Paseo esta mañana por una ciudad helada, cubierta por un sudario blanco que voy profanando con mis pasos, dejando tras de mi una estela de huellas grisáceas. Siento el frío en la cara, sensación de diminutas agujas perforando mis mejillas y mi nariz, la única parte de mi cuerpo que se asoma a la intemperie. Tras mis gafas algo empañadas, mis ojos llorosos van mirando el paisaje desierto. Me viene a la cabeza el recuerdo de un día como este, una mañana de enero el año 1974. Recuerdo la sensación de andar por las calles desiertas, sin coches ni autobuses ni camiones, sin peatones. Esa vez, a la percepción de soledad se le sumaba la angustia de no saber si ese estado de cosas era el principio de algo inédito hasta ahora, la falta de energía fósil, algo que hasta ahora habíamos considerado tan natural como el agua que bebíamos.
Todo comenzó con la guerra de octubre de 1973 entre Egipto y Siria, por un lado, e Israel por el otro. Los países de la OPEP se negaron a exportar petróleo a los estados que habían ayudado a Israel durante la guerra de octubre. Como consecuencia de este bloqueo, los países afectados se vieron obligados a actuar, para garantizar la actividad industrial y los transportes. En Suecia se introdujo el racionamiento de gasolina el 8 de enero de 1974. Se enviaron tarjetas con cupones de racionamiento; 40 litros para los automóviles y 20 para las motos, igual para todos. por lo que, al ir a llenar el tanque del coche, se tenía que usar tarjetas de racionamiento. Fue en este contexto que comenzó el debate sobre cómo reducir la dependencia del petróleo y enfocarse más en fuentes de energía alternativas.
Al igual que en el caso del COVID-19, millares de investigadores de todo el mundo se encerraron en sus laboratorios para encontrar alternativas energéticas a cualquier precio. En primer lugar se incentivó la investigación en las energías renovables. Se investigaron tecnologías para aprovechar la energía del sol, desarrollando paneles solares más eficientes. Se exploraron aplicaciones para generación eléctrica y calefacción. También se impulsaron proyectos para construir aerogeneradores más grandes y eficientes para generar electricidad a partir del viento. En países con ríos adecuados, como aquí en Suecia, se promovió la construcción de nuevas centrales hidroeléctricas, aunque esto ya se había hecho mucho antes y quedaban muy pocos ríos sin regular por medio de presas.
La energía nuclear fue vista como una alternativa clave al petróleo. Muchos países invirtieron en la construcción de reactores nucleares para generar electricidad de forma masiva y relativamente independiente de los combustibles fósiles. Francia dependía enormemente del petróleo importado y sufrió profundamente la crisis de 1973. Por tanto, el gobierno francés lanzó un ambicioso programa nuclear conocido como el Plan Messmer. En pocos años, Francia construyó decenas de reactores nucleares y, para finales de los años 80, alrededor del 75% de su electricidad provenía de la energía nuclear. En 1973, Estados Unidos tenía alrededor de 40 reactores en operación, pero para finales de los años 80, el número había superado los 100. Japón, La Unión Soviética, Alemania, Suecia, Canadá y también España, construyeron plantas nucleares como respuesta, pero luego vinieron las catástrofes de Three Mile Island en 1979, Chernóbil en 1986 y Fukushima en 2011, que pusieron en entredicho la proliferación de las plantas nucleares.
Se empezó a experimentar a gran escala la producción de combustibles a partir de materiales orgánicos como maíz, caña de azúcar y aceites vegetales. El etanol y el biodiésel comenzaron a ganar interés como combustibles para el transporte. Las marcas automovilísticas promovieron la mejora de la eficiencia en motores de combustión al igual que las fábricas de electrodomésticos desarrollaban productos mas eficientes y con menor gasto energético.
En el ámbito urbano, se desarrollaron planes para promover el transporte público y la reducción del consumo energético en edificios mediante mejor aislamiento y diseño arquitectónico eficiente. En algunas universidades se comenzó a investigar en la economía circular, en formas de reutilizar y reciclar materiales para reducir la demanda de energía en la producción de bienes. Se exploró el hidrógeno como combustible alternativo, especialmente como portador de energía en pilas de combustible para vehículos y otros sistemas. En fin, cada uno en su ámbito científico y profesional comenzó a preocuparse del problema energético, intentando encontrar una solución permanente para la substitución del petróleo. Otros, todo hay que decirlo, como Noruega, se preocuparon más de conseguir su propio petróleo, prospectando su territorio en busca del preciado oro negro, que al subir los precios, hacía rentable la producción que había comenzado en Ekofisk en 1971. El aumento dramático de los precios del petróleo debido al embargo de la OPEP en 1973 benefició enormemente a Noruega, que ya estaba exportando petróleo del Mar del Norte.
Hoy, leyendo lo que se escribe en el foro de WhatsApp de Las Sociedades Científicas de Mérida, veo que el próximo ciclo de conferencias llevará el título “Máquinas: en busca del perpetuum mobile”. Esto me lleva a pensar en una de las actividades que el embargo petrolífero puso en marcha aquí en Suecia, el renacimiento del sueño que desde la antigüedad ha acompañado a infinitos pensadores y científicos, desde Aristóteles hasta Mike Brady pasando por Villard de Honnecourt y Leonarda da Vinci. El sueco que trató de conseguir construir una máquina de movimiento perpetuo que solucionase la crisis del petróleo en 1974 no fue un charlatán cualquiera, sino un respetado y famoso inventor, Baltzar von Platen, el inventor del refrigerador de absorción que, durante su vida activa, continuó investigando en campos relacionados con la energía y la termodinámica, con proyectos relacionados con el almacenamiento de energía y sistemas de calefacción, la desalinizadora, el diamante industrial etc. En 1974, a los 77 años, Baltzar von Platen logró convertirse en el centro de toda la atención mediática a partir de un articulo publicado en uno de los principales periódicos suecos, el Svenska Dagbladet, en el que, en primera página, se comunicaba que este venerable científico trabajaba en algo que “solucionará la crisis del petróleo, haciendo innecesaria la energía nuclear”.
La noticia cayo como una bomba y todos los medios de comunicación se hicieron eco de ella. Los científicos de la Real Academia de Tecnología (KTH) quedaron boquiabiertos e incrédulos ese 25 de marzo, al leer el periódico. Algunos se atragantaron seguramente comiendo sus cereales. Los teléfonos empezaron a llamar, de un científico a otro, preguntándose ¿cómo? Esto ocurrió el martes antes de la Pascua. Después de la publicación en el diario Svenska Dagbladet, reinaba una gran confusión en todas las redacciones y en los círculos académicos. Los editores estaban de vacaciones de Pascua, al igual que los expertos. Nadie sabía muy bien qué pensar sobre las llamativas noticias. En realidad, era algo que todos estaban esperando, el sueño de una máquina de movimiento perpetuo nunca ha sido tan intenso como durante esos primeros años de la década de 1970, cuando la energía nuclear se debatía con más intensidad y las crisis del petróleo se sucedían unas tras otras.
Seguro os estaréis preguntando cómo le fue a von Platen con este invento, pero antes me gustaría presentar al inventor, porque su historia es muy peculiar. Baltzar von Platen nació en 1898 en Ystad, en el sur de Suecia. Sus padres eran Philip von Platen, funcionario de justicia, y Eva Ehrenborg, pianista.
De niño, a Baltzar von Platen le gustaba pensar por sí mismo, lo que no era bien recibido siempre por todos sus maestros, quienes con bastante frecuencia lo reprobaban y suspendían. Finalmente, tras repetir bastantes cursos, logró graduarse de bachiller en 1917.
El pequeño Baltzar soñaba con ser cantante de ópera, pero un extraño evento cambió su camino. En sus memorias, von Platen relata que a los 16 años fue visitado por un espíritu. «Percibí que era un ser inteligente de otro planeta. Me dijo: ‘Sabes que hay una guerra mundial. Sabes que habrá escasez de combustible. Por eso, construye una máquina que absorba el calor del ambiente frío, eleve la temperatura del calor y lo transfiera a la habitación.'». Interpretó esta descripción como un perpetuum mobile, es decir, una máquina de movimiento perpetuo, lo que marcó profundamente su vida y su trabajo como inventor.
Una de las razones que hacen que piense en este peculiar inventor es que comenzó sus estudios en la universidad de mi alma mater. Después de graduarse, Baltzar von Platen comenzó a estudiar en la Universidad de Lund. Sin embargo, dejó la institución tras un conflicto durante un examen de física. Se le pidió que demostrara la ecuación de Carnot, un concepto fundamental en la termodinámica. Presentó una demostración original y muy personal que su profesor nunca había visto antes. El profesor, cuyo nombre no he podido encontrar, exigió que la hiciera como los demás, pero Baltzar se negó, discutió acaloradamente y finalmente, según cuenta el mismo Baltzar, salió corriendo de la sala. Tras este incidente, consideró convertirse en sacerdote, pero finalmente ingresó en el Real Instituto de Tecnología en Estocolmo, KTH.
En el Instituto Real de Tecnología, Baltzar encontró un ambiente que valoraba su originalidad. Allí conoció a Carl Munters, otro joven estudiante, con quien inició una colaboración. Ambos alquilaron un pequeño apartamento en el centro, donde pasaban las noches inventando. Aunque solían faltar a las clases, lograron completar sus estudios con éxito.
Von Platen y Munters decidieron diseñar un refrigerador sin partes móviles. La idea era que un extremo del aparato se enfriara mientras el otro se calentaba. Pronto crearon el primer prototipo, capaz de mantener temperaturas de -40 °C, aunque era demasiado grande y poco práctico para uso doméstico. Siguieron trabajando para perfeccionarlo.
El refrigerador funcionaba de la siguiente manera, que de alguna manera parte de la revelación del ángel en el sueño del joven Baltzar: Se mezclaban agua y amoníaco en un recipiente calentado, lo que convertía el amoníaco en gas. El gas subía a un condensador donde se enfriaba y volvía a estado líquido. Este líquido se dirigía a un elemento refrigerante lleno de hidrógeno, donde el amoníaco se vaporizaba nuevamente, absorbiendo grandes cantidades de calor del entorno, lo que enfriaba el espacio circundante. La mezcla de amoníaco y gas hidrógeno regresaba a un absorbedor donde se mezclaba nuevamente con agua, reiniciando el ciclo.
En 1922, Baltzar von Platen y Carl Munters presentaron su refrigerador como trabajo de graduación y solicitaron una patente. Su invención se convirtió en una sensación mundial. En 1923, la empresa AB Arctic compró los derechos de la patente, y en 1925 se presentó un modelo mejorado en una exposición tecnológica en Estocolmo. Ese mismo año, publicaron un libro sobre su invento y recibieron la Medalla Polhem de la Asociación de Tecnología de Suecia.
Electrolux, la famosa marca sueca, adquirió AB Arctic ese mismo año, y tanto Baltzar como Carl fueron contratados para seguir desarrollando el refrigerador. Cada uno recibió 560,000 coronas suecas (2 millones de euros de ahora) por la venta de la patente. El éxito del refrigerador fue clave para la rápida expansión de Electrolux.
Lejos de dormirse en los laureles, Baltzar von Platen siguió inventando cosas. Durante la década de 1930, comenzó sus experimentos para fabricar diamantes artificiales. La idea consistía en comprimir carbono bajo alta presión y altas temperaturas. Sin embargo, nunca logró completarlo del todo. Posteriormente, el trabajo fue retomado por Erik Lundblad, uno de sus asistentes, y la empresa ASEA. Erik Lundblad fue el primero en el mundo en producir diamantes sintéticos. Estos se utilizan en puntas de taladros y para cortar vidrios.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la neutral Suecia tuvo que enfrentarse a una gran escasez de petróleo. La idea de Baltzar von Platen fue utilizar gasógeno, un gas generado por la combustión incompleta de madera o carbón, que podía emplearse como combustible. El dispositivo de gasógeno inventado por Baltzar von Platen utilizaba madera como fuente de energía y permitió que los automóviles suecos siguieran funcionando durante la guerra, gracias al gasógeno, transportando un pequeño remolque con madera o con cualquier combustible sólido; tela, papel etc.
En 1958, diseñó el grifo antigoteo. La idea surgió una noche en la que, incapaz de dormir, se sintió irritado por el constante goteo del grifo en la cocina. La solución fue una combinación de acero inoxidable y caucho sintético. Y así llegó Baltzar von Platen a generar titulares sensacionales en los periódicos. El último al afirmar haber inventado una máquina perpetua, una fuente de energía fantástica e inagotable. En conferencias y escritos trató de probarlo, pero los expertos académicos consideraron que era algo imposible. Baltzar von Platen, obstinado como de costumbre clamó: «Hay dos grupos que rechazan mi invento. Primero, los que no han leído mi tesis. Y luego, los que la han leído mal». Sin embargo, la Oficina Sueca de Patentes y Registros consideró que la solicitud de patente no era lo suficientemente convincente y la rechazó.
Pero, en Estados Unidos, Israel, Suiza, Francia y Gran Bretaña, se admitió la patente titulada «Procedimiento para llevar a cabo un proceso cíclico termodinámico» en la que von Platen afirmaba que podría ser posible operar un perpetuum mobile de segundo orden, una máquina perpetua en forma de un motor térmico que toma calor y se enfría con el mismo medio. Según la segunda ley de la termodinámica, una máquina de este tipo no puede existir, pero von Platen sugirió que quizás esta ley no era completamente universal. Para probar su hipótesis, von Platen deseaba construir un prototipo. La construcción, que nunca se llevó a cabo, se estimó en un costo de aproximadamente 40 millones de coronas suecas, unos 34 millones de euros actuales. En Suecia no se le concedió la patente y nadie se mostró dispuesto a invertir en el experimento. Pero, a mi entender, siendo yo de letras, no iba muy descaminado el bueno de von Platen, teniendo en cuenta su primer gran invento, como podemos ver en este primer prototipo de frigorífico de 1922, aquí abajo. Foto: Tekniska museet. Public Domain Mark (PDM)
Curiosamente, se tropezó de nuevo von Platen, al intentar construir un perpetuum mobile, con Carnot. Recordemos que fue por una discusión con su profesor a cuenta de la explicación de la famosa ecuación de Carnot. Ahora, el segundo principio de la termodinámica, que fue enunciado por primera vez por Sadi Carnot en 1824, bloqueaba el camino hacia la máquina eterna. El Segundo Principio de la Termodinámica nos dice, de manera sencilla, que el calor, una forma de energía, siempre fluye espontáneamente desde un lugar más caliente hacia uno más frío, y nunca al revés, a menos que hagamos algo para forzarlo, como en un refrigerador.
Otra forma de entenderlo es a través del concepto de entropía, que mide el desorden en un sistema. Este principio dice que, en cualquier proceso natural, la entropía total del universo siempre aumenta o, en el mejor de los casos, permanece constante. Esto significa que la energía útil para realizar trabajo siempre se va perdiendo poco a poco en forma de calor o desorden.Esto hace imposible construir una máquina perpetua, un perpetuum mobile, que funcione sin perder energía, porque siempre habrá una «fuga» de energía útil debido al aumento de la entropía.
Termino mi relato contando mis vivencias de ese enero de 1974, cuando parecía que nuestro modo de vida, ya, toda nuestra civilización, estaba en peligro, por la amenaza de la OPEC. Se sabía ya en diciembre que vendrían restricciones y todo el mundo se lanzó a almacenar combustible en todo tipo de bidones, barriles, garrafas y, dicen las malas lenguas, que hasta en bañeras. Llegaron los cupones, 40 litros para los automóviles y 20 para las motos, nada para los barcos de recreo, ni para los cortacéspedes u otras máquinas de uso particular, para las empresas había unas cuotas especiales con el fin de que la economía siguiera funcionando.
Yo salí esa mañana, que tanto se parece a esta en la que escribo, y las calles estaban desiertas. El que tenía que salir, lo hacía a pie o en bicicleta. Los cupones de la gasolina se reservaban para una necesidad, para una urgencia. Y así pasamos tres semanas hasta que, de pronto, se suprimió todo el sistema de racionamiento y la gasolina empezó a surtir como de costumbre, llenado los tanques de los coches y las motos, aunque a un precio mucho más caro que antes de la crisis. Pero, lo que sí es cierto, es que desde ese momento, la preocupación por la energía es constante y cientos de inventos se han llevado a cabo con éxito para bajar el gasto de petróleo, efectivizando motores, acoplando viviendas y reemplazando el combustible fósil con el sol y el viento y muchas más cosas que esperan su rentabilidad. Si no hubiésemos tenido que pensar en la sustitución del petróleo, habríamos agotado las reservas por estos días.
Deja una respuesta