En mis paseos matutinos me acompaña Radio Nacional. Mientras camino escucho las Mañanas de Iñigo Alfonso a partir de las ocho, hasta las diez. Me gusta escuchar los análisis de sus periodistas-politólogos invitados. Yo no estoy siempre de acuerdo con sus análisis, pero, como no estoy allí para oponerme, me aguanto y escucho sus puntos de vista, y a veces, hasta cambio yo de opinión, tan buenos son. Bueno, pues estoy sin auriculares. Nada, que parece que han hecho ya su servicio y se han jubilado, porque no me funcionan. Por un día, no pasa nada. Las noticias suecas e internacionales las escucho en casa, durante el desayuno, antes de salir.

Esto de salir sin auriculares, así a pelo, tiene también su punto interesante. Voy más atento a lo que veo a mi alrededor y mi cerebro trabaja sin ningún apoyo ni tema al que seguir, él va a su propio albedrio, podríamos decir. De esta manera estoy libre para hacer las asociaciones que me vengan en gana y la de hoy, os parecerá disparatada, pero es que es la leche.

La leche ha sido siempre muy importante para los indoeuropeos, y para otros también, supongo, pero empezaré por nuestros más próximos ancestros. La imagen de una vaca como ancestro se encuentra en muchas religiones. Las diosas egipcias Isis y Hathor se representan como vacas o con cabezas de vaca. En la mitología griega, Hera es llamada «la de ojos de vaca» (βοῶπις boôpis)(, y en la mitología persa, Gavaevodata es una vaca y una de las primeras criaturas creadas por Ahura Mazda. Los hindúes profesan un gran respeto a la vaca, Kámadenu, «la que cumple con todos tus deseos», sagrada por su generosidad y abundancia, pues consideran la leche de vaca como el alimento más perfecto, alimento que proporciona calma y sosiego y mejora la meditación.

Audhumbla, es el nombre de una vaca mítica en la mitología nórdica. En los albores de los tiempos, según el relato mitológico que ha llegado hasta nosotros, el gigante Ymir bebió leche de sus ubres. Cuando lamió piedras cubiertas de escarcha y sal, surgió un hombre llamado Bure, que significa «padre» o «engendrador», y se convirtió en el antepasado de los dioses. Bure tuvo un hijo llamado Bor, quien se casó con la giganta Bestla. Tuvieron tres hijos: Odín, Vili y Vé, que a su vez se convirtieron en los asesinos de Ymir. Las cuatro corrientes que fluyen de las ubres de Audhumbla probablemente se relacionan con la visión religiosa de Snorri Sturlasson el autor de la Edda en el siglo XIII, en la que cuatro ríos paradisíacos brotaron en el Edén.

Y pienso en la importancia de la vaca y de su leche, cuando paso por la entrada de un lugar muy conocido, como club de conciertos musicales, bailes y obras teatrales. Qué raro es este Martín, diréis, con razón, porque pienso conectar la vaca con este lugar y además pienso conectar todo esto con España, como casi siempre suelo hacer.

Vayamos por partes. Primero saber que la leche era un producto vital para los campesinos desde tiempos remotos hasta la revolución industrial. Casi todo el mundo vivía en el campo y necesitaba para sobrevivir una fuente de energía y proteína de la cual poder fiar. Todos intentaban tener al menos alguna vaca, en su propia finca o la posibilidad de utilizar los prados comunales. La leche que no se bebía directamente, que era casi toda, se trataba de manera que se pudiese conservar, haciendo queso y mantequilla. Se hacía de forma artesanal, cada uno en su casa, y el excedente, si lo había, se llevaba al mercado para convertirlo en moneda de cambio, para abastecerse de aquello que no podían producir por si mismos.

Los procesos de industrialización fueron el origen de la urbanización masiva, el éxodo del campo a la ciudad y el origen de la economía de consumo. La demanda de productos alimenticios crecía exponencialmente en relación con el aumento de la población urbana. Por tanto, se necesitaban más y más productos para abastecer a la población que carecía de medios para producir sus alimentos, pero tenía medios económicos para comprar lo necesario. En cuanto a los productos basados en la leche, el problema era la forma de separar la nata de la leche, un proceso que en el pasado solía ser laborioso, y que consistía en dejar que la leche reposara hasta que la grasa se elevara a la superficie y pudiera ser retirada a mano.

En esto que un joven inventor sueco, cuya familia era originaria de Francia, Gustaf de Laval, inventó un aparato “el separador” que se basaba en un principio simple, que era la fuerza centrífuga generada en un recipiente que giraba rápidamente. Durante la rotación, las sustancias más pesadas eran empujadas hacia las paredes del recipiente, mientras que las más ligeras se acumulaban en el centro. De esta manera, era posible separar líquidos con diferentes densidades entre sí. El separador de leche tenía dos salidas, una para la nata y otra para la leche desgrasada.

En 1878, Gustaf de Laval y su socio de negocios Oskar Lamm obtuvieron la patente para el separador en 1878, y luego, cuando comenzó a comercializarse al año siguiente, se vendieron un total de 70 máquinas, de las cuales 25 se vendieron en Suecia. En 1885, se vendieron 1,200 separadores y en 1896, la empresa Separator entregó su máquina número cien mil. Gustaf de Laval recibió el Premio Wallmark de la Real Academia de Ciencias de Suecia por su invención y multitud de premios en varias exposiciones internacionales. En 1883, Gustaf de Laval y Oskar Lamm fundaron AB Separator (ahora Alfa-Laval). El éxito fue innegable, y el separador de leche de hecho se utilizó en la mayoría de las granjas suecas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. También revolucionó la industria lechera en toda Europa, estimulando en particular el crecimiento de las cooperativas lecheras en Escandinavia, los Países Bajos, el norte de Alemania e Irlanda.

Aquí dejo a nuestro inventor, que además de esa máquina inventó cosas muy interesantes y útiles para la sociedad, entre ellas la turbina de vapor, que permitía producir electricidad a partir de calderas de vapor, y muchas cosas más, aunque no le fueron muy bien los negocios y murió arruinado, eso ya requeriría una entrada de por si, pero lo dejamos para otro día. Hoy sigo aquí, enfrente de la cooperativa lechera de Lund, para explicar su metamorfosis, de edificio industrial a lugar para conciertos y actividades artísticas.

 Cuando se construyó cooperativa lechera, a finales del siglo XIX, estoy seguro de que nadie podía haber pensado que algún día se convertiría en un lugar donde gigantes como Radiohead o Ramones tocarían, claro que tampoco sabía nadie que esos grupos iban a existir. El local fue uno de los principales productores de leche y queso en Suecia durante la primera mitad del siglo XX, antes de que la actividad cesara en la década de los 60, para ser exactos en 1968, y el edificio quedara vacío. En 1979, hubo un incendio en el local, que lo dejó aún más deteriorado si eso era posible. No fue sino hasta la década de los 80 que se volvió a utilizar, pero con un propósito completamente nuevo.

La transformación del ruinoso edificio en un centro cultural se convertiría en una de las contiendas políticas más acaloradas en Lund de los años 70 y 80. Ya en 1969, los jóvenes habían comenzado a exigir algún tipo de espacio para la expresión cultural, pero a pesar de un gran compromiso voluntario, la oposición por parte del municipio fue fuerte. Esto condujo a la creación de la Asociación Kulturmejeriet, Lechería de Cultura con el propósito de generar apoyo público. La propuesta captó el interés del consejo municipal, pero no se aprobó hasta 1985. Pasados los años, esta institución a puesto a Lund en el mapa de todos los amantes de la música moderna. Incluso varios de aquellos que eran opositores tenaces del proyecto han llegado a aceptarlo hoy en día, y uno de los concejales que más se oponía fue invitado a la celebración del décimo aniversario y tuvo un bar, llamado Rydes bar, en su honor. Lennart Ryde era una persona muy culta, padre de dos de mis estudiantes. Aún conservo un mensaje que me envió con motivo de la graduación de su hija, siempre estará en mi memoria, pero, hay que reconocerlo; desde el principio estuvo muy en contra de la ubicación de Mejeriet, ¿quizás por estar justo enfrente de su casa y temer las aglomeraciones de jóvenes a su misma puerta?

Entre los famosos que han actuado en esta antigua industria lechera están: Ramones, Blur, Oasis, Prodigy, Miles Davis, Alice in Chains, The Stone Roses, Elvis Costello, Massive Attack, Iggy Pop, Ride y Dizzy Gillespie entre muchos otros. Majeriet es un ejemplo más de edificios que han tenido una segunda vida, en verdad, un buen reciclaje. Abajo podéis ver esta lechería con el aspecto que tiene hoy por fuera. Y, estaréis pensando; ¿dónde está la conexión española? Pues, sí, el 3 de octubre de 1995 actuaron las Baccara, Mayte Mateos y Maria Mediola, en Mejeriet con su «Yes sir I can boogie». Ahí queda eso.