El día está gris, pero la temperatura es agradable y no llueve. Es un buen día para caminar y hoy llegaré al bosque, que allí se piensa mejor. Llevo conmigo muchas ideas, recuerdos, proyectos y cuestiones prácticas para pensar. Lo difícil es lograr un equilibrio en mis pensamientos, para comunicar mis ideas, publicándolas aquí. El tema de hoy es naturalmente el gran apagón que azotó España y Portugal, el sur de Francia y Andorra, y que paralizó todo tipo de actividad durante muchas horas, mostrando la fragilidad de nuestro sistema energético y hasta de nuestro desarrollo técnico y humano.

Leo en un periódico español que mucha gente, vecinos de poblaciones cercanas a Madrid, vagaban por las carreteras caminando durante horas, porque no tenían acceso al GPS. Un ejemplo de lo desamparados que estamos hoy, cuando nos fallan nuestros aparatos tecnológicos. Si energía no hay GPS, ni teléfonos móviles, ni patinetes eléctricos y mucho menos coches o autobuses eléctricos, no hay trenes ni luz, ni fogones que funcionen, y un silencio extraño se cierne sobre el mundo.

Aún demasiado pronto para saber las causas exactas del reciente apagón, quiero comunicar lo que yo sé, sobre posibles apagones, conocimiento adquirido en cursillos y conferencias para políticos, a las que asistí cuando yo formaba parte del consejo técnico de Lund, cargo que dejé para incorporarme al consejo de educación, representando a los liberales. Los cursillos y las conferencias estaban dirigidos por expertos en medioambiente y energía. Discutíamos el camino hacia el Net Zero o neutralidad de carbono con cero emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono, aunque en el cómputo Net Zero también se incluyen otros como metano, óxidos nitrosos, etc. Es el balance entre lo que emitimos y lo que logramos eliminar o compensar, de modo que el resultado neto sea cero.

Partiendo del cambio climático, ampliamente aceptado por todos los científicos serios del mundo, es nuestro deber detenerlo. Imaginemos por un momento que nuestro planeta es un viejo reloj de péndulo: su tic-tac rítmico marca la vida de mil millones de seres, de bosques y de océanos. Hoy, ese latido natural late cada vez más acelerado por los combustibles fósiles, que aportan el 80 % de la energía global. La exigencia del Net Zero nos convoca a una doble proeza, a saber: multiplicar con urgencia nuestro caudal energético y, al mismo tiempo, descarbonizarlo por completo.

Es un desafío titánico, como tratar de frenar una ola gigantesca que crece sin pausa. Porque la demanda de energía no solo no se estanca, sino que, según las previsiones más sólidas, seguirá subiendo durante siglos, al ritmo que aumenta la población mundial y los países mejoran su nivel de vida. ¿Podremos atender esa sed creciente sin desbordar los límites de la protección ambiental, sin esquilmar los minerales que nos fabrican paneles solares y turbinas eólicas, sin tambalearnos ante conflictos y sanciones que alteran suministros de la noche a la mañana?

La respuesta, para muchos, se cifra en la economía verde: un futuro en que la innovación limpie nuestro pasado y potencie nuestros empleos. En España[1] y Suecia[2], como países del primer mundo, no podemos escudarnos en “solo aportamos muy poco” mientras China[3], EE. UU[4]., la India[5] y Rusia[6] levantan las cifras globales. Tenemos el deber moral, y la oportunidad histórica, de liderar la transición: reducir emisiones no es simplemente un sacrificio, sino la semilla de una nueva prosperidad. La cuestión es ¿cómo hacerlo sin morir en el intento?

En Suecia tenemos el privilegio de disponer de energía fluvial gracias a nuestros caudalosos ríos del norte de Suecia[7], pero la electrificación de la sociedad nos obliga a aumentar la producción y los ríos ya están aprovechados al tope. Para eso, necesitamos aumentar considerablemente las energías renovables, eólicas y fotovoltaicas principalmente o, abandonando la aversión de gran parte de la sociedad, la nuclear. El gran problema es que, ni el viento ni el sol nos dan su energía constantemente. El sol, luce más y mejor, cuando menos lo necesitamos en Suecia, en verano. En invierno hay pocos días de sol y pocas horas efectivas, aunque haga un día esplendido. El viento es “volátil” y sopla cuando quiere, a veces más de lo deseado. En suma: las renovables no ofrecen un suministro constante y seguro, y esto es muy pernicioso y peligroso para el mantenimiento de la red y, por supuesto, para el buen funcionamiento de la sociedad, sin sobresaltos como el que acaba de sufrir España y Portugal. Sustituir las nucleares por aerogeneradores o paneles solares sin rediseñar la ingeniería de la red puede ponerla al borde del colapso. Pero con la combinación adecuada de tecnologías de control, almacenamiento y refuerzo de infraestructuras, podemos conservar la tensión y la frecuencia estables y beneficiarnos a la vez de un sistema energético cero-carbono. Trataré de explicar lo que aprendí en esos cursillos.

Al pasarnos de grandes turbinas de vapor o gas, que giran con mucha masa rotatoria, a cientos de miles de aerogeneradores e instalaciones solares fotovoltaicas, perdemos automáticamente buena parte de la inercia y de las capacidades de regulación de tensión que antes garantizaban la estabilidad de la red. Esto sucede porque ocurren más fluctuaciones de frecuencia, menos inercia. Las centrales convencionales, sean hidráulicas, de carbón, gas o nuclear, tienen grandes rotores girando a velocidad constante. Ante una variación brusca de carga, si por ejemplo, cae un gran consumidor, o tras un fallo, esa masa inercial libera o absorbe energía mecánica, amortiguando el salto de frecuencia.

Las plantas eólicas o solares no giran sincronizadas con la red, sino van conectadas vía inversores electrónicos, así que carecen de inercia natural. Sin inercia, una pequeña perturbación puede disparar la frecuencia fuera de la horquilla segura y desencadenar desconexiones en cadena. Las máquinas síncronas generan y consumen potencia reactiva de forma inherente, ayudando a mantener la tensión, o sea el voltaje, en los nodos de la red.

Los inversores de renovables pueden programarse para inyectar reactiva, pero si están diseñados solo como “seguidores de tensión”, a menudo carecen de la robustez y la velocidad de respuesta de un alternador clásico. El resultado puede ser caídas o subidas de tensión imposibles de corregir con la misma eficacia, dándonos menos soporte de potencia reactiva y menor control de tensión.

Sol y viento fluctúan minuto a minuto. Sin centrales flexibles que compensen al instante, esos altibajos pasan directamente a la red, lo que da una variabilidad imperfecta, mientras las grandes centrales de gas o hidroeléctricas pueden arrancar o parar rápido para “suavizar” picos; un parque solar o eólico no puede hacerlo con la misma precisión salvo que se reserve capacidad o se acompañe de almacenamiento masivo. El almacenamiento sigue siendo un problema sin resolver del todo. Cuando partes de la red quedan aisladas por fallo (modo “isla”), las renovables mal configuradas pueden desconectarse automáticamente ante variaciones de tensión o frecuencia. Sin generación de respaldo, la isla se queda a oscuras.

¿Qué se puede hacer para eliminar el riesgo de que ocurran apagones generalizados, que paralicen un país (o varios, porque estamos conectados)? Yo creo que aprendí algunas cosas en esos cursillos: Inyección de inercia sintética: algunos inversores modernos imitan la respuesta inercial de un rotor giratorio. Grid-forming Inverters[8]: que en lugar de “seguir” la red, generan la referencia de tensión y frecuencia, ayudando a arrancar y mantener estable un sistema con alta penetración renovable. Síncronos de condensador: máquinas sin rotor combustible que aportan potencia reactiva e inercia mecánica. Lo más importante creo yo, es el almacenamiento y gestión avanzada: baterías y unidades de control para responder en milisegundos a oscilaciones. Y, por último, redes inteligentes y refuerzos de línea, para evacuar la producción variable sin colapsar puntos débiles de tensión.

La respuesta política, al menos la que ofrece mi partido liberal, es el no desmantelamiento de la nucleares existente y la construcción de nuevas nucleares de última generación, mucho más seguras y mucho más efectivas que las anteriores. Contra esto, tenemos el miedo generalizado en partes de la sociedad que recuerda Three Mile Island, Chernóbil y Fukushima y políticos populistas que, como Merkel hizo tras Fukushima, prometen deshacerse de las nucleares sin pensar en las consecuencias, cosa que Alemania está sufriendo. En fin: creo que he podido comunicar que no podemos deshacernos de las nucleares hasta que no hayamos solucionado completamente el problema del almacenaje de la energía, si no queremos que estas caídas de tensión provoquen apagones de graves consecuencias. Recomiendo leer el artículo publicado hoy en El Mundo: https://www.elmundo.es/economia/2025/04/28/680fccc621efa0e05b8b4599.html


[1] España aporta alrededor de un 0,6 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. En concreto, en 2021 sus emisiones supusieron el 0,61 % del total mundial emission-index.com y en 2022 ascendieron al 0,64 % según la Agencia Internacional de la Energía.

[2] Suecia contribuye muy poco al total global. En 2021 sus emisiones de gases de efecto invernadero supusieron solo un 0,1 % del total mundial: emission-index.com En cuanto al CO₂ fósil, en 2022 aportó aproximadamente un 0,098 % de las emisiones globales, según Worldometer. https://www.worldometers.info/co2-emissions/co2-emissions-by-country/?utm_source=chatgpt.com

[3] China es, con diferencia, el mayor emisor del mundo: en 2022 sus emisiones de CO₂ supusieron alrededor del 32–33 % del total global: https://www.worldometers.info/co2-emissions/co2-emissions-by-country/?utm_source=chatgpt.com

[4] Estados Unidos contribuye aproximadamente con un 12,5 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, al emitir 6 343 millones de toneladas de CO₂ equivalente frente a unos 50 600 millones de toneladas a nivel mundial en 2022 https://www.worldometers.info/co2-emissions/co2-emissions-by-country/?utm_source=chatgpt.com

[5] India 6,99% https://www.worldometers.info/co2-emissions/co2-emissions-by-country/?utm_source=chatgpt.com

[6] Rusia 4,96% https://www.worldometers.info/co2-emissions/co2-emissions-by-country/?utm_source=chatgpt.com

[7] En Suecia alrededor del 40 % de la electricidad que se genera proviene de la energía hidroeléctrica, es decir, de las centrales instaladas en sus ríos. La cifra puede oscilar entre el 39 % y el 45 % en función de la pluviometría anual, pero sitúa al país entre los líderes mundiales en aprovechamiento de recursos hídricos para producir electricidad.

[8] Un inversor grid-former es la pieza clave para que las energías limpias no solo inyecten megavatios, sino que construyan y mantengan la propia estructura de la red: tensión, frecuencia e inercia, garantizando estabilidad y fiabilidad en un sistema cada vez más renovable.