En el Instituto Vipan, en mi despacho, tenía yo una reproducción de un cuadro pintado por un conocido pintor local, Gösta Adrian Nilsso (1884-1965). Este cuadro, que lleva el título “Síntesis de una ciudad” (Syntes av en stad) es una estampa de Lund en 1915, así como era cuando Nilsson pintó el cuadro con la antigua catedral en el centro, rodeada de los símbolos de la nueva era: chimeneas de fábrica, locomotoras y torres de telégrafo. La pintura es un resumen de entonces y ahora, así como una síntesis de las tendencias artísticas con las que GAN (así firmaba él) entró en contacto durante su estancia en Berlín en la década de 1910; expresionismo, cubismo y futurismo. Era el tiempo de la modernidad, la ilustración y el racionalismo. Hoy podemos contemplar ese cuadro sabiendo que detrás de esa fachada se escondía tendencias abominables.
Los frutos de la modernidad estaban reservados a aquellos ciudadanos sin mácula, a los buenos representantes de una raza fuerte, capaz, dura como el acero, constante, perseverante y consciente de su valor. Una raza poco dada a la compasión, que priorizaba la utilidad y detestaba la debilidad. En el caldo de cultivo del socialdarwinismo, nacieron la eugenesia y el racismo. Y ya que hablo de racismo me iré volando hacia atrás siguiendo las sendas de la historia. Trataré de ser breve, pero es difícil
La “pureza de la sangre” es para empezar un invento español y portugués. Los estatutos de limpieza de sangre se basaban en “la idea de que los fluidos del cuerpo, y sobre todo la sangre, transmitían del padre y la madre a los hijos un cierto número de cualidades morales y en la de que, según se exponía, los judíos, en tanto que pueblo, eran incapaces de cambiar, a pesar de la conversión. El 31 de marzo de 1492 firmaron los monarcas que más adelante serían denominados Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, los dos decretos de Granada por los cuales los judíos de la Corona de Castilla y de la Corona de Aragón fueron expulsados. El promotor y principal artífice de estos decretos fue el inquisidor mayor Tomás de Torquemada. El 5 de diciembre de 1496, el rey Manuel I de Portugal, firmó el decreto que expulsaba a los judíos y musulmanes de las tierras portuguesas si no se convertían al catolicismo. La expulsión era una de las condiciones que los Reyes Católicos exigían para concertar el matrimonio del rey portugués con de su hija Isabel, princesa de Asturias.
Es importante conocer estos datos porque lo que vino después era en parte una consecuencia de esta construcción de la raza. Los conquistadores europeos, aquí entran todos, llevaron consigo la idea de la pureza de sangre a todos los lugares que iban sometiendo. Pero los que llevaron esta idea de superioridad europea y cristiana fueron los ingleses, los holandeses y en parte los franceses. Los españoles optaron muy pronto por la asimilación y no tuvieron reparos en unir su sangre a las mujeres indígenas. Franceses, ingleses y holandeses optaron por importar familias enteras de colonos y en el caso de Francia, exportar mujeres a las nuevas colonias, para asegurarse que no resultase una mezcla racial indeseada. La superioridad técnica y económica, la consolidación política, se confundió con una superioridad biológica y moral.
La legitimación moral, el espaldarazo científico, vendría de manos de los grandes empíricos, de los ilustrados y finalmente de los seguidores de Darwin. La biología racial asumió que es posible dividir a la humanidad en diferentes «razas», donde algunas son más valiosas que otras. En el siglo XVIII, los investigadores suecos, con Lineo[1] a la cabeza, estaban muy adelantados a la hora de sistematizar la botánica y la zoología. Una sistemática similar se utilizó luego en el siglo XIX para clasificar plantas y animales, y se transfirió al estudio del hombre. Por ejemplo, los científicos inventaron los términos «cabeza larga» y «cabeza corta» para clasificar a las personas. Al mismo tiempo, las nociones de «pureza» de la nación se fueron formando durante el romanticismo de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Todo esto servía a las maravillas para legitimar al imperialismo y disculpar la trata de esclavos, Pero el desarrollo económico-industrial durante el siglo XIX abrió la perspectiva de seleccionar a la propia ciudadanía en diferentes estratos según su “provecho” a la sociedad. Con la democracia llegó también la necesidad de definir los derechos y deberes de la ciudadanía. Un hombre, un fusil, un voto, era la consigna de los que querían alcanzar el sufragio universal. Las mujeres quedaban fuera, también todos aquellos que por incapacidad física o psíquica no pudiesen empuñar un fusil o ser útiles a la nacion. El sufragio universal llegó hasta las mujeres, pero todos aquellos que se consideraban imperfectos por enfermedad o adicción, quedaron fuera. En una sociedad que se basaba en la ciencia para formar su democracia, tenía que ser la ciencia la que legitimase este nuevo orden.
En 1922, tras una decisión parlamentaria, se fundó en Uppsala un instituto estatal de biología racial. El director del instituto fue Herman Lundborg. Como el primer instituto gubernamental de su tipo en el mundo, fue el modelo a seguir por alemanes, franceses e ingleses durante los años aciagos del eugenismo. Durante la década de 1920, Suecia fue un líder mundial en «investigación» sobre biología racial. El objetivo de la «investigación» biológica racial era encontrar causas y curar «enfermedades sociales» y así beneficiar a una población sana. A través de investigaciones científicas, los investigadores llegaron a la conclusión de que ciertos individuos y grupos tenían predisposiciones hereditarias para, por ejemplo, el crimen, el alcoholismo u otro «comportamiento inmoral». El punto de partida fue que las personas tenían diferente valor para la sociedad. Por ejemplo, no fueron sólo vistos como «inmorales» los alcohólicos o los afectados por las clasificaciones del instituto. También se realizaron categorizaciones sobre una base racial, donde los investigadores separaron a los suecos blancos de los romaníes, los nómadas, los sámi (lapones) y las personas rasificadas. Los lapones, etnia autóctona escandinava posiblemente anterior a la invasión germánica, fueron descritos por Lundborg como una «raza degenerada».
Salto en mi relato de nuevo a Lund y a Vipeholm, aquellos edificios originalmente concebidos para acoger a un regimiento de infantería, que quedaron vacíos por causa del desarme siguiente a la primera guerra mundial. Los edificios se construyeron finalmente en su totalidad, pero quedaron vacíos durante unos años, hasta que se convirtieron en cobijo provisional para gente sin techo. En 1935, tras vaciar el recinto y hacer unas cuantas obras de remodelación, el estado decidió convertir el área en una institución para el cuidado de discapacitados intelectuales (sinneslöa) . La ciudad ya tenía un hospital general y un hospital psiquiátrico y desde entonces tendría una institución que albergaría a personas con diferentes discapacidades del desarrollo, discapacidades intelectuales con trastornos del comportamiento y «casos sin esperanza». La mayoría de los pacientes provenían del norte de Suecia (Norrland), lo cual era una política consciente para mantener a los pacientes lo más lejos posible de sus familiares. Al principio solo había una sección de hombres, pero muy pronto se abrieron también secciones para mujeres y niños. Cuando Vipeholm estaba en su apogeo en la década de 1950, había espacio para 1000 pacientes.
Era difícil encontrar personal que quisiera trabajar en Vipeholm y en principio, todo el que quería podía hacerlo. De esta manera se puede decir que más de la mitad de los que en mis tiempos de estudiante eran mis compañeros o profesores, habían trabajado allí algún verano. Un médico declaró en la década de 1960 que el que trabajaba allí era un cuidador de animales y comparó la institución con un establo de ganado limpio y ordenado. Durante los años 1941-1943, la mortalidad de los pacientes de Vipeholm se triplicó y a partir del 1945, se hicieron estudios dolorosisimos con los internos, que fueron obligados a ingerir grandes cantidades de chucherias para estudiar el daño dental. Casi una cuarta parte de los pacientes de la institución fallecieron durante su estancia y los que no tenían parientes cercanos o pertenecían a familias pobres fueron enterrados en una fosa común en el cementerio norte, en el bloque 46. Alli se encuentra la tumba donde los pacientes del Hospital Vipeholm fueron enterrados entre los años 1935 y 1965. En ese cementerio es también dónde están enterrados los prisioneros de los campos de concentración que llegaron a Suecia en tan malas condiciones que murieron al poco de llegar.
Vipeholm, como otras áreas similares en Suecia, vivió autosuficiente y aislada del mundo exterior hasta los años 70. Una alta valla metálica rodeaba el recinto para impedir que se escaparan los internos. Algunas muchachas jóvenes habían sido llevadas a la institución por las autoridades sociales por temor a que se quedaran embarazadas ya que según las autoridades llevaban una vida promiscua. El problema en esos casos era que podían quedar embarazadas sin control, quizás con una persona de una raza inferior o con un alcohólico. Estas mujeres podían dejar la institución tras firmar el consentimiento de ser esterilizadas.[2] Casi todas consentían al final o no salían más de allí. También había un grupo de epilépticos que eran llevados allí por razones similares, para proteger la genética superior sueca. El director del centro confecciono una lista con cinco categorías que iban desde los corregibles hasta los “vegetales”. Cuando un interno perteneciente a la categoría vegetales enfermaba, no se hacían grandes esfuerzos en salvar su vida. Durante la década de 1970, al utilizarse más frecuentemente los psicofármacos, estas instituciones quedaron obsoletas. En 1975, como primera institución en Suecia, se abolieron las medidas coercitivas en el tratamiento y en n 1982, la mayoría de las secciones estaban cerradas, excepto un par de hogares grupales que permanecieron abiertos durante los 90, así como un hospicio para enfermos terminales. Ya en 1988 por razones de espacio, uno de los programas de instituto Katedralskolan, se trasladó allí y con el tiempo se fueron acomodando los locales para crear un nuevo instituto, el Instituto Vipan, dónde yo he trabajado los últimos 25 años de mi vida profesional como catedrático de historia y religión.
¿Cómo puede concebirse que, en un país dominado por la socialdemocracia, además famoso por su defensa de los derechos humanos, hubiese instituciones de ese tipo? Podemos tratar de comprender la ideología del momento estudiando lo que dos de los gurús socialdemócratas de los años 30 escribían sobre la protección de los genes suecos.[3] Lo más sorprendente es que el celo sueco por la esterilización no se apagó cuando las actividades de higiene racial alemanas se hicieron ampliamente conocidas después de la guerra. Muy al contrario, en Suecia, las esterilizaciones alcanzaron su punto máximo un par de años después del final de la guerra y solo se detuvieron en 1974. No ha habido ninguna disculpa oficial para aquellos que sufrieron las consecuencias de estas políticas. El Instituto de Biología Racial del estado nunca se cerró, pero cambió su nombre por el de Departamento de Genética Médica y fue absorbido por la Universidad de Uppsala en 1959.
[1] Fue Carl von Linné quien primero comenzó a dividir a las personas en razas definidas biológicamente. Durante el siglo XIX, otros destacados investigadores suecos ayudaron a fundar la biología racial, uno de los intentos científicos de la época para estudiar la genética humana. Se midieron los cráneos y se llevó a cabo una investigación genealógica. Herman Lundborg, uno de los líderes, investigó la historia de una enfermedad hereditaria en una familia de Suecia Occidental. Luego afirmó que la pobreza y las dificultades sociales de los miembros vivos de la familia se debían a varios cientos de años de «degeneración» (física, económica, psicológica y social) causada por predisposiciones genéticas «enfermas».
[2] Cuando finalmente se levantaron las leyes de eugenesias en 1974, se estimaba que 16.000 personas habían sido esterilizadas usando más o menos chantaje y coerción.
[3] Gunnar y Alva Myrdal defendieron en “Kris i befolkningsfrågan) Crisis en la cuestión de la población (1934) una «erradicación radical de individuos altamente incapaces» a través de un «procedimiento de esterilización bastante despiadado». Destacan motivos económicos para sus propuestas. En el pasado, por ejemplo, los «retrasados mentales» -término vago que abarcaba entre el cinco y el diez por ciento de la población- podían ganarse la vida como «gañanes», pero en la sociedad industrializada ya no había lugar para «esos desafortunados rezagados», y que ahora ya no tenían la oportunidad de «ni siquiera por un salario más bajo, hacer un esfuerzo que ganarse su vida de un modo decente».
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