Durante mi paseo de la tarde, ayer 20 de enero, iba escuchando el discurso de instalación[1] de Donald Trump, pensando que estaba siguiendo en tiempo real uno de los eventos más importantes de la era moderna. Mientras iba andando, escuchaba con atención. Con la voz ronca que le caracteriza, el presidente entrante proclamó, tras unas palabras de cortesía a las autoridades y anteriores presidentes y vicepresidentes presentes en el acto, en muy pocas palabras, lo que, según él, logrará durante su mandato:
“La Edad de Oro de América comienza ahora mismo. A partir de este día, nuestro país prosperará y volverá a ser respetado en todo el mundo. Seremos la envidia de todas las naciones, y no permitiremos que se aprovechen de nosotros ni un solo día más durante toda la administración Trump. Muy simplemente, pondré a América primero.”
Eso de la Edad de Oro me suena mucho. Ya en la antigua Grecia, Hesíodo[2], en su obra Trabajos y días, introdujo el concepto de la Edad de Oro como la primera y más perfecta de las cinco edades de la humanidad. Según Hesíodo, durante esta era los hombres vivían en paz, armonía y abundancia. No existía el trabajo ni la tristeza, y los dioses caminaban entre los mortales. Con el tiempo, esta edad fue reemplazada por otras menos perfectas: la Edad de Plata, la Edad de Bronce, la Edad de los Héroes y la Edad de Hierro.
Para los romanos, la Edad de Oro, según Ovidio en su Metamorfosis, era vista como una época de justicia y virtud, gobernada por Saturno, el dios de la agricultura y la prosperidad. En el cristianismo, la Edad de Oro fue representada como el Paraíso o el Jardín del Edén, una época de pureza antes de la caída del hombre. También se asocia con la promesa de una nueva era de paz y justicia bajo el reino de Dios.
Durante el Renacimiento, el concepto de la Edad de Oro adquirió un significado simbólico, relacionado con ideales utópicos y nostálgicos. Filósofos, escritores y artistas lo usaron para describir un pasado idealizado o un futuro prometedor. Thomas More imaginó una sociedad perfecta en su obra Utopía. Poetas españoles como Garcilaso de la Vega y Luis de Góngora usaron el concepto para evocar paisajes bucólicos de armonía entre el hombre y la naturaleza. A partir de la Ilustración y la modernidad, la Edad de Oro comenzó a usarse metafóricamente en contextos políticos y culturales para referirse a períodos de gran prosperidad o florecimiento cultural.
En el discurso político contemporáneo, como en el caso del reelegido presidente estadounidense, el término se utiliza para proyectar un futuro idealizado y prometedor, marcando el fin de una supuesta decadencia.
“Nuestra soberanía será recuperada. Nuestra seguridad será restaurada. Las balanzas de la justicia serán reequilibradas. La despiadada, violenta e injusta instrumentalización del Departamento de Justicia y de nuestro gobierno llegará a su fin, y nuestra máxima prioridad será crear una nación orgullosa, próspera y libre.”
Lo de “soberanía será recuperada” se refiere al fortalecimiento de las fronteras nacionales, el rechazo a compromisos internacionales que él considera perjudiciales, como el Acuerdo de París o acuerdos comerciales, y la priorización de intereses estadounidenses sobre cualquier otra consideración global. La siguiente oración «Nuestra seguridad será restaurada» alude a reforzar las leyes migratorias, aumentando la financiación para la policía y el ejército, y tomando medidas más estrictas para garantizar la seguridad interna, como construir el muro fronterizo con México. En cuanto a las referencias a la justicia, Trump considera que se han utilizado fraudulentamente para perseguirle. No me esperaba yo que aludiese tan directamente a sus problemas personales con la justicia, pero ahí está. «Nuestra máxima prioridad será crear una nación orgullosa, próspera y libre», resume su promesa de fortalecer la economía, fomentar el patriotismo y proteger las libertades individuales. En fin, la famosa MAGA, Make America Grat Again. Sigo escuchando:
“América pronto será más grande, más fuerte y mucho más excepcional que nunca antes. Regreso a la presidencia con confianza y optimismo, convencido de que estamos al comienzo de una emocionante nueva era de éxito nacional. Una ola de cambio está barriendo el país. La luz del sol está bañando el mundo entero, y América tiene la oportunidad de aprovechar esta ocasión como nunca antes. Pero primero, debemos ser honestos sobre los desafíos que enfrentamos. Aunque son numerosos, serán aniquilados por este gran impulso que el mundo está presenciando ahora.”
“La luz del sol esta bañando el mundo entero” debe referirse a que las ideas de ultraderecha, parecidas a las suyas, se están esparciendo por Europa y el resto del mundo. Partidos como Vox en España y Sverigedemokraterna en Suecia, los hay ya en toda Europa y van creciendo y tomando el poder aquí y allá. No se yo si eso puede denominarse luz, más bien oscurantismo, pero el discurso de Trump parece calar en mucha gente. Quizás se inspira Trump en las palabras atribuidas a Jesús de Nazaret en Juan 8:12: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Subo el volumen de mis auriculares, porque no quiero perderme ni una sola palabra. Siento que, en este discurso está la clave de nuestro futuro inmediato, al menos durante los próximos cuatro años. Me consuelo un poco, sabiendo que los males siempre tienen fecha de caducidad. Curiosamente, todos los viandantes que se cruzan en mi camino, parecen escuchar el discurso. Todos vamos concentrados, para no perdernos nada. Ahora le oigo decir: “En los Estados Unidos de América, mientras nos reunimos hoy, nuestro gobierno enfrenta una crisis de confianza. Durante muchos años, un establecimiento radical y corrupto ha extraído poder y riqueza de nuestros ciudadanos, mientras los pilares de nuestra sociedad permanecen rotos y aparentemente en total deterioro. Ahora tenemos un gobierno que no puede gestionar ni siquiera una crisis sencilla en casa, mientras se tropieza constantemente con un catálogo continuo de eventos catastróficos en el extranjero. Falla en proteger a nuestros magníficos ciudadanos estadounidenses respetuosos de la ley, pero proporciona refugio y protección a criminales peligrosos, muchos de ellos provenientes de prisiones e instituciones mentales que han ingresado ilegalmente a nuestro país desde todas partes del mundo.” Se está refiriendo a los incendios de Los Ángeles, claro, cómo si fuera posible prevenir todas las catástrofes. Ni el fuego, ni el agua se pueden predecir al 100 por 100, debería saber alguien que vive en un país recurrentemente azotado por vientos y mareas sin fin. Pero todo lleva a la comparación de “magníficos ciudadanos estadounidenses respetuosos de la ley” contra “criminales peligrosos, muchos de ellos provenientes de prisiones e instituciones mentales que han ingresado ilegalmente a nuestro país desde todas partes del mundo.”
Voy pensando si tendrá algún plan para la escuela y en la siguiente parrafada lo encuentro, eso o algo que se le parece: “Tenemos un sistema de salud pública que no responde en tiempos de desastre, a pesar de que se gasta más dinero en él que en cualquier otro país del mundo. También tenemos un sistema educativo que enseña a nuestros niños a avergonzarse de sí mismos y, en muchos casos, a odiar a nuestro país, a pesar del amor que intentamos desesperadamente brindarles. Todo esto cambiará a partir de hoy, y cambiará muy rápidamente.” Parece que quiere implantar un sistema educativo que prepare a los jóvenes estadounidenses en “Formación de Espíritu Nacional”, como se hacía en España en mis tiempos. En lo de la salud públia cara en Estados Unidos, tiene toda la razón, además muy poco efectiva y muy deficiente, para el que no puede pagarse un seguro. Será interesante ver cómo piensa cambiar el sistema.
Y el relato sigue por la comparación divina, atribuyendo a la divina providencia su ascenso al poder: “Aquellos que desean detener nuestra causa han intentado quitarme la libertad e incluso mi vida hace tan solo unos meses. En un hermoso campo de Pensilvania, una bala asesina atravesó mi oreja, pero en ese momento sentí, y ahora lo creo aún más, que mi vida fue salvada por una razón. Fui salvado por Dios para hacer que América sea grande nuevamente.” – Discurso mesiánico donde los haya; elegido por Dios, por la gracia de Dios, con un encargo explícito: hacer que América, el pueblo elegido, sea grande nuevamente. Es muy fuerte, muy fuerte, pero curiosamente, no encuentro este tipo de análisis en nuestra prensa.
Para los que estamos preocupados por el cambio climático y sus consecuencias, oír al nuevo presidente prometer una extracción ilimitada de crudo y gas, no nos ha tranquilizado. Incrédulo le escuche como daba marcha atrás en el proceso de cambio en el que creíamos encontrarnos: “Estados Unidos volverá a ser una nación manufacturera, y tenemos algo que ninguna otra nación manufacturera jamás tendrá: la mayor cantidad de petróleo y gas de cualquier país en la Tierra. Y lo vamos a usar. Déjenme usarlo. Reduciremos los precios, llenaremos nuevamente nuestras reservas estratégicas hasta el tope y exportaremos energía estadounidense a todo el mundo. Volveremos a ser una nación rica, y será ese oro líquido bajo nuestros pies lo que ayudará a lograrlo. Con mis acciones de hoy, pondremos fin al Green New Deal y revocaremos el mandato de los vehículos eléctricos, salvando nuestra industria automotriz y cumpliendo mi sagrado compromiso con nuestros grandes trabajadores automotrices estadounidenses.” – Y aquí, de pronto, me pregunto ¿qué dirá su amigo y colaborador Musk, que ha amasado su fortuna con la ayuda de su Tesla? Aunque, claro está, puede que esté ya con un pie fuera de Tesla, esperando dedicarse a la política y al espacio.
El discurso sigue. Trump continua con su conocida vehemencia, prometiendo a los trabajadores americanos un paraíso donde abunda el trabajo. Un paraíso autárquico y cerrado al mundo: “En otras palabras, podrán comprar el automóvil de su elección. Volveremos a fabricar automóviles en Estados Unidos a un ritmo que nadie podría haber soñado posible hace solo unos años. Y gracias a los trabajadores automotrices de nuestra nación por su inspirador voto de confianza. Obtuvimos un apoyo tremendo con su voto. Comenzaré de inmediato una reforma completa de nuestro sistema comercial para proteger a los trabajadores y las familias estadounidenses. En lugar de gravar a nuestros ciudadanos para enriquecer a otros países, impondremos aranceles e impuestos a los países extranjeros para enriquecer a nuestros ciudadanos.”
Siguieron las amenazas contra Panamá en especial, aunque no nombró directamente a Groenlandia ni a Canadá: “El presidente McKinley hizo que nuestro país se volviera muy rico gracias a los aranceles y a su talento. Era un empresario nato y proporcionó a Teddy Roosevelt el dinero para muchas de las grandes cosas que hizo, incluido el Canal de Panamá, que, de manera insensata, se entregó al país de Panamá después de haber sido construido por Estados Unidos.
Estados Unidos —piensen en esto— gastó más dinero que nunca antes en un proyecto y perdió 38,000 vidas en la construcción del Canal de Panamá. Hemos sido tratados muy mal por este regalo insensato que nunca debió haberse hecho, y la promesa de Panamá hacia nosotros se ha roto. El propósito de nuestro acuerdo y el espíritu de nuestro tratado han sido totalmente violados. Los barcos estadounidenses están siendo gravemente grabados y no son tratados de manera justa en ningún aspecto, y eso incluye a la Marina de los Estados Unidos. Y, por encima de todo, China está operando el Canal de Panamá. Y no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá, y lo recuperaremos.”
En este discurso hay de todo: Los Estados Unidos han sido robados, ultrajados, de lo que construyeron con su propia sangre y ahora se ha puesto en las manos del enemigo, China. Está servida una intervención, quizás parecida a la de 1989, cuando el ejercito estadounidense invadió Panamá y se llevó a su presidente Manuel Noriega bajo acusación de estar involucrado en la exportación de drogas a Estados Unidos y de haber cometido fraude en las elecciones que le llevaron al poder.
Sigo escuchando como aparece el relato del pacificador, el príncipe de la paz: “Al igual que en 2017, volveremos a construir el ejército más fuerte que el mundo haya visto jamás. Mediremos nuestro éxito no solo por las batallas que ganemos, sino también por las guerras que terminemos y, quizás lo más importante, por las guerras en las que nunca entremos.” En Ucrania y en Palestina estarán seguramente escuchando con máxima atención y querrán saber cómo van a terminar sus guerras.
Y, como era el día de Martin Luther King, también se oían reminiscencias de aquel famoso “I have a dream” en el discurso de Trump: “De Nueva York a Los Ángeles, de Filadelfia a Phoenix, de Chicago a Miami, de Houston hasta aquí en Washington, D.C., nuestro país fue forjado y construido por generaciones de patriotas que dieron todo lo que tenían por nuestros derechos y por nuestra libertad. Fueron agricultores y soldados, vaqueros y trabajadores de fábricas, obreros del acero y mineros del carbón, policías y pioneros que avanzaron sin descanso, marcharon hacia adelante y no dejaron que ningún obstáculo derrotara su espíritu ni su orgullo.
Juntos tendieron las vías ferroviarias, levantaron los rascacielos, construyeron grandes autopistas, ganaron dos guerras mundiales, derrotaron al fascismo y al comunismo, y triunfaron ante cada desafío que enfrentaron. Después de todo lo que hemos pasado juntos, estamos al borde de los cuatro años más grandes en la historia de Estados Unidos. Con su ayuda, restauraremos la promesa de América y reconstruiremos la nación que amamos. Y la amamos profundamente.
Somos un solo pueblo, una sola familia y una gloriosa nación bajo Dios. Así que, a cada padre que sueña por el futuro de su hijo y a cada niño que sueña con su porvenir, estoy con ustedes. Lucharé por ustedes y ganaré por ustedes. Vamos a ganar como nunca antes.”
Me doy cuenta de que he escuchado un discurso que ya he escuchado muchas veces, cambiando Los Estados Unidos por cualquier otro país. “seremos libres”, “nuestros sueños se materializarán”, “volveremos a ser lo que fuimos ayer”: “A partir de este día, los Estados Unidos de América serán una nación libre, soberana e independiente. Nos mantendremos valientes. Viviremos con orgullo. Soñaremos con audacia, y nada se interpondrá en nuestro camino. Porque somos estadounidenses, el futuro es nuestro, y nuestra Edad de Oro acaba de comenzar. Gracias. Que Dios bendiga a América. Gracias a todos.”
Se abre ante nosotros la perspectiva de cuatro años impredecibles. El futuro es siempre incierto, pero hoy quizás más que ayer. En otros tiempos, desde aquí, yo habría dicho que lo importante era guardar una neutralidad despierta y respetuosa, y trabajar arduamente para conseguir un desarme. Que lo importante era luchar contra la pobreza, el cambio climático, las pandemias que acechan, la ignorancia. Hoy soy consciente que todo a mi alrededor va por otro camino, por el de la militarización, la defensa, la seguridad, y ya, los movimientos por la paz han quedado obsoletos, la verdad devaluada, en una carrera hacia la catástrofe. ¿Qué dicen los jóvenes?
[1] https://nationalpost.com/news/world/full-text-donald-trumps-inaugural-address
[2] https://archive.org/details/hesiodo-obras-y-fragmentos/page/n1/mode/2up
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