Desde que tuvo uso de razón, Esaias Tegnér, quiso ser escritor. El se veía a si mismo como un gran poeta y mandaba a partir de 1801 sus poemas a todos los concursos que anunciaba la Academia Sueca, institución creada por Gustavo III en 1786, ahora conocida en todo el mundo por ser la que concede los premisos Nobel. A caballo entre el estilo erudito, latinista sueco, de finales del siglo XVIII y el romanticismo alemán. Desde su pequeño despacho en Lund, los poemas de Tegnér, inspirados sus lecturas de Kant, Schelling y Fichte, van siendo poco a poco conocidos. La Academia Sueca le concede alguna que otra mención, pero en Gotemburgo, conseguirá al fin algunos premios.

A los 28 años le llega al fin el reconocimiento de la Academia. Lo gana con su poema “Lo eterno” (Det eviga). Aquí trataré de traducir los primeros versos:

El fuerte, con la espada, da forma a su mundo,

Su fama vuela como águilas;

Pero en algún momento la espada viajera se rompe.

Y las águilas son derribadas al vuelo.

Lo que la violencia puede crear es difícil y breve,

Muere como una tormenta de viento en el desierto de la distancia.

Pero la verdad sigue viva. Entre carros y espadas

Ella se irgue tranquila con una frente radiante.

Ella guía a través del mundo nocturno

Y sigue señalando el camino.

La verdad es eterna: Por cielo y la tierra

resuenan de generación en generación sus palabras…

http://runeberg.org/tegnersskr/2/0212.html

Tegnér escribe “el fuerte” y en 1810 todos sabían a quienes se refería. Eran dos, los fuertes, no uno. Uno de ellos Napoleón, el ídolo que le había defraudado con sus planes de atacar Suecia. El otro es , naturalmente, el zar Alexander, que poco antes había tomado Finlandia, la cuarta parte del territorio Sueco, tan sueco como podía ser Estocolmo y mucho más sueco que el territorio sueco recientemente conquistado a Dinamarca, donde Tegnér vivía. Cuando se trata de Napoleón, la frustración que sentía Tegnér es la misma que sintió Beethoven seis años antes, al ver como su héroe, Napoleón, traicionaba las ideas liberales de la revolución francesa haciéndose proclamar como emperador de los franceses.

Con este poema se le abre a Tegnér el camino de la fama y, curiosamente, también el reconocimiento académico. El mismo año es nombrado catedrático de estética y dos años mas tarde también de griego. Y, finalmente, consigue su más dorado sueño: el gran premio de la Academia -sueca en 1811, aunque no se publicaría hasta 1817. Es su obra más política, tanto, que le obligan a cambiar algunas estrofas que podían molestar demasiado al gran vecino del este, esa Rusia que se sabía poderosa y que quizás no se conformara con Finlandia y estuviera dispuesta a venir a por más. Desde la isla de Åland, ocupada por formar parte del territorio finlandés, incurrían a veces, aprovechando los hielos del invierno, destacamentos rusos hasta la costa sueca. Se habían visto cosacos cerca de Uppsala, se decía.

En 1812 es admitido como miembro en la Asociación Gótica (Götiska Förbundet) formada el año anterior en Estocolmo por escritores personas relevantes de la vida cultural sueca en un contexto claramente ligado al romanticismo. Allí se volverá a encontrar con un antiguo amigo de Lund, el maestro de esgrima Ling, que recordamos como creador de la gimnasia sueca y a otros escritores y académicos. Todos tomaron nombres vikingos, que utilizarán durante sus reuniones y ceremonias. Tegnér recibe el nombre de Bodwar Bjarke. Con el tiempo se le sumaran más amigos de Lund, entre otros Carl Adolf Agardh, al que dedicaré una entrada de blog completa. Esta asociación tenía como principal objetivo la regeneración de la sociedad sueca tras la perdida de Finlandia, aceptada la derrota y olvidando el revanchismo, que se consideraba como algo indeseable, ya que podía resultar en una catástrofe. En lugar de revancha militar, trabajaba esta organización con la idea de, como Tegnér escribía en el poema que le dio el gran premio de la Academia sueca, Svea: “…para, dentro de las fronteras de Suecia, crear de nuevo Finlandia.”

Se refería Tegnér al esfuerzo necesario para redimir el país de la pobreza y el atraso. Se quería crear una conciencia nacional que uniese las fuerzas de académicos, industrialista, banqueros, trabajadores y artistas, para conseguir un futuro mejor. La Asociación Gótica tuvo gran transcendencia durante las cuatro primeras décadas del siglo XIX, directa o indirectamente, como inspiradora del desarrollo económico y cultural de Suecia. La vida de Tégner durante estos años tuvo unos grandes cambios; subió muchos escalones en la escala social, contrajo matrimonio y, quizás para el lo más importante: se convirtió en el primer “best seller” famoso en toda Europa y traducido a varios idiomas.

Desde su residencia en Lund, a partir de 1815 en una casa-granja cerca de la catedral, estuvo escribiendo una serie de poemas que fue publicando en la revista Iduna. Eran cantos que formaban parte de una historia inspirada en la saga islandesa. El poema entero fue publicado en 1825 con el título Frithiofs saga (La historia de Frithiof). Johann Wolfgang von Goethe pidió a Amalie von Imhoof que tradujera su obra al alemán y pronto estaría en las mesas de todos los eruditos y estudiantes. Un verdadero furor por todo lo “vikingo” o nórdico acompañó a esta obra inspirada en la Helga del danés Oehlenschläger, el amigo de Ling. Y es que el romanticismo alemán necesitaba encontrar sus raíces, y parecía haberlo hecho en estos versos rudos que recordaban un pasado idealizado, bien distinto de los modelos latinos que se habían usado hasta entonces. Una nueva estética, una nueva léxica, una nueva historia, para construir el espíritu germánico. Como os habréis fijado, la estatua de Tegnér se apoya en una piedra rúnica, símbolo del pasado nórdico. Aquí le dejamos por hoy. Seguiremos mañana, porque hay mucho más que contar de este señor. Como podéis ver en la foto, estoy leyendo una edición de la obra de 1903, de ahí la diferente ortografía del título. El la veintisieteava edición.