Cuando yo era niño y dibujaba cualquier cosa, siempre dibujaba un sol sonriente y radiante presidiendo las escenas de castillos, prados y batallas que llenaban mis cuadernos. Ese sol tan presente en mi vida, que yo consideraba algo completamente normal, es ahora para mi motivo de alegría, cuando se muestra sobre un cielo azul en mi ciudad de Lund. Parece que, durante esta campaña para las elecciones al parlamento europeo, el sol y el buen tiempo están presentes casi a diario. Este buen tiempo es el que facilita el acampado en el paraninfo de la universidad, permitiendo a los que quieren mostrar su rechazo contra la acción militar de Israel en Gaza, gozar de una acampada bastante placentera.
Si se pasa por allí, no se oyen ni coros vociferantes, ni canciones protesta, ni siquiera una guitarra, nada de nada. Es como si los habitantes del improvisado parlamento se hallasen envueltos en una sesión de yoga. Un policía de uniforme bebe su café en vaso de cartón y hace lo que puede para pasar desapercibido, como si estuviese ahí de casualidad y la acampada no fuera con él. Hoy me detengo un poco para leer las pancartas que han puesto a modo de demarcación perimetral del campamento, rodeadas de banderas palestinas. Busco sin encontrar cualquier alusión a la masacre del 7 de octubre y me pregunto cómo pueden estos estudiantes, apoyados por unos cuantos profesores y doctorandos, omitir algo tan elemental. Conozco la respuesta, pero no por eso deja de preocuparme.
Llegó el jueves y la situación cambió completamente. A ese solitario policía se le sumaron doscientos más con coches patrulla y piquetes. A los acampados les dieron un ultimátum; o desalojaban el paraninfo en media hora, o serían desalojados por la fuerza. La mayoría optó por recoger los bártulos y marcharse a casa, posiblemente a un anhelado descanso. Unos pocos decidieron hacer frente a la policía con una agresividad pasiva pero ruidosa, sacaron sus megáfonos y empezaron a gritar consignas, mientras los policías retiraban las tiendas de campaña y las pancartas que quedaban. El recinto quedo vacío y bastante limpio. Tras las cintas y la vallas un grupito gritaba y gritaba sin descanso. Los policías aguantaban impasibles, exponiéndose al riesgo seguro de acúfenos de por vida.
Más de una semana se había permitido la acampada ilícita, pero llegaba el viernes, día de la solemne promoción de los nuevos doctores y la tradición manda que ese día, el paraninfo sea un lugar de celebración y etiqueta. Aquí en Lund guardamos las tradiciones y justamente la tradición de la promoción de los nuevos doctores, es una de las principales, diría yo casi, la más importante de todas. Por tanto, no se podía permitir que, por la razón que fuere, unos jóvenes ligeramente desaliñados ocupasen el lugar donde fraques, uniformes de gala y vestidos largos, debían pasear en su corto peregrinaje entre la catedral y el Aula Magna. Además, los cañones que anuncian la ceremonia y van marcando su marcha, 50 cañonazos esta vez, en honor de las facultades, los doctores honoris causa y los que celebran su quincuagésimo aniversario de su promoción a doctor, que esta vez, juntándolo todo, da para cincuenta atronadores cañonazos, que se escuchan por toda la ciudad. Los nuevos doctores desfilaron solemnemente, protegidos por la policía, pero escuchando los gritos de los que, desde fuera, chillaban ya contra todo y todos, contra Israel, contra la policía, contra los políticos, las autoridades y cualquier cosa que se le ocurriese al que por el momento dirigía el atronador coro.
Yo estuve todo el tiempo en nuestra carpa, aunque me dio tiempo a correr los doscientos metros que la separan de los cañones, situados al norte de la catedral. Allí fotografié la primera salva. Los doctores hicieron su procesión y, si alguien miró con atención a todo y cada uno de los sonrientes nuevos doctores, pudo descubrir que uno de ellos llevaba en sus mejillas los colores de la bandera palestina o quizás, no los sé, se tratara de algún extremeño, es una broma. Al día siguiente parece ser que los protestones estaban de descanso, era sábado, y creo que decidieron cumplir con los días de descanso judíos y cristianos, porque el domingo también fue tranquilo, pero el lunes, que fue ayer, nuestra Plaza Mayor se convirtió en el centro de las protestas de jóvenes iracundos. Esta vez fueron los Demócratas Suecos (Sverigedemokraterna) los que tuvieron que aguantar los chillidos y las cantinelas de jóvenes que increpaban al líder de la formación ultra, diciendo que era fascista, nazi, racista y otras lindezas. Decenas de policías formaban un cordón para protegerle, mientras los viandantes, que pasaban por allí, miraban con estupor la escena.
Despejado el paraninfo, los que protestaban contra Israel, contra la universidad y contra el gobierno sueco, esta vez ya privados de su cuartel general, decidieron concentrar su energía contra otros objetivos, los políticos que estábamos haciendo campaña apiñados alrededor de la plaza, en nuestras pequeñas carpas, verde oscuro para los del centro, verde claro para los Verdes, azul para los liberales (ahí estoy yo), rojo para los socialdemócratas, azul oscuro para los moderados y aún más oscuro para los cristianodemócratas, un azul difícil de expresar en palabras para los demócratas suecos y una cabaña que simula una casa típica del sur de Suecia para los de izquierda (antiguo partido comunista. También hay una cabaña minúscula con una bandera pirata que es la de el partido pirata, claro está, y una carpa morada, que a veces está y a veces no está, de un partido que se llama Volt y que nadie sabe muy bien que es lo que ofrece a cambio del voto.
Pues bien, los que protestaban en el paraninfo se vieron dispersos y sin hogar y, como si de un enjambre de avispas se tratase, se lanzaron al ataque verbal contra nuestro pequeño campamento, autorizado y sancionado por todas las autoridades, donde ejercemos nuestro derecho democrático a, siguiendo las reglas, informar a los ciudadanos de nuestra política y decirle lo que les prometemos hacer, a cambio de su voto. No me extrañó nada que los protestones y sus altavoces se dirigieran directamente hasta el lugar justo enfrente de los demócratas suecos. Allí, a un metro de distancia, se pusieron a gritar cosas como: “Fuera racista de nuestras calles”, “Fuera fascistas de nuestras calles”, “Plaestina, Palestina”, `Muerte a los sionistas” etc. Y allí se quedaron un buen rato. Los que representaban en ese momento al partido aludido eran un hombre bastante mayor y una mujer de mediana edad. Ante ellos una treintena de jóvenes, supuestamente estudiantes, con un par de megáfonos y algún altavoz eléctrico, acompañados de silbatos, que llenaban el espacio entre las cantinelas. Nuestra carpa se encuentra a 15 o 20 metros y el sonido era insoportable. Al fin, posiblemente requerido por alguno de los demócratas suecos o algún viandante, apareció un policía que se dirigió al que le pareció ser el dirigente de la acción. No por eso cesaron los gritos ni los pitidos, pero a la media hora, cuando ya el solitario policía había abandonado la escena, roncos ya y exhaustos de tanto chillar, se fueron yendo, uno tras otro, y en buena formación, con banderas palestinas y toda su parafernalia, a yo no sé dónde.
Y, pensando en estos acontecimientos vividos hace horas, llega el aniversario de una manifestación que terminó en masacre y que hizo temblar la China comunista. En junio de 1989, un día como hoy, la plaza de Tiananmén en Pekín se convirtió en el escenario de una lucha por la libertad y los derechos civiles. En abril de 1989, los y las estudiantes universitarios de Pekín se reunieron en la plaza de Tiananmen para elaborar una lista de reivindicaciones centradas en las reformas políticas y económicas, que también incluían llamamientos al fin de la corrupción, la censura y la limitación de los derechos básicos.
Los sucesos ocurridos en la Plaza de Tiananmen (la Plaza de la Paz Celestial) el 4 de junio de 1989 fueron el clímax de una serie de protestas lideradas principalmente por estudiantes que buscaban reformas políticas, democracia y una mayor libertad en China. Parece ser que, tras décadas de gobierno autoritario bajo el Partido Comunista de China, había un creciente malestar entre la población debido a la corrupción, la falta de libertades políticas y la desigualdad económica. El detonador de las protestas fue la muerte de Hu Yaobang, un líder reformista y exsecretario general del partido comunista, había sido destituido en 1987 debido a su apoyo a las reformas democráticas. Su muerte en abril de 1989, callada por el poder y los medios, desencadenó una ola de luto y protestas en todo el país entre aquellos que lo veían como un símbolo de reforma y liberalización.
Los manifestantes, en su mayoría estudiantes universitarios, exigían reformas políticas que incluyeran la libertad de prensa, la libertad de expresión, la democracia y la eliminación de la corrupción oficial. A pesar del crecimiento económico en China durante las décadas anteriores, había desigualdades económicas significativas y preocupaciones sobre el desempleo, lo que alimentaba el descontento entre algunos sectores de la población. Estos factores combinados llevaron a un movimiento de protesta masivo que culminó en la ocupación de la Plaza Tiananmen en Pekín. Sin embargo, el gobierno chino respondió con una violenta represión el 4 de junio de 1989, que resultó en la pérdida de vidas y el encarcelamiento de muchos manifestantes. Nunca sabremos con certeza la verdadera cantidad de muertos y heridos, pero se trató de cientos o miles. Según Amnestía Internacional, “más de 3.000 civiles resultaron heridos y más de 200, entre ellos 36 estudiantes universitarios, murieron durante la revuelta”[1].
No es que yo quiera comparar las acciones de los estudiantes suecos con lo que ocurrió en la plaza de Tiananmen, pero no puedo dejar de profundizar un poco en lo que representan. La acción de los jóvenes suecos ha sido apoyada sola y exclusivamente por representantes de la izquierda más ortodoxa que, en cualquier conato de conflicto en el que Israel esté involucrado, en contra de algún país árabe o en todos los conflictos con los palestinos, siempre eligen al estado judío como el causante y la parte agresora. Una izquierda tuerta, que solo ve con el ojo izquierdo y obvia la verdadera historia del conflicto, situándolo en la Nakba, la pérdida de tierras, propiedades y medios de vida para cientos de miles de palestinos y la creación de una población de refugiados dispersos en la región y en todo el mundo, como consecuencia de la guerra árabe-israelí de 1948. Todo lo que ocurrió con anterioridad, olvidando los pasos dados antes de la Nakba. En 1947, las Naciones Unidas propusieron un plan de partición de Palestina en un estado judío y uno árabe, con Jerusalén como un corpus separatum bajo control internacional. Los judíos aceptaron el plan, pero los árabes lo rechazaron, argumentando que era injusto y que violaba sus derechos. La declaración de independencia de Israel en 1948 llevó a una guerra entre los estados árabes y la recién creada Israel, que resultó en la victoria de Israel y todo lo que vino después.
Los estudiantes de Lund se autodenominan “progresistas” anticapitalistas y antisionistas y, sin saber, siguen las antiguas consignas de los países del lado este tras el telón de acero, políticas marcadas por la estrategia soviética. Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética y sus aliados buscaban contrarrestar la influencia occidental, especialmente la de Estados Unidos, en Oriente Medio. Apoyar a los palestinos era una forma de desafiar la influencia estadounidense e israelí en la región, pues tenían intereses geopolíticos en la región y buscaban expandir su influencia. Apoyar a los palestinos les permitía ganar aliados en el mundo árabe y musulmán. Parece ser que las izquierdas han heredado esta política y siguen apoyando todo lo que viene de Palestina, inclusive Hamas y sus acciones de terrorismo.
Leo en el periódico sueco Göteborgs Posten un ejemplo de la actitud de los intelectuales de izquierda tras el atentado perpetrado por Hamas en territorio israelí que costó la vida a mas de mil ciudadanos israelíes y la libertad a cientos de ellos, raptados por Hamas: «Fue emocionante! ¡Fue energizante!» El hombre emocionado en el video se llama Russell Rickford y es profesor de historia en la Universidad de Cornell en Nueva York. Es un activista antirracista y partidario de BLM. Habló en una manifestación pro-palestina poco después del 7 de octubre del año pasado, y con «eso» se refería a la masacre de israelíes. El profesor Rickford luego tuvo que pedir disculpas por sus declaraciones, pero el sentimiento espontáneo de emoción es inequívoco: «Pudieron respirar por primera vez en años», exclama refiriéndose a los habitantes de Gaza «amantes de la paz» que celebraron los actos viles de Hamás”[2]
Después del pogromo de Hamás en Israel el 7 de octubre de 2023, el antisemitismo dentro de la izquierda y el llamado movimiento antirracista se ha vuelto más evidente que nunca. En las redes sociales, florecen las teorías conspirativas, como la que sugiere que la masacre en el festival de música fue planeada por Israel, al igual que se ha afirmado anteriormente que los judíos estaban detrás del 11 de septiembre y del Holocausto. Y, por supuesto, la clásica: que los judíos controlan los medios de comunicación.
Parece ser que gran parte de la izquierda europea ha olvidado la historia reciente. Viven en la creencia de que los regímenes comunistas no han hecho más que bien y que son otros, los mal llamados regímenes liberales, conservadores o “fascistas” los que han causado muerte y desolación en el mundo. En realidad, el número total de muertes causadas por regímenes comunistas podría oscilar entre 85 millones y 100 millones de personas durante el siglo XX, sumando una combinación de factores, que incluyen represión política, ejecuciones, hambrunas causadas por políticas agrícolas fallidas, deportaciones masivas, trabajo forzado en campos de trabajo y otras formas de violencia estatal. Bastaría con preguntarles a los rusos, chinos, norcoreanos, cubanos, vietnameses, y a los ciudadanos de todos los países satélites de la antigua Unión Soviética para enterarse de las bonazas de los regímenes que se autotitulaban progresistas. Los chinos que se jugaron la vida y la perdieron en La Plaza de Paz Celestial buscaban justamente progreso.
Para terminar, os contaré una incidencia durante mi “guardia” en la carpa de nuestro partido, que me ha ocurrido esta mañana. Despacio y con paso seguro y decidido, se acercó a la carpa un hombre de unos 50 años, bien vestido, con porte elegante y gafas de montura de tortuga. Al llegar frente a mí me dio de sopetón esta afirmación: “ustedes, los liberales, son culpables de la muerte de muchas mujeres de cáncer de mama.” (¿?) Me dejó de piedra, pero me recompuse los suficiente para preguntarle: “¿Cómo y de qué manera piensa usted que nosotros hemos podido influir, de forma tan negativa, en la expansión del cáncer de mama?” – “Pues sí, mire usted, apoyando, junto a otros partidos el reparto equitativo entre los conyugues de la licencia y las prestaciones por natividad.” – “y, ¿de qué forma influye esta ley en la mortalidad por cáncer de mama?” – dije yo, bastante sorprendido. A esta altura, miraba yo intensamente a mi interlocutor, buscando señas de deficiencias en su salud mental. Buscaba algo que delatase que estaba ante un majareta, pero, quitando que en su mano derecha mantenía un rollo de falafel a medio comer, no pude encontrar nada extraño en su apariencia exterior. “Influye” – dijo el individuo – “obviando los resultados de la ciencia”, “Yo soy un científico” – dijo – “y por tanto a avengo a las pruebas científicas” – “¿Y… qué pruebas son esas? – pregunté. “¿Sabe usted cual es el grupo de mujeres en el que más prolifera el cáncer de mama? – me preguntó o más bien me demandó, acercándose un palmo más a mí, en forma de interpelación o careo. “Pues, no caigo” – dije honestamente, esperando oír que eran mujeres de una etnia exótica en cualquier isla del Pacifico. Maldecía yo un poco mi ignorancia en la materia, porque yo siempre quiero tener respuestas a todas las preguntas, pero aquí, estaba yo completamente perdido. “las monjas” – casi gritó- “Las monjas, porque tienen muchos ciclos menstruales y porque no amamantan, ese es el problema.” . ¡Ah!- pensé para mis adentros. Ya sé por donde vas a salir, un anti género o misógino o machista vulgar, pensé, al tiempo que observaba un chisporreo en los ojos de mi interlocutor que delataba su exaltación. “Y, como ustedes no les permiten a las mujeres que se queden en casa amamantando a sus hijos, por lo menos dos años, como recomienda la Agencia Mundial para la Salud, mueren de cáncer mujeres que podrían haberse salvado sin esa política exageradamente feminista, que ustedes, junto con otros partidos cómplices, avalan.” – “Además, añadió, las mujeres no sirven para algunos oficios y carreras, pero ustedes se empeñan en tener mujeres bombero, policías etc, contra natura.” – Aquí ya no pude aguantar más y le solté: “Mire usted, querido y respetado ciudadano, el cáncer de mama es una enfermedad grave que afecta a personas de todas las edades y condiciones, independientemente de su género o estado de maternidad. Culpar a las políticas de igualdad de género por un aumento en las tasas de cáncer de mama sería simplista y erróneo. En cambio, la prevención y el tratamiento del cáncer de mama se centran en la detección temprana, la conciencia sobre la salud mamaria, la adopción de estilos de vida saludables y la investigación continua sobre las causas subyacentes de la enfermedad.” Aquí hice una pausa, bebí algo de agua y seguí mí, ahora ya imparable, arenga: “Una democracia moderna y saludable se fortalece cuando se garantizan los derechos de todas las personas, independientemente de su género. Respetar y promover los derechos de las mujeres es esencial para el desarrollo y la consolidación de la democracia en cualquier sociedad. Esa es nuestra política, de la cual me siento orgulloso. Está usted en su derecho de votar a mi partido o a cualquier otro o de abstenerse, si esa es su voluntad. Así de fácil son las cosas en democracia. Buenas tardes y, que tenga usted un buen día.” ¡Lo que hay que aguantar en la carpa de un partido, un miércoles por la tarde! . A unos metros, los estudiantes desfilan con sus gorras blancas, entre risas y pitidos. Dentro de cuatro días quitaremos la carpa. Por cierto, ha empezado a llover.
[1] https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/tiananmen-respuestas-a-las-preguntas-clave/ el cuatro
[2] https://www.gp.se/kultur/kulturdebatt/den-svaraste-antisemitismen-ar-den-som-gaslightar-oss.0cf8e8e3-78f7-4bc8-b67f-a493b93d69a3 5 de junio de 2024
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