Hoy es un día esplendido para caminar. Un cielo azul corona la imagen de una ciudad bañada en los diáfanos rayos de sol de la mañana. Lund se viste de gala, ni el más recóndito rincón escapa a este esplendor matutino. Y, a lo lejos, veo venir un grupo de párvulos con sus monitores, uniformados con chalecos reflectantes, bien agarraditos a una cuerda, para no salirse del grupo, para no perderse. Al cruzarnos, no puedo evitar ofrecerles una sonrisa. Algunos me saludan – ¡hej hej!- me dicen, y yo agito mi mano en un saludo. Me doy cuenta que, en esa doble docena de nenes y nenas, van representados los cinco continentes, aunque estoy seguro que casi todos habrán nacido aquí, como también sus padres y posiblemente también sus abuelos.

Lo que veo ante mí es la nueva Suecia, un país multiétnico y multicultural. Para la mayoría es un fenómeno completamente normal. Es uno de los efectos de la globalización y es un efecto positivo. Para una minoría, a veces vociferante, esta multiculturalidad es algo perverso. Este tipo de minorías existe aquí y en todos los países receptores de emigración, en unos más y en otros menos. En algunos países, esta visión restrictiva y rechazante es compartida por los propios gobiernos; pienso aquí en Hungría, Eslovaquia o, en cierto modo, Polonia. Mientras que, por ejemplo, Gran Bretaña, prefirió abandonar la propia Unión, para sentirse dueños de la llave de sus fronteras. En todos los países hay partidos que articulan el miedo de las minorías xenófobas, ofreciendo la fabricación de bulos, que emplean como argumento para reclamar una política restrictiva de inmigración. El bulo más empleado es el de que existe una intención, por parte de los gobiernos permisivos con la inmigración, de llevar a cabo un “cambio étnico” en la sociedad, sustituyendo a la etnia mayoritaria por otras etnias, con el fin de afianzarse al poder. Esto es algo que aquí predican los Demócratas Suecos y en España lo hace Vox, pero que en absoluto están solos en pedir desde medidas restrictivas hasta la expulsión de “elementos extraños”. En Francia tienen Rassemblement National (RN) (Reagrupamiento Nacional, anteriormente conocido como Frente Nacional – FN), en Alemania Alternative für Deutschland (AfD) (Alternativa para Alemania), en Italia Lega (anteriormente Lega Nord) y Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), en Hungría Fidesz, el partido liderado por el primer ministro Viktor Orbán, pero también Jobbik, en Austria Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ) (Partido de la Libertad de Austria), en los Países Bajos Partij voor de Vrijheid (PVV) (Partido por la Libertad) y Forum voor Democratie (FvD), en Polonia Prawo i Sprawiedliwość (PiS) (Ley y Justicia), en Finlandia Perussuomalaiset (PS) (Partido de los Finlandeses, anteriormente conocidos como Verdaderos Finlandeses), en Dinamarca: Dansk Folkeparti (DF) (Partido Popular Danés), en Grecia Ellinikí Lýsi (Solución Griega) y Amanecer Dorado, en Bélgica, en el corazón de la Unión, el Vlaams Belang (Partido nacionalista flamenco).

Una lista impresionante y desgraciadamente incompleta, porque, en muchos de los partidos que se presentan como partidarios de una inmigración regulada, se ocultan personas que tienen una agenda próxima a los partidos antiinmigración, aunque no lo declaran públicamente. Aquí encontramos partidos de derechas y también de izquierdas. Voy a utilizar el resto de esta entrada a tratar de explicar el fenómeno de la emigración y la inmigración según lo entiendo yo, partiendo de la perspectiva de la historia económica. Me voy a extender un poco, así que, puedes hacer una pausa aquí y estirar un poco las piernas.

Voy a empezar, como ya sabéis es mi costumbre, yéndome tan atrás como los más antiguos vestigios de la presencia humana nos permiten. Podemos constatar que tenemos evidencias fósiles de Homininos tempranos en África, como los fósiles más antiguos de homínidos, por ejemplo, los restos de Australopithecus afarensis, como el famoso fósil «Lucy», de 3,2 millones de años y el Homo habilis de unos 2,8 millones de años. ambos provienen del este y sur de África. Los fósiles de Homo erectus, que vivió hace casi 2 millones de años, también se encuentran principalmente en África antes de que esta especie migrara hacia otras partes del mundo. Del mismo modo, los fósiles más antiguos de Homo sapiens, (humanos anatómicamente modernos, se han encontrado también en África, específicamente en Marruecos y Etiopía, con fechas que van desde hace unos 300.000 a 200.000 años. Estos restos confirman que los primeros Homo sapiens evolucionaron en África antes de dispersarse. Y, aquí viene la primera pregunta: ¿por qué se dispersaron? La respuesta la damos en inglés, con dos conceptos que se han hecho internacionales y muy utilizables para explicar las migraciones. Estos conceptos son el Pull (efecto llamada) y el Push (efecto expulsión). La forma más sencilla de explicar esos conceptos es, que todos los seres vivos tienden a dejar su hábitat cuando las condiciones le son desfavorables y marchan allí donde encuentran condiciones favorables. Se pueda tratar de alimentos, agua, seguridad, clima etc.

Ya, para no hacerme muy pesado, podemos llegar a el momento en que se forman las demarcaciones que llamamos fronteras. Debemos pensar que son unas demarcaciones recientes pues entre 1860 y el inicio de la primera guerra mundial, la mayoría de los países europeos permitían el libre movimiento sin requerir pasaportes, especialmente para sus ciudadanos. Aquí en Suecia persistía la costumbre entre los oficiales de todos los oficios de hacer viajes al extranjero para conocer y familiarizarse con nuevas técnicas (gesällvandringar), una peregrinación para adquirir experiencia laboral en su oficio, necesaria para adquirir la maestría. Pido perdón ya aquí por que me doy cuenta que mi perspectiva histórica esta muy condicionada por mi punto de partida, que es Europa. Podría intentar cambiar la perspectiva, mirando con ojos, africanos, americanos o asiáticos, pero mis conocimientos de la historia de esos continentes son, por necesidad, más rudimentarios. Por tanto, sigo con mi perspectiva europea, esperando que alguien, con conocimientos en otros continentes, nos amplíe la visión.

En el siglo XIX se dan dos circunstancias en Europa que, juntas, serán la base de una dinámica histórica que, en unas décadas, será capaz de cambiar el mundo. Lo que ocurre en Europa es, en términos económicos y demográficos que la población crece de una forma hasta entonces desconocida, como resultado de una mayor producción de alimentos, mejor higiene y recursos médicos. A lo largo del siglo XIX, las tasas de natalidad en Europa eran relativamente altas. La mayoría de las familias tenían varios hijos, de los cuales la mayoría llegaba a la edad fértil. La mejora en la alimentación, la disponibilidad de alimentos y las condiciones sanitarias, por ejemplo, el alcantarillado, también desempeñaron un papel importante en la reducción de la mortalidad. El acceso de la población a agua potable ayudó también a controlar brotes de enfermedades. La introducción de maquinaria y procesos industriales también permitió una mayor producción de alimentos y bienes, contribuyendo a mejorar la calidad de vida y la salud. La población total de Europa se duplicó durante el siglo XIX, desde aproximadamente 200 millones a principios de siglo a 400 millones al finalizar el mismo. Pero, podía haber sido “peor”. Normalmente se considera un aumento de población como algo positivo y por tanto, la disminución, como algo negativo. Esto hay que explicarlo. Cuando la población crece más que la producción de alimentos, el alojamiento y los puestos de trabajo, este crecimiento es negativo. Los efectos de un crecimiento descontrolado pueden llevar a conflictos sociales con consecuencias indeseadas.

Yo no suelo citar a Karl Marx, pero, es interesante que este magnifico pensador no pudiera entender lo que estaba pasando a su alrededor, cuando se aventuró a predecir que la revolución de la clase obrera tendría lugar en Gran Bretaña o en Alemania, cuando en realidad, esto no ocurrió hasta el 1917, en un país que él, así como Engels, consideraba tan retrasado, que caía fuera de sus cálculos. A la muerte de Marx, en 1883, ya se veía cómo la esperada revolución en Gran Bretaña se disipaba por una válvula de escape: la emigración. Para estudiar la emigración se pueden estudiar los archivos online[1] y otros recursos que están a mano fácilmente, para todo aquel que esté interesado en estas cuestiones. Baste aquí con constatar que entre 1820 y 1900, más de 3 millones de personas emigraron de Gran Bretaña a los Estados Unidos. El período con los niveles más altos de migración fue durante las décadas de 1860, 1870 y 1880, con casi 110.000 personas emigrando solo en 1888. [2]

Aunque Estados Unidos fue el lugar preferido para emigrar, esa emigración tuvo lugar por todo el imperio británico, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, India, Suráfrica etc. Los efectos de la emigración fueron la válvula de escape que necesitaba la sociedad británica para no explotar en conflictos sociales. Las perspectivas de encontrar trabajo aumentaron para los que se quedaron, como también las posibilidades de encontrar un alojamiento a un precio razonable. Además, la mayor competencia por la mano de obra, obligó a la efectivización y la tecnificación de los medios de producción, subió los salarios, dinamizo el mercado y proporcionó con el tiempo mejor condiciones de vida a los que se quedaron.

En Suecia vemos algo muy parecido durante el siglo XIX. Es el mismo proceso económico que comienza con la rápida subida demográfica que obliga a la emigración, en el caso de Suecia, preferentemente a Estados Unidos, llegando a alcanzar cotas importantes. La emigración masiva desde Suecia entre 1840 y 1890 tuvo un impacto profundo y de largo alcance en el desarrollo de la sociedad sueca en las décadas posteriores. Esta ola migratoria, en la que aproximadamente 1,3 millones de suecos participaron, fue motivada, al igual que la británica, por factores económicos, sociales y demográficos, y las consecuencias de este fenómeno afectaron a Suecia en múltiples formas. Una de las consecuencias más importantes fue el incentivar un proceso de industrialización. El país comenzó a depender menos de la agricultura y más de la manufactura y la industria. Al reducirse la presión sobre la tierra, las reformas agrarias pudieron llevarse a cabo más fácilmente. Esto permitió la consolidación de las propiedades agrícolas, el aumento de la productividad y la modernización de las técnicas agrícolas.

También en política tuvo la emigración efectos palpables, poniendo de manifiesto la necesidad de reformas sociales y políticas para evitar que más suecos abandonaran el país. El gobierno sueco, influenciado por los cambios en el pensamiento político que llegaban de Estados Unidos, comenzó a implementar reformas democráticas, como la ampliación del derecho al voto, mejoras en la educación y mayor representación política. Bueno, pues así queda explicado es “push” que no fue otro que el rápido aumento de la población con la falta de recursos que esto representó, al no seguir la producción el mismo ritmo que la natalidad y la esperanza de vida. El “pull” lo ofrecía Estados Unidos, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, la India y África. Lugares abiertos a la emigración europea en aquellos tiempos.

Regresemos ahora a lo que nos ocupa en realidad, las migraciones actuales y su aceptación o no, en las sociedades receptoras, y el efecto que estas migraciones pueda tener en los países de origen, así como en los receptores. Para explicar el efecto llamada se suelen emplear la natalidad, por tanto, la demografía, tanto de los países receptores como de los emisores. Si empezamos en África, podemos ver que, por causas parecidas a las que se daban en Europa en el siglo XIX, la población africana, que a principios del siglo XX estaba estimada en alrededor de 120 millones de personas. Aumento hasta llegar a finales de siglo a aproximadamente 800 millones de personas. Este crecimiento fue impulsado por la alta natalidad y la disminución de la mortalidad, a pesar de desafíos como las guerras y las recurrentes crisis de salud. Las proyecciones indican que la población africana seguirá creciendo en el siglo XXI, con una expectativa de que África sea la región con mayor crecimiento poblacional en las próximas décadas. El problema sigue siendo, el desigual desarrollo, los conflictos armados y, en la actualidad, también el cambio climático.

A lo largo del siglo XX, la población de Asia creció de manera significativa. A principios del siglo, Asia tenía una población estimada de aproximadamente 950 millones de personas. Para finales del siglo XX, esa cifra había aumentado a cerca de 3.6 mil millones de personas. La situación de Asia es diferente a la de África, pues tiene amplias zonas de rápido desarrollo, en parte parecidas a las que Estados Unidos y Australia, por poner dos ejemplos, ofrecían en el siglo pasado. El efecto “push” es más bajo que lo que se puede ver en África.

Otro de los continentes a analizar sería toda América Latina. A principios del siglo XX, la población de América Latina rondaba los 100 millones de personas. Para finales del siglo XX, esta cifra había crecido a aproximadamente 600 millones. A pesar del crecimiento económico en algunos países de la región, América Latina sigue enfrentando desafíos relacionados con la desigualdad económica, la pobreza y el acceso desigual a servicios básicos. Para miles de latinoamericanos los Estados Unidos siguen representando “la tierra prometida” hasta el punto de que muchos están dispuestos a arriesgar sus vidas para pasar la frontera, de la misma manera que miles de africanos y personas del medio oriente ponen sus vidas y las de sus hijos en peligro para, con la interesada ayuda de las mafias, llegar a algún puerto comunitario. Lo estamos viendo en todos los países mediterráneos y ahora también en Canarias.  

Hay quien dice que lo mejor sería abrir las fronteras y dejar que los flujos migratorios se regulen por si solos. Sí, pongamos por caso, Suecia decidiese abrir sus fronteras a todo aquel que quisiera migrar a este país, las condiciones del efecto “pull” que pueda haber, como los servicios sociales, la educación, la vivienda etc. se verían afectadas de manera que este efecto “pull” desaparecería, al dejar de ser atractivo. Los que preferirían una política de puertas abiertas suelen defender la tesis de que la población sueca está disminuyendo continuamente, por motivo de una baja natalidad y que la longevidad que estamo0s alcanzando hace imposible costear las pensiones de tanta gente, así como ofrecer los servicios necesarios a la población envejecida. Esto es una verdad con muchos matices. El envejecimiento de la población no necesariamente significa un declive en la productividad. Con mejoras en la salud y el bienestar, las personas mayores pueden contribuir más tiempo al mercado laboral y de formas valiosas en la sociedad. Europa puede implementar políticas que fomenten el crecimiento de la población nativa, como incentivos económicos para las familias, mejoras en la infraestructura para el cuidado de los niños y mejores equilibrios entre el trabajo y la vida personal, que permitan a las familias tener más hijos. No hay, por tanto, una única solución para los desafíos demográficos que enfrenta Europa. En lugar de centrarse únicamente en la inmigración, es necesario un enfoque multifacético que incluya políticas para aumentar la tasa de natalidad, mejorar la integración de los inmigrantes existentes, incentivar la productividad económica y asegurar un envejecimiento activo.

Entonces, ¿qué les decimos a todos esos partidos xenófobos que extienden sus bulos por los medios de comunicación, las redes y los foros? Yo les diría que la inmigración debería basarse en la cooperación mutua y el respeto por las diferencias culturales, no en la idea de que unos grupos de personas son sustitutos de otros. Los inmigrantes deben ser tratados como individuos que contribuyen activamente a la sociedad, no como una solución demográfica impuesta. Yo veo el concepto de «reemplazo» de una población, como un enfoque deshumanizante, tanto para las personas autóctonas como para los inmigrantes, ya que trata a los seres humanos como simples números en una ecuación demográfica, sin tener en cuenta sus derechos, culturas e identidades. Necesitamos un enfoque más integrador que promueva la integración social y cultural de los inmigrantes en lugar de ver la inmigración como un mero reemplazo de la población. El énfasis debe estar en una política de inmigración que valore la inclusión, el respeto mutuo y el enriquecimiento cultural, en lugar de en un cambio demográfico forzado o inorgánico.

¿Cómo queda el balance de las migraciones, si miramos en el espejo que nos ofrece la historia? Yo empezaré por los efectos positivos. Los inmediatos son por ejemplo que los migrantes pueden llenar vacantes en sectores que enfrentan escasez de mano de obra, desde trabajos altamente cualificados hasta empleos no cualificados. Aquí en Suecia tenemos en la actualidad una gran cantidad de técnicos informáticos indios, trabajando en las empresas suecas. También tenemos, por otro lado, muchos obreros trabajando en el cuidado de los ancianos. En el ámbito de la cultura, la llegada de migrantes puede enriquecer la vida cultural y social de un país, introduciendo nuevas tradiciones, perspectivas y formas de arte, por no hablar de la comida. Cuando yo llegué a Suecia, en 1970, la oferta en restaurantes era muy limitada. Una cosa que se suele olvidar en el recuento es el impacto económico de la inmigración en el consumo pues, los inmigrantes contribuyen al crecimiento económico mediante el aumento del consumo de bienes y servicios.

Aún sabiendo de todos los efectos positivos de la inmigración, hay que ser conscientes de los problemas que, con toda seguridad, van a producirse, al menos, en un principio, ya que, el aumento de la población ejerce siempre presión sobre infraestructuras, servicios públicos y viviendas, especialmente en áreas urbanas. Además, la llegada de un gran número de inmigrantes puede incrementar la demanda de servicios sociales y de bienestar, a veces superando los recursos disponibles. Apreciables son igualmente las diferencias culturales y lingüísticas que dificultan la integración y, en algunos casos, dan lugar a tensiones y conflictos sociales. Aunque erróneamente, los inmigrantes son percibidos por algunos, y en especial por aquellos ciudadanos que carecen de una educación especifica, como competidores por empleos y servicios, generando resistencia y xenofobia. En este rio revuelto de los miedos y el rechazo, pescan los partidos xenófobos muchos votos.

Los niños que van agarrados a su cuerda no piensan en estas cosas. Para ellos, el que haya muchas etnias juntas, muchos colores de pelo y de ojos, muchos tonos de piel, hasta muchos idiomas, es completamente normal. Aunque muchos xenófobos quieran acabar con la lógica que siempre ha imperado, desde que hay seres vivos en el mundo, que todos se van allí dónde tienen buenas posibilidades de vivir una vida digna y huyen de la pobreza, la hambruna, las guerras, el mal clima, y todo aquello que hace la vida imposible o muy penosa, siempre serán una minoría, porque los humanos somos bastante inteligentes. No por nada se nos ha dado el nombre de Homo Sapiens. Siempre repito como un mantra que, los árboles tienen raices, los humanos, pies. El día 16 hablaré con Ylva Johansson, nuestra comisaría europea de Asuntos de Interior desde 2019 en la Comisión Von der Leyen. Me han invitado a dos días de conferencias, como miembro del consejo de integración e inclusión de Lund, y tengo preparadas muchas preguntas sobre inmigración. Ya os iré contando.


[1] https://www.nationalarchives.gov.uk/help-with-your-research/research-guides/emigration/

[2] https://www.statista.com/statistics/1044929/migration-great-britain-to-us-1820-1957/