“Son verdaderos mentirosos y sabuesos sanguinarios que no solo han pervertido y falsificado continuamente toda la Escritura con sus mendaces interpretaciones desde el principio hasta el presente. Los suspiros, anhelos y esperanzas más ardientes de su corazón están puestos en el día en que puedan tratarnos a nosotros, los gentiles, como trataron a los gentiles en Persia en la época de Ester. Oh, cuánto aman el libro de Ester, que está tan bellamente afinado a sus ansias sanguinarias, vengativas y asesinas. El sol nunca ha brillado sobre un pueblo más sediento de sangre y vengativo que ellos, quienes se imaginan que son el pueblo de Dios, comisionado y mandado a asesinar y matar a los gentiles. De hecho, lo más importante que esperan de su Mesías es que asesine y mate a todo el mundo con su espada. Nos trataron de esta manera a nosotros, los cristianos, desde el principio en todo el mundo. Todavía les gustaría hacer esto si tuvieran el poder, y con bastante frecuencia lo han intentado, por lo cual se han llevado severos castigos.”[1]

Este discurso cargado de odio no es el de un Goebbels, aunque podría serlo, ni tampoco el de un antisemita de izquierda, aunque también podría serlo. Las diatribas se deben a un escrito de Martín Lutero, “Sobre los judíos y sus mentiras” (Von den Juden und ihren Lügen) escrito en 1543. En este escrito, Lutero clamaba que las escuelas y sinagogas judías debían ser quemadas, que sus libros de oración debían ser destruidos, sus hogares incendiados y sus propiedades debían ser incendiadas. Según Lutero, no se debía mostrar compasión hacia ellos, y tratarlos como “gusanos”.  “Tenemos la culpa de no matarlos”, decía sin rubor el padre del protestantismo, heredero del humanismo europeo: “Somos culpables de no matarlos. Más bien, les permitimos vivir libremente entre nosotros a pesar de todos sus asesinatos, maldiciones, blasfemias, mentiras y difamaciones; protegemos y defendemos sus sinagogas, casas, vidas y propiedades. De esta manera, los hacemos perezosos y confiados, y los animamos a despojarnos descaradamente de nuestro dinero y bienes, así como a burlarse y mofarse de nosotros, con la intención de finalmente vencernos, matarnos a todos por tan gran pecado y robarnos todas nuestras propiedades (como lo rezan y esperan a diario). Ahora dime, ¿acaso no tienen todas las razones para ser enemigos de nosotros, los malditos Goyim, para maldecirnos y esforzarse por nuestra completa, total y eterna ruina?”[2] Buena parte de razonamiento rabioso de este texto lo volvemos a encontrar en los discursos de los antisemitas de nuestro tiempo: “No podrían haber disfrutado de tan buenos tiempos en Jerusalén bajo David y Salomón con sus propias posesiones como ahora lo hacen con las nuestras, las cuales roban y saquean diariamente. Y aun así se lamentan de que los hemos tomado cautivos. De hecho, los hemos capturado y los mantenemos en cautiverio, tal como yo mantengo cautiva mi piedra biliar, mi tumor sangrante y todas las demás dolencias y desgracias que tengo que atender y cuidar con dinero, bienes y todo lo que poseo. Ay, desearía que estuvieran en Jerusalén con los judíos y con quienes más quisieran tener allí.”[3]

No trato con estas citas demostrar que Lutero era un protonazi, pero debemos considerar que el antisemitismo cristiano sentó las bases sociales y culturales del antisemitismo moderno, aunque este último difiere al estar basado en nociones pseudocientíficas de raza. Los nazis encarcelaron y mataron a judíos que se habían convertido al cristianismo: Lutero los habría acogido, porque todo este tratado contra los judíos, se apoya en textos bíblicos para tratar de convencer y convertir a los judíos alemanes a la nueva versión del cristianismo que él predicaba. En realidad, el humanismo y la reforma significaron un mayor interés por leer la Biblia en sus idiomas originales. Las universidades protestantes, influidas por Lutero, incluyeron el hebreo en sus programas de estudios teológicos.

En mi paseo, esta mañana gris, diviso en la distancia la estatua de Linneo, estudiante en Lund, al principio de su brillante carrera, conocido como uno de los fundadores de la taxonomía biológica moderna. En su obra Systema Naturae[4], clasificó a los seres humanos en diferentes «variantes» según el continente, atribuyéndoles características estereotípicas. Dividió a los seres humanos en grupos como Homo sapiens europaeus «inteligentes y activos» y Homo sapiens afer «perezosos e impulsivos».  Sin duda sentó las bases para que “pensadores” posteriores utilizaran su categorización para justificar ideas de superioridad racial, necesario en un tiempo en que los europeos se enriquecían con el trabajo de los esclavos.

Uno de estos “pensadores” fue Johann Friedrich Blumenbach, un antropólogo alemán, considerado uno de los fundadores de la antropología física, que Introdujo el término «caucásico» para describir a las personas de la región del Cáucaso, a quienes consideraba «las más hermosas» y el origen de la humanidad. Dividió a la humanidad en cinco «razas»: caucásica, mongólica, etíope, americana y malaya y su trabajo contribuyó a la propagación de la idea de una «raza blanca superior».[5]

El diplomático francés Arthur de Gobineau, considerado uno de los primeros en desarrollar una teoría basada en la jerarquía racial, afirmó en su obra “l’inégalité des races humaines” [6]que las civilizaciones colapsaban cuando se mezclaban diferentes «razas». Sus ideas sobre «la superioridad de la raza aria» se convirtieron en un fundamento importante para el racismo moderno e inspiraron, entre otros a Adolf Hitler y Alfred Rosenberg.

Con Herbert Spencer, un factótum británico, popularizó el «darwinismo social»[7], aplicando la teoría de la evolución de Darwin a las sociedades humanas. Spencer acuñó el término «supervivencia del más apto» y sostuvo que ciertos grupos eran «más desarrollados» que otros. Sus teorías se usaron en su tiempo para justificar la colonización, el imperialismo y las jerarquías raciales y siguen vigentes entre los supremacistas blancos. Sin embargo, Spencer quería que el ser humano y la sociedad se desarrollaran de manera espontánea y libre. Spencer era un firme opositor de la guerra y el colonialismo e intentó, entre otras cosas, organizar una Liga Antiagresión contra el imperialismo británico. Spencer se opuso enérgicamente al nacionalismo y al militarismo, sosteniendo que estos representaban una «rebarbarización» después de una breve época dorada de paz y libre comercio en Europa. ¿Quizás una buena lectura a recomendar para Trump?

Uno de los teóricos de cabecera de Adolf Hitler, a quien conoció personalmente en el  Festival de Bayreuth, era Houston Stewart Chamberlain, anglo-alemán, casado con la hija menor de Wagner, que escribió “Die Grundlagen des neunzehnten Jahrhunderts”[8] donde desarrolló la teoría sobre la superioridad de la raza germana y la necesidad de organizar un antisemitismo a ultranza. Junto con Rosenberg, Chamberlain llegó a proclamar la procedencia germana del propio Jesús, aunque, según Chamberlain, “la corrupción de la sangre y la influencia desmoralizadora del judeocristianismo” eran las causas principales de los problemas de Alemania, ideas que venían como anillo al dedo a un movimiento que se formaba con un claro enemigo, el pueblo judío.

Francis Galton, es considerado como el fundador de la eugenesia, la idea de mejorar la humanidad a través de la «higiene racial». La eugenesia fue la base para las leyes raciales y la esterilización forzada en varios países, incluyendo Suecia, donde se fundo un instituto de investigación en 1922 por Herman Lundborg en la ciudad universitaria de Uppsala. Fue uno de los primeros institutos en dedicarse a la biología racial, un campo que estaba estrechamente vinculado con la eugenesia y el estudio de la «superioridad» y «inferioridad» de las razas. El instituto tenía como objetivo investigar y promover la salud y mejora de la «raza sueca» mediante el estudio y la documentación de características relacionadas con la raza en la población. Lundborg y otros investigadores del instituto utilizaron métodos que en su época eran considerados científicos (medir cráneos, por ejemplo) pero que ahora se consideran pseudocientíficos y racistas. La investigación tenía una fuerte conexión con las ideas de eugenesia de Galton y la biología racial que más tarde inspiraron, entre otras cosas, las leyes raciales alemanas y la esterilización forzada en Alemania y Suecia.

Las leyes raciales de los Estados Unidos de los años 20 se inspiraron en este supuesto científico. Los políticos estadounidenses querían evitar la inmigración desde el sur y el este de Europa y promoverla desde el norte y el oeste de Europa, como Alemania, Suecia o Inglaterra. La estricta legislación sueca sobre inmigración y ciudadanía de 1927, pretendía proteger, sobre una base de higiene racial, la «rara y homogénea raza sueca».  Es en este contexto que se debe comprender el racismo institucional generalizado y su aceptación por la mayoría de los ciudadanos de los países considerados “blancos”, los elegidos, a modo de “el pueblo elegido” en la versión bíblica, reservada a los judíos. Ya conocemos los resultados.

El racismo se basa en la idea de que existen grupos humanos, perfectamente diferenciados, con propiedades exclusivas y detectables, y que supuestamente se pueden jerarquizar en mejores y peores. A continuación, reproduzco el texto integro de la Declaración de la UNESCO de 1950[9] sobre la raza, redactada con la experiencia del Holocausto en fresca memoria:

“1. Los sabios están generalmente de acuerdo en reconocer que la humanidad es una y que todos los hombres pertenecen a la misma especie Horno sapiens. Además, se admite comúnmente que todos los hombres proceden del mismo tronco: las diferencias que existen entre los diversos grupos humanos se deben a factores evolutivos de diferenciación, tales como la modificación en la situación respectiva de las partículas materiales que determinan la herencia (genes), el cambio de estructura de estas mismas partículas, la hibridación y la selección natural. De este modo se han formado grupos más o menos estables y más o menos diferenciados que han sido clasificados de diversas formas con intenciones diferentes.

2. Desde el punto de vista biológico, la especie Horno sapiens se compone de un cierto número de grupos, que difieren entre sí por la frecuencia de uno o de varios genes particulares. Pero estos mismos genes, a los cuales debe imputarse las diferencias hereditarias que existen entre los hombres, son siempre en número reducido si se considera el conjunto de la constitución genética del hombre y la gran cantidad de genes comunes a todos los seres humanos, cualquiera que sea el grupo al que pertenezcan. En resumen, las semejanzas entre los hombres son mucho mayores que sus diferencias.

3. Una raza, biológicamente hablando, puede, pues, definirse como un grupo entre los que constituyen la especie Horno sapiens. Estos grupos son susceptibles de cruzamientos entre sí. Pero, a causa de los obstáculos que les han mantenido más o menos aislados en el pasado, ofrecen ciertas diferencias físicas que resultan de las particularidades de su historia biológica. Representan las variaciones de un mismo tema.

4. En resumen, la palabra “raza” designa un grupo o una población caracterizada por ciertas concentraciones, relativas en cuanto a la frecuencia y a la distribución de genes o de caracteres físicos que, en el transcurso del tiempo, aparecen, varían e incluso desaparecen con frecuencia bajo la influencia de factores geográficos o culturales que favorecen el aislamiento. Cada grupo percibe diferentemente las manifestaciones variables de estos caracteres en poblaciones distintas. Dado que nuestras observaciones están, en gran parte, afectadas por nuestros prejuicios, nos inclinamos a interpretar, arbitraria e inexactamente, toda variabilidad que se produce en un grupo dado como una diferencia fundamental que les separa de los demás de manera decisiva.

5. Tales son los hechos científicos. Por desgracia, en la mayor parte de los casos, el término “raza” no se emplea en el sentido que hemos definido. Mucha gente llama “raza” a todo grupo humano arbitrariamente designado como tal. Así ocurre que muchas colectividades nacionales, religiosas, geográficas o culturales, debido a la acepción tan amplia que se da a esta palabra, han sido consideradas como “razas”, siendo así que, evidentemente, los americanos no constituyen una raza, como tampoco lo son los franceses, los ingleses o los habitantes de cualquier otra nación: igualmente, ni los católicos, ni los protestantes, ni los musulmanes, ni los judíos representan razas: no puede definirse como grupos “raciales” a los pueblos que hablan inglés o cualquier otra lengua; los habitantes de Islandia, Inglaterra o de la India no forman una raza; tampoco podría considerarse como miembros de una raza particular a los individuos que participan en la cultura turca, china, o en cualquier otra cultura.

 6. Los grupos nacionales, religiosos, geográficos, lingüísticos o culturales no tienen por qué coincidir necesariamente con los grupos raciales y los aspectos culturales de estos grupos no tienen ninguna relación genética demostrable con los caracteres propios de la raza. Los graves errores ocasionados por el empleo de la palabra “raza” en el lenguaje corriente hacen desear que se renuncie por completo a emplear este término cuando haya que aplicarlo a la especie humana y que se adopte la expresión “grupos étnicos”.  

7. ¿Cuál es la opinión de los sabios con respecto a los grandes grupos de la especie humana que se reconocen actualmente? Las razas humanas han sido clasificadas -y lo son todavía- de distinto modo según los antropólogos, pero en la actualidad, la mayor parte de ellos están de acuerdo en dividir a casi toda la especie humana en tres grandes grupos, a saber: el grupo mongoloide; el grupo negroide; el grupo caucasoide. Sin embargo, los fenómenos biológicos que, hasta cierto punto, han sido cristalizados en esta clasificación tienen un carácter dinámico y no estático. Estos grupos no eran en otro tiempo lo que son actualmente y hay motivos para creer que cambiaran todavía en el futuro.

8. Con frecuencia se ha pretendido introducir subgrupos étnicos en esta clasificación. Se está muy lejos de llegar a un acuerdo sobre el número de estas subdivisiones y, de todos modos, la mayor parte de ellas no han sido estudiadas ni descritas.

9. Cualquiera que sea la clasificación que proponga un antropólogo, jamás puede hacer intervenir en ella los caracteres mentales. En la actualidad se admite generalmente que los tests psicológicos no permiten, por sí mismos, distinguir las aptitudes innatas, por una parte, y las influencias del ambiente, de la educación y de la enseñanza, por otra. Todas las veces que ha sido posible eliminar las diferencias debidas a las condiciones del ambiente físico y social, los tests han demostrado la semejanza fundamental de los caracteres intelectuales entre los diferentes grupos humanos. En otros términos, si el medio cultural da a los miembros de diferentes grupos étnicos iguales probabilidades para demostrar sus aptitudes, dichos grupos alcanzan, por término medio, resultados comparables. Las investigaciones científicas de los últimos años confirman, pues, las palabras de Confucio (551-478 a. J.C.): “La naturaleza de los hombres es idéntica; son sus costumbres las que los separan”.

10. Los datos científicos de que se dispone actualmente no corroboran la teoría según la cual las diferencias genéticas hereditarias constituirían un factor de importancia primordial en las causas de las diferencias que se manifiestan entre las culturas y los modos de obrar de la civilización de los diversos pueblos o grupos étnicos. Nos enseñan, por el contrario, que estas diferencias se explican, ante todo, por la historia cultural de cada grupo.

I. Los factores que han desempeñado un papel preponderante en la evolución intelectual del hombre son su facultad de aprender y su plasticidad. Esta doble aptitud es patrimonio de todos los seres humanos. Constituye, realmente, uno de los caracteres específicos del Horno sapiens.

ll. Jamás se ha podido demostrar de manera decisiva la existencia de formas innatas de temperamento entre grupos humanos. Es cierto, en cambio, que, cualquiera que sea la naturaleza, éstas son en gran parte atenuadas por las diferencias individuales y por las que provienen del ambiente.

12. Ni la personalidad ni el carácter proceden de la raza. En todos los grupos humanos, se encuentran tipos muy variados de personalidad y de carácter, y no hay ninguna razón para creer que algunos grupos humanos estén, a este respecto, mejor dotados que otros.

13. Todos los hechos que han podido reunirse referentes a los cruzamientos de razas comprueban que no han cesado de producirse desde los tiempos más remotos. A decir verdad, uno de los principales mecanismos de la formación, de la extinción, o de la fusión de razas es precisamente la hibridación entre “razas” o grupos étnicos. Además, jamás ha podido comprobarse que los cruzamientos de razas lleven consigo efectos biológicos nefastos. La teoría según la cual caracteres físicos y mentales desfavorables (falta de armonía física y degeneración mental) se manifestarían en los mestizos, jamás ha podido ser comprobada con hechos. No existe, pues, justificación “biológica” para prohibir el matrimonio entre individuos pertenecientes a grupos raciales diferentes.

14. Conviene distinguir entre la “raza” hecho biológico y el “mito de la raza”. En realidad, la “raza” no es tanto un fenómeno biológico como un mito social. Este mito ha originado un mal enorme en los aspectos social y moral; aún no hace mucho, ha costado innumerables vidas y causados sufrimientos incalculables. Impide el desarrollo normal de millones de seres humanos y priva a la civilización de la colaboración efectiva de espíritus creadores. No sería posible hacer prevalecer diferencias biológicas entre grupos étnicos para practicar el ostracismo o para tomar medidas colectivas. Lo esencial es la unidad de la humanidad, tanto desde el punto de vista biológico como desde el punto de vista social. Reconocer este hecho y conducirse en consecuencia es el deber de todo hombre moderno. Además, esto supone admitir simplemente lo que un célebre biólogo escribía en 1873: “A medida que la civilización humana se desarrolle y que las pequeñas tribus se reúnan en colectividades más vastas, el simple buen sentido hará comprender a cada individuo que sus instintos sociales y su buena voluntad deben extenderse a todos los miembros de la nación, incluso aunque le sean desconocidos personalmente. Una vez vencida esta etapa, tan sólo obstáculos artificiales impedirán al individuo obrar de buena voluntad con respecto a los hombres de todas las naciones y de todas las razas”. Así se expresó Charles Darwin, en The descent of man (2.a edición, 1875, pág. 187-188). En realidad, toda la historia de la humanidad prueba que el instinto de cooperación es no solamente una tendencia natural en el hombre, sino que tiene raíces más profundas que cualquiera otra tendencia ego- céntrica. Además, si fuera de otro modo, ¿cómo sería posible que siglos y milenios fueran testigos de este desarrollo de las comunidades humanas en el sentido de una integración y de una organización siempre mayores?

15. Examinemos ahora las incidencias de todas estas consideraciones sobre el problema de la igualdad entre los hombres. Hay que afirmar, primeramente, y del modo más categórico, que la igualdad, en cuanto a principio moral, no se basa en la tesis según la cual todos los seres humanos están igualmente dotados. Es evidente, en efecto, que en el seno de cualquier grupo étnico los in- dividuos difieren considerablemente entre sí por sus aptitudes. Sin embargo, se han exagerado los caracteres diferenciales entre grupos humanos y se han utilizado para negar el valor del principio ético de igualdad. Es por esto por lo que creemos útil exponer de manera formal lo que, científicamente, se ha establecido sobre la cuestión de las diferencias entre individuos y entre grupos: a) Los antropólogos no pueden establecer clasificación racial más que sobre caracteres puramente físicos y fisiológicos. 6) En el estado actual de nuestros conocimientos, el fundamento de la tesis según la cual los grupos humanos difieren unos de otros por rasgos psicológicamente innatos, ya se trate de la inteligencia o del temperamento, no ha sido probado todavía. Las investigaciones científicas revelan que el nivel de las aptitudes mentales es casi el mismo en todos los grupos étnicos. Los estudios históricos y sociológicos corroboran la opinión según la cual las diferencias genéticas no tienen importancia en la determinación de las diferencias sociales y culturales que existen entre diferentes grupos de Horno sapiens, y los cambios sociales y culturales en el seno de los diferentes grupos han sido, en conjunto, independientes de las modificaciones en su constitución hereditaria. Han podido comprobarse transformaciones sociales considerables que no coinciden con las alteraciones del tipo racial. Nada prueba que el mestizaje, por sí mismo, produzca malos resultados en el aspecto biológico. En el aspecto social, los resultados, buenos o malos, a los cuales conduce, se deben a factores de orden social. Todo individuo normal es capaz de participar de la vida en común, de comprender la naturaleza de los deberes recíprocos y de respetar las obligaciones y los compromisos mutuos. Las diferencias biológicas que existen entre los miembros de los diversos grupos étnicos no afectan en modo alguno a la organización política o social, a la vida moral o a las relaciones sociales. Finalmente, las investigaciones biológicas vienen a corroborar la ética de la fraternidad universal; porque el hombre es, por tendencia innata, un ser inclinado a la cooperación y, si este instinto no encuentra el modo de satisfacerse, individuos y naciones sufren igualmente sus consecuencias. El hombre es, por naturaleza, un ser social que no llega al pleno desarrollo de su personalidad más que por intercambios con sus semejantes. Todo intento de negar este lazo social entre los hombres es causa de desintegración. En este sentido resulta que todo hombre es guardián de su semejante. Cada ser humano no es más que una porción de la humanidad, a la cual está indisolublemente ligado.

Declaración redactada en la Sede de la Unesco en París, por los expertos cuyos nombres figuran a continuación:

Profesor Ernest Beaglehole (Nueva Zelandia)

Profesor Juan Comas (México)

Profesor L. A. Costa Pinto (Brasil)

Profesor E. Franklin Frazier (Estados Unidos de América)

Profesor Monis Ginsberg (Reino Unido)

Profesor Humayun Kabir (India) 28

Profesor Claude Lévi-Strauss (Francia)

Profesor M. F. Ashley Montagu (Estados Unidos de América)”

Imaginemos por un momento que en las escuelas de todo el mundo fuera esta lectura de uso obligatorio, al menos para los alumnos de bachillerato. Yo dejaría que la leyesen un día como el 27 de enero, para vacunarse de racismo. Porque, desgraciadamente, el racismo no es cosa exclusiva de los blancos, los llamados “caucáseos”, sino está muy bien representado en todas las etnias del mundo. Entre africanos, árabes contra subsaharianos, persas contra árabes, criollos contra indígenas, japoneses contra coreanos, chinos contra uigures etc. Decía mi amigo, Torsten Malmberg que siempre hay que contar con la territorialidad. En su libro sobre la territorialidad, titulado «Territorialidad, frentes de lucha y la política del espacio» (1983), aborda la cuestión de cómo el concepto de territorialidad, es decir, la manera en que los grupos humanos organizan, reclaman y defienden el espacio, influye en las dinámicas sociales, políticas y culturales. Torsten Malmberg examinaba cómo la territorialidad no solo se trata de la defensa de los límites geográficos, sino que está profundamente relacionada con los conflictos sociales, los procesos de integración y exclusión, así como con las estructuras de poder. Él analizaba cómo la noción de territorio había sido utilizada para establecer jerarquías, identidades colectivas, y luchas políticas, tanto en el contexto de las naciones como en grupos más pequeños o comunidades locales. Siempre tengo muy presente su análisis y echo mucho de menos nuestras conversaciones, sobre todo en un momento como el actual. Me pregunto ¿que diría Torsten sobre la política de Trump?


[1] https://www.jrbooksonline.com/pdf_books/jewsandtheirlies.pdf

[2] ibid

[3] ibid

[4] https://archive.org/details/SystemaNaturae

[5] https://archive.org/details/anthropologicalt00blumuoft

[6] https://archive.org/details/essaisurlingali00gobigoog/page/n6/mode/2up

[7] https://webs.wofford.edu/racinepn/Spencer.pdf

[8] https://archive.org/details/diegrundlagendes0002cham/page/n1/mode/2up

[9] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000039429_spa