En Cádiz me hice una foto junto a un árbol centenario, imponente, por su tamaño y por la fuerza que emanaba. Mirando la foto pienso que he usado esa imagen muchas veces cuando hablo de migraciones, pues suelo usar como alegoría, para explicar las grandes migraciones que desde siempre suceden con casi predecible regularidad, que la diferencia entre los humanos y los árboles, es que estos últimos tienen raíces mientras los humanos tenemos pies. Cuando el bosque se quema, los árboles arden, con sus raíces ancladas en la tierra, sin posibilidad de zafarse de la quema. Los hombres, por el contrario, tenemos pies y, en caso de peligro, podemos huir a un lugar que nos ofrezca garantías para perdurar. Si no hay comida, si carecemos de sustento, vamos a buscarlo a otro lugar, mientras los árboles, en tierra empobrecida y seca, mueren sin remedio.
Cuando explico mi alegoría, nadie me lleva la contraria; es así, no se puede negar. Pero en la práctica, parece también muy lógico que, los que viven en un lugar seguro, miren con recelo a los que vienen de fuera. El que ha vivido la migración en primera persona, sabe muy bien que no es raro encontrar desconfianza y rechazo en la población autóctona, por mucho que el inmigrante ponga por su parte para integrarse en su nueva sociedad. El inmigrante lo tiene todo un poco más difícil cuando se trata de conseguir cualquier meta. Lo tendrá difícil para encontrar un trabajo, aún hablando bien la lengua del lugar, le costará más tiempo encontrar una vivienda digna, se verá discriminado en muchos lugares de ocio, donde se quedará en la puerta viendo entrar a muchos otros “locales”. Se sospecha de él o de ella por el mero hecho de ser diferentes, le pararan con toda seguridad en los controles y será controlado casi siempre al pasar las fronteras. Tendrá difícil el ser invitado a una cena familiar o a actos importantes en la vida de sus compañeros de trabajo. No es una regla, pero lo que expongo está demostrado estadísticamente.
No es una regla, repito, pero todos los inmigrantes han conocido algunas de esos fastidiosos inconvenientes o quizás todos, y no por eso la gente deja de emigrar. Volviendo a la metáfora del árbol y el incendio, los que tienen pies, se van de dónde hay guerras, hambrunas, serias dificultades económicas, un clima político asfixiante o un paro endémico, persecución por motivos de sexualidad, religión o filiación política Últimamente se empieza a notar el cambio climático como motivo de emigración. A algunos se les juntan todas y cada una de los motivos que he expuesto. Estos serían los mecanismos del “push” o expulsión mientras que los mecanismos de “pull” o efecto llamada serán expuestos a continuación, porque a ellos se suelen referir todos los que quieren disminuir y al ser posible acabar con los flujos migratorios.
Migraciones ha habido siempre, la historia nos da muchos ejemplos de esas migraciones y también de los conflictos que ocasionaron. Permitidme un pequeño repaso. Los hebreos, que eran trashumantes, llegaron a las puertas de la ciudad-estado de Ur, donde estaba asentado un pueblo dedicado a la agricultura y de costumbres sedentarias. Según el antiguo testamento, dios elije a ese pueblo trashumante como su “propio pueblo”. A mi me parece que esto fue una forma de empoderar a los hebreos que su líder Abraham inventó para justificar la búsqueda de lo que ellos llamaban “la tierra prometida”. Cuando llegan a Egipto les reciben más o menos como nosotros recibimos a los subsaharianos, esclavizando a la mayoría. La continuación ya se trata más de como ellos, los hebreos, se hacen con el poder echando o esclavizando a un pueblo que vivía allí con anterioridad. Esto ya lo sabemos y también sabemos que sigue así la cosa. Pueblos enteros puestos en marcha encontramos a cientos en la historia. Un ejemplo que algunos xenófobos con alguna cultura histórica utilizan es el de las migraciones de los pueblos nórdicos y germánicos hacia las fronteras con el imperio romano. Lo que originó esa migración que en alemán se denomina el «Völkerwanderung» (migración masiva) fue sobre todo un efecto “push”, el ataque de los hunos, que se los llevó por delante alrededor del año 370 de nuestra era y les apretó contra las fronteras del imperio romano, abriendo una época de infiltración en el imperio y de participación en operaciones militares, como tropas aliadas o sirviendo como mercenarios en las tropas romanas regulares. En un proceso que duró unos cien años el líder de los hérulos, Odoacro desbancó al último emperador romano, Rómulo Augústulo el 476, Sin embargo, es importante notar que Odoacro nunca tomó el título de «emperador»y se dio el título de rey de Italia, bajo el emperador romano de oriente.
Los xenófobos europeos temen que algo así suceda en Europa o en Estados Unidos. Ellos preguntan: ¿sabes cuantos extranjeros hay por ejemplo dentro del ejército español? Yo les contesto que es el 7,5% o unos 7 200 extranjeros, en su mayoría ciudadanos de países con vínculos especiales con España y son necesarios para completar las filas del ejército. En el caso de Estados unidos, los hispanos y afroamericanos representan una tercera parte ca 33%. En Suecia el 15% aproximadamente de los que sirven en las fuerzas armadas son inmigrantes o hijos o nietos de inmigrantes, nacionalizados suecos.
Yo, a los xenófobos les contesto que, de lo que realmente pueden estar seguros es que, ni Europa, ni Estados Unidos, serán igual que son hoy, serán distintos, y reflejarán las migraciones pasadas y las actuales. Hace poco Gran Bretaña tenía como primer ministro a un hombre de ascendencia india, del Punjab, de dónde emigraron sus padres. Asi como el alcalde de Londres, Sadik Khan tiene padres pakistaníes que emigraron de su país en los años 60 y trabajaron como conductor de autobús y costurera. ¿Y qué? – digo yo al que me quiere escuchar.
Yo he discutido muchas veces con personas que esgrimen unos argumentos pretendidamente lógicos para la disminución de la inmigración. Yo creo que vale con relatar estos argumentos, que he recogido en Suecia, España y Hungría, para comprender qué tipo de argumentación emplea la xenofobia en todo el mundo, y no solo en occidente, porque esta actitud misántropa se da en todo el mundo. Los xenófobos suelen exhibir una variedad de razones para justificar su deseo de dificultar la entrada de personas de otros continentes a Europa. Algunas de estas razones incluyen, sobre todo a partir del 11 de septiembre, el miedo al terrorismo y la criminalidad, argumentando que la llegada de inmigrantes, especialmente de regiones afectadas por conflictos, podría incrementar el riesgo de ataques terroristas y aumentar los índices de criminalidad. A esto yo les contesto que la percepción pública de la criminalidad no refleja con precisión las estadísticas reales. La cobertura mediática y la atención pública exageran la percepción de aumento de la criminalidad. Por ejemplo, según el Consejo Nacional Sueco para la Prevención del Crimen (Brå)[1], la criminalidad como hurtos, robos, atracos, ha disminuido considerablemente en los últimos 50 años mientras los asesinatos entre bandas criminales, que se dedican al comercio con drogas ilegales, han aumentado, pero la incidencia de asesinatos sigue siendo muy baja comparada con otros países occidentales. En el caso de los delitos sexuales, Las denuncias han aumentado en los últimos años. Parte de este aumento se debe atribuir a un mayor enfoque en la denuncia y al cambio en la legislación y definiciones de estos delitos, ya que hay comportamientos que antaño no eran delito y que hoy si lo son. También se ha promovido una mayor conciencia y disposición a denunciar estos crímenes.
A estas razones me suelen contestar que, en las cárceles suecas el 58% de los internos son extranjeros o tienen un al menos un progenitor extranjero. Eso es verdad, lo puedo leer en el antes citado Brå, pero esas cifras se pueden explicar de muchas maneras, sin pensar que, la mera condición de extranjero, les hacer más propicios a delinquir. Empezando por las cifras, el 58% es una cifra alta pero hay que saber que el grupo de extranjeros o hijos de extranjero alcanza el 35% de la población. Además, debemos tomar en cuenta algunas cosas que encontramos detrás de esas actividades delictivas, como, por ejemplo: desigualdades socioeconómicas y educativas, exclusión social y discriminación, mayor vigilancia y control policial en áreas con alta concentración de inmigrantes, diferencias en la tasa de denuncias y procesamiento judicial.
Los xenófobos con los que discuto, se quedan temporalmente callados, sobre todo cuando exhibo datos fidedignos, pero, al rato, recobran la actividad y sostienen que los inmigrantes compiten por empleos con los ciudadanos locales, lo que podría llevar a salarios más bajos y a una mayor tasa de desempleo entre la población autóctona. ¡Nos quitan el trabajo! – claman. Para colmo, aducen que un aumento en la inmigración ejerce presión sobre los servicios públicos como la salud, la educación y la vivienda, lo que resulta en una disminución de la calidad de estos servicios. Aquí me despacho otra vez a gusto con las estadísticas de Brå para desmenuzar los argumentos xenófobos. En Suecia, muchos estudios han encontrado que la inmigración no ha tenido un impacto significativo en las tasas de empleo de los autóctonos. En un informe hecho por Brå se indica que, aunque los inmigrantes están sobrerrepresentados en ciertos sectores laborales, esto no necesariamente significa que están «quitando» empleos a los trabajadores autóctonos. En realidad, los inmigrantes a menudo ocupan puestos de trabajo que los trabajadores autóctonos no están dispuestos a aceptar, ya sea debido a la naturaleza del trabajo, trabajos en agricultura, limpieza, cuidado de ancianos, o a la ubicación geográfica, trabajos en áreas rurales o menos atractivas. Los inmigrantes contribuyen al crecimiento económico general, aumentando la demanda de bienes y servicios, lo que a su vez crea más empleos. También llena vacíos en sectores específicos, particularmente en industrias donde hay una escasez de mano de obra calificada. Y, lo más importante, la inmigración es necesaria porque Suecia, al igual que muchos otros países europeos, enfrenta un envejecimiento de la población. La proporción de personas mayores está aumentando, lo que genera una mayor demanda de servicios de salud y cuidado a largo plazo. Con una creciente población jubilada, es necesario atraer a trabajadores jóvenes para mantener la fuerza laboral y garantizar la sostenibilidad de los sistemas de pensiones y seguridad social.
Esto último no lo pueden negar ni siquiera los más rabiosos xenófobos. Nos estamos haciendo viejos. Si no fuera por la inmigración Suecia no tendría 10,5 millones de habitantes, como en la actualidad, sino aproximadamente 8,77 millones, de los cuales sería una mayor proporción jubilados. La actual tasa de fertilidad de las mujeres suecas es 1,6 hijos por mujer, necesitándose 2,1 para mantener una población estable. Son números contundentes, comparables a los de otros países occidentales. Por tanto, económicamente hablando, necesitamos la inmigración para sobrevivir.
Por último, si he conseguido llegar ahí en el diálogo, cambian el disco, de la criminalidad y la economía, hacia la cultura y la identidad nacional. Temen, dicen, que la llegada de personas de diferentes culturas y religiones podría diluir la identidad nacional y los valores tradicionales de las sociedades europeas. Al llegar aquí, ya no se habla de inmigración en general, sino, muy concretamente de la inmigración de personas de Medio Oriente, África, Asia y América. Sale a relucir la islamofobia y la aporofobia. Inmigración es aceptable para ellos si viene de Europa. Ningún problema en aceptar ucranianos, tampoco ricos con petrodólares, pero hay un miedo terrible hacia los pobres de África, que se ven obligados a dejar sus países por causas de guerra, pobreza e inseguridad.
En eso estamos. En Barcelona y Mallorca, protestan contra la masificación turística. Leo en pancartas “Tourist go home, refugees welcome” y sonrío. Lo hago porque a la vez que se escribe “Refugee Welcome “ las autoridades catalanas se niegan a participar en el reparto de menores no acompañados, desde Canarias, donde llegan en miles, hacía otras regiones españolas. No puedo evitar ver en esos slogans de “Tourist go home” un poco de xenofobia, no lo puedo evitar. También hay que mirar a ver quien mueve la olla, porque en Catalunya está surgiendo un reducto nacional-xenófobo, Aliança Catalana, cuyo ideólogo, Jordi Aragonès[2] i Martínez, tiene como referentes políticos Margaret Thatcher, Steve Bannon, Donald Trump, Jordi Pujol i Geert Wilders.
Aquí os dejo hoy. Recordad que los humanos no tenemos raíces, aunque muchos se empeñen en hacernos creer eso. Nacer en alguna parte no da un derecho especial a la tierra, eso ya lo expliqué yo en otra entrada, esa es mi humilde opinión, “ubi bene ibi patria”.
[1] https://bra.se/bra-in-english/home.html
[2] Nieto de Josep Aragonès, alcalde de Pineda del Mar durante el franquismo y primo hermano de Pere Aragonès, presidente en funciones de la Generalitat.
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