en Suecia, contribuyendo a la implementación de regulaciones estrictas sobre el alcohol y al establecimiento de Systembolaget, la tienda estatal de venta de alcohol, que se creó para controlar el consumo de alcohol y reducir los daños relacionados con esos productos. Estas regulaciones y estructuras han sido importantes para el trabajo de Suecia en materia de salud pública y han influido en la política del país hasta el día de hoy. El movimiento también ha influido en los valores culturales y las normas suecas en torno al alcohol. A través de su trabajo, el movimiento de abstinencia ha contribuido a una actitud más restrictiva hacia el alcohol en comparación con muchos otros países, lo que, a su vez, ha influido en las normas sociales y actitudes en Suecia. Esta actitud sigue influyendo en la forma en que la sociedad sueca ve y maneja los problemas relacionados con el alcohol hoy en día. Pero, aquí hay una pequeña trampa, diría yo, porque la sociedad sueca se dividió en dos bloques perfectamente perceptibles, para todo aquel, que, como yo, formen parte de ella. Por un lado, están los abstemios, una minoría, pero muy bien representada en la política, y sobrerrepresentada en el parlamento y en todas las administraciones. Por la otra parte, está la mayoría de la sociedad que aún conserva una rara fascinación por el alcohol, presente en todas las ocasiones importantes y uno de los marcadores de estatus en la sociedad. Una persona que lo tiene todo, tiene también unos toneles de una conocida marca de whisky en la propia destilería, el bar de su casa, repleto de botellas de marcas caras y una buena bodega con vinos añejos en su vivienda. Para los estudiantes, es una “necesidad” el poder acceder al alcohol y, en los hogares de estudiantes bajo las “naciones” hay bares donde se sirve alcohol a bajo precio. Muchos estudiantes universitarios llegan a desarrollar una dependencia severa que a veces les puede costar hasta la vida. El alcohol se convierte en un peligro.
El problema es, que cuando las organizaciones que luchaban por la abstinencia lograron conseguir un poder político importante, cayeron en la trampa de creer que todo se solucionaría con la prohibición. Así empezó en Estados Unidos la introducción de la ley seca, la prohibición de producir y consumir bebidas alcohólicas, que tan nefastos resultados dio en su día y aún sigue notándose. La Ley Seca fue el resultado de décadas de activismo por parte del movimiento de templanza en Estados Unidos, que comenzó en el siglo XIX. Este movimiento, compuesto principalmente por grupos religiosos y organizaciones sociales como la Women’s Christian Temperance Union (WCTU) y la Anti-Saloon League (ASL), sostenía que el alcohol era la raíz de muchos problemas sociales, incluyendo la violencia doméstica, el crimen y la pobreza. Durante la Primera Guerra Mundial, el apoyo a la prohibición creció significativamente, ya que muchos consideraban el consumo de alcohol como un despilfarro de recursos y grano, que sería mejor emplear como alimento. Además, el sentimiento antialemán contribuyó a la aprobación de la Ley Seca, ya que muchas cervecerías en Estados Unidos eran propiedad de inmigrantes alemanes. Esta ley se oficializó con la Decimoctava Enmienda a la constitución de los Estados Unidos, ratificada en 1919, y con la promulgación de la Ley Volstead en 1920. Esta última ley definía las bebidas alcohólicas y establecía las reglas para la prohibición y el cumplimiento de la misma. Según la ley, cualquier bebida con más del 0.5% de alcohol era ilegal. Pronto se vio que esta ley sería extremadamente difícil de aplicar. Aunque algunas personas respetaban la ley, muchas otras no. La producción clandestina y el contrabando de alcohol se convirtieron en prácticas comunes. Además, se establecieron bares clandestinos llamados «speakeasies» (fácil hablar) en ciudades de todo el país, donde se vendía alcohol ilegalmente.
Uno de los efectos más notables de la Ley Seca fue el aumento del crimen organizado. Las pandillas y organizaciones criminales se beneficiaron enormemente del comercio ilegal de alcohol. Figuras como Al Capone en Chicago amasaron grandes fortunas y poder mediante el contrabando y la venta ilegal de alcohol. El crimen violento y la corrupción política también aumentaron, ya que muchos oficiales de policía y políticos fueron sobornados para ignorar las operaciones ilegales. La mafia, endémica en Italia, se estableció en Estados Unidos, creciendo entre grupos marginados de emigrantes, generalmente italianos o irlandeses. Ya nunca se pudo acabar con la mafia y aún sigue teniendo el poder de meter su mano en cualquier actividad lucrativa y grisácea que pueda surgir, ya sea la recogida y localización de las basuras, la droga y un sinfín de actividades. Saliéndome un poco del tema del alcohol, es aproximadamente lo que ocurre hoy referente al mercado de la droga, hay gran cantidad de demanda, está prohibida y hay mucho dinero que ganar. Esto es un problema de Estados Unidos, de España y de Suecia, e igualmente en el resto del mundo. La Ley Seca llegó a su fin con la ratificación de la Vigésima Primera Enmienda a la constitución de los Estados Unidos en 1933, que derogó la Decimoctava Enmienda. Esta fue la única vez en la historia de Estados Unidos que se derogó una enmienda constitucional. La derogación fue impulsada en parte por el reconocimiento de los problemas asociados con la prohibición y el deseo de generar ingresos fiscales a través de la venta de alcohol, especialmente durante la Gran Depresión.
Otros países introdujeron restricciones de distintas maneras, siempre con poco o ningún éxito a largo plazo. En el Imperio Ruso, una prohibición del alcohol fue introducida durante la Primera Guerra Mundial en 1914 y continuó después de la Revolución Rusa bajo el gobierno soviético. La prohibición completa terminó en 1925, aunque algunas restricciones continuaron bajo el régimen soviético. La pequeña Islandia fue una de las pioneras, adoptando la prohibición del alcohol en 1915, pero la ley comenzó a ser flexibilizada en 1922. La prohibición del vino fue levantada en 1922. La prohibición parcial en Islandia se relajó en respuesta a la presión internacional, especialmente de España, un importante exportador de vino, que amenazó con dejar de comprar pescado islandés si Islandia no permitía la importación de vino. Noruega impuso también restricciones parciales al alcohol en 1916, comenzando con la prohibición de bebidas destiladas, y luego extendió estas restricciones a otros tipos de bebidas alcohólicas en 1919. Sin embargo, la prohibición total del alcohol nunca se implementó. Las restricciones en Noruega se relajaron gradualmente durante la década de 1920, y en 1927 se permitió nuevamente la venta de bebidas alcohólicas destiladas. Finlandia implementó la prohibición del alcohol en 1919, poco después de obtener su independencia de Rusia, y la mantuvo hasta 1932. La ley seca en Finlandia resultó en un aumento del contrabando y la producción ilegal de alcohol, similar a lo que ocurrió en Estados Unidos. La prohibición fue derogada mediante un referéndum. Durante la presidencia de Plutarco Elías Calles, de 1926 a 1933, México implementó una política de prohibición del alcohol, aunque no tan estricta como la de Estados Unidos. En México, las restricciones se centraron más en la regulación y control del consumo de alcohol en ciertas áreas y bajo ciertas circunstancias.
En Suecia, el 27 de agosto de 1922 y fue un momento clave en la historia del país, al menos, respecto a su política de alcohol. Este referéndum se realizó para decidir si se debía imponer una prohibición total de las bebidas alcohólicas en el país, en un contexto marcado por movimientos de temperancia y preocupaciones sociales sobre el consumo de alcohol. Suecia, como todos los países industrializados, enfrentaba serios problemas sociales y de salud relacionados con el consumo excesivo de alcohol, a partir de su industrialización. Estos problemas incluían altos niveles de alcoholismo, violencia doméstica, pobreza y problemas de salud pública. Durante este período, organizaciones como la IOGT-NTO, iglesias y otros grupos sociales promovieron activamente la abstinencia del alcohol. Estos grupos ganaron una considerable influencia política y social, lo que impulsó la idea de una prohibición total como una solución a los problemas causados por el alcohol. Además, la Prohibición en los Estados Unidos, tuvo un impacto significativo en Suecia. La política estadounidense fue observada con interés por los defensores de la temperancia suecos, quienes esperaban resultados similares en su propio país. Ante la presión de los movimientos de temperancia y la creciente preocupación pública sobre los efectos negativos del alcohol, el gobierno sueco decidió convocar un referéndum para preguntar a la población si apoyaba la imposición de una prohibición total de las bebidas alcohólicas. El referéndum fue de carácter consultivo, lo que significa que no era vinculante y, por lo tanto, no obligaba al gobierno a seguir su resultado. La pregunta que se planteó a los votantes fue si estaban a favor de una prohibición total de las bebidas alcohólicas que contenían más de 2.25% de alcohol. El resultado fue muy ajustado, con un 51% votando en contra de la prohibición y un 49% a favor. La participación electoral fue de aproximadamente el 55%, lo cual se considera relativamente alto para la época y el tema en cuestión. Dado que la mayoría votó en contra de la prohibición, Suecia no implementó una prohibición total del alcohol. Sin embargo, el estrecho margen de la votación mostró que el país estaba profundamente dividido sobre la cuestión del alcohol.
A pesar del rechazo a la prohibición total, el referéndum influyó en la política de alcohol en Suecia. El gobierno sueco, consciente de las preocupaciones sobre el consumo de alcohol, optó por seguir un enfoque regulatorio más fuerte. Esto llevó a la creación de Systembolaget en 1955, un monopolio estatal para la venta de alcohol con el objetivo de controlar el consumo de manera más estricta. Aunque no se implementó una prohibición total, Suecia mantuvo políticas restrictivas en torno al alcohol, como altas tasas impositivas, regulación estricta de los horarios de venta y restricciones en la publicidad de bebidas alcohólicas. Estas políticas han perdurado hasta la actualidad, con Suecia manteniendo uno de los enfoques más restrictivos hacia el alcohol en Europa. El referéndum de 1922 demostró la dificultad de implementar políticas de prohibición total en sociedades donde el consumo de alcohol está profundamente arraigado culturalmente. También resaltó la importancia de equilibrar la regulación del alcohol con las libertades individuales y los derechos personales.
Cuando yo llegué a Suecia, Systembolaget era un lugar que parecía una farmacia o un economato antiguo. Al entrar en sus tiendas había que hacer cola y, al llegar al mostrador, arriba de la caja, había una lamparita roja que se encendía de forma aleatoria y, al encenderse, el cliente que hubiese llegado al mostrador, tenía que mostrar su carnet de identidad o pasaporte. El dependiente miraba entonces el documento y lo comparaba con una lista, “la lista negra” que el tenía sobre los clientes a los que no se les debía despachar. En esa lista entraban todos los que habían sido detenidos por delitos de ebriedad o habían sido denunciados por las autoridades sociales. También se controlaba que el cliente tuviese más de 20 años. Hoy las tiendas del Systembolaget, tres en la ciudad de Lund, están perfectamente surtidas con vinos, cervezas y licores de todo el mundo. Hoy ya no tienen ese carácter lúgubre que tenían en los 60 y 70, y son tiendas de autoservicio. Además, Systembolaget, está obligado a importar todo aquello que los clientes le demanden. Yo no tengo problemas para comprar cualquier producto que me venga en gana, pero el precio es alto, en lo que se refiere a bebidas de una gran graduación alcohólica, pues se pagan impuestos según los grados o porcentaje de alcohol que contengan. Los buenos vinos son bastante baratos, tan baratos o más que en España. El control de la edad es muy estricto y yo veo a hombres barbudos y mujeres casaderas que tienen que mostrar su legitimación pues parecen demasiado jóvenes. A mí no me piden la legitimación ¿Por qué será?
La política para mantener el consumo de alcohol en unos niveles aceptables para la sociedad, es la de altos precios. Para una persona de ingresos medios, consumir alcohol le resulta caro. Una botella de vino de media calidad no cuesta menos de 12 euros. Una botella de cerveza de 33 cl de mediana calidad cuesta 2-3 euros. Una copa de vino en un bar normal o una cerveza, unos 10 euros. Una botella de whisky regular de 75 cl cuesta 40 o 50 euros. El consumo promedio de alcohol es de 8,82 litros de alcohol puro por habitante, de 15 años o más, según las estadísticas de 2022, que son de las que dispongo. Es extraño que se utilice la medida, mayor de 15 años, ya que la edad mínima para ser servido en un bar es de 18 años y para comprar en Systembolaget, 20 años. Si usáramos la medida, mayores de 18 años, que para mí sería la más lógica, tendríamos un consumo que se aproximaría a la de otros países. Si el consumo de alcohol se distribuyera equitativamente entre todos los adultos en Suecia, cada adulto consumiría aproximadamente once copas estándar de alcohol a la semana. Es decir, once copas de vino u once latas de 33 cl de cerveza fuerte, lo cual supera el límite de consumo de bajo riesgo.
Europa es el continente donde el consumo de alcohol es más alto. El consumo promedio de alcohol, medido en litros de alcohol puro por persona de 15 años o más por año, en los países de la UE junto con Noruega y Suiza es de 11,3 litros. Esto es considerablemente más alto que el promedio global de 6,4 litros. España tiene un consumo superior, aunque aquí es muy difícil saber con exactitud porque, gran parte del consumo lo hacen los turistas que nos visitan. Con todo, estamos en 9 litros de alcohol puro, no mucho más que Suecia.
Aunque el consumo está bajando en todos los grupos de edad, en los últimos años, en varios países europeos se han debatido diferentes medidas para reducir aún más el consumo de alcohol. Una de esas medidas es el establecimiento de precios mínimos, es decir, fijar un precio mínimo para las bebidas alcohólicas más baratas. Políticas similares ya existen en Canadá, algunos estados de EE. UU., Rusia, Moldavia, Ucrania y Uzbekistán. El 1 de mayo de 2018, Escocia se convirtió en el primer país de la UE en introducir un precio mínimo de £0,50 por unidad de alcohol (10 mililitros o 8 gramos de alcohol puro). Hay estimaciones que indican que esta reforma, solo en el primer año, debería prevenir 60 muertes, 1,600 hospitalizaciones y 3,500 delitos. Gales e Irlanda tienen planes avanzados para seguir el ejemplo de Escocia. El problema es, que no deberíamos caer en los errores cometidos con las leyes secas. En mi opinión, hay que educar al individuo y dejarle decidir por si mismo, siempre y cuando no signifique una catástrofe nacional. Precisaríamos un nuevo movimiento antidroga, que no veo por ninguna parte. Me refiero a un movimiento social, desde abajo, desde las raíces, que tenga tanta repercusión como el movimiento que quiso contrarrestar las secuelas del alcohol tuvo en su momento.
Y es que, es muy difícil saber exactamente cual es la magnitud de la droga en las sociedades occidentales. Lo que se ha sabido hasta ahora han sido solo la punta de un iceberg, si se me permite la frase vacía. Sabemos lo que descubren las aduanas y la policía, sabemos de casos de muertes, una 1000 al año, solo en Suecia, y las personas que se encuentran en tratamiento o en cárceles u otras instituciones penitenciarias, pero, ¿Cuánta gente se droga? Encuestas se pueden hacer, pero sus resultados tienen un valor limitado. Finalmente, desde el 2014, se ha empezado a controlar de una manera más científica, analizando las aguas residuales, ya que todo lo que entra por la boca, sale por…
Durante siete días, entre el 15 y el 21 de octubre de 2019, la planta de tratamiento de Henriksdal en Estocolmo tomó muestras de agua de las aguas residuales durante 24 horas desde dos de las entradas de alcantarillado en el centro de Estocolmo. El área de captación abarca a los hogares conectados a 850,000 personas de todas las edades que viven en las zonas centrales y del sur de Estocolmo, y a todos los establecimientos, bares, restaurantes, clubes etc. La prueba se realizó de acuerdo con métodos internacionales reconocidos según la EMCDDA, el Centro Europeo para el Control de Drogas y la Adicción, al que están afiliadas más de 70 ciudades europeas, que cada año analizan sus aguas residuales para investigar los patrones de consumo de drogas en las ciudades. Por lo tanto, la prueba de siete días puede compararse con el resto de los países de la UE. Todas las dosis están calculadas según las dosis normales según las medidas estándar de la EMCDDA, es decir, 125 miligramos de cannabis por dosis, 100 miligramos de cocaína por dosis, y 30 miligramos de anfetamina/metaanfetamina. El número de dosis se calcula con un método que tiene en cuenta que los marcadores encontrados en el agua son los que han sido descompuestos en el cuerpo.
La prueba se realizó durante siete días para obtener la cifra más fiable posible sobre los hábitos de consumo de drogas. De media, el estudio encontró que cada día se consumían el equivalente a 255,600 dosis de cannabis, 4,810 líneas de cocaína y 64,443 dosis de anfetamina. Durante la semana, el día en que se consumió más droga en el área fue el martes. Por cada mil habitantes, el martes se consumieron 440 dosis de cannabis, 4.7 dosis de cocaína y 79 dosis de anfetamina. En peso, se fumaron 223.5 kilos de cannabis, con un valor total de aproximadamente 24.6 millones de coronas, durante la semana examinada. Esto muestra que el cannabis es la fuente de ingresos más grande para los traficantes. La cocaína equivale a casi 3.4 kilos y tiene un valor de tres millones de coronas. Se gastaron otros tres millones en 13.5 kilos de anfetamina. Durante la semana antes del pago de salarios en octubre, se gastaron en total casi 31 millones de coronas en drogas en Estocolmo. El precio de la calle para 1 gramo de cannabis se calcula en 110 coronas, para 1 gramo de cocaína el precio es de 900 coronas y para 1 gramo de anfetamina el precio es de 240 coronas.[1]
El problema de la droga está creciendo. No solamente son las drogas comunes, el cannabis, las anfetaminas, la cocaína, la heroína etc. Muchos jóvenes usan cualquier cosa para huir de la realidad. Ahora parece que aquí en Suecia es el óxido nitroso o gas de la risa, el que está de moda. Antes era el gas de los mecheros, y aún antes la inhalación de pegamento, aerosoles, disolventes u otros productos que emiten vapores, para conseguir una euforia temporal, a costa de mareos, percepción distorsionada y, a veces, alucinaciones a costa de problemas graves de salud, incluidos daños en el cerebro y en órganos internos, y a veces, perder la vida. Yo me pregunto que es lo que lleva a esos jóvenes a tratar de huir la realidad. Podríamos decir que, aquí y en casi toda Europa, los jóvenes tienen todo lo que se le puede elegir a la vida. No todos, naturalmente, pero la inmensa mayoría. El problema además va mucho más allá, de ser un problema de higiene social o salud pública. Es también un problema de seguridad. Suecia se ha convertido en poco tiempo en un lugar inseguro, por culpa de las bandas criminales que campean a sus anchas, y viven entre lujo, gracias a su capacidad de violencia. A diario se puede leer relatos de muertes a tiros en cualquier lugar de Suecia, aquí mismo, en nuestra proximidad, en Malmö y Helsingborg, por suerte aún no en Lund, hemos tenido muertes violentas en la que los perpetradores no tenían más de 15 años. Parece ser que las bandas eligen estos jóvenes como torpedos, porque la legislación sueca, solo permite condenarles a penas de unos cuantos meses en casas de corrección de una disciplina muy laxa, y a los dos días están en la calle, cuando no los liberan antes a la fuerza.
En Suecia hemos visto un aumento en ciertos tipos de delitos, como los relacionados con la violencia y las drogas, mientras que otros, como los robos, han disminuido. Los delitos violentos, como agresiones, homicidios y tiroteos, han mostrado un claro aumento. Este incremento ha sido particularmente notable en áreas urbanas y en ciertos barrios. Factores como la actividad de bandas criminales, concentradas en ciertas etnias, conflictos relacionados con el tráfico de drogas y la violencia de pandillas han contribuido a este aumento. Al pertenecer la mayoría de los criminales a etnias específicas, en su mayoría proveniente de el oriente medio, el crecimiento de la xenofobia ha coincidido con un aumento en los delitos de odio y ataques violentos. Las políticas promovidas por partidos xenófobos a menudo buscan limitar los derechos de los inmigrantes o minorías, lo que puede aumentar las desigualdades socioeconómicas y estas a su vez pueden contribuir a un mayor En contextos donde las políticas de exclusión han aumentado la marginalización, se ha observado un aumento en la criminalidad entre las comunidades afectadas. El problema es grande y de muy difícil solución.
Al mismo tiempo, la regulación sueca contra el uso de drogas es una de las más estrictas en Europa. Suecia ha adoptado un enfoque integral y rígido hacia el control de drogas, centrado en la prevención, la restricción y el tratamiento. Es una política de cero tolerancias hacia el uso de drogas. Esto significa que cualquier forma de consumo, posesión o tráfico de drogas ilegales está estrictamente prohibida y se enfrenta a medidas severas. Tanto la posesión como el uso de drogas están penados por la ley, sin distinción en la cantidad o el contexto. Y, al igual que en tiempos de la lucha por el alcohol, había un nombre en concreto, como responsable de esta deriva política, en el caso de las drogas este fue Nils Bejerot (1922-1988), un psiquiatra e investigador sueco, que abogó firmemente por una política de drogas restrictiva y de cero tolerancia. Su trabajo e ideas han tenido un gran impacto en la política de drogas de Suecia. Bejerot realizó una extensa labor de conferencias en todo el país, debatiendo intensamente a favor de la tolerancia cero hacia las drogas y publicó 600 ensayos y artículos de debate, así como una decena de libros sobre el tema. En total, tuvo más de 100,000 participantes en sus cursos de dos días. Durante muchos años, Bejerot dio conferencias en la escuela de policía (más tarde la Escuela Nacional de Policía) sobre temas como el abuso de drogas, los trastornos mentales y la técnica de negociación. Formó a casi todos los policías de Suecia en su día, lo que, junto con sus esfuerzos diarios como psiquiatra, le valió el epíteto de «el médico de la policía». Pero Bejerot fue también “el médico de los políticos socialdemócratas”, que compraron todo el paquete, con las ideas personales de este activo psiquiatra. Y, de la socialdemocracia, fue calando por toda la sociedad sueca hasta hacer que el actual ministro responsable, Jakob Forssmed, cristianodemócrata y ministro de asuntos sociales en el gobierno de Kristersson, en 2023 no quiso ampliar el mandato de la investigación sobre drogas en curso para incluir el análisis de los efectos de la ley y dijo que «la razón es que no tenemos la ambición de despenalizar las drogas para uso personal.» Esto lo dice un ministro que debería saber que, desde que el uso de drogas se volvió ilegal en Suecia en 1988, el uso de estas en la sociedad no ha disminuido sino ha aumentado, al igual que el número de muertes por sobredosis. Según la Oficina Europea de Drogas (EMCDDA), Suecia ha tenido históricamente una de las tasas más altas de mortalidad por sobredosis en Europa y, hasta 2020, ha sido uno de los países europeos con la mayor cantidad de muertes relacionadas con drogas. En 2020, se comunicó que la mortalidad por drogas en Suecia alcanzó 81,5 muertes por millón de habitantes, lo que es más alto que en cualquier otro país de la UE y casi cuatro veces el promedio, según un informe de la EMCDDA con estadísticas de 2018.
La verdad es que es muy difícil opinar sobre la droga. Por una parte, no quiero que los jóvenes usen drogas, porque conozco las consecuencias físicas y morales de los que caen en ese infierno. Pero, al mismo tiempo, pienso que no se puede prohibir sustancias que algunos usan para medicinarse por su cuenta. Sabemos que gran cantidad de los que usan drogas tienen algún tipo de diagnostico cognitivo. La automedicación con drogas entre personas con diagnósticos cognitivos y de salud mental es un fenómeno complejo que puede estar impulsado por el deseo de aliviar síntomas o mejorar la calidad de vida. Es crucial que las personas que luchan con estos diagnósticos reciban un tratamiento adecuado y apoyo profesional para manejar sus síntomas de manera segura y efectiva. Para que estas personas se acerquen a las instituciones que les pueden ayudar, debería quitárseles el sello de delincuentes, por tanto, el consumir drogas, no debería estar castigado con cárcel, en mi opinión.
Tampoco hay que olvidar que el alcohol es también una droga que se usa para automedicinarse, contra la soledad, contra la tristeza, para olvidar, y, a veces contra los males de amores, como en esta letra de Rafael Farina:
Vino amargo es el que bebo,
vino amargo es el que bebo
por culpa de una mujer
porque dentro de mi llevo,
porque dentro de mi llevo
la amargura de un querer.
Por tanto, y para no caer en la trampa de la dependencia, bebo solo cuando estoy alegre. Las penas, se llevan mejor en estado sobrio, se encuentran soluciones y se sigue adelante.
Parece que el calor se quiere quedar aún algunos días en Lund. Eso de la temperatura ideal es muy relativo, porque depende del individuo. A mi personalmente, una temperatura de unos 20-22 grados me parece ideal, quizás por eso me siento a gusto en los veranos de mi ciudad, tan lejos de los calores de agosto en algunas partes del Mediterráneo. Cuando el termómetro marca 28 o 30 grados, siento una sed terrible. No hay nada como el agua para calmar la sed, pero, qué difícil es decir que no a una cerveza bien fría, ¿verdad? Aunque, yo he bajado mi consumo de esta bebida a un mínimo, de vez en cuando, me tomo una cañita. Los días soleados invitan a sentarse en el jardín y disfrutar una cerveza, al poder ser, con amigos, pero en su defecto, solo, también sabe bien.
Andando, andando, voy pensando que Lund tiene una gran tradición cervecera. Es una tradición que podemos seguir hasta la edad media y que contiene muchas historias que hay que contar, muchas de ellas, directamente ligadas a la iglesia o, en fechas más próximas, a la universidad. En general, la historia de la cerveza es muy antigua y al parecer, tuvo su origen allí donde casi todo lo relativo a la cultura, lo tuvo. Se dice que se bebía cerveza, o al menos una bebida basada en los mismos ingredientes, ya hace 7000 años. Esto se puede afirmar porque los arqueólogos han encontrado restos de vasijas de barro y han analizado su contenido, resultando que las vasijas contenían un líquido hecho a base de cereales, es decir, una bebida que definitivamente se asemeja a la cerveza. El lugar de los hallazgos se encuentra en el actual Irak, en la tierra entre los ríos Éufrates y Tigris, Mesopotamia, y el pueblo que hacía cerveza eran los sumerios, ya sabéis, esos que nos dieron la escritura y muchas cosas más. El Himno a Ninkasi, diosa de la cerveza, contiene la primera receta conocida para su elaboración. En Egipto se han encontrado motivos de hace 2500 años que muestran la fabricación de una bebida similar a la cerveza. También se han encontrado textos que muestran que ya desde entonces la bebida estaba sujeta a impuestos.
La historia de la cerveza, aquí en Escandinavia, se remonta a la época vikinga, cuando se bebía hidromiel. Era una bebida que se elaboraba de manera similar a la cerveza, pero se aromatizaba con ingredientes como angélica, mirto o miel, lo que le daba un sabor completamente diferente al amargor clásico que asociamos con el sabor de la cerveza hoy en día. Hidromiel he bebido en Portugal y, no sé qué decir de su sabor, pero a mí me resulta demasiado dulce. En un contexto religioso, el hidromiel se consideraba como transmisor de un poder divino que, a través de su consumo, se transfería a la persona, otorgándole inmortalidad, habilidad poética y sabiduría. Durante mucho tiempo, el hidromiel, mantuvo ese carácter de bebida ritual. Esta forma ritual de beber se mantiene en cierto modo en las formas de brindar; ¡skål!- exclamamos, levantando las jarras o los vasos a la altura del tercer botón del chaleco, nos miramos a los ojos y le damos un buen trago al recipiente, nos volvemos a mirar a los ojos, asentimos y dejamos el vaso sobre la mesa.
El término «skål» proviene del antiguo nórdico «skál,» que originalmente significaba «cuenco» o «tazón.» En épocas medievales y vikingas, era común que las personas bebieran de un cuenco o tazón común durante las celebraciones o reuniones sociales. Estos cuencos solían pasarse de una persona a otra, y beber juntos del mismo recipiente era un signo de confianza y camaradería. De ahí proviene la palabra “lagom” que parece venir de «laget om,» que se traduce como «alrededor del grupo.» Esta expresión se usaba en contextos sociales donde un cuerno, o algún recipiente similar, se pasaba de persona a persona en un grupo, asegurando que todos recibieran una cantidad suficiente, pero no excesiva, para que alcanzara para todos. De esta forma, «laget om» implicaba que había suficiente para todos sin que nadie tomara más de lo necesario. Con el tiempo, «laget om» se fue abreviando y evolucionó fonéticamente hasta convertirse en «lagom», un concepto que refleja una filosofía de vida basada en la moderación y la sostenibilidad, evitando los extremos en cualquier dirección. Se trata de vivir en armonía y equilibrio. En el contexto del comportamiento social, «lagom» se traduce en no ser ni demasiado extravagante ni demasiado austero. Significa ser lo suficientemente generoso, pero no derrochador; trabajar lo suficiente, pero no hasta agotarse; disfrutar de las cosas buenas de la vida, pero no caer en el exceso. A algunos esta forma de vivir les parecerá aburrida, y muchos suecos lo consideran así, pero, en realidad, a la larga, se comprende que es una norma de vida bastante exitosa en todos los ámbitos.
Pero, las fuentes nos muestran un consumo de cerveza muy poco “lagom”. Así, en las detalladas cuentas del ayuntamiento de Estocolmo, en el banquete anual que se celebraba para festejar la designación de un nuevo consejo y otros funcionarios en servicio de la ciudad, se servían cantidades que hoy nos dejarían perplejos. Según esas cuentas, cada participante bebía alrededor de diez litros de cerveza, y en las celebraciones de los años 1463 y 1468, hasta 14,5 litros. Unas cantidades así solo se comprenden sabiendo que, en aquellos tiempos, la comida era muy salada y condimentada y a veces rancia, por lo que se necesitaba una gran cantidad de líquido para tragarla, apenas había alternativas a la cerveza. No existían bebidas como café, o té, y el agua de los pozos era a menudo imbebible. La leche solo se bebía en verano, cuando las vacas estaban en pacían en el prado. Otra explicación era que contenido de alcohol de la cerveza que se bebía habitualmente era de apenas dos por ciento. Desde una perspectiva histórica, la elaboración de cerveza se ha considerado una tarea femenina, especialmente en las zonas rurales y en las ciudades pequeñas, donde las amas de casa eran responsable de proveer de cerveza el hogar para cubrir las necesidades domésticas. Más tarde, al quedar regulada su producción por el estado, las mujeres siguieron formando parte activa en la producción, siendo un tercio de las maestrías cerveceras, regidos por mujeres.
Los suecos siguieron bebiendo cerveza con una regulación férrea de parte del estado que permitía solamente su elaboración a los gremios, para poder controlar y gravar su producción. El gremio de cerveceros se estableció en Suecia durante el siglo XVII y creció continuamente hasta la década de 1720, cuando contaba con 130 miembros. A finales del siglo XVIII, existían gremios de cerveceros en 17 ciudades de Suecia, pero, la elaboración privada fue socavando el sistema, y en 1828, la Junta Nacional de Comercio anunció que las industrias de la cervecería, la panadería y el matadero ya no estarían sujetas a las antiguas normas y privilegios de la ordenanza gremial. Esto hizo que la fabricación de la cerveza pasase de ser gremial a ser industrial. La liberalización de la producción hacia un sistema capitalista había comenzado y no pararía hasta liberalizar todo tipo de producción. Después de la reforma de 1828 vino la Ordenanza de Fábricas y Oficios y la Ordenanza de Comercio de 1846, iniciado el desarrollo hacia la desregulación del sector comercial. Por último, la ordenanza para la libertad ampliada de comercio, también conocida como la ordenanza de comercio de 1864, fue una reforma legal que se introdujo en Suecia el 18 de junio de 1864, introduciendo la libertad total de comercio. Esta ordenanza abolió la obligatoriedad de pertenecer a un gremio de maestros, la obligación de cooperar y el monopolio de los burgueses propietarios de derechos comerciales. El comercio y los oficios se desregularon tanto en las zonas rurales como en las ciudades, para todas las personas mayores de edad, así como para los menores que obtuvieran el permiso de su tutor, sin importar el género. Esto último, importante, como un primer paso a la emancipación de las mujeres, culminada, al menos formalmente, en 1921, con el sufragio femenino o derecho al voto de las mujeres[1].
La cerveza en los pueblos grandes y las ciudades se bebía en tabernas. La industria de las tabernas no estaba sujeta al sistema gremial ni a la obligación de pertenecer a un gremio, por lo que estaba abierta a las mujeres de manera diferente a muchas otras actividades. Una gran parte de los taberneros en los siglos XVII, XVIII y XIX eran viudas o esposas de campesinos, y la profesión era popular entre mujeres que, por diversas razones, se encontraban en situaciones que les obligaban a mantener a sus familias. Un pequeño pueblo a menudo podía tener dos o tres tabernas. Lund tuvo hasta 30, para una población que creció lentamente de 3000 habitantes al comienzo del siglo XIX a 16.000 el año 1900. La proporción de habitantes por taberna era similar a la de Estocolmo: una taberna por 79 habitantes. Por supuesto, estas tabernas no eran bien vistas por parte de las esposas de los hombres que se dejaban tentar por las tabernas después de una dura jornada de trabajo, como de la iglesia, que intervenía cuando se enteraba de que se vendía aguardiente en los días festivos. Veamos un interior de una de esas tabernas, según nos lo cuenta Bengt Karlsson:
“La taberna en la trastienda del Hotel del Ferrocarril, «Lilla Toddyfabriken» (la fábrica del Toddy)[2] era frecuentada principalmente por trabajadores de la cercanas Holmbergs[3], ferroviarios, mozos de carga de la ciudad y viajeros ocasionales. Aquellos que buscaban una buena porción de comida casera, cerveza bien fría en jarras de hierro fundido y tal vez un aguardiente o un ron con miel rara vez se sentían decepcionados. Muchos jugaban a las cartas, al billar o a los bolos.
La encargada, que atendía el servicio y también actuaba como portera, realmente merecería un capítulo propio. La señora Zaar era descrita como «alta y grande, vestida con botas», una mujer «masculina» con muchas peculiaridades. Una de ellas era colocar una gran cantidad de aguardientes de 5 y 10 öre en una barra del local. Después de la jornada laboral, los hombres entraban – casi en fila – y tomaban su aguardiente antes de irse a casa.[4] La lengua era afilada; si un cliente había tomado uno de más y además caído bajo la mesa, a menudo escuchaba algo como: «¿qué clase de diablo eres tú que no soportas un grog[5]?». Y si la cocinera se atrevía a sentarse un momento, le decían que «una cocinera sentada y una costurera de pie son una abominación para nuestro Señor». El hotel ferroviario cerró finalmente en 1957”.[6]
En el año 1905, había un total de 240 cervecerías en Suecia. Todas las ciudades y algunos pequeños pueblos tenían su propia cervecería. Aquí en Lund se fundó en 1870 Lunds Bryggeribolag, (Cervecera de Lund) que existió hasta 1965. Sus fundadores fueron el agricultor Jakob Magnus Ekström y el comerciante Pehr Larsson. Aquí se fabricaba cerveza a escala industrial desde el principio y el dinero para la inversión venía de la acumulación de capital que la agricultura y el comercio a gran escala proporcionaban en la era de la industrialización. Esa cerveza se consumía en bares (krogar) de los cuales había muchos en una ciudad como Lund. Sabemos la cantidad de cerveza que los suecos bebían en 1909.gracias a la estadística. Según esta estadística, los suecos, bebían 50 litros por habitante, y hay que tener en cuenta que ni los niños bebían ni las mujeres llegaban a ese consumo. En España, según esas estadísticas, no se bebía cerveza, sino que, en su lugar, se bebían 69 litros de vino[7]. Bélgica era un mundo aparte, con más de 200 litros de cerveza por habitante.[8]
Algo que tenemos que tener presente es que, en la fabricación moderna de la cerveza, el hielo es esencial para controlar la temperatura en diversas etapas del proceso, desde el enfriamiento del mosto hasta la fermentación y el almacenamiento, lo que asegura una cerveza de alta calidad. Por tanto, no es de extrañar que la cerveza se consumiese más en países fríos. En España y en otros países mediterráneos, la fabricación de cervezas va de la mano con las fabricas de hielo. Lo que me hace pensar en como se puede dividir el mundo en zonas según las bebidas o productos que se ingieran para conseguir estados de embriaguez o cambio de comportamiento. El vino, la cerveza, el aguardiente, el hachís, el opio, etc. se han empleado a lo largo de la historia para diferentes usos, religiosos y profanos, y forman parte de la cultura de los pueblos. Todos sabemos que el alcohol y otros preparados pueden distorsionar la percepción de la realidad, afectar la visión, el equilibrio y el sentido del tiempo. En muchos casos, ductos provocan sensaciones de euforia y desinhibición, y hacen que las personas se sientan más alegres, confiadas o relajadas. Estos efectos se pueden considerar positivos o negativos, según en que ocasión y en que entorno se consuman. Una conversación filosófica puede beneficiarse de un consumo en su justa medida, «lagom», por así decirlo.
Condicionantes para esta división serían la cultura y tradición, ya que las bebidas y drogas consumidas en una región a menudo reflejan las tradiciones culturales y las prácticas históricas. También condiciona la disponibilidad de ingredientes y las prácticas agrícolas en qué productos están disponibles y sean consumidos en una región. Por último, las creencias religiosas y las políticas gubernamentales pueden limitar o promover el consumo de ciertas sustancias. Por ejemplo, en algunos países musulmanes, el consumo de alcohol está restringido por la ley islámica, mientras que el consumo de hachís es permitido. Dividiendo el planeta en secciones paralelas al ecuador podemos ver que, desde el polo norte, bajando hacia el sur, encontramos primero la zona del aguardiente, en forma de whisky, coñac, aguardiente, etc, fabricados a partir de cereales. En parte mezclado en la zona, llegando hasta el mediterráneo norte tenemos la zona de la cerveza y al sur de ella, todo el mediterráneo, norte y sur, la zona del vino. Al sur de la zona del vino tenemos la zona del hachís, kifi u otra resina estupefaciente y así llegamos al ecuador, para comenzar con las mismas zonas, pero invertidas, así que por ejemplo tenemos vino en Suráfrica y Australia. Estas zonas son extensibles al este y oeste, teniendo productos similares, según las culturas, pero parecidos, en cuanto a la materia prima y la forma de consumo. Por ejemplo, el cannabis se usaba por algunas religiones como enteógeno, entendiendo como tal, una sustancia vegetal o un preparado de sustancias vegetales con propiedades psicotrópicas, que cuando se ingiere provoca un estado modificado de conciencia. Se utiliza en contextos espirituales, religiosos, rituales y chamánicos, además de usos recreativos o médicos particularmente en el Subcontinente indio, donde la tradición continúa. En el continente americano encontramos igualmente la hoja de la coca. El alcohol también es enteógeno. Aquí en Suecia, llamamos al alcohol “sprit” (espíritu) algo que, para mí, lo dice todo.
El vino es “droga” pero también forma parte del ritual cristiano y es parte de la cultura. La cerveza ha sido parte de un ritual, que ahora persiste de una manera un poco inconsciente, como ya expliqué anteriormente, en nuestras fiestas y diversiones cotidianas. Lo de las zonas ha quedado un poco revuelto por efecto de la globalización: ahora se bebe whisky, vino o cerveza en cualquier parte del mundo, y ni siquiera las más obstinadas religiones consiguen parar absolutamente su uso o el uso de las drogas. Ahora me tomo una cerveza a vuestra salud. Skål!
[1] Una forma de sufragio femenino se aplicó por primera vez en Suecia durante la llamada Era de la Libertad (1718-1772), cuando una cierta categoría de mujeres obtuvo una forma limitada de derecho al voto, que luego fue abolida, con la subida al trono de Gustavo III.
[2] Bebida hecha con Whisky, cognac o ron, agua hirviendo, azúcar y limón.
[3] Carl Holmbergs Mekaniska Verkstad, fundada en 1864, indstria del metal.
[4] Tengo un vivo recuerdo de un pequeño bar en un pueblo minero asturiano, en el que en el mostrador había una fila de vasitos de aguardiente, que los mineros bebían antes de irse a la mina, dejando una moneda en el lugar del vasito vacío. Eran los años sesenta y yo iba de viaje con mis padres. Esta imagen se me quedo clavada.
[5] Bebida a base de ponche o ron, con agua azucarada.
[6] Bengt Karlsson, Kaféer,Kondis & Krogar i Lund. Gamla Lunds årsskrift, 1993
[7] Es extraño que no se aprecie el consumo de cerveza en España en 1909, porque en 1908, hay ya instaladas cuatro empresas en Madrid: El Águila, El Laurel de Baco, Hijos de Casimiro Mahou,26 y Santa Bárbara. En Galicia, La Estrella de Galicia, dedicada a la producción de hielo y cerveza rubia etc.
Esta noche me despertaron truenos lejanos y ráfagas de viento aullante, silbando por las rendijas de las ventanas entreabiertas. El tiempo ha refrescado y tuve que levantarme a echar una manta más sobre la cama. Son pequeñas premoniciones de que el otoño viene de camino. Al salir, me pondré un impermeable; paraguas no me sirve, porque el viento lo destrozaría en dos minutos. Tengo pensado hacer la ruta de los monumentos. En esta ciudad, se alzaron monumentos desde comienzos del siglo XIX, sin contar los edificios eclesiásticos. La universidad, el ayuntamiento, organizaciones varias, se lanzaron todos a dejar constancia de su existencia en forma de monumentos. Un lugar repleto de estos monumentos, en forma de bustos y estatuas, son los jardines de Lundagård, que presenté aquí hace muy poco. La parte este de Lundagård, la llamada Tegnérplatsen (plazoleta de Tegnér) está presidida por una estatua de Esaias Tegnér, un famoso poeta sueco del siglo XIX, quien también fue catedrático de griego en Lund y luego obispo en Växjö. La estatua fue erigida en 1853, con medios recaudados entre los ciudadanos, lo que hoy se suele llamar un crowfunding, usando un anglicismo de moda[1]. Esta estatua es la primera que se erigió en Suecia para honrar a una persona que no fuese de familia real y es una de las más antiguas del parque. Aquí se reunían en los 80 y principios de los 90 vociferantes hordas de manifestantes el 30 de septiembre para, según ellos, mostrar sus respetos al rey Carlos XII, que no tenía mucho que ver con Tegnér pero que, habiendo este popularizado la figura del vikingo, contribuyo a crear la imagen, que los ultranacionalistas suecos quieren tener de si mismos, guerreros invencibles, paladines de la raza blanca. Debo decir también, que aquí les esperaban muchos antirracistas, entre los que se encontraban no pocos de mis estudiantes, para darles una buena bienvenida con huevos, tomates y alguna que otra piedra.
También en Lundagård, esta vez al norte, frente al antiguo edificio de la universidad, se encuentra un busto, propiedad de la Universidad de Lund, que representa al arqueólogo Sven Nilsson (1787-1883)[2], quien se dedicó a la investigación racial. Sven Nilsson fue, junto con otros investigadores, uno de los primeros en comenzar a medir cráneos para estudiar las razas. Realizó investigaciones tempranas de cráneos sami que fueron muy significativas para la creación del método de la biología racial. Sven Nilsson fue alumno de Anders Retzius , hijo de Anders Jahan Retzius, quien a su vez fue discípulo de Linneo[3]. Anders Retzius desarrolló en el siglo XIX teorías sobre los grupos de personas de cráneo largo y cráneo corto, que él relacionó con superioridad e inferioridad de las “razas”. En su investigación, Retzius afirmó, entre otras cosas, que la «raza germánica» era superior a la raza sami y la finlandesa, debido a supuestas diferencias en el tamaño de la cabeza. Las teorías y métodos de Anders Retzius fueron la base para la creación del Instituto Estatal de Biología Racial[4], en sueco (Statens institut för rasbiologi), fue una institución de investigación fundada en 1922 en Uppsala. Este instituto es notable por ser uno de los primeros en el mundo dedicado a la investigación racial y eugenesia, un campo de estudio que surgió en el contexto de las teorías raciales y eugenésicas que ganaron popularidad en Europa y América del Norte a principios del siglo XX. Este instituto, tuvo un impacto significativo tanto en la política social sueca como en el desarrollo de la antropología física y la eugenesia como campos de estudio. Sin embargo, sus actividades y métodos han sido ampliamente condenados en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial debido a sus fundamentos racistas y su papel en la promoción de la eugenesia, que a menudo se considera pseudocientífica y contraria a los derechos humanos.
Esta pseudociencia se centró en la antropología física, midiendo cráneos y otras características físicas para clasificar a las personas en diferentes «razas». De manera similar, los nazis también utilizaron estas ideas pseudocientíficas para justificar su jerarquía racial, en la que la «raza aria» era considerada superior. Las investigaciones del instituto sueco, y de otros en Europa y América, influyeron y apoyaron las ideas raciales de los nazis. Hubo intercambio de ideas y datos entre los científicos suecos y los nazis. Algunos académicos del instituto sueco y otros genetistas y antropólogos europeos compartieron conferencias, publicaciones y datos que fueron utilizados por los nazis para respaldar sus propias teorías raciales. Suecia implementó políticas de esterilización forzada[5] en gran medida inspiradas por el movimiento eugenésico global, que también fue adoptado por los nazis en Alemania. Mientras que el programa sueco se centró en la esterilización de aquellos considerados «genéticamente inferiores» o «socialmente inadecuados», los nazis llevaron esto mucho más allá, culminando en el genocidio sistemático de millones de personas durante el Holocausto.
Naturalmente, este tipo de “ciencia” quedó completamente desautorizado tras la caída de los nazis y el conocimiento de sus crímenes. Aquí en Suecia, bajo gobiernos socialdemócratas, siguió funcionando[6], hasta que, en 1959, el instituto fue reorganizado y pasó a formar parte de la Universidad de Uppsala bajo el nombre de «Instituto de Genética», alejándose formalmente de las teorías raciales y centrando sus esfuerzos en la genética moderna. La revelación de sus prácticas, especialmente los programas de esterilización forzada, ha sido un tema de gran controversia y arrepentimiento en Suecia, particularmente a medida que el país ha reflexionado sobre su legado en la era moderna. Pero, este busto sigue aquí, y parece que se encuentra bajo el radar, porque no he visto nunca ni la más mínima pintada, lo que sí he llegado a ver en la estatua de Tegnér y hasta en la de Linneo, ambas pintarrajeadas con las letras BLM y el texto “No nazis”. Lo de BLM se refería al movimiento Black Lives Matter (La vida de los negros importa), movimiento norteamericano relacionado con la violencia extrema con la que los afroamericanos son tratados por la policía.
Yo no tengo nada en contra de estas estatuas o bustos. Me parece que está bien que nos recuerden nuestra historia. Soy completamente contrario a esconder la historia, por muy amarga que sea. Es importante que se expliquen, no deben quedar ahí, anónimas para la mayoría. Yo sigo mi paseo y veo más señores inmortalizados en bronce; historiadores, botánicos, músicos, directores de coros estudiantiles etc. Todos señores, ni una mujer, nada, ni una sola. Es raro, me digo, muy raro. No solo busco al azar, voy a la biblioteca a buscar el catálogo de arte público en la ciudad y no encuentro ninguna mujer representada, cualquiera diría que estoy en terreno talibán.
Tengo que salir de Lundagård y llegar a las puertas de la catedral, para ver una pequeña figura que representa a una mujer, una madona idealizada con un manto por cuyos bordes aparecen cabezas de niños. Esta figura merece ser explicada, porque se trata de algo tan raro como una representación de la virgen ante una iglesia protestante, pero todo tiene una lógica explicación. Esta escultura está aquí desde el 2015, un martes 8 de septiembre, en el mismo día del nacimiento de la virgen María, la escultura fue inaugurada con una peregrinación, repique de campanas, lecturas y bendiciones. La escultura, que se encuentra en la plaza frente a la entrada principal de la catedral, es una llamada Madona del manto protector (Schutzmantelmadonna). Es decir, una escultura en la que la Virgen María protege a todas las personas y todo lo humano bajo su manto. Este motivo proviene de la Edad Media y fue muy común en toda Europa. Curiosamente, al año siguiente, concretamente el 31 de octubre, fecha en la que se conmemoraba el 499 aniversario de la publicación de las 95 tesis de Lutero el 31 de octubre de 1517, dando comienzo a la reforma. En el aniversario, 499 años después, curiosamente no 500, se reunieron dignatarios luteranos y católicos de todo el mundo para una misa ecuménica en la catedral de Lund para comenzar el camino hacia la reconciliación. A la cabeza, el papa Francisco, representante de Cristo en la tierra, y el obispo Munib Younan, presidente de la Federación Luterana Mundial. Este encuentro, que a lo mejor pasará a la historia, fue sido planeado durante varios años y se celebró en Lund porque fue en la catedral de Lund donde se fundó la Federación Luterana Mundial en 1947. Entre los 700 participantes invitados a la misa se encontraban 8 arzobispos, 41 obispos, 2 rabinos, 2 imanes y una serie de otros representantes eclesiásticos. Y aquí entra esta pequeña virgencita, tan políticamente correcta, como parte de la escenificación.
Me digo que tengo que encontrar alguna mujer representada y me voy directo al Parque de la Ciudad, que hoy está bellísimo, todo hay que decirlo, y allí sí que encuentro una mujer y la pobre está desnuda. Claro, me digo. Mujer desnuda, alegoría de algo mitológico, pero no una mujer real. Es más bien la idea de la mujer, que tenían en aquella época. Lo peor es que esa época es demasiado cercana. ¿Qué pasa con las mujeres en Lund? ¿Por qué no ha merecido ninguna mujer ser inmortalizada por sus logros académicos o su importancia en la ciencia, el arte, la música? Esta mujer aquí representada era la esposa del escultor Nils Möllerberg, que la cinceló en 1953. Representa a Pomona, que, en la mitología romana, era conocida por su belleza y su habilidad para cultivar el suelo. Su nombre se deriva de la palabra latina «pomum», que significa manzana o fruta en general. Aunque su culto no era tan prominente como el de otros dioses romanos, como Ceres, Pomona era venerada en festividades específicas, como la celebración dedicada a la cosecha de frutas y la prosperidad agrícola. Yo denominé Pomona a la fiesta que hicimos el año pasado con motivo de los 70 años de la fundación de nuestro poblado jardín. Aunque, no sé yo, lo de Pomona aquí, en el Parque de la ciudad, está bastante rebuscado, porque en este parque no hay ni un árbol frutal, a excepción de algún castaño.
Como político, pienso preguntar en todas las instancias por qué no se han puesto estatuas de mujeres prominentes. No es que no tengamos y hayamos tenido en la ciudad mujeres que se merezcan ser recordadas. Las tenemos y son muchas. Es ridículo que todas las representaciones de mujeres sean alegóricas y estén casi siempre desnudas. También me hace pensar, que aquí hemos invertido el gusto antiguo por el cuerpo desnudo del hombre y los cubrimos púdicamente de la cabeza a los pies, mientras las mujeres, cuyo cuerpo los clásicos denostaban como imperfecto, es lo único que nos interesa mostrar en la escena publica en Lund. Lógica desnudez encuentro ante la entrada del instituto Katedralskolan, un gimnasium en sueco, palabra de la voz griega para el desnudo, γυμνός (gymnós) y gymnasium por tanto, el lugar donde los atletas entrenaban desnudos en la antigua Grecia. Como tal, a la entrada de este gymnasium vemos a dos jóvenes jugando, parece, al fútbol o algo similar. Pertenecen al sexo masculino, lo que en parte revienta mi teoría, pero la verdad es que, las pocas mujeres representadas en el arte público en Lund, son mitológicas y van desnudas, mientras los hombres son proceres bien conocidos, algunos de dudosa fama o de una ética poco acorde con los valores de nuestra sociedad en este momento. Sepamos que Lund no es una ciudad única en esto de la representación de la mujer, lo mismo ocurre en Malmö, Gotemburgo o Estocolmo y en general en todas las ciudades suecas, aunque en estas últimas ciudades, encontramos alguna que otra mujer, conocida por sus hechos y vestida. En general, la representación de figuras femeninas en el arte público en muchas ciudades, es bastante limitada en comparación con las figuras masculinas. Las discusiones sobre la representación equitativa en las obras de arte públicas están en curso, y hay una creciente conciencia sobre la importancia de incluir a más mujeres y sus logros en el espacio público, pero, y esto es muy preocupante, nada se hace para subsanarlo.
[1] El dinero para la estatua de Esaias Tegnér en Lund se reunió principalmente a través de una campaña de recaudación de fondos en la que participaron estudiantes de la Universidad de Lund. Después de la muerte de Tegnér en 1846, los estudiantes querían conmemorar al famoso poeta y profesor de la universidad, por lo que comenzaron a recolectar fondos. La campaña fue exitosa y recibió apoyo no solo de estudiantes, sino también de profesores y ciudadanos de Lund que querían honrar a Tegnér. La estatua fue esculpida por el artista Bengt Erland Fogelberg y se inauguró el 7 de noviembre de 1853 en Lundagård. Esta iniciativa refleja el gran respeto y admiración que se le tenía a Esaias Tegnér, tanto por su contribución a la literatura sueca como por su papel en la vida académica de la universidad.
[2] Sven Nilsson fue un pionero en los campos de la arqueología y la zoología. Es conocido por su obra «Skandinavisk fauna», un trabajo fundamental en zoología, y por su investigación sobre la prehistoria escandinava, especialmente su teoría sobre los períodos de la edad de piedra, la edad de bronce y la edad de hierro en Escandinavia. Su trabajo ayudó a establecer la base para futuros estudios arqueológicos en Escandinavia. A mí me cae muy simpático este arqueologo/ornitólogo/biólogo porque sostenía que la edad del bronce fue el resultado de una colonización fenicia. En una investigación inspirada por Olof Rudbeck, creía haber encontrado rastros del culto a Baal, y yo mantengo que los fenicios estuvieron al menos en el suroeste de Suecia, como presenté en su día en una entrada, basándome en grabados en las rocas comparados con monedas fenicias. La estatua fue creada por el escultor sueco Kasper Hasselberg y se instaló en Lundagård en 1899, en el lugar en el que aún está presente.
[3] El trabajo de Linneo sentó las bases para el estudio sistemático de la biología y la taxonomía, pero su teoría sobre las razas humanas ha sido superada por una comprensión más matizada y científica de la genética y la diversidad humana. La clasificación racial de Linné, con el homo sapiens eurpaeus Descrito como de piel clara, de temperamento activo, y con una disposición a la libertad. Esta raza se consideraba la más avanzada y civilizada según los estándares de su tiempo. ha sido cuestionada y criticada por sus implicaciones racistas y su falta de rigor científico en cuanto a la diversidad humana.
[4] Aunque a su fundador Herman Lundborg le gustaba decir que el instituto sueco era el primero que se había fundado, Inglaterra, Noruega, Estados Unidos y Rusia ya habían abierto institutos de biología racial, el primero en Inglaterra en el año 1905.
[5] Los programas de esterilización forzada en Suecia se implementaron desde 1935 hasta 1975. Durante este periodo, alrededor de 63,000 personas fueron esterilizadas, muchas de ellas sin su consentimiento o bajo presión, en un intento de mejorar la genética de la población y reducir los costos sociales asociados con las personas consideradas «no aptas». En 1975, Suecia abolió oficialmente estos programas, y en 1999, el gobierno sueco emitió una disculpa pública y ofreció compensaciones a las víctimas de esterilizaciones forzadas
[6] Es importante reconocer que Herman Lundborg fue sucedido en el cargo como director del instituto en 1935 por Gunnar Dahlberg quien, a diferencia de Lundborg, fue muy crítico con la biología racial como método científico. Como resultado, las actividades en el Instituto cambiaron, y la investigación que se realizaba allí se centró en la genética médica y la medicina social en lugar de la biología racial. Pero el caso es que el instituto siguió funcionando hasta el 1959 y las esterilizaciones continuaron hasta el 1975.
Mi paseo de hoy lo hago en bicicleta. Me duele un poco el pie, supongo que, por sobrecarga, y quiero dejarle descansar. Es algo tan sencillo, sacar la bicicleta, montarse y pedalear, que no puedo evitar una sonrisa. Es muy temprano, un sábado de principios de curso, aquí, al menos. Todos duermen, hasta los pájaros, parecen preferir alargar el sueño. Mi gato me despide con una mirada fugaz de sus ojos verdes, tumbado delante de mí puerta, haciendo las veces de guardián.
Enfilo el camino entre los árboles y, al poco, llego al cruce donde tendré que elegir qué dirección tomar. No he preparado ninguna ruta, no he planificado mi paseo de hoy, voy, por así decirlo, al tuntún. Si tiro hacia la izquierda, seguiré el camino de bicicletas que me llevará al pueblo de Södra Sandby, a seis kilómetros de aquí, en dirección este. Desde allí, puedo seguir, virando hacia el sur, subiendo una buena cuesta, hasta el bosque de Skrylle, el bosque que considero mi segunda casa, en el que cada árbol, cada recodo, me trae un recuerdo. Desde allí, si me lo propongo, siguiendo hacia el sur, puedo llegar al pueblo de Dalby, un pueblo con un esplendoroso pasado medieval y una iglesia que alberga la tumba de un rey. Y, desde allí, si el cielo está despejado, podré ver Malmö a lo lejos, al final de una llanura que baja en pendiente hacia el mar. Girando en dirección oeste, siempre por el camino de bicicletas, enfilaré diez kilómetros llanos, en paralelo a la carretera principal que lleva de vuelta a Lund. Es un tramo rápido, pero, los ruidos de los automóviles, camiones, motocicletas, autobuses y tractores, envilecen la belleza de las vistas.
Si tomo a la derecha, desde el cruce al lado de mi casa, seguiré el mismo camino de bicicletas en dirección oeste. Este camino me llevará al centro de la ciudad, desierto a estas horas, hasta que abran los comercios. Podre circular por las calles en solitario, como si todo Lund fuese mío, girar hacia el sur por Södergatan, hacia el Parque de la Ciudad y de allí seguir hasta el Parque de San Lázaro, con su molino, y desde allí enfilar el largo tramo de unos 15 kilómetros, que me llevaría a Malmö, nuestra gran urbe, la ciudad de los parques. Desde el centro de Malmö, siguiendo la costa, por el paseo marítimo, llegaré a mi puerto, donde duerme mi barco, y haré una parada en el club. Me prepararé un café y veré si tengo algo de comer en la nevera. Hablaré con los navegantes de siempre, mis vecinos de amarre, que siempre están allí, y regresaré a Lund, bien entrada la tarde.
Es que, la bicicleta, me da una gran libertad. Pienso que quizás sea una de las habilidades más útiles que he aprendido en mi vida. Andar en bicicleta, junto con la natación y la lectura y escritura, la navegación y algún que otro idioma, forman el núcleo de mi saber. Todo lo demás, son cosas prescindibles. La libertad de movimiento que da la bicicleta es algo impresionante. En teoría, podría trasladarme a cualquier punto de la tierra, con un poco de paciencia y sin mucho esfuerzo (exagero un poco) en cualquier momento. Es un fantástico invento.
El invento de este vehículo tan útil fue tan importante que, con el tiempo, se fueron confeccionando mitos falsos sobre su creación. Uno de los mitos asegura empezó en Francia, en tiempos de la revolución francesa. El celerífero, considerado como uno de los primeros antecesores de la bicicleta, fue inventado en Francia por el conde de Sivrac. Consistía simplemente en un marco de madera con dos ruedas alineadas y no tenía pedales ni dirección. Se impulsaba empujando los pies contra el suelo, como lo hacen los niños de dos o tres años en esas pequeñas bicicletas de juguete. El padre, por así decirlo, del mito, fue el periodista francés Louis Baudry de Saunier en su Histoire générale de la velocípede, 1891, que afirmó que un tal conde de Sivrac, fue el inventor de un vehículo de dos ruedas, propulsado por los pies de quien lo monta, llamado célérifère, mostrando los planos del mismo. En realidad, este mito se difundió para eclipsar la verdadera autoría del invento, que se debía al alemán Karl Drais, en 1817 y fue una forma de revancha contra todo lo alemán, movida por la derrota de 1870, jamás olvidada por los franceses. El mito fue tan potente que se repitió hasta en el álbum de los juegos olímpicos de Montreal, en 1976.
El verdadero antecesor de la bicicleta moderna es la draisiana, también conocida como «máquina de correr», inventada por el barón alemán Karl Drais en 1817. Este fue el primer vehículo de dos ruedas en el que las ruedas estaban alineadas una detrás de la otra. A diferencia del celerífero mítico, la draisiana tenía una rueda delantera que podía girarse por medio de un manillar, para dirigir el vehículo, lo cual era un avance significativo hacia el diseño de la bicicleta moderna. A partir de la draisiana, se desarrollaron otros vehículos de dos ruedas, como el velocípedo de pedales, introducido en la década de 1860 por Pierre Michaux, este sí que francés auténtico, y otros, que finalmente llevó a la creación de la bicicleta de seguridad, que se desarrolló en Inglaterra en la década de 1870. Esta bicicleta Tenía transmisión por cadena y dos ruedas del mismo tamaño. A finales de la década de 1890, la bicicleta estaba prácticamente completamente desarrollada, con buje libre[1], frenos y neumáticos de goma inflables por el veterinario irlandés John Boyd Dunlop que en 1888 probó un neumático de goma inflable en el triciclo de su hijo. Con este invento, la bicicleta estaba lista para convertirse en un éxito mundial. En Estados Unidos se fabricaron más de un millón de bicicletas en 1899.
Durante la década de 1920, las bicicletas se volvieron más baratas. Campesinos, trabajadores, sirvientas y jornaleros, tenían la posibilidad de comprar una bicicleta a plazos. Esto llevó a un aumento de la movilidad en las zonas rurales. Se podía viajar a una localidad más grande para trabajar, comprar, obtener noticias y acudir a la pista de baile en un pueblo cercano. Además, se hizo más fácil desplazarse a trabajos temporales en el bosque o en el campo.
Giro hacia la izquierda. Voy camino de Södra Sandby, siguiendo el camino de bicicletas que reemplazó a las vías del tren de vía estrecha que llevaba de Lund a Revinge, pasando por las canteras de Harderberga. A ambos lados del camino tengo inmensos campos de cereales, ahora recién segados. Arboles frondosos enmarcan el camino. De vez en cuando, me cruzo con algún caminante o con otro ciclista, y nos saludamos con un casi imperceptible movimiento de cabeza o levantando levemente una mano del manillar. Voy dándole las gracias a Drais, Dunlop y también a Sachs, el inventor del buje libre, sobre todo en las cuestas abajo.
Recuerdo que, en mi libro sobre los trabajadores del metal y la organización de su sindicato, que escribí en 1988, con motivo del primer centenario de su organización en Lund, presentaba la dispersión del domicilio de los trabajadores de la fabrica de Karl Holmberg, principal puesto de trabajo en Lund para los obreros del metal. Esta fabrica estaba situada en el mismo centro de la ciudad, enfrente justo de la estación del tren. Lund, que el año 1900 contaba con 16.000 habitantes, no podía surtir a esa fábrica de mano de obra con gente de la ciudad. Era preciso contar con mano de obra liberada del campo por la modernización de este, y las distancias eran tales, que era preciso encontrar medios de locomoción. Pero los trabajadores venían de muchos pueblos pequeños, dispersos alrededor de Lund, algunos, tan lejos como a 12 kilómetros del centro. Pensando en que la jornada laboral en esa época era de doce horas, seis días de la semana, se precisaba de este invento de dos ruedas, para que todo funcionase.
Una bicicleta en esa época podía costar entre doscientas y trescientas coronas, lo cual representaba aproximadamente uno o dos años de salario para un trabajador. Muchos optaban por comprar su bicicleta a plazos, como un trabajador, que cuenta que en 1908 compró una bicicleta que costaba 135 coronas. Con un salario semanal de, como mucho, doce coronas, pagaba diez coronas al mes, mientras que ocho coronas a la semana se destinaban a comida y alojamiento. En 30 ciudades suecas, las bicicletas debían tener una placa de matrícula. Esta normativa existió desde la década de 1890 hasta la década de 1940. En algunas ciudades, el requisito permaneció vigente durante un par de décadas más. Las placas tenían diferentes diseños y series de números, y por ellas, gracias a los archivos tan completos que tenemos en Suecia, podemos conocer el nombre de los primeros ciclistas.[2] La bicicleta era una condición indispensable para encontrar trabajo, en un mundo que estaba cambiando por la mecanización del campo. Recuerdo de pronto la película “El ladrón de bicicletas” de Vittorio de Sica.
El primer ciclista de Lund fue Wilhelm Hedemann-Gade. Su bicicleta era más bien un velocípedo de esos con una rueda delantera grande y una rueda trasera mínima. En 1887, Wilhelm Hedemann-Gade fundó el Club Ciclista de Lund y también creó el Club de patinaje, pero eso es otra cosa. Este deportista impulsó la creación del campo deportivo que tenemos ahora, que data de 1891. Aunque había campos deportivos más antiguos en Malmö, el de Lund es considerado el más antiguo de Suecia que aún está en uso. Hoy en día, no se practica ciclismo ni patinaje allí, pero sí se corre y se salta en lo que al menos los habitantes de Lund de mi edad o mayores llamamos «la Central”. Pensando en este ciclista recuerdo un cuadro que muestra Ramon Casas i Carbó y Pere Romeu en un tándem, que vi en els Quatre Gats de Barcelona[3].
Durante muchos años, los talleres de bicicletas, las tiendas de bicicletas y de accesorios, dominaban el paisaje urbano. No había calle importante sin taller de bicicletas y, un buen mecánico de bicicletas era tan importante como un técnico en informática pueda ser ahora. No fue hasta bien entrada la década de los cincuenta, cuando la motocicleta primero y el automóvil después, consiguieron desplazar a la bicicleta como principal medio de locomoción para los trabajadores. Ahora lamentamos este desarrollo tan nocivo.
El trabajador medio, hasta la irrupción de los vehículos de motor reemplazando a la bicicleta, se movía en unos círculos bastante estrechos que, muy excepcionalmente, solían rebasar los 50 km de radio. Viajes en tren o en autobús se hacían solamente en ocasiones muy especiales. La bicicleta se utilizaba para el trabajo y para el ocio. Recuerdo la imagen de un obrero llevando en la bicicleta a su mujer y a su hija pequeña. La hija delante, en una sillita sujeta al manillar, la mujer sentada en el portapaquetes. Recuerdo también cuando yo, como chaval de diez años, fui a visitar a un pariente en San Fernando de Henares, que trabajaba en la Pegaso y tenía una bicicleta negra y robusta. Yo, que había aprendido a montar en bicicleta en Fuengirola, veranos atrás, pero que nunca usaba la bicicleta en Madrid, me atreví, no solo a montar en esa “gran” bicicleta, sino a llevar detrás al hijo del dueño de cinco o seis años, que disfrutaba con nuestras carreras peligrosas por las calles del pueblo, camino del rio.
Como suele ocurrir, el vehículo ideal para el transporte al trabajo, se convirtió muy pronto en una herramienta deportiva. El director del diario deportivo francés L’Auto, hoy en día l’Équipe, tuvo la ocurrencia de organizar una carrera de bicicletas alrededor de Francia en 1903. Se decidió que la carrera comenzaría el 1 de julio y duraría hasta el 19 de julio. Se inscribieron 75 ciclistas en la competición y el primer ganador de la carrera fue Maurice Garin. En poco tiempo surgieron otras competiciones, como el Giro de Italia, 1909.En España, la Vuelta se inició en 1935[4] aunque ya entre 1932 y 1936 se disputó el denominado Gran Premio República, con el recorrido Éibar-Madrid-Éibar. Se forjaron héroes y mitos a los que se les podía comprender, porque todos los ciclistas sabían cuál era el esfuerzo necesario para subir una cuesta y el valor que se precisa para lanzarse por una cuesta abajo, a 100 por hora. Mis recuerdos se remontan a la época de Federico Martín Bahamontes, el Águila de Toledo. Tenía yo siete años cuando ganó el Tour y en mí casa, y en mí colegio no hablábamos de otra cosa en semanas. Los españoles no estábamos acostumbrados a tener un héroe y este joven enjuto nos representaba a todos.
La bicicleta dio para mucho en el campo del deporte. El ciclismo en pista, las carreras de velódromo, comenzaron ya en 1878, en los Seis Días de Londres. A diferencia de las bicicletas para ruta, las bicicletas para pista no tienen frenos ni cambios, tienen piñón fijo, es decir, los pedales se siguen moviendo hasta que se detiene la rueda, como en las bicicletas de spinning, logrando frenar aplicando ligeramente un poco de fuerza para el lado contrario del pedaleo. Yo veo estas carreras como un substituto de las carreras de caballos, más asequibles, menos elitistas. Ya en la primera olimpiada de los tiempos modernos, la de Atenas 1896, el ciclismo estaba presente con los franceses Léon Flameng y Paul Masson, dominaron ampliamente, ganando la mayoría de los eventos, y es que los franceses son muy buenos pedaleando.
El primer velódromo del mundo fue construido en Brighton por el ejército inglés en 1877 y rápidamente se extendió la práctica de las carreras de bicicleta por todo el mundo. Eso de los ingleses y el deporte merece una entrada aparte. Ahí lo dejo dicho y me lo recordáis, por favor, si se me olvida, porque hay mucho que decir, de verdad. Los primeros velódromos en Suecia datan de 1889 y 1890 y el más antiguo es el de Lund, aunque ya no es un velódromo, sino forma parte del parque deportivo de la ciudad y contiene una pista de atletismo, en la que he sudado de lo lindo, y un campo de rugby, pero su forma se puede distinguir aún. Medía 500 metros de longitud en forma elíptica, que era la medida más corriente en esa época.
Llegando a casa, siento el esfuerzo en las piernas y también un poco allí donde la espalda pierde su honesto nombre y pasa a tener muchos apodos. Pienso que, de todas maneras, no cambiaría este largo paseo en bicicleta por ninguna sesión de spinning, aunque me pagasen por ello. Eso del spinning es muy aburrido, me parece, es como andar o correr subido a una cinta. Lo bueno de pasear o ir en bicicleta es sentirse parte del paisaje. Andar y ver, tropezar y no caer. Caminante…etc. Eso de los motores eléctricos para las bicicletas no lo veo yo muy necesario, si se puede prescindir de ellos, claro está. Es bueno que existan para aquellos que lo necesitan por edad o por enfermedad, eso sí. La sencillez es lo mejor de la bicicleta, la inmediatez, la técnica comprensible y asumible. Una bicicleta es hasta más sencilla que un caballo. A un ser vivo no se le puede dejar atado una semana, ni se le puede dejar sin comer (un problema que comparten con las bicis eléctricas) ni se les puede obligar a hacer 200 km de un tirón. La bicicleta no protesta, te espera y no te da disgustos si la cuidas un poco, tampoco se desboca ni te causa problemas con los vecinos y, no hay que olvidar que no deja huellas indeseables en el pavimento. Sé que os uniréis a mí en un sonoro ¡hurra! a Drais y a Dunlop y a todos aquellos que han hecho posible esta pequeña maravilla en dos ruedas Os dejo con mi bici y el cuadro de les Quatre Gats. Permitidme acabar esta entrada con una burda loa a este medio de transporte.
Loa a la Bicicleta
¡Oh, bicicleta, noble invención de dos ruedas, compañera fiel de los caminos eternos! Sobre tu simple y elegante armazón de acero, resuena el eco de libertades, sueños y anhelos.
Eres la melodía suave del viento que acaricia al ciclista mientras avanza, la unión perfecta de esfuerzo y movimiento, el arte sublime de la constancia.
A través de valles y montañas te deslizas, serena y audaz, por el asfalto y el sendero, convirtiendo en poesía cada pisada, cada giro, cada pedalazo sincero.
En la ciudad eres el respiro, el pulso vivo de calles y plazas, la alternativa verde al humo y al ruido, la elegancia sencilla en el paso que pasa.
Fuiste sueño de infancia, con ruedas de ilusión, y hoy, en la madurez, te sigues erigiendo como símbolo de pureza y pasión, como el fiel testigo del camino que emprendemos.
Bicicleta, musa de viajeros y poetas, sigues siendo la amiga incansable, de quienes buscan en tus rutas abiertas un instante de paz, un vuelo imparable.
Por ti, bicicleta, elevo esta loa sincera, en agradecimiento y admiración profunda, pues eres más que un simple vehículo: eres libertad que en dos ruedas abunda.
[1] Ernest Sachs, de la empresa Sachs, desarrolló uno de los primeros bujes libres comercialmente exitosos en 1898. Este diseño utilizaba un sistema de trinquetes y resortes que permitían que la rueda continuara girando incluso cuando los pedales no lo hacían. Su invento fue más sofisticado y se acercó mucho más a lo que conocemos hoy como el buje libre.
[2] Gracias al número de matrícula encontramos al primer ciclista de Uppsala, el profesor de idiomas, cantante de coro y caballero de la Orden de Wasa, Henrik Olof Grahl (1839–1917), que trabajaba en el Instituto de bachillerato de la ciudad. Es poco probable que necesitara usar su bicicleta para ir al trabajo, ya que vivía en Skolgatan cerca de su lugar del instituto. El año y la fecha de la primera inscripción no están claros, pero, al ser el libro del año 1900, probablemente sea en 1898/1899. Sabemos también, siguiendo el número de matrícula, que la bicicleta fue adquirida más adelante por el teniente Carl Henning.
Polisen i Uppsala, Cykelregister, D VIII d:1, 1900
[3] Ramon Casas and Pere Romeu en un tandem (1897). El original en Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona
[4] Por razones bien conocidas, la Vuelta a España no se pudo realizar de 1936-1940 y cuando se reanudó en 1941 fue de forma precaria, por la guerra mundial y la situación por la que atravesaba España. Entre los años 1943 y 1944 hubo otro parón y tampoco se disputó la Vuelta, aunque se reanudó en 1945, disputando cuatro años más hasta 1950, cuando el diario Ya dejó de hacerse cargo de su organización. la Vuelta volvió a disputarse en 1955 y su prestigio y participación ciclista internacional empezó a crecer y así a seguido hasta nuestros días.
En mi paseo de hoy me veo obligado a desviarme de mi camino, porque toda la calle está cortada por obras. Veo que es cuestión del alcantarillado y recuerdo, que todo lo que sabemos sobre Lund, aparte de las pocas fuentes escritas, que dejó la iglesia y unos pocos nobles o ciudadanos prominentes, aparte de las actas de la universidad. Toda la historia de la ciudad, desde su fundación hace mil años y hasta el siglo XVI, depende del trabajo de los arqueólogos y estos empezaron su trabajo en la ciudad en la década de 1890, cuando Lund comenzó a dotarse de un sistema de alcantarillado. Esta fecha marca el inicio de la recopilación y documentación de hallazgos por parte del museo Kulturen que surgieron durante los trabajos de excavación. La combinación entre arqueólogos y el museo sigue en funcionamiento, y es también la más antigua de Suecia dentro de una misma área urbana medieval. Somos unos privilegiados, los que nos interesamos por la historia de la ciudad.
En realidad, basta con poner una pala en el suelo de Lund, para empezar a sacar restos de su historia. Siguiendo Kyrkogatan (La Calle de la Iglesia) en dirección sur, pasando por la catedral, cruzando Stortorget (La Plaza Mayor), inmediatamente a la derecha, encuentro una ruina, conservada en los bajos de un edificio, construido en los años 70 del pasado siglo. Las ruinas de la iglesia de Sankt Drotten o iglesia de Sankt Trinitas o Salvator, fue probablemente construida durante la década de 1050 y fue demolida al imponerse la reforma en Dinamarca. Reemplazó a una iglesia de madera cercana, la iglesia de Sankt Trinitas Salvator. Sobre el antiguo emplazamiento de la iglesia se trazó posteriormente la calle Kattesund, un pasaje, donde se han marcado los restos de los pilares de madera que soportaban el original edificio de madera. Algunos de estos pilares se han conservado y se pueden ver en Kulturen. La iglesia de piedra era un imponente edificio de 50 metros de largo con una forma inusual. Se cree que la primitiva iglesia de madera, a la que substituyó fue construida por el rey danés Svend Tveskæg, el fundador de Lund, alrededor del año 990, lo que convierte a esta iglesia de madera en la iglesia más antigua de Escania. En mapas y textos del siglo XII, la iglesia a veces lleva el nombre de Sankt Salvator (Iglesia del Salvador) y otras veces Sankta Trinitatis (Iglesia de la Santísima Trinidad).
Lund, esta pequeña ciudad en mitad de la fértil llanura de Escania, fue una autentica metrópolis cristiana durante la edad media. La ciudad, de entre 1000 y 2000 habitantes, llegó a tener alrededor de 27 iglesias, lo cual es bastante significativo para una ciudad de su tamaño en aquella época. Estas incluían tanto la catedral de Lund, que es la iglesia más famosa y el corazón religioso de la ciudad, como numerosas iglesias parroquiales y capillas.
Además de esas iglesias, Lund también tuvo al menos 5 monasterios y conventos importantes. El monasterio de los Benedictinos de San Pedro, fundado en el siglo XI, fue uno de los monasterios más antiguos de Lund. El monasterio de los Dominicos, establecido en el siglo XIII y conocido como Svartbröder (los Frailes Negros) debido al color de sus hábitos. El monasterio de los Franciscanos, fundado también en el siglo XIII, era conocido como los Gråbröder (Frailes Grises) por sus hábitos pardos. En el monasterio que lleva el nombre de Drotten, las ruinas que nombro aquí, se hallaba el monasterio de los Premonstratenses.
Siguiendo mi paseo llego a la imponente iglesia de ladrillo rojo que hoy se denomina Sankt Peters Klosterkyrka (Iglesia conventual de San Pedro)y que nos ofrece el más vivo testimonio, aparte de la catedral, de lo que pudo ser Lund en la edad media. La iglesia del convento de San Pedro fue construida a mediados del siglo XII bajo el arzobispo Eskil, sy destinado a monjas de la orden benedictina, después de que Lund se convirtiera en la sede del arzobispado de toda Escandinavia, y se construyeran nuevas iglesias en la ciudad. La información más antigua y segura sobre el monasterio es un documento del año 1164.
El edificio original de la iglesia fue construido en estilo románico, con piedra arenisca y tenía arcos de medio punto, un estilo similar al de la catedral de Lund hoy en día. En el siglo XIV la iglesia fue reconstruida en estilo gótico, con teja roja, reemplazando en parte la antigua iglesia románica de de mediados del siglo XII, que se había quedado pequeña. El monasterio fue demolido alrededor del año 1600, y solo la iglesia del monasterio quedó en pie, que es lo que podemos ver hoy. En 1653, sabemos que estaba casi completamente destruida, pero fue restaurada en varias ocasiones y finalmente, en la década de 1920, se realizó una restauración exhaustiva que devolvió a la iglesia su apariencia original. Es una iglesia imponente, pero a la vez acogedora, que invita al descanso y a la meditación a quien, como yo, la visita, una mañana de agosto.
Vuelvo a Drotten porque quiero contar una historia de viajes, siguiendo un poco el tema que traté ayer. Hoy quiero poner el foco en las peregrinaciones medievales. En las tumbas encontradas entre las ruinas de esta iglesia-convento, se encontraron muchos esqueletos que, en su pecho, lucían vieras u otros objetos que indicaban, que el que allí yacía había hecho, al menos, una peregrinación durante su vida. Las peregrinaciones cristianas comenzaron a popularizarse a partir del siglo IV, después de que el cristianismo se legalizara y se convirtiera en la religión oficial del Imperio Romano con el Edicto de Milán en el año 313. Sin embargo, se volvieron mucho más frecuentes y organizadas durante la alta edad media, aproximadamente entre los siglos V y XI. Algunos de los primeros destinos de peregrinación cristiana incluyeron lugares sagrados en Tierra Santa, como Jerusalén, Belén y el Monte Sinaí, siguiendo los pasos de Jesucristo. A medida que Europa se cristianizó y se establecieron importantes santuarios y monasterios, otros lugares se convirtieron en destinos clave para los peregrinos, como Santiago de Compostela, que se convirtió en uno de los principales destinos de peregrinación a partir del siglo IX. las peregrinaciones se convirtieron en un fenómeno masivo, con miles de personas de todas las clases sociales viajando largas distancias para visitar lugares sagrados. Este fenómeno continuó hasta bien entrada la Edad Moderna, aunque el fervor peregrino disminuyó en algunas regiones con la llegada de la Reforma Protestante en el siglo XVI, que cuestionó las prácticas asociadas con las peregrinaciones.
Estos viajes, en algunos casos, de miles de kilómetros, eran eventos comunitarios y sociales, porque, viajar en grupos ofrecía seguridad en los caminos, fomentando un sentido de comunidad entre los peregrinos. Muchos peregrinos viajaban a lugares sagrados como un acto de devoción, buscando acercarse a Dios, realizar penitencias por sus pecados o cumplir con promesas hechas en momentos de necesidad o aflicción. Se creía también, que visitar ciertos santuarios, especialmente aquellos que albergaban reliquias de santos, podía resultar en milagros o curaciones físicas y espirituales. Los santuarios más famosos, como Santiago de Compostela en España, Canterbury en Inglaterra, y Roma en Italia, eran destinos especialmente populares. Con toda seguridad, una de las principales causas de que hombres y mujeres en la edad media hicieran estos largos viajes, eran las indulgencias que la iglesia católica ofrecía a los peregrinos, lo que significaba la remisión parcial o total del castigo temporal por los pecados, reduciendo así el tiempo que una persona pasaría en el Purgatorio. Con el tiempo, las peregrinaciones se convirtieron en un fenómeno masivo, con miles de personas de todas las clases sociales viajando largas distancias para visitar lugares sagrados. Este fenómeno continuó hasta bien entrada la edad moderna, aunque el fervor peregrino disminuyó en algunas regiones con la llegada de la reforma protestante en el siglo XVI, que cuestionó las prácticas asociadas con las peregrinaciones. Recuerdos de estos viajes, vieras de Santigo y medallones de Roma y Canterbury están expuestos en Drotten i Kulturen. Pensando, me pregunto si esta masificación de peregrinos, suscitaban los mismos recelos que los turistas en nuestros días.
Sabemos bastante sobre esos viajes. Cronológicamente, es el «Itinerario de Egéria» uno de los primeros relatos, si no el primero, de peregrinación cristiana, escrito por Egéria, una mujer que realizó una peregrinación a tierra santa a finales del siglo IV, su obra es relevante porque establece una tradición de relato de peregrinación que influenciará los escritos medievales posteriores. Por empezar en algún lugar, lo hago en Santiago de Compostela con el Códice Calixtino, también conocido como el Liber Sancti Jacobi, que es una de las fuentes más importantes sobre las peregrinaciones medievales al santo patrón de España. Ambos conceptos no son idénticos. El Liber Sancti Iacobi representa el contenido del libro, del cual a lo largo de los siglos se copiaron varios manuscritos y con un contenido heterogéneo. El más antiguo y notable códice o manuscrito en el Liber Sancti Iacobi se conoce con el nombre propio de Codex Calixtinus[1] que data de 1140 y es el custodiado en la catedral de Santiago de Compostela, de donde fue hurtado en 2011, pero felizmente repuesto en un año más tarde.[2] Escrito en el siglo XII, este manuscrito es una guía para los peregrinos que viajaban a Santiago, comparable a una guía Michelín de su tiempo. El libro V del códice ofrece una descripción detallada del Camino de Santiago, incluyendo rutas, ciudades, santuarios, y recomendaciones prácticas para los peregrinos. También menciona los peligros del viaje, como bandidos y condiciones climáticas adversas, y proporciona consejos sobre cómo enfrentar estos desafíos. Creo que os interesará leer alguna de sus descripciones. Aquí sigue la descripción que el autor del códice hace del País Vasco y de sus pobladores:
“Después, ya cerca de Port de Cize, se encuentra el país de los vascos, que tiene en la costa hacia el norte la ciudad de Bayona. Esta tierra es bárbara por su lengua, poblada de bosques, montañosa, desolada de pan, vino y de todo alimento del cuerpo, salvo el consuelo de las manzanas, la sidra y la leche. En esta tierra, es decir, cerca de Port de Cize, en el pueblo llamado Ostabat, Saint-Jean y Saint-Michel-Pied-de-Port, los recaudadores de portazgo son tan malvados que merecen la más absoluta condena, porque armados con dos o tres garrotes, salen al paso a los peregrinos arrancándoles por la fuerza injustos tributos. Y si algún viajero se niega a darles los dineros que le piden, le golpean con los garrotes y en medio de amenazas le registran hasta las calzas y le quitan el censo, insultándole.
Las gentes de estas tierras son feroces como es feroz, montaraz y bárbara la misma tierra en que habitan. Sus rostros feroces, así como los gruñidos de su bárbara lengua, aterrorizan el corazón de quienes los contemplan. Aunque legalmente sólo pueden cobrar tributo a los mercaderes, lo reciben injustamente de los peregrinos y de todos los viajeros. Cuando deben cobrar normalmente de cualquier cosa cuatro monedas o seis, ellos cobran ocho o doce, es decir, el doble. Por lo cual, mandamos y rogamos ardientemente que estos portazgueros juntamente con el rey de Aragón y demás personas potentados que de ellos reciben los dineros del tributo, así como aquellos que los consienten, como son: Raimundo de Soule, Viviano de Agramonte y el Vizconde de San Miguel con toda su descendencia, junto con los antedichos barqueros y Arnaldo de Guinia con toda su descendencia y con los restantes señores de los referidos ríos, que injustamente reciben de aquellos mismos barqueros los dineros del pasaje, junto con los sacerdotes que a sabiendas les administran la penitencia y la eucaristía, o les celebran oficios divinos, o les admiten en sus iglesias, que sean diligentemente excomulgados, no sólo las sedes episcopales de sus respectivas tierras, sino también en la basílica de Santiago, en presencia de los peregrinos, mientras no se arrepientan con prolongada y pública penitencia, y moderen sus tributos. Y cualquier prelado que, por caridad o lucro, pretenda perdonarles de esto, reciba el golpe de la espada del anatema. Y sépase que dichos portazgueros en modo alguno deben percibir tributo de los peregrinos, y que los referidos barqueros no pueden cobrar, como tarifa por la travesía, más que un óbolo por dos hombres, si son ricos; y por su caballo un solo dinero; pero de los pobres nada. Y deben tener barcas grandes, en las que holgadamente puedan entrar las caballerías y los hombres.
En el territorio todavía de los vascos, el camino de Santiago pasa por un monte muy alto, que se llama Port de Cize, o porque aquí se halla la puerta de España, o porque por dicho monte se transportan las mercancías de una tierra a otra; y su subida tiene ocho millas y su bajada igualmente otras ocho. Su altura es tanta que parece tocar el cielo. A quién lo sube le parece que puede tocar el cielo con la mano. Desde su cumbre puede verse el mar británico y el occidental, y las tierras de tres países, a saber: de Castilla, de Aragón y de Francia. En la cima de este monte hay un lugar llamado la Cruz de Carlomagno, porque en él, en tiempos pasados, Carlomagno abrió una senda con hachas, piquetas, azadas y otras herramientas, cuando, al frente de sus ejércitos, se dirigía a España. A continuación, alzó figuradamente en alto la cruz del Señor, y doblando las rodillas en dirección a Galicia elevó sus preces a Dios y Santiago. Por este motivo, los peregrinos tienen la costumbre de hincarse allí de y orar vueltos hacia la patria de Santiago, y cada uno deja clavada una cruz, estandarte del Señor. Hasta mil se pueden encontrar allí. De ahí que se considere a aquel lugar por el primero de la oración a Santiago en el camino.
En este mismo monte, antes de que creciese plenamente por tierra españolas la cristiandad, los impíos navarros y vascos solían no solo robar a los peregrinos que se dirigían a Santiago, sino también cabalgarlos como asnos, y matarlos. Junto a este monte, en dirección norte, hay un valle que se llama Valcarlos, en el que acampó el mismo Carlomagno con sus ejércitos, cuando sus guerreros fueron muertos en Roncesvalles, y por él que pasan también muchos peregrinos camino de Santiago y no quieren escalar el monte. Luego, pues, en el descenso del monte se encuentra el hospital y la iglesia en donde se está el peñasco que el poderoso héroe Roldán partió con su espada por medio, de arriba abajo, de tres golpes. Viene luego Roncesvalles, lugar en que en otro tiempo se libró la gran batalla en la cual el rey Marsilio, Roldán y Oliveros y otros ciento cuarenta mil guerreros cristianos y sarracenos fueron muertos.”[3]
El dominico Felix Fabri escribió en el siglo XV sobre su peregrinación a tierra santa en un relato detallado conocido como «Diario de un peregrino a Tierra Santa» («Evagatorium in Terrae Sanctae, Arabiae et Egypti peregrinationem»)[4]. Este relato ofrece una descripción pormenorizada de las rutas, las ciudades, los santuarios y las dificultades encontradas en el camino. Fabri describe no solo los aspectos religiosos del viaje, sino también los detalles del transporte, las condiciones de vida, las costumbres locales, y los peligros, como los ataques de piratas y las enfermedades.
La santa patrona de Europa, Santa Brígida de Suecia (Sankta Birgitta) peregrinó a Santiago de Compostela en 1341. Esta fue una de las peregrinaciones más notables de Santa Brígida, junto a las que la llevaron a Nidaros en Noruega[5], Roma y Jerusalén. Y, es importante tener en cuenta que, santa Brígida visitaba Santiago como representante de la quinta generación en su familia, que había hecho el largo viaje[6]. Ese año, Santa Brígida, junto con su esposo Ulf Gudmarsson y algunos de sus hijos, emprendieron el camino hacia Compostela. Aunque no hay un relato detallado por parte de Brígida sobre esta peregrinación en sus «Revelaciones», se sabe que este viaje tuvo un profundo impacto en su vida espiritual y en su relación con Dios. Su esposo, Ulf, enfermó gravemente[7] durante el viaje de regreso y, tras recuperarse, ambos decidieron vivir en castidad el resto de sus vidas.[8]
Ya en el género de la ficción, encontramos los Cuentos de Canterbury “The Canterbury Tales”[9] de Geoffrey Chaucer escritos 1387-1400. Estos cuentos son una colección de relatos contados por un grupo de peregrinos que viajan juntos desde Londres hasta el santuario de Santo Tomás Becket en la Catedral de Canterbury. Aunque es una obra literaria y no un relato de viaje histórico, proporciona una clara imagen de la diversidad de personas que realizaban peregrinaciones y de las motivaciones y experiencias personales de cada peregrino.
Chaucer presenta a un grupo heterogéneo de peregrinos, desde nobles hasta plebeyos y pícaros, mostrando cómo la peregrinación era un fenómeno transversal que abarcaba todas las clases sociales. Los cuentos también reflejan la vida social, las creencias religiosas, y la cultura popular de la Inglaterra medieval.
Siguiendo en ese género de la ficción bien documentada encontramos «El Libro de las Maravillas», conocido en inglés como «The Travels of Sir John Mandeville»[10], que es una obra medieval presentada como un relato de viajes escrito por un supuesto caballero inglés, Sir John Mandeville. La obra es una de las más famosas y leídas de la literatura de viajes medieval y ofrece una mezcla de hechos, leyendas y mitos.
También en el Quijote, mi libro favorito, que habré leído una docena de veces, aparecen algunas referencias al tema de la peregrinación. Hay referencias muy explícitas, que resultan significativas en lo que respecta al fenómeno de la peregrinación y a su repercusión social en la época. Así en el capítulo LIIII, Cervantes nos cuenta como Sancho, decepcionado, por el fracasado gobierno de la Ínsula Barataria, mientras iba al encuentro de su amo, don Quijote, se encontró con unos peregrinos:
“Sucedió, pues, que no habiéndose alongado mucho de la ínsula del suII gobierno (que él nunca se puso a averiguar si era ínsula, ciudad, villa o lugar la que gobernaba) vio que por el camino por donde él iba venían seis peregrinos con sus bordones, de estos estranjeros que piden la limosna cantando5, los cuales en llegando a él se pusieron en ala6 y, levantandoIII las voces, todos juntos comenzaron a cantar en su lengua lo que Sancho no pudo entender, si no fue una palabra que claramente pronunciaba «limosna», por donde entendió que era limosna la que en su canto pedían; y como él, según dice Cide Hamete, era caritativo además, sacó de sus alforjas medio pan y medio queso, de que venía proveído, y dióseloV, diciéndoles por señas que no tenía otra cosa que darles. Ellos lo recibieron de muy buena gana y dijeron:
—No entiendo —respondió Sancho— qué es lo que me pedís, buena gente.
Entonces uno de ellos sacó una bolsa del seno y mostrósela a Sancho, por donde entendió que le pedían dineros, y él, poniéndose el dedo pulgar en la garganta y estendiendo la mano arriba9, les dio a entender que no tenía ostugo de moneda y, picando al rucio, rompió por ellos.”[12]
Da a entender Cervantes, la picaresca que habitaba entre algunos de los peregrinos, que no era oro todo lo que relucía, ni fe la que profesaban. Nos lo dice claramente cuando, a continuación, nos realta esta escena:
“Todos traían alforjas, y todas, según pareció, venían bien proveídas, a lo menos de cosas incitativas y que llaman a la sed de dos leguas. Tendiéronse en el suelo y, haciendo manteles de las yerbas, pusieron sobre ellas pan, sal, cuchillos, nueces, rajas de queso, huesos mondos de jamón, que, si no se dejaban mascar, no defendían el ser, chupados. Pusieron asimismo un manjar negro que dicen que se llama cavial, y es hecho de huevos de pescados, gran despertador de la sed de vino. No faltaron aceitunas, aunque secas y sin adobo alguno, pero sabrosas y entretenidas. Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino, que cada uno sacó la suya de su alforja: hasta el buen Ricote, que se había transformado de morisco en alemán o en tudesco, sacó la suya, que en grandeza podía competir con las cinco.”
Hay por tanto entre los peregrinos alemanes un morisco español, echado de España por su religión en 1610[13], pero que no guarda muchas costumbres islámicas, al menos en lo que se refiere a las comidas y al alcohol, que reconoce a Sancho. Que esta costumbre de hacerse pasar por peregrino era bastante corriente, parece, a juzgar por todos los casos que el Códex Calistinus y otras fuentes nos ofrecen. Estos impostores aprovechaban la buena fe de las gentes en España, y su religiosidad, para “vivir del cuento” y venían no solo de fuera, sino también campesinos castellanos y de otras partes de España se sumaban para gozar de los privilegios de los peregrinos. Siguiendo con el relato del Quijote, encontramos los peligros que acechaban en el camino a los transeúntes, peregrinos o no, pero también del respeto que se les profesaba. Esta parte está tomada del capítulo LX “De lo que sucedió a don Quijote yendo a Barcelona” en que Don Quijote y Sancho se topan con un bandolero y su gente, que detienen a un grupo en el que van una señora con su séquito, dos capitanes y dos peregrinos. En el dialogo que sigue se advierte el respeto que se les tiene a los peregrinos:
“Mandó la señora regenta a un criado suyo diese luego los ochenta escudos que le habían repartido, y ya los capitanes habían desembolsado los sesenta. Iban los peregrinos a dar toda su miseria, pero Roque les dijo que se estuviesen quedos y, volviéndose a los suyos, les dijo:
—Destos escudos dos tocan a cada uno, y sobran veinte: los diez se den a estos peregrinos, y los otros diez a este buen escudero, porque pueda decir bien de esta aventura.”[14]
Yo hoy sigo mi camino, que de alguna manera puede considerarse un peregrinar, como dijo Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre: “Este mundo es el camino/ para el otro que es morada/ sin pesar;/ mas cumple tener buen tino/ para andar esta jornada/ sin errar.”[15]Y, esta metáfora es valida para nuestro caminar, andar pensando, andar recordando, poco a poco, acercándonos al final, sin saber cuándo ni dónde.
[2] los archiveros de la catedral de Santiago de Compostela echaron en falta el 5 de julio de 2011 el códice y denunciaron el robo a las autoridades. El sistema de seguridad del texto era muy riguroso, se guardaba en una cámara blindada, pero la llave de la caja fuerte, no estaba bien vigilada y fue encontrada en la cerradura de la caja fuerte. Rápidamente se pensó de un electricista que había trabajado en la catedral y podía haber tenido acceso a las llaves y, efectivamente, en su casa se encontró el códice el 4 de julio de 2012, junto con otros objetos de valor y una gran suma de dinero que había ido sustrayendo de los cepillos.
[7] Murio en 1344, aunque algunas fuentes sugieren el 1346, por ser la fecha en que Brígida dejó el convento de Vadstena.
[8] Brígida i Ulf se casaron en 1316, cuando ella tenía trece años y él dieciocho. Ella le pidió vivir en castidad el primer año, lo que él aceptó. Tuvieron ocho hijos en dieciocho años. A la muerte de Ulf, siguió Brígida viajando en sus peregrinaciones y murió en Roma en 1373.
[13] Es muy actual cuando Cervantes publica la segunda parte en 1615. Yo diría que es una crítica clara que Cervantes hace de la expulsión de los moriscos 1609-1610.
En mi paseo de hoy paso como de costumbre cerca de la catedral. Hoy veo un gran autobús aparcado y, por la matrícula, veo que viene de Alemania. Pienso que, los pasajeros de ese monstruo de la carretera, estarán ya dentro de la catedral. Me los imagino todos reunidos frente al fascinante reloj astronómico. He visto pasar estos grupos, uno tras de otro, precedidos por un guía, que porta una banderita sujeta en un palo, para que nadie se pierda. A veces me paro a intentar adivinar la nacionalidad de los grupos. ¿japoneses o chinos? ¿alemanes o americanos? ¿ingleses o checos, o quizás daneses? Siempre siguen la misma ruta, no puedo dejar de pensar en el 23 de octubre, por el centro de Madrid. Pienso en la Mesta, claro está, el día de la trashumancia, que nos recuerda los tiempos en que las ovejas merinas cruzaban la meseta, de vuelta a casa, tras disfrutar de los pastos del norte. No lo digo para ridiculizarles, lo digo para ver las similitudes que encuentro en estas actividades. La Mesta, como el turismo, representaba una forma de riqueza, que precisa la libre circulación por territorios, que no siempre reciben parte de esa riqueza, pero sí reciben las molestias.
Todos tenemos muy frescas en la mente las imágenes de las manifestaciones en Barcelona y Mallorca, con carteles y griteríos, que exponen mucho malestar y no poco odio al turismo, y por tanto al turista. Es un fenómeno raro y nuevo, aunque el malestar por los efectos nocivos de la masificación de la principal industria del ocio viene de lejos. Hoy quiero narrar una historia breve del turismo. Permitidme que, como acostumbro, me remonte hasta los más remotos orígenes, para comenzar esta historia.
Los humanos somos curiosos por naturaleza, me atrevería a decir, que es algo que tenemos en común con todos los seres vivos, conscientes de su existencia. Siempre queremos saber que hay al otro lado, siempre estamos buscando algo mejor que lo que tenemos, siempre anhelando lugares más ricos, más apacibles, más excitantes. Así ha ido este mono desnudo descubriendo el planeta, poco a poco, sin parar, hasta conquistar hasta el último centímetro de tierra donde poner los pies. Estoy seguro de que, si tuviésemos fuentes escritas desde, pongamos por caso, 30.000 años atrás, podríamos leer muchas descripciones de viajes, tan impresionantes o más, que el del propio Colón. Ya me gustaría a mí leer los relatos de las largas caminatas de los primeros pobladores de América o de aquellos que se aventuraron a descubrir Australia flotando en troncos de árboles. Pero, como sabéis, la escritura tiene una historia que abarca los últimos 5000 años, así que la primera descripción de un viaje la tenemos que buscar en Mesopotamia y está registrada en la «Epopeya de Gilgamesh», uno de los textos literarios más antiguos de la humanidad. Este poema épico, que data de alrededor del siglo XVIII anterior a nuestra era, narra las aventuras del rey Gilgamesh de Uruk, quien emprende varios viajes épicos en busca de inmortalidad y sabiduría.
En esta epopeya, Gilgamesh realiza un viaje significativo a los bosques de cedros, un lugar sagrado y prohibido, en compañía de su amigo Enkidu. Durante este viaje, se enfrentan a criaturas míticas como Humbaba, el guardián del bosque, lo que representa uno de los primeros relatos detallados de una expedición con fines específicos. Posteriormente, tras la muerte de Enkidu, Gilgamesh emprende otro viaje, esta vez en busca de la inmortalidad, lo que lo lleva a recorrer vastos territorios y a encontrarse con personajes mitológicos. Posteriormente, tras la muerte de Enkidu, Gilgamesh emprende otro viaje, esta vez en busca de la inmortalidad, lo que lo lleva a recorrer vastos territorios y a encontrarse con personajes mitológicos. La «Epopeya de Gilgamesh» no es solo una obra literaria, sino también un relato que mezcla hechos históricos, mitología y poesía. Los viajes de Gilgamesh son descritos con un alto nivel de detalle en la descripción del paisaje, los desafíos enfrentados, y las reflexiones personales del héroe.
Antiguo también, pero un poco menos, 3000 años o así, es el relato egipcio del viaje de Unamón, un documento semificticio que narra las aventuras de un sacerdote llamado Unamón, enviado a Biblos para conseguir madera de cedro para el templo de Amón en Karnak. El texto detalla las dificultades políticas, económicas y personales que enfrenta Unamón durante su viaje por el Mediterráneo oriental. A mí, personalmente, me resulta fascinante que, tanto Gilgamesh como Unamón, contengan relatos de viajes hacia el Libano actual: “bosques de cedros” y “Biblos”.
Antiguos son también los relatos bíblicos del éxodo de los israelitas, un largo viaje desde Egipto hasta la Tierra Prometida. los textos de la «Ilíada» y la «Odisea», atribuidos a Homero, que describen las hazañas de los héroes griegos durante y después de la guerra de Troya, en particular el largo viaje de Ulises de regreso a Ítaca. Estos relatos y otros tantos, como el periplo del general cartaginés Hannon despertaron el interés de los pueblos navegantes de Europa desde el renacimiento, cuando uno a uno fuero descubiertos y traducidos. El periplo de Hannon, traducido y publicado por el abogado de los Consejos y asesor de correos y postas del estado, Pedro Rodríguez Campomanes en 1756[1] describe un viaje marítimo realizado por Hannon, un navegante cartaginés, a lo largo de la costa occidental de África. El texto original en púnico se ha perdido, pero sobrevive en una traducción griega. Hannon describe la fundación de colonias y el avistamiento de tierras exóticas, fauna salvaje, y tribus desconocidas, un viaje que, partiendo de Cartago, pasa por Cádiz y Larache, para seguir bordeando las costas de África y llegar al Golfo de Guinea, para desde allí regresar a Cartago.
Los relatos de los viajes de Alejandro Magno, principalmente la «Anábasis de Alejandro»[2], es una de las fuentes más importantes sobre la vida y las conquistas de Alejandro Magno. Arriano, un historiador y militar griego, escribió este relato basándose en las memorias de generales que acompañaron a Alejandro, como Ptolomeo y Aristóbulo. La obra cubre las campañas de Alejandro desde Grecia hasta la India, describiendo en detalle las batallas, las estrategias militares y los encuentros culturales durante sus expediciones.
Más reciente, pero no por ello menos importantes, son los relatos de la expedición de Zhang Qian en el siglo segundo anterior a nuestra era. Zhang Qian fue un explorador y diplomático chino enviado por el emperador Han Wudi para establecer relaciones con los pueblos del Asia Central. Sus informes describen tierras desconocidas para los chinos, como los reinos de Bactria y Sogdiana, y contribuyeron significativamente al desarrollo de la Ruta de la Seda. También Qian llegó hasta el Libano, antes de regresar. Con su viaje comienza la era de la Ruta de la Seda, cuya importancia prevaleció hasta la apertura de la ruta atlántica a comienzos del siglo XVI y que ahora se quiere reavivar a instancias de China. Aquí tenemos un elemento importante para discutir en próximas entradas, creo yo.
Ya en la edad media, Ibn Battuta, un explorador y erudito marroquí, realizó uno de los viajes más extensos hasta la época, cubriendo casi toda la extensión del mundo islámico, así como partes de Europa, África y Asia. Su obra, «Rihla» (El viaje)[3], es una detallada crónica de sus aventuras, encuentros y observaciones culturales.
Todos esos relatos de viajes, todas esas aventuras, abren naturalmente la curiosidad de cualquiera que lo leyera. Recuerdo vivamente los relatos de Julio Verne, leídos en voz alta por mi querido profesor de primaria, Don Agapito, que conseguía con sus lecturas abrir una ventana al mundo en nuestras mentes. Y, me pregunto: ¿eran turistas todos estos héroes viajeros? Pues, depende, diría yo. La palabra «turista» comenzó a usarse en el siglo XIX, derivada de la palabra «tour» en inglés, que a su vez proviene del francés «tour», que significa «viaje» o «gira». Esta palabra está relacionada con el verbo latino «tornare», que significa «dar vueltas» o «volver». Inicialmente, se usaba «tourist» para describir a las personas que realizaban un «tour» o un viaje largo con el propósito de explorar y disfrutar de lugares, en lugar de viajar por motivos comerciales, religiosos o de otra índole más práctica. Así que, los viajeros anteriores al siglo XIX no se consideraban a sí mismos como turistas. La pregunta es ¿cómo se les veía y cómo se les denominaba en los lugares que visitaban? Ahí, sí que no he encontrado nada en la literatura, pero me arriesgo a adelantar que pudieron ser llamados viajeros o peregrinos, cuando no mercaderes o emisarios, aunque todos pensaban regresar a sus puntos de partida, a su tierra.
El afortunado que podía hacer un Grand Tour[4], ya fuera británico, sueco o español, durante los siglos XVII y XVIII, eran siempre aristócratas, casi siempre acompañados por buenos estudiantes, como sirvientes y consejeros que realizaban un largo viaje por Europa que solía incluir largas estancias en Italia, Francia, Alemania, y ocasionalmente otras regiones. La intención de estos viajes era educarse, conocer culturas y costumbres y perfeccionar idiomas. A España la “descubrió” el italiano Giuseppe Baretti, que, a instancia de su amigo Samuel Johnson, realizó un completo tour por España en la década de 1760, por entonces un país muy desconocido para los viajeros, con visitas a Granada, Sevilla, Córdoba y el Levante español, que relató en su obra de forma epistolar.[5]
Guías turísticas, por así decirlo, ha habido muchas. La más antigua, diría yo, debe de ser El Itinerario Burdigalense, también conocido como Itinerarium Hierosolymitanum, que fue escrito por un peregrino anónimo de Burdeos.[6] Esta obra relata el viaje del escritor a Tierra Santa en 333 y 334, por tierra a través del norte de Italia y el valle del Danubio hasta Constantinopla; luego a través de Asia Menor y Siria hasta Jerusalén, y luego de regreso por Macedonia, Otranto, Roma y Milán. Más cerca de nuestro tiempo, podemos remontarnos al fin de las guerras napoleónicas para que Europa se abra a los viajeros de forma más organizada.
Guías ilustradas, como “Peregrinatio in Terram Sanctam”[7], escrita por Bernhard von Breydenbach e ilustrada por Reiwich, fue publicada en 1486 y se convirtió rápidamente en una guía turística. El relato de viaje de von Breydenbach, que detalla el recorrido de ambos a través de Italia y por el Mediterráneo, cautivó a los lectores. Las ilustraciones de Reiwich fueron las primeras imágenes precisas que se vieron de destinos como Rodos, El Cairo o Beirut.
En los últimos años del siglo XVIII, pasado ya el furor de la revolución francesa, en 1796, escribe la pionera feminista Mary Wollstonecraft sus Cartas escritas durante una corta estancia en Suecia, Noruega y Dinamarca (Letters writen during a short residence in Sweden, Norway and Denmark)[8] que, bien recibida por los críticos, fue traducida al alemán, holandés, sueco y portugués; publicada en América; y reeditada en una segunda edición en 1802. Algo más adelante, al fin de las guerras napoleónicas y la normalización de las relaciones entre las potencias europeas tras el congreso de Viena, permitieron el comienzo del turismo, en una forma que ya está muy próxima a lo que nosotros hoy día asociamos con esta palabra. Todavía y durante todo el siglo XIX se trata de las clases más acomodadas, las que tienen posibilidad de viajar. Esta actividad es aun extremadamente cara y requiere tiempo libre, conocimientos de lenguas y una cultura que se encuentra muy por encima de la que podían tener las clases obreras.
Seguirían a Wollstonecraft, ya más cerca de nuestro tiempo, finalizadas las guerras napoleónicas, Europa se abre a los viajeros de forma más organizada. En ello influirán pronto las mejoras en las comunicaciones. Autores como Lord Byron, con sus Peregrinaciones de Childe Harold , 1812-1818 (Child Harold Pilgrimage)[9], poema narrativo y crónica de sus experiencias durante sus viajes por Europa, incluidos lugares como España, Grecia, Albania y Turquía. Una obra poética, profundamente influenciada por sus observaciones personales y una obra clave en la literatura romántica de viajes. Otro autor inglés, el diplomático James Morier con su A Journey through Persia, Armenia and Asia Minor, 1812. Morier contribuyó a alimentar el exotismo, documentando sus viajes por el medio oriente con descripciones detalladas de la geografía, la cultura y las costumbres de la región. También con tareas oficiales, Alexander von Humboldt documentó sus andanzas por América en su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente,1814-1831. ( Relation historique du voyage aux régions équinoxiales du nouveau continente).[10] Quizás el más importante de los autores que viajaron por España y escribieron sus relatos sobre el país, fue el norteamericano Washington Irving, con sus Cuentos de la Alhambra,1832[11]. Son tantos los relatos de viajes que sería casi imposible nombrarlos todos, ya estaréis pensando porque no nombro a Darwin, pero prefiero hacerlo en otra ocasión.
Cambios fundamentales en la economía y los transportes y una relativa paz, durante la primera mitad del siglo XIX, permitió una expansión de los viajes de placer, que ya empezaban a llegar a capas más populosas de la sociedad. El barco de vapor de Robert Fulton en el 1807 y el ferrocarril, con la locomotora de George Stephenson permitieron el transporte de muchos viajeros, más rápido, más seguro y a un coste mucho más bajo de lo que era costumbre. Una buena señal de que se estaba formando una categoría económica alrededor del turismo, es que empiezan a aparecer guías turísticas impresas. La primera guía turística moderna es a buen seguro la Guía Murray para viajeros (Murray’s Handbooks for Travellers) en 1836. Esta guía fue pionera en proporcionar información detallada y práctica para los viajeros, cubriendo destinos en Europa y más allá. Las guías de Murray ofrecían información sobre rutas de viaje, alojamientos, sitios de interés, aspectos culturales y consejos útiles para los viajeros. Estaban diseñadas para ser llevadas en el bolsillo y usadas durante el viaje. Poco después de las guías de Murray, Karl Baedeker, un editor alemán, comenzó a publicar sus propias guías turísticas en 1839, comenzando con una guía de Renania. Las guías Baedeker se convirtieron en las más famosas de Europa, conocidas por su precisión, detalle y el distintivo formato de cubierta roja. Tanto las guías Murray como las Baedeker se asemejaban mucho a las guías de Lonely Planet, Rough Guides, y Fodor’s o las Trotamundos, que yo mismo utilizaba en los 80[12].
El primer viaje “charter” lo organizó Thomas Cook el 5 de julio de 1841. Se trató de una excursión en tren desde Leicester a Loughborough, un trayecto de aproximadamente 19 kilómetros. El viaje fue organizado para un grupo de 570 personas, y el objetivo era asistir a un congreso de la Sociedad de la Templanza, un movimiento que promovía la abstinencia del alcohol. Tras el éxito de su primera excursión, Cook continuó organizando más viajes en grupo, inicialmente en el Reino Unido, y luego extendiéndose a Europa. En 1855, organizó su primer viaje organizado internacional, un recorrido por Bélgica, Alemania y Francia, coincidiendo con la Exposición Universal de París. El turismo, como nosotros lo conocemos, se puede decir que tiene sus orígenes en este viaje. En 1865, Thomas Cook abrió su primera oficina en Londres y, a partir de ahí, su agencia comenzó a ofrecer paquetes turísticos que incluían transporte, alojamiento y guías, una novedad para la época. La agencia de Thomas Cook jugó un papel crucial en la democratización de los viajes, haciéndolos accesibles a una parte más amplia de la sociedad. Su modelo de negocio innovador sentó las bases para la industria turística tal como la conocemos hoy en día. Thomas Cook & Son, continuó operando durante muchos años y se convirtió en un gigante de la industria turística global. La empresa original cesó sus operaciones en 2019.
La literatura contemporánea despertaba el deseo de viajar. Uno de mis favoritos en mi niñez, Jules Verne, encandilaba al mundo en 1873 con su «La vuelta al mundo en ochenta días». Del mismo modo lo hacía, Rudyard Kipling en 1888 con «El hombre que quiso ser rey” o Joseph Conrad en 1899 con “En el corazón de África». En Europa se vivía la época del imperialismo. Parecía que el mundo estaba abierto a los europeos, y miles de jóvenes se preparaban para una aventura en las colonias. En realidad, el turista se parece un poco al colonizador, que llega a un lugar con sus propias costumbres y formas de ver la vida y juzga lo que ve, según sus propias medidas. Seguiré desarrollando esta idea más adelante.
Mi compañera de despacho en la institución de historia de Lund, la catedrática Eva Helén Ulvros, escribió un libro que nos puede ayudar a vivir uno de esos viajes organizados por la agencia inglesa de viajes[13]. En su día, tuvimos un seminario sobre la historia del turismo, que organicé en mi instituto, nada más salir el libro. Paso a continuación a la historia de este viaje: Selma Lagerlöf, la famosa escritora sueca y primera mujer en ganar el Premio Nobel de Literatura, viajó a Palestina en 1900. Este viaje fue parte de una peregrinación más amplia por Tierra Santa, que incluyó visitas a otros lugares sagrados en oriente medio. Todo el viaje estuvo organizado por Thomas Cook. Lagerlöf viajó con su amiga Sofie Elkan, también escritora, con la que solía viajar. Las dos mujeres ya habían viajado juntas a Italia, Francia, Bélgica y Holanda. Sophie Elkan estaba a punto de cumplir cuarenta y siete años y Selma Lagerlöf acababa de cumplir cuarenta y uno cuando emprendieron el viaje. La idea del destino surgió de una noticia en un periódico. Durante la estancia veraniega en Visby, en la isla de Gotland, en 1897, cuando Selma Lagerlöf trabajaba arduamente con su libro, Los milagros del Anticristo, Sophie Elkan llegó con un ejemplar del Gotlands Allehanda en la mano. La noticia, que Sofie quería que su amiga viera, hablaba de los campesinos de Nås en la región sueca de Dalarna que, por su fe, habían emigrado a Palestina y que ahora comenzaban a adaptarse al nuevo país. Selma Lagerlöf quedó fascinada con el pequeño artículo y vio inmediatamente cómo se formaba un maravilloso tema para una novela.
El viaje comenzó en diciembre de 1900, en tren hacia el sur, a través de una Europa helada. Incluso en Florencia nevaba, y lamentablemente hacía un frío «polar» también en la habitación del hotel. Desde Brindisi, los viajeros tomaron un barco hacia Alejandría; la víspera de Navidad llegaron en tren a El Cairo y el día de Navidad asistieron a una misa católica. Sophie Elkan relata en detalle en cartas a su amiga Betty Warburg todo lo que vivieron, y Selma Lagerlöf comparte sus impresiones en cartas a su madre y a su hermana, Gerda Ahlgren. Normalmente, siempre era Sophie Elkan quien organizaba los viajes, reservaba hoteles, gestionaba los pasaportes y cambiaba divisas, pero dado que este destino estaba fuera de Europa y del mundo que Sophie Elkan, tan experimentada en viajes, conocía, recurrieron a la agencia de viajes Cook. Las viajeras daban a entender que estaban muy satisfechas con la agencia de viajes Cook. Tenían reservas en los mejores hoteles y viajaban en primera clase. En Egipto se quedaron más de dos meses, y Sophie Elkan también reservó por su cuenta un hotel directamente en las pirámides, en el Mena House Hotel, el mismo donde había residido en su momento la entonces princesa Victoria, esposa del príncipe heredero Gustavo, posteriormente Gustavo V. Desde la ventana del hotel, podían ver la pirámide de Keops y conocieron a varios otros suecos que también se alojaban allí. Valga este pequeño relato para conocer como se viajaba a principios del siglo XX, si se podía pagar por ello, claro está. De este viaje surgió la novela en dos tomos Jerusalén (Jerusalem) que salió de imprenta en 1901, el primer tomo, y el segundo 1902. La obra tuvo un gran éxito y contribuyó a que Lagerlöf recibiese el premio Nobel de literatura en 1909.
Doy un salto considerable para acercarme a un nuevo medio de locomoción que hizo saltar el turismo, de algo que solo grupos privilegiados podían costearse, hasta llegar a las clases medias bajas y finalmente a los trabajadores más modestos. Me refiero como comprenderéis al automóvil. Aunque los primeros automóviles eran solamente algo que los muy ricos podían poseer, todo cambió a partir de innovaciones tecnológicas como la línea de ensamblaje introducida por Henry Ford en 1913. Ya en 1914, año en que comenzó la primera guerra mundial, el coche, ya era un elemento bastante normal por calles y carreteras. Tan normal que, ya en el año 1900 se contaba con La primera guía Michelin, conocida como la Guía Michelin (en francés, (Le Guide Michelin), creada por los hermanos André y Édouard Michelin, fundadores de la empresa de neumáticos del mismo nombre. Originalmente, la guía estaba destinada a proporcionar información útil para los conductores, incluyendo mapas, direcciones, y una lista de talleres y estaciones de servicio. No contenía las reseñas de restaurantes y hoteles que caracterizan las ediciones posteriores. A medida que el uso del automóvil se volvía más popular, la guía evolucionó para incluir recomendaciones de restaurantes y alojamientos, de la misma manera que hoy se utilizan las redes sociales. En los años entre las dos guerras mundiales, comienza a masificarse el transporte por carretera y los viajes trasfronterizos se multiplican.
Pero, lo que verdaderamente cambió la esencia del turismo y aumentó su impacto en las economías y las condiciones de vida de los países visitados fue la segunda guerra mundial, o mejor dicho, el exceso de material que produjo esa guerra y que se empleó para fomentar el turismo hacia zonas de Europa, primeramente, desoladas por la guerra, pero que por su clima, su historia, su cultura y su gastronomía, eran atractivas para los trabajadores del norte de Europa, que tenían salarios que les permitían viajar. Aquí entra la economía de guerra americana.
Tras el ataque del imperio japones a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, los americanos volcaron todos sus esfuerzos y su capacidad industrial en una economía de guerra, que podía producir armas i vehículos a una velocidad hasta entonces nunca vista. Se producían armas de todo tipo, tanques, portaviones y, sobre todo aviones y, sobre todo los Douglas DC3. Después de la Segunda Guerra Mundial, había una gran cantidad de aviones militares excedentes, incluidos los Douglas DC-3. Se estima que alrededor de 10,000 DC-3 en sus diferentes variantes, fueron construidos durante la guerra. De estos, aproximadamente 1,000 a 2,000 aviones quedaron disponibles como excedentes en los Estados Unidos al final del conflicto. Muchos de estos aviones no se utilizaron inmediatamente después de la guerra y fueron almacenados o vendidos a precios muy bajos. Posteriormente, gran parte de estos aviones fueron convertidos para uso civil y vendidos a aerolíneas, lo que facilitó el crecimiento de la industria de la aviación civil y, por ende, del turismo. La gran cantidad de aviones Douglas DC-3 disponibles en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial tuvo un impacto significativo en el desarrollo del turismo.
Así, aterriza en Mallorca el primer vuelo charter salido de Suecia el 23 de abril de 1955. Este vuelo marcó el inicio de una nueva era en el turismo sueco, ya que permitió a un número creciente de personas acceder a destinos turísticos internacionales a precios asequibles. Mallorca, una isla española en el Mediterráneo, se convirtió en un destino muy popular para los turistas suecos y de otros países europeos, gracias a la creciente oferta de vuelos chárter. Este evento es considerado un hito importante en la historia del turismo de masas en Europa. El viaje partió de Bromma el 22 de abril de 1955 a las 10 de la mañana y com el trayecto y la estancia duró 16 días. El número de participantes ascendió a 26 personas, y el precio fue de 1,095, unos 2000 euros actuales. El viaje se realizó en un Vickers Viking, curiosamente no en un Douglas DC3. El avión necesitó hacer cuatro escalas, en Gotemburgo, Malmö, Stuttgart y Marsella) los pasajeros también tuvieron que pasar la noche en Marsella, ya que el avión no tenía permiso para vuelos nocturnos, el aterrizaje tuvo por tanto lugar el 23 de abril.
Era otra España, la que visitaron esos 26 turistas, otra Mallorca muy diferente. Un país gris y desolado bajo el sol, con una sociedad pobre y atrasada en muchos ámbitos, que miraba con recelo y admiración a esos viajeros caídos del cielo. Una vez, aquí en Malmö, con motivo de unas conferencias que dimos bajo el tema Málaga-Malmö, hablaba el entonces alcalde de Málaga, cuyo nombre he olvidado, de la importancia que el turismo había tenido para él personalmente, sobre todo, para su percepción de la situación reinante en España en los sesenta, y para su interés por la política. Se puede decir que la sociedad española se fue abriendo al mundo gracias al turismo. Esto no se debería olvidar nunca.
El problema de la masificación del turismo viene de la proliferación de los vuelos internacionales y la competencia que ofrecen las compañías aéreas y de la globalización. Más y más gente de todo el mundo alcanza un nivel de vida que les permite viajar al extranjero. 1.400 millones de chinos están empezando a viajar y otros tantos indios les siguen los talones. Todos hemos tenido que sufrir las largas colas para ver los monumentos emblemáticos de cualquier país que visitamos, al menos, se los países que copan la élite de recepción de turistas, Francia, España, Italia, Grecia y pronto será todo el entorno mediterráneo y otros puntos en el mundo. Y, contra eso se revelan los que protestan contra el turismo. Este año, en Barcelona, he podido ser testigo de alguna de esas manifestaciones. Me sorprende y me preocupa un poco, que los manifestantes sean gente joven, justo en esa edad en que la mayoría de ellos quiere viajar lo más largo posible, al poder ser a las antípodas, sin reparar, que, una vez fuera de España o somos turistas o somos emigrantes.
Dicen los manifestantes que están contra la gentrificación del centro de las ciudades, pero no reparan que esos centros han estado muchas décadas en ruinas y que sus habitantes han vivido en la miseria. Hablan de “turismo de calidad” cuando quieren decir – “bienvenidos sean los ricos” – o – “pobres, go home”. Yo creo que la diversificación de los destinos turísticos, que ya vamos viendo en Europa, ayudará a quitar presión a los antiguos receptores. Creo que el día que el turismo se reparta más equitativamente por toda la costa mediterránea, norte, sur, este y oeste, Mallorca y Barcelona, quedarán más desahogadas. Quién sabe si entonces, algunos protestaran y se manifestarán, lamentando que se pierdan puestos de trabajo. Summa summarum, el turismo nos ha enriquecido de muchas maneras, aunque ahora veamos algunas consecuencias indeseadas, y, es que, como decía mi madre – lo poco agrada y lo mucho enfada. Os dejo con una foto turística.
Apurar los últimos días del verano es casi una obligación. A un paso de septiembre, se nota ya en el aire que el otoño viene de camino. A mi me gusta andar mucho estos días; andar y andar por las calles y los parques, los benditos oasis que las culturas, desde tiempos inmemoriales, se han esforzado en construir, por amor a la belleza. Ya me hubiera gustado a mi pasear por los jardines colgantes de Babilonia, construidos según la leyenda por el rey Nabucodonosor II para su esposa Amytis. Al no poder ser, me conformo con pasear por los parques y jardines que se han conservado hasta nuestros días. Yo tengo algunas preferencias, aquí en Lund. La verdad es que esta ciudad es muy rica en parques, aunque ninguno de ellos es anterior al siglo XVIII.
El más antiguo es el más pequeño y central, Lundagård, es un cuadrilátero delimitado por la catedral al sur, Kyrkogatan (Calle de la iglesia) al oeste, Universitetsplatsen la Plaza de la Universidad (Universitetsplatsen) al norte, y Sandgatan (Calle de la arena) con AF borgen (el castillo de los estudiantes). El parque data de 1747, cuando el solar se dedicó a parque con césped y senderos, bordeados de tilos, olmos, castaños, fresnos y arces. Los árboles más antiguos datan del año en que se estableció el parque, otros fueron plantados en 1883, cuando se realizó una renovación integral de todo el recinto, pero la mayoría son más recientes y han ido reemplazado gradualmente a los árboles que han muerto o han sido derribados por el viento. En Lundagård hay un solo edificio, el llamado Lundagårdshuset (Casa de Lundagård) o Kungshuset (Casa del rey) Aquí en invierno.[1]
Carl Hårleman, más conocido como el arquitecto que dio forma al palacio real de Estocolmo, aunque él no fue a quien se le encargó en primer lugar, recibió en la década de 1740 el pedido, de parte del consistorio de la universidad de Lund, de rediseñar Lundagård. Hårleman lo diseño como un parque cerrado por un muro, que fue derribado durante el siglo XIX. Una de las puertas se conserva, con su remate coronado y es hoy la entrada al museo histórico de la ciudad, Kulturen[2].
Según la ciudad iba creciendo, iban quedando restos de las antiguas parroquias y sus cementerios, ubicados de tal manera, que representaban una clara inconveniencia, desde un punto de vista sanitario. En lo que ahora se denomina Petriplatsen se encontraba, durante la Edad Media, la iglesia de San Pedro (S
Petri kyrka) y, adyacente a ella, un cementerio. La iglesia fue demolida poco después de la reforma luterana en 1536, pero el cementerio se siguió utilizando para entierros hasta 1816. Algún tiempo después, se usó como jardín botánico. Cuando se propuso utilizar el lugar para mercados de ganado, intervino el fabricante Borg. Él donó un terreno adecuado para el comercio de ganado en lo que hoy es Mårtenstorget a la ciudad, a cambio de que la ciudad donara Petriplatsen a la universidad. Una condición de la donación era que el lugar nunca fuera edificado. La universidad sigue siendo propietaria de Petriplatsen y funciona como un pequeño oasis entre la gran arteria, Kyrkogatan, y la biblioteca municipal, presidido por una estatua de Lineo. Aquí me he sentado muchas veces a descansar o a leer, durante mis largos paseos por la ciudad.
Desde Petriplatsen puedo alcanzar media docena de jardines en un radio de 500 metros. Empezaré por uno de mis favoritos, el jardín botánico. El primer jardín botánico de Lund fue fundado ya en 1690 por Kilian Stobæus, un destacado profesor de medicina e historia en la Universidad de Lund. Inicialmente, el jardín estaba ubicado en Östra Vallgatan, cerca de la catedral de Lund. Este primer jardín era relativamente pequeño y estaba destinado principalmente al cultivo de plantas medicinales, que eran esenciales para la enseñanza y la práctica de la medicina. En 1740, y bajo la dirección del botánico Carl Linnaeus (Linneo)[3], el jardín fue reorganizado y ampliado. Aunque Linnaeus es más famoso por su trabajo en Uppsala, su influencia en Lund fue significativa. Durante este período, el jardín comenzó a expandir su colección de plantas más allá de las medicinales, incluyendo plantas ornamentales y exóticas, que reflejaban el interés creciente en la botánica como ciencia. A principios del siglo XIX, el jardín original se volvió insuficiente para las necesidades crecientes de la investigación y la enseñanza. En 1810, se decidió trasladar el jardín a su ubicación actual en Östra Vallgatan, que en ese entonces era parte del área de Petriplatsen. Este nuevo jardín, que abarcaba aproximadamente 8 hectáreas, fue diseñado para incluir no solo áreas de cultivo, sino también invernaderos y un estanque, lo que permitía un estudio más completo de diferentes tipos de plantas y su ecología.
El jardín botánico de Lund experimentó una verdadera edad de oro a finales del siglo XIX y principios del XX. En 1862, el jardín fue oficialmente inaugurado en su nueva ubicación bajo la dirección de Jacob Georg Agardh, un renombrado botánico y profesor en la Universidad de Lund. Bajo su liderazgo, el jardín se convirtió en un centro importante de investigación botánica y en un recurso clave para la educación universitaria. Durante este período, se construyeron varios invernaderos, incluyendo uno específicamente para plantas tropicales, que ahora está cerrado por reparación y reacondicionamiento y no volverá a abrir hasta dentro de dos años. Estos invernaderos, que yo echo tanto de menos no poder visitar, permitieron a los investigadores estudiar plantas de regiones del mundo muy diferentes a las de Suecia, lo que era esencial para el desarrollo de la botánica como ciencia global. Para mí, este lugar es un reducto de paz. Yo suelo caminar por sus caminos de grava, contemplando la hermosura de las plantas, que no dejan de sorprenderme con su canto a la vida.
Si me muevo hacia el sur, desde el jardín botánico, tengo un gran parque a unos 700 metros de distancia, Stadsparken (el parque de la ciudad). Este parque comenzó a desarrollarse alrededor de la muralla medieval que anteriormente rodeaba Lund, llamada Högevall[4] en 1860. El área dentro de la muralla había sido previamente un pastizal, mientras que fuera de la muralla se encontraba la fértil llanura de Lund. En 1904, la ciudad de Lund compró el terreno y este se utilizó a partir de 1907 para la gran Exposición de Lund. En 1909, el municipio adquirió el terreno adicionalmente de la cooperativa lechera Lunds Andelsmejeri, lo que es ahora Kulturmejeriet[5]. Partes del parque fueron construidas para la Exposición de Lund y se ampliaron entre 1909 y 1911. El Stadsparken fue inaugurado en 1911. En la parte suroeste del parque, hay una gran explanada de césped con un escenario al aire libre de hormigón pintado de blanco en un extremo. En ese escenario actúan todos los veranos artistas conocidos, pagados por la comuna, así que, se puede ir allí con una silla y la merienda, y pasar una tarde muy agradable en compañía de otros ciudadanos. Cuando hace buen tiempo, los habitantes de Lund suelen utilizar esta área para diversas actividades al aire libre, como petanca, skate, vuelo de cometas, jogging etc. Aquí también se encuentra el Stadsparkscaféet, construido por Theodor Wåhlin en 1922, un lugar perfecto para tomarse un café o una copa, en buena compañía. En la parte norte del parque se encuentra Högevallsbadet (la piscina pública de la ciudad), mientras que en la parte oriental se halla, entre otras cosas, el antiguo Observatorio. Al sur, donde se encuentran la continuación de Kyrkogatan, Stora Södergatan y Södra Esplanaden[6](el boulevard sur), está Mejeriet. En la parte suroeste del parque hay desde 1907 un estanque para aves que, a falta de mar, lago o río en la proximidad, hace las veces de paisaje acuático.
Desde Stadsparken puedo seguir hacia el sur y en menos de un kilómetro, encontrarme en el mayor de todos los parques que hay en Lund. El parque de Sankt Lars (San Lázaro). El área conocida hoy como Sankt Lars Parken fue originalmente el sitio del Sankt Lars Hospital, un hospital psiquiátrico inaugurado en 1879. El hospital fue construido para aliviar el hacinamiento en los hospitales psiquiátricos de la región y para proporcionar un ambiente más adecuado para el tratamiento de enfermedades mentales. Diseñado como un «hospital en un parque», la idea era que el entorno natural y tranquilo ayudaría en el tratamiento de los pacientes. El hospital siguió operando durante gran parte del siglo XX, y en su apogeo, albergaba a cientos de pacientes. Los edificios del hospital eran típicos de la arquitectura de la época, con pabellones separados para diferentes tipos de tratamiento y un diseño general que promovía la separación de pacientes según la naturaleza y la gravedad de su condición. A medida que avanzaba el siglo XX, las políticas de salud mental en Suecia y en todo el mundo comenzaron a cambiar, en gran parte impulsada por la aparición de medicamentos psicofármacos. Se produjo una transición hacia la atención comunitaria y la desinstitucionalización, lo que llevó al cierre gradual de muchos hospitales psiquiátricos tradicionales, incluido Sankt Lars. El hospital fue cerrado oficialmente en la década de 1990, y los edificios quedaron vacíos o fueron reutilizados. Después del cierre del hospital, el área fue transformada en lo que ahora se conoce como Sankt Lars Parken. Los antiguos terrenos del hospital se convirtieron en un parque público, y muchos de los edificios históricos fueron preservados y adaptados para otros usos. Hoy en día, algunos de los edificios han sido renovados y transformados en viviendas, escuelas, oficinas, y espacios comunitarios, manteniendo la arquitectura original como parte del patrimonio cultural de Lund. El parque es un lugar tranquilo y apacible y yo suelo llegar hasta su punto más al sur, en el molino de Flackarp, para rodeándolo, comenzar el camino de vuelta a casa.
Ya camino de casa, me gusta cruzar el parque de Tuna. Este parque fue planificado al derribar el palacio de Tuna, construido 1866-67 por el famoso arquitecto Hugo Zettervall[7] para la viuda del obispo Johan Henrik Thomander. El palacio, como muchas de las construcciones de Zettervall, era una autentica chapuza y hubo de ser derribado en 1948, por que era insalubre y hasta peligroso, pues se caía a pedazos. La última residente del castillo de Tuna fue Ida Thomander Warholm fue la hija del antiguo obispo cuya viuda mandó construir el palacio. Ella murió en 1932. Después de su fallecimiento, la casa quedó vacía y empezó a deteriorarse. La ciudad de Lund compró la casa por una suma modesta y no hizo esfuerzos por preservar el hermoso edificio. Durante la segunda guerra mundial, la defensa civil realizó sus ejercicios allí. Hubo un período en el que niños refugiados de Letonia y Estonia vivieron en el palacio, que se encontraba en ruinas
Por suerte, se dejó toda la finca sin construir y en 1958, se creo un parque, aprovechando el inmenso jardín que rodeaba el palacio. Ahora es un oasis en medio de la ciudad, en un punto muy traficado, que permite hacer un alto en el camino y descansar del bullicio callejero. Últimamente se ha construido una miniatura del palacio en el centro de un parque infantil, que se haya dentro del parque-jardín, donde los niños pueden jugar. Hay tantos parques en mi camino que prefiero quedarme aquí por el momento. Os dejo con algunas fotos de los parques.
[1] El edificio fue construido entre 1578 y 1584 por encargo del rey danés Federico II. La casa, que se construyó como residencia para el rey y su alguacil Björn Kaas, se edificó en dos plantas con una entrada en la torre frente a la catedral. Durante la guerra (1643-1645), la casa sufrió graves daños y fue vendida en 1660 al obispo Peder Winstrup. Al morir este, el edificio pasó a pertenecer a la universidad y ha sido sede de, entre otras, la facultad de filosofía. Yo he tenido clases en sus viejos locales.
[2] Kulturen en Lund es un museo al aire libre y un museo cultural. Es uno de los museos más antiguos y grandes de su tipo en Suecia y fue fundado en 1882 y se abrió al público dez años más tarde. Kulturen está ubicado en el corazón de Lund y ocupa una extensa área que abarca tanto edificios históricos como exposiciones interiores. El museo fue fundado por Georg Karlin, un arqueólogo y etnógrafo que quería crear un museo que reflejara la vida y la cultura sueca en su totalidad. Comenzó con la adquisición de varios edificios históricos y objetos culturales que fueron la base de la colección del museo. La idea era preservar y mostrar la herencia cultural sueca en su contexto original. Con el tiempo se han ido trasladando edificios emblemáticos al recinto, lo que hace de este museo un excelente muestrario que ilustra la vida cotidiana en Suecia anterior a la industrialización.
[3] Carl Linneo es mundialmente conocido como el padre de la taxonomía moderna, Linneo estudio medicina en Lund en 1727 y estuvo viviendo en casa del profesor Kilian Stobæus.
[4] De esta muralla o más bien promontorio coronado por una palizada, ya he contado algo en anteriores entradas. Era simplemente una construcción para la defensa de la ciudad, de unos cinco kilómetros de largo que protegía las 40 ha de las que constaba la ciudad hasta la primera mitad del siglo XIX.
[5] Kulturmejeriet tiene sus raíces en un antiguo edificio que originalmente funcionaba como una lechería (de ahí el nombre «Mejeriet,» que significa «la lechería» en sueco). El edificio fue construido en 1895 y era parte de Lunds Andelsmejeri, una cooperativa lechera que operaba en la ciudad. A finales de la década de 1970, la lechería cerró sus puertas y el edificio quedó en desuso. Sin embargo, a principios de la década de 1980, surgió un movimiento en Lund para transformar el antiguo edificio en un centro cultural. Este movimiento fue impulsado por artistas, músicos, y otros activistas culturales que veían la necesidad de un espacio para la cultura alternativa y las artes en la ciudad. En 1985, después de un esfuerzo colaborativo entre la comunidad, organizaciones culturales, y el municipio, el edificio fue oficialmente transformado en Kulturmejeriet. Desde entonces, ha sido gestionado por una asociación sin fines de lucro que trabaja en colaboración con la municipalidad y otras organizaciones para ofrecer un amplio programa de actividades culturales. Yo soy muy asiduo a todas sus actividades. La última fue “cava-canvas” (cava-lienzo), por 9 euros te daban una copa de cava y un lienzo de 10×12 cm para pintar, pinceles y pinturas, las que deseases, y allí estábamos hombres y mujeres, jóvenes y menos jóvenes, bebiendo y pintando. ¡Muy chulo!
[6] Hay mucho que decir sobre este boulevard, que contaré en alguna próxima entrada.
[7] Zettervall era un arquitecto famoso pero muy controvertido. Trabajaba rápido, con materiales nuevos y no siempre bien probados, y no es poco frecuente que esos edificios hayan tenido que ser derribados en relativamente poco tiempo. Se puede decir que era el Calatrava del siglo XIX, por ser tan aficionado al cemento y a las formas teatrales y eclécticas.
Primer día gris de este espléndido agosto. Todavía no hay mucha gente por las calles, aunque las escuelas y los institutos comenzaron las clases ayer. Los 40.000 estudiantes y profesores de la universidad, alargan sus vacaciones una semana más. Yo casi les echo de menos, aunque, con las calles vacías, tengo la oportunidad de mirar detenidamente los edificios que voy viendo al caminar. Veo que aún quedan muchos edificios que ilustran la historia de las transformaciones sociales vividas en Escania en general y, más específicamente en Lund, desde su definitiva integración en Suecia a partir de 1712 hasta 1809.
De forma muy parecida, me dediqué este junio pasado, a vagar por Barcelona contemplando vestigios de la misma época. Como veis, sigo comparando, aunque estoy convencido de las dificultades que se presentan al querer comparar dos procesos diferentes, en diferentes regiones, aun siendo cronológicamente paralelos. La comparación por mi parte llega también a incluir algo que me persigue en mis paseos, oyendo la radio española, la dichosa amnistía y “el concierto catalán”, que continuamente se repiten en cada boletín informativo y que parece que es algo nuevo. En realidad, hace poco más de 300 años se encontraban España y Cataluña en una muy parecida situación, como veremos más adelante. ¿Qué es lo que se puede comparar? Empezaré con el nombre del soberano. En el año 1700, el rey sueco se llama Carlos, Carlos XII, y era XII, porque Carlos IX adoptó su número ordinal basándose en leyendas suecas que incluían a varios reyes llamados Carlos que en realidad no existieron o cuyos reinados no fueron reconocidos formalmente, así que, en realidad, debió llamarse Carlos IV. Bueno pues, el rey en España se llamaba ese año Carlos II, por lo menos hasta el 1 de noviembre, día en que dio su último suspiro y dejó este valle de lágrimas, dando comienzo, sin querer, a una de las mayores guerras europeas, anteriores a la primera guerra mundial, en la que estaban enfrentadas, como contendientes Francia y Alemania.[1]
El rey sueco, que no murió en su cama, como lo hizo el rey español, murió también en noviembre, esta vez el 30 del mismo de 1718, y se fue también de esta vida sin dejar heredero, lo que llevó a su reino a pasar por una sucesión accidentada. De los dos reyes se puede decir que eran grandes desconocidos para sus súbditos, porque el uno, Carlos II de España, no pisaba la calle, y el otro, Carlos XII de Suecia, no pisaba Suecia, porque estuvo toda su vida como rey, exceptuando los tres últimos años, recorriendo el este de Europa en interminables guerras con Rusia, Polonia y Dinamarca. Ambos reyes resultaron catastróficos para sus países, aunque el rey sueco se llevó una fama de guerrero un tanto romántica, que en mucho se debe al libro de Voltaire, escrito 13 años tras la muerte del soberano sueco.[2] Este mismo Voltaire es también el responsable de difundir la mala imagen de Carlos II de España.[3] Modesto Lafuente es uno de los historiadores responsables de perpetuar la imagen negativa de Carlos II en la historiografía española. En su extensa obra, describe a Carlos II como un rey débil y poco apto para gobernar, destacando su deterioro físico y mental como símbolos de la decadencia del imperio español.[4]
En segundo lugar, quiero decir algo sobre el complejo o sentimiento de capitalidad que se vivió en Lund y en Barcelona durante el periodo de tiempo en que estas ciudades fueron capitales accidentales de sus reinos; ya sé que se dirá que exagero, comparando Lund con sus 1300 habitantes con una Barcelona que ya contaba con 38.000. Sin embargo, yo sostengo que es comparable por muchas razones. La primera razón, en cuanto a Lund, es que la presencia de Carlos XII y la concentración de la administración real en Lund durante su estancia reflejan un cambio temporal en el estatus de la ciudad, que pasó de ser una pequeña ciudad universitaria a un centro de poder en 1716. En Barcelona este sentimiento de capitalidad se siente desde que el archiduque Carlos, el 22 de octubre de 1705, desembarca en Barcelona con el apoyo de la flota anglo-holandesa. El archiduque desembarcó en Cataluña y recibió un apoyo considerable, especialmente en Barcelona, donde fue recibido como el nuevo soberano. La ciudad, así como otras partes de Cataluña, reconoció al archiduque Carlos como Carlos III de España. El cambio de lealtad de Barcelona y su posterior resistencia hasta su rendición, el 11 de sptiembre de 1714 se convirtieron en un símbolo de la lucha por las libertades catalanas y la defensa de su identidad. Esta narrativa ha perdurado en la historia y la cultura catalanas, influyendo en la política regional hasta la actualidad. Aunque el archiduque dejó la ciudad el 27 de septiembre de 1711, su esposa, Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel, permaneció en Barcelona hasta el 19 de marzo de 1713. Pero, es importante dejar claro que el archiduque en Barcelona se declaró rey de España y no de Cataluña. Se da el caso que tropas catalanas, mandadas desde Barcelona para apoyar a los ingleses, participaron en la toma de Gibraltar para España, aunque luego Gran Bretaña aprovecharía para hacerse con el control del peñon, como compensación de guerra.
Barcelona vivió, por tanto, un periodo de capitalidad de facto, al menos, entre 1705 y 1713, durante la guerra de sucesión española, cuando la ciudad se convirtió en el centro de operaciones de la resistencia al rey Felipe V y en la sede del gobierno del archiduque Carlos de Austria, proclamado como Carlos III por sus seguidores en Barcelona. Este periodo fue vivido con un intenso sentido de protagonismo político y cultural. De haber triunfado el archiduque y sus aliados, podría muy bien haberse dado el caso de que la capitalidad de Barcelona en España se hubiera perpetuado. Esto es, naturalmente una especulación contrafactual, pues nunca sabremos la respuesta a la pregunta: ¿Qué habría pasado si el archiduque Carlos no hubiera dejado Barcelona en 1711? Estas preguntas nos permiten considerar las consecuencias potenciales de eventos no ocurridos, pero no dejan de ser especulaciones.
Para terminar, comparable es también el catastrófico estado de las finanzas en ambos países, debido tanto a la perdida de ingresos como a la carga de un aparato bélico desproporcionado, que los dos Carlos y sus sucesores trataron de mejorar, subiendo los impuestos a todas las fuentes que producían alguna riqueza. En el caso de Suecia, también al coste de una inflación desbocada.
Ya que estoy en Lund, empezaré por repasar las condiciones en las que se encontraba Escania el año 1721. Demos un repaso a la historia comenzando con las características de la región en cuanto a economía y población. Alrededor de 1720, la población de Escania se estima en aproximadamente 200,000 a 250,000 habitantes.[5] Se estima que entre el 80% y el 90% de la población de Escania vivía en el campo. La economía se basaba en la agricultura, y la mayoría de las personas vivían en pequeñas aldeas o granjas. Aproximadamente entre el 10% y el 20% de la población vivía en ciudades o pueblos más grandes. Las ciudades importantes, como Malmö, Lund, Helsingborg, Ystad y Kristianstad, concentraban la mayor parte de la población urbana.
Como la mayoría de las ciudades suecas en esa época, Lund tenía una población modesta, en comparación con las grandes urbes europeas, ya que Suecia en general, y Escania en particular, tenían una estructura predominantemente rural. Con una población que oscilaba entre los 1300 y los 2000 habitantes, que no creció de manera considerable durante el siglo XVIII, Lund mantenía una situación privilegiada como urbe eclesiástica y universitaria, con su Universidad fundada el 1666. En 1716, después de la debacle de Poltava en 1709[6], y de una serie de campañas militares poco exitosas, Carlos XII se trasladó a Lund como parte de su estrategia para establecer una base de operaciones en el sur de Suecia, cerca del frente danés. Lund era un lugar estratégico debido a su ubicación en Escania, una región que había sido el centro de las tensiones entre Suecia y Dinamarca. El 6 de septiembre de 1716, Carlos XII llegó a Lund. A partir de este momento y durante casi dos años, la pequeña ciudad universitaria con solo 1300 habitantes funcionó como la capital no oficial de Suecia. El rey absoluto y Lund llegaron a influirse mutuamente de varias maneras[7].
Carlos XII estableció su cuartel general en Lund[8] mientras preparaba una ofensiva contra Dinamarca- Noruega. La presencia del rey con sus tropas resultaba muy agobiante, no solamente en la ciudad, sino en toda Escania. Se estaba dando una de esas ocasiones en la que el pueblo llano, a la menor ocasión, como puede ser un acto de violencia por parte de los soldados, podrían haber iniciado una revuelta. También los alrededores de Lund se vieron afectados. Más de veinte mil soldados estaban alojados en casas de labor por toda Escania. Como siempre, la presencia del ejército atrajo a prostitutas y a otras gentes de “mal vivir”, como se refleja en el acta del consistorio académico del 18 de junio de 1717[9].
La pequeña ciudad escaniana empezaba a abrirse al mundo impulsada por el hecho de que Lund funcionara como la capital del reino. Lundska Lögerdagz Courant (El correo lundense del sábado), fue el primer periódico que se imprimió en Lund y en toda Escania. El primer número se publicó el 10 de agosto de 1717. En sus ocho páginas se describían batallas, preparativos de guerra, matrimonios reales y otros eventos ocurridos en Europa, que, casi siempre, tenían varios meses de antigüedad. Había, eso sí, pocas noticias de Suecia, y generalmente no se incluían noticias locales en el periódico. Sin embargo, de vez en cuando se informaba que se había celebrado una disertación en presencia de Su Majestad Real. Y, es que, el rey guerrero por excelencia, mostraba un gran interés por la universidad y atendía las clases de varios catedráticos, especialmente de matemáticas y filosofía, y no se perdía ninguna disertación. El periódico se publicaba dos veces por semana y cambiaba de nombre según el día de la semana en que se publicara. En total, se publicaron 75 números. La última edición se emitió el 19 de junio de 1718, una semana después de que Carlos XII dejara la ciudad para siempre, para encontrar su fin en la mañana del 30 de noviembre de ese año, por una bala disparada desde la fortaleza de Fredriksten.
Aún cientos de años después de su muerte, Carlos XII sigue teniendo influencia en Lund. Es una influencia conflictiva y a veces muy negativa. Los homenajes al rey en el aniversario de su muerte, el 30 de noviembre, se convirtieron en la década de 1990 en enfrentamientos directos entre extremistas de derecha de estética skin y antirracistas igualmente combativos, entre los cuales se encontraban muchos de mis estudiantes, dicho sea de paso.
Un cuadro que representa al rey Carlos, preside la sala de profesores del instituto Katedralskolan, sito en parte en la casa construida en 1580 por el consejero del reino danés, Corfitz Tønnesen Viffert, a la que Carlos XII se mudó en 1716. A principios de 1700, la casa era propiedad del catedrático Martin Hegardt y, al ser una de las pocas casas de piedra de Lund, fue requisada por la corona para Carlos XII después de su regreso a Suecia. Al pasar frente al edificio, voy pensando en la importancia que tuvo la fugaz capitalidad para esta pequeña ciudad. Junto con la fundación de la universidad, el breve tiempo que la corte estuvo localizada entre sus estrechas calles, abrió un periodo de un cierto cosmopolitismo para los habitantes de la ciudad.
Y, llegado aquí, me parece relevante llegar a la comparación con Barcelona, porque, tamaño aparte, el secreto de por qué las instituciones catalanas se pusieron del lado del archiduque pretendiente y de sus aliados, aparte de la conservación de sus instituciones y sus leyes, era la espectativa de hacer Barcelona capital de España. Esa promesa llevó a las instituciones catalanas a negarse a entregar Barcelona, aún después de la paz de Utrecht, siempre a la espera de una ayuda británica que nunca llegó. Tras el el Convenio de Hospitalet de Llobregat, el 22 de junio de 1713 entre el conde de Königsegg, representante del mariscal Starhemberg, jefe del ejército del archiduque Carlos de Austria, y el marqués de Ceva Grimaldi, representante del duque de Pópuli, jefe del ejército de Felipe V, finalizaban las hostilidades de la guerra de sucesión española. El acuerdo se firmó siguiendo los principios fijados en la Convención para la evacuación de Cataluña y el armisticio de Italia que estipulaba la evacuación de las tropas aliadas de Cataluña, Mallorca e Ibiza, así como la entrega de Barcelona, y de Tarragona a las tropas de Felipe V como garantía. Tenemos el testimonio de un soldado irlandés, John Fontaine que escribió en su diario: «Viendo que los abandonábamos, nos llamaron traidores y todos los nombres más viles que se les ocurrieron, y la chusma nos lanzó piedras diciendo que los habíamos traicionado al ponerlos en manos del rey Felipe.»[10] El 14 de julio la ciudad de Tarragona capitulaba ante las tropas borbónicas dirigidas por Juan Francisco de Bette, Barcelona resistiría todavía hasta el 11 de septiembre del año siguiente. Seguiré con gusto esta comparación, contando lo que pasó en Lund tras la partida de Carlos XII y en Barcelona, a partir del 12 de septiembre de 1714. Os dejo con una fotografía tomada hoy de la casa en la que se hospedó el rey Carlos XII en Lund.
[1] Alemania, que aún no existía, estaba representada por Austria, es decir el Sacro Imperio Romano, con su Leopoldo I, que promovió la candidatura de su hijo, el Archiduque Carlos de Austria, para el trono español y también el reino de Prusia, que se unió a la Gran Alianza para fortalecer su influencia en Europa. Del mismo modo, luchaban en el bando austriaco Gran Bretaña, bajo los reinados de Guillermo III y posteriormente Ana, para evitar un dominio borbónico demasiado fuerte en Europa, las Provincias Unidas (Países Bajos), Aliados de Gran Bretaña y Austria, con intereses en limitar el poder francés y mantener su independencia de España, Portugal, que Inicialmente apoyó a Felipe de Anjou, pero que se unió a la Gran Alianza en 1703 de forma similar a Saboya, que también cambió de bando en 1703 para unirse a la Gran Alianza, buscando beneficios territoriales. Por el lado francés encontramos, además de Francia, a Baviera, que, alineada con Francia, buscaba preservar su influencia en Europa central.
[2] Voltaire; “Histoire de Charles XII”, 1731. En este libro, Voltaire presenta al rey sueco como garantía de la libertad europea contra la tiranía rusa, representada por su principal rival, el zar Pedro I de Rusia. Esta idea de rusia como representante del despotismo de oriente, se parece mucho a la imagen de Persia que se ha transmitido a través de la historia, en oposición a la democracia griega.
[5] Algunos datos sobre la población en Suecia pueden obtenerse ya desde la década de 1720, y datos estadísticos regulares de la población a partir del año 1749. En dicho año, comenzó a funcionar el llamado Tabellverket ( oficina de estadística) sueco. La organización del Tabellverket fue establecida mediante la real orden del 10 de noviembre de 1748. https://www.scb.se/hitta-statistik/aldre-statistik/innehall/serien-historisk-statistik-for-sverige/
[6] La batalla de Poltava en lo que ahora es Ucrania, que se libró entre los ejércitos del zar Pedro I de Rusia y el del rey Carlos XII de Suecia el 8 de julio de 1709, terminó con la victoria de los rusos, marcando el fin del Imperio sueco como gran potencia en Europa. Carlos XII huyó al frente de unos mil soldados y se refugió en territorio dominado por el imperio otomano, en Bender, en la actual Moldavia, y no regresó a Suecia hasta 1715.
[7] Un gran número de personas, muchos de ellos turcos y judíos, se fueron asentando cerca del rey para no perderle de vista. Eran gente a las que el rey les debía dinero. Entre los acreedores había seis turcos, una decena de árabes, algunos judíos y una condesa polaca. Y dado que solo había una posada en la ciudad, los huéspedes tuvieron que alojarse en casas de ciudadanos. Como había solo 270 viviendas en la ciudad, casi todas fueron utilizadas, salvo diecisiete que fueron rechazadas porque no cumplían los requisitos. Sin embargo, esto no significaba que las viviendas aceptadas fueran lujosas; solo una cuarta parte de ellas, por ejemplo, estaban equipadas con estufas de azulejos, un distintivo de confort en invierno. Alrededor de 550 huéspedes fueron alojados en Lund. Muchos ciudadanos protestaron contra la obligación de alojar a los huéspedes e hicieron todo lo posible por evitarlo, pero en vano. Por supuesto, la mejor acomodación la recibieron el rey, que echó a un catedrático de su casa para instalarse él, y sus más cercanos colaboradores.
[8] La casa que eligió para instalarse era una de las pocas casas de piedra que entonces había en la ciudad. El propietario era el joven catedrático de historia eclesiástica Martin Hegardt, que recibió del rey el obsequio de ennoblecer a su hijo mayor y además fue padrino de su segundo hijo, el 19 de agosto de 1717. En lugar de alquiler, recibió Hegardt diferentes pagas por cargos eclesiásticos. El rey andaba mal de dinero. Biographiske underrättelser om professorer vid kongl. universitetet i Lund, ifrån dess inrättning till närvarande tid https://runeberg.org/bioprof/0102.html
[9] «un grupo de mujeres sueltas y prostitutas» se reunía por las noches en la universidad y «practicaba una inmoralidad lasciva» citado en Gösta Johanssons “Lunds universitets historia”, 1968.
[10] ALEXANDER Porter: “The Journal of John Fontaine.” The Colonial Williamsburg Foundation, The University Press of Virginia, 1972, p. 42. En Joaquim Albareda.
Hoy me toca lavar y por eso saldré a caminar un poco más tarde de lo que acostumbro a hacer. Mientras las máquinas ultiman mi colada, regresaré a tratar de contestar la pregunta que me hicieron en Bilbao, en aquel seminario, al principio de los 90: ¿Por qué Suecia consiguió cambiar la identidad de los escanianos en menos de cincuenta años, mientras España no lo consiguió con los catalanes en más de trescientos? La respuesta requiere por mi parte hacer un intento de emprender una comparación histórica; una labor difícil, que algunos sociólogos e historiadores[1] han empleado y que otros han desechado por las dificultades que ofrece. El método comparativo es una herramienta poderosa en la historiografía, pero también presenta varios desafíos que lo hacen difícil de emplear en la historia. Estas dificultades surgen de la naturaleza intrínseca de los eventos históricos, las diferencias en las fuentes disponibles y la complejidad de las variables en juego. Los que son reticentes a este método, como mi primer director de tesis, el catedrático Göran Rydstad, sostienen que cada evento o período histórico está inmerso en un contexto específico y único. Las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de un tiempo y lugar determinados son, por tanto, difíciles de replicar o comparar directamente con otros contextos.
A primera vista puede parecer fructífero e interesante comparar, por ejemplo, la revolución francesa con la revolución rusa, pero, en realidad, resulta muy complicado porque, aunque ambas comparten algunas similitudes como movimientos revolucionarios, los contextos sociopolíticos, económicos e internacionales en los que se desarrollaron son muy diferentes. Los fenómenos históricos son multifacéticos y están influenciados por una amplia gama de variables interrelacionadas. Identificar, aislar y comparar estas variables de manera precisa es por fuerza una labor muy compleja, por poner otro ejemplo: en la comparación de la industrialización en diferentes países, factores como la geografía, los recursos naturales, la estructura política, y las tradiciones culturales, entre otros, influyen de manera distinta, lo que complica la comparación directa.
A todas estas dificultades, hay que sumar el hecho de que las fuentes históricas disponibles pueden variar significativamente en calidad, cantidad y perspectiva entre los eventos que se comparan. Esto puede llevar a una representación desequilibrada o sesgada. Sería complicado comparar el el Imperio romano con el Imperio Han, debido a las diferencias en la cantidad y tipo de registros históricos disponibles. Por último, para no extenderme demasiado, escoger casos que sean comparables en aspectos significativos pero que también ofrezcan suficientes diferencias para permitir una comparación es una tarea difícil. En fin, es complicado, pero, a mi parecer no imposible. Así que yo me atreví a hacer una comparación, la que a continuación os ofrezco.
Primero, vamos a poner a Suecia y Escania en el momento histórico en el que se encontraban en 1658, fecha de la paz de Roskilde[2], que ponía fin a la guerra entre Suecia y Dinamarca, que había comenzado con la ocupación por parte de los suecos de una buena porción del territorio danés, para hacerse, entre otras cosas, con el pasaje del Sund y los ingresos en aduanas que este estrecho pasaje, única salida del mar Báltico, aportaban. Para empezar nuestra comparación debemos conocer el contexto en el que esta guerra tuvo lugar. Suecia había participado en la guerra de los treinta años como principal socio de Francia, que usaba este país nórdico para debilitar el dominio de los Austrias en Europa. Era una guerra por la hegemonía que Francia consiguió ganar. Suecia salió de la paz de Westfalia como una pequeña gran potencia militar, pero económicamente debilitada. Sus lideres vieron la posibilidad de hacer valer su potencia bélica contra la vecina Dinamarca, aunque esta había sido aliada de Suecia. El ataque de Suecia pilló a los daneses por sorpresa. Durante esta guerra, Suecia contó con el apoyo de varios países, principalmente el de Francia, que la apoyó, tanto diplomáticamente como financieramente. Esta alianza formaba parte de la política francesa de mantener a los Habsburgo en Alemania y España, debilitados, lo que era beneficioso para Suecia en su conflicto con Dinamarca-Noruega. En parte también fue apoyada por Brandeburgo-Prusia, especialmente en sus campañas en el norte de Alemania. Holanda tenía intereses comerciales en mantener el equilibrio de poder en la región, y su apoyo a Suecia no fue constante, en ciertos momentos proporcionó apoyo naval para evitar que Dinamarca-Noruega dominara el comercio en el Mar del Norte y el Mar Báltico. Estos países apoyaban a Suecia principalmente por intereses estratégicos y económicos, buscando debilitar a Dinamarca-Noruega y limitar la influencia de los Habsburgo en Europa. La guerra culminó con la Paz de Roskilde, que resultó en importantes concesiones territoriales de Dinamarca a Suecia.
Dinamarca-Noruega, por su parte, no contó con un apoyo significativo de otros países en la misma medida en que Suecia contó con sus aliados. Sin embargo, algunas potencias europeas, sobre todo los Países Bajos, que tenían un interés en limitar la expansión sueca en el Mar Báltico debido a sus propios intereses comerciales, su apoyo a Dinamarca fue limitado durante esta guerra. Más tarde, después de la Paz de Roskilde, los Países Bajos jugaron, eso sí, un papel más activo al intervenir en la guerra sueco-danesa que siguió, pero durante el conflicto que culminó en Roskilde, su apoyo fue más bien diplomático que militar. El Sacro Imperio tenía un interés en frenar la expansión sueca, pero no proporcionó un apoyo militar directo significativo a Dinamarca durante esta guerra en particular. Austria y el emperador Habsburgo estaban más enfocados en otros conflictos europeos en ese momento.
La paz de Roskilde resultó en una considerable pérdida de territorios para la corona danesa, que incluían: Scania (Skåne), con Lund como capital, históricamente parte de Dinamarca y sede del arzobispado. También perdieron Blekinge, situada al este de Scania. Halland, una provincia en la costa suroeste de Suecia, que había sido cedida temporalmente a Suecia en un tratado anterior, fue cedida de manera definitiva. La isla de Bornholm en el Mar Báltico, inicialmente cedida a Suecia, fue posteriormente recuperada por Dinamarca en 1660, tras un levantamiento de la población local contra las fuerzas suecas. La región noruega de Trøndelag, que en ese momento formaba parte del Reino de Dinamarca-Noruega, también fue cedida a Suecia, aunque fue devuelta a Dinamarca-Noruega en 1660 como parte del Tratado de Copenhague. La Bahía de Båhus, región al sur de Noruega, que controlaba el acceso al fiordo de Oslo, fue cedida a Suecia. También cayeron en manos suecas las menores islas de Anholt, Læsø, Møn, Saltholm y Ven. La parte más importante del tratado era la ocupación de Escania, una parte rica e importante, central para el reino danés, considerada como el granero de Dinamarca.
Vamos directamente a la cuestión que nos ocupa; el cambio de identidad cultural que experimentó la región danesa conquistada por Suecia. ¿Cuáles eran las premisas existentes? Scania era una parte esencial del reino danés comparable, pongamos por caso, con Andalucía para España. La ciudad de Lund había sido la metrópolis religiosa y la nobleza danesa poseía grandes propiedades en la región. Culturalmente, en Scania se hablaba danés con acento escaniano y el folklore y las costumbres eran puramente danesas. La diferencia o la similitud entre la cultura y la lengua escaniana y la sueca era muy similar a la que hoy encontramos entre la cultura y la lengua catalana y la española-castellana. La paz de Roskilde no parecía traer consecuencias importantes a nivel cultural o legal para los habitantes de las regiones traspasadas. En el párrafo 9 del tratado se aseguraba a los habitantes de las regiones conquistadas que conservarían sus antiguos privilegios, libertades, leyes y su organización eclesiástica. En lo que respecta a la propiedad privada, esto se cumplió, mientras que los privilegios de la nobleza, la organización eclesiástica (1686) y el sistema judicial (1683) se adaptaron gradualmente a los que regían en el resto del reino sueco. Referente a la cultura y a la lengua, los cambios serían significantes y rápidos, diseñados específicamente para unificar el reino sueco en todos los aspectos.
El citado párrafo 9 de la paz de Roskilde, estipulaba que, la ley danesa seguiría en vigor, siempre y cuando no contraviniera las leyes fundamentales de Suecia. Esto significaba que la organización eclesiástica debía ser danesa y se debía respetar el derecho de propiedad de la nobleza. La consecuencia de esto era que la nobleza danesa podría poseer tierras en los territorios de Escania sin residir allí, si por ejemplo también tuvieran una mansión en Funen, como era común. Si residían en Escania, tenían la obligación de prestar juramento de lealtad al rey sueco. Sin embargo, Suecia intentó modificar estas disposiciones, pero un acuerdo entre las autoridades, la nobleza y el clero de Escania aseguró en 1662 que no se llevara a cabo una verdadera suequificación.
Algo importante a tener en cuenta es la cuestión eclesiástica. Tanto Suecia como Dinamarca habían abrazado el protestantismo más de cien años antes. El rey Gustavo Vasa fue la figura clave en la introducción del luteranismo en Suecia. En el Congreso de Västerås en 1527, Gustavo Vasa obtuvo el control sobre la Iglesia sueca y la convirtió al luteranismo. Esta reforma se consolidó con la promulgación de la Ley de la Iglesia en 1593, que oficializó el luteranismo como la religión del Estado y estableció la Confesión de Augsburgo como la base doctrinal de la Iglesia sueca. En Dinamarca la conversión al protestantismo fue impulsada por el rey Federico I y, posteriormente, su hijo, Cristian III. Cristian III se convirtió en rey en 1534 y, al asumir el poder, estableció el luteranismo como la religión oficial del país, reemplazando el catolicismo. Estas transformaciones, tanto en Suecia como en Dinamarca, formaron parte de un proceso más amplio de reforma que incluyó la confiscación de bienes eclesiásticos y la reorganización de la Iglesia danesa bajo la autoridad estatal. En las iglesias, el rey sueco debía ser bendecido, pero la organización eclesiástica, las predicaciones y los himnos eran en danés.
Hasta 1683 se decía que los territorios conquistados eran «provincias nuevas situadas fuera del reino». La situación con una población no sueca que debía ser integrada, para bien o para mal, en otro estado era completamente nueva. Económicamente, significó una gran ganancia para Suecia: grandes áreas de tierras agrícolas, ríos y arroyos para una buena pesca de salmón, una nueva frontera aduanera en el Sund, que debía forzar el comercio hacia el norte, así como la reintroducción de un impuesto municipal para la entrada y salida de mercancías en las ciudades. Esto significaba cargas económicas para la población urbana, mientras que la población rural debía albergar a jinetes suecos en sus granjas con sus caballos, que debían ser alimentados y cuidados, lo que resultaba costoso, además de un impuesto sobre la renta para cada habitante. Esto lo reconocemos los que estudiamos la historia de Cataluña y, en general, era lo que ocurría por toda Europa, cada vez que un ejercito se ubicaba en una región, para conquistarla o para “protegerla”. Todo el peso logístico caía sobre el campesinado o sobre los habitantes de las ciudades.
Lejos de darse por vencidos, los daneses intentaron recuperar los territorios perdidos en 1658. Durante la Guerra de Escania de 1675-1679, en 1676, el ejército danés fue transportado a través del Øresund y comenzó una guerra de revancha para «unir los miembros al cuerpo», como se describía la situación de Dinamarca, y los soldados fueron recibidos con gran benevolencia. El antiguo orden se restableció de inmediato, los funcionarios suecos habían huido precipitadamente, y se formaron grupos de partisanos que originalmente tenían sus raíces en la defensa fronteriza, pero ahora tomaban la forma de cuerpos de francotiradores militarmente organizados. A esto se sumaron agrupaciones más sueltas que trabajaban estrechamente con el ejército danés y recibían instrucciones y suministros a través de este. Los suecos los llamaban “snapphanar”[3], un término despectivo que se usaba para denominar a los bandoleros. Lucharon en una extensa guerra de guerrillas, pero no pudieron operar aislados durante mucho tiempo, y con la derrota de Dinamarca en la batalla de Lund, el 4 de diciembre de 1676, todo llegó a su fin.
Durante la Guerra de Escania de 1675-1679, Suecia decidió aplastar la resistencia de los escanianos con una gran violencia. Los partisanos capturados fueron ejecutados de la manera más cruel. Durante muchos años funcionaron tribunales de snaphane que juzgaban sumariamente según las directrices. En una visita que yo hice el año pasado al palacio de Vanås, pude ver un roble gigantesco que se dice ya era robusto en la época citada, donde, según la leyenda, se colgaban a los snapphane que se capturaban en la zona. Las condenas a muerte se ejecutaban rápidamente mediante ahorcamiento o decapitación, muchas veces precedidas de la trituración de brazos y piernas con una rueda de carro, seguida de desmembramiento. Generalmente, concluía el ajusticiamiento atando el cuerpo a los radios de una gran rueda de madera que se colgaba para la exposición pública. Un testimonio contemporáneo de cómo se trataba a los snapphanar capturados vivos en un pueblo proviene de Vä, al norte de Lund, en 1677. Los francotiradores capturados allí primero eran puestos a trabajar limpiando letrinas con las manos desnudas y luego desollando caballos[4] muertos, antes de ser entregados a sus verdugos. Tenemos gran cantidad de fuentes contemporáneas que lo confirman en los archivos suecos y daneses.[5] La ejecuciones sumarísimas, que no hacían excepción alguna, ni a sacerdotes protestantes, ni a nobles, fue consumada ya finalizado el siglo XVII. Un miembro de la resistencia fue juzgado y ejecutado tan tarde como en 1701.
El fin de la guerra en 1679, con la paz de Lund, marcó el inicio de una verdadera suequificación. La población de los Escania había sido «súbditos desleales», y por lo tanto se debía introducir una llamada uniformidad, con la implementación de la legislación sueca. La clave para esto era la relación de la población con el idioma y la cultura. Por ello, se inició una campaña decidida después de 1681, pero que en realidad comenzó con la fundación de la universidad de Lund, en 1666. La creación de la universidad en Lund, tenía como objetivo principal fortalecer la influencia cultural, religiosa y política sueca en estas áreas, que históricamente habían estado bajo dominio danés. Al establecer una institución educativa de prestigio, Suecia buscaba promover la integración de estas provincias en el reino sueco, formando una élite local educada bajo la influencia sueca, y asegurando la lealtad de la población a la corona sueca. Escania era «una tierra extranjera, pero interior», y el objetivo era una fusión, una asimilación con el resto de Suecia. Se presionó a los sacerdotes para que aceptaran el nuevo orden. Sacerdotes llamados «desleales» habían huido junto con más de 10.000 habitantes escanianos, que prefirieron huir a Dinamaca, y otros fueron despedidos. Luego siguió el proceso sin pausa: el sacerdote debía predicar en sueco, los himnos salmos eran suecos y debían ser aprendidos de memoria. Los niños debían quedarse después de la misa para aprender el nuevo idioma, y un inspector de uniformidad controlaba en secreto la celebración de los servicios religiosos. Las biblias y libros de salmos daneses fueron recogidos y vendidos en Copenhague. El sistema judicial también se cambió por el sueco. Escania quedó “limpia” de instituciones danesas, aparte de los dialectos daneses orientales, relacionados con el idioma que se habla hoy en Bornholm, y las tradiciones heredadas, que se mantuvieron durante mucho tiempo y aún dan a los escanianos un fuerte carácter distintivo. Solo el paisaje tiene un aspecto danés con las típicas iglesias rurales blancas y casitas encaladas de entramado de madera y techos de paja.
Dinamarca hizo un nuevo intento recuperar Escania durante la Gran Guerra del Norte de 1700-1720, Federico IV (nacido en 1671, regente de 1699 a 1730) lo intentó, aunque también esta vez, la capacidad militar danesa fue escasa, y mientras que Francia en 1679 había determinado de hecho la paz de Lund, fue la batalla de Helsingborg el 10 de marzo de 1710 la que resolvió el asunto por completo. No surgió ya ningún movimiento partisano porque había sido completamente aplastado, y la mayoría había perdido la fe en su eficacia. Las fuentes relatan una recepción favorable de las tropas danesas, pero se trataba de nuevas generaciónes. Solo los abuelos, si eran realmente viejos, podían recordar la época danesa.
La suequificación había triunfado políticamente en el sentido de que la población se había rendido. Las guerras habían dejado familias destruidas y paisajes devastados, y al final de la Guerra de Escania 1675-1679, un general danés había dado la orden de la ‘política de tierra quemada’, y la mayoría de las granjas en todo el Oeste de Escania habían sido incendiadas, llevando el grano y el ganado a Dinamarca. Pero el proceso de suequificación aún no había terminado, ya que aunque las instituciones habían cambiado y la población había sido forzosamente integrada en otro estado, la vida local continuaba como antes. El municipio y el distrito eran el marco de la vida social, no se conocía otra cosa, y todos hablaban el idioma que siempre habían hablado, en casa, pero no en la iglesia o en contacto con las autoridades. El plan radical del gobernador general sueco en Escania, Halland y Blekinge, Johan Gyllenstierna (1635-1680), sobre un amplio desplazamiento de la población de Escania, es decir, una limpieza étnica como parte de la suequificación, había sido abandonado.
Hasta aquí vemos muchas similitudes con lo acontecido en Cataluña desde 1640 a 1714. Las instituciones catalanas participan naturalmente en el alzamiento contra la corona de España, pero el verdadero agente es Francia. Francia apoya la revuelta de 1640, invadiendo gran parte de Cataluña, con la complicidad de la Generalitat, pero la ocupación no llega a ser total ni duradera, como para crear nuevas instituciones que pudiesen afrancesar la región. Esto ocurre finalmente tras la paz de los Pirineos en 1659. Tras esta paz, que puso punto final (quizás mejor decir, punto y aparte) a la guerra entre Francia y España, que se había prolongado desde 1635 como parte del conflicto más amplio de la guerra de los treinta años, Cataluña queda dividida. Francia recibió varias posesiones territoriales importantes, incluyendo los condados del Rosellón y Conflent, el Vallespir y parte de la Cerdaña, en lo que hoy es el sur de Francia, perdiendo Cataluña su segunda ciudad, Perpignan, que quedaría en la parte francesa, en la Cataluña norte. El tratado consolidó a Francia como una potencia dominante en Europa, debilitando la hegemonía de España, que había sido la principal potencia europea durante gran parte del siglo XVI y principios del XVII.
Los territorios catalanes del norte pasaron oficialmente del dominio español al francés. Este cambio de soberanía significó que la población catalana que vivía en estas áreas quedó bajo la autoridad de la monarquía francesa, en lugar de la monarquía hispánica. Bajo el dominio francés, comenzó un proceso de franquisación, donde se promovió la adopción de la lengua y cultura francesas. Las instituciones y leyes catalanas, que habían regido estas áreas bajo el dominio español, fueron progresivamente reemplazadas por las francesas. El uso del catalán fue desincentivado y se promovió el francés como la lengua oficial y administrativa, un proceso que se intensificó en los siglos posteriores. En algunas ocasiones, hubo resistencia a estas imposiciones, ya que la población local seguía identificándose cultural y lingüísticamente con Cataluña. Sin embargo, a lo largo del tiempo, la franquisación fue tomando fuerza y hoy en día, aunque persisten elementos de la cultura catalana, la influencia francesa es predominante en esta región.
En la Cataluña sur, el tratado generó descontento y un sentimiento de traición por parte de la monarquía Hispánica, ya que se había cedido territorio catalán a Francia sin consulta previa a las instituciones catalanas. Esto contribuyó al creciente resentimiento hacia la Corona, que se sumó a otras tensiones ya existentes, como las generadas durante la guerra dels segadors (1640-1652). Tras la firma del tratado, la monarquía española intensificó su control sobre Cataluña para evitar futuros levantamientos. Esto incluyó una mayor presión para la centralización administrativa y la reducción de las autonomías locales, lo que afectó las instituciones catalanas como las Cortes Catalanas y el Consell de Cent. En la parte económica, y aunque el tratado no afectó directamente la economía de la Cataluña Sur, la pérdida de los territorios del norte redujo las rutas comerciales y afectó las conexiones económicas y sociales entre ambos lados de los Pirineos. Esto contribuyó al aislamiento de la Cataluña Sur de sus antiguas conexiones con el norte.
Como podemos ver, aquí hay muchas similitudes entre lo ocurrido en Escania y en Cataluña. En los dos casos, estos eventos son un resultado o una continuación de la guerra de los treinta años y de la defensa a ultranza de los intereses franceses. Pero hay algo que marca la diferencia. El último coletazo de la lucha por Escania comienza tras la derrota de las tropas suecas en Poltava, ahora Ucrania el 28 de junio de 1709. Tras esta derrota, Suecia deja de ser un gran poder militar y Dinamarca considera que ha llegado el momento de la revancha, intentando ocupar Escane a partir de noviembre del mismo año. Dinamarca está casi a punto de conseguirlo, pero, de una forma casi milagrosa, Suecia consigue repeler la ocupación. La invasión de 1709-1710 fue el último intento serio de Dinamarca para revertir la paz de Roskilde y recuperar el antiguo Este de Dinamarca. Después de la Batalla de Helsingborg, Escania permaneció bajo control sueco, y los nuevos intentos, bastante a medias, que hicieron los daneses con ayuda rusa para enviar tropas a través del Sund fracasaron antes de poder llevarse a cabo. Vale la pena destacar que los soldados daneses de 1709 no recibieron ninguna ayuda de la población civil escaniana. No se formaron nuevos regimientos de snapphanar, ni se reunieron grupos de campesinos en las parroquias para liberarse del yugo sueco. Suecia había conseguido plenamente convertir a los habitantes de la región en súbditos suecos con medidas drásticas y dura efectividad. En los rescoldos regionalistas que pudieron quedar, no se avivó nunca la llama nacionalista, ni siquiera en tiempos difíciles, como en la era napoleónica, cuestión que ya traté en otra ocasión.
A Cataluña vendría otra guerra y otra ocasión para Francia de hacerse con el resto de la región a la muerte de Carlos II el año 1700, con la consiguiente pugna por el trono español, la llamada guerra de sucesión española 1701-1713. Casi todas las potencias europeas estaban de alguna manera involucradas en alianzas que apoyaban la candidatura de uno de los dos pretendientes al trono español: La Gran Alianza, formada por Austria, Inglaterra, las Provincias Unidas, Prusia, Portugal y Saboya, apoyaba la candidatura de Carlos de Habsburgo, archiduque de Austria. Francia y España, apoyaban a Felipe de Anjou, el que al final se convertiría en Felipe V de España.
La Generalitat de Cataluña apoyó a Carlos de Austria por varias razones, entre ellas la resistencia a la centralización del poder que los Borbones representaban. Cataluña había disfrutado de cierta autonomía bajo el sistema de los fueros, sus instituciones habían sido respetadas aún después del tratado de los Pirineos, y temía que la llegada de los Borbones resultara en la pérdida de estas autonomías. Además, el entorno político y social de la época estaba marcado por tensiones y descontento con la monarquía borbónica. Quedaba el recuerdo de las tropas francesas en el principado, que no había sido más benevolente con la población que las hispánicas y temía la centralización que se estaba llevando a cabo en la Cataluña norte. Las instituciones catalanas se levantaron en armas en apoyo al archiduque Carlos, y se aliaron con la Gran Alianza, compuesta por Inglaterra, las Provincias Unidas, Austria y otros. La Generalitat y sus autoridades participaron activamente en la defensa de Cataluña y en la organización de recursos para el conflicto.
Esta guerra tuvo muchas consecuencias, tanto para la monarquía española, como para Cataluña. Lo que es la guerra terminó con la firma de varios tratados, siendo el más importante el tratado de Utrecht en 1713 en el que Felipe V fue reconocido como rey de España, pero España, al precio de ceder varios territorios europeos a otras potencias: los Países Bajos Españoles, Nápoles, Milán y Cerdeña pasaron a Austria, Gibraltar, Menorca y privilegios comerciales en las colonias españolas, incluido el asiento de negros pasaron a Gran Bretaña, Saboya recibió Sicilia, que luego intercambió por Cerdeña. Pero España se mantuvo unida bajo un solo monarca, pero a costa de perder su influencia en Europa.
Cataluña quedó bajo control borbónico, aunque las instituciones catalanas intentaron resistir aún después de Utrecht. El conflicto culminó en el sitio de Barcelona en 1714, cuando las fuerzas borbónicas, lideradas por el duque de Berwick, tomaron la ciudad después de un prolongado asedio. La resistencia catalana terminó con la caída de la ciudad, y la Generalitat fue abolida en 1716 como parte de las medidas de centralización del nuevo régimen borbónico.
Las instituciones catalanas habían confiado plenamente en las promesas que les hacía Gran Bretaña, que prometió proporcionar ayuda militar continua a Cataluña para mantener la resistencia contra las fuerzas borbónicas, incluyendo el envío de tropas y suministros para apoyar a los catalanes en su lucha. Aunque hubo algún apoyo militar británico en los primeros años del conflicto, la ayuda se redujo considerablemente con el tiempo. La falta de recursos y el cambio en las prioridades de la política exterior británica llevaron a una disminución del apoyo efectivo a Cataluña. Gran Bretaña había prometido que, en el contexto de las negociaciones de paz, se garantizaría una solución favorable para Cataluña, asegurando que las condiciones de paz respetaran sus derechos y privilegios, pero, cuando las negociaciones de paz se concretizaron, resultaron en un acuerdo que priorizaba los intereses de las potencias europeas en lugar de las promesas específicas hechas a Cataluña. El tratado no protegió las autonomías catalanas y permitió a Felipe V consolidar su poder, lo que resultó en la centralización del gobierno y la abolición de las instituciones catalanas. Una vez más, las instituciones catalanas habían apostado erróneamente por un ganador, pero, como dice el refrán: “A cartas vistas no hay mal jugador”.
Aquí acaban las similitudes y empiezan las diferencias. La mayor diferencia a mi parecer radica en la religión, en la organización eclesiástica y en la actitud de los sacerdotes y de la jerarquía eclesiástica. En Escania había ya una iglesia controlada desde arriba, con el regente como cabeza visible y los sacerdotes como funcionarios estatales, con la misión de comunicar las ordenanzas y pregones, como parte de la misa. La lengua era siempre la vernácula, en teoría deberían haber seguido predicando y oficiando en danés, pero, la suequización significó que los nuevos sacerdotes se formaban en sueco, en la universidad de Lund, que para esa función se había fundado. Por tanto, una primera generación, escuchaba la misa en una lengua extranjera, pero, las nuevas generaciones, ya conocían y dominaban el sueco a la perfección.
En Cataluña, la Iglesia se convirtió en un principio en un instrumento clave para la integración de Cataluña en el sistema borbónico. La Iglesia apoyó la nueva administración y ayudó a legitimar el gobierno de Felipe V en la región. Los obispos y clérigos locales debían adaptarse al nuevo orden, promoviendo la obediencia al monarca y facilitando la integración de Cataluña en el Estado borbónico, pero, a pesar de la represión política, la Iglesia mantuvo ciertas tradiciones y prácticas locales. La religión católica seguía siendo una parte importante de la vida cotidiana en Cataluña, y la Iglesia desempeñó un papel en la preservación de la identidad cultural catalana, aunque dentro de los límites impuestos por el nuevo régimen. A pesar de su papel en la integración del nuevo régimen, algunos sectores de la Iglesia continuaron siendo focos de resistencia cultural. Los clérigos y las comunidades religiosas a menudo defendieron el uso del catalán en la liturgia y en la vida cotidiana, resistiendo la imposición del castellano como lengua dominante. Y, aquí tenemos, otra vez según mi criterio, la diferencia más importante entre Escania y Cataluña, respecto a la preservación de la identidad cultural y lingüística. La iglesia católica, que continuó usando el latín hasta el segundo concilio vaticano 1962-65[6], obligaba a leer el sermón en lengua vernácula, en Cataluña, naturalmente, el catalán. En algunos casos, la Iglesia catalana también actuó como un canal para expresar el descontento con el nuevo régimen. Aunque la resistencia abierta era limitada debido a la represión, la Iglesia en ocasiones facilitó la preservación de la identidad catalana de manera más sutil.
Aquí tenemos a la iglesia catalana, por una parte, pensemos que estamos en un cuadrilátero de pugilato, y el decreto de Nueva Planta, impuesto en 1716, en la otra. Comienza el combate. Primero conozcamos a los combatientes. El decreto de la Nueva Planta de la Real Audiencia del Principado de Cataluña es un decreto legislativo dictado por Felipe V, promulgado en otoño de 1715 y publicado el 16 de enero de 1716. Ocupa solo 10 páginas, y se hicieron decenas de ediciones.
El decreto contiene 59 artículos, dispuestos uno tras otro de forma consecutiva. Los primeros 30 artículos están dedicados a explicar el nuevo sistema judicial en el Principado, donde ya se establece la militarización del país, con un capitán general como máxima autoridad que deberá gobernar la nueva provincia con el apoyo de los jueces. El artículo 3 especifica, sin haber hablado aún de su supresión, que la Audiencia se reunirá donde antes lo hacía la Diputación del General, y en el artículo 5 introduce el castellano como lengua de la administración de justicia por primera vez y suprime las universidades catalanas creando la de Cervera, con una función similar a la que tuvo Lund en Escania.
A partir del artículo 31 se ordena la creación de los corregimientos, que suprimen explícitamente las veguerías. El rey se reserva la nominación de los corregidores y también de los regidores de los ayuntamientos. En el artículo 48 prohíbe que los regidores, gremios u otras organizaciones se reúnan sin la presencia del corregidor o algún delegado.
En el artículo 51, se especifica que todos los cargos oficiales quedan suprimidos y extinguidos y que todas sus competencias gubernamentales y judiciales pasan a manos de la Audiencia. Y si son recaudatorias, al intendente, el militar subordinado del capitán general. Es decir, la supresión total de la Generalitat y de los oficios relacionados con las Cortes, que también quedan abolidas. Quedan suprimidos también los somatenes, las fuerzas autóctonas, y suprime también las prohibiciones de extranjería, que hacía obligatorio que todos los cargos de la Generalitat, Cortes o veguerías fueran ocupados por catalanes.
Lo que no podía controlar el decreto era la organización de los seminarios eclesiásticos y allí quedó un reducto importante desde cuyos rescoldos, la llama nacionalista podría surgir más adelante, cuando la situación política lo consintiera. Yo no digo que existiese una confabulación estratégica para crear un movimiento nacional en el futuro, pero creo que, la situación que quedo en Cataluña tras el 1716, explica lo que ocurrió tras el 1833 y que aún marca el presente del país, de España y Cataluña.
Suecia impuso su sistema legal y administrativo en Escania. Aunque se realizaron esfuerzos para integrar a la población y adaptar el territorio a las estructuras suecas, no se enfrentaron a una resistencia significativa que complicara la integración. La administración sueca fue implementando cambios graduales para sustituir el sistema danés, manteniendo ciertas estructuras y adaptando la administración local al nuevo régimen. Aunque hubo resistencia local, especialmente de los llamados snapphanar, la resistencia fue relativamente limitada en comparación con otros contextos históricos. La adaptación y el control sueco se consolidaron con mano dura a lo largo del tiempo. Además, Escania carecía de instituciones diferenciadas de carácter nacional o seminacional, como era el caso en Cataluña.
España implementó los Decretos de Nueva Planta que abolieron las instituciones y leyes catalanas, estableciendo una administración centralizada y militarizada. Esto implicó la eliminación de la Generalitat y de otras instituciones locales, y significó la imposición del sistema administrativo y legal castellano. A diferencia de Escania, donde la integración fue más gradual y menos conflictiva, la incorporación de Cataluña implicó una imposición más directa y agresiva de las políticas borbónicas, lo que resultó en una larga y dolorosa transición. La resistencia catalana fue significativa y prolongada, con muchos catalanes luchando para mantener sus antiguas instituciones y leyes. La resistencia no solo fue cultural y social, con el incondicional apoyo de la iglesia.
Esta fue mi respuesta a la pregunta que recibí en Bilbao. Yo recuerdo que añadí este pequeño discurso: “A mi me parece que las instituciones políticas son como los organismos vivos, siempre luchan por sobrevivir y, para librarse de ellas, hay que sacarlas por la raíz. En Cataluña se habían formado durante muchos siglos instituciones que representaban a la sociedad catalana, no necesariamente de una forma democrática, según los cánones actuales, pero reconocidas como representantes lícitos de los catalanes. La supresión de estas instituciones, a no haberse hecho radicalmente, como hicieron los suecos, tienden a persistir en la memoria, siempre y cuando alguna entidad las conserve, y aquí tenemos el papel que la iglesia ha desarrollado en Cataluña, preservando la lengua y conservando muchas de las tradiciones populares. En Escania no había este tipo de instituciones. La región estaba fuertemente influenciada por el sistema feudal danés. La tierra estaba en manos de una aristocracia local, y la mayoría de la población era campesina, sometida a obligaciones feudales hacia sus señores. Al pasar al sistema sueco, los campesinos ganaron derechos. La economía de Escania estaba basada en la agricultura, con una fuerte producción de cereales y ganado. La región era conocida por su fertilidad y por su capacidad para producir bienes agrícolas importantes, pero no tenía núcleos urbanos de gran importancia. Escania estaba dividida en varios distritos, que eran las unidades básicas de administración local en el Reino de Dinamarca. Cada distrito estaba supervisada por un «häradshövding» o gobernador, que era responsable de la administración de justicia y de la recaudación de impuestos en su área. La rápida substitución de los gobernadores, normalmente ajenos a la región durante el dominio danés, no se vio como un cambio importante en la vida de los escanianos. A esto hay que añadir que, la administración sueca a menudo buscaba captar a líderes locales y nobles para asegurar la estabilidad y la cooperación en las nuevas provincias. Esto incluía incentivos y acuerdos que moderaron la resistencia de los nobles daneses”.
Si has llegado hasta aquí, eres un buen lector. Yo, ya he recogido mi colada y ahora me voy a dar el paseo, que está la tarde estupenda y mañana parece que va a llover. Seguiré con el tema otro día de estos.
[1] Max Weber utilizó la comparación histórica en su análisis de la ética protestante y el espíritu del capitalismo. Comparó las sociedades occidentales con las orientales para entender las diferencias en el desarrollo económico y cultural. Su enfoque comparativo ayudó a sentar las bases de la sociología histórica, influyendo en el estudio de la relación entre religión, economía y sociedad. “Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus (1904-1905”
Marc Bloch que fue uno de los fundadores de la escuela de los Annales en Francia, Bloch es conocido por su enfoque en la historia comparada. Su obra “ Les Rois thaumaturges: Étude sur le caractère supernaturel attribué à la puissance royale particulièrement en France et en Angleterre “ es un ejemplo de su método comparativo, en el que estudia el poder sanador atribuido a los monarcas en Francia e Inglaterra. Las ideas de Bloch sobre la historia comparada fueron especialmente populares en Escandinavia, desde que, en 1928, Bloch fue invitado a dar una conferencia en el Instituto para el Estudio Comparativo de Civilizaciones en Oslo. Allí expuso públicamente por primera vez sus teorías sobre la historia total y comparada y él volvía a ellas con regularidad en sus conferencias posteriores en la región.
El sociólogo e historiador Charles Tilly empleó la comparación histórica en su estudio de los movimientos sociales, el estado y la violencia. En su obra Coercion, Capital, and European States, AD 990-1990, analiza la formación de los estados en Europa occidental comparando diferentes países y periodos históricos.
Immanuel Wallerstein, conocido por su teoría del sistema-mundo, utilizó la comparación histórica para analizar el desarrollo del capitalismo global desde el siglo XVI en adelante. Su obra destaca cómo las relaciones económicas y políticas entre regiones centrales, periféricas y semiperiféricas han moldeado la historia mundial.
[2] La Paz de Roskilde, firmada el 26 de febrero de 1658, fue el resultado de la guerra entre Suecia y Dinamarca-Noruega.
[3] Snapphanar en sueco, del alemán schnapphahn, derivado de schnappen, «atrapar» y Hahn “gallo” – en español sería algo parecido a gallito ladrón.
[4] Desollar caballos se consideraba en Escandinavia como una actividad especialmente repugnante, que se asignaba a los llamados “rackare” que eran tratados como leprosos. El caballo era considerado como un animal noble.
[5] Valga como ejemplo el documento que hoy se conserva en el Archivo Nacional sueco, que muestra que, en realidad, fue Carlos XI quien dio la orden de que todos los hombres en Örkened capaces de portar un arma debían ser asesinados, dejando a salvo solo a mujeres y niños, llevándose animales y otros bienes de valor, y quemando las granjas, tras lo cual el resto del municipio debía ser saqueado. Lo que también se refleja en las notas del diario escritas por el coronel Nils Skytte, uno de los oficiales que participó en la campaña: «El 22 de abril de 1678 avanzamos con la orden de incendiar todo el municipio de Örken, cuya orden también indicaba que se debía matar a todos los hombres entre 15 y 60 años». El resultado de ese día, según el diario, fue la destrucción de tres aldeas: «Kärraboda, Räftofta, Smålatorp» y en Månstorp, «2 molinos y 1 casa, además un viejo campesino capturado». La población había huido al bosque y en el lugar solo había un viejo campesino. Al día siguiente, Skytte escribe en su diario sobre la destrucción de «Grefveboda, Södra Hafhult, Norra Hafhult, Trolsatorp, Tjufön, Rumpebo, Kjättebo, Ulfshult, Torshult, Hanshult». Publicado en 1901 por Otto Bergström: Öfverste Nils Skyttes dagbok 1675–1720 (1901) se encuentra digitalizado aquí: https://litteraturbanken.se/f%C3%B6rfattare/SkytteN/titlar/%C3%96fversteNilsSkyttesDagbok/sida/III/faksimil
[6] Tras el concilio se permitió el uso de lenguas vernáculas en la misa y en otros sacramentos, en lugar del latín, facilitando la participación activa de los fieles. El sermón se había hecho siempre en lengua vernácula.
Sigo con los relatos relacionados con los juegos olímpicos. Hay tantas historias que contar que es difícil elegir unas cuantas. No quiero cansar a mis lectores, pero quiero, eso sí, resaltar algunos relatos que tienen que ver con mis propias vivencias o con los dos países que suelo usar como referencia, España, el país donde nací, y Suecia, el país que me acogió y en el cual sigo viviendo. Voy a empezar hoy en Suecia, en los juegos de 1912, que tuvieron lugar en Suecia, con el precioso estadio de Estocolmo, construido para la ocasión y del cual guardo muchos recuerdos, como atleta y como entrenador. La primera vez que lo visité fue en condición de entrenador de Eslövs AI, mi primer club, en el que yo entrenaba a tres jóvenes chicas que además eran mis alumnas en el instituto de esa ciudad vecina. Fuimos a que participaran en el campeonato de atletismo para estudiantes; una de ellas en peso, otra en 800 metros y la tercera en 100 metros vallas. También he entrado por la puerta del maratón, al finalizar el maratón de Estocolmo, a principios de los 80, en un mar de multitudes, llegando a la meta entre aplausos. Guardo muy buenos recuerdos de ese lugar.
Empiezo en 1912 porque ese año ocurrieron cosas extrañas y también trágicas, durante la carrera. Empezaré por la trágica, que contribuyó a darle a esta carrera un punto de suspense y revistió a los participantes en ella, con un aire de sacrificio, suspense y respeto, parecido a aquel que supongo se les tenía a los gladiadores de la antigua Roma. Tomaron la salida en este evento 68 corredores de 19 países, pero desde el principio, las condiciones adversas hicieron mella en los participantes. Muchos de ellos, agotados por el calor y la falta de hidratación, se vieron obligados a retirarse. Cuando leéis “calor” seguro que sonreís pensando que vosotros sabéis lo que es el calor, pero, en Estocolmo, tan al norte, no tenemos ni idea. Pero, el caso es, que este 14 de julio de 1912, el cielo estaba completamente despejado y las calles alumbradas por un sol radiante, mientras los termómetros alcanzaron los 32 grados, agravados por una humedad parecida a la que se puede vivir en Barcelona en julio o agosto. Yo he vivido algo parecido en la maratón de Estocolmo 70 años después, como ya os conté el otro día y, puedo certificar, que ese calor es sofocante.
La maratón tuvo un recorrido de 40,2 kilómetros, comenzando y terminando en el Estadio Olímpico de Estocolmo. Aún no se le habían añadido los dos kilómetros y 195 metros, que se acordaron tras la maratón de Londres en 1908 y definitivamente se perpetuaron en París en 1924.[1] La carrera fue liderada inicialmente por corredores como Shizo Kanakuri de Japón, Hannes Kolehmainen de Finlandia, y Dorando Pietri de Italia. Sin embargo, debido al calor extremo, muchos de los favoritos comenzaron a luchar contra la deshidratación y el agotamiento. Los organizadores no pensaron en la cuestión de los avituallamientos. Allí no había los controles que podíamos ver en Paris, con botellas de agua y bolsas de hielo. Las altas temperaturas y la falta de agua disponible a lo largo del recorrido hicieron, junto a la alta competición y la falta de preparación de los atletas, que la carrera fuera especialmente desafiante.
De los 68 corredores que comenzaron la maratón, solo 35 terminaron la carrera, lo que muestra la severidad de las condiciones. Algunos colapsaron en el camino, y otros se retiraron antes de la mitad de la carrera. Un corredor de 24 años, el portugués Francisco Lázaro, colapsó alrededor del kilómetro 30 debido a la deshidratación extrema y el agotamiento por calor. Fue trasladado a un hospital, pero lamentablemente falleció al día siguiente. La causa de su muerte se atribuyó a un golpe de calor y deshidratación, agravados por el hecho de que Lázaro había cubierto su cuerpo con grasa para evitar las quemaduras solares, lo que impidió la transpiración. Los médicos que le atendieron, pudieron constatar una temperatura corporal de 41 grados. Se ha conservado una película que muestra los corredores en el momento de llegar a la media maratón y allí se puede ver a Lázaro ya en un estado de seminconsciencia, corriendo como un autómata, con la vista perdida en el horizonte. Este pobre muchacho, carpintero de profesión y atleta amateur, como todos lo eran en aquellos tiempos, tiene el triste récord de ser el primer atleta que falleció durante una maratón y, no es que fuera un primerizo en la carrera, ya que , antes de los juegos olímpicos, había ganado tres campeonatos nacionales de maratón en Portugal, donde representaba al Benfica.
La semana siguiente, 23.000 personas asistieron a una misa conmemorativa para Lázaro en el Estadio Olímpico. Se recaudaron aproximadamente 140.000 euros actuales para su esposa, y más tarde se colocó un monumento de Lázaro en el punto de retorno de la maratón en Sollentuna, a las afueras de Estocolmo. Su nombre fue dado a una calle en Lisboa, paralela a la Rua de Santa Barbara y próxima a la Escuela del Ejercito, y al estadio del club de fútbol C.F. Benfica. La novela “El Cementerio de Pianos”, del novelista portugués José Luís Peixoto, está basada en la historia de Francisco Lázaro.
Por la parte deportiva del evento, hay que constatar que, solo los tres primeros, consiguieron bajar de las tres horas. El corredor sudafricano Kenneth McArthur llegó primero a la meta con un tiempo de 2 horas, 36 minutos y 54 segundos, seguido por su compatriota Christian Gitsham. En tercer lugar, cruzó la meta el estadounidense Gastón Strobino. En realidad, todos esperaban ver entrar por la puerta de maratón a un japones, el joven, Shizo Kanakuri que, ese mismo año había impuesto un respetable mejor marca mundial de 2 horas 30 minutos y 33 segundos. Fue seleccionado como uno de los dos atletas japoneses para asistir al evento. Ambos atletas tuvieron que pagar sus propios gastos de viaje de 1.800 yenes, y los compañeros de clase de Kanakuri llevaron a cabo una recaudación de fondos a nivel nacional que recolectó 1.500 yenes. El hermano mayor de Shizo, Sanetsugu Kanakuri, recolectó 300 yenes. Para prepararse, entrenó nada más y nada menos, que con el mismísimo maestro Kano Jigoro, el fundador del judo como deporte universal. La preparación fue meticulosa y todo parecía jugar a su favor. No obstante, las condiciones en la que el y sus compañeros japoneses llegaron a la prueba no fueron las mejores. En aquella época, viajar de Japón a Suecia era una odisea. Kanakuri y sus compañeros de equipo tardaron 18 días en llegar a Estocolmo, viajando en tren, barco y a pie. La travesía fue extenuante y Kanakuri llegó agotado y deshidratado.
A mitad de la carrera, aproximadamente en el kilómetro 27, Kanakuri, deshidratado y completamente exhausto, se desvaneció a la puerta del jardín de una casa en las afueras de Estocolmo. La familia que allí vivía, la familia Petré, le llevó adentro de la casa para que descansara y se recuperara y le dieron de beber y comer. Kanakuri se recuperó, pero, avergonzado por no poder continuar, decidió retirarse discretamente de la carrera sin informar a los oficiales. Al no notificar su retiro, Kanakuri fue considerado «desaparecido» por los organizadores. Nadie sabía qué había pasado con él y, oficialmente, se le dio por desaparecido durante muchos años. En Japón, por supuesto, regresó a casa sin mayor alboroto, pero en Suecia, su desaparición se convirtió en una leyenda.
Shizo Kanakuri sigió en el atletismo y se convirtió en uno de los pioneros del maratón en Japón. Compitió nuevamente en los Juegos Olímpicos de 1920 en Amberes y en 1924 en París, aunque sin obtener medallas. Aquí, en Suecia, no se habló más de él, hasta que, en 1967, más de 50 años después de la maratón de Estocolmo, un periodista reparó en el personaje e hizo que los organizadores suecos lo invitaran de regreso a Suecia para «terminar» la carrera que había abandonado en 1912. Kanakuri aceptó la invitación y «completó» oficialmente la maratón, cruzando la meta en un tiempo total de 54 años, 8 meses, 6 días, 5 horas, 32 minutos y 20.3 segundos, lo que lo convierte en la maratón más larga de la historia. Shizo Kanakuri falleció en 1983 a la edad de 91 años.
Para terminar, contaré la breve historia de un sueco, participante también en la maratón de 1912, Sigge Jacobsson, de 29 años, ganador de la primera maratón nacional sueca en 1910, era uno de los favoritos antes de la carrera. Había entrenado en un desván del Tanto Sockerbruk, una refinadora de azúcar, para acostumbrarse a correr en un calor intenso. Un calor insoportable también prevalecía cuando los corredores comenzaron la carrera. Jacobsson estuvo mucho tiempo bien posicionado para luchar por las medallas, pero cayó en los últimos tramos y terminó en sexto lugar. La causa de no poder hacer valer su entrenamiento con una mejor plaza, fue que, en honor al día, utilizó un par de zapatos de correr completamente nuevos, blancos y radiantes, y sufrió graves ampollas en los pies en la parte final de la carrera. A mí me pasó algo similar en la media maratón de Gotemburgo, no por llevar calzado nuevo, sino que yo ya llevaba una buena ampolla antes de la carrera, que me había salido un día antes, por culpa de un calcetín mal puesto. Peor tortura que eso, no me puedo pensar y, si es malo en la media maratón, imaginaros en una maratón. ¡Pobre Sigge!
Los españoles no participaban en el maratón olímpico. No lo harían hasta la olimpiada de Paris en 1925, cuando el aragonés Dionisio Carreras, gran corredor, que en España no tenía iguales, endurecido en las carreras locales de Aragón, las famosas pollaradas aragonesas[2], que el corría descalzo. Ya en Zaragoza, corría representando al equipo de fútbol local, el Real Zaragoza, que le dio trabajo como conserje con vivienda y leña. En los juegos olímpicos de París luchó como un león, pero, la mala organización de la carrera, pésimamente señalizada, hizo que se saliese de la ruta varias veces y, una y otra vez regresase, ayudado por gente local que le indicaba el camino. Llegó al final en el noveno puesto, echando por su boca lindeces no aptas para traducir. En Ámsterdam en 1928, no pudo participar, aunque estaba apuntado, y el corredor catalán de larga distancia, Emilio Ferrer, que corría representando al FC Barcelona durante la década de los 20, lo hizo en su lugar. En 1928, Ferrer había ganado el primer campeonato de España de maratón, que se celebró en Barcelona y se utilizó como evento de prueba para los próximos juegos olímpicos. En los juegos de Ámsterdam, fue uno de los cuatro atletas catalanes de atletismo, junto con Juan Serrahima, Joaquín Miquel y José Culí. Ferrer corrió en la maratón en Ámsterdam, terminando en el puesto 52 de los 57 que acabaron la carrera, con una marca de 3 horas, 11 minutos y 3 segundos.
Mañana seguiré contando aventuras olímpicas y otras cosillas del mundo de la carrera pedestre. Entre otras cosas, os relataré las muchas formas en que la política ha condicionado la vida de los atletas. Os dejo con algunas imágenes de la maratón de 1912 en Estocolmo.
[1] La longitud moderna de 42 195 metros data de los Juegos Olímpicos de Londres de 1908 que la reina inglesa estableció, sin quererlo, quedando esta distancia como la distancia, que es la misma que separa la ciudad inglesa de Windsor del estadio White City, en Londres. Los dos mil ciento noventa y cinco metros fueron añadidos al inicio, para que la salida fuese frente al balcón real del Palacio de Windsor. La distancia quedó establecida definitivamente como única oficial en el congreso de la IAAF celebrado en Ginebra en 1921, antes de los Juegos Olímpicos de París de 1924.
[2] Carreras que se realizaban en las fiestas mayores de los pueblos y que tenían como premio pollos, además de algún incentivo económico de vez en cuando. Normalmente consisten en ir dando vueltas a una plaza ofreciendo premios menores a través de metas volantes, que hay que ganar al sprint. Es muy duro, de verdad. Me lo han contado los que lo han vivido en primera persona, como Domingo Catalán, o Eduardo Muñoz de los que hablaré en otra ocasión.
Ayer abrí el melón de las zapatillas y dejé todo como en el aire. Así que, hoy, profundizo un poco en lo de las zapatillas el día en que las atletas olímpicas han completado la distancia histórica del Maratón, creada para honrar el recuerdo de una victoria crucial para la cultura occidental. Las cámaras de televisión enfocan con predilección las zapatillas de las corredoras, parte importante de su indumentaria pero, sobre todo, una condición decisiva para las prestaciones actuales de todos los corredores, porque, muchas de las zapatillas modernas, como las Nike Vaporfly, incorporan placas de fibra de carbono en la suela, que actúan como una especie de «resorte» que ayuda a los corredores a impulsar el pie hacia adelante, reduciendo el esfuerzo necesario y aumentando la eficiencia en la carrera. Las cámaras no consiguen reflejar esta mejora, aunque repiten las tomas al ralentí para mostrarlo.
Las zapatillas modernas también utilizan espumas avanzadas que son extremadamente ligeras y ofrecen una alta amortiguación, reduciendo el impacto en las articulaciones, lo que permite a los corredores mantener una mayor velocidad durante más tiempo sin fatigarse tanto. En teoría, ayudan a pasar de los 36 kilómetros sin encontrarse con el famoso “muro”, algo que expliqué en la entrada anterior. Como casi siempre que se incluye algún cambio, encontramos seguidores y detractores. Entre los detractores hay “puristas” que consideran esas zapatillas como una ayuda antirreglamentaria. Entre ellos se encuentran algunos antiguos corredores que piensan que las nuevas marcas no son comparables con las que se lograban antiguamente, con zapatillas convencionales. Esto ya se dijo cuando se introdujeron las pistas de tartán en substitución de las antiguas pistas de tierra batida, césped o cenizas trituradas, que, bajo la lluvia se convertían en auténticos barrizales. En esas pistas empecé yo a correr. Recuerdo llegar a casa con carbón por toda la espalda, desde los talones a la coronilla. Aunque esas pistas con superficies artificiales, compuestas por una combinación de caucho y asfalto, tartán y mondo, empezaron a aparecer en la década de los 50, no llegaron a ser comunes ni mucho menos predominantes hasta los 70 u 80.
La verdad es que el tartán ayuda mucho al corredor de fondo, porque amortigua y ofrece una superficie regular y impermeable. El mondo, por el contrario, amortigua menos y hace que ell velocista y el corredor de medio fondo pueda “hacer palanca” en cada zancada, alcanzando más velocidad, a costa de la amortiguación. Para entrenar, tartán, para competir en velocidad, mondo. De hay viene el mote del sueco (nacido en Estados Unidos, de padre estadounidense y madre sueca) Armand Duplantis, pues todos le llaman Mondo. Se decía, que las marcas alcanzadas con las nuevas superficies no deberían ser comparadas con las antiguas marcas, hechas en peores condiciones. Seguramente es verdad, pero las condiciones van cambiando en muchas otras cosas. Los atletas actuales, por ejemplo, siguen dietas controladas por expertos y se cuidan mucho en su tiempo libre. Los antiguos corredores podían beber alcohol o fumar, cuando no cosas peores. El entrenamiento es más científico y, en la élite, abundan formas de alcanzar efectos positivos, utilizando métodos que continuamente rozan el límite de lo permitido; las tiendas de hipoxia, o tiendas de campaña que se pueden instalar sobre la cama, permiten a los atletas dormir en condiciones de baja oxigenación sin necesidad de desplazarse a la altitud real. Esto es conocido como el principio de «vivir alto, entrenar bajo», donde el atleta duerme en un entorno de baja oxigenación, pero entrena a nivel del mar o a baja altitud para mantener la intensidad del entrenamiento, o las cámaras hipobáricas, etc. Estas técnicas se aplican para aumentar la producción de glóbulos rojos para mejorar la capacidad aeróbica del atleta, pero no están al alcance de cualquiera, por su coste y requieren continuo seguimiento facultativo, para evitar problemas de salud. Desde hace mucho tiempo, medio siglo o más, los corredores, ciclistas y remeros, se entrenan varios meses al año en altitud. La altitud induce la producción de glóbulos rojos porque en altitudes elevadas el oxígeno disponible es menor, lo que obliga al cuerpo a adaptarse produciendo más glóbulos rojos para mejorar la capacidad de transporte de oxígeno. Entrenando a una altitud superior a los 2000 metros, y bajando al nivel del mar en un tiempo próximo a la carrera, el corredor tendrá más glóbulos rojos y podrá transportar más oxigeno a sus músculos, evitando o posponiendo la temprana aparición del ácido láctico, lo que mejora en teoría los tiempos que se pueden alcanzar en aproximadamente de un 1 a un 2,5 %. Para un corredor con una marca de 3:40 minutos (220 segundos), una mejora del 1% sería de aproximadamente 2.2 segundos, lo que llevaría su tiempo a alrededor de 3:37.8.
Volviendo a las zapatillas, se han hecho bastantes estudios científicos que muestran que, las nuevas zapatillas pueden mejorar el rendimiento de un corredor de maratón entre un 2% y un 4%. Para un corredor que completa un maratón en 2horas 30 minutos, justo allí donde yo me encontraba en 1982, una mejora del 2% podría reducir su tiempo en aproximadamente 3 minutos, llevándolo a un tiempo de 2:27:00. Una mejora del 4% podría reducir su tiempo en alrededor de 6 minutos, bajando a 2:24:00. Pero, la cosa es que ni 2:27 ni 2:24 me habrían valido para saltar de la mediocridad a la élite. Como decía Benjamín Franklin: “Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos”.[1] Considero que lo esencial es una buena genética, salud y una voluntad férrea de entrenar y entrenar, algo así como nos demuestran el noruego Jakob Ingebrigtsen y la ganadora de la maratón de hoy, Sifan Hassan, ambos utilizando la última tecnología aplicable en su deporte.
Volviendo a las zapatillas, y ahora sí, voy a explicar su historia lo mejor que pueda. Los humanos nacemos descalzos y nos podemos mover de esa manera por todo tipo de superficie, más o menos rápido, pero podemos andar y correr por todas las superficies. Si usamos nuestras plantas de los pies como hacían nuestros antecesores y como todavía hacen algunos pueblos aislados, nuestros pies adquirirán esa dureza necesaria para no sentir molestias por cada pequeño guijarro o cada rama que pisemos. Es además lógico pensar que los humanos se han desplazado trotando de un lado a otro, por razones obvias, de aumentar su radio de acción para perseguir presas de caza o para transportarse distancias más largas. Pero, cientos de años calzados, nos han hecho vulnerables y parece que, sin zapatos, hay pocos que puedan hacer una carrera por corta que sea. Cuando llegamos a las primeras olimpiadas, los primeros Juegos Olímpicos modernos se concluyeron con la carrera de maratón. Poco antes de las dos de la tarde, 17 corredores partieron desde Maratón, para recorrer los 40 kilómetros que separan el lugar donde tuvo lugar el famoso combate y llegar a Atenas.[2] En la línea de salida se encontraba un corredor de Australia, Estados Unidos, Francia y Hungría, así como trece griegos, entre ellos Spiridon Louis, que fue el primer corredor en llegar al recién renovado Estadio Olímpico en Atenas. Registró un tiempo de 2:58:50 en el recorrido de 40 km. Su victoria fue recibida con gran júbilo por los 100,000 espectadores que bordeaban las calles de Atenas y que esperaban en la meta. La nación anfitriona no había registrado éxitos en los Juegos Olímpicos. Por lo tanto, la victoria en la carrera de maratón final salvó el honor griego. Antes de convertirse en un héroe olímpico, Spiridon Louis llevaba una vida sencilla. Desde muy pequeño, este joven de 23 años, trabajaba como aguador, un oficio que consistía en recoger y transportar agua desde los pozos para distribuirla en Atenas. Su entrenamiento físico provenía de la vida diaria, que involucraba caminar largas distancias y cargar agua, lo que sin duda contribuyó a su resistencia. [3]Yo corrí a mis 28 años mi segundo maratón en 2 horas 50 minutos, con poco entrenamiento y, a buen seguro, con mejores zapatillas que las que llevaba Louis, aunque lejos de las que ahora calzan los maratonianos.
He buscado por todos lados una foto de Spiridon Louis corriendo, o al menos, una instantánea antes o después de la prueba, pero solo he encontrado fotos posteriores en las que posa con un atuendo típico griego y calza unos zapatos que se asemejan a los de la guardia de honor, con pompones y todo. Es imposible que corriese con esos zapatos. Lo que he podido saber es que verdaderamente corrió con zapatos, porque sus paisanos se los costearon. Zapatos normales, de cuero con suela rígida, también de cuero. Con zapatos así, yo no habría llegado a la meta, pero, recuerdo, que cuando mi hija mayor nació y yo la iba a ver por primera vez al hospital, corrí los diez kilómetros que me separaban de mi casa de entonces al hospital, a pie por la carretera, por no esperar al autobús, ¡con zapatos de cuero!
Y, aquí, al fin comienza la historia de las zapatillas deportivas. Las primeras versiones de zapatillas deportivas surgieron en el siglo XIX, como los «plimsolls» en el Reino Unido, que eran simples zapatos de lona con suela de goma. Estos primeros modelos ofrecían poco soporte y amortiguación. Yo corrí mis primeras carreras, cuando era niño en plimsolls. Estas primeras zapatillas especiales para correr datan de 1830, cuando la compañía Liverpool Rubber Company, que más tarde se llamaría Dunlop, empezó a fabricarlas, primeramente, pensadas como zapatillas de baño. La tradición de competir en atletismo en las escuelas británicas las hizo populares y formaban parte de los enseres y uniformes obligatorios de los estudiantes.
Ya en las décadas de 1920 y 1930, se comenzaron a desarrollar zapatillas específicas para diferentes deportes, con mejoras en la forma y los materiales. Adidas, por ejemplo, empezó a producir zapatillas con clavos intercambiables para el atletismo en 1925. Para zapatillas raras, las de Sohn Kee-Chung[4], el vencedor del maratón de las olimpiadas de Berlín de 1936, que estaban hechas de manera que el dedo gordo del pie estaba separado de los otros cuatro, en un compartimento aparte, como unos guantes.
Nos quedamos en Alemania para recordar la historia de dos hermanos relacionados con el desarrollo del calzado deportivo. Es la historia de Adidas y Puma y comienza en la década de 1920 con la fundación de Gebrüder Dassler Schuhfabrik (Fábrica de Zapatos de los Hermanos Dassler) en Herzogenaurach, Alemania, por Adolf (Adi) Dassler y su hermano Rudolf Dassler. La empresa producía calzado deportivo y fue innovadora en el uso de clavos en las zapatillas de atletismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, la relación entre los hermanos se deterioró, lo que finalmente llevó a una ruptura en 1948. Los hermanos se separaron y fundaron dos empresas distintas. Adolf Dassler estableció Adidas (uniendo las primeras letras de su nombre y apellido), mientras que Rudolf Dassler fundó Puma. Les fue muy bien a los dos, hay que decir.
Ya en los años 70 vendría la mayor revolución hasta entonces en las zapatillas deportivas. Fue en Estados Unidos y sus orígenes vienen del Japón. En 1964, Phil Knight, un estudiante de MBA en la Universidad de Stanford, y Bill Bowerman, un entrenador de atletismo en la Universidad de Oregon, se asociaron para distribuir calzado deportivo japonés, especialmente la marca Onitsuka Tiger (ahora conocida como ASICS). Juntos fundaron Blue Ribbon Sports que más tarde, en 1967, comenzó a vender sus propios diseños bajo el nombre de Nike. El nombre “Nike” se inspiró en la diosa griega de la victoria, lo que encajaba con la misión de la empresa de proporcionar calzado de alto rendimiento. Desde 1971, Nike es una marca independiente y en 1972 Nike lanzó su primera línea de zapatillas, las Nike Waffle Trainers, que incorporaban una innovadora suela con patrón de waffle, desarrollada por Bill Bowerman. Esta tecnología de suela fue una de las primeras innovaciones significativas en calzado deportivo. Fue con estas zapatillas, que yo comencé mis andanzas deportivas. En 1972, Frank Shorter, el maratonista estadounidense que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Múnich, llevaba un par de Nike Cortez durante su histórica carrera.
En 1979, Nike introdujo el sistema Air, con una unidad de aire encapsulada en la suela para proporcionar amortiguación adicional. Este fue un hito importante en la evolución de la tecnología de amortiguación. Ahora era posible entrenar, también a gente con sobrepeso. Las carreras populares fueron surgiendo por todo el mundo y las calles se vieron pronto repletas de gente a todas horas haciendo jogging o footing, como franceses y españoles preferimos decir.
Os aburriría contando más sobre el desarrollo del calzado deportivo y por eso me quedo aquí, por el momento, no sin antes comentar la vibrante llegada de las corredoras de maratón, que esta vez, nos han ofrecido un espectáculo muy singular de lucha entre las etíopes Hassan, que compite por los Países Bajos y Assefa que lo hace por Etiopia. Hasta el final lucharon codo con codo, o más bien, codo contra costillas, en una lucha a muerte de la que Hassan salió vencedora. Aquí me permito una pequeña constatación, viendo estas olimpiadas, y es que esta muy claro que las etnias subsaharianas o sus descendientes en otros continentes, dominan casi todos los deportes, especialmente en atletismo. Aproximadamente el 15% de la población mundial tiene raíces subsaharianas, basado en la población actual de África Subsahariana. Este porcentaje puede ser mayor si se incluye a la diáspora africana en otras regiones del mundo. En las últimas dos ediciones de los Juegos Olímpicos de Verano, los medallistas en atletismo con origen africano han representado aproximadamente el 56.25% del total de medallas en atletismo. Esto subraya el dominio significativo de los atletas africanos, especialmente en eventos de larga distancia y medio fondo, así como en pruebas de velocidad y campo. Por lo que a nosotros nos toca, basta con mirar el podio de los tres saltos para comprender que la población de origen africano, sea original o como resultado de la emigración forzosa o voluntaria, domina en el deporte, especialmente en el atletismo.
[1] Se le atribuye a Benjamín Franklin en el “Almanaque de Poor Richard”, 1757, pero en realidad parece que el primero en usar la frase fue un Algernon Sydney en “Discursos sobre el Gobierno”, 1698.
[2] Según la leyenda, después de que los atenienses lograron una victoria crucial sobre los persas en la llanura de Maratón, el año 490 anterior a nuestra era, un mensajero griego llamado Filípides fue enviado para llevar la noticia de la victoria a Atenas. Se dice que Filípides corrió la distancia de aproximadamente 40 kilómetros (25 millas) desde el campo de batalla en Maratón hasta Atenas sin detenerse. Al llegar, siempre según la tradición, Filípides solo pudo pronunciar la palabra «¡Nenikēkamen!» (¡Hemos vencido!) antes de desplomarse y morir por agotamiento.
[3] Louis recibió regalos de muchos compatriotas, que iban desde joyas hasta un afeitado gratis de por vida en una barbería. No se sabe si aceptó todos estos regalos, aunque sí se llevó a casa el carro que le había pedido al rey. Después de los Juegos Olímpicos, Louis terminó su carrera deportiva para convertirse en agricultor y oficial de policía. Su última aparición pública fue en 1936, cuando fue invitado como huésped de honor por los organizadores de los Juegos Olímpicos de Verano de 1936, celebrados en Berlín. Después de portar la bandera del equipo griego durante la ceremonia de apertura, fue recibido por Adolf Hitler y le ofreció una rama de olivo de Olimpia, el lugar de nacimiento de los Juegos Olímpicos, como símbolo de paz. ¡Echalé guindas al pavo! ¡Qué cara tenía ese Adolfo! Una rama de olivo…sí ya…
[4] El 3 de noviembre de 1935, Sohn Kee-chung de Corea (Corea del Sur) estableció un récord mundial de maratón con un tiempo de 2:26:42.0. Debido a que Corea estaba ocupada por las fuerzas japonesas en ese momento, las esperanzas de Sohn de competir en los Juegos Olímpicos de 1936 dependían de su capacidad para calificar para el equipo japonés. Lo logró, al igual que su compatriota Nam Seung-yong. Ambos jóvenes se vieron obligados a adoptar nombres japoneses (su participación está registrada bajo el nombre japonés Son Kitei). Tras su clara victoria en Berlín, en 2 horas, 29 minutos y 19 segundos, se convirtió en un héroe nacional en Corea y, tras la guerra, porto la bandera de su país en los juegos de 1948, y la antorcha en los de Seúl, 1988. Ahí queda Spridón con su indumentaria típica y Sohn con sus zapatillas voladoras.
Ayer vi el maratón masculino por la televisión. Para honrar el momento, encendí mi antorcha olímpica de cristal, diseñada por Lars Hellsten para la empresa vidriera Orrefors con motivo de la olimpiada de Los Ángeles, en 1984. Sentado en mi sillón favorito, con mi humeante taza de café y unas rebanadas de pan con queso y mermelada de higo, me dispuse a contemplar cómodamente esta gesta olímpica tan peculiar. Como yo tengo mis propias experiencias, mis propias sensaciones de esfuerzo, dolor y angustia, puedo meterme en la piel de los corredores y sentir con ellos el discurrir de la contienda. La carrera de maratón es un evento completamente diferente dependiendo de muchas cosas, no siempre posibles de controlar. Empezando por la forma del día para el corredor, y siguiendo por las características del circuito y, quizás lo más importante, la temperatura ambiente y la humedad del aire. Las zapatillas son esencialmente importantes en una prueba en que el corredor somete a sus pies, piernas y ligamentos a una fuerza de impacto que suele ser entre 2 a 3 veces el peso corporal del corredor, dependiendo de la velocidad y la técnica de carrera. Sabiendo que un corredor que termine la prueba en 2 horas 20 minutos da aproximadamente de 28 a 32 000 zancadas, se comprende que el esfuerzo se note muchísimo en los pies al llegar a los 35 kilómetros. Se puede decir que es entonces, a los 35 o 36 kilómetros, cuando empieza la carrera de maratón. Es el momento en que se trata de vencer el dolor y los malos pensamientos.
El dolor es total; no solo duelen los pies, también duelen las rodillas, los músculos en general, ¡todo grita – ¡Para ya! Y, si quieres seguir la carrera, hay que hacer oídos sordos a esos cantos de sirena, que te prometen dejar la carrera, descansar, comer algo e intentarlo otro día. El que consigue llegar primero a la meta, es el que ha conseguido vencer todos los obstáculos y aguantar el dolor mejor que sus adversarios. Volviendo a las zapatillas: son centrales por su importancia, como ya explico arriba. Abebe Bikila corrió el maratón en la olimpiada de Roma en 1960 descalzo y ganó el oro. Este etíope, guardia de seguridad del emperador Haile Selassie, pudo elegir zapatillas entre los modelos que se le ofrecían de la marca Adidas, pero no encontró ninguna que le fuera cómoda y prefirió correr descalzo, porque estaba acostumbrado a hacerlo. En la próxima olimpiada, también ganó, esta vez con zapatillas. La joven fondista surafricana Zola Budd, que corrió por Gran Bretaña en Los Àngeles y por Suráfrica en Barcelona, 1992, también corrió descalza, pero su historia merece la pena ser contada un poco más adelante, en una próxima entrada.
Ahora, mientras los corredores se van comiendo los kilómetros en procesión multicolor, pienso en la carrera de Los Ángeles, la carrera de Rodrigo Camacho, una carrera en la que yo sentía que también participaba, si no en cuerpo, sí en alma, por así decirlo. Lejos de transcurrir por paisajes tan emblemáticos como los que ofrece Paris, Los Ángeles ofreció un circuito duro y monótono. La salida se dio a las cinco de la tarde del dia 12 de agosto, con una temperatura que osciló durante la carrera entre los 25 y los 30 grados, con una gran humedad. La gran esperanza norteamericana, el exiliado cubano, Alberto Salazar, que entonces tenía la mejor marca mundial, se había preparado concienzudamente, entrenando en una sauna, según decían. En la salida se veían corredores de gran talla, mitos del atletismo, fondistas laureados que se habían pasado a la maratón y, claro está, nuestro Rodrigo Camacho, que en la lista figuraba con su primer nombre, Juan. El conocía a los corredores suecos, Tommy Petersson y Kjell Erik Ståhl, y había disputado muchas carreras con ellos. La mejor marca de Rodrigo, que le había cualificado para las olimpiadas, la hizo corriendo con Tommy. Por tanto, Rodrigo sabía que, si les seguía las estela, podía hacer una buena carrera. No se trataba de ganar la medalla de oro; eso estaba muy caro, entre tanto mito del fondo, pero sí se podía hacer una buena carrera. Ciento siete corredores enfilaron la ruta al pistoletazo de salida, setenta y ocho de ellos llegaron a la meta, entre los cuales no estaban ni los suecos antes citados, ni los españoles, Juan Traspaderne y Santiago de la Parte, corredores los dos de 2 horas 11 minutos, el segundo venía de quedar tercero en el maratón de Tokio ese mismo año. El que sí llego a la meta fue Rodrigo, en un meritorio trigésimo octavo puesto, en 2 horas 21 minutos y 04 segundos. Fuera de carrera quedaron muchos de los favoritos, El podio lo coparon Carlos Lopes de Portugal, en 2.09.21, seguido del irlandés John Treacy, en 2.09.56 y el británico Charles Spedding, en 2.09.58. La esperanza estadounidense, Alberto Salazar, quedó en decimoquinta posición en 2. 14. 19, como segundo norteamericano. Detrás de Rodrigo, quedaron dos mitos del fondo, el belga Johan Geimaert en 2.21.35 y el famoso corredor francés Jacques Boxberger en 2.22.00.
Hoy, 10 de agosto, sentado en mi sillón, pienso en ese día de gloria, una gloria modesta y compartida, a la sombra de Rodrigo y en compañía de mis amigos corredores y entrenadores. Hay un antes y un después de una carrera de maratón. Se anticipa la preparación, la ilusión, la esperanza y, tras finalizar la gesta, nos queda el recuerdo, mil veces repasado, despiertos y en sueños, de esos mágicos 42 kilómetros y 195 metros. Veo correr a los corredores actuales, casi todos africanos, a un ritmo imposible, a un ritmo que yo solo he podido aguantar, todo lo máximo, en cinco kilómetros, dándolo todo. ¡Son unos superdotados!
¡Qué nostalgia, cuantos recuerdos me vienen a la cabeza! Veo como van llegando a la meta en la carrera de hoy y no puedo contener las ganas de emular sus proezas. Sería una locura tratar de salir a correr como ellos, pero, me calzo mis zapatillas de correr, me pongo una gorrilla, sintonizo con Radio Nacional de España y me lanzo a la carretera. No voy corriendo, voy andando a buen paso y ahora mismo, no sé hacia donde encaminarme y no me preocupa. Me doy cuenta que voy en dirección a Malmö, la ciudad mas grande de Escania, la metrópolis de los escanianos, que está a unos 17 kilómetros de mi ciudad, Lund, y me digo – ¿Por qué no? Andando, andando, voy pasando campos y pequeñas zonas de bosque. Voy por el camino antiguo, que hoy es un camino para bicicletas y, en todo el recorrido, casi no hay cruces con tráfico. Voy prácticamente solo, con la excepción de alguna bicicleta y muy pocos viandantes, que saludan al pasar.
Voy recordando a pasar, tiempos en los que yo entrenaba por aquí, como también lo hacía mi amigo y excelente corredor español, Eduardo Muñoz. Él si que solía hacer el trayecto desde Malmö, donde vivía, a Lund, donde estudiaba, siempre corriendo, con una pequeña mochila con una muda, para cambiarse al llegar. También voy entreteniéndome en recordar lugares históricos que voy pasando, cientos en los 18,6 kilómetros que hay desde mi puerta hasta la Plaza Mayor de Malmö, donde ahora mismo se celebra el aquí famoso y siempre esperado, Festival de Malmö. Llego a la plaza a poco de las tres de la tarde. En la gran carpa/escenario de la plaza, una orquesta sinfónica, está ensayando, preparando la actuación de la tarde. Me retrato allí mismo y hago un pequeño video, con la música de fondo. Ahora puedo decidirme por regresar en tren o, intentando una pequeña proeza, regresar andando. Casi sin proponérmelo, opto por regresar a pie y, a medio camino, los pies y todos los musculos de la cintura para abajo, empiezan con su antigua cantinela – “déjalo ya, Martín” – “coge el autobús, que no tienes que demostrar nada” – pero yo, dale que dale, sigo andando y poco a poco me acerco a Lund. La radio me ha acompañado todo el tiempo y ha hecho que yo vaya avanzando, casi sin darme cuenta. Los últimos tres kilómetros los hago cojeando un poco del pie izquierdo, que parece que se ha hinchado un poco, pero llego a casa feliz y contento. Miro en la aplicación que cuenta mis andanzas pedestres y muestra 36,7 kilómetros. ¡Ostias! Casi un maratón. Pienso que podría hacer los kilómetros que me quedan, para así poder decir que he “corrido” el maratón entero, pero desisto para no lastimarme más el pie. Hay que saber parar a tiempo, que mañana será otro día y verá el tuerto los espárragos, como solía decir mi madre. Os dejo ahí hoy, mañana correrán las damas y también lo veré, aunque no creo que vaya a hacer la misma locura de ir y volver a Malmö, al menos, no por bastante tiempo. Enciendo hoy la antorcha olímpica que tengo como recuerdo desde el 1984.
Visto lo visto y, sabiendo que la información que se les ofrece a los ciudadanos de “la piel de toro” es extremadamente fragmentada, procedo a intentar dar mi punto de vista sobre lo acontecido en el día de ayer, a eso de las diez de la mañana, ante las cámaras de muchos medios y ante las narices de diversos llamados cuerpos de seguridad del estado. Para ofrecer mi punto de vista, necesito remontarme al principio de las cosas, porque creo, que todo tiene un principio y un fin. Empecemos pues por el principio.
No fue en los albores de la historia de la humanidad cuando se cuajó la identidad catalana, como algunos se piensan, quizás siguiendo los predicamentos que un comic de los años 70 con el tirulo de “Nosotros los catalanes”, con guion de Francisco Pérez Navarro y traducido después al catalán, parece mostrar. Vamos, que no andaban los habitantes de Barcino o Tarraco Nova por las Ramblas en barretina ni bailaban la sardana o comían “botifarra amb mongetes” después de ver a los castellers hacer el 3 de 10 amb folre i manilles, por así decir.
Si me preguntan a mí, diré, que todo este lío, que en cierto modo perturba la vida de los habitantes de un lugar del mundo, que tendría todas las posibilidades de ser un reducto feliz de la humanidad, si no fura por lo que es. Y lo que es, es que, una parte de sus habitantes viven implicados en un sueño que no les deja el menor sosiego y les impide ver todo lo bueno que tienen a su alrededor. Para algunos empezó todo con un poema publicado en Madrid. Y, ¿todo eso simplemente por un poema? Hombre, pues no, no solo por un poema, aunque también. Lo explicaré más adelante. Vamos por partes. Ahora vamos a la historia, no a la historieta, sino a la pura historia, a lo que se puede constatar con fuentes y hechos consumados.
Empecemos por la consolidación de los estados europeos al final de la edad media. Es un proceso largo, con sus peculiaridades en cada uno de los estados que se van formando, pero todos tienen algo en común, un núcleo político y económico potente, dentro del cual existe una voluntad de subyugar estructuras anteriores, para lograr la acumulación de bienes y poder militar, necesarias para asegurar la integridad territorial. Así se van formando estados, en Francia, alrededor de Ille de France, en Inglaterra alrededor de Londres y en España alrededor de Castilla. Todo esto ocurre en una veintena de años desde poco antes, poco después de el primer viaje de Colón hasta más o menos hasta que Lutero clavó sus 95 tesis de la Disputatio pro declaratione virtutis indulgentiarum, en la puerta del templo de Todos los Santos, en Vittenberg.
Bueno, ya nos hemos colocado medianamente en el tiempo. Naturalmente, esos estados no se formaron por arte de Birlibirloque, sino que, al formarse, aglutinaron a estructuras anteriores, muchas de ellas muy antiguas con sus propias instituciones, tradiciones y lenguas, por ejemplo el catalán, que se conoce como lengua diferenciada en los siglos X al XII y que se desarrolló a partir de latín vulgar a ambos lados de la costa este de los Pirineos en el siglo XIII, y fue exportado a varias regiones del sur de España, como Barcelona y Valencia, y a las Islas Baleares y el Alghero en la región de Cerdeña.
No se empieza a hablar de catalanes o Catalunya como entidad geográfica y política diferenciada hasta la obra «Gesta Comitum Barcinonensium» (Hechos de los Condes de Barcelona), escrita a mediados del siglo XII. Este texto, redactado bajo la influencia de la corte de los condes de Barcelona, recoge la historia y genealogía de los condes catalanes y es uno de los primeros documentos que mencionan a Catalunya, junto a otra referencia temprana en el Poema del Mio Cid, donde se menciona a Catalonia en el contexto de las luchas y alianzas que mantenía Rodrigo Díaz de Vivar con distintos reinos y territorios de la península ibérica. Todo esto ocurría en el seno de una entidad, el reino de Aragón, que acabaría siendo aglutinada por la dinámica Castilla. Esto sucedía a la vez en antiguos reinos aglutinados en lo que sería Francia e Inglaterra. La diferencia más marcada en lo referente a la consolidación de los nuevos estados era la forma de administrarlos. El estado francés y el inglés fueron centralizados relativamente pronto, mientras que el estado español se formó a semejanza del imperio austriaco-alemán, diría yo que más suelto, menos centralizado y más respetuoso con las antiguas estructuras, que fueron permitidas, siempre y cuando no trataran de deshacer la estructura del estado.
No es tras la muerte de Martí el Humá en 1410 y el advenimiento de los Trastámara a la corona de Aragón la que, con una disminución progresiva del poder político catalán, marcó el inicio de una nueva era, como Pierre Vilar[1], Jaume Vicens Vives[2], Ferran Soldevila[3] y Josep Maria Salrach[4] sugieren. A mi modo de ver, no es correcto ni lógico culpar a la elección de Fernando de Antequera como rey de Aragón en el Compromiso de Caspe, como la causa del comienzo del declive político de Cataluña.
De forma parecida al mito de los Trastámara como causantes del declive y perdida de las libertades catalanas, se ha cultivado el mito de las excepcionales bondades e impecable tradición protodemocrática de la Generalitat. Un mito que muchos de los historiadores catalanes han querido cultivar, aún en contra de las pruebas aportadas por otros historiadores catalanes, más concienzudos y más estrictos en su aplicación del método científico, como por ejemplo, el propio Jaume Vicens Vives, que en su tesis doctoral en 1936 demostró que en la guerra entre la Generalidad de Cataluña y Juan II, la llamada guerra civil catalana (1462-1472), el rey tuvo el apoyo del campesinado remensa (sujeto a la tierra), mientras que la Generalidad representaba las oligarquías más conservadoras y explotadoras. El heredero de Juan II, Fernando V, solucionó el problema de los labradores de remensa liberándolos por la Sentencia arbitral de Guadalupe, “Un raro ejemplo de solución jurídica a un problema agrario en la época moderna”, como diría el propio Jaume Vicens Vives, por lo que se ganó la antipatía de los historiadores nacionalistas de la época, sobre todo de Rovira i Virgili. Resultaba del meticuloso estudio que Vives hizo sobre la actuación de los Trastámara, que no fueron tan perniciosos, sino, en realidad, salvaron las instituciones catalanas, poniendo fin a la guerra civil latente entre las dos grandes instituciones representativas catalanas, que eran el Consejo de Ciento de Barcelona y la Generalidad o Diputación permanente de las Cortes. Además, este rey renacentista, modelo para Macchiavello, inventó un procedimiento para resolver los contenciosos entre el Rey y las instituciones de Cataluña en materia de fueros, estableciendo el recurso de contrafacción ante la Real Audiencia.
Como una nota interesante de la historia, este buen rey de Aragón estuvo a punto de ser asesinado en las escalinatas de la Plaza del Rey, en Barcelona, al ser atacado con una espada por un campesino remensa que no parecía muy contento con como había concluido y que secuelas había dejado la segunda revuelta payesa, terminada en 1485. También se ha explotado en los últimos tiempos el mito de que el autor del atentado, el remensa Joan de Canyamars, actuara llevado por su patriotismo catalán.[5]
Se vislumbra ya, en el conflicto antes citado entre la Generalitat y El Consejo de Ciento, una cierta animosidad, una competencia algo más que sana, que no son capaces de solucionar sin el arbitrio de un poder superior, en el caso de la guerra civil, la autoridad del rey. Esta animosidad llevará a otras confrontaciones a través de la historia y, para no perderme en detalles, saltaré hacia otra revuelta mitificada: La Guerra dels Segadors. La escribo con mayúsculas porque lo merece, siendo el mito inicial del nacionalismo catalán y la viva expresión del conflicto entre la ciudad y el campo, cuya continuidad, me atrevo a decir, vivimos aún en nuestros días.
Entre los años 1640 y 1652 tuvo lugar un conflicto bélico que tuvo lugar en el Principado de Cataluña y que terminó con la desmembración de Cataluña en el Tratado de los Pirineos en 1659, por el que España cedía a Francia el condado de Rosellón, el Conflent, el Vallespir, el Capcir y una parte del condado de Cerdaña. Terminaba así una guerra que empezó como revuelta incitada por Francia, combinada con la guerra de liberación de Portugal, en medio del gran pulso entre Francia y España que estaba teniendo lugar en Alemania, en la llamada guerra de los treinta años, 1618-1648, que era una lucha abierta entre Francia y España-Austria, por la hegemonía en Europa.
Los hechos comenzaron en el barrio barcelonés de Sant Andreu de Palomar, que entonces era un pueblo aparte, como por ejemplo Gracia, Sants, Horta etc. La chispa fue una reyerta entre algunos soldados castellanos y unos segadores que resultó en que uno de los segadores quedó malherido. Los soldados castellanos se hallaban allí para reforzar la defensa del territorio contra los franceses, con los que España estaba en guerra directa desde 1635.[6]
Los ánimos estaban revueltos por causa de las repetidas recaudaciones que el gobierno español se veía obligado a grabar a los campesinos y, en la frontera, por la carga que representaba el tener que alojar a los soldados de remplazo y a sus bestias. No era un problema solamente en Cataluña sino en todo el territorio español, especialmente en las zonas fronterizas. Francia y sus dirigentes, Richelieu primero, hasta 1642 y Mazarino después, emplearon toda su astucia, su poder y su riqueza, para infiltrar las instituciones catalanas y promover la revuelta, dejando a España emparedada entre dos contiendas abiertas a sus flancos, Portugal y Cataluña, debilitándola para minimizar su posición en el centro de Europa.
No deja de ser lógico atribuir el comienzo de la revuelta a cuestiones económicas. Estas revueltas se daban por doquier en toda Europa, y seguramente en el resto del mundo, cada vez que grandes contingentes de tropas se localizaban en un lugar durante cierto tiempo, y cada vez que la economía de guerra hacía subir los impuestos. Aquí en Suecia, concretamente, tengo muchos casos desde comienzos de la edad moderna hasta ya entrados en el siglo XIX. Historiadores como los antes citados Jaume Vicens Vives y Ferran Soldevila argumentan que las demandas económicas impuestas por la Corona española, en un momento de crisis generalizada, fueron vistas como una explotación injusta de Cataluña, lo que generó un fuerte malestar que desembocó en la guerra. El análisis de Pere Anguera quiere mostrar que, las exigencias fiscales y militares impuestas por Felipe IV, en el contexto de la Guerra de los Treinta Años, provocaron un gran descontento en Cataluña. Según Anguera, la población catalana percibía que estaban siendo explotados para financiar y sostener guerras que no eran de su interés directo, lo que llevó al estallido del conflicto. Algo parecido expresa Josep Fontana ha abordado el conflicto desde una perspectiva socioeconómica, subrayando la carga desproporcionada que recayó sobre Cataluña debido a las guerras de la monarquía. Para Fontana, la imposición de contribuciones y la obligación de mantener a las tropas castellanas provocaron un gran resentimiento en la población, que se manifestó en la revuelta popular de 1640. Se acercan los dos últimos pues a una interpretación protonacionalista del conflicto.
Análisis mucho más identitarios han realizado algunos historiadores nacionalistas catalanes, que han interpretado la Guerra dels Segadors como una defensa de la identidad nacional catalana frente a las políticas centralizadoras de la monarquía española. Como ejemplo de este tipo de análisis tenemos a Francesc-Marc Álvaro, ensayista y periodista contemporáneo, activo en política på ERC, que ha explorado la historia catalana desde una perspectiva identitaria. Álvaro ha argumentado que la Guerra dels Segadors fue, en parte, una reacción a la amenaza percibida contra la identidad catalana. Según él, la guerra no solo trataba de resistir las cargas fiscales y militares, sino también de defender la cultura, las instituciones y la soberanía catalana frente a la creciente asimilación impuesta por la monarquía centralista.[7]
Un historiador como Jordi Nadal, más conocido por sus estudios en historia económica, también ha señalado que detrás de la Guerra dels Segadors subyace una defensa de la identidad nacional catalana. En sus escritos, sugiere Nadal que los catalanes se levantaron no solo por razones económicas, sino también por la voluntad de preservar su singularidad cultural y sus instituciones políticas, que veían amenazadas por las políticas de Felipe IV y su valido, el Conde-Duque de Olivares. [8] Josep Termes, historiador especializado en el estudio del nacionalismo catalán, ha argumentado que la Guerra dels Segadors puede interpretarse como una manifestación temprana de la conciencia nacional catalana. Según Termes, el conflicto fue una lucha para proteger la autonomía y las tradiciones catalanas frente a una monarquía que intentaba homogeneizar y centralizar el poder, lo que representaba una amenaza directa a la identidad catalana.[9]
Distinto es el punto de mira de Xavier Torres[10], que, aún aceptando un cierto nivel de patriotismo, considera que la revuelta catalana de 1640 estaba todavía muy lejos de ser un movimiento nacionalista. En sus propias palabras: “hubo ciertamente, un genuino patriotismo catalán en el curso de la Guerra de los Segadores; no solo retórico o meramente ornamental, tal como suponen a menudo los seguidores de una hipótesis «social», sino inmanente e inseparable de los propios acontecimientos (por no decir de los «intereses» en juego inclusive). Ahora bien, este patriotismo no debería confundirse en ningún caso con el nacionalismo, ni siquiera en términos de «precocidad» o como «antecedentes», tal como imaginan, a su vez, los cultivadores de una interpretación nacionalista o «protonacionalista» de los hechos: porque se trataba, en suma, de un patriotismo sin nación”[11]
Había por parte de la corona española una clara intención de acaparar el control de sus extensas posesiones. Desde antes del fallido intento de Felipe II de ocupar Inglaterra en 1588, España se veía involucrada en continuas guerras de secesión, empezando por las provincias de los Países Bajos, herencia de los Habsburgos, sublevadas ya en 1566 y en constante ebullición hasta el 1648. La unión dinástica aeque principaliter con Portugal desde el 1580, que aún dando lugar a la mayor concentración de poder, nunca conocido en la historia, al unir sus posesiones en America, para los nobles portugueses se consideraba perjudicial, debido a las continuas guerra de la monarquía hispánica en Europa, se vio debilitada por las constantes injerencias francesas con el fin de debilitar a la corona de los Habsburgo. Esta visión centralizadora tenía en el Conde-Duque de Olivares su mayor promotor, que lo expuso de esta manera en un memorial secreto fechado el 25 de diciembre de 1624: “Tenga Vuestra Majestad por el negocio más importante de su Monarquía, el hacerse Rey de España: quiero decir, Señor, que no se contente Vuestra Majestad con ser Rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de Barcelona, sino que trabaje y piense, con consejo mudado y secreto, por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia, que si Vuestra Majestad lo alcanza será el Príncipe más poderoso del mundo.”[12]
Para no embarrullarlo todo, me quedo aquí hoy y seguiré mañana. También he de decir que donde las dan las toman y, los trompazos que le dieron al estado español las secesiones por todo su territorio durante esos años, muy parecidos fueron los que le cayeron al estado francés entre 1648 y 1653, cuando la llamada Fronda estuvo a punto de desbaratar el estado que Richelieu y Mazarino habían hilvanado. Además, los lideres de la Fronda solicitaron la ayuda de España. La gran diferencia es que Francia salió fortalecida de estos coletazos del poder aristocrático, mientras que el imperio español se vio alicortado, diezmado y mermado.
Al mismo tiempo, en Inglaterra, a partir de 1642 y hasta el 1651 estaban metidos de lleno en una guerra civil en la que el estado centralista y absolutista representado por el rey se veía enfrentado al poder del parlamento en una guerra intermitente en la que el mismo rey caería ejecutado por orden de un parlamento diezmado y poco representativo, el llamado Parlamento Rabadilla o Rump Parliament. Aquí en Suecia, los acontecimientos tienen que ser vistos desde una perspectiva danesa, pues Dinamarca era la potencia central nórdica, bajo cuya corona, Suecia y Noruega se encontraban como entidades subordinadas. La rebelión de los suecos liderada por Gustavo Vasa en 1521 que resultó en la victoria sueca y la proclamación de Gustavo Vasa como rey en 1523, deshizo la unión. Desde ese momento y tras muchos alzamientos populares contra la centralización del poder en Estocolmo, a la muerte de Gustavo Adolfo II en 1632, el estado sueco se podía considerar unificado alrededor de la monarquía y a partir de 1658, con la ocupación de los territorios daneses al norte del Sund, comienza una implantación de la cultura sueca por todo su territorio, que poco a poco irá borrando todo vestigio de antiguas entidades étnicas y culturales.
De visita en Bilbao en 1990, en la Universidad del País Vasco, invitado a unos seminarios para profesores y estudiantes por el catedrático de sociología Alfonso Pérez Agote, justamente para dar unas charlas sobre el cambio de identidad en Escania, me preguntaron ¿por qué Suecia tuvo éxito en su propósito de hacer suecos a los daneses de Escania y las otras provincias danesas conquistadas en 1658 mientras España no había conseguido algo similar en Cataluña? Mañana os hablaré de lo que yo contesté a esa pregunta y seguiré tirando del hilo histórico que nos lleva a la situación actual en Cataluña.
[1] Pierre Vilar: “Catalunya dins l’Espanya moderna”, 1962, vol I, Edicions 62
[2] Jaume Vicens Vives: “Historia de Catalunya”, Els Trastàmares (Segle XV) (Tomo VIII), ed 1961
[3] Ferran Soldevila- Ferran Valls i Taberner: ”Història de Catalunya”, 1922
[4] Josep Maria Salrach: Història dels Països Catalans. Dels orígens a 1714 (con Eulàlia Duran), 1980
[5] Joan Amades: “Traditions patriòtiques “ (1933)
[6] Indirectamente, Francia y España estaban en guerra desde 1618, pero esa guerra tenía lugar en Alemania y casi siempre por medio de otros, por ejemplo por medio de Dinamarca al principio y Suecia a partir de 1631, por el lado protestante, que Francia mantenía, y Austria y otros territorios mayormente católicos, por parte de España. Esa guerra de los treinta años se ha denominado falsamente, guerra de religiones.
[7] Francesc-Marc Álvaro: “Assaig General d’una revolta”, 2019
[8] Jordi Nadal: “La population catalane de 1553 à 1717. L’immigration française et les autres facteurs de son développement, 1960
[9] Josep Termes: «Història del catalanisme fins al 1923», 2000
[10] Torres, Xavier (2008). Naciones sin nacionalismo. Cataluña en la Monarquía Hispánica (siglos xvi-xvii). Valencia: Publicacions de la Universitat de València
Han pasado bastantes días sin que me animara a hacer una entrada. A veces, la realidad llama a la puerta y todo se tambalea. Todos mis relatos sobre los juegos olímpicos me trajeron muchos recuerdos, el pasado, mi pasado, acaparó mi atención. De pronto, surge algo que hace que me fije en el presente, siempre sin olvidar el pasado, siempre caminando por viejos caminos con la historia bien presente. Hoy he presenciado algo que merece ser contado en forma de cuento y, ahí va. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
Había una vez en un reino lejano, escondido en las montañas de un lugar conocido como la República de los Sueños, un personaje muy peculiar llamado Carlos Picodemonte. Este líder carismático era conocido por sus discursos ardientes y por ser el abanderado de una causa que hacía palpitar los corazones de sus seguidores incondicionales. Pero, como en todo buen cuento, nada era lo que parecía.
Carles no estaba solo en su aventura. A su lado siempre estaba su fiel escudero, Gonzo Bajo, un hombre que parecía tener siempre una carta bajo la manga, literalmente. Gonzo era conocido por sus habilidades en el malabarismo jurídico, capaz de lanzar argumentos en el aire, manteniéndolos girando con tal destreza que cualquiera que lo viera quedaba asombrado. Juntos formaban un dúo inseparable, aunque sus enemigos decían que todo era pura fachada.
En este reino, la seguridad estaba a cargo de un cuerpo peculiar llamado los Mozos de Esquiralia. Estos guardias, con su firmeza y seriedad, tenían una extraña condición: eran completamente ciegos y sordos. No importaba cuán alto se gritara o cuán brillante fuera la luz, ellos seguían adelante con su trabajo, confiando únicamente en su sentido del deber, aunque a veces parecía que no veían ni oían lo que estaba justo frente a ellos.
Un día, Carlos, que se había visto obligado a dejar su querida tierra para evitar el frío de la mazmorra, decidió que era el momento de regresar, y de dar un discurso que inspirara a sus seguidores como nunca antes. Sabiendo de las dificultades de los Mozos, burló todos los sistemas y reapareció en público, a la hora anunciada y en el lugar previsto de antemano. Subido a un escenario, con la bandera de su amada tierra ondeando a su espalda, comenzó a arengar a la multitud. Habló con pasión, prometiendo que el sueño estaba al alcance de la mano, y que pronto, muy pronto, la realidad sería transformada por su causa. Las moscas entraban y salían como Pedro por su casa de las bocas abiertas de todos los presentes.
Al finalizar la arenga, ocurrió algo mágico. Carlos, con un gesto dramático, tomó la bandera que había estado ondeando detrás de él. Como un mago en pleno acto, la sacudió en el aire. La multitud contenía la respiración, expectante. Y en ese momento, algo increíble sucedió: Carles, el gran líder, el orador incansable, desapareció. El público no podía creer lo que veían. ¿Acaso había sido Carles todo este tiempo un holograma? ¿Había estado jugando con la percepción de todos?
Los seguidores miraron alrededor, buscando una explicación. Los Mozos, fieles a su naturaleza, no vieron ni oyeron nada extraño, continuando su vigilancia como si nada hubiera pasado. Mientras tanto, Gonzo Bajo sonreía en la distancia no tan distante, sabiendo que el mayor truco del líder había sido hacer creer a todos que estaba allí cuando en realidad, había estado planeando su desaparición desde el principio.
Los rumores empezaron a circular: unos decían que Carles había usado la bandera como un pañuelo mágico, un truco aprendido de los grandes magos de tierras lejanas; otros estaban convencidos de que nunca había estado allí realmente, que todo había sido una proyección, una ilusión.
Al final, nadie supo la verdad. Los seguidores se quedaron con su fe intacta, seguros de que su líder volvería en el momento adecuado, mientras los detractores se preguntaban si no habían sido todos parte de un gran truco. Lo único cierto es que, en la República de los Sueños, la magia y la realidad eran dos caras de la misma moneda, y todo, absolutamente todo, era posible. Y, colorín, colorado, este cuento no se ha terminado.
Citius, Altius, Fortius. Este lema propuesto por el barón de Coubertin, prestado, según él, de su amigo Henri Didon, contenía para el fundador de los modernos juegos olímpicos «…un programa de belleza moral.» Hay tanto idealismo en esas palabras, tantos buenos deseos, tantas buenas intenciones, tanta ignorancia. Es como otra de las máximas del buen barón: «Lo más importante en los Juegos Olímpicos no es ganar, sino participar, al igual que en la vida, lo más importante no es el triunfo, sino la lucha. Lo esencial no es haber conquistado, sino haber luchado bien.» No se yo, si alguien, alguna vez, se ha metido de lleno a entrenar simplemente por participar y luchar bien. No creo que lo hicieran en la antigua Grecia ni tampoco se hace ahora, ni en en los principios de los juegos de la era moderna.
Muchos son los que han intentado encontrar un atajo a los laureles, y no viene de ahora. En la antigua Grecia solo contaba la victoria y, para conseguirla, se empleaban todos los trucos posibles. Hay mucha evidencia en las fuentes clásicas que sugieren que los intentos de manipular el resultado de las competiciones eran tan antiguos como los propios Juegos. Por ejemplo, tenemos a un tal Damonikos de Elis, padre de un joven y prometedor atleta, que sobornó al padre del oponente de su hijo para asegurarle a su vástago la victoria. El apaño se descubrió y ambos padres fueron multados. Más sonado si acaso fue el intento del ateniense Kallipos, quien sobornó a sus oponentes para asegurarse la victoria en el pentatlón, lo que también hizo Licas de Esparta. A los dos se les impusieron fuertes multas tanto a ellos como a quienes aceptaron el soborno. Pero claro, esos casos son con seguridad la cima del iceberg. La cuestión es que, una victoria en las olimpiadas, no significaba solo el honor, sino que era un buen negocio, ya que, el campeón recibía un trato especial al regreso a su ciudad que significaba beneficios económicos y un gran estatus, como héroe local.
Se conocen muchos más casos, de los que solo nombraré unos cuantos, como Gelo de Siracusa, que sobornó a sus oponentes para que lo dejaran ganar la carrera de carros, Éupolos de Tesalia, que sobornó a los boxeadores contra los que debía luchar, para que lo dejaran ganar. También se castigaron ciudades enteras, como ocurrió con Éfeso y también Sotades de Creta, las dos expulsadas de los juegos por sobornar a atletas el mismo año 332 antes de nuestra era. Expulsiones se daban también por cuestiones políticas. Atenas fue multada y se negó a pagar e incluso boicoteó los Juegos. Fue necesaria la intervención del Oráculo de Delfos para resolver la situación, y al fin, el Oráculo anunció que no se entregarían más oráculos a los atenienses hasta que hubieran pagado. Esparta fue excluida de los Juegos Olímpicos por violar un tratado de paz en 420 a.Cr. pero uno de sus atletas participó en la carrera de carros fingiendo representar a Tebas. Ganó, y en su euforia, reveló su procedencia. Fue azotado y la victoria se registró finalmente a nombre de Tebas, sin mención de su nombre.
El dinero de las multas era utilizado para construir estatuas de bronce de Zeus llamadas Zanes, estatuas de la vergüenza, las cuales llevaban inscrito el nombre del tramposo como advertencia para los demás. Esas Zanes servían como un recordatorio permanente de la deshonra de los tramposos. Pausanias escribe que los Zanes eran “un terror para los atletas competidores, y para enseñarles que no deben comprar la victoria olímpica con dinero”. Por supuesto, cualquier medalla o corona de olivo ganada por un tramposo sería retirada. Sus nombres se borraban de los registros, eliminando su legado para siempre. Los duros castigos enviaban el claro mensaje de que los tramposos nunca prosperan, al menos no por mucho tiempo. Y la vergüenza les seguía de por vida.
No solo había quien intentaba sobornar a los competidores, había también quien se saltaba las reglas de cualquier manera, como el boxeador de Alejandría Apolonio, que llegó tarde a los Juegos y que por tanto se le prohibió competir. Él se disculpó diciendo que el mal tiempo le había retrasado. Esto era una mentira descarada, se supo, porque resultó que Apolonio llegó tarde porque había competido en otros juegos y había recibido un buen premio en metálico. En palabras del autor Pausanias: “En estas circunstancias, los jueces excluyeron de los juegos a Apolonio y a cualquier otro boxeador que llegara después del tiempo prescrito, y dejaron que la corona de laurel fuera para Heracleides sin competición. Entonces Apolonio se puso los guantes para pelear, se abalanzó sobre Heracleides y comenzó a golpearlo, aunque el pobre ya llevaba puesta la corona de olivo silvestre en su cabeza y se había refugiado entre los jueces. Por esta locura insensata tuvo Apolonio que pagar caro.
Quizás, el más tramposo de todos fue el cesar Nero que, en los Juegos Olímpicos del año 67, si hacemos caso de las fuentes, hizo uso frecuente de sobornos, el primero de los cuales podría haber sido para permitirle competir, ya que los primeros Juegos estaban tradicionalmente limitados a los griegos. Quizás el ejemplo más flagrante de sus sobornos ocurrió en la carrera de carros de cuatro caballos, en la que se le permitió competir con 10 caballos. Según alguna versión, se cayó del carro y no completó el evento. Sin embargo, los jueces corruptos, le declararon como ganador. La verdad es que lo que escribe Tácito, y repiten Suetonio y Dion Casio, son historias que parecen calcadas de tradiciones populares y de la literatura clásica. Pero, no me parece extraño que un poderoso quiera acaparar el máximo de honor a costa de lo que sea.[1]
Cuando llegamos a los juegos modernos, a partir de los primeros de Atenas en 1896, empezamos a ver ejemplos de participantes que están dispuestos a hacer cualquier cosa por ganar. Ya en Atenas en 1896, empezaron los trucos. En la carrera de maratón, un corredor griego, Spyridon Belokas, llegó tercero a la meta, pero fue descalificado por haber recorrido una parte de la carrera en un carro. Igual o más divertida forma de hacer trampas, ocurrió en 1904, en San Luis, Misuri. Hacía mucho calor, 32 grados y mucha humedad, y según todos los relatos, los maratonistas estaban mal preparados y eran sufridos trabajadores. Fred Lorz, un albañil y corredor de maratón estadounidense, pasó al final de la carrera a dos hombres descalzos de la tribu Tsuana de Sudáfrica, a un cubano que corría con pantalones largos de vestir, y a todos los demás 32 corredores. Este Lorz, no solo los pasó a todos, sino que llegó a la meta tres cuartos de hora. La hija del presidente Theodore Roosevelt coronó a Lorz como campeón, pero un momento después alguien, en la multitud de espectadores, denunció a gritos el juego sucio del albañil. Resultó que Lorz había recorrido parte de la maratón en la caja de un camión, posiblemente un Maxwell, creo yo. La medalla de oro fue para otro estadounidense, Thomas Hicks, que estaba pálido y vomitando en el momento en que se enteró de que había ganado porque su entrenador le había dado una mezcla de clara de huevo y brandy, y por si eso fuera poco, estricnina inyectada, utilizada en aquellos tiempos como estimulante.
Y por aquí entramos en la sección de estimulantes usados para lograr una ventaja sobre los competidores y aquí nos encontramos que el primero en caer en un control antidoping fue un sueco, Hans-Gunnar Liljenwall en pentalón, que quedó descualificado al encontrársele restos de alcohol en la sangre, para calmar los nervios ante la prueba de tiro, según dijo él. La infracción obligó a Suecia a devolver una medalla de bronce en equipos. Estimulantes han sido utilizados desde el principio. Primero la estricnina, luego la cocaína, cafeína y testosterona. El dopaje comenzó a ser ampliamente notado en la década de 1960, entre otras cosas, después de que dos ciclistas tomaran estimulantes, generalmente anfetaminas, y fallecieran durante las competiciones, porque no se dieron cuenta de que habían superado su umbral de fatiga. Los casos más conocidos fueron el de Knud Enemark Jensen, de Dinamarca, durante la prueba de contrarreloj por equipos en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, y el de Tom Simpson, un ciclista británico en el Tour de Francia 1967. Aunque ya en 1952, en las olimpiadas de invierno de Oslo, muchos esquiadores enfermaron por el uso inapropiado de las anfetaminas.
¡Hay tantas maneras de hacer trampas! Una de las más trabajadas fue la del atleta de pentalón ucraniano Boris Onischenko que en Montreal 1976, era uno de los favoritos para ganar una medalla. Un esgrimista consumado, no se esperaba que tuviera dificultades en la parte de esgrima. Sin embargo, el equipo británico notó que se le había otorgado un punto a pesar de no haber tocado a su oponente, cosa que funciona así que, cuando la punta de la espada toca al oponente, registra un punto automáticamente. Tras la protesta de los ingleses, se descubrió que, la espada de Onischenko, había sido modificada, permitiéndole presionar un botón para registrar falsamente el golpe y así asegurarse el poder conseguir la victoria, sin llegar a tocar el cuerpo del contrario. A Onishchenko le echaron de los juegos, como era de esperar, a cajas destempladas. No fue el único caso de atletas que intentaban ganar ventajas sobre sus oponentes alterando el peso de sus utensilios técnicos: discos, jabalinas, balas, llegando hasta modificar las zapatillas, poniendo más clavos de los 11 permitidos en cada zapatilla. Mientras escribo, me viene a la cabeza el caso de una ciclista belga, Femke Van den Driessche, que ganó el Campeonato Europeo de Ciclocross en 2015 en la categoría femenina sub-23, y en 2016 se convirtió en campeona belga en la misma categoría, pero posteriormente fue despojada de ambos títulos. Van den Driessche se convirtió en la primera ciclista en ser acusada oficialmente de dopaje mecánico, que surgió a raíz de un incidente ocurrido en el Campeonato Mundial de Ciclocross de la UCI de 2016. El 26 de abril de 2016. El dopaje consistía en ocultar un pequeño motor eléctrico que ella podía accionar en las cuestas arriba y subir rápida sin apenas esfuerzo, mientras las otras ciclistas luchaban duramente. Van der Driessche fue sancionada retroactivamente con una suspensión de seis años desde el 11 de octubre de 2015 hasta el 10 de octubre de 2021, y todos sus resultados desde esa fecha fueron descalificados. A partir de la sentencia, dejó la competición.
Aparte de todas estas formas de tratar de ganar ventajas por medio de drogas o modificando los utensilios, están los más trabajados intentos de transformar los cuerpos de los atletas para conseguir más volumen muscular, más fuerza, más explosividad o más capacidad aeróbica y por tanto, más resistencia.. Aquí encontramos los preparados esteroides, las trasfusiones de sangre o, últimamente, la EPO. Para este tipo de manipulaciones se necesita tener una infraestructura con médicos y laboratorios. Eso solo es posible si se tiene una organización detrás, como en el caso de los países del este de Europa y la Unión Soviética, pero puede también ponerse a disposición de atletas y entrenadores por una organización privada, siempre que existan unos intereses económicos detrás. El caso de las atletas de la Alemania del este era bien conocido. Algo parecido ocurría con atletas de los países satélites de la Unión Soviética. Recordaréis lo que yo contaba de los juegos universitarios de Greifswald, y de cómo pinchaba la barba de las atletas alemanas. Una cosa parecida ha seguido ocurriendo en China, con las corredoras de fondo, que llegaron a conseguir marcas imposibles, siendo completamente desconocidas antes de las competiciones. Ahora mismo existen muchas dudas sobre las nadadoras chinas, pero no hay pruebas.
Uno de mis ídolos entre los atletas era la velocista estadounidense Marion Jones, que fue la chica dorada en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000, donde se convirtió en la primera mujer en ganar cinco medallas de atletismo en unos mismos Juegos. Incomprensiblemente, su imagen se vio enturbada por las acusaciones del uso de esteroides. En 2003 fue implicada en una investigación federal en Estados Unidos sobre la distribución ilegal de esteroides por un laboratorio llamado BALCO. Jones negó las acusaciones, pero en 2007 se declaró culpable de mentir a los investigadores federales sobre su uso de drogas y admitió haber tomado esteroides. Todos sus resultados desde el año 2000, incluidos sus títulos olímpicos, fueron anulados y tuvo que cumplir seis meses de prisión. Desde entonces me resulta difícil celebrar los éxitos de mis ídolos sin temerme lo peor.
Lo de la experimentación con la sangre viene de lejos y aquí, me complace decir que la primera descripción detallada del «mal de montaña» debido a la baja presión parcial de oxígeno inhalado la realizó en 1590 un misionero español, José de Acosta, que en su libro “Historia Natural y Moral de las Indias” describió los síntomas de dificultad para respirar, dolor en el pecho, tos y vómitos que experimentó mientras cruzaba Los Andes por el paso de Pariacaca, a unos 4000m de altitud. Estudios realizados ya en el siglo XX, durante la segunda guerra mundial, mostraban que, aumentando el nivel de glóbulos rojos, se conseguía una mayor capacidad aeróbica que podía contrarrestar el mal de montaña o, empleado en personas sanas, corredores de fondo, mejorar sus marcas. La primera evidencia científica es la de un grupo de investigadores americanos[2] quienes demostraron que la transfusión de 450 mL de sangre entera durante 4 días consecutivos disminuye la frecuencia cardíaca durante el ejercicio submáximo durante varias semanas, y por lo tanto, predijeron que el rendimiento en el ejercicio aumentaría. En consecuencia, se calculó en una revisión reciente que un cambio de 1 g en la masa de hemoglobina producirá un cambio en el VO2 máx de 4 mL min, mientras que los efectos sobre el rendimiento en el ejercicio submáximo probablemente varían según la distancia de la competición. También se debe tener en cuenta aquí que la carga de volumen, es decir, la expansión del volumen plasmático por sí solo no conduce a una mejora en el rendimiento del ejercicio en atletas de élite, lo que resalta nuevamente el papel de la masa de hemoglobina. Sin embargo, si se administra un expansor del volumen plasmático simultáneamente con incrementos en la masa de hemoglobina, entonces el rendimiento probablemente aumentará más que solo aumentando el volumen total de glóbulos rojos.
El dopaje sanguíneo en deportistas comenzó a utilizarse a finales de la década de 1960, pero no fue prohibido hasta 1985. Mientras aún era legal, era comúnmente utilizado por corredores de fondo y medio fondo, ciclistas, nadadores y otros deportistas para los que, la capacidad de competir justo bajo el nivel de producción de ácido láctico, es crucial. El primer caso conocido de dopaje sanguíneo ocurrió en los Juegos Olímpicos de Verano de 1980 en Moscú, cuando el finlandés Kaarlo Maaninka recibió una transfusión de un litro de sangre antes de ganar medallas en las carreras de 5000m (bronce) y 10 0000m (plata), cosa que él mismo reconoció y que entonces no estaba prohibido. Se puede decir que los finlandeses fueron pioneros en las transfusiones, seguidos de los italianos y después todos los demás. Todos los que tenían médicos y laboratorios a su disposición, claro está.
Así que, hasta bien entrados en el siglo XXI, no se pudieron detectar las mil formas de lograr la mejora de las prestaciones en deportes de fondo, por lo que, muchas de las marcas conseguidas pueden estar en entredicho. [3]La detección del dopaje sanguíneo comenzó a mejorar significativamente ya en la década de 1990. En 2000, la Agencia Mundial Antidopaje (WADA) implementó pruebas más avanzadas que podían también detectar el uso de eritropoyetina (EPO), una hormona utilizada para aumentar la producción de glóbulos rojos, un método común en los 90 de dopaje sanguíneo.
En 2009, se presentó un pasaporte biológico obligatorio, que representó un avance importante en la detección del dopaje sanguíneo. Este sistema descubre variables biológicas a lo largo del tiempo, como los niveles de hemoglobina y el recuento de glóbulos rojos, para identificar cambios inusuales que podrían indicar el uso de métodos de dopaje. Para terminar, voy a poner dos ejemplos de atletas muy conocidos que le han puesto un rostro a el doping de sangre. Empezaré por el más conocido de todos, Lance Armstrong, que en 2012 fue despojado de sus siete títulos del Tour de Francia y suspendido de por vida por el organismo rector del ciclismo tras un informe de la Agencia Antidopaje de Estados Unidos que lo acusaba de liderar un programa de dopaje durante su carrera como ciclista. Finalmente lo admitió, abrumado por las pruebas. El otro caso es la del alemán nacionalizado español Johann Mühlegg, que levantó el deporte blanco en España y barrió las pistas de nieve en todas las distancias largas en Salt Lake City, en 2002, para después ser despojado de las tres medallas de oro que ganó, por descubrirse que se había dopado con una substancia, Darbepoetin, diseñada para combatir la anemia, existente desde 2001, que “Juanito” y su equipo médico creían que no se podía detectar.
No sé lo limpios que serán estos juegos, pero estoy seguro de que alguno de los 10 500 atletas que compiten en París, tratará de encontrar alguna forma de ponerse una medalla por medio de alguna treta, preparado o ventaja que se le pueda ofrecer. Una forma lícita de aumentar los glóbulos rojos es subirse a las alturas para entrenar y/o dormir en una tienda acondicionada que ofrece la misma presión que estando a 3000m de altura. Para mi, eso es una forma de dopaje, como también lo es el vivir largas temporadas a gran altura para competir en el llano. Hay que tener mucho dinero e infraestructura para poder permitirse ese tipo de entrenamiento. Para terminar, quiero dejar claro que el dopaje empieza en el momento de la concepción. Los genes tienen mucho que ver. Pero, la vida es así. Todos somos únicos y especiales. Algunos corren mucho, otros escriben sonetos, y, no pocos, se hacen ricos en la bolsa. ¡Que gane el mejor!
[1] Todos los relatos sobre las antiguas olimpiadas nos llevan a una misma fuente, que es la obra “Descripción de Grecia”(160-180) del geógrafo Lidio, Pausanias, posiblemente originario de Magnesia de Sípilo, cerca de Esmirna, que vivió en los años 110-180 de nuestra era. Pausanias se basa a su vez en fuentes clásicas y leyendas locales.
[2] Pace N, Consolazio WV, Lozner EL. The effect of transfusions of red blood cells on the hypoxia tolerance of normal men., Science, 1945, vol. 102 2658( 589-591)
[3] La marca de 1´53,28´´en los 800m de Jarmila Kratochvílová, de la antigua Checoslovaquia, de 1983, es una de esas marcas bajo sospecha, junto con los 10,49´´ de la fallecida Florence Griffith-Joyner, en los 100m, hechos en 1988. Pero, es preciso aclarar, que nunca se ha podido demostrar que se dopasen.
¡Cómo son las cosas! Escribía yo en una anterior entrada, en referencia a los juegos olímpicos de Múnich, como nuestro compatriota, el sufrido Mariano Haro, nos había mantenido en vilo, en una carrera inolvidable, en la que acabo venciendo el finlandés Lasse Virén, pero en la que él llevó el peso de la carrera de 10000m que sería la más rápida corrida hasta entonces y en la que él haría una mejor marca española de 27´48,14´´. Ayer, el día después de la inauguración de los juegos de París, leo en El País, el obituario que le dedica Carlos Arribas, pues muere a los 84 años este olvidado héroe español. Como Virén, tras su carrera como atleta, se convirtió en político y fue alcalde de su pueblo durante muchos años. Para muchos amantes del deporte de fondo de todas las categorías, fue una continuación de la herencia del ciclista Federico Bahamontes, que nos dejó hace un año. Haro, como Bahamontes, de una generación anterior (nacido en 1928), pertenecían a esa estirpe de deportistas españoles sufridos, capaces de darlo todo en las peores condiciones.
Mariano Haro era mi referente cuando yo empecé a correr, en mi caso, involuntariamente y por imposición de mi profesor de educación física, que veía en mi un ser negado a todo ejercicio gimnástico o juego alguno, exceptuando una cierta capacidad en la carrera de fondo. Se hablaba poco de atletismo en España en esa época, a comienzos de los 60, pero si se hablaba era de “el León de Becerril”. Haro desarrolló su capacidad de la misma manera que los corredores masái que hoy en día copan el palmarés mundial en el fondo y el maratón lo han hecho, usando sus piernas como medio de transporte. Se cuenta que, cuando Haro iba a Palencia desde su pueblo, Becerril de Campos, iba corriendo los 16 kilómetros que le separaban de la capital y se hacía otros tantos de vuelta. He de confesar que yo, en 1980, corría desde Lund hasta Eslöv, 17 km, para dar clases en un instituto y, algunas pocas veces, hasta corría de vuelta. Ese año quedé campeón universitario de los 10 000, que todo hay que decirlo y, ya puestos, tampoco me voy a avergonzar por ello, logro que yo dediqué especialmente a la memoria de mi profesor de gimnasia, claro está. Descansa en paz Mariano Haro, que nunca te olvidaremos, los que en ti hemos encontrado un modelo y un ejemplo. En especial tu tozuda concentración en la carrera y tu amor por el deporte.
Yo hoy pensaba escribir sobre algo que yo ya anunciaba ayer, mi experiencia con el gran corredor cubano Alberto Juantorena, uno de los reyes de la olimpiada de Montreal el 1976, ganador de los 400 y los 800, una hazaña hasta entonces impensable, porque los 400 son para velocistas y los 800 son para mediofondistas, dos mundos aparte, que requieren cualidades muy distintas, Pero, este corredor con aspecto de boxeador de los pesos pesados, con sus medias blancas hasta las rodillas, como un jugador de fútbol, corría con una zancada impresionante, le llamaban “el Caballo” en Cuba, y aniquilaba toda resistencia de la salida a la meta. Bueno, pues yo le he ganado corriendo en la misma carrera. No en los 400, ni se me hubiese ocurrido intentarlo, ni en los 800, no. Fue de una forma muy original.
Alberto Juantorena dominó los 800 y los 400 hasta que se rompió el pie en los mundiales de 1983, por bajar la velocidad y mirar de soslayo a su derecha, para ver donde estaban los concurrentes. Pisó la cinta metálica que delimita la calle del tartán en las eliminatorias y se acabó la carrera. Cualquier intento de regresar a la élite se vio frustrado. Comenzó entonces Juantorena su carrera federativa y política y llegó a ser viceministro para el deporte. Como tal acompaño a la delegación cubana a Cádiz. Yo estaba de visita en La Tacita de Plata, donde se celebraban unos juegos internacionales para ciegos, con participación de casi todos los países iberoamericanos y donde, naturalmente, también participaba Cuba. El motivo de mi visita era saludar a mi hermana y mi madre, que entonces vivían allí. Mi hermana, una mujer siempre abierta a aprender cosas nuevas, estudio braille y se casó con su profesor, un joven muy inteligente que había perdido la vista de niño y que, en 1985, era ya un alto cargo de la ONCE. Mi cuñado es un gran deportista y hacía mucho deporte, entre otras cosas, jugaba al fútbol para ciegos, una actividad muy violenta y competitiva, en la que los jugadores, cinco en cada equipo, persiguen una pelota con componentes sonoros y se dan unas patadas de mucho cuidado, chocando a veces y rompiéndose las narices, cuando menos, cosa que Paco, que así se llama mi cuñado, sufrió en propias carnes. Bueno, pues, en estos campeonatos, además de fútbol y atletismo en pista, se celebraba una carrera de cinco kilómetros, para la que mi cuñado se preparaba. Me pidió que le acompañase a correr, la vuelta entera a Cádiz, unas cuantas veces, con la intención de que yo le acompañase en la carrera, como guía o lazarillo. Pero, el destino burlón, le jugó una mala pasada, y la noche antes de la carrera, se lastimó la espalda en una caída fortuita. Como espectador, había visitado las competiciones y visto a Juantorena, que reconocí rápidamente, ayudando a un saltador de longitud cubano a ubicarse en la pista.
Llegó el ultimo día de los juegos y la carrera de los cinco kilómetros. Yo no había pensado más en ello, ya que mi cuñado no podía participar, pero, aquí entra la casualidad, siempre presente en mi vida, antes de la carrera, mientras yo esperaba que diesen la salida, vi ante mi la figura inconfundible de Juantorena, que se preparaba para participar como guía en la carrera, llevando a un corredor cubano. De pronto, oigo por los altavoces que se necesita un voluntario para que acompañe al representante hondureño, que se había quedado sin guía por causas que se desconocían. Mi cuñado alzó la voz y dijo – “aquí hay un voluntario” – señalándome a mí y yo, que llevaba zapatillas de correr y pantalones cortos, pero que no estaba preparado a correr, di un paso vacilante hacia adelante, cogí la cuerda reglamentaria que se lleva entre el participante y el guía y me encomendé a los santos que hubiese libres en ese momento. Al comenzar la carrera no habíamos mediado muchas palabras, el corredor y yo. Corría él concentrado, en un trote firme y yo cumplía con mi misión de ver que no nos torciéramos y nos saliéramos de la pista, que era la calle, y nos diéramos con los bordillos o chocáramos con otros corredores. Para mi sorpresa, veo que Juantorena y su corredor se encontraban justo delante de nosotros, a estas alturas, a unos dos kilómetros de la meta, en mitad del pelotón. El duendecillo de la competición me susurró a la oreja que, si apretábamos un poco, podíamos pasar a los cubanos. Yo, con que pasásemos a Juantorena y a su corredor, me conformaba, no importándome en que plaza quedáramos en la general. Y apreté el paso. Tiré, suavemente al principio, y más y más decidido a continuación, de la cuerda que compartíamos. Mi corredor me seguía y trataba de llevarme el paso, jadeaba cada vez más y me dijo con su dulce acento hondureño: -“Hermano, ¿estamos llegando?” y yo, con la vista puesta en la ya incipiente calva de Juantorena, le contesté: -“Sí, ya llegamos. Un último esfuerzo”- y el chico, que se veía tenia madera de velocista tiró de m´, y yo me esforzaba ahora por seguirle. Pasamos a los cubanos, que discutían entre ellos, y perfilamos la meta, aún a unos 500 metros. Mi corredor, fundido ya, por el ácido láctico, perdía fuelle y me repetía: -“Llegamos ya”- y yo, jadeante, le decía: “Ya llegamos, ya llegamos”-“¿Cuándo, hermano, cuándo?” – y yo, ya casi sin voz, le decía – “200 m” – y, en un último esfuerzo, el muchacho, tiró de mí con sus últimas fuerzas y llegamos, dos metros por delante de la pareja cubana, posiblemente en quinto lugar. Posiblemente, porque yo no me quedé a comprobarlo. Me fui a casa, contento, pero un poco avergonzado por haber mentido a mi compañero, que seguro que hizo marca personal en los 5000 metros. Así fue el día que competí con Juantorena y le gané.
Esto de la memoria es interesante. Los acontecimientos sobre los que ahora escribo, acaecieron hace cuarenta años, una eternidad, dirán algunos, pero para mí, están grabados de tal manera en mi mente, que no lo olvidaré nunca. Hay tantos hechos concretos, tantos lances únicos, que no es difícil recordar. Hoy quiero recordar, remontándome a un año atrás, al 1983, cuando finalicé mi formación como entrenador de élite para corredores de fondo y medio fondo, en las instalaciones de las que dispone la federación sueca de atletismo, en la isla de Lidinge, en Estocolmo. La retrospectiva viene a cuento, porque allí conocí a un mito del deporte sueco, campeón olímpico y poseedor del récord del mundo en los 3000 m obstáculos, Anders Gärderud. Y es que, este corredor singular, protagonizó una de las mayores hazañas del atletismo olímpico, al ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1976 en Montreal en los 3,000 metros obstáculos. Las imágenes de televisión de la recta final se han vuelto clásicas, y las tengo grabadas en la retina: allí, su mayor rival, Frank Baumgartl de Alemania del este, llegó a alcanzarle después de que Anders hubiese llevado la iniciativa la mayor parte de la carrera, a un ritmo infernal, pero el alemán cayó en el último obstáculo, y Gärderud pudo correr sin oposición hacia la meta, logrando un nuevo récord mundial en los 3000 obstáculos con la marca de 8:08.02. Fue su cuarto récord mundial en la distancia, una marca que se mantuvo como récord mundial durante dos años. Son imágenes clásicas del atletismo que yo vi en mi casa. Montreal nos dejó muchas buenas sensaciones, a los aficionados al atletismo. Lasse Virén repitió ganando los 5000 y los 10000, como había hecho en Múnich y se consagró como uno de los grandes, junto a su compatriota Paavo Nurmi o el inolvidable Zatopec. En la pista de atletismo había otro que también podía reclamar el título de rey: el cubano Alberto Juantorena. Este corredor cubano, alto y recio, con calcetines hasta la rodilla, fue el primero en ganar el oro en los 400 y 800 metros en los mismos Juegos Olímpicos. Muchos habían estado cerca antes, pero Juantorena fue el primero en lograrlo. Contra las largas y poderosas zancadas de Juantorena, no había nadie que pudiera competir. No os sorprendáis, pero yo también he corrido con Juantorena. Os lo contaré en la próxima entrada.
En el verano del 83, estaba yo de pronto ante Gärderud, el gran corredor sueco, con un grupo de entrenadores novatos. Él, que había dejado atrás la carrera de élite, nacido en el 1946, a sus 37 años, era el entrenador oficial de la selección sueca de medio fondo y fondo, y como tal, nos impartía clases, básicamente de filosofía de la carrera continua. Allí estaba yo, junto al antiguo campeón. Traía yo, eso sí, la experiencia de tres maratones bien corridos, él, no había corrido nunca un maratón. Él hablaba del arte de correr como una forma de vida. Correr como algo natural, sin esfuerzo, sin estrés, sin ponerse metas a priori, gozando. Nosotros le mirábamos, ese hombre alto, enjuto, ascético, y le escuchábamos atentamente. Sabíamos que, después de la perorata nos tocaba correr con él. Yo miraba sus piernas largas, sus zapatillas, pensaba que iba a salir volando casi, con un rebaño de ovejas torpes, nosotros. Y nos dijo – “vamos a correr por la pista de la carrera campo através de Lidingö”. Todos conocíamos ese circuito. Yo lo había corrido en una ocasión, 30 kilómetros por caminos de tierra, con subidas y bajadas muy pronunciadas, un circuito rompepiernas. Salió corriendo y nosotros detrás. Yo me atreví a ponerme a su lado, para experimentar la sensación de compartir esfuerzo con un campeón. Mi gran sorpresa fue, que podía seguirle sin problemas. Corríamos rápido, pero sin esforzar, sin tirones, respirando acompasadamente. Yo conocía la pista y sabía que íbamos pasando los kilómetros a una velocidad respetable. El resto del grupo nos seguía con cierta dificultad. Eran entrenadores con carreras propias como corredores, más lejanas en el tiempo que la mía. Algunos tenían algo de sobrepeso, a otros les pesaban los años, se oía su respiración forzada, era lo único que se oía en el bosque. Y Anders empezó a hablarme. Sentía curiosidad por aquel chico que llevaba al lado, del que él no sabía casi nada, mientras que a los otros los conocía de muchos años. A mí me costaba hablar, sobre todo explicar cosas con más de dos sentencias, a la vez que corría, él hablaba como si estuviésemos sentados en un sofá. Llegamos a la meta. Habíamos corrido 15 kilómetros en 56 minutos y poco más, muy rápido para ser entrenamiento.
Como entrenador, Anders Gärderup tenía, entre otros atletas, a la campeona del mundo de carrera de orientación[1], Annichen Kringstad, con la que yo también tenía alguna relación, porque he tenido yo como estudiantes a dos de sus hermanos, excelentes corredores también. A este mitológico atleta tuve el honor de encontrar corriendo una media maratón de Malmö a Lund. El participaba para atraer la atención mediática a la carrera, yo, para ganar, al ser posible. Cual sería mi sorpresa cuando le alcancé en el kilómetro 15 y pude pasarle, quedando tercero con una marca de 1h10´16´´. Aunque yo sabía que él ya no se entrenaba de la misma forma que antes, no pude evitar sentirme muy orgulloso, vanidoso que es uno.
En la final de 3000 metros obstáculos de Montreal había también otro corredor con el cual he competido y en dos ocasiones le he ganado. Dan Glans, corredor de Scania, llegó en séptimo lugar, en la carrera que ganó Anders Gärderud. Dan hizo una magnifica marca de 8´15´´ luchando toda la carrera y llegando en séptimo lugar. Este corredor era pintor de oficio, pintor de brocha gorda, y tenía una filosofía muy personal sobre el correr, corría siempre relajado y sin forzar, hacía kilómetros en el bosque, siempre a su aire y nunca a velocidad de carrera. Dejó la brocha y estudió historia en la universidad y acabó jubilándose como profesor. He corrido con él muchas carreras, y casi siempre me ganaba, ¡era fuertísimo! Pero, en dos ocasiones, le gané; la más sonada en la maratón de Malmö, dónde tanto él como yo debutábamos en la distancia. Le pasé a dos kilómetros de la meta y me llevé un trofeo y el último premio en metálico, llegando en décimo lugar, en una marca 2h35´43´´ que solo mejoré en una ocasión, al año siguiente en Köge (Dinamarca) 2h29´02´´, e igualé en varias, hasta el 1986, cuando dejé de tomármelo en serio y pasé, digámoslo así, a la reserva.
Acabo de ver la inauguración de los juegos olímpicos de Paris. La lluvia no consiguió deslucir el gran esfuerzo de la organización para tratar de conseguir una inauguración que se quedase clavada en la mente de participantes y espectadores de todo el mundo. Todos lo han intentado, lo hicieron verdaderamente en Los Ángeles y todos recordaremos a Bill Suitor volando con un jetpack de Bell Aerosystems para encender la llama olímpica en Los Ángeles, 1984. Los organizadores de Los Ángeles nos querían introducir al futuro en un mundo en que empezábamos a familiarizarnos con los ordenadores Vic 64. Los franceses nos envían hoy al pasado, quizás pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor. La antorcha la encendieron un judoca y una velocista. Tanto Marie-José Pérec, una velocista especializada en los 200 y 400 metros, y que se llevó tres medallas de oro en Barcelona, 1992, y dos en Atlanta, 1996, como Teddy Pierre-Marie Riner, cuyas medallas y méritos pertenecen también al pasado. Y ese pasado, nos lo sirvieron durante toda la inauguración, con retrospectivas históricas en donde no faltaron anécdotas, como la descabezada Marie-Antoinette, saludando desde el balcón del edificio en el que pasó sus últimos días. Hasta el último momento, la historia de Francia nos fue servida en cientos de pequeños detalles. El último, la llama olímpica, que ascendió al cielo en un globo estático, emulando el primer vuelo en globo, hecho en 1783 desde el mismo lugar, inventado y pilotado por los hermanos Joseph-Michel y Jacques-Étienne Montgolfier. El futuro en Los Ángeles, el pasado en París.
[1] La orientación es un deporte originalmente sueco en el que hay que recorrer, con ayuda de un mapa y una brújula, un terreno diverso y generalmente desconocido. Los participantes reciben un mapa topográfico, normalmente confeccionado específicamente para este deporte, y esa ocasión, que utilizan para encontrar los puntos de control en el orden preestablecido. En origen, la orientación era un ejercicio de entrenamiento militar para aprender a manejarse en el terreno, pero hoy cuenta con diversas modalidades y cientos de miles de participantes en todo el mundo.
Llueve como si toda el agua del mar se hubiese concentrado en una nube sobre mi ciudad y cayera ahora sobre las calles y jardines por donde voy caminando. No es un agua fría, pero me va calando poco a poco. No voy vestido para este diluvio, pero ya no hay marcha atrás. Tengo que seguir mi paseo, aunque acelero el paso, en un vano intento de mojarme lo menos posible. Al cruzar las calles, tengo que salvar profundos charcos y los coches, al pasar, levantan muros de agua a su alrededor. Voy pensando en lo que he escrito sobre nuestro camino hacia Los Ángeles y recapacito en que era el año 1984, el mismo que George Orwell eligió como escenario de su obra «1984» en la que desarrolló varias ideas y conceptos que han resonado y se han manifestado en diversas formas en la sociedad contemporánea. Era el libro para releer ese verano y yo lo tenía como libro de cabecera mientras preparábamos la carrera, especialmente desde el momento que supimos que íbamos a participar en los juegos universitarios de Greifswald, en la Alemania del este.
Yo había viajado en diferentes ocasiones y en varias funciones, nunca como turista, por el este de Europa. Yo sabía muy bien que el estado en esos países vigilaba a sus ciudadanos de una forma que nosotros creíamos nunca pasaría en el mundo occidental. Ahora parece que ese mundo de control nos ha arroyado al abrirse el telón de acero. Es como si una avalancha de control policial hubiese conquistado hasta los últimos reductos de las sociedades liberales de occidente. Es fácil reconocer la constante vigilancia y control de los gobiernos sobre los ciudadanos. En la actualidad, la proliferación de cámaras de vigilancia, la recopilación masiva de datos por parte de gobiernos y empresas, el seguimiento digital a través de internet y redes sociales y la pérdida de privacidad y omnipresencia del estado y corporaciones en la vida privada de las personas, nos parece parte de la normalidad de nuestras vidas.
Orwell describe en su novela el Ministerio de la Verdad, encargado de reescribir la historia y manipular la información para controlar la percepción de la realidad de la población. En el mundo actual, la desinformación, las noticias falsas, la propaganda y la manipulación de medios de comunicación y redes sociales son fenómenos que reflejan esta preocupación por el control y la distorsión de la verdad. También describe en 1984 algo que él denomina «neolengua», una herramienta para limitar el pensamiento crítico y la capacidad de los individuos para cuestionar el régimen. En la actualidad, vemos cómo ciertos discursos políticos, campañas publicitarias y estrategias de comunicación pueden intentar simplificar, distorsionar o manipular el lenguaje para influir en la opinión pública y controlar el debate político y social. En la novela, el control social se ejerce no solo a través de la vigilancia, sino también mediante el miedo, la represión y la eliminación de cualquier forma de disidencia. Hoy en día, aunque en muchas sociedades existen mayores libertades, o al menos lo suponemos, también hay muchos ejemplos de gobiernos autoritarios que utilizan tácticas similares para mantener el poder y suprimir la oposición. El concepto del «doble pensar» en «1984», donde las personas son capaces de aceptar simultáneamente dos creencias contradictorias, puede ser visto en la actualidad como la forma en cómo algunas personas y grupos manejan y justifican información contradictoria para mantener sus ideologías o creencias. Aunque Orwell no podía prever específicamente la tecnología moderna, su visión de una tecnología utilizada para el control y la vigilancia se refleja en el uso actual de la inteligencia artificial, el reconocimiento facial y los algoritmos de seguimiento de comportamiento. Pensando esto bajo la lluvia, me estremezco levemente; será por la lluvia que me está enfriando al fin o por las perspectivas tan oscuras, que el recuerdo de la novela me revela, será una combinación de las dos cosas, supongo.
El entrenamiento para las olimpiadas requirió mucha preparación, deportiva y logística. La preparación deportiva consistió en recomenzar un periodo de entrenamiento duro para ir soltando sucesivamente hasta llegar al día elegido para la carrera de la maratón olímpica, que fue el 12 de agosto. La idea era ir preparado para unas condiciones mucho más adversas de las que había gozado en la carrera de Westland, temperatura ideal de unos 10 grados en el 7 de abril, en Maassluis. En los Ángeles esperábamos encontrar una temperatura mucho más alta y una humedad molesta. Las 2h 17´49´´ serían difíciles de repetir sin una buena preparación, pero yo sabía que, con una marca similar, Rodrigo podría alcanzar un buen puesto en la clasificación, lo que así fue, se vería el día de la carrera. Era preciso “foguearse” en carreras duras en las que participasen competidores al poder ser superiores en su capacidad, y por tanto elegimos sin dudar participar en los juegos universitarios de Greifswald ese verano.
Para aquel que no conozca esta pequeña ciudad alemana, le diré, que tiene un carácter típicamente báltico, con sus casas de estilo renacimiento nórdico. Una fotografía contemporánea de la plaza central de la ciudad Platz der Freundschaft (Plaza de la Amistad), que acompaña este texto, lo muestra claramente. Más adelante explicaré algunas experiencias vividas en la plaza. La delegación sueca, léase nuestro pequeño grupo, partió en barco desde la ciudad de Trelleborg, en el sur de Suecia, a Rostock y de allí, en tren, hasta Greifswald. Pasar la frontera, en el puerto de Rostock no era moco de pavo. En un puesto fronterizo con soldados impávidos, rígidos y ceñudos, nos preguntaron bruscamente: “Waffen, Munition, Literatur?” – Los guardias nos miraban con expresión inquisitoria y, el periódico que yo llevaba para leer durante el viaje, se quedó requisado en la frontera, como también un libro de texto, que uno de nuestros compañeros, estudiante de magisterio, había metido en el bagaje para estudiar en el tiempo libre entre entrenamientos y carreras. El régimen comunista de la DDR, temía a la literatura más que a las armas.
En la foto de abajo se ve la plaza, según estaba ese verano de 1984. El centro de la ciudad era antiguo, con sus casas pintorescas concentradas como en racimo, en torno a la plaza y las calles adyacentes. El resto de la ciudad estaba construido en el estilo brutalista de los 60, con construcciones de poca calidad y un aspecto gris y triste. Olía a carbón y a col. Carbón, que era el principal combustible y col, que era la principal vianda. Pequeños coches Trabant, con su carrocería de plástico y motor de dos tiempos, cruzaban de vez en cuando las calles, dejando un rastro de humo azul sucio y un fuerte olor a gasolina mezclada con aceite. Los agraciados que poseían un vehículo, lo cuidaban como si de un ser vivo se tratase. Los domingos por las mañanas, se veía a muchos padres de familia lavar y limpiar el coche y prepararlo para la salida al campo o a la playa.
Nada más llegar, nos esperaba una pequeña delegación, compuesta por un señor de mediana edad, que llevaba una insignia en la solapa con el símbolo de la bandera de la DDR, y una muchacha joven, rubia y lozana, vestida de paisano. Sonrientes, nos dieron la bienvenida, él en alemán y ella en inglés. A mí, como entrenador y “jefe” de la “selección” sueca, me dieron un sobre con una cantidad de papeles para leer, todos en alemán, como era de esperar, y un sobre aparte que contenía unos marcos en billetes viejísimos y manoseados. La cantidad nominal no la recuerdo ahora, pero el poder de adquisición de ese dinero, que se suponía debería cubrir nuestros gastos personales, aparte de la estancia y las comidas. Firmé los documentos, que la chica entregó al delegado-funcionario-político o lo que fuera, y emprendimos la marcha, siguiendo a la rubia, que nos llevó a un edificio grande y destartalado, que era una de las viviendas de estudiantes. Por el camino, nos fue contando nuestra anfitriona, que ella era estudiante y que había recibido el encargo del partido de ser nuestra guía y compañera durante nuestra estancia y, verdaderamente, Inga, que así se llamaba nuestra azafata, cumplió a rajatabla con su misión. A mí en concreto, apenas me dejaba ir al baño sin su omnipresente y, casi siempre, agradable escolta. Comprendimos que el papel de la chica era acompañarnos y llevarnos por donde los mandatarios de la ciudad consideraban que era visitable y, al mismo tiempo asegurarse, de que no hablásemos con nadie que nos pudiera dar una imagen diferente de la realidad sobre la vida en la DDR.
Todas las comidas nos eran servidas en un gran restaurante universitario, servidos por camareros yugoslavos, rumanos y búlgaros. Curiosa casualidad, que los trabajos considerados como menos importantes y por tanto menos atractivos, recaían sobre ciudadanos de las repúblicas más pobres del “segundo mundo”. La comida era siempre poco sabrosa pero abundante y, al parecer, por el apetito con que se la comían los de las otras delegaciones de países comunistas, de mejor calidad que los que era habitual. Ocupábamos siempre la misma mesa, y nuestra azafata estaba siempre allí, para explicarnos lo que comíamos y contestar a nuestras preguntas sobre la vida de los universitarios. Con el dinero local que teníamos no podíamos comprar casi nada en las tiendas, bastante peladas; algunas galletas y pare usted de contar. En una tienda especial, se vendía cerveza, chocolate y bebidas alcohólicas de conocidas marcas internacionales, peros solamente utilizando dólares o marcos de la Alemania Federal. El problema era que había que declarar todo el dinero que entraba en el país, e igualmente a la salida, por lo que era complicado para los extranjeros que quisieran comprar algo en esas tiendas. Los clientes de esas tiendas eran sin embargo, políticos y potentados locales que, de forma misteriosa (para sus ciudadanos) tenían buenos fondos en moneda extranjera. Allí, en Alemania del este, todos eran iguales, pero algunos eran más iguales que otros.
Nosotros, la verdad, no llorábamos por no poder comprar cerveza, porque vivíamos bastante como monjes cartujos, en cuanto a la comida y la bebida se refiere. Tratábamos de mantener nuestra dieta, con los hidratos de carbono y las proteínas estrictamente necesarios, sin excesos de ninguna suerte. Entrenábamos duro, yo también, porque les acompañaba en todos los entrenamientos y funcionaba como “liebre” en los intervalos. Pesábamos Eduardo, Rodrigo y yo 58 kilos de nada. La foto bastante borrosa, tomada justo después de la carrera de 5000 metros, os muestra a los tres, así como estábamos el verano de 1984. Un viento fuerte nos podía llevar volando como hojas secas, pero nos sentíamos fuertes. No se puede negar que la velocidad de carrera está relacionada con el peso y la relativa fuerza muscular, sumado todo a una buena disposición biodinámica y la capacidad de recuperar el tono muscular en el menos tiempo posible. Es una cñas ombinación de genes y trabajo duro, la que hace que algunos atletas lleguen a alcanzar buenas marcas. Además, hay que cuidar lo que se come, dormir las ocho horas o más y tratar de tener una mente libre de problemas, cosa que es más fácil decir que hacer.
Las competiciones duraron tres días y nosotros no corrimos hasta el último día y fuimos la última actividad en la pista, antes de la clausura. Los días anteriores habíamos estado yendo y viniendo al estadio, cundo no estrenábamos en un pequeño estadio adyacente o por un parque cercano. Por las tardes, queríamos ir a ver la ciudad y nuestra guía nos llevaba siempre por los mismos caminos. Al principio, la conversación con ella era muy formal y bastante corta, pero, según pasaban los días, comencé a hablar un poco más informal y hasta un poco, podía decirse, de forma amena. Como yo siempre iba a su lado, reparé en sus zapatos viejísimos y rotos, que parece que los había cogido directamente de un container de basura. Hacía un contraste brutal con su traje pulcro, con americana azul y falda beige. Siempre llevaba el mismo atuendo. La melena rubia y cuidada, las manos blancas con uñas bien cuidadas, adornadas con un reloj de pulsera muy antiguo, que me recordaba el de mi abuela. Había algo triste en su mirada.
Llegó al fin el día de la prueba, en la que íbamos a participar. Para nosotros no era una prueba importante, simplemente un entrenamiento duro, en el camino del gran día olímpico. Como la clausura estaba programada para después de nuestra carrera, el estadio estaba lleno de atletas y público. La verdad es que el ambiente se parecía un poco a lo que esperábamos en Los Ángeles o, al menos, eso querían mostrar los políticos y organizadores de estos juegos universitarios durante los cuales, habíamos presenciado resultados impresionantes, sobre todo en los saltos y las competiciones de técnica como lanzamiento de disco, peso y martillo, pero también en algunas carreras cortas, sobre todo en 200 y 400m, en especial en las féminas. A juzgar por los resultados, estos juegos no tendrían nada que envidiar a los juegos olímpicos, al menos en atletismo.
La carrera en sí fue multitudinaria y muy rápida. Yo no he corrido nunca entre tanta gente rápida. Los treinta y pico corredores nos lanzamos como si nos fuera la vida en ello. Yo corría todo lo que podía, siguiendo la espalda de Eduardo, que se iba alejando inexorablemente por cada paso. Rodrigo iba más adelante, tratando de no quedar descolgado de los diez o doce corredores que formaban la cabeza del pelotón. Yo esperaba tener a alguien detrás, pero no quería ni podía mirar atrás, porque iba al límite de mis fuerzas. Con el ruido de la gente y el esfuerzo, no oía mis pasos, corría yo como en un sueño, me dejaba llevar y conseguí que solamente los mejores me diesen una vuelta de ventaja. Rodrigo llegó a la meta entre confuso y contento, por una buena marca, pero por tener tantos corredores delante. Eduardo exuberante, por haber alcanzado su, hasta entonces, mejor marca. Yo descubrí que no había quedado el último, que ya era algo. Habíamos logrado lo que queríamos. Ahora, retornaríamos a Suecia a terminar la preparación, ya con Rodrigo seleccionado y la cuestión económica solucionada por el contrato de Reebock. Eduardo lleva aquí, en la foto borrosa de Greifswald, la camiseta del Reebock Racing Team, mientras Rodrigo y yo, vestimos la camiseta del equipo universitario de Lund, LUGI, Asociación de Atletismo y Gimnasia de la Universidad de Lund (Lunds Universitet Gimnastik och Idrottsförening).
Nos quedaba un día para recorrer la ciudad e ir a la playa. La playa más cercana a Greifswald, es la playa de Eldena, que se encuentra en el distrito de Eldena, a unos pocos kilómetros al sureste del centro de la ciudad. Esta playa está situada a orillas del río Ryck, cerca de donde desemboca en el mar Báltico, y es un destino popular tanto para los residentes locales, cerca de las ruinas de un antiguo convento. Fuimos por la mañana y no era precisamente un día de playa. Pero pasó algo que sin proponérselo nadie, nos dio una lección de por qué el régimen comunista había fracasado y estaba a punto de caer. Pensemos que en 1984, nada parecía predecir que todo se vendría abajo en sólo seis años. Bueno, pues lo que ocurrió es que, mientras estábamos aburridos pasando el tiempo hasta regresar a Greiswald, una pequeña camioneta, que parecía sacada de una película de blanco y negro, llego entre estruendos del motor y pitidos del claxon, y aparcó junto al paseo marítimo. De pronto, surgieron personas de todas las edades que corrían hacia la camioneta, y nosotros, claro está, curiosos de saber que es lo que pasaba, corrimos también. Lo que vimos es simplemente cómo estos alemanes casi se pegaban por llevarse algo de la carga de la furgoneta, que eran fresas. Fresas, que parece que eran tan escasas como los mirlos blancos, porque entendimos que pagaban muchos de sus marcos por hacerse con una bandeja. Nosotros invertimos todo nuestro capital, o casi, en comprar dos bandejas, que nos repartimos y saboreamos, como si fuese maná.
Y, es que, en estos países comunistas, faltaba de todo. Todos tenían trabajo, faltaría más, porque el trabajo no era un derecho sino un deber. Todos tenían un alojamiento, más bien pequeño y con pocas comodidades, pero asequible. Todos podían estudiar, si valían para ello, porque se cultivaba el elitismo en todo, también en el deporte, así que no había gente que se dedicase a hacer deporte a media jornada, como yo, por ejemplo, sino que eran elegidos a muy temprana edad, los que despuntaban y prometían. Todo esto se conseguía a cambio de perder todo tipo de intimidad o privacidad. La sociedad comunista controlaba todas las actividades y, una red de espías semioficiales, controlados por El Ministerio de la Seguridad del Estado, (Ministerium für Staatssicherheit) más conocido como Stasi. El informador podía ser la portera de la casa, el vecino, el hijo o el padre, la novia, el profesor, el tendero o cualquiera, que tuviese información que compartir con Stasi sobre un conocido, cliente o pariente. La información era moneda de cambio para encontrar un mejor trabajo, acceder a una mejor vivienda o comprarse un coche, por ejemplo. En 1984 el “1984” de Orwell ya estaba allí en la práctica. Pero había algo que hacía saltar todos los protocolos de calma y recelo; la posibilidad de comprar algo de lo que hubiese escasez, en este caso de fresas. Campesinos, que podían tener un pequeño huerto para cultivar en su tiempo libre, producían alimentos que escaseaban y los vendían fuera del mercado oficial de abastos al precio que los clientes estaban dispuestos a pagar, como en el más puro capitalismo.
Los alemanes del este vivían en la frontera con “el mundo libre”. Familiares y amigos vivían en la Alemania Federal a pocos kilómetros, en otro mundo que para ellos parecía completamente diferente, lleno de comodidades, productos, posibilidades. No pensaban en que en el mundo libre había que luchar en una concurrencia que muchos no tenían fuerza para participar con éxito. En ese mundo había posibilidades, pero también peligros, que no conocían o no querían conocer. Muy pocos obtenían permiso para salir de DDR. En la fiesta que nos dieron a los atletas participantes tras la clausura, y en la que todo el mundo se emborracho, bebiendo de una forma que yo, ni antes ni después había visto y menos participado, conocí a un corredor de fondo, que había quedado tercero en la carrera y hablaba un español impecable. Me contó que el quería salir de DDR pero que no le dejaban salir, sino era para ir a otros países del este o a Cuba, que ya había visitado en varias ocasiones, como traductor e interprete en visitas oficiales. El español lo había aprendido en Greifswald, donde había muy buenas instituciones y escuelas de idiomas, como veremos más adelante en otra entrega que pienso hacer con motivo de la caída del comunismo.
Este chico me preguntó, si yo podría invitarle a Suecia, un país que la DDR calificaba como amigo y con el que tenían bastantes contactos culturales y económicos, para desde allí intentar viajar a Alemania Federal, donde él, como muchos otros, tenía parientes. Yo le dije que conocía a los organizadores de la maratón de Malmö, que yo había corrido dos años atrás y que la organizaba el club de atletismo de la policía. El maratón se correría en el otoño, así que quedaba tiempo para todos los tramites pertinentes. Yo, por mi parte, me apresuré a preguntar en Malmö y conseguí que le enviaran una carta oficial de invitación a él, personalmente, para participar en la maratón. Pero, tras meses de espera, le denegaron la autorización y no pudo salir. No le volví a ver hasta el 1992 y ya él había dejado de correr pero se había ido a vivir a Barcelona.
Volviendo a la fiesta, tuvo lugar en una especie de discoteca, donde había sillas y mesas de madera rustica y una especie de quiosco en una esquina de la enorme sala tenebrosa, alumbrada por algunas pequeñas lamparitas que a duras penas nos dejaban ver las caras de la gente con quién hablábamos, o más bien gritábamos, para ahogar la música ratonera que salía de los roncos altavoces. Desde ese pequeño quiosco, parecido a las taquillas del metro antiguas, se expedían las dos únicas bebidas de que estaba dotado: vodka y cerveza. Tanto el vodka como la cerveza en botellas de medio litro, que todos llevaban en sus manos y de las que daban buena cuenta, antes de empezar a moverse, en algo que quería emular un baile y que terminaba en saltos y griterío. Cada uno podía vistar el quiosco cuantas veces desease y vi a más de un atleta olímpico (en Moscú 1980) sentado en el suelo medio inconsciente. El alcohol era la gran droga del este. Todo el mundo bebía, aquí no había excepciones ni en los deportistas. Bebían en su tiempo libre y en todas las ocasiones, una costumbre heredada de los rusos y a la que estos siguen atados, aunque el estado a tratado de frenar subiendo los precios, la única razón por la que los rusos podrían hacer una nueva revolución, así que Putin los bajo. Os dejo aquí. Seguiré más adelante, que ya se aproxima París.
Amanece nublado y el calor de ayer es ya solo un recuerdo. Una brisa refrescante me acompaña hoy, haciendo, que de vez en cuando, tenga que sujetar mi gorra con una mano, para que no me la quite de un golpe. Este tiempo es ideal para caminar, sin sofocos ni cansancio agregado. Me recuerda mis paseos por Santander, por el Paseo Pereda, camino de La Magdalena. ¡Cómo pasa el tiempo! Perdonadme el cliché, pero es una gran verdad que a veces me sorprende, como por ejemplo ahora, que trato de seguir con mi relato, sobre mi propia historia en relación a los juegos olímpicos.
Dejaba yo el relato ayer en Greifswald, en el verano de 1984, pero la historia de mi tradición olímpica se remonta a 1982. Todo comenzó como una de esas casualidades que todo lo cambian, que uno no sabe cómo sucedió pero que, a partir de ahí, nada será igual el resto de la vida. La verdad es que yo entré en juego de una forma rarísima. Yo corría, y empezaba a despuntar a nivel local y regional, pero me faltaba un peldaño para llegar a la élite, que puede soñar con ir a unos juegos olímpicos. Como entrenador, acababa de comenzar mi “carrera” como entrenador de atletismo del club de la universidad de Lund y había dejado mi viejo club, donde yo entrenaba a jóvenes promesas de entre 14 y 18 años, incluidos mis dos hijos mayores, que eran unos auténticos campeones, tanto ella como él, en sus categorías. Corríamos todos y disfrutábamos en nuestro tiempo libre. Yo me decía a mí mismo que lo bueno del deporte, entre muchas otras cosas beneficiosas, es que no deja tiempo para dedicarse a cosas peores. Bueno pues, una tarde de otoño de 1982, llega mi hija, que por una vez había ido sola a participar en una carrera popular en Malmö, y me dice, que el chico que ganó la carrera, parecía ser latino, pero ella no recordaba el nombre.
Yo, por aquel entonces, conocía a todos y cada uno de los que corrían en Suecia a nivel de élite, de nombre al menos, y sabía muy bien que no había ningún latino entre ellos. Había eso sí, un escocés, con el que yo solía competir, campeón de cross en Escocia, que ahora vivía en Suecia y el cual saldrá más adelante en mi relato, por la importancia crucial que él tuvo en mi relación con los juegos. Pero Dave Gillanders, que así se llamaba el escocés, no parecía latino y mi hija le habría conocido, ya que nos encontrábamos muy a menudo en las carreras, tanto en pista como populares. Curioso por saber quién era ese muchacho que había surgido de la nada, empecé a indagar. Lo primero que hice fue leer al día siguiente en elperiódico los resultados de la carrera, que el diario local siempre escribía. El nombre, Rodrigo Camacho, no me decía nada, pero me afirmaba que podría ser latino o hasta español. Me puse en contacto con el club de Malmö que organizaba el evento, “Sege rundan”, donde yo tenía unos cuantos conocidos, y les pedí si tenían los datos de contacto de este corredor, ya que estaba apuntado como libre, sin precisar el nombre de ningún club. Me dieron su teléfono y le llamé. Por el prefijo supe que era un teléfono de Lund.
Me contestó una voz de alguien que acaba de ser despertado por el teléfono. Al rato comenzamos a hablar en castellano y supe que este joven era boliviano. Me contó en pocas palabras que era exiliado político, estudiante de medicina en La Paz y que en Cochabamba, de donde era originario, había comenzado a correr, llegando a participar en la San Silvestre de Brasil hacía dos años. Al llegar a Suecia, no había entrenado casi nada y, viendo los anuncios de la carrera popular de Malmö, decidió participar y, para su gran sorpresa, ganó. Le dije que yo entrenaba al equipo de la universidad de Lund y que él estaba muy bienvenido a nuestros entrenamientos. Yo tenía ya el contrato de mecenazgo de Tiger, y podía correr con los gastos, y el apoyo económico que pudiera necesitar. Concertamos un encuentro en Lund y se presentó prácticamente sin equipo. Era un muchacho espigado, muy delgado, con un pelo largo muy negro, algo ensortijado. Hablaba poco, lo necesario y poco más, y sus ojos miraban cómo vagando de un lado para otro, nunca mirando directamente a los míos. Yo pensé que era muy tímido, pero decidí animarle a entrenar con nosotros. Lo primero que hice fue ofrecerle un par de zapatos nuevos para entrenar, porque los suyos eran unas playeras corrientes, que no ofrecían nada de comodidad ni aportaban protección contra los golpes que recibe el pie y todos los músculos y huesos del cuerpo, al correr, con los impactos en el tartán o en la superficie por la que se corra. Esto de los zapatos necesita un capítulo aparte, tan importantes son para el desarrollo de la carrera pedestre y para el apogeo de la moda del jogging o footing, como se decía en España.
Pensé incorporarle a nuestro equipo, en el que ya tenía unos buenos corredores, sin que ni siquiera se me pasase por la cabeza la más remota posibilidad de que, ni él ni ninguno de nuestros corredores llegase nunca a correr en unas olimpiadas. La verdad es que, alguna vez llegué a pensar que un corredor muy joven que tenía en el equipo, curiosamente estudiante de medicina como Rodrigo, Paul Leonhart, un muchacho alto y fuerte, que corría con una facilidad apabullante, podría, si quisiese, dar un paso hacia la élite internacional, pero para ello hubiera sido necesario dedicación completa y un régimen de entrenamiento al que él no parecía dispuesto a someterse, pero, madera de campeón, sí que había en ese chico. Volviendo a Rodrigo, le confeccioné un programa de entrenamiento para las distancias que me pareció eran las suyas, de 5000 m a media maratón, distancia esta última muy nueva, que había reemplazado a la de 25 000 m, en la que yo había debutado en unos campeonatos de Suecia, logrando un quinto puesto.
Los resultados empezaron a llegar al poco de comenzar los entrenamientos. Rodrigo, no es que fuera un corredor tremendamente ambicioso, pero seguía el programa a rajatabla y yo me preocupaba que todo funcionase a la perfección alrededor de mi nuevo corredor: masajes, descanso, comidas etc. Y así, un buen día decidí probar su capacidad en una carrera de media maratón. Elegí una carrera bastante anónima, en Bromölla, al norte de Scania, con la participación de un centenar de corredores. Yo también me apunté a esa carrera. La meta era bajar de 1h 10´, pero él salió disparado desde el pistoletazo y a los cuatro kilómetros, casi lo había perdido de vista. Yo iba a mi velocidad, mi mejor marca era entonces 1h 10´23´´ y no podía esperarme bajar muchos segundos de esa marca, aunque me hubiese ido muy bien en la carrera. Cuando llegué a la meta en segundo lugar, en 1h11.59´´ él ya estaba hablando con un periodista. ¡Había cruzado la meta en 1h 06´02´´! Hablando y hablando, por el camino de vuelta, le pregunté que si había pensado correr los 42 kilómetros y 195 metros de un maratón y el me dijo: “! ¡Pucha!, eso es mucho. ¡Ni por esas!” – y ahí se quedó la cosa, pero ya en 1983, con muchos kilómetros más de entrenamiento y con la creciente experiencia adquirida en las pistas, ya parecía una posibilidad, al menos intentar la distancia en alguna ocasión.
La ocasión se presentó cuando se publicaron las mínimas marcas exigidas para participar en los juegos de Los Ángeles. Para los 5000 y los 10000 eran marcas inalcanzables, eso lo sabíamos, porque habíamos participado en varias carreras y también conocíamos nuestra capacidad en esas distancias y veíamos que sería imposible. Hablábamos de estas cosas hipotéticamente, como un pasatiempo y como buenos aficionados, que conocen el esfuerzo necesario para estar ahí. La marca exigida para participar en el maratón, en caso de ser el único representante del país, era de 2h 18´y, al menos yo, lo consideraba alcanzable para Rodrigo. Los resultados de los entrenamientos me aseguraban que podía bajar de esa marca en circunstancias favorables en cuanto a clima y circuito, que debería ser llano y rápido y corriendo con corredores un pelito mejor que su actual categoría. Empezamos a soñar.
Aquí surge de pronto mi amigo Dave Gillanders, que había montado un pequeño negocio de ropa y accesorios para corredores, primero con la marca Ron Hill y después, con una nueva marca inglesa llamada Reebock. Esta marca estaba buscando representación para toda Suecia y Dave Gillanders me contacto para ver si yo estaba interesado en participar con un pequeño capital, como accionista. El quería, aparte de juntar el capital necesario, tener gente relacionada con el deporte en la dirección, así que además de mí se puso en contacto con el campeón sueco de maratón, Tommy Persson (otro estudiante de medicina) que por cierto ya estaba seleccionado para participar en la olimpiada de los Ángeles. Constituimos la sociedad Reebock Sweden y, recibimos una oferta de la casa inglesa de organizar un equipo a parte bajo el nombre de Reebock Racing Team, formado por Rodrigo, mi amigo y corredor español Eduardo Muñoz, Dave Gillanders, Tommy Persson y yo. Con este equipo nos presentamos a carreras por equipos y ganamos muchas de ellas, sacando algo de rendimiento económico de nuestros esfuerzos.
Se iba acercando el tiempo para decidir si se podía conseguir la marca estipulada para participar en los Ángeles, al menos como referencia de lo que podía haber sido si las cosas hubieran sido de otra manera. No olvidábamos la situación de Rodrigo, él era exiliado político y de nacionalidad boliviana. Había sido torturado por su implicación política con la izquierda, y en la actualidad, se encontraba en tierra de nadie. Si hubieseoptado por la nacionalidad sueca, algo que era imposible, pues no llegaba a los entonces estipulados siete años de residencia, no podría haber participado en las olimpiadas, porque, tanto Tommy Persson como Kjell Erik Ståhl tenían marcas insuperables para él. La oportunidad se presentó cuando Tommy Persson fue invitado a correr en Westland (Países Bajos). Le pedí por favor que intentara meter a Rodrigo en la carrera y lo consiguió. Viajaron los dos juntos a la carrera. Yo había preparado la carrera lo mejor que pude, entrenando para bajar de 2h 18´, estaba bastante seguro de que era posible, pero, ¡hay que correrlo! Les dije que por favor me llamasen en cuanto llegaran a la meta. Yo me quedé en casa, mordiéndome las uñas, esperando una llamada. Y la llamada llegó. Era la voz de Tommy que me dijo: ¡“lo ha conseguido! Ha corrido en 2h 17´49´´. Me flaqueaban las piernas. No sabía si gritar o saltar o hacerlo todo a la vez y correr por la casa como un loco. Rodrigo, había conseguido clasificarse, ahora faltaba lo más difícil, conseguir que la federación boliviana le seleccionara.
Comenzó aquí por mi parte una febril actividad para conseguir que le seleccionasen. Empecé a intentar ponerme en contacto con la federación boliviana de atletismo y el comité olímpico del país, sin poder hacerlo en un principio. Al fin, conseguí el número de teléfono directo al presidente de la federación de atletismo, que no parecía muy dispuesto a ayudar a su compatriota, o sí, estaba interesado, siempre y cuando yo incluyese en el paquete a su propia hija, una lanzadora de jabalina que estudiaba en los Estados Unidos y había conseguido resultados que, cuanto más, eran comparables a resultados en competiciones regionales aquí, en Suecia. Por si estos problemas fueran pocos, Bolivia, parecía unirse al boicot contra Los Ángeles por diferentes razones. Como sabemos, el boicot fue organizado por la URSS y sus satélites y secundado por algunos países africanos. Al final, una lista de 19 países boicoteó los juegos: Afganistán, Albania, Alemania Oriental, Angola, Bulgaria, Burkina Faso, Checoslovaquia, Corea del Norte, Cuba, Etiopía, Hungría, Irán, Laos, Libia, Mongolia, Polonia, Unión Soviética, Vietnam y Yemen del Sur. Bolivia no se sumó al boicot. En ausencia de los países del este, la olimpiada de Los Ángeles fue completamente dominada por los Estados Unidos.
Todavía sin saber si el comité olímpico boliviano pensaba seleccionar a Rodrigo, todo parecía balancear sobre un hilo, decidí asegurarme de que Bolivia no se sumaba al boicot y lo hice por todo lo alto, llamando por teléfono al vicepresidente boliviano, Jaime Paz Zamora, militante en el MIR, como Rodrigo. Al fin, pude hablar directamente con él. Un hombre amable y al parecer dispuesto a ayudarme y ayudar a su compatriota. Le expliqué todas las vicisitudes por las que habíamos pasado hasta ahora y me prometió ayudarme con el comité y la federación. Se notaba que había alguna forma de contacto fácil y directo entre el vicepresidente y los mandatarios del deporte boliviano. Me aseguró que no boicotearían, pero también me dijo que Bolivia no tenía medios para pagar los gastos de la delegación, que ascendían a muchos miles de dólares y a los que había que sumar los gastos del viaje de Rodrigo desde Suecia.
Yo podía haber lanzado la toalla en ese momento. ¡No hay dinero!!Qué se le va a hacer! Pero, tozudo como soy y con la ayuda de Dave Gillanders, jugué mi última carta; hablar con el comité olímpico internacional en Ginebra, directamente y por teléfono, al tiempo que enviaba una carta oficial desde mi club universitario. La respuesta del comité Olímpico Internacional nos llenó de alegría, garantizaban la participación de seis participantes, pagando los gastos de viaje y estancia. Además, Reebock nos daba dinero para el viaje a Estados Unidos desde Suecia. La participación en la olimpiada estaba ahora asegurada. Nos quedaban meses de duro entrenamiento y preparación y, como siempre pasa, ocurrieron muchas cosas durante los meses de espera. Cosas que yo iré contando en las próximas entradas. Abajo, el autor ayer por la tarde, aprovechando el buen tiempo y llevado en volandas por la nostalgia.
Hoy hace mucho calor, aquí en Lund. Más calor de lo normal. Mis paseos transcurren por calles silenciosas, vacías por ser verano y faltar el bullicio estudiantil y, porque los que todavía estamos en la ciudad, buscamos el frescor del bosque o el agua de la playa. Andando, llego a la valla que separa Trollebergsvägen del campo deportivo de Lund, que es uno de los primeros campos deportivos de Suecia y probablemente el más antiguo que todavía está en uso. Se encuentra en el lado norte de Trollebergsvägen, aproximadamente a 900 metros al oeste del ferrocarril. Ya en 1869, un panadero había propuesto al consejo municipal que el área, que en ese entonces estaba fuera de la ciudad, se convirtiera en un área de recreo, pero por diversas razones eso no se acabó de llevar a cabo. Pero en 1891 ya había más interés en el deporte, sobre todo en el ciclismo en pista, y se construyó un velódromo de 360 metros de longitud en forma elíptica, tan inclinada hacia adentro y con una pendiente tan pronunciada en las curvas, que incluso los ciclistas la encontraban desafiante. En el centro había un campo de césped para fútbol, croquet, lanzamiento de jabalina, lanzamiento de disco, entre otras actividades. También había pistas de tenis de cemento. En invierno, el campo central se convertía en una pista de hielo. Fuera de la pista de ciclismo, se planificó una pista de equitación y todo el lugar estaba protegido por vegetación alrededor, y en parte sigue estándolo. En la esquina suroeste se construyó un pequeño edificio para albergar el club. Una ampliación también permitió instalar una dinamo impulsada por una caldera de vapor para la iluminación eléctrica de la pista de hielo, y posteriormente se añadió un pabellón para el juego de bolos.
Cuando yo llegué a Lund, a mediados de los años 70 del siglo pasado, ya se había convertido en una pista de atletismo con tartán rojo, pero conservaba en parte la pista elíptica, convertida en suaves promontorios cubiertos de césped, que se usaban a modo de graderío. En 1978 corrí mi primera carrera en pista justamente aquí. Lo recuerdo como si fuera hoy. Eran los campeonatos regionales de 5000 metros y yo, confiando en que me vendría inspiración divina y fuerzas sobrenaturales, así por que sí, me apunté a la carrera y aprendí que correr 5000 metros en pista es más difícil de lo que parece. En esa tarde de verano, los graderíos estaban llenos de gente que había presenciado el resto de las competiciones y ahora esperaba el plato fuerte, del que yo al parecer formaba parte. Recuerdo el pistoletazo, con un revolver de aquellos de verdad que hacían un estruendo terrible mientras, del cañon salía disparada una columna de humo, que servía a los cronometradores para poner en marcha sus cronómetros de mano, ya que el sonido llega a ellos, en la meta, con un poco de retraso. Medio aturdido por el disparo de salida, corrí como una liebre asustada hasta llegar a la primera curva, donde pisé el borde metálico que delimita la primera pista, torciéndome levemente el pie, y desde allí corrí toda la carrera como farolillo rojo, muy cerca del penúltimo, pero sin poder darle alcance hasta los últimos 200 metros, evitando así, al menos, la última plaza. Luego vendrían muchas más competiciones, muchos entrenamientos, algunos logros y cantidad de momentos felices, que aún recuerdo con cariño.
Mientras miro las pistas desiertas, pienso en las olimpiadas. Vuelvo en mi relato a la olimpiada de 1936 y a los acontecimientos alrededor de ella. Berlín ofreció una falsa sonrisa al mundo en 1936, que muchos quisieron aceptar como sincera. Esa sonrisa duraría muy poco, pues, apenas clausurados los juegos, el partido nazi y sus brutales métodos, con elegantes verdugos vestidos de Hugo Boss, siguió sus campañas de persecución a los judíos y a todos los grupos señalados como enemigos del Reich. Volvieron los carteles de “Solo para arios” (Nur für Arier)[1] y las reglas draconianas que expulsaban a los judíos, socialistas y liberales de sus puestos de trabajo, de sus hogares y, naturalmente, de todos los deportes. El caso más conocido, entre miles de otros casos en todos los deportes, fue el del boxeador Johann Wilhelm Trollmann, nacido en 1907. Este boxeador alemán de origen gitano, fue víctima de la política racista del régimen nazi, que primero le desposeyó del título alemán del peso semipesado que había conquistado en 1933, y diez años después acabó con su vida en el campo de concentración de Neuengamme. Pero muchos más atletas fueron asesinados por los nazis, incluyendo a la enormemente exitosa atleta Lilli Henoch[2], los gimnastas y primos Alfred y Gustav Felix Flatow, y la estrella del fútbol Julius Hirsch.
La única excepción fue la de la esgrimista Helene Mayer, quien fue campeona de Estados Unidos ocho veces entre 1934 y 1946 y la primera mujer en ganar el campeonato mundial en 1937. Y es que Mayer podía ilustrar la situación de muchos alemanes que, brutalmente descubrieron que, al tener un progenitor judío, aunque ni siquiera ellos lo supieran, pues la familia vivía completamente secularizada, su vida quedaría rota a partir de 1933. Mayer, una chica rubia de ojos azules, despuntó muy joven como una gran campeona de esgrima. Terminó en quinto lugar en los Juegos Olímpicos de Verano de 1932 en Los Ángeles, después de haber sabido, dos horas antes de su salida a la pista, que su novio había muerto en un ejercicio de entrenamiento militar en Alemania. Luego permaneció en los Estados Unidos para estudiar durante dos años como estudiante de intercambio en Scripps College, obteniendo un certificado en trabajo social en 1934. Posteriormente, estudió un master en la Universidad de California en Berkeley y practicó esgrima para el USC Fencing Club. Mayer tenía la ilusión de unirse al cuerpo diplomático alemán. Después de que Hitler llegó al poder en 1933, las leyes antijudías casi acabaron con su carrera. Su membresía en su club de esgrima alemán fue terminada, al igual que su intercambio estudiantil. Encontró trabajo enseñando alemán en Mills College en Oakland, California, y luego enseñó en San Francisco City College. En 1935, fue despojada de su ciudadanía en Alemania por las Leyes de Núremberg, que la consideraron no alemana.
Aceptó una invitación para competir por Alemania en los Juegos Olímpicos de Verano de 1936, celebrados en Berlín. Joseph Goebbels exigió a la prensa que «no se hicieran comentarios sobre la ascendencia no aria de Helene Mayer». En el podio, se la puede ver haciendo el saludo nazi, con la intención, como declararía años más tarde, de proteger a su familia, que aún estaba en Alemania, en campos de trabajo. Ella marcho de vuelta a Estados Unidos y no regresó a Alemania hasta el 1952, muriendo al año siguiente de cáncer de pulmón, a los 42 años.
A Gretel Bergmann no le sirvió siquiera batir el récord alemán en salto de altura en 1936, pues fue apartada de los juegos por ser judía y emigró a Inglaterra y posteriormente a Estados Unidos, donde siguió compitiendo hasta 1940 y ganado títulos No puedo dejar de pensar en todos los deportistas alemanes que, como combatientes, se enfrentaron a antiguos competidores aliados. La guerra sin balas, a la que se refería Orwell, pasó a ser guerra con balas de la noche a la mañana. Pienso que emplear el deporte como arma es mejor que emplear las armas. Aquí la República Democrática Alemana se entregó a fondo para lograr ser una potencia deportiva y lo logró, con una disciplina férrea, eligiendo promesas desde muy temprana edad, más o menos como hace el Barca en fútbol, en todos los deportes. A veces, el ansia de lograr medallas, los llevaba a probar todo tipo de drogas y métodos poco ortodoxos. Yo llegué a conocer muy bien el deporte de la Alemania del Este, por los contactos que nuestra universidad tenía con la de Greifswald y nuestra participación en los Juegos Bálticos Universitarios, en los que participé en 1984, como entrenador y atleta.
Estoy por tanto en el 1984 y me he saltado algunas olimpiadas. La del 1948 en Londres, primera después de la guerra, que juntó a atletas de 59 países, algunos de los cuales habían luchado unos años antes en una terrible guerra. El regreso a la competición olímpica fue una forma de celebrar la paz y la recuperación tras los devastadores años de guerra. Allí surgieron mitos, como el de Emil Zatopek, un joven obligado a correr por los nazis que llegó a ser el mejor corredor del mundo, cuando se dio cuenta que la capacidad de correr rápido le liberaba de trabajos forzados en la ocupación de su país, Checoslovaquia, por los alemanes. La del 52, en Helsinki y la del 56 en Melburne no me dejaron ningún recuerdo, pero la del 60 en Roma, me dejó el recuerdo de un africano corriendo descalzo por las calles empedradas de la ciudad eterna, el primer africano en ganar un maratón olímpico y el primero en una larga serie de corredores africanos colgándose medallas en todas las distancias, sobre todo en las medias y largas. En la del 1964, en Tokio, Tambien ganó el formidable etíope, Abebe Bikila, el maratón, esta vez con zapatos. Yo, que seguí los juegos como pude, quedé un poco decepcionado con el resultado de nuestros atletas, la verdad.
Los juegos olímpicos del 1968 estuvieron marcados por la revuelta estudiantil el 22 de julio de 1968, enfrentamientos del 22 y 23 de julio de 1968 fueron una serie de conflictos ocurridos en la Ciudad de México entre estudiantes de diversas escuelas, universidades públicas y privadas y las fuerzas policíacas y militares de México. Todo eso días antes de la inauguración y más tarde, en octubre, la masacre de Tlatelolco donde murieron unos 400 estudiantes concentrados en la Plaza de las Tres Culturas. De esos acontecimientos era yo consciente porque pasaban como consecuencia del mayo de 68, que yo había vivido muy de cerca en París.
En la olimpiada del 72 y despuntaban hasta cierto punto los atletas españoles y se trajeron una medalla, de bronce y en la categoría de minimoscas (48 Kg), pero, lo que nunca olvidaré, fue la heroica carrera de Mariano Haro en los 10.000, en la que quedó cuarto y en la que el finlandés Lasse Virén protagonizó una de las gestas más sonadas del atletismo mundial al ganar el oro, además con récord mundial, tras haber caído de bruces al tartán en una de las primeras vueltas y verse obligado a remontar durante el resto de la carrera, hasta hacerse con el mando y ganarle al belga Emiel Puttemans por un segundo. Con Mariano Haro no he tenido el honor de competir, pero lo he hecho con Lasse Virén y con Emiel Puttemans. He corrido con ambos en el maratón de Estocolmo. En el 1982, cuando Emiel Puttemans intentaba batir el récord de maratón, que estaba en manos del cubano-americano Alberto Salazar, y todavía se podía decir, que estaba al alcance de los humanos, entonces estaba en 2.08.52, ¡hoy en imposibles 2.00.35! Puttemans venía de ganar el maratón de Roma y estaba seguro de ganarles a los dos mejores maratonianos suecos, Tommy Persson y Kjell Erik Ståhl, que tenían marcas que rondaban los 2.11. Yo estuve con los tres en la salida. En realidad, no había pensado correr esa carrera y llegué a Estocolmo acompañando a otros corredores, pero me convencieron para correr y lo hice. Venía yo de quedat tercero en un maratón y me envalentoné. El maratón de Estocolmo es un macromaratón con miles de participantes y, a la élite, unos doscientos corredores con las mejores marcas, nos ponen delante.
Me dejé llevar por el instinto de competición y el orgullo de estar junto a dos medallistas olímpicos y corrí los primeros cinco kilómetros a una velocidad, que ni siquiera había corrido en los 5000m en pista. Hacía calor, 31 grados, sol y fiesta popular. La policía estimaba que había unos 300,000 espectadores a lo largo de la carrera. Por primera vez, la carrera se contaba como el campeonato sueco. En seguida vino la factura, en forma de ácido láctico y vi como se marchaban hasta desaparecer en el horizonte. Yo terminé la carrera, llegué a la meta, recogí mi medalla conmemorativa y me fui a casa recordando, que había corrido entre campeones, que ya es algo. A Puttemans, ya con 35 años, no le fue tampoco muy bien y se retiró a mitad de camino, tras haber intentado irse de los suecos. Kjell-Erik Ståhl consiguió el campeonato sueco a sus, por aquel entonces, impresionantes 36 años. A Lasse Virén le conocí también en el maratón de Estocolmo en 1984. Ese día corrí junto a el en los precalentamientos. Yo no participé en la carrera, pero estaba allí acompañando a uno de los corredores que yo entrenaba, el boliviano Rodrigo Camacho, que más tarde correría en la olimpiada de los Ángeles ese mismo año. Lasse Virén hizo allí su último intento de clasificarse para Los Ángeles, pero no consiguió terminar la carrera. En lugar de seguir corriendo, comenzó otra carrera, la política, sin dejar su trabajo como policía. En 1999 fue elegido diputado finlandés por el Partido de Coalición Nacional, y luego estuvo en el parlamento hasta 2007, así como una vez más entre 2010 y 2011. Posteriormente, se convirtió en presidente del consejo municipal, alcalde, en su municipio natal de Myrskylä.
Los ingleses inventaron el deporte moderno, y también fueron los ingleses los que me metieron de lleno en el mundo olímpico, como el que no quiere la cosa. A partir de mi mejor resultado en el maratón, 2h.29´.37´´ en el maratón de Köge, en Dinamarca, a la vez que hacía mi curso como entrenador de élite, fui objeto de cierta atención por parte de corredores y clubes. El club de deportes de la universidad de Lund me convenció para que dejase mi primer club, el Eslövs AI, y entrenase a los estudiantes que querían practicar el atletismo. Enseguida entre en contacto con el representante de la marca japonesa Tiger, ahora conocida como Asics, que me ofreció respaldar al club económicamente. Se da la casualidad de que este representante era uno de los jugadores de fútbol que consiguieron la medalla de plata para Suecia en los mundiales que se jugaron aquí en 1958 y en el que Brasil, con un jovencísimo Pelé, ganó el oro. Cuando descolgué el teléfono y escuché una voz que se presentaba como Sven Axbom, creí que era una broma, pero no, yo estaba hablando con el defensa de la mítica selección sueca de fútbol del mundial de 1958.
Con el respaldo económico de Tiger, tuve la posibilidad de planificar competiciones, viajes y estancias con los corredores, que nos llevaron a muchos países. Nunca olvidaré nuestra participación en los campeonatos estudiantiles internacionales de Londres, los llamados Hyde Park Relays, donde yo mismo me vi corriendo codo con codo con el mismísimo Sebastian Coe, mito de la carrera de medio fondo y actual presidente de la IAAF (Federación Internacional de Atletismo Amateur). Y. como ya he descubierto, la participación como equipo representando Suecia, con servidor como abanderado, no digo más, en los juegos Bálticos de la Amistad, en la ciudad de Greifswald, en la Alemania del Este en 1984. En estos juegos, organizados para dar a conocer el boicot de los países comunistas a la olimpiada de Los Ángeles. En 1984, los Juegos Olímpicos se celebraron en Estados Unidos, con la ciudad de Los Ángeles como sede principal. Los americanos habían boicoteado la olimpiada de Moscú en 1980. En respuesta al boicot anterior, la URSS anunció su negativa a participar en Los Ángeles y organizaron una competencia paralela, junto con otros países comunistas, llamada “las Olimpiadas de la Amistad”. En este caso, solo 14 países siguieron el boicot (la URSS y sus más estrechos aliados).
Sin embargo, aunque en efecto la cantidad de países ausentes fue menor, el boicot tuvo un efecto especial. Estas naciones ausentes habían conseguido casi el 60% de las medallas de los Juegos Olímpicos de 1976, por lo que, en definitiva, se notó enormemente la ausencia de las delegaciones de los países del Bloque comunista que tenían una fuerte tradición de apoyo estatal al desarrollo deportivo. Dicho sea de paso, el primer antecedente de los boicots a los Juegos Olímpicos fue en los juegos del 1976. El bloqueo fue organizado por un conjunto de países africanos como protesta contra Nueva Zelanda, por haber estrechado sus lazos deportivos con Sudáfrica.
En Greifswald aguantamos estoicamente la perorata del alcalde de la ciudad, que nos advertía de los males del capitalismo y de la malicia de los americanos, instándonos a cultivar mayores virtudes. “Será como la virtud de saber que potingues tomar para aumentar la fuerza y la resistencia” – decía yo para mis adentros, con una sonrisa en los labios. En esta competición participó Rodrigo Camacho, el boliviano de nuestro club y Eduardo Muños, un español que se reveló como un excelente corredor y que yo llevé al club, junto con unos velocistas, que, aquí en Grefswald, tuvieron que vérselas con los mejores velocistas del otro lado del telón de acero, que aún no estaba completamente oxidado. Yo, por mi parte, participé en los 5000 metros junto a Rodrigo y Eduardo, en una carrera multitudinaria, con los mejores mediofondistas del este y algún que otro danés y finlandés y me alegré de llegar a la meta entre aplausos, que respetaban mi coraje como entrenador, al atreverme a participar en la carrera. Como un pequeño paréntesis, contaré que, cansadísimo por la carrera, me fui al apartamento que habían puesto a nuestra disposición en una residencia de estudiantes, ubicado en un quinto piso sin ascensor y, una campeona alemana, lanzadora de disco, se apiadó de mí y me subió a hombros por las escaleras. Al llegar a mi rellano y bajarme me dio un beso y sentí como me raspaba su barba. Seguiré mañana, que esto debe bastar por hoy.
[1] Los aproximadamente 525,000 judíos que vivían en Alemania fueron discriminados y expulsados de todos los ámbitos de la vida pública y de la economía alemana a través de una serie de leyes tras la toma de poder de Hitler. Además de las leyes que prohibían a los judíos el acceso a ciertas profesiones (como la «Ley para la Restauración del Funcionariado Profesional», del 7 de abril de 1933), hubo numerosas otras medidas a través de las cuales la población judía fue despojada, marginada y discriminada. A partir de 1934 aparecieron carteles en bibliotecas públicas y piscinas, teatros y cines, así como en ciertos restaurantes y tiendas, que prohibían la entrada a los judíos. Incluso los bancos de los parques, llevaban inscripciones como «solo para arios».
[2] Henoch estableció récords mundiales en lanzamiento de peso, disco (dos veces) y en relevos de 4 x 100 metros. También ganó los campeonatos alemanes en lanzamiento de peso cuatro veces, en relevos de 4 x 100 metros tres veces, en disco dos veces, y en salto de longitud. Asesinada por ser judía en 1942.
Ayer me dediqué no solo a pasear, aunque esto también lo hice, porque están los días para ello y, como solemos decir aquí, el verano es corto y hay que aprovecharlo. El atentado frustrado contra Trump me recordó que, eso de los magnicidios y la violencia política, es algo que ha ocurrido con mucha frecuencia en la historia y, sin intención de analizar profundamente, me limité a enumerar todos los casos conocidos, al menos los que yo he podido encontrar, y me he dado cuenta de que hay muchos más, entre otras cosas, porque mis amigos lectores, como Xavier Muñoz Torrent, me han recordado que me salté a Publio Helvio Pertinax, otra víctima de la violencia política.
Hoy prefiero pensar que las olimpiadas se aproximan inexorablemente. Las olimpiadas es algo que me fascina y yo tengo una cierta conexión con ese mundo que, en alguna ocasión, en otra de mis entradas, ya expliqué. Por tanto, hoy me voy a dedicar a explicar lo que yo sé de las olimpiadas y mi relación con ellas; las que fueron y las que no pudieron ser.
Los Juegos Olímpicos tienen sus orígenes en la antigua Grecia, donde se celebraban en honor a Zeus, el rey de los dioses en la mitología griega. La fecha tradicionalmente aceptada para los primeros Juegos Olímpicos es el año 776 a.C.[1] Esta fecha marca el inicio del calendario de las Olimpiadas, períodos de cuatro años que se utilizaron como una forma de medir el tiempo en la antigua Grecia.
Aparte de su significado religioso, las olimpiadas tenían como función reafirmar un orden entre los pueblos helenos. Un orden para conseguir la paz, un alto en las numerosas contiendas en las que se hallaban envueltos los antiguos griegos. Por tanto, las olimpiadas contenían la promesa de la tregua o paz olímpica, un periodo en el cual las guerras se suspendían temporalmente, con objetivo de que los deportistas pudieran desplazarse a Olimpia para participar en los Juegos Olímpicos Antiguos y luego volver a sus ciudades en paz. La mitología popular atribuía la firma de la primera tregua olímpica a los reyes Licurgo de Esparta, Ífito de Élide y Cleóstenes de Pisa. La ciudad de Olimpia, además de ser el lugar de los juegos, tenía el estatus de territorio o zona neutral, por ello, aunque las ciudades se encontraran en guerra, sus representantes podían participar en los juegos y, eventualmente, reunirse en Olimpia para realizar negociaciones de paz.
En la actualidad, en julio de 2024, el mundo está en guerra. Basta una mirada a los medios de comunicación para descubrir que en Europa y en Oriente Medio, guerras fratricidas consumen pueblos, destruyen ciudades, arruinan las esperanzas de los jóvenes y perturban la tranquilidad de los ancianos. Ante las olimpiadas de Barcelona en 1992, surgió la idea de despertar la fórmula de la paz olímpica. Ya en 1991, a raíz de las Guerras Yugoslavas y las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el Comité Olímpico Internacional comenzó a estudiar la restauración de la tregua olímpica y, el 21 de julio de 1992, su nonagésima novena asamblea instó a todos los Estados a observarla para los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Posteriormente, en la resolución 48/11, de 25 de octubre de 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas, también instó a los Estados miembros a que observaran la tregua olímpica. Sería deseable que, ante esta olimpiada de París, se llegara a algo parecido. No podemos tener una olimpiada en medio de dos guerras en nuestra proximidad. Deberíamos utilizar la posibilidad que una tregua podría lograr, de entablar conversaciones de paz, tanto entre Ucrania y Rusia, como Israel y Palestina. Sería una ocasión privilegiada para conseguir una paz duradera.
Yo les llamo a estas guerras, guerras fratricidas, porque son guerras que enfrentan a pueblos con culturas similares, entrelazados por la historia y que ha sabido convivir pero que, lanzados a la barbarie por tendencias políticas extremas, son obligados a odiarse mutuamente. La palabra «paz» en ucraniano es «мир» (mir), igual que en ruso. En hebreo la palabra “paz” es «שָׁלוֹם» (shalom) y en árabe es «سلام» (salaam). Tan cerca pero tan lejos. Tan parecidos, que los que están interesados en mantener la guerra, intentan diferenciar artificialmente las culturas, para que no se note el parentesco. Para que no se den cuenta que están luchando entre hermanos.
Hace a penas unos días caminaba yo por Montjuic y, como siempre, me acerqué hasta el estadio, ese bello estadio, construido para la Exposición Internacional de 1929 en Barcelona y que pensaba ser sede de los juegos olímpicos de 1936. España presentó su candidatura en 1931, El Comité Olímpico Internacional se reunió justamente en Barcelona el 24 de abril de 1931, diez días después de la declaración de la segunda república, para decidir la sede de los Juegos Olímpicos de 1936. Berlín fue elegida por mayoría de votos (43), superando a otras ciudades candidatas como Barcelona (segunda con 16), Roma (tercera con 6), Budapest (cuarta con 2) y Helsinki (1). Berlín fue elegida como sede de los Juegos Olímpicos de 1936 antes de la llegada de los nazis al poder, en un esfuerzo por reintegrar a Alemania en la comunidad internacional y promover la paz. Entonces, nadie podía augurar que poco más tarde, los nazis, ya en el poder, utilizarían esa misma olimpiada para blanquear su imagen y conseguir un gran escaparate propagandístico para su visión de sociedad. En respuesta, muchos grupos antifascistas, socialistas y comunistas de todo el mundo decidieron organizar una alternativa a los Juegos de Berlín, llamada la Olimpiada Popular, para protestar contra el régimen nazi y su uso de los deportes con fines propagandísticos. Barcelona, una ciudad con fuertes tradiciones izquierdistas y un espíritu republicano, fue elegida como la sede de la Olimpiada Popular. Se esperaba que atletas de más de 20 países participaran en este evento, que se planificó para celebrarse del 19 al 26 de julio de 1936. Se inscribieron 6000 atletas de 22 naciones (4000 españoles y 2000 extranjeros, de ellos, 1500 franceses), siendo las delegaciones de Estados Unidos, Francia, Países Bajos, Bélgica, Checoslovaquia, Dinamarca, Noruega, Suecia y Argelia las más numerosas. También hubo equipos representando a los judíos exiliados, a Alsacia, Cataluña, Galicia y el País Vasco. La participación de los países se estructuró en tres categorías: nacional, regional y local. Lo que implicaba la admisión de naciones sin Estado. Por ejemplo, se inscribió Palestina, así como una delegación de judíos emigrados, lo que era una respuesta frontal a la prohibición de los judíos en la Olimpiada de Berlín, motivo más que suficiente para no asistir a Berlín.
En el verano de 1936, la gente ya no podía ignorar lo que ocurría en Alemania. Hitler había remilitarizado la región de Renania en violación del tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial y había comenzado a reunir a judíos, romaníes, izquierdistas, hombres acusados de ser gais y personas con discapacidades y enviarlos a campos de concentración. En los parques de Berlín, se reservaban los bancos para “arios” con carteles que fueron quitando al acercarse las olimpiadas, para no soliviantar los ánimos de los asistentes a la olimpiada.
Las alternativas a los juegos olímpicos no eran una idea nueva. Las Olimpiadas Internacionales de Trabajadores se habían celebrado cada cuatro años desde 1921 para contrarrestar la inclinación de los juegos oficiales, percibida como aristocrática, pero el esfuerzo socialista excluyó a anarquistas y a otros miembros del Frente Popular. Los Juegos Macabeos inaugurados en 1932 continúan hasta la actualidad, pero esa competición era principalmente para atletas judíos y, más adelante, israelíes.
Los equipos de Alemania e Italia estaban compuestos por exiliados de dichos países. La mayoría de los atletas pertenecían a asociaciones y clubes deportivos sindicales y partidos de izquierda, y no a los comités deportivos estatales u olímpicos, aunque entre ellos se encontraban algunos de alto nivel. Las mujeres también competirían, con más oportunidades para demostrar sus habilidades de las que permitía el Comité Olímpico Internacional en Berlín. «La imagen de la Olimpiada Popular no estaría completa si una mujer no ocupaba el lugar que le corresponde en ella», proclamaron los organizadores, entre ellos el Club Femenino y de Deportes de Barcelona.
Cómo todos sabemos, el 18 de julio de 1936, un día antes de la inauguración de la inauguración programada de la Olimpiada Popular, comenzó un golpe militar contra el gobierno de la Segunda República Española, un levantamiento que, al ser frenado en Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao, pasó de levantamiento a una guerra civil que duró casi tres años y costó más de medio millón de victimas durante la guerra y por causa de las posteriores represalias. Como es lógico, no hubo inauguración el 19 de julio y muchos de los atletas y delegaciones que habían llegado a Barcelona para participar en la Olimpiada Popular quedaron atrapados en la confusión y la violencia. La mayoría de los participantes extranjeros fueron evacuados con la ayuda de sus respectivos consulados. Algunos se unieron a las milicias republicanas para luchar contra el levantamiento fascista. Al menos, 200 de los atletas, como Clara Thalmann, nadadora suiza, permanecieron en España y se unieron a las milicias obreras organizadas para luchar por la Segunda República Española en la guerra
Aunque la Olimpiada Popular nunca se llevó a cabo, su planificación y los ideales que representaba dejaron una marca simbólica en la historia del deporte y la lucha antifascista, por eso, la Olimpiada Popular es recordada como un esfuerzo significativo para utilizar el deporte como medio de resistencia y solidaridad internacional contra el fascismo. “El deporte – dijo Georg Orwell, que participó en la guerra civil española por el lado de la república – “es una guerra sin disparos”.
Deporte y política han ido de la mano desde entonces. A veces “la guerra sin disparos” se ha convertido en una guerra con disparos y con muertos, como fue el caso en 1972, durante los Juegos Olímpicos de Múnich, los segundos en Alemania, 36 años después de los de Berlín. Curiosamente 72 es la suma de 36 + 36, para el que le interese el misterio de los números. En estos juegos, en los que encontró el futuro rey Gustavo Adolfo de Suecia a su futura esposa, Silvia Sommerlath, se cometió uno de los actos terroristas más sonados, cuando, el 5 de septiembre, terroristas palestinos asesinaron primero a dos atletas israelíes, y tomaron a otros nueve como rehenes, reclamando la liberación de más de un centenar de presos palestinos. Tras un frustrado intento de rescate, se desató una masacre en la que acabaron muertos los nueve rehenes israelíes y un oficial de la policía de Alemania Occidental, así como cinco de los ocho terroristas. Los Juegos siguieron como si nada hubiese pasado, “The show must go on”, como se suele decir. Así llegamos al 92 y yo tengo muchas cosas que contar de esos Juegos. De lo que ocurrió antes, durante y después de los Juegos, en los que yo jugué un pequeño papel. Pero, todo esto, mejor lo cuento en otra entrada más adelante.
[1] Las fuentes que se suelen citar son, sobre todo, Heródoto, en el siglo V a.C. que menciona las olimpiadas y se refiere a ellas como una institución ya establecida en su tiempo. Diodoro Sículo: Un historiador griego del siglo I a.C. hace referencias a los Juegos Olímpicos en su «Biblioteca histórica». En la obra “Descripción de Grecia” de Pausanias, un geógrafo e historiador griego del siglo II, menciona las Olimpiadas y da algunos detalles sobre los primeros juegos y sus ganadores. También hay fuentes arqueológicas, inscripciones de los ganadores y cronologías, como la del historiador griego, Timeo de Tauromenio en el siglo IV a.C. Aparte, excavaciones en Olimpia han revelado estructuras y artefactos relacionados con los Juegos Olímpicos, como el estadio, templos y altares dedicados a Zeus, que datan del siglo VIII a.C. Descubrimientos de herramientas, cerámicas y otros objetos en el sitio de Olimpia han proporcionado evidencia de actividades deportivas y rituales que se llevaron a cabo en ese período. Monedas y piezas de cerámica encontradas en diversas partes de Grecia y colonias griegas también han representado escenas de los Juegos Olímpicos, ayudando a confirmar la importancia y la antigüedad de estos eventos.
Sigo en la pista de los magnicidios, ya que me puse a juntar datos sobre los ocurridos en Estados Unidos, en mi entrada anterior. Para no hacer la lista demasiado larga, he optado por referirme a los casos que han resultado en la muerte de la víctima. Si me hubiese dedicado a escribir sobre todos los intentos, no tendría capacidad en mi página web. Aquí, en Europa, tenemos, como es sabido una gran tradición en la perpetración de ese tipo de delitos. A veces, han sido obra de un enajenado, movido por motivos personales, casi siempre disfrazados de ideologías políticas. En otras ocasiones han sido la culminación de una trama, promovida por una parte de la élite, que se ha podido sentir desplazada o, simplemente, como una forma de conseguir un cambio en las altas esferas del poder. Para los casos antiguos, me permito una cierta licencia poética, ya que las fuentes que tenemos son escasa y casi siempre tendenciosas.
En el imperio romano era casi una costumbre matar o intentar matar a sus líderes, así que empiezo por ahí, aunque Roma no es parte de la Europa moderna o, mejor dicho, no es solo Europa. La violencia política estaba generalizada y los potentados, usaban a sus clientes para ejercerla. Tiberio Graco, un tribuno de la plebe que promovía reformas agrarias para distribuir tierras a los pobres, fue asesinado el año 133 a.C. junto con muchos de sus seguidores por una turba de senadores y sus partidarios durante una confrontación en el Foro Romano. En 121 a.C., su hermano Cayo Graco, que continuó con las reformas, también fue asesinado junto con sus seguidores en una violenta represión organizada por el Senado. En 88 a.C., Sila marchó sobre Roma con su ejército, una acción sin precedentes en la historia de la República. Después de consolidar su poder, Sila llevó a cabo las proscripciones, listas de enemigos del estado que podían ser asesinados legalmente, resultando en la muerte de miles de sus oponentes políticos.
En cuanto a los magnicidios, es relevante comenzar con el asesinato de Julio César, el año 44 anterior a nuestra era, fue asesinado por un grupo de senadores, incluyendo a Bruto y Casio, en un complot para restaurar la República. A su hijo adoptivo, Augusto, también es posible que se lo cargasen. Hay algunas especulaciones y rumores históricos de que pudo haber sido envenenado por Livia, su esposa, para asegurar la sucesión de su hijo Tiberio, pero no hay evidencia sólida que respalde esta teoría. Los historiadores de la época, como Suetonio y Tácito, mencionan estas especulaciones, pero también destacan la falta de pruebas concluyentes. Según Suetonio y Tácito, cuando Tiberio, el hijo de Augusto, cayó gravemente enfermo y parecía estar a punto de morir, Calígula, su sucesor designado, comenzó a prepararse para asumir el poder. Sin embargo, Tiberio se recuperó momentáneamente, lo que generó temor en Calígula y en el prefecto del pretorio, Marco, que Tiberio podría sobrevivir y causar problemas. Según estos relatos, Marco sofocó a Tiberio con una almohada para asegurarse de su muerte y garantizar la ascensión de Calígula. También aquí estamos ante rumores, que la literatura y el cine han difundido ampliamente. A Calígula, emperador conocido por su tiranía, lo asesinó al parecer su propia guardia pretoriana el año 41. Su tío Claudio, que heredó el puesto, fue según algunas fuentes, envenenado por su esposa Agripina para que su hijo Nerón pudiera ascender al trono el año 54. Y el mismo Nerón, conocido por su crueldad y extravagancia, fue obligado a suicidarse en el año 68 después de ser declarado enemigo público por el Senado.
Ya en el año 69, Galba fue asesinado por soldados leales a Otón durante el Año de los Cuatro Emperadores y, al propio Otón, no le fue mucho mejor, porque se suicidó después de ser derrotado en la batalla que siguió a la muerte de Galba. Eran esos, verdaderamente tiempos revueltos, por parafrasear una conocida serie de la televisión española. El mismo año sucumbió Vitellio a las puñaladas de los seguidores de Vespasiano, también durante el Año de los Cuatro Emperadores.
Al emperador Domiciano lo mataron el año 92 en una conspiración palaciega, probablemente con la complicidad de su esposa Domicia y miembros de la guardia pretoriana. Esa guardia pretoriana, pensada como defensa del emperador pero que también se podía volver contra ellos, si alguien les pagaba mejor.
A Cómodo lo mandaron al otro mundo el año 192 en una conspiración que involucraba a su círculo íntimo, incluyendo a su concubina Marcia. Caracalla, el de los baños, murió asesinado el 217 por un soldado bajo las órdenes del prefecto del pretorio Macrino, quien luego se proclamó emperador. De nuevo, la guardia pretoriana asesino a un emperador, esta vez Elagábalo, asesinado el 222 en un complot iniciado por su propia madre, Julia Soemia, para instalar a Alejandro Severo, que también encontró la misma suerte en 235, asesinado junto con su madre por sus propias tropas en un motín.
El emperador Gordiano III murió en circunstancias sospechosas el año 244 durante una campaña militar; se cree que fue asesinado por sus propios soldados o por orden de su sucesor, Filipo el Árabe, el cual también fue asesinado por sus propias tropas después de ser derrotado por Decio.
A Galieno lo asesinaron el año 268 a resultas de una conspiración militar mientras sitiaba a los usurpadores. Aureliano cayó 275 asesinado por sus propios oficiales bajo la falsa creencia de que planeaba ejecutarlos. La misma suerte corrió Probo en 282, ejecutado por sus propias tropas en un motín. También puede ser que Numeriano fuera asesinado el 284, pues murió en circunstancias sospechosas, siendo su muerte probablemente un asesinato encubierto por el prefecto del pretorio Aper, quien luego fue ejecutado por Diocleciano.
Larga lista ¿verdad? Sin duda era muy peligroso estar arriba de la pirámide de poder en Roma. La historia nos deja una imagen del ambiente de sospecha y las luchas de poder que definían la política imperial. La violencia política alcanzaba también a filósofos y pensadores, como nuestro Séneca, que fue acusado de conspirar contra Nerón en la fallida conspiración de Pisón, y, a pesar de su negación, se le ordenó suicidarse. Séneca se cortó las venas en su baño, siguiendo la tradición estoica de enfrentar la muerte con dignidad. Recuerdo lo absurdo que me parecía este suicidio, representado en forma de dibujo en nuestro libro de texto, y lo que yo imaginaba cuando nos lo contaba nuestro profesor. Esa violencia política fue heredada por los ostrogodos y otra de sus víctimas fue Boecio, un filósofo y estadista romano que sirvió bajo el rey ostrogodo Teodorico el Grande. Acusado de conspirar contra Teodorico, Boecio fue arrestado, encarcelado y finalmente ejecutado en el año 524. Durante su encarcelamiento, escribió su obra más famosa, «La consolación de la filosofía».
Los asesinatos de mandatarios europeos también han sido, si no frecuentes, si considerables. Sin mucho buscar encuentro a tres franceses: Enrique IV en 1610, Sadi Carnot, en 1894 y Paul Doumer en 1932. Y eso, dejando de lado la muerte de un monarca ejecutado y otros políticos de suma importancia que perdieron la vida en atentados. Podíamos mencionar aquí a Jean-Paul Marat que, aunque no fue jefe de estado, fue una figura prominente durante la Revolución Francesa, como también lo fue Louis-Michel Lepeletier de Saint-Fargeau, otra victima del magnicidio en 1793.
Enrique IV, también conocido como Enrique de Borbón, fue asesinado en París por François Ravaillac, un fanático religioso católico. Ravaillac estaba convencido de que Enrique IV estaba conspirando contra la Iglesia Católica y que iba a lanzar una guerra contra España y el Papa. El asesinato ocurrió cuando Enrique IV se trasladaba en su carruaje por las estrechas calles de París. El carruaje quedó atrapado en un embotellamiento en la Rue de la Ferronnerie, lo que le dio a Ravaillac la oportunidad de acercarse. Ravaillac se subió al carruaje y apuñaló a Enrique IV en el pecho con un cuchillo, causándole la muerte casi instantáneamente. Se da la circunstancia de que, el padre de Enrique IV, Enrique III, también murió de forma violenta, en su caso de resultas de la herida recibida en un ojo, durante un torneo para celebrar la firma del Tratado de Cateau-Cambrésis, que puso fin a las guerras entre Francia y España, así como los matrimonios de su hija Isabel de Valois con Felipe II de España y de su hermana Margarita de Valois con el duque de Saboya.
Sadi Carnot estaba en el cénit de su popularidad cuando, el 24 de junio de 1894, tras haber dado un discurso durante la celebración de un banquete público en Lyon, en el que insinuó que, pese a su popularidad, no se presentaría a la reelección, fue acuchillado por un anarquista italiano llamado Sante Gerónimo Caserio el cual, a causa de la supresión violenta que el presidente había ordenado de una huelga local, decidió acabar con su vida. Carnot murió a consecuencia de las heridas poco después de la medianoche del 25 de junio.
En Inglaterra los magnicidios y muertes políticas también han sido considerables. Eduardo II en, fue depuesto por su esposa, la reina Isabel, y su amante, Roger Mortimer. Fue encarcelado en el castillo de Berkeley, donde fue asesinado, probablemente bajo órdenes de Isabel y Mortimer en 1327.
Ricardo II fue depuesto por Enrique Bolingbroke, el que se proclamaría Enrique IV, y encarcelado en el castillo de Pontefract, donde murió en circunstancias sospechosas, posiblemente asesinado en 1400, para evitar intentos de restaurarlo en el trono.
Durante la Guerra de las Rosas, Enrique VI fue depuesto y encarcelado en la Torre de Londres, donde fue asesinado en 1471, probablemente por órdenes de Eduardo IV para consolidar su reclamación al trono.
George Villiers, primer duque de Buckingham y favorito de los reyes Jacobo I y Carlos I fue asesinado por un oficial descontento, John Felton, quien lo apuñaló en Portsmouth en 1628, según Felton, por las fallidas campañas militares y el malestar general en el reino.
Spencer Perceval es el único primer ministro británico asesinado en el cargo. Fue asesinado por John Bellingham en el vestíbulo de la Cámara de los Comunes en 1812. Bellingham tenía un agravio personal contra el gobierno debido a una disputa sobre indemnizaciones.
Lord Frederick Cavendish, secretario jefe para Irlanda, fue asesinado junto con su subsecretario, Thomas Henry Burke, por miembros de los «Invincibles», una organización separatista irlandesa, en el Phoenix Park en Dublín. Este evento es conocido como los Asesinatos de Phoenix Park. Aquí vemos una premonición de la violencia terrorista en Irlanda que culminó con la separación de Irlanda y el terror de IRA.
En el resto de Europa y en el mundo entero, se mataban jefes de estado y políticos de primera fila sin cesar. Juan Prim, presidente del consejo de ministros durante el reinado de Amadeo I, fue herido gravemente en un atentado el 27 de diciembre de 1870 en Madrid y murió a causa de sus heridas tres días después. Antonio Cánovas del Castillo, presidente del consejo de ministros, fue asesinado el 8 de agosto de 1897 por el anarquista italiano Michele Angiolillo mientras tomaba un descanso en el balneario de Santa Águeda, en Mondragón.
El asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo en 1914 por Gavrilo Princip, es uno de los más conocidos, ya que fue uno de los desencadenantes de la Primera Guerra Mundial. Conocida es, también la muerte de Nicolás II de Rusia y su familia en 1918, ejecutados por los bolcheviques durante la Revolución Rusa.
Los años 30 del siglo pasado eran, como bien sabemos muy convulsivos. En todo el mundo se produjeron atentados contra jefes de gobierno y jefes de estado. Sin pretender abarcarlos todos, nombraré algunos de estos atentados que resultaron con la muerte de algún mandatario. Empiezo en el Japón, donde Inukai Tsuyoshi, primer ministro de Japón, fue asesinado por oficiales militares en el incidente del 15 de mayo de 1932, parte de una serie de intentos de golpe de estado por parte de jóvenes oficiales de la Marina Imperial Japonesa. El presidente francés Paul Doumer fue víctima de un atentado en París, el 6 de mayo de 1932 por parte del médico ruso antibolchevique Paul Gorgulov, quien declaró posteriormente que lo hacía para vengarse de la inactividad de las democracias europeas frente a la constitución de la Unión Soviética, y a quien se vinculaba con la extrema derecha. Doumer murió como consecuencias de las heridas al día siguiente. Luis Miguel Sánchez Cerro, presidente de Perú, murió el 30 de abril de 1933 asesinado por un simpatizante aprista. El Rey Alejandro I de Yugoslavia fue asesinado el 9 de octubre de 1934 en Marsella, Francia, por Vlado Chernozemski, un miembro de la Organización Revolucionaria Interna de Macedonia y del Movimiento Ustacha croata. En Austria, Engelbert Dollfuss, canciller de Austria, cayó víctima de un intento fallido de golpe de estado llevado a cabo el 25 de julio de 1934 por nazis austriacos. Estoy seguro de que me dejo muchos casos en el tintero, pero esta lista, debe bastar para demostrar que la violencia contra políticos y mandatarios ha sido algo muy frecuente.
Ya en tiempos más recientes tenemos la muerte de Dag Hammarskjöld, el secretario general de las Naciones Unidas desde 1953 hasta su muerte en 1961, que murió en un accidente aéreo. El avión se estrelló en circunstancias que han sido objeto de controversia y especulación. La versión oficial inicial sugería que el accidente fue causado por error del piloto, pero posteriormente surgieron teorías sobre un posible ataque o sabotaje. Informes y testimonios han señalado la posibilidad de que el avión pudiera haber sido derribado. A lo largo de los años, se han llevado a cabo varias investigaciones, tanto por parte de las Naciones Unidas como por otros organismos. En 2017, el actual secretario general de la ONU, António Guterres, anunció una revisión de nuevas pruebas sobre el accidente, manteniendo abiertas las posibilidades de que el avión haya sido derribado intencionalmente. Sin embargo, hasta la fecha, no se ha llegado a una conclusión definitiva sobre las causas exactas del accidente.
La muerte de Luis Carrero Blanco, aunque algunos prefieren utilizar el término “ejecución” del primer ministro de la España de Franco, asesinado por ETA en 1973, se fraguó en la operación más significativa y planificada de la organización terrorista, denominada Operación Ogro, de la cual se vanagloriaba ETA, hasta el punto que escribió un libro publicado en Alemania: “Operation Menschenfresser. Wie und warum wir Carrero Blanco hingerichtet haben – ein authentischer Bericht und Dokumente von E.T.A.” Operación Ogro. Cómo y porqué matamos a Carrero Blanco. Otra organización terrorista, las Brigadas Rojas, secuestraron y asesinaron al primer ministro italiano Aldo Moro, en 1978.
El conflicto entre Israel y los países árabes a cuenta de Palestina, costo la vida de dos de sus más destacados políticos. Anwar Sadat, presidente de Egipto desde 1970 hasta su muerte, fue asesinado el 6 de octubre de 1981 durante una ceremonia militar en El Cairo. El ataque fue llevado a cabo por un grupo de extremistas islámicos que pertenecían a la organización yihadista Takfir wal-Hijra. Sadat fue abatido a tiros mientras presidía un desfile militar conmemorativo del éxito en la Guerra de Yom Kipur. La verdadera causa del asesinato de Sadat era sin duda los pasos que había dado para lograr una solución para el problema palestino. En 1977, Sadat hizo una visita histórica a Jerusalén, donde pronunció un discurso ante la Knesset, el parlamento israelí, extendiendo la mano de paz a Israel. Esta visita sorpresiva sentó sin dudas las bases para un cambio significativo en las relaciones entre Egipto e Israel y fue un movimiento audaz hacia la resolución del conflicto. En 1978, bajo la mediación del presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, Sadat y el primer ministro israelí, Menachem Begin, se reunieron en Camp David, Estados Unidos. Allí negociaron intensamente y finalmente llegaron a un acuerdo histórico conocido como los Acuerdos de Camp David en 1978 y 1979. Estos acuerdos incluyeron un tratado de paz entre Egipto e Israel y establecieron un marco para la autonomía palestina en Cisjordania y Gaza, aunque estos puntos no se lograron completamente en ese momento. A través de su acercamiento directo con Israel y su disposición para dialogar cara a cara, Sadat abrió nuevas vías de comunicación y entendimiento entre las partes en conflicto. Esto fue crucial para superar décadas de hostilidad y desconfianza. Su trabajo por la paz, le costó la vida como, años más tarde le sucedería a Yitzhak Rabin.
En 1995, Yitzhak Rabin, el quinto primer ministro de Israel, murió trágicamente asesinado el 4 de noviembre, en Tel Aviv. Rabin fue asesinado por Yigal Amir, un extremista de derecha israelí, después de asistir a un mitin por la paz en la Plaza Maléi haShalom (Plaza de la Paz) en Tel Aviv. Amir disparó contra Rabin en la espalda mientras este caminaba hacia su automóvil después del evento. Yigal Amir estaba radicalizado, como también lo estaban muchos ultraortodoxos, en su oposición al proceso de paz liderado por Rabin, particularmente el Acuerdo de Oslo de 1993, que buscaba establecer una paz negociada entre Israel y los palestinos. Amir creía que Rabin estaba traicionando los intereses de Israel al comprometerse con concesiones territoriales y el establecimiento de un estado palestino.
En 1984, Indira Gandhi fue asesinada por dos de sus propios guardaespaldas, Satwant Singh y Beant Singh, que eran sijs. Indira Gandhi había ordenado la Operación Estrella Azul en junio de 1984, una operación militar para desalojar a militantes sijs armados que se habían atrincherado en el Templo Dorado de Amritsar, el lugar más sagrado del sijismo. La operación resultó en muchas muertes y daños significativos al templo, lo que provocó una gran ira y resentimiento entre la comunidad sij. El asesinato tuvo lugar en su residencia oficial en Nueva Delhi. Rajiv Gandhi, hijo de Indira y ex primer ministro de la India, fue igualmente asesinado en un atentado suicida en Tamil Nadu, en 1991. Su asesinato tuvo fuertes repercusiones en Europa dada la implicación internacional.
La tranquila Suecia quedó conmovida por el asesinato del primer ministro Olof Palme en 1986, caso resuelto oficialmente, pero que aún deja muchas dudas sobre la autoría. A penas recuperados de la conmoción debida al magnicidio, Suecia se vio sacudida por otro atentado terrorista, el efectuado sobre la ciudad escocesa de Lockebie, en el que explotó el avión del vuelo 103 de Pan Am el 21 de diciembre de 1988. Este vuelo llevaba a bordo, entre otros, a Bernt Carlsson, diplomático sueco, nombrado por las Naciones Unidas Comisionado Especial para Namibia. En el atentado murieron los 259 que viajaban a bordo y once más en tierra.
Los presidentes de Ruanda y Burundi murieron en un trágico incidente el 6 de abril de 1994, cuando el avión en el que viajaban fue derribado mientras se aproximaba al aeropuerto de Kigali, la capital de Ruanda. Este evento fue un catalizador importante que desencadenó el genocidio ruandés de 1994. A la muerte de Juvénal Habyarimana, presidente de Ruanda, y Cyprien Ntaryamira, presidente de Burundi, le siguió la terrible matanza de tutsis en manos de los extremista hutus. En las matanzas de Ruanda en 1994, conocidas como el genocidio ruandés, se estima que entre 800 000 y 1 000,000 de personas fueron asesinadas en un período de aproximadamente 100 días. La mayoría de las víctimas eran de la minoría étnica tutsi, aunque también hubo hutus moderados y opositores políticos que fueron asesinados durante este período de violencia extrema.
Anna Lindh, ministra de Asuntos Exteriores de Suecia, apuñalada en Estocolmo por un delincuente común en 2003, falleció a causa de las heridas recibidas y dejó a Suecia consternada. En 2007, Benazir Bhutto, ex primera ministra de Pakistán, fue asesinada durante un mitin de campaña electoral en el Parque Liaquat Bagh en Rawalpindi. Después de pronunciar un discurso ante una multitud de seguidores, se levantó a través del techo solar de su vehículo para saludar a sus partidarios y murió por impacto de bala y la explosión de una bomba suicida. Muamar Gadafi, el líder libio que estuvo en el poder durante más de 40 años, murió de manera violenta el 20 de octubre de 2011. Gadafi fue capturado por combatientes rebeldes en Sirte, su ciudad natal, durante los últimos días de la Guerra Civil Libia de 2011. Las fuerzas rebeldes habían avanzado hacia Sirte con el apoyo de la OTAN, que había intervenido en el conflicto para apoyar a los rebeldes contra el régimen de Gadafi.
Más reciente, en 2016, Jo Cox, miembro del Parlamento británico, fue asesinada en West Yorkshire. Jo Cox fue atacada afuera de la biblioteca de Birstall, donde estaba realizando un evento para sus electores. Fue disparada y apuñalada varias veces por un hombre identificado como Thomas Mair, un simpatizante de extrema derecha y supremacista blanco, que perpetró el ataque, según él, debido a las opiniones políticas de Jo Cox a favor de la inmigración y su apoyo a la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea durante el referéndum del Brexit. El presidente de Haití, Jovenel Moïse, fue asesinado en su residencia el 7 de julio de 2021 por un grupo de hombres armados. Este fue uno de los eventos más recientes y notorios, hasta ahora, de un atentado contra un jefe de estado.
Quiero terminar este relato tan espeluznante con una sonrisa. No todos los atentados contra políticos o jefes de estado han sido cruentos. Aquí, en Suecia tenemos el ejemplo del atentado con tarta de confitura que sufrió nuestro monarca. En septiembre del 2001, los reyes de Suecia estaban de visita oficial en una pequeña península cerca de la ciudad de Varberg, en la costa oeste del sur de Suecia, cuando un joven de 16 años se acercó a el corriendo y, a la voz de “por el rey y la patria” le espachurró al rey una tarta en la cabeza, antes de ser reducido por los escoltas. El “terrorista” fue condenado por delito de lesa majestad. Eric Svenseth, declaró en una interviú en 2023 que el no tenía ni idea de lo que hacía y que había sido engañado por unos jóvenes pertenecientes a un grupo comunista, en el que había alguna chica que le gustaba, y por tanto acepto el encargo. Este caso es el segundo que se da en Suecia desde 1792, cuando el rey Gustavo de Suecia murió a causa de un atentado perpetrado en un baile de disfraces, por un noble militar, Jacob Joan Anckarström, que, en lugar de tarta, empleó una pistola cargada de metralla y disparó al rey a bocajarro, causando su muerte a los pocos días.
Si os parece que me he saltado algún magnicidio, me lo podéis hacer saber en los comentarios. Yo ya no puedo más. Son demasiados. La foto del “tartazo” al rey es de Åke Thim, publicada en Magasinet Filter
Ayer me di dos paseos bastante largos y escribí sendas entradas. Hoy escribo antes de salir a pasear, pues me encuentro la noticia del atentado contra Trump al abrir el ordenador. Estas noticias siempre le pillan a uno desprevenido. No porque no sea algo que puede pasar y que de hecho ha pasado con cierta frecuencia en Estados Unidos y hasta aquí, en la tranquila Suecia. Me pongo a hacer una pequeña retrospectiva histórica sobre la violencia política y veo que la lista es muy larga. Junto aquí los atentados cometidos contra políticos en activo o ya retirados, tanto los que resultaron en la muerte de la víctima como los fallidos y algún que otro duelo a muerte entre políticos, que también ha habido.
Si nos remontamos a los albores de la nueva nación americana, encontramos a un político esencial para la revolución, Alexander Hamilton, nacido en 1757, que fue uno de los padres fundadores de los Estados Unidos. A su vez, fue un influyente intérprete y promotor de la Constitución de los Estados Unidos, así como el fundador del sistema financiero de la nación, el Partido Federalista, la Guardia Costera de Estados Unidos y del periódico The New York Post. Hamilton fue el autor principal de las políticas económicas de la administración de George Washington, como primer secretario del tesoro. El 11 de julio de 1804, a consecuencia de las publicaciones del Albany Register en las que se insinuaba que Hamilton había menospreciado y ridiculizado al vicepresidente Aaron Burr, se batieron en duelo con pistolas, quedando Hamilton mortalmente herido.
Al presidente Andrew Jackson le intentó matar Richard Lawrence disparándole, pero ambos disparos fallaron. También tuvo suerte James G. Blaine, secretario de Estado, que sobrevivió a un intento de asesinato cuando era congresista, en 1853. Abraham Lincoln, sufrió varios atentados, antes de ser asesinado en 1865. James A. Garfield, también presidente en oficio, fue asesinado el 2 de julio de 1881 por Charles J. Guiteau en la estación de tren de Baltimore y Potomac en Washington, D.C. muriendo a causa de sus heridas el 19 de septiembre de 1881. En 1901, William McKinley – Asesinado el 6 de septiembre de 1901 por Leon Czolgosz en el Templo de la Música en Buffalo, Nueva York. McKinley murió a causa de sus heridas el 14 de septiembre de 1901. La muerte de John F. Kennedy, asesinado el 22 de noviembre de 1963, presumiblemente por Lee Harvey Oswald en Dallas, la recuerdo claramente pues me impactó mucho ver las imágenes en televisión.
Theodore Roosevelt, ya después de haber dejado la presidencia, fue disparado en un intento de asesinato por John Flammang Schrank durante su campaña para un tercer mandato, pero sobrevivió. También tuvo suerte Franklin D. Roosevelt, que en 1933, antes de asumir la presidencia, Giuseppe Zangara intentó matarlo, pero falló y en su lugar mató al alcalde de Chicago, Anton Cermak. Aun más suerte tuvo Harry S. Truman, cuando en 1950, dos nacionalistas puertorriqueños intentaron asesinarlo en Blair House, donde estaba viviendo mientras la Casa Blanca estaba siendo renovada. Más a lo bestia, pero sin conseguirlo, intentó Samuel Byck matar a Richard Nixon en 1974, intentando secuestrar un avión para estrellarlo contra la Casa Blanca.
A Gerald Ford, le intentaron matar dos veces y las dos veces fueron mujeres. El primero de los intentos lo hizo Lynette «Squeaky» Fromme en 1975. Lynette era miembro de la banda de James Manson y falló el intento porque, aunque la pistola Colt semiautomática que llevaba iba cargada, no había cargado la recámara y, al apuntar a Ford, fue inmovilizada rápidamente por la escolta del presidente. Solo 17 días después lo intentó Sara Jane Moore desde 12 metros, pero falló por muy poco.
Jimmy Carter se salvó en 1979, cuando Raymond Lee Harvey fue arrestado con un arma cargada en un evento en Los Ángeles, donde Carter iba a dar un discurso. Peor le fue a Ronald Reagan, que en 1981, sufrió un intento de asesinato perpetrado por John Hinckley Jr, que le disparó y lo hirió gravemente.
Suerte tuvo también George H. W. Bush, en 1993, cuando se descubrió un complot para asesinarlo con un coche bomba durante una visita a Kuwait. Esto me recuerda el intento de asesinato perpetrado por ETA contra Aznar en plena campaña electoral para las elecciones generales de España de 1996, donde moriría una señora de avanzada edad y del que saldría ileso, debido a que el coche estaba blindado.
A Bill Clinton también le intentaron asesinar. En 1994, Francisco Martin Duran disparó con un rifle hacia la Casa Blanca sin mayores consecuencias. Buch hijo estuvo muy cerca de la muerte en 2005, cuando Vladimir Arutyunian lanzó una granada hacia Bush durante un discurso en Georgia, que por suerte no explotó.
La lista de políticos y presidenciables es, del mismo modo, importante. Huey P. Long, gobernador de Luisiana y senador, fue asesinado en Baton Rouge, Luisiana. Robert F. Kennedy, senador por Nueva York y hermano del presidente John F. Kennedy, fue asesinado en Los Ángeles, California mientras hacía campaña en 1968, un año muy violento. En 1972, George Wallace, gobernador de Alabama, fue herido en un intento de asesinato por Arthur Bremer durante su campaña presidencial, quedando paralítico. Harvey Milk, miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco, fue asesinado en San Francisco, California, junto con George Moscone, alcalde de San Francisco, en 1978. Otros políticos y personas significativas para la vida política en los Estados Unidos sufrieron también atentados mortales , como Medgar Evers, activista de derechos civiles y secretario de campo de la NAACP en Misisipi, fue asesinado en Jackson, Misisipi en 1963 y Martin Luther King, Jr. corrió la misma suerte en Atlanta, Georgia, en 1968.
La lista es muy larga y seguro que me he dejado alguno en el tintero. Por tanto, aún siendo inesperado no es algo excepcional que un presidente americano o un candidato a presidente, sufra un atentado. Si quisiéramos dar una lista de todos los sucesos ocurridos en el continente americano, no bastaría con una entrada, sería necesario un libro entero y, aun así podríamos olvidar algún hecho, por no decir, en caso de querer dar una imagen de la violencia política en todo el mundo. Aquí, en Suecia, estamos todavía un poco traumatizados con la muerte del primer ministro Olof Palme en 1986. Ahora que da por ver cuales serán las consecuencias de este último atentado y que efecto tendrá en la campaña presidencial. Puede que ayude a Trump en su intento de recobrar el poder en la Casa Blanca. Lo sabremos en noviembre.
En el vasto campo, donde el sol se esconde, las mieses doradas, testigos de antaño, se mecen al viento, como olas suaves, en un mar de verano, eterno y extraño.
Amapolas rojas, como labios de fuego, bailan con gracia entre la mies madura, en un tapiz de vida, vibrante y ciego, que calma y agita mi alma insegura.
La soledad se posa, ligera y callada, en cada rincón de este amplio vergel, como un manto sutil, de sombra velada, que susurra secretos, al roce de la piel.
El verano canta con voz de esperanza, en el coro del campo, un eco lejano, y en mi pecho la soledad se abalanza, como brisa suave, en este rincón humano.
Amapolas y mieses, compañía sincera, del alma errante en busca de paz, en el calor del estío, sin más frontera, que el horizonte eterno, donde el tiempo se va.
En este refugio, donde el sol persiste, la soledad es dulce, no duele, no hiere, y el corazón cansado, finalmente existe, en el abrazo del verano, que todo lo entiende y quiere.
En Cádiz me hice una foto junto a un árbol centenario, imponente, por su tamaño y por la fuerza que emanaba. Mirando la foto pienso que he usado esa imagen muchas veces cuando hablo de migraciones, pues suelo usar como alegoría, para explicar las grandes migraciones que desde siempre suceden con casi predecible regularidad, que la diferencia entre los humanos y los árboles, es que estos últimos tienen raíces mientras los humanos tenemos pies. Cuando el bosque se quema, los árboles arden, con sus raíces ancladas en la tierra, sin posibilidad de zafarse de la quema. Los hombres, por el contrario, tenemos pies y, en caso de peligro, podemos huir a un lugar que nos ofrezca garantías para perdurar. Si no hay comida, si carecemos de sustento, vamos a buscarlo a otro lugar, mientras los árboles, en tierra empobrecida y seca, mueren sin remedio.
Cuando explico mi alegoría, nadie me lleva la contraria; es así, no se puede negar. Pero en la práctica, parece también muy lógico que, los que viven en un lugar seguro, miren con recelo a los que vienen de fuera. El que ha vivido la migración en primera persona, sabe muy bien que no es raro encontrar desconfianza y rechazo en la población autóctona, por mucho que el inmigrante ponga por su parte para integrarse en su nueva sociedad. El inmigrante lo tiene todo un poco más difícil cuando se trata de conseguir cualquier meta. Lo tendrá difícil para encontrar un trabajo, aún hablando bien la lengua del lugar, le costará más tiempo encontrar una vivienda digna, se verá discriminado en muchos lugares de ocio, donde se quedará en la puerta viendo entrar a muchos otros “locales”. Se sospecha de él o de ella por el mero hecho de ser diferentes, le pararan con toda seguridad en los controles y será controlado casi siempre al pasar las fronteras. Tendrá difícil el ser invitado a una cena familiar o a actos importantes en la vida de sus compañeros de trabajo. No es una regla, pero lo que expongo está demostrado estadísticamente.
No es una regla, repito, pero todos los inmigrantes han conocido algunas de esos fastidiosos inconvenientes o quizás todos, y no por eso la gente deja de emigrar. Volviendo a la metáfora del árbol y el incendio, los que tienen pies, se van de dónde hay guerras, hambrunas, serias dificultades económicas, un clima político asfixiante o un paro endémico, persecución por motivos de sexualidad, religión o filiación política Últimamente se empieza a notar el cambio climático como motivo de emigración. A algunos se les juntan todas y cada una de los motivos que he expuesto. Estos serían los mecanismos del “push” o expulsión mientras que los mecanismos de “pull” o efecto llamada serán expuestos a continuación, porque a ellos se suelen referir todos los que quieren disminuir y al ser posible acabar con los flujos migratorios.
Migraciones ha habido siempre, la historia nos da muchos ejemplos de esas migraciones y también de los conflictos que ocasionaron. Permitidme un pequeño repaso. Los hebreos, que eran trashumantes, llegaron a las puertas de la ciudad-estado de Ur, donde estaba asentado un pueblo dedicado a la agricultura y de costumbres sedentarias. Según el antiguo testamento, dios elije a ese pueblo trashumante como su “propio pueblo”. A mi me parece que esto fue una forma de empoderar a los hebreos que su líder Abraham inventó para justificar la búsqueda de lo que ellos llamaban “la tierra prometida”. Cuando llegan a Egipto les reciben más o menos como nosotros recibimos a los subsaharianos, esclavizando a la mayoría. La continuación ya se trata más de como ellos, los hebreos, se hacen con el poder echando o esclavizando a un pueblo que vivía allí con anterioridad. Esto ya lo sabemos y también sabemos que sigue así la cosa. Pueblos enteros puestos en marcha encontramos a cientos en la historia. Un ejemplo que algunos xenófobos con alguna cultura histórica utilizan es el de las migraciones de los pueblos nórdicos y germánicos hacia las fronteras con el imperio romano. Lo que originó esa migración que en alemán se denomina el «Völkerwanderung» (migración masiva) fue sobre todo un efecto “push”, el ataque de los hunos, que se los llevó por delante alrededor del año 370 de nuestra era y les apretó contra las fronteras del imperio romano, abriendo una época de infiltración en el imperio y de participación en operaciones militares, como tropas aliadas o sirviendo como mercenarios en las tropas romanas regulares. En un proceso que duró unos cien años el líder de los hérulos, Odoacro desbancó al último emperador romano, Rómulo Augústulo el 476, Sin embargo, es importante notar que Odoacro nunca tomó el título de «emperador»y se dio el título de rey de Italia, bajo el emperador romano de oriente.
Los xenófobos europeos temen que algo así suceda en Europa o en Estados Unidos. Ellos preguntan: ¿sabes cuantos extranjeros hay por ejemplo dentro del ejército español? Yo les contesto que es el 7,5% o unos 7 200 extranjeros, en su mayoría ciudadanos de países con vínculos especiales con España y son necesarios para completar las filas del ejército. En el caso de Estados unidos, los hispanos y afroamericanos representan una tercera parte ca 33%. En Suecia el 15% aproximadamente de los que sirven en las fuerzas armadas son inmigrantes o hijos o nietos de inmigrantes, nacionalizados suecos.
Yo, a los xenófobos les contesto que, de lo que realmente pueden estar seguros es que, ni Europa, ni Estados Unidos, serán igual que son hoy, serán distintos, y reflejarán las migraciones pasadas y las actuales. Hace poco Gran Bretaña tenía como primer ministro a un hombre de ascendencia india, del Punjab, de dónde emigraron sus padres. Asi como el alcalde de Londres, Sadik Khan tiene padres pakistaníes que emigraron de su país en los años 60 y trabajaron como conductor de autobús y costurera. ¿Y qué? – digo yo al que me quiere escuchar.
Yo he discutido muchas veces con personas que esgrimen unos argumentos pretendidamente lógicos para la disminución de la inmigración. Yo creo que vale con relatar estos argumentos, que he recogido en Suecia, España y Hungría, para comprender qué tipo de argumentación emplea la xenofobia en todo el mundo, y no solo en occidente, porque esta actitud misántropa se da en todo el mundo. Los xenófobos suelen exhibir una variedad de razones para justificar su deseo de dificultar la entrada de personas de otros continentes a Europa. Algunas de estas razones incluyen, sobre todo a partir del 11 de septiembre, el miedo al terrorismo y la criminalidad, argumentando que la llegada de inmigrantes, especialmente de regiones afectadas por conflictos, podría incrementar el riesgo de ataques terroristas y aumentar los índices de criminalidad. A esto yo les contesto que la percepción pública de la criminalidad no refleja con precisión las estadísticas reales. La cobertura mediática y la atención pública exageran la percepción de aumento de la criminalidad. Por ejemplo, según el Consejo Nacional Sueco para la Prevención del Crimen (Brå)[1], la criminalidad como hurtos, robos, atracos, ha disminuido considerablemente en los últimos 50 años mientras los asesinatos entre bandas criminales, que se dedican al comercio con drogas ilegales, han aumentado, pero la incidencia de asesinatos sigue siendo muy baja comparada con otros países occidentales. En el caso de los delitos sexuales, Las denuncias han aumentado en los últimos años. Parte de este aumento se debe atribuir a un mayor enfoque en la denuncia y al cambio en la legislación y definiciones de estos delitos, ya que hay comportamientos que antaño no eran delito y que hoy si lo son. También se ha promovido una mayor conciencia y disposición a denunciar estos crímenes.
A estas razones me suelen contestar que, en las cárceles suecas el 58% de los internos son extranjeros o tienen un al menos un progenitor extranjero. Eso es verdad, lo puedo leer en el antes citado Brå, pero esas cifras se pueden explicar de muchas maneras, sin pensar que, la mera condición de extranjero, les hacer más propicios a delinquir. Empezando por las cifras, el 58% es una cifra alta pero hay que saber que el grupo de extranjeros o hijos de extranjero alcanza el 35% de la población. Además, debemos tomar en cuenta algunas cosas que encontramos detrás de esas actividades delictivas, como, por ejemplo: desigualdades socioeconómicas y educativas, exclusión social y discriminación, mayor vigilancia y control policial en áreas con alta concentración de inmigrantes, diferencias en la tasa de denuncias y procesamiento judicial.
Los xenófobos con los que discuto, se quedan temporalmente callados, sobre todo cuando exhibo datos fidedignos, pero, al rato, recobran la actividad y sostienen que los inmigrantes compiten por empleos con los ciudadanos locales, lo que podría llevar a salarios más bajos y a una mayor tasa de desempleo entre la población autóctona. ¡Nos quitan el trabajo! – claman. Para colmo, aducen que un aumento en la inmigración ejerce presión sobre los servicios públicos como la salud, la educación y la vivienda, lo que resulta en una disminución de la calidad de estos servicios. Aquí me despacho otra vez a gusto con las estadísticas de Brå para desmenuzar los argumentos xenófobos. En Suecia, muchos estudios han encontrado que la inmigración no ha tenido un impacto significativo en las tasas de empleo de los autóctonos. En un informe hecho por Brå se indica que, aunque los inmigrantes están sobrerrepresentados en ciertos sectores laborales, esto no necesariamente significa que están «quitando» empleos a los trabajadores autóctonos. En realidad, los inmigrantes a menudo ocupan puestos de trabajo que los trabajadores autóctonos no están dispuestos a aceptar, ya sea debido a la naturaleza del trabajo, trabajos en agricultura, limpieza, cuidado de ancianos, o a la ubicación geográfica, trabajos en áreas rurales o menos atractivas. Los inmigrantes contribuyen al crecimiento económico general, aumentando la demanda de bienes y servicios, lo que a su vez crea más empleos. También llena vacíos en sectores específicos, particularmente en industrias donde hay una escasez de mano de obra calificada. Y, lo más importante, la inmigración es necesaria porque Suecia, al igual que muchos otros países europeos, enfrenta un envejecimiento de la población. La proporción de personas mayores está aumentando, lo que genera una mayor demanda de servicios de salud y cuidado a largo plazo. Con una creciente población jubilada, es necesario atraer a trabajadores jóvenes para mantener la fuerza laboral y garantizar la sostenibilidad de los sistemas de pensiones y seguridad social.
Esto último no lo pueden negar ni siquiera los más rabiosos xenófobos. Nos estamos haciendo viejos. Si no fuera por la inmigración Suecia no tendría 10,5 millones de habitantes, como en la actualidad, sino aproximadamente 8,77 millones, de los cuales sería una mayor proporción jubilados. La actual tasa de fertilidad de las mujeres suecas es 1,6 hijos por mujer, necesitándose 2,1 para mantener una población estable. Son números contundentes, comparables a los de otros países occidentales. Por tanto, económicamente hablando, necesitamos la inmigración para sobrevivir.
Por último, si he conseguido llegar ahí en el diálogo, cambian el disco, de la criminalidad y la economía, hacia la cultura y la identidad nacional. Temen, dicen, que la llegada de personas de diferentes culturas y religiones podría diluir la identidad nacional y los valores tradicionales de las sociedades europeas. Al llegar aquí, ya no se habla de inmigración en general, sino, muy concretamente de la inmigración de personas de Medio Oriente, África, Asia y América. Sale a relucir la islamofobia y la aporofobia. Inmigración es aceptable para ellos si viene de Europa. Ningún problema en aceptar ucranianos, tampoco ricos con petrodólares, pero hay un miedo terrible hacia los pobres de África, que se ven obligados a dejar sus países por causas de guerra, pobreza e inseguridad.
En eso estamos. En Barcelona y Mallorca, protestan contra la masificación turística. Leo en pancartas “Tourist go home, refugees welcome” y sonrío. Lo hago porque a la vez que se escribe “Refugee Welcome “ las autoridades catalanas se niegan a participar en el reparto de menores no acompañados, desde Canarias, donde llegan en miles, hacía otras regiones españolas. No puedo evitar ver en esos slogans de “Tourist go home” un poco de xenofobia, no lo puedo evitar. También hay que mirar a ver quien mueve la olla, porque en Catalunya está surgiendo un reducto nacional-xenófobo, Aliança Catalana, cuyo ideólogo, Jordi Aragonès[2] i Martínez, tiene como referentes políticos Margaret Thatcher, Steve Bannon, Donald Trump, Jordi Pujol i Geert Wilders.
Aquí os dejo hoy. Recordad que los humanos no tenemos raíces, aunque muchos se empeñen en hacernos creer eso. Nacer en alguna parte no da un derecho especial a la tierra, eso ya lo expliqué yo en otra entrada, esa es mi humilde opinión, “ubi bene ibi patria”.
[2] Nieto de Josep Aragonès, alcalde de Pineda del Mar durante el franquismo y primo hermano de Pere Aragonès, presidente en funciones de la Generalitat.
Ayer estuve practicando algo muy típico aquí en Suecia, cantar juntos a coro, algo que aquí se denomina “allsång”. La tarde era algo gris y en el parque de la ciudad, ante una pequeña escena, había ya una buena aglomeración de gente, cundo llegamos nosotros, media hora antes que comenzara la actividad. Todos llevábamos sillas portátiles o mantas, cestas de merienda y alguna que otra botella de vino o de cerveza. La edad media del público rondaría los sesenta años, niños y adolescentes se podían contar con los dedos de la mano. El “maestro de ceremonias era el famoso tenor Rickard Söderberg, un icono gay muy querido en Suecia. Buscamos un buen sitio, no muy alejado de la pequeña escena y al fin lo encontramos justo detrás de la pequeña carpa de los técnicos de imagen y sonido.
En el “allsång”, o como dicen los ingleses “sing-along” se suelen cantar canciones con las que el grupo, en este caso una multitud de gente madura en un parque, está familiarizado antes del evento. A menudo se dispone de un cancionero o folleto de “allsång” impreso para la ocasión. En el cancionero, con la melodía anotada; aunque esta se considera generalmente conocida o se aprende de oído mientras se canta. La melodía se canta principalmente al unísono y, si alguien canta una voz secundaria, es improvisada o algo que se aprendió en la escuela o al cantar en un coro. La tradición en Suecia dicta que se cante en sueco, solo excepcionalmente en otro idioma. Históricamente, el “allsång” ha sido una práctica común en movimientos sociales, en la educación escolar obligatoria y en las escuelas populares. En la televisión y en la radio, el “allsång” se alterna con presentaciones de artistas, y el artista elige una canción del cancionero y participa como líder asistente de “allsång” cuando se canta la canción elegida. Esto último es lo que hacían Rickard Söderberg y su acompañante el pianista Johan Reis. En la escena se proyectaba el texto de la canción a modo de karaoke.
Lo verdaderamente interesante, a mi parecer, es lo que ocurre con el público participante, que permanece activo durante todo el evento. El acto de cantar las mismas canciones, de sobra conocidas para todos, o al menos, casi todos los participantes, hace que surja una sensación de pertenencia al grupo. El ego se disuelve un poco en ese caldo de cultivo que es el grupo vocal. Se oye solo una voz, unidos todos por la música y la letra de la canción. Suecia y los países escandinavos no son los únicos que han utilizado el canto colectivo como forma de fortalecer la identidad nacional. Yo recuerdo bien los coros bálticos, las masivas reuniones en Estonia, Letonia y Lituania que, durante el periodo soviético, jugaron un papel importante en las «Revoluciones Cantadas» que contribuyeron a la independencia de estos países a fines de los años 80 y principios de los 90. En países como Bulgaria, Serbia y Croacia, el canto a coro es una tradición arraigada que ha jugado un papel en la preservación de la identidad cultural y nacional, especialmente durante periodos de cambio político y social. También en otros pueblos eslavos, Rusia, Ucrania, Polonia. el canto coral ha sido una herramienta importante en la expresión de la identidad cultural y la resistencia, particularmente durante épocas de opresión política y conflictos.
Georgia es conocida por su rica tradición de canto polifónico, que es una parte integral de su identidad cultural y nacional. Estas canciones han sido utilizadas para mantener viva la cultura georgiana a lo largo de siglos de dominación extranjera. En Irlanda, Las canciones tradicionales irlandesas, a menudo cantadas en grupos, han sido un medio para mantener viva la lengua y la cultura irlandesas durante los periodos de dominio extranjero y represión cultural.
En muchos países africanos, el canto a coro es una parte esencial de las tradiciones culturales y rituales. Por ejemplo, en Sudáfrica, el coro fue una herramienta poderosa durante el movimiento anti-apartheid, con canciones que reflejaban la lucha y aspiraciones del pueblo. Y en África no hay que olvidar la costumbre de cantar a coro o en grupo mientras se trabaja la tierra. Esta costumbre, llevada por los esclavos africanos a América, fue la base de toda la música moderna. Al encontrar el ritmo africano la melodía europea, surgío el blues. Los ritmos, las estructuras de acordes y el estilo vocal del blues se pueden encontrar en muchas canciones tempranas de rock and roll. Artistas como Muddy Waters y Robert Johnson fueron influyentes en este sentido. El Gospel y el Ryththm & Blues también tienen sus raíces en esos cantos que acompasaban la dura tarea de los esclavos recolectando el algodón.
Esta tradición no la he encontrado en la península ibérica con dos excepciones: la primera en Catalunya, dónde he vivido la experiencia de La Cantada de Habaneras de Calella de Palafrugell, una noche de julio en 1990. Esta tradición es relativamente nueva, ya que data de los años 60. El baile de la sardana es también interesante, pues es una especie de coro silencioso que invita a la contemplación, cuando se dominan los pasos, claro. La segunda excepción es la de Euskadi y Navarra, donde los coros son parte importante de la conciencia nacional y expresan la cultura vasca en coros. En Euskadi hay un movimiento coral bien establecido, con organizaciones dedicadas a la promoción del canto coral. Estas organizaciones a menudo organizan concursos, festivales y talleres para fomentar el desarrollo del canto coral, especialmente entre los jóvenes y niños.
Volviendo a mi experiencia de ayer, 10 de julio, aquí en Lund, puedo decir que, el allsång funciona verdaderamente como una herramienta de integración. Yo lo he vivido, porque mi profesora de sueco nos enseñaba canciones y nos hacía cantar en cada lección. Cantábamos alegremente, el grupito formado por dos desertores americanos que huyeron de Vietnam, una familia checa, exiliados tras la caída de la Primavera de Praga, un inglés capitán de barco, que había amarrado en Helsingborg y se había casado con una sueca y yo mismo, que entonces me creía ciudadano del mundo y buscaba el sueño nórdico. Este grupito, dirigido por nuestra enérgica profesora, entonaba canciones tradicionales suecas y algunas nuevas, modernas, decía Inger, nuestra profesora. El idioma sueco, con su melodía, entraba fácilmente con las canciones. Un buen método, puedo atestiguar.
Desde que el americano Harold Bloom publicó 1994 su libro The Western Canon, argumentando sobre la necesidad de enseñar a las nuevas generaciones lo que a él le parecían las obras más importantes de la literatura occidental, el debate sobre la necesidad de confeccionar un canon cultural en los países occidentales ha estado muy presente en la vida política, sobre todo en aquellos países con una gran inmigración proveniente de culturas fuera del ámbito occidental. En 2004, Brian Mikkelsen, entonces ministro de cultura danés, encargo a siete grupos diferentes en siete campos culturales distintos de reunir un canon cultural oficial danés. Este canon debía contener lo mejor del patrimonio cultural danés. Los siete comités comenzaron en abril de 2005 el trabajo de seleccionar qué obras formarían parte del canon. Las obras fueron seleccionadas en siete categorías: arquitectura, diseño, artes visuales, teatro, literatura, cine y música. Cada grupo pudo elegir doce obras. Durante el proceso de trabajo, se añadió la cultura infantil y el área de música se dividió en dos. En total, el canon cultural danés contiene 108 obras. El 24 de enero de 2006 se presentó el canon cultural de Dinamarca, y el 15 de agosto de 2006 se publicó en forma de libro destinado a ser distribuido en las escuelas danesas.
Tanto la idea misma de seleccionar un número limitado de obras como especialmente significativas, como el proceso de selección y el contenido final, han sido criticados desde varios sectores. También se han propuesto una serie de cánones alternativos. Aquí en Suecia, se discutió mucho esta propuesta, hasta que, el 21 de diciembre de 2023, el gobierno conservador, a propuesta de los ultraconservadores Demócratas Suecos, publicó la siguiente noticia en su página Web:
“El gobierno ha decidido hoy emitir directrices para el comité que elaborará un canon cultural sueco. El objetivo es hacer que la cultura sueca sea accesible para más personas. Un canon cultural sueco debe ser una herramienta viva y útil para la educación, la comunidad y la inclusión.
La cultura es una fuerza cohesiva importante en una sociedad. Gran parte del conocimiento que era evidente para las generaciones anteriores hoy en día no lo es tanto. Por lo tanto, existe la necesidad de marcos de referencia comunes en nuestra sociedad democrática, y la cultura puede contribuir a ello.
El trabajo para seleccionar las obras que formarán parte del canon cultural sueco se llevará a cabo en grupos de expertos independientes con competencia en sus respectivas áreas. Es el comité el que decidirá qué áreas de arte y cultura serán relevantes, establecerá los criterios para la selección de las obras y nombrará a los grupos de expertos.
Los grupos de expertos decidirán de manera independiente qué obras formarán parte del canon cultural sueco, pero el público también tendrá la oportunidad de presentar propuestas. La ambición del gobierno es que un canon cultural sueco esté en vigor durante el actual periodo legislativo.
El gobierno ha designado al profesor e historiador Lars Trägårdh como presidente del comité. El gobierno anunciará más miembros del comité en una fecha posterior. El informe debe ser presentado al Ministerio de Cultura a más tardar el 31 de agosto de 2025.
La misión se basa en un acuerdo entre los Demócratas Suecos, los Moderados, los Demócratas Cristianos y los Liberales.” [1]
No sé lo que saldrá de este comité, pero lo que hicimos ayer en el Parque de la Ciudad de Lund era lo más parecido a un canon que se puede encontrar. De las doce canciones que cantamos, once eran conocidas por, me atrevería a decir, todos los asistentes. Una era menos conocida. Cantando estas canciones nos afirmamos como pertenecientes a un grupo que comparte una memoria colectiva, lo que, en sí, es la llave de la cohesión social. Ni que decir tiene que yo soy claramente partidario de la implantación de un canon. En primer lugar, porque el conocer un canon cultural funciona como un punto de encuentro entre las generaciones. En segundo lugar, porque, para el que viene de fuera, el conocer el canon de su nación de acogida, le proporciona una llave, que le ofrece la posibilidad de entrar de lleno en esa cultura, integrándose de una manera sólida y auténtica. Vayamos del coro al canon.
El verano es para mi un tiempo de hacer cosas que no suelo hacer, por ejemplo, ir de tiendas con la familia. Normalmente, cuando doy mis largos paseos por las ciudades que visito no miro los escaparates, pues no tengo nada que comprar. Tengo la ropa que necesito y todos los utensilios necesarios para mi comodidad. Acepto, eso sí, que mi compañera y mis hijos se sientan atraídos por algunos de esos miles de productos que están a la venta y que anuncian su existencia por medio de carteles, pantallas y todo tipo de superficie libre en las ciudades. Me siento en un banco en el Paseo de Gracia de Barcelona y miro como la gente entra y sale de las tiendas en un continuo vagar y a veces salen con bolsas repletas de productos muy parecidos a los que ya tienen y, posiblemente,