‘Sol espléndido que no calienta, pero ilumina mi camino realzando los colores del otoño. Precioso día. Voy cruzando las calles de la antigua Lund y, al pasar por las calles de Själboden, Lilla Al, Stora Tome y Magle stora kyrkogata, allí donde estaba mi institución de historia, antes de que la llevasen al nuevo centro de humanidades, recuerdo que justamente aquí, estaba la casa de la misericordia hasta comienzos del siglo XX. Encima de la puerta de entrada, rezaba un letrero, que ahora se conserva en el museo Kulturen de la ciudad con esta sentencia tomada de la biblia: “Ho som inte vill arbeta, ska icke héller äta” (El que no quiera trabajar, tampoco comerá.)[1]
No es casualidad que vaya yo pensando en estas cosas hoy, porque acabo de leer en El Periódico de Cataluña un artículo sobre “Los nueve mejores países del mundo” basado en un ránking de los 20 países y territorios en Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU; en Competitividad, de IMD; y en renta per cápita por habitante, Banco Mundial.[2] En dólares. Como es de esperar, España no está entre los 20 primeros (27) pero lo interesante es que El Periódico se hace la pregunta: ¿Por qué Suiza, Noruega, Irlanda o Singapur se han consolidado entre las naciones más desarrolladas? La respuesta la quieren basar en el trabajo que les ha dado el premio Nobel a los economistas estadounidenses Acemoglu, Johnson y Robinson, sobre cómo se forman las instituciones y afectan a la prosperidad entre países. Y, mientras voy caminando, voy pensando que no es tan sencillo como lo pintan, no. Yo me permito tener mi propia teoría, que no explica todo, pero que debe tomarse en cuenta al hacer comparaciones. Trataré de resumirla en pocas palabras, para no abusar de vuestro tiempo. Corto y claro: No estamos entre los nueve, ni entre los veinte, porque trabajamos menos; así de sencillo. En cifras: mientras Suiza, Noruega, Irlanda y Singapur tienen una tasa de empleo sobre la población activa del 80%, 78%, 75% y 67% respectivamente. España tiene 60% de su población activa empleada. Ahí tenemos el dato más importante a mejorar, si queremos formar parte del grupo de los países más ricos y felices (?) del mundo. Esa es la base, a más población que trabaja más riqueza y más calidad de vida.
Entre los 20 “mejores” países encontramos a Qatar, Los Emiratos, Arabia Saudí y Singapur, cuyas instituciones democráticas dejan mucho que desear, según la visión occidental de las libertades y derechos humanos, lo que no impide que muchos ciudadanos de estos países valoren el desarrollo económico y la eficiencia de sus gobiernos, lo que a menudo se utiliza como argumento para justificar la falta de libertades políticas más amplias. y derechos?
Los habitantes de países como Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Singapur muestran altos niveles de satisfacción con sus gobernantes, a pesar de la falta de libertades políticas y derechos civiles, debido a varios factores interrelacionados, como la prosperidad económica. En los estados del Golfo como Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, los ingresos provenientes del petróleo y el gas natural permiten a los gobiernos ofrecer generosos subsidios, viviendas, educación gratuita y sistemas de salud de alta calidad, muchos suecos, por poner un ejemplo que conozco, trabajan en los sistemas de sanidad de estos países. Esta prosperidad material compensa, para muchos, la falta de libertades políticas.En Singapur, el éxito económico está más relacionado con una economía diversificada, alta tecnología y políticas fiscales estables. El alto nivel de vida, combinado con un entorno seguro y ordenado, satisface a gran parte de la población.
En países como Arabia Saudí y Singapur, los gobiernos enfatizan la seguridad y el orden, algo muy valorado por los ciudadanos de todo el mundo. La estabilidad económica y política, junto con bajos niveles de criminalidad, genera un sentido de seguridad y previsibilidad en la vida cotidiana. En estas sociedades, el miedo al caos o a la inestabilidad que podrían surgir con regímenes más democráticos o menos controlados también juega un papel importante. Muchos prefieren un liderazgo autoritario que asegure estabilidad antes que las incertidumbres asociadas con cambios políticos bruscos o democracia liberal.
En los países del Golfo, los valores culturales y religiosos juegan un papel fundamental. En sociedades como las de Arabia Saudí y Qatar, donde el islam es una parte integral de la vida pública y privada, las ideas de obediencia y respeto por la autoridad están profundamente arraigadas. La monarquía y las estructuras de poder son vistas como protectoras del orden social y religioso. En Singapur, aunque no es una monarquía, el respeto por la autoridad y la importancia de la comunidad sobre el individuo son principios culturales que fomentan la aceptación de un gobierno fuerte y de las restricciones a las libertades individuales.
En estos países, los gobernantes son vistos no solo como líderes políticos, sino también como padrinos del desarrollo económico y social. En el caso de los países del Golfo, la relación histórica entre las familias reales y las poblaciones tribales ha creado un vínculo de lealtad y protección. En Singapur, el liderazgo del Partido de Acción Popular (PAP) es visto como el motor que ha llevado al país de ser una colonia empobrecida a un centro económico global. Esta legitimidad basada en la eficacia y el desempeño económico hace que muchos ciudadanos acepten la falta de democracia liberal, dado que los resultados son tangibles en su calidad de vida.
En todos estos países, existen estrictos controles sobre la libertad de expresión, la prensa y la organización política. La disidencia pública está limitada, lo que reduce el espacio para el surgimiento de movimientos opositores organizados. Las leyes sobre seguridad, como la Ley de Seguridad Interna de Singapur o las estrictas leyes sobre manifestaciones en los países del Golfo, desalientan la protesta. Al no haber canales visibles de oposición, los ciudadanos tienden a conformarse con el statu quo, ya que la posibilidad de cambio parece remota o incluso peligrosa. Además, los líderes en estos países suelen usar el nacionalismo como una herramienta para fomentar el orgullo y la lealtad. En los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, la modernización y los proyectos de infraestructura de clase mundial como Dubái o Abu Dabi son símbolos de éxito nacional que refuerzan el sentido de pertenencia y orgullo en el país.
Pero, lo más importante, que une a estos países con las democracias convencionales, también presentes en este listado de países “felices” y “prósperos” es la cantidad de habitantes activos que contribuyen a la riqueza del país con su trabajo. Aquí encontramos también a China, un país que ha pasado por momentos difíciles en su historia reciente, como la invasión japonesa, la guerra civil y los desastres del Gran Salto Adelante. La mayoría de los chinos perciben al partido comunista en el poder como una fuente de continuidad y protección frente a nuevas crisis. Estoy seguro de que aquí muchos de mis lectores se preguntarán en que datos me apoyo para afirmar que la población china apoya mayoritariamente al partido comunista, es comprensible, pero yo me apoyo en la ausencia de una oposición relevante, dentro y fuera de China. En occidente tenemos una tendencia a magnificar cualquier ejemplo de disidencia china como representante de 1.500 millones de chinos y presentamos, por ejemplo, a Ai Weiwei como un representante de esta oposición.
En China trabaja el 75,9 % de la población en edad activa y, desde las reformas económicas de 1978 bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, el país ha experimentado un crecimiento económico sin precedentes. Millones de personas han salido de la pobreza y China ha pasado de ser una economía agraria a una potencia global industrial y tecnológica. Este desarrollo ha mejorado considerablemente el nivel de vida de la población, fomentando la legitimidad del gobierno. La mayoría de los ciudadanos parecen considerar que, bajo la dirección del partido comunista chino, han experimentado mejoras visibles en infraestructura, salud, educación y oportunidades laborales, lo que contribuye a su lealtad hacia el gobierno.
Vemos al fin que las naciones que entran en este top 20 tan añorado tienen una cosa en común y esto no es la democracia o la vitalidad de sus instituciones, más bien es la proporción de ciudadanos que participan en la economía activa con su trabajo y, muy importante, que cotizan con sus impuestos y de esta manera participan en la construcción de una sociedad fuerte. Para España, con su 60% de población activa trabajando, nos queda la tarea de encontrar una manera de aumentar nuestra inversión en investigación y desarrollo. Según la OCDE, el gasto en I+D de España está por debajo de la media de los países más desarrollados. Aumentar esta inversión fomentaría la innovación, especialmente en sectores estratégicos como la tecnología, la energía y la biotecnología. Para eso debemos empezar por la educación, pues necesitamos un sistema educativo más robusto que prepare a su población para el futuro. Mejorar la calidad de la educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas es crucial para fomentar la innovación y el desarrollo de un capital humano cualificado. Tenemos una de las tasas de abandono escolar más altas de la UE y eso hay que cambiarlo y erradicarlo. Tenemos además que fomentar la FP.
No podemos seguir teniendo el récord de paro juvenil. A pesar de algunas mejoras, tenemos todavía una de las tasas de desempleo más altas de Europa entre los jóvenes. Para ser más competitivo, tenemos que reducir el desempleo estructural mediante políticas activas de empleo y una mayor flexibilidad en el mercado laboral, aunque les cueste admitirlo a los sindicatos. Es necesario reducir la temporalidad y la precariedad laboral, lo que es difícil en un país en el que el 12% de su PIB se debe al turismo y con una agricultura todavía en vías de mecanización reorganización. España debería atraer también más inversión extranjera directa creando un entorno económico y regulatorio más favorable, con menos burocracia y más incentivos fiscales para sectores clave como la tecnología verde, el turismo sostenible y la economía digital. Aquí tenemos uno de los factores de éxito de Irlanda, un país pobre que ha sabido utilizar todos los resortes para potenciar su desarrollo. Irlanda tiene una de las tasas de impuesto corporativo más bajas de Europa, lo que ha sido un factor clave para atraer a grandes empresas multinacionales, especialmente en los sectores de tecnología y farmacéutica. La tasa estándar es del 12.5% sobre los ingresos derivados de comercio. Como parte del acuerdo internacional de la OCDE, a partir de 2024, Irlanda implementa un impuesto corporativo mínimo del 15% para grandes multinacionales con ingresos superiores a €750 millones, en línea con las reformas globales. La tasa estándar en España es del 25%, ¡ni que decir tiene que Irlanda atrae más inversión que España!
Bueno, empecé con esto del trabajo y la pobreza y me he liado a criticar, ¡pobre de mí! a los premios Nobel de economía. Decía mi madre que el papel es muy bueno porque se deja escribir cualquier cosa sin protestar y yo lo trasmito a los ordenadores y las pantallas. Medio en serio, medio en broma, quiero dejar claro que yo pienso que la solución de la pobreza pasa por fomentar el trabajo en todos los ciudadanos de cualquier país. No deja de ser un tanto ridículo ese afán de estar siempre entre los mejores en todos los ránquines, me parece a mí. Siempre pensando en quien es el más rico, el más alto, el más envidiado, etc. Yo prefiero, como ya he manifestado en otras entradas, atenerme a la política económica de Bután, que desde los años 70 ha sido guiada principalmente por el concepto único de Felicidad Nacional Bruta (GNH, Gross National Happiness, en inglés), introducido por el cuarto rey de Bután, Jigme Singye Wangchuck, priorizando el bienestar de los butaneses sobre el crecimiento económico convencional, en contraste con el PIB que se utiliza en la mayoría de los países. La economía de Bután está orientada a mantener su cultura y entorno natural, evitando un crecimiento rápido que pueda generar desigualdad o degradación ambiental. Las política económica del país está profundamente alineadas con la sostenibilidad ambiental, tan de moda hoy. Bután es desde hace muchas décadas, conocido por su compromiso con la neutralidad de carbono y la protección de sus bosques y ecosistemas. País agrícola, donde el turismo es uno de los pilares económicos del país, pero donde el gobierno de Bután ha adoptado una política de «alto valor, bajo impacto», cobrando tarifas elevadas a los turistas para limitar el número de visitantes y proteger su cultura y medio ambiente. El que quiere visitar Bután está obligado a pagar las tarifas diseñadas por el gobierno, que ascienden a 200 dólares americanos por día durante la temporada baja (enero, febrero, junio, julio, agosto, diciembre) y 250 por día durante la temporada alta (marzo, abril, mayo, septiembre, octubre, noviembre). Por este dinero, más la visa de 40 dólares, se puede obtener alojamiento en hoteles de tres estrellas o equivalentes, todas las comidas diarias, guía turístico certificado, transporte interno en vehículo privado, entradas a monumentos y sitios culturales. De esta manera, Bután garantiza que los turistas tengan una experiencia de calidad mientras el país limita el impacto del turismo masivo. Bután ha adoptado una modernización gradual. Aunque ha abierto su economía a nuevos sectores y tecnologías, el gobierno sigue siendo cauteloso para evitar los efectos negativos de la globalización y el capitalismo desenfrenado, lo que incluye evitar la acumulación de deudas o la creación de grandes desigualdades económicas. Es un modelo envidiable, al menos así me parece a mí.
Una de las cosas que más me gustan de este país es la forma en que construyen las casas para las nuevas generaciones. Primero de todo, los constructores deben obtener permisos y cumplir con las regulaciones de planificación urbana, para que la construcción sea acorde con el desarrollo sostenible y las normas culturales del área. Las casas reflejan la arquitectura tradicional del país, que incluye características como muros de adobe, techos de madera y ventanas con intrincados trabajos de carpintería, verdaderas filigranas. Los butaneses eligen seguir estos estilos para mantener la estética cultural. Se usan materiales locales, madera, piedra y barro, como práctica sostenible y por respeto al medio ambiente. En muchas comunidades, y esto es lo que más me gusta, la construcción de viviendas puede involucrar a miembros de la familia y vecinos, justo como se hacía en Suecia a principios del siglo XX. Esta colaboración no solo ayuda en la construcción física de la casa, sino que también fortalece los lazos comunitarios. Las casas se construyen también considerando el paisaje y el entorno, buscando minimizar el impacto ambiental. Muchos de nuestros dirigentes deberían viajar a Bután y aprender.
Por tanto, para terminar, un resumen de mis pensamientos ante el lugar donde se hallaba la antigua casa de misericordia de Lund: La pobreza se elimina con el trabajo, el trabajo de todos los que puedan contribuir al bien de todos. Es una tontería intentar siempre estar entre los más “guapos”, mejor estar entre los más felices, creo yo, y, si tan importante se considera pertenecer a la élite de los países más ricos, hay que seguir las recetas que han dado resultado, es decir, hay que ver que toda la población que pueda esté empleada y hay que atraer capital y actividades con buenas políticas económicas. La alternativa es seguir el ejemplo de Bután y concentrarse en alcanzar la felicidad en el equilibrio necesario entre la actividad humana y la naturaleza. Para consultar datos económicos de los diferentes países he usado los datos del Banco Mundial https://datos.bancomundial.org/indicador/SL.TLF.ACTI.ZS?locations=CN
Para información sobre Bután he usado la guía del Instituto de Política Extranjera sueco UI https://www.ui.se/landguiden/lander-och-omraden/asien/bhutan/ en sueco y muy actualizado.
La fotografía muestra una página de mi libro sobre los trabajadores del metal en Lund. Arriba el letrero en piedra que se podía ver sobre la entrada de la pequeña casa de misericordia construida en 1803 y derribada en 1950. El letrero, ahora es parte de una mesa que se conserva en el museo de la ciudad, Kulturen.
[1] Porque aun cuando estábamos con vosotros os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Tesalonicenses 3:10
[2] https://www.elperiodico.com/es/economia/20241017/nueve-mejores-paises-mundo-109504306
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