Hoy es un día de planificación urbana, aquí en Lund. Los políticos en activo hemos convocado a la ciudadanía en la sala de reuniones de la ciudad (Stadshallen) para conocer su opinión sobre los planes de futuro que hemos penado para la ciudad. Concretamente se trata de saber su opinión sobre la construcción de nuevos barrios, parques e infraestructura y muy especialmente sobre la escala arquitectónica que queremos emplear: concentrado y alto o diseminado y bajo. Sabemos que aquí las opiniones van a variar mucho. Se puede argumentar que construir viviendas en vertical, en edificios altos con singularidad y personalidad, en un espacio reducido, es a preferir ya que ocupa menos área y facilita las infraestructuras y las comunicaciones, dejando las tierras de labor intactas o al menos reduciendo mínimamente su extensión. Por el contrario, una edificación mas baja, con soluciones unifamiliares y mucho espacio adyacente, jardines etc. se puede considerar como más “humano” en el sentido de homo mensura (a la medida humana). Construir de esa manera compromete un área muy superior y acota en gran medida las tierras de labor, algo que, pensando en las necesidades de autosuficiencia en materia de alimentos, es contraproducente. Vertical u horizontal, esa es la cuestión.
Y, mientras voy caminando hacia la reunión me vienen a la cabeza algunos dichos que desde pequeño solía oír y que ahora vienen a cuento. “Caballo grande, ande o no ande” se decía irónicamente de los que valoran la magnitud o apariencia externa por encima de la funcionalidad o la utilidad real, y describe situaciones en las que se privilegia lo llamativo, lo grande o lo impresionante, aun cuando ese atributo no garantice eficacia o beneficio práctico. Muchas ciudades han optado por construir edificios a cuál más grande, la lista sería tan larga como la de las ciudades del mundo, ya que no creo que haya una ciudad que no tenga ningún rascacielos que mostrar. También recuerdo el dicho: “los perfumes más caros se venden en frascos pequeños”, un dicho que se utiliza para resaltar que el valor o calidad de algo no siempre está relacionado con su tamaño o cantidad. Más bien, lo que es realmente valioso, ya sea en términos de calidad, importancia o singularidad, a menudo se presenta en formas discretas, pequeñas o contenidas, como los perfumes finos, que tienden a ser costosos, pero vienen en frascos pequeños. Siendo yo propenso a pensar en términos históricos y habiendo tratado ayer temas de macroeconomía y política, empezó a pensar que las organizaciones territoriales más exitosas no son esos 20 países tan felices y prósperos que se presentan en los rankings sino, todo lo contrario, los microestados.
Conozco dos microestados en profundidad, Andorra y Malta, también he visitado unos cuantos más y siempre me he hecho la pregunta de si el mundo no sería más feliz si todos viviéramos en microestados. La idea no es nueva, pues fue lanzada en el año 1516, el humanista, jurista, escritor y político inglés, Thomas More, acérrimo enemigo de las reformas religiosas del rey Enrique VIII, y a consecuencia de ello, ejecutado y posteriormente canonizado como santo por la Iglesia Católica. Las ideas sobre como podría construirse una sociedad ideal, las plasmó en su obra «Utopía», un libro que describe una isla ficticia con una organización social perfecta. En la isla de Utopía no existe la propiedad privada, la educación es universal, se promueve la igualdad y la justicia, y las leyes son simples y accesibles. La obra critica las injusticias sociales de la Europa de su tiempo, como la desigualdad económica, la corrupción y las guerras, y presenta una reflexión sobre lo que una sociedad ideal podría ser. En tamaño, Utopía excede bastante de lo que hoy llamamos microestados, pero se haya dentro de unas características de pequeño estado a nivel europeo. La isla de Utopía está dividida en 54 ciudades, todas aproximadamente del mismo tamaño, y cada una está a no menos de 24 millas de distancia de sus vecinas.
Cada ciudad en Utopía tiene alrededor de 6,000 familias, y cada familia está compuesta por entre 10 y 16 personas. Si tomamos como promedio unas 12 personas por familia, esto nos da una población aproximada por ciudad de 72,000 habitantes. Cada ciudad tiene asignadas ciertas áreas rurales, y las familias agrícolas, es decir, aquellas que viven en las granjas de las zonas rurales, también forman parte de la población general de la ciudad, aunque están organizadas de manera distinta. Si hay 54 ciudades y cada una tiene 72,000 habitantes en promedio, la población total de Utopía sería aproximadamente de 3,888,000 personas en un área de 40,500 km2 a comparar con el área de Los Países Bajos que es de 41,543 km2 o Suiza, 41,290 km2, aunque estos dos países tienen una densidad de población muy superior, 16,7 millones respecto a Países Bajos o 9,1 millones a Suiza. La diferencia en densidad poblacional puede explicarse por el nivel tecnológico de la época en que vivía More, pues se trataba de una sociedad que dependía de la agricultura y no estaba tan diversificada como la actual. Además, More se basaba en la autosuficiencia, lo que requería grandes extensiones agrícolas para abastecer a la población.
La Utopía de Thomas More es una sociedad idealizada basada en la justicia, la igualdad, la tolerancia y el bienestar común. Moro critica las injusticias de su tiempo en esta obra, como la acumulación de riqueza, la corrupción, la guerra y las desigualdades sociales. La Utopía es también una propuesta filosófica que refleja los ideales humanistas del Renacimiento. More confía en el potencial del ser humano para organizar una sociedad basada en la razón y el bien común. Aunque siendo ficticia, la Utopía de Moro sigue cautivándome y me hace pensar que quizás sería bueno repensar la organización mundial, si fuera posible. En realidad, la tendencia ha sido la contraria; integración y acumulación de territorios. La Unión Europea puede verse como una posibilidad de realizar la teoría de More “por la puerta de atrás”, me explico, creando un espacio en el que la importancia de los estados iría disminuyendo, dejando las decisiones más cerca de los pueblos, de las regiones. El principio de subsidiaridad. Se esperaba mucho de la Europa de la Regiones, pero, desgraciadamente, por cuestiones, como siempre, de seguridad, a quedado como un proyecto fallido.
Dejemos Utopía y vayamos a ver los microestados que persisten en la actualidad. Empezaré por el primero que conocí y visité en muchas ocasiones, Andorra, ese microestado tan cercano, pero generalmente tan desconocido por la mayoría de sus vecinos. Visité Andorra por primera vez en 1990. Llegue al principado con un autobús cargado de historiadores de mi facultad de historia y, media hora después de bajar del autobús en Andorra la Vieja, nos fuimos Dick Harrison[1] y yo a buscar una librería y encontramos un anticuario, un paraíso para nosotros, que casi perdimos el almuerzo por quedarnos en ese pequeño y encantador local buscando tesoros. Y al fin lo encontramos, muchos libros en francés, español y catalán sobre la historia de Andorra, y nos compramos cada uno una buena bolsa repleta de ellos. Como siempre empezaré, por tanto, por la historia. Los orígenes de Andorra están envueltos en leyendas que se remontan al emperador Carlomagno. Según la tradición, Carlomagno habría otorgado una carta de libertad a los habitantes de Andorra en agradecimiento por su ayuda en la lucha contra los musulmanes durante las guerras de reconquista en la Península Ibérica, alrededor del siglo VIII. Esa carta no ha aparecido por ninguna parte, aunque muchos autores se refieren a ella. Sin embargo, el primer registro documentado de la existencia de Andorra, que la nombra por su nombre, aparece en el año 843 y es una orden que redactó el emperador Carlos II el Calvo, nieto de Carlomagno, en el que cedía los valles de Andorra a Sunifredo, conde de Urgell, de la cercana ciudad española de La Seu d’Urgell. El acta de consagración de la catedral de La Seu, que data de 860, alude por primera vez a esta parroquia de los Pirineos como dominio de los condes del contiguo valle del Segre.
El evento más importante para la configuración moderna de Andorra es el Tratado de Pareatges firmado en 1278. Este tratado fue un acuerdo entre el obispo de Urgell y el conde de Foix, que resolvía una disputa sobre la soberanía de Andorra. Para evitar una guerra por el control de este territorio, se estableció un sistema de soberanía compartida, creando el coprincipado de Andorra.
Este tratado es clave para la supervivencia de Andorra, ya que estableció un sistema en el que, el obispo de Urgell, con sede en Cataluña, sería uno de los copríncipes. El otro copríncipe sería el conde de Foix y posteriormente, esta posición pasó al jefe del estado francés, por tanto, Macron es ahora uno de los copríncipes y por ello recibe el vasallaje de los valles de Andorra.
Este acuerdo garantizaba la neutralidad de Andorra, ya que los dos copríncipes, uno español y otro francés, tenían intereses en mantener el estatus de independencia del territorio. El sistema de coprincipado se mantuvo estable durante siglos, incluso cuando el condado de Foix fue absorbido por el reino de Francia. En 1607, el rey francés Enrique IV decretó que el título de copríncipe francés recaería en el jefe del estado francés, que en ese momento era el monarca. Tras la Revolución Francesa, que pasó sin dejar huella por el principado, y con la instauración de la república, el presidente de Francia asumió el rol de copríncipe.
El secreto o más bien la receta para mantenerse independiente y libre ha sido la rigurosa neutralidad ante cualquier conflicto, posiblemente gracias a su pequeño tamaño, ubicación aislada y falta de importancia estratégica para las grandes potencias. Por tanto, y a pesar de que tanto Francia como España se han visto envueltos en numerosos conflictos, Andorra siempre ha logrado mantenerse al margen, en gran parte debido a su peculiar estatus de coprincipado. Ninguno de los dos países deseaba alterar el frágil equilibrio que les permitía compartir soberanía sobre el territorio andorrano. Por ejemplo, durante la Guerra de los Treinta Años, 1618-1648, y todas las guerras paralelas entre España y Francia, Andorra no fue ocupada ni tuvo que involucrarse activamente. Ni siquiera cuando las hostilidades estaban tan cerca, como en la guerra Dels Segadors en Cataluña. De la misma forma, consiguió Andorra mantenerse al margen de las guerras napoleónicas.
Tampoco han podido los grandes conflictos de más reciente fecha cambiar el estatus de Andorra, aunque debido a un tecnicismo, el principado permaneció «en estado de guerra» con Alemania desde 1914 hasta 1958. Esto se debió a que, por un error administrativo, Andorra no fue incluida en el Tratado de Versalles que puso fin oficialmente a la guerra. Sin embargo, Andorra no tuvo ninguna implicación militar o económica en el conflicto. Durante la segunda guerra mundial, Andorra también se mantuvo neutral. La ubicación montañosa del principado y su discreción le permitieron evitar ser arrastrado a la guerra. Además, la frontera entre España (que bajo el régimen de Franco también se mantuvo neutral) y Francia fue crucial para operaciones de contrabando y la protección de refugiados que huían de la guerra, en su mayoría judíos.
Al llegar aquí, quiero hacer un pequeño inciso para contar la historia inverosímil pero fascinante de un hombre que llegó a militar en las tropas del último zar ruso y que dejó huella en la pequeña Andorra. Como dice la biblia, los caminos del señor son inescrutables. Andorra sólo ha sido invadida una vez a lo largo de toda su historia y eso se produjo el 21 de julio de 1934. Los invasores fueron un pequeño destacamento de guardias civiles, cuatro en concreto, liderados por un sargento. Pero esta acción inaudita tiene una historia de película. Todo empezó en Mallorca, en el American Yacht Club de la isla. Allí se dejaba ver en 1930 un personaje muy singular, Borís Mijáilovich Skósyrev Mavrusov[2], nacido en Vilna en 1896. Perteneciente a una familia de la pequeña nobleza bielorrusa, había sido soldado en los ejércitos del zar. Al estallar la Revolución de 1917 se exilia con su familia al Reino Unido, donde al parecer se enroló en la Armada británica y, al parecer, prestado sus servicios como espía en el Foreign Office. En 1925, este joven, se mudó a los Países Bajos, donde según él mismo se le concede por la reina el título de Conde de Orange. En los Países Bajos se casó con una francesa de origen marsellés, diez años mayor que él y bastante acaudalada, el 21 de marzo de 1931. Cansado muy pronto de su esposa, enamorado de una adolescente británica, entró por primera vez en Andorra y se estableció en la población de Santa Coloma, próxima a San Julián de Loria. La casa en que se alojó se puede ver aún y es llamada “la casa de los rusos” por él y por otro ruso que también estuvo en ella y que, según dicen, introdujo el primer cultivo de tabaco en Andorra.
Poco antes de que llegase Boris a Andorra, se había producido en allí una pequeña revuelta estudiantil a favor de la total independencia del país de Francia y España. El conde imaginario, entró pronto en contacto con la realidad andorrana y comenzó a tramar un plan. Mantuvo largas conversaciones con campesinos, artesanos y responsables de la política andorrana. Pronto se dio cuenta de que la revuelta juvenil ocurrida unos meses antes de su llegada podía acoger favorablemente sus ideas progresistas que garantizasen una mejora del nivel de vida. Ni corto ni perezoso, el 17 de mayo de 1934, presentó un documento al Consejo General de los Valles de Andorra explicando sus intenciones, pero, contra todo pronóstico por su parte, recibió una respuesta altamente negativa. El Consejo General de Andorra le pedía claramente: “que no se inmiscuya en asuntos políticos de los Valles, que en caso de reincidencia este se reserva el derecho de elevar quejas a la Autoridad competente para que le apliquen las sanciones que será merecedor el citado recurrente.” Además, el 22 de mayo recibió la orden fulminante de expulsión del territorio andorrano, decretada por Albert Lebrun, jefe del Estado civil, y firmada también por su homólogo religioso, Justino Guitart. Pero lejos de darse por vencido, Boris se “exilió” en la Seo de Urgell, en el Hotel Mundial, desde donde comenzó una intensa campaña para atraerse las simpatías de Juan de Orleans, el duque de Guisa y pretendiente al trono francés. Incluso se permitió redactar una nueva constitución para Andorra. Enterada la prensa, empezaron a interesarse por ese supuesto rey de Andorra. Como rey en el exilio, concedió numerosas entrevistas a los medios que fueron a visitarle e, incluso, algunas entrevistas telefónicas a los diarios The Times y The Daily Herald. Desde Torredembarra, donde se trasladó para proyectar una nueva ofensiva, en una entrevista al diario madrileño Ahora, confesaba: “no tengo ningún derecho histórico para mi pretensión. Lo hago únicamente como caballero para entender que defiendo los derechos de los españoles que residen en Andorra y son vejados por la república vecina”.
El duque de Guisa no sabía muy bien lo que hacer, pero se dejó llevar por la honda expansiva de los bulos de Boris y al fin se lo empezó a creer, tanto, que hizo circular unos folletos con el siguiente mensaje:“Su Alteza Real el duque de Guisa pide a los tribunales que le sean restituidos los bienes y derechos situados fuera de Francia que le fueron legados por sus antecesores, como herederos de los condes de Foix y de Bearn, príncipes de Andorra. Los andorranos se sienten administrados contra su voluntad por el señor Lebrun, presidente de la República francesa, que se hace decir copríncipe y no es el heredero de la Corona de Francia.”
Sorprendentemente, a Boris le empezaron a tomar en serio en Andorra, y el día 7 de julio de 1934 el Síndico General de los Valles de Andorra convocó al Consejo General para discutir la propuesta de Boris, con constitución y todo. Una vez expuestas las pretensiones de Boris, sorprendentemente casi todos los consejeros, 23 de 24, votaron a favor de nombrarle rey, salvo uno, el representante de Encamp, que se apresuró a dar cuenta de lo sucedido al obispo de Urgel.[3] Rápidamente se pusieron manos a la obra para redactar una Carta Constitucional andorrana que modificaba sustancialmente el sistema político andorrano tradicional. El Coprincipado tendría libertades, modernización, inversiones extranjeras y el reconocimiento de paraíso fiscal. Boris I imprimió 10 000 ejemplares de su Constitución y los entregó a personalidades españolas y francesas. Uno de estos, que fue a parar a las manos del obispo de Urgel, monseñor Justí Guitart i Vilardebó, desencadenó las hostilidades por parte del prelado, que desautorizó totalmente al pretendiente en unas declaraciones en la prensa leridana, donde decía que los únicos copríncipes de Andorra eran él y el presidente de la República Francesa.
El 10 de julio, hubo votación definitiva en el Parlamento de Andorra, donde la adhesión monárquica se repitió con el resultado de 23 a 1, y el 17 de julio se publicó en el Boletín del Gobierno Provisional de Andorra la Constitución del Estado Libre de Andorra, decretándose al mismo tiempo, la disolución del Consejo General, y convocando elecciones para el 1 de agosto. Pero la corona le duró muy poco al bueno de Boris, ya que el obispo de Urgel, que no se andaba con bromas, mandó a la Benemérita[4] a detener al rey, y se lo llevaron esposado a La Seu de Urgel para, a la mañana siguiente ser trasladado a Barcelona y puesto a disposición del juez Bellón, que tras comprobar que Boris había sido expilsado de Mallorca en 1932, le apricó la famosa ley de “vagos y maleantes” y le mandó a Madrid dos días después, acabando con sus huesos en la cárcel modelo de la capital. Tras la condena, fue expulsado a Portugal y desde allí, de alguna manera, pasó a Gibraltar y al norte de África, reuniéndose al fin, con permiso del gobierno francés con su primera esposa en Aix-en- Provance, para luego ser enviado a un campo de internamiento.
Con Francia ocupada por los nazis o en manos del fascista Petain, Boris fue reclutado por los nazis en 1943, convirtiéndose en una especie de «sonderführer» o comandante en la frontera este. En 1945 fue capturado por los norteamericanos, pero fue posteriormente liberado al comprobar que no era alemán ni estaba afiliado al partido nazi, por lo que se fue a vivir a Boppard en Alemania, donde residía su esposa desde 1944. No paran ahí sus aventuras, porque en 1948 fue capturado por los soviéticos en la ciudad alemana de Eisenach, juzgado y enviado a Siberia. En 1956 fue excarcelado y se mudó de nuevo a Boppard, donde residió hasta su muerte el 27 de febrero de 1989.
Y Andorra sigue donde siempre ha estado. Sigue su sistema peculiar de coprincipado, sigue con sus peculiaridades, pero ahora tiene una nueva constitución, de la que se hablaba mucho cuando estuve allí por primera vez en 1990. La nueva constitución fue aprobada en referéndum el 14 de marzo de 1993. la Constitución fue redactada por una comisión formada por tres delegaciones, la del Consell General, la del copríncipe episcopal y la del copríncipe francés y contiene ciento siete artículos organizados en nueve grandes ámbitos o títulos que tratan de la soberanía de Andorra (I), de los derechos y las libertades (II), de los copríncipes (III), del Consell General –el parlamento-(IV), del gobierno (V), de la estructura territorial (VI), de la justicia, (VII), del Tribunal Constitucional (VIII) y de la Reforma Constitucional (IX).[5] El parlamento andorrano cuenta con veintiocho consejeros generales, consellers generals. En lugar de los 24 que había en tiempos de Boris. Una recopilación de documentos interesantes se puede consultar, por él que así lo desee, en este enlace.[6]
Dejo aquí a Andorra, por el momento, porque regresaré mañana con algo de mis vivencias en el principado, allá por el 1990.
[1] Dick Harrison es mi antiguo compañero en la institución de historia, donde fuimos doctorandos. Dick es por el momento el historiador más conocido de Suecia y su producción en estos 34 años pasa de 100 obras muy importantes y muy leídas. Èl quedó fascinado por este pequeño principado, siempre me lo repite cuando nos vemos y hasta llegó a enviarme una carta de agradecimiento por haber llevado a la institución a este fantástico lugar.
[2] https://www.diariodemallorca.es/almudaina/2020/11/29/boris-i-mallorca-trono-andorra-25712069.html
El Periódico de Catalunya (Diario. Ed. en castellano. Ed. impresa)
13/11/2017página 11
Diario de Mallorca
29/11/2020página 61
[3] https://digitalandorra.com/reportatge/el-rei-boris-i-va-ser-expulsat-de-mallorca-abans-de-reclamar-el-tron-al-principat/
[4] https://benemeritaaldia.es/el-dia-que-la-guardia-civil-invadio-andorra/
[5] https://www.consellgeneral.ad/es/el-consell-general/organos-y-procedimientos-del-consell-general/constitucion#:~:text=Contiene%20ciento%20siete%20art%C3%ADculos%20organizados%20en%20nueve%20grandes,Constitucional%20%28VIII%29%20y%20de%20la%20Reforma%20Constitucional%20%28IX%29.
[6] https://www.consellgeneral.ad/ca/arxiu/actes-historiques-del-consell-general-1/sintesi-de-les-actes-1133-2023
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