Ayer estuve practicando algo muy típico aquí en Suecia, cantar juntos a coro, algo que aquí se denomina “allsång”. La tarde era algo gris y en el parque de la ciudad, ante una pequeña escena, había ya una buena aglomeración de gente, cundo llegamos nosotros, media hora antes que comenzara la actividad. Todos llevábamos sillas portátiles o mantas, cestas de merienda y alguna que otra botella de vino o de cerveza. La edad media del público rondaría los sesenta años, niños y adolescentes se podían contar con los dedos de la mano. El “maestro de ceremonias era el famoso tenor Rickard Söderberg, un icono gay muy querido en Suecia. Buscamos un buen sitio, no muy alejado de la pequeña escena y al fin lo encontramos justo detrás de la pequeña carpa de los técnicos de imagen y sonido.

En el “allsång”, o como dicen los ingleses “sing-along” se suelen cantar canciones con las que el grupo, en este caso una multitud de gente madura en un parque, está familiarizado antes del evento. A menudo se dispone de un cancionero o folleto de “allsång” impreso para la ocasión. En el cancionero, con la melodía anotada; aunque esta se considera generalmente conocida o se aprende de oído mientras se canta. La melodía se canta principalmente al unísono y, si alguien canta una voz secundaria, es improvisada o algo que se aprendió en la escuela o al cantar en un coro. La tradición en Suecia dicta que se cante en sueco, solo excepcionalmente en otro idioma. Históricamente, el “allsång” ha sido una práctica común en movimientos sociales, en la educación escolar obligatoria y en las escuelas populares. En la televisión y en la radio, el “allsång” se alterna con presentaciones de artistas, y el artista elige una canción del cancionero y participa como líder asistente de “allsång” cuando se canta la canción elegida. Esto último es lo que hacían Rickard Söderberg y su acompañante el pianista Johan Reis. En la escena se proyectaba el texto de la canción a modo de karaoke.

Lo verdaderamente interesante, a mi parecer, es lo que ocurre con el público participante, que permanece activo durante todo el evento. El acto de cantar las mismas canciones, de sobra conocidas para todos, o al menos, casi todos los participantes, hace que surja una sensación de pertenencia al grupo. El ego se disuelve un poco en ese caldo de cultivo que es el grupo vocal. Se oye solo una voz, unidos todos por la música y la letra de la canción. Suecia y los países escandinavos no son los únicos que han utilizado el canto colectivo como forma de fortalecer la identidad nacional. Yo recuerdo bien los coros bálticos, las masivas reuniones en Estonia, Letonia y Lituania que, durante el periodo soviético, jugaron un papel importante en las «Revoluciones Cantadas» que contribuyeron a la independencia de estos países a fines de los años 80 y principios de los 90. En países como Bulgaria, Serbia y Croacia, el canto a coro es una tradición arraigada que ha jugado un papel en la preservación de la identidad cultural y nacional, especialmente durante periodos de cambio político y social. También en otros pueblos eslavos, Rusia, Ucrania, Polonia. el canto coral ha sido una herramienta importante en la expresión de la identidad cultural y la resistencia, particularmente durante épocas de opresión política y conflictos.

Georgia es conocida por su rica tradición de canto polifónico, que es una parte integral de su identidad cultural y nacional. Estas canciones han sido utilizadas para mantener viva la cultura georgiana a lo largo de siglos de dominación extranjera. En Irlanda, Las canciones tradicionales irlandesas, a menudo cantadas en grupos, han sido un medio para mantener viva la lengua y la cultura irlandesas durante los periodos de dominio extranjero y represión cultural.

En muchos países africanos, el canto a coro es una parte esencial de las tradiciones culturales y rituales. Por ejemplo, en Sudáfrica, el coro fue una herramienta poderosa durante el movimiento anti-apartheid, con canciones que reflejaban la lucha y aspiraciones del pueblo. Y en África no hay que olvidar la costumbre de cantar a coro o en grupo mientras se trabaja la tierra. Esta costumbre, llevada por los esclavos africanos a América, fue la base de toda la música moderna. Al encontrar el ritmo africano la melodía europea, surgío el blues. Los ritmos, las estructuras de acordes y el estilo vocal del blues se pueden encontrar en muchas canciones tempranas de rock and roll. Artistas como Muddy Waters y Robert Johnson fueron influyentes en este sentido. El Gospel y el Ryththm & Blues también tienen sus raíces en esos cantos que acompasaban la dura tarea de los esclavos recolectando el algodón.

Esta tradición no la he encontrado en la península ibérica con dos excepciones: la primera en Catalunya, dónde he vivido la experiencia de La Cantada de Habaneras de Calella de Palafrugell, una noche de julio en 1990. Esta tradición es relativamente nueva, ya que data de los años 60. El baile de la sardana es también interesante, pues es una especie de coro silencioso que invita a la contemplación, cuando se dominan los pasos, claro. La segunda excepción es la de Euskadi y Navarra, donde los coros son parte importante de la conciencia nacional y expresan la cultura vasca en coros. En Euskadi hay un movimiento coral bien establecido, con organizaciones dedicadas a la promoción del canto coral. Estas organizaciones a menudo organizan concursos, festivales y talleres para fomentar el desarrollo del canto coral, especialmente entre los jóvenes y niños.

Volviendo a mi experiencia de ayer, 10 de julio, aquí en Lund, puedo decir que, el allsång funciona verdaderamente como una herramienta de integración. Yo lo he vivido, porque mi profesora de sueco nos enseñaba canciones y nos hacía cantar en cada lección. Cantábamos alegremente, el grupito formado por dos desertores americanos que huyeron de Vietnam, una familia checa, exiliados tras la caída de la Primavera de Praga, un inglés capitán de barco, que había amarrado en Helsingborg y se había casado con una sueca y yo mismo, que entonces me creía ciudadano del mundo y buscaba el sueño nórdico. Este grupito, dirigido por nuestra enérgica profesora, entonaba canciones tradicionales suecas y algunas nuevas, modernas, decía Inger, nuestra profesora. El idioma sueco, con su melodía, entraba fácilmente con las canciones. Un buen método, puedo atestiguar.

Desde que el americano Harold Bloom publicó 1994 su libro The Western Canon, argumentando sobre la necesidad de enseñar a las nuevas generaciones lo que a él le parecían las obras más importantes de la literatura occidental, el debate sobre la necesidad de confeccionar un canon cultural en los países occidentales ha estado muy presente en la vida política, sobre todo en aquellos países con una gran inmigración proveniente de culturas fuera del ámbito occidental. En 2004, Brian Mikkelsen, entonces ministro de cultura danés, encargo a siete grupos diferentes en siete campos culturales distintos de reunir un canon cultural oficial danés. Este canon debía contener lo mejor del patrimonio cultural danés. Los siete comités comenzaron en abril de 2005 el trabajo de seleccionar qué obras formarían parte del canon. Las obras fueron seleccionadas en siete categorías: arquitectura, diseño, artes visuales, teatro, literatura, cine y música. Cada grupo pudo elegir doce obras. Durante el proceso de trabajo, se añadió la cultura infantil y el área de música se dividió en dos. En total, el canon cultural danés contiene 108 obras. El 24 de enero de 2006 se presentó el canon cultural de Dinamarca, y el 15 de agosto de 2006 se publicó en forma de libro destinado a ser distribuido en las escuelas danesas.

Tanto la idea misma de seleccionar un número limitado de obras como especialmente significativas, como el proceso de selección y el contenido final, han sido criticados desde varios sectores. También se han propuesto una serie de cánones alternativos. Aquí en Suecia, se discutió mucho esta propuesta, hasta que, el 21 de diciembre de 2023, el gobierno conservador, a propuesta de los ultraconservadores Demócratas Suecos, publicó la siguiente noticia en su página Web:

“El gobierno ha decidido hoy emitir directrices para el comité que elaborará un canon cultural sueco. El objetivo es hacer que la cultura sueca sea accesible para más personas. Un canon cultural sueco debe ser una herramienta viva y útil para la educación, la comunidad y la inclusión.

La cultura es una fuerza cohesiva importante en una sociedad. Gran parte del conocimiento que era evidente para las generaciones anteriores hoy en día no lo es tanto. Por lo tanto, existe la necesidad de marcos de referencia comunes en nuestra sociedad democrática, y la cultura puede contribuir a ello.

El trabajo para seleccionar las obras que formarán parte del canon cultural sueco se llevará a cabo en grupos de expertos independientes con competencia en sus respectivas áreas. Es el comité el que decidirá qué áreas de arte y cultura serán relevantes, establecerá los criterios para la selección de las obras y nombrará a los grupos de expertos.

Los grupos de expertos decidirán de manera independiente qué obras formarán parte del canon cultural sueco, pero el público también tendrá la oportunidad de presentar propuestas. La ambición del gobierno es que un canon cultural sueco esté en vigor durante el actual periodo legislativo.

El gobierno ha designado al profesor e historiador Lars Trägårdh como presidente del comité. El gobierno anunciará más miembros del comité en una fecha posterior. El informe debe ser presentado al Ministerio de Cultura a más tardar el 31 de agosto de 2025.

La misión se basa en un acuerdo entre los Demócratas Suecos, los Moderados, los Demócratas Cristianos y los Liberales.” [1]

No sé lo que saldrá de este comité, pero lo que hicimos ayer en el Parque de la Ciudad de Lund era lo más parecido a un canon que se puede encontrar. De las doce canciones que cantamos, once eran conocidas por, me atrevería a decir, todos los asistentes. Una era menos conocida. Cantando estas canciones nos afirmamos como pertenecientes a un grupo que comparte una memoria colectiva, lo que, en sí, es la llave de la cohesión social. Ni que decir tiene que yo soy claramente partidario de la implantación de un canon. En primer lugar, porque el conocer un canon cultural funciona como un punto de encuentro entre las generaciones. En segundo lugar, porque, para el que viene de fuera, el conocer el canon de su nación de acogida, le proporciona una llave, que le ofrece la posibilidad de entrar de lleno en esa cultura, integrándose de una manera sólida y auténtica. Vayamos del coro al canon.


[1] https://www.regeringen.se/pressmeddelanden/2023/12/en-svensk-kulturkanon-ska-tas-fram/