El Holocausto, el genocidio sistemático de aproximadamente seis millones de judíos europeos, junto con millones de otras víctimas, como gitanos, discapacitados, prisioneros políticos, homosexuales y otros grupos perseguidos por el régimen nazi, fue un ejemplo extremo de mal estructural. El régimen nazi no solo impulsó un odio racial profundamente enraizado en la sociedad alemana, sino que construyó una infraestructura y un sistema legal que permitieron la ejecución masiva y sistemática de estas ideas. El régimen nazi creó leyes antisemitas[1] que no solo discriminaban, sino que legitimaban la violencia física, las deportaciones y la exterminación de los judíos y otros grupos «no deseados». El Estado alemán promovió la idea de la «superioridad aria» y creó mecanismos de exclusión y opresión sistemática.
A través de una maquinaria administrativa eficaz y una deshumanización sistemática, los nazis organizaron el genocidio con un nivel de eficiencia espantoso. Desde las listas de personas a exterminar hasta la organización logística de los campos de concentración, el Holocausto fue un proceso burocrático de exterminio a gran escala. Muchas personas en la sociedad alemana, así como en los países ocupados, fueron cómplices o simplemente indiferentes ante los horrores del Holocausto, debido a la normalización del odio y la violencia dentro de la estructura social.
La gran pregunta es si un evento similar podría ocurrir hoy en día. Es importante reconocer que las condiciones estructurales que permitieron el Holocausto aún existen, aunque con diferentes matices. Los regímenes autoritarios, que se van extendiendo por todos los continentes, el racismo, el odio étnico y religioso, las políticas de exclusión y la falta de una respuesta internacional efectiva son preocupaciones actuales. Las tecnologías modernas de vigilancia y control social, junto con la capacidad de los gobiernos autoritarios para usar la propaganda y el control de la información, podrían en teoría facilitar una persecución masiva de minorías, como lo hizo el régimen nazi.
La polarización política y la radicalización de grupos de extrema derecha en muchas partes del mundo han resucitado discursos xenófobos y racistas, como no parecía posible hace unos años. Estos movimientos han fomentado la violencia hacia minorías, a lo peor, en un preludio a una escalada mayor. Las guerras, los desplazamientos forzados y las crisis humanitarias que estamos viendo a nuestro alrededor, generan condiciones propensas a la explotación y la deshumanización de grupos vulnerables. Las migraciones masivas, combinadas con políticas xenófobas, crean divisiones y generan la base para un tipo de violencia estructural que podría desembocar en genocidio. El racismo estructural y la discriminación que existen hoy en día en muchas sociedades son un caldo de cultivo para la violencia. Cuando los grupos marginados son tratados como «otros» y son deshumanizados, el paso hacia un trato violento y genocida se vuelve más accesible.
La educación sobre el Holocausto y la memoria colectiva son esenciales para evitar que las futuras generaciones olviden las lecciones aprendidas. La denuncia del odio y la violencia debe ser central en las políticas educativas. La protección de los derechos humanos, la promoción de la democracia y la justicia social son fundamentales para evitar que cualquier grupo sea despojado de su dignidad. Las instituciones internacionales como la ONU deben tener mecanismos eficaces para intervenir cuando se detecten señales de genocidio. El fortalecimiento de la Corte Penal Internacional y la denuncia internacional de las violaciones de derechos humanos son pasos importantes.
Aunque las condiciones de un «Holocausto» no son idénticas hoy en día, el mal estructural sigue presente en muchas sociedades modernas, y las estructuras de odio y discriminación pueden llevar a formas de violencia masiva. La historia del Holocausto nos muestra cómo la burocracia, el racismo institucionalizado y la complicidad social pueden converger para llevar a cabo actos de genocidio. Prevenir un nuevo Holocausto requiere un esfuerzo conjunto para erradicar las injusticias estructurales y garantizar que los derechos humanos de todas las personas sean respetados.
Un día como hoy, pasados 80 años del descubrimiento de las atrocidades cometidas por los nazis, nos hacemos preguntas de difícil respuesta. Yo me hago muchas preguntas mientras camino y hoy me pregunto si el mal es un fenómeno objetivo o subjetivo. Saber si el mal es un fenómeno objetivo o subjetivo es importante porque esta cuestión tiene implicaciones profundas en múltiples aspectos de nuestra vida personal, social, ética y política. Si el mal es objetivo, existiría un estándar universal y trascendente para determinar qué es malo o incorrecto. Las acciones podrían juzgarse como inherentemente malas, independientemente de las intenciones, opiniones o culturas. Tendríamos sin duda un marco moral claro y consistente que guiaría la creación de leyes, las decisiones personales y los juicios sobre el comportamiento humano.
Los que piensan que el mal existe independientemente de la perspectiva humana, aducen que es algo universal y externo al sujeto, ligado a leyes naturales o divinas. En la tradición religiosa y metafísica, San Agustín[2], considera que el mal es la ausencia de bien. Aunque no tiene sustancia propia, el mal es objetivo porque se mide en relación con la supuesta perfección divina. Para San Agustín, el mal surge cuando las criaturas libres eligen apartarse del orden universal establecido por Dios. Elegir el mal, es una acción humana en el ejercicio del libre albedrío.
Para Tomás de Aquino[3], el mal es un defecto o carencia en el ser que se opone al orden natural y divino. La bondad y el mal están inscritos en la naturaleza misma de las cosas. Todo lo que existe es bueno en cuanto que participa del ser, ya que la existencia misma es un don de Dios, quien es el Ser Supremo y la Bondad absoluta. Esto significa que todo lo creado es intrínsecamente bueno por el hecho de existir. El mal no es algo que exista por sí mismo; más bien, es una privación de un bien que debería estar presente en un ser. Según esta apreciación, los capos que torturaban, menospreciaban y mataban a los presos en los campos de concentración, actuaban así por que carecían de empatía.
Según Kant[4], el mal es algo objetivo porque está relacionado con la violación de la ley moral universal que surge de la razón pura. El mal se produce cuando un individuo, conscientemente, decide actuar de manera contraria al imperativo categórico, que es válido para todos los seres racionales. Desde los firmantes del tratado de la conferencia de Wannsee hasta el ultimo capo de los campos de concentración, según una interpretación objetiva del mal, sabía muy bien que hacía el mal, y esto no le impedía actuar.
Si el mal es subjetivo, lo que se considera malo depende del contexto, la perspectiva individual o cultural. Las normas morales se vuelven relativas, y algo que una persona o sociedad ve como malo, otra sociedad puede no verlo igual, lo que complica o imposibilita la creación de consensos éticos o leyes universales y fomenta el relativismo moral. Me cuesta, por tanto, comprender las razones de David Hume[5], cuando considera que el mal y el bien no son realidades objetivas, sino percepciones humanas basadas en sentimientos. Según él, lo que consideramos «malo» o «bueno» varía según las emociones y las convenciones sociales. Naturalmente, en los círculos nazis, se podía ver la exterminación de los judíos como algo positivo, al menos en teoría, pero veo difícil que alguien pudiera considerar que matar a sangre fría fuese algo convencionalmente aceptable.
Es lógico que los perpetradores estuviesen reconfortados por las ideas de Friedrich Nietzsche[6], que, como Hume, argumenta que el mal es una construcción cultural creada por las tradiciones judeocristianas para reprimir la voluntad de poder y la afirmación de la vida. Según Nietzsche, no existe el mal en sí mismo, y al igual que Hume, afirma que lo que se considera malo o bueno depende de la perspectiva del individuo o la cultura. Es sin duda una filosofía a la medida de los exterminadores.
Para Jean-Paul Sartre[7], el mal es una elección que surge de la libertad radical del ser humano. Cada individuo, como tal, define libremente lo que es bueno o malo a través de sus acciones y decisiones, basándose en su proyecto existencial. Esta explicación existencial está superada, a mi parecer, por la aclaración que hace su compañera, Simone de Beauvoir, que insiste en que el mal aparece cuando una persona niega la libertad de los demás, aunque ella también piensa que puede ser subjetivo porque depende del contexto y las relaciones humanas. Es justamente la negación de la libertad de los demás lo que, a mi entender, justifica la acción del mal. Sin negar la libertad de los que se consideraban inferiores, no se podrían haber cometido esos actos deshumanizantes que se perpetraron en la Alemania nazi.
Algunos filósofos han intentado conciliar ambas visiones, considerando que el mal puede tener tanto aspectos objetivos como subjetivos. Hannah Arendt, víctima y observadora, analiza en La banalidad del mal, cómo el mal puede surgir de acciones comunes realizadas por personas que no reflexionan críticamente. Aunque sus consecuencias, como el Holocausto, son objetivamente malas, el mal puede parecer subjetivo, ya que los perpetradores no siempre lo identifican como tal. Hanna Arendt, que siguió el juicio a Eichmann en aquella primavera de 1961 en Israel, como corresponsal de la revista estadounidense The New Yorker, dejó en su obra “Eichmann en Jerusalén: la banalidad del mal”[8] una conclusión que yo creo que aún es válida:
“La lección de esta historia es sencilla y al alcance de todos. Desde un punto de vista político, nos dice que, en circunstancias de terror, la mayoría de la gente se doblegará, pero algunos no se doblegarán, del mismo modo que la lección que nos dan los países a los que se propuso la aplicación de la Solución Final es que «pudo ponerse en práctica» en la mayoría de ellos, pero no en todos. Desde un punto de vista humano, la lección es que actitudes cual la que comentamos constituyen cuanto se necesita, y no puede razonablemente pedirse más, para que este planeta siga siendo un lugar apto para que lo habiten seres humanos.”
Si el mal es completamente subjetivo, entonces no hay manera de condenar universalmente actos como el genocidio o la tortura, ya que alguien podría justificarlos desde su perspectiva personal. Si las nociones de mal dependen solo de individuos o culturas, ¿cómo podemos resolver conflictos éticos globales?
Regresemos a la actualidad. Si el mal, en los tiempos pasados que recordamos en esta fecha, era claramente reconocible, con sus uniformes diseñados por Hugo Boss, el mal en nuestros días, va enmascarado de mil maneras. El mal es la guerra en sí y quienes la ocasionan y la promueven; los que pueden elegir otros modos de solucionar conflictos entre estados, pero eligen la guerra, a sabiendas que, esta elección significa el sufrimiento y la muerte de miles de inocentes. La guerra inevitablemente causa la muerte de civiles, incluidos niños, mujeres y ancianos, que no tienen ninguna relación directa con el conflicto. También se promueve durante la guerra, el odio hacia el enemigo, despojándolos de su dignidad humana y fomentando actos de crueldad y barbarie. Desde una visión kantiana, la guerra contradice el principio de tratar a cada ser humano como un fin en sí mismo, ya que convierte a las personas en medios para alcanzar objetivos políticos o territoriales.
El mal está también representado en la destrucción del medio ambiente y la contribución al calentamiento global. La tala masiva de bosques, la contaminación y la explotación de los recursos naturales destruyen hábitats esenciales para la vida de muchas especies. Este daño no solo afecta a los animales y plantas, sino también al equilibrio ecológico del que dependemos los seres humanos. La desaparición de especies enteras es un acto irreversible que refleja la negligencia o indiferencia hacia formas de vida que tienen un valor intrínseco. Según la ética medioambiental[9], este daño puede considerarse «malvado» porque viola el principio del respeto hacia la naturaleza y la responsabilidad de preservar el planeta para las futuras generaciones.
Los efectos del cambio climático como sequías, inundaciones y desplazamientos forzados etc. afectan desproporcionadamente a los más pobres, que tienen menos recursos para adaptarse y recuperarse. Este desequilibrio refleja una falta de equidad en la forma en que las sociedades manejan el medio ambiente. Islas y comunidades costeras están siendo destruidas por el aumento del nivel del mar, causado en gran medida por las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de los países más industrializados. Desde una visión ética global, este daño es un mal porque perpetúa desigualdades e ignora la dignidad de quienes menos contribuyeron al problema. El problema es que es muy difícil señalar a los principales perpetradores de este mal, porque -en definitiva, somos todos los que, como consumidores, hacemos posible esta catástrofe a largo plazo.
La degradación del medio ambiente y el calentamiento global se pueden parar reduciendo el consumo, optando por energías limpias y apoyando iniciativas sostenibles. Los estados deben implementar regulaciones estrictas sobre emisiones, proteger áreas naturales y promover economías circulares. En un plano global, se deben establecer compromisos internacionales para reducir las emisiones y garantizar justicia climática para los países más afectados. Y en educación, quizás lo más importante a largo plazo, se debe enseñar a las nuevas generaciones la importancia del respeto por el planeta y las consecuencias de nuestras acciones. Cuando un actor de tanta relevancia como los Estados Unidos abandona el Acuerdo de París, se está optando por elegir el mal.
La xenofobia, entendida como el rechazo, miedo o desprecio hacia las personas extranjeras o de culturas distintas, representa un mal tanto desde una perspectiva ética como desde un análisis práctico y social. Un mal que se perpetúa y amplifica a través de los medios de comunicación, que a menudo se convierten en ecos de narrativas que fomentan la división y el odio. La xenofobia viola el principio ético fundamental de reconocer la igualdad intrínseca y la dignidad de todas las personas, independientemente de su origen, etnia o cultura. Este prejuicio perpetúa la deshumanización de aquellos considerados «otros», los de los cayucos, que nadie quiere, los sin papeles, o simplemente, los que no son como nosotros. Al construir barreras entre grupos, la xenofobia niega la posibilidad de convivencia, cooperación y solidaridad, valores esenciales para una sociedad ética y justa. Las noticias falsas o manipuladas sobre inmigración y diversidad contribuyen a fortalecer el miedo irracional y la hostilidad hacia los extranjeros. Aquí los medios de todas clases, en especial los llamados medios sociales, juegan un papel muy importante, pero como en el caso de la degradación del medio ambiente y el calentamiento global, los actores somos todos; los que escriben o comparten material gráfico y los que lo leen y ayudan a esparcirlo.
El mal habita indiscutiblemente en la misoginia. Aquí la responsabilidad radica esencialmente en los estados, aun cuando sean individuos los que la practiquen. La misoginia es un mal porque atenta contra los principios básicos de dignidad, igualdad y justicia. Su impacto negativo se siente en todos los niveles, desde el individual hasta el global, afectando tanto a las mujeres como al desarrollo de la humanidad en su conjunto. Para combatir este mal, se requiere un enfoque integral que abarque educación, legislación, transformación cultural y una reconfiguración ética de las relaciones humanas basadas en el respeto y la igualdad. El caso más flagrante, a mi parecer, pero lejos de ser el único es la política misógina de los talibanes en Afganistán, especialmente desde su regreso al poder en 2021. Su política de género ha sido un ejemplo claro de la opresión y marginalización sistemática de las mujeres. Desde su primer régimen en los años 90, los talibanes implementaron una serie de políticas que restringían drásticamente las libertades y derechos de las mujeres. A pesar de algunos cambios superficiales durante su período fuera del poder, su ideología misógina ha permanecido central en sus prácticas. Como sabemos, la opresión a las mujeres en Afganistán no es la única. Tenemos los casos de Arabia Saudita y otros países musulmanes, con ciertas excepciones como lo son Túnez, Indonesia, Marruecos, Emiratos Árabes, Turquía, Malasia, Jordania y Bosnia-Herzegovina, en donde los derechos de las mujeres son respetados, dentro de la cultura musulmana.
A pesar de los avances en la igualdad de género en occidente, las actitudes misóginas persisten, y se pueden observar en varios ámbitos de la vida cotidiana, desde los medios de comunicación hasta las instituciones políticas y las interacciones personales. El más claro exponente de esta misoginia es sin duda la violencia de género, en sus diversas formas tanto física, como emocional, sexual, económica etc. La violencia doméstica, el acoso sexual y la violación son ejemplos de cómo la misoginia se traduce en agresiones directas hacia las mujeres. A pesar de los avances legislativos en muchos países, la violencia de género sigue siendo un problema extendido, y la tendencia a minimizarla o justificarla en algunos sectores sociales refleja actitudes misóginas. En España murieron en 2024 48 mujeres víctimas de violencia de género,[10] una cifra parecida a la de Suecia, teniendo en cuenta la diferencia en habitantes.[11]
Ya de vuelta de mi paseo me pongo a repasar los periódicos y me encuentro con un artículo de opinión que debería dar mucho que hablar. Los cuatro lideres de los partidos del gobierno, los tres en el gobierno moderados, cristianodemócratas y liberales y el partido de apoyo, el ultraconservador y no hace mucho supremacista partido de los demócratas de Suecia, firman un artículo en favor del impartir en las escuelas la memoria sobre el Holocausto.
Es realmente alentador ver cómo los partidos de Tidö han firmado conjuntamente un artículo de opinión sobre la importancia de combatir el antisemitismo. Que los líderes políticos se unan en torno a un tema tan importante demuestra que existe un entendimiento común sobre la necesidad de enfrentar el odio y la intolerancia en la sociedad. El antisemitismo es parte de un problema mayor de xenofobia y odio dirigido a diversos grupos, y por ello es fundamental que veamos esta lucha como algo que nos concierne a todos.
También sería una oportunidad importante para destacar la creciente xenofobia en general y enfatizar cómo todos, juntos, somos necesarios para crear un futuro basado en la democracia y los derechos humanos. Para construir una sociedad en la que todos se sientan bienvenidos, es necesario mirar más allá de las diferencias de género, origen, idioma, cosmovisión u opiniones políticas, y centrarnos en nuestra humanidad compartida.
Trabajando juntos por la apertura, la tolerancia y la igualdad, podemos crear un futuro donde nadie tenga que sentirse excluido o amenazado. Este es un esfuerzo que debe llevarse a cabo tanto a nivel político como en nuestra vida cotidiana: en las escuelas, en los lugares de trabajo y en el debate público.
Traduzco aquí el artículo, publicado en el diario Aftonbladet el 26 de enero de 2025:
“Estamos convencidos de que quien camina siguiendo las huellas de las víctimas, quien presencia con sus propios ojos los lugares donde ocurrieron los asesinatos masivos, se vuelve menos receptivo al antisemitismo. Por ello, aumentamos ahora el apoyo temporal para los viajes de recuerdo a ocho millones de coronas este año. Al mismo tiempo, hacemos que este apoyo sea permanente”, escriben Ulf Kristersson, Jimmie Åkesson, Ebba Busch y Johan Pehrson.
“Mañana, lunes, se cumplen 80 años de la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau.
En todo el mundo se organizan ceremonias para recordar uno de los capítulos más oscuros de la humanidad. Pero también para rendir homenaje a las víctimas: aquellos que sobrevivieron y aquellos que murieron. Es nuestra tarea colectiva recordar y mantener vivo el recuerdo del Holocausto, para que cada nueva generación comprenda y aprenda de la historia.
Un lugar importante para adquirir conocimiento sobre la historia es, naturalmente, la escuela. Durante mucho tiempo, el gobierno ha financiado viajes de recuerdo para estudiantes a los lugares conmemorativos del Holocausto. En el trabajo preventivo contra el antisemitismo, estos viajes son cruciales, ya sea a campos como Auschwitz-Birkenau en Polonia o en visitas a Oslo, donde se honra la memoria de los judíos noruegos deportados a la Alemania nazi. Es una actividad invaluable que deja una huella duradera en quienes participan.
Estamos convencidos de que quien sigue las huellas de las víctimas, quien presencia con sus propios ojos los lugares de los asesinatos masivos y escucha las historias, se vuelve menos receptivo al antisemitismo.
Por eso, ahora aumentamos el apoyo temporal para los viajes de recuerdo a ocho millones de coronas este año. Al mismo tiempo, hacemos este apoyo permanente. El antisemitismo también se extiende en las escuelas suecas
Esto es especialmente necesario ahora, cuando vemos un aumento de la ola de antisemitismo en nuestro país. Lamentablemente, el antisemitismo no es algo nuevo en Suecia. Los neonazis, la izquierda radical e islamistas intolerantes han amenazado a los judíos durante mucho tiempo.
Ahora, la propaganda de odio aumenta, propagada por personas con raíces en Medio Oriente. La crítica hacia Israel se mezcla con odio hacia los judíos como grupo. Las denuncias de crímenes de odio con motivos antisemitas casi se quintuplicaron durante el otoño de 2023, tras el abominable ataque terrorista de Hamás.
El antisemitismo también se extiende en las escuelas suecas. Poder hablar claramente tanto sobre el Holocausto como sobre el antisemitismo moderno debería ser algo evidente en cada aula. Pero hoy no es así.
Nos encontramos con maestros que cuentan problemas al abordar temas de antisemitismo en sus lecciones. Donde el antisemitismo, en lugar de ser cuestionado, se relativiza o se encuentra con silencio. Esta tendencia no la podemos aceptar.
Los maestros de Suecia necesitan apoyo para enfrentar el antisemitismo y para atreverse y tener la fuerza de abordar estos temas con sus alumnos.
Por ello, invertimos tanto en la formación continua de los maestros como en asegurar que haya material educativo en el que puedan apoyarse.
El Foro para la Historia Viva desempeña aquí un papel importante, especialmente ahora que comienza a revitalizar el mensaje del libro “Sobre esto deben contar”. Del mismo modo, la historia se hace accesible y se mantiene viva en el Museo Sueco del Holocausto.
Queremos expresar nuestro agradecimiento a las asociaciones y grupos de narradores compuestos por hijos, nietos y ahora también bisnietos de sobrevivientes del Holocausto que continúan transmitiendo las historias de sus familias.
Muchos de quienes sobrevivieron a los campos de concentración y exterminio nazis han hecho contribuciones invaluables para preservar la memoria del Holocausto. Los sobrevivientes han enfrentado sus propios traumas y comparten sus historias a través de libros, conferencias, documentales y encuentros personales.
La historia está preservada en humanidad, emoción, calidez y lágrimas. Pero cuando los niños que ahora nacen comiencen la escuela, probablemente será demasiado tarde para que puedan conocer personalmente a un sobreviviente del Holocausto en una visita escolar.
Estamos decididos a que el recuerdo del Holocausto se conserve incluso después de los últimos sobrevivientes. Las generaciones futuras deben ser recordadas sobre el antisemitismo y sus consecuencias.
“Nunca más” son palabras que deben traducirse en acciones concretas. Ningún judío sueco debería tener que temer por su propia seguridad.
Ulf Kristersson, Primer Ministro (M)
Jimmie Åkesson, líder del partido (SD)
Ebba Busch, líder del partido (KD)
Johan Pehrson, líder del partido (L)
[1] https://www.facinghistory.org/sites/default/files/2023-05/The_Nuremberg_Laws_espanol.pdf
[2] https://www.augustinus.it/spagnolo/libero_arbitrio/libero_arbitrio_2.htm
[3] https://archive.org/details/de-aquino-tomas.-cuestiones-disputadas-sobre-el-mal
[4] http://philosophyfaculty.ucsd.edu/faculty/ctolley/texts/kant.html
[5]https://human.libretexts.org/Bookshelves/Philosophy/Philosophy_of_Western_Religions_(Levin_et_al.)/03%3A_ATTRIBUTES_OF_GOD/3.04%3A_The_Problem_of_Evil_(David_Hume)
[6] https://gutenberg.org/files/4363/4363-h/4363-h.htm
[7] https://archive.org/details/philosophyofjean0000sart
[8]https://drive.google.com/file/d/0B1Lf6mwVGuvsZEdIdDl6aUhQc0ZSbTdpUUxUal9qamtDVWhr/view?resourcekey=0-SszgBEkFGUfZODkGbxeKBw
[9] https://studylib.es/doc/7787735/la-%C3%A9tica-ambiental-robert-elliot-peter-singer
[10] https://violenciagenero.igualdad.gob.es/wp-content/uploads/VMortales_2024_10_18_2025_v2.pdf
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