Ayer abrí el melón de las zapatillas y dejé todo como en el aire. Así que, hoy, profundizo un poco en lo de las zapatillas el día en que las atletas olímpicas han completado la distancia histórica del Maratón, creada para honrar el recuerdo de una victoria crucial para la cultura occidental. Las cámaras de televisión enfocan con predilección las zapatillas de las corredoras, parte importante de su indumentaria pero, sobre todo, una condición decisiva para las prestaciones actuales de todos los corredores, porque, muchas de las zapatillas modernas, como las Nike Vaporfly, incorporan placas de fibra de carbono en la suela, que actúan como una especie de «resorte» que ayuda a los corredores a impulsar el pie hacia adelante, reduciendo el esfuerzo necesario y aumentando la eficiencia en la carrera. Las cámaras no consiguen reflejar esta mejora, aunque repiten las tomas al ralentí para mostrarlo.

Las zapatillas modernas también utilizan espumas avanzadas que son extremadamente ligeras y ofrecen una alta amortiguación, reduciendo el impacto en las articulaciones, lo que permite a los corredores mantener una mayor velocidad durante más tiempo sin fatigarse tanto. En teoría, ayudan a pasar de los 36 kilómetros sin encontrarse con el famoso “muro”, algo que expliqué en la entrada anterior. Como casi siempre que se incluye algún cambio, encontramos seguidores y detractores. Entre los detractores hay “puristas” que consideran esas zapatillas como una ayuda antirreglamentaria. Entre ellos se encuentran algunos antiguos corredores que piensan que las nuevas marcas no son comparables con las que se lograban antiguamente, con zapatillas convencionales. Esto ya se dijo cuando se introdujeron las pistas de tartán en substitución de las antiguas pistas de tierra batida, césped o cenizas trituradas, que, bajo la lluvia se convertían en auténticos barrizales. En esas pistas empecé yo a correr. Recuerdo llegar a casa con carbón por toda la espalda, desde los talones a la coronilla. Aunque esas pistas con superficies artificiales, compuestas por una combinación de caucho y asfalto, tartán y mondo, empezaron a aparecer en la década de los 50, no llegaron a ser comunes ni mucho menos predominantes hasta los 70 u 80.

La verdad es que el tartán ayuda mucho al corredor de fondo, porque amortigua y ofrece una superficie regular y impermeable. El mondo, por el contrario, amortigua menos y hace que ell velocista y el corredor de medio fondo pueda “hacer palanca” en cada zancada, alcanzando más velocidad, a costa de la amortiguación. Para entrenar, tartán, para competir en velocidad, mondo. De hay viene el mote del sueco (nacido en Estados Unidos, de padre estadounidense y madre sueca) Armand Duplantis, pues todos le llaman Mondo. Se decía, que las marcas alcanzadas con las nuevas superficies no deberían ser comparadas con las antiguas marcas, hechas en peores condiciones. Seguramente es verdad, pero las condiciones van cambiando en muchas otras cosas. Los atletas actuales, por ejemplo, siguen dietas controladas por expertos y se cuidan mucho en su tiempo libre. Los antiguos corredores podían beber alcohol o fumar, cuando no cosas peores. El entrenamiento es más científico y, en la élite, abundan formas de alcanzar efectos positivos, utilizando métodos que continuamente rozan el límite de lo permitido; las tiendas de hipoxia, o tiendas de campaña que se pueden instalar sobre la cama, permiten a los atletas dormir en condiciones de baja oxigenación sin necesidad de desplazarse a la altitud real. Esto es conocido como el principio de «vivir alto, entrenar bajo», donde el atleta duerme en un entorno de baja oxigenación, pero entrena a nivel del mar o a baja altitud para mantener la intensidad del entrenamiento, o las cámaras hipobáricas, etc. Estas técnicas se aplican para aumentar la producción de glóbulos rojos para mejorar la capacidad aeróbica del atleta, pero no están al alcance de cualquiera, por su coste y requieren continuo seguimiento facultativo, para evitar problemas de salud. Desde hace mucho tiempo, medio siglo o más, los corredores, ciclistas y remeros, se entrenan varios meses al año en altitud. La altitud induce la producción de glóbulos rojos porque en altitudes elevadas el oxígeno disponible es menor, lo que obliga al cuerpo a adaptarse produciendo más glóbulos rojos para mejorar la capacidad de transporte de oxígeno. Entrenando a una altitud superior a los 2000 metros, y bajando al nivel del mar en un tiempo próximo a la carrera, el corredor tendrá más glóbulos rojos y podrá transportar más oxigeno a sus músculos, evitando o posponiendo la temprana aparición del ácido láctico, lo que mejora en teoría los tiempos que se pueden alcanzar en aproximadamente de un 1 a un 2,5 %.  Para un corredor con una marca de 3:40 minutos (220 segundos), una mejora del 1% sería de aproximadamente 2.2 segundos, lo que llevaría su tiempo a alrededor de 3:37.8.

Volviendo a las zapatillas, se han hecho bastantes estudios científicos que muestran que, las nuevas zapatillas pueden mejorar el rendimiento de un corredor de maratón entre un 2% y un 4%. Para un corredor que completa un maratón en 2horas 30 minutos, justo allí donde yo me encontraba en 1982, una mejora del 2% podría reducir su tiempo en aproximadamente 3 minutos, llevándolo a un tiempo de 2:27:00. Una mejora del 4% podría reducir su tiempo en alrededor de 6 minutos, bajando a 2:24:00. Pero, la cosa es que ni 2:27 ni 2:24 me habrían valido para saltar de la mediocridad a la élite. Como decía Benjamín Franklin: “Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos”.[1] Considero que lo esencial es una buena genética, salud y una voluntad férrea de entrenar y entrenar, algo así como nos demuestran el noruego Jakob Ingebrigtsen y la ganadora de la maratón de hoy, Sifan Hassan, ambos utilizando la última tecnología aplicable en su deporte.

Volviendo a las zapatillas, y ahora sí, voy a explicar su historia lo mejor que pueda. Los humanos nacemos descalzos y nos podemos mover de esa manera por todo tipo de superficie, más o menos rápido, pero podemos andar y correr por todas las superficies. Si usamos nuestras plantas de los pies como hacían nuestros antecesores y como todavía hacen algunos pueblos aislados, nuestros pies adquirirán esa dureza necesaria para no sentir molestias por cada pequeño guijarro o cada rama que pisemos. Es además lógico pensar que los humanos se han desplazado trotando de un lado a otro, por razones obvias, de aumentar su radio de acción para perseguir presas de caza o para transportarse distancias más largas. Pero, cientos de años calzados, nos han hecho vulnerables y parece que, sin zapatos, hay pocos que puedan hacer una carrera por corta que sea. Cuando llegamos a las primeras olimpiadas, los primeros Juegos Olímpicos modernos se concluyeron con la carrera de maratón. Poco antes de las dos de la tarde, 17 corredores partieron desde Maratón, para recorrer los 40 kilómetros que separan el lugar donde tuvo lugar el famoso combate y llegar a Atenas.[2] En la línea de salida se encontraba un corredor de Australia, Estados Unidos, Francia y Hungría, así como trece griegos, entre ellos Spiridon Louis, que fue el primer corredor en llegar al recién renovado Estadio Olímpico en Atenas. Registró un tiempo de 2:58:50 en el recorrido de 40 km. Su victoria fue recibida con gran júbilo por los 100,000 espectadores que bordeaban las calles de Atenas y que esperaban en la meta. La nación anfitriona no había registrado éxitos en los Juegos Olímpicos. Por lo tanto, la victoria en la carrera de maratón final salvó el honor griego. Antes de convertirse en un héroe olímpico, Spiridon Louis llevaba una vida sencilla. Desde muy pequeño, este joven de 23 años, trabajaba como aguador, un oficio que consistía en recoger y transportar agua desde los pozos para distribuirla en Atenas. Su entrenamiento físico provenía de la vida diaria, que involucraba caminar largas distancias y cargar agua, lo que sin duda contribuyó a su resistencia. [3]Yo corrí a mis 28 años mi segundo maratón en 2 horas 50 minutos, con poco entrenamiento y, a buen seguro, con mejores zapatillas que las que llevaba Louis, aunque lejos de las que ahora calzan los maratonianos.

He buscado por todos lados una foto de Spiridon Louis corriendo, o al menos, una instantánea antes o después de la prueba, pero solo he encontrado fotos posteriores en las que posa con un atuendo típico griego y calza unos zapatos que se asemejan a los de la guardia de honor, con pompones y todo. Es imposible que corriese con esos zapatos. Lo que he podido saber es que verdaderamente corrió con zapatos, porque sus paisanos se los costearon. Zapatos normales, de cuero con suela rígida, también de cuero. Con zapatos así, yo no habría llegado a la meta, pero, recuerdo, que cuando mi hija mayor nació y yo la iba a ver por primera vez al hospital, corrí los diez kilómetros que me separaban de mi casa de entonces al hospital, a pie por la carretera, por no esperar al autobús, ¡con zapatos de cuero!

Y, aquí, al fin comienza la historia de las zapatillas deportivas. Las primeras versiones de zapatillas deportivas surgieron en el siglo XIX, como los «plimsolls» en el Reino Unido, que eran simples zapatos de lona con suela de goma. Estos primeros modelos ofrecían poco soporte y amortiguación. Yo corrí mis primeras carreras, cuando era niño en plimsolls. Estas primeras zapatillas especiales para correr datan de 1830, cuando la compañía Liverpool Rubber Company, que más tarde se llamaría Dunlop, empezó a fabricarlas, primeramente, pensadas como zapatillas de baño. La tradición de competir en atletismo en las escuelas británicas las hizo populares y formaban parte de los enseres y uniformes obligatorios de los estudiantes.

Ya en las décadas de 1920 y 1930, se comenzaron a desarrollar zapatillas específicas para diferentes deportes, con mejoras en la forma y los materiales. Adidas, por ejemplo, empezó a producir zapatillas con clavos intercambiables para el atletismo en 1925. Para zapatillas raras, las de Sohn Kee-Chung[4], el vencedor del maratón de las olimpiadas de Berlín de 1936, que estaban hechas de manera que el dedo gordo del pie estaba separado de los otros cuatro, en un compartimento aparte, como unos guantes.

Nos quedamos en Alemania para recordar la historia de dos hermanos relacionados con el desarrollo del calzado deportivo. Es la historia de Adidas y Puma y comienza en la década de 1920 con la fundación de Gebrüder Dassler Schuhfabrik (Fábrica de Zapatos de los Hermanos Dassler) en Herzogenaurach, Alemania, por Adolf (Adi) Dassler y su hermano Rudolf Dassler. La empresa producía calzado deportivo y fue innovadora en el uso de clavos en las zapatillas de atletismo. Durante la Segunda Guerra Mundial, la relación entre los hermanos se deterioró, lo que finalmente llevó a una ruptura en 1948. Los hermanos se separaron y fundaron dos empresas distintas. Adolf Dassler estableció Adidas (uniendo las primeras letras de su nombre y apellido), mientras que Rudolf Dassler fundó Puma. Les fue muy bien a los dos, hay que decir.

Ya en los años 70 vendría la mayor revolución hasta entonces en las zapatillas deportivas. Fue en Estados Unidos y sus orígenes vienen del Japón. En 1964, Phil Knight, un estudiante de MBA en la Universidad de Stanford, y Bill Bowerman, un entrenador de atletismo en la Universidad de Oregon, se asociaron para distribuir calzado deportivo japonés, especialmente la marca Onitsuka Tiger (ahora conocida como ASICS). Juntos fundaron Blue Ribbon Sports que más tarde, en 1967, comenzó a vender sus propios diseños bajo el nombre de Nike. El nombre “Nike” se inspiró en la diosa griega de la victoria, lo que encajaba con la misión de la empresa de proporcionar calzado de alto rendimiento. Desde 1971, Nike es una marca independiente y en 1972 Nike lanzó su primera línea de zapatillas, las Nike Waffle Trainers, que incorporaban una innovadora suela con patrón de waffle, desarrollada por Bill Bowerman. Esta tecnología de suela fue una de las primeras innovaciones significativas en calzado deportivo. Fue con estas zapatillas, que yo comencé mis andanzas deportivas. En 1972, Frank Shorter, el maratonista estadounidense que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Múnich, llevaba un par de Nike Cortez durante su histórica carrera.

En 1979, Nike introdujo el sistema Air, con una unidad de aire encapsulada en la suela para proporcionar amortiguación adicional. Este fue un hito importante en la evolución de la tecnología de amortiguación. Ahora era posible entrenar, también a gente con sobrepeso. Las carreras populares fueron surgiendo por todo el mundo y las calles se vieron pronto repletas de gente a todas horas haciendo jogging o footing, como franceses y españoles preferimos decir.

Os aburriría contando más sobre el desarrollo del calzado deportivo y por eso me quedo aquí, por el momento, no sin antes comentar la vibrante llegada de las corredoras de maratón, que esta vez, nos han ofrecido un espectáculo muy singular de lucha entre las etíopes Hassan, que compite por los Países Bajos y Assefa que lo hace por Etiopia. Hasta el final lucharon codo con codo, o más bien, codo contra costillas, en una lucha a muerte de la que Hassan salió vencedora. Aquí me permito una pequeña constatación, viendo estas olimpiadas, y es que esta muy claro que las etnias subsaharianas o sus descendientes en otros continentes, dominan casi todos los deportes, especialmente en atletismo. Aproximadamente el 15% de la población mundial tiene raíces subsaharianas, basado en la población actual de África Subsahariana. Este porcentaje puede ser mayor si se incluye a la diáspora africana en otras regiones del mundo. En las últimas dos ediciones de los Juegos Olímpicos de Verano, los medallistas en atletismo con origen africano han representado aproximadamente el 56.25% del total de medallas en atletismo. Esto subraya el dominio significativo de los atletas africanos, especialmente en eventos de larga distancia y medio fondo, así como en pruebas de velocidad y campo. Por lo que a nosotros nos toca, basta con mirar el podio de los tres saltos para comprender que la población de origen africano, sea original o como resultado de la emigración forzosa o voluntaria, domina en el deporte, especialmente en el atletismo.


[1] Se le atribuye a Benjamín Franklin en el “Almanaque de Poor Richard”,  1757, pero en realidad parece que el primero en usar la frase fue un Algernon Sydney en “Discursos sobre el Gobierno”, 1698.

[2] Según la leyenda, después de que los atenienses lograron una victoria crucial sobre los persas en la llanura de Maratón, el año 490 anterior a nuestra era, un mensajero griego llamado Filípides fue enviado para llevar la noticia de la victoria a Atenas. Se dice que Filípides corrió la distancia de aproximadamente 40 kilómetros (25 millas) desde el campo de batalla en Maratón hasta Atenas sin detenerse. Al llegar, siempre según la tradición, Filípides solo pudo pronunciar la palabra «¡Nenikēkamen!» (¡Hemos vencido!) antes de desplomarse y morir por agotamiento.

[3] Louis recibió regalos de muchos compatriotas, que iban desde joyas hasta un afeitado gratis de por vida en una barbería. No se sabe si aceptó todos estos regalos, aunque sí se llevó a casa el carro que le había pedido al rey. Después de los Juegos Olímpicos, Louis terminó su carrera deportiva para convertirse en agricultor y oficial de policía. Su última aparición pública fue en 1936, cuando fue invitado como huésped de honor por los organizadores de los Juegos Olímpicos de Verano de 1936, celebrados en Berlín. Después de portar la bandera del equipo griego durante la ceremonia de apertura, fue recibido por Adolf Hitler y le ofreció una rama de olivo de Olimpia, el lugar de nacimiento de los Juegos Olímpicos, como símbolo de paz. ¡Echalé guindas al pavo! ¡Qué cara tenía ese Adolfo! Una rama de olivo…sí ya…

[4] El 3 de noviembre de 1935, Sohn Kee-chung de Corea (Corea del Sur) estableció un récord mundial de maratón con un tiempo de 2:26:42.0. Debido a que Corea estaba ocupada por las fuerzas japonesas en ese momento, las esperanzas de Sohn de competir en los Juegos Olímpicos de 1936 dependían de su capacidad para calificar para el equipo japonés. Lo logró, al igual que su compatriota Nam Seung-yong. Ambos jóvenes se vieron obligados a adoptar nombres japoneses (su participación está registrada bajo el nombre japonés Son Kitei). Tras su clara victoria en Berlín, en 2 horas, 29 minutos y 19 segundos, se convirtió en un héroe nacional en Corea y, tras la guerra, porto la bandera de su país en los juegos de 1948, y la antorcha en los de Seúl, 1988. Ahí queda Spridón con su indumentaria típica y Sohn con sus zapatillas voladoras.