En mi paseo hoy, muy temprano de mañana, me doy de bruces con una caravana militar.  Filósofo al que le toco vivir una época parecida a estaGrandes camiones, tanques y otros vehículos pintados de verde oliva. Al volante, jóvenes de ambos sexos, vestidos de uniforme. Rostros francos que denotan esperanza y júbilo, como si fueran a una excursión con el instituto. ¡Yo he visto esas caras con esas expresiones tantas veces! Contagian alegría. A punto he estado de saludar, levantando la mano, como se suele hacer cuando pasan los cortejos de estudiantes, pero pensé que no era lugar ni situación apropiada. Cuando ya habían desaparecido de mi vista, y solamente quedaba un ruido cada vez más lejano, sentí como un escalofrío, y una inexplicable tristeza me invadió. La sombra de un vago presagio me inundó.

“La guerra daña a quienes la libran, y más aún a quienes la padecen.” Dijo Bertrand Russell, filosofo al que le tocó vivir una época parecida a la que ahora vivimos. Hablamos de rearme y pretendemos explicar que lo hacemos por la paz. Es casi surrealista escuchar los argumentos que, en un país como Suecia, que ha mantenido la paz en más de 200 años, se oyen a diario. Es profundamente triste escuchar las razones que los políticos europeos nos dan a diario para comenzar esta inexplicable carrera hacia el desastre. En el libro blanco de defensa de la Unión Europea se puede leer:

«En una era de rápidos cambios geopolíticos, la Unión Europea está intensificando sus esfuerzos para proteger a sus ciudadanos y fortalecer sus capacidades de defensa. La preparación es clave: asumir la responsabilidad de nuestra propia seguridad significa invertir en una defensa robusta, salvaguardar a nuestra gente y asegurarnos de que tengamos los recursos para actuar cuando sea necesario.

El Libro Blanco sobre la defensa europea – Preparación 2030 establece una visión para rearme de Europa al asegurar que la industria de defensa europea pueda producir a la velocidad y volumen requeridos. Facilitar el despliegue rápido de tropas y recursos militares a través de la UE.

El aumento en el gasto en defensa será «hecho en Europa»: garantizando tanto nuestra seguridad a largo plazo como beneficios económicos para todos los países de la UE. También ayudará a la UE a responder a la urgencia a corto plazo de apoyar a Ucrania.”[1]

La Unión Europea confía, como se ve arriba, la paz a las armas. Esto significa que ya no se cree en la paz, conseguida a través de tratados y relaciones internacionales por el bien de todos. Terrible error, me atrevo a decir, a sabiendas de que estoy muy solo con estos pensamientos. En su libro Which Way to Peace? [2](¿Qué camino lleva a la paz?) publicado en 1936 reconocemos muchos de los rasgos que ofrece el discurso oficial en la actualidad.

“Los Gobiernos de Europa no están de acuerdo en muchos temas, pero en un punto están en perfecta armonía: todos creen que una nueva Gran Guerra es inminente. Muchos signos, más convincentes que meras palabras, muestran que esta es su expectativa. El Gobierno británico lo demuestra con la frenética prisa con la que está aumentando el ejército, la marina y, especialmente, la fuerza aérea. Muy ominosa es la propuesta, apoyada influyentemente, aunque aún no adoptada, de financiar este aumento mediante un préstamo; porque una nación financieramente prudente, como siempre lo han sido los británicos, no recurrirá a préstamos excepto para fines temporales: si las fuerzas armadas no van a encontrar pronto empleo en la guerra, sería una política derrochadora pedir prestado cualquier parte de su costo. Así, en los últimos años antes de 1914, los alemanes financiaron en gran medida su marina mediante préstamos, mostrando así su expectativa de una guerra próxima. Ahora, todos los grandes países de Europa están acumulando armamentos hasta que se convierten en una carga que pronto será insoportable, a menos que la aprensión de la guerra se intensifique continuamente; y la aprensión universal es en sí misma una causa muy potente de la guerra. El miedo a la guerra se usa para justificar los armamentos; los armamentos aumentan el miedo a la guerra; y el miedo a la guerra aumenta la probabilidad de la guerra. De este círculo vicioso, algunos gobiernos no desean encontrar una salida, y otros no pueden hacerlo.

Otra evidencia de las expectativas de los gobiernos es la institución de ejercicios aéreos civiles en Inglaterra, Francia, Alemania y Tokio. El Gobierno británico ciertamente debe haber sido muy reacio a tomar esta medida, ya que era alarmante para los ciudadanos comunes, y demostraba que se consideraba imposible prevenir un ataque aéreo sobre Londres y otros centros de población. En Gran Bretaña, sea cual sea el caso en otros lugares, esta medida ha tenido un efecto poderoso en promover el sentimiento pacifista, al mostrar lo que los no combatientes deben esperar en la próxima guerra; por lo tanto, las autoridades ciertamente la habrían pospuesto si hubieran considerado en absoluto posible hacerlo.”

La receta de Russell para conseguir una paz duradera es la que ya dieron muchos otros pensadores antes que él y que condujo a la creación de la Liga de las Naciones tras la primera guerra mundial:

“Abolir la guerra por completo no es imposible; de hecho, en lo que respecta a consideraciones técnicas, es mucho más posible ahora que en cualquier época anterior. También es más importante, ya que la guerra es una amenaza mayor de lo que era, y será una amenaza aún mayor de lo que es. Los obstáculos para la abolición de la guerra son de tres tipos: políticos, económicos y psicológicos; los tres son graves y no se pueden eliminar rápidamente. En nuestra situación actual y peligrosa, el estadismo debe concentrarse, por el momento, en posponer o minimizar la guerra mediante cualquier método posible; las grandes medidas implicadas en el establecimiento de la paz permanente no pueden lograrse de inmediato, y por lo tanto no pueden resolver nuestro problema inmediato. Por esta razón, hasta ahora no he dicho nada (excepto brevemente en relación con la Liga de Naciones) sobre ninguna de las condiciones de la paz permanente. Sin embargo, es importante darse cuenta de cuáles son, aunque solo sea para evitar que se adopten planes inadecuados, como el del presidente Wilson, como soluciones completas del problema.

La condición política para la paz permanente (ya discutida en el Capítulo IV) es la existencia de un solo gobierno mundial supremo, poseedor de una fuerza irresistible, y capaz de imponer su voluntad sobre cualquier Estado nacional o combinación de Estados. Es evidente que, mientras la soberanía de los Estados separados no esté restringida, la guerra será susceptible de ocurrir. También es evidente que una restricción meramente legal no será suficiente; debe ser posible obligar a cumplir la ley internacional. La manera más fácil de lograr este resultado será confinar las fuerzas armadas nacionales a las armas más antiguas y hacer de la guerra aérea la prerrogativa exclusiva del gobierno mundial. Los aviones, tanto civiles como militares, deben pertenecer a la autoridad internacional. Lo mismo debe ocurrir con la industria química, ya que los gobiernos nacionales no deben poder obtener suministros de gas venenoso.”

Necesitaríamos a alguien como Russell en estos momentos; alguien que dijera unas cuantas verdades ante los lideres mundiales, una voz que fuese ampliada y distribuida por los medios hasta el último rincón del mundo. Leyendo su discurso, leído ante el Congreso Mundial de la Paz de Helsinki de 1955, leido en su ausencia, “Pasos hacia la paz”[3] encontramos un análisis que parece calcado de la realidad actual.

“En una guerra en la que se empleen las bombas de hidrógeno no puede haber nadie victorioso. Podemos vivir juntos o morir juntos. Estoy firmemente persuadido de que si los que nos damos cuenta de esto nos consagramos, con la suficiente energía, a la empresa, conseguiremos que también se dé cuenta el mundo de ello.”

Y, a sabiendas de que, ante la realidad del espeluznante arsenal atómico presente en el mundo, se quiere pretender que una posible guerra, en un futuro próximo, se podrá limitar a medios bélicos tradicionales. Parece mentira que, habiendo gente tan preparada en el mundo, se siga pensando de esa manera. Aquí, en Suecia, nadie se opone. Las voces pacifistas se han extinguido como por arte de magia. Suecia ha mantenido una tradición de neutralidad y de mediación en conflictos internacionales. Históricamente, el país ha sido un defensor de las iniciativas de paz y ha trabajado en diversos foros internacionales para promover el desarme y la resolución pacífica de disputas. Por poner un ejemplo, Suecia ha sido un defensor del Tratado sobre la No Proliferación Nuclear y del desarme nuclear a nivel global.

Ahora hemos pasado a una posición completamente opuesta a la tradición sueca del desarme. Yo creo que ha tenido mucho que ver la vulnerabilidad de los países bálticos, conscientes de que, una vez que Rusia consiga sus propósitos por la fuerza en Ucrania, el camino estaría abierto a una agresión sobre estos países, ya que Rusia, considera que las minorías rusas en Letonia, Estonia y Lituania están discriminadas. Finlandia, que también tiene frontera con Rusia, tiene razones fundadas para temer ser agredida o verse obligada a actuar, en caso de que los países bálticos fueran atacados. Suecia, temerosa de un efecto dominó en la región, rompió con su tradición de neutralidad y solicitó la entrada en la OTAN, algo verdaderamente improbable hace un par de años.

 En los primeros meses de Trump en la presidencia, el debate en Europa se ha intensificado: sobre la posibilidad de desarrollar una «Eurobomba». En Alemania, entre otros, el futuro canciller Friedrich Merz, líder del partido de centro-derecha CDU y ganador de las últimas elecciones alemanas, ha propuesto que la UE debería obtener sus propias armas nucleares o estar protegida por el actual arsenal nuclear de Francia. En respuesta, el presidente francés Emmanuel Macron ha reiterado su oferta de discutir el uso de las armas nucleares de Francia para proteger a otros estados de la UE. Se trata de proporcionar una versión francesa del paraguas nuclear como alternativa al paraguas nuclear de los Estados Unidos dentro de la OTAN.

Es curioso que justamente Francia con su Force de frappe o forcé de dissuasion, diseñada por el general de Gaulle para como el mismo dijo en 1961, disuadir a los rusos de un ataque a Francia: “En diez años, tendremos lo necesario para matar a 80 millones de rusos. Bueno, creo que no se ataca fácilmente a aquellos que tienen lo necesario para matar a 80 millones de rusos, incluso si uno mismo tiene lo necesario para matar a 800 millones de franceses, suponiendo que hubiera 800 millones de franceses.»[4]

Esa retórica me estremece, francamente. Y lo peor es que se repite en nuestros días. Además, en este contexto existe un riesgo notable de que Francia tenga una presidenta de extrema derecha en las próximas elecciones presidenciales de 2027, en la persona de Marine Le Pen. Sustituir a un nacionalista de derecha estadounidense por uno francés no puede considerarse un fortalecimiento de la seguridad europea, incluso para los más acérrimos defensores de las armas nucleares. En Alemania suceden cosas muy remarcables. Parece que ya se olvidó el debate que llevó a cerrar las nucleares y ahora, no solamente se aceptan, sino que se preparan para construir un arsenal propio de armas nucleares. ¡Quién te ha visto y quién te ve!

Si bien los primeros debates nucleares en Alemania estuvieron mayormente dominados por analistas, periodistas y algunos legisladores de segunda fila, aquellos que ahora discuten favorablemente las alternativas de disuasión incluyen cada vez más a figuras importantes de todo el espectro político. Entre ellos se encuentran Friedrich Merz[5], Wolfgang Schäuble y Manfred Weber de los Conservadores, Sigmar Gabriel y Katarina Barley de los Socialdemócratas, y, para mi gran sorpresa, Joschka Fischer y Sergey Logodinsky de los Verdes. Cuando el Ministro de Finanzas de Alemania, Christian Lindner, de los Demócratas Libres, se unió al coro a mediados de febrero, el Canciller Olaf Scholz finalmente tuvo que poner un alto, recordando a su socio de coalición que «Alemania decidió hace mucho tiempo no buscar sus propias armas nucleares».

En España el debate sobre el rearme es más clásico, y me refiero a que la política española sigue oscilando entre el apoyo incondicional y el escepticismo frente a la OTAN. Hay una clara oposición por parte de muchas ONG.s y personalidades de la cultura y de la sociedad civil. Ayer y ante el congreso se presentó un manifiesto contra el rearme con razones muy fuertes para la paz que termina así “No nos resignamos a la guerra, porque no queremos la paz de los cementerios, porque la historia nos demuestra que el único camino realista para conseguir la paz no es militar, sino político. Pónganse manos a la obra y trabajen por la paz, se lo exigimos”. [6]

A favor del rearme está la cúpula del PSOE, que no la mayoría de sus votantes, el PP y posiblemente Vox, acompañados de Junts y PNV. En contra están Sumar, Podemos ERC, Bildu y el BNG, que presentó una moción pidiendo al gobierno la salida de España de la OTAN. En España, la línea divisoria está muy clara en este sentido. En Suecia no tanto, pero las únicas voces que se oyen vienen de los verdes y del partido de la izquierda (antiguos comunistas). No me gusta estar en esa compañía pero es lo que hay, así que voy a explicar por qué creo que los que piden un rearme están equivocados. He aquí mis argumentos:

En primer lugar, el comportamiento de Rusia ha sido, a mi parecer, meramente reactivo, en parte como respuesta a la expansión de la esfera de influencia occidental en lo que ellos consideran como su “patio” y a una militarización impulsada por la OTAN de Europa del Este. Esto es importante reconocerlo si queremos encontrar una solución pacífica.

En segundo lugar, es incorrecto afirmar que hemos descuidado nuestra defensa. Los miembros europeos de la OTAN ya gastan 460 mil millones de euros al año, lo que es cuatro veces más que Rusia. Lo único de lo que no disponemos en la misma medida que Rusia, es en el armamento nuclear y satélites.

En tercer lugar, la seguridad es, por definición, una seguridad compartida. La diplomacia es al menos tan importante como la defensa. Por eso, debemos nuevamente crear un diálogo con Rusia, por ejemplo, dentro de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE)[7]

Es hora de reanudar el control de armamentos a través de tratados, no de fomentar la militarización de Europa. Creo que estamos dejando a nuestros hijos y nietos una situación que puede ser irreversible. Tenemos tantos retos ante nosotros, como el cambio climático, el reto demográfico, la crisis energética, la desigualdad. Hay faena, y hay agujeros donde se podrían meter esos 800 000 millones de euros, a punto de ser dedicados a producir aparatos para la muerte. Creo que hay más gente como yo, también entre los altos mandatarios. Gente que, seguramente querrá escribir en un lugar del tratado, como el obispo sueco Brask[8], una nota que diga: “a esta decisión he sido obligado contra mi convencimiento”. Yo ya casi no discuto sobre estas cuestiones con mis amigos suecos, porque parece que todos están de acuerdo con el rearme. Yo escribo mi opinión y hablo cuando me preguntan, pero, por lo general, callo y por tanto otorgo. Me siento como una hormiga que quiere parar un tren.


[1] https://commission.europa.eu/topics/defence/future-european-defence_en#:~:text=The%20White%20paper%20for%20European%20defence%20-%20Readiness,security%20and%20economic%20benefits%20for%20all%20EU%20countries.

[2] https://www.big-lies.org/russell-bertrand/which-way-to-peace.html#conditions

[3] https://www.ersilias.com/discursos-de-bertrand-russell/

[4] Cita en Serge Gadal, (2009). Forces aériennes stratégiques: histoire des deux premières composantes de la dissuasion nucléaire française. Economica. p.86.

[5] https://agendarweb.com.ar/2025/03/13/alemania-reconsidera-su-postura-sobre-energia-nuclear-y-sobre-armas-nucleares/

[6] https://forms.komun.org/manifiesto-contra-el-rearme-y-la-guerra-en-europa

[7] https://www.osce.org/es/

[8] El obispo sueco de Linköping, Hans Brask, estuvo en una reunión de Arboga en 1517. En esa reunión se decidió castigar al arzobispo Gustav Trolle (partidario del rey, el danés Cristian II) y destruir la fortaleza de Stäket. Sin embargo, Brask, en secreto, colocó una nota bajo su sello, en la que protestaba contra la decisión con la siguiente formulación: “A esta aprobación fui obligado y forzado’.” Eso le salvó la vida tres años después durante “el baño de sangre de Estocolmo” donde se ajusticiaron a los contrarios al rey danés, entre el 4 y 10 de diciembre de 1520. A mí no me servirá de nada reservarme, solo para decir ¿qué decía yo? Pero, ojalá me equivoque.