Hoy he salido a pasear después de escribir la entrada del viernes, que se refería al 1 de mayo. Todo estaba tranquilo, los parques desiertos, las calles casi vacías, aun siendo un día normal de trabajo, pero se ve que algunos se han tomado un puente. En España y especialmente en Madrid hoy es un día festivo, porque se recuerda el comienzo de una semana vertiginosa, que cambiaría el rumbo de la historia en nuestro país y, como se vería más adelante, significaría el principio del fin de la era napoleónica.

El 2 de mayo de 1808, Madrid estalló al ver cómo las tropas napoleónicas arrancaban a la familia real, y una multitud se enfrentó a los granaderos ante el palacio. Al día siguiente, Murat ordenó fusilar sin piedad a los sublevados en Moncloa, mientras en Móstoles su alcalde Andrés Torrejón proclamaba la guerra a Francia. Las protestas se dispararon por toda la península, naciendo juntas provinciales y revueltas populares. En medio de este tumulto, el 6 de mayo, Napoleón consumó las abdicaciones de Bayona: la corona pasó de Fernando VII a Carlos IV y de éste al propio emperador, que situó en el trono a su hermano José. Fue el preludio sangriento de la resistencia española y el inicio de la Guerra de la Independencia.

Afortunadamente disponemos de gran cantidad de fuentes históricas que nos permiten reconstruir los acontecimientos. Las fuentes nos dejan ver la magnitud de la tragedia a pie de calle, barrio por barrio, casa por casa. Diferentes historias de victimas y héroes. Podemos leer el caso de Alfonso Esperanza Reluz, un niño de once años nacido en Madrid y vecino del barrio de Cuatro Caminos, que cayó herido de gravedad durante la refriega del 2 de mayo junto a la iglesia de San Isidro, en la confluencia de la calle Toledo y la Plaza de la Cebada y fue trasladado agonizante al Hospital de la Latina, donde falleció poco después. Su cuerpo fue enterrado más tarde en la parroquia de San Millán. [1]

Alfonso fue uno de los muchos caídos durante los hechos, como también lo fue Francisco Otero y Méndez, de veintiún años, natural de Santa Eulalia de Villamor (Mondoñedo), que trabajaba como mozo de pala en la tahona de doña María Cándida Escribano, viuda de don Pedro Clarouche, junto a las Maravillas. ¡Dios mio, es mi antiguo barrio en Madrid! Siento las alas de Clío.  Este muchacho fue uno de los héroes del asalto al Parque de Artillería. Su ama relata que lo vio partir valiente, combatir con arrojo y caer herido y arrastrarse desangrándose hasta el Hospital, donde falleció el día 15.[2]

Cayeron jóvenes y viejos, pobres y ricos, trabajadores y nobles. Encontramos a relevantes personalidades también de fuera de Madrid, como el catalán Carlos Nogaés y Pedrol, médico honorario de Cámara de S. M. y catedrático de Clínica en la Universidad de Barcelona, que ejercía como vicepresidente de la Junta de Medicina de Cataluña cuando se formó en 1807. Natural de Santa Coloma de Queralt. Estaba ocasionalmente en Madrid cuando fue llamado el 2 de mayo al Palacio de Vicálvaro para atender a los heridos tras el levantamiento. Al volver a su casa en la calle del Carmen, un tiro de pistola disparado por un soldado francés lo alcanzó en la cadera derecha. Lo llevó el platero José Álvarez al cirujano y paisano de Nogaés José Capdevila, que extrajo la bala y fragmentos óseos. Sobrevivió, regresó a Cataluña y fue nombrado primer médico de los ejércitos de Aragón y Cataluña, pero murió tres meses después a consecuencia de complicaciones por su herida. [3]

Encontramos entre las victimas héroes y heroínas que lucharon frenéticamente y gente que cayó de forma fortuita “sin comerlo ni beberlo” simplemente porque una bala intencionada o perdida se cruzó en su camino, mientras estaban es su casa, en el balcón o sorprendidos en la calle, en medio de la revuelta. Una de las más famosas heroínas fue Clara del Rey y Calvo, de 41 años, vecina de la calle San José, en las Maravillas, y fue al parque de artillería de Monteleón junto con su esposo Manuel González Blanco y sus tres hijos, de Estanislao de 15, Ceferino de 16 y Juan de 19 años. Cuando el fuego cruzado envolvió el Parque de Artillería, Clara no abandonó ni un instante su puesto junto a los cañones. Con voz firme, avivaba el valor de sus hijos mientras descargaban sus piezas contra el invasor. Fue en ese arrojo, entre el estruendo de metralla, cuando el casco de una bala de cañón le estalló en la frente y la muerte le sobrevino al instante. Su cuerpo fue sepultado con honores en el cementerio de la Buena Dicha, y Juan González Rey, su primogénito, tomó el fusil de soldado en la 5.ª compañía del tercer escuadrón de cazadores de Sagunto. Juró entonces empuñar las armas “para defender la patria y vengar a su madre”. [4]

Para hacernos una idea de la violencia podemos constatar que nadie estaba seguro allí donde los altercados se producían, como es el caso de Eugenio Aparicio y Sáez de Zaldúa, corredor de Vales Reales, que vivía en el número 4 de la Puerta del Sol. Cuando tras la refriega los franceses hallaron en su portal el cuerpo de un mameluco de la Guardia Imperial, la propia tropa asaltó su casa. A bayonetazos le obligaron a descender por la escalera hasta el zaguán, donde remataron su vida sin piedad. Su sobrino Valentín de Oñate, un muchacho de dieciocho años, y el dependiente Gregorio Moreno sufrieron idéntica suerte. La mansión, una de las más ricas de Madrid, fue entregada al saqueo y la destrucción, y solo escaparon al horror la esposa de Aparicio y una criada, que, junto al bebé de cuatro meses, se refugiaron precariamente en los tejados.[5]

Y así, página tras página voy encontrando una lista de 406 muertos y 172 heridos, 578 víctimas constatadas y presentadas con todo tipo de detalle. Individuos anónimos los más, aunque algunos como Daoíz y Velarde, Clara del Rey y Manuela Malasaña, han pasado a la posteridad. La última ha dado su nombre a la calle más conocida de Madrid, desde la época de “la Movida”. Hoy Malasaña, de apenas unos pocos centenares de metros, es uno de los ejes principales de la zona y concentra tiendas de moda alternativa, como la de la anterior alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena y galerías de arte, bares y cafés de ambiente bohemio.

Manuela Malasaña y Oñoro, que es la última víctima que presento aquí, tenía quince años cuando su padre le pidió que llevase munición al Parque de Artillería. Manuela era bordadora, hija de Juan Malasaña y María Oñoro y vivía en la calle de San Andrés, nº 18, cuarto. Según certifica el capitán Manuel Goicoechea, “un paisano anciano ocupó a su hija única de 15 años en llevarle cartuchos al Parque, en cuya ocupación fue muerta de una bala, y su padre, imperturbable, continuó tirando hasta la tercera orden que le envié”. Antonio García Bermejo añade en su oración fúnebre de 1817 que aquel anciano, Juan Malasaña, murió luego de pena durante la dominación francesa, y que María Oñoro también falleció.[6]

Toda esta información y toda la lista detallada de víctimas del 2 y el 3 de mayo, porque muchas de las victimas fueron fusiladas al día siguiente, en diferentes lugares, entre otros la Moncloa, la podeís encontrar en el trabajo de Juan Pérez de Guzmán, “Muertos y heridos el dos de mayo de 1808” publicado por la Real Academia de la Historia. Seguid el enlace abajo.


[1] Folio 31 de las actas del hospital y en el folio 80 de San Millán, y archivos municipales de Madrid (expediente 2-327-13) y en la lista de víctimas, 1816.

[2] Su muerte quedó consignada en el libro I, folio 207 de la Comisaría de Entradas del Hospital de la Pasión; en el folio 357 del registro del Hospital General; en la lista del cuartel de las Maravillas, núm. 144; en el archivo municipal de Madrid (expediente 2-329-38); y en la partida de defunción del folio 357 del Hospital General.

[3] Archivo Municipal de Madrid, 2-329-00; Lista de víctimas, 1821.

[4] Lista del cuartel de Maravillas, n.º 148; Archivo Municipal de Madrid, exp. 2-327-15 y 2-329-41; Lista de víctimas, 1816.

[5] Lista del cuartel de San Jerónimo, n.º 175; partida parroquial del Buen Suceso, folio 91; Archivo Municipal de Madrid, 2-328-22; Lista de víctimas, 1816; Archivo del corregimiento de Madrid, 1-96-51; Archivo de la Real Casa de Fernando VII, papeles reservados, tomo 117.

[6] Archivo Municipal de Madrid (expediente 2-328-22; lista de víctimas, 1816), su familia pidió pensión a la viuda de un hermano materno, Marcela Oñoro, pero ella aclaró que Manuela fue fusilada por los franceses a las puertas del Parque el 2 de mayo, donde aún en 1815 se erguía una cruz que recordaba su heroísmo y conmovía a todos los transeúntes. (Lista del cuartel de Maravillas, nº 145; Oración fúnebre del 2 de mayo, García Bermejo, 1817, p. 53.)

https://www.rah.es/wp-content/uploads/2021/04/RAH_Juan-Perez-de-Guzman-y-Gallo-Muertos-y-Heridos-1.pdf