Dentro de una hora saldré de casa para dar mi paseo matutino. Hoy tengo me llevará el paseo a una reunión con mis compañeros de partido. Hemos decidido reunirnos en el bosque, a 12 kilómetros del centro de la ciudad, en el Bosque de Skrylle, para discutir y planificar nuestras actividades ante la campaña para las elecciones europeas del 9 de junio. Hemos elegido ese lugar por varias razones. En primer lugar, estamos bastante hartos de reuniones en despachos, aulas y salones. En segundo lugar, el bosque, en estas fechas, es un lugar maravilloso para reunirse con los amigos y asar unos chorizos, mientras se discuten tácticas y eslóganes.

En realidad, lo que yo quiero escribir hoy no es solamente que voy a reunirme con mi partido, porque eso es pura rutina. Lo que yo verdaderamente quiero comunicar, es mi satisfacción por algo que ocurrió ayer y que tiene también que ver con un lugar de encuentro, un local en el centro de la ciudad que está funcionando muy bien, al menos un lugar que funciona según en su día se pensó que lo haría, cuando lanzamos la iniciativa de aprovechar la remodelación del Salón de la Ciudad (Stadshallen), comparable a un Saló de Cent, pero en moderno, construido en 1968 bajo el arquitecto Klas Anshelm, junto al antiguo ayuntamiento de la ciudad, como un lugar de encuentro cívico combinado con la función democrática de albergar las reuniones del consistorio.

El hecho de ser construido en 1968 es importante, porque demuestra que la idea de ensanchar la arena política, hacia formulas asamblearias comenzó a florecer a finales de los 50 y comienzo de los 60. Está idea de alentar la participación ciudadana en la dinámica democrática, fue tendencia en toda Europa y en el mundo occidental. En París, dadas unas condiciones específicas, resultaría en la revuelta estudiantil de mayo del 68, que provocó una ola revolucionaria, que propago sus ondas hacia las periferias, llegando aquí, a Lund, significantemente debilitada, aunque los que la vivieron no lo olvidaron nunca y siguen contando de que manera cambio sus vidas y su idea de la política.

Desde una perspectiva española, no podemos negar que el movimiento estudiantil y obrero, de una forma parecida a lo que ocurrió en Suecia, también tocado por la onda expansiva del mayo francés, se vio influenciado por los acontecimientos que tuvieron lugar en París. Aunque sin alcanzar la magnitud de la revuelta francesa, la primavera del 68, tuvo un impacto significativo en la sociedad española y contribuyó al proceso de cambio y apertura política. Debemos buscar la explicación de las revueltas estudiantiles en ambos países en algunas condiciones especificas coincidentes. A mi parecer, la más importante, fue sin duda la masificación de los estudios académicos, o lo que es lo mismo, la afluencia de nuevos grupos sociales a las aulas, hasta entonces, tanto en Suecia como en España, reservadas para unas minorías privilegiadas, predestinadas a formar parte de la élite nacional. En España, las matriculaciones pasaron de 85,148 en el curso 1964-65 a 162,879 en el curso 70-71, como cita Fernado Palmero https://lab.elmundo.es/mayo-del-68/espana.html En el caso de Suecia ocurrió algo muy semejante, ya que la población estudiantil en cifras absolutas subió de 37000 en 1960 a 120000 en 1970, ver Mikael Börjesson https://www.diva-portal.org/smash/get/diva2:582460/FULLTEXT01

Los de mi generación hemos sido de los primeros que vivimos la transformación de la universidad. Las aulas se llenaron de jóvenes que venían de grupos sociales que hasta entonces habían estado apartados de la academia. Ellos y, ya mucho más ellas, traían experiencias completamente diferentes a las que los estudiantes de décadas anteriores tenían referencia. También hay  que tener en cuenta la renovación generacional de la universidad, que desde el 1939 había estado dominada por profesores y catedráticos afines al régimen o, al menos, tolerados por el mismo, empezaba a recibir la incorporación de jóvenes académicos, deseosos de abrirse camino en la competencia internacional, sobre todo a partir de la relativa apertura del régimen a finales de los 50.

Curiosamente se puede ver en las universidades de Suecia un cambio generacional muy parecido al que ocurrió en las españolas, pues las generaciones que dominaban allí, en una buena parte, abrazó la ideología nazi, como bien demostró el historiador Sverker Oredsson en sus trabajos que analizan las posiciones de las universidades suecas durante los doce años del nazismo, incluyendo la segunda guerra mundial.[1] Durante los años 30 y 40, las universidades suecas no eran garantía de ideales democráticos. En su lugar, el nazismo y la xenofobia se expresaron libremente y arrinconaron en muchas ocasiones a todo aquel que expresaba ideas liberales y democráticas.

En España, como bien sabemos, el exilio y las depuraciones dejaron la universidad medio vacía de profesores y catedráticos que fueron procesados y depurados o se vieron obligados a partir al exilio. Si estáis especialmente interesados en estudiar la cuestión de las depuraciones en España, os recomiendo el trabajo del historiador Alberto Carrillo Linares “Depurados, represaliados y exiliados. La pérdida universitaria durante el franquismo “. Según Carrillo Linares más del 40% del profesorado universitario de España fue depurado en aquellos años.

Cuando vamos llegando a mediados de los años 60, se empiezan a formar núcleos democráticos en las universidades, más o menos abiertos o simplemente clandestinos, que reclamaban una universidad más abierta y menos jerarquizada. Un mazazo a las formas externas de la jerarquía lo dio la persona que quizás esté más asociada con la reforma del «du» (tú)[2] era el entonces jefe de la Dirección General de Medicina, Bror Rexed, quien, el 3 de julio de 1967, en su discurso de bienvenida al personal, anunció que iba a tutear a todos, lo que impulsó la adopción de esta nueva práctica. Parecerá una tontería, pero al menos yo lo considero como una muestra de que había cosas en la sociedad que estaban cambiando.

Marx y Engels comienzan su “Manifiesto comunista” de 1848 con las famosas palabras: “Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes”. En 1968 había ya movimientos estudiantiles constituidos, con capacidad de movilización, sobre todo en Estados Unidos, donde La Declaración de Port Huron, que  fue un manifiesto político del movimiento activista estudiantil estadounidense Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS), fue redactada y completada el 15 de junio de 1962 en un retiro de la United Auto Workers (UAW) cerca de Port Huron, Michigan. Este documento fue adoptado en la primera convención de la organización y se basó en un borrador anterior escrito por uno de sus miembros Tom Hayden. Esta declaración criticaba duramente al sistema político y social de los Estados Unidos por no lograr la paz internacional y la justicia económica. En política exterior, cuestionaba la forma en que el gobierno estadounidense manejaba la Guerra Fría, tanto la amenaza existencial de la guerra nuclear como la carrera armamentista. En asuntos internos, criticaba la discriminación racial, la desigualdad económica, las grandes empresas, los sindicatos y los partidos políticos.

En 1967 finaliza una década de prosperidad económica sin precedentes, provocando, especialmente en Francia, una ola de paro inédita hasta entonces, que amenazaba a los jóvenes. Millones de trabajadores vivían de forma muy precaria, de un salario mínimo interprofesional, que les dejaba fuera del bienestar que se suponía en una sociedad de consumo como la francesa. Una buena parte de los estudiantes venían de familias castigadas por el paro o en condiciones económicas precarias. No debemos olvidar el hecho de que el triunfo de la Revolución cubana y el auge de movimientos izquierdistas en Latinoamérica, y especialmente la guerra de Vietnam generaban un amplio movimiento de solidaridad en gran parte de Europa y de los propios Estados Unidos que canalizaron la oposición al imperialismo. El retrato del Che, obra de Alberto Corda, se convirtió, tras la muerte del guerrillero en 1967, en un icono para los jóvenes revolucionarios, inconscientes de los efectos negativos de la revolución cubana. Para hacerse una idea de la repercusión de la imagen del Che, basta decir que en unos meses en 1967 se vendieron más de dos millones de carteles, a la vez que salía a la venta “El diario del Che en Bolivia”, editado por el italiano Giangiacomo Feltrinelli.

Las revueltas siempre tienen líderes, aunque esto se haya negado. Refiriéndose a la revuelta de mayo del 68. Todo comenzó en el barrio de Nanterre, un barrio pobre y socialmente estigmatizado, donde se encontraba la universidad. El 2 de mayo los estudiantes de la Universidad de Nanterre marcharon hacia la Plaza de la Sorbona para apoyar a ocho compañeros que habían sido detenidos y debían declarar. Fue el inicio de la revuelta, durante el cual el alemán Daniel Cohn-Bendit, estudiante de 23 años, se transformó en el emblema de una lucha que unió, al menos por un tiempo, a universitarios y obreros. Conocido como Dany el rojo, por el color de su pelo, este anarquista, fue uno de los Ocho de Nanterre que prendió la mecha al Mayo francés. Tras encabezar la revuelta en la Soborna y ser detenido, el Gobierno aprovechó un viaje que realizó a Holanda para prohibirle la entrada al país. Yo también fui amenazado por la policía con ser repatriado, no por mi actitud violenta, sino por tocar la flauta bajo la torre Eiffel para sacar unos francos. Bueno, este Daniel Cohn-Bendit, regresó a Francia en el 78 y fue, durante 20 años eurodiputado verde, representando primero a Alemania y últimamente a Francia.  y en su libro Forget 68 pidió que se olviden las barricadas porque el mundo contra el que se rebeló ya no existía.

Los motivos iniciales de la revuelta fueron meramente una reacción contra del llamado «plan Fouchet» que llevaba el nombre del ministro de Educación en francés, plan que estaba destinado a reformar la enseñanza superior para acercarla al mundo de la empresa. Este plan establecía un sistema de selección para acceder a determinadas carreras. A partir del inicio del curso universitario de 1967, los estudiantes endurecieron las protestas en contra de este plan.

Ideológicamente, estos estudiantes estaban (estábamos) marcados por la influencia de Wilhelm Reich, Herbert Marcuse y Pierre Bourdieu, pero también por Raoul Veinagem, Guy Debord, Gilles Deleuze y, sin olvidarnos de la icónica Rachel Carson, cuyo libro “Silent Spring” (Primavera silenciosa) de 1962, marcó un hito en el desarrollo del movimiento ecologista moderno. La Escuela de Frankfurt y su teoría crítica con Max Horkheimer y Theodor Adorno, seguidos por el propio Marcuse y Jürgen Habermas proporcionaban un marco teórico. Los medios estudiantiles multiplicaban los actos de divulgación de su concepción de la libertad y denunciaban las neurosis inducidas por la falta de libertades, tanto sexuales como sociales, culturales y políticas. En el plano político, apoyaban las protestas en contra de la guerra de Vietnam y a favor de los movimientos de descolonización. No hay que olvidar que aún quedaban colonias europeas en África y Asia, algo que mis amigos portugueses en París conocían perfectamente.

Al mismo tiempo, me atrevería yo a decir, se cernía también sobre Europa un espectro compuesto por muchas corrientes confluentes, la música, la literatura, el cine. Un caldo de cultivo necesario para las revueltas del 68. El espectro solo se puede concebir sabiendo que en estos años se forma las primeras generaciones de “teenagers” (adolescentes de 13 a 19 años) con dinero en el bolsillo, o en el de los papas, para comprar tocadiscos y discos, ropa “chula” y tiempo libre.

En el mundo de la música creo que todo empezó en Estados Unidos por causa de la guerra y el movimiento pacifista que, en mi opinión, comienza con Bob Dylan. Yo era aún un niño. Tenía tocadiscos, pero nunca me compraron A Hard Rain’s a-Gonna Fall “ (Un duro aguacero va a caer) La gran canción de Bob Dylan de 1962, en la que utiliza el estilo tradicional de preguntas y respuestas del folk para crear una sombría y apocalíptica obra maestra, un comentario sobre la política y el terrible potencial devastador de la Guerra Fría.  Recuerdo el momento cuando Patti Smith la canto en la entrega del premio Nobel de literatura, que le fue otorgado a Dylan en 2016, para sorpresa del mundo, y que él no recogió personalmente. Phil Ochs y su “I Ain’t Marching Anymore” (no desfilaré más), en agosto de 1965. La letra repite “always the old to lead us to the war.” (siempre son los viejos los que nos llevan a la guerra) y “It’s always the young to fall.” (siempre son los jóvenes los que caen). También en agosto de 1965 llegó a ser el número uno, aunque fue boicoteado por las radios estadounidenses, el cantante Barry McGuire con su “Eve of Destruction” (víspera de la destrucción), canción que aborda el racismo, la hipocresía y la injusticia, mientras la guerra en Vietnam seguía escalando. La cuestión del feminismo tuvo su himno en la canción de Aretha Franklin “Respect” de abril del 68, empoderando a todos aquellas que se sienten relegadas como ciudadanos de segunda clase, mujeres y negras, para levantarse y exigir un poco de respeto.

Nunca olvidaré la tarde en que fui a ver la película de los Beatles “A Hard Day´s Night” (¡Qué noche la de aquel día!) de 1964. Fue como descubrir un mundo posible, un mundo libre, donde los jóvenes teníamos poder, sí, poder. Salí del cine comentando la película con chicos y chicas que no conocía de nada. No miento si digo que allí sentí nacer en mí una especie de conciencia colectiva generacional, que no había sentido hasta entonces.

Pues, como decía al principio, he estado en el bosque formando parte de una reunión de partido, uniendo esfuerzos para hacer valer nuestra ideología liberal en Europa. Creo que es completamente necesario propagar los valores democráticos entre la juventud actual que, a mi parecer, ha perdido la ilusión por la política. Los valores democráticos, al menos en nuestros países occidentales, se consideran tan consolidados, que no se ve la necesidad de defenderlos. No veo movimientos en pro de la paz. No veo movimientos en pro de la justicia económica. No veo preocupación por las consecuencias de nuestra electrificación para los países del sur. A casi nadie le preocupa que nosotros no tenemos minas de licio o uranio porque preferimos que se extraigan en países del sur, en condiciones terribles y en medio de una pobreza escalofriante. Me preocupa la apatía y el hartazgo de la juventud bien alimentada. Me pregunto si alguna vez tendremos ocasión de ver una revuelta como la del 68, con sus luces y sus sombras. Abajo me podéis ver poco después de ver la pelicula de los Beatles «A Hard Day´s Night». No sé si lo notaréis.


[1] Sverker Oredsson: Lunds universitet under andra världskriget, Motsättningar, debatter och hjälpinsatser, 1996.

[2] La reforma «Du» popularizó el pronombre personal de segunda persona singular «du» a costa de las formas anteriormente más comunes utilizadas en el discurso directo, como la tercera persona singular (él/ella), la segunda persona plural (ustedes) y los títulos (señor, señora, etc.). Fue, sin duda, una reforma democrática.