Acaban de pasar lo Reyes Magos por casa. Ahora son solo los nietos, o, mejor dicho, principalmente los nietos, los que sienten una emoción especial esperando la llegada de sus majestades. Yo recuerdo esas noches de Reyes cuando, tras ver pasar la cabalgata, iba a casa a esperar el milagro de todos los años, regalos sobre mis zapatos, cuidadosamente puestos junto al balcón. Esa ilusión de recibir regalos, se ha ido disipando con los años. Ya no me pido nada, simplemente espero la fiesta y la compañía de los míos, y sigo fomentando la ilusión en los pequeños que van tomando el relevo generacional. Pero, recordando esas noches de Reyes, evoco aquella sensación, que yo entonces consideraba era felicidad.

La felicidad es algo que todos buscamos, pero, ¿en qué consiste la felicidad? No es fácil describir la felicidad y me sería difícil decir cual fue la última vez que me sentí feliz. Quizás sea la ausencia de tristezas lo que denominamos felicidad, vivir sin dolores, sin penas, sin miedos. En sueco se dice “Hälsan tiger still” (la salud está callada) y a veces “Lyckan tiger still” (La felicidad esta callada). En los dos casos se quiere decir que ni la salud ni la felicidad se dan a notar, las tomamos como algo obvio, que no se nota hasta que la enfermedad o la pena rompe nuestro estado de felicidad.

Ya metidos en enero, comienza ya la próxima semana mi función como político. La esencia de la política, su razón de ser, debería ser asegurar la felicidad de los ciudadanos. Todos nuestros esfuerzos como políticos deberían, pienso yo, llevarnos a trabajar con el fin de proporcionar la mayor felicidad posible y evitar en lo viable todo tipo de dolor o infelicidad. Mientras escribo esto pienso que me estoy portando como cuando era niño; les pido cosas a los Reyes. Pero la historia nos proporciona algunos ejemplos de políticos que alguna vez pensaron como yo.

Podemos comenzar con Aristóteles, que en sus obras «Ética a Nicómaco» y «Política», consideraba que el objetivo de la política era promover la felicidad (eudaimonia) de los ciudadanos. Para él, la virtud y la participación en la vida política eran fundamentales para alcanzar la felicidad. Esa eudaimonia se diferencia un poco de la mera felicidad, ya que describe una situación estable y objetiva, contra la subjetividad que el término felicidad contiene.

También John Locke, en su obra «Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil», argumenta que el propósito del gobierno es proteger los derechos naturales de los individuos, que incluyen la vida, la libertad y la propiedad, con el fin de asegurar la búsqueda de la felicidad. La libertad de buscar la felicidad; libertad y felicidad puestas ahí, juntas e inseparables. Sin libertad no puede haber felicidad.

Esta búsqueda de la felicidad es la razón que Thomas Jefferson, incluyó como uno de los derechos inalienables en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Jeremy Bentham sostuvo de igual manera que la acción política y social debería orientarse hacia la maximización de la felicidad general. Su principio de la utilidad abogaba por tomar decisiones que maximizaran el bienestar general. Al igual que Bentham, John Stuart Mill fue un defensor del utilitarismo y argumentó que los gobiernos deberían buscar el mayor bienestar para el mayor número de personas y que la libertad individual era esencial para la consecución de la felicidad. Veremos como esas teorías han calado, o no, en las sociedades actuales.

Yo diría que ha habido movimientos políticos que han resaltado la felicidad de los ciudadanos llamándolo bienestar. El bienestarismo es una perspectiva ética y política que sostiene que la promoción del bienestar y la felicidad de los individuos debe ser el objetivo central de la ética y la política. El ejemplo más claro son los partidos y movimientos socialdemócratas, especialmente en Europa, que han abogado por políticas que combinan la economía de mercado con un fuerte estado de bienestar. Estos partidos buscaron promover la equidad social, la justicia y el bienestar de los ciudadanos a través de medidas como la seguridad social, la educación y la atención médica universal. La diferencia más relevante entre la política socialdemócrata y los movimientos liberales radica en la forma de alcanzar el bienestar, el primero por medio de soluciones colectivas, el segundo por medio de la actuación libre del individuo.

El problema de la socialdemocracia es que, buscando el bienestar general, promueve e implementa reformas colectivas, un traje para todas las tallas, que a unos les viene grande y a otros les queda pequeño. Los socialdemócratas tienden también a apropiarse del término “progresismo”, autodenominándose progresistas y tildando a otros, sin razón, de reaccionarios. El progresismo es en sí una corriente de pensamiento político y social que aboga por el avance, cambio y mejora progresiva en diversos aspectos de la sociedad. Este enfoque político suele respaldar reformas y medidas que buscan el progreso social, económico, político y cultural. Por tanto, los progresistas abogan por cambios positivos y reformas en las instituciones y políticas existentes para mejorar la sociedad. Esto incluye reformas en áreas como la educación, la salud, la justicia social y la economía.

Concretamente, en Europa, es difícil encontrar, fuera de la más extrema derecha (o izquierda), partidos que no presenten políticas de mejora en todas las áreas citadas. La indebida apropiación del progresismo llega a crispar la política de una forma que no garantiza la sostenibilidad del sistema. Pensando la sociedad como una lucha de intereses de clase se pierde la idea de la ciudadanía como una colectividad formada por individuos libres que, sin coacción alguna, más que las justas para proteger los derechos fundamentales de todos, buscan alcanzar la felicidad. Aquí llegamos hasta el único ejemplo claro de un gobierno que ha querido implementar el principio de la felicidad como principal objetivo del gobierno. Ese país no es otro que Bután, que ha acuñado la medida Felicidad Nacional Bruta.

El cuarto rey de Bután, el rey Jigme Singye Wangchuck, afirmó a finales de la década de 1970: «La Felicidad Nacional Bruta es más importante que el Producto Interno Bruto». El concepto implica que el desarrollo sostenible debería adoptar un enfoque holístico hacia las nociones de progreso y dar igual importancia a los aspectos no económicos del bienestar y la felicidad. Desde entonces, la idea de la Felicidad Nacional Bruta (FNB) ha influido en la política de desarrollo de Bután y también ha cautivado la imaginación de personas más allá de sus fronteras. Al crear el Índice de la Felicidad Nacional Bruta, Bután buscó desarrollar una herramienta de medición útil para la toma de decisiones políticas y generar incentivos para que el gobierno, las ONG y las empresas de Bután aumenten el bienestar y la felicidad en la sociedad.

El Índice de la FNB incluye tanto áreas tradicionales de preocupación socioeconómica, como niveles de vida, salud y educación, como aspectos menos tradicionales de cultura, vitalidad comunitaria y bienestar psicológico. Es un reflejo holístico del bienestar general de la población de Bután en lugar de una clasificación psicológica subjetiva de ‘felicidad’ sola.

El marco incluye nueve dominios constituyentes de la FNB. Estos son bienestar psicológico, salud, uso del tiempo y equilibrio, educación, diversidad cultural y resiliencia, buena gobernanza, vitalidad comunitaria, diversidad y resiliencia ecológica, y nivel de vida. Los nueve dominios incluyen 33 condiciones de la FNB expresadas como indicadores. Los indicadores y dominios buscan enfatizar diferentes aspectos del bienestar y florecimiento humano, y diferentes formas de satisfacer las necesidades humanas subyacentes.

El Índice de la FNB identifica cuatro grupos de personas: infelices, deficientemente felices, extensamente felices y profundamente felices. El análisis explora la felicidad que las personas ya experimentan, para luego enfocarse en cómo las políticas pueden aumentar la felicidad y la suficiencia entre las personas infelices y estrechamente felices. El Índice de la FNB agrega la proporción de personas felices, más la proporción de personas aún no felices multiplicada por los niveles promedio de suficiencia de las personas aún no felices. Así, el Índice captura la tasa de mejora tanto en las personas felices como en las personas aún no felices.

En 2011, la ONU adoptó por unanimidad una resolución de la Asamblea General, presentada por Bután con el respaldo de 68 estados miembros, que instaba a un «enfoque holístico para el desarrollo» con el objetivo de promover la felicidad sostenible y el bienestar. Esto fue seguido en abril de 2012 por una Reunión de Alto Nivel de la ONU sobre «Felicidad y Bienestar: Definir un Nuevo Paradigma Económico», diseñada para reunir a líderes mundiales, expertos, la sociedad civil y líderes espirituales con el fin de desarrollar un nuevo paradigma económico basado en la sostenibilidad y el bienestar. Esto se basó en el trabajo pionero del Gobierno de Bután para desarrollar el Índice de la FNB. De esto, queridos amigos lectores, no se oye nada, con el ruido de fondo de los cañones, bombarderos y drones, queda todo sumido en “la búsqueda de la seguridad nacional” y se dejan de lado todas las ambiciones para lograr la autentica felicidad de los ciudadanos. ¿Por qué será?

Si queréis profundizar en la cuestión de la felicidad nacional os recomiendo que entréis en https://www.grossnationalhappiness.com/

https://ophi.org.uk/ophi-research-in-progress-37a/
https://www.ophi.org.uk/wp-content/uploads/Ura-Kuensel-article.pdf