Así como el que no cree la cosa, hemos llegado al último día del mes más pobre del año. Este frío enero nos ha traído muchas sensaciones capaces, cada una de ellas, de caldear el ambiente. Esta maña de febrero, amanece despejada y mi primer paseo de febrero es un verdadero placer. No sé por qué, pero me pongo a pensar en Dinamarca. Para mí, Copenhague es mi gran ciudad, la urbe más próxima, y como tal le tengo un especial cariño. Aunque parezca mentira, aquí en el sur de Suecia, a dos pasos del país vecino, no se habla casi nunca de el reino del sur, aunque muchos miles de suecos de nuestra zona, trabajan en Copenhague, donde los sueldos son más altos y el trabajo no falta. Además, Kastrup, el aeropuerto de Copenhague, es nuestra salida al mundo.
Paseando por las calles de Copenhague, he observado, que todo parece rezumar deseos de grandeza y orgullo sobre un pasado histórico, pretendidamente glorioso. No es necesario recurrir a un trabajo histórico muy profundo, para percibir una vena de autoafirmación nacional, muy lejana de la realidad. Por toda la ciudad se pueden ver alegorías a un tiempo pasado, la era vikinga. Y, no es difícil comprender, por qué los daneses se sienten tan identificados con los vikingos, ya que fue durante el lapsus creado por la caída del imperio romano y la formación de los reinos europeos continentales, cuando los habitantes de estas islas y penínsulas del norte, los llamados vikingos, hicieron su agosto.
La época vikinga comenzó convencionalmente en el año 793 con el saqueo del monasterio de Lindisfarne, en la costa noreste de Inglaterra. Este ataque marcó el inicio de la expansión y las incursiones vikingas por Europa. Llegaron hasta Sevilla y más allá, pero tuvieron que desistir porque el imperio musulmán ya se había establecido en España, concentrándose en el norte de Europa, entre Normandía, donde los daneses fundaron un enclave, hasta Suecia y Noruega. Durante este tiempo, no cabe duda de que los daneses eran los mejor organizados entre los nórdicos, hasta el punto de que, bajo el reinado de Canuto el Grande (1016-1035), gobernaba lo que se conoce como el Imperio del Mar del Norte. Este imperio incluía Dinamarca, Noruega, Inglaterra y partes del sur de Suecia, como por ejemplo Escania, donde esta mi ciudad, Lund.
La época vikinga terminó alrededor del año 1066, cuando el rey noruego Harald III Hardrada fue derrotado en la batalla de Stamford Bridge en Inglaterra. Poco después, los normandos, curiosamente descendientes de vikingos, liderados por Guillermo el Conquistador vencieron definitivamente en la batalla de Hastings, consolidando una nueva era en la historia europea. Desde ese mismo momento, Dinamarca, como una ameba, se va dividiendo en diferentes reinos: Dinamarca, Suecia, Noruega, Islandia, Finlandia, para a finales del siglo XIV reunir las diferentes coronas, tres, por cierto, bajo un gobernante danés, la reina Margarita, aclamada aquí en Lund en 1396, un año antes de la formalización de la Unión de Kalmar, en la catedral de Lund. Aquí se reunió con los nobles escandinavos, quienes la reconocieron como regente y prepararon el camino para la coronación de su sobrino adoptivo, Erico de Pomerania, como rey de la Unión en 1397. La reina Margarita I de Dinamarca fue proclamada como soberana de los tres reinos escandinavos en el marco de la Unión de Kalmar, formalizada en 1397. Sin embargo, su poder sobre los tres reinos de Dinamarca, Noruega y Suecia, ya era efectivo desde 1389, cuando derrotó al rey Alberto de Mecklemburgo en Suecia.
Este lapsus histórico que permitió la unión de los tres reinos, finalizó con la revuelta de los suecos en 1523, cuando Suecia se separó con la ayuda de la Hansa y eligió a Gustavo Vasa como su rey. Noruega permaneció unida a Dinamarca hasta 1814 bajo el dominio de los reyes daneses. Con el fin de la unión de Kalmar comenzaron los reveses para la corona danesa, que fue perdiendo terreno, hostigada por sus vecinos en el norte y el sur. Pero en realidad todo había comenzado mucho antes. Se puede decir que fue tras la derrota en la Batalla de Volmerslacht, Bornhöved en danés, en 1227, con la pérdida de Holstein y las posesiones en el norte de Alemania.
Aparte de la pérdida de control danés sobre Suecia, desmembración importante para la autoafirmación nacional, las siguientes guerras contra el vecino del norte, no hicieron más que profundizar en el declive del antiguo imperio vikingo.
La guerra de Kalmar en 1611-1613, en la que Dinamarca intentó recuperar el control sobre Suecia, resultó en una autentica humillación militar ante los suecos, teniendo que aceptar la independencia sueca. Más tarde, los suecos atacarían el propio territorio danés, durante la llamada guerra de Torstenson en 1643-1645, arrebatándole los territorios de Jämtland, Gotland y Halland, definitivamente por el tratado de Brömsebro, en 1645, junto con Härjedalen, las islas de Gotland y Ösel, esta última en la actual Estonia. Halland que fue cedida por 30 años, pasó a ser sueca permanentemente tras la próxima guerra, iniciada esta vez por Dinamarca.
En 1657, Dinamarca atacó a Suecia, aprovechando que el rey Carlos X Gustavo estaba ocupado en Polonia, pero, Suecia respondió con una contraofensiva relámpago, cruzando el hielo del Pequeño y Gran Belt y atacó Dinamarca directamente. En febrero de 1658, los suecos llegaron a las puertas de Copenhague. Con el tratado de Roskilde del 26 de febrero de 1658, Dinamarca sufrió su mayor pérdida territorial en la historia, hasta entonces. Escania, Blekinge y Halland pasaron a Suecia. Bohuslän (parte de Noruega) fue cedida a Suecia, que fundaría allí la ciudad de Gotemburgo. También perdieron la isla de Bornholm, así como Trøndelag, aunque estas últimas posesiones fueron recuperadas en 1660. La guerra de 1657 fue un golpe brutal para Dinamarca, ya que Escania había sido una parte integral del reino. Aunque Dinamarca intentó recuperar estos territorios en la Guerra de Escania 1675-1679, el apoyo de Francia a Suecia impidió que los daneses tuvieran éxito.
Y también fueron los franceses los que asestaron una de sus más dolorosas derrotas siglo y medio después. Pues, durante las guerras napoleónicas, Dinamarca fue ocupada por ejércitos franceses (en los que también entraba un contingente español de 12 000 soldados) para asegurarse el bloqueo a Gran Bretaña. Por esta razón Copenhague fue bombardeado por los británicos en 1801, cuando la Royal Navy británica con Lord Nelson a la cabeza, atacó la flota danesa y la destruyó. Más tarde, en 1807, el bombardeo de Copenhague destruyó más de un tercio de la ciudad. Por el tratado de Kiel en 1814, Dinamarca, considerada como aliada de Francia, perdió Noruega, que pasó a Suecia.[1]
Hubo un tiempo en que Dinamarca y Suecia-Noruega parecían acercarse, dentro del movimiento nacionalista nórdico, llamado escandinavismo. Parecía como si los dos pueblos iban de camino hacia una nueva unión, para juntos jugar un papel importante entre los pueblos de Europa, en una época altamente nacionalista.[2] Pero los acontecimientos durante la llamada guerra de los ducados en 1864, dieron al traste con cualquier sueño de reunificación. Cuando Prusia y Austria declararon la guerra a Dinamarca por el control de los ducados de Schleswig y Holstein. Dinamarca trató de buscar ayuda en el vecino/hermano del norte, pero los suecos decidieron mantener una estricta neutralidad, para desesperación de los daneses. Dinamarca fue derrotada en la batalla de Dybbøl y tuvo que firmar el tratado de Viena en 1864 por el que los ducados de Schleswig, Holstein y Lauenburg fueron cedidos a Prusia y Austria.
En 1917 Indias Occidentales Danesas actuales Islas Vírgenes Americanas fueron vendidas a los Estados Unidos que presionó a Dinamarca a venderlas durante la Primera Guerra Mundial, pues EEUU temía que Alemania pudiera ocupar las islas y usarlas como base naval. El tratado de venta se firmó ya en 1916 y se hizo efectiva el 31 de marzo de 1917, cuando la soberanía pasó oficialmente a los Estados Unidos. Dinamarca recibió 25 millones de dólares en oro por la venta.
El 9 de abril de 1940, Alemania invadió Dinamarca en la «Operación Weserübung» y el gobierno danés se rindió sin resistencia en unas pocas horas, siendo Dinamarca ocupada hasta 1945. Al final de la guerra, a duras penas, consiguió conservar su integridad territorial, pero Islandia, se independizó de Dinamarca en 1944, bajo control norteamericano. Y, mientras voy andando, resuena en mi cabeza el eco de las palabras de Trump sobre Groenlandia. Nada nuevo. El cambio climático podría hacer que, para 2030, la Ruta del Mar del Norte sea la primera de las rutas marítimas del Ártico en quedar libre de hielo, conectando los océanos Atlántico y Pacífico y mejorando enormemente la accesibilidad a los recursos de Groenlandia. Estados Unidos se convertiría en la segunda nación más grande del mundo por superficie terrestre, después de Rusia. Sería la adquisición territorial más grande de la historia de Estados Unidos, ligeramente más grande que la compra de Luisiana.
Estados Unidos ha considerado durante mucho tiempo que el control de Groenlandia es vital para su propia defensa. A principios del siglo XX, Estados Unidos incluyó a Groenlandia entre varias posesiones europeas en el hemisferio occidental que planeaba apoderarse y fortificar preventivamente en caso de un ataque inminente al territorio continental de Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos invocó su Doctrina Monroe para ocupar militarmente Groenlandia y evitar su uso por parte de Alemania tras la rendición de Dinamarca. Aunque Groenlandia sigue siendo un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca, un tratado de 1951 otorga a Estados Unidos un gran control sobre su defensa.
Y me pregunto. ¿Será que Trump piensa verdaderamente hacerse con el control directo de Groenlandia? Pues, no sé, no sé. Yo pienso que, dado el fuerte rechazo de Dinamarca y Groenlandia, la única forma en que EE.UU. podría tener más control sería mediante acuerdos estratégicos y económicos, pero no una anexión directa. Para Dinamarca la anexión de Groenlandia por Estados Unidos sería un golpe terrible a su autoafirmación nacional. Se sentirían, creo yo, amputados, avasallados, ninguneados por un Gran Poder que consideraban amigo. La historia les ha enseñado que no se puede esperar ayuda de nade, cuando verdaderamente se necesita. Les pasó con Francia, con Suecia, con Alemania y ahora quizás con los Estados Unidos.
Quizás deberíamos haber empezado el relato de otra manera. Por ejemplo, peguntándonos ¿cómo es posible que la pequeña Dinamarca posea la mayor isla del mundo? Para eso, como siempre, tenemos que regresar al relato histórico, que es lo mío. Durante la era del colonialismo e imperialismo, entre los siglos XV al XX, Dinamarca desempeñó un papel importante en el comercio de esclavos y expandió su influencia colonial, aunque comparada con otros países europeos como España, Inglaterra o Francia, su importancia fue mucho menor.
En el siglo XVII, Dinamarca comenzó a expandir su imperio colonial, principalmente en el Caribe y en algunas áreas de América del Norte, como las Indias Occidentales Danesas. En 1671, Dinamarca estableció una colonia en Santa Cruz, y en 1733 adquirió las islas de Saint Thomas y Saint John. Estas islas fueron utilizadas principalmente para la producción de azúcar y otros productos agrícolas, cultivados por esclavos africanos.
Dinamarca jugó un papel activo en el comercio de esclavos, llevando a cabo un tráfico transatlántico de esclavos hacia sus colonias en el Caribe. En el siglo XVIII, Dinamarca estableció varias factorías comerciales en la costa de Guinea, donde participaba en el comercio de esclavos y productos exóticos. Dinamarca también tuvo presencia en la isla de St. Thomas, donde se involucró activamente en la industria azucarera y en la esclavitud. La plantación de azúcar fue el pilar de las economías coloniales danesas, y Dinamarca fue una de las naciones involucradas en el comercio de esclavos, transportando seres humanos de África a las Américas. En 1848, Dinamarca abolió la esclavitud en sus colonias.
El año 1733. Dinamarca tomó el control de Groenlandia como un territorio autónomo del Reino de Dinamarca. A diferencia de las colonias en el Caribe, la colonización de Groenlandia se centró más en la administración y explotación de recursos naturales que en la plantación de cultivos o la esclavitud. Aunque Dinamarca mantenía un dominio sobre Groenlandia, el país fue cada vez menos involucrado en actividades imperialistas y comenzó a centrarse más en la industria y el comercio en lugar de la expansión colonial. Groenlandia se mantuvo como un territorio bajo el control danés, pero se le otorgó más autonomía política en el siglo XX.
En Groenlandia, los daneses interactuaron con los pueblos inuit pero impusieron su cultura. Aunque Groenlandia sigue siendo parte del Reino de Dinamarca, su proceso de autonomía ha sido gradual. Su historia colonial se ha centrado más en la administración desde Copenhague que en una verdadera explotación colonial. Durante gran parte de su historia colonial, Groenlandia fue gobernada de forma centralizada desde Copenhague, sin un gobierno autónomo local.
En 1953 Groenlandia pasó a ser parte integral del Reino de Dinamarca, lo que le otorgó una mayor representación en el Parlamento danés, pero no significó una autonomía real. La isla siguió dependiendo de Dinamarca en cuestiones de defensa y política exterior. En 1979, se estableció un autogobierno parcial en Groenlandia a través de una reforma constitucional que otorgó a la isla un Parlamento local conocido como Asamblea de Groenlandia y un Gobierno autónomo para tomar decisiones en áreas como educación, salud, pesca y recursos naturales.
En este año, la isla asumió el control de sus propios asuntos internos, aunque Dinamarca seguía encargándose de la defensa y la política exterior. En 1982 Groenlandia abandonó la Comunidad Europea después de un referéndum, lo que reflejaba una búsqueda de mayor autonomía económica y política frente a las presiones externas. En 2009, Dinamarca aprobó una nueva ley de autogobierno que otorgó a Groenlandia una autonomía aún mayor. Groenlandia obtuvo el control total de la gestión de los recursos naturales y las políticas internas, incluyendo el desarrollo económico.
Aunque Dinamarca sigue siendo responsable de la defensa y la política exterior, Groenlandia puede negociar directamente acuerdos internacionales sobre recursos naturales, clima, e incluso acuerdos de pesca, siempre que no afecten la defensa nacional. El groenlandés fue declarado el idioma oficial, lo que simboliza una mayor afirmación de la identidad cultural de la isla.
Groenlandia ha logrado un alto grado de autonomía, pero no ha intentado hasta ahora lograr la total independencia de Dinamarca. Aunque la independencia completa ha sido un tema de debate, la mayoría de los groenlandeses todavía prefieren mantener una relación con Dinamarca, pero con más autonomía económica y política. El futuro de la relación con Dinamarca depende, a mi entender, del potencial de recursos naturales en Groenlandia, como el petróleo y minerales raros. Groenlandia ha expresado en varias ocasiones su interés en obtener mayores ingresos de estos recursos para lograr una independencia económica.
A pesar de que Groenlandia tiene control sobre sus recursos naturales, la isla sigue dependiendo en gran medida de los subsidios daneses para financiar su economía, especialmente en áreas como la infraestructura y los servicios públicos. El deshielo del Ártico ha aumentado el interés global en los recursos de Groenlandia, que es lo que plantea tanto oportunidades como retos en términos de soberanía y control de sus recursos. Y aquí entra el interés de Trump por esta despoblada isla. Para Dinamarca, Groenlandia es, ante todo, lo que le queda de orgullo nacional. Creo que lucharán con todas sus fuerzas por no perderla, pero dudo de que, al ser necesario, obtengan ayuda externa, sea de la Unión Europea o de Naciones Unidas. Lo que sí puede ocurrir, es que los groenlandeses aprovechen para alcanzar su independencia total de Dinamarca, y entonces estarán más o menos obligados a acercarse a los Estados Unidos para proteger su patrimonio. Múte Egede, el jefe del gobierno autónomo groenlandés, dice que los groenlandeses no quieren ser ni daneses ni americanos, simplemente groenlandeses. Continuará.
[1] Durante las Guerras Napoleónicas, Suecia se unió a los enemigos de Francia, mientras que Dinamarca terminó en el bando francés. Esto llevó, en el caso de Suecia, a la pérdida de Finlandia y a la renuncia de sus últimas provincias en Alemania, y en el caso de Dinamarca, a que Noruega fuera forzada a entrar en una unión con Suecia. Al mismo tiempo, quedó definitivamente claro que Suecia-Noruega y Dinamarca debían aceptar sus roles como pequeños Estados en el gran escenario europeo.
[2] Comenzó a surgir un sentimiento de unidad nórdica, y en la ceremonia de promoción de maestros en la catedral de Lund en 1828, el poeta Esaias Tegnér pudo entregar la corona de laurel al poeta danés Adam Oehlenschläger con las palabras: «el tiempo de la división ha terminado».
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