El verano es para mi un tiempo de hacer cosas que no suelo hacer, por ejemplo, ir de tiendas con la familia. Normalmente, cuando doy mis largos paseos por las ciudades que visito no miro los escaparates, pues no tengo nada que comprar. Tengo la ropa que necesito y todos los utensilios necesarios para mi comodidad. Acepto, eso sí, que mi compañera y mis hijos se sientan atraídos por algunos de esos miles de productos que están a la venta y que anuncian su existencia por medio de carteles, pantallas y todo tipo de superficie libre en las ciudades. Me siento en un banco en el Paseo de Gracia de Barcelona y miro como la gente entra y sale de las tiendas en un continuo vagar y a veces salen con bolsas repletas de productos muy parecidos a los que ya tienen y, posiblemente, con la cuenta corriente un poco más ligera. “Barcelona es bona si la bolsa sona” decía un refrán, hoy día se diría que “Barcelona es bona si la tarjeta tiene saldo o lleva el suficiente crédito como para pasar el “blip”, no es igual y no rima, pero es así.

El caso es que, enfrente de mi hay un hombre arrodillado, sujetando un vaso de papel en las manos que estira por el suelo, con la cabeza hundida en el piso de la calzada, como avergonzado de pedir limosna. Me veo transportado a la edad media. Gente que lleva ropa muy cara y accesorios extravagantes tiene que circular evitándole a él y otros cuantos mendigos. Yo contemplo todo como si yo no estuviese allí y formara parte de la estampa cotidiana de esta arteria gigante de la ciudad. Me da mucho que pensar.

Estoy releyendo, aquí en Barcelona, el libro de Orwell sobre su estancia en Cataluña y participación en la guerra civil del lado de los comunistas antiestalinistas del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Este periodista y activista participó activamente en el frente de Aragón, donde luchó contra las fuerzas fascistas y contra las desavenencias y escaseces contra las que también se luchaba en el frente.  Su experiencia en España lo impactó profundamente y le inspiró a escribir su libro, que ahora releo, «Homenaje a Cataluña», publicado en 1938. En este libro, Orwell describe sus experiencias en el frente, la vida en Barcelona y sus desilusiones con las luchas internas y la traición dentro de las facciones antifascistas. Este libro lo he leído tres o cuatro veces y lo volveré a leer, con toda seguridad.

A mí, mis estancias en Barcelona siempre me hacen releer algo. Mis paseos por El Paseo de Gracia y Las experiencias que he vivido allí este mes de julio me han hecho buscar un libro que leí hace muchos años. Es un libro muy antiguo que trata de algo muy actual, o, mejor dicho, un libro que trata de algo muy actual y que, por su contenido y su exposición histórica, es válido aún hoy. Se trata del economista americano-canadiense John Kenneth Galbraith cuyo trabajo “The Affluent Society”[1] (1958) (La Sociedad Opulenta) critica la sabiduría convencional que sostiene que el crecimiento económico continuo y el aumento de la producción sean inherentemente buenos. Galbraith introdujo en este trabajo el concepto de «el efecto de dependencia,» donde la demanda del consumidor es creada artificialmente por los productores a través de la publicidad. Galbraith también abogó por una mayor inversión pública en educación, atención sanitaria e infraestructura. Galbraith fue un intelectual muy activo y también ocupó varios cargos gubernamentales. Fue asesor de varios presidentes de Estados Unidos: Franklin D. Roosevelt, Harry s. Truman, John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson. También fue embajador de su país en la India desde 1961 hasta 1963.

Galbraith destacaba las disparidades que él encontraba entre el sector privado y el sector público. Argumentaba que, mientras el sector privado disfrutaba de un excedente de bienes y servicios, el sector público estaba crónicamente infrafinanciado. Galbraith clamaba por una mayor inversión en educación, atención médica, infraestructura y otros bienes públicos que mejorarían el bienestar general de la sociedad. ¡Qué actual es este libro hoy! Yo recomiendo su lectura a todos los políticos, si hay alguno que no lo haya leído. Debería ser obligatorio demostrar que se había leído al jurar el cargo, porque es una obra fundamental que desafía las suposiciones básicas de la economía de mercado y llama a una reevaluación de las prioridades sociales en una era de abundancia. Galbraith ofrece una perspectiva humanista que subraya la importancia del bienestar colectivo sobre la acumulación material individual.

Es una creencia generalizada que nuestro objetivo económico debe ser una producción cada vez mayor de bienes y servicios. Galbraith cuestionó por primera vez esta idea que nunca antes había sido cuestionada. El antiguo mito de las bendiciones del aumento de la producción ya no es válido, según él. Hemos llegado a un punto en el desarrollo en el que el aumento de la producción no resuelve nuestros problemas, sino que los crea. La producción cada vez mayor nos ha enfrentado a problemas de inflación que aún no hemos logrado dominar. En la sociedad de la abundancia, el sistema de pagos a plazos también ha contribuido a la falta de estabilidad de la vida económica. Otro rasgo serio de la situación es que cuanto más aumentan las demandas de consumo privado, menos queda para las necesidades sociales y culturales comunes. Los remedios que propone Galbraith también representan desafíos para nuestra forma de pensar rutinaria. Un cierto nivel de desempleo con un apoyo adecuado durante los periodos de desempleo, impuestos más altos y un menor consumo son la amarga medicina que él quería recetar.

Yo, aquí sentado, viendo los ríos de gente que entra y sale de los comercios, los anuncios comerciales por todas partes, las propuestas de compra al contado, a plazos, por sólo un euro, dicen algunos. En medio de la calle, un hombre tirado al suelo, mendigando, como otros y otras por todas las esquinas. Luego hay quien habla de la sociedad sostenible, yo no la veo por ninguna parte. Oigo hablar, eso sí, de una sociedad que priorice la sostenibilidad, pero en realidad, queremos llegar a una sociedad de consumo diferente, pero manteniendo un desarrollo continuo; consumir más y más, pero con la conciencia tranquila. “Yo tengo un Tesla”, dicen algunos; “mi consumo es sostenible”. “En mi segunda casa he instalado paneles solares” – dice un segundo- “Yo no contribuyo a la polución” – “Mi energía es renovable”. La dura verdad es que la población global vive y consume como si dispusiésemos de 1,6 planetas como el nuestro. En Suecia, donde vivo habitualmente vivimos y consumimos de forma que se necesitarían los recursos de cuatro (4) planetas como nuestra vieja Tierra, para satisfacer nuestras necesidades cotidianas. En España se utilizan recursos, que si todos los humanos lo igualasen serían de la magnitud de 2,1 Tierras. A la vuelta de la esquina, en 2050, y al paso que vamos, necesitaremos globalmente los recursos de 2,5 planetas, y está muy claro que no los tenemos. [2]

Creo que necesitamos políticos valientes, que se atrevan a decir la verdad a los ciudadanos. A nivel nacional no los veo por ninguna parte. A nivel internacional y con poder, tampoco. La vocecita de Greta Thunberg se oye cada vez menos. Ahora es la guerra, el armamento, la seguridad y otras cosas por el estilo lo que impera en los medios de comunicación. En España se entretienen con los problemas identitarios. Veo entrar y salir a la gente de los comercios, los coches circulando como ríos de chatarra coloreada, hombres en bicicletas, patinetes o ruidosas motos, que llevan a sus espaldas el almuerzo o la cena de alguien que puede pagarse el lujo de comer pizza a cualquier hora. En algún lugar de nuestro planeta, a veces muy cerca, un niño se muere de hambre.


[1] El libro que leo es la traducción al sueco “Överflödets samhälle” publicada por Tidens förlag en 1959.

[2] Cifras de la WWF https://compromiso.atresmedia.com/hazte-eco/noticias/humanos-necesitaremos-planetas-tierra-sobrevivir-2050_201610285943e47a0cf26e79abb21f33.html#:~:text=Los%20humanos%20consumimos%20en%20la%20actualidad%20m%C3%A1s%20recursos,en%202050%20si%20seguimos%20con%20la%20tendencia%20actual. Consultado el 10 de julio de 2024.