En mi paseo de hoy me veo obligado a desviarme de mi camino, porque toda la calle está cortada por obras. Veo que es cuestión del alcantarillado y recuerdo, que todo lo que sabemos sobre Lund, aparte de las pocas fuentes escritas, que dejó la iglesia y unos pocos nobles o ciudadanos prominentes, aparte de las actas de la universidad. Toda la historia de la ciudad, desde su fundación hace mil años y hasta el siglo XVI, depende del trabajo de los arqueólogos y estos empezaron su trabajo en la ciudad en la década de 1890, cuando Lund comenzó a dotarse de un sistema de alcantarillado. Esta fecha marca el inicio de la recopilación y documentación de hallazgos por parte del museo Kulturen que surgieron durante los trabajos de excavación. La combinación entre arqueólogos y el museo sigue en funcionamiento, y es también la más antigua de Suecia dentro de una misma área urbana medieval. Somos unos privilegiados, los que nos interesamos por la historia de la ciudad.

En realidad, basta con poner una pala en el suelo de Lund, para empezar a sacar restos de su historia. Siguiendo Kyrkogatan (La Calle de la Iglesia) en dirección sur, pasando por la catedral, cruzando Stortorget (La Plaza Mayor), inmediatamente a la derecha, encuentro una ruina, conservada en los bajos de un edificio, construido en los años 70 del pasado siglo. Las ruinas de la iglesia de Sankt Drotten o iglesia de Sankt Trinitas o Salvator, fue probablemente construida durante la década de 1050 y fue demolida al imponerse la reforma en Dinamarca. Reemplazó a una iglesia de madera cercana, la iglesia de Sankt Trinitas Salvator. Sobre el antiguo emplazamiento de la iglesia se trazó posteriormente la calle Kattesund, un pasaje, donde se han marcado los restos de los pilares de madera que soportaban el original edificio de madera. Algunos de estos pilares se han conservado y se pueden ver en Kulturen. La iglesia de piedra era un imponente edificio de 50 metros de largo con una forma inusual. Se cree que la primitiva iglesia de madera, a la que substituyó fue construida por el rey danés Svend Tveskæg, el fundador de Lund, alrededor del año 990, lo que convierte a esta iglesia de madera en la iglesia más antigua de Escania. En mapas y textos del siglo XII, la iglesia a veces lleva el nombre de Sankt Salvator (Iglesia del Salvador) y otras veces Sankta Trinitatis (Iglesia de la Santísima Trinidad).

Lund, esta pequeña ciudad en mitad de la fértil llanura de Escania, fue una autentica metrópolis cristiana durante la edad media. La ciudad, de entre 1000 y 2000 habitantes, llegó a tener alrededor de 27 iglesias, lo cual es bastante significativo para una ciudad de su tamaño en aquella época. Estas incluían tanto la catedral de Lund, que es la iglesia más famosa y el corazón religioso de la ciudad, como numerosas iglesias parroquiales y capillas.

Además de esas iglesias, Lund también tuvo al menos 5 monasterios y conventos importantes. El monasterio de los Benedictinos de San Pedro, fundado en el siglo XI, fue uno de los monasterios más antiguos de Lund. El monasterio de los Dominicos, establecido en el siglo XIII y conocido como Svartbröder (los Frailes Negros) debido al color de sus hábitos. El monasterio de los Franciscanos, fundado también en el siglo XIII, era conocido como los Gråbröder (Frailes Grises) por sus hábitos pardos. En el monasterio que lleva el nombre de Drotten, las ruinas que nombro aquí, se hallaba el monasterio de los Premonstratenses.

Siguiendo mi paseo llego a la imponente iglesia de ladrillo rojo que hoy se denomina Sankt Peters Klosterkyrka (Iglesia conventual de San Pedro)y que nos ofrece el más vivo testimonio, aparte de la catedral, de lo que pudo ser Lund en la edad media. La iglesia del convento de San Pedro fue construida a mediados del siglo XII bajo el arzobispo Eskil, sy destinado a monjas de la orden benedictina, después de que Lund se convirtiera en la sede del arzobispado de toda Escandinavia, y se construyeran nuevas iglesias en la ciudad. La información más antigua y segura sobre el monasterio es un documento del año 1164.

El edificio original de la iglesia fue construido en estilo románico, con piedra arenisca y tenía arcos de medio punto, un estilo similar al de la catedral de Lund hoy en día. En el siglo XIV la iglesia fue reconstruida en estilo gótico, con teja roja, reemplazando en parte la antigua iglesia románica de de mediados del siglo XII, que se había quedado pequeña. El monasterio fue demolido alrededor del año 1600, y solo la iglesia del monasterio quedó en pie, que es lo que podemos ver hoy. En 1653, sabemos que estaba casi completamente destruida, pero fue restaurada en varias ocasiones y finalmente, en la década de 1920, se realizó una restauración exhaustiva que devolvió a la iglesia su apariencia original. Es una iglesia imponente, pero a la vez acogedora, que invita al descanso y a la meditación a quien, como yo, la visita, una mañana de agosto.

Vuelvo a Drotten porque quiero contar una historia de viajes, siguiendo un poco el tema que traté ayer. Hoy quiero poner el foco en las peregrinaciones medievales. En las tumbas encontradas entre las ruinas de esta iglesia-convento, se encontraron muchos esqueletos que, en su pecho, lucían vieras u otros objetos que indicaban, que el que allí yacía había hecho, al menos, una peregrinación durante su vida. Las peregrinaciones cristianas comenzaron a popularizarse a partir del siglo IV, después de que el cristianismo se legalizara y se convirtiera en la religión oficial del Imperio Romano con el Edicto de Milán en el año 313. Sin embargo, se volvieron mucho más frecuentes y organizadas durante la alta edad media, aproximadamente entre los siglos V y XI. Algunos de los primeros destinos de peregrinación cristiana incluyeron lugares sagrados en Tierra Santa, como Jerusalén, Belén y el Monte Sinaí, siguiendo los pasos de Jesucristo. A medida que Europa se cristianizó y se establecieron importantes santuarios y monasterios, otros lugares se convirtieron en destinos clave para los peregrinos, como Santiago de Compostela, que se convirtió en uno de los principales destinos de peregrinación a partir del siglo IX. las peregrinaciones se convirtieron en un fenómeno masivo, con miles de personas de todas las clases sociales viajando largas distancias para visitar lugares sagrados. Este fenómeno continuó hasta bien entrada la Edad Moderna, aunque el fervor peregrino disminuyó en algunas regiones con la llegada de la Reforma Protestante en el siglo XVI, que cuestionó las prácticas asociadas con las peregrinaciones.

Estos viajes, en algunos casos, de miles de kilómetros, eran eventos comunitarios y sociales, porque, viajar en grupos ofrecía seguridad en los caminos, fomentando un sentido de comunidad entre los peregrinos. Muchos peregrinos viajaban a lugares sagrados como un acto de devoción, buscando acercarse a Dios, realizar penitencias por sus pecados o cumplir con promesas hechas en momentos de necesidad o aflicción. Se creía también, que visitar ciertos santuarios, especialmente aquellos que albergaban reliquias de santos, podía resultar en milagros o curaciones físicas y espirituales. Los santuarios más famosos, como Santiago de Compostela en España, Canterbury en Inglaterra, y Roma en Italia, eran destinos especialmente populares. Con toda seguridad, una de las principales causas de que hombres y mujeres en la edad media hicieran estos largos viajes, eran las indulgencias que la iglesia católica ofrecía a los peregrinos, lo que significaba la remisión parcial o total del castigo temporal por los pecados, reduciendo así el tiempo que una persona pasaría en el Purgatorio. Con el tiempo, las peregrinaciones se convirtieron en un fenómeno masivo, con miles de personas de todas las clases sociales viajando largas distancias para visitar lugares sagrados. Este fenómeno continuó hasta bien entrada la edad moderna, aunque el fervor peregrino disminuyó en algunas regiones con la llegada de la reforma protestante en el siglo XVI, que cuestionó las prácticas asociadas con las peregrinaciones. Recuerdos de estos viajes, vieras de Santigo y medallones de Roma y Canterbury están expuestos en Drotten i Kulturen. Pensando, me pregunto si esta masificación de peregrinos, suscitaban los mismos recelos que los turistas en nuestros días.

Sabemos bastante sobre esos viajes. Cronológicamente, es el «Itinerario de Egéria» uno de los primeros relatos, si no el primero, de peregrinación cristiana, escrito por Egéria, una mujer que realizó una peregrinación a tierra santa a finales del siglo IV, su obra es relevante porque establece una tradición de relato de peregrinación que influenciará los escritos medievales posteriores. Por empezar en algún lugar, lo hago en Santiago de Compostela con el Códice Calixtino, también conocido como el Liber Sancti Jacobi, que es una de las fuentes más importantes sobre las peregrinaciones medievales al santo patrón de España. Ambos conceptos no son idénticos. El Liber Sancti Iacobi representa el contenido del libro, del cual a lo largo de los siglos se copiaron varios manuscritos y con un contenido heterogéneo. El más antiguo y notable códice o manuscrito en el Liber Sancti Iacobi se conoce con el nombre propio de Codex Calixtinus[1] que data de 1140 y es el custodiado en la catedral de Santiago de Compostela, de donde fue hurtado en 2011, pero felizmente repuesto en un año más tarde.[2] Escrito en el siglo XII, este manuscrito es una guía para los peregrinos que viajaban a Santiago, comparable a una guía Michelín de su tiempo. El libro V del códice ofrece una descripción detallada del Camino de Santiago, incluyendo rutas, ciudades, santuarios, y recomendaciones prácticas para los peregrinos. También menciona los peligros del viaje, como bandidos y condiciones climáticas adversas, y proporciona consejos sobre cómo enfrentar estos desafíos. Creo que os interesará leer alguna de sus descripciones. Aquí sigue la descripción que el autor del códice hace del País Vasco y de sus pobladores:

“Después, ya cerca de Port de Cize, se encuentra el país de los vascos, que tiene en la costa hacia el norte la ciudad de Bayona. Esta tierra es bárbara por su lengua, poblada de bosques, montañosa, desolada de pan, vino y de todo alimento del cuerpo, salvo el consuelo de las manzanas, la sidra y la leche. En esta tierra, es decir, cerca de Port de Cize, en el pueblo llamado Ostabat, Saint-Jean y Saint-Michel-Pied-de-Port, los recaudadores de portazgo son tan malvados que merecen la más absoluta condena, porque armados con dos o tres garrotes, salen al paso a los peregrinos arrancándoles por la fuerza injustos tributos. Y si algún viajero se niega a darles los dineros que le piden, le golpean con los garrotes y en medio de amenazas le registran hasta las calzas y le quitan el censo, insultándole.

Las gentes de estas tierras son feroces como es feroz, montaraz y bárbara la misma tierra en que habitan. Sus rostros feroces, así como los gruñidos de su bárbara lengua, aterrorizan el corazón de quienes los contemplan. Aunque legalmente sólo pueden cobrar tributo a los mercaderes, lo reciben injustamente de los peregrinos y de todos los viajeros. Cuando deben cobrar normalmente de cualquier cosa cuatro monedas o seis, ellos cobran ocho o doce, es decir, el doble. Por lo cual, mandamos y rogamos ardientemente que estos portazgueros juntamente con el rey de Aragón  y demás personas potentados que de ellos reciben los dineros del tributo, así como aquellos que los consienten, como son: Raimundo de Soule, Viviano de Agramonte  y el Vizconde de San Miguel con toda su descendencia, junto con los antedichos barqueros y Arnaldo de Guinia con toda su descendencia y con los restantes señores de los referidos ríos, que injustamente reciben de aquellos mismos barqueros los dineros del pasaje, junto con los sacerdotes que a sabiendas les administran la penitencia y la eucaristía, o les celebran oficios divinos, o les admiten en sus iglesias, que sean diligentemente excomulgados, no sólo las sedes episcopales de sus respectivas tierras, sino también en la basílica de Santiago, en presencia de los peregrinos, mientras no se arrepientan con prolongada y pública penitencia, y moderen sus tributos. Y cualquier prelado que, por caridad o lucro, pretenda perdonarles de esto, reciba el golpe de la espada del anatema. Y sépase que dichos portazgueros en modo alguno deben percibir tributo de los peregrinos, y que los referidos barqueros no pueden cobrar, como tarifa por la travesía, más que un óbolo por dos hombres, si son ricos; y por su caballo un solo dinero; pero de los pobres nada. Y deben tener barcas grandes, en las que holgadamente puedan entrar las caballerías y los hombres.

 En el territorio todavía de los vascos, el camino de Santiago pasa por un monte muy alto, que se llama Port de Cize, o porque aquí se halla la puerta de España, o porque por dicho monte se transportan las mercancías de una tierra a otra; y su subida tiene ocho millas y su bajada igualmente otras ocho. Su altura es tanta que parece tocar el cielo. A quién lo sube le parece que puede tocar el cielo con la mano. Desde su cumbre puede verse el mar británico y el occidental, y las tierras de tres países, a saber: de Castilla, de Aragón y de Francia. En la cima de este monte hay un lugar llamado la Cruz de Carlomagno, porque en él, en tiempos pasados, Carlomagno abrió una senda con hachas, piquetas, azadas y otras herramientas, cuando, al frente de sus ejércitos, se dirigía a España. A continuación, alzó figuradamente en alto la cruz del Señor, y doblando las rodillas en dirección a Galicia elevó sus preces a Dios y Santiago. Por este motivo, los peregrinos tienen la costumbre de hincarse allí de y orar vueltos hacia la patria de Santiago, y cada uno deja clavada una cruz, estandarte del Señor. Hasta mil se pueden encontrar allí. De ahí que se considere a aquel lugar por el primero de la oración a Santiago en el camino.

En este mismo monte, antes de que creciese plenamente por tierra españolas la cristiandad, los impíos navarros y vascos solían no solo robar a los peregrinos que se dirigían a Santiago, sino también cabalgarlos como asnos, y matarlos. Junto a este monte, en dirección norte, hay un valle que se llama Valcarlos, en el que acampó el mismo Carlomagno con sus ejércitos, cuando sus guerreros fueron muertos en Roncesvalles, y por él que pasan también muchos peregrinos camino de Santiago y no quieren escalar el monte. Luego, pues, en el descenso del monte se encuentra el hospital y la iglesia en donde se está el peñasco que el poderoso héroe Roldán partió con su espada por medio, de arriba abajo, de tres golpes. Viene luego Roncesvalles, lugar en que en otro tiempo se libró la gran batalla en la cual el rey Marsilio, Roldán y Oliveros y otros ciento cuarenta mil guerreros cristianos y sarracenos fueron muertos.”[3]

El dominico Felix Fabri escribió en el siglo XV sobre su peregrinación a tierra santa en un relato detallado conocido como «Diario de un peregrino a Tierra Santa» («Evagatorium in Terrae Sanctae, Arabiae et Egypti peregrinationem»)[4]. Este relato ofrece una descripción pormenorizada de las rutas, las ciudades, los santuarios y las dificultades encontradas en el camino. Fabri describe no solo los aspectos religiosos del viaje, sino también los detalles del transporte, las condiciones de vida, las costumbres locales, y los peligros, como los ataques de piratas y las enfermedades.

La santa patrona de Europa, Santa Brígida de Suecia (Sankta Birgitta) peregrinó a Santiago de Compostela en 1341. Esta fue una de las peregrinaciones más notables de Santa Brígida, junto a las que la llevaron a Nidaros en Noruega[5], Roma y Jerusalén. Y, es importante tener en cuenta que, santa Brígida visitaba Santiago como representante de la quinta generación en su familia, que había hecho el largo viaje[6]. Ese año, Santa Brígida, junto con su esposo Ulf Gudmarsson y algunos de sus hijos, emprendieron el camino hacia Compostela. Aunque no hay un relato detallado por parte de Brígida sobre esta peregrinación en sus «Revelaciones», se sabe que este viaje tuvo un profundo impacto en su vida espiritual y en su relación con Dios. Su esposo, Ulf, enfermó gravemente[7] durante el viaje de regreso y, tras recuperarse, ambos decidieron vivir en castidad el resto de sus vidas.[8]

Ya en el género de la ficción, encontramos los Cuentos de Canterbury “The Canterbury Tales”[9] de Geoffrey Chaucer escritos 1387-1400. Estos cuentos son una colección de relatos contados por un grupo de peregrinos que viajan juntos desde Londres hasta el santuario de Santo Tomás Becket en la Catedral de Canterbury. Aunque es una obra literaria y no un relato de viaje histórico, proporciona una clara imagen de la diversidad de personas que realizaban peregrinaciones y de las motivaciones y experiencias personales de cada peregrino.

Chaucer presenta a un grupo heterogéneo de peregrinos, desde nobles hasta plebeyos y pícaros, mostrando cómo la peregrinación era un fenómeno transversal que abarcaba todas las clases sociales. Los cuentos también reflejan la vida social, las creencias religiosas, y la cultura popular de la Inglaterra medieval.

Siguiendo en ese género de la ficción bien documentada encontramos «El Libro de las Maravillas», conocido en inglés como «The Travels of Sir John Mandeville»[10], que es una obra medieval presentada como un relato de viajes escrito por un supuesto caballero inglés, Sir John Mandeville. La obra es una de las más famosas y leídas de la literatura de viajes medieval y ofrece una mezcla de hechos, leyendas y mitos.

También en el Quijote, mi libro favorito, que habré leído una docena de veces,  aparecen algunas referencias al tema de la peregrinación. Hay referencias muy explícitas, que resultan significativas en lo que respecta al fenómeno de la peregrinación y a su repercusión social en la época. Así en el capítulo LIIII, Cervantes nos cuenta como Sancho, decepcionado, por el fracasado gobierno de la Ínsula Barataria, mientras iba al encuentro de su amo, don Quijote, se encontró con unos peregrinos:

“Sucedió, pues, que no habiéndose alongado mucho de la ínsula del suII gobierno (que él nunca se puso a averiguar si era ínsula, ciudad, villa o lugar la que gobernaba) vio que por el camino por donde él iba venían seis peregrinos con sus bordones, de estos estranjeros que piden la limosna cantando5, los cuales en llegando a él se pusieron en ala6 y, levantandoIII las voces, todos juntos comenzaron a cantar en su lengua lo que Sancho no pudo entender, si no fue una palabra que claramente pronunciaba «limosna», por donde entendió que era limosna la que en su canto pedían; y como él, según dice Cide Hamete, era caritativo además, sacó de sus alforjas medio pan y medio queso, de que venía proveído, y dióseloV, diciéndoles por señas que no tenía otra cosa que darles. Ellos lo recibieron de muy buena gana y dijeron:

—¡Guelte! ¡Guelte![11]

—No entiendo —respondió Sancho— qué es lo que me pedís, buena gente.

Entonces uno de ellos sacó una bolsa del seno y mostrósela a Sancho, por donde entendió que le pedían dineros, y él, poniéndose el dedo pulgar en la garganta y estendiendo la mano arriba9, les dio a entender que no tenía ostugo de moneda y, picando al rucio, rompió por ellos.”[12]

Da a entender Cervantes, la picaresca que habitaba entre algunos de los peregrinos, que no era oro todo lo que relucía, ni fe la que profesaban. Nos lo dice claramente cuando, a continuación, nos realta esta escena:

“Todos traían alforjas, y todas, según pareció, venían bien proveídas, a lo menos de cosas incitativas y que llaman a la sed de dos leguas. Tendiéronse en el suelo y, haciendo manteles de las yerbas, pusieron sobre ellas pan, sal, cuchillos, nueces, rajas de queso, huesos mondos de jamón, que, si no se dejaban mascar, no defendían el ser, chupados. Pusieron asimismo un manjar negro que dicen que se llama cavial, y es hecho de huevos de pescados, gran despertador de la sed de vino. No faltaron aceitunas, aunque secas y sin adobo alguno, pero sabrosas y entretenidas. Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino, que cada uno sacó la suya de su alforja: hasta el buen Ricote, que se había transformado de morisco en alemán o en tudesco, sacó la suya, que en grandeza podía competir con las cinco.”

Hay por tanto entre los peregrinos alemanes un morisco español, echado de España por su religión en 1610[13], pero que no guarda muchas costumbres islámicas, al menos en lo que se refiere a las comidas y al alcohol, que reconoce a Sancho. Que esta costumbre de hacerse pasar por peregrino era bastante corriente, parece, a juzgar por todos los casos que el Códex Calistinus y otras fuentes nos ofrecen. Estos impostores aprovechaban la buena fe de las gentes en España, y su religiosidad, para “vivir del cuento” y venían no solo de fuera, sino también campesinos castellanos y de otras partes de España se sumaban para gozar de los privilegios de los peregrinos. Siguiendo con el relato del Quijote, encontramos los peligros que acechaban en el camino a los transeúntes, peregrinos o no, pero también del respeto que se les profesaba. Esta parte está tomada del capítulo LX “De lo que sucedió a don Quijote yendo a Barcelona” en que Don Quijote y Sancho se topan con un bandolero y su gente, que detienen a un grupo en el que van una señora con su séquito, dos capitanes y dos peregrinos. En el dialogo que sigue se advierte el respeto que se les tiene a los peregrinos:

“Mandó la señora regenta a un criado suyo diese luego los ochenta escudos que le habían repartido, y ya los capitanes habían desembolsado los sesenta. Iban los peregrinos a dar toda su miseria, pero Roque les dijo que se estuviesen quedos y, volviéndose a los suyos, les dijo:

—Destos escudos dos tocan a cada uno, y sobran veinte: los diez se den a estos peregrinos, y los otros diez a este buen escudero, porque pueda decir bien de esta aventura.”[14]

Yo hoy sigo mi camino, que de alguna manera puede considerarse un peregrinar, como dijo Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre: “Este mundo es el camino/ para el otro que es morada/ sin pesar;/ mas cumple tener buen tino/ para andar esta jornada/ sin errar.”[15]Y, esta metáfora es valida para nuestro caminar, andar pensando, andar recordando, poco a poco, acercándonos al final, sin saber cuándo ni dónde.


[1] https://www.caminosantiagoencadiz.org/index/CodexCalixtinus/CodexCalixtinus.html

[2] los archiveros de la catedral de Santiago de Compostela echaron en falta el 5 de julio de 2011 el códice y denunciaron el robo a las autoridades. El sistema de seguridad del texto era muy riguroso, se guardaba en una cámara blindada, pero la llave de la caja fuerte, no estaba bien vigilada y fue encontrada en la cerradura de la caja fuerte. Rápidamente se pensó de un electricista que había trabajado en la catedral y podía haber tenido acceso a las llaves y, efectivamente, en su casa se encontró el códice el 4 de julio de 2012, junto con otros objetos de valor y una gran suma de dinero que había ido sustrayendo de los cepillos.

[3] Codex Calixtinus, libro V, capítulo VII.

[4] https://archive.org/details/fratrisfelicisf00unkngoog/page/n8/mode/2up

[5] En Nidaros (Trondheim) se veneran los restos del rey Olaf de Noruega, Sankt Olof.

[6] Los detalles más específicos sobre los viajes de Brígida a menudo provienen de sus «Revelaciones Celestiales» y de las biografías escritas por sus seguidores después de su muerte. https://www.mscperu.org/espirit/santos_y_sabios/Brigida,%20Santa/Santa%20Brigida%20de%20Suecia,Revelaciones%20celestiales.pdf

[7] Murio en 1344, aunque algunas fuentes sugieren el 1346, por ser la fecha en que Brígida dejó el convento de Vadstena.

[8] Brígida i Ulf se casaron en 1316, cuando ella tenía trece años y él dieciocho. Ella le pidió vivir en castidad el primer año, lo que él aceptó. Tuvieron ocho hijos en dieciocho años. A la muerte de Ulf, siguió Brígida viajando en sus peregrinaciones y murió en Roma en 1373.

[9] https://chaucer.fas.harvard.edu/pages/text-and-translations

[10] https://www.gutenberg.org/files/782/782-h/782-h.htm

[11] Eran por tanto alemanes y gritaban “Geld”, dinero en esa lengua.

[12] https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap54/default.htm

[13] Es muy actual cuando Cervantes publica la segunda parte en 1615. Yo diría que es una crítica clara que Cervantes hace de la expulsión de los moriscos 1609-1610.

[14] Segunda parte, capítulo LX: https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap60/cap60_04.htm

[15] Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre, c.VI, vs 49-54.