Llevo algunos días sin escribir. Este tiempo gris, este viento frío, no me deja contemplar el paisaje. Voy deprisa, escuchando la radio, pensando en mis cosas. Me desconecto de la actualidad, que empieza a angustiarme, no en la vida real, pero en lo que nos ofrecen los medios. No comprendo por qué la paz no está de moda. No puedo entender por qué debemos tomar partido por Ucrania o por Rusia, Israel o Hamas. ¿Por qué seguimos creyendo que la única solución será una victoria? ¿Por qué hemos dejado el camino de la paz y la mediación de un lado? No es la vida la que está de moda, es la muerte, la que nos contempla desde las páginas coloreadas de las revistas, de los periódicos, en la televisión y en todos los medios que usamos. Soldados muertos, niños muertos, mujeres muertas. La muerte es noticia.

Yo me aferro a la vida. Cuento los días que quedan para ver la primera florecilla aparecer entre la hojarasca, sentir los primeros rayos de sol que calienten un poco, oír los pajarillos afanosos en construir sus nidos. He estado en la antesala de un viaje sin retorno y quiero disfrutar de la vida que me queda. Por eso, mis pensamientos me llevan muy lejos, a los confines de la génesis del cosmos. ¿Cómo empezó todo, si es que empezó alguna vez? Me pregunto sin esperar ninguna respuesta. ¿Cómo y cuándo terminará todo? si es que ese todo tiene un fin. ¿Qué respuestas nos ofrece la ciencia? Aquí llevo casi toda mi vida creyendo en la teoría del Big Bang, que postula que el universo comenzó como una singularidad extremadamente caliente y densa hace aproximadamente 13.8 mil millones de años. Sin embargo, yo no puedo dejar de pensar en qué pasó antes del Big Bang o si ese concepto de «antes» tiene sentido en el contexto cosmológico. Supongo que ese es el argumento fuerte de las religiones. Sabiendo que todo viene de algo, nihil ex nihilo, ¿qué es ese algo que se esconde más allá del Big Bang?

Más antigua, más intuitiva, pero no por eso menos lógica que la teoría del Big Bang, es la cosmogonía griega. En muchos relatos, Sobre todo en los de Homeros y Hesíodo, el universo comienza en un estado de Caos, una especie de vacío primordial o confusión indiferenciada. A partir del Caos, surgen Gaya, también conocida como Gea, la Madre Tierra, y Urano, el Cielo.  Estos dos dioses primordiales personifican la tierra y el cielo respectivamente. Coincide esta cosmogonía en parte con la versión, aún más antigua que ofrecen los egipcios. Los jeroglíficos ofrecen muchas versiones de cómo el universo se origina a partir de Nun, un océano primordial de caos y oscuridad. El estado primordial indiferenciado del cual todo emerge. Así dice también nuestra Biblia: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.”

Hijo de Nix y gemelo de Hipnos, Thánatos, nos viene a recoger con una caricia, sin violencia, sin angustia. En la noche templada, sin sobresaltos, Hipnos nos trae el sueño y su hermano Thánatos nos lleva dónde todo acaba y todo comienza. Los agraciados evitan enfrentarse a las Keres o a la terrible Némesis.  Las Keres, hijas también de la noche virgen y, como tales, hermanas de la discordia, la tristeza y la vejez.  Ezis, Eris y Geras, acechan y oscurecen la vida, pero las Keres la arrasan con violencia.

Aello y Ocípete, las implacables arpías hijas de Taumante y la ninfa Electra, tempestades, pestes e infortunio nos causan terror. Su hermana Iris, tan diferente, tiene asignado el cometido de ejercer como diosa del arcoíris, anunciando el pacto de unión entre el Olimpo y la tierra. Aquí, la mitología griega toca resortes eternos: Si cerramos los ojos y nos concentramos en lo que ocurre a nuestro alrededor, veremos que la cosmogonía griega es válida y tremendamente actual, aunque la terminología es diferente, pues se basa en el entendimiento de los humanos, “el hombre es la medida de todas las cosas”, según Protágoras.

Si yo pudiera, implantaría el estudio generalizado de los autores clásicos griegos en las escuelas desde los párvulos hasta el bachiller, porque sería una buena manera de explicar la vida, las raíces de la ética y la idea de la buena vida. Tenemos mucho que aprender de las obras de Homeros y Hesíodo. Y a estos dos gigantes ¿Quién les inspiró? Es probable que la creación de la Ilíada haya sido un proceso complejo que involucró múltiples influencias. Homero, ya sea como individuo o como parte de una tradición cultural más amplia, logró crear una obra maestra que ha perdurado a lo largo de los siglos, por algo será.

Es Hesíodo, sobre todo, el que me hace pensar en que la cosmogonía griega está relacionada con tradiciones orientales más remotas e incluso con la ciencia de nuestros días. En un principio reinaba el Caos. Ahí tenemos a Urano, el firmamento, hijo y esposo de Gaia, la Tierra, con la que engendrará 18 hijos, los doce titanes, los tres ciclopes y los tres Hecatónquiros. Hijos que Urano mantiene ocultos, algunos de ellos en las entrañas de Gaia que, cansada de los caprichos de Urano fabricó una hoz adamantina, dura y afilada, y ordeno a sus hijos, los titanes, que atacaran al padre con ella. Sólo el más joven, Cronos, tuvo el valor de tomar la hoz y, con ella, castrar a su padre, cuando este vino a copular con Gaia. Liberados, los titanes salieron a la superficie y Cronos reinó en el Cosmos esposando a su hermana Rea. Dejando la mitología a un lado vemos como el tiempo, materializado en -cronos, toma el control del universo, Cosmos. Estrechamente relacionado con el universo en términos de su evolución y dinámica, según la teoría de la relatividad de Albert Einstein. El universo experimenta cambios y transformaciones a lo largo del tiempo, desde el Big Bang hasta la formación de estrellas, galaxias y estructuras cósmicas. La expansión del universo, la gravedad, la velocidad de la luz y otros fenómenos cósmicos están intrínsecamente ligados al tiempo. Además, la cosmología estudia cómo el universo ha evolucionado a lo largo del tiempo, desde sus primeros momentos hasta el presente y más allá. El tiempo, Cronos, es, por tanto, una dimensión esencial para entender la naturaleza y la evolución del universo. Hasta aquí la ciencia y la cosmogonía caminan de la mano.

Pero Gaia advierte a su hijo de que los vástagos que él va creando con Rea, se revelarán un día contra él y lo derrocarán. Para evitarlo, Cronos se zambullía todos los hijos que Rea paría: Hestia, Deméter, Hera, Hades, Poseidón, y así hasta llegar a Zeus, pero con Zeus no pudo, porque Rea decidió ocultarle al dar a luz en Licto, en la isla de Creta. Y Zeus, consigue provocar arcadas a Cronos, que poco a poco va devolviendo a los hermanos de Zeus, que, con él y el fulgor de su rayo, consiguen doblegar a los titanes y tomar el control del Cosmos. Para llegar a la armonía social, la buena vida, es preciso vivir en paz. Por eso, nace Eirene, una de las tres Horas, la diosa de la paz, como fruto de la unión de Temis, la diosa que custodia las leyes eternas, con Zeus. El bienestar y la prosperidad cunde allí dónde Eirene reina. Y es que sus hermanas, las Horas, igualmente necesarias para la armonía social, son diosas del orden de la naturaleza y de las estaciones.

Paz, ecología y conciencia climática son necesarias hoy para garantizar la armonía social y la buena vida. Hoy podemos sin duda decir que, en Europa al menos, hemos estado muy cerca de conseguir esta armonía social para la mayoría de nuestros ciudadanos. Sabemos que no lo hemos conseguido todavía al cien por cien y, posiblemente, nos estemos alejando cada vez más de esa armonía. Cuando nos vamos acercando a las nuevas elecciones europeas al Parlamento comunitario, debemos pensar que, no podemos dejar pasar la posibilidad de realizar el sueño de paz y prosperidad, que sus fundadores tuvieron en su día. Para los antiguos griegos, el propósito de la vida estaba estrechamente relacionado con la búsqueda de la eudaimonia o «bienestar» y también «felicidad floreciente». La eudaimonia no se entendía simplemente como placer o la ausencia de dolor, sino como un estado de plenitud y realización que se alcanza a través del desarrollo personal y moral, así como a través de la participación activa en la vida cívica y social. Los que dicen que la política no es para ellos, están cavando la tumba de nuestra democracia y nuestra libertad. No podemos dejar que el poder pase a aquellos que quieren aniquilar la paz y diluir la integración que hasta ahora hemos conseguido, porque el cambio climático, la paz y la defensa de la naturaleza es algo que no podemos conseguir distanciándonos. Votemos por la libertad, la cooperación, la paz y la conciencia climática.