Hoy salgo temprano a caminar. A esta hora, un sábado de septiembre, no espero encontrar a ningún vecino despierto. El silencio es completo, hasta el punto que parece que los pájaros también disfrutan de una mañana de descanso. Sin embargo, una decena de pasos de la puerta de mi casa veo a mi gato, sentado muy atento mientras contempla fijamente los movimientos de una mujer joven, asiática constato, que agachada y con movimientos lentos, se disponía a acariciarle. Al pasar por su lado me miró y me dijo en inglés – ¿es su gato? Afirmé, y me sonrió diciéndome que era un gato muy bonito y que ella se había mudado a una casa en mi barrio. Nos saludamos y yo seguí mi marcha, pensando.
Yo iba pensando en aquellos días grises de octubre, tan lejanos, cuando salíamos mis compañeros y yo, de dos en dos, portando una hucha, corriendo de un lado para otro, tratando de llegar a todos los transeúntes con nuestra alegre, inquisitiva y animadora frase: “! unas perras para los chinitos!”. Era el día del DOMUND, un día en que muchos miles de niños de entre diez a doce años, salíamos a la calle con nuestras huchas de loza esmaltada representando cabezas de chinitos o negritos, que durante el curso descansaban en el aula de los más pequeños, y que en este día salían a la calle para volver repletas de calderilla. Éramos muy insistentes y competíamos entre nosotros a ver quien regresaba con la hucha más repleta. A veces, cuando no habíamos conseguido juntar mucho dinero, íbamos a casa a que la familia y los vecinos completasen la labor. Estoy seguro que recordaréis aquellos niños y niñas que corrían para cubrir todos los viandantes, con sus pequeñas pegatinas, que pegaban en la solapa de los donantes entre risas tímidas.
“Unas perras para los chinitos”. ¡Cómo ha cambiado la vida! Hoy los chinos han sobrepasado a los estadounidenses en casi todo. Imágenes de Shanghái, una de las ciudades más modernas y cosmopolitas de Chinau , con su skyline en el distrito financiero de Pudong, con rascacielos como la Torre de Shanghai y la Torre Jin Mao, son icónicas. La innovación, se ve por todos lados con infraestructuras avanzadas, como el tren de levitación magnética que conecta el aeropuerto con la ciudad. Por no hablar de Shenzhen, la «Silicon Valley de China», siendo el centro de la industria tecnológica china y sede de empresas como Huawei y Tencent. En China hay cientos de ciudades modernas, con infraestructuras e instalaciones supermodernas, aunque no es la imagen que recibimos a diario, aquí en el mal llamado “occidente”, ¡ex oriente lux!
La imagen de China que yo tenía como colegial español, a principios de los sesenta, era la de un país pobre e ignorante, necesitado de nuestras limosnas. Teníamos una imagen muy errónea de China y de los chinos, que nos cuesta soltar. Asociamos con pobreza, falta de higiene, astucia, falsedad y peligro, ante todo peligro. Ya en la película “55 días en Pequín” producida por el, en España, conocidísimo productor estadounidense de origen ruso, Samuel Bronston, en 1963, se pronuncia una frase que suena como una premonición: «Dejen dormir a China, porque cuando despierte, el mundo temblará», frase que se ha atribuido, sin pruebas fehacientes, a Napoleón Bonaparte. Yo, en realidad, tengo mi imagen más bien de los relatos de Julio Verne y de los viajes de Marco Polo, por tanto, he estado siempre un poco fascinado por China y por los chinos.
Recuerdo los primeros estudiantes chinos que llegaron a Lund en los años 70. Venían ellos con sus “uniformes” a lo Mao y ellas con sus zapatillas, casi de bailarina, de terciopelo negro y sin tacón. Eran todos brillantes estudiantes o investigadores y no hacían ningún ruido ni casi se les notaba. En las facultades se les conocía y sus nombres empezaban a figurar en algunos artículos, también se les podía ver en la promoción de nuevos doctores, pero, en las calles, se les veía solamente pasar, camino de sus quehaceres y poco más. En los años 80 empezaron a proliferar los restaurantes chinos. Primero uno en cada ciudad o pueblo importante, luego dos o tres o más. Y, en las prendas y los objetos de hogar, los juguetes y finalmente la electrónica, figuraban las etiquetas de “Made in China”. En los 90, comenzaron a llegar chinos disidentes, y chinos emprendedores, toda clase de chinos, pero seguían siendo anónimos, casi imperceptibles. Se les juntaba una población china que había llegado a Suecia como niños adoptados[1] por padres suecos, que no podían tener hijos propios. En la década de 1990, se descubrió que en China había orfanatos de niños abarrotados con pequeñas niñas que habían sido abandonadas debido a la estricta política de un solo hijo. Los centros de adopción recibieron información sobre las terribles condiciones en los hogares infantiles chinos, donde algo más de la mitad de los niños morían durante el primer año de vida[2]. Según la tradición china, es el hijo quien lleva adelante el nombre de la familia y es responsable del sustento de los padres ancianos. Esta actitud, junto con la política de un solo hijo, llevó a que se abandonaran a las primeras hijas nacidas con la esperanza de que el siguiente hijo fuera un varón. Con la llegada del nuevo siglo, y especialmente a partir de la década de 2020, la presencia china ha aumentado considerablemente con personas que están involucradas en el comercio y los negocios. Han establecido y administran empresas en sectores como restaurantes, tiendas, y servicios especializados. También hay empresarios chinos que han invertido en empresas suecas o han establecido joint ventures, la más importante de ellas Northvolt, que intenta construir las baterías eléctricas del futuro, trata de mantener en secreto su conexión con China. El periódico sueco de más prestigio escribe en un reportaje reciente: «En el área industrial en las afueras de Skellefteå se pueden ver trabajadores chinos con chalecos amarillos. El logotipo revela a su empresa: Wuxi Lead Intelligent Equipment. Una empresa que, entre otras cosas, es propiedad del estado chino, tanto directamente como a través de otras compañías»[3]. El reportaje continua: «En la página web de Northvolt no se menciona nada sobre el socio chino. Pero el personal de Wuxi y las máquinas de la empresa son una parte importante en la producción de las baterías de Northvolt.» La investigación muestra que alrededor de 500 personas de empresas chinas están trabajando en las operaciones de Northvolt. Esto es solo una de las muchas empresas que están colaborando con empresas chinas.
En 2023 había 38.253 ciudadanos chinos en Suecia, una población que se ha quintuplicado desde el año 2000.[4] No tengo cifras exactas de cuantos estudiantes y doctorandos, profesores, catedráticos y residentes chinos hay en Lund, en la actualidad, pero en este curso, que acaba de empezar, han llegado 900 estudiantes chinos, lo que significa una quinta parte de los estudiantes internacionales en Lund, en este curso. Por tanto, encontrar a una joven china como vecina, no me resulta nada del otro mundo.
En realidad, China es un país altamente importante; lo ha sido siempre, atrás en la historia y lo será en el futuro. Estamos tan absortos en el presente, en la guerra de Ucrania, en la tragedia palestina, en el día a día de nuestra cotidianidad política, que no podemos ver los grandes trazos de la historia. Si lo hiciéramos, veríamos que nuestro mundo está cambiando a pasos agigantados y China, tiene un impulso histórico para desear que ese cambio les ponga en el lugar que según ellos les corresponde en la historia. Hace ya bastantes años, en un seminario internacional en la universidad de Kristianstad, un antiguo embajador sueco en China, decía que, según él, los chinos no habrían olvidado el agravio que para ellos significó las Guerras del Opio, 1839-1842 y 1856-1860. Tampoco olvidan el bochorno y la ignominia de la llamada Chinese Exclusion Act americana de 1882, una ley federal de los Estados Unidos que prohibió la inmigración de trabajadores chinos, la primera vez, por cierto, que los Estados Unidos implementaron una legislación que restringía la entrada de un grupo étnico o nacional específico.[5]
A mediados del siglo XIX, miles de inmigrantes chinos llegaron a los Estados Unidos, atraídos por la fiebre del oro de California en 1848 y la demanda de mano de obra para la construcción del Ferrocarril Transcontinental. Los inmigrantes chinos, en su mayoría hombres jóvenes, trabajaban en condiciones muy duras por salarios bajos, lo que los hacía competitivos en el mercado laboral estadounidense. La llegada masiva de estos trabajadores chinos provocó una creciente hostilidad en la población estadounidense, particularmente entre los trabajadores blancos. Se difundió la percepción de que los inmigrantes chinos estaban quitando empleos a los ciudadanos nativos al aceptar salarios más bajos. Las mismas razones que los xenófobos exhiben hoy. A los inmigrantes chinos que ya residían en los Estados Unidos antes de la promulgación de la ley no se les otorgó la ciudadanía. Aunque podían seguir viviendo en el país, se les impedía naturalizarse como ciudadanos estadounidenses. Esta ley se fue renovando hasta su revocación en 1943, una ley que institucionalizó la discriminación racial contra los chinos en los Estados Unidos y consolidó una atmósfera de hostilidad hacia la comunidad china. Los inmigrantes chinos ya presentes en el país enfrentaron una severa marginación social, además de violencia y abusos.
Los chinos no olvidarán tampoco la humillación que sufrieron tras la rebelión de los Boxeadores en 1899, sofocada en 1901 por una coalición internacional[6] de potencias extranjeras, que obligaron a China a pagar grandes indemnizaciones y aceptar más privilegios para las potencias extranjeras. En general, el periodo de 110 años que comenzó en 1839 y duró hasta 1949 es considerado por los chinos como “El Periodo de la «Humillación Nacional» en el que se incluye la intervención extranjera y el apoyo a diferentes facciones que contribuyeron a la fragmentación y debilidad del país.
Me hubiera gustado poder leer los libros de texto de la historia de China que se usaban y se usan en la educación de los niños y jóvenes chinos. Sería muy interesante poder ver la historia con sus propios ojos; la imagen de si mismos que tienen y como nos ven a nosotros. Sé que los chinos utilizan, quizás sin ser conscientes de ello, un filtro, cuando hablan con los no chinos. Es un filtro que deja fuera toda esa animosidad que se presume que rezuma la sociedad china. Siguiendo la información que se nos da desde nuestras fuentes informativas, China es un potencial enemigo. Como vimos en el artículo de DN, el hecho de que una empresa china se encuentre presente en una empresa de tecnología puntera sueca, se considera un riesgo. Se intenta bloquear su industria con aranceles especiales, se ponen en entredicho sus aplicaciones; TikTok, por ejemplo, y se teme su incorporación en un Axel del mal, en el que Rusia e Irán participarían. Con mis vecinos chinos, no tengo ningún problema. Mis estudiantes chinos han sido siempre ejemplares y brillantes. Me queda como tarea aprender chino, pero me da mucha pereza. No sé, quizás más adelante, o en otra vida. Mañana trataré la cuestión de la inmigración india, que también es muy interesante. Soldados de las fuerzas occidentales y sus aliados en la guerra de los boxeadores.
[1] A lo largo de los años, se han realizado aproximadamente un cuarto de millón de adopciones internacionales desde China hacia varios países del mundo. El centro de adopción sueco ha gestionado 1774 adopciones del número total. A esto hay que sumar una cantidad desconocida de adopciones hechas por medio de otros órganos internacionales.
[2] Human Right Whatch https://www.hrw.org/report/1996/01/01/death-default/policy-fatal-neglect-chinas-state-orphanages
[3] https://www.dn.se/sverige/northvolt-skulle-skapa-oberoende-mot-kina-samarbetspartner-hyllar-diktaturen/
[4] https://www.scb.se/hitta-statistik/statistik-efter-amne/befolkning/befolkningens-sammansattning/befolkningsstatistik/
[5] Hubo una gran cantidad de leyes amparadas en supuestas cualidades o defectos de ciertos grupos étnicos, que restringían la inmigración. Estas leyes estuvieron vigentes hasta 1965 y proporcionaban cuotas muy restringidas de inmigración a pueblos que se consideraban “inferiores” o menos deseables. Blancos y protestantes, como los países escandinavos, tenían cuotas muy altas yde ahí para abajo, dependiendo del color de la piel, la religión o la riqueza.
[6] Reino Unido participó en las operaciones militares para asegurar las concesiones y zonas de influencia británicas. Los Estados Unidos también enviaron tropas como parte de la coalición internacional. La intervención estadounidense estuvo motivada por el deseo de proteger sus intereses comerciales y asegurar el acceso a los mercados chinos. De la misma manera lo hicieron Francia, Alemania, Rusia, Italia, Austria-Hungría y Japón. Este último país fue una de las potencias clave en la intervención, enviando un gran contingente de tropas. Japón tenía interés en expandir su influencia en China y proteger sus propios intereses.
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