Conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Un Legado Inconcluso
En estas fechas, millones de niños en todo el mundo escriben sus deseos para que Papá Noel, los Reyes Magos, Ded Moroz o cualquier otro personaje mitológico haga realidad sus sueños. Me imagino que los niños que viven en Gaza, en Siria, en Ucrania o en el Líbano, soñarán con un mundo en paz, pero ¿a quién podrán escribir esos niños?
El 6 de enero de 1941, el discurso del presidente de los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt daba esperanzas para el futuro a los que se encontraban amenazados por el Eje o ya habían sentido la pesada y fría bota fascista sobre su cuello. En este discurso, pronunciado como discurso del Estado de la Unión, que para siempre llevará el nombre de discurso de las cuatro libertades, Roosevelt declaraba los objetivos de Estados Unidos para el mundo, cuando esa terrible guerra llegase a su fin, principios basados en un supuesto derecho universal que garantizase la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de desear una vida mejor y la libertad de vivir sin miedo. Principios capaces de movilizar a una inmensa mayoría de la población mundial que, arropados por el liderazgo de los Estados Unidos, consiguieron sacudirse por un tiempo a las fuerzas del mal.
En agosto de 1941, Roosevelt y Churchill firmaron la Carta del Atlántico, un documento que delineaba sus objetivos para el mundo posguerra. En ella, se reconocía la necesidad de establecer una paz basada en la justicia, el derecho de todos los pueblos a la autodeterminación y la eliminación de la opresión. Durante la guerra, en enero de 1942, los representantes de 26 naciones que luchaban contra las potencias del Eje firmaron la Declaración de las Naciones Unidas, comprometiéndose a luchar por una paz que respetara los derechos humanos fundamentales y la justicia.
En 1946, tras la victoria, la recién formada Organización de las Naciones Unidas estableció una Comisión de Derechos Humanos, presidida por Eleanor Roosevelt, viuda del presidente y una figura clave en la defensa de los derechos humanos. Esta comisión tenía como objetivo redactar un documento universal que definiera estos derechos. Entre sus redactores se encontraban el francés René Cassin, quien tuvo un papel crucial en el texto final y es considerado uno de sus principales autores; el libanés Charles Malik, un filósofo y diplomático que defendió los derechos individuales y el pluralismo; un chino, Peng Chun Chang, que aportó perspectivas del confucianismo y enfatizó la armonía entre los derechos individuales y la comunidad; y un canadiense, John Humphrey, director de la División de Derechos Humanos de la ONU, quien redactó el primer borrador preliminar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que finalmente se adoptaría el 10 de diciembre de 1948. Este documento ha servido como base para tratados internacionales vinculantes, ratificados por los Estados, como es el caso del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
El discurso de Roosevelt del 6 de enero de 1941 puede considerarse como el principio de un proceso que culminó con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Desgraciadamente, estamos todavía muy lejos de conseguir su definitiva implantación. Conflictos armados continúan siendo una amenaza significativa para los derechos humanos. Las guerras en Ucrania, Siria, Palestina y otros lugares han provocado desplazamientos masivos, violaciones de derechos humanos, y abusos graves, como asesinatos, torturas y violaciones, que afectan tanto a combatientes como a civiles. Grupos armados y organizaciones terroristas perpetran violaciones sistemáticas contra los derechos humanos, incluyendo la esclavitud sexual, el reclutamiento forzado de niños y ataques a comunidades civiles.
Lamentablemente, los derechos humanos no han llegado a todo el mundo. En países autocráticos como China, Rusia, Bielorrusia, Myanmar y otros muchos, cuyos gobiernos persiguen a activistas, periodistas y opositores políticos, restringiendo la libertad de expresión y de prensa, y llevando a cabo arrestos arbitrarios y juicios injustos, la represión continua. La discriminación racial y la xenofobia siguen siendo problemas graves, exacerbados siempre por la intolerancia y el odio y alimentados por ideologías nacionalistas y populistas. La discriminación de género y la violencia contra las mujeres sigue siendo una lacra para una gran parte de la humanidad. Las leyes y prácticas discriminatorias persisten en muchos países, con Afganistán como terrible ejemplo, limitando los derechos de las mujeres a la igualdad y la seguridad. Persecución religiosa y hostilidad hacia minorías religiosas, como los uigures en China, los rohingya en Myanmar y los cristianos en algunas regiones de África.
El cambio climático agrava la pobreza y la desigualdad, afectando a millones de personas con desplazamientos forzados y limitando el acceso a recursos esenciales como agua potable y alimentos. Las políticas de austeridad recortan servicios básicos como la salud, la educación y la seguridad social, y afectan negativamente a los derechos económicos y sociales, especialmente, aunque no exclusivamente, en los países más pobres.
En algunos paíseses, la democratización avanza lentamente o retrocede debido a elecciones manipuladas, restricciones a la libertad de prensa, y la concentración del poder en manos de líderes autoritarios. El populismo y el nacionalismo, que promueven políticas xenófobas y limitan los derechos de las minorías, están en auge.
La vigilancia masiva y el uso de tecnología para controlar a la población, la recopilación de datos personales y el seguimiento de la actividad en línea, representan una amenaza para la privacidad y la libertad de expresión, como también lo es la censura en línea y la represión de las redes sociales que limitan la libertad de expresión y la disidencia en internet.
Un conjunto de razones para seguir luchando para que los derechos humanos sean en realidad universales. Como siempre, debemos poner nuestras esperanzas en las futuras generaciones y naturalmente en la educación de estas en los principios de los derechos humanos. Para terminar, unas palabras de René Cassin en su discurso al recoger el Nobel de la Paz en 1968:
“…la organización de la paz debe basarse en consideraciones de la razón y la preocupación. Supone un esfuerzo tremendo para modificar, a través de la educación, ciertas actitudes mentales arraigadas desde hace mucho tiempo: trabajar hacia la limitación de los armamentos, manifestar solidaridad con los hambrientos, cooperar en el fortalecimiento de las unidades familiares o sociales. Pero la razón por sí sola no es suficiente. Los factores emocionales, y especialmente el sentido de la justicia, no deben dejarse en manos de aquellos que los pervierten al servicio del odio y la destrucción.”
Y, mientras sigo mi camino, en esta mañana otoñal, voy cantando bajito esta canción de 1967 de Luis Eduardo Aute:
Voy pidiendo libertad
Y no quería oír
Es una necesidad
Para poder vivir.
La libertad, la libertad,
Derecho de la humanidad.
Es más fácil encontrar
Rosas en el mar
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