Primer día gris de este espléndido agosto. Todavía no hay mucha gente por las calles, aunque las escuelas y los institutos comenzaron las clases ayer. Los 40.000 estudiantes y profesores de la universidad, alargan sus vacaciones una semana más. Yo casi les echo de menos, aunque, con las calles vacías, tengo la oportunidad de mirar detenidamente los edificios que voy viendo al caminar. Veo que aún quedan muchos edificios que ilustran la historia de las transformaciones sociales vividas en Escania en general y, más específicamente en Lund, desde su definitiva integración en Suecia a partir de 1712 hasta 1809.

De forma muy parecida, me dediqué este junio pasado, a vagar por Barcelona contemplando vestigios de la misma época. Como veis, sigo comparando, aunque estoy convencido de las dificultades que se presentan al querer comparar dos procesos diferentes, en diferentes regiones, aun siendo cronológicamente paralelos. La comparación por mi parte llega también a incluir algo que me persigue en mis paseos, oyendo la radio española, la dichosa amnistía y “el concierto catalán”, que continuamente se repiten en cada boletín informativo y que parece que es algo nuevo. En realidad, hace poco más de 300 años se encontraban España y Cataluña en una muy parecida situación, como veremos más adelante. ¿Qué es lo que se puede comparar? Empezaré con el nombre del soberano. En el año 1700, el rey sueco se llama Carlos, Carlos XII, y era XII, porque Carlos IX adoptó su número ordinal basándose en leyendas suecas que incluían a varios reyes llamados Carlos que en realidad no existieron o cuyos reinados no fueron reconocidos formalmente, así que, en realidad, debió llamarse Carlos IV. Bueno pues, el rey en España se llamaba ese año Carlos II, por lo menos hasta el 1 de noviembre, día en que dio su último suspiro y dejó este valle de lágrimas, dando comienzo, sin querer, a una de las mayores guerras europeas, anteriores a la primera guerra mundial, en la que estaban enfrentadas, como contendientes Francia y Alemania.[1]

El rey sueco, que no murió en su cama, como lo hizo el rey español, murió también en noviembre, esta vez el 30 del mismo de 1718, y se fue también de esta vida sin dejar heredero, lo que llevó a su reino a pasar por una sucesión accidentada. De los dos reyes se puede decir que eran grandes desconocidos para sus súbditos, porque el uno, Carlos II de España, no pisaba la calle, y el otro, Carlos XII de Suecia, no pisaba Suecia, porque estuvo toda su vida como rey, exceptuando los tres últimos años, recorriendo el este de Europa en interminables guerras con Rusia, Polonia y Dinamarca. Ambos reyes resultaron catastróficos para sus países, aunque el rey sueco se llevó una fama de guerrero un tanto romántica, que en mucho se debe al libro de Voltaire, escrito 13 años tras la muerte del soberano sueco.[2] Este mismo Voltaire es también el responsable de difundir la mala imagen de Carlos II de España.[3]  Modesto Lafuente es uno de los historiadores responsables de perpetuar la imagen negativa de Carlos II en la historiografía española. En su extensa obra, describe a Carlos II como un rey débil y poco apto para gobernar, destacando su deterioro físico y mental como símbolos de la decadencia del imperio español.[4]

En segundo lugar, quiero decir algo sobre el complejo o sentimiento de capitalidad que se vivió en Lund y en Barcelona durante el periodo de tiempo en que estas ciudades fueron capitales accidentales de sus reinos; ya sé que se dirá que exagero, comparando Lund con sus 1300 habitantes con una Barcelona que ya contaba con 38.000. Sin embargo, yo sostengo que es comparable por muchas razones. La primera razón, en cuanto a Lund, es que la presencia de Carlos XII y la concentración de la administración real en Lund durante su estancia reflejan un cambio temporal en el estatus de la ciudad, que pasó de ser una pequeña ciudad universitaria a un centro de poder en 1716. En Barcelona este sentimiento de capitalidad se siente desde que el archiduque Carlos, el 22 de octubre de 1705, desembarca en Barcelona con el apoyo de la flota anglo-holandesa. El archiduque desembarcó en Cataluña y recibió un apoyo considerable, especialmente en Barcelona, donde fue recibido como el nuevo soberano. La ciudad, así como otras partes de Cataluña, reconoció al archiduque Carlos como Carlos III de España. El cambio de lealtad de Barcelona y su posterior resistencia hasta su rendición, el 11 de sptiembre de 1714 se convirtieron en un símbolo de la lucha por las libertades catalanas y la defensa de su identidad. Esta narrativa ha perdurado en la historia y la cultura catalanas, influyendo en la política regional hasta la actualidad. Aunque el archiduque dejó la ciudad el 27 de septiembre de 1711, su esposa, Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel, permaneció en Barcelona hasta el 19 de marzo de 1713. Pero, es importante dejar claro que el archiduque en Barcelona se declaró rey de España y no de Cataluña. Se da el caso que tropas catalanas, mandadas desde Barcelona para apoyar a los ingleses, participaron en la toma de Gibraltar para España, aunque luego Gran Bretaña aprovecharía para hacerse con el control del peñon, como compensación de guerra.

Barcelona vivió, por tanto, un periodo de capitalidad de facto, al menos, entre 1705 y 1713, durante la guerra de sucesión española, cuando la ciudad se convirtió en el centro de operaciones de la resistencia al rey Felipe V y en la sede del gobierno del archiduque Carlos de Austria, proclamado como Carlos III por sus seguidores en Barcelona. Este periodo fue vivido con un intenso sentido de protagonismo político y cultural. De haber triunfado el archiduque y sus aliados, podría muy bien haberse dado el caso de que la capitalidad de Barcelona en España se hubiera perpetuado. Esto es, naturalmente una especulación contrafactual, pues nunca sabremos la respuesta a la pregunta: ¿Qué habría pasado si el archiduque Carlos no hubiera dejado Barcelona en 1711? Estas preguntas nos permiten considerar las consecuencias potenciales de eventos no ocurridos, pero no dejan de ser especulaciones.

Para terminar, comparable es también el catastrófico estado de las finanzas en ambos países, debido tanto a la perdida de ingresos como a la carga de un aparato bélico desproporcionado, que los dos Carlos y sus sucesores trataron de mejorar, subiendo los impuestos a todas las fuentes que producían alguna riqueza. En el caso de Suecia, también al coste de una inflación desbocada.  

Ya que estoy en Lund, empezaré por repasar las condiciones en las que se encontraba Escania el año 1721. Demos un repaso a la historia comenzando con las características de la región en cuanto a economía y población. Alrededor de 1720, la población de Escania se estima en aproximadamente 200,000 a 250,000 habitantes.[5] Se estima que entre el 80% y el 90% de la población de Escania vivía en el campo. La economía se basaba en la agricultura, y la mayoría de las personas vivían en pequeñas aldeas o granjas. Aproximadamente entre el 10% y el 20% de la población vivía en ciudades o pueblos más grandes. Las ciudades importantes, como Malmö, Lund, Helsingborg, Ystad y Kristianstad, concentraban la mayor parte de la población urbana.

Como la mayoría de las ciudades suecas en esa época, Lund tenía una población modesta, en comparación con las grandes urbes europeas, ya que Suecia en general, y Escania en particular, tenían una estructura predominantemente rural. Con una población que oscilaba entre los 1300 y los 2000 habitantes, que no creció de manera considerable durante el siglo XVIII, Lund mantenía una situación privilegiada como urbe eclesiástica y universitaria, con su Universidad fundada el 1666. En 1716, después de la debacle de Poltava en 1709[6], y de una serie de campañas militares poco exitosas, Carlos XII se trasladó a Lund como parte de su estrategia para establecer una base de operaciones en el sur de Suecia, cerca del frente danés. Lund era un lugar estratégico debido a su ubicación en Escania, una región que había sido el centro de las tensiones entre Suecia y Dinamarca. El 6 de septiembre de 1716, Carlos XII llegó a Lund. A partir de este momento y durante casi dos años, la pequeña ciudad universitaria con solo 1300 habitantes funcionó como la capital no oficial de Suecia. El rey absoluto y Lund llegaron a influirse mutuamente de varias maneras[7].

Carlos XII estableció su cuartel general en Lund[8] mientras preparaba una ofensiva contra Dinamarca- Noruega. La presencia del rey con sus tropas resultaba muy agobiante, no solamente en la ciudad, sino en toda Escania. Se estaba dando una de esas ocasiones en la que el pueblo llano, a la menor ocasión, como puede ser un acto de violencia por parte de los soldados, podrían haber iniciado una revuelta. También los alrededores de Lund se vieron afectados. Más de veinte mil soldados estaban alojados en casas de labor por toda Escania. Como siempre, la presencia del ejército atrajo a prostitutas y a otras gentes de “mal vivir”, como se refleja en el acta del consistorio académico del 18 de junio de 1717[9].

La pequeña ciudad escaniana empezaba a abrirse al mundo impulsada por el hecho de que Lund funcionara como la capital del reino. Lundska Lögerdagz Courant (El correo lundense del sábado), fue el primer periódico que se imprimió en Lund y en toda Escania. El primer número se publicó el 10 de agosto de 1717. En sus ocho páginas se describían batallas, preparativos de guerra, matrimonios reales y otros eventos ocurridos en Europa, que, casi siempre, tenían varios meses de antigüedad. Había, eso sí, pocas noticias de Suecia, y generalmente no se incluían noticias locales en el periódico. Sin embargo, de vez en cuando se informaba que se había celebrado una disertación en presencia de Su Majestad Real. Y, es que, el rey guerrero por excelencia, mostraba un gran interés por la universidad y atendía las clases de varios catedráticos, especialmente de matemáticas y filosofía, y no se perdía ninguna disertación. El periódico se publicaba dos veces por semana y cambiaba de nombre según el día de la semana en que se publicara. En total, se publicaron 75 números. La última edición se emitió el 19 de junio de 1718, una semana después de que Carlos XII dejara la ciudad para siempre, para encontrar su fin en la mañana del 30 de noviembre de ese año, por una bala disparada desde la fortaleza de Fredriksten.

Aún cientos de años después de su muerte, Carlos XII sigue teniendo influencia en Lund. Es una influencia conflictiva y a veces muy negativa. Los homenajes al rey en el aniversario de su muerte, el 30 de noviembre, se convirtieron en la década de 1990 en enfrentamientos directos entre extremistas de derecha de estética skin y antirracistas igualmente combativos, entre los cuales se encontraban muchos de mis estudiantes, dicho sea de paso.

Un cuadro que representa al rey Carlos, preside la sala de profesores del instituto Katedralskolan, sito en parte en la casa construida en 1580 por el consejero del reino danés, Corfitz Tønnesen Viffert, a la que Carlos XII se mudó en 1716.  A principios de 1700, la casa era propiedad del catedrático Martin Hegardt y, al ser una de las pocas casas de piedra de Lund, fue requisada por la corona para Carlos XII después de su regreso a Suecia. Al pasar frente al edificio, voy pensando en la importancia que tuvo la fugaz capitalidad para esta pequeña ciudad. Junto con la fundación de la universidad, el breve tiempo que la corte estuvo localizada entre sus estrechas calles, abrió un periodo de un cierto cosmopolitismo para los habitantes de la ciudad.

Y, llegado aquí, me parece relevante llegar a la comparación con Barcelona, porque, tamaño aparte, el secreto de por qué las instituciones catalanas se pusieron del lado del archiduque pretendiente y de sus aliados, aparte de la conservación de sus instituciones y sus leyes, era la espectativa de hacer Barcelona capital de España. Esa promesa llevó a las instituciones catalanas a negarse a entregar Barcelona, aún después de la paz de Utrecht, siempre a la espera de una ayuda británica que nunca llegó. Tras el el Convenio de Hospitalet de Llobregat, el 22 de junio de 1713 entre el conde de Königsegg, representante del mariscal Starhemberg, jefe del ejército del archiduque Carlos de Austria, y el marqués de Ceva Grimaldi, representante del duque de Pópuli, jefe del ejército de Felipe V, finalizaban las hostilidades de la guerra de sucesión española. El acuerdo se firmó siguiendo los principios fijados en la Convención para la evacuación de Cataluña y el armisticio de Italia que estipulaba la evacuación de las tropas aliadas de Cataluña, Mallorca e Ibiza, así como la entrega de Barcelona, y de Tarragona a las tropas de Felipe V como garantía. Tenemos el testimonio de un soldado irlandés, John Fontaine que escribió en su diario:  «Viendo que los abandonábamos, nos llamaron traidores y todos los nombres más viles que se les ocurrieron, y la chusma nos lanzó piedras diciendo que los habíamos traicionado al ponerlos en manos del rey Felipe.»[10] El 14 de julio la ciudad de Tarragona capitulaba ante las tropas borbónicas dirigidas por Juan Francisco de Bette, Barcelona resistiría todavía hasta el 11 de septiembre del año siguiente. Seguiré con gusto esta comparación, contando lo que pasó en Lund tras la partida de Carlos XII y en Barcelona, a partir del 12 de septiembre de 1714. Os dejo con una fotografía tomada hoy de la casa en la que se hospedó el rey Carlos XII en Lund.


[1] Alemania, que aún no existía, estaba representada por Austria, es decir el Sacro Imperio Romano, con su  Leopoldo I, que promovió la candidatura de su hijo, el Archiduque Carlos de Austria, para el trono español y también el reino de Prusia, que se unió a la Gran Alianza para fortalecer su influencia en Europa. Del mismo modo, luchaban en el bando austriaco Gran Bretaña, bajo los reinados de Guillermo III y posteriormente Ana, para evitar un dominio borbónico demasiado fuerte en Europa, las Provincias Unidas (Países Bajos),  Aliados de Gran Bretaña y Austria, con intereses en limitar el poder francés y mantener su independencia de España, Portugal, que Inicialmente apoyó a Felipe de Anjou, pero que se unió a la Gran Alianza en 1703 de forma similar a Saboya, que también cambió de bando en 1703 para unirse a la Gran Alianza, buscando beneficios territoriales. Por el lado francés encontramos, además de Francia, a Baviera, que, alineada con Francia, buscaba preservar su influencia en Europa central.

[2] Voltaire; “Histoire de Charles XII”, 1731. En este libro, Voltaire presenta al rey sueco como garantía de la libertad europea contra la tiranía rusa, representada por su principal rival, el zar Pedro I de Rusia. Esta idea de rusia como representante del despotismo de oriente, se parece mucho a la imagen de Persia que se ha transmitido a través de la historia, en oposición a la democracia griega.

[3] Voltaire: “Le Siècle de Louis XIV”, 1751. Ver en: https://archive.org/details/sicledelouisxiv00voltgoog/page/n12/mode/2up

[4] Modesto Lafuente: Historia general de España, 1850-1869. Ver en: https://www.filosofia.org/his/laf/p305c10.htm

[5] Algunos datos sobre la población en Suecia pueden obtenerse ya desde la década de 1720, y datos estadísticos regulares de la población a partir del año 1749. En dicho año, comenzó a funcionar el llamado Tabellverket ( oficina de estadística) sueco. La organización del Tabellverket fue establecida mediante la real orden del 10 de noviembre de 1748. https://www.scb.se/hitta-statistik/aldre-statistik/innehall/serien-historisk-statistik-for-sverige/

[6] La batalla de Poltava en lo que ahora es Ucrania, que se libró entre los ejércitos del zar Pedro I de Rusia y el del rey Carlos XII de Suecia el 8 de julio de 1709, terminó con la victoria de los rusos, marcando el fin del Imperio sueco como gran potencia en Europa. Carlos XII huyó al frente de unos mil soldados y se refugió en territorio dominado por el imperio otomano, en Bender, en la actual Moldavia, y no regresó a Suecia hasta 1715.

[7] Un gran número de personas, muchos de ellos turcos y judíos, se fueron asentando cerca del rey para no perderle de vista. Eran gente a las que el rey les debía dinero. Entre los acreedores había seis turcos, una decena de árabes, algunos judíos y una condesa polaca. Y dado que solo había una posada en la ciudad, los huéspedes tuvieron que alojarse en casas de ciudadanos. Como había solo 270 viviendas en la ciudad, casi todas fueron utilizadas, salvo diecisiete que fueron rechazadas porque no cumplían los requisitos. Sin embargo, esto no significaba que las viviendas aceptadas fueran lujosas; solo una cuarta parte de ellas, por ejemplo, estaban equipadas con estufas de azulejos, un distintivo de confort en invierno. Alrededor de 550 huéspedes fueron alojados en Lund. Muchos ciudadanos protestaron contra la obligación de alojar a los huéspedes e hicieron todo lo posible por evitarlo, pero en vano. Por supuesto, la mejor acomodación la recibieron el rey, que echó a un catedrático de su casa para instalarse él, y sus más cercanos colaboradores.

[8] La casa que eligió para instalarse era una de las pocas casas de piedra que entonces había en la ciudad. El propietario era el joven catedrático de historia eclesiástica Martin Hegardt, que recibió del rey el obsequio de ennoblecer a su hijo mayor y además fue padrino de su segundo hijo, el 19 de agosto de 1717. En lugar de alquiler, recibió Hegardt diferentes pagas por cargos eclesiásticos. El rey andaba mal de dinero.                Biographiske underrättelser om professorer vid kongl. universitetet i Lund, ifrån dess inrättning till närvarande tid https://runeberg.org/bioprof/0102.html

[9] «un grupo de mujeres sueltas y prostitutas» se reunía por las noches en la universidad y «practicaba una inmoralidad lasciva» citado en Gösta Johanssons “Lunds universitets historia”, 1968.

[10] ALEXANDER Porter: “The Journal of John Fontaine.” The Colonial Williamsburg Foundation, The University Press of Virginia, 1972, p. 42. En Joaquim Albareda.