Sigo en la pista de los magnicidios, ya que me puse a juntar datos sobre los ocurridos en Estados Unidos, en mi entrada anterior. Para no hacer la lista demasiado larga, he optado por referirme a los casos que han resultado en la muerte de la víctima. Si me hubiese dedicado a escribir sobre todos los intentos, no tendría capacidad en mi página web. Aquí, en Europa, tenemos, como es sabido una gran tradición en la perpetración de ese tipo de delitos. A veces, han sido obra de un enajenado, movido por motivos personales, casi siempre disfrazados de ideologías políticas. En otras ocasiones han sido la culminación de una trama, promovida por una parte de la élite, que se ha podido sentir desplazada o, simplemente, como una forma de conseguir un cambio en las altas esferas del poder. Para los casos antiguos, me permito una cierta licencia poética, ya que las fuentes que tenemos son escasa y casi siempre tendenciosas.
En el imperio romano era casi una costumbre matar o intentar matar a sus líderes, así que empiezo por ahí, aunque Roma no es parte de la Europa moderna o, mejor dicho, no es solo Europa. La violencia política estaba generalizada y los potentados, usaban a sus clientes para ejercerla. Tiberio Graco, un tribuno de la plebe que promovía reformas agrarias para distribuir tierras a los pobres, fue asesinado el año 133 a.C. junto con muchos de sus seguidores por una turba de senadores y sus partidarios durante una confrontación en el Foro Romano. En 121 a.C., su hermano Cayo Graco, que continuó con las reformas, también fue asesinado junto con sus seguidores en una violenta represión organizada por el Senado. En 88 a.C., Sila marchó sobre Roma con su ejército, una acción sin precedentes en la historia de la República. Después de consolidar su poder, Sila llevó a cabo las proscripciones, listas de enemigos del estado que podían ser asesinados legalmente, resultando en la muerte de miles de sus oponentes políticos.
En cuanto a los magnicidios, es relevante comenzar con el asesinato de Julio César, el año 44 anterior a nuestra era, fue asesinado por un grupo de senadores, incluyendo a Bruto y Casio, en un complot para restaurar la República. A su hijo adoptivo, Augusto, también es posible que se lo cargasen. Hay algunas especulaciones y rumores históricos de que pudo haber sido envenenado por Livia, su esposa, para asegurar la sucesión de su hijo Tiberio, pero no hay evidencia sólida que respalde esta teoría. Los historiadores de la época, como Suetonio y Tácito, mencionan estas especulaciones, pero también destacan la falta de pruebas concluyentes. Según Suetonio y Tácito, cuando Tiberio, el hijo de Augusto, cayó gravemente enfermo y parecía estar a punto de morir, Calígula, su sucesor designado, comenzó a prepararse para asumir el poder. Sin embargo, Tiberio se recuperó momentáneamente, lo que generó temor en Calígula y en el prefecto del pretorio, Marco, que Tiberio podría sobrevivir y causar problemas. Según estos relatos, Marco sofocó a Tiberio con una almohada para asegurarse de su muerte y garantizar la ascensión de Calígula. También aquí estamos ante rumores, que la literatura y el cine han difundido ampliamente. A Calígula, emperador conocido por su tiranía, lo asesinó al parecer su propia guardia pretoriana el año 41. Su tío Claudio, que heredó el puesto, fue según algunas fuentes, envenenado por su esposa Agripina para que su hijo Nerón pudiera ascender al trono el año 54. Y el mismo Nerón, conocido por su crueldad y extravagancia, fue obligado a suicidarse en el año 68 después de ser declarado enemigo público por el Senado.
Ya en el año 69, Galba fue asesinado por soldados leales a Otón durante el Año de los Cuatro Emperadores y, al propio Otón, no le fue mucho mejor, porque se suicidó después de ser derrotado en la batalla que siguió a la muerte de Galba. Eran esos, verdaderamente tiempos revueltos, por parafrasear una conocida serie de la televisión española. El mismo año sucumbió Vitellio a las puñaladas de los seguidores de Vespasiano, también durante el Año de los Cuatro Emperadores.
Al emperador Domiciano lo mataron el año 92 en una conspiración palaciega, probablemente con la complicidad de su esposa Domicia y miembros de la guardia pretoriana. Esa guardia pretoriana, pensada como defensa del emperador pero que también se podía volver contra ellos, si alguien les pagaba mejor.
A Cómodo lo mandaron al otro mundo el año 192 en una conspiración que involucraba a su círculo íntimo, incluyendo a su concubina Marcia. Caracalla, el de los baños, murió asesinado el 217 por un soldado bajo las órdenes del prefecto del pretorio Macrino, quien luego se proclamó emperador. De nuevo, la guardia pretoriana asesino a un emperador, esta vez Elagábalo, asesinado el 222 en un complot iniciado por su propia madre, Julia Soemia, para instalar a Alejandro Severo, que también encontró la misma suerte en 235, asesinado junto con su madre por sus propias tropas en un motín.
El emperador Gordiano III murió en circunstancias sospechosas el año 244 durante una campaña militar; se cree que fue asesinado por sus propios soldados o por orden de su sucesor, Filipo el Árabe, el cual también fue asesinado por sus propias tropas después de ser derrotado por Decio.
A Galieno lo asesinaron el año 268 a resultas de una conspiración militar mientras sitiaba a los usurpadores. Aureliano cayó 275 asesinado por sus propios oficiales bajo la falsa creencia de que planeaba ejecutarlos. La misma suerte corrió Probo en 282, ejecutado por sus propias tropas en un motín. También puede ser que Numeriano fuera asesinado el 284, pues murió en circunstancias sospechosas, siendo su muerte probablemente un asesinato encubierto por el prefecto del pretorio Aper, quien luego fue ejecutado por Diocleciano.
Larga lista ¿verdad? Sin duda era muy peligroso estar arriba de la pirámide de poder en Roma. La historia nos deja una imagen del ambiente de sospecha y las luchas de poder que definían la política imperial. La violencia política alcanzaba también a filósofos y pensadores, como nuestro Séneca, que fue acusado de conspirar contra Nerón en la fallida conspiración de Pisón, y, a pesar de su negación, se le ordenó suicidarse. Séneca se cortó las venas en su baño, siguiendo la tradición estoica de enfrentar la muerte con dignidad. Recuerdo lo absurdo que me parecía este suicidio, representado en forma de dibujo en nuestro libro de texto, y lo que yo imaginaba cuando nos lo contaba nuestro profesor. Esa violencia política fue heredada por los ostrogodos y otra de sus víctimas fue Boecio, un filósofo y estadista romano que sirvió bajo el rey ostrogodo Teodorico el Grande. Acusado de conspirar contra Teodorico, Boecio fue arrestado, encarcelado y finalmente ejecutado en el año 524. Durante su encarcelamiento, escribió su obra más famosa, «La consolación de la filosofía».
Los asesinatos de mandatarios europeos también han sido, si no frecuentes, si considerables. Sin mucho buscar encuentro a tres franceses: Enrique IV en 1610, Sadi Carnot, en 1894 y Paul Doumer en 1932. Y eso, dejando de lado la muerte de un monarca ejecutado y otros políticos de suma importancia que perdieron la vida en atentados. Podíamos mencionar aquí a Jean-Paul Marat que, aunque no fue jefe de estado, fue una figura prominente durante la Revolución Francesa, como también lo fue Louis-Michel Lepeletier de Saint-Fargeau, otra victima del magnicidio en 1793.
Enrique IV, también conocido como Enrique de Borbón, fue asesinado en París por François Ravaillac, un fanático religioso católico. Ravaillac estaba convencido de que Enrique IV estaba conspirando contra la Iglesia Católica y que iba a lanzar una guerra contra España y el Papa. El asesinato ocurrió cuando Enrique IV se trasladaba en su carruaje por las estrechas calles de París. El carruaje quedó atrapado en un embotellamiento en la Rue de la Ferronnerie, lo que le dio a Ravaillac la oportunidad de acercarse. Ravaillac se subió al carruaje y apuñaló a Enrique IV en el pecho con un cuchillo, causándole la muerte casi instantáneamente. Se da la circunstancia de que, el padre de Enrique IV, Enrique III, también murió de forma violenta, en su caso de resultas de la herida recibida en un ojo, durante un torneo para celebrar la firma del Tratado de Cateau-Cambrésis, que puso fin a las guerras entre Francia y España, así como los matrimonios de su hija Isabel de Valois con Felipe II de España y de su hermana Margarita de Valois con el duque de Saboya.
Sadi Carnot estaba en el cénit de su popularidad cuando, el 24 de junio de 1894, tras haber dado un discurso durante la celebración de un banquete público en Lyon, en el que insinuó que, pese a su popularidad, no se presentaría a la reelección, fue acuchillado por un anarquista italiano llamado Sante Gerónimo Caserio el cual, a causa de la supresión violenta que el presidente había ordenado de una huelga local, decidió acabar con su vida. Carnot murió a consecuencia de las heridas poco después de la medianoche del 25 de junio.
En Inglaterra los magnicidios y muertes políticas también han sido considerables. Eduardo II en, fue depuesto por su esposa, la reina Isabel, y su amante, Roger Mortimer. Fue encarcelado en el castillo de Berkeley, donde fue asesinado, probablemente bajo órdenes de Isabel y Mortimer en 1327.
Ricardo II fue depuesto por Enrique Bolingbroke, el que se proclamaría Enrique IV, y encarcelado en el castillo de Pontefract, donde murió en circunstancias sospechosas, posiblemente asesinado en 1400, para evitar intentos de restaurarlo en el trono.
Durante la Guerra de las Rosas, Enrique VI fue depuesto y encarcelado en la Torre de Londres, donde fue asesinado en 1471, probablemente por órdenes de Eduardo IV para consolidar su reclamación al trono.
George Villiers, primer duque de Buckingham y favorito de los reyes Jacobo I y Carlos I fue asesinado por un oficial descontento, John Felton, quien lo apuñaló en Portsmouth en 1628, según Felton, por las fallidas campañas militares y el malestar general en el reino.
Spencer Perceval es el único primer ministro británico asesinado en el cargo. Fue asesinado por John Bellingham en el vestíbulo de la Cámara de los Comunes en 1812. Bellingham tenía un agravio personal contra el gobierno debido a una disputa sobre indemnizaciones.
Lord Frederick Cavendish, secretario jefe para Irlanda, fue asesinado junto con su subsecretario, Thomas Henry Burke, por miembros de los «Invincibles», una organización separatista irlandesa, en el Phoenix Park en Dublín. Este evento es conocido como los Asesinatos de Phoenix Park. Aquí vemos una premonición de la violencia terrorista en Irlanda que culminó con la separación de Irlanda y el terror de IRA.
En el resto de Europa y en el mundo entero, se mataban jefes de estado y políticos de primera fila sin cesar. Juan Prim, presidente del consejo de ministros durante el reinado de Amadeo I, fue herido gravemente en un atentado el 27 de diciembre de 1870 en Madrid y murió a causa de sus heridas tres días después. Antonio Cánovas del Castillo, presidente del consejo de ministros, fue asesinado el 8 de agosto de 1897 por el anarquista italiano Michele Angiolillo mientras tomaba un descanso en el balneario de Santa Águeda, en Mondragón.
El asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo en 1914 por Gavrilo Princip, es uno de los más conocidos, ya que fue uno de los desencadenantes de la Primera Guerra Mundial. Conocida es, también la muerte de Nicolás II de Rusia y su familia en 1918, ejecutados por los bolcheviques durante la Revolución Rusa.
Los años 30 del siglo pasado eran, como bien sabemos muy convulsivos. En todo el mundo se produjeron atentados contra jefes de gobierno y jefes de estado. Sin pretender abarcarlos todos, nombraré algunos de estos atentados que resultaron con la muerte de algún mandatario. Empiezo en el Japón, donde Inukai Tsuyoshi, primer ministro de Japón, fue asesinado por oficiales militares en el incidente del 15 de mayo de 1932, parte de una serie de intentos de golpe de estado por parte de jóvenes oficiales de la Marina Imperial Japonesa. El presidente francés Paul Doumer fue víctima de un atentado en París, el 6 de mayo de 1932 por parte del médico ruso antibolchevique Paul Gorgulov, quien declaró posteriormente que lo hacía para vengarse de la inactividad de las democracias europeas frente a la constitución de la Unión Soviética, y a quien se vinculaba con la extrema derecha. Doumer murió como consecuencias de las heridas al día siguiente. Luis Miguel Sánchez Cerro, presidente de Perú, murió el 30 de abril de 1933 asesinado por un simpatizante aprista. El Rey Alejandro I de Yugoslavia fue asesinado el 9 de octubre de 1934 en Marsella, Francia, por Vlado Chernozemski, un miembro de la Organización Revolucionaria Interna de Macedonia y del Movimiento Ustacha croata. En Austria, Engelbert Dollfuss, canciller de Austria, cayó víctima de un intento fallido de golpe de estado llevado a cabo el 25 de julio de 1934 por nazis austriacos. Estoy seguro de que me dejo muchos casos en el tintero, pero esta lista, debe bastar para demostrar que la violencia contra políticos y mandatarios ha sido algo muy frecuente.
Ya en tiempos más recientes tenemos la muerte de Dag Hammarskjöld, el secretario general de las Naciones Unidas desde 1953 hasta su muerte en 1961, que murió en un accidente aéreo. El avión se estrelló en circunstancias que han sido objeto de controversia y especulación. La versión oficial inicial sugería que el accidente fue causado por error del piloto, pero posteriormente surgieron teorías sobre un posible ataque o sabotaje. Informes y testimonios han señalado la posibilidad de que el avión pudiera haber sido derribado. A lo largo de los años, se han llevado a cabo varias investigaciones, tanto por parte de las Naciones Unidas como por otros organismos. En 2017, el actual secretario general de la ONU, António Guterres, anunció una revisión de nuevas pruebas sobre el accidente, manteniendo abiertas las posibilidades de que el avión haya sido derribado intencionalmente. Sin embargo, hasta la fecha, no se ha llegado a una conclusión definitiva sobre las causas exactas del accidente.
La muerte de Luis Carrero Blanco, aunque algunos prefieren utilizar el término “ejecución” del primer ministro de la España de Franco, asesinado por ETA en 1973, se fraguó en la operación más significativa y planificada de la organización terrorista, denominada Operación Ogro, de la cual se vanagloriaba ETA, hasta el punto que escribió un libro publicado en Alemania: “Operation Menschenfresser. Wie und warum wir Carrero Blanco hingerichtet haben – ein authentischer Bericht und Dokumente von E.T.A.” Operación Ogro. Cómo y porqué matamos a Carrero Blanco. Otra organización terrorista, las Brigadas Rojas, secuestraron y asesinaron al primer ministro italiano Aldo Moro, en 1978.
El conflicto entre Israel y los países árabes a cuenta de Palestina, costo la vida de dos de sus más destacados políticos. Anwar Sadat, presidente de Egipto desde 1970 hasta su muerte, fue asesinado el 6 de octubre de 1981 durante una ceremonia militar en El Cairo. El ataque fue llevado a cabo por un grupo de extremistas islámicos que pertenecían a la organización yihadista Takfir wal-Hijra. Sadat fue abatido a tiros mientras presidía un desfile militar conmemorativo del éxito en la Guerra de Yom Kipur. La verdadera causa del asesinato de Sadat era sin duda los pasos que había dado para lograr una solución para el problema palestino. En 1977, Sadat hizo una visita histórica a Jerusalén, donde pronunció un discurso ante la Knesset, el parlamento israelí, extendiendo la mano de paz a Israel. Esta visita sorpresiva sentó sin dudas las bases para un cambio significativo en las relaciones entre Egipto e Israel y fue un movimiento audaz hacia la resolución del conflicto. En 1978, bajo la mediación del presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, Sadat y el primer ministro israelí, Menachem Begin, se reunieron en Camp David, Estados Unidos. Allí negociaron intensamente y finalmente llegaron a un acuerdo histórico conocido como los Acuerdos de Camp David en 1978 y 1979. Estos acuerdos incluyeron un tratado de paz entre Egipto e Israel y establecieron un marco para la autonomía palestina en Cisjordania y Gaza, aunque estos puntos no se lograron completamente en ese momento. A través de su acercamiento directo con Israel y su disposición para dialogar cara a cara, Sadat abrió nuevas vías de comunicación y entendimiento entre las partes en conflicto. Esto fue crucial para superar décadas de hostilidad y desconfianza. Su trabajo por la paz, le costó la vida como, años más tarde le sucedería a Yitzhak Rabin.
En 1995, Yitzhak Rabin, el quinto primer ministro de Israel, murió trágicamente asesinado el 4 de noviembre, en Tel Aviv. Rabin fue asesinado por Yigal Amir, un extremista de derecha israelí, después de asistir a un mitin por la paz en la Plaza Maléi haShalom (Plaza de la Paz) en Tel Aviv. Amir disparó contra Rabin en la espalda mientras este caminaba hacia su automóvil después del evento. Yigal Amir estaba radicalizado, como también lo estaban muchos ultraortodoxos, en su oposición al proceso de paz liderado por Rabin, particularmente el Acuerdo de Oslo de 1993, que buscaba establecer una paz negociada entre Israel y los palestinos. Amir creía que Rabin estaba traicionando los intereses de Israel al comprometerse con concesiones territoriales y el establecimiento de un estado palestino.
En 1984, Indira Gandhi fue asesinada por dos de sus propios guardaespaldas, Satwant Singh y Beant Singh, que eran sijs. Indira Gandhi había ordenado la Operación Estrella Azul en junio de 1984, una operación militar para desalojar a militantes sijs armados que se habían atrincherado en el Templo Dorado de Amritsar, el lugar más sagrado del sijismo. La operación resultó en muchas muertes y daños significativos al templo, lo que provocó una gran ira y resentimiento entre la comunidad sij. El asesinato tuvo lugar en su residencia oficial en Nueva Delhi. Rajiv Gandhi, hijo de Indira y ex primer ministro de la India, fue igualmente asesinado en un atentado suicida en Tamil Nadu, en 1991. Su asesinato tuvo fuertes repercusiones en Europa dada la implicación internacional.
La tranquila Suecia quedó conmovida por el asesinato del primer ministro Olof Palme en 1986, caso resuelto oficialmente, pero que aún deja muchas dudas sobre la autoría. A penas recuperados de la conmoción debida al magnicidio, Suecia se vio sacudida por otro atentado terrorista, el efectuado sobre la ciudad escocesa de Lockebie, en el que explotó el avión del vuelo 103 de Pan Am el 21 de diciembre de 1988. Este vuelo llevaba a bordo, entre otros, a Bernt Carlsson, diplomático sueco, nombrado por las Naciones Unidas Comisionado Especial para Namibia. En el atentado murieron los 259 que viajaban a bordo y once más en tierra.
Los presidentes de Ruanda y Burundi murieron en un trágico incidente el 6 de abril de 1994, cuando el avión en el que viajaban fue derribado mientras se aproximaba al aeropuerto de Kigali, la capital de Ruanda. Este evento fue un catalizador importante que desencadenó el genocidio ruandés de 1994. A la muerte de Juvénal Habyarimana, presidente de Ruanda, y Cyprien Ntaryamira, presidente de Burundi, le siguió la terrible matanza de tutsis en manos de los extremista hutus. En las matanzas de Ruanda en 1994, conocidas como el genocidio ruandés, se estima que entre 800 000 y 1 000,000 de personas fueron asesinadas en un período de aproximadamente 100 días. La mayoría de las víctimas eran de la minoría étnica tutsi, aunque también hubo hutus moderados y opositores políticos que fueron asesinados durante este período de violencia extrema.
Anna Lindh, ministra de Asuntos Exteriores de Suecia, apuñalada en Estocolmo por un delincuente común en 2003, falleció a causa de las heridas recibidas y dejó a Suecia consternada. En 2007, Benazir Bhutto, ex primera ministra de Pakistán, fue asesinada durante un mitin de campaña electoral en el Parque Liaquat Bagh en Rawalpindi. Después de pronunciar un discurso ante una multitud de seguidores, se levantó a través del techo solar de su vehículo para saludar a sus partidarios y murió por impacto de bala y la explosión de una bomba suicida. Muamar Gadafi, el líder libio que estuvo en el poder durante más de 40 años, murió de manera violenta el 20 de octubre de 2011. Gadafi fue capturado por combatientes rebeldes en Sirte, su ciudad natal, durante los últimos días de la Guerra Civil Libia de 2011. Las fuerzas rebeldes habían avanzado hacia Sirte con el apoyo de la OTAN, que había intervenido en el conflicto para apoyar a los rebeldes contra el régimen de Gadafi.
Más reciente, en 2016, Jo Cox, miembro del Parlamento británico, fue asesinada en West Yorkshire. Jo Cox fue atacada afuera de la biblioteca de Birstall, donde estaba realizando un evento para sus electores. Fue disparada y apuñalada varias veces por un hombre identificado como Thomas Mair, un simpatizante de extrema derecha y supremacista blanco, que perpetró el ataque, según él, debido a las opiniones políticas de Jo Cox a favor de la inmigración y su apoyo a la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea durante el referéndum del Brexit. El presidente de Haití, Jovenel Moïse, fue asesinado en su residencia el 7 de julio de 2021 por un grupo de hombres armados. Este fue uno de los eventos más recientes y notorios, hasta ahora, de un atentado contra un jefe de estado.
Quiero terminar este relato tan espeluznante con una sonrisa. No todos los atentados contra políticos o jefes de estado han sido cruentos. Aquí, en Suecia tenemos el ejemplo del atentado con tarta de confitura que sufrió nuestro monarca. En septiembre del 2001, los reyes de Suecia estaban de visita oficial en una pequeña península cerca de la ciudad de Varberg, en la costa oeste del sur de Suecia, cuando un joven de 16 años se acercó a el corriendo y, a la voz de “por el rey y la patria” le espachurró al rey una tarta en la cabeza, antes de ser reducido por los escoltas. El “terrorista” fue condenado por delito de lesa majestad. Eric Svenseth, declaró en una interviú en 2023 que el no tenía ni idea de lo que hacía y que había sido engañado por unos jóvenes pertenecientes a un grupo comunista, en el que había alguna chica que le gustaba, y por tanto acepto el encargo. Este caso es el segundo que se da en Suecia desde 1792, cuando el rey Gustavo de Suecia murió a causa de un atentado perpetrado en un baile de disfraces, por un noble militar, Jacob Joan Anckarström, que, en lugar de tarta, empleó una pistola cargada de metralla y disparó al rey a bocajarro, causando su muerte a los pocos días.
Si os parece que me he saltado algún magnicidio, me lo podéis hacer saber en los comentarios. Yo ya no puedo más. Son demasiados. La foto del “tartazo” al rey es de Åke Thim, publicada en Magasinet Filter
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