Vengo de correr. Más que pasear, corro. He empezado con esta rutina porque se aproxima el día en que correré, quizás por última vez, un medio maratón 21 kilómetros y poco más, pero una distancia a la que le tengo mucho respeto. Esta carrera, que se realizará el 15 de junio de este año, se hace para conmemorar los 25 años de la inauguración del puente entre Suecia y Dinamarca, atravesando el Sund, desde Malmö a Copenhague. El día que se inauguró, también se corrió un medio maratón en el que participaron 80 000 corredores, este año la participación se ha limitado a 40 000, y yo he tenido la suerte de hacerme con un dorsal. Para mí es un gran reto y, saber que tendré que correr esa distancia, me espolea a entrenar. Por cierto, que he leído una cosa interesante que me hace salir a correr con una sonrisa en la boca. Se trata de un estudio científico[1] que demuestra al parecer que el que camina una hora diaria, gana 6 horas de vida, cada vez que lo hace. A mí me gusta la vida, así que, ¡caminando, que es gerundio! Aquí un resumen de los resultados:

“Si todas las personas fueran tan activas como el 25% más activo de la población, los estadounidenses mayores de 40 años podrían vivir en promedio 5,3 años más (intervalo de incertidumbre del 95%: entre 3,7 y 6,8 años).

La mayor ganancia en expectativa de vida por cada hora de caminata se observó en las personas del cuartil con menor actividad física, en quienes una hora adicional de caminata podría añadir 376,3 minutos (aproximadamente 6,3 horas) de esperanza de vida (intervalo de incertidumbre del 95%: entre 321,5 y 428,5 minutos).”

Al despertar esta mañana, en la claridad diáfana de la aurora, que se filtra entre las ramas de los arboles y penetra en mi cocina, me puse a repasar lo que escribí ayer y descubrí que había olvidado unos cuantos Cafés importantes en mi vida. Uno de ellos es antiguo y creo que ya he escrito sobre él en alguna ocasión, es el café Sudbergs Konditori, con raíces en el año 1785, aunque se trasladó al local que ahora ocupa en Järntorget, en el centro antiguo de Estocolmo, en 1793. Aquí paro siempre que voy a Estocolmo, pero no me tomo un café, sino una cerveza, que las tienen muy buenas. No es tan lujoso como los cafés de Venecia, Roma o Budapest, pero tiene una elegancia “gustaviana” que me agrada y una patina autentica, aunque, como los demás, siempre está abarrotado de turistas, pero es lo que es.

Aquí en Lund teníamos un Café con mucha solera, bueno, dos en realidad. Uno de ellos era el antiguo Café Aten, frecuentado por estudiantes y profesores de la universidad, sito en el local de la organización estudiantil, una fortaleza académica, por así decirlo. En sus salones se podía “ligar” o discutir a Heidegger y hasta ser examinado de filosofía de la religión, como el que aquí escribe hizo una primavera de los 70. Ese Café sucumbió y se convirtió en un restaurante muy concurrido, cuando la universidad se masificó y se necesitaban locales para alimentar el cuerpo, y no solo el alma, de los miles de estudiantes que poblaban las calles de Lund. Más tarde ha resucitado en locales modernos, muy acogedores, pero sin la personalidad del antiguo Aten.

En los 80 abrió un Café al lado de la catedral, muy bohemio y acogedor, que rápidamente se convirtió en un nuevo Aten, lleno de jóvenes estudiantes, algún que otro profesor y un número creciente de artistas y trotamundos. Pero, además, había otro más elegante, auténticamente “lundensisk” que era el Café Lundagård. Allí servían un café sueco tradicional, con toda la bollería que acompaña a una auténtica “fika”, con porcelana fina y un servicio educado y ameno, que nos hacía sentir como en casa. Ese Café Lundagård, cerró y se convirtió en un restaurante muy concurrido.

Y al llegar a casa, me encuentro un WhatsApp de Xavier comentando mi entrada de ayer, en el que escribe que él también ha tenido experiencias cafeteras, y me adjunta un artículo suyo que me ha transportado a la, para mí, exótica São Tomé, y al Café & companhia, KÊ KUÁ? Un artículo que de buen grado comparto aquí, porque merece la pena leerlo, para todo aquel que quiera sentirse por un momento, viajero observador en ese paradisiaco rincón del mundo.[2]


[1] https://bjsm.bmj.com/content/59/5/333

[2] http://www.saotomeprincipe.eu/caue_projetos/caue_activitats/article_99_cafecompanhia.pdf