En mi paseo hoy, voy escuchando las noticias que llegan desde España. Llevo unos días entre perplejo y anonadado por lo que veo, escucho y me cuentan los amigos, que están allí. Lejos de remitir, parece que las riadas continúan, al menos la lluvia sigue azotando el litoral este de la península. No es la primera vez ni tampoco será la última, me temo, pero, cada vez que ocurre, es una gran tragedia para muchas personas. Es también una ocasión para ver la capacidad de cohesión de los pueblos. Veo que viene gente de regiones próximas a Valencia, pero también de Madrid y de Extremadura. No he oído nada sobre Cataluña y me extraña que no hayan enviado ayuda desde allí, pensando entre otras cosas en la idea de Los Països Catalans. Le pediré a Xavièr que me lo aclaré. Él, seguramente, sabrá lo que sucede. Ver abajo, al final del texto.
Catástrofes como la de Valencia, destrozan en unos minutos el trabajo realizado por miles de personas en muchos años. El paso devastador del agua y el lodo lo arrasa todo a su paso. Es natural pensar que nada positivo puede devenir de semejante tragedia, pero, en realidad, las primeras culturas se formaron de esa manera. Los ríos Éufrates y Tigris, que regaban zonas desérticas de lo que ahora denominamos Mesopotamia, la Tierra entre dos Ríos, era un vergel, comparada con los desiertos y tierra baldías que la rodeaban. Las fértiles tierras de la ribera atraían grandes cantidades de campesinos que aprovechaban la riqueza de las tierras junto a las vías fluviales. Pero, estos ríos sobrepasaban sus cuces con cierta periodicidad, arrasando en su camino todo lo que se le ponía delante, dejando el agua al retirarse, ricos sedimentos con propiedades altamente aprovechables para la labranza. Con el tiempo, se fue desarrollando la ciencia de prevenir las rápidas subidas de los cauces y evitar las consecuencias nefastas de estas, aprovechando el agua y el lodo, para ir extendiendo los cultivos a lo ancho de los cauces, hasta formar una región tan fértil que pudo ser la cuna de muchas culturas. De las necesidades en la previsión y ordenación del territorio tras las riadas surgieron conocimientos en varias áreas científicas, como la construcción de canales, diques, embalses y sistemas de riego, una tarea compleja que requería una comprensión básica de la hidráulica y la ingeniería. Los mesopotámicos construyeron canales para dirigir el agua a sus campos y almacenaron agua en estanques, lo cual les permitió regular el flujo del agua y proteger las cosechas. Este fue el inicio de la ingeniería hidráulica, vital para las sociedades agrícolas.
Para planificar y construir estos sistemas de riego, los mesopotámicos necesitaban medir el terreno y calcular áreas. La agrimensura y la geometría surgieron para trazar y organizar las tierras de cultivo, planificar los canales y dividir los terrenos irrigados. De hecho, la necesidad de medir con precisión los campos y de distribuir el agua de manera equitativa impulsó el desarrollo de técnicas matemáticas básicas, con un sistema de numeración y cálculo. Para la administración de las tierras y la distribución del agua, los mesopotámicos desarrollaron un sistema numérico sexagesimal, que fue empleado en cálculos de superficie y volumen, sentando las bases para avances matemáticos en astronomía y aritmética. El control del agua y la tierra requirió una administración organizada jerárquicamente, con sistemas de contabilidad para gestionar los recursos y la producción agrícola, lo que incentivó el desarrollo de la contabilidad y de una escritura cuneiforme, primera en el mundo, que fue utilizada para llevar registros de cosechas, distribución de agua, impuestos y transacciones. Estas prácticas administrativas también influyeron en la creación de sistemas legales que regulaban el uso de los recursos hídricos, ya que las complejidades del control y distribución del agua llevaron a disputas entre aldeas y agricultores. Ante esta problemática, los gobernantes mesopotámicos implementaron leyes para regular el acceso al agua y evitar conflictos. El Código de Hammurabi, incluía regulaciones sobre el uso del agua y la construcción de canales, y establecía sanciones para quienes violaran estas normas.
Con cierta diferencia y adaptado a las características y necesidades de los diferentes territorios, otras culturas fluviales, llegaron a crear sistemas parecidos a los que se implementaron en diferentes partes del mundo. Así surgieron casi a la par que en Mesopotamia, las culturas a lo largo del cauce del Nilo, el Indo en el subcontinente indio y el Amarillo o Huang He en China. En estas regiones, el trabajo de organización requería igualmente liderazgo y coordinación, lo que impulsó el desarrollo de estructuras de gobierno y sistemas administrativos complejos. El desbordamiento de los ríos proporcionó, por tanto, las condiciones necesarias para el surgimiento de algunas de las primeras civilizaciones de la historia. Sin la fertilidad aportada por estos ríos, el desarrollo de las culturas antiguas habría sido mucho más difícil, ya que la agricultura y los asentamientos permanentes son dos de los factores principales que permiten el avance cultural y social.
Y ayer pudimos ver por la televisión que una parte de los que se encontraban presenciando la visita de las autoridades a la zona más dañificada; el jefe del estado, el presidente del gobierno y el presidente de la Generalitat valenciana, fueron increpados y “atacados” con pegotes de lodo. Parece ser que algunos de los valencianos, si no todos, piensan que los líderes no han estado a la altura de las circunstancias. Sobre todo, consideran que hay una gran falta de liderazgo, en un momento tan crucial para la región. Yo me pregunto si acaso no confunden los que critican a los líderes, el liderazgo con las reglas del juego que nos hemos dado en España, dividiendo y a veces duplicando y hasta fragmentando la facultad de decisión, lo que ya vimos con ocasión del COVID. Deberíamos, creo yo, repensar la estructura de nuestro estado. No podemos tener un sistema en España que reparta la responsabilidad de tomar decisiones de manera que nadie se sienta llamado a hacerlo. En el caso de grandes tragedias, pandemias y cosas semejantes, hay que tener un sistema claro, perfectamente jerarquizado, que sea capaz de reunir todos los recursos necesarios para paliar los efectos de estas catástrofes, salvar vidas, reconstruir pueblos, y todo eso que no se puede hacer con recursos locales. Aprendamos de los antiguos sumerios, egipcios, Harappa o chinos. La unión hace la fuerza, como reza la máxima del escudo belga.
Nota aclaratoria: Desde Cataluña se han organizado operaciones de ayuda, recopilando material para enviar e incluso organizando transportes de voluntarios. Es bastante raro que los medios en general no se hagan eco de ello. Esperemos que no sea intencionadamente.
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