La mañana siguiente me preparé el desayuno con lo que encontré en la nevera. Hice mi café en la cafetera de capsulas, eligiendo a conciencia, entre muchas cápsulas, las que yo creía que me iban a gustar. Me tomé tres cafés y me hice dos tostadas con queso y mermelada de higos. Mientras me movía por la cocina, el perro me seguía atentamente. Miré en su cuenco y vi que estaba vacío. Busqué su comida en la despensa y al fin encontré una bolsa con bolitas de pienso, y le eché un poco, a ver que hacía, y se lo comió todo en un instante. Le eché un poco más y aproveché para arreglarme y salir mientras él devoraba el pienso. Tenía poco que hacer esa mañana, a penas rellenar unos contratos y dejarlos en el instituto, y me apresuré a hacerlo, porque quería pasar un día completo en Valeta. Para tener más tiempo en la ciudad me fui a la parada del autobús, que vino a los diez minutos. Hoy también estaba casi lleno, pero encontré un lugar donde sentarme, al lado de un hombre de mi edad tocado con un sombrero impresionante, mitad de cowboy, mitad de picador, de color negro, con una pluma de faisán estrepitosa. Me saludó cordialmente, en maltés, supongo, y al yo contestarle en inglés, comenzó a interesarse por mi persona y por lo que me había traído a la isla. Casi sin escuchar mis explicaciones, empezó a contarme su vida. Se dedicaba, según me fue contando, a traducir libros del italiano al inglés, y en las épocas de más turismo, hacía de guía para italianos y españoles y, naturalmente, para gente de habla inglesa. Cambió idioma y pasó a hablar español, lo que hacía muy bien y casi sin acento, quitando algunas palabras que decía en italiano, cuando le faltaban en su vocabulario castellano. Me contó que había estudiado en Málaga y que solía ir a España siempre que podía. Llegamos a La Valeta y bajamos del autobús, en eso que un golpe de viento se llevó el sombrero y mi interlocutor corrió tras el, como si en ello le fuese la vida. Voló el sombrero con tan mala suerte que cayó, rebasando una valla protectora, a un gran socavón, donde pude apreciar que estaban trabajando una docena de personas con trazas de ser arqueólogos. Saltó el guía traductor la valla y se le vinieron un par de los supuestamente arqueólogos, haciendo señas de que allí no se podía pasar, mientras el sombrero, sin perder velocidad, seguía adentrándose en la zona prohibida. Comprendí que este percance no le permitiría a mi compañero de autobús seguir con sus historias, y hasta me alegré, de poder caminar en solitario y hacerme una propia idea de lo que es la ciudad.
Seguí mi camino. Habíamos entrado por la City Gate (Puerta de la Ciudad), una puerta reconstruida varias veces, y cuya versión actual fue diseñada por el arquitecto italiano Renzo Piano. De aquí sale la Calle de la República, la arteria principal de la ciudad que lleva a los principales puntos de interés. A pocos pasos de la puerta se encuentra el Parlamento de Malta, también diseñado por Renzo Piano, y las ruinas del Teatro Royal Opera House, que fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, el teatro se utiliza como un espacio al aire libre para eventos culturales. Andando hacia el suroeste encontré los Upper Barrakka Gardens (Jardines de la Barraca Superior). Ya desde aquí pude contemplar vistas panorámicas espectaculares del Gran Puerto y las Tres Ciudades: Vittoriosa, Senglea y Cospicua. Y siendo las 12 del mediodía asistí perplejo a la salva de cañón en la plataforma de la batería, que parece ser una tradición y que aumenta mí vivencia.
Regresando a la Calle de la República visité la St. John’s Co-Cathedral (Concatedral de San Juan). Esta iglesia, con una fachada muy austera, esconde un impresionante interior barroco lleno de detalles dorados, frescos y obras de arte, incluyendo una famosa pintura de Caravaggio, La decapitación de San Juan Bautista. Cada capilla es un tributo a las distintas lenguas o secciones de la Orden de San Juan. Aquí tuve que pagar entrada, algo que me molesta, porque quita un ápice de solemnidad a la visita. Al salir, hice un alto en el camino para tomarme una cerveza y un par de sándwiches de jamón y queso, cargar el móvil, que por cierto tenía una batería muy deficiente y no quería quedarme sin poder hacer fotos.
Algo fortalecido por mi frugal colación, continué por la Calle de la República hasta el Museo Nacional de Arqueología, que se encuentra en el Auberge de Provence, una de las posadas de la orden. Este museo muestra una gran cantidad de fascinantes artefactos prehistóricos, como las estatuas de la Dama Durmiente, a la cual presenté en una anterior entrada, pues me compré una réplica en el museo, y la Venus de Malta, ambas datadas en la época neolítica. De allí, consultando la hora, para no perderme nada, seguí, hacia el Palacio del Gran Maestre, un edificio imponente que servía como residencia del Gran Maestre de la Orden de San Juan y más tarde como sede del gobierno británico. Hoy, alberga la oficina del presidente de Malta y el Parlamento. Si hubiese llegado antes podía haber visitado las opulentas salas estatales y la armería, donde, según parece, se exhiben armaduras y armas antiguas de los Caballeros.
A poca distancia, aunque no lo encontré a primeras y tuve que preguntar a una simpática jovencita, se encuentra el Teatro Manoel, en una bonita callejuela. Este es uno de los teatros en funcionamiento más antiguos de Europa. El interior es una joya arquitectónica con una decoración rococó y acústica excepcional, que sigue siendo sede de conciertos y obras teatrales. Desgraciadamente no pude pasar a verlo con mis ojos y tuve que contentarme con las fotos que encontré en mi guía. En una pintoresca tasca me tomé un vino Girgentina y descansé un poco de mi constante subir y bajar por las calles. De allí, tiré hacia el este hasta dar con Lower Barrakka Gardens (Los Jardines de la Barraca inferior), que tienen unas fantásticas vistas al mar. Descubrí un templo clásico que resultó ser bastante moderno, erigido en honor de los caídos en la segunda guerra mundial.
Finalmente, visité por fuera el Fuerte St. Elmo, en la punta de La Valeta. Este fuerte jugó un papel crucial durante el Gran Asedio de 1565 y ahora alberga el Museo Nacional de la Guerra, pero no intenté siquiera entrar. En parte porque los museos de la guerra me aburren bastante y me fui a pasear por el Valletta Waterfront, donde se encuentran coloridos edificios del siglo XVIII que ahora albergan restaurantes, cafeterías y tiendas, ideales para una cena o un descanso mientras observas el puerto y los barcos. Aquí paré para tomarme un café e ir al servicio y decidí regresar andando hasta Pembroke.
Desde el Waterfront, subí hacia Floriana, el suburbio inmediato de La Valeta y pasé por los Jardines Argotti y Sa Maison, con magníficas vistas sobre el puerto y perfectos para un breve descanso, aunque yo preferí seguir a buen paso y continuar hacia Msida, seguiendo la línea de la costa, pasando por el Msida Creek y el puerto deportivo, lleno de yates y pequeñas embarcaciones, que me hicieron añorar mi barco, que me esperaba en Malmö. Pensaba yo que hoy me hubiera gustado tenerlo en Malta. Llegando a Gzira, a lo largo del paseo marítimo, encontré para mi asombro un santuario de gatos, el Santuario de Gatos de Gzira, un sitio popular y querido en Malta donde voluntarios cuidan a una gran cantidad de gatos. No vi voluntarios pero sí muchos gatos de diferentes colores y dimensiones, campando a sus anchas. A mí, que me gustan mucho los gatos, me encantó ver este santuario. Los gatos están allí y no se van, aunque podrían hacerlo, porque no hay vallas ni rejas, pero parece que se lo pasan bien allí. Los gatos caminan por donde quieren y van hasta el pozo llamado Fontana del Ferro, que data de la época de los caballeros de San Juan y todavía era una fuente importante de agua potable al comienzo de la llegada de los ingleses a la isla. El pozo se halla en la zona de Gzira cerca del paseo marítimo, y su función era suministrar agua fresca a las comunidades locales y a los viajeros que pasaban por aquí. Hoy es solo un monumento que poca gente conoce.
Desde Gzira, continué hacia Sliema, un centro urbano concurrido y moderno. En pocos pasos he dejado el barroco y me adentro en el siglo XXI. Desde el paseo marítimo de Sliema se tienen muy buenas vistas hacia La Valeta y comprendo que sea una zona popular para caminar o correr. Continué por el paseo costero, pasando por Tigne Point, desde donde se contemplan las imponentes murallas de La Valeta.
Aunque iba haciendo el mismo camino que ayer, solo que a la inversa, parece que el ir en la dirección contraria me llevaba por nuevos lugares. El cambio de perspectiva me hace descubrir nuevas cosas. Así, siguiendo el paseo, llegaé a St. Julian’s, donde el camino se torna mucho más animado, especialmente al acercarme a Spinola Bay y Paceville. Spinola Bay es un lugar pintoresco con barcas maltesas tradicionales y a mi me parece que tiene la mayor concentración nunca vista de porches y coches de alta gama. Paceville, parece ser el distrito de entretenimiento, con una vida nocturna muy activa, me han contado.
Aquí hago un pequeño inciso para contar algo sobre la economía de la isla. A parte del turismo y la enseñanza del inglés a extranjeros, un negocio que acapara gran parte de los ingresos y la fuerza laboral de la isla, el juego y las casas de apuestas representan un negocio muy grande en Malta. El país se ha convertido en uno de los centros de juego online y apuestas más importantes de Europa y del mundo debido a una combinación de factores económicos, legales y regulatorios. Malta fue uno de los primeros países europeos en establecer una regulación clara y favorable para el juego online, con la creación de la Autoridad de Juegos de Malta (Malta Gaming Authority o MGA) en 2001. Esta autoridad implementa leyes claras y proporciona licencias a empresas de juego online y apuestas, lo que ha atraído a empresas de todo el mundo, muchas de ellas suecas. La MGA ofrece uno de los sistemas de licencias más respetados y flexibles, lo que permite a las empresas operar legalmente en muchos otros mercados europeos.
Malta ofrece beneficios fiscales atractivos para las empresas de juego, con impuestos relativamente bajos comparados con otros países de la Unión Europea, lo que ha hecho que muchas empresas establezcan su sede en Malta. Al ser miembro de la Unión Europea, Malta permite a las empresas que se instalan allí operar legalmente en muchos otros países europeos sin la necesidad de obtener licencias adicionales. Esto proporciona un acceso más fácil a los mercados europeos y atrae a empresas interesadas en expandirse en el continente. Para lograr esta situación privilegiada dentro del gaming, Malta ha invertido en infraestructura tecnológica y digital, lo cual es fundamental para el negocio de apuestas online. La isla cuenta con buenos servicios de internet, centros de datos seguros y un entorno adecuado para empresas de tecnología financiera y de juegos online.
Malta ha desarrollado un entorno educativo y de formación especializado en el sector del juego y la tecnología digital. Hay varios programas de formación y universidades que capacitan en programación, seguridad cibernética y gestión de juegos. Además, el país ha atraído a profesionales internacionales que buscan oportunidades en este sector creciente, lo que fortalece la mano de obra disponible para las empresas de juego. ¡Aquí está la explicación de por qué veía yo tantos Porches!
Se hablaba un poco en voz baja, entre gente con la que pude hablar de que la mafia tenía algo que ver con este tipo de actividad, no me extrañaría, porque así ha sido siempre, allí donde se mueve el dinero fácil, pero el país se consideraba serio y bastante libre de corrupción. Algún tiempo tras mi estancia en la isla, leí en los periódicos que la periodista de investigación Daphne Caruana Galizia fue asesinada. Ocurrió el 16 de octubre de 2017 en un atentado con coche bomba, y fue un caso que generó gran impacto internacional. Caruana Galizia era conocida por su trabajo incisivo en temas de corrupción, crimen organizado y vínculos con la política maltesa, y su asesinato desató una serie de investigaciones y debates sobre la corrupción y la influencia del crimen en el país.
Caruana Galizia publicaba en su blog Running Commentary, uno de los más leídos en Malta, donde exponía temas de gran relevancia pública, incluidos escándalos de corrupción que involucraban a figuras políticas, empresarios y organizaciones en Malta. Investigó las revelaciones de los Papeles de Panamá, en las que algunos altos funcionarios malteses estaban implicados en actividades sospechosas. Sus investigaciones también tocaron el rol de Malta como un centro financiero, donde presuntamente se facilitaban ciertas prácticas de lavado de dinero y evasión fiscal. El asesinato de la periodista trajo muchas consecuencias y la presión internacional y las protestas en Malta llevaron en 2019 a la renuncia del primer ministro Joseph Muscat, habiendo sido algunos de sus asesores más cercanos acusados de estar relacionados indirectamente con personas involucradas en el asesinato o en la corrupción.
Cuando iba yo dando mi paseo, yo conocía lo de las casas de juego y apuestas, pero desconocía todo lo referente a la mafia. Yo veía a Malta como un microestado en buen funcionamiento y sigo haciéndolo, aunque soy consciente de que los negocios fáciles y el dinero siempre buscan resquicios para maximizar sus ganacias. En un país tan pequeño, donde hay muchos lazos de parentesco y amistad entre sus habitantes, la corrupción se ve algunas veces de forma diferente de lo que se puede ver en sociedades más impersonales, aunque ninguna sociedad está libre de corrupción en alguna medida.
Finalmente, el último tramo, me llevó desde St. Julian’s, todo recto hacia el norte en dirección a Pembroke. Mis pies estaban ya algo cansados, porque los 10 kilómetros, sumando las visitas y las búsquedas, se hicieron con seguridad al menos 15 o 20. Estaba oscureciendo cuando regresé a mi extraño domicilio. El perro me recibió tan contento como de costumbre, saltando y brincando como un zorro en la pradera, así que busqué la correa y, ante su alegre y nerviosa expectación, le saqué a dar una vuelta por Pembroke, buscando las calles iluminadas, claro está.
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