Días terribles, estos primeros días de febrero. Podían haber sido días felices, de espera e ilusión, capullos que se abren al débil sol de finales del invierno, promesas de la acechante primavera. Los acontecimientos de Örebro me han afectado mucho, no puedo negarlo. Me cuesta dedicarme por completo a cualquier tarea sin pensar en ello. Cuando la maldad muestra su rostro, deja desolación y tristeza a su paso. Mi forma de escapar de estos pensamientos es, simplemente, escaparme al campo para darme un baño de bosque.
Eso del baño de bosque no me lo he inventado yo, aunque siempre he sido un amante y admirador de la naturaleza. La Shinrin-yoku, que en japonés significa literalmente «baño de bosque», es una práctica nacida en Japón en la década de los 80 como respuesta al estrés urbano y al agotamiento laboral. No es que yo haya empezado a sentirme atraído por el bosque, su tranquilidad y belleza, inspirado por esa “moda” japonesa, no. Yo, siempre que he tenido la posibilidad de andar por el bosque, lo he hecho, en España, en Francia, en Alemania, y en todos los lugares que he visitado, que tienen bosques. Aquí, en Suecia, tengo el bosque muy cerca y lo aprovecho siempre que puedo porque, la verdad, lo necesito, sobre todo en ocasiones como esta, que estamos viviendo, cuando el odio se muestra tan crudo y frío.
Desde mis estudios del budismo, la meditación zen ha sido para mí una atracción natural, una evolución de mi exploración intelectual hacia una práctica más vivencial. El budismo, con su profundidad filosófica y su énfasis en la interdependencia, me ofreció una base sólida para comprender el sufrimiento, la impermanencia y el vacío. En especial, el zen me llamó por su enfoque directo, despojado de adornos conceptuales, donde la experiencia es el núcleo de la enseñanza.
Lo que me ha cautivado de la meditación zen es su simplicidad radical: sentarse, respirar, observar. En un mundo lleno de distracciones y abstracciones, preocupaciones y deberes, el zen me ofrece un retorno a lo esencial, a la presencia pura sin necesidad de explicaciones. La postura de zazen, con su quietud disciplinada, no busca «lograr» algo, sino permitir que la mente se revele tal como es, sin resistencias ni apegos. Además, el énfasis en la experiencia directa y en la intuición es algo que va con mi forma de ser. He pasado mi vida entre libros, y aunque el estudio sigue siendo una pasión, he encontrado en el zen un conocimiento que no puede capturarse en palabras. La idea de que la verdad última no se alcanza mediante el intelecto, sino mediante la vivencia, hace que esta práctica tenga para mí un valor único.
En cierto modo, el zen ha sido para mí un puente entre mi amor por la historia y la literatura y una forma de conocimiento más allá de las palabras. Es un camino donde no hay certezas absolutas, pero sí una profunda conexión con el momento presente, algo que quizás, en última instancia, también es una forma de amor por la vida misma.
También en los 80 encontré el tai chi y, con estas prácticas, logré encontrar equilibrio en mi vida. El zen, con su énfasis en el vacío y la aceptación de la realidad sin resistencia, encuentra un paralelo en el tai chi, donde los movimientos fluyen sin interrupción, sin forzar ni bloquear la energía. En la meditación zen, uno aprende a soltar pensamientos y expectativas; en el tai chi, se aprende a moverse sin rigidez, siguiendo la corriente natural del cuerpo y la energía. Mientras el zen se asocia a la quietud y el tai chi al movimiento, ambos buscan la misma integración del cuerpo y la mente. La postura en zazen y los movimientos en tai chi requieren relajación sin colapso y tensión sin rigidez, un equilibrio que permite la estabilidad y la fluidez simultáneamente.
El zen es una rama del budismo, pero ha recibido fuertes influencias del taoísmo, especialmente en su énfasis en la naturaleza y la espontaneidad. El tai chi, aunque surge como un arte marcial interno, también se fundamenta en principios taoístas como el Wu Wei, la acción sin esfuerzo. Ambos comparten la idea de que la verdadera maestría surge cuando se deja de forzar y se permite que las cosas sucedan naturalmente. El control de la respiración es crucial en ambas disciplinas. En el zen, la respiración es un ancla para la mente. En el tai chi, la respiración coordina los movimientos y permite la circulación de la energía vital, el “qi”. En ambas prácticas, la respiración no es solo un acto físico, sino un vehículo de transformación interna.
Volviendo a la práctica de Shinrin-yoku, y su anclaje sintoísta, los espíritus divinos, los “kami” habitan en los árboles, las montañas, los ríos y el viento. Practicar Shinrin-yoku en un bosque es, en cierto sentido, adentrarse en un santuario vivo, donde cada árbol es un ser con su propia energía. Esta concepción recuerda también al concepto budista de interconexión; la idea de que todos los seres y elementos estamos vinculados en una red de existencia mutua. El taoísmo ha enfatizado durante siglos la necesidad de alinearse con el flujo natural del Dao, la fuerza universal que impregna toda la existencia. En este contexto, sumergirse en el bosque sin prisas, dejando que los sentidos capten los sonidos, aromas y texturas del entorno, es una manera de armonizar con ese flujo y permitir que la mente y el cuerpo se recalibren o se recarguen, como yo suelo decir, cuando me preguntan que por qué voy al bosque tan a menudo.
No se trata simplemente de caminar por el bosque, no. Para que funcione, hay que hacerlo con plena atención y receptividad. Como ahora mismo, que voy caminando y algunos copos de nieve caen a mi alrededor y sobre mi rostro. siento cómo la nieve toca mi rostro con suavidad, un frío ligero que no molesta, sino que refresca. La nieve cae con una delicadeza casi irreal, flotando en el aire antes de posarse sobre las ramas, el suelo y mi ropa. Cada copo es un pequeño instante de efímera belleza. El sonido del bosque cambia. Se vuelve más apagado, como si la nieve amortiguara cada ruido, y envuelve el paisaje en un silencio casi sagrado. Mis pasos crujen levemente sobre la fina capa de nieve reciente, mientras el aire frío llena mis pulmones con una pureza que despierta todos mis sentidos. Observo cómo los copos se acumulan en las agujas de los pinos, cómo el viento los lleva en pequeños remolinos antes de dejarlos caer de nuevo. Todo parece ralentizarse. No hay prisa. Solo el bosque, la nieve y yo, compartiendo un momento de quietud absoluta. Es una sensación de plenitud, de calma profunda, como si el mundo entero estuviera respirando conmigo al mismo ritmo, envuelto en la belleza silenciosa del invierno. Una sensación que está al alcance de todos. Y, aunque parece mentira, en este mundo tan comercializado, no cuesta nada, es completamente gratis.
La práctica del Shinrin-yoku tiene efectos perfectamente perceptibles en el cuerpo y la mente, además de su dimensión espiritual. Trabajos científicos[1] ha demostrado que el Shinrin-yoku tiene efectos terapéuticos reales: reduce el cortisol, mejora el sistema inmunológico y fortalece el bienestar emocional. Pero en última instancia, para quienes tienen una sensibilidad hacia la espiritualidad oriental, estos beneficios son solo una manifestación más del equilibrio natural que surge cuando el ser humano deja de resistirse a la naturaleza y se entrega a su flujo. La naturaleza no es un lugar separado del ser humano, sino una extensión de nuestra propia existencia.
Aunque parezca mentira, se ha demostrado que caminar entre árboles mejora la memoria, la atención y la capacidad de resolver problemas.[2] En el bosque, mi mente se despeja. Es como si el ruido del mundo se disipara y quedara solo la esencia de las cosas. No pienso en problemas, no hago planes; simplemente estoy. Y en esa simple presencia, encuentro una paz difícil de describir, pero profundamente real. Si tú, querido lector, quieres experimentar algo parecido, no tienes más que buscar un bosque, lo más alejado que puedas de la civilización, donde no puedan llegar vehículos a motor, y simplemente existe allí, acompañado de la naturaleza, hasta que no distingas entre tu yo y lo que te rodea.
En el bosque no hay distracciones, no hay urgencias. Solo yo y la naturaleza, en una comunión silenciosa. Me gusta observar los detalles: el musgo cubriendo las piedras, la danza de la luz entre las hojas, la huella de algún animal que pasó antes que yo. Todo tiene su lugar, todo sigue su curso sin interferencias. Cuando camino por el bosque, siento que el tiempo adquiere otro ritmo, uno más pausado, más acorde con la vida misma. El suelo cruje bajo mis pasos, el aire es fresco y limpio, y cada respiración parece llenarme de algo más que oxígeno; es una sensación de renovación, de calma profunda. Las penas, las preocupaciones se diluyen como los copos de nieve en la palma de mi mano.
Los árboles me recuerdan la paciencia de la naturaleza, su manera de existir sin prisas ni exigencias. A veces me detengo simplemente a escuchar el susurro del viento entre las ramas, el canto de un pájaro solitario o el murmullo de un arroyo escondido. Son sonidos que, sin decir una palabra, me hablan de equilibrio y armonía. Un baño de bosque me devuelve la fuerza que voy perdiendo en luchas infructuosas contra todo lo que me obliga a tomar decisiones, todo lo que me angustia, obligándome a elegir qué camino tomar, en la encrucijada permanente, que es la vida.
Querría dedicar un poema a este bosque. Si pudiera, describiría en palabras mis sentimientos, pero no encuentro la voz que busco. Construyo estrofas que no se sostienen, imagino ritmos que no se mantienen, las metáforas me suenan cursis, falsas; la métrica no me cuadra. Es difícil concentrar en palabras la sensación que siento en el bosque. Creo que no debo ni siquiera intentarlo, porque el bosque no precisa de mis apologías. Me conformo con estos “baños” rituales, en silencio, sin palabras.
Ayer, al final de mi paseo, escuche en la radio que se estaba produciendo un acto de violencia en una escuela, en la ciudad de Örebro. Debo confesar que no me sorprendió demasiado, porque, en los últimos días, parece que los actos de violencia; tiroteos, bombas e incendios intencionados, se suceden con una asombrosa velocidad. No hay día en que las noticias no proclamen un atentado o una matanza.
En los últimos cinco años, Suecia ha experimentado un notable aumento de la violencia relacionada con bandas criminales, hasta el punto de convertirse en uno de los países más afectados de Europa por este tipo de delincuencia. Este fenómeno se manifiesta principalmente a través de tiroteos y atentados con explosivos, una forma de violencia inusualmente extendida para los estándares europeos. Los últimos días hemos tenido 32 atentados con explosivos y cinco tiroteos, sin contar este último. Eso desde el 1 de enero.
El aumento de esta violencia está vinculado a conflictos entre bandas criminales que se disputan el control del tráfico de drogas y otros negocios ilícitos, especialmente en las principales ciudades como Estocolmo, Malmö y Gotemburgo, y ha llegado hasta la tranquila Lund, donde vivo. Los enfrentamientos no solo ocurren entre miembros de estas bandas, sino que, en algunos casos, han afectado a personas ajenas a los conflictos. En cualquier lugar, por ejemplo en la estación de trenes, te pueden pegar un tiro.
Según datos recientes de la Agencia Sueca de Crimen sueca (Brå), el número de tiroteos mortales en el país ha crecido de forma alarmante. Mientras que otros países europeos han visto disminuir este tipo de delitos en las últimas décadas, Suecia ha seguido una tendencia contraria. En particular, los tiroteos han pasado de ser un fenómeno raro a convertirse en un problema de seguridad pública recurrente.
Las causas de esta situación son complejas. Factores como la exclusión social, la falta de oportunidades en ciertos barrios desfavorecidos, la presencia de redes transnacionales de tráfico de drogas y armas, y la dificultad para integrar a algunos jóvenes en el sistema educativo y laboral han contribuido al problema. Además, la facilidad de acceso a armas ilegales ha intensificado la letalidad de los conflictos. La ultraderecha, y muchos otros, echan la culpa a la inmigración incontrolada.
El gobierno sueco ha respondido con medidas más estrictas de seguridad, reformas en las leyes de justicia penal, refuerzo de la presencia policial y cooperación internacional para combatir el crimen organizado. Sin embargo, el desafío sigue siendo importante, y el debate sobre cómo abordar la raíz del problema continúa en la agenda política del país. Un gran problema es que las leyes no se pueden implantar de un día para otro y, mientras tanto, la violencia sigue.
Por la mañana, el día 5 de febrero, sabemos que la cifra de muertos en el atentado está en este momento en once fallecidos y seis heridos, de los cuales algunos con heridas muy graves. Estamos pues ante una masacre, aunque no es la primera en la historia de Suecia. Tenemos que remontarnos hasta hace 73 años atrás, para encontrar algo similar. Ocurrió la noche del 22 de agosto de 1952 en Hurva, un pueblo en Escania, cerca de donde vivo yo. El perpetrador fue un policía de 27 años, Tore Hedin que, tras matar a sus padres, mató a siete personas en un asilo de ancianos.
También de noche, el 11 de junio de 1994, el alférez Mattias Flink mató a siete personas en el que hasta entonces fue el peor tiroteo masivo de Suecia. Después de una discusión con su novia, Flink disparó y mató a siete personas e hirió de bala a otras tres cerca del regimiento de Dalregementet en Falun. Cinco de los asesinados eran mujeres jóvenes entre 20 y 27 años, que habían finalizado unas prácticas en el ejercito y regresaban a su cuartel tras una pequeña celebración. Condenado a 30 años de prisión, cumplió 20 y desde 2014, está en la calle, al aplicársele la rebaja general de 1/3 de la pena.
El mismo año, ya en diciembre, el día 4 por más señas, Tommy Zethraeus y Guillermo Márquez Jara fueron rechazados en la entrada de la discoteca Sturecompagniet en Estocolmo, tras lo cual regresaron armados de metralletas y abrieron fuego en la entrada, matando a un guardia de seguridad y tres clientes. Tommy Zethraeus fue condenado a cadena perpetua pero salió tras 26 años de prisión en 2020 y Guillermo Márquez fue condenado a seis años por su participación.
Ya en octubre de 2015, un hombre de 21 años entró enmascarado a la escuela Kronan en Trollhättan empuñando una espada y mató a tres personas que se le pusieron delante. Un alumno de 17 años, un profesor asistente de 20 y un profesor de 42 fueron las víctimas. El agresor, originario de Trollhättan y con simpatías de extrema derecha, fue abatido a tiros por la policía muriendo en el acto.
El 11 de enero de 2016, un alumno de 15 años fue asesinado con un cuchillo en la escuela Göingeskolan en Broby, Escania. El autor del crimen era un chico de 14 años, también alumno de la escuela. Cómo menor, no fue ni siquiera juzgado por los hechos.
El 13 de diciembre de 2017, día de Santa Lucía, muy celebrado en Suecia, principalmente en las escuelas, un estudiante de 17 años de una escuela secundaria en Enskede, al sur de Estocolmo, falleció tras ser apuñalado por un estudiante de 16 años. Otra persona resultó herida. El agresor fue condenado por varios delitos y se determinó que sufría un trastorno mental grave.
En Eslöv, también cerca de Lund, en Escania, el 19 de agosto de 2021, entró vestido con ropa de combate, una máscara de calavera y un casco, un chico de 15 años, y atacó con un cuchillo a un profesor en su escuela. El chico fue condenado por intento de asesinato y cuatro casos de amenazas graves ilegales a dos años y seis meses de internamiento juvenil.
En Malmö, el 21 de marzo de 2022, dos profesoras fueron asesinadas en una escuela secundaria en el centro de Malmö por un estudiante de 18 años armado con un cuchillo, un hacha y un martillo. El joven de 18 años fue condenado a cadena perpetua por el tribunal de distrito de Malmö.
Esta lista podría ser mucho más larga si también contemplara los incidentes menos sangrientos, pero no por eso menos importantes, que han ocurrido durante estos 73 años. Comprendo que muchos dirán que no hay porque alarmarse por un puñado de muertes, ya que, en lo que va de siglo, 90 000 personas han fallecido en Suecia de forma natural. No es que estemos ante una epidemia de muertes violentas, pero, sin duda, la evolución de la violencia en los últimos años es muy preocupante. Sobre todo, la violencia entre las bandas de delincuentes, de lo que ya he escrito anteriormente., con una media de 300 tiroteos y 100 muertes al año desde 2018 hasta el día de hoy, 5 de febrero de 2025[1], 14 tiroteos y una veintena de muertes en los que va de año.
Así que, quiero recalcar que la cuestión es preocupante y no se puede banalizar, pero sus dimensiones deben verse en la justa medida. Ahora bien, lo que me gustaría recordar, para el que ya lo sepa, o explicar, para el que lo desconozca, es que aquí en Suecia estamos fascinados por la violencia y los asesinatos, al menos como forma de entretenimiento y productos literarios. El género “nordic noir” de la literatura tiene a la pareja de escritores suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö como pioneros. Su enfoque en el realismo social sentó las bases para el género moderno, que ahora cuenta con nombres tan conocidos como Jo Nesbø de Noruega, Henning Mankell, Stieg Larsson y Camilla Läckberg de Suecia, Jussi Adler-Olsen de Dinamarca y Arnaldur Indriðason de Islandia. El nordic noir, también conocido como scandi noir, es un género de ficción criminal que suele estar escrito desde la perspectiva de la policía y ambientado en Escandinavia o los países nórdicos, traducido a muchos idiomas, entre otros el español, que emplea un lenguaje sencillo, evitando el uso de metáforas, y se sitúa típicamente en paisajes desolados. Esto da como resultado una atmósfera oscura y moralmente compleja, en la que se representa una tensión entre la superficie social aparentemente tranquila y monótona y los patrones de asesinato, misoginia, violación y racismo que el género muestra como subyacentes. La popularidad del nordic noir se ha extendido a la pantalla, con series de televisión como The Killing: crónica de un asesinato en España, The Bridge, El Puente: Bron en sueco Broen en danés. Cuando recibo visitas de amigos extranjeros, especialmente españoles, quieren que les lleve a Ystad, ciudad donde se ambientan los relatos del ya fallecido Henning Mankell, ciudad bastante cercana a Lund y muy interesante, no solo por los relatos de Mankell.
Parece como si, los ciudadanos de países nórdicos, que tienen altos niveles de bienestar, igualdad y seguridad, precisan el nordic noir para explorar la tensión entre esta fachada de perfección y los problemas subyacentes, como la alienación, el racismo, la corrupción o la violencia doméstica. Es una forma de cuestionar la idea del estado del bienestar perfecto. Los paisajes fríos, oscuros y desolados de Escandinavia, al menos en otoño e invierno, crean una atmósfera que se presta perfectamente a la narrativa del noir. Los largos inviernos, con poca luz solar, influyen sin duda en un estado de ánimo melancólico que se refleja en la literatura y el cine, paisajes ya conocidos en obras de Ingmar Bergman, como en El manantial de la doncella. El nordic noir no es solo entretenimiento, sino también una herramienta para criticar temas actuales. Obras como las de Henning Mankell o Stieg Larsson abordan temas como el racismo, la desigualdad de género, la inmigración o el abuso de poder, e invitan a la reflexión sobre las carencias de nuestras sociedades.
Creo que la fascinación por el crimen sangre es algo irracional que siempre ha estado ahí. Desde la teoría aristotélica de la catarsis, por irme lo más atrás que puedo, se ha planteado que el arte, incluido el entretenimiento violento, permite liberar emociones reprimidas, como la ira o el miedo, de forma segura. Al enfrentarse a situaciones extremas en la ficción, el espectador experimenta estas emociones sin las consecuencias reales de la violencia. El lector o el espectador vive una purificación de los afectos, como efectos del terror y la compasión que provoca. La violencia rompe normas sociales fundamentales. La transgresión de estas normas en contextos controlados, ya sean libros, películas o series, genera una mezcla de atracción y repulsión. Observar actos que normalmente están prohibidos despierta curiosidad, lo que mantiene la atención del público. Una parte menos atractiva de la información periodística de los actos verídicos, como los de ayer, es que se utilizan de una forma que asemeja a la ficción y que a mí me parece enfermiza.
No podemos negar que la violencia es una parte inherente de la historia de la humanidad. A través de relatos violentos, hemos explorado preguntas fundamentales sobre la moral, el poder, la justicia y la supervivencia. El entretenimiento violento no se disfruta solo por el acto de la violencia en sí, sino por lo que representa en si, una ventana a los límites de la experiencia humana, un desafío a nuestras emociones y una forma de comprender mejor la naturaleza del bien y del mal. No podemos, por tanto, echarle la culpa al nordic noir de la violencia que estamos viviendo en estos días, pero deberíamos preguntarnos, si no sería mejor luchar por erradicar la violencia de nuestras calles y residencias. Deberíamos comenzar en las escuelas. Las escuelas no solo deben ser espacios de aprendizaje académico, sino también de desarrollo emocional y social. Se precisan programas de mentoría, educación en resolución de conflictos y prevención del acoso escolar. Eso para comenzar, pero el sistema educativo debe a su vez promover el respeto por los derechos humanos, la igualdad de género y la diversidad como valores fundamentales en la sociedad sueca.
Hoy paseo por un Lund bañado por el sol, en uno de esos días que, si se puede, hay que aprovechar para pasear y disfrutar de la ciudad y de la naturaleza. En mi camino, me cruzo con universitarios, que, como yo, sienten que la vida es más fácil cuando luce el sol. Una joven me sonríe y esboza un pequeño saludo, al pasar por mi lado en bicicleta y yo respondo de la misma manera. La primavera anuncia su llegada. Pero, de alguna manera, esa alegría que tanto necesitamos para salir del frío invierno, no llega a cuajar, porque, sobre todos nosotros gravitan peligros reales y supuestos.
Podría empezar mi entrada hablando de Trump, pues motivos no nos faltan, pero, tras discutir superficialmente la cuestión de la democracia con algunos compañeros del foro, me inclino a dedicar esta entrada de hoy al tema de la democracia. Veo que tengo que decir algo sobre Trump, no se puede evitar, pero prometo que seré breve, refiriéndome al actual presidente de los EEUU. Lo único que quiero decir en referencia a él, es que ha llegado a la casa blanca por un proceso democrático, guste o no guste.
¿Qué es la democracia? ¿Qué significa gobernar un país democráticamente? ¿Se puede tener una democracia autárquica, o una democracia xenófoba? A las dos últimas preguntas se puede contestar que la democracia no está necesariamente en contra de la autarquía ni de la xenofobia porque la democracia, en su forma más básica, es un sistema de gobierno basado en la voluntad de la mayoría. Esto significa que, dependiendo de las circunstancias históricas, sociales y culturales, una mayoría democrática puede tomar decisiones que respalden políticas autárquicas o incluso xenófobas.
Un gobierno elegido democráticamente puede decidir, por mayoría, implementar políticas autárquicas si así lo desea su población. Ejemplos históricos incluyen democracias que han adoptado medidas proteccionistas o aislacionistas, como la ley arancelaria Smoot-Hawley de 1930 en EEUU, que impuso altos aranceles a productos importados para proteger la industria y la agricultura nacional, que afectó el comercio internacional y provocó represalias de otros países. El famoso New Deal, que vino a continuación, no fue un modelo autárquico, pero sí reflejó una fase de proteccionismo económico y priorización del mercado interno como respuesta a la crisis de 1929. El New Deal fue un enfoque pragmático para estabilizar la economía nacional más que una ideología de autosuficiencia radical. La autarquía, en cambio, busca la independencia económica total, como en el caso de la España franquista en los años 40 o la Unión Soviética en su etapa de planificación centralizada. Pero, en todos los países, los ciudadanos que, para su sustento, dependen de industrias expuestas a la concurrencia, a veces desleal o injusta, de otros países, y ven en peligro sus puestos de trabajo, hay una respuesta proteccionista, cuando no autárquica. Los políticos que prometan seguir una política acorde a los intereses de esos grupos, tendrán sus votos.
La xenofobia es otra cosa, pero se mueve por los mismos resortes que el proteccionismo o la autarquía. Aunque los principios democráticos suelen asociarse con valores de igualdad y derechos humanos, una mayoría puede, en ciertos contextos, apoyar partidos y políticas xenófobas. Esto ha ocurrido ya en democracias modernas donde partidos con discursos antiinmigración han crecido significativamente, por ejemplo, en algunos países europeos, como Hungría y Eslovaquia, en los últimos años. O, en Suecia y España, por no ir más lejos. El mismo Brexit es un claro ejemplo del reflejo autárquico y xenófobo de la sociedad británica, manipulados por políticos con agendas poco transparentes. En este caldo de cultivo, el populismo amplifica tendencias xenófobas apelando a emociones colectivas, especialmente en tiempos de crisis económica o social, donde «el otro» es visto como una amenaza.
La democracia es un mecanismo para la toma de decisiones colectivas, pero no garantiza automáticamente que esas decisiones sean moralmente justas o éticas. Aquí hay que diferenciar la democracia formal de la democracia liberal. Lo que diferencia una democracia liberal de una mera democracia formal es la presencia de contrapesos institucionales, derechos individuales inalienables y protección de las minorías, que buscan evitar que la voluntad de la mayoría derive en opresión. El problema en EEUU es que los contrapesos han caído en la misma mano lo que deja la política del gobierno actual sin ningún tipo de freno. El único freno posible sería la ley, y ya se está viendo que algunos jueces tratan de poner trabas a algunas de las decisiones. Pero la ley es un instrumento político, que se puede cambiar si se tienen las mayorías.
La democracia no es más que un campo de batalla político donde diferentes ideas compiten por el apoyo popular. Por eso, además de procedimientos democráticos, es crucial fomentar una cultura democrática basada en la educación, el respeto a los derechos humanos y la protección de las libertades fundamentales. Sin estos pilares, incluso una democracia puede derivar en decisiones que contradicen los valores de apertura, pluralismo e inclusión. Como tantas veces, tengo que repetir que, está en nuestras manos, principalmente, como docentes, el preparar a las siguientes generaciones para defender los derechos humanos y para no confundir la democracia con la dictadura de la mayoría.
Yo tengo un ropero milagroso. Lo que una vez entra allí, sobre todo lo que se almacena en cajas al fondo, dónde no llega la luz de la única bombilla, desaparece del mundo por décadas, a veces, eternamente. Los secretos del ropero pueden esconder muchas historias y recuerdos que compiten con los que se ocultan en el desván. La diferencia entre los secretos olvidados del ropero y del desván está en el tamaño, pero guardan igualmente secretos y recuerdos ya olvidados y que pueden avivar el recuerdo con solo aparecer, cuando menos me lo espero.
Hoy se ha despertado el día con los tejados, los árboles y el césped cubiertos por una fina capa de escarcha, que indica que la temperatura ha bajado respecto a ayer. Como pensaba salir a dar mi paseo cotidiano, decidí buscar mi jersey más caliente, que recordaba haber guardado en el guardarropa, hacía un año o dos. Decidido a encontrarlo, abrí la puerta sobre la que tengo pegado un mapa de Suecia, y me dispuse a buscarlo entre las estanterías, cargadas de ropas que posiblemente ya nunca utilizaré, pero que de alguna forma y por distintos motivos me cuesta trabajo deshacerme de ellas, mayormente por pura nostalgia.
Como es de esperar, no encontré el jersey que buscaba, así que seguí hacia adelante por el pequeño pasillo entre cajas de cartón apiladas de tres en tres y, me paré ante una de ellas, que me pareció recordar algo muy difuso, la palpé primero, un poco indeciso, y abrí la tapa. La tenue luz de la bombilla, que mi cuerpo tapaba, proyectando una sombra total sobre la caja, me obligo a ir sacando, poco a poco, pieza a pieza, lo que en la caja se ocultaba y, al girarme hacia la luz, para comprobar lo que las manos sacaban a ciegas, vi que era un álbum y una bolsa de tela. Abrí el álbum y, de repente, inmediatamente, me ví transportado a mi pequeña habitación en Madrid. Sentí los olores, vi la luz del sol entrando entre las persianas y creí hasta escuchar la una radio lejana. ¡Tenía en mi mano, mi colección de sellos!
Yo llegue a Suecia con un macuto de lona y cuero, en el que traía algo de ropa, dos libros y mi colección de sellos. En la España de los años 50, coleccionar sellos era más que un simple pasatiempo; era una ventana mágica hacia un mundo que muchos ni siquiera podían imaginar. En una época marcada por la autarquía y el aislamiento, donde la información sobre el mundo a nuestro alrededor era escasa, cada sello se convertía en un pequeño trozo de un universo lejano, una chispa de color en un país bastante gris.
Para un niño de aquel tiempo, como yo, un sello no era sólo papel adherido a un sobre; era un pasaporte a tierras exóticas, un fragmento de historia encapsulado en miniatura. Podéis imaginarme a mí, con ocho o diez años, sentado junto a la mesa de la cocina, con la luz amarillenta de una bombilla iluminando mi álbum. Cada página crujía al pasar, cada sello adherido con esmero me susurraba historias de emperadores lejanos, de faunas desconocidas, de monumentos que se erguían majestuosos más allá de los Pirineos, por cierto, también desconocidos para mí en aquel entonces.
Había una emoción casi ritual en el acto de coleccionar. Buscar entre las cartas viejas de la familia, negociar con compañeros de colegio en el recreo, o visitar el pequeño quiosco del barrio donde don Cecilio, con ojos cansados, guardaba sobres sorpresa llenos de sellos usados a dos reales el sobre. La sensación de encontrar uno raro, de un país tan exótico como la India o el Brasil, era comparable a descubrir un tesoro escondido. Incluso para mí, los sellos de las colonias españolas, como el Sáhara Español, Guinea Ecuatorial o Ifni, despertaban curiosidad. Aunque eran territorios bajo la administración de España, sus imágenes evocaban paisajes desérticos, selvas misteriosas y culturas vibrantes, tan distintas a la vida cotidiana de mi pequeño barrio.
Cada sello era también un maestro silencioso. Enseñaba geografía sin mapas, historia sin libros, arte sin museos. En un mundo sin Internet ni televisores omnipresentes, la imaginación era el motor que llenaba los vacíos. Y así, yo soñaba con leones que rugían en la sabana africana, con trenes de vapor que atravesaban los Andes, con barcos que surcaban mares infinitos. Coleccionar sellos en la España de los 50 no era sólo un hobby. Era una forma de escapar, de soñar y de aprender. Era un acto de resistencia silenciosa contra la monotonía, un gesto pequeño pero poderoso de curiosidad y esperanza en un mundo mucho más grande de lo que las fronteras querían hacer creer.
Olvidé claro está el jersey y el paseo deberá esperar algunas horas, porque ahora es ese álbum de tapas de cuero marrones el centro de toda mi atención. Me lo llevé a la mesa de la cocina, me hice una taza de café y me puse a viajar en el tiempo. En la primera hoja descubrí cuatro sellos de Tánger, una ciudad que conocí más tarde, cuando ya pertenecía al reino de Marruecos, pero que cuando se expidió el sello, todavía era un enclave libre, la Zona Internacional de Tánger,
Tánger, situada en el extremo norte de Marruecos, ha sido un cruce de caminos entre África, Europa y el Mediterráneo durante siglos. Su historia moderna destaca por su estatus especial como Zona Internacional de Tánger, que existió entre 1923 y 1956. Durante este período, la ciudad fue administrada por un comité internacional compuesto por potencias europeas como Francia, España, el Reino Unido, e Italia, entre otras, y cada una expedía sellos de correo. Mis sellos de Tánger son españoles y británicos. Los británicos son los más antiguos, del 1936, y llevan el perfil de Eduardo VIII. Los españoles llevan la cara de un moro anónimo y son de 1948. Simplemente pensar en todo lo que sucedió en este enclave durante esos años, da para un libro. El estatus de zona libre internacional convirtió a Tánger en un hervidero de diplomacia, espionaje, comercio y contrabando. Allí convivían diplomáticos, artistas, contrabandistas y exiliados, con figuras como Paul Bowles, William S. Burroughs y bastantes espías durante la Segunda Guerra Mundial.
España tuvo un papel destacado en Tánger, especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, cuando ejerció un control temporal sobre la ciudad, aprovechando la debilidad de Francia tras su ocupación por la Alemania nazi. Sin embargo, Tánger recuperó su estatus internacional tras la guerra y permaneció así hasta que Marruecos obtuvo su independencia en 1956, integrando finalmente Tánger en su territorio nacional. Cuando yo llegué a Tánger en diciembre de 1969, se respiraba aún algo de esa fascinante historia.
En la misma hoja encuentro dos sellos de Trieste, uno de la zona A y otro de la zona B. Yo aprendí bastante sobre la historia reciente partiendo de estos sellos. Aprendí que fue fundada por los romanos en el segundo siglo de nuestra era, destrozada por los hunos y dominada por Bizancio, los carolingios, Venecia, Napoleón etc. En 1850, Trieste era el principal puerto del Imperio Austrohúngaro, una joya del Adriático que prosperaba gracias al comercio marítimo. Su crecimiento económico y cultural atrajo a comunidades italianas, eslavas, alemanas y judías, y la convirtieron en un crisol cosmopolita. Era un centro de innovación y modernidad, donde convivían arquitecturas neoclásicas, cafés literarios y un bullicioso puerto.
Tras la Primera Guerra Mundial y la disolución del Imperio Austrohúngaro en 1918, Trieste fue anexionada por Italia en 1920 mediante el Tratado de Rapallo. Este cambio de soberanía generó tensiones étnicas, ya que gran parte de la población eslava se vio marginada por las políticas de italianización del régimen fascista, y después de la Segunda Guerra Mundial, Trieste se convirtió, por tanto, en un foco de conflicto entre Italia y Yugoslavia. En 1947, el Tratado de Paz de París estableció el Territorio Libre de Trieste, dividido en dos zonas: la Zona A, administrada por los aliados, principalmente británicos y estadounidenses, y la Zona B, bajo control yugoslavo. Este estatus peculiar reflejaba la tensión de la Guerra Fría en Europa. Finalmente, en 1954, el Memorándum de Londres resolvió la disputa, haciendo que Italia recuperara la Zona A, incluyendo la ciudad de Trieste, mientras que Yugoslavia se quedó con la Zona B. En 1975, el Tratado de Osimo oficializó esta división, y cerró un capítulo complicado de la historia fronteriza de la región. Hoy en día, Trieste es parte de Italia, pero su herencia multicultural sigue viva en su arquitectura, su gastronomía y su vibrante vida cultural, como pude comprobar en mí visita hace ya muchos años, y es un símbolo de convivencia entre diferentes identidades y un recordatorio de los vaivenes de la historia europea. Conocí aquí en Lund a un chico de Trieste, de etnia eslava, y recuerdo cómo él me miraba incrédulo cuando yo le exponía todo el conocimiento que yo había adquirido, partiendo de esos dos sellos. El sello de la zona A es de 1948, de la zona italiana y es una alegoría a la reconstrucción de la ciudad tras la guerra. El de la zona B, también de 1948, alude a la celebración del 1 de mayo en Yugoslavia.
Junto a los sellos de Trieste, encuentro tres sellos de Danzig. Comprendo que he ordenado la hoja juntando a los sellos de enclaves territoriales de importancia histórica, pero no recuerdo cuando lo hice. Creo que lo hice ya en Madrid a comienzos de los 60. Danzig, situada en la costa del mar Báltico, ha sido durante siglos un punto crucial para el comercio y la política en Europa del Norte. Ya en la Edad Media, fue un importante puerto de la Liga Hanseática, una red comercial que conectaba ciudades del Báltico y el norte de Alemania. Me interesó mucho la historia de esta ciudad, durante mis estudios en la universidad de Lund y la visité ya como Gdansk en muchas ocasiones, la última en 1990.
En 1793, durante la Segunda Partición de Polonia, Danzig fue anexionada por Prusia, integrándose más tarde en el Imperio Alemán. Sin embargo, tras la Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles en 1919, la ciudad adquirió un estatus especial y se convirtió en la Ciudad Libre de Danzig, una entidad semiautónoma bajo la supervisión de la Sociedad de Naciones. Aunque estaba separada oficialmente de Alemania, tenía una población mayoritariamente alemana, mientras que Polonia controlaba aspectos clave como la aduana y la política exterior, además de tener acceso privilegiado al puerto, lo que provocaba continuas tensiones entre la población alemana local y el Estado polaco.
La situación se agravó con la llegada de los nazis al poder en Alemania. El deseo de Hitler de reincorporar Danzig al Reich fue uno de los pretextos para la invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, un acto que desencadenó la Segunda Guerra Mundial. Danzig fue rápidamente anexada por la Alemania nazi y la poca resistencia que los polacos lograron organizar, fue justamente en la central de correos que, tras 15 horas de fuego intenso fue reducida a cenizas con sus defensores, sus sellos y todo.
Tras la derrota de Alemania en 1945, Danzig fue incorporada a Polonia y su nombre oficial cambió a Gdańsk. La población alemana fue expulsada y reemplazada por polacos, muchos de los cuales habían sido desplazados de territorios orientales anexados por la Unión Soviética. Esta parte de la historia ha sido elocuentemente analizada por mi colega Han Åke Persson, catedrático emérito de historia en la universidad de Roskilde.[1]
En la segunda mitad del siglo XX, Gdańsk volvió a ser protagonista de la historia europea, siendo el lugar de nacimiento del movimiento sindical Solidarność (Solidaridad) en 1980, liderado por Lech Wałęsa. Este movimiento desempeñó un papel crucial en la lucha contra el régimen comunista y en la caída del Telón de Acero y la democratización del este de Europa. Estuve allí en 1982 y la ciudad “cocía” de actividad subversiva, se respiraba por todos lados. Hoy, Gdańsk es una ciudad moderna, símbolo de resistencia y cambio, que refleja su rica herencia multicultural en su arquitectura y su vida cultural, una ciudad alemana, vaciada de su población, pero presente en la arquitectura y hasta en la gastronomía.
Los sellos de Danzig que tengo representan uno de ellos, el más antiguo de 1921, un kogge o caravela de la Hansa. Danzig fue uno de los puertos más importantes del Mar Báltico y un miembro destacado de la Liga Hanseática, con fuertes lazos comerciales con los Países Bajos, Inglaterra, Suecia y Dinamarca, así que la figura de un kogge en el sello es lógica. Más raro es que el sello de 1926 representa un galeón español, porque, que yo sepa, los galeones españoles no visitaron nunca el puerto de Danzig, es más, España no tenía una relación comercial directa muy intensa con este puerto, aunque el comercio de grano, ámbar y madera del Báltico era importante para toda Europa Occidental, y algunos comerciantes españoles, en teoría, podrían haber estado involucrados, al menos, indirectamente. En el puerto sueco de Ystad, sí tenemos noticias de comercio directo con Cádiz, así que, todo es posible.
Recuerdo cuando compraba los sellos en los soportales de la Plaza Mayor, a veces también en El Rastro, en algún puesto que tuviera cartas antiguas y postales. Casi todos mis amigos juntaban sellos y los de las colonias españolas en África eran muy solicitados, cromáticos y verdaderamente interesantes y sugestivas, para una pandilla de pequeños filatélicos como éramos nosotros. Sellos de “Guinea Española”, “Fernado Poo”, todos de los años 40 y 50, con la excepción de uno de “territorios españoles del golfo de Guinea” de la república, de 1931. Cuando yo era niño Guinea Española era una realidad y así lo fue hasta octubre de 1968, cuando obtuvo su independencia. Curiosamente, mi vecino Ángel, tuvo una novia que sacó plaza de profesora en Santa Isabel y estuvo allí hasta 1965. Por cierto, si algo bueno dejó España en Guinea fue la instrucción y alfabetización, la lengua y la cultura española.
Guardo los sellos en su lugar, y los dejo descansar hasta la próxima vez que nos veamos. Ya no soy filatélico, tengo otros intereses, pero ha sido interesante volver a manosear este viejo álbum. Los sellos sueltos de la bolsita se quedan sin ver la luz del día, porque tengo prisa en salir a dar mi paseo antes de que se derrita la escarcha. Me hace mucha ilusión pasear entre los árboles escarchados, el césped blanco, destellando diamantes entre las hojas muertas, el aire diáfano y el cielo azul. Encuentro al fin un jersey lo suficientemente grueso como para resistir el frío de esta mañana de febrero.
[1] Rhetorik und Realpolitik : Grossbritannien, die Oder-Neisse-Grenze und die Vertreibung der Deutschen nach dem Zweiten Weltkrieg / Hans Åke Persson
Así como el que no cree la cosa, hemos llegado al último día del mes más pobre del año. Este frío enero nos ha traído muchas sensaciones capaces, cada una de ellas, de caldear el ambiente. Esta maña de febrero, amanece despejada y mi primer paseo de febrero es un verdadero placer. No sé por qué, pero me pongo a pensar en Dinamarca. Para mí, Copenhague es mi gran ciudad, la urbe más próxima, y como tal le tengo un especial cariño. Aunque parezca mentira, aquí en el sur de Suecia, a dos pasos del país vecino, no se habla casi nunca de el reino del sur, aunque muchos miles de suecos de nuestra zona, trabajan en Copenhague, donde los sueldos son más altos y el trabajo no falta. Además, Kastrup, el aeropuerto de Copenhague, es nuestra salida al mundo.
Paseando por las calles de Copenhague, he observado, que todo parece rezumar deseos de grandeza y orgullo sobre un pasado histórico, pretendidamente glorioso. No es necesario recurrir a un trabajo histórico muy profundo, para percibir una vena de autoafirmación nacional, muy lejana de la realidad. Por toda la ciudad se pueden ver alegorías a un tiempo pasado, la era vikinga. Y, no es difícil comprender, por qué los daneses se sienten tan identificados con los vikingos, ya que fue durante el lapsus creado por la caída del imperio romano y la formación de los reinos europeos continentales, cuando los habitantes de estas islas y penínsulas del norte, los llamados vikingos, hicieron su agosto.
La época vikinga comenzó convencionalmente en el año 793 con el saqueo del monasterio de Lindisfarne, en la costa noreste de Inglaterra. Este ataque marcó el inicio de la expansión y las incursiones vikingas por Europa. Llegaron hasta Sevilla y más allá, pero tuvieron que desistir porque el imperio musulmán ya se había establecido en España, concentrándose en el norte de Europa, entre Normandía, donde los daneses fundaron un enclave, hasta Suecia y Noruega. Durante este tiempo, no cabe duda de que los daneses eran los mejor organizados entre los nórdicos, hasta el punto de que, bajo el reinado de Canuto el Grande (1016-1035), gobernaba lo que se conoce como el Imperio del Mar del Norte. Este imperio incluía Dinamarca, Noruega, Inglaterra y partes del sur de Suecia, como por ejemplo Escania, donde esta mi ciudad, Lund.
La época vikinga terminó alrededor del año 1066, cuando el rey noruego Harald III Hardrada fue derrotado en la batalla de Stamford Bridge en Inglaterra. Poco después, los normandos, curiosamente descendientes de vikingos, liderados por Guillermo el Conquistador vencieron definitivamente en la batalla de Hastings, consolidando una nueva era en la historia europea. Desde ese mismo momento, Dinamarca, como una ameba, se va dividiendo en diferentes reinos: Dinamarca, Suecia, Noruega, Islandia, Finlandia, para a finales del siglo XIV reunir las diferentes coronas, tres, por cierto, bajo un gobernante danés, la reina Margarita, aclamada aquí en Lund en 1396, un año antes de la formalización de la Unión de Kalmar, en la catedral de Lund. Aquí se reunió con los nobles escandinavos, quienes la reconocieron como regente y prepararon el camino para la coronación de su sobrino adoptivo, Erico de Pomerania, como rey de la Unión en 1397. La reina Margarita I de Dinamarca fue proclamada como soberana de los tres reinos escandinavos en el marco de la Unión de Kalmar, formalizada en 1397. Sin embargo, su poder sobre los tres reinos de Dinamarca, Noruega y Suecia, ya era efectivo desde 1389, cuando derrotó al rey Alberto de Mecklemburgo en Suecia.
Este lapsus histórico que permitió la unión de los tres reinos, finalizó con la revuelta de los suecos en 1523, cuando Suecia se separó con la ayuda de la Hansa y eligió a Gustavo Vasa como su rey. Noruega permaneció unida a Dinamarca hasta 1814 bajo el dominio de los reyes daneses. Con el fin de la unión de Kalmar comenzaron los reveses para la corona danesa, que fue perdiendo terreno, hostigada por sus vecinos en el norte y el sur. Pero en realidad todo había comenzado mucho antes. Se puede decir que fue tras la derrota en la Batalla de Volmerslacht, Bornhöved en danés, en 1227, con la pérdida de Holstein y las posesiones en el norte de Alemania.
Aparte de la pérdida de control danés sobre Suecia, desmembración importante para la autoafirmación nacional, las siguientes guerras contra el vecino del norte, no hicieron más que profundizar en el declive del antiguo imperio vikingo.
La guerra de Kalmar en 1611-1613, en la que Dinamarca intentó recuperar el control sobre Suecia, resultó en una autentica humillación militar ante los suecos, teniendo que aceptar la independencia sueca. Más tarde, los suecos atacarían el propio territorio danés, durante la llamada guerra de Torstenson en 1643-1645, arrebatándole los territorios de Jämtland, Gotland y Halland, definitivamente por el tratado de Brömsebro, en 1645, junto con Härjedalen, las islas de Gotland y Ösel, esta última en la actual Estonia. Halland que fue cedida por 30 años, pasó a ser sueca permanentemente tras la próxima guerra, iniciada esta vez por Dinamarca.
En 1657, Dinamarca atacó a Suecia, aprovechando que el rey Carlos X Gustavo estaba ocupado en Polonia, pero, Suecia respondió con una contraofensiva relámpago, cruzando el hielo del Pequeño y Gran Belt y atacó Dinamarca directamente. En febrero de 1658, los suecos llegaron a las puertas de Copenhague. Con el tratado de Roskilde del 26 de febrero de 1658, Dinamarca sufrió su mayor pérdida territorial en la historia, hasta entonces. Escania, Blekinge y Halland pasaron a Suecia. Bohuslän (parte de Noruega) fue cedida a Suecia, que fundaría allí la ciudad de Gotemburgo. También perdieron la isla de Bornholm, así como Trøndelag, aunque estas últimas posesiones fueron recuperadas en 1660. La guerra de 1657 fue un golpe brutal para Dinamarca, ya que Escania había sido una parte integral del reino. Aunque Dinamarca intentó recuperar estos territorios en la Guerra de Escania 1675-1679, el apoyo de Francia a Suecia impidió que los daneses tuvieran éxito.
Y también fueron los franceses los que asestaron una de sus más dolorosas derrotas siglo y medio después. Pues, durante las guerras napoleónicas, Dinamarca fue ocupada por ejércitos franceses (en los que también entraba un contingente español de 12 000 soldados) para asegurarse el bloqueo a Gran Bretaña. Por esta razón Copenhague fue bombardeado por los británicos en 1801, cuando la Royal Navy británica con Lord Nelson a la cabeza, atacó la flota danesa y la destruyó. Más tarde, en 1807, el bombardeo de Copenhague destruyó más de un tercio de la ciudad. Por el tratado de Kiel en 1814, Dinamarca, considerada como aliada de Francia, perdió Noruega, que pasó a Suecia.[1]
Hubo un tiempo en que Dinamarca y Suecia-Noruega parecían acercarse, dentro del movimiento nacionalista nórdico, llamado escandinavismo. Parecía como si los dos pueblos iban de camino hacia una nueva unión, para juntos jugar un papel importante entre los pueblos de Europa, en una época altamente nacionalista.[2] Pero los acontecimientos durante la llamada guerra de los ducados en 1864, dieron al traste con cualquier sueño de reunificación. Cuando Prusia y Austria declararon la guerra a Dinamarca por el control de los ducados de Schleswig y Holstein. Dinamarca trató de buscar ayuda en el vecino/hermano del norte, pero los suecos decidieron mantener una estricta neutralidad, para desesperación de los daneses. Dinamarca fue derrotada en la batalla de Dybbøl y tuvo que firmar el tratado de Viena en 1864 por el que los ducados de Schleswig, Holstein y Lauenburg fueron cedidos a Prusia y Austria.
En 1917 Indias Occidentales Danesas actuales Islas Vírgenes Americanas fueron vendidas a los Estados Unidos que presionó a Dinamarca a venderlas durante la Primera Guerra Mundial, pues EEUU temía que Alemania pudiera ocupar las islas y usarlas como base naval. El tratado de venta se firmó ya en 1916 y se hizo efectiva el 31 de marzo de 1917, cuando la soberanía pasó oficialmente a los Estados Unidos. Dinamarca recibió 25 millones de dólares en oro por la venta.
El 9 de abril de 1940, Alemania invadió Dinamarca en la «Operación Weserübung» y el gobierno danés se rindió sin resistencia en unas pocas horas, siendo Dinamarca ocupada hasta 1945. Al final de la guerra, a duras penas, consiguió conservar su integridad territorial, pero Islandia, se independizó de Dinamarca en 1944, bajo control norteamericano. Y, mientras voy andando, resuena en mi cabeza el eco de las palabras de Trump sobre Groenlandia. Nada nuevo. El cambio climático podría hacer que, para 2030, la Ruta del Mar del Norte sea la primera de las rutas marítimas del Ártico en quedar libre de hielo, conectando los océanos Atlántico y Pacífico y mejorando enormemente la accesibilidad a los recursos de Groenlandia. Estados Unidos se convertiría en la segunda nación más grande del mundo por superficie terrestre, después de Rusia. Sería la adquisición territorial más grande de la historia de Estados Unidos, ligeramente más grande que la compra de Luisiana.
Estados Unidos ha considerado durante mucho tiempo que el control de Groenlandia es vital para su propia defensa. A principios del siglo XX, Estados Unidos incluyó a Groenlandia entre varias posesiones europeas en el hemisferio occidental que planeaba apoderarse y fortificar preventivamente en caso de un ataque inminente al territorio continental de Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos invocó su Doctrina Monroe para ocupar militarmente Groenlandia y evitar su uso por parte de Alemania tras la rendición de Dinamarca. Aunque Groenlandia sigue siendo un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca, un tratado de 1951 otorga a Estados Unidos un gran control sobre su defensa.
Y me pregunto. ¿Será que Trump piensa verdaderamente hacerse con el control directo de Groenlandia? Pues, no sé, no sé. Yo pienso que, dado el fuerte rechazo de Dinamarca y Groenlandia, la única forma en que EE.UU. podría tener más control sería mediante acuerdos estratégicos y económicos, pero no una anexión directa. Para Dinamarca la anexión de Groenlandia por Estados Unidos sería un golpe terrible a su autoafirmación nacional. Se sentirían, creo yo, amputados, avasallados, ninguneados por un Gran Poder que consideraban amigo. La historia les ha enseñado que no se puede esperar ayuda de nade, cuando verdaderamente se necesita. Les pasó con Francia, con Suecia, con Alemania y ahora quizás con los Estados Unidos.
Quizás deberíamos haber empezado el relato de otra manera. Por ejemplo, peguntándonos ¿cómo es posible que la pequeña Dinamarca posea la mayor isla del mundo? Para eso, como siempre, tenemos que regresar al relato histórico, que es lo mío. Durante la era del colonialismo e imperialismo, entre los siglos XV al XX, Dinamarca desempeñó un papel importante en el comercio de esclavos y expandió su influencia colonial, aunque comparada con otros países europeos como España, Inglaterra o Francia, su importancia fue mucho menor.
En el siglo XVII, Dinamarca comenzó a expandir su imperio colonial, principalmente en el Caribe y en algunas áreas de América del Norte, como las Indias Occidentales Danesas. En 1671, Dinamarca estableció una colonia en Santa Cruz, y en 1733 adquirió las islas de Saint Thomas y Saint John. Estas islas fueron utilizadas principalmente para la producción de azúcar y otros productos agrícolas, cultivados por esclavos africanos.
Dinamarca jugó un papel activo en el comercio de esclavos, llevando a cabo un tráfico transatlántico de esclavos hacia sus colonias en el Caribe. En el siglo XVIII, Dinamarca estableció varias factorías comerciales en la costa de Guinea, donde participaba en el comercio de esclavos y productos exóticos. Dinamarca también tuvo presencia en la isla de St. Thomas, donde se involucró activamente en la industria azucarera y en la esclavitud. La plantación de azúcar fue el pilar de las economías coloniales danesas, y Dinamarca fue una de las naciones involucradas en el comercio de esclavos, transportando seres humanos de África a las Américas. En 1848, Dinamarca abolió la esclavitud en sus colonias.
El año 1733. Dinamarca tomó el control de Groenlandia como un territorio autónomo del Reino de Dinamarca. A diferencia de las colonias en el Caribe, la colonización de Groenlandia se centró más en la administración y explotación de recursos naturales que en la plantación de cultivos o la esclavitud. Aunque Dinamarca mantenía un dominio sobre Groenlandia, el país fue cada vez menos involucrado en actividades imperialistas y comenzó a centrarse más en la industria y el comercio en lugar de la expansión colonial. Groenlandia se mantuvo como un territorio bajo el control danés, pero se le otorgó más autonomía política en el siglo XX.
En Groenlandia, los daneses interactuaron con los pueblos inuit pero impusieron su cultura. Aunque Groenlandia sigue siendo parte del Reino de Dinamarca, su proceso de autonomía ha sido gradual. Su historia colonial se ha centrado más en la administración desde Copenhague que en una verdadera explotación colonial. Durante gran parte de su historia colonial, Groenlandia fue gobernada de forma centralizada desde Copenhague, sin un gobierno autónomo local.
En 1953 Groenlandia pasó a ser parte integral del Reino de Dinamarca, lo que le otorgó una mayor representación en el Parlamento danés, pero no significó una autonomía real. La isla siguió dependiendo de Dinamarca en cuestiones de defensa y política exterior. En 1979, se estableció un autogobierno parcial en Groenlandia a través de una reforma constitucional que otorgó a la isla un Parlamento local conocido como Asamblea de Groenlandia y un Gobierno autónomo para tomar decisiones en áreas como educación, salud, pesca y recursos naturales.
En este año, la isla asumió el control de sus propios asuntos internos, aunque Dinamarca seguía encargándose de la defensa y la política exterior. En 1982 Groenlandia abandonó la Comunidad Europea después de un referéndum, lo que reflejaba una búsqueda de mayor autonomía económica y política frente a las presiones externas. En 2009, Dinamarca aprobó una nueva ley de autogobierno que otorgó a Groenlandia una autonomía aún mayor. Groenlandia obtuvo el control total de la gestión de los recursos naturales y las políticas internas, incluyendo el desarrollo económico.
Aunque Dinamarca sigue siendo responsable de la defensa y la política exterior, Groenlandia puede negociar directamente acuerdos internacionales sobre recursos naturales, clima, e incluso acuerdos de pesca, siempre que no afecten la defensa nacional. El groenlandés fue declarado el idioma oficial, lo que simboliza una mayor afirmación de la identidad cultural de la isla.
Groenlandia ha logrado un alto grado de autonomía, pero no ha intentado hasta ahora lograr la total independencia de Dinamarca. Aunque la independencia completa ha sido un tema de debate, la mayoría de los groenlandeses todavía prefieren mantener una relación con Dinamarca, pero con más autonomía económica y política. El futuro de la relación con Dinamarca depende, a mi entender, del potencial de recursos naturales en Groenlandia, como el petróleo y minerales raros. Groenlandia ha expresado en varias ocasiones su interés en obtener mayores ingresos de estos recursos para lograr una independencia económica.
A pesar de que Groenlandia tiene control sobre sus recursos naturales, la isla sigue dependiendo en gran medida de los subsidios daneses para financiar su economía, especialmente en áreas como la infraestructura y los servicios públicos. El deshielo del Ártico ha aumentado el interés global en los recursos de Groenlandia, que es lo que plantea tanto oportunidades como retos en términos de soberanía y control de sus recursos. Y aquí entra el interés de Trump por esta despoblada isla. Para Dinamarca, Groenlandia es, ante todo, lo que le queda de orgullo nacional. Creo que lucharán con todas sus fuerzas por no perderla, pero dudo de que, al ser necesario, obtengan ayuda externa, sea de la Unión Europea o de Naciones Unidas. Lo que sí puede ocurrir, es que los groenlandeses aprovechen para alcanzar su independencia total de Dinamarca, y entonces estarán más o menos obligados a acercarse a los Estados Unidos para proteger su patrimonio. Múte Egede, el jefe del gobierno autónomo groenlandés, dice que los groenlandeses no quieren ser ni daneses ni americanos, simplemente groenlandeses. Continuará.
[1] Durante las Guerras Napoleónicas, Suecia se unió a los enemigos de Francia, mientras que Dinamarca terminó en el bando francés. Esto llevó, en el caso de Suecia, a la pérdida de Finlandia y a la renuncia de sus últimas provincias en Alemania, y en el caso de Dinamarca, a que Noruega fuera forzada a entrar en una unión con Suecia. Al mismo tiempo, quedó definitivamente claro que Suecia-Noruega y Dinamarca debían aceptar sus roles como pequeños Estados en el gran escenario europeo.
[2] Comenzó a surgir un sentimiento de unidad nórdica, y en la ceremonia de promoción de maestros en la catedral de Lund en 1828, el poeta Esaias Tegnér pudo entregar la corona de laurel al poeta danés Adam Oehlenschläger con las palabras: «el tiempo de la división ha terminado».
Pasear en una noche estrellada es una experiencia muy especial. El aire, fresco y limpio invita a respirar hondo, como si cada bocanada trajera consigo un susurro del universo. Ese cielo, inmenso y profundo, se despliega como un manto de terciopelo oscuro, salpicado de estrellas titilantes que parecen parpadear en complicidad. Algunas brillan con intensidad, otras se esconden tímidamente tras velos de alguna nube pasajera. Todo parece más grande y a la vez más íntimo, como si el mundo se redujera a esa caminata silenciosa en la que solo importan el momento y la inmensidad del cielo allí arriba. Es una sensación de soledad placentera, de comunión con lo infinito. Cada estrella es un recordatorio de la vastedad del cosmos, de lo efímero de la vida y, al mismo tiempo, de su belleza inagotable.
Llevo los auriculares y voy escuchando la radio cuando, de repente, el programa que sigo se interrumpe para comunicar que, muy cerca de mí, en este mismo momento, un hombre ha sido abatido a tiros en la estación de ferrocarriles de Lund, a una hora en que esta está muy concurrida con gente que regresa de sus trabajos. Estoy a menos de un kilómetro de los hechos. Mi suegra vive a unos metros y oyó los tiros, también los oyó el alcalde de la ciudad desde la sede de su partido. Mi compañera venía en un tren en ese mismo momento, un tren que fue desalojado. En unos minutos, he pasado desde la contemplación al horror y la perplejidad, ante este acto violento, tan impensable en nuestra ciudad, hasta hoy.
De vuelta a casa, pienso en la dicotomía entre el cosmos y la vida cotidiana, la diferencia abismal entre la inmensidad del universo y la aparente pequeñez de nuestras preocupaciones diarias. Un acto de violencia sacude los cimientos de nuestra existencia, bajo el impasible cosmos. El cosmos es vasto, frío, eterno en comparación con la existencia humana. Sus leyes operan con una precisión inmutable; estrellas nacen y mueren en ciclos que duran millones de años, galaxias se expanden en un espacio inconmensurable, y la luz de algunos astros que vemos esta noche partió de ellos mucho antes de que la humanidad siquiera existiera. El universo es, en cierto sentido, indiferente a nuestras luchas, ajeno a nuestros sentimientos y deseos.
La vida cotidiana de los humanos está marcada por la urgencia del presente, con horarios, preocupaciones, responsabilidades, emociones efímeras. Nos ocupamos de problemas que, vistos desde la perspectiva cósmica, parecen insignificantes: llegar a tiempo al trabajo, pagar cuentas, resolver discusiones triviales. Y, sin embargo, para cada individuo, estos asuntos son lo más importante del mundo, porque en ellos se construye nuestra realidad inmediata. Cuando un acto imprevisto rompe la monotonía, como en este momento, todo cambia de pronto y el caos se apodera de nosotros.
Ya en casa, la familia reunida, la urgencia del momento superada, pienso que esta experiencia, tan traumática para mí, es algo cotidiano para millones de personas. Es la experiencia del caos. Desde una perspectiva mitológica y religiosa, el caos es la antítesis del orden divino. En muchas religiones y tradiciones, el universo surge del caos primordial, que debe ser domado o estructurado por una deidad creadora. En la mitología babilónica, por ejemplo, Marduk derrota a Tiamat, la diosa del caos, para instaurar el cosmos. De manera similar, en el Génesis bíblico, Dios da forma al mundo a partir de un estado informe y vacío. En estas narrativas, el caos se ve como una amenaza, un espacio donde reina el mal porque no hay estructura ni propósito.
Desde un punto de vista filosófico, el mal ha sido entendido como la ausencia de orden, justicia o razón. Para pensadores como Platón y Aristóteles, el bien está vinculado con el orden, la armonía y el propósito, mientras que el mal se asocia con la descomposición, la irracionalidad y la disolución de lo establecido. En este sentido, el caos puede ser visto como una condición en la que el mal prospera, ya que destruye los principios que sustentan la vida y la convivencia. Es fácil para mí, sumarme a esta exposición, los tiros de esta noche rompieron la calma y nos sumieron, por un momento, en el caos.
Al contrario, Friedrich Nietzsche, ve el caos no como algo inherentemente malo, sino como una fuerza necesaria para la transformación y el crecimiento. Según él, el orden impuesto puede ser opresivo y sofocante, y es en el caos donde se encuentra la posibilidad de la creación y la superación de los límites. Desde esta perspectiva, el caos no es sinónimo de maldad, sino una oportunidad para el cambio y la reinvención. Pienso, que debe ser esta la filosofía de muchos de los mandatarios que lanzan sus países o sus pueblos a la guerra. Aunque, claro está, no todo caos lleva al mal. En ciertos casos, el colapso de un orden injusto puede ser necesario para la construcción de una sociedad más justa. La Revolución Francesa, por ejemplo, trajo un período de caos y violencia, pero también abrió paso a la modernidad política y los derechos individuales. Me imagino que alguien, con razón, pensará que todas las revoluciones no han dejado unos beneficios tan claros; la revolución rusa, la china, la cubana, la nicaragüense etc. Y es que, en términos sociales y políticos, el caos se percibe como una condición peligrosa, donde la ausencia de reglas y estructuras fomenta la violencia, la injusticia y el sufrimiento. En tiempos de guerra, crisis económica o colapso institucional, el mal se manifiesta con mayor facilidad porque desaparecen los mecanismos que regulan el comportamiento humano. Thomas Hobbes describía el estado de naturaleza, donde no hay autoridad ni orden, como una condición de «guerra de todos contra todos», en la que la vida es «solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta».
De Hobbes paso a la situación actual que estamos viviendo en Suecia[1], una suerte de caos, todavía casi imperceptible, fuera de las noticias de prensa y otros medios de comunicación. Durante un periodo que va desde el comienzo del nuevo milenio[2] hasta ahora, grupos de malhechores, normalmente organizados en grupos étnicos, dedicados principalmente al tráfico de drogas, atracos y extorsión, han tomado algunas barriadas hasta el punto de controlar quien puede entrar en ellas. La policía no tiene ni recursos ni capacidad[3] para detener este proceso, que empieza a atravesar fronteras, hacia Dinamarca, Turquía y España: recordemos el caso de “los suecos”.
El caos se ha apropiado de zonas o enclaves, donde la ley sueca, el orden bajo el que los demás vivimos nuestras vidas, no puede hacerse valer. Las leyes, las reglas del juego que nos hemos dado democráticamente, no sirven para detener la escalada de crímenes y asesinatos, que han hecho de Suecia uno de los países occidentales más peligrosos.[4] El caos se apodera de los niños y los jóvenes, que caen en la tentación del dinero fácil y, como las leyes suecas no contemplan la responsabilidad penal de los menores de 15 años, las ligas emplean a niños para esconder armas, vender productos narcóticos o incluso ejecutar muertes. Hace muy poco, un muchacho de 16 años mató a tres personas en 26 horas.
En términos sociales, una sociedad bien estructurada se asemeja al cosmos, con reglas claras, instituciones funcionales y una cohesión que permite el bienestar de la mayoría. En cambio, cuando estas estructuras fallan o son insuficientes, se produce un estado de caos que puede dar lugar a conflictos, inseguridad y un aumento de la criminalidad. Suecia, tradicionalmente vista como un ejemplo de orden, cosmos, ha experimentado en las últimas décadas un aumento en la criminalidad juvenil, especialmente en ciertos barrios donde la exclusión social, el desempleo y la falta de integración han generado condiciones de desorden, caos. ¿A qué se debe este proceso? Empecemos por la fragmentación social, con jóvenes que crecen en áreas marginadas y perciben que están fuera del sistema y buscan su propio «orden» dentro de pandillas o redes criminales. La educación y el empleo, pilares del «cosmos» sueco, no alcanzan a todos por igual. Aunque Suecia tiene un Estado de bienestar fuerte, ciertos problemas como la integración de inmigrantes y la creciente violencia juvenil revelan fisuras en el modelo.
Cuando los jóvenes no encuentran su lugar dentro del «cosmos» social y perciben que el sistema no les ofrece un futuro viable, algunos recurren a la violencia y al crimen como una forma de estructurar su propio «orden». Paradójicamente, la criminalidad juvenil no es solo una manifestación del caos, sino también un intento nietzscheano de crear un orden, con sus propias normas y jerarquías dentro de las pandillas y redes delictivas. Dos órdenes antagónicos no pueden existir en el mismo espacio.
Estaba yo contemplando las estrellas, buscando en el vasto orden del cosmos un respiro ante el caos terrenal, cuando la noticia del tiroteo en la estación de Lund interrumpió mi contemplación. En ese momento, experimenté una sensación de disonancia, un choque entre la inmensidad serena del universo y la violencia absurda que se despliega en la ciudad. Las estrellas, con su luz inalterable, parecían recordarme la estabilidad de lo eterno, mientras que aquí, en la Tierra, el caos irrumpía de nuevo, desafiando el ideal de orden y civilización. Sentí indignación, porque Suecia, que alguna vez representó un modelo de armonía, parece estar cediendo ante una espiral de violencia juvenil. O quizá fue una triste resignación, al ver que incluso en un país con instituciones fuertes, la fractura social ha generado escenarios impensables hace unas décadas. Recordando las palabras del astrónomo Carl Sagan: “El cosmos está dentro de nosotros. Estamos hechos de estrellas. Somos el mecanismo que permite al universo conocerse a sí mismo”.
El Holocausto, el genocidio sistemático de aproximadamente seis millones de judíos europeos, junto con millones de otras víctimas, como gitanos, discapacitados, prisioneros políticos, homosexuales y otros grupos perseguidos por el régimen nazi, fue un ejemplo extremo de mal estructural. El régimen nazi no solo impulsó un odio racial profundamente enraizado en la sociedad alemana, sino que construyó una infraestructura y un sistema legal que permitieron la ejecución masiva y sistemática de estas ideas. El régimen nazi creó leyes antisemitas[1] que no solo discriminaban, sino que legitimaban la violencia física, las deportaciones y la exterminación de los judíos y otros grupos «no deseados». El Estado alemán promovió la idea de la «superioridad aria» y creó mecanismos de exclusión y opresión sistemática.
A través de una maquinaria administrativa eficaz y una deshumanización sistemática, los nazis organizaron el genocidio con un nivel de eficiencia espantoso. Desde las listas de personas a exterminar hasta la organización logística de los campos de concentración, el Holocausto fue un proceso burocrático de exterminio a gran escala. Muchas personas en la sociedad alemana, así como en los países ocupados, fueron cómplices o simplemente indiferentes ante los horrores del Holocausto, debido a la normalización del odio y la violencia dentro de la estructura social.
La gran pregunta es si un evento similar podría ocurrir hoy en día. Es importante reconocer que las condiciones estructurales que permitieron el Holocausto aún existen, aunque con diferentes matices. Los regímenes autoritarios, que se van extendiendo por todos los continentes, el racismo, el odio étnico y religioso, las políticas de exclusión y la falta de una respuesta internacional efectiva son preocupaciones actuales. Las tecnologías modernas de vigilancia y control social, junto con la capacidad de los gobiernos autoritarios para usar la propaganda y el control de la información, podrían en teoría facilitar una persecución masiva de minorías, como lo hizo el régimen nazi.
La polarización política y la radicalización de grupos de extrema derecha en muchas partes del mundo han resucitado discursos xenófobos y racistas, como no parecía posible hace unos años. Estos movimientos han fomentado la violencia hacia minorías, a lo peor, en un preludio a una escalada mayor. Las guerras, los desplazamientos forzados y las crisis humanitarias que estamos viendo a nuestro alrededor, generan condiciones propensas a la explotación y la deshumanización de grupos vulnerables. Las migraciones masivas, combinadas con políticas xenófobas, crean divisiones y generan la base para un tipo de violencia estructural que podría desembocar en genocidio. El racismo estructural y la discriminación que existen hoy en día en muchas sociedades son un caldo de cultivo para la violencia. Cuando los grupos marginados son tratados como «otros» y son deshumanizados, el paso hacia un trato violento y genocida se vuelve más accesible.
La educación sobre el Holocausto y la memoria colectiva son esenciales para evitar que las futuras generaciones olviden las lecciones aprendidas. La denuncia del odio y la violencia debe ser central en las políticas educativas. La protección de los derechos humanos, la promoción de la democracia y la justicia social son fundamentales para evitar que cualquier grupo sea despojado de su dignidad. Las instituciones internacionales como la ONU deben tener mecanismos eficaces para intervenir cuando se detecten señales de genocidio. El fortalecimiento de la Corte Penal Internacional y la denuncia internacional de las violaciones de derechos humanos son pasos importantes.
Aunque las condiciones de un «Holocausto» no son idénticas hoy en día, el mal estructural sigue presente en muchas sociedades modernas, y las estructuras de odio y discriminación pueden llevar a formas de violencia masiva. La historia del Holocausto nos muestra cómo la burocracia, el racismo institucionalizado y la complicidad social pueden converger para llevar a cabo actos de genocidio. Prevenir un nuevo Holocausto requiere un esfuerzo conjunto para erradicar las injusticias estructurales y garantizar que los derechos humanos de todas las personas sean respetados.
Un día como hoy, pasados 80 años del descubrimiento de las atrocidades cometidas por los nazis, nos hacemos preguntas de difícil respuesta. Yo me hago muchas preguntas mientras camino y hoy me pregunto si el mal es un fenómeno objetivo o subjetivo. Saber si el mal es un fenómeno objetivo o subjetivo es importante porque esta cuestión tiene implicaciones profundas en múltiples aspectos de nuestra vida personal, social, ética y política. Si el mal es objetivo, existiría un estándar universal y trascendente para determinar qué es malo o incorrecto. Las acciones podrían juzgarse como inherentemente malas, independientemente de las intenciones, opiniones o culturas. Tendríamos sin duda un marco moral claro y consistente que guiaría la creación de leyes, las decisiones personales y los juicios sobre el comportamiento humano.
Los que piensan que el mal existe independientemente de la perspectiva humana, aducen que es algo universal y externo al sujeto, ligado a leyes naturales o divinas. En la tradición religiosa y metafísica, San Agustín[2], considera que el mal es la ausencia de bien. Aunque no tiene sustancia propia, el mal es objetivo porque se mide en relación con la supuesta perfección divina. Para San Agustín, el mal surge cuando las criaturas libres eligen apartarse del orden universal establecido por Dios. Elegir el mal, es una acción humana en el ejercicio del libre albedrío.
Para Tomás de Aquino[3], el mal es un defecto o carencia en el ser que se opone al orden natural y divino. La bondad y el mal están inscritos en la naturaleza misma de las cosas. Todo lo que existe es bueno en cuanto que participa del ser, ya que la existencia misma es un don de Dios, quien es el Ser Supremo y la Bondad absoluta. Esto significa que todo lo creado es intrínsecamente bueno por el hecho de existir. El mal no es algo que exista por sí mismo; más bien, es una privación de un bien que debería estar presente en un ser. Según esta apreciación, los capos que torturaban, menospreciaban y mataban a los presos en los campos de concentración, actuaban así por que carecían de empatía.
Según Kant[4], el mal es algo objetivo porque está relacionado con la violación de la ley moral universal que surge de la razón pura. El mal se produce cuando un individuo, conscientemente, decide actuar de manera contraria al imperativo categórico, que es válido para todos los seres racionales. Desde los firmantes del tratado de la conferencia de Wannsee hasta el ultimo capo de los campos de concentración, según una interpretación objetiva del mal, sabía muy bien que hacía el mal, y esto no le impedía actuar.
Si el mal es subjetivo, lo que se considera malo depende del contexto, la perspectiva individual o cultural. Las normas morales se vuelven relativas, y algo que una persona o sociedad ve como malo, otra sociedad puede no verlo igual, lo que complica o imposibilita la creación de consensos éticos o leyes universales y fomenta el relativismo moral. Me cuesta, por tanto, comprender las razones de David Hume[5], cuando considera que el mal y el bien no son realidades objetivas, sino percepciones humanas basadas en sentimientos. Según él, lo que consideramos «malo» o «bueno» varía según las emociones y las convenciones sociales. Naturalmente, en los círculos nazis, se podía ver la exterminación de los judíos como algo positivo, al menos en teoría, pero veo difícil que alguien pudiera considerar que matar a sangre fría fuese algo convencionalmente aceptable.
Es lógico que los perpetradores estuviesen reconfortados por las ideas de Friedrich Nietzsche[6], que, como Hume, argumenta que el mal es una construcción cultural creada por las tradiciones judeocristianas para reprimir la voluntad de poder y la afirmación de la vida. Según Nietzsche, no existe el mal en sí mismo, y al igual que Hume, afirma que lo que se considera malo o bueno depende de la perspectiva del individuo o la cultura. Es sin duda una filosofía a la medida de los exterminadores.
Para Jean-Paul Sartre[7], el mal es una elección que surge de la libertad radical del ser humano. Cada individuo, como tal, define libremente lo que es bueno o malo a través de sus acciones y decisiones, basándose en su proyecto existencial. Esta explicación existencial está superada, a mi parecer, por la aclaración que hace su compañera, Simone de Beauvoir, que insiste en que el mal aparece cuando una persona niega la libertad de los demás, aunque ella también piensa que puede ser subjetivo porque depende del contexto y las relaciones humanas. Es justamente la negación de la libertad de los demás lo que, a mi entender, justifica la acción del mal. Sin negar la libertad de los que se consideraban inferiores, no se podrían haber cometido esos actos deshumanizantes que se perpetraron en la Alemania nazi.
Algunos filósofos han intentado conciliar ambas visiones, considerando que el mal puede tener tanto aspectos objetivos como subjetivos. Hannah Arendt, víctima y observadora, analiza en La banalidad del mal, cómo el mal puede surgir de acciones comunes realizadas por personas que no reflexionan críticamente. Aunque sus consecuencias, como el Holocausto, son objetivamente malas, el mal puede parecer subjetivo, ya que los perpetradores no siempre lo identifican como tal. Hanna Arendt, que siguió el juicio a Eichmann en aquella primavera de 1961 en Israel, como corresponsal de la revista estadounidense The New Yorker, dejó en su obra “Eichmann en Jerusalén: la banalidad del mal”[8] una conclusión que yo creo que aún es válida:
“La lección de esta historia es sencilla y al alcance de todos. Desde un punto de vista político, nos dice que, en circunstancias de terror, la mayoría de la gente se doblegará, pero algunos no se doblegarán, del mismo modo que la lección que nos dan los países a los que se propuso la aplicación de la Solución Final es que «pudo ponerse en práctica» en la mayoría de ellos, pero no en todos. Desde un punto de vista humano, la lección es que actitudes cual la que comentamos constituyen cuanto se necesita, y no puede razonablemente pedirse más, para que este planeta siga siendo un lugar apto para que lo habiten seres humanos.”
Si el mal es completamente subjetivo, entonces no hay manera de condenar universalmente actos como el genocidio o la tortura, ya que alguien podría justificarlos desde su perspectiva personal. Si las nociones de mal dependen solo de individuos o culturas, ¿cómo podemos resolver conflictos éticos globales?
Regresemos a la actualidad. Si el mal, en los tiempos pasados que recordamos en esta fecha, era claramente reconocible, con sus uniformes diseñados por Hugo Boss, el mal en nuestros días, va enmascarado de mil maneras. El mal es la guerra en sí y quienes la ocasionan y la promueven; los que pueden elegir otros modos de solucionar conflictos entre estados, pero eligen la guerra, a sabiendas que, esta elección significa el sufrimiento y la muerte de miles de inocentes. La guerra inevitablemente causa la muerte de civiles, incluidos niños, mujeres y ancianos, que no tienen ninguna relación directa con el conflicto. También se promueve durante la guerra, el odio hacia el enemigo, despojándolos de su dignidad humana y fomentando actos de crueldad y barbarie. Desde una visión kantiana, la guerra contradice el principio de tratar a cada ser humano como un fin en sí mismo, ya que convierte a las personas en medios para alcanzar objetivos políticos o territoriales.
El mal está también representado en la destrucción del medio ambiente y la contribución al calentamiento global. La tala masiva de bosques, la contaminación y la explotación de los recursos naturales destruyen hábitats esenciales para la vida de muchas especies. Este daño no solo afecta a los animales y plantas, sino también al equilibrio ecológico del que dependemos los seres humanos. La desaparición de especies enteras es un acto irreversible que refleja la negligencia o indiferencia hacia formas de vida que tienen un valor intrínseco. Según la ética medioambiental[9], este daño puede considerarse «malvado» porque viola el principio del respeto hacia la naturaleza y la responsabilidad de preservar el planeta para las futuras generaciones.
Los efectos del cambio climático como sequías, inundaciones y desplazamientos forzados etc. afectan desproporcionadamente a los más pobres, que tienen menos recursos para adaptarse y recuperarse. Este desequilibrio refleja una falta de equidad en la forma en que las sociedades manejan el medio ambiente. Islas y comunidades costeras están siendo destruidas por el aumento del nivel del mar, causado en gran medida por las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de los países más industrializados. Desde una visión ética global, este daño es un mal porque perpetúa desigualdades e ignora la dignidad de quienes menos contribuyeron al problema. El problema es que es muy difícil señalar a los principales perpetradores de este mal, porque -en definitiva, somos todos los que, como consumidores, hacemos posible esta catástrofe a largo plazo.
La degradación del medio ambiente y el calentamiento global se pueden parar reduciendo el consumo, optando por energías limpias y apoyando iniciativas sostenibles. Los estados deben implementar regulaciones estrictas sobre emisiones, proteger áreas naturales y promover economías circulares. En un plano global, se deben establecer compromisos internacionales para reducir las emisiones y garantizar justicia climática para los países más afectados. Y en educación, quizás lo más importante a largo plazo, se debe enseñar a las nuevas generaciones la importancia del respeto por el planeta y las consecuencias de nuestras acciones. Cuando un actor de tanta relevancia como los Estados Unidos abandona el Acuerdo de París, se está optando por elegir el mal.
La xenofobia, entendida como el rechazo, miedo o desprecio hacia las personas extranjeras o de culturas distintas, representa un mal tanto desde una perspectiva ética como desde un análisis práctico y social. Un mal que se perpetúa y amplifica a través de los medios de comunicación, que a menudo se convierten en ecos de narrativas que fomentan la división y el odio. La xenofobia viola el principio ético fundamental de reconocer la igualdad intrínseca y la dignidad de todas las personas, independientemente de su origen, etnia o cultura. Este prejuicio perpetúa la deshumanización de aquellos considerados «otros», los de los cayucos, que nadie quiere, los sin papeles, o simplemente, los que no son como nosotros. Al construir barreras entre grupos, la xenofobia niega la posibilidad de convivencia, cooperación y solidaridad, valores esenciales para una sociedad ética y justa. Las noticias falsas o manipuladas sobre inmigración y diversidad contribuyen a fortalecer el miedo irracional y la hostilidad hacia los extranjeros. Aquí los medios de todas clases, en especial los llamados medios sociales, juegan un papel muy importante, pero como en el caso de la degradación del medio ambiente y el calentamiento global, los actores somos todos; los que escriben o comparten material gráfico y los que lo leen y ayudan a esparcirlo.
El mal habita indiscutiblemente en la misoginia. Aquí la responsabilidad radica esencialmente en los estados, aun cuando sean individuos los que la practiquen. La misoginia es un mal porque atenta contra los principios básicos de dignidad, igualdad y justicia. Su impacto negativo se siente en todos los niveles, desde el individual hasta el global, afectando tanto a las mujeres como al desarrollo de la humanidad en su conjunto. Para combatir este mal, se requiere un enfoque integral que abarque educación, legislación, transformación cultural y una reconfiguración ética de las relaciones humanas basadas en el respeto y la igualdad. El caso más flagrante, a mi parecer, pero lejos de ser el único es la política misógina de los talibanes en Afganistán, especialmente desde su regreso al poder en 2021. Su política de género ha sido un ejemplo claro de la opresión y marginalización sistemática de las mujeres. Desde su primer régimen en los años 90, los talibanes implementaron una serie de políticas que restringían drásticamente las libertades y derechos de las mujeres. A pesar de algunos cambios superficiales durante su período fuera del poder, su ideología misógina ha permanecido central en sus prácticas. Como sabemos, la opresión a las mujeres en Afganistán no es la única. Tenemos los casos de Arabia Saudita y otros países musulmanes, con ciertas excepciones como lo son Túnez, Indonesia, Marruecos, Emiratos Árabes, Turquía, Malasia, Jordania y Bosnia-Herzegovina, en donde los derechos de las mujeres son respetados, dentro de la cultura musulmana.
A pesar de los avances en la igualdad de género en occidente, las actitudes misóginas persisten, y se pueden observar en varios ámbitos de la vida cotidiana, desde los medios de comunicación hasta las instituciones políticas y las interacciones personales. El más claro exponente de esta misoginia es sin duda la violencia de género, en sus diversas formas tanto física, como emocional, sexual, económica etc. La violencia doméstica, el acoso sexual y la violación son ejemplos de cómo la misoginia se traduce en agresiones directas hacia las mujeres. A pesar de los avances legislativos en muchos países, la violencia de género sigue siendo un problema extendido, y la tendencia a minimizarla o justificarla en algunos sectores sociales refleja actitudes misóginas. En España murieron en 2024 48 mujeres víctimas de violencia de género,[10] una cifra parecida a la de Suecia, teniendo en cuenta la diferencia en habitantes.[11]
Ya de vuelta de mi paseo me pongo a repasar los periódicos y me encuentro con un artículo de opinión que debería dar mucho que hablar. Los cuatro lideres de los partidos del gobierno, los tres en el gobierno moderados, cristianodemócratas y liberales y el partido de apoyo, el ultraconservador y no hace mucho supremacista partido de los demócratas de Suecia, firman un artículo en favor del impartir en las escuelas la memoria sobre el Holocausto.
Es realmente alentador ver cómo los partidos de Tidö han firmado conjuntamente un artículo de opinión sobre la importancia de combatir el antisemitismo. Que los líderes políticos se unan en torno a un tema tan importante demuestra que existe un entendimiento común sobre la necesidad de enfrentar el odio y la intolerancia en la sociedad. El antisemitismo es parte de un problema mayor de xenofobia y odio dirigido a diversos grupos, y por ello es fundamental que veamos esta lucha como algo que nos concierne a todos.
También sería una oportunidad importante para destacar la creciente xenofobia en general y enfatizar cómo todos, juntos, somos necesarios para crear un futuro basado en la democracia y los derechos humanos. Para construir una sociedad en la que todos se sientan bienvenidos, es necesario mirar más allá de las diferencias de género, origen, idioma, cosmovisión u opiniones políticas, y centrarnos en nuestra humanidad compartida.
Trabajando juntos por la apertura, la tolerancia y la igualdad, podemos crear un futuro donde nadie tenga que sentirse excluido o amenazado. Este es un esfuerzo que debe llevarse a cabo tanto a nivel político como en nuestra vida cotidiana: en las escuelas, en los lugares de trabajo y en el debate público.
Traduzco aquí el artículo, publicado en el diario Aftonbladet el 26 de enero de 2025:
“Estamos convencidos de que quien camina siguiendo las huellas de las víctimas, quien presencia con sus propios ojos los lugares donde ocurrieron los asesinatos masivos, se vuelve menos receptivo al antisemitismo. Por ello, aumentamos ahora el apoyo temporal para los viajes de recuerdo a ocho millones de coronas este año. Al mismo tiempo, hacemos que este apoyo sea permanente”, escriben Ulf Kristersson, Jimmie Åkesson, Ebba Busch y Johan Pehrson.
“Mañana, lunes, se cumplen 80 años de la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau.
En todo el mundo se organizan ceremonias para recordar uno de los capítulos más oscuros de la humanidad. Pero también para rendir homenaje a las víctimas: aquellos que sobrevivieron y aquellos que murieron. Es nuestra tarea colectiva recordar y mantener vivo el recuerdo del Holocausto, para que cada nueva generación comprenda y aprenda de la historia.
Un lugar importante para adquirir conocimiento sobre la historia es, naturalmente, la escuela. Durante mucho tiempo, el gobierno ha financiado viajes de recuerdo para estudiantes a los lugares conmemorativos del Holocausto. En el trabajo preventivo contra el antisemitismo, estos viajes son cruciales, ya sea a campos como Auschwitz-Birkenau en Polonia o en visitas a Oslo, donde se honra la memoria de los judíos noruegos deportados a la Alemania nazi. Es una actividad invaluable que deja una huella duradera en quienes participan.
Estamos convencidos de que quien sigue las huellas de las víctimas, quien presencia con sus propios ojos los lugares de los asesinatos masivos y escucha las historias, se vuelve menos receptivo al antisemitismo.
Por eso, ahora aumentamos el apoyo temporal para los viajes de recuerdo a ocho millones de coronas este año. Al mismo tiempo, hacemos este apoyo permanente. El antisemitismo también se extiende en las escuelas suecas
Esto es especialmente necesario ahora, cuando vemos un aumento de la ola de antisemitismo en nuestro país. Lamentablemente, el antisemitismo no es algo nuevo en Suecia. Los neonazis, la izquierda radical e islamistas intolerantes han amenazado a los judíos durante mucho tiempo.
Ahora, la propaganda de odio aumenta, propagada por personas con raíces en Medio Oriente. La crítica hacia Israel se mezcla con odio hacia los judíos como grupo. Las denuncias de crímenes de odio con motivos antisemitas casi se quintuplicaron durante el otoño de 2023, tras el abominable ataque terrorista de Hamás.
El antisemitismo también se extiende en las escuelas suecas. Poder hablar claramente tanto sobre el Holocausto como sobre el antisemitismo moderno debería ser algo evidente en cada aula. Pero hoy no es así.
Nos encontramos con maestros que cuentan problemas al abordar temas de antisemitismo en sus lecciones. Donde el antisemitismo, en lugar de ser cuestionado, se relativiza o se encuentra con silencio. Esta tendencia no la podemos aceptar.
Los maestros de Suecia necesitan apoyo para enfrentar el antisemitismo y para atreverse y tener la fuerza de abordar estos temas con sus alumnos.
Por ello, invertimos tanto en la formación continua de los maestros como en asegurar que haya material educativo en el que puedan apoyarse.
El Foro para la Historia Viva desempeña aquí un papel importante, especialmente ahora que comienza a revitalizar el mensaje del libro “Sobre esto deben contar”. Del mismo modo, la historia se hace accesible y se mantiene viva en el Museo Sueco del Holocausto.
Queremos expresar nuestro agradecimiento a las asociaciones y grupos de narradores compuestos por hijos, nietos y ahora también bisnietos de sobrevivientes del Holocausto que continúan transmitiendo las historias de sus familias.
Muchos de quienes sobrevivieron a los campos de concentración y exterminio nazis han hecho contribuciones invaluables para preservar la memoria del Holocausto. Los sobrevivientes han enfrentado sus propios traumas y comparten sus historias a través de libros, conferencias, documentales y encuentros personales.
La historia está preservada en humanidad, emoción, calidez y lágrimas. Pero cuando los niños que ahora nacen comiencen la escuela, probablemente será demasiado tarde para que puedan conocer personalmente a un sobreviviente del Holocausto en una visita escolar.
Estamos decididos a que el recuerdo del Holocausto se conserve incluso después de los últimos sobrevivientes. Las generaciones futuras deben ser recordadas sobre el antisemitismo y sus consecuencias.
“Nunca más” son palabras que deben traducirse en acciones concretas. Ningún judío sueco debería tener que temer por su propia seguridad.
“Son verdaderos mentirosos y sabuesos sanguinarios que no solo han pervertido y falsificado continuamente toda la Escritura con sus mendaces interpretaciones desde el principio hasta el presente. Los suspiros, anhelos y esperanzas más ardientes de su corazón están puestos en el día en que puedan tratarnos a nosotros, los gentiles, como trataron a los gentiles en Persia en la época de Ester. Oh, cuánto aman el libro de Ester, que está tan bellamente afinado a sus ansias sanguinarias, vengativas y asesinas. El sol nunca ha brillado sobre un pueblo más sediento de sangre y vengativo que ellos, quienes se imaginan que son el pueblo de Dios, comisionado y mandado a asesinar y matar a los gentiles. De hecho, lo más importante que esperan de su Mesías es que asesine y mate a todo el mundo con su espada. Nos trataron de esta manera a nosotros, los cristianos, desde el principio en todo el mundo. Todavía les gustaría hacer esto si tuvieran el poder, y con bastante frecuencia lo han intentado, por lo cual se han llevado severos castigos.”[1]
Este discurso cargado de odio no es el de un Goebbels, aunque podría serlo, ni tampoco el de un antisemita de izquierda, aunque también podría serlo. Las diatribas se deben a un escrito de Martín Lutero, “Sobre los judíos y sus mentiras” (Von den Juden und ihren Lügen) escrito en 1543. En este escrito, Lutero clamaba que las escuelas y sinagogas judías debían ser quemadas, que sus libros de oración debían ser destruidos, sus hogares incendiados y sus propiedades debían ser incendiadas. Según Lutero, no se debía mostrar compasión hacia ellos, y tratarlos como “gusanos”. “Tenemos la culpa de no matarlos”, decía sin rubor el padre del protestantismo, heredero del humanismo europeo: “Somos culpables de no matarlos. Más bien, les permitimos vivir libremente entre nosotros a pesar de todos sus asesinatos, maldiciones, blasfemias, mentiras y difamaciones; protegemos y defendemos sus sinagogas, casas, vidas y propiedades. De esta manera, los hacemos perezosos y confiados, y los animamos a despojarnos descaradamente de nuestro dinero y bienes, así como a burlarse y mofarse de nosotros, con la intención de finalmente vencernos, matarnos a todos por tan gran pecado y robarnos todas nuestras propiedades (como lo rezan y esperan a diario). Ahora dime, ¿acaso no tienen todas las razones para ser enemigos de nosotros, los malditos Goyim, para maldecirnos y esforzarse por nuestra completa, total y eterna ruina?”[2] Buena parte de razonamiento rabioso de este texto lo volvemos a encontrar en los discursos de los antisemitas de nuestro tiempo: “No podrían haber disfrutado de tan buenos tiempos en Jerusalén bajo David y Salomón con sus propias posesiones como ahora lo hacen con las nuestras, las cuales roban y saquean diariamente. Y aun así se lamentan de que los hemos tomado cautivos. De hecho, los hemos capturado y los mantenemos en cautiverio, tal como yo mantengo cautiva mi piedra biliar, mi tumor sangrante y todas las demás dolencias y desgracias que tengo que atender y cuidar con dinero, bienes y todo lo que poseo. Ay, desearía que estuvieran en Jerusalén con los judíos y con quienes más quisieran tener allí.”[3]
No trato con estas citas demostrar que Lutero era un protonazi, pero debemos considerar que el antisemitismo cristiano sentó las bases sociales y culturales del antisemitismo moderno, aunque este último difiere al estar basado en nociones pseudocientíficas de raza. Los nazis encarcelaron y mataron a judíos que se habían convertido al cristianismo: Lutero los habría acogido, porque todo este tratado contra los judíos, se apoya en textos bíblicos para tratar de convencer y convertir a los judíos alemanes a la nueva versión del cristianismo que él predicaba. En realidad, el humanismo y la reforma significaron un mayor interés por leer la Biblia en sus idiomas originales. Las universidades protestantes, influidas por Lutero, incluyeron el hebreo en sus programas de estudios teológicos.
En mi paseo, esta mañana gris, diviso en la distancia la estatua de Linneo, estudiante en Lund, al principio de su brillante carrera, conocido como uno de los fundadores de la taxonomía biológica moderna. En su obra Systema Naturae[4], clasificó a los seres humanos en diferentes «variantes» según el continente, atribuyéndoles características estereotípicas. Dividió a los seres humanos en grupos como Homo sapiens europaeus «inteligentes y activos» y Homo sapiens afer «perezosos e impulsivos». Sin duda sentó las bases para que “pensadores” posteriores utilizaran su categorización para justificar ideas de superioridad racial, necesario en un tiempo en que los europeos se enriquecían con el trabajo de los esclavos.
Uno de estos “pensadores” fue Johann Friedrich Blumenbach, un antropólogo alemán, considerado uno de los fundadores de la antropología física, que Introdujo el término «caucásico» para describir a las personas de la región del Cáucaso, a quienes consideraba «las más hermosas» y el origen de la humanidad. Dividió a la humanidad en cinco «razas»: caucásica, mongólica, etíope, americana y malaya y su trabajo contribuyó a la propagación de la idea de una «raza blanca superior».[5]
El diplomático francés Arthur de Gobineau, considerado uno de los primeros en desarrollar una teoría basada en la jerarquía racial, afirmó en su obra “l’inégalité des races humaines” [6]que las civilizaciones colapsaban cuando se mezclaban diferentes «razas». Sus ideas sobre «la superioridad de la raza aria» se convirtieron en un fundamento importante para el racismo moderno e inspiraron, entre otros a Adolf Hitler y Alfred Rosenberg.
Con Herbert Spencer, un factótum británico, popularizó el «darwinismo social»[7], aplicando la teoría de la evolución de Darwin a las sociedades humanas. Spencer acuñó el término «supervivencia del más apto» y sostuvo que ciertos grupos eran «más desarrollados» que otros. Sus teorías se usaron en su tiempo para justificar la colonización, el imperialismo y las jerarquías raciales y siguen vigentes entre los supremacistas blancos. Sin embargo, Spencer quería que el ser humano y la sociedad se desarrollaran de manera espontánea y libre. Spencer era un firme opositor de la guerra y el colonialismo e intentó, entre otras cosas, organizar una Liga Antiagresión contra el imperialismo británico. Spencer se opuso enérgicamente al nacionalismo y al militarismo, sosteniendo que estos representaban una «rebarbarización» después de una breve época dorada de paz y libre comercio en Europa. ¿Quizás una buena lectura a recomendar para Trump?
Uno de los teóricos de cabecera de Adolf Hitler, a quien conoció personalmente en el Festival de Bayreuth, era Houston Stewart Chamberlain, anglo-alemán, casado con la hija menor de Wagner, que escribió “Die Grundlagen des neunzehnten Jahrhunderts”[8] donde desarrolló la teoría sobre la superioridad de la raza germana y la necesidad de organizar un antisemitismo a ultranza. Junto con Rosenberg, Chamberlain llegó a proclamar la procedencia germana del propio Jesús, aunque, según Chamberlain, “la corrupción de la sangre y la influencia desmoralizadora del judeocristianismo” eran las causas principales de los problemas de Alemania, ideas que venían como anillo al dedo a un movimiento que se formaba con un claro enemigo, el pueblo judío.
Francis Galton, es considerado como el fundador de la eugenesia, la idea de mejorar la humanidad a través de la «higiene racial». La eugenesia fue la base para las leyes raciales y la esterilización forzada en varios países, incluyendo Suecia, donde se fundo un instituto de investigación en 1922 por Herman Lundborg en la ciudad universitaria de Uppsala. Fue uno de los primeros institutos en dedicarse a la biología racial, un campo que estaba estrechamente vinculado con la eugenesia y el estudio de la «superioridad» y «inferioridad» de las razas. El instituto tenía como objetivo investigar y promover la salud y mejora de la «raza sueca» mediante el estudio y la documentación de características relacionadas con la raza en la población. Lundborg y otros investigadores del instituto utilizaron métodos que en su época eran considerados científicos (medir cráneos, por ejemplo) pero que ahora se consideran pseudocientíficos y racistas. La investigación tenía una fuerte conexión con las ideas de eugenesia de Galton y la biología racial que más tarde inspiraron, entre otras cosas, las leyes raciales alemanas y la esterilización forzada en Alemania y Suecia.
Las leyes raciales de los Estados Unidos de los años 20 se inspiraron en este supuesto científico. Los políticos estadounidenses querían evitar la inmigración desde el sur y el este de Europa y promoverla desde el norte y el oeste de Europa, como Alemania, Suecia o Inglaterra. La estricta legislación sueca sobre inmigración y ciudadanía de 1927, pretendía proteger, sobre una base de higiene racial, la «rara y homogénea raza sueca». Es en este contexto que se debe comprender el racismo institucional generalizado y su aceptación por la mayoría de los ciudadanos de los países considerados “blancos”, los elegidos, a modo de “el pueblo elegido” en la versión bíblica, reservada a los judíos. Ya conocemos los resultados.
El racismo se basa en la idea de que existen grupos humanos, perfectamente diferenciados, con propiedades exclusivas y detectables, y que supuestamente se pueden jerarquizar en mejores y peores. A continuación, reproduzco el texto integro de la Declaración de la UNESCO de 1950[9] sobre la raza, redactada con la experiencia del Holocausto en fresca memoria:
“1. Los sabios están generalmente de acuerdo en reconocer que la humanidad es una y que todos los hombres pertenecen a la misma especie Horno sapiens. Además, se admite comúnmente que todos los hombres proceden del mismo tronco: las diferencias que existen entre los diversos grupos humanos se deben a factores evolutivos de diferenciación, tales como la modificación en la situación respectiva de las partículas materiales que determinan la herencia (genes), el cambio de estructura de estas mismas partículas, la hibridación y la selección natural. De este modo se han formado grupos más o menos estables y más o menos diferenciados que han sido clasificados de diversas formas con intenciones diferentes.
2. Desde el punto de vista biológico, la especie Horno sapiens se compone de un cierto número de grupos, que difieren entre sí por la frecuencia de uno o de varios genes particulares. Pero estos mismos genes, a los cuales debe imputarse las diferencias hereditarias que existen entre los hombres, son siempre en número reducido si se considera el conjunto de la constitución genética del hombre y la gran cantidad de genes comunes a todos los seres humanos, cualquiera que sea el grupo al que pertenezcan. En resumen, las semejanzas entre los hombres son mucho mayores que sus diferencias.
3. Una raza, biológicamente hablando, puede, pues, definirse como un grupo entre los que constituyen la especie Horno sapiens. Estos grupos son susceptibles de cruzamientos entre sí. Pero, a causa de los obstáculos que les han mantenido más o menos aislados en el pasado, ofrecen ciertas diferencias físicas que resultan de las particularidades de su historia biológica. Representan las variaciones de un mismo tema.
4. En resumen, la palabra “raza” designa un grupo o una población caracterizada por ciertas concentraciones, relativas en cuanto a la frecuencia y a la distribución de genes o de caracteres físicos que, en el transcurso del tiempo, aparecen, varían e incluso desaparecen con frecuencia bajo la influencia de factores geográficos o culturales que favorecen el aislamiento. Cada grupo percibe diferentemente las manifestaciones variables de estos caracteres en poblaciones distintas. Dado que nuestras observaciones están, en gran parte, afectadas por nuestros prejuicios, nos inclinamos a interpretar, arbitraria e inexactamente, toda variabilidad que se produce en un grupo dado como una diferencia fundamental que les separa de los demás de manera decisiva.
5. Tales son los hechos científicos. Por desgracia, en la mayor parte de los casos, el término “raza” no se emplea en el sentido que hemos definido. Mucha gente llama “raza” a todo grupo humano arbitrariamente designado como tal. Así ocurre que muchas colectividades nacionales, religiosas, geográficas o culturales, debido a la acepción tan amplia que se da a esta palabra, han sido consideradas como “razas”, siendo así que, evidentemente, los americanos no constituyen una raza, como tampoco lo son los franceses, los ingleses o los habitantes de cualquier otra nación: igualmente, ni los católicos, ni los protestantes, ni los musulmanes, ni los judíos representan razas: no puede definirse como grupos “raciales” a los pueblos que hablan inglés o cualquier otra lengua; los habitantes de Islandia, Inglaterra o de la India no forman una raza; tampoco podría considerarse como miembros de una raza particular a los individuos que participan en la cultura turca, china, o en cualquier otra cultura.
6. Los grupos nacionales, religiosos, geográficos, lingüísticos o culturales no tienen por qué coincidir necesariamente con los grupos raciales y los aspectos culturales de estos grupos no tienen ninguna relación genética demostrable con los caracteres propios de la raza. Los graves errores ocasionados por el empleo de la palabra “raza” en el lenguaje corriente hacen desear que se renuncie por completo a emplear este término cuando haya que aplicarlo a la especie humana y que se adopte la expresión “grupos étnicos”.
7. ¿Cuál es la opinión de los sabios con respecto a los grandes grupos de la especie humana que se reconocen actualmente? Las razas humanas han sido clasificadas -y lo son todavía- de distinto modo según los antropólogos, pero en la actualidad, la mayor parte de ellos están de acuerdo en dividir a casi toda la especie humana en tres grandes grupos, a saber: el grupo mongoloide; el grupo negroide; el grupo caucasoide. Sin embargo, los fenómenos biológicos que, hasta cierto punto, han sido cristalizados en esta clasificación tienen un carácter dinámico y no estático. Estos grupos no eran en otro tiempo lo que son actualmente y hay motivos para creer que cambiaran todavía en el futuro.
8. Con frecuencia se ha pretendido introducir subgrupos étnicos en esta clasificación. Se está muy lejos de llegar a un acuerdo sobre el número de estas subdivisiones y, de todos modos, la mayor parte de ellas no han sido estudiadas ni descritas.
9. Cualquiera que sea la clasificación que proponga un antropólogo, jamás puede hacer intervenir en ella los caracteres mentales. En la actualidad se admite generalmente que los tests psicológicos no permiten, por sí mismos, distinguir las aptitudes innatas, por una parte, y las influencias del ambiente, de la educación y de la enseñanza, por otra. Todas las veces que ha sido posible eliminar las diferencias debidas a las condiciones del ambiente físico y social, los tests han demostrado la semejanza fundamental de los caracteres intelectuales entre los diferentes grupos humanos. En otros términos, si el medio cultural da a los miembros de diferentes grupos étnicos iguales probabilidades para demostrar sus aptitudes, dichos grupos alcanzan, por término medio, resultados comparables. Las investigaciones científicas de los últimos años confirman, pues, las palabras de Confucio (551-478 a. J.C.): “La naturaleza de los hombres es idéntica; son sus costumbres las que los separan”.
10. Los datos científicos de que se dispone actualmente no corroboran la teoría según la cual las diferencias genéticas hereditarias constituirían un factor de importancia primordial en las causas de las diferencias que se manifiestan entre las culturas y los modos de obrar de la civilización de los diversos pueblos o grupos étnicos. Nos enseñan, por el contrario, que estas diferencias se explican, ante todo, por la historia cultural de cada grupo.
I. Los factores que han desempeñado un papel preponderante en la evolución intelectual del hombre son su facultad de aprender y su plasticidad. Esta doble aptitud es patrimonio de todos los seres humanos. Constituye, realmente, uno de los caracteres específicos del Horno sapiens.
ll. Jamás se ha podido demostrar de manera decisiva la existencia de formas innatas de temperamento entre grupos humanos. Es cierto, en cambio, que, cualquiera que sea la naturaleza, éstas son en gran parte atenuadas por las diferencias individuales y por las que provienen del ambiente.
12. Ni la personalidad ni el carácter proceden de la raza. En todos los grupos humanos, se encuentran tipos muy variados de personalidad y de carácter, y no hay ninguna razón para creer que algunos grupos humanos estén, a este respecto, mejor dotados que otros.
13. Todos los hechos que han podido reunirse referentes a los cruzamientos de razas comprueban que no han cesado de producirse desde los tiempos más remotos. A decir verdad, uno de los principales mecanismos de la formación, de la extinción, o de la fusión de razas es precisamente la hibridación entre “razas” o grupos étnicos. Además, jamás ha podido comprobarse que los cruzamientos de razas lleven consigo efectos biológicos nefastos. La teoría según la cual caracteres físicos y mentales desfavorables (falta de armonía física y degeneración mental) se manifestarían en los mestizos, jamás ha podido ser comprobada con hechos. No existe, pues, justificación “biológica” para prohibir el matrimonio entre individuos pertenecientes a grupos raciales diferentes.
14. Conviene distinguir entre la “raza” hecho biológico y el “mito de la raza”. En realidad, la “raza” no es tanto un fenómeno biológico como un mito social. Este mito ha originado un mal enorme en los aspectos social y moral; aún no hace mucho, ha costado innumerables vidas y causados sufrimientos incalculables. Impide el desarrollo normal de millones de seres humanos y priva a la civilización de la colaboración efectiva de espíritus creadores. No sería posible hacer prevalecer diferencias biológicas entre grupos étnicos para practicar el ostracismo o para tomar medidas colectivas. Lo esencial es la unidad de la humanidad, tanto desde el punto de vista biológico como desde el punto de vista social. Reconocer este hecho y conducirse en consecuencia es el deber de todo hombre moderno. Además, esto supone admitir simplemente lo que un célebre biólogo escribía en 1873: “A medida que la civilización humana se desarrolle y que las pequeñas tribus se reúnan en colectividades más vastas, el simple buen sentido hará comprender a cada individuo que sus instintos sociales y su buena voluntad deben extenderse a todos los miembros de la nación, incluso aunque le sean desconocidos personalmente. Una vez vencida esta etapa, tan sólo obstáculos artificiales impedirán al individuo obrar de buena voluntad con respecto a los hombres de todas las naciones y de todas las razas”. Así se expresó Charles Darwin, en The descent of man (2.a edición, 1875, pág. 187-188). En realidad, toda la historia de la humanidad prueba que el instinto de cooperación es no solamente una tendencia natural en el hombre, sino que tiene raíces más profundas que cualquiera otra tendencia ego- céntrica. Además, si fuera de otro modo, ¿cómo sería posible que siglos y milenios fueran testigos de este desarrollo de las comunidades humanas en el sentido de una integración y de una organización siempre mayores?
15. Examinemos ahora las incidencias de todas estas consideraciones sobre el problema de la igualdad entre los hombres. Hay que afirmar, primeramente, y del modo más categórico, que la igualdad, en cuanto a principio moral, no se basa en la tesis según la cual todos los seres humanos están igualmente dotados. Es evidente, en efecto, que en el seno de cualquier grupo étnico los in- dividuos difieren considerablemente entre sí por sus aptitudes. Sin embargo, se han exagerado los caracteres diferenciales entre grupos humanos y se han utilizado para negar el valor del principio ético de igualdad. Es por esto por lo que creemos útil exponer de manera formal lo que, científicamente, se ha establecido sobre la cuestión de las diferencias entre individuos y entre grupos: a) Los antropólogos no pueden establecer clasificación racial más que sobre caracteres puramente físicos y fisiológicos. 6) En el estado actual de nuestros conocimientos, el fundamento de la tesis según la cual los grupos humanos difieren unos de otros por rasgos psicológicamente innatos, ya se trate de la inteligencia o del temperamento, no ha sido probado todavía. Las investigaciones científicas revelan que el nivel de las aptitudes mentales es casi el mismo en todos los grupos étnicos. Los estudios históricos y sociológicos corroboran la opinión según la cual las diferencias genéticas no tienen importancia en la determinación de las diferencias sociales y culturales que existen entre diferentes grupos de Horno sapiens, y los cambios sociales y culturales en el seno de los diferentes grupos han sido, en conjunto, independientes de las modificaciones en su constitución hereditaria. Han podido comprobarse transformaciones sociales considerables que no coinciden con las alteraciones del tipo racial. Nada prueba que el mestizaje, por sí mismo, produzca malos resultados en el aspecto biológico. En el aspecto social, los resultados, buenos o malos, a los cuales conduce, se deben a factores de orden social. Todo individuo normal es capaz de participar de la vida en común, de comprender la naturaleza de los deberes recíprocos y de respetar las obligaciones y los compromisos mutuos. Las diferencias biológicas que existen entre los miembros de los diversos grupos étnicos no afectan en modo alguno a la organización política o social, a la vida moral o a las relaciones sociales. Finalmente, las investigaciones biológicas vienen a corroborar la ética de la fraternidad universal; porque el hombre es, por tendencia innata, un ser inclinado a la cooperación y, si este instinto no encuentra el modo de satisfacerse, individuos y naciones sufren igualmente sus consecuencias. El hombre es, por naturaleza, un ser social que no llega al pleno desarrollo de su personalidad más que por intercambios con sus semejantes. Todo intento de negar este lazo social entre los hombres es causa de desintegración. En este sentido resulta que todo hombre es guardián de su semejante. Cada ser humano no es más que una porción de la humanidad, a la cual está indisolublemente ligado.
Declaración redactada en la Sede de la Unesco en París, por los expertos cuyos nombres figuran a continuación:
Profesor Ernest Beaglehole (Nueva Zelandia)
Profesor Juan Comas (México)
Profesor L. A. Costa Pinto (Brasil)
Profesor E. Franklin Frazier (Estados Unidos de América)
Profesor Monis Ginsberg (Reino Unido)
Profesor Humayun Kabir (India) 28
Profesor Claude Lévi-Strauss (Francia)
Profesor M. F. Ashley Montagu (Estados Unidos de América)”
Imaginemos por un momento que en las escuelas de todo el mundo fuera esta lectura de uso obligatorio, al menos para los alumnos de bachillerato. Yo dejaría que la leyesen un día como el 27 de enero, para vacunarse de racismo. Porque, desgraciadamente, el racismo no es cosa exclusiva de los blancos, los llamados “caucáseos”, sino está muy bien representado en todas las etnias del mundo. Entre africanos, árabes contra subsaharianos, persas contra árabes, criollos contra indígenas, japoneses contra coreanos, chinos contra uigures etc. Decía mi amigo, Torsten Malmberg que siempre hay que contar con la territorialidad. En su libro sobre la territorialidad, titulado «Territorialidad, frentes de lucha y la política del espacio» (1983), aborda la cuestión de cómo el concepto de territorialidad, es decir, la manera en que los grupos humanos organizan, reclaman y defienden el espacio, influye en las dinámicas sociales, políticas y culturales. Torsten Malmberg examinaba cómo la territorialidad no solo se trata de la defensa de los límites geográficos, sino que está profundamente relacionada con los conflictos sociales, los procesos de integración y exclusión, así como con las estructuras de poder. Él analizaba cómo la noción de territorio había sido utilizada para establecer jerarquías, identidades colectivas, y luchas políticas, tanto en el contexto de las naciones como en grupos más pequeños o comunidades locales. Siempre tengo muy presente su análisis y echo mucho de menos nuestras conversaciones, sobre todo en un momento como el actual. Me pregunto ¿que diría Torsten sobre la política de Trump?
Enero es un mes gris y poco apacible por estas latitudes. Alguna campanilla de invierno (eranthis hyemalis) o algún galanto (Galanthus nivalis) que surgen entre la hojarasca, iluminan la escena gris al caminante. Siempre las busco, y solía fotografiar las primeras que veía para ponerlas en Facebook, pero ya no lo hago, por no cansar a mis amigos. En mi paseo de hoy, por el cementerio de Lund, encuentro algunas florecillas muy cerca del monumento a los refugiados fallecidos en 1945, los salvados del campo de concentración de Theresientadt, por los autobuses blancos de Folke Bernadotte.
En Suecia, el 27 de enero comenzó a celebrarse como día de conmemoración del Holocausto en 1999. Fue designado como un día nacional de recuerdo para honrar a las víctimas del Holocausto y reflexionar sobre las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial. Esta fecha coincide con la liberación del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau por el Ejército Rojo en 1945. La propuesta de establecer el 27 de enero como día de conmemoración del Holocausto en Suecia fue impulsada por el entonces primer ministro sueco, Göran Persson, en 1998. Esta iniciativa surgió después de que Persson visitara el campo de concentración de Auschwitz y se conmoviera profundamente por lo que allí presenció. Además, la propuesta estaba vinculada al lanzamiento de un proyecto educativo nacional llamado «Levande Historia» (Historia Viva), destinado a educar a las generaciones jóvenes sobre el Holocausto y combatir el antisemitismo y el racismo. Fue a partir de 1999 cuando Suecia comenzó oficialmente a conmemorar esta fecha como un día nacional de recuerdo. En el año 2005 la ONU la estableció como el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
Yo fui uno de los primeros que solicitó material gratuito para nuestro instituto y luché para declarar ese día como día temático, dedicado al Holocausto.[1] Debo decir que no fue fácil conseguirlo y que encontré mucho rechazo en parte del claustro. Desde el primer momento lo organicé de manera que todos los estudiantes recibiesen la información necesaria para que nunca cayesen en la trampa de los bulos negacionistas. Me di cuenta de que había mucha gente que se sentía indignada por la situación. No se hablaba en alto, no se declaraba abiertamente, pero se notaba en el aire que a muchos compañeros les molestaba mucho. Reunía yo a todos en el aula y ofrecía un programa que fuese a la vez informativo y respetuoso con las víctimas. Invitaba al principio a sobrevivientes, todos ya muy mayores, a que contasen sus experiencias, y manteníamos un minuto de silencio, durante el cual, los estudiantes, que habían recibido la información, por primera vez en sus vidas, se levantaban de sus asientos y, mostrando en sus rostros estupefactos, horror y empatía, mantenían un silencio absoluto. Al pasar junto a mí, distinguía en los ojos de muchos estudiantes, aflicción y hasta alguna sincera lágrima.
Yo sabía porque muchos de los profesores, la inmensa mayoría, se sentían molestos con esta celebración. Muchos pertenecían a las generaciones nacidas durante, o justo al fin de la segunda guerra mundial. Sus padres habían vivido de lleno la situación extraña de encontrarse en una especie de isla neutral rodeados por la ocupación nazi de Dinamarca, Noruega y Finlandia, esta última partícipe en la guerra del lado nazi. Desconcertados, muchos suecos veían en Alemania un ejemplo a seguir, culturalmente hermanados y profundamente dispuestos a aceptar muchas de las premisas nazis, concretamente, todas las referidas a la superioridad de la raza nórdica. No debemos olvidar que el primer «instituto de la raza» del mundo se fundó en Suecia, en la ciudad de Uppsala, en 1922. Este instituto se llamaba «Statens institut för rasbiologi» (Instituto Estatal de Biología Racial) y fue creado con el propósito de llevar a cabo investigaciones en el campo de la eugenesia, que era una disciplina pseudocientífica que buscaba «mejorar» la calidad genética de la población. El instituto fue dirigido inicialmente por Herman Lundborg, un médico defensor de la eugenesia, cuyas investigaciones se centraron en clasificar a las personas según rasgos físicos y raciales, especialmente con un enfoque en las poblaciones indígenas samis del norte de Suecia. Este trabajo contribuyó a políticas que promovían la esterilización forzada de miles de personas en Suecia, con el objetivo de prevenir la transmisión de «rasgos no deseados». Esterilizaciones que siguieron haciéndose hasta bien entrados los 70. El instituto cerró oficialmente en 1958, o más bien cambió de nombre, pero su legado representa un capítulo oscuro en la historia de Suecia y de la ciencia, al igual que otros movimientos eugenésicos que se desarrollaron en diferentes partes del mundo durante el siglo XX. Una normalización del racismo deja sin dudar huella en una sociedad por mucho tiempo.
Tras el rechazo al Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto se ocultaban muchas y distintas razones. Algunos creen que la conmemoración del Holocausto se ha politizado y se utiliza como una herramienta para promover ciertos intereses políticos, y ven el Día Internacional de Conmemoración como un medio para fortalecer la memoria selectiva y los discursos sobre la victimización, sin una reflexión más amplia sobre otros genocidios o atrocidades cometidas en el pasado y en la actualidad. Algunos rechazan el enfoque exclusivo en el Holocausto, porque consideran que reduce el reconocimiento de otras víctimas de genocidios y atrocidades. Para estos grupos, el establecimiento de un día internacional centrado en el Holocausto desvía la atención de otros genocidios, como los de Armenia, Ruanda o los crímenes cometidos por regímenes totalitarios en diversas partes del mundo. Así podían decirme “¿Por qué no tenemos también un día para Al-Nakba?” y yo les contestaba que la deportación de 700,000 palestinos, desplazados y forzados a abandonar sus hogares, convirtiéndose en refugiados, era también algo importante, pero que no era comparable con el Holocausto por muchas razones, como explique en mi anterior entrada.
Muchas críticas se centraban en que el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto era un intento de imponer una narrativa educativa sobre los horrores del Holocausto, sin fomentar un debate amplio y plural sobre el significado de la memoria histórica, la tolerancia, la diversidad y la lucha contra el racismo y la discriminación en el mundo moderno. Y a estos yo les contestaba que lo uno no quita lo otro. Que la memoria histórica y el uso de la historia como tal, deben ser centrales en la educación y se debe llevar a cabo, sobre todo, dentro de la propia asignatura de historia.
Algunos no querían saber, las fuentes fidedignas, los hechos consumados, los testimonios de las víctimas, les molestaban. Entre grupos de extrema derecha, negacionistas del Holocausto, se niega el reconocimiento de los hechos ocurridos durante el Holocausto. Estos grupos, que ya se estaban formando en 1999 e incluso mucho antes, suelen minimizar la magnitud del genocidio o incluso negar su existencia, y les lleva al rechazo de esta jornada conmemorativa. No debemos olvidar que los demócratas de Suecia (Sverigedemokraterna), que ahora tiene 73 de los 349 escaños en el parlamento sueco, con más del 20% de los votos, tiene sus orígenes en movimientos y asociaciones que defendían la supremacía racial, el nacionalismo y la xenofobia. Estos grupos fueron influenciados por el movimiento sueco de la Nueva Derecha y por ideologías de la extrema derecha europea. El partido se formó a partir de la Asociación de Suecos por la Raza y otros grupos con ideologías similares. Ya había profesores que tenían simpatías por este partido, no es que lo dijeran públicamente, pero traslucía en sus comentarios. A veces podía alguno leer el periódico o corregir exámenes en el aula, durante la conmemoración, demostrando así su rechazo.
No olvidemos que, en ciudades universitarias como Lund, hubo sectores de la población, especialmente dentro del mundo académico, que apoyaban el régimen de Adolf Hitler y la ideología nazi. En Lund, como en otras ciudades universitarias de Suecia, los jóvenes se veían atraídos por estas ideologías en el contexto de la crisis política mundial. Al finalizar la guerra, todos enterrarían el pasado, de una manera que recuerda como los franquistas se evaporaron al entrar la democracia, como si nunca hubieran levantado su mano con el saludo romano o hubiesen cantado el Cara al Sol. Pero, como en España ha surgido Vox de las cenizas del franquismo, los demócratas de Suecia han sabido emerger de aquel racismo y nazismo de los 30 y 40.
Sin ser nazi ni racista, hay mucha gente que decía al final de la guerra que no sabían nada sobre los campos de concentración, las atrocidades que allí se cometían o la persecución y muerte de tantos judíos, gitanos, etc. La cuestión es ¿cuánto sabían los políticos suecos y cuanto callaban los medios, sobre lo que estaba ocurriendo en Alemania y en los territorios ocupados?
Durante la Segunda Guerra Mundial, los medios suecos tenían conocimiento limitado sobre el alcance total del Holocausto, pero hubo informes sobre la persecución de los judíos y otros grupos durante los primeros años del conflicto. Informes que el gobierno sueco mantuvo en secreto y de los que pocos medios se hicieron eco. Por miedo a la censura. A medida que las tropas aliadas comenzaron a liberar algunos campos de concentración hacia el final de la guerra, refugiados y sobrevivientes que habían escapado de los territorios ocupados comenzaron a llegar a Suecia. Estos testigos presenciales proporcionaron información directa sobre los horrores del Holocausto. Las historias de los que habían logrado escapar ayudaron a difundir la verdad sobre la magnitud de la persecución y la exterminación.
En julio de 1944, el Ejército Rojo, junto con fuerzas polacas aliadas bajo el mando soviético, liberó el campo de exterminio de Majdanek en Lublin, Polonia. Uno de los campos utilizados por la Alemania nazi para matar personas a escala industrial, fue capturado antes de que las SS y las fuerzas alemanas pudieran destruir las cámaras de gas y otras pruebas de los crímenes de guerra. Aproximadamente 200 000 personas perdieron la vida en Majdanek, entre ellas 60 000 judíos. El 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo también liberó Auschwitz-Birkenau, el mayor sitio de exterminio. Para cuando las tropas soviéticas llegaron a Auschwitz, los nazis alemanes habían hecho todo lo posible para borrar las evidencias de sus crímenes, destruyendo las cámaras de gas con explosivos, pero unos 7500 sobrevivientes quedaron en el campo de concentración, cuando sus carceleros huyeron. Alrededor de 66 000 habían sido obligados a marchar en las llamadas «marchas de la muerte» hacia otros campos, que pronto estarían abarrotados, en el centro de Alemania. Se estima que, entre enero de 1942 y finales de 1944, alrededor de un millón de personas murieron en Auschwitz; aproximadamente el 90 % de ellas eran judíos, pero el campo también fue responsable del exterminio de minorías romanís y prisioneros de guerra de la Unión Soviética y otros países. En los meses siguientes, las fuerzas aliadas de EE. UU. y el Reino Unido liberaron campos de concentración en la parte occidental de Alemania, entre ellos Bergen-Belsen, donde la falta de alimentos y las condiciones insalubres provocaron muertes masivas poco antes y después de la liberación.
Con la liberación de los campos de concentración y exterminio, llegaron al mundo documentos escritos e imágenes de horror que conmocionaron a la humanidad. Desde entonces, los debates sobre la culpa, la moralidad y la responsabilidad han moldeado de diversas maneras la autocomprensión de diferentes países. Con el tiempo, Auschwitz se ha convertido en uno de los símbolos más prominentes del genocidio nazi contra los judíos y los gitanos, así como de la persecución y asesinato de homosexuales, prisioneros de guerra y otros considerados inferiores o indeseables.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se ha observado que la mayoría de los países europeos han luchado por determinar qué narrativas sobre sus propias historias deberían ser reconocidas como auténticas. Esto también es cierto para los países nórdicos. Los servicios de inteligencia suecos y el gobierno tenían noticia sobre el desarrollo de los acontecimientos y las persecuciones contra los judíos. La prensa comunista informó sobre ellas después de 1941, aunque la prensa dominante y convencional solo publicó pequeñas noticias escondidas en las últimas páginas de sus periódicos.
No obstante, sabemos que testimonios sobre la brutal persecución de judíos, romaníes y otras personas, que llevó al exterminio industrial, se difundieron tanto a través de canales diplomáticos como de reportajes en periódicos, especialmente en Estados Unidos y el Reino Unido. Sin embargo, ¿hasta qué punto llegó esta información a los ciudadanos suecos comunes? Suecia, una nación llamada neutral, adoptó una posición de espectador durante la Segunda Guerra Mundial. Se introdujo una regulación estatal de los medios para evitar el descontento de la Alemania nazi. La autocensura en relación con noticias de guerra e informes sobre la Alemania nazi era generalizada. Algunos periódicos fueron privados de distribución, y su información fue efectivamente censurada.
El destino de los judíos noruegos y daneses tuvo, un impacto dramático en la prensa sueca, cuando fueron conocidos. También se distingue una mayor franqueza respecto a la persecución a partir de 1943, cuando la suerte de Alemania en la guerra cambió. A medida que las tropas aliadas comenzaron a liberar algunos campos de concentración hacia el final de la guerra, refugiados y sobrevivientes que habían escapado de los territorios ocupados comenzaron a llegar a Suecia. Estos testigos presenciales proporcionaron información directa sobre los horrores del Holocausto. Las historias de los que habían logrado escapar ayudaron a difundir la verdad sobre la magnitud de la persecución y la exterminación.
Yo quería crear un ambiente de reconocimiento colectivo de unos hechos probados y denostados o negados por muchos. Quería transmitir, con ese acto, empatía hacia las víctimas y también un compromiso futuro a no dejarse llevar por discursos de odio hacia minorías, viniese ese discurso de quien viniese. Lo que ha ocurrido desde entonces no es solo que los sobrevivientes prácticamente ya no estén, lo que inevitablemente debilita el vínculo con la memoria viva, sino también que hemos visto el surgimiento de partidos y movimientos que no quieren recordar lo que sucedió, y mucho menos sacar lecciones de ello. Algunos incluso hablan el mismo tipo de lenguaje que el que una vez llevó a Hitler al poder.
Como, por ejemplo, Donald Trump, que puede decir acerca de un grupo señalado de personas que «envenenan la sangre de la nación». Eso es lo que Hitler dijo sobre los judíos, que ellos envenenaban la sangre de la nación alemana. Y no solo puede decirlo, sino que puede decirlo con más de la mitad de los votantes de Estados Unidos respaldándolo, aunque negara saber que Hitler había dicho esas mismas palabras. Quizás no sea una coincidencia que Donald Trump tuviera una colección de discursos de Hitler en su dormitorio. Y quizás no sea una coincidencia que también haya llamado a las personas «plagas», una de las palabras que la propaganda nazi usó para deshumanizar a los judíos y abrir el camino para su exclusión de la sociedad alemana. Y eventualmente para su exterminio. Trump se ha asociado abiertamente con personas y grupos neonazis y ha mostrado una y otra vez que la incitación al odio y la violencia contra los grupos señalados tiene eco en crecientes opiniones populares y que, nuevamente, se ha convertido en un camino hacia el éxito político y el poder.
Recordemos, por tanto, aunque solo sea por un día, lo que ocurrió durante el Holocausto, porque, en mi opinión, debemos aprender de la historia para que no se repita. En 1905, George Santayana publicó “The Life of Reason, or The Phases of Human Progress”.[2] El duodécimo capítulo titulado “Flux and Constancy In Human Nature” contenía el siguiente pasaje:
“El progreso, lejos de consistir en el cambio, depende de la retentiva. Cuando el cambio es absoluto, no queda ser alguno para mejorar y no se establece una dirección para una posible mejora: y cuando la experiencia no se retiene, como ocurre entre los salvajes, la infancia es perpetua. Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.
En la primera etapa de la vida, la mente es frívola y fácilmente distraída; no logra el progreso al fallar en la consecutividad y la persistencia. Esta es la condición de los niños y los bárbaros, en quienes el instinto no ha aprendido nada de la experiencia.”
El Holocausto es un ejemplo extremo de lo que puede ocurrir cuando el odio, la intolerancia y la deshumanización se normalizan en una sociedad. Conocer los hechos históricos y las causas que llevaron a este genocidio debería ayudar a las nuevas generaciones a identificar señales de alerta en su propio tiempo y a prevenir que situaciones similares vuelvan a ocurrir. Aprender sobre las víctimas del Holocausto, sus historias personales y las de comunidades destruidas debería permitir que los jóvenes desarrollen una comprensión más profunda del sufrimiento humano, y despertar la empatía y un mayor respeto por las personas de diferentes culturas, religiones y orígenes, creo yo. También creo que el antisemitismo, el racismo y la intolerancia, que siguen presentes en la sociedad, se combaten con información, concretamente con información del Holocausto. A medida que los testigos y sobrevivientes del Holocausto fallecen, es crucial que las nuevas generaciones asuman el deber de preservar su memoria. Si no se enseña esta historia, existe el riesgo de que los hechos sean olvidados o distorsionados por quienes buscan negarlos o minimizarlos.
Sigo mi camino y me detengo un instante delante de las tumbas de unos cuantos jóvenes sobrevivientes de los campos de concentración, que llegaron a Suecia con los autobuses blancos de Folke Bernadotte y que, a pesar de los esfuerzos de la sanidad sueca, fallecieron al poco tiempo de llegar, a consecuencia de los malos tratos recibidos en los campos nazis. Entre las sencilla lápidas, una campanilla de invierno, atrae mi mirada. En la fotografía de abajo, en la cruz de la izquierda, se puede leer: «Aquí descansa un refugiado desconocido muerto por el camino a la salvación desde un campo de concentración alemán 11/5 1945»
El próximo lunes, día 27 de enero, se cumplirán 80 años de la liberación por el Ejército Rojo soviético de Auschwitz-Birkenau, uno de los mayores campos de concentración y exterminio de la Alemania nazi, ubicado cerca de la ciudad de Oświęcim, en el sur de Polonia, entonces la provincia alemana de Alta Silesia. El mundo pudo presenciar lo que 12 años de régimen nazi habían generado en cuanto a violencia y horror. Eso que llamamos El Holocausto y que los judíos denominan Shoá (la catástrofe) es un aterrador ejemplo de lo que puede suceder si no mantenemos viva la discusión sobre la democracia y la igualdad de valor entre las personas, sin que la religión, la etnia o la lengua que hablemos, sirvan para separarnos, para estigmatizarnos, para condenarnos. “Imagine there’s no countries/It isn’t hard to do/Nothing to kill or die for/And no religion too” – así cantaba John Lennon, nacido en Liverpool un mes y dos días después de que las primeras bombas del Blitz comenzaran a caer sobre Londres; un niño de la guerra, cantando por la paz, que acabo sus días abatido a balazos a la puerta de su casa: “Imagine all the people living life in peace”.
Aproximadamente seis millones de judíos murieron en el Holocausto. También los romaníes y los polacos y rusos fueron víctimas de genocidio basado en concepciones racistas. Además, la Alemania nazi persiguió, encarceló y asesinó a miles de otras personas, por diferentes razones, según los criterios construidos por esta ideología asesina, entre ellas muchas con discapacidades y homosexuales.
Antes de seguir, quiero dejar claro que considero como una tragedia tremenda los que está aconteciendo en Gaza, pero en mi opinión, es algo completamente diferente de lo que ocurrió en Alemania y los territorios ocupados por los nazis, durante 12 años de su régimen. Partimos de la premisa que todas las vidas humanas son igual de valiosas. La afirmación de que todas las vidas humanas son igualmente valiosas se basa en principios de dignidad humana, igualdad moral, no discriminación, empatía y solidaridad. Todos los seres humanos merecen ser tratados con respeto y dignidad por el simple hecho de compartir la experiencia humana. Inocentes son los niños que mueren y todos los que la ira y el espíritu de venganza siega, familias aniquiladas con solo apretar un botón. Repudio y condeno todo tipo de violencia contra inocentes y por tanto estoy del lado de los que sufren. Pero, aun así, debemos prestar atención a la efeméride del 27 de enero, día mundial del Holocausto. Trataré de explicar por qué no podremos olvidar nunca lo que ocurrió en esos años, en el mismo corazón de la vieja Europa.
No conoce la historia nada parecido a lo que ocurrió durante el Holocausto, y no es que falten actos crueles y terribles, sangrientas matanzas, deportaciones y masacres, pero nada comparable al Holocausto debido a la magnitud de la violencia y la deshumanización sistemática que implicó, junto con las intenciones ideológicas detrás de estas acciones y las consecuencias profundas que tuvo, tanto para las víctimas como para el mundo en general. Comenzó con la aniquilación de alemanes considerados como “degenerados” por estar afectados por enfermedades degenerativas, niños y adultos con discapacidades mentales, entre las que se consideraba la epilepsia, discapacidades físicas, malformaciones de nacimiento o enfermos incurables. Muchos fueron asesinados mediante sobredosis de medicamentos, hambre forzada, inyecciones letales, o gas. La Aktion T4[1] fue la operación central bajo la cual se llevaron a cabo los asesinatos sistemáticos. El programa comenzó en 1939 y operó hasta 1941, cuando se paró oficialmente debido a la oposición pública, pero el exterminio continuó de manera encubierta en otras formas. El programa de eutanasia fue administrado por médicos y profesionales del sector de la salud. Se estima que entre 70 000 y 100 000 personas fueron asesinadas bajo el programa T4, aunque algunas estimaciones consideran que pudieron ser muchos más.
Los judíos, los romanís, los comunistas, socialistas, homosexuales y todo aquel que se consideraba prescindible, fueron vilmente señalados en una conferencia aparentemente burocrática, en una villa a las afueras de Berlín, en Wannsee, el 20 de enero de 1942. La conferencia fue convocada por Reinhard Heydrich, SS-Obergruppenführer y jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich, quien, con la fría autoridad de un arquitecto de la muerte, reunió a 14 altos jerarcas de varios departamentos del gobierno nazi, con el claro propósito de asegurar la colaboración de los líderes administrativos en la implementación de la “Solución Final” a la llamada «cuestión judía». En ese oscuro proyecto, los judíos de Europa, bajo el yugo de la ocupación alemana, serían deportados a los desolados territorios de Polonia, para luego ser exterminados en campos de concentración, cuya sola existencia reflejaba la monstruosidad de su destino. Por suerte para nosotros y desgracia para los negacionistas, tenemos los documentos originales de esa reunión, perfectamente conservados por meticulosos burócratas.[2]
A partir de esta conferencia, se comenzaron a hacer todas las diligencias necesarias para captar, reunir y exterminar al mayor número de “enemigos del pueblo” sin reparar en edad o sexo. Ancianos, jóvenes y niños fueron exterminados como si se tratase de una plaga de insectos. La palabra “aniquilación” (Vernichtung, en alemán) era la terminología que el propio Partido Nazi podía utilizar a veces para hablar del asesinato sistemático de los judíos de Europa, pero que ya estaba incluida en el programa del antiguo Partido Alemán de la Reforma Social en 1899, anterior a la fundación del propio partido nazi. Sin embargo, por lo general, el partido nazi utilizaba eufemismos que ocultaban la brutalidad de los actos, como «evacuación», «trato especial» (Sonderbehandlung) o «la cuestión judía», que es un término que también se utilizó en Europa durante siglos.
Los funcionarios alemanes pudieron identificar a los judíos que residían en Alemania a través de los registros normales creados por un estado moderno, y eso que no disponían de recursos digitales, como ahora. Utilizaron los registros del censo, las declaraciones de impuestos, las listas de miembros de las sinagogas, los registros parroquiales (para los judíos convertidos al cristianismo), los formularios de registro policial rutinarios y obligatorios, el interrogatorio de los familiares y la información proporcionada por los vecinos y los funcionarios municipales.
En el territorio ocupado por la Alemania nazi o sus socios del Eje, los judíos fueron identificados en gran medida a través de listas de miembros de la comunidad judía, documentos de identidad individuales, en los que se expresaba la confesión religiosa a la que pertenecían, documentos de censo y registros policiales capturados, además de redes de inteligencia locales compuestas por nazis autóctonos. Las leyes raciales de Alemania identificaban a un «judío» como cualquier persona con tres o más abuelos judíos, independientemente de su identidad o práctica religiosa. Las conversiones al cristianismo fueron declaradas ilegítimas desde dos generaciones atrás, formalizando e instituyendo las teorías raciales nazis. Desde la publicación de Las Leyes de Núremberg (Nürnberger Gesetze en alemán) se habían decidido las reglas que hacían que una persona alemana pasase a ser ciudadano de segunda y por tanto carente de valor. Las leyes determinaban que había Ciudadanos del Reich (en alemán: Reichsbürger), incluidos los ciudadanos de sangre alemana o considerados hermanados (en alemán Staatsangehörige deutschen oder artverwandten Blutes) y los simplemente Ciudadanos (en alemán Staatsangehörige), todos los otros ciudadanos no calificados para la ciudadanía del Reich.
A partir de ahí ya se había decidido la aniquilación de todos los que los nazis consideraban como “miembros extraños” de la nación alemana y se puso en marcha la máquina aniquiladora. El resultado, con más de seis millones de judíos, testigos de Jehová, romanís, comunistas, homosexuales etc. no llegó a doblarse o triplicarse por falta de tiempo, no de ganas. Era un plan concebido para, una vez por todas, deshacerse de todo aquel que se consideraba ajeno al pueblo alemán.
Los nazis no inventaron el antisemitismo, porque estaba grabado en los genes europeos, al menos, desde la edad media, influenciado en gran medida por la creencia cristiana de que el pueblo judío era colectivamente responsable de la muerte de Jesús a través de la llamada maldición de sangre de Poncio Pilato en los Evangelios. Las persecuciones contra los judíos fueron generalizadas durante las Cruzadas, a partir de 1095, cuando varias comunidades, especialmente en Francia y Renania, fueron masacradas por los cruzados en su camino a Palestina, que solían decir: “por qué ir a Tierra Santa a matar enemigos de la fe, cuando los tenemos en casa”. En muchas ocasiones, los judíos fueron acusados del asesinato ritual de niños cristianos en lo que se llamó libelos de sangre. El primer libelo de sangre conocido fue la historia de la muerte del aprendiz Guillermo de Norwich, cuyo asesinato provocó acusaciones de asesinato ritual y tortura por parte de los judíos locales francoparlantes. La peste negra que devastó Europa en el siglo XIV también dio lugar a una persecución generalizada. Ante la aterradora propagación de la plaga, los judíos sirvieron como chivos expiatorios y fueron acusados de envenenar los pozos. En España, comenzó un pogromo el 6 de junio de 1391 en Sevilla que se fue extendiendo por casi todos los reinos cristianos de la península ibérica, las coronas de Castilla y Aragón y el reino de Navarra. Hubo saqueos, incendios, matanzas y conversiones forzadas de judíos en las principales juderías de las ciudades. Las revueltas más graves fueron las iniciadas en Sevilla y las ocurridas en Córdoba, Toledo y otras ciudades castellanas.
Y es en España donde surge la idea de la “Limpieza de Sangre” con los estatutos de 1449 que fueron el mecanismo de discriminación legal en la Monarquía hispánica y el Reino de Portugal hacia la minoría judeoconversa, los llamados cristianos nuevos. Las reglas de limpieza de sangre consistían en exigir, al aspirante de ingresar en ciertas instituciones, el requisito de descender de padres que pudieran probar ser descendientes de cristiano viejo. En sectores eclesiásticos se criticaban los estatutos por el hecho de que presuponían que ni siquiera el bautismo lavaba los pecados de los individuos, algo completamente opuesto a la doctrina cristiana. Acabada de conquistar Granada, los Reyes Católicos firmaron la orden de expulsión de los judíos el 31 de marzo de 1492, que no es la primera de Europa, aunque la más conocida e importante por su volumen. Anteriores fueron las de Francia, Austria, Parma y Milán.
El antisemitismo existía por tanto mucho antes de que existiese el concepto en sí. Esta ideología es un conjunto de creencias e ideas de odio hacia los judíos y la religión judía, el judaísmo. Se basa en prejuicios antiguos y extendidos. Sin embargo, la palabra «antisemitismo» es mucho más reciente y se acuñó en alemán como «Antisemitismus» a finales del siglo XIX. El antisemitismo, como concepto y movimiento, fue una respuesta a la llamada cuestión judía, que a su vez fue precipitada por el notable ascenso económico, cultural y político de los judíos durante el siglo XIX y su entrada en la vida europea principal. Para algunos de los pueblos entre los que vivían, esta rápida acumulación de poder se percibía como ominosamente amenazadora. Acostumbrados a ver a los judíos como personas de poca monta, herejes, vendedores ambulantes y parásitos, ahora se enfrentaban a líderes políticos judíos, autoridades culturales, banqueros, capitanes de la industria, oficiales del ejército, profesores y jefes. Los judíos, que ya no eran forasteros impotentes, eran vistos como portadores de un poder adquirido subrepticiamente, por astucia y malas artes. Al ver sólo las dramáticas historias de éxito, este punto de vista ignoraba los miles de judíos aún empobrecidos que vivían en Europa del Este y en los barrios marginales de las ciudades de Europa central y occidental. Sin embargo, fue el miedo a lo que los judíos harían con su poder exagerado lo que animó los esfuerzos para desempoderarlos antes de que fuera demasiado tarde, primero en Alemania y luego en muchos otros países. Los cristianos conservadores, los demócratas descontentos, los desilusionados liberales, los nacionalistas, los críticos culturales, los académicos frustrados y los reformadores sociales visionarios actuaron contra el enemigo judío de diversas maneras. Algunos, aunque ciertamente no todos, estaban convencidos de que un movimiento de masas organizado sobre la base del odio a los judíos era la mejor manera de proceder, asumiendo, probablemente correctamente, que la gran mayoría de sus compatriotas albergaban algún grado de resentimiento, sospecha o desdén por los judíos. Hoy llamaríamos a esto simplemente racismo.
Cuando Hitler llegó al poder, apoyado por esas masas antisemitas, entre otros, llevaba consigo una ideología que combinaba el antisemitismo tradicional alemán y austriaco con una doctrina racial intelectualizada basada en una mezcla de fragmentos de darwinismo social y las ideas, mal digeridas, de Friedrich Nietzsche, Arthur Schopenhauer, Richard Wagner, Houston Stewart Chamberlain, Arthur de Gobineau y Alfred Rosenberg, así como, en muchos sentidos, Hitler personificó «la fuerza de la personalidad en la vida política», tal como la describió Friedrich Meinecke en “Staat und Persönlichkeit” (1933), para hacer valer el Führerprinzip (principio del líder), que abogaba por la obediencia absoluta de todos los subordinados a sus superiores. En consecuencia, Hitler se veía a sí mismo en la cima, tanto del partido como del gobierno, en esta estructura.
Las fuerzas paramilitares de las SS, dirigidas por Heinrich Himmler, desempeñaron un papel central en la realización de la «Solución Final», el plan que como sabemos tenía como fin asesinar a los judíos de Europa. Pero las SS no trabajaron solas. Contaron con la ayuda de otras instituciones y profesionales alemanes, individuos que facilitaron el genocidio dentro de la Wehrmacht (las fuerzas armadas alemanas), el banco central alemán, Médicos alemanes y otros profesionales de la salud e industriales alemanes y empresas industriales privadas, como I.G. Farben y Krupp, entre otras. Si bien gran parte de la matanza real de judíos durante el Holocausto ocurrió en campos de exterminio en la Polonia ocupada, la persecución de los judíos, su encarcelamiento en guetos y su deportación de sus hogares tuvo lugar a la vista de sus vecinos no judíos en ciudades y pueblos de toda Europa. En Europa Occidental, los regímenes nacionales ayudaron a identificar y detener a los judíos; en Europa oriental, las poblaciones civiles a menudo participaban en la matanza misma, muy especialmente en los países Bálticos.
La conmemoración de este día de luto, el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, declarado por las Naciones Unidas en 2005, debe servir para que recordemos que el 27 de enero debemos reflexionar sobre los desafíos que persisten, como el aumento del antisemitismo, la xenofobia y el negacionismo histórico. Aprender del Holocausto no solo es un acto de memoria, sino una responsabilidad para garantizar que nunca más se cometan crímenes similares. Y pienso que algo estamos haciendo mal, cuando los jóvenes no conocen las causas de la tragedia. Debemos profundizar en el proceso histórico que llevó a Hitler al poder. Debemos explicar los fallos en las democracias de los años 30, la crisis económica, los mecanismos empleados por los partidos populistas, los trucos, que son los mismos que hoy se emplean. Solo así podremos vacunar a las generaciones que vienen para que nunca vuelva a ocurrir. Mientras tanto, fortalezcamos nuestras democracias, busquemos los fallos que hay que reparar.
Hoy todo el mundo habla de Trump con temor, al menos los que se consideran demócratas y defensores de los derechos internacionales y humanos. Usando la historia como, podemos constatar muchas similitudes entre lo que ocurrió hace cien años y lo que está ocurriendo ahora. No creo en el determinismo, ni tampoco en que la historia se repite, pero creo que respondemos a los estímulos políticos y económicos de forma muy parecida. Sentimos rencor ante las derrotas, nos duele que nuestra economía se arruine, mientras otros viven en opulencia. Queremos creer en los que nos prometen la Luna, sentimos orgullo cuando alguien nos halaga y nos dice que somos los mejores y merecemos más. Desconfiamos de los que no conocemos, porque el instinto de la conservación nos hace proteger los nuestro. Expliquemos, pues en las escuelas e institutos los que pasó. Empecemos por contar el relato de lo que ocurrió tras la primera guerra mundial.
El Tratado de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial, impuso condiciones humillantes a Alemania, que perdió territorios como Alsacia-Lorena, además de sus colonias en África y Asia. También se le impusieron enormes indemnizaciones que devastaron la economía alemana. Alemania tuvo que aceptar la culpa exclusiva del conflicto, y esto causó un profundo resentimiento nacional. El ejército alemán fue limitado a 100 000 soldados, para gran humillación de los militares y nacionalistas. Estos términos alimentaron un sentimiento de injusticia entre los alemanes, que Hitler y los nazis explotaron hábilmente en su propaganda, prometiendo revocar el tratado. ¡Cuidado, eh, que tenemos hoy una guerra en Europa que no debe acabar con resentimientos, o estaremos condenados a repetirla!
Durante los primeros años de la República de Weimar, Alemania experimentó una hiperinflación devastadora. El valor del marco alemán colapsó, y los ahorros de la clase media fueron destruidos, generando desconfianza en el sistema democrático. El colapso de la Bolsa de Nueva York tuvo un impacto global, y Alemania, dependiente de préstamos estadounidenses bajo el Plan Dawes, fue duramente golpeada. El desempleo masivo que alcanzó alrededor de 6 millones (de cabezas de familia) en 1932, y el empobrecimiento crearon un terreno fértil para los mensajes radicales de Hitler, quien prometía estabilidad económica y empleo. En 1933, el partido nazi obtuvo 17,2 millones de votos, el 43,9%.
Hitler llegó al poder en una república donde el sistema parlamentario había llevado a una fragmentación política, con frecuentes cambios de gobierno y dificultad para tomar decisiones. Grupos de extrema izquierda y extrema derecha intentaban continuamente desestabilizar la república. Muchos alemanes, especialmente los conservadores y los militares, nunca aceptaron la democracia como sistema legítimo, asociándola con la derrota en la guerra.
Debemos considerar que el partido nazi, bajo el liderazgo de Hitler, utilizó una propaganda sofisticada para ganar apoyo. Hitler prometió restaurar el orgullo alemán, crear empleo y acabar con las injusticias del Tratado de Versalles. Los nazis culparon a los judíos, los comunistas, y otras minorías de los problemas de Alemania, ofreciendo un par de chivos expiatorios para canalizar la frustración popular, el consabido “enemigo común”. Presentaron a los comunistas como una amenaza inminente, ganándose el apoyo de la clase media, empresarios y aristócratas.
Hitler era un orador poderoso y carismático que conectaba con los sentimientos de frustración y esperanza del pueblo alemán. Se presentaba como un «salvador» de la nación, prometiendo unidad y grandeza en un momento de caos e incertidumbre. Muchas élites industriales, militares y conservadoras apoyaron a Hitler, creyendo que podrían controlarlo y usar su popularidad para frenar la amenaza comunista y restaurar el orden.
La ideología nazi se basaba en la creencia en la superioridad de la «raza aria» y la necesidad de purificar Alemania de elementos «indeseables». Hitler apeló al deseo de restaurar la grandeza del Imperio Alemán y la idea de «Lebensraum» (espacio vital), justificando la expansión territorial. Una vez nombrado canciller en enero de 1933, Hitler rápidamente consolidó el poder mediante tácticas legales e ilegales, aprovechando el incendio del Reichstag en febrero de 1933 para culpar a los comunistas y justificar la represión de la oposición. Con la llamada Ley Habilitante en marzo de 1933 Hitler se hizo con poderes dictatoriales y elimino el parlamento, que podía haber servido como contrapeso. Gradualmente, fue eliminando a los partidos políticos y sindicatos, estableciendo un estado unipartidista bajo el control nazi. Cualquier parecido con la situación actual es pura coincidencia.
Voy paseando y no dejo de pensar en el efecto Trump. Si miramos a nuestro alrededor, encontramos, al mismo Trump, este hombre fruto de la paz, nacido al año siguiente del final de la segunda guerra mundial, nieto de un emigrante alemán e hijo de un hombre que se hacia pasar por sueco, por si acaso. Curiosamente, el mismo Trump mantuvo mucho tiempo la ilusión de ser descendiente de suecos. Sin duda sabe hacerse el sueco.
Alrededor, como satélites por todo el planeta, pululan los líderes de la extrema derecha. Empezando por las damas: Marine Le Pen, Reagrupamiento Nacional, antes Frente Nacional, Tiene opciones para ser la próxima presidenta de Francia. Giorgia Meloni, de los Hermanos de Italia, está ya en el poder, más Matteo Salvini con su Liga, antes Liga Norte. Viktor Orbán con el Fidesz – Unión Cívica Húngara, asociado con la extrema derecha, tiene ya el poder en su país. Jarosław Kaczyński con su partido Ley y Justicia, a tenido el poder y tiene aún un gran apoyo en la sociedad polaca. Tino Chrupalla y Alice Weidel en Alemania con Alternativa para Alemania, pueden dar la sorpresa en las próximas elecciones y eso sería verdaderamente sonado. Menos sorprendente es que en Austria gane el poder Herbert Kickl con su Partido de la Libertad de Austria o que Geert Wilders con su Partido por la Libertad, y Thierry Baudet, con el Foro para la Democracia, tengan la iniciativa en un país dividido. En Grecia Ilias Kasidiaris, que fue miembro del ahora ilegalizado partido neonazi Amanecer Dorado esta ahora a la cabeza del movimiento Solución Griega. Riikka Purra con el Partido de los Verdaderos Finlandeses, tiene un peso importante en el gobierno del país nórdico. El Trump europeo, Nigel Farage lideró el UK Independence Party (UKIP) y luego el Brexit Party y ahora le hace sombra a los tories, disputándoles la derecha de la política británica. Aquí en Suecia, tenemos a Jimmie Åkesson con su partido Demócratas de Suecia, lo suficientemente poderoso como para decidir desde la sombra, la política sueca, sin estar en el gobierno por la oposición de mi propio partido, los liberales, pero condicionando mucho la política a seguir, ya que el gobierno precisa de sus votos. Los demócratas de Suecia son lo que es Junts para Sánchez en España. Finalmente, uno de los invitados a la instalación de Trump, fue Santiago Abascal, líder de Vox y posible bisagra en España, si la actual coalición que gobierna en España se rompiese o si en las próximas elecciones, los votantes decidiesen en mayor medida que en las últimas, votar a la derecha.
No está solo Trump, como vemos, y si sumamos otro de los asistentes a su instalación como Javier Milei con su partido de La Libertad Avanza, que se autodenomina libertario, pero que en muchas de sus posturas y retórica tienen afinidades con la extrema derecha, como su rechazo al feminismo, el ambientalismo y su posición anti estatista radical. El argentino va acompañado de muchos otros políticos sudamericanos como los Bolsonaro (padre e hijo) en Brasil, Detrás de esos líderes hay una gran porción de los votantes que están dispuestos a darles su voto. En cifras redondas, el apoyo a partidos de extrema derecha o ultraconservadores oscila entre el 10% y el 25% en muchos países de Europa, lo que representa un aumento considerable en comparación con décadas anteriores. Los analistas consideran por lo general que los factores que han propulsado esta situación deben buscarse en la crisis migratoria, la desconfianza en la Unión Europea, el aumento del populismo y el descontento con las élites tradicionales. Sí, me parece lógico, pero yo buscaría un poco más profundo; bajaría hasta la educación. Todo empieza en la escuela, lo sabemos de sobra.
Como sabéis, a mi me gusta usar metáforas y lo pienso hacer ahora, en este intento de análisis de lo que está pasando a nuestro alrededor. Yo me baso simplemente en los datos de los que dispongo, sobre cómo votarían los alumnos de noveno grado (15-16 años) y los de bachiller (16-19 años). Aquí en Suecia, hacemos elecciones de prueba que son elecciones que siguen el modelo de las auténticas elecciones. Se hacen periódicamente, siguiendo las elecciones generales y europeas. Si miramos a las últimas elecciones al Parlamento Europeo en 2024 podemos ver un cambio relevante en la intención de voto respecto a las elecciones de 2019. Hace cinco años participaron 65 000 alumnos y los tres partidos más votados fueron los moderados 19,3%, el partido verde 16,1% y los socialdemócratas 15,2%. Los demócratas de Suecia quedaron en cuarto lugar con el 12,6% de los votos.
En comparación, en las elecciones escolares de 2024, el partido más votado entre los jóvenes fue el de los demócratas de Suecia con 24,48% de los votos, seguido de los moderados con 23% y, en tercer lugar, los socialdemócratas con 18,47%. Y si se quiere ver la tendencia aún más clara, basta con constatar que si se comparan los alumnos de secundaria con los de bachillerato, se observa que los mismos tres partidos están arriba, pero en el bachillerato los Moderados son el partido más votado con el 25,17 % de los votos, mientras que en secundaria los Demócratas de Suecia son el partido más grande con el 32,65 % de los votos. ¿Qué está pasando? Pues, simplemente, que para aquellos que cursan séptimo y noveno grado de secundaria, los Demócratas de Suecia han estado presentes y han sido grandes desde que tienen una noción sobre política. Es menos dramático para ellos votar por los Demócratas de Suecia, se han normalizado.
Y, ¿cómo puede ser que estos jóvenes que han crecido en la escuela sueca cuyos planes de estudio puntualizan el deber de la escuela de formar las futuras generaciones en valores esencialmente democráticos y humanistas, voten a partidos que niegan la igualdad entre los géneros y el valor universal de los derechos humanos, y que además niegan que el cambio climático se deba a la acción de los humanos? Porque, se puede leer bien claro, cuales son las intenciones respecto a la escuela en la legislación sueca:
“El sistema educativo se fundamenta en los principios de la democracia. La Ley de Educación (2010:800) establece que la educación dentro del sistema escolar tiene como propósito que los alumnos adquieran y desarrollen conocimientos y valores. Debe fomentar el desarrollo y el aprendizaje de todos los estudiantes, así como un deseo de aprender durante toda la vida. La educación debe transmitir y arraigar el respeto por los derechos humanos y los valores democráticos fundamentales sobre los que se asienta la sociedad sueca. Cada persona que actúe dentro de la escuela también debe promover el respeto por la dignidad intrínseca de cada individuo y el respeto por nuestro entorno común.
La inviolabilidad de la vida humana, la libertad e integridad del individuo, la igualdad de valor de todas las personas, la igualdad entre mujeres y hombres, así como la solidaridad entre las personas, son los valores que la escuela debe representar y transmitir. De acuerdo con la ética heredada de la tradición cristiana y el humanismo occidental, esto se realiza mediante la formación del individuo en el sentido de la justicia, la generosidad, la tolerancia y la responsabilidad. La enseñanza en la escuela debe ser no confesional.”
Entonces, ¿cómo explicamos la tendencia a votar o apoyar a partidos de extrema derecha? Aquí voy a meter yo mi metáfora, me explico: cuando salimos a correr, o antes de efectuar un ejercicio corporal exigente, muchos de nosotros, solemos estirar, como se suele decir. Estiramos los músculos, porque hemos aprendido en alguna parte que eso es bueno para hacer buenas prestaciones y evitar lesiones. Cuando estiramos sentimos que el músculo reacciona tirando a su vez en sentido contrario, sin ceder. Lo que ocurre es que el cuerpo tiene un mecanismo de defensa llamado reflejo miotático. Cuando un músculo se estira rápidamente, los receptores sensoriales llamados husos musculares detectan el estiramiento y envían señales al sistema nervioso para contraer el músculo. Esto ocurre para proteger el músculo de un posible daño por sobreestiramiento. Los músculos se resisten, por tanto, a ese estiramiento, que nosotros queremos hacer pero que sin haberlos preparado adecuadamente puede provocar contracciones porque el cuerpo no está listo para el movimiento. Hay que calentar los músculos antes, prepararlos adecuadamente, sino se romperán.
Esto es lo que ha pasado con las generaciones jóvenes, que hemos querido tirar de ellos en el buen sentido, hacia mayor humanismo y mayor respeto y tolerancia y ellos han tirado con toda fuerza, al contrario. Creo que hemos olvidado algo muy importante: que antes de estirar hay que calentar. Y, ¿cómo se “calientan” los jóvenes? Si los músculos se calientan caminando o corriendo para estar preparados para estirar, los jóvenes se preparan para la escuela en sus hogares. En los hogares se aprenden las primeras nociones de sociabilidad, se aprende a ser un individuo y a vivir en sociedad. Lo que se escucha en la mesa del comedor es lo que verdaderamente marca al individuo, que, al llegar a la escuela, ya está medianamente formado. Cuando las ideas que se imparten en la escuela difieren mucho de lo que se oye en casa, es difícil que esas ideas de la escuela, por muy bien intencionadas que sean, echen raíces en los jóvenes.
Quizás la educación ha querido avanzar más rápido de lo que mucho del os jóvenes podían asimilar, diferenciándose tanto, la perspectiva oficial, del sentimiento de justicia reinante en muchos hogares. Si miramos atrás, dos, tres o cuatro generaciones, podemos ver que la socialdemocracia, el partido largamente hegemónico en Suecia, tenía un espectro ideológico muy ancho. Cabían, además del obrerismo, un nacionalismo, rayano en el chauvinismo y una heterosexualidad normativa. Con el tiempo, la socialdemocracia ha ido evolucionando hasta convertirse en un partido comprometido con la inmigración, la igualdad de género y la internacionalización, lo que ha hecho que, la parte más conservadora y tradicional de sus votantes, abandonen el partido.
Para empezar, la política migratoria ha sido uno de los temas más polarizadores en Suecia. Los Demócratas de Suecia han basado gran parte de su narrativa en una crítica hacia las políticas migratorias abiertas promovidas por los socialdemócratas y otros partidos tradicionales. Muchos votantes perciben que la llegada de inmigrantes ha generado problemas de integración, como desempleo, tensiones culturales y aumento de la delincuencia. Los Demócratas de Suecia han sabido canalizar estas inquietudes, presentándose como un partido que promete «orden» y «seguridad», las palabras de moda.
2. Desindustrialización y pérdida de empleos en áreas rurales
En las regiones tradicionalmente industriales o rurales, donde los socialdemócratas solían ser fuertes, la globalización, el cierre de fábricas y la automatización han generado un sentimiento de abandono. Los Demócratas de Suecia han logrado conectar con estas comunidades al hablar de proteger los empleos locales, oponerse a tratados comerciales que perjudican a los trabajadores suecos y criticar a las élites urbanas.
Muchos votantes consideran que el Partido Socialdemócrata se ha distanciado de sus raíces obreras y ha adoptado posturas más tecnocráticas o progresistas, alejándose de las preocupaciones cotidianas de la clase trabajadora, mientras que ellos (SD) se presentan como un partido «anti-establishment» que defiende los intereses del «pueblo común» frente a las élites políticas.
Una buena parte de la población siente que los valores tradicionales suecos están siendo amenazados por la multiculturalidad y los cambios sociales, contra lo que SD promueve una narrativa de «recuperar Suecia», apelando a un pasado idealizado que coincide con la percepción de votantes desilusionados.
Por último, está el papel de los medios de comunicación y plataformas de medios sociales. La creciente presencia de SD en los medios de comunicación, junto con una estrategia más moderada en su discurso oficial, ha contribuido a su normalización, y ha facilitado que votantes socialdemócratas tradicionales consideren a SD como una alternativa viable.En el pasado, hace diez o doce años, votar a SD era considerado inaceptable por sus raíces en movimientos ultranacionalistas. Sin embargo, con su consolidación como el segundo partido más grande de Suecia, este estigma ha disminuido. Si consideramos que los socialdemócratas obtuvieron cerca de 1.8 millones de votos en 2022 y que aproximadamente el 15-20% de los votantes actuales de SD provienen de ellos, esto significa que SD podría haber captado entre 200 000 y 300 000 votantes directamente de la base socialdemócrata. Aproximadamente, entre 130 000 a 200 000 votantes habrían cambiado de los Moderados a SD.
Yo me he concentrado en Suecia, porque es aquí donde puedo encontrar cifras con más facilidad, algo parecido ocurre en España, con Vox pues, según diversas encuestas y estudios de transferencia de votos, se estima que una parte significativa de los votantes de Vox en 2019 provenían de antiguos votantes del PSOE. Sería entre el 15% y el 20% los votantes de Vox que habían votado anteriormente por el PSOE, aproximadamente entre 400 000 y 600 000 votos que podrían haberse trasladado del PSOE a Vox. Igualmente se estima que Vox ha captado entre 300,000 y 450 000 votos provenientes del PP en las elecciones de 2019 y 2023, entre el 10% y el 15% de los votantes actuales de Vox. En Cataluña, al independentismo le ha salido una formación de ultra derecha, la Vox Catalana o Aliança Catalana, un partido que se dice luchar por la independencia de Cataluña de manera unilateral, por el rechazo a la inmigración, por un proteccionismo a las empresas catalanas y por la defensa de una economía de mercado, otro MAGA en miniatura.
Durante mi paseo de la tarde, ayer 20 de enero, iba escuchando el discurso de instalación[1] de Donald Trump, pensando que estaba siguiendo en tiempo real uno de los eventos más importantes de la era moderna. Mientras iba andando, escuchaba con atención. Con la voz ronca que le caracteriza, el presidente entrante proclamó, tras unas palabras de cortesía a las autoridades y anteriores presidentes y vicepresidentes presentes en el acto, en muy pocas palabras, lo que, según él, logrará durante su mandato:
“La Edad de Oro de América comienza ahora mismo. A partir de este día, nuestro país prosperará y volverá a ser respetado en todo el mundo. Seremos la envidia de todas las naciones, y no permitiremos que se aprovechen de nosotros ni un solo día más durante toda la administración Trump. Muy simplemente, pondré a América primero.”
Eso de la Edad de Oro me suena mucho. Ya en la antigua Grecia, Hesíodo[2], en su obra Trabajos y días, introdujo el concepto de la Edad de Oro como la primera y más perfecta de las cinco edades de la humanidad. Según Hesíodo, durante esta era los hombres vivían en paz, armonía y abundancia. No existía el trabajo ni la tristeza, y los dioses caminaban entre los mortales. Con el tiempo, esta edad fue reemplazada por otras menos perfectas: la Edad de Plata, la Edad de Bronce, la Edad de los Héroes y la Edad de Hierro.
Para los romanos, la Edad de Oro, según Ovidio en su Metamorfosis, era vista como una época de justicia y virtud, gobernada por Saturno, el dios de la agricultura y la prosperidad. En el cristianismo, la Edad de Oro fue representada como el Paraíso o el Jardín del Edén, una época de pureza antes de la caída del hombre. También se asocia con la promesa de una nueva era de paz y justicia bajo el reino de Dios.
Durante el Renacimiento, el concepto de la Edad de Oro adquirió un significado simbólico, relacionado con ideales utópicos y nostálgicos. Filósofos, escritores y artistas lo usaron para describir un pasado idealizado o un futuro prometedor. Thomas More imaginó una sociedad perfecta en su obra Utopía. Poetas españoles como Garcilaso de la Vega y Luis de Góngora usaron el concepto para evocar paisajes bucólicos de armonía entre el hombre y la naturaleza. A partir de la Ilustración y la modernidad, la Edad de Oro comenzó a usarse metafóricamente en contextos políticos y culturales para referirse a períodos de gran prosperidad o florecimiento cultural.
En el discurso político contemporáneo, como en el caso del reelegido presidente estadounidense, el término se utiliza para proyectar un futuro idealizado y prometedor, marcando el fin de una supuesta decadencia.
“Nuestra soberanía será recuperada. Nuestra seguridad será restaurada. Las balanzas de la justicia serán reequilibradas. La despiadada, violenta e injusta instrumentalización del Departamento de Justicia y de nuestro gobierno llegará a su fin, y nuestra máxima prioridad será crear una nación orgullosa, próspera y libre.”
Lo de “soberanía será recuperada” se refiere al fortalecimiento de las fronteras nacionales, el rechazo a compromisos internacionales que él considera perjudiciales, como el Acuerdo de París o acuerdos comerciales, y la priorización de intereses estadounidenses sobre cualquier otra consideración global. La siguiente oración «Nuestra seguridad será restaurada» alude a reforzar las leyes migratorias, aumentando la financiación para la policía y el ejército, y tomando medidas más estrictas para garantizar la seguridad interna, como construir el muro fronterizo con México. En cuanto a las referencias a la justicia, Trump considera que se han utilizado fraudulentamente para perseguirle. No me esperaba yo que aludiese tan directamente a sus problemas personales con la justicia, pero ahí está. «Nuestra máxima prioridad será crear una nación orgullosa, próspera y libre», resume su promesa de fortalecer la economía, fomentar el patriotismo y proteger las libertades individuales. En fin, la famosa MAGA, Make America Grat Again. Sigo escuchando:
“América pronto será más grande, más fuerte y mucho más excepcional que nunca antes. Regreso a la presidencia con confianza y optimismo, convencido de que estamos al comienzo de una emocionante nueva era de éxito nacional. Una ola de cambio está barriendo el país. La luz del sol está bañando el mundo entero, y América tiene la oportunidad de aprovechar esta ocasión como nunca antes. Pero primero, debemos ser honestos sobre los desafíos que enfrentamos. Aunque son numerosos, serán aniquilados por este gran impulso que el mundo está presenciando ahora.”
“La luz del sol esta bañando el mundo entero” debe referirse a que las ideas de ultraderecha, parecidas a las suyas, se están esparciendo por Europa y el resto del mundo. Partidos como Vox en España y Sverigedemokraterna en Suecia, los hay ya en toda Europa y van creciendo y tomando el poder aquí y allá. No se yo si eso puede denominarse luz, más bien oscurantismo, pero el discurso de Trump parece calar en mucha gente. Quizás se inspira Trump en las palabras atribuidas a Jesús de Nazaret en Juan 8:12: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Subo el volumen de mis auriculares, porque no quiero perderme ni una sola palabra. Siento que, en este discurso está la clave de nuestro futuro inmediato, al menos durante los próximos cuatro años. Me consuelo un poco, sabiendo que los males siempre tienen fecha de caducidad. Curiosamente, todos los viandantes que se cruzan en mi camino, parecen escuchar el discurso. Todos vamos concentrados, para no perdernos nada. Ahora le oigo decir: “En los Estados Unidos de América, mientras nos reunimos hoy, nuestro gobierno enfrenta una crisis de confianza. Durante muchos años, un establecimiento radical y corrupto ha extraído poder y riqueza de nuestros ciudadanos, mientras los pilares de nuestra sociedad permanecen rotos y aparentemente en total deterioro. Ahora tenemos un gobierno que no puede gestionar ni siquiera una crisis sencilla en casa, mientras se tropieza constantemente con un catálogo continuo de eventos catastróficos en el extranjero. Falla en proteger a nuestros magníficos ciudadanos estadounidenses respetuosos de la ley, pero proporciona refugio y protección a criminales peligrosos, muchos de ellos provenientes de prisiones e instituciones mentales que han ingresado ilegalmente a nuestro país desde todas partes del mundo.” Se está refiriendo a los incendios de Los Ángeles, claro, cómo si fuera posible prevenir todas las catástrofes. Ni el fuego, ni el agua se pueden predecir al 100 por 100, debería saber alguien que vive en un país recurrentemente azotado por vientos y mareas sin fin. Pero todo lleva a la comparación de “magníficos ciudadanos estadounidenses respetuosos de la ley” contra “criminales peligrosos, muchos de ellos provenientes de prisiones e instituciones mentales que han ingresado ilegalmente a nuestro país desde todas partes del mundo.”
Voy pensando si tendrá algún plan para la escuela y en la siguiente parrafada lo encuentro, eso o algo que se le parece: “Tenemos un sistema de salud pública que no responde en tiempos de desastre, a pesar de que se gasta más dinero en él que en cualquier otro país del mundo. También tenemos un sistema educativo que enseña a nuestros niños a avergonzarse de sí mismos y, en muchos casos, a odiar a nuestro país, a pesar del amor que intentamos desesperadamente brindarles. Todo esto cambiará a partir de hoy, y cambiará muy rápidamente.” Parece que quiere implantar un sistema educativo que prepare a los jóvenes estadounidenses en “Formación de Espíritu Nacional”, como se hacía en España en mis tiempos. En lo de la salud públia cara en Estados Unidos, tiene toda la razón, además muy poco efectiva y muy deficiente, para el que no puede pagarse un seguro. Será interesante ver cómo piensa cambiar el sistema.
Y el relato sigue por la comparación divina, atribuyendo a la divina providencia su ascenso al poder: “Aquellos que desean detener nuestra causa han intentado quitarme la libertad e incluso mi vida hace tan solo unos meses. En un hermoso campo de Pensilvania, una bala asesina atravesó mi oreja, pero en ese momento sentí, y ahora lo creo aún más, que mi vida fue salvada por una razón. Fui salvado por Dios para hacer que América sea grande nuevamente.” – Discurso mesiánico donde los haya; elegido por Dios, por la gracia de Dios, con un encargo explícito: hacer que América, el pueblo elegido, sea grande nuevamente. Es muy fuerte, muy fuerte, pero curiosamente, no encuentro este tipo de análisis en nuestra prensa.
Para los que estamos preocupados por el cambio climático y sus consecuencias, oír al nuevo presidente prometer una extracción ilimitada de crudo y gas, no nos ha tranquilizado. Incrédulo le escuche como daba marcha atrás en el proceso de cambio en el que creíamos encontrarnos: “Estados Unidos volverá a ser una nación manufacturera, y tenemos algo que ninguna otra nación manufacturera jamás tendrá: la mayor cantidad de petróleo y gas de cualquier país en la Tierra. Y lo vamos a usar. Déjenme usarlo. Reduciremos los precios, llenaremos nuevamente nuestras reservas estratégicas hasta el tope y exportaremos energía estadounidense a todo el mundo. Volveremos a ser una nación rica, y será ese oro líquido bajo nuestros pies lo que ayudará a lograrlo. Con mis acciones de hoy, pondremos fin al Green New Deal y revocaremos el mandato de los vehículos eléctricos, salvando nuestra industria automotriz y cumpliendo mi sagrado compromiso con nuestros grandes trabajadores automotrices estadounidenses.” – Y aquí, de pronto, me pregunto ¿qué dirá su amigo y colaborador Musk, que ha amasado su fortuna con la ayuda de su Tesla? Aunque, claro está, puede que esté ya con un pie fuera de Tesla, esperando dedicarse a la política y al espacio.
El discurso sigue. Trump continua con su conocida vehemencia, prometiendo a los trabajadores americanos un paraíso donde abunda el trabajo. Un paraíso autárquico y cerrado al mundo: “En otras palabras, podrán comprar el automóvil de su elección. Volveremos a fabricar automóviles en Estados Unidos a un ritmo que nadie podría haber soñado posible hace solo unos años. Y gracias a los trabajadores automotrices de nuestra nación por su inspirador voto de confianza. Obtuvimos un apoyo tremendo con su voto. Comenzaré de inmediato una reforma completa de nuestro sistema comercial para proteger a los trabajadores y las familias estadounidenses. En lugar de gravar a nuestros ciudadanos para enriquecer a otros países, impondremos aranceles e impuestos a los países extranjeros para enriquecer a nuestros ciudadanos.”
Siguieron las amenazas contra Panamá en especial, aunque no nombró directamente a Groenlandia ni a Canadá: “El presidente McKinley hizo que nuestro país se volviera muy rico gracias a los aranceles y a su talento. Era un empresario nato y proporcionó a Teddy Roosevelt el dinero para muchas de las grandes cosas que hizo, incluido el Canal de Panamá, que, de manera insensata, se entregó al país de Panamá después de haber sido construido por Estados Unidos.
Estados Unidos —piensen en esto— gastó más dinero que nunca antes en un proyecto y perdió 38,000 vidas en la construcción del Canal de Panamá. Hemos sido tratados muy mal por este regalo insensato que nunca debió haberse hecho, y la promesa de Panamá hacia nosotros se ha roto. El propósito de nuestro acuerdo y el espíritu de nuestro tratado han sido totalmente violados. Los barcos estadounidenses están siendo gravemente grabados y no son tratados de manera justa en ningún aspecto, y eso incluye a la Marina de los Estados Unidos. Y, por encima de todo, China está operando el Canal de Panamá. Y no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá, y lo recuperaremos.”
En este discurso hay de todo: Los Estados Unidos han sido robados, ultrajados, de lo que construyeron con su propia sangre y ahora se ha puesto en las manos del enemigo, China. Está servida una intervención, quizás parecida a la de 1989, cuando el ejercito estadounidense invadió Panamá y se llevó a su presidente Manuel Noriega bajo acusación de estar involucrado en la exportación de drogas a Estados Unidos y de haber cometido fraude en las elecciones que le llevaron al poder.
Sigo escuchando como aparece el relato del pacificador, el príncipe de la paz: “Al igual que en 2017, volveremos a construir el ejército más fuerte que el mundo haya visto jamás. Mediremos nuestro éxito no solo por las batallas que ganemos, sino también por las guerras que terminemos y, quizás lo más importante, por las guerras en las que nunca entremos.” En Ucrania y en Palestina estarán seguramente escuchando con máxima atención y querrán saber cómo van a terminar sus guerras.
Y, como era el día de Martin Luther King, también se oían reminiscencias de aquel famoso “I have a dream” en el discurso de Trump: “De Nueva York a Los Ángeles, de Filadelfia a Phoenix, de Chicago a Miami, de Houston hasta aquí en Washington, D.C., nuestro país fue forjado y construido por generaciones de patriotas que dieron todo lo que tenían por nuestros derechos y por nuestra libertad. Fueron agricultores y soldados, vaqueros y trabajadores de fábricas, obreros del acero y mineros del carbón, policías y pioneros que avanzaron sin descanso, marcharon hacia adelante y no dejaron que ningún obstáculo derrotara su espíritu ni su orgullo.
Juntos tendieron las vías ferroviarias, levantaron los rascacielos, construyeron grandes autopistas, ganaron dos guerras mundiales, derrotaron al fascismo y al comunismo, y triunfaron ante cada desafío que enfrentaron. Después de todo lo que hemos pasado juntos, estamos al borde de los cuatro años más grandes en la historia de Estados Unidos. Con su ayuda, restauraremos la promesa de América y reconstruiremos la nación que amamos. Y la amamos profundamente.
Somos un solo pueblo, una sola familia y una gloriosa nación bajo Dios. Así que, a cada padre que sueña por el futuro de su hijo y a cada niño que sueña con su porvenir, estoy con ustedes. Lucharé por ustedes y ganaré por ustedes. Vamos a ganar como nunca antes.”
Me doy cuenta de que he escuchado un discurso que ya he escuchado muchas veces, cambiando Los Estados Unidos por cualquier otro país. “seremos libres”, “nuestros sueños se materializarán”, “volveremos a ser lo que fuimos ayer”: “A partir de este día, los Estados Unidos de América serán una nación libre, soberana e independiente. Nos mantendremos valientes. Viviremos con orgullo. Soñaremos con audacia, y nada se interpondrá en nuestro camino. Porque somos estadounidenses, el futuro es nuestro, y nuestra Edad de Oro acaba de comenzar. Gracias. Que Dios bendiga a América. Gracias a todos.”
Se abre ante nosotros la perspectiva de cuatro años impredecibles. El futuro es siempre incierto, pero hoy quizás más que ayer. En otros tiempos, desde aquí, yo habría dicho que lo importante era guardar una neutralidad despierta y respetuosa, y trabajar arduamente para conseguir un desarme. Que lo importante era luchar contra la pobreza, el cambio climático, las pandemias que acechan, la ignorancia. Hoy soy consciente que todo a mi alrededor va por otro camino, por el de la militarización, la defensa, la seguridad, y ya, los movimientos por la paz han quedado obsoletos, la verdad devaluada, en una carrera hacia la catástrofe. ¿Qué dicen los jóvenes?
Voy paseando por las calles de Lund bañadas por una neblina grisácea, cubiertas por un cielo plomizo que llega hasta los tejados diluyendo sus contornos en leves velos. A menos de cien pasos, la niebla difumina el paisaje. Mis pies van caminando por suelos, momentáneamente libres de la capa de hielo que las bajas temperaturas de días pasados les habían untado, caparazón duro y resbaladizo, que obligaba a mantener la vista puesta en el suelo, para no resbalar. Como voy bastante ligero, a un paso casi marcial, me pongo a cantar para mis adentros:
Allons enfants de la Patrie,
Le jour de gloire est arrivé !
Contre nous de la tyrannie
L’étendard sanglant est levé,
Entendez-vous dans les campagnes
Mugir ces féroces soldats ?
Ils viennent jusque dans vos bras
Égorger vos fils, vos compagnes!
Debe de ser porque ayer escribí sobre el liberalismo y mi preocupación por lo que nos viene, con todo cargado de populismo y, por qué no, tiranía. Es fácil marcar el paso a buena velocidad, siguiendo su tacto. Uno dos, uno dos, uno dos. Voy pensando que esta canción tiene una historia fascinante, que tiene mucho que ver con la forma de movilizar a las masas en nuestros tiempos. La canción fue compuesta por Claude Joseph Rouget de Lisle, un oficial del ejército francés y músico aficionado, que el 25 de abril de 1792, en Estrasburgo, la interpretó por primera vez ante el alcalde de la ciudad. Su propósito era inspirar a las tropas francesas frente a la inminente invasión de Austria y Prusia, que buscaban acabar con la Revolución Francesa. Originalmente titulada «Chant de guerre pour l’armée du Rhin» (Canto de guerra para el ejército del Rin), fue escrita para movilizar el patriotismo revolucionario. Y es que, en París, el ímpetu revolucionario comenzaba a flaquear, y es en ese contexto en el que el barón Philippe-Frédéric de Dietrich, alcalde de Estrasburgo y maestro de la logia masónica local, pide a su invitado, también masón, Rouget de Lisle, que siempre andaba tarareando las grandes obras de los músicos italianos y franceses, componga una canción que sirva para reunir a los campesinos de todas partes, convertidos en soldados, para que se movilicen a defender su patria amenazada. Parece ser que fue esa misma noche de abril, cuando Rouget de Lisle escribió “Chant de guerre pour l’Armée du Rhin” (Canción de guerra para el ejército del Rin), dedicándosela al mariscal Nicolas Luckner, un masón bávaro al servicio de Francia. Al pobre De Dietrich le ejecutaron el año siguiente los revolucionarios, durante el Reinado del Terror.
Los soldados voluntarios de Marsella, que la habían oído cantar Le Chant de guerre, la eligieron como canción de marcha y así entraron en Paris el 30 de julio de 1792. La melodía se convirtió pronto en el reclamo de la Revolución Francesa y fue adoptada como “La Marsellesa” para en 1795 ser elevada a himno oficial de la revolución y de la propia Francia. Pero en Alsacia, como la mayoría de los campesinos no hablaban francés, hubo de ser traducida al alemán como “Auf, Brüder, auf dem Tag entgegen” (¡Adelante, hermanos, hacia el día!)
A Napoleón no le hacía gracia La Marsellesa y la sustituyó por “Veillons au salut de l’Empire” (Velemos por la salvación del Imperio) y la canción revolucionaria llegó a estar prohibida durante los reinados de Luis XVIII y Carlos X, siendo reinstaurada sólo brevemente tras la Revolución de Julio de 1830. Más tarde, durante el reinado de Napoleón III, se cantaba “Partant pour la Syrie” (saliendo hacia Siria), pero la necesidad de motivar al pueblo francés durante la Guerra franco-prusiana, devolvió a La Marsellesa su lugar como himno nacional. Es sumamente interesante ver como el himno nacional francés, según la coyuntura política, pasa de ser un canto revolucionario a glorificar los imperios autocráticos de Napoleón I y Napoleón III. Pero, como todos sabemos La Marsellesa regresó a Francia llegando a transcender sus fronteras, y hasta fue adoptada por los revolucionarios rusos como La Marsellesa de los Trabajadores, llevando la melodía de La Marsellesa. La letra fue escrita por Piotr Lavrov, publicada por primera vez el 1 de julio de 1875. La letra no es una traducción directa del francés sino de espíritu radical-socialista. Este himno fue popular durante la Revolución rusa de 1905 y fue usado como himno nacional de Rusia por el Gobierno Provisional hasta su caída en la Revolución de Octubre. Los soviéticos lo adoptaron al principio junto con La Internacional.
La Marsellesa y La Internacional son cantos revolucionarios nacidos en tabernas, entre gente garrida con ganas de luchar. Cantos de lucha que celebran la victoria por adelantado. La Internacional es considerada como el himno oficial de los trabajadores del mundo entero. La letra original, en francés, es de Eugène Pottier, y fue escrita en 1871 dentro de su obra Cantos Revolucionarios. En 1888 Pierre Degeyter la musicalizó por encargo Gustave Delory, dirigente del Partido Obrero Francés en la ciudad de Lille para el repertorio de la coral del partido la Lira de los Trabajadores, que la interpretó por primera vez en la taberna La Liberté de la rue de la Vignette de Lille. En 1889 fue adoptada como himno de la Segunda Internacional, la Internacional Socialista y fue el himno de la URSS desde su creación en 1922 hasta 1944, que, en un tiempo marcado por el nacionalismo, adopto un nuevo himno que glorificase la unión de las repúblicas soviéticas, el mismo himno que Rusia utiliza ahora con una nueva letra, pero realzando la valía del pueblo ruso Gimn Sovetskogo Sojuza.
El himno alemán, nacido en un contexto nacional-liberal en 1841, para promocionar la unión de los 30 estados de habla alemana. Más conocido por el íncipit de la primera estrofa: “Deutschland, Deutschland über alles”, sobre todo en tiempos de Hitler, el himno alemán conservo su música pero quedó reducido a la tercera estrofa, que reza: “Einigkeit und Recht und Freiheit” (Unidad y Justicia y Libertad). Una llamada a la unidad parece ser el denominador común de muchos himnos, no del español, que como sabemos, es mudo. La Marcha Real o Marcha granadera ha sido el himno de España desde el siglo XVIII, con la excepción del Trienio Liberal (1820-1823) y la Segunda República (1931-1939), en cuyos períodos se adoptó el Himno de Riego. Yo me permito especular que no hay texto por no haber consenso en “lo español”. Aquí se podrían discutir muchas razones, pero eso lo dejaré para otra entrada, por no abrir un melón tan voluminoso. El caso es que nadie le ha puesto una letra que perdure. En cambio, en Cataluña, se construyó un himno a finales del siglo XIX que curiosamente tiene cierto parecido con el sueco, en cuanto a su relación con un pasado supuestamente glorioso:
Catalunya, triomfant,
tornarà a ser rica i plena!
Endarrere aquesta gent
tan ufana i tan superba!
Bon cop de falç!
Bon cop de falç, defensors de la terra!
Bon cop de falç!
El himno sueco, nació aplicando dos nuevas estrofas a una melodía popular muy conocida. El autor de la letra, Richard Dybeck están marcadas por el escandinavismo, y se refieren a “Norden” (la unión de países nórdicos) en lugar de referirse a Suecia exclusivamente. Por tanto, se asemeja al himno alemán. La similitud con Els segadors radica en la alusión a un tiempo mejor, con poder y riqueza. La canción comenzó a ser utilizada como himno nacional a partir de la década de 1890, como es el caso del himno catalán, en fiestas de carácter patriótico.
Tú, antiguo, tú, libre, tú, Norte de altas montañas,
¡Tú, silencioso, afable y alegre!
Te saludo a ti, el país más amigable del mundo.
Tu sol, tu cielo, tus prados verdes.
Tú reinas en la memoria de gloriosos días pasados,
cuando tu nombre era venerado en todo el mundo.
Sé que eres y serás lo que fuiste.
Sí, yo quiero vivir y quiero morir en el Norte.
¡Y todo eso cantado a coro! Yo, que he cantado en algunos coros, puedo afirmar que, cuando un coro canta al unísono, se genera una sensación casi mágica de ser parte de algo más grande que uno mismo. Las voces individuales se mezclan en una sola corriente sonora, y esa sincronía crea un estado de cohesión que puede ser profundamente emotiva. Un caldo de cultivo perfecto para los sentimientos nacionalistas, un invernadero capaz de preservar la conciencia nacional y el orgullo de pertenecer a un grupo. Giuseppe Mazzini, el primer promotor del movimiento nacional italiano, estaba seguro del efecto que la música y la canción patriótica tenía en la gente y afirmaba que mientras la melodía simboliza la individualidad, la armonía es el símbolo del pensamiento social.
Sin duda, la música coral es el mejor reflejo de la sociabilidad popular y ha sido utilizada por los movimientos nacionales por doquier, y especialmente entre los nacionalismos periféricos. En España, el movimiento coral comienza en el litoral este a mediados del siglo XIX, especialmente en Cataluña y Valencia. En el norte, destaca el País Vasco y Galicia, y en parte también Cantabria y Asturias. El movimiento coral es fuerte allí donde la organización de los trabajadores y el nacionalismo periférico eran más relevantes. Tenemos constancia de como proliferaban los coros de Clavé de donde saldrían más tarde organizaciones aún en activo, como la Sociedad Coral de Bilbao, el Orfeón Donostiarra, el Orfeón Pamplonés o el Orfeó Català. Funcionaban estos coros un poco como los equipos de fútbol de ahora, potenciando el orgullo patriótico cuando conseguían ganar competiciones, como las que se organizaban a partir de 1860.
Hace bastante rato que he abandonado el caminar al tacto de la Marsellesa, porque es bastante fatigoso y porque atrae la atención sobre mí de los demás transeúntes. Pero sigo pensando que los himnos son esenciales para forjar “el espíritu nacional” y los coros son indispensables para transmitir la identidad nacional. Coros e himnos son tan importantes como las insignias y los símbolos. Sigo pensando en el ejemplo catalán y recuerdo mi última visión y experiencia de una tradicional sardana, interpretada por un grupo de músicos en La Plaça del Diamant de Gràcia. El conjunto de sensaciones producidas por los instrumentos y los corros de bailarines, cogidos de las manos, concentrados en el paso, es algo que yo recomiendo, para el que quiera conocer el origen del sentimiento catalán. La música está en continua relación con los procesos identitarios y de construcción nacional a partir del siglo XVIII.
Terminaré con otro tipo de música política, o más bien música empleada por políticos para aumentar el atractivo de sus apariciones. Empezaré con el general americano Dwight Eisenhower. Lo he escuchado esta mañana en Radio Nacional pero no he podido encontrar otras fuentes fidedignas. Se dice que el general se presentó como candidato a la presidencia de Los Estados Unidos de 1952 representando al partido republicano. Lo hizo, al parecer, subiendo a la tribuna a los acordes ¡del Relicario! En las elecciones de noviembre derrotó al candidato demócrata Adlai Stevenson por mayoría aplastante. Además, Eisenhower empleó la música, los slogans políticos y los dibujos animados combinados en su campaña televisiva.[1] Este presidente fue el que comenzó el deshielo entre Estados Unidos y la España de Franco.[2] Más cercano está el baile de Hillary Clinton al son de La Macarena.[3] Yo, ahí no llego, y sigo mi camino a paso allegro ma non troppo.
El frío de enero se hace presente en la mañana del domingo, mientras paseo por las calles desiertas de Malmö, camino de una reunión consultiva con mi partido, el partido Liberal sueco. Tenemos la reunión en Malmö porque los asistentes venimos de toda Escania, la región más al sur de Suecia, próxima a Dinamarca, una región con aproximadamente los habitantes de Extremadura (1,4 millones de habitantes, por 1,3 de Extremadura) pero con algo más del doble de extensión que La Rioja (11,027 km2 Escania, por 5,045 La Rioja). Se podría también decir que somos los andaluces de Suecia, con nuestro propio dialecto, perfectamente reconocible, y con nuestra agricultura, que produce el 30 % de todo lo que se come en Suecia.
Nos reunimos en un local grande. De Estocolmo han venido altos cargos de la organización y casi todos los diputados escanianos en el parlamento (Riksdagen). Los locales, somos consejeros municipales y regionales, con cargos políticos de diferente rango. Esta reunión tiene como fin repasar las propuestas de actualización de nuestro ideario político, con vistas a las próximas elecciones de 2026, y es que nos va bastante mal últimamente, en cuanto a la voluntad de voto. En diciembre, según el instituto Demoscop, que sigue de forma continua la intención de voto de los suecos, en caso de haber elecciones en este momento, nuestro partido recibiría menos del 3% de los votos, lo que nos dejaría fuera del parlamento, en el que estamos por los pelos, 4,2% en 2022, aunque tenemos cinco ministros y poseemos la llave de la gobernabilidad. El caso es que, las ideas liberales parecen no cuajar en la sociedad.
¿Cuáles son estas ideas tan denostadas últimamente? Pues, como nuestro nombre ya delata, nuestra ideología está basada en la libertad. Surgió esta ideología como una corriente de pensamiento político, social y económico que se desarrolló principalmente en Europa entre los siglos XVII y XVIII. Fue una respuesta a las estructuras jerárquicas y autoritarias de la Edad Media, como el absolutismo monárquico, la influencia dominante de la Iglesia y el feudalismo. Su evolución estuvo profundamente influenciada por transformaciones filosóficas, científicas, económicas y políticas que marcaron la modernidad. Las revoluciones inglesa, americana y francesa. John Locke, considerado el «padre del liberalismo», defendió los derechos naturales del ser humano: vida, libertad y propiedad. en su obra “Dos tratados sobre el gobierno civil”[1]de 1690, argumentando que el poder político debe basarse en el consentimiento de los gobernados. El primer tratado es un ataque al patriarcalismo, concretamente dirigido a Robert Filmer y sus seguidores, mientras que el segundo introduce una teoría del gobierno civil, de la sociedad política civil basada en los derechos naturales y en el contrato social.[2]
Montesquieu introdujo su teoría de la separación de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial, en “El espíritu de las leyes”[3], de 1748, influyó en los sistemas democráticos modernos. Rousseau, con su obra “El contrato social”[4]de 1762, contribuyó al debate sobre la soberanía popular. Voltaire defendió la libertad de expresión, la tolerancia religiosa y la razón, sobre todo en su “Tratado sobre la tolerancia”[5], publicado en 1763, en donde considera el fanatismo una enfermedad que debe combatirse y extirparse. Inspirados los tres en los acontecimientos ocurridos en Inglaterra a partir de 1642 y en especial tras la Revolución gloriosa de 1688, se hicieron eco de una reacción a sistemas opresivos y formularon una apuesta por la autonomía del individuo, la igualdad ante la ley y los derechos fundamentales. A medida que avanzó el tiempo, sus ideas evolucionaron y se expandieron, moldeando las democracias modernas y las economías capitalistas. De esas fuentes bebieron los promotores de las revoluciones, junto con los principios del liberalismo económico, como el libre mercado, la competencia y la mínima intervención estatal promulgados por Adam Smith en “ La Riqueza las naciones”, publicado el 9 de marzo de 1776, el mismo año en que se proclamó la declaración unilateral de independencia de los estados americanos el 4 de julio.
El liberalismo estuvo representado en España por Jovellanos, Campomanes, Aranda, Olavide, Cabarrús y el Conde de Floridablanca. Juntos y cada uno por su parte inspirarían el inicio del nuevo tiempo político abierto en la España de ambos hemisferios a partir de la convocatoria de las Cortes Extraordinarias de 1810, reunidas en Cádiz[6]. Bajo el lema de promover ciencias útiles, principios económicos y espíritu general de ilustración. Como casi todos los liberales europeos de finales del siglo XVIII, los modelos políticos concretos en que se inspiraron los liberales españoles, fueron el parlamentarismo inglés y la naciente democracia norteamericana, siguiendo también con interés los inicios de la Revolución Francesa y la Constitución revolucionaria francesa de 1791. Los liberales españoles eran más bien partidarios de reformar el sistema desde dentro. En España, cabía aún pensar en una evolución del sistema político hacia formulaciones más liberales. Con la reacción a la invasión napoleónica, los liberales españoles pasaron a la acción directa, con la revolución española de 1808 y la redacción de la primera constitución española, “la Pepa”, en 1812.
Curiosamente, la evolución política en Suecia recuerda mucho a la española. La Constitución sueca de 1809, conocida como Instrumento de Gobierno de 1809 (Regeringsformen), marcó un hito en la historia política de Suecia al introducir principios que reflejaban las ideas liberales de la época. Fue una respuesta a las crisis políticas y militares que el país enfrentaba, especialmente tras la pérdida de Finlandia en la guerra contra Rusia (1808-1809). Este contexto impulsó una transformación que limitó el poder absoluto del monarca y fortaleció las instituciones representativas, entre otras cosas introduciendo la división de poderes recomendada por Montesquieu.
No ha lugar en este pequeño relato hacer comparaciones sobre la evolución del liberalismo en Suecia y en España porque, como todos sabemos, la historia de los dos países y las coyunturas internacionales en las que se desenvolvieron, fueron muy distintas. Pero, en general, el liberalismo en España y Suecia, pretendía hacer evolucionar la política de sus respectivos países para mejorar la vida de los ciudadanos, dotándoles de libertades y de posibilidades acordes con su pericia y esfuerzo, dejando atrás los privilegios del antiguo régimen y el fanatismo religioso, abriéndose a la ciencia para solucionar los problemas de toda índole que pudieran surgir.
Los pilares en los que se apoya la democracia moderna son simplemente los principios del liberalismo. El primero y fundamental es la libertad individual. Cada persona debe tener la autonomía necesaria para tomar sus propias decisiones, siempre que no interfieran con los derechos de otros, incluyendo libertades civiles como la libertad de pensamiento, expresión, religión, asociación y movimiento, la libertad sexual y la igualdad sin diferencias de género. El segundo pilar es la igualdad ante la ley, independientemente de su origen, clase social, género o creencias, que rechaza privilegios heredados o basados en estamentos, como los sistemas feudales o aristocráticos, un sistema legal justo e imparcial que proteja los derechos de todos por igual. El tercer pilar es la soberanía popular, emanando todo el poder político del pueblo, ante el cual el gobierno es responsable, actuando solamente en las áreas necesarias para garantizar los derechos individuales y el bienestar general. El poder del Estado debe estar restringido por leyes y constituciones para evitar abusos y la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) debe garantizar un sistema de controles y contrapesos, en un sistema democrático donde los representantes sean elegidos de manera libre y periódica. El cuarto pilar es libre mercado y la propiedad privada. El liberalismo promueve un sistema de mercado libre, con mínima intervención estatal y considera que la competencia y las fuerzas del mercado conducen a la innovación, el crecimiento económico y la satisfacción de las necesidades humanas. Solo en sistemas que cuenten con unos pilares liberales lo suficientemente robustos, puede hablarse generalmente de democracia moderna.
El liberalismo, al dar paso a la libertad política de los ciudadanos, está obligado a competir con todas aquellas tendencias políticas que vayan surgiendo. En el siglo XIX surgió el socialismo como una respuesta crítica al liberalismo y al capitalismo durante el siglo XIX, en un contexto de creciente desigualdad y explotación laboral derivada de la revolución industrial. Intelectuales como Karl Marx y Friedrich Engels, entre otros, desarrollaron teorías que denunciaban las injusticias que ellos encontraban como inherentes al sistema capitalista, proponiendo alternativas centradas en la igualdad social y la justicia económica. El socialismo se basa en la idea de que la propiedad privada, especialmente de los medios de producción, genera desigualdades que perpetúan la opresión de las clases trabajadoras. Por ello, aboga por formas colectivas de propiedad, ya sea a través de la nacionalización de industrias clave o de cooperativas gestionadas por los trabajadores. En cuanto al papel del Estado, el socialismo lo considera una herramienta esencial para garantizar la redistribución de la riqueza y la provisión de servicios básicos, como educación, salud y vivienda. A diferencia del liberalismo, que busca limitar la intervención estatal, el socialismo ve en el Estado un medio para corregir las desigualdades estructurales y asegurar que todos los ciudadanos tengan igualdad de oportunidades.
Allí donde el socialismo logro implantarse en cualquiera de sus formas, ya sea el revisionismo socialdemócrata o el comunismo, siguiendo el modelo hegeliano de tesis-antítesis-síntesis, surgieron movimientos marcados en los años 30 por crisis económicas, conflictos sociales y tensiones políticas que provocaron reacciones violentas y polarizadas contra los gobiernos liberales y socialistas en diversos países. Las respuestas a estas ideologías variaron dependiendo del contexto nacional, pero en general se caracterizaron por el ascenso de movimientos autoritarios, el fortalecimiento de dictaduras y la consolidación de ideologías extremas, como el fascismo y el nazismo, que buscaban eliminar o contrarrestar la influencia de los gobiernos progresistas. En Suecia, estas reacciones fueron asimiladas por los partidos ya existentes, bloqueando la ascensión del fascismo y nazismo como ideologías organizadas, siendo absorbidas por la socialdemocracia y los partidos conservadores, bloqueando así el espacio político. En España se formaron partidos de filiación filonazi y filofascista y la confrontación llevó, como todos sabemos, a una terrible guerra civil, de la que parece que algunos siguen fascinados, insistiendo en recordárnosla a toda costa, mientras otros países, tan enfrentados o más, tratan de olvidar respetuosamente y aprender, al ser posible, de la historia. Esto ya es otra cuestión, que merecería ser tratada aparte, cosa que pienso hacer más adelante.
Regresando en el relato a la reunión del pasado domingo en Malmö, los compañeros que venían de Estocolmo nos invitaron por sorpresa a comer unas deliciosas tartas, que nos explicaron eran parte de la conmemoración del nonagésimo aniversario de la unión de los dos partidos liberales en el parlamento sueco, De Frisinnade y Sveriges liberala parti, se unieron en Folkpartiet (El partido del pueblo), 90 años de unión y de relevancia en la política sueca. Hace 90 años pues, estábamos dentro de esa época que tanto se parece a la nuestra, en 2025. Trataré de analizar lo que está ocurriendo aquí en Suecia y a nuestro alrededor, en Europa y en el Mundo. Se suele decir que la historia no se repite, pero habría que aprender de la historia. Me explico:
La crisis política y económica de los años 30 del siglo XX y las crisis contemporáneas comparten similitudes significativas en términos de causas estructurales, dinámicas sociales y consecuencias políticas, aunque se desarrollan en contextos históricos y tecnológicos distintos. Estas semejanzas incluyen colapsos económicos, desigualdades crecientes y polarización política, que desencadenan tensiones sociales y cambios en el panorama ideológico. En los años 30 del siglo pasado La Gran Depresión, originada por el colapso de la Bolsa de Nueva York en 1929, marcó una crisis económica mundial. Esto provocó un colapso financiero, un aumento masivo del desempleo y una contracción en la producción industrial. Esto es, a mi parecer, comparable a las crisis económicas recientes, como la crisis financiera de 2008 y a los efectos de la pandemia de COVID-19, que han generado recesiones globales, aumento del desempleo y disrupciones en las cadenas de suministro. También se suman las incertidumbres relacionadas con la guerra en Ucrania y las tensiones comerciales entre potencias, sin olvidar las crisis migratorias puntuales y recurrentes. En ambos casos, los sistemas financieros mostraron vulnerabilidades importantes: especulación descontrolada en los años 30 y mercados financieros desregulados antes de 2008. Los sectores más vulnerables de la población fueron los más afectados, exacerbando desigualdades económicas y sociales.
También encuentro similitudes en las desigualdades económicas. Mientras que la brecha entre ricos y pobres se amplió en los años 30 del siglo pasado debido a la falta de sistemas de protección social y a la caída de los salarios reales durante la Gran Depresión, en la crisis actual la desigualdad económica ha alcanzado niveles históricos, impulsada por la concentración de riqueza en manos de una élite global y el estancamiento de los salarios para las clases medias y trabajadoras. Es algo que se percibe sobre todo en lo que respecta al acceso a la vivienda y la emancipación de los jóvenes. Ambas épocas han sido testigos de una creciente frustración de las clases trabajadoras, que ha llevado a protestas y movimientos populistas.
En política, la crisis económica de los años 30 alimentó el ascenso de movimientos autoritarios, así como el fortalecimiento de movimientos comunistas. La democracia fue cuestionada por su aparente incapacidad para resolver las crisis. Del mismo modo, el descontento social ha llevado al auge de populismos en nuestro tiempo tanto de derecha como de izquierda en muchos países, entre los que nos encontramos nosotros, en España y Suecia. Movimientos autoritarios, nacionalistas y xenófobos han ganado tracción, mientras que las democracias liberales y los partidos democráticos enfrentan desafíos internos y externos. La política en nuestros países está terriblemente fragmentada.
En geopolítica, La crisis económica exacerbó tensiones entre naciones, de forma parecida a lo que ocurrió ante la primera guerra mundial, contribuyendo al ascenso de regímenes expansionistas como el de Alemania nazi y al debilitamiento de organismos internacionales como la Sociedad de Naciones, por otra parte, nacida ya débil al no contar con la participación de Estados Unidos. En la actualidad, la competencia entre potencias como Estados Unidos, China y Rusia, sumada a conflictos regionales, recuerda las tensiones de los años 30. La invasión de Ucrania por Rusia y las disputas en el Pacífico ilustran cómo las crisis económicas y políticas pueden escalar a conflictos globales. Vivimos en un mundo en el que gobiernan o pueden gobernar políticos como Trump, Meloni, Le Pen, Farage, Orban, Putin, Kaczyński, Abascal y Åkesson, por no dar la lista entera. Además, con las nuevas formas de comunicación de masas controladas por fuerzas afines. Estos líderes con sus respectivos partidos comparten muchas características y todas van en contra del espíritu liberal, como un énfasis en el orgullo nacional y la soberanía, a menudo en oposición a la integración en organismos internacionales o bloques como la Unión Europea. Además, la mayoría de estos movimientos adoptan posturas severamente agresivas contra la inmigración, argumentando que los inmigrantes representan una amenaza para la cultura y los valores nacionales. A menudo, estos partidos, defienden un mayor control del Estado sobre la sociedad y, en muchos casos, han promovido o tolerado la erosión de las instituciones democráticas. Todos utilizan un lenguaje populista que apela a «la gente común» frente a las élites y los «enemigos» del pueblo, como los inmigrantes o las instituciones internacionales.
Pero el extremismo no es solo de derechas. Igualmente vemos a nuestro alrededor como partidos que se denominan de izquierda han adoptado posturas radicales que, aunque opuestas en términos ideológicos, comparten ciertas características en cuanto a su enfoque autoritario, populista y su desafío a las estructuras tradicionales del poder. Los partidos de extrema izquierda suelen abogar por una mayor igualdad económica, un rechazo al capitalismo, y en algunos casos, la revolución o el cambio radical del sistema político y económico. En España, tenemos a Podemos, un partido que se autodenomina izquierda radical que surgió como respuesta a la crisis económica y el descontento con los partidos tradicionales. Se presenta como un movimiento populista contra las élites, defendiendo una democracia directa, la redistribución de la riqueza y la intervención del Estado en la economía. Al igual que los partidos de extrema derecha, Podemos, utiliza un discurso populista, luchando contra lo que consideran un «sistema corrupto» de élites económicas y políticas. El problema de Podemos y de los partidos de extrema izquierda para llegar a la hegemonía es que tienden a deshacerse tras conflictos internos de poder, léase Sumar.
En Suecia el partido de la izquierda, antiguo Partido Comunista Sueco, a sabido acoplarse a los nuevos tiempos, al menos cambiando de nombre, por el menos simbólico, Vänsterpartiet (partido de la izquierda) aunque su política sigue siendo tan comunista como antaño y ahora acoplando las nuevas técnicas de (des)información para sus campañas. En general, la extrema izquierda y la extrema derecha se unen en sus métodos y no pocas veces en sus fines. Kim Jong-un, Xi Jinping, Maduro, Ortega usan de las mismas técnicas que la ultraderecha para gobernar.
Entre estas fuerzas malignas, se encuentra hoy, tanto el liberalismo, como todos los políticos más o menos moderados, más o menos escrupulosos con el rigor democrático. Aquí podemos contar partidos como el PP y el PSOE en España junto con el ya desaparecido y autoaniquilado Ciudadanos. El partido socialdemócrata en Suecia junto con Moderados, partido del Centro, cristianodemócratas y, claro está, nosotros los liberales. Se trata pues de empaquetar nuestro mensaje político, de manera que llegue a los destinatarios de forma clara y contundente. Creemos con buena base que la mayoría de los votantes siguen valorando la libertad, la igualdad ante la ley, el respeto a la propiedad privada y la buena gestión de los impuestos que pagan. Se trata, por tanto, de comunicar nuestra política, explicando nuestras decisiones lo más diáfanamente posible y los votantes analizarán lo que más les convenga, siempre y cuando puedan elegir libremente, porque, ¿estamos ante una población bien informada? ¿No es cierto?
Viendo el resultado de muchas elecciones tanto aquí como en nuestro entorno y mucho más allá, parece que los votantes no usan su derecho a elegir para asegurarse de seguir teniendo libertad, igualdad y respeto a la propiedad privada, más bien parece que votan en contra de algo, no a favor de nada. Estudiando a fondo los resultados de las últimas elecciones en todo el mundo que ha tenido la posibilidad de elegir libremente, claro, encontramos ciertos denominadores comunes, ampliamente utilizados por los partidos populistas.
El primer denominador común es el rechazo a la inmigración. Aquí se suelen mezclar todos los aspectos de la vida en la sociedad y se representa la inmigración como una amenaza económica, cultural y de seguridad. Se utilizan argumentos como que los inmigrantes «roban» empleos y recursos del Estado y ponen el peligro el estado de bienestar. Los populistas prometen endurecer leyes de inmigración y construir muros fronterizos. Como los partidos populistas consiguen votos con estas políticas, los otros partidos, especialmente los del centro, se ven obligados a corregir sus políticas migratorias, acercándose a la de los populistas. De esta manera se ha conseguido en Suecia endurecer los requisitos necesarios para obtener el permiso de trabajo, subiendo el salario mínimo bruto exigido al que solicita el permiso, hasta 26 560 coronas suecas (unos 2 500 euros) desde las 13 000 que se pedían hasta ahora. Esto lo ha decidido el gobierno del que mi partido forma parte, junto con moderados y cristianodemócratas, porque, para pasar cualquier ley, necesita el apoyo de los demócratas suecos, nuestros populistas locales.
El segundo es la enfatización de la importancia de la cultura, la lengua y las tradiciones en contraposición a influencias extranjeras. Concretizado en la promesa de hacer políticas de defensa del idioma nacional, criticando la multiculturalidad y promoviendo una cultura homogénea. Un ejemplo de estas políticas, aquí en Suecia, lo encontramos en la confección de un canon cultural, objetivo confiado por nuestro gobierno conservador a un catedrático de historia socialdemócrata.
El tercero es la seguridad y tiene también mucho que ver con la percepción de la inmigración como un problema. El primer ministro Ulf Kristersson ha declarado que la violencia de las bandas armadas es una amenaza significativa para el contrato social sueco, comprometiéndose a combatirla mediante el aumento de penas y la expulsión de delincuentes extranjeros. En marzo de 2024, Suecia presentó un plan para evitar que menores sean reclutados por grupos delictivos, reforzando la atención y el apoyo a jóvenes en situación de riesgo. Pero la seguridad se ve también en una perspectiva internacional, con el fortalecimiento de la defensa nacional con una estrategia de defensa total que te trae muy malos recuerdos. Suecia ha reintroducido el servicio militar obligatorio y ha puesto en marcha una estrategia que implica la participación de toda la sociedad en la defensa del país, preparándose para gestionar diversas amenazas a la seguridad, incluyendo ataques armados. Hace poco se distribuyó el famoso librito “Ante la guerra o la crisis” por todos los hogares, un manual con instrucciones sobre cómo actuar en caso de guerra o crisis, que enfatiza la responsabilidad individual en la seguridad nacional.
Yo personalmente, desde la plataforma de mi partido, seguiré trabajando para fomentar y mantener los valores democráticos y las libertades individuales, según yo entiendo la ideología liberal. Si logramos comunicar nuestra política a la gente y si la gente se da cuenta de lo que hay detrás de los eslóganes populistas, nos darán su confianza. No es que yo crea que vamos a obtener un apoyo mucho mayor que el que hemos tenido en las últimas elecciones, pero espero que podamos mantener nuestra presencia en el parlamento sueco. Aquí en Lund, tenemos que saber recuperar la iniciativa, acorralados como hemos estado, por el inesperado pacto entre los conservadores y los socialdemócratas, apoyados por los comunistas y los cristianodemócratas, que ya es extraño ¿verdad? Además, se nos ha juntado esto con la noticia de que nuestro más conocido y popular representante, Philip Sandberg y nuestro presidente local, Fredrik Brange, nos abandonan. Vamos a tener que movilizar todos nuestros recursos para mantener nuestra fuerte presencia en la ciudad. Ya lo estamos haciendo, desde nuestra política liberal. Continuará.
Esta mañana fría de enero, el cielo alto, aunque algo nublado, la luz diáfana, salgo a caminar. No voy sin rumbo, que hoy me toca ir al hospital a hacerme un chequeo de esos que son como la ITV para los humanos. Si me dan el visto bueno, podré seguir circulando aún un tiempo. Antes de salir de casa, he participado en un pequeño intercambio de opiniones sobre MUFACE. Los que mantienen esta conversación están muy bien informados, pero yo me permito hacer una pequeña excursión por la historia, porque esto, al igual que todo, tiene su historia. Pero ahora se trata sobre todo de pasar el examen. Con siete días de antelación me han tomado pruebas de sangre y orina y ahora sabré los resultados. Según voy andando, la poderosa imagen del gran hospital provincial y universitario, con su bloque central y todas sus clínicas ambulatorias dispersas por este gran recinto, que está a punto de ser reemplazado por otro más moderno, cuya construcción, por cierto, todavía está en estado de planificación. Es un edificio imponente, es el más grande de Lund de todas las categorías. Es el templo de la salud.
Tengo hora reservada, y me voy directo a la recepción, pago 200 coronas, que son 23 euros y me siento en un cómodo sillón en la sala de espera. Al rato, viene mi médica a recibirme. Ella es catedrática de endocrinología y me conoce (conoce mi expediente, claro). Me saluda sonriente y me invita a pasar a su despacho. Tenemos una agradable conversación, al final de la cual me da, lo que yo considero ser la absolución. Puedo irme tranquilo. Salgo contento y me pongo a echar cuentas de cuanto me habría costado este proceso si tuviese que haber pagado todo de mi bolsillo y llego a la cantidad de 600 euros, 5 000 coronas suecas. Claro que, yo ya esto lo he pagado con creces antes, ¿o no?
La sanidad, ese bien común que representa el conjunto de servicios, instituciones y políticas diseñados para proteger, mejorar y restaurar la salud de las personas. Es un sistema que abarca desde la promoción de la salud hasta la prevención, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de enfermedades o lesiones. A este bien común dedicó España el 1,44% de su presupuesto a Sanidad, con lo que el gasto español en sanidad fue de 6.606 miles de euros, que es el 6,9% de su PIB, mientras Suecia dedicó el 11 % de su PIB a este puesto presupuestario. Las autoridades públicas, en Suecia principalmente las regiones, financiaron el 86 % del gasto total, mientras que los hogares, a través de cuotas de pacientes y otras tarifas, representaron el 13 %. Estas cifras no dicen nada sobre la eficiencia de los sistemas, ya que España se haya a la cabeza cuando se trata de la eficiencia de los sistemas de sanidad y la esperanza de vida, según World Economic Forum.[1]
La necesidad subjetiva de sanidad es infinita. Es imposible llegar a saciar la demanda, porque siempre nos parece escasa la oferta en sanidad. Como todos los bienes apetecibles o muy demandados, se puede regular su distribución por medio del precio o de las cuotas u otras reglas de accesibilidad para no crear escenarios de injusticia. Es necesario, por tanto, regular y priorizar, para que los que necesiten cuidados médicos, puedan recibirlos según la urgencia o necesidad. La realidad es que, a medida de que hay más tratamientos para más enfermedades, va creciendo la presión sobre el sistema sanitario. Miremos por el espejo retrovisor de la historia.
Todo empezó…Bueno no sabemos con exactitud cómo empezó esto de la sanidad, pero podemos estar seguros que es tan antiguo como la humanidad. Los arqueólogos han encontrado rastros de entablillado de fracturas y hasta trepanaciones hechos miles de años atrás. Es fácil constatar que los mayores cuidados los recibieron las élites, al menos hasta llegar a la modernidad. Para no dilatar el relato demasiado, podemos empezar en la edad media, cuando la medicina se enseñaba ya en universidades europeas como Padua, Montpellier y Bolonia. En Bolonia sabemos que tenían siete libros en su biblioteca en tiempo de su fundación, en el siglo XI. La formación médica incluía textos clásicos de Hipócrates, Galeno, Al-Razi y Avicena, pero empezaban a surgir ideas nuevas gracias al redescubrimiento de la anatomía humana. Los tratamientos se basaban en la teoría de los humores según Hipócrates: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. Se hacían sangrías y purgas para equilibrar los humores, ya que el equilibrio de los humores se consideraba primordial y necesario para la salud. Enfermedades como la peste bubónica fueron devastadoras y se trataban con hierbas y cataplasmas, sin eficacia real.
Durante gran parte de la Edad Media, aproximadamente del siglo V al siglo XV, la esperanza de vida en toda Europa era baja, en relación a la actualidad, oscilando entre los 30 y 40 años. Sin embargo, esta cifra es engañosa, ya que se veía muy influenciada por una alta mortalidad infantil. Si una persona sobrevivía a la infancia, su esperanza de vida aumentaba considerablemente, aunque pocos llegaban a los 70 años. En muchas comunidades medievales, aproximadamente un tercio de los niños morían antes de los 5 años debido a enfermedades infecciosas, desnutrición y falta de atención médica adecuada. Esto reducía drásticamente la media de esperanza de vida. Las principales causas de muerte eran las enfermedades infecciosas como la peste bubónica, tifoidea, difteria, sarampión etc. Todo esto sumado a las guerras y hambrunas causaba pérdidas humanas considerables.
El Renacimiento fue el período de la historia de la humanidad durante el cual tuvo lugar un despertar de las ciencias y las artes, consideradas como “dormidas” que no siempre olvidadas, durante la Edad Media. La anatomía fue una de esas ciencias, cuya práctica estuvo prohibida durante más de mil años. Leonardo Da Vinci y Andrés Vesalio fueron dos anatomistas que desafiaron esa prohibición, durante el Renacimiento. Da Vinci, como artista inventor y sabio realizó profundos estudios de anatomía, aunque nunca llegó a escribir, un tratado. De su “IL libro dell´Anatomia”, existen solo bosquejos y partes del mismo, la mayor parte de su trabajo anatómico se ha perdido. Vesalio cambió la anatomía para siempre e inauguró una nueva era para la medicina con su “De humani corporis fabrica”, publicado en 1543. Este tratado revolucionó la anatomía con estudios basados en disecciones humanas.
Paracelso introdujo con sus trabajos ideas químicas en la medicina, reemplazando parcialmente las teorías humoralistas. Ya en el siglo XVIII los estudios médicos empiezan a incluir experimentación y observación clínica. Se crean hospitales escuela en ciudades como Edimburgo y París y empiezan a aparecer medicamentos a base de compuestos químicos, como el mercurio para tratar la sífilis, aunque con efectos tóxicos, pero es una forma de comenzar a analizar los efectos de diferentes componentes químicos.
Hospitales como conocemos hoy no había ni en la antigüedad ni en la edad media. Se llamaban hospitales a centros para cobijo de pobres y viajeros, en que los monjes comenzaron a dar algunas atenciones paliativas. Los hospitales eran lugares sucios, y la mortalidad en estos establecimientos era alta debido a la falta de higiene y el desconocimiento sobre las enfermedades. En el siglo XVI, los hospitales se empezaron a reorganizar, y algunos comenzaron a especializarse en el tratamiento de enfermedades contagiosas, en lugar de ser solo lugares de albergue. En España encontramos el Hospital de Antezana, fundado en 1483 en Alcalá de Henares que contaba con el primer cuerpo de enfermeras. En 1540, se fundó el Hospital Real de Londres, uno de los primeros en enfocarse en la atención médica de calidad. Durante este período, se comenzaron a implementar algunas reformas en los hospitales, como la mejora de la higiene, la creación de espacios separados para enfermos de diversas enfermedades para evitar la propagación de infecciones y la formación de médicos en universidades, profesionalizando la medicina.
En el siglo XVIII se fundaron los primeros hospitales modernos de Europa, como el primer hospital moderno de Suecia, “Serafimerlasarettet”, que fue inaugurado el 30 de octubre de 1752, los hospitales de Cádiz y Burgos a poco de ser fundada la Real Academia de Medicina en 1734, y el Hospital de San Carlos en Madrid, inaugurado en 1787, que fue un centro clave en el avance de la medicina en España durante el siglo XVIII. Su construcción y equipamiento con las últimas tecnologías médicas ayudaron a impulsar el avance de la medicina en España. Además, el hospital fue un centro de investigación y formación médica y contó con algunos de los médicos más importantes de la época, como Juan de Vergara y de la Isla. La cirugía fue avanzando lentamente, pero se realizaba sin anestesia ni antisepsia, lo que llevaba a altas tasas de mortalidad.
Al comenzar el siglo XIX ya empezamos a vislumbrar lo que será la gran revolución médica, que según mi forma de ver comienza en 1796 con el desarrollo de la primera vacuna contra la viruela, por Edward Jenner, que marca el inicio de la inmunología. Al mismo tiempo, se van mejorando las condiciones sanitarias en los hospitales y los estudios médicos se profesionalizan; estableciendo estándares y licencias para ejercer.
Todo esto ocurre a la vez que la revolución industrial se extiende por Europa y el mundo y las ciudades comienzan a llenarse con los que se ven obligados a dejar el campo, cada vez más mecanizado. Las universidades se llenan de jóvenes pertenecientes a las crecientes clases medias, y ahora disponen de medios más sofisticados. Las grandes novedades dentro de la medicina y la cirugía vendrán de la mano del progreso económico. La patología moderna se desarrolla gracias a investigaciones microscópicas, porque las nuevas herramientas permiten construir microscopios sofisticados.
Viajando por el mundo, los europeos encontraron medios, pero también necesidades que urgían tratamientos efectivos. En los Andes, encontraron los españoles la quinina en la corteza del quino, que contiene quinina, era conocida por sus propiedades curativas por los pobladores andinos, pero no se incorporó como fármaco en Europa hasta que no fueron descubiertas sus propiedades antimaláricas. Curiosamente fueron los europeos los que llevaron la malaria a América. Hasta hace menos de cien años, la malaria era endémica en el norte de Suecia y en España, no llegó a ser erradicada hasta el 1964. En el Colegio San Pablo de Lima, Virreinato del Perú, fundado por los jesuitas en 1568 se creó el laboratorio farmacéutico que difundió por toda Europa la quinina, que empezó a exportarse en 1631 y que llegó a ser conocida como la corteza jesuita en toda Europa, lo que hacía que se viese con reticencia en los países protestantes. La forma de la quinina más eficaz en el tratamiento de la malaria fue encontrada por Charles Marie de La Condamine en 1737 la quinina se aisló por los investigadores franceses Pierre Joseph Pelletier y Joseph Bienaimé Caventou, justo a tiempo para proteger las expediciones europeas al resto del mundo.
A partir de ahí, los inventos y descubrimientos en el campo de la medicina comenzaron a cambiar la misma idea de la enfermedad y la curación. Tras los trabajos de Louis Pasteur en 1857 sobre los microorganismos y la fermentación,en los que demostró que la fermentación es un proceso biológico causado por microorganismos vivos, no un proceso químico espontáneo como se pensaba, Joseph Lister llevó a cabo su trabajo principal sobre los antisépticos entre las décadas de 1860 y 1870. El trabajo de Lister marcó el inicio de una nueva era en la medicina, donde la higiene y la antisepsia se convirtieron en pilares fundamentales de la práctica quirúrgica. Pero, estos descubrimientos no servirían de mucho, si antes no se hubiera descubierto algo importantísimo para hacer posible las operaciones quirúrgicas, la anestesia. Antes de la anestesia, las cirugías eran extremadamente dolorosas y se realizaban rápidamente para minimizar el sufrimiento del paciente. Los pacientes solían ser atados o sostenidos por asistentes, drogados con alcohol, y el sufrimiento era tan horrible que muchos caían en shock i fallecían a consecuencia de ello. Con la introducción de los anestésicos, la cirugía se transformó, permitiendo procedimientos más complejos, precisos y menos traumáticos.
Gracias a sus contribuciones, se desarrollaron técnicas más avanzadas, como la asepsia, con la ausencia total de microorganismos, en el siglo XX, que llevaron a la creación de quirófanos estériles y al uso de materiales desechables. Por todo el mundo se empezaron a construir hospitales quirúrgicos donde se podían intervenir dolencias que anteriormente eran intratables. Se empiezan a desarrollar las disciplinas de patología, medicina Interna y la cirugía. Aquí en Lund, el primer hospital quirúrgico se construyo en 1867 y todavía sigue en pie, aunque ahora como sede de la facultad de ciencias sociales. El Hospital General de Madrid y el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau en Barcelona, el primero muy antiguo y el segundo construido en 1903, adoptaron las innovaciones.
Inventos como el estetoscopio y la radiografía sumados a descubrimientos como los de Robert Koch, identificando los agentes causantes de la tuberculosis y el cólera, permitieron desarrollar la medicina moderna. Al tiempo, se va formando una nueva educación médica basada en la evidencia, combinando investigación y práctica clínica y la farmacología y la fisiología se integran en el currículo médico, así como nuevas especialidades como cardiología, oncología y genética.
El descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming en 1928, revolucionó el tratamiento de infecciones bacterianas y el descubrimiento de la insulina por Banting y Best en 1921, para tratar la diabetes alargó la vida de millones de afectados por esta carencia. Vacunas contra enfermedades como el tétanos, la poliomielitis y la fiebre amarilla y cirugías complejas gracias a mejores técnicas anestésicas, fueron revolucionando la medicina. Medicamentos para todo tipo de patologías, hipertensión, colesterol, la lista es muy larga, fueron apareciendo y posibilitando el tratamiento de muchas enfermedades. El efecto de estos logros fue un aumento considerable de la esperanza de vida de los europeos y en general de los occidentales, pasando de una esperanza de vida de entre 35 y 40 años a la actual en España y Suecia de entre 80 y 85. Las causas principales de muerte en 1860 eran enfermedades infecciosas como tuberculosis, cólera, y neumonía, sobre todo debido a una mortalidad infantil alta, causada por condiciones sanitarias deficientes, y desnutrición. La ausencia de vacunas y antibióticos, los partos peligrosos debido a infecciones postparto y falta de cuidados obstétricos y el deficiente acceso a agua potable y sistemas de saneamiento eran las causas principales de la muerte en los niños.
Todo esto fue ocurriendo al tiempo que las sociedades fueron urbanizándose, dejando al individuo a merced de si mismo, libre pero también de algún modo huérfano de toda aquella red de seguridad que era la familia, el pueblo, la parroquia. La figura del sacerdote, tan próximo y tan asequible para cualquier consulta, una especie de padre de todos, pater, padre, fader, se diluye. La religión no sirve ya de guía ni consuelo. Salvador o guía de almas ( “Själasörjare”) se les llamaba a los pastores suecos, pero en la ciudad la iglesia ya no era el lugar natural de encuentro, sino las fábricas, los bares, las organizaciones políticas y sindicales. El individuo estaba forzado a elegir a que grupo pertenecer, y algunos quedaban descolgados, sin rumbo, perdidos en la gran urbe. Se empezaron a descubrir enfermedades del alma y en ese contexto, introdujo Sigmund Freud la psicoterapia para tratar trastornos mentales. Se puede decir que el hombre moderno a substituido la sotana del sacerdote por la bata blanca del médico, y que el soma y la psique se conciben como algo susceptible a tratamiento químico o quirúrgico.
No es nada extraño que la cuestión del ser o no ser de MUFACE genera revuelo en España, porque implica cambios significativos en la estructura del sistema sanitario español y afecta tanto a los derechos de los funcionarios como a la sostenibilidad de la sanidad pública. Es un debate que enfrenta cuestiones de eficiencia, equidad y sostenibilidad económica, y cualquier decisión en este sentido tendrá un impacto político, económico y social profundo. En 2023, MUFACE daba cobertura a más de 1,5 millones de personas. Su integración en el sistema público supondría un incremento notable en la demanda. La desaparición de MUFACE podría obligar a estos trabajadores a depender únicamente de la sanidad pública, como el resto de la población, sin opciones privadas subvencionadas. Los críticos argumentan que MUFACE crea desigualdad, ya que los funcionarios tienen acceso a beneficios que no están disponibles para el resto de la población. Los defensores consideran que este sistema es una forma de compensación por las condiciones laborales y estabilidad del empleo en el sector público. Este debate forma parte de una discusión más amplia sobre cómo modernizar y financiar la sanidad en España, en un contexto de envejecimiento de la población y aumento de los costos sanitarios, como he intentado tratar al comienzo de este relato. Lo más importante es la salud, como se suele decir, ¿o no?
Voy caminando por las calles de Lund en un día extremadamente ventoso. He salido muy temprano, cuando todavía reinaban las tinieblas. Me acompaña la radio y por ella escucho voces preocupadas con los acontecimientos políticos que nos soliviantan y turban nuestra paz, aquí en el norte de Europa y especialmente en Dinamarca.En estos días navideños, el presidente electo Donald Trump ha generado un revuelo internacional al sugerir posibles adquisiciones territoriales para los Estados Unidos. Entre sus intenciones destacan la compra de Groenlandia y el intento de recuperar el control del Canal de Panamá. Además, sus declaraciones sobre Canadá, al calificarlo como una «entidad política poco natural», han añadido otra nota de controversia. Para entender el contexto de estas ideas, es útil echar una mirada al historial de adquisiciones estadounidenses desde la fundación del país en 1789.
Una adquisición de Groenlandia otorgaría a Estados Unidos la posesión permanente de una isla crucial para su defensa. El país adquiriría grandes cantidades de recursos naturales, tanto encontrados como esperados, incluidos el petróleo y minerales raros; la isla posee los mayores depósitos de minerales raros fuera de China. El cambio climático podría hacer que, para 2030, la Ruta del Mar del Norte sea la primera de las rutas marítimas del Ártico en quedar libre de hielo, conectando los océanos Atlántico y Pacífico y mejorando enormemente la accesibilidad a los recursos de Groenlandia. Estados Unidos se convertiría en la segunda nación más grande del mundo por superficie terrestre, después de Rusia. Sería la adquisición territorial más grande de la historia de Estados Unidos, ligeramente más grande que la compra de Luisiana.
Estados Unidos ha considerado durante mucho tiempo que el control de Groenlandia es vital para su propia defensa. A principios del siglo XX, Estados Unidos incluyó a Groenlandia entre varias posesiones europeas en el hemisferio occidental que planeaba apoderarse y fortificar preventivamente en caso de un ataque inminente al territorio continental de Estados Unidos. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos invocó su Doctrina Monroe para ocupar militarmente Groenlandia y evitar su uso por parte de Alemania tras la rendición de Dinamarca. Aunque Groenlandia sigue siendo un territorio autónomo dentro del Reino de Dinamarca, un tratado de 1951 otorga a Estados Unidos un gran control sobre su defensa.
La lógica de Trump y sus argumentos
El excéntrico presidente electo ve las cosas desde una perspectiva estadounidense impregnada de nacionalismo. Su lema MAGA (Make America Great Again) significa expansión territorial y poder militar y económico. El predicamento de “¡America first!” le concede según él, un derecho irrevocable de hacerse con todos los recursos necesarios para asegurar la hegemonía de su país, a cualquier costo. Para legitimar sus demandas, Trump usa la historia. Uno de los argumentos que Trump usa para hacer valer los derechos de Estados Unidos sobre Groenlandia, es el hecho de que gran parte del norte de Groenlandia no había sido cartografiada cuando se firmó el Tratado de Kiel en 1814. El estadounidense Charles Francis Hall fue de facto el primer extranjero en pisar el noroeste de Groenlandia, durante la expedición Polaris de 1871-1873. Además, desde 1886 hasta 1909, el estadounidense Robert Peary fue el primer extranjero en explorar el extremo norte de Groenlandia. Según Dawn Alexandrea Berry[1], Peary habría intentado reclamar el extremo norte para Estados Unidos.
Durante la Primera Guerra Mundial, urgió para Estados Unidos la necesidad de comprar las Indias Occidentales Danesas. Dinamarca, consciente de los deseos de EEUU de anexar Groenlandia o al menos parte de ella, exigió que Estados Unidos primero reconociera la reivindicación danesa sobre la totalidad de Groenlandia. El secretario de estado de Estados Unidos, Robert Lansing, lo hizo así en 1916 y Dinamarca vendió las Indias Occidentales Danesas a Estados Unidos, las cuales fueron renombradas como las Islas Vírgenes de Estados Unidos y convertidas en un territorio no incorporado del país.
Los Estados Unidos estaban al tanto de que había más posibles interesados en hacerse con la soberanía sobre Groenlandia. Por tanto, los Estados Unidos impidieron un intento del Reino Unido de asegurarse un derecho de preferencia en caso de que Dinamarca decidiera vender Groenlandia. Los británicos actuaron después de que John Douglas Hazen propusiera con éxito en la Conferencia Imperial de Guerra que el Imperio Británico comprara Groenlandia para Canadá, con el fin de evitar que Estados Unidos la adquiriera.
La invasión alemana de Dinamarca el 9 de abril de 1940 complicó el estatus legal de Groenlandia durante la Segunda Guerra Mundial. Debido a su proximidad al continente norteamericano, a ser la única fuente significativa conocida de criolita y a los intentos alemanes de usar la isla durante la guerra meteorológica del Atlántico Norte, Estados Unidos aplicó por primera vez la Doctrina Monroe sobre colonias europeas en el océano Atlántico Norte.
Estados Unidos desembarcó personal armado de la Guardia Costera en Groenlandia para proteger el territorio. Antes de desembarcar, los guardacostas fueron dados de baja formalmente de su servicio y reconstituidos como una fuerza de «voluntarios» para crear una ficción legal que evitara acusaciones de invasión estadounidense, ya que Estados Unidos era neutral en ese momento y el gobierno danés en el exilio no había aprobado el desembarco. Posteriormente, el gobierno danés aceptó la entrada oficial de fuerzas estadounidenses en Groenlandia, y el Ejército de Estados Unidos ocupó la isla en 1941.
La historia de un país en expansión
Desde los trece estados originales establecidos en la costa este, Estados Unidos ha llevado a cabo un ambicioso y premeditado proceso de expansión territorial a través de compras, conquistas y tratados. En 1803, los trece estados le compraron Luisiana a Francia por 15 millones de dólares, lo que duplicó el tamaño del país al agregar aproximadamente 2.1 millones de km². Esta compra fue altamente estratégica y se hizo para controlar el río Misisipi y Nueva Orleans. Por el tratado de Adams-Onís, adquirieron Florida de España en 1819, cancelando deudas españolas de 5 millones de dólares. Por ese dinero, España cedió Florida y definió las fronteras con el territorio de Luisiana.
Tras la guerra entre Méjico y los Estados Unidos, los yanquis se anexionaron Texas, independiente desde 1836, y a continuación, en 1848 y tras una guerra, con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, los territorios de California, Nevada, Utah, Arizona, partes de Colorado, Wyoming, y Nuevo México, todo por 15 millones de dólares, añadiendo 1.36 millones de km² a la unión. Arruinado Méjico, aprovecharon los estadounidenses para hacer otra “compra” con el tratado de Gedsen, en 1853, por el cual, por 10 millones de dólares, los Estados Unidos compraban a Méjico un territorio de aproximadamente 76,800 km², lo que hoy son las partes del sur de Arizona y Nuevo México. Estados Unidos, bajo la presidencia de Franklin Pierce, buscaban asegurar una ruta sureña para construir un ferrocarril transcontinental y las montañas Rocosas en el norte dificultaban la construcción, por lo que se buscaba una ruta más plana en el sur.
En 1867 comenzó la expansión al norte, adquiriendo Alaska por 7,2 millones de dólares a una Rusia con problemas económicos tras la guerra de Crimea. Esta adquisición añadió aproximadamente 1.5 millones de km². Al principio fue llamada «la locura de Seward», porque fue una idea, considerada completamente descabellada, del entonces secretario de estado norteamericano William H. Seward, aunque luego se descubrieron recursos naturales valiosos. Esto de “la locura de…” me hace pensar en lo que está ocurriendo hoy, con las ideas del que sus detractores llaman “wierd”.
En 1898, Hawái fue incorporado tras un golpe de estado apoyado por intereses estadounidenses. Se convirtió en un territorio independiente en 1900 y en estado en 1959. El mismo año 1898, tras la corta guerra con España, y pagando 20 millones de dólares, adquirieron Puerto Rico, que sigue siendo territorio no incorporado a la unión, Guam y Filipinas. Estas últimas hasta su independencia en 1946.
Siguió la adquisición de la Samoa Americana en 1899, por el Tratado tripartito, con Alemania y Reino Unido, que dividía Samoa entre Alemania y Estados Unidos, estableciendo el control estadounidense sobre el este de las islas. Ya en 1917, adquirieron las Islas Vírgenes de Dinamarca por 25 millones de dólares, por lo que se hicieron cargo de las islas de Saint Thomas, Saint John y Saint Croix, adquiridas por su posición estratégica en el Caribe. Tras la Segunda Guerra Mundial, desde 1947, Estados Unidos administró las Islas Marshall, los Estados Federados de Micronesia y Palau como fideicomiso de las Naciones Unidas. A todo esto, hay que añadir la presencia de bases militares estadunidenses dispersas por el mundo.
El caso Panamá
Panamá ha sido otro punto de tensión histórica. En 1903, con el apoyo de Estados Unidos, Panamá se independizó de Colombia, permitiendo la construcción y control del Canal de Panamá por parte de los estadounidenses. Este control se mantuvo hasta que el presidente Jimmy Carter firmó un tratado con Omar Torrijos para transferir gradualmente la administración del canal a Panamá, lo cual se completó en 1999. Ahora, Trump parece tener intenciones de revertir esta cesión, alineándose con líderes como Putin que buscan restablecer fronteras y acuerdos perdidos. El 22 de diciembre, Trump amenazó con volver a imponer el control estadounidense, citando lo que él consideró tarifas excesivas por el uso del canal y un riesgo de influencia china. Una subsidiaria de CK Hutchison Holdings, con sede en Hong Kong, ha gestionado durante mucho tiempo dos puertos cerca de las entradas del canal. En palabras de Trump: «Fue entregado a Panamá y al pueblo de Panamá, pero tiene disposiciones», dijo Trump sobre el canal. «Si no se siguen los principios, tanto morales como legales, de este gesto magnánimo de entrega, exigiremos que el Canal de Panamá nos sea devuelto por completo, rápidamente y sin cuestionamientos».[2]
Groenlandia y el presente
El interés de Trump por Groenlandia no es nuevo en la historia de Estados Unidos. Este territorio rico en recursos y estratégicamente ubicado ha sido considerado antes por su potencial militar y económico. Aunque su compra fue rechazada rotundamente por Dinamarca, las declaraciones de Trump no deben ser tomadas a la ligera. Además, esta no es la primera vez que Estados Unidos ha considerado la toma de posesión de Groenlandia. El entonces secretario de estado William H. Seward, el promotor de la compra de Alaska en 1868, calificó la idea de comprar tanto Groenlandia como Islandia como «digna de ser considerada seriamente» y encargó un extenso informe sobre la posibilidad, pero nunca se concretó. Se discutieron otras propuestas a lo largo del siglo XX, incluida una oferta de 1946 para comprar Groenlandia por 100 millones de dólares en un acuerdo que habría incluido el intercambio de tierras ricas en petróleo en Alaska con Dinamarca. Ahora, a solo 12 días de su jura como presidente, Trump amenaza con usar la fuerza para conquistar Groenlandia y “reconquistar” el Canal de Panamá.[3]
Un momento histórico
Todos los momentos son históricos, la historia no para, pero este que nos ha tocado vivir, pasado el primer cuarto de este siglo, pinta ser algo especial. Con la toma de posesión de Trump este 20 de enero, se abre un capítulo de incertidumbre en la historia estadounidense. La comparación con «la locura de Seward» en 1867 puede ser adecuada: las ideas descabelladas a menudo resultan viables cuando el poder las respalda. Solo el tiempo dirá qué locuras se convertirán en realidad durante esta nueva administración.
[1] Berry, D.A. (2016). The Monroe Doctrine and the Governance of Greenland’s Security. In: Berry, D.A.
Paseo esta mañana por una ciudad helada, cubierta por un sudario blanco que voy profanando con mis pasos, dejando tras de mi una estela de huellas grisáceas. Siento el frío en la cara, sensación de diminutas agujas perforando mis mejillas y mi nariz, la única parte de mi cuerpo que se asoma a la intemperie. Tras mis gafas algo empañadas, mis ojos llorosos van mirando el paisaje desierto. Me viene a la cabeza el recuerdo de un día como este, una mañana de enero el año 1974. Recuerdo la sensación de andar por las calles desiertas, sin coches ni autobuses ni camiones, sin peatones. Esa vez, a la percepción de soledad se le sumaba la angustia de no saber si ese estado de cosas era el principio de algo inédito hasta ahora, la falta de energía fósil, algo que hasta ahora habíamos considerado tan natural como el agua que bebíamos.
Todo comenzó con la guerra de octubre de 1973 entre Egipto y Siria, por un lado, e Israel por el otro. Los países de la OPEP se negaron a exportar petróleo a los estados que habían ayudado a Israel durante la guerra de octubre. Como consecuencia de este bloqueo, los países afectados se vieron obligados a actuar, para garantizar la actividad industrial y los transportes. En Suecia se introdujo el racionamiento de gasolina el 8 de enero de 1974. Se enviaron tarjetas con cupones de racionamiento; 40 litros para los automóviles y 20 para las motos, igual para todos. por lo que, al ir a llenar el tanque del coche, se tenía que usar tarjetas de racionamiento. Fue en este contexto que comenzó el debate sobre cómo reducir la dependencia del petróleo y enfocarse más en fuentes de energía alternativas.
Al igual que en el caso del COVID-19, millares de investigadores de todo el mundo se encerraron en sus laboratorios para encontrar alternativas energéticas a cualquier precio. En primer lugar se incentivó la investigación en las energías renovables. Se investigaron tecnologías para aprovechar la energía del sol, desarrollando paneles solares más eficientes. Se exploraron aplicaciones para generación eléctrica y calefacción. También se impulsaron proyectos para construir aerogeneradores más grandes y eficientes para generar electricidad a partir del viento. En países con ríos adecuados, como aquí en Suecia, se promovió la construcción de nuevas centrales hidroeléctricas, aunque esto ya se había hecho mucho antes y quedaban muy pocos ríos sin regular por medio de presas.
La energía nuclear fue vista como una alternativa clave al petróleo. Muchos países invirtieron en la construcción de reactores nucleares para generar electricidad de forma masiva y relativamente independiente de los combustibles fósiles. Francia dependía enormemente del petróleo importado y sufrió profundamente la crisis de 1973. Por tanto, el gobierno francés lanzó un ambicioso programa nuclear conocido como el Plan Messmer. En pocos años, Francia construyó decenas de reactores nucleares y, para finales de los años 80, alrededor del 75% de su electricidad provenía de la energía nuclear. En 1973, Estados Unidos tenía alrededor de 40 reactores en operación, pero para finales de los años 80, el número había superado los 100. Japón, La Unión Soviética, Alemania, Suecia, Canadá y también España, construyeron plantas nucleares como respuesta, pero luego vinieron las catástrofes de Three Mile Island en 1979, Chernóbil en 1986 y Fukushima en 2011, que pusieron en entredicho la proliferación de las plantas nucleares.
Se empezó a experimentar a gran escala la producción de combustibles a partir de materiales orgánicos como maíz, caña de azúcar y aceites vegetales. El etanol y el biodiésel comenzaron a ganar interés como combustibles para el transporte. Las marcas automovilísticas promovieron la mejora de la eficiencia en motores de combustión al igual que las fábricas de electrodomésticos desarrollaban productos mas eficientes y con menor gasto energético.
En el ámbito urbano, se desarrollaron planes para promover el transporte público y la reducción del consumo energético en edificios mediante mejor aislamiento y diseño arquitectónico eficiente. En algunas universidades se comenzó a investigar en la economía circular, en formas de reutilizar y reciclar materiales para reducir la demanda de energía en la producción de bienes. Se exploró el hidrógeno como combustible alternativo, especialmente como portador de energía en pilas de combustible para vehículos y otros sistemas. En fin, cada uno en su ámbito científico y profesional comenzó a preocuparse del problema energético, intentando encontrar una solución permanente para la substitución del petróleo. Otros, todo hay que decirlo, como Noruega, se preocuparon más de conseguir su propio petróleo, prospectando su territorio en busca del preciado oro negro, que al subir los precios, hacía rentable la producción que había comenzado en Ekofisk en 1971. El aumento dramático de los precios del petróleo debido al embargo de la OPEP en 1973 benefició enormemente a Noruega, que ya estaba exportando petróleo del Mar del Norte.
Hoy, leyendo lo que se escribe en el foro de WhatsApp de Las Sociedades Científicas de Mérida, veo que el próximo ciclo de conferencias llevará el título “Máquinas: en busca del perpetuum mobile”. Esto me lleva a pensar en una de las actividades que el embargo petrolífero puso en marcha aquí en Suecia, el renacimiento del sueño que desde la antigüedad ha acompañado a infinitos pensadores y científicos, desde Aristóteles hasta Mike Brady pasando por Villard de Honnecourt y Leonarda da Vinci. El sueco que trató de conseguir construir una máquina de movimiento perpetuo que solucionase la crisis del petróleo en 1974 no fue un charlatán cualquiera, sino un respetado y famoso inventor, Baltzar von Platen, el inventor del refrigerador de absorción que, durante su vida activa, continuó investigando en campos relacionados con la energía y la termodinámica, con proyectos relacionados con el almacenamiento de energía y sistemas de calefacción, la desalinizadora, el diamante industrial etc. En 1974, a los 77 años, Baltzar von Platen logró convertirse en el centro de toda la atención mediática a partir de un articulo publicado en uno de los principales periódicos suecos, el Svenska Dagbladet, en el que, en primera página, se comunicaba que este venerable científico trabajaba en algo que “solucionará la crisis del petróleo, haciendo innecesaria la energía nuclear”.
La noticia cayo como una bomba y todos los medios de comunicación se hicieron eco de ella. Los científicos de la Real Academia de Tecnología (KTH) quedaron boquiabiertos e incrédulos ese 25 de marzo, al leer el periódico. Algunos se atragantaron seguramente comiendo sus cereales. Los teléfonos empezaron a llamar, de un científico a otro, preguntándose ¿cómo? Esto ocurrió el martes antes de la Pascua. Después de la publicación en el diario Svenska Dagbladet, reinaba una gran confusión en todas las redacciones y en los círculos académicos. Los editores estaban de vacaciones de Pascua, al igual que los expertos. Nadie sabía muy bien qué pensar sobre las llamativas noticias. En realidad, era algo que todos estaban esperando, el sueño de una máquina de movimiento perpetuo nunca ha sido tan intenso como durante esos primeros años de la década de 1970, cuando la energía nuclear se debatía con más intensidad y las crisis del petróleo se sucedían unas tras otras.
Seguro os estaréis preguntando cómo le fue a von Platen con este invento, pero antes me gustaría presentar al inventor, porque su historia es muy peculiar. Baltzar von Platen nació en 1898 en Ystad, en el sur de Suecia. Sus padres eran Philip von Platen, funcionario de justicia, y Eva Ehrenborg, pianista.
De niño, a Baltzar von Platen le gustaba pensar por sí mismo, lo que no era bien recibido siempre por todos sus maestros, quienes con bastante frecuencia lo reprobaban y suspendían. Finalmente, tras repetir bastantes cursos, logró graduarse de bachiller en 1917.
El pequeño Baltzar soñaba con ser cantante de ópera, pero un extraño evento cambió su camino. En sus memorias, von Platen relata que a los 16 años fue visitado por un espíritu. «Percibí que era un ser inteligente de otro planeta. Me dijo: ‘Sabes que hay una guerra mundial. Sabes que habrá escasez de combustible. Por eso, construye una máquina que absorba el calor del ambiente frío, eleve la temperatura del calor y lo transfiera a la habitación.'». Interpretó esta descripción como un perpetuum mobile, es decir, una máquina de movimiento perpetuo, lo que marcó profundamente su vida y su trabajo como inventor.
Una de las razones que hacen que piense en este peculiar inventor es que comenzó sus estudios en la universidad de mi alma mater. Después de graduarse, Baltzar von Platen comenzó a estudiar en la Universidad de Lund. Sin embargo, dejó la institución tras un conflicto durante un examen de física. Se le pidió que demostrara la ecuación de Carnot, un concepto fundamental en la termodinámica. Presentó una demostración original y muy personal que su profesor nunca había visto antes. El profesor, cuyo nombre no he podido encontrar, exigió que la hiciera como los demás, pero Baltzar se negó, discutió acaloradamente y finalmente, según cuenta el mismo Baltzar, salió corriendo de la sala. Tras este incidente, consideró convertirse en sacerdote, pero finalmente ingresó en el Real Instituto de Tecnología en Estocolmo, KTH.
En el Instituto Real de Tecnología, Baltzar encontró un ambiente que valoraba su originalidad. Allí conoció a Carl Munters, otro joven estudiante, con quien inició una colaboración. Ambos alquilaron un pequeño apartamento en el centro, donde pasaban las noches inventando. Aunque solían faltar a las clases, lograron completar sus estudios con éxito.
Von Platen y Munters decidieron diseñar un refrigerador sin partes móviles. La idea era que un extremo del aparato se enfriara mientras el otro se calentaba. Pronto crearon el primer prototipo, capaz de mantener temperaturas de -40 °C, aunque era demasiado grande y poco práctico para uso doméstico. Siguieron trabajando para perfeccionarlo.
El refrigerador funcionaba de la siguiente manera, que de alguna manera parte de la revelación del ángel en el sueño del joven Baltzar: Se mezclaban agua y amoníaco en un recipiente calentado, lo que convertía el amoníaco en gas. El gas subía a un condensador donde se enfriaba y volvía a estado líquido. Este líquido se dirigía a un elemento refrigerante lleno de hidrógeno, donde el amoníaco se vaporizaba nuevamente, absorbiendo grandes cantidades de calor del entorno, lo que enfriaba el espacio circundante. La mezcla de amoníaco y gas hidrógeno regresaba a un absorbedor donde se mezclaba nuevamente con agua, reiniciando el ciclo.
En 1922, Baltzar von Platen y Carl Munters presentaron su refrigerador como trabajo de graduación y solicitaron una patente. Su invención se convirtió en una sensación mundial. En 1923, la empresa AB Arctic compró los derechos de la patente, y en 1925 se presentó un modelo mejorado en una exposición tecnológica en Estocolmo. Ese mismo año, publicaron un libro sobre su invento y recibieron la Medalla Polhem de la Asociación de Tecnología de Suecia.
Electrolux, la famosa marca sueca, adquirió AB Arctic ese mismo año, y tanto Baltzar como Carl fueron contratados para seguir desarrollando el refrigerador. Cada uno recibió 560,000 coronas suecas (2 millones de euros de ahora) por la venta de la patente. El éxito del refrigerador fue clave para la rápida expansión de Electrolux.
Lejos de dormirse en los laureles, Baltzar von Platen siguió inventando cosas. Durante la década de 1930, comenzó sus experimentos para fabricar diamantes artificiales. La idea consistía en comprimir carbono bajo alta presión y altas temperaturas. Sin embargo, nunca logró completarlo del todo. Posteriormente, el trabajo fue retomado por Erik Lundblad, uno de sus asistentes, y la empresa ASEA. Erik Lundblad fue el primero en el mundo en producir diamantes sintéticos. Estos se utilizan en puntas de taladros y para cortar vidrios.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la neutral Suecia tuvo que enfrentarse a una gran escasez de petróleo. La idea de Baltzar von Platen fue utilizar gasógeno, un gas generado por la combustión incompleta de madera o carbón, que podía emplearse como combustible. El dispositivo de gasógeno inventado por Baltzar von Platen utilizaba madera como fuente de energía y permitió que los automóviles suecos siguieran funcionando durante la guerra, gracias al gasógeno, transportando un pequeño remolque con madera o con cualquier combustible sólido; tela, papel etc.
En 1958, diseñó el grifo antigoteo. La idea surgió una noche en la que, incapaz de dormir, se sintió irritado por el constante goteo del grifo en la cocina. La solución fue una combinación de acero inoxidable y caucho sintético. Y así llegó Baltzar von Platen a generar titulares sensacionales en los periódicos. El último al afirmar haber inventado una máquina perpetua, una fuente de energía fantástica e inagotable. En conferencias y escritos trató de probarlo, pero los expertos académicos consideraron que era algo imposible. Baltzar von Platen, obstinado como de costumbre clamó: «Hay dos grupos que rechazan mi invento. Primero, los que no han leído mi tesis. Y luego, los que la han leído mal». Sin embargo, la Oficina Sueca de Patentes y Registros consideró que la solicitud de patente no era lo suficientemente convincente y la rechazó.
Pero, en Estados Unidos, Israel, Suiza, Francia y Gran Bretaña, se admitió la patente titulada «Procedimiento para llevar a cabo un proceso cíclico termodinámico» en la que von Platen afirmaba que podría ser posible operar un perpetuum mobile de segundo orden, una máquina perpetua en forma de un motor térmico que toma calor y se enfría con el mismo medio. Según la segunda ley de la termodinámica, una máquina de este tipo no puede existir, pero von Platen sugirió que quizás esta ley no era completamente universal. Para probar su hipótesis, von Platen deseaba construir un prototipo. La construcción, que nunca se llevó a cabo, se estimó en un costo de aproximadamente 40 millones de coronas suecas, unos 34 millones de euros actuales. En Suecia no se le concedió la patente y nadie se mostró dispuesto a invertir en el experimento. Pero, a mi entender, siendo yo de letras, no iba muy descaminado el bueno de von Platen, teniendo en cuenta su primer gran invento, como podemos ver en este primer prototipo de frigorífico de 1922, aquí abajo. Foto: Tekniska museet. Public Domain Mark (PDM)
Curiosamente, se tropezó de nuevo von Platen, al intentar construir un perpetuum mobile, con Carnot. Recordemos que fue por una discusión con su profesor a cuenta de la explicación de la famosa ecuación de Carnot. Ahora, el segundo principio de la termodinámica, que fue enunciado por primera vez por Sadi Carnot en 1824, bloqueaba el camino hacia la máquina eterna. El Segundo Principio de la Termodinámica nos dice, de manera sencilla, que el calor, una forma de energía, siempre fluye espontáneamente desde un lugar más caliente hacia uno más frío, y nunca al revés, a menos que hagamos algo para forzarlo, como en un refrigerador.
Otra forma de entenderlo es a través del concepto de entropía, que mide el desorden en un sistema. Este principio dice que, en cualquier proceso natural, la entropía total del universo siempre aumenta o, en el mejor de los casos, permanece constante. Esto significa que la energía útil para realizar trabajo siempre se va perdiendo poco a poco en forma de calor o desorden.Esto hace imposible construir una máquina perpetua, un perpetuum mobile, que funcione sin perder energía, porque siempre habrá una «fuga» de energía útil debido al aumento de la entropía.
Termino mi relato contando mis vivencias de ese enero de 1974, cuando parecía que nuestro modo de vida, ya, toda nuestra civilización, estaba en peligro, por la amenaza de la OPEC. Se sabía ya en diciembre que vendrían restricciones y todo el mundo se lanzó a almacenar combustible en todo tipo de bidones, barriles, garrafas y, dicen las malas lenguas, que hasta en bañeras. Llegaron los cupones, 40 litros para los automóviles y 20 para las motos, nada para los barcos de recreo, ni para los cortacéspedes u otras máquinas de uso particular, para las empresas había unas cuotas especiales con el fin de que la economía siguiera funcionando.
Yo salí esa mañana, que tanto se parece a esta en la que escribo, y las calles estaban desiertas. El que tenía que salir, lo hacía a pie o en bicicleta. Los cupones de la gasolina se reservaban para una necesidad, para una urgencia. Y así pasamos tres semanas hasta que, de pronto, se suprimió todo el sistema de racionamiento y la gasolina empezó a surtir como de costumbre, llenado los tanques de los coches y las motos, aunque a un precio mucho más caro que antes de la crisis. Pero, lo que sí es cierto, es que desde ese momento, la preocupación por la energía es constante y cientos de inventos se han llevado a cabo con éxito para bajar el gasto de petróleo, efectivizando motores, acoplando viviendas y reemplazando el combustible fósil con el sol y el viento y muchas más cosas que esperan su rentabilidad. Si no hubiésemos tenido que pensar en la sustitución del petróleo, habríamos agotado las reservas por estos días.
Andando, andando, a veces me detengo a visitar alguna exposición, en particular, las que se presentan en Lunds konsthall (Sala de Arte de Lund), una institución especialmente querida por mí, desde los lejanos tiempos cuando la brillante directora Cecilia Nelson lo dirigía. Ya hace un cuarto de siglo desde que Cecilia se jubiló, aunque nunca abandonó ni la sala de arte ni el arte en sí. Hoy hace bastante frío, sobre todo viento fuerte y gélido, y al pasar por la puerta, la luz interior parece llamarme. Al entrar, me encuentro ante una exposición que lleva el título “Nära det vilda hjärtat” (cerca del corazón salvaje) que se mueve en la frontera entre lo sensorial y lo místico, entre el paisaje interior del individuo y los ritmos exteriores del mundo. Veo que reúne a artistas de diferentes generaciones y expresiones, y su temática gira en torno a la disolución de límites y la exploración de una fuerza vital que impregna el mundo y nuestras vidas. Los que exponen son artistas de la talla de Özlem Altın, Kinga Bartis, Mary Beth Edelson, Damla Kilickiran, Jochen Lempert, Antje Majewski, Issa Samb, Olivier Guesselé-Garai, Beatriz Santiago Muñoz, Gudrun Åhlberg y el más conocido de todos, Max Walter Svanberg, cuyo arte ha presidido las sesiones del consistorio más de medio siglo, de forma que, donde quiera que vea alguno de sus cuadros o tapices, siempre lo reconoceré.
La energía vital que la exposición investiga puede entenderse como una expresión de lo que la filosofía y la estética a menudo han descrito como «el flujo de la vida»: un movimiento dinámico que trasciende dualismos como cuerpo y alma, individuo y entorno. Sin lugar a dudas, los artistas que aquí exponen, se han inspirado en ideas de la fenomenología y el posestructuralismo, porque aquí se presenta una visión del mundo como algo vivo y relacional, donde los límites están en constante negociación y cambio. Los límites disueltos que la exposición destaca recuerdan las ideas de Maurice Merleau-Ponty sobre la fenomenología del cuerpo. El cuerpo no es una entidad aislada, sino un lugar de encuentros: con el mundo, con los demás, con los materiales. En este contexto, el arte se convierte en un método para explorar y representar cómo estos encuentros nos configuran a nosotros y al mundo que nos rodea. Ayer escribí aquí sobre el saludo, un gesto transcendente que también se mueve entre lo físico y lo metafísico en el espacio del encuentro.
La «energía vital» a la que alude la exposición puede interpretarse a través del concepto de Friedrich Nietzsche sobre la fuerza dionisíaca: un impulso de vida que rompe el orden, crea y une. Se manifiesta en el deseo, el éxtasis y la fantasía, pero también en los cambiantes ritmos de la naturaleza y la esencia inaprensible de lo místico. El arte aquí se convierte en un medio para capturar y expresar lo inefable, aquello que está «cerca del corazón salvaje». Contemplando estas obras de arte experimento lo que el sociólogo Hartmut Rosa describe como “resonancia” de resonancia, un mundo donde todo está interrelacionado. Rosa describe la resonancia como una forma de entender la experiencia humana más allá de la racionalidad instrumental del mundo moderno. En el encuentro entre el arte y el espectador, surge una influencia mutua, que es un diálogo entre la obra, su materialidad y nuestra propia presencia sensorial y espiritual.
La temática de la exposición, puede interpretarse como un desafío al orden racionalista y jerárquico del mundo. Al destacar la corporalidad y el inconsciente, se escriben y representan experiencias que a menudo son marginadas. Esto se conecta con la idea de Hélène Cixous sobre la escritura femenina (écriture féminine), donde la subjetividad y las vivencias corporales irrumpen en el lenguaje artístico y literario. La exposición no es solo una experiencia visual o intelectual, sino una invitación a participar y reflexionar. Al emplear diferentes materiales y medios, también se rompen las fronteras artísticas, y se insta al espectador no solo a mirar, sino a sentir, reaccionar y meditar. Aquí, el arte no es solo un espejo del mundo, sino parte de su creación constante. La exposición une así lo sensorial, lo espiritual y lo filosófico en un intento por capturar y representar la fuerza vital que siempre está presente pero que continuamente se nos escapa: un corazón salvaje que late a través del mundo y de nuestras propias vidas. Cuando salgo a la calle, caída ya la noche, me propongo dejar constancia de mis sensaciones.
Hoy nieva. No es una gran noticia, porque aquí en Lund, es bastante normal que nieve por estas fechas, pero a mí personalmente, la nieve me levanta la moral. Me apresuro a salir a la calle, porque quiero ver como este fenómeno atmosférico deja todo cubierto con una capa blanca, como una hoja en blanco, por donde yo puedo ir grabando mis huellas, a lo largo de mi paseo. Es una sensación de virginidad parecido, supongo, al que pueden haber sentido los exploradores y los que lograron pisar por vez primera las nieves eternas del Sagarmatha. Sé que puede sonar exagerado, pero es así como siento yo cuando salgo a caminar por la nieve aún no pisoteada ni surcada por ruedas de toda clase o esquís.
Cuando voy paseando ensimismado por este níveo escenario, ocurre a veces que me encuentro a alguien paseando en sentido contrario. Como es un terreno llano, nos vemos de lejos, primero como puntitos oscuros sobre la nieve, más tarde como siluetas caminantes, de las que vamos distinguiendo facciones y detalles; el aparente género, la edad y, sobre todo, los ojos. Al poder distinguir el blanco de los ojos, ya sabemos mucho sobre el desconocido. Constatamos rápidamente si es alguien a quien conocemos, aunque sea superficialmente, porque entonces se espera de nosotros alguna reacción; un ¡hola! O simplemente un movimiento de cabeza, como asintiendo, diciendo – sí, ya te conozco- o un -¡hola!- acompañado de una sonrisa, si el que viene es más conocido. Si fuera un compañero de trabajo o colega, añadiría su nombre y preguntaría sin pararme – ¡qué tal-. Siendo un amigo, el parar es obligatorio, si no hay motivo para apresurase y se grita a la carrera – ¡me cierran el banco! – o – ¡ya te contaré! Y si paramos, hay muchas formas de saludar. Algunos nos ofrecen la mano rápidamente, otros nos abrazan y en ocasiones hasta nos besan. Pero, ¿y si la silueta es de un desconocido y nos encontramos en tierra de nadie, en medio de un paisaje nevado? Hemos constatado que nos hemos visto, estamos solos y somos los únicos humanos en medio de una planicie siberiana. ¿Qué hacemos?
Aquí recurro a la historia. Vamos, intento explicarme por qué esta situación, aparentemente cotidiana y fácil, puede resultar algo embarazosa. Remontémonos a los tiempos remotos sus y allí encontraremos los orígenes del saludo que pudo ser un gesto de supervivencia: la mano abierta mostraba que no se empuñaba un arma, mientras que una inclinación o reverencia reconocía la posición del otro en la jerarquía social. Sin embargo, más allá de la mera utilidad, el saludo encarnaba una intención: la de ofrecer confianza en un mundo de incertidumbres. Es, por ello, un acto filosófico en sí mismo, una afirmación de que el otro no era una amenaza, sino un compañero en el viaje de la existencia. Con el tiempo, los saludos fueron adquiriendo una carga cultural y simbólica: desde el apretón de manos en Occidente, símbolo de igualdad y acuerdo, hasta el saludo con las palmas juntas en culturas orientales, que evoca reverencia y espiritualidad. Estos gestos, aunque simples, llevan en sí la huella del pasado, la suma de los miedos, los sueños y las esperanzas que han moldeado a la humanidad.
Desde una perspectiva existencial, el saludo es también un recordatorio de nuestra condición finita. Cada encuentro, por breve que sea, implica el reconocimiento mutuo en un universo vasto y silencioso. Saludar es afirmar: «Estoy aquí, tú estás aquí, y por un instante compartimos este espacio en el tiempo.» Primero es la mirada, que busca los ojos del otro, y ocurre a veces, que en el momento del encuentro uno de los dos esboza una sonrisa y también ocurre que esa sonrisa parece reflejar una complicidad instantánea. Es un acto simple pero lleno de significado, que refleja cortesía, empatía o simplemente la alegría de compartir un instante humano sin palabras.
Estos encuentros solo se dan en lugares desiertos o muy poco frecuentados. Recuerdo, cuando yo era niño, que, en los pueblos, todos se saludaban. Por saludar se saludaba hasta a los forasteros. En las grandes ciudades no es posible y, si alguien se atreve a saludar a un desconocido en una calle desierta, se puede interpretar muy mal, sobre todo cuando es un hombre mayor que saluda a una mujer joven, pero aún entre varones o hembras, puede resultar raro saludar en una gran ciudad a alguien que no se conoce de nada. En las poblaciones intermedias, ni tan grandes como las ciudades pero tampoco tan pequeñas como los pueblos, el saludo es una seña de identidad. El que es saludado forma parte del grupo y el que no lo es está fuera. Esto parece que los políticos de la población barcelonesa de Manlleu, con algo más de 20 000 habitantes, han descubierto que, una buena forma de alcanzar cohesión entre los habitantes, los de dentro y los de fuera, es empezar a saludarse y, por tanto, han ideado una campaña bajo el lema. “Bon dia. A Manlleu ens saludem!”.
Bonita campaña, pienso yo, que sé lo importante que es el sentirse visto por los demás. Todo el mundo quiere sentirse visto y notado. Algunos lo consiguen con esfuerzos en la vestimenta y el peinado, otros atraen las miradas por su gracia o belleza singular. Mirar a otro ser humano es, en esencia, un intento de descifrar lo que nos es familiar y, al mismo tiempo, misterioso. En el rostro del otro buscamos signos de intención, emoción y reconocimiento, porque nuestra identidad no se construye en el aislamiento, sino en el encuentro. Como señaló el filósofo Emmanuel Levinas, el rostro del otro nos interpela, nos llama a la responsabilidad, nos recuerda que existe algo más allá de nuestro yo. Cuando miramos a otra persona, no solo la observamos; también buscamos nuestro reflejo. La mirada del otro confirma nuestra existencia, tal como Sartre lo expresó en su obra sobre el «ser para otros». En el encuentro de miradas, el mundo se hace tangible, porque el otro no solo ve lo que somos, sino lo que podríamos ser. Es un acto de mutua creación: yo te miro, y al hacerlo, te reconozco; tú me miras, y al hacerlo, me defines. Si me sonríes, soy feliz.
Mirar al otro también nos confronta con lo que no entendemos, con la otredad radical. Cada ser humano que encontramos es un universo único, inaccesible en su totalidad. Al mirar, reconocemos tanto la posibilidad de comprender como los límites de nuestro entendimiento. Esa tensión entre lo conocido y lo desconocido es profundamente filosófica, pues nos invita a contemplar nuestra humanidad común y, al mismo tiempo, a respetar la singularidad de cada vida. Hermosa campaña la de Manlleu. Yo la recomendaría a todas las comunidades en todo el mundo. ¡En el mundo nos saludamos!
Paseo bajo la lluvia a buen ritmo, como todos los demás viandantes que encuentro en mi camino. No es un día para caminar lentamente y disfrutar. Bajo esta lluvia constante y persistente es mejor apresurarse para llegar al trabajo, a la biblioteca o a casa, cada uno sabrá. Voy pensando que no recuerdo un fin de diciembre tan caluroso y lluvioso como este. Estamos a ocho grados, aquí en Lund, en el sur de Suecia, y lo normal es que estemos alrededor de cero. En mis pensamientos, mientras trato de evitar los charcos más profundos con saltos en zigzag, voy tejiendo, casi inconscientemente, un relato con ingredientes de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor en forma de catástrofes y guerras y mis experiencias personales.
Para situarnos, miremos lo que ocurre en nuestra periferia. Basta con escuchar la radio, ver la televisión o leer algún periódico para ser testigo de lo que ocurre: una masacre continua en Palestina, una guerra fratricida en Ucrania, que desata el odio entre dos pueblos hermanos, perfectamente comparables a, pongamos por caso, Cataluña y el resto de España. En parte, la crisis palestina es también una forma de guerra entre hermanos. Una guerra entre los descendientes de Ismael y de Isaac, hijos de Abraham y seguidores del “libro”, ya sea el Tanaj o el Corán. Guerras evitables, pero no evitadas. Guerras en los que otros se involucran cómo si fuera una pelea en el patio del colegio, no para separar a los combatientes, sino para jalear y para darle medios para seguir peleando. Ya sé que me dirán que no compare, que hay buenos y malos, pero yo seguiré creyendo que lo mejor sería ayudar a los combatientes a alcanzar una paz justa; algo que debería ser perfectamente alcanzable, pero que parece que no se alcanza.
Forzados por estas guerras, millones de hombres, mujeres y niños, de todas las edades y de todas las clases sociales, se agolpan en las fronteras del fuerte Europa, de Estados Unidos, Canadá o Australia, junto a otros desplazados africanos y asiáticos, buscando la paz y un futuro digno para sí y para sus hijos, y aquí encuentran las puertas cerradas casi siempre. Esta presión sobre las fronteras, hace crecer los partidos xenófobos y fascistoides que siempre están propuestos a culpar a los refugiados y a los extranjeros en general, siempre que sean pobres, claro está, de todos los males habidos y por haber, que acechen la cómoda vida del primer mundo. Esto es el ahora, la realidad inmediata. Así es el mundo el 18 de diciembre del año 2024 después del nacimiento de aquel niño que se dice vino al mundo a redimir a la humanidad.
Pensando en todo esto, me llega el recuerdo de una conversación que mantuve en 2015 con la embajadora de Países Bajos en Suecia, Ines Coppoolse, en la Casa de Europa, con motivo de su participación en el encuentro anual de los embajadores de la UE para las escuelas, entre los que me encuentro. Vivíamos ese año un momento muy especial tras la cumbre climática de París y la masiva llegada de emigrantes procedentes de Afganistán y Siria a Alemania y Suecia. La embajadora, invitada a dar una charla sobre la inmigración, tejió el cambio climático en su argumentación, dejando claro que, si no encontrábamos una forma de parar el calentamiento global, lo que estábamos viendo en cuanto a desplazamientos masivos hacía el primer mundo no estaría sino comenzando. Lo que no olvidaré es que, contestando a una de mis preguntas, la embajadora dijo textualmente: “Puede que la próxima gran oleada de refugiados vengamos de mi país”.
Los Países Bajos se encuentran constantemente en lucha contra las inclemencias del tiempo y la amenaza de que suba el nivel del mar y anegue gran parte del ya de por sí reducido territorio (41.850 km2) en el que habitan sus 18 millones de habitantes. El 40 % de la superficie se encuentra bajo el nivel del mar y solo un costoso sistema de bloqueo del agua compuesto por diques, terraplenes, pólderes, dependientes de un sistema de bombeo constante y, naturalmente, las grandes construcciones llamadas barreras, como la de Maestland. La mayor parte del gigantesco sistema de esclusas, diques y barreras comenzó a construirse después de la catastrófica inundación que afectó a los Países Bajos en 1953. Tras el colapso de varios diques debido a una tormenta extremadamente fuerte, las aguas del mar del Norte se desbordaron sobre el país. Enormes áreas de tierras agrícolas quedaron contaminadas con agua salada, y más de 1800 neerlandeses perdieron la vida.
Pero los Países bajos no son los únicos territorios que mantienen un delicado equilibrio con el nivel del mar. Aquí, nuestro vecino del sur, Dinamarca, tiene una altura media sobre el nivel del mar de aproximadamente 31 metros. Es un país muy plano, con su punto más alto, Møllehøj, que alcanza solo 170,86 metros sobre el nivel del mar. Gran parte del territorio danés se encuentra a baja altitud, especialmente en las zonas costeras. Una subida del nivel del mar podría poner en peligro a la población de gran parte del país. Este año hemos podido ver una serie televisiva con el nombre “Una familia como la nuestra” (Familier som vores, en danés), una serie danesa de drama ambientada en un futuro cercano, donde el cambio climático y el aumento del nivel del mar amenazan con hacer que Dinamarca sea inhabitable. La serie sigue los destinos de varias personas durante esta crisis, con un enfoque particular en Laura, una estudiante de 19 años. Ella se enfrenta constantemente a decisiones difíciles entre sus padres divorciados y su nuevo amor, mientras el país se evacúa gradualmente, pues la subida del nivel del mar sobrepasa las posibilidades de la técnica. Ante esta catástrofe, los daneses se ven obligados a emigrar hacia los países que les quieren acoger y encuentran problemas que recuerdan a los verdaderos problemas a los que los refugiados encuentran en Dinamarca hoy. La historia retrata cómo las familias y los individuos enfrentan la separación, la pérdida y la incertidumbre en un momento de crisis nacional, pero también cómo pueden surgir la esperanza y nuevos comienzos en medio del caos.
«Una familia como la nuestra» se estrenó en la televisión danesa TV 2 el 20 de octubre de 2024 y en Suecia a través de TV4 el 28 de octubre de 2024. La serie ha recibido mucha atención en Escandinavia por su representación del impacto de la crisis climática tanto a nivel individual como social, y cómo esta situación extrema amenaza con desintegrar a las familias en medio de la catástrofe inminente. Y, a mí, me da mucho que pensar, mientras sigo saltando entre los charcos, camino de casa, para ver el séptimo capítulo de la serie, que cierra esta primera temporada. Os recomiendo que, si podéis verla lo hagáis. Aquí os dejo el enlace: https://www.imdb.com/title/tt12963502/
Camino por calles engalanadas con guirnaldas y luces. Todos los establecimientos una gran variedad de adornos navideños, coloridos y brillantes, que convierten los negocios más prosaicos en escenarios festivos. No faltan los adornos de navidad ni siquiera en los escaparates de las empresas de pompas fúnebres. En los rostros de la gente que me voy encontrando un día como hoy, sábado 15 de diciembre, sobre todo en los rostros de los niños bien abrigados que caminan junto a sus padres, reconozco sensaciones que yo también experimenté a su edad. Recuerdo los paseos entre el bullicio navideño, camino de las visitas a las amistades y familiares.
Al llegar a una casa en tiempos de navidad, era norma encontrar ya en el recibidor una bandeja repleta de turrones, polvorones, almendras y piñones y fruta escarchada, junto a las botellas de anís dulce y otros licores. Pensándolo bien, lo que nos esperaba en cada visita era una bomba de glucosa y grasa, que quizás contribuía a nuestro estado de excitación. Hoy, ya en Suecia, casi setenta años más tarde, encuentro en principio la misma escena en las muchas comidas, meriendas o cenas navideñas, en las que participo por algún motivo, ya que todas las entidades, privadas como públicas, organizan alguna forma de ágape navideño, empezando a veces en noviembre.
Y, pensando, pensando, me pregunto ¿por qué siempre esas viandas navideñas están repletas de azúcar? La respuesta, cómo no, la encontramos en la historia. Empezando por los hombres primitivos, esos que decoraban la cueva de Altamira, por pone un ejemplo, esos hombres mujeres y niños no conocían el azúcar, porque el azúcar proviene de la caña de azúcar, que se cultivó por primera vez en el sudeste asiático y la India alrededor del año 8.000 a.C, y fue en la India, hacia el año 500 a.C., donde se desarrollaron métodos para cristalizar el azúcar. Hasta entonces el sabor dulce se conocía como el sabor de la miel y el de las frutas maduras, recursos codiciados por su valor energético y extremadamente escasos.
A través de las rutas comerciales, los árabes llevaron el azúcar a Oriente Medio, el norte de África y Europa durante la Edad Media a partir del siglo VII y era considerado un lujo reservado a las élites. La arqueología medieval demuestra como la incorporación del azúcar a la dieta de las élites destrozó los dientes de los reyes y los nobles. El deterioro dental de las élites muestra claramente que, a más alto rango social, peores dientes tenían. Un ejemplo de esto tenemos aquí en Gustavo Vasa, el primer rey de lo que llamamos Suecia, fallecido en 1560. Al abrir su tumba en 1945 se descubrió que Gustavo Vasa sufría de caries severas y pérdida de piezas dentales, lo que suele ocurrir cuando una infección alcanza la raíz del diente. La dieta del rey sueco, como la de muchos nobles de su época, era rica en azúcar y alimentos refinados. Era un lujo importado que la realeza y la nobleza consumían en grandes cantidades.
En los siglos XVI y XVII, el azúcar comenzó a ser importado a Europa desde las colonias americanas, donde se había exportado la caña de azúcar y era al principio extremadamente caro y considerado como una especia o medicina, utilizada en pequeñas cantidades. La expansión de las plantaciones de caña de azúcar en el Caribe y América del Sur, explotando mano de obra esclava, permitió una producción masiva, y redujo drásticamente los costos, popularizando el azúcar entre las emergentes clases medias europeas. Ya en el siglo XVIII, el azúcar se volvió esencial para el consumo de té y café, especialmente en Gran Bretaña, lo que disparó su demanda.
La Revolución Industrial permitió la mejora en las técnicas de refinación, lo que hizo que el azúcar estuviera disponible en grandes cantidades y a precios más bajos y ya en el siglo XIX, el descubrimiento de métodos para extraer azúcar de la remolacha aumentó la disponibilidad en toda Europa, especialmente durante el bloqueo napoleónico que limitó las importaciones de azúcar de caña. El azúcar comenzó a incorporarse en alimentos industrializados como dulces, mermeladas y pasteles. A finales del siglo XIX, el azúcar se consideraba un alimento cotidiano en lugar de un lujo.
Tengo una pequeña colección de libros de cocina que abarca desde el siglo XVI hasta el XX, y en ellos puedo ver claramente como el uso del azúcar, principalmente en los países del norte de Europa, se va extendiendo hasta colonizar cualquier plato de cualquier tipo, sean de carnes, pescados o legumbres, por no hablar de los postres, claro está.
En la actualidad, países como los Estados Unidos, Alemania, Países Bajos y Brasil, tienen altos niveles de ingesta de azúcar debido a dietas ricas en productos ultraprocesados y bebidas azucaradas. Por ejemplo, en Estados Unidos, el consumo promedio per cápita de azúcar supera los 55 kilogramos anuales. En Europa, Alemania e Irlanda destacan con un consumo igualmente elevado, mientras que, en Latinoamérica, países como Méjico registra también cifras significativas. En Suecia consumimos 39 kilogramos por persona y año, mientras que en España nos conformamos con 34,3 kilogramos, que ya es bastante.
Campañas contra el tabaquismo han conseguido detener y revertir el consumo de tabaco de forma sorprendente. Recuerdo como, cuando empecé a dar clases en el instituto, la sala de profesores estaba siempre llena de humo, porque casi todos fumábamos. Los que decían que no querían trabajar entre humos, podían acceder a una pequeña habitación. Muchos no fumadores preferían aguantar nuestros humos, porque aquel cuchitril a donde se confinaban los no-fumadores, era un lugar muy desolador. En los años 80 cambiaron las tornas y los fumadores fuimos desterrados al cuchitril, mientras los no fumadores tomaban nuestra antigua sala, tan espaciosa. Al principio era algo extravagante ver como los fumadores nos agolpábamos en una sala de cinco por cuatro metros cuadrados. El calor y el humo era casi insoportable y poco a poco, muchos de nosotros decidimos pasarnos a la sala grande, aunque fuera a costa de no fumar durante las horas de trabajo.
Y así, paso a paso, se nos fueron acotando los espacios donde se permitía fumar, hasta llegar a nuestros días, cuando fumar estigmatiza y es casi imposible hacerlo en espacios públicos. A esto se ha llegado casi sin protestas. Las razones para dejar el tabaco eran tan claras que, hasta los fumadores más empedernidos, casi sin excepción, aceptaron todas las prohibiciones. Claro que, se trata de los fumadores europeos, en el mundo en general, el tabaco sigue matando gente; ocho millones aproximadamente cada año, una autentica pandemia.
En lo que respecta al azúcar, los gobiernos no han sido tan expeditivos. Algunos como Méjico, que tiene la población con mayor índice de obesidad del mundo y enfrenta costos crecientes asociados a la diabetes y a la atención médica, implementó hace dos años un impuesto al azúcar en los refrescos y en alimentos ricos en calorías para combatir la epidemia de obesidad. También otros países como nuestra vecina Noruega han penalizado el uso del azúcar con impuestos, que los noruegos evitan comprando en Suecia, que no tiene ese tipo de impuestos. Dinamarca ya suprimió sus impuestos, pues se consideraba que no tenían ningún efecto positivo.
En Cataluña, donde se impuso un impuesto especial a las bebidas de alto contenido de azúcar en 2017 se considera que ha conseguido cambiar parcialmente los hábitos de los consumidores. Un estudio del Instituto de Investigación en Evaluación y Políticas Públicas de la Universidad Internacional de Cataluña (IRAPP – UIC Barcelona) el impuesto ha conseguido una reducción del 6,4% en las compras de colas, del 4,1% en refrescos, del 3,9% en los zumos de alto contenido en azúcar y del 3% en batidos. En total, de media y por persona en Cataluña, se ha reducido el consumo de bebidas azucaradas grabadas por el impuesto un 2,2%, Ni que decir tiene que un aumento mayor en el impuesto, que ahora está bajo el 1%, habría bajado aún más el consumo.
En general se puede constatar que una subida de impuestos a los productos azucarados, como la que se impuso al tabaco, que es del 80% en España, representaría una bajada considerable en el consumo, lo que salvaría muchas vidas. El azúcar añadido no solo está presente en bebidas, postres, dulces o chucherías. Hay otros productos como algunos zumos, yogures y muchos otros que esconden gran cantidad de azúcares añadidos. Su consumo provoca enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer. El exceso de azúcar en la dieta está vinculado a un aumento del 38% en el riesgo de muerte por enfermedades cardiovasculares. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) nos explica que el 17,4% de la población española adulta es obesa y el 37,1% tiene sobrepeso. Es decir, más de la mitad de la población tiene un exceso de peso. Una situación que se da en el 62,5% de los hombres y en el 46,8% de las mujeres. Aunque no existe una cifra global tan específica como la del tabaco, se estima que la obesidad y la diabetes, ambas ligadas al consumo elevado de azúcar, causan entre 2 y 4 millones de muertes anuales en todo el mundo.
Entonces, al acercarse la navidad, voy pensando que sería bueno que empezásemos a tomar en serio el peligro que representa el abuso del azúcar para la humanidad. Una población cada vez más longeva va a necesitar de una sanidad cada vez más costosa. Una buena forma de financiarla sería subiendo los impuestos de todos los productos azucarados al nivel del impuesto sobre el tabaco, porque de esta manera bajaría el consumo y a su vez la demanda de sanidad, al disminuir las enfermedades provenientes de la obesidad y el sobrepeso. No sé qué estamos esperando.
Conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Un Legado Inconcluso
En estas fechas, millones de niños en todo el mundo escriben sus deseos para que Papá Noel, los Reyes Magos, Ded Moroz o cualquier otro personaje mitológico haga realidad sus sueños. Me imagino que los niños que viven en Gaza, en Siria, en Ucrania o en el Líbano, soñarán con un mundo en paz, pero ¿a quién podrán escribir esos niños?
El 6 de enero de 1941, el discurso del presidente de los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt daba esperanzas para el futuro a los que se encontraban amenazados por el Eje o ya habían sentido la pesada y fría bota fascista sobre su cuello. En este discurso, pronunciado como discurso del Estado de la Unión, que para siempre llevará el nombre de discurso de las cuatro libertades, Roosevelt declaraba los objetivos de Estados Unidos para el mundo, cuando esa terrible guerra llegase a su fin, principios basados en un supuesto derecho universal que garantizase la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de desear una vida mejor y la libertad de vivir sin miedo. Principios capaces de movilizar a una inmensa mayoría de la población mundial que, arropados por el liderazgo de los Estados Unidos, consiguieron sacudirse por un tiempo a las fuerzas del mal.
En agosto de 1941, Roosevelt y Churchill firmaron la Carta del Atlántico, un documento que delineaba sus objetivos para el mundo posguerra. En ella, se reconocía la necesidad de establecer una paz basada en la justicia, el derecho de todos los pueblos a la autodeterminación y la eliminación de la opresión. Durante la guerra, en enero de 1942, los representantes de 26 naciones que luchaban contra las potencias del Eje firmaron la Declaración de las Naciones Unidas, comprometiéndose a luchar por una paz que respetara los derechos humanos fundamentales y la justicia.
En 1946, tras la victoria, la recién formada Organización de las Naciones Unidas estableció una Comisión de Derechos Humanos, presidida por Eleanor Roosevelt, viuda del presidente y una figura clave en la defensa de los derechos humanos. Esta comisión tenía como objetivo redactar un documento universal que definiera estos derechos. Entre sus redactores se encontraban el francés René Cassin, quien tuvo un papel crucial en el texto final y es considerado uno de sus principales autores; el libanés Charles Malik, un filósofo y diplomático que defendió los derechos individuales y el pluralismo; un chino, Peng Chun Chang, que aportó perspectivas del confucianismo y enfatizó la armonía entre los derechos individuales y la comunidad; y un canadiense, John Humphrey, director de la División de Derechos Humanos de la ONU, quien redactó el primer borrador preliminar de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que finalmente se adoptaría el 10 de diciembre de 1948. Este documento ha servido como base para tratados internacionales vinculantes, ratificados por los Estados, como es el caso del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
El discurso de Roosevelt del 6 de enero de 1941 puede considerarse como el principio de un proceso que culminó con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Desgraciadamente, estamos todavía muy lejos de conseguir su definitiva implantación. Conflictos armados continúan siendo una amenaza significativa para los derechos humanos. Las guerras en Ucrania, Siria, Palestina y otros lugares han provocado desplazamientos masivos, violaciones de derechos humanos, y abusos graves, como asesinatos, torturas y violaciones, que afectan tanto a combatientes como a civiles. Grupos armados y organizaciones terroristas perpetran violaciones sistemáticas contra los derechos humanos, incluyendo la esclavitud sexual, el reclutamiento forzado de niños y ataques a comunidades civiles.
Lamentablemente, los derechos humanos no han llegado a todo el mundo. En países autocráticos como China, Rusia, Bielorrusia, Myanmar y otros muchos, cuyos gobiernos persiguen a activistas, periodistas y opositores políticos, restringiendo la libertad de expresión y de prensa, y llevando a cabo arrestos arbitrarios y juicios injustos, la represión continua. La discriminación racial y la xenofobia siguen siendo problemas graves, exacerbados siempre por la intolerancia y el odio y alimentados por ideologías nacionalistas y populistas. La discriminación de género y la violencia contra las mujeres sigue siendo una lacra para una gran parte de la humanidad. Las leyes y prácticas discriminatorias persisten en muchos países, con Afganistán como terrible ejemplo, limitando los derechos de las mujeres a la igualdad y la seguridad. Persecución religiosa y hostilidad hacia minorías religiosas, como los uigures en China, los rohingya en Myanmar y los cristianos en algunas regiones de África.
El cambio climático agrava la pobreza y la desigualdad, afectando a millones de personas con desplazamientos forzados y limitando el acceso a recursos esenciales como agua potable y alimentos. Las políticas de austeridad recortan servicios básicos como la salud, la educación y la seguridad social, y afectan negativamente a los derechos económicos y sociales, especialmente, aunque no exclusivamente, en los países más pobres.
En algunos paíseses, la democratización avanza lentamente o retrocede debido a elecciones manipuladas, restricciones a la libertad de prensa, y la concentración del poder en manos de líderes autoritarios. El populismo y el nacionalismo, que promueven políticas xenófobas y limitan los derechos de las minorías, están en auge.
La vigilancia masiva y el uso de tecnología para controlar a la población, la recopilación de datos personales y el seguimiento de la actividad en línea, representan una amenaza para la privacidad y la libertad de expresión, como también lo es la censura en línea y la represión de las redes sociales que limitan la libertad de expresión y la disidencia en internet.
Un conjunto de razones para seguir luchando para que los derechos humanos sean en realidad universales. Como siempre, debemos poner nuestras esperanzas en las futuras generaciones y naturalmente en la educación de estas en los principios de los derechos humanos. Para terminar, unas palabras de René Cassin en su discurso al recoger el Nobel de la Paz en 1968:
“…la organización de la paz debe basarse en consideraciones de la razón y la preocupación. Supone un esfuerzo tremendo para modificar, a través de la educación, ciertas actitudes mentales arraigadas desde hace mucho tiempo: trabajar hacia la limitación de los armamentos, manifestar solidaridad con los hambrientos, cooperar en el fortalecimiento de las unidades familiares o sociales. Pero la razón por sí sola no es suficiente. Los factores emocionales, y especialmente el sentido de la justicia, no deben dejarse en manos de aquellos que los pervierten al servicio del odio y la destrucción.”
Y, mientras sigo mi camino, en esta mañana otoñal, voy cantando bajito esta canción de 1967 de Luis Eduardo Aute:
Recuerdo como si fuera ayer mis viajes por la geografía española, en autobús, tren y seiscientos. Siempre me ha gustado viajar y, el simple hecho de iniciar un viaje me proporciona placer. En aquellos tiempos, relativamente lejanos, pero perfectamente presentes en mi memoria, la relativa sensación de libertad física que se experimentaba dentro de la propia ciudad, se disipaba tan pronto se tomaba la carretera o se subía uno al tren. “Buenos días. La documentación, por favor.” Un saludo mecánico y un requerimiento inapelable. Se requerían permisos oficiales para muchos aspectos de la vida cotidiana. Por ejemplo, era necesario tener un salvoconducto para viajar entre provincias, especialmente durante los años más duros del régimen. La Guardia Civil y la policía estatal eran responsables de mantener un control estricto sobre las áreas rurales y urbanas. Estas fuerzas, con o sin tricornio, vigilaban carreteras, estaciones de tren y lugares públicos para detectar actividades sospechosas.
Viajando por el Este de Europa en la década de los 80, en países como Polonia, Hungría y Checoslovaquia, los regímenes comunistas vigilaban las comunicaciones, reprimían las libertades civiles, intentando aplastar cualquier movimiento opositor. La historia reciente nos muestra que, movilizaciones populares, como Solidarność en Polonia, conseguían burlar el control. Tampoco sirvieron de mucho los controles a la hora de evitar los actos terroristas de ETA, de los Grapo o de la GAL. Algo parecido ocurre con la prevención del lavado de capitales; engorrosas disposiciones que no impiden la proliferación de la delincuencia económica.
Hoy, día 2 de diciembre de 2014, entra en vigor la aplicación del Real Decreto 933/2021 por el que se establecen las obligaciones de registro documental e información y que contempla multas de hasta 30.000 euros para los incumplidores. Para mucho de los que hemos vivido la dictadura, este decreto nos parece un retroceso en cuanto a la percepción de libertad de los ciudadanos. Un retroceso que se quiere explicar, aludiendo al peligro de actos terroristas y la proliferación de organizaciones delictivas. Queda por ver si alguno de los ataques terroristas que ha sufrido el país, podrían haber sido evitados, si hubiésemos tenido la actual legislación. Ni Hipercor, ni el 11-M, ni el atentado de las Ramblas se habrían podido limitar con una legislación como la que ahora entra en vigor. Tampoco se habría podido evitar por la misma ley, creo yo, la huida de Puigdemont o de los terroristas de la Operación ogro.
Deberíamos recordar que, un control estatal excesivo puede derivar en autoritarismo y en una burocracia ineficiente que sofoque o dificulte la iniciativa individual y venga a limitar los derechos humanos. Es necesario siempre mantener una proporcionalidad, que ayude a prevenir que el poder del Estado se utilice de manera injusta o arbitraria. Aquí se echa en falta una oposición liberal que vele nuestra privacidad. Los ciudadanos tenemos derechos fundamentales que el Estado debe proteger, no infringir o dificultar innecesariamente. Derechos como la intimidad, la libre expresión y la autonomía personal, no pueden ser recortados de cualquier manera, aludiendo a posibles peligros y a la necesidad de seguridad. Si el control estatal no guarda proporción con los beneficios, se sacrifica la libertad sin razón suficiente. Si las restricciones o políticas generan más molestias que beneficios, no cumplen su propósito y erosionan la confianza pública. Por el contrario, cuando las acciones del Estado son razonables y proporcionadas, generan confianza y legitimidad. Los ciudadanos estamos más dispuestos a aceptar regulaciones si sentimos que están diseñadas para un bien mayor y no imponen cargas innecesarias. Si estamos obligados a declarar el nombre y los datos de los que nos acompañen en un vehículo alquilado y la filiación de la persona con la que compartamos habitación, estamos perdiendo libertad y autonomía. ¿Por qué será que pienso en Orwell un día como hoy?
Los pensamientos son libres, si uno se los calla, claro está.
El viento lleva hoy una fragancia invernal. Enfundado en mi ropa de abrigo, con el gorro de lana bien calado y las manos bien resguardadas en los guantes, siento un frío bienvenido en las mejillas, la parte de mi cuerpo que está en contacto con el gélido viento. Es el último día de noviembre y voy caminando por la Plaza Mayor de Lund. En la parte norte de la plaza han instalado un gran árbol de navidad con bolas de colores y todos los adornos que normalmente acompañan. Familias con niños bien abrigados, contemplan el árbol y se acercan a las casitas de madera que, a modo de pequeño pueblo, forman lo que es el mercadillo navideño. Se nota que el ayuntamiento se ha esforzado en crear un buen ambiente navideño; hasta un coro de jóvenes interpreta clásicas canciones navideñas, que todos conocen.
Yo miro todo y disfruto de esa sensación de bienestar que me inunda cada vez que veo regresar la Navidad. Es como regresar a la niñez, es algo muy entrañable. En medio de mis añoranzas navideñas vengo a recordar que, justamente en este lugar, se encontraba el patíbulo durante gran parte de la edad media. Aquí mismo, donde ahora contemplamos este precioso árbol de Navidad, se celebraban los juicios y se ejecutaban las sentencias. Y no puedo dejar de pensar en los juicios, las sentencias y los castigos. Y durante mi paseo voy pensando; claro, que para haber un castigo debería haber un crimen, una acción u omisión que estuviese prohibida y sancionada por la ley porque pudiese afectar negativamente a la sociedad, violar los derechos de las personas o poner en peligro el orden público. Claro que, la conducta que se castiga debe estar descrita en la ley como un delito: nullum crimen, nulla poena sine lege. Por tanto, los pensamientos no pueden constituir nunca un delito, al menos, si uno se los guarda para sí, porque si no…
Se dice que fue Walther von der Vogelweide, el gran trovador austriaco, el que, en una de sus canciones, lanzo la famosa frase de “Die Gedanken sind frei”[1] (El pensamiento es libre) que, a través de los siglos, nos sigue inspirando. En realidad, Cicero se le adelanto con más de mil años. El pensamiento es verdaderamente libre, eso no se puede negar, pero, esa libertad puede costarle muy caro al que osa pasar del pensamiento a la exposición de sus ideas. Eso no solo ocurre en países con regímenes totalitarios, las democracias también son altamente sensibles a lo que se expone en público, especialmente si se aleja de la corriente dominante y convencional. La lógica de la cancelación no es exclusiva de nuestro tiempo, parece algo muy humano que se ha practicado desde siempre. No por eso deja de extrañar a los que, como yo, seguimos creyendo que la libertad de opinión es una de los pilares de la democracia.
Ante el clima de crispación política y mediática que estamos viviendo[2], muchos echan en falta una política de consenso, quizás, creo yo, sin pensar bien lo que esto supone en la práctica. Pues, aun no tratándose de una unanimidad total, el consenso implica que la mayoría de los miembros del grupo, en este caso una sociedad, aceptan una cierta decisión o solución, que una vez decidida, obliga a todos a aceptarla o al menos a no opinar en su contra. Esto trae consecuencias negativas a la libertad de opinión, ya que el pensamiento es libre, pero expresar este pensamiento no lo es. Aunque exista en teoría la libertad de expresión, el “pasillo de opinión” (åsiktskorridor en sueco) señala que hay límites implícitos sobre lo que se considera socialmente adecuado discutir y, los que se salen de este «pasillo» pueden ser, no solo criticados, sino también marginados o, como actualmente se denomina, cancelados. Normas culturales y sociales limitan las opiniones consideradas aceptables y el que se sale del pasillo, es castigado de muchas formas, por el momento, la más utilizada es la cancelación, entendida como la censura, la exclusión social, la pérdida de oportunidades laborales, el boicot público o la estigmatización.
Si el que se sale del pasillo de opinión es un académico, profesor o investigador, que se atreve a criticar, aunque sea de forma parcial, corrientes dominantes, como algunas formas del feminismo radical o las políticas climáticas extremas, se verá marginado de las instituciones y las plataformas digitales amplificarán la cancelación, convirtiendo las opiniones expuestas por él o ella en «delitos sociales» sumadamente visibles. Si los que expresan posturas consideradas controversiales son actores, cantantes o escritores, perderán contratos, audiencias o serán excluidos de eventos culturales. La cancelación es un rodillo que aplasta. Así, castigando a quienes se desvían del pasillo de opiniones, se va reduciendo el espacio para el debate y la pluralidad de ideas. Por qué será que yo, pensando en este fenómeno de la cancelación, me atrevo a buscar sus raíces hasta la misma inquisición, en el caso de España, y para Suecia a la implementación de la Ley Mosaica a principios del siglo XVII. Tanto la inquisición como la ley mosaica eran reflejos de la religiosidad dominante en tiempos pasados, pero, una religiosidad que al parecer hemos superado. ¿Qué es entonces lo que da razón de ser a los pasillos de opinión actuales?
Vivimos en sociedades altamente secularizadas, en términos legales y culturales, pero, la huella que las confesiones religiosas nos han dejado, tras miles de años de práctica, hace perdurar entre nosotros rasgos identitarios que condicionan nuestras acciones a nivel institucional y privado. Tanto la inquisición como la ley mosaica condenaba al confeso de herejía a la máxima pena y al escarnio público. En España se usaba el sambenito y el escarnio público. En Suecia, al reo se le exhibía públicamente en la plaza mayor o ante la misma iglesia, colocándole atado a un poste llamado “poste de la vergüenza (skampåle) para deshonrar al que se consideraba culpable, dañando su reputación y recordándole las normas sociales y religiosas. Aquí estamos ya tocando lo más esencial de la cancelación, la perdida de la honra, pues tanto en España como en Suecia el concepto de la honra estaba ligado a los valores religiosos, inicialmente católicos, como la castidad, la fidelidad y la obediencia a las normas de la Iglesia.
En las sociedades secularizadas, como son la sueca y la española, existe una concepción de la ética que se supone libre de valores religiosos, aunque en el caso de Suecia se quiere llegar a la secularidad sin dejar a un lado la herencia cristiana. Por tanto, en el plan de estudios vigente se conserva la influencia religiosa:
“La inviolabilidad de la vida humana, la libertad e integridad del individuo, la igualdad de valor entre todas las personas, la igualdad entre mujeres y hombres, así como la solidaridad entre las personas, son los valores que la escuela debe reflejar y transmitir, de acuerdo con la ética heredada de la tradición cristiana y el humanismo occidental. Esto se lleva a cabo a través de la educación del individuo en el sentido de la justicia, la generosidad, la tolerancia y la responsabilidad. La enseñanza en la escuela debe ser no confesional.” [3]
No resulta tan clara ni tan explicita, en la legislación española, la alusión a la tradición cristiana. Aquí se resaltan los principios de la constitución en lugar del peso del evangelio: “El sistema educativo español, configurado de acuerdo con los valores de la Constitución y asentado en el respeto a los derechos y libertades reconocidos en ella…”[4] Y la educación en sí tiene como objeto: “La transmisión y puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, así como que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación.”[5]
En países democráticos como Suecia y España, el derecho a la libertad de expresión está garantizado, pero la llamada «cultura de la cancelación» refleja tensiones sociales y culturales y desenmascara la vieja actitud punitiva y vengativa de la ley mesiánica y la inquisición. No hay que buscar mucho para encontrar ejemplos de cancelación. En Suecia encontramos al artista Lars Vilks que creó una caricatura de Mahoma como un perro en 2007, defendiendo su obra como un ejercicio de libertad artística, fue objeto de indignación en muchos y recibió amenazas de muerte que le obligaron a vivir bajo protección policial durante años.[6]
Vilks fue criticado tanto por figuras musulmanas como por sectores que consideraron que su obra era innecesariamente provocativa. Su caso abrió debates sobre los límites de la libertad de expresión en Suecia. En la práctica, Lars Vilks fue aniquilado de la vida pública. Nadie se atrevía a invitarle o a publicar algo sobre él. Durante catorce años tuvo que vivir escondido y, cuando fue invitado a un seminario en Dinamarca, sufrió un ataque a mano armada, que costo la vida a inocentes. Este fue un caso dramático, pero hay cientos de casos, muchos de los cuales surgen en el contexto académico. En la actualidad, el hasta septiembre ministro de educación sueco, Mats Persson, preocupado por el fenómeno, anunció que iniciaba un estudio general sobre la cuestión.
Figuras de gran relieve, reconocidos investigadores y escritores como Francis Fukuyama, Noam Chomsky y Salman Rushdie escribían en una carta abierta sobre cómo el debate libre corre el riesgo de ser silenciado. En la carta, publicada en Harpers´s Magazine el 7 de julio de 2020[7], describen cómo está surgiendo una cultura intolerante que amenaza el libre intercambio de pensamientos e ideas. El movimiento de la política de identidad es más fuerte en los Estados Unidos, pero corre el riesgo de infiltrarse en las instituciones suecas de educación superior.
En España y como apoyo a esta carta en Harpers´s Magazine, un grupo diverso de científicos, académicos, escritores y periodistas españoles escribieron una carta en protesta contra la censura, tanto en este lado como en el otro del Atlántico. Escrita desde un punto de vista progresista y plural e invitando a personas con sensibilidades, posturas y opiniones diferentes, la carta española logró reunir a un grupo heterogéneo para denunciar las derivas reaccionarias y polarizadas que promueven la cancelación y el linchamiento como medios para alcanzar cualquier fin. Entre los firmantes se encontraban representantes del mundo de la cultura como el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, Milena Busquets, Sergi Pàmies, César Antonio Molina, Mercedes Monmany, Ignacio Martínez de Pisón, Loola Pérez, Oscar Tusquets, Jimina Sabadú, Nicole d’Amonville, Alberto Olmos, Nuria Azancot, José Luis López Linares, Karina Sainz Borgo, Eduardo Moga, Carmen Posadas, Carlos Granés, Alexis Ravelo, Eva Serrano, Luis Alberto de Cuenca, José María Merino, María Zaragoza, Pedro Insua, Juan Soto Ivars, Daniel Gascón, María Borrás, Elvira Roca Barea, Fernando Savater, Félix Ovejero, Verónica Puertollano y Amelia Pérez de Villar, entre otros.[8]
En la carta española, los firmantes denuncian las cancelaciones, que amenazan con destruir el diálogo, algo, para la pervivencia de la democracia, altamente necesario:
“Queremos dejar claro que nos sumamos a los movimientos que luchan no solo en Estados Unidos sino globalmente contra lacras de la sociedad como son el sexismo, el racismo o el menosprecio al inmigrante, pero manifestamos asimismo nuestra preocupación por el uso perverso de causas justas para estigmatizar a personas que no son sexistas o xenófobas o, más en general, para introducir la censura, la cancelación y el rechazo del pensamiento libre, independiente, y ajeno a una corrección política intransigente. Desafortunadamente, en la última década hemos asistido a la irrupción de unas corrientes ideológicas, supuestamente progresistas, que se caracterizan por una radicalidad, y que apela a tales causas para justificar actitudes y comportamientos que consideramos inaceptables.”
Sin lugar a dudas, estamos viendo como practicas medievales están irrumpiendo en nuestra, supuestamente, avanzada sociedad, con hogueras y todo, pues no se duda en quemar “in efiggie” el retrato de un monarca si este ha “osado” expresar alguna opinión que vaya en contra del corredor de opinión de los que se autodenominan progresistas. Las redes, funcionan a veces como un espacio público donde se ofrece el espectáculo de la flagelación verbal con la consiguiente pérdida de honra de todo aquel que, los que se alzan con la atribución de jueces de ética, juzgan y condenan. En contra de los que sucede en juicios comunes, el acusado no suele contar con defensa alguna. El que osa defender a un cancelado, se arriesga a su vez a correr la misma suerte que afecta al acusado. Pocos tienen la valentía necesaria o la fuerza de defender al que las huestes progresistas han marcado como enemigo.
Combatir la cultura de la cancelación no significa justificar comportamientos ofensivos o dañinos, sino promover un ambiente donde las discrepancias puedan resolverse mediante el diálogo y el entendimiento mutuo, en lugar de recurrir al ostracismo social. Debemos, creo yo, promover una cultura de escucha activa que valore los argumentos en lugar de las descalificaciones personales. Debemos recordar que la libertad de expresión incluye la posibilidad de equivocarse o de expresar opiniones impopulares, estableciendo límites claros entre el discurso que es legal pero controvertido, y aquel que incita al odio o la violencia, que no debe tolerarse. Los pensamientos son libres, como decía Vogelweide, pero es preciso poder expresarlos, solo así conseguiremos un diálogo abierto que nos sirva para mejorar nuestras sociedades, por el bien de la humanidad.
En forma de epílogo pienso y escribo que Cicero, ese gran pensador, anticipaba quizás la victoria de Trump y de otros potentados, a los que solemos acusar de populistas. Lo digo, porque muchos piensan lo que saben que no pueden decir y, en democracia, les queda la posibilidad de elegir al que, al menos, dice que piensa como ellos. No nos extrañe que el “malhablado” el que usa un estilo directo, combativo y populista, con un lenguaje sencillo, emocional y provocador, enfocado en polarizar y captar atención mediática, se lleva los votos de los que piensan diferente y sienten que no pueden expresarse sin arriesgarlo todo. Pienso, porque el pensamiento es libre, que deberíamos escuchar a todos los que tienen algo que decir, que no es lo mismo que aceptar como buenas todas las tonterías que se le puedan ocurrir a cualquier fanático.
[1] Aunque ya Cicero lo decía en su discurso Pro Titus Annius Milo ad iudicem oratio: “Liberae sunt nostrae cogitationes, quae nec imperiis constricti nec metu coacti proferimus, quae saepe in tormentis quoque elicere veritas solet.»
https://la.wikisource.org/wiki/Pro_Milone
[2] En España, la crispación está llegando a un nivel comparable al que se respiraba en los años 30. En Suecia, aunque no se llega al nivel de España, también se percibe un endurecimiento verbal en la política. En el mundo que nos rodea, vemos como la política tiende a dividirse en extremos, con posturas cada vez más irreconciliables entre grupos de izquierda y derecha. Echamos en falta puntos intermedios que faciliten el diálogo.
[6] Murió en 2021 como consecuencia de un raro accidente de automobil mientras se trasladaba en carretera en un coche policial, junto a su escolta, que también falleció en el accidente.
La noticia de que el presidente de los Estados Unidos ha autorizado a Ucrania a utilizar misiles de largo alcance contra Rusia nos ha dejado a muchos con una mezcla de angustia, incredulidad y un temor profundo. Siento que este es un paso más hacia un abismo de escalada bélica, un punto de no retorno en un conflicto que ya ha cobrado demasiadas vidas. Cada misil lanzado parece alejar más la posibilidad de alcanzar la paz y acerca el espectro de una guerra total, una guerra que podría extenderse más allá de las fronteras actuales y arrastrar al mundo hacia una crisis de consecuencias impredecibles.
Esta mañana, al regresar de mi paseo, miro como de costumbre en el buzón, aunque ya casi nunca encuentro cartas interesantes, porque casi todo viene en forma digital. Pero hoy encuentro en el interior de mi buzón un folleto amarillo, que no parece ser propaganda de compañías que quieren comprarme la casa o venderme algún electrodoméstico. Tampoco tiene pinta de ser información de la parroquia o de la junta de vecinos. En la portada veo en primer plano una mujer soldado con aspecto vigilante, llevando entre sus manos un fusil automático de aspecto moderno y modelo grande. A su derecha, rezagado tras un parapeto, veo otro soldado, al parecer un hombre, arrodillado, oteando el horizonte, dispuesto a repeler cualquier ataque. A la izquierda, sentados en el suelo, un niño de unos ocho años, de aspecto africano y una niña de facciones nórdicas, escuchan con atención a una mujer joven que les está leyendo algo de un libro, que parece de cuentos. Detrás de este pequeño grupo se vislumbra un pequeño tobogán que nos hace pensar que la escena está ubicada en un lugar dispuesto para acoger a familias con niños, posiblemente un bunker subterráneo. En un cielo nublado se distingue la silueta de un caza. Cada centímetro de esta portada está pensado para comunicar que, todos y cada uno de los habitantes de Suecia, no solo los ciudadanos suecos, serán protegidos por las fuerzas armadas con el esfuerzo de todas las funciones del estado, preparadas para, en caso de, según reza el título del folleto. “crisis o guerra”, asegurar el bienestar de todos.
Abriendo el folleto, encuentro la siguiente explicación dirigida a los habitantes de Suecia: “Vivimos en tiempos inquietantes. Hay guerras en nuestro entorno. El terrorismo, los ciberataques y la información engañosa se utilizan para dañarnos y manipularnos. Para resistir estas amenazas, necesitamos mantenernos unidos y asumir la responsabilidad por nuestro país. Si somos atacados, todos debemos contribuir a defender la independencia de Suecia y nuestra democracia.
Construimos nuestra resistencia cada día, juntos, con nuestros seres queridos, colegas, amigos y vecinos. En este folleto, aprenderás cómo prepararte y qué hacer si llega una crisis o la guerra. Eres parte de la preparación de Suecia.”
También puedo leer que este folleto se ha enviado simultáneamente a todos los hogares de Suecia, en total 5,8 millones. Según avanzo en la lectura el tono es cada vez más serio:
“La guerra: la amenaza más grave contra nuestra libertad
Cuando alguien pretende, por la fuerza, arrogarse el derecho de decidir sobre nosotros, amenaza nuestra capacidad de llevar una vida libre e independiente.Existen otras formas, además de la violencia militar, para influir y dañar a nuestro país, como ciberataques, campañas de desinformación, terrorismo y sabotaje. Estas amenazas pueden ocurrir en cualquier momento, y muchas ya están sucediendo aquí y ahora. No podemos dar por sentada nuestra libertad. Debemos tener la voluntad y el valor de defender nuestra sociedad abierta, incluso si ello implica sacrificios. Si Suecia es atacada, nunca nos rendiremos. Toda información que indique que la resistencia cesará es falsa.”
El folleto rezuma decisiones firmes de luchar por defender el territorio, la libertad y los valores de la democracia sueca y se deja constancia de que todos estamos involucrados en la defensa total. “La defensa civil somos todos los que vivimos en Suecia,” – leemos en el folleto – “junto con las autoridades, regiones, municipios, empresas y organizaciones no gubernamentales. Una de las tareas más importantes de la defensa civil es apoyar a la defensa militar. Otra tarea principal es proteger a la población civil y garantizar que las funciones básicas de la sociedad sigan funcionando en la mayor medida posible, incluso en tiempos de guerra. Esto incluye, por ejemplo, el suministro de electricidad, la atención sanitaria y el transporte.”
Es una información concreta y seria. El que la lee en su casa, junto a su familia, se apercibe de que aquí se está forjando una resistencia férrea, en caso de guerra. Si suena la alarma, va en serio. “Serás informado sobre un aumento en el nivel de alarma a través de la radio, la televisión y el teletexto. En caso de máxima alarma, también se puede utilizar una alarma de emergencia. La alarma de emergencia significa que hay guerra o un peligro inminente de guerra. Todo el sistema de defensa total debe movilizarse de inmediato, y la sociedad debe prepararse para la guerra. La máxima alarma se aplica en todo el país.»
El folleto nos hace saber que todos, tanto hombres como mujeres, desde los 16 hasta los 70 años de edad, estamos sujetos al deber obligatorio de defensa. Este deber se extiende a los ciudadanos y a los extranjeros que viven en el país. Todos por igual deberán: “En caso de alarma, estás obligado a presentarte en el lugar indicado en tu orden de asignación de servicio para tiempos de guerra.”
Todos deben de conocer la alarma de advertencia en caso de guerra. Por tanto, se controla el funcionamiento de las alarmas el primer lunes no festivo de marzo, junio, septiembre y diciembre a las 15:00 horas. Así sigue la información hasta el más mínimo detalle de cómo almacenar agua, comida etc. y se informa de dónde hay que buscar cobijo, en lugares preparados para ello, que hay dispersos por toda la geografía del país y que se pueden encontrar con una aplicación en el móvil, en caso de que el sistema funcione, claro está.
La información trata también de la cuestión psicológica. Debemos estar muy atentos a que a aquellos que quieren influir en nosotros pueden hacerlo muchas maneras maneras, como:
Difundir mentiras e historias falsas, o historias que son parcialmente verdaderas pero sacadas de contexto. Falsificar imágenes, videos y grabaciones de voz. Despertar emociones intensas en torno a un tema o evento para generar preocupación o desconfianza entre nosotros. Por tanto, debemos ser críticos con el contenido que despierta emociones fuertes y compartir solo la información que sepamos que proviene de fuentes confiables. Debemos también intentar verificar la información a través de varias fuentes diferentes. Hay que estar atentos a imágenes, videos y grabaciones de voz falsificadas que intentan despertar emociones intensas en torno a un tema o evento para inquietarnos o hacernos desconfiar unos de otros.
Siguen todo tipo de consejo para que hacer en caso de diferentes escenarios. Los consejos o mejor dicho, directrices, abarcan situaciones de todo tipo: inundaciones, grandes incendios, actos terroristas, accidentes, ya, hasta que hacer con los animales de compañía, si se tienen. Este librito amarillo de 32 páginas está pensado para dar seguridad y prevenir, pero creo que muchos se inquietan. Los jóvenes, sobre todo los de entre 16 y 25, lo discuten entre sí. Las noticias que nos vienen no son muy tranquilizadoras, especialmente desde la presunta decisión de Biden de permitir a Ucrania usar los misiles de larga distancia que EEUU les ha administrado, pero que hasta ahora ha prohibido que se usen contra territorio ruso. La respuesta de Putin ha sido bastante inquietante, porque ha constatado que el se siente libre para responder a un ataque a su territorio con misiles de larga distancia, con armas atómicas, a cualquier territorio de la NATO.
Suecia se está preparando para lo peor. No es la primera vez que se hace, pero quizás, esta vez coincide el reparto de este folleto con sucesos concretos a nuestro alrededor. Hay un cuento que me parece nos viene a decir que tengamos cuidado con las alarmas. Como todos seguramente ya han adivinado, el cuento es la fábula de Esopo, el pastorcillo y el lobo. Esperemos que el lobo no aparezca nunca por aquí, pero si alguna vez aparece, que el folleto nos sirva de algo. La última vez que un soldado sueco ha disparado un arma en guerra, fue en Noruega, el 14 de agosto de 1814, apenas pasado el mediodía. 210 años de paz, un récord difícil de superar. Se me olvidaba algo muy importante que también se puede leer en este folleto y que nos viene bien a todos, creo yo:
“Limita tu flujo de noticias negativas sobre la situación en el mundo. Encuentra un nivel que sea adecuado para ti. Dedica tiempo a cosas que te hagan sentir bien.”
La noticia divulgada por los medios de comunicación de que el presidente de los Estados Unidos ha autorizado a Ucrania a utilizar misiles de largo alcance contra Rusia me ha dejado con una mezcla de angustia e incredulidad. Siento que este anuncio nos muestra un paso más hacia un abismo de escalada bélica, un punto de no retorno en un conflicto que ya ha cobrado demasiadas vidas. Cada misil lanzado parece alejar más la posibilidad de alcanzar la paz y acerca el espectro de una guerra total, una que podría extenderse más allá de las fronteras actuales y arrastrar al mundo hacia una crisis de consecuencias impredecibles.
La decisión de permitir a Ucrania disparar misiles de largo alcance contra Rusia tiene implicaciones estratégicas, políticas y éticas muy serias. Aunque de entrada puede fortalecer la capacidad defensiva de Ucrania, que tiene derecho a defenderse, también aumenta significativamente los riesgos de una escalada del conflicto con consecuencias impredecibles para Estados Unidos, Europa y el resto del mundo. Es una apuesta de alto riesgo que requiere un cálculo cuidadoso de las posibles respuestas rusas y del impacto en la estabilidad global. La decisión parece estar en ralación con el envió por parte de Corea del Norte de 100,000 soldados al frente de Kursk. Los misiles ATACMS serían utilizados, al parecer, para atacar a los norcoreanos. Estos misiles, en su versión MGM-164 tienen un alcance máximo de 300 km y los MGM-140C/D) llegan hasta los 500 km. No solo ya Briansk a 210 km de Kiev o Kursk, a 280 km, sino Belgorod, a aproximadamente la misma distancia, o Vorónezh a 450 y hasta Rostov a 600 km, podrían ser atacados.
Visto desde donde estoy yo, a 476 km de Kaliningrado, la noticia divulgada por diarios de todo el mundo en la tarde de ayer, 17 de noviembre, el panorama no es muy alentador. Si tenemos en cuenta que Rusia posee un arsenal significativo de misiles nucleares y convencionales, muchos de los cuales están diseñados para alcanzar objetivos en Europa. No es que yo quiera ver las orejas al lobo, es que el lobo está ahí.
Si de Trump se suele decir que es impredecible, ¿que podríamos decir de Putin? Sabemos que el todopoderoso mandatario ruso dispone de sistemas balísticos intercontinentales como el RS-24 Yars o el RS-28 Sarmat, que tienen un alcance de más de 10,000 km con los que puede atacar cualquier parte de Europa desde territorio ruso. Además, tras retirarse las dos superpotencias del tratado INF (en español: Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio) en 2019, Rusia desarrolló y desplegó misiles como el 9M729 (SSC-8) con un alcance estimado de 500-5,000 km, y en la práctica podrían alcanzar cualquier lugar de Europa. Por si fuera poco, Rusia cuenta con misiles Kalibr y Kh-101, que pueden ser lanzados desde buques, submarinos o aeronaves y tienen un alcance de hasta 4,500 km y pueden portar cabezas nucleares o convencionales. Submarinos de clase Borei y Akula están armados con misiles nucleares estratégicos que pueden alcanzar Europa desde cualquier océano y se calcula que Rusia dispone de 1,500 ojivas nucleares dispuestas a repartir destrucción por el mundo.
Como en el ajedrez, para ganar hay que arriesgar, pero en la guerra de verdad muere gente, gente inocente siempre, porque también los soldados son inocentes, llamados a participar en algo que ellos realmente no comprenden. Mueren como peones de un juego que, aunque se le quiera dar explicaciones lógicas, no es más que una sublimación de un instinto animal que los humanos arrastramos con nosotros desde tiempos primordiales. Llevamos siglos hablando de la guerra justa y por tanto, de la paz justa. El que puede ser considerado padre del derecho internacional, Francisco de Vitoria, al igual que Tomas Moro, admiten la guerra como justa y justificable en el caso de defender las fronteras y para expulsar a los enemigos invasores del territorio. Aún en esos casos, la guerra debería minimizar el daño innecesario, incluyendo la protección de no combatientes y el respeto por la propiedad ajena. Desde el siglo XVI se viene repitiendo que la guerra debería ser algo pasado, pero sigue siendo tan actual como siempre.
Desgraciadamente, los acontecimientos que marcan nuestra realidad actual, están muy lejos de conseguir la paz mundial. El odio y la violencia, caracterizan la era en que vivimos, tan avanzada en cuestiones científicas, pero tan retrasada en cuestiones morales. ¿Cómo se puede consentir que la guerra de Israel contra los palestinos prosiga día tras día? ¿Cómo se puede seguir alimentando la guerra en Ucrania con más y más armas de destrucción? Tenemos una organización internacional, la ONU, que debería poner coto a estas atrocidades una vez por todas, pero este órgano, tan caro y tan aparatoso, no parece que esté funcionando como debiera.
El ruido de la guerra ha silenciado a las organizaciones que en otras ocasiones promovían la paz. Una de estas organizaciones el International Peace Bureau ( Oficina Internacional por la Paz) fundada en 1891, ha contribuido a concienciar sobre la importancia de la paz y el desarme desde su fundación. IPB tiene estado consultivo del Consejo Económico y Social (CES) de las Naciones Unidas y está asociado con el Departamento de Comunicación Global. El problema es que los análisis que vienen de allí, especialmente de la Campaña Global sobre Gastos Militares (GCOMS) con sede en Barcelona, que promueve el desarme, no se oyen. Muy pocos medios les dan voz. Algo parecido ocurre con la organización sueca Svenska Freds och Skiljedomsförening (Organización Sueca para la Paz y Arbitraje) que también ha enmudecido en los medios. Tanto IPB[1] como Svenska Freds[2] son muy críticos con el papel que está jugando la ONU y sobre todo la OTAN.
Albert Einstein, en su mensaje humanista, se pronunció en contra de las guerras, incluso cuando estas se consideraban justas. En varias cartas y discursos[3], expresó que, aunque una guerra pueda tener un inicio legítimo (como la defensa contra una agresión), siempre debe ser detenida cuando los costos humanos y materiales sobrepasen los beneficios. Especialmente en una carta dirigida a Sigmund Freud, Einstein consigue dar una explicación a la vez que formula una pregunta que parece eterna.
“…El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional. Este hambre de poder político suele medrar gracias a las actividades de otro grupo guiado por aspiraciones puramente mercenarias, económicas, Pienso especialmente en ese pequeño pero resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que una ocasión para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal.
Ahora bien, reconocer este hecho obvio no es sino el primer paso hacia una apreciación del actual estado de cosas. Otra cuestión se impone de inmediato: ¿Cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos…?”[4]
Yo también me pregunto cómo es posible que una mayoría de los ciudadanos europeos estén cayendo (otra vez) en la falsa creencia en que una guerra se gana a fuerza de más y más armas. Deberíamos invertir al menos tanto dinero como se invierte en armamento, en prevenir guerras y conflictos. La mayoría de los conflictos bélicos radican en injusticias. No hay más que mirar hacía el conflicto entre Israel y los palestinos para comprenderlo. Recuerdo hoy el texto de una canción de Boris Vian que aprendí a tocar a la guitara:
La mayoría de las veces que voy a Londres, me hospedo en alguno de los pequeños hoteles que hay alrededor de la estación de metro de Paddington, pues me pilla cerca de Hyde Park, relativamente cercano al centro y con una tranquilidad que me resulta muy agradable, Bueno, pues, resulta que esta estación es la primera que se construyó, allá por el 1863, uniendo las estaciones ferroviarias de Paddington con Farringdon, una distancia que hoy se cubre en ocho minutos. La línea de Farringdon a Paddington, fue conocida como Metropolitan Railway, lo que luego dio en llamarse “metro” en todo el mundo, fue diseñada para conectar dos áreas clave, Farringdon con su importante industria y comercio y Paddington, la estación de tren que unía Londres con el resto de Inglaterra.
Cerrando los ojos, me puedo imaginar el ir y venir de multitud de gente a pie, a caballo, en carruajes, todos camino del centro, colapsando las calles del centro; Oxford Street, convertida en rio humano, Regent Street, la nueva calle chic, colapsada. Y es que Londres había crecido un 150%, de un millón, a dos millones y medio de habitantes en los cincuenta primeros años del siglo XIX. La solución a las congestiones del tráfico se encontró en construir una vía subterránea empleando la técnica de «corte y cubierta», donde se excavaba desde la superficie y luego se cubría el túnel, dejando la superficie abierta para construcciones o vías de comunicación. El viaje en el metro era ruidoso y algo sucio, porque estaba tirado por locomotoras de vapor, pero con todo, consiguió transportar más de nueve millones de viajeros en su primer año. El primer sistema de metro sin conexión ferroviaria con los trenes cercanos fue el pequeño Tünel en Estambul, que se inauguró en 1875.
La electrificación hizo del metro una alternativa de transporte verdaderamente óptima para las ciudades. La primera línea electrificada fue la City and South London Railway, abierta en 1890. Ya en el continente, la primera línea de metro, con los típicos vagones eléctricos autopropulsados, fue la del metro de Budapest, que se inauguró en 1896.
Inspirada por Londres y Budapest, París inauguró su metro justo a tiempo para la Exposición Universal de 1900, conectando Porte de Vincennes con Porte Maillot en su primera línea. Su diseño estético, con las entradas decoradas en estilo Art Nouveau, se convirtieron pronto en un símbolo de la ciudad. Al contrario que el metro londinense, el de París nació ya eléctrico. A Paris le siguió Berlín en 1902 y Nueva York en 1904.
El Metro de Madrid fue inaugurado en 1919, con una línea que iba desde Puerta del Sol a Cuatro Caminos. La estación de Chamberí se conserva en el estado en que quedó al ser cerrada en 1966 y se puede visitar como museo[1]. La estación de Chamberí se puede ver cuando se pasa con el metro yendo desde la estación de Iglesia a la de Bilbao. De esta estación, como de la de Tirso de Molina, se cuentan muchas anécdotas y leyendas, desde locos con bisturí que hacían cortes en las nalgas de mujeres jóvenes, que no descubrían hasta ver que estaban sangrando, hasta la leyenda de que, tras los azulejos de la estación de Tirso de Molina, se esconden los huesos de monjes del antiguo convento que se encontraba en su lugar, y, como es natural, hay historias de gente que ha oído lamentos de ultratumba, cuando la estación está a punto de cerrar. Otras cosas que se cuentan no son tan fantasiosas. Se cuentan historias verídicas de hurtos, violencia, asesinatos y racismo.
El metro de Barcelona llevaba cinco años funcionando al abrirse la Exposición Universal de 1929 y, la primera línea, la línea 1, llamada Metro Transversal. En 1926 se abrió una de las estaciones de esta línea, la de Rocafort, una estación que ha sido objeto de leyendas urbanas que la asocian con experiencias paranormales, que últimamente han dado lugar a la producción de una película de terror.[2][3] Durante la construcción de la estación murieron once trabajadores por un desprendimiento y durante la guerra civil funcionó como refugio, pero en varias ocasiones, murieron a sus puertas los que no alcanzaron a llegar a salvo a su interior. En los años 70 se produjeron muchos casos de suicidios en poco tiempo, todo esto, en un tiempo en que fantasías paranormales estaban de moda.
Aquí, en Suecia, no se inauguró ninguna línea de metro hasta 1950, pero ya han surgido bastantes leyendas, que yo, en algunas ocasiones prefiero llamar incógnitas. La mayor de esas incógnitas es la de la muerte de un contralmirante Carl-Fredrik Algernon, el 15 de enero de 1987. Durante el llamado escándalo Bofors a mediados de la década de 1980, cuando la fábrica de armas Bofors acusada de llevar a cabo un extenso contrabando de material bélico hacia países a los que Suecia no debía exportar armas, países alrededor del Golfo Pérsico. Algernon, el inspector que debía conceder los permisos de exportación, fue designado como investigador governamental. En este rol, fue una figura controvertida. Entre otras cosas, la Asociación Sueca para la Paz y el Arbitraje lo criticó fuertemente y pidió su dimisión. Se le acusó, entre otras cosas, de haber aprobado con demasiada ligereza las solicitudes de Bofors para exportar armas, principalmente a Singapur. Gran parte del material bélico exportado se sospechaba que había terminado en los países no permitidos, como los Emiratos Árabes Unidos, más concretamente el emirato de Dubái, y Bahréin. Se decía que Algernon mantenía una buena relación con el director ejecutivo de Bofors.
Leyendas las hay, y mitos. Después de pasar por Solna Centrum, Näckrosen y Hallonbergen, de repente la distancia hasta la siguiente estación, Kista, es más larga. En el área que se encuentra entre Hallonbergen y Kista, en la línea azul hacia Akalla, hay una estación llamada Kymlinge, que nunca se abrió. Cuando se va en metro bajo tierra desde Hallonbergen, y tras un largo trayecto por el túnel, se puede vislumbrar el andén a oscuras mientras el tren pasa rápidamente por la estación, antes de que las vías continúen por un puente elevado sobre una zona verde. Se especuló mucho sobre la razón por la cual esta estación nunca se abrió, pero, lo que puso fin a los grandes planes de urbanizar la zona de Kymlinge fue la presencia de un pequeño pez. El raro grönling (Gobio gobio) habita en el arroyo Igelbäcken, que está clasificado como una zona natural sensible. Se pueden escuchar muchas historias fantasmagóricas sobre esta estación en un podcast de la propia compañía metropolitana.[4]
Algernon murió atropellado, cuando cayó a la vía en la estación T-Centralen del metro de Estocolmo, el 15 de enero de 1987, el mismo día en que Algernon había tenido una reunión con el director general de las industrias Nobel, pertenecientes al mismo holding que Bofors. Se especuló que pudo haber sido empujado por alguien y la policía decidió iniciar una investigación, ya que el maquinista del tren dijo haber visto cómo Algernon cayó de espaldas a las vías. No obstante, el fiscal cerró la investigación el 11 de marzo de 1987, pero se publicaron teorías que sugerían que la muerte de Algernon estaba relacionada con el igualmente no resuelto asesinato de Olof Palme. Se dijo que posiblemente la Stasi, la policía secreta de Alemania del Este, podría haber estado detrás de su asesinato. También se especulaba con la participación de otros servicios secretos de diferentes países. Si hubiese sido un suicidio sería uno de los aproximadamente 20 casos que se dan en el metro de Estocolmo, una cifra que se mantiene bastante constante a través del tiempo. En Barcelona hay cifras mui cercanas, que representan, en cualquier caso, una pequeña parte de los 3.941 suicidios que tuvieron lugar según el INE[5] en España en 2020, por poner un ejemplo, ya que no dispongo de otra estadística. Comparado con los 1.431 casos en Suecia, 16,8 suicidios por 100 000 habitantes, los datos españoles 5,1 por 100 000 habitantes es una cifra baja en comparación. Se da el caso, de que todos los países escandinavos están entre los mas afectados por los suicidios, con Finlandia a la cabeza, curiosamente el país que suele conocerse como “el más feliz del mundo”, paradojas de la vida.
Volviendo al metro, que es el tema de hoy, todos los metros del mundo tienen sus leyendas, unos más y otros menos, pero parece que el metro es un escenario propicio a ello. Yo soy un andarín y, si puedo, voy a pie, porque me gusta vivir intensamente las calles, los parques, sentir el pulso de las ciudades. Hubo un tiempo en que yo me desplazaba en metro, en Madrid, en Barcelona, en Paris, en Londres , en Estocolmo etc. Los metros se parecen mucho unos a otros. A veces no se sabe en que metro se va, bueno, se sabe por pequeños detalles, la lengua que se escucha, por ejemplo. Al menos, antiguamente, en el siglo pasado, se oían conversaciones. Hoy vamos todos absortos en nuestros móviles y no se oye más que el traqueteo monótono de los vagones. Eso cuando los vagones no se llenan de mala música proveniente de algún instrumento, con o sin altavoz, que irrumpe en nuestra meditativa abstracción. Algunas estaciones impresionan por su tamaño o por la profundidad de sus, aparentemente interminables escaleras, como la L9 que lleva al Aeropuerto del Prat. Bajando desde la calle al andén de la estación Gornal, en L´Hospitalet parece que se va camino de las Calderas de Pedro Botero. Hay algunas estaciones en Madrid, Londres, Estocolmo y Paris, que también imponen por su profundidad.
En los vagones del metro he encontrado de todo; monjes budistas, skins, borrachos pendencieros, músicos, pedigüeños, soldados de permiso, despedidas de soltera, niños de primera comunión, zombis, y algún que otro personaje conocido. A principios de los 70, estando yo en Estocolmo atendiendo un curso para profesores de español y francés, se sentó a mi lado un señor grande y grueso, con el pelo blanco echado para atrás, cinturón de cuero negro y tirantes rojos, bien visibles tras la americana gris, y la cara presidida por unas gafas gruesas de concha de tortuga. Su fisionomía era tan conocida, tan frecuentemente expuesta en periódicos, revistas y televisión, que, hasta yo, un recién llegado, le reconocí era, nada más y nada menos que el famoso ministro de finanzas socialdemócrata Gunnar Sträng. Este hombre era el arquitecto de la construcción de todo el entablado fiscal que soportaba el estado de bienestar sueco, un punto de referencia para todos los que pensaban que era necesario construir un mundo mejor con los excedentes financieros del boyante capitalismo de la posguerra. Me miró con una media sonrisa y una mirada escrutiñadora que expresaba curiosidad y me espetó: ¿De dónde eres tú, muchacho? Y yo, creo que un poco ruborizado, respondí, contándole una versión muy corta de mi vida. Estuvimos hablando de todo un poco, de Franco y de la guerra incivil, de la educación, porque el cogió el metro en la misma estación que yo, en Västerhanninge, donde la socialdemocracia tenía una de sus escuelas del partido. Los dos nos apeamos en Centralen, yo para coger el tren a Lund, él para ir andando hasta el parlamento, a diez minutos de distancia. A lo largo de los años he compartido bastantes veces vagón con gente muy conocida y seguramente, con todo tipo de personajes, buenos y malos. Cosas del metro.
Por esas cosas raras de la vida, paseando hoy, me entero por la radio, que casi siempre me acompaña en mis paseos, de que este fantástico invento cumple 100 años en España, los mismos que en Suecia. La radio en sí, se fue desarrollando gracias a descubrimientos científicos y avances tecnológicos a finales del siglo XIX. En la década de 1890, figuras como Guglielmo Marconi en Italia y Nikola Tesla en Estados Unidos, realizaron experimentos de transmisión de señales a través de ondas electromagnéticas. Marconi obtuvo la primera patente de la radio en 1896 y en 1901 logró la primera transmisión transatlántica de señales de radio, el 12 diciembre de 1901. primera transmisión de radio transatlántica
Aunque Marconi fue pionero en la transmisión de señales, la primera transmisión de audio, que incluía música y voz, se realizó en 1906 en Estados Unidos por el ingeniero canadiense Reginald Fessenden. Durante la Nochebuena de ese año, Fessenden transmitió una breve emisión de música y mensajes de voz que se escuchó en la costa este de los Estados Unidos.
La primera transmisión regular de radio que se considera comercial fue en 1920 en Estados Unidos, realizada por la estación KDKA de Pittsburgh, Pensilvania. La transmisión fue realizada por Frank Conrad e incluyó la cobertura de las elecciones presidenciales estadounidenses de ese año, lo que marcó el inicio de la radio como un medio informativo y de entretenimiento accesible al público. Tanto impresionó a los contemporáneos que, muchos países se lanzaron a la carrera de hacerse con una propia radio, entre otros, como vemos, Suecia y España, y, en tan solo poco más de tres años, habían logrado establecer emisoras propias.
En Barcelona, parece ser que, tal día como hoy del año 1924, hace 100 años, salía en antena la primera emisión de Ràdio Barcelona, desde el Hotel Colón de Plaça Catalunya[1]. La emisora había sido creada unos meses atrás por la Associació Nacional de Radiodifusió, una sociedad cooperativa catalana fundada en 1924 por un grupo de empresarios de electricidad y telegrafía. Coincidía esta novedad con la apertura de la primera línea de metro entre la plaza de Lesseps y Catalunya.
En Suecia se consideró este invento inicialmente como un posible problema de orden, y se legisló para que, tanto la emisión como la escucha de radio, o la posesión de aparatos que permitiesen la captación de ondas, estuvieran sujetos a licencia del rey. En este país fue el estado el que se encargó de dominar la escena, dejando su desarrollo en manos de los Telégrafos Reales. Las primeras emisiones se efectuaron un par de mes y medio más tarde que las de Barcelona, el 1 de enero de 1925, fecha que, como es natural, se celebrará aquí, cómo hoy se hace en España.
Con la radio comienza una modernización de la difusión de noticias, que nos ha llevado a donde estamos hoy. Yo me pongo a pensar en tiempos remotos y en cómo se comunicaban las noticias, antes de la radio y me maravillo de las vicisitudes que se habían de pasar para comunicar una noticia, pongamos por caso, la famosa batalla de Lepanto. La noticia de la victoria en la batalla de Lepanto, que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571, tardó entre 23 días en llegar a Madrid. Los mensajeros que llevaron la noticia de la victoria recorrieron cerca de 2,000 kilómetros, uniendo Grecia, donde tuvo lugar la batalla, con la capital del Imperio español. Este trayecto cruzaba Italia hasta Roma, desde donde se enviaron mensajeros adicionales a través de Francia o por vía marítima hacia España. Gracias a la red de mensajería y comunicación establecida por Felipe II y la Santa Liga, se utilizó una red de postas que garantizaba que los mensajeros pudieran relevarse en diferentes puntos del trayecto, asegurando así una mayor velocidad. En principio, esa era la forma habitual de comunicar las noticias desde la antigüedad. Casi tres siglos más tarde, la noticia de la batalla de Balaclava que tuvo lugar en 25 de octubre de 1854, durante la guerra de Crimea, tardo dos semanas en llegar a Londres.
Con la revolución francesa, que mostró la importancia de hallarse informado en todo momento, para no ser tomado por sorpresa, se pensaron y realizaron pruebas con nuevas formas de comunicación. en 1794, durante la revolución, el inventor Claude Chappe creó el telégrafo óptico, que consistía en una serie de torres con brazos móviles que transmitían mensajes a distancia mediante una especie de “código visual”. Esto fue una autentica “revolución” en la manera de enviar y recibir mensajes, pero el origen de ese sistema, aunque no creo que el bueno de Chappe lo conociese, lo vemos ya en los sistemas de noraghes de Cerdeña, cuyas torres parece que funcionaban como torres del telégrafo óptico, con visibilidad hacia otras torres. Usando el telégrafo óptico de Chappe se podían enviar mensajes desde Madrid a Valencia o Irún que llegaban en 30 minutos.
Las comunicaciones siguieron desarrollándose de manera que en las décadas de 1830 y 1840, el telégrafo eléctrico, inventado independientemente por Samuel Morse en Estados Unidos y por William Cooke y Charles Wheatstone en Inglaterra, revolucionó la comunicación. El sistema utilizaba cables y corrientes eléctricas para transmitir mensajes en código Morse, eliminando la dependencia de la visibilidad. El primer mensaje telegráfico en Estados Unidos en 1844, entre Washington D.C. y Baltimore, demostró su efectividad. Pronto se construyeron redes de telégrafo que unían ciudades y países, y en 1858 se estableció el primer cable telegráfico transatlántico, uniendo Europa y América. El primer mensaje telegráfico a través del cable transoceánico decía: «Gloria a Dios en el cielo, paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad».
Desde entonces, decenas de inventos han conseguido acelerar la información de manera que, hoy vivimos en la sociedad de la información. El teléfono, la televisión, el fax etc. Yo he vivido en primera persona, como todos los miembros de mi generación, las transformaciones comunicativas. Recuerdo perfectamente mis primeros aparatos, mi primer ordenador, mi primera incursión en Internet, mi primer correo electrónico. Con Google se abrió el mundo a mil recursos, un regalo para una rata de biblioteca como yo.
Lo de los teléfonos es otra historia. A mi me llegaron un poco tarde, porque no concebía yo que fuese necesario encontrarme a todas horas, pero al fin caí y me compré un teléfono “portátil” grandisimo, para llevar en el coche y de ahí hasta mi IPhone, en el que curiosamente, llevo mi medio de comunicación favorito, la radio. Sí, porque esa radio que cumple años un día como hoy, al menos en España, me ha acompañado desde que yo era un niño muy pequeño. ¡Cuántas noches me abre yo dormido escuchando el radioteatro! Recuerdo perfectamente las trasmisiones de hechos importantes, catástrofes, efemérides, desde mi casa, sentado en mi sillón favorito, sintiéndome participe de algo que estaba ocurriendo en ese mismo momento.
Mi cuñado Paco me introdujo al mundo de la radio nocturna regalándome un pequeño transistor para poner bajo la almohada. Era una forma fantástica de “limpiar” la cabeza de todas las ideas y los problemas cotidianos. Ahora, llevo siempre la radio conmigo a donde voy. La llevo en el teléfono, junto a toda la información que necesito, todos mis contactos, toda mi vida. Es maravilloso eso de poder escuchar la radio de todo el mundo en donde quiera que uno esté. Así que, en un día como hoy, en que se celebran las primeras emisiones en España, quiero felicitar a la radio en general y a las mañanas de Radio Nacional de España en particular. [2]
Voy paseando por Lund esta mañana de noviembre y siento que soy feliz. Es una sensación difícil de explicar con palabras, pero me llega por los cinco sentidos. Me gustan los colores entre ocre rojizo y amarillo, que cubren los aún no del todo desnudos árboles, y convierten el camino en una alfombra vistosa de contornos imprecisos. Me gusta el olor del otoño, de la tierra mojada y la fruta caída. Agradezco la sensación que me deja el viento frío en las mejillas, según voy caminado con el abrigo abotonado y la gorra de lana calada hasta las cejas. Me gustan también los sabores del otoño; las castañas, la remolacha cocida con mantequilla, la batata asada, la sopa de calabaza. Sacarme el guante y tocar un árbol centenario me hace sentir partícipe en el teatro de la vida. Soy rico en sensaciones y eso me basta.
“No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita” – frase de Séneca, el inmortal cordobés que tantas frases sabias regaló al mundo. Pienso un día como hoy, en el que los lideres mundiales se reúnen en Bakú, la capital de Azerbaiyán, si alguno o alguna entre ellos pensará de forma parecida a nuestro famoso estoico. Si lo hiciera, podría quizás llegar a actuar según las verdaderas necesidades de este mundo en que vivimos, sino del mundo en sí, al menos de la humanidad.
Seguramente sin conocer la frase de Séneca, una jovencita quinceañera se lanzó a la calle con un cartel, un día de septiembre de 2017, y se colocó en frente del parlamento sueco, para recordar a los políticos que el cambio climático era una realidad que se había constatado en la cumbre de París, dos años antes, pero que nadie parecía decidirse a hacer lo necesario para evitarla. Su ejemplo hizo mucho ruido mediático, pero no resultó en medidas que realmente fueran encaminadas a frenar el propio cambio climático. Una población en continuo aumento en países en vías de desarrollo veía como los países ya desarrollados, lejos de reducir su huella climática, aumentaban su gasto energético.
Cuan trileros, los gobiernos parece que tratan de disfrazar el aumento del consumo, hablando de digitalización y electrificación, pero la realidad es que estas inversiones están muy lejos de hacer descender nuestro uso abusivo de los medios energéticos. Cualquier calculo serio, muestra que las soluciones a esta catástrofe que se avecina, pasan por detener y aún mejor retroceder nuestro nivel de consumo en todos los ámbitos. Nadie lo propondrá, o quizás sí, alguien lo hará, para otros. No creo que ningún líder político relevante se atreva a regresar a casa de la cumbre de Bakú y decirle a su gente: “ciudadanos, es hora de frenar”.
Sin intención de adelantar lo que serán los resultados de esta cumbre de Bakú, me atrevo a presagiar que no serán tremendamente revolucionarios, porque, los países que cuentan, los grandes productores de gases que nutren el efecto invernadero: el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso, léase, los Estados Unidos, China e India, no están por la labor, ni hay una política unificada europea para hacerlo. Desconozco si Greta Thunberg pensará ir a esta cumbre, si la escucharán o más bien harán como si la escuchasen. Pero lo cierto es que, en la conciencia de muchos ciudadanos de todos los países, morará el deseo de hacer algo radical para parar la catástrofe.
Desde una perspectiva castúa se puede considerar que esta política climática queda muy lejana. En realidad, la nueva realidad, la crisis climática, aporta para Extremadura una gran ocasión para su desarrollo. En una entrevista en El País el 30 de mayo de 2021, el entonces presidente de la Junta Guillermo Fernández Vara, decía: “Se están empezando a repartir de nuevo cartas en el mundo y con las que ahora vamos a jugar no son las mismas que las que nos dejaron hace 30 años”. Esta es la ocasión de poner en valor lo que Extremadura tiene, que es mucho. Para empezar, la belleza natural de Extremadura y su biodiversidad, que la convierten en un destino atractivo para el ecoturismo. Promover el turismo sostenible y responsable puede generar ingresos sin degradar el entorno, eso en una época en que los grandes destinos turísticos están saturados y se consideran como algo contrario a los intereses de la población autóctona; lo vemos en Barcelona, en Mallorca, en Canarias y en todos los lugares que han sido seriamente degradados por el turismo de masas.
Otro de los grandes valores de Extremadura está en la dehesa, un ecosistema sostenible y adaptado al clima mediterráneo, que ofrece un modelo de producción agrícola y ganadera ecológicamente equilibrado. Sin olvidarnos de las posibilidades que ofrece el subsuelo, y el sol que recurrentemente calienta la región. El litio, los paneles fotovoltaicos, el viento, permitirán a Extremadura estar a la cabeza de las regiones que optan por la nueva economía y hará que alcance la neutralidad climática hacia 2030, 20 años antes de lo previsto para el conjunto de España.
Aunque las perspectivas económicas para Extremadura parecen llevar a una convergencia de su PIB con la media del resto de España, es crucial que la cuestión de la sostenibilidad no se descuide. Una economía sostenible es en la practica una economía que no abusa de los recursos y que aprende a vivir de una forma más acorde a las posibilidades del planeta. Para eso hay que educar en sostenibilidad, no solo en las escuelas e institutos. Esto se puede hacer de muchas maneras, y ya hay buenos ejemplos de ello. Incorporando la sostenibilidad como un tema central en el currículo escolar ayudaríamos a que los niños y jóvenes crezcan con una conciencia ambiental sólida. Las escuelas pueden incluir talleres sobre reciclaje, energías renovables, uso eficiente del agua y agricultura sostenible.
Pero, sobre todo, me atrevo a opinar, sería necesario conseguir un cambio de actitud en la sociedad en general, una concienciación de que es un deber usar los recursos necesarios sin abusar de ellos, ya sea comida, energía, espacio etc. Según la ética ambiental, filósofos como Aldo Leopold, Arne Næss y Peter Singer, entre otros, el valor de la naturaleza no debe medirse solo en función de su utilidad para los humanos, sino que los ecosistemas, animales y plantas tienen valor intrínseco y deben ser protegidos por derecho propio. Este enfoque ético puede motivar políticas y comportamientos que promuevan la sostenibilidad a largo plazo.
Debemos sustituir el antropocentrismo que impera hoy, por el biocentrismo, que otorga valor moral a todos los seres vivos, y el ecocentrismo, que considera los ecosistemas y sus interconexiones como fundamentales. Debemos, creo yo, promover la filosofía de la simplicidad voluntaria por una vida con menos consumo material y más enfocada en los valores humanos, las relaciones, el conocimiento y el bienestar espiritual. Una economía sostenible no puede basarse en el crecimiento constante, que agota los recursos naturales y daña los ecosistemas. cuestionar los modelos económicos actuales y proponer alternativas, en busca de una vida más sencilla y sostenible, es esencial. Los filósofos argumentan que, al explotar los recursos naturales y alterar el clima, no solo estamos afectando el presente, sino privando a las futuras generaciones, de un planeta saludable. La justicia intergeneracional nos invita a actuar de forma responsable, asegurando que las próximas generaciones, nuestros nietos y su descendencia, tengan acceso a los mismos recursos y oportunidades que nosotros hemos tenido.
Desde una perspectiva existencialista, el sentido de responsabilidad individual y libertad en nuestras decisiones cobra también importancia. Filósofos como Heidegger y Thoreau sugieren que estar en armonía con la naturaleza es fundamental para la realización humana y el sentido de pertenencia. Esta idea anima a desarrollar un respeto profundo por la naturaleza y a llevar un estilo de vida en sintonía con el medio ambiente.
Por su parte, el ecofeminismo, con la ya desaparecida, Karen Warren y Françoise D’Eaubonne, entre otras, vincula la explotación de la naturaleza con la opresión de las mujeres, destacando la interrelación entre las desigualdades de género y los problemas ambientales. Las ecofeministas argumentan que la estructura patriarcal que explota la naturaleza y subestima el papel de la mujer necesita ser replanteada para lograr una sociedad más equitativa y ecológica. Esta visión enfatiza la importancia de relaciones de cuidado y colaboración, en lugar de dominación, como base para la sostenibilidad. La reproducción, para ellas, debe anteponerse a la producción.
Filósofos contemporáneos como Byung-Chul Han, Albert Borgmann o Andrew Feenberg, entre otros, reflexionan sobre el papel ambivalente de la tecnología. Si bien la tecnología puede contribuir a la sostenibilidad, por ejemplo, mediante energías renovables y eficiencia, también ha facilitado la explotación de recursos y el consumo excesivo. La filosofía nos invita a evaluar de manera crítica hasta qué punto la tecnología contribuye o no a un futuro sostenible y a reflexionar sobre su uso ético y responsable.
Finalmente, La noción de sostenibilidad tiene en su núcleo el concepto de bien común, es decir, el bienestar compartido que trasciende los intereses individuales. La filosofía del bien común promueve un compromiso hacia el bienestar colectivo, entendiendo que el equilibrio ambiental y el desarrollo sostenible no pueden lograrse si no adoptamos una visión compartida y solidaria, que es el motivo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. La sentencia de Séneca es ahora verdaderamente actual; aprendamos a vivir sin dilapidar los bienes que la naturaleza nos ha brindado y seremos todos más felices.
Me despierto ya de mañana y recibo las felicitaciones de mis hijos en el día del padre. Yo me alegro en el alma de que este día no pase desapercibido, pero en el fondo pienso en un aniversario un poco olvidado, de gran importancia, del que pensaba escribir hoy: la Noche de los Cristales Rotos, Kristalnacht.[1]
La «Noche de los Cristales Rotos» (Kristallnacht), ocurrida entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938, fue un episodio sombrío en la historia del antisemitismo en Europa, donde el régimen nazi dio rienda suelta a la violencia organizada contra la comunidad judía en Alemania, la Austria anexada, y las áreas de los Sudetes de Checoslovaquia recientemente ocupadas por tropas alemanas. Instigada primariamente por los oficiales del Partido nazi y miembros de las SA (Sturmabteilungen o guardias de asalto) y la Juventud Hitleriana. Durante esa noche, decenas de judíos fueron asesinados y miles de sinagogas, negocios y hogares judíos fueron destrozados, marcando el inicio de la persecución sistemática que culminaría en el Holocausto. La fecha es un recordatorio crucial del peligro que acecha cuando el odio se convierte en política y se normaliza en la sociedad, cuando los prejuicios se institucionalizan, y la violencia se acepta como medio de resolución de conflictos. No lo debemos olvidar nunca.
Hoy, en el contexto de la guerra entre Israel y Hamas-Izbuláh, esta historia vuelve a resonar de forma profundamente trágica. La situación actual, marcada por décadas de conflicto, desplazamientos y heridas no sanadas, ha dejado a ambas comunidades, tanto la judía como la islámica, atrapadas en una espiral de violencia que da lugar a la deshumanización y el desprecio mutuo. Aunque las circunstancias son muy distintas, la «Noche de los Cristales Rotos» nos recuerda el precio de despojar al “otro” de su humanidad. Nos muestra lo rápido que una sociedad puede descender hacia la violencia y la injusticia cuando se convierte en enemigo a toda una población. No lo debemos olvidar nunca, cuando oímos los coros del odio en manifestaciones.
En la situación de Israel y Palestina, donde tanto los israelíes como los palestinos han sufrido y siguen sufriendo inmensamente, la historia de la Kristallnacht debería advertirnos contra los peligros de alimentar una narrativa de odio, que desgraciadamente, se deja entrever en algunos colectivos de izquierda, contra Israel y el pueblo judío y entre parte de la derecha, contra todo lo que representa el islam. Los ataques indiscriminados, ya sea contra civiles palestinos en Gaza o civiles israelíes, y la constante retórica de odio que se perpetúa en ambos lados, son síntomas de una violencia estructural que se asemeja, en su deshumanización y brutalidad, a la que desencadenó el Holocausto. La lección que nos deja Kristallnacht no es solo el horror de la violencia desatada, sino la inminente amenaza que se cierne cuando no se protege el derecho humano de todos, sin excepción, a vivir en paz y dignidad. No lo debemos olvidar nunca, cuando vemos las terribles imágenes de niños inocentes, victimas del odio.
Kristallnacht es, así, un recordatorio de la necesidad de poner un alto a la radicalización, que amenaza con tragarse la convivencia y la paz posibles en cada nuevo ciclo de violencia. Nos exige recordar que una comunidad destrozada no solo pierde sus hogares y su seguridad, sino que con cada fragmento roto de sus vidas se destruye también el tejido de humanidad compartida. No debemos olvidar nunca ni dejar que se olvide por las generaciones venideras.
El recuerdo de Kristalnacht debería servir para intentar detener la espiral de violencia y odio en Palestina. Sin duda, un reto monumental, pero no imposible. Requiere esfuerzos tanto internos, en las partes en litigio, como internacionales, compromisos a largo plazo y cambios fundamentales en la forma en que ambas comunidades, israelíes y palestinos, y el mundo alrededor abordan el conflicto. Debe haber un diálogo continuo e imparcial, facilitado por mediadores internacionales confiables. Aquí echo de menos un Consejo de Seguridad que funcione y mediadores verdaderamente neutrales. Las negociaciones previas han sido obstaculizadas por falta de confianza y parcialidad percibida. La mediación tendría que venir de organizaciones internacionales que ambas partes consideren neutrales. Tanto los países de Medio Oriente como otros actores globales deben comprometerse a apoyar una paz justa y duradera, dejando de lado intereses propios y abordando el conflicto desde una perspectiva humanitaria y de derechos humanos.
Para construir confianza, es crucial que ambas partes y la comunidad internacional se comprometan a proteger a los civiles. Esto implica que las acciones militares deben regirse estrictamente por los principios humanitarios internacionales, y cualquier acto que ponga en riesgo a civiles debe evitarse. Las violaciones a los derechos humanos cometidas por ambos lados deben ser investigadas y juzgadas imparcialmente. Crear mecanismos de justicia que no discriminen entre víctimas israelíes y palestinas es un paso esencial para evitar futuros actos de represalia y construir la paz. Pero, no olvidemos, que esta última explosión de violencia fue responsabilidad de Hamas, el grupo que gobierna en Gaza, que lanzó un ataque masivo contra Israel el 7 de octubre de 2023. Este acto violento, que incluyó el asesinato de civiles y la toma de rehenes, desencadeno la respuesta militar israelí. No debemos olvidar esto nunca, cuando lamentamos las víctimas de esta guerra.
En el aniversario de Kristalnacht debemos reflexionar sobre La Kristallnacht, lo que representó y lo que representa, que fue un acto de brutalidad estatal y social contra una minoría judía ya vulnerable en la Alemania nazi, que se convirtió en un preámbulo a atrocidades mayores al no recibir una condena y contención internacional contundente en su momento. En este sentido, hay aspectos fundamentales que los líderes israelíes podrían considerar para romper con la espiral de violencia y odio que caracteriza el conflicto con los palestinos. Porque los lideres israelíes, que no han de confundir con los judíos en general, son los que representan un estado poderoso y los palestinos, no confundir Hamas con el pueblo palestino, son ahora los que sufren la injusticia de un castigo indiscriminado. Kristallnacht mostró cómo la deshumanización de un grupo específico puede desembocar en una tragedia mayor. En el caso israelí-palestino, una postura fundamental sería que los líderes israelíes reconociesen plenamente los derechos humanos y la dignidad de los palestinos, tanto dentro de Israel como en Gaza y Cisjordania. Es vital que el liderazgo no caiga en discursos de odio ni en medidas colectivas que deshumanicen a los palestinos, ya que esto solo aumenta el resentimiento y el ciclo de venganza. No olvidemos nunca la Noche de los Cristales Rotos.
Tengo tres lugares fijos en los que parar durante mis paseos, dos de ellos son bibliotecas y el tercero es el anticuario, que desgraciadamente, va a cerrar en los próximos días. Echare mucho de menos este lugar tan familiar, sus pequeños letreros siempre escritos a mano, con una letra antigua que reconozco por parecerse mucho a mis ejercicios de caligrafía. Siempre me paro ante su pequeño escaparate, repleto de recuerdos y sorpresas. Si está abierto, que no es todos los días ni según el horario normal del comercio, paso a saludar. Ojeo las estanterías, primero vagamente, por encima, y, casi sin darme cuenta, me llama la atención alguno de los volúmenes que milagrosamente encuentran un sitio en las estanterías y lo extraigo con cuidado para hojearlo. Cada volumen que acaricio lleva la impronta de otras manos, de otras almas que, como yo, buscaron en ellos las huellas de quienes nos precedieron. Amarlos es mi destino y mi consuelo y el fuego que me impulsa a descubrir, a cuestionar y a entretejer mi propia historia con las historias de otros. No es raro que me quede un buen rato, en ocasiones subido a una renqueante escalerilla, absorto en la lectura. Salgo casi siempre con algún tesoro en la mochila, si llevo dinero, claro, porque aquí no se conoce otra forma de pagar que dinero contante y sonante. Llevo años tratando de hacer comprender a mi amigo librero lo cómodo que sería para sus clientes poder pagar con tarjeta, pero, nada, él no da su brazo a torcer.
En cuanto a las bibliotecas, son lugares completamente diferentes. La biblioteca de la universidad tiene todo y si no lo tiene se encarga. Allí voy a recoger algún libro o a consultar fondos históricos. También me paro a conversar con algún bibliotecario de los antiguos, que ya van quedando muy pocos. Es un edificio de aspecto majestuoso y con gran carácter, aunque no es tan antiguo como parece. Se construyó en 1907 en un estilo pastiche gótico, que parece emular los decorados de Harry Potter pero que los amantes de la arquitectura monumental, congregados en “La Asociación Rebelión de la Arquitectura» (Föreningen Arkitekturupproret), eligió como “la mejor obra arquitectónica de Suecia de todos los tiempos”, en 2017. Debo de confesar que, en las entrañas de este edificio, he pasado parte de los mejores años de mi vida. La biblioteca pública de la ciudad es un edificio moderno y lleno de luz. A la hora que vaya, encontraré siempre muchos jóvenes y mayores. Los jóvenes preparan trabajos y los mayores, como yo, disfrutan la lectura o buscan un lugar de encuentro, que mitigue su soledad. La soledad es más dulce en una biblioteca. Así luce a las siete y media de esta mañana del 8 de noviembre la biblioteca de la universidad de Lund.
Confieso sin rodeos que soy un explorador de mundos silenciosos, un viajero del tiempo que ha recorrido las épocas y los rincones más profundos de la humanidad, guiado por libros de páginas gastadas., amarillentas y ese inconfundible olor a humedad. Muchos de mis días han transcurrido entre las sombras y luces de innumerables bibliotecas, donde he hallado en las palabras escritas un refugio y un universo sin fin. Los libros son mis compañero,s eternos guardianes de secretos y relatos que nunca dejan de revelarse, siempre nuevos y siempre sabios.
Con el tiempo, he ido juntando libros, hasta convertir mi casa, ante el fastidio de mi compañera, en una biblioteca desordenada. Y es que mi amor por los libros es algo mucho más profundo que el simple gusto por leer; es una relación de lealtad y reverencia. Cada libro que poseo no es solo un objeto de papel y tinta, sino un amigo y un confidente, una puerta a un momento específico de mi vida y a mundos que me han marcado de muchas maneras. Son recuerdos de descubrimientos y emociones que he vivido en sus páginas. Son mis queridos amigos. Deshacerme de un libro sería como arrancarme una parte de mí mismo. No importa cuántos años hayan pasado desde que lo leí; cada uno guarda en sus páginas un fragmento de lo que fui y lo que soy. En ellos está la historia de mis propias vivencias entretejida con las historias del pasado, del arte, la filosofía y el pensamiento de los grandes escritores y pensadores. Mis libros son como un mapa de mi espíritu y una crónica de mi evolución, y por eso cada uno de ellos es irremplazable.
Algunos de esos libros no los he leído en decenios, pero, si acaso le dejo prestado uno a un amigo, al poco tiempo echo de menos justo ese libro, cuando voy a citar algo. Esto es rarísimo, pero es lo que suele pasar, por tanto, no soy partidario de dejar prestados mis libros, mejor compro uno y regalarlo, que prestar. Desgraciadamente, hace ya unos años, los libros no caben ya en mis estanterías y he tenido que ir dejándolos en mi casita de campo, lo que hace que yo vaya allí muy a menudo. No cabiendo ni allí, he empezado a llenar el desván y todos los espacios rellenables, y, al estar repletos, los voy almacenando en casa de parientes. Decidir qué libros se quedan en las estanterías y cuáles se guardan en el zaguán o en cajas es tan difícil porque cada libro tiene un valor especial. La estantería es un lugar de honor, donde los libros más significativos están al alcance de la mano, como una constelación de recuerdos y saberes a la vista. Elegir qué se queda y qué se guarda es una especie de acto simbólico: es definir qué conocimientos, ideas y emociones deseo tener más cerca, esos libros que tal vez sean los primeros en los que pienso cuando buscas inspiración o consuelo. A veces, es casi imposible decidir porque cada libro representa una experiencia o un periodo de tu vida, un descubrimiento o una emoción particular que permanece en sus páginas. Guardarlos en el zaguán o en cajas no es falta de amor por ellos, sino simplemente el reconocimiento de que, aunque el espacio es limitado, el vínculo permanece. Para quienes aman los libros, es una elección entre tesoros que, incluso cuando se alejan de la estantería, nunca se apartan del corazón.
Y es que, cada uno de mis libros ha sido testigo y compañero en momentos de mi vida, podría decir que han sido escalones que he ido subiendo, o bajando, a lo largo de mi existencia, desde el día que aprendí a leer y empecé a sentarme en una silla bajita, hecha a mi medida por un vecino mañoso, en un rincón de la cocina, al calor del fogón de carbón, en las tardes de invierno. Mi tía Mari me trajo una caja grande llena de libros, que habían pertenecido a mis primos, ya mocitos. Entre los que había cuentecitos de Calleja, Platero y Yo, Ivanhoe, los viajes de Gulliver, Robinson Crusoe y un montón de tebeos, de los que todavía conservo algunos. A los diez años había yo ya devorado cientos de libros, con el Principito, el Quijote, el lazarillo de Tormes y el Buscón incluidos. Todos leídos en la sillita y llegados a casa como regalo de mi tía o comprados por mi padre. Después, ya mayorcito, fui ahorrando para comprar mis propios libros. El primero que compré con mi dinero fue la Ciudad y los Perros, la primera novela de Vargas Llosa. Eso lo recuerdo muy bien, porque la leí en la cama, convaleciente de una pulmonía.
Hay libros muy especiales, como Los Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada, de Pablo Neruda. Este libro fue mi particular Ars Amandi en mi pubertad, en especial el poema V:
Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Y seguí comprando libros, de poesía al principio, más tarde prosa, luego de historia y de política, al tiempo que iba siendo consciente de la realidad en España. Leí a Paz, Hierro, Laforet, Vallejo, Medio, Gorostiza, Matute, Huidobro, Cortázar y todo lo que se ponía en mi camino, incluidos los sainetes de Arniches o novelas de Pedro Antonio de Alarcón. Pude leer a Marx, Sartre y hasta Mao (en portugués) y, al llegar a Suecia, encontré una gran cantidad de libros en español, que no circulaban en España y descubrí a García Lorca, por medio de una amiga americana. Aquí, en Suecia, se podía leer todo, sin filtro y yo compraba y compraba. Descubrí en Madrid la librería Pons y allí estuve comprando libros durante los 80. En Cataluña compré cantidad de libros en la librería de la Generalitat, por ejemplo, los 23 tomos de Paraules del president de la Generalitat, con todos los discursos de Jordi Pujol, y todo lo que pude encontrar, sobre política catalana. En la librería Castro de Barcelona encontré libros raros y perlas antiguas. Creo humildemente que tengo una biblioteca muy completa sobre el catalanismo desde Lo Catalanisme de Almirall hasta M´explico de Puigdemont. De mi suegro heredé una biblioteca muy completa con clásicos y mucha filosofía y, naturalmente, religión, ya que él era un destacado historiador de las religiones, cuyo Trisvabhāva: un estudio sobre el desarrollo de la teoría de las tres naturalezas en el Budismo Yogācāra fue en su día un trabajo pionero para el análisis del budismo. Después he seguido comprando libros y recibiendo libros de amigos, editoriales y universidades. En fin, que mi compañera dice que basta de libros, aunque ella aporta grandes cantidades de libros de ciencias sociales y pedagogía, que van desplazando a los míos de las estanterías. Es una lucha, metro por metro, donde mis libros tienen la de perder y van siendo desplazados a el exilio en cajas. En último momento, consigo a veces salvar alguno, argumentando que lo necesito o que lo estoy leyendo, y así salvarle del cartón. Siempre he intentado tener un cierto orden, por temas, por autores, por épocas, pero casi siempre, por una cosa o por otra, la colección se sume en un cierto caos, que solo yo conozco. Suelo encontrar siempre lo que busco (si no me lo han movido de sitio) casi automáticamente.
En mi labor docente, como profesor de historia, he utilizado siempre la literatura como herramienta complementaria, porque ofrece una visión íntima y profunda de los contextos sociales, culturales y emocionales que los hechos históricos, por sí solos, no siempre revelan. A través de personajes, tramas y ambientes, las obras literarias permiten experimentar de manera cercana las vivencias de personas reales o ficticias en diferentes épocas, brindando una perspectiva humana y compleja de los eventos históricos, que los libros de texto no consiguen comunicar. Siempre he tenido una buena relación con los profesores de lengua y con los bibliotecarios y juntos hemos podido organizar temas conjuntos, ambiciosos proyectos con el fin de promocionar la lectura en los estudiantes.
La literatura hace que los hechos históricos cobren vida al presentarlos desde la perspectiva de los personajes que los vivieron. Por ejemplo, novelas como Los Miserables de Victor Hugo transmiten el impacto de la pobreza y la injusticia social en la Francia del siglo XIX, permitiendo que el lector entienda esos tiempos desde una óptica emocional y humana, como para explicar las características sociales en el ámbito rural en España, durante la era napoleónica, puedo utilizar El Sombreo de Tres Picos, de Alarcón, por poner otro ejemplo, o mostrar la tragedia de la guerra con la ayuda de Sin Novedad en el Frente de Remarque. Las obras literarias reflejan los valores, las creencias y las preocupaciones de sus épocas. Libros como Orgullo y prejuicio de Jane Austen muestran la estructura social y las expectativas de la vida cotidiana en la Inglaterra de principios del siglo XIX, y ayuda a comprender cómo pensaban y vivían las personas comunes en ese momento. La literatura invita a los estudiantes a ponerse en el lugar de los personajes, a comprender sus luchas y decisiones en momentos de conflicto, como en la Segunda Guerra Mundial o la Guerra Civil Española. Por tanto, se fomenta la empatía y el pensamiento crítico, y permite cuestionar y reflexionar sobre los motivos y las consecuencias de los hechos históricos desde una visión más cercana.
Naturalmente, las fuentes son esenciales en el estudio de la historia, pero, la literatura se convierte en un complemento perfecto para las esas fuentes históricas, y añaden color y textura a los hechos objetivos. Si bien la historia ofrece la cronología y el contexto de los acontecimientos, la literatura permite comprender el impacto subjetivo de esos eventos en los individuos y comunidades y ofrece una visión más completa de la historia, enriqueciendo el estudio académico con una dimensión más emocional y personal. Al leer literatura de distintas épocas, también se observa cómo evolucionan el lenguaje, las ideas y los temas de interés, lo cual ayuda a entender mejor los cambios históricos, culturales y filosóficos de una sociedad a lo largo del tiempo.
Leer proporciona también grandes beneficios a los estudiantes, porque requiere enfoque y atención sostenida, habilidades esenciales para el estudio. Cuando los estudiantes practican la lectura, aprenden a concentrarse en un solo contenido durante períodos prolongados, lo que fortalece la capacidad de estudiar de manera disciplinada y sin distracciones. Se discute si esa lectura debe ser en papel o en pantalla y yo opino que debe hacerse de las dos maneras. Toda lectura es buena, y las pantallas están aquí para quedarse. Opino personalmente que un libro es siempre preferible, pero utilizo medios digitales para introducir la lectura en pequeñas porciones. Si le interesa, el estudiante pasa al libro, casi sin darse cuenta. La lectura es el cimiento sobre el cual se desarrollan muchas habilidades necesarias para el estudio efectivo, desde la comprensión profunda hasta el pensamiento crítico y la autonomía. Leer de manera habitual facilita la adquisición de conocimientos, y también fomenta una actitud de aprendizaje constante. En el material didáctico que he creado para el aprendizaje de la historia en todos los niveles de la enseñanza media superior en Suecia, Digilär Historia 1ª, 1b, 2a y 2b, combino los temas históricos con una selección literaria. Por el momento, estoy ajustando el contenido a los nuevos cambios curriculares anunciados para el año que viene.
Soy partidario de escribir historia de manera que aporte valores literarios. En España y Suecia, la historiografía se centra en análisis teóricos y académicos, y menos en la narrativa atractiva. Aunque se valora el lenguaje literario, los estudios históricos suelen intentar parecer rigurosos y analíticos, priorizando la pretendida exactitud y el rigor sobre el estilo narrativo. En los países anglosajones, sin embargo, existe una tradición fuerte de narrar la historia de forma accesible y atractiva, dando un lugar destacado a la función literaria de la historia. Desde autores como Edward Gibbon con Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, se busca atraer al lector general, creando obras que no solo informen, sino que también cautiven. Este enfoque narrativo se ha trasladado a los historiadores modernos anglosajones, quienes muchas veces buscan narrar la historia con una prosa cuidada, permitiendo que el lector «experimente» el pasado como si estuviera presente. Fuera de la esfera anglosajona, la escritura histórica de Emmanuel Le Roy Ladurie, combina rigor académico con un estilo narrativo atractivo, que lleva al lector a sumergirse en el pasado a través de detalles cotidianos y una estructura casi novelística. Como uno de los representantes más destacados de la microhistoria y la escuela de los Annales en Francia, estudia la vida de comunidades pequeñas o casos específicos, utilizando estos microcosmos para arrojar luz sobre grandes cuestiones históricas. Su obra más conocida, Montaillou, aldea occitana, explora la vida cotidiana de un pueblo medieval en el sur de Francia y utiliza los registros de la Inquisición para construir una imagen detallada de las relaciones, pensamientos y cultura de los habitantes. Le Roy Ladurie centra su estudio no solo en los hechos sino también en la mentalidad, las creencias y las emociones de las personas en el pasado. Este enfoque en la “historia de las mentalidades” permite comprender cómo las personas veían su propio mundo, sus miedos, sus esperanzas y sus formas de entender la vida, brindando una comprensión más rica y humana del pasado. Él es sin duda uno de mis grandes inspiradores.
En Suecia tenemos a Dick Harrison, un destacado historiador contemporáneo, que fue doctorando conmigo en los años 80, especializado en historia medieval y en la historia de Escandinavia. Harrison es notable por su enfoque accesible, detallado y abarcador, que se orienta tanto a una audiencia académica como al público en general, conocido por su habilidad para combinar rigor histórico con un estilo narrativo atractivo, lo cual lo convierte en uno de los divulgadores históricos más respetados en Suecia. Todavía recuerdo su presentación de la tesina de grado sobre los longobardos, es una historia por si sola. Su obra se centra ampliamente en la historia medieval, con especial atención a la historia de Escandinavia, Europa Occidental y las Cruzadas. A través de sus investigaciones, aporta una visión detallada y profunda sobre los sistemas políticos, sociales y culturales de la Edad Media. Por ejemplo, en su serie Slaveri (Esclavitud), explora el papel de la esclavitud desde la Antigüedad hasta el Renacimiento, abarcando temas que tradicionalmente no han recibido tanta atención en la historiografía escandinava. Harrison también aborda temas históricos desde una perspectiva que incorpora aspectos sociológicos, culturales y económicos, mostrando cómo estos elementos han influido en el desarrollo de la sociedad.
Yo se que el gran inspirador de Harrison fue el historiador sueco Carl Grimberg, catedrático de instituto (como yo) y autor de la obra Svenska folkets underbara öden (Los maravillosos destinos del pueblo sueco), publicada entre 1913 y 1924 en nueve volúmenes, con dos volúmenes suplementarios entre 1932 y 1939 y una edición revisada de 1959 a 1963, que es la que Harrison leyó como niño y que yo compré en los 70 en un anticuario y utilicé como fuente de conocimiento sobre la historia sueca, de gran ayuda para mí en mis futuros estudios. Además, este Grimberg era como yo un asiduo navegante, dicho sea de paso. Grimberg usaba un estilo narrativo vivo, casi novelístico, que hacía la historia atractiva para el lector común, a diferencia de muchos historiadores de su época, que empleaban un lenguaje más académico. Grimberg optó siempre por una prosa fácil de entender y de tono conversacional, lo que permitió que muchas personas sin formación académica en historia, niños y jóvenes, accedieran al conocimiento histórico de manera entretenida y cautivadora. Harrison se ha convertido sin duda en el nuevo Grimberg. En 2013, en un acto en que se me concedió un premio a mi trayectoria docente, presentó su gran obra Sveriges historia (La historia de Suecia) de la que él era redactor y autor de dos de los ocho tomos. Para mí, fue el momento en que confirmó ser el nuevo Grimberg.
Los once volúmenes de Grimberg y los ocho de Harrison et al los tengo en cajas, junto con la gran enciclopedia sueca Nationalencyklopedin en 20 tomos. Los recursos digitales han trasladado a esas obras de consulta a los cuartos trasteros, desgraciadamente o afortunadamente, según se vea. Pero no concibo mis reservas literarias como cementerios de la literatura sino como criogenia. Estos libros desplazados de las estanterías, están esperando a que un corte de luz les devuelva a su sitio. Esto de el futuro digital es demasiado sensible a cuestiones fuera de nuestro alcance. ¿Quién sabe cuanto tiempo podremos seguir disfrutando de los medios digitales? Catástrofes, guerras y muchas más cosas pueden hacer que nuestras pantallas queden mudas y ciegas y, entonces, agradeceremos tener esos tomos olvidados en el desván. Mi máxima es: ¡nunca tires un libro! Por el valor y el respeto, por el conocimiento y la historia que contienen los libros, hay que preservarlos, porque cada volumen, incluso el más desgastado, guarda una chispa de sabiduría, un destello de momentos vividos. Mantener los libros cerca es para mí mantener vivo su legado, un recordatorio de que siempre pueden volver a hablar y aportar algo nuevo en otro momento de mi vida. Gracias a los recursos digitales, estoy viendo hoy a Beatriz Mariño entrevistar a Rosa Lencero la primera y única directora que ha tenido la Editora Regional de Extremadura en su 40 aniversario, desde Santa Marta de los Barros. Un lujo que me permite internet.
Paseando por las calles a solo un día después de la victoria electoral de Trump en las elecciones presidenciales del país más poderoso del mundo, escucho por la radio las explicaciones, que informadores y políticos tratan de ofrecer. Casi todos se lamentan de las llamadas “fake news” y echan la culpa de la derrota de Harris al efecto que, la divulgación de bulos a través de los nuevos medios de comunicación de masas, ha venido a representar. La mentira, claman, se ha apoderado de la escena política. Oyendo este rasgarse las vestiduras de algunos, me pregunto, si no debían de repasar un poco la historia, no solo la reciente o contemporánea, sino la historia en todo su profundo pasado.
«Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira»/ Ramón de Campoamor
En realidad, desde el mismo momento en que se inventó la escritura, este invento fue usado para difundir mentiras. No solo mentiras, claro está, pero en gran medida. Así que, cuando usamos las fuentes tradicionales de la historia, los escritos originales, las inscripciones etc. debemos siempre dudar, no de la autenticidad de las fuentes, sino de lo que están nos cuentan sobre los hechos que explican. Ya en tiempos tan remotos como en el año 1274 antes de nuestra era, el faraón Ramsés II, mintió como un bellaco sobre los resultados de la Batalla de Kadesh contra los hititas. Aunque el resultado fue más un empate que una victoria, Ramsés difundió la idea de una gran victoria para fortalecer su autoridad y reputación. Ordenó que esta «victoria» se grabara en templos y monumentos, lo que creó una narrativa oficial en Egipto que favorecía su liderazgo. Un bulo grabado en piedra. Al faraón no le votaba el pueblo, pero era importante para él dar a entender que era un dirigente poderoso y eficaz.
Permítaseme dar un salto considerable, para no cansar, y plantarme en la antigua Roma, donde el emperador Augusto escribió o mandó escribir las Res Gestae Divi Augusti (las gestas del divino Augusto), un documento que detallaba sus «logros», presentándose como un salvador de Roma, y omitiendo detalles importantes, como los métodos brutales para consolidar su poder. También minimizó la violencia de las guerras civiles que lo llevaron al poder, Esta narrativa sirvió para legitimar su régimen y afianzar la imagen de «pax romana», que él deseaba infundir.
En la Edad Media, la donación de Constantino, documento falsificado, creado en el siglo VIII, afirmaba que el emperador romano Constantino el Grande había transferido el control de gran parte del Imperio Romano de Occidente al Papa Silvestre I y sus sucesores. La Iglesia utilizó este documento para justificar su autoridad sobre los territorios de Europa Occidental y para reclamar privilegios políticos y territoriales. Aunque fue expuesto como falso en el Renacimiento por el erudito Lorenzo Valla[1], la Donación de Constantino fue una mentira poderosa durante siglos.
En el siglo XIV, durante la pandemia de la peste negra, surgió el mito de que los judíos estaban envenenando los pozos para propagar la enfermedad. Esta mentira, que no tenía ninguna base, provocó la persecución y asesinato de miles de judíos en diferentes regiones de Europa. El mito se difundió rápidamente debido al miedo, la ignorancia y el antisemitismo generalizado, y fue utilizado como pretexto para masacrar y expulsar comunidades judías. Este bulo se repitió a lo largo de la historia y ha sido empleado, junto a bulos parecidos, hasta nuestros días para demonizar a los judíos, en algunos países del Medio Oriente. Grupos extremistas han utilizado esta narrativa en propaganda antisemita. Por ejemplo, han circulado rumores y acusaciones sin fundamento que afirman que los judíos envenenan alimentos o el agua de poblaciones palestinas. En 1983, el ministro de Defensa sirio, Mustafa Tlass, publicó un libro titulado El Matzoh de Sión, que difundía la mentira medieval del libelo de sangre, acusando a los judíos de matar niños cristianos y musulmanes para rituales religiosos. Esta obra, que carece de base histórica, fue promovida en la región y contribuyó a la hostilidad y es usada todavía hoy en medios islamistas. Durante la pandemia de COVID-19, algunas teorías conspirativas antisemitas sugirieron que los judíos estaban detrás de la propagación del virus o que lo habían creado para beneficiarse económicamente de la crisis. Aunque no se trataba del «envenenamiento de pozos» en sentido literal, la narrativa era similar.
Un auténtico virtuoso en el arte de manejar los medios de información de los que disponía era el rey sueco Gustavo Adolfo (Gustav II Adolf), el rey que se convirtió en pastel tras morir en la batalla de Lützen el 6 de noviembre de 1632. Este rey, llevó a Suecia a la guerra en Alemania, apoyado por subvenciones francesas, para, en interés francés, debilitar el poder de los Austrias y apoyar a los protestantes. Aprendió a utilizar la imprenta, que era el medio que tenía a mano, para distribuir relatos que desprestigiasen a los católicos y realzaran su persona, como el salvador. Cientos de miles de octavillas con grabados de famosos artistas fueron distribuidas por toda Alemania. En su propaganda, Gustavo Adolfo acusó a los ejércitos católicos de ser brutalmente opresores y de llevar a cabo masacres en ciudades protestantes. La propaganda sueca representaba a los católicos como crueles y bárbaros, justificando así la intervención sueca. Este enfoque ayudó a radicalizar a la población protestante, que veía la intervención sueca como una lucha por la supervivencia frente a la supuesta brutalidad católica. Este tipo de propaganda es reconocible en los relatos de la actual guerra de Ucrania, en la que ambos lados se acusan de atrocidades.
La propaganda sueca promovía además la idea de que el ejército de Gustavo Adolfo era disciplinado, piadoso y moralmente superior a los ejércitos católicos. Sin embargo, al igual que otros ejércitos de la época, sus tropas cometían saqueos y actos de violencia. Este contraste entre la imagen idealizada y la realidad ayudaba a mantener una narrativa positiva en los territorios protestantes, pero la realidad en las zonas de ocupación sueca era mucho menos noble. Gustavo Adolfo prometía por ejemplo libertad religiosa a las poblaciones protestantes de los territorios que entraban bajo su control, presentándose como un protector de sus derechos religiosos. Sin embargo, en la práctica, sus políticas se adaptaban a sus necesidades estratégicas. En muchos casos, su ejército tomó el control de ciudades protestantes y obligó a los habitantes a contribuir con recursos y a obedecer el dominio sueco, en claro contraste con la imagen que su propaganda proyectaba de él como un «libertador».
los líderes de la revolución francesa, como Robespierre, Marat y Danton, utilizaron la propaganda para consolidar sus posiciones y presentarse como defensores del pueblo. Los medios revolucionarios los retrataban como “héroes de la libertad” mientras que, a sus opositores, tanto monárquicos como otros revolucionarios moderados, se los presentaba como “enemigos del pueblo”. Estas tácticas ayudaron a justificar la violencia y la represión contra quienes eran considerados “traidores” a la revolución. Antes y durante la revolución, María Antonieta fue el blanco de una intensa campaña de desprestigio. Fue representada en panfletos y caricaturas como derrochadora, insensible e inmoral, con acusaciones falsas, como la famosa frase “¡Que coman pasteles!” (que nunca pronunció) o su supuesta vida licenciosa en el Petit Trianon. Historias que contribuyeron a crear una imagen de la monarquía como corrupta y desconectada de las penurias del pueblo, justificando así el movimiento revolucionario. La propaganda revolucionaria también sostenía que los monarcas europeos estaban conspirando para invadir Francia y restaurar a Luis XVI al trono con plenos poderes. la propaganda exageraba la amenaza de invasión para justificar la ejecución de Luis XVI como una medida de “seguridad nacional”. Las acusaciones de que el rey estaba conspirando activamente con los enemigos extranjeros aumentaron la paranoia y contribuyeron a la caída de la monarquía.
Napoleón usó la propaganda para construir una imagen de sí mismo como un líder cercano al pueblo, interesado en mejorar la vida de los ciudadanos. A través de los llamados “Boletines de la Gran Armada,” Napoleón describía sus campañas y hazañas heroicas en un lenguaje dramático, presentándose como un protector del pueblo francés. En realidad, muchas de sus guerras y políticas causaron sufrimiento y pobreza, pero la propaganda se encargaba de difundir una imagen de sacrificio en nombre de la gloria de Francia. Napoleón utilizaba referendos o plebiscitos para legitimar su poder, pero manipulaba los resultados para dar una apariencia de apoyo popular. Por ejemplo, en el plebiscito de 1804, el que lo nombró emperador, los resultados mostraban una abrumadora mayoría a su favor. En realidad, los resultados fueron manipulados, y la votación no era libre ni democrática. Sin embargo, al presentar su ascenso al trono como el deseo del pueblo francés, Napoleón pudo mantener la imagen de un líder que respetaba la voluntad popular.
En España tenemos también un gran manipulador, más o menos coetáneo con Napoleón, y llamado por algunos “El deseado”. Fernando VII empleó la mentira como una herramienta para mantener su poder y manipular la opinión pública. Las promesas incumplidas, las tergiversaciones de los hechos y las mentiras propagadas a través de la prensa y otros medios de comunicación le permitieron consolidar su imagen como defensor de la monarquía y de la “unidad” de España, a pesar de que su gobierno estuvo marcado por la represión, la inestabilidad y la pérdida de las colonias americanas. A lo largo de todo su reinado, Fernando VII utilizó el concepto de “traición” para justificar las purgas políticas, las represión y las políticas autoritarias. Consideraba traidores a aquellos que se oponían a su régimen y usó la mentira para crear una narrativa en la que los liberales, los republicanos y los defensores de la Constitución eran los enemigos de España y del “orden natural”. Este enfoque de «usarlos como chivos expiatorios» permitió que el rey mantuviera un control autoritario sobre el país, a pesar de las presiones internas y externas para que implantara reformas políticas.
Ya en el siglo XX es difícil saltarse el ejemplo de Goebbels, que fue uno de los principales promotores de la idea de que los judíos representaban una amenaza para Alemania y el mundo, utilizando teorías de conspiración que afirmaban falsamente que los judíos controlaban la economía mundial, los bancos y los medios de comunicación. A su disposición tenía Goebbels un aparato de propaganda que ya había trascendido los límites de la palabra escrita. En la radio, los periódicos, en discursos y en películas como El judío eterno, Goebbels retrataba a los judíos como traidores, corruptores y enemigos internos que debilitaban a Alemania. Estas mentiras sentaron las bases para la persecución y, finalmente, el Holocausto, deshumanizando a la comunidad judía y justificando la violencia en su contra.
Goebbels controlaba absolutamente todos los medios de comunicación en Alemania. Los periódicos, la radio y las películas estaban bajo una estricta supervisión, y cualquier opinión contraria al régimen era suprimida. La verdad era distorsionada y toda la información provenía de fuentes controladas por el Estado, lo que dificultaba enormemente que la población pudiera acceder a la realidad de lo que ocurría en el frente de batalla o en los campos de concentración. A través de este monopolio de la información, Goebbels creó una “realidad paralela” en la que el régimen nazi siempre tenía la razón y todos los actos estaban justificados. Este genio maléfico de la propaganda no solo utilizó los medios oficiales para difundir mentiras, sino también rumores cuidadosamente diseñados para generar miedo y odio. A través de rumores, se insinuaba que los aliados, en caso de ganar la guerra, llevarían a cabo represalias violentas contra el pueblo alemán, o que cometerían atrocidades contra mujeres y niños. ¿Verdad que se parece mucho a los bulos que se pueden encontrar hoy en las redes?
Es tan importante conocer los métodos de trabajo de este brujo de la mentira premeditada, que vale la pena citarle, en la exposición de sus 11 “principios” de la propaganda nazi creados por Goebbels:
Principio de simplificación y del único enemigo. Adoptar una sola idea, un solo símbolo; individualizar al adversario en un único enemigo.
Principio del método de contagio. Agrupar a diversos adversarios en una sola categoría o individuo; los adversarios deben ser presentados como una suma individual.
Principio de la transposición. Cargar al oponente con sus propios errores o defectos, respondiendo al ataque con otro ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.”
Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave.
Principio de popularización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a quienes va dirigida. Cuanto mayor sea la masa a convencer, menor debe ser el esfuerzo mental que se debe hacer. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión pobre; además, tienen gran facilidad para olvidar.”
Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un pequeño número de ideas y repetirse sin cesar, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo en el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas.” De aquí proviene también la famosa frase: “Si una mentira se repite lo suficiente, finalmente se convierte en verdad.”
Principio de renovación. La nueva información y los argumentos deben ser difundidos constantemente a tal velocidad que cuando el oponente responda, el público ya estará interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca deben poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Principio de plausibilidad. Construir los argumentos desde diversas fuentes, mediante lo que se llaman sondeos de globo o información fragmentada.
Principio de silenciamiento. Silenciar los temas sobre los cuales no se tienen argumentos y disfrazar las noticias que favorecen al adversario, contraprogramando también con la ayuda de medios relacionados.
Principio de transfusión. Como regla general, la propaganda siempre opera desde un sustrato preexistente, sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan echar raíces en actitudes primitivas.
Principio de unanimidad. Convencer a muchas personas de que piensan “como todo el mundo”, creando la impresión de unanimidad.
Este cóctel de mentiras es perfectamente reconocible en muchos políticos, como Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, Castro, Mao. Trump es solo uno más en la lista, pero lo importante es saber ¿por qué triunfa la mentira? ¿Qué es lo que nos lleva a seguir a líderes que nos mienten? ¿Por qué dejamos que nos engañen? Yo creo que es un defecto humano, con el que estamos condenados a vivir. Los seres humanos tenemos una capacidad limitada para procesar información y, a menudo recurrimos a atajos mentales, las llamadas heurísticas, para tomar decisiones, como el sesgo de confirmación. Este sesgo nos lleva a buscar, interpretar y recordar información de una manera que confirma nuestras creencias preexistentes. Las posibles evidencias que las contradicen, las ignoramos. Si un político utiliza bulos que se alinean con las creencias o miedos de nuestro grupo, los votantes somos más propensos a creérnoslos sin cuestionarlos. Además, como lo explicó Goebbels, «si una mentira se repite lo suficiente, finalmente se convierte en verdad». La repetición constante de un mensaje erróneo y engañoso puede hacer que lo aceptemos como cierto, incluso si carece de evidencia. Los políticos que utilizan bulos y desinformación recurren a la repetición en sus discursos, anuncios y redes sociales.
Más reciente es la gran mentira difundida por el gobierno de Estados Unidos afirmando que Irak poseía armas de destrucción masiva, lo que sirvió como pretexto para invadir el país. Recuerdo el representante francés en el Consejo de Seguridad tratando de desmentir el bulo, sin éxito. Después de la invasión, no se encontraron tales armas, lo cual generó una gran controversia y desconfianza internacional. Esta mentira tuvo consecuencias geopolíticas de gran alcance y afectó la estabilidad de la región durante años, y aún sigue haciéndolo, y costó la vida de miles de personas. Hoy he sabido el resultado de un seguimiento exhaustivo realizado por The Washington Post, que lleva un registro detallado de las declaraciones falsas o engañosas hechas por Donald Trump. Según su análisis, Trump emitió alrededor de 30,000 afirmaciones falsas a lo largo de su mandato y parece que esto no le quitó votos en 2020. No conozco la cantidad de mentiras que habrá proferido en esta campaña, pero me resisto a creer que serán muchas menos.
Que nadie se llame a engaño. Nos creemos lo que nos queremos creer. Ninguna época ha sido mejor, en relación a la verdad o la mentira. En todos los tiempos, los lideres han usado la mentira para dominar a los pueblos, al menos eso es lo que nos muestra la historia y creo que, si nos pudiésemos remontar a la edad de piedra, también encontraríamos lideres mentirosos. Me como otro pastel de Gustavo Adolfo. Están riquísimos.
Día brumoso y gris, este 6 de noviembre de 2024. Este es un día en el que, en Suecia, comemos un pastel muy rico, de crema y nata, con una especie de camafeo de chocolate, representando el aquí fácilmente reconocible perfil del rey Gustavo Adolfo. Este pastel, lo comemos hoy, en conmemoración al aniversario de su muerte en batalla en la niebla de Lützen, Alemania, un día como hoy, de 1632. Había este buen rey decidido participar ayudando al bando protestante contra el emperador, subvencionado por Francia y, a pesar de su temprana muerte, puso a Suecia en medio de la escena política y al ayudó a alcanzar el rango de potencia de segundo orden. A rey muerto, rey puesto, en este caso reina, porque le sucedió su hija Cristina, pero eso ya es otra historia. Quedémonos con que hoy se conmemora la muerte de un rey que decidió meterse en los asuntos de otros países y pereció en el intento. Pero es que hoy, también es un día especial por razones que todos conocemos.
Despertamos en Europa este 6 de noviembre de 2024, un tanto atónitos por lo que parece ser una arrolladora victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Muchos analistas prevén que Los Estados Unidos inicien, con la nueva administración, un camino abiertamente aislacionista. Estos temores, perfectamente formados siguiendo los discursos del aún candidato Trump, son especialmente tangibles en el este de Europa, países bálticos y estados que, como Suecia, han decidido entrar en la OTAN a partir de la invasión rusa de Ucrania. En realidad, la historia de los Estados Unidos nos enseña que, el aislacionismo, lejos de ser una excepción, ha sido la regla vigente de su política exterior.
La memoria es corta, aunque todos recordamos la decisiva intervención de Los Estados Unidos en la segunda guerra mundial, sin la cual, es posible que el Tercer Reich se hubiera hecho realidad, aunque muchos historiadores, entre otros Richard Overy[1] y David Glantz[2] opinan que Alemania estaba en ya en retirada, y sugieren que la Unión Soviética podría haber forzado la capitulación alemana, aunque de forma más lenta y con un número mucho mayor de bajas.
Desde su declaración de independencia en 1776, los líderes estadounidenses, especialmente George Washington y Thomas Jefferson, promovieron la neutralidad y el aislacionismo. En su Discurso de Despedida de 1796, Washington advirtió contra las «alianzas permanentes» con otras naciones, especialmente con Europa, argumentando que Estados Unidos debía evitar enredos en conflictos externos.[3]
El presidente James Monroe proclamó la doctrina que lleva su nombre [4], en la que se oponía a la intervención europea en el hemisferio occidental y, a su vez, sostenía que Estados Unidos no interferiría en los asuntos europeos. Esta doctrina, abiertamente defensiva, buscaba defender a Estados Unidos de Europa, principalmente de Gran Bretaña, pero también establecía una forma de aislacionismo defensivo que buscaba mantener la influencia europea, inglesa, española y francesa, fuera de América Latina. En lugar de mirar hacia Europa, Estados Unidos se enfocó, a partir de Monroe, en expandirse hacia el oeste Manifest Destiny (destino manifiesto)[5], anexando territorios como Texas, California y Alaska.[6] Este período de expansión territorial mantuvo el enfoque en asuntos internos y en el crecimiento hacia el oeste.
Durante el siglo XIX, Estados Unidos evitó involucrarse en los conflictos y revoluciones europeas, incluso cuando muchos países europeos atravesaban procesos de unificación y conflicto, como las guerras napoleónicas o la unificación de Alemania e Italia. A diferencia de muchos países europeos, donde el socialismo y las ideas de lucha de clases se afianzaron a lo largo del siglo XIX y principios del XX, en Estados Unidos no ha habido un partido socialista fuerte o una clase obrera organizada con una ideología marxista dominante. Si bien hubo movimientos sociales y sindicales en el pasado, como en la Gran Depresión y durante la era de la industrialización, estos movimientos no se consolidaron en una fuerza política que pudiera desafiar el sistema capitalista de manera estructural, debido quizás a la diversidad cultural y étnica que ha fragmentado los esfuerzos sindicales, creando barreras lingüísticas y culturales que dificultan la solidaridad entre los trabajadores.
Aunque Estados Unidos trató de mantenerse fuera de la Primera Guerra Mundial, finalmente se unió al conflicto en 1917, en parte debido a ataques a barcos estadounidenses y, según se dijo entonces, a la promesa de hacer del mundo un lugar seguro para la democracia. Esa era sin duda la explicación oficial, pero detrás se ocultaban también motivos económicos, ya que Los Estados Unidos habían estado suministrando alimentos, armas y préstamos a los Aliados. La victoria de Alemania hubiera puesto en riesgo la capacidad de estos países de pagar sus deudas con Estados Unidos y podría haber tenido un impacto económico negativo en el país. Por lo tanto, una victoria aliada se percibía como favorable para proteger sus inversiones y el comercio exterior. Justo antes de la entrada de Estados Unidos en la guerra, en 1917, las cosas pintaban muy mal para los aliados, con Rusia fuera de combate por la revolución y un claro riesgo de que los alemanes salieran victoriosos.
Tras la paz, Estados Unidos decidió no unirse a la Liga de las Naciones a pesar de que el presidente Woodrow Wilson fue uno de los principales impulsores de su creación. Aunque Wilson defendía la Liga como un medio para garantizar la paz mundial después de la Primera Guerra Mundial, el Senado estadounidense se opuso a la ratificación de la Carta de la Liga de las Naciones. Muchos senadores, especialmente los republicanos liderados por Henry Cabot Lodge, temían que unirse a la Liga comprometiera la soberanía de Estados Unidos. La Liga incluía disposiciones para la resolución colectiva de conflictos y, en ciertos casos, la intervención militar, lo que implicaba que Estados Unidos podría verse obligado en el futuro a involucrarse en conflictos internacionales sin el consentimiento directo del Congreso.
Durante los años de entreguerras, Estados Unidos fue a pesar de su negativa a participar en la Liga de las Naciones, uno de los firmantes del Pacto Kellogg-Briand, en 1928, que, en principio fue pensado como un documento bilateral de no agresión entre Francia y Estados Unidos, pero que al fin fue firmado por la mayoría de los países existentes en aquel momento, con la adhesión de Suecia y España, que pretendía prohibir la guerra como método de resolución de conflictos. Este sueño duró exactamente tres años y, en contra de las frases altisonantes y comprometidas, quedó en papel mojado, en el momento en que los japoneses decidieron invadir Manchuría en 1931.
Durante los años 30, en respuesta a la Gran Depresión y a las tensiones en Europa y Asia, el Congreso estadounidense aprobó una serie de leyes de neutralidad que buscaban evitar que Estados Unidos se involucrara en conflictos externos. Estas leyes restringieron el comercio y la venta de armas a naciones en guerra y establecieron una política de no intervención. La opinión pública en Estados Unidos era mayormente aislacionista durante este período, con una gran desconfianza hacia las alianzas y los compromisos militares. Muchos ciudadanos y legisladores creían que la participación en la Primera Guerra Mundial había sido un error y que el país debería evitar otro conflicto similar.
El aislacionismo se mostró también en leyes antiinmigración. La primera databa de 1882, La Ley de Exclusión China (Chinese Exclusion Act) que fue la primera ley importante en la historia de Los Estados Unidos que restringía la inmigración por razones raciales. La siguió en 1924 a Ley de Inmigración (Ley Johnson-Reed) que establecía un sistema de cuotas basado en el origen nacional, limitando la inmigración a personas de etnias no deseadas. La ley favorecía a los inmigrantes de Europa del Norte y Occidental, especialmente de países como el Reino Unido, Alemania y Escandinavia, mientras que limitaba severamente a aquellos de Europa del Sur, Asia, y África.[7] Esta legislación estuvo basada en teorías racistas que consideraban ciertas razas y etnias superiores a otras. Esta legislación fue reformada en parte por la Ley McCarran-Walter del 1952, que, aunque suavizó lo referente a las cuotas, introdujo medidas de seguridad más estrictas, estableciendo procesos de investigación para los inmigrantes, y otorgó al gobierno la autoridad para deportar a individuos considerados «subversivos» o comunistas. A partir de ahí, durante las siguientes décadas se fueron reformando las leyes, tratando de permitir la entrada de mano de obra, restringiendo la libre inmigración. Se puede decir que la inmigración es siempre una cuestión que puede agitar el electorado, cosa que Trump ha aprovechado, lógicamente.
Aunque el presidente Franklin D. Roosevelt comenzó a ayudar a los Aliados a través de la Ley de Préstamo y Arriendo (Lend-Lease Act), Estados Unidos oficialmente mantuvo una postura neutral hasta el ataque a Pearl Harbor por parte de Japón en 1941. Este ataque llevó a Estados Unidos a entrar en la Segunda Guerra Mundial y marcó el fin del aislacionismo como política dominante. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos comenzó a tomar un rol de liderazgo en los asuntos globales, ayudando a establecer la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros organismos internacionales al finalizar la guerra.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos adoptó una política exterior globalista, involucrándose activamente en alianzas internacionales y asumiendo un papel central en la Guerra Fría contra la Unión Soviética. El aislacionismo fue reemplazado por una postura intervencionista y de liderazgo en la creación de alianzas, como la OTAN y otros tratados de defensa. Esta política, que buscaba frenar la expansión del comunismo, llevó a Estados Unidos a intervenir en conflictos en Asia, América Latina, y Medio Oriente, alejándose completamente del aislacionismo de las décadas anteriores. Y las experiencias de todas estas acciones militares son realmente desastrosas. En realidad, desde 1945, Los Estados Unidos han ganado solo una guerra, bueno, quizás dos, a saber: Granada en 1982 y Panamá en 1989. En todos los demás conflictos en los que se ha involucrado, ha tenido que retirarse dejando tras de sí caos y desolación, a pesar de tener un poder militar extraordinario y apabullante. A pesar de sus victorias iniciales, los conflictos en Vietnam, Iraq, Somalia o Afganistán, por nombrar los más conocidos, no terminaron con una resolución favorable o estable para los intereses estadounidenses a largo plazo
La tendencia de «America First» promovida por Trump, que aboga por una menor intervención militar y la reducción de compromisos internacionales, no es de ninguna manera, algo nuevo en los Estados Unidos, aunque el aislacionismo moderno difiere de sus raíces originales, ya que Estados Unidos sigue involucrada al menos por el momento, en organizaciones y tratados internacionales. Ahora queda por ver si la política de Trump, tan acorde con la de Washington y Jefferson, repercute en la guerra de ocupación rusa en Ucrania y si Los Estados Unidos retiran su mano protectora de la OTAN. Para volver a Suecia, Tras la muerte de Gustavo Adolfo siguieron años de continuas guerras, “honores” de Gran Potencia a un coste altísimo en medios y vidas y, finalmente, al fin de la era en 1718 y la perdida de Finlandia en 1809 y, finalmente en 1834, Suecia se declaró formalmente neutral y lo mantuvo hasta el 7 de marzo de este mismo año, al ingresar como miembro activo de la OTAN. Ahora habrá alguno que esté pensando si esta decisión fue acertada. El futuro nos lo dirá.
[1] Russia’s War: A History of the Soviet Effort: 1941-1945, 1998
[2] Glantz, David M., «The Soviet-German War 1941-1945: Myths and realities: A survey essay, 2001 October 11» (2001). Publications. 217.
[5] Término acuñado en 1845 por el periodista John L. O’Sullivan, quien argumentaba que era la misión y el derecho divino de Estados Unidos expandir su territorio para llevar sus ideales de libertad y democracia a nuevas tierras.
[6] Un cuadro de John Gast, American Progress (1872) representa alegóricamente la doctrina Monroe en la práctica y la modernización del nuevo oeste. Columbia, esplendida mujer que representa los Estados Unidos, aparece guiando la civilización hacia el oeste junto con los colonos estadounidenses. Se la muestra llevando luz de este a oeste, tendiendo cables de telégrafo, sosteniendo un libro de escuela y destacando diferentes etapas de actividad económica y formas de transporte en evolución. Colombia da la espalda a Europa y se centra en su progreso.
[7] Suecia tenía una cuota de 5,000 inmigrantes al año, mientras que a España se le concedieron 1,000.
En mi paseo hoy, voy escuchando las noticias que llegan desde España. Llevo unos días entre perplejo y anonadado por lo que veo, escucho y me cuentan los amigos, que están allí. Lejos de remitir, parece que las riadas continúan, al menos la lluvia sigue azotando el litoral este de la península. No es la primera vez ni tampoco será la última, me temo, pero, cada vez que ocurre, es una gran tragedia para muchas personas. Es también una ocasión para ver la capacidad de cohesión de los pueblos. Veo que viene gente de regiones próximas a Valencia, pero también de Madrid y de Extremadura. No he oído nada sobre Cataluña y me extraña que no hayan enviado ayuda desde allí, pensando entre otras cosas en la idea de Los Països Catalans. Le pediré a Xavièr que me lo aclaré. Él, seguramente, sabrá lo que sucede. Ver abajo, al final del texto.
Catástrofes como la de Valencia, destrozan en unos minutos el trabajo realizado por miles de personas en muchos años. El paso devastador del agua y el lodo lo arrasa todo a su paso. Es natural pensar que nada positivo puede devenir de semejante tragedia, pero, en realidad, las primeras culturas se formaron de esa manera. Los ríos Éufrates y Tigris, que regaban zonas desérticas de lo que ahora denominamos Mesopotamia, la Tierra entre dos Ríos, era un vergel, comparada con los desiertos y tierra baldías que la rodeaban. Las fértiles tierras de la ribera atraían grandes cantidades de campesinos que aprovechaban la riqueza de las tierras junto a las vías fluviales. Pero, estos ríos sobrepasaban sus cuces con cierta periodicidad, arrasando en su camino todo lo que se le ponía delante, dejando el agua al retirarse, ricos sedimentos con propiedades altamente aprovechables para la labranza. Con el tiempo, se fue desarrollando la ciencia de prevenir las rápidas subidas de los cauces y evitar las consecuencias nefastas de estas, aprovechando el agua y el lodo, para ir extendiendo los cultivos a lo ancho de los cauces, hasta formar una región tan fértil que pudo ser la cuna de muchas culturas. De las necesidades en la previsión y ordenación del territorio tras las riadas surgieron conocimientos en varias áreas científicas, como la construcción de canales, diques, embalses y sistemas de riego, una tarea compleja que requería una comprensión básica de la hidráulica y la ingeniería. Los mesopotámicos construyeron canales para dirigir el agua a sus campos y almacenaron agua en estanques, lo cual les permitió regular el flujo del agua y proteger las cosechas. Este fue el inicio de la ingeniería hidráulica, vital para las sociedades agrícolas.
Para planificar y construir estos sistemas de riego, los mesopotámicos necesitaban medir el terreno y calcular áreas. La agrimensura y la geometría surgieron para trazar y organizar las tierras de cultivo, planificar los canales y dividir los terrenos irrigados. De hecho, la necesidad de medir con precisión los campos y de distribuir el agua de manera equitativa impulsó el desarrollo de técnicas matemáticas básicas, con un sistema de numeración y cálculo. Para la administración de las tierras y la distribución del agua, los mesopotámicos desarrollaron un sistema numérico sexagesimal, que fue empleado en cálculos de superficie y volumen, sentando las bases para avances matemáticos en astronomía y aritmética. El control del agua y la tierra requirió una administración organizada jerárquicamente, con sistemas de contabilidad para gestionar los recursos y la producción agrícola, lo que incentivó el desarrollo de la contabilidad y de una escritura cuneiforme, primera en el mundo, que fue utilizada para llevar registros de cosechas, distribución de agua, impuestos y transacciones. Estas prácticas administrativas también influyeron en la creación de sistemas legales que regulaban el uso de los recursos hídricos, ya que las complejidades del control y distribución del agua llevaron a disputas entre aldeas y agricultores. Ante esta problemática, los gobernantes mesopotámicos implementaron leyes para regular el acceso al agua y evitar conflictos. El Código de Hammurabi, incluía regulaciones sobre el uso del agua y la construcción de canales, y establecía sanciones para quienes violaran estas normas.
Con cierta diferencia y adaptado a las características y necesidades de los diferentes territorios, otras culturas fluviales, llegaron a crear sistemas parecidos a los que se implementaron en diferentes partes del mundo. Así surgieron casi a la par que en Mesopotamia, las culturas a lo largo del cauce del Nilo, el Indo en el subcontinente indio y el Amarillo o Huang He en China. En estas regiones, el trabajo de organización requería igualmente liderazgo y coordinación, lo que impulsó el desarrollo de estructuras de gobierno y sistemas administrativos complejos. El desbordamiento de los ríos proporcionó, por tanto, las condiciones necesarias para el surgimiento de algunas de las primeras civilizaciones de la historia. Sin la fertilidad aportada por estos ríos, el desarrollo de las culturas antiguas habría sido mucho más difícil, ya que la agricultura y los asentamientos permanentes son dos de los factores principales que permiten el avance cultural y social.
Y ayer pudimos ver por la televisión que una parte de los que se encontraban presenciando la visita de las autoridades a la zona más dañificada; el jefe del estado, el presidente del gobierno y el presidente de la Generalitat valenciana, fueron increpados y “atacados” con pegotes de lodo. Parece ser que algunos de los valencianos, si no todos, piensan que los líderes no han estado a la altura de las circunstancias. Sobre todo, consideran que hay una gran falta de liderazgo, en un momento tan crucial para la región. Yo me pregunto si acaso no confunden los que critican a los líderes, el liderazgo con las reglas del juego que nos hemos dado en España, dividiendo y a veces duplicando y hasta fragmentando la facultad de decisión, lo que ya vimos con ocasión del COVID. Deberíamos, creo yo, repensar la estructura de nuestro estado. No podemos tener un sistema en España que reparta la responsabilidad de tomar decisiones de manera que nadie se sienta llamado a hacerlo. En el caso de grandes tragedias, pandemias y cosas semejantes, hay que tener un sistema claro, perfectamente jerarquizado, que sea capaz de reunir todos los recursos necesarios para paliar los efectos de estas catástrofes, salvar vidas, reconstruir pueblos, y todo eso que no se puede hacer con recursos locales. Aprendamos de los antiguos sumerios, egipcios, Harappa o chinos. La unión hace la fuerza, como reza la máxima del escudo belga.
Nota aclaratoria: Desde Cataluña se han organizado operaciones de ayuda, recopilando material para enviar e incluso organizando transportes de voluntarios. Es bastante raro que los medios en general no se hagan eco de ello. Esperemos que no sea intencionadamente.
La mañana siguiente me preparé el desayuno con lo que encontré en la nevera. Hice mi café en la cafetera de capsulas, eligiendo a conciencia, entre muchas cápsulas, las que yo creía que me iban a gustar. Me tomé tres cafés y me hice dos tostadas con queso y mermelada de higos. Mientras me movía por la cocina, el perro me seguía atentamente. Miré en su cuenco y vi que estaba vacío. Busqué su comida en la despensa y al fin encontré una bolsa con bolitas de pienso, y le eché un poco, a ver que hacía, y se lo comió todo en un instante. Le eché un poco más y aproveché para arreglarme y salir mientras él devoraba el pienso. Tenía poco que hacer esa mañana, a penas rellenar unos contratos y dejarlos en el instituto, y me apresuré a hacerlo, porque quería pasar un día completo en Valeta. Para tener más tiempo en la ciudad me fui a la parada del autobús, que vino a los diez minutos. Hoy también estaba casi lleno, pero encontré un lugar donde sentarme, al lado de un hombre de mi edad tocado con un sombrero impresionante, mitad de cowboy, mitad de picador, de color negro, con una pluma de faisán estrepitosa. Me saludó cordialmente, en maltés, supongo, y al yo contestarle en inglés, comenzó a interesarse por mi persona y por lo que me había traído a la isla. Casi sin escuchar mis explicaciones, empezó a contarme su vida. Se dedicaba, según me fue contando, a traducir libros del italiano al inglés, y en las épocas de más turismo, hacía de guía para italianos y españoles y, naturalmente, para gente de habla inglesa. Cambió idioma y pasó a hablar español, lo que hacía muy bien y casi sin acento, quitando algunas palabras que decía en italiano, cuando le faltaban en su vocabulario castellano. Me contó que había estudiado en Málaga y que solía ir a España siempre que podía. Llegamos a La Valeta y bajamos del autobús, en eso que un golpe de viento se llevó el sombrero y mi interlocutor corrió tras el, como si en ello le fuese la vida. Voló el sombrero con tan mala suerte que cayó, rebasando una valla protectora, a un gran socavón, donde pude apreciar que estaban trabajando una docena de personas con trazas de ser arqueólogos. Saltó el guía traductor la valla y se le vinieron un par de los supuestamente arqueólogos, haciendo señas de que allí no se podía pasar, mientras el sombrero, sin perder velocidad, seguía adentrándose en la zona prohibida. Comprendí que este percance no le permitiría a mi compañero de autobús seguir con sus historias, y hasta me alegré, de poder caminar en solitario y hacerme una propia idea de lo que es la ciudad.
Seguí mi camino. Habíamos entrado por la City Gate (Puerta de la Ciudad), una puerta reconstruida varias veces, y cuya versión actual fue diseñada por el arquitecto italiano Renzo Piano. De aquí sale la Calle de la República, la arteria principal de la ciudad que lleva a los principales puntos de interés. A pocos pasos de la puerta se encuentra el Parlamento de Malta, también diseñado por Renzo Piano, y las ruinas del Teatro Royal Opera House, que fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, el teatro se utiliza como un espacio al aire libre para eventos culturales. Andando hacia el suroeste encontré los Upper Barrakka Gardens (Jardines de la Barraca Superior). Ya desde aquí pude contemplar vistas panorámicas espectaculares del Gran Puerto y las Tres Ciudades: Vittoriosa, Senglea y Cospicua. Y siendo las 12 del mediodía asistí perplejo a la salva de cañón en la plataforma de la batería, que parece ser una tradición y que aumenta mí vivencia.
Regresando a la Calle de la República visité la St. John’s Co-Cathedral (Concatedral de San Juan). Esta iglesia, con una fachada muy austera, esconde un impresionante interior barroco lleno de detalles dorados, frescos y obras de arte, incluyendo una famosa pintura de Caravaggio, La decapitación de San Juan Bautista. Cada capilla es un tributo a las distintas lenguas o secciones de la Orden de San Juan. Aquí tuve que pagar entrada, algo que me molesta, porque quita un ápice de solemnidad a la visita. Al salir, hice un alto en el camino para tomarme una cerveza y un par de sándwiches de jamón y queso, cargar el móvil, que por cierto tenía una batería muy deficiente y no quería quedarme sin poder hacer fotos.
Algo fortalecido por mi frugal colación, continué por la Calle de la República hasta el Museo Nacional de Arqueología, que se encuentra en el Auberge de Provence, una de las posadas de la orden. Este museo muestra una gran cantidad de fascinantes artefactos prehistóricos, como las estatuas de la Dama Durmiente, a la cual presenté en una anterior entrada, pues me compré una réplica en el museo, y la Venus de Malta, ambas datadas en la época neolítica. De allí, consultando la hora, para no perderme nada, seguí, hacia el Palacio del Gran Maestre, un edificio imponente que servía como residencia del Gran Maestre de la Orden de San Juan y más tarde como sede del gobierno británico. Hoy, alberga la oficina del presidente de Malta y el Parlamento. Si hubiese llegado antes podía haber visitado las opulentas salas estatales y la armería, donde, según parece, se exhiben armaduras y armas antiguas de los Caballeros.
A poca distancia, aunque no lo encontré a primeras y tuve que preguntar a una simpática jovencita, se encuentra el Teatro Manoel, en una bonita callejuela. Este es uno de los teatros en funcionamiento más antiguos de Europa. El interior es una joya arquitectónica con una decoración rococó y acústica excepcional, que sigue siendo sede de conciertos y obras teatrales. Desgraciadamente no pude pasar a verlo con mis ojos y tuve que contentarme con las fotos que encontré en mi guía. En una pintoresca tasca me tomé un vino Girgentina y descansé un poco de mi constante subir y bajar por las calles. De allí, tiré hacia el este hasta dar con Lower Barrakka Gardens (Los Jardines de la Barraca inferior), que tienen unas fantásticas vistas al mar. Descubrí un templo clásico que resultó ser bastante moderno, erigido en honor de los caídos en la segunda guerra mundial.
Finalmente, visité por fuera el Fuerte St. Elmo, en la punta de La Valeta. Este fuerte jugó un papel crucial durante el Gran Asedio de 1565 y ahora alberga el Museo Nacional de la Guerra, pero no intenté siquiera entrar. En parte porque los museos de la guerra me aburren bastante y me fui a pasear por el Valletta Waterfront, donde se encuentran coloridos edificios del siglo XVIII que ahora albergan restaurantes, cafeterías y tiendas, ideales para una cena o un descanso mientras observas el puerto y los barcos. Aquí paré para tomarme un café e ir al servicio y decidí regresar andando hasta Pembroke.
Desde el Waterfront, subí hacia Floriana, el suburbio inmediato de La Valeta y pasé por los Jardines Argotti y Sa Maison, con magníficas vistas sobre el puerto y perfectos para un breve descanso, aunque yo preferí seguir a buen paso y continuar hacia Msida, seguiendo la línea de la costa, pasando por el Msida Creek y el puerto deportivo, lleno de yates y pequeñas embarcaciones, que me hicieron añorar mi barco, que me esperaba en Malmö. Pensaba yo que hoy me hubiera gustado tenerlo en Malta. Llegando a Gzira, a lo largo del paseo marítimo, encontré para mi asombro un santuario de gatos, el Santuario de Gatos de Gzira, un sitio popular y querido en Malta donde voluntarios cuidan a una gran cantidad de gatos. No vi voluntarios pero sí muchos gatos de diferentes colores y dimensiones, campando a sus anchas. A mí, que me gustan mucho los gatos, me encantó ver este santuario. Los gatos están allí y no se van, aunque podrían hacerlo, porque no hay vallas ni rejas, pero parece que se lo pasan bien allí. Los gatos caminan por donde quieren y van hasta el pozo llamado Fontana del Ferro, que data de la época de los caballeros de San Juan y todavía era una fuente importante de agua potable al comienzo de la llegada de los ingleses a la isla. El pozo se halla en la zona de Gzira cerca del paseo marítimo, y su función era suministrar agua fresca a las comunidades locales y a los viajeros que pasaban por aquí. Hoy es solo un monumento que poca gente conoce.
Desde Gzira, continué hacia Sliema, un centro urbano concurrido y moderno. En pocos pasos he dejado el barroco y me adentro en el siglo XXI. Desde el paseo marítimo de Sliema se tienen muy buenas vistas hacia La Valeta y comprendo que sea una zona popular para caminar o correr. Continué por el paseo costero, pasando por Tigne Point, desde donde se contemplan las imponentes murallas de La Valeta.
Aunque iba haciendo el mismo camino que ayer, solo que a la inversa, parece que el ir en la dirección contraria me llevaba por nuevos lugares. El cambio de perspectiva me hace descubrir nuevas cosas. Así, siguiendo el paseo, llegaé a St. Julian’s, donde el camino se torna mucho más animado, especialmente al acercarme a Spinola Bay y Paceville. Spinola Bay es un lugar pintoresco con barcas maltesas tradicionales y a mi me parece que tiene la mayor concentración nunca vista de porches y coches de alta gama. Paceville, parece ser el distrito de entretenimiento, con una vida nocturna muy activa, me han contado.
Aquí hago un pequeño inciso para contar algo sobre la economía de la isla. A parte del turismo y la enseñanza del inglés a extranjeros, un negocio que acapara gran parte de los ingresos y la fuerza laboral de la isla, el juego y las casas de apuestas representan un negocio muy grande en Malta. El país se ha convertido en uno de los centros de juego online y apuestas más importantes de Europa y del mundo debido a una combinación de factores económicos, legales y regulatorios. Malta fue uno de los primeros países europeos en establecer una regulación clara y favorable para el juego online, con la creación de la Autoridad de Juegos de Malta (Malta Gaming Authority o MGA) en 2001. Esta autoridad implementa leyes claras y proporciona licencias a empresas de juego online y apuestas, lo que ha atraído a empresas de todo el mundo, muchas de ellas suecas. La MGA ofrece uno de los sistemas de licencias más respetados y flexibles, lo que permite a las empresas operar legalmente en muchos otros mercados europeos.
Malta ofrece beneficios fiscales atractivos para las empresas de juego, con impuestos relativamente bajos comparados con otros países de la Unión Europea, lo que ha hecho que muchas empresas establezcan su sede en Malta. Al ser miembro de la Unión Europea, Malta permite a las empresas que se instalan allí operar legalmente en muchos otros países europeos sin la necesidad de obtener licencias adicionales. Esto proporciona un acceso más fácil a los mercados europeos y atrae a empresas interesadas en expandirse en el continente. Para lograr esta situación privilegiada dentro del gaming, Malta ha invertido en infraestructura tecnológica y digital, lo cual es fundamental para el negocio de apuestas online. La isla cuenta con buenos servicios de internet, centros de datos seguros y un entorno adecuado para empresas de tecnología financiera y de juegos online.
Malta ha desarrollado un entorno educativo y de formación especializado en el sector del juego y la tecnología digital. Hay varios programas de formación y universidades que capacitan en programación, seguridad cibernética y gestión de juegos. Además, el país ha atraído a profesionales internacionales que buscan oportunidades en este sector creciente, lo que fortalece la mano de obra disponible para las empresas de juego. ¡Aquí está la explicación de por qué veía yo tantos Porches!
Se hablaba un poco en voz baja, entre gente con la que pude hablar de que la mafia tenía algo que ver con este tipo de actividad, no me extrañaría, porque así ha sido siempre, allí donde se mueve el dinero fácil, pero el país se consideraba serio y bastante libre de corrupción. Algún tiempo tras mi estancia en la isla, leí en los periódicos que la periodista de investigación Daphne Caruana Galizia fue asesinada. Ocurrió el 16 de octubre de 2017 en un atentado con coche bomba, y fue un caso que generó gran impacto internacional. Caruana Galizia era conocida por su trabajo incisivo en temas de corrupción, crimen organizado y vínculos con la política maltesa, y su asesinato desató una serie de investigaciones y debates sobre la corrupción y la influencia del crimen en el país.
Caruana Galizia publicaba en su blog Running Commentary, uno de los más leídos en Malta, donde exponía temas de gran relevancia pública, incluidos escándalos de corrupción que involucraban a figuras políticas, empresarios y organizaciones en Malta. Investigó las revelaciones de los Papeles de Panamá, en las que algunos altos funcionarios malteses estaban implicados en actividades sospechosas. Sus investigaciones también tocaron el rol de Malta como un centro financiero, donde presuntamente se facilitaban ciertas prácticas de lavado de dinero y evasión fiscal. El asesinato de la periodista trajo muchas consecuencias y la presión internacional y las protestas en Malta llevaron en 2019 a la renuncia del primer ministro Joseph Muscat, habiendo sido algunos de sus asesores más cercanos acusados de estar relacionados indirectamente con personas involucradas en el asesinato o en la corrupción.
Cuando iba yo dando mi paseo, yo conocía lo de las casas de juego y apuestas, pero desconocía todo lo referente a la mafia. Yo veía a Malta como un microestado en buen funcionamiento y sigo haciéndolo, aunque soy consciente de que los negocios fáciles y el dinero siempre buscan resquicios para maximizar sus ganacias. En un país tan pequeño, donde hay muchos lazos de parentesco y amistad entre sus habitantes, la corrupción se ve algunas veces de forma diferente de lo que se puede ver en sociedades más impersonales, aunque ninguna sociedad está libre de corrupción en alguna medida.
Finalmente, el último tramo, me llevó desde St. Julian’s, todo recto hacia el norte en dirección a Pembroke. Mis pies estaban ya algo cansados, porque los 10 kilómetros, sumando las visitas y las búsquedas, se hicieron con seguridad al menos 15 o 20. Estaba oscureciendo cuando regresé a mi extraño domicilio. El perro me recibió tan contento como de costumbre, saltando y brincando como un zorro en la pradera, así que busqué la correa y, ante su alegre y nerviosa expectación, le saqué a dar una vuelta por Pembroke, buscando las calles iluminadas, claro está.
Buscando lugares apropiados para mis alumnos de comercio, para completar las practicas internacionales que, una cuantiosa beca comunitaria, concedida a nuestro centro tras mucho trabajo por mi parte con la solicitud, llegué un día a Malta. De este microestado yo no sabía casi nada, así que me pasé una semana leyendo todo lo que encontré sobre las islas. Desde el avión podía ver como seguíamos la ruta de los antiguos pobladores de este diminuto archipiélago, partiendo de Atenas y dejando atrás Sicilia, camino de África. No es que los primeros pobladores de Malta viniesen de Grecia, no, pero yo estaba en Atenas y volé desde allí. Según parece, los primeros malteses vinieron de Sicilia, hace unos 7000 años. Este diminuto país es aún más pequeño que Andorra, 316 km2, bastante más pequeño que mi comunidad de Lund, que cuenta con 450 km2 o la misma Andorra con 468 km2, pero Malta está muy poblada y cuenta con 544,000 habitantes, con una densidad poblacional de alrededor de 1,626 habitantes por kilómetro cuadrado. Este microestado tiene muchas peculiaridades, empezando por el idioma, el maltés, la lengua oficial de Malta, única en Europa por ser la única lengua autóctona semítica del continente, y la única que utiliza el alfabeto latino. Por suerte para mí y para mis alumnos, los malteses hablan perfectamente el inglés por haber permanecido bajo la tutela de Gran Bretaña desde 1814 hasta su independencia en 1964, y es una de las razones por la que una estancia de practicas en la isla puede ser interesante, sobre todo para estudiantes de comercio y turismo.
Al contrario de Andorra o San Marino, Malta no ha estado aislada del resto de Europa, las montañas aíslan, el mar comunica. Eso es algo que se ve y que se respira, paseando por la isla, una mezcla de paisaje latino y urbanismo inglés, con aires magrebíes. España e Italia han dejado sin duda una gran huella en la isla, que la dominación británica no ha conseguido borrar. La influencia de España en Malta fue significativa durante el período de la Corona de Aragón y el dominio de la Monarquía Hispánica. Esta influencia comenzó en 1283 cuando la Corona de Aragón conquistó Malta tras la expulsión de los angevinos y su dominación continuó hasta 1530. Malta fue integrada en el Reino de Sicilia bajo la soberanía de los reyes de Aragón hasta 1479, y a partir de ahí, tras la unificación de Aragón con Castilla y hasta 1530, Malta siguió siendo un territorio bajo el control de la monarquía española.
El emperador Carlos V de España cedió Malta a los Caballeros Hospitalarios o Caballeros de San Juan en 1530, como un feudo para que defendieran la isla contra los otomanos. Lógicamente cuando Malta pasó a formar parte de la Corona de Aragón, el catalán se introdujo como lengua administrativa y judicial, como también ocurría en otros territorios de la corona, como Sicilia y Cerdeña, que también estaban bajo control aragonés. La decisión de ceder Malta y Gozo, así como la ciudad de Trípoli a la orden de San Juan, la tomó Carlos V, en parte para compensar a la Orden de la pérdida de su base en Rodos en 1522, a manos de los Otomanos y, sobre todo, para que la defendiesen, formando así una llave o bastión occidental a la expansión de La Sublime Puerta. En 1565, las islas resistieron durante tres meses un feroz asedio otomano bajo el liderazgo del Gran Maestre Jean Parisot de la Valette.[1] Tras el asedio, los Caballeros decidieron fortalecer sus defensas y construyeron una nueva ciudad amurallada, La Valeta, que lleva el nombre de su héroe y se convirtió en la nueva capital de Maltas. La construcción de esta nueva ciudad-fortaleza atrajo a algunos de los mejores ingenieros militares y arquitectos de Europa, siendo el italiano Francesco Laparelli su principal constructor y, tras la muerte de este en 1570, continuada por su asistente maltés Girolamo Cassar.
Durante la dominación de los caballeros de la orden de San Juan, Malta prosperó con la protección del comercio. La fortificación y la presencia de una fuerza militar organizada brindaron estabilidad y seguridad a la población, lo cual era raro en esa época y permitió un entorno propicio para el comercio y la actividad económica. Malta prosperó económicamente al convertirse en un punto clave para el comercio en el Mediterráneo. Gracias a su ubicación, se convirtió en un centro de intercambio para productos de Europa, África y el Medio Oriente. Los Caballeros usaron su importante flota no solo para defender las islas, sino para dedicarse al negocio del corso, una forma de piratería con autorización, (patente de corso) para capturar barcos enemigos, generando ingresos a través del rescate de prisioneros y la venta de bienes capturados. La construcción de importantes edificios como el Auberge de Castille, el Palacio del Gran Maestre y la Concatedral de San Juan fomentó también una identidad cultural y arquitectónica distintiva, atrayendo a arquitectos y artistas de renombre como Mattia Preti y Caravaggio, quienes contribuyeron a la riqueza artística y cultural de la isla.
Pioneros en la medicina y la atención social, los Caballeros de San Juan, que tenían un origen hospitalario y médico, introdujeron importantes avances en la medicina y la asistencia social. Construyeron hospitales, como el Sacra Infermeria, considerado uno de los mejores de Europa en la época. Este hospital ofrecía tratamiento gratuito a enfermos y heridos, convirtiéndose en un modelo de atención médica avanzada. La orden también promovió la educación y el aprendizaje, especialmente en medicina y cirugía, formando a numerosos médicos y cirujanos que contribuyeron al desarrollo médico de Europa. La relativa prosperidad y la paz interna bajo los Caballeros atrajo a migrantes, artesanos y comerciantes, quienes ayudaron a desarrollar diversas industrias. Esto creó una economía diversificada, fortaleciendo los gremios y oficios y proporcionando a la población una mayor variedad de productos y servicios.
Malta se convirtió en un punto de encuentro de muchas etnias, una región mediterránea en miniatura con un idioma, el maltés, que la diferencia del resto de pueblos latinos. Esta lengua ha sido hablada por la población local durante siglos. Deriva del árabe siciliano medieval, introducido en Malta durante la ocupación árabe en el siglo IX, y evolucionó incorporando influencias catalanas, italianas (especialmente sicilianas), latinas y a partir de 1800, también inglesas. Con el paso de los siglos, el maltés se ha consolidado como un idioma único. Hoy en día, es uno de los dos idiomas oficiales de Malta y se escribe en alfabeto latino, siendo la única lengua semítica escrita con este alfabeto.
La época de los Caballeros culminó en Malta con la toma de la isla por las tropas de Napoleón. En realidad, la decadencia de la orden había comenzado debido al saqueo de sus bienes en Francia durante la Revolución Francesa y la disminución de donaciones, de las francesas, ya que Francia fue uno de los mayores donantes de la Orden. De hecho, durante siglos, los franceses formaron una de las “lenguas” o divisiones regionales más grandes y poderosas dentro de la Orden. Muchos nobles y reyes franceses, como Luis XIV, otorgaron donaciones en dinero y propiedades. Donantes habían sido también España y Portugal, que aportaban tanto monetariamente como en tierras, principalmente en las posesiones del Mediterráneo y la Península Ibérica y caballeros para el servicio militar y marítimo de la Orden. los Estados Papales y el Reino de Sicilia brindaban recursos y tierras, mientras que el Sacro Imperio Romano Germánico también realizaban contribuciones, y varias familias nobles alemanas enviaban a sus hijos a la Orden como caballeros. En agradecimiento, donaban tierras y propiedades, especialmente en el centro y este de Europa. La Iglesia católica, especialmente a través del Papa, apoyaba económicamente a la Orden y le otorgaba privilegios y exenciones fiscales. El Papado, además de donar bienes materiales, legitimaba las actividades de la Orden y le proporcionaba apoyo político. En sus primeros años, la Orden también recibía donaciones de Inglaterra y, en menor medida, de Escandinavia. Sin embargo, tras la Reforma Protestante en el siglo XVI, estas contribuciones cesaron en gran parte. Algunos caballeros ingleses se mantuvieron leales y huyeron a Malta o a otros territorios católicos. [2]
Las donaciones cesaron paulatinamente durante todo el siglo XVIII creando una crisis económica que culminó con la revolución francesa y la perdida de propiedades en Francia. En 1798, Napoleón Bonaparte planeaba una expedición a Egipto como parte de su estrategia para cortar las rutas comerciales británicas hacia la India. Malta, situada en una posición estratégica en el Mediterráneo, era un punto de parada ideal para su flota y un posible obstáculo en su ruta. Consciente de la situación interna de los Caballeros, Napoleón decidió tomar Malta como un paso previo a su invasión de Egipto. Así, el 9 de junio de 1798, la flota francesa llegó a las costas de Malta y pidió permiso a los Caballeros para atracar y reabastecerse. Sin embargo, según las reglas de la Orden, solo un número limitado de barcos extranjeros podían ingresar a los puertos de Malta al mismo tiempo, lo que Napoleón utilizó como una excusa para cuestionar la autoridad de la Orden y justificar una ocupación. Napoleón desplegó sus tropas, y la mayoría de los Caballeros de la Orden no ofrecieron gran resistencia, en parte debido a la debilidad militar de la Orden en ese momento y al descontento interno por las carencias económicas. La ocupación fue rápida y casi sin enfrentamientos importantes. En poco tiempo, los franceses tomaron el control de la isla, y el Gran Maestre de la Orden, Ferdinand von Hompesch, se rindió el 12 de junio de 1798.[3]
Una vez en control, Napoleón implementó varias reformas administrativas y sociales: abolió los privilegios de la nobleza, confiscó propiedades de la Iglesia y estableció una administración laica, reformas que causaron descontento entre los malteses, quienes no tardaron en organizar una resistencia contra los franceses. En septiembre de 1798, la resistencia maltesa comenzó en el pueblo de Rabat, en la isla de Gozo, y rápidamente se extendió por toda Malta. Los malteses se levantaron en armas, organizándose en grupos de resistencia, y comenzaron a asediar a las fuerzas francesas que se habían refugiado en La Valeta y otras fortalezas. La resistencia popular fue encabezada por líderes locales y apoyada por la Iglesia. Los malteses no tenían una estructura militar organizada, pero lograron movilizar a gran parte de la población para rodear las fortificaciones francesas y cortar sus suministros. Incapaces de expulsar a los franceses por sí mismos debido a la fortaleza de las defensas francesas y la falta de armamento pesado, los malteses solicitaron ayuda al Reino Unido y a los reinos de Nápoles y Sicilia. La armada británica, bajo el liderazgo del almirante Horatio Nelson, respondió a la petición y envió barcos para bloquear los puertos de Malta, impidiendo la llegada de refuerzos y suministros franceses. A lo largo de 1799, los británicos mantuvieron el bloqueo naval, debilitando cada vez más a la guarnición francesa en La Valeta, que comenzó a sufrir hambre y enfermedades debido a la falta de suministros.
Tras dos años de bloqueo y asedio, los franceses, dirigidos por el general Vaubois, se vieron obligados a rendirse el 4 de septiembre de 1800. Las condiciones dentro de las fortificaciones eran insostenibles, y los franceses ya no podían resistir más. La rendición marcó el fin de la ocupación francesa y el inicio del control británico en Malta. Los británicos entraron en Malta como aliados de los malteses, pero posteriormente establecieron un protectorado británico sobre la isla. Malta quedó bajo influencia británica, y en 1814, tras el Tratado de París, fue formalmente declarada colonia de la corona británica. La expulsión de los franceses y la posterior administración británica trajeron cambios significativos a Malta, incluyendo la consolidación del inglés como idioma y una integración más estrecha con los intereses políticos y comerciales británicos. La dominación británica, cuya duración se extendió hasta 1964, ha dejado una profunda huella en la isla, sobre todo en la lengua, razón que me trajo a la isla, ya que yo me interesé en entablar relaciones con institutos y sociedades de aquí para encontrar puestos de prácticas para mis estudiantes de comercio.
Prosigo con la historia, para no dejar coja mi breve exposición. Inicialmente, los británicos ocuparon Malta sin planes claros de anexión. La administración británica comenzó como un protectorado, y los malteses esperaban que la isla se devolviera a los Caballeros o a algún poder italiano. Sin embargo, la posición estratégica de Malta en el Mediterráneo la convirtió en un activo valioso para el Imperio Británico. En 1814, el Tratado de París formalizó el control británico sobre Malta, convirtiéndola en una colonia. La isla se consolidó como una base militar clave para los británicos, especialmente para proteger las rutas comerciales hacia la India. Durante el siglo XIX, los británicos modernizaron las defensas de la isla y desarrollaron infraestructuras, como el puerto de La Valeta, que se convirtió en uno de los más importantes del Mediterráneo.
Aunque los británicos trajeron mejoras económicas y de infraestructura, el dominio colonial generó tensiones culturales y lingüísticas. Los malteses querían preservar su identidad católica y su idioma, mientras que los británicos promovían el inglés y protestantismo en la administración y la educación. En 1880, se fundó el Partito Nazionale (Partido Nacionalista), que buscaba limitar la influencia británica en la cultura y promover el uso del italiano en lugar del inglés.
Durante la Primera Guerra Mundial, Malta desempeñó un papel importante como base médica y de suministros para las tropas aliadas en el Mediterráneo, ganándose el título de «la enfermera del Mediterráneo.» La economía de la isla prosperó brevemente gracias a la presencia militar, aunque el conflicto también generó tensiones debido a la dependencia económica de la industria militar. En 1921, Malta obtuvo un autogobierno parcial bajo una nueva constitución, que permitía a los malteses manejar asuntos internos mientras los británicos controlaban la defensa y las relaciones exteriores. Esto marcó el inicio de una mayor autonomía y fomentó los sentimientos independentistas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Malta fue una de las áreas más bombardeadas debido a su importancia estratégica. Los malteses resistieron de manera notable, y en 1942, el rey Jorge VI otorgó a Malta la Cruz de Jorge en reconocimiento a la valentía de su pueblo.[4] Tras la guerra, los movimientos independentistas en Malta se intensificaron. Los malteses buscaban plena autonomía y querían una economía menos dependiente de la presencia militar británica. En 1956, se celebró un referéndum sobre la integración de Malta en el Reino Unido, pero no logró la aprobación necesaria debido a la oposición de la Iglesia y otros sectores. En 1961, Malta obtuvo una nueva constitución que la convirtió en un estado autónomo, aunque todavía bajo soberanía británica. Finalmente, el 21 de septiembre de 1964, Malta se declaró independiente como miembro de la Commonwealth, con Isabel II como jefa de estado. En 1974, Malta se convirtió en república, eliminando así el último vínculo constitucional con la monarquía británica. Desde entonces, Malta ha seguido desarrollándose como un estado independiente, convirtiéndose en miembro de la ONU en 1964, de la Unión Europea en 2004, y de la zona euro en 2008. Esto último me permitió entablar relaciones con la isla dentro del marco del programa Erasmus.
Bueno, pues, el avión que me trae desde Atenas, aterriza en el pequeño aeropuerto de Malta, que es el cordón umbilical que une a Malta, Gozo y Comino con el resto de Europa, al menos, si no se quiere hacer el viaje por mar. Desde el cielo, las islas se ven minúsculas, uno se pregunta si el avión podrá aterrizar. Desde el aeropuerto hay apenas cinco kilómetros hasta la capital, pero yo me quedo en Pembroke, en St Catherine’s High School, y me doy cuenta de que estoy en una antigua base militar. Yo he entablado relaciones con la directora del centro y hemos diseñado una estancia de cuatro semanas para mis estudiantes. Mi visita es para asegurarme de que todo está preparado para su llegada y pienso visitar todas las compañías, ocho en total, en que harán sus prácticas. Se alojarán en casa de familias con alguna relación al instituto, algunas de ellas pienso visitar. Aquí empieza mi estancia en la isla, marcada por situaciones, vivencias y sucesos poco previsibles y por tanto inolvidables.
El taxi me deja enfrente del instituto. No encuentro ni una luz que lo ilumine ni por dentro ni por fuera. Cuando los faros del taxi se alejan, quedo absorto por la más completa obscuridad. Se ha hecho de noche rápidamente y no veo ni donde pongo los pies. Como puedo, llego a la puerta del instituto subiendo una escalinata, con miedo a despeñarme. Escucho el rumor de un mar agitado por un fuerte viento, en un acantilado próximo, que presiento sin ver. Naturalmente, nadie me abre la puerta, y decido llamar por teléfono a mi contacto en la isla. No lo llevo en el teléfono y tengo que consultarlo en mi agenda, pero no veo nada. Uso la linterna del teléfono y, al encenderlo, me doy cuenta que me queda muy poca batería. Maldigo mi imprevisión y memorizo el número para marcarlo. A veces, las cosas más elementales son las más difíciles. Al fin alguien contesta, supongo que en maltés, y le explico quién soy mi situación en inglés. La voz de mujer calla un instante y me dice en perfecto inglés que me están esperando en una dirección que, naturalmente, no conozco. Me dice que puedo ir andando y me indica la dirección como si yo fuera navegando. Miro a mi alrededor y no veo nada, bueno, al fondo veo un resplandor, como de una ciudad lejana y empiezo a caminar en esa dirección, cuidando de no caerme, porque estoy absorto en la más absoluta oscuridad.
Llego al fin a una carretera, medianamente iluminada y con poco tráfico y, cruzándola, me encuentro en un laberinto de calles sin aceras, con casas bajas que me recuerdan al barrio londinense de Paddington, donde suelo residir durante mis estancias en Londres. Llego al fin a la dirección que me dio la mujer tras mi llamada y encuentro dos puertas sin nombre ni seña alguna. Al fin llamo al timbre de la puerta de la izquierda y oigo los ladridos de un perro, pero nadie sale a abrir. Después de un par de largos minutos desisto y llamo a la puerta de la derecha, que al rato se abre. Ante mi tengo a un hombre de mediana edad y complexión fuerte, en pantalones de pijama y una camiseta de tirantes, le explico como puedo mi situación y, sonriente, me contesta: “ah, sí, tú eres el sueco. Aquí tienes la llave, ellos vendrán más tarde. Me han dicho que te prepares tú algo de cenar.” Quedé un poco perplejo, mirando la puerta que se cerraba. Los ladridos del perro me inquietaban porque, habiendo tenido tres perros, sabía muy bien que no todos los perros reciben de buen grado a visitantes desconocidos. Pudo más una necesidad fisiológica que el respeto al can y decidí abrir la puerta.
El perro resultó ser un Springer Spaniel inglés de color blanco y manchas castaño oscuro. Un perro joven y juguetón que me recibió moviendo el rabo. Se salió al rellano y temí que se fuera corriendo por la calle. Le llamé y entro conmigo a la casa. Busqué la luz y al fin encontré el interruptor. Ante mí, una escalera muy pendiente, como es costumbre en las casas urbanas inglesas y, al final de la escalera un salón, que conducía a una amplia cocina. Dejé mi maleta junto a la mesa de la cocina con el perro haciéndome mil carantoñas, pidiendo caricias. Busqué el baño y lo encontré felizmente y, a continuación, me senté a esperar, mientras cargaba mi móvil. La espera se me hizo bastante larga y al fin busqué en el refrigerador algo que comer, siguiendo la recomendación del vecino, y, al llevar el pan, mantequilla y queso a la mesa, encontré una nota que decía: “Bienvenido a Malta, Martín. Perdona que no te recibamos en persona, pero es que estamos invitados por el primer ministro a una función de teatro y regresaremos a eso de la una o las dos de la madrugada. Tú puedes irte a dormir cuando quieras. Tu habitación la hemos marcado con un cartelito con tu nombre. Mañana desayunaremos juntos a la ocho e iremos al instituto juntos. Buenas noches”. Yo ya estaba cansado del viaje y de las aventuras, así que me fui a dormir a la habitación que me habían asignado, donde al parecer dormía habitualmente una adolescente, a juzgar por la decoración y por las ropas que encontré en el armario empotrado, en el que fui a colgar las mías.
El sueño me venció sin preámbulos y, a la mañana siguiente, desperté al ruido familiar de cacharros, la voz de una radio y un penetrante olor a café recién hecho. Salté de la cama (es un decir) y me fui directo al baño que, no sin dificultad, había encontrado la noche anterior y que estaba justo al lado de mi habitación. Vestido y acicalado, entré despacio en la cocina, dónde me recibió el perro con alegres cabriolas y gruñidos. Una mujer de unos cuarenta años, esbelta y enérgica en sus movimientos, estaba ocupada ante la encimera y se giró hacia mí y me miró con una sonrisa agradable que me encantó, sus ojos azules fijos en los míos.
Oí mi propia voz sumamente ronca, saludando en inglés mientras me sentaba en el mismo lugar que ocupé la noche anterior. La mujer, que se presentó como Alison, puso una humeante taza de café frente a mí y un plato de tostadas y se sentó enfrente de mí, con el perro atento a lo que pasaba. Me presenté y le expliqué mi pequeña aventura de la noche anterior, procurando que no se pudiese entender ni el más mínimo reproche. Ella se disculpó sonriente con un “Te ruego disculpes las molestias, pero nos invitaron a ultima hora y pensamos, que tú que estás acostumbrado a viajar, te apañarías bien, y veo que lo has hecho.” Se presento como jefa de estudios y me dijo que su marido estaba de viaje de negocios en Suecia. ¡Qué coincidencia! Entre frases sueltas sobre el tiempo y otras futilidades, comió su tostada, bebió su café y, levantándose de la mesa me soltó: “Quizás nos veamos en el instituto. Llévate las llaves que te dio el vecino ayer y cuida al salir que el perro no se salga a la calle. Sírvete de lo que necesites.” Y yo me quedé un poco colgado y solo contesté: “sí, sí, muchas gracias, Allison”. No la volví a ver en tres días.
Yo salí media hora más tarde. Tenía un par de horas hasta las once, que era para cuando tenía la entrevista con la directora del centro, Nicola, mí contacto para la planificación. Decidí pasear por los alrededores. El camino hacia el instituto me lo sabía, aunque lo había hecho en la oscuridad. Podían ser a lo máximo dos kilómetros, nada para un andarín como yo. La mañana estaba nublada y la arquitectura de las casas, las calles, y el tráfico, que a estas horas era muy fluido, me recordaba verdaderamente a cualquier pueblecito costero inglés, solo que, habitado en casi su totalidad por gente con aspecto latino.
Camino del instituto, que podía divisar desde lejos, porqué sobresalía en lo alto de un montículo, iba pasando por entre edificios de magnifica hechura, pero cerrados y aparentemente en vías de convertirse en ruinosos. Y es que, Pembroke tiene una historia interesante, especialmente en términos de instalaciones militares. El barrio está relativamente cerca del centro turístico de St. Julian’s y fue durante mucho tiempo un área destinada principalmente a instalaciones británicas, ya que Malta era una base militar importante para el Imperio Británico. Durante la ocupación británica de Malta, Pembroke albergaba varios cuarteles militares y centros de entrenamiento. Los británicos establecieron allí barracas y edificios militares que usaban como alojamiento para tropas y para la administración militar. Se ve claramente que, por toda la zona, hay fortificaciones y estructuras defensivas británicas construidas para defender la isla y supervisar el Mediterráneo. Algunas de estas estructuras todavía existen. Según me contaron, ya en el instituto, después de la retirada de las fuerzas británicas en 1979, la zona comenzó a desarrollarse para uso residencial y educativo. Ahora, Pembroke es una zona tranquila y principalmente residencial, aunque también alberga algunas instituciones educativas y centros de formación. Por la noche, descubrí yo a mi llegada, la zona está completamente desierta.
St. Catherine’s High School sigue un currículo internacional que permite a sus estudiantes obtener una educación de nivel mundial. Esto incluye programas como el Cambridge International Curriculum y el Programa de Bachillerato Internacional (IB), especialmente en los últimos años de secundaria. A mis estudiantes les venía pues como anillo al dedo el tener esta escuela como base en la isla, para hacer sus estancias de prácticas, que comenzaban y terminaban con clases aceleradas de inglés. Dejo aquí los detalles sobre el instituto y la razón de mi estancia y paso a relatar mis paseos por la isla, mis impresiones sobre el ambiente y la gente, según lo vieron mis ojos.
Resueltos ya todos los quehaceres propios de la planificación y previstas algunas visitas a los lugares de prácticas, que fui haciendo durante los siguientes días, quede libre para hacer mi primer paseo en solitario por la isla. Yo había leído todo lo que había encontrado en la red, y algún libro de viajes que encontré en la biblioteca. En realidad, antes de mi visita no sabía mucho sobre Malta y descubrí que había mucho que ver y aprender. Me propuse ir a pie hasta Valeta, la capital. Es una distancia de unos 3 kilómetros bordeando la costa. Comencé mi paseo desde el centro de Pembroke, dirigiéndome hacia el sur y tomando un sendero costero, que es una calle traficada que me llevó a St. George’s Bay (Bahía de San Jorge). Aquí me paré a disfrutar de vistas abiertas al mar Mediterráneo y pude observar algunas de las fortificaciones británicas que aún quedan en la zona.
Al llegar a St. George’s Bay, me encontré de pronto en una pequeña playa de arena, ideal para una breve parada. Me descalcé y remangué los pantalones para sentir el agua del mar en los pies. Desde aquí continué hacia St. Julian’s, una localidad muy turística, conocida por su ambiente animado y por sus muchos bares y restaurantes y algún que otro centro comercial. Pasé por Paceville, una zona vibrante y moderna, y me llamó la atención un restaurante que anunciaba sopa de mariscos y allí almorcé, y no me arrepiento. Comí con buen apetito y disfruté de las vistas. Al avanzar hacia Spinola Bay, pude ver los tradicionales “luzzus”, barcos de pesca malteses pintados de colores brillantes.
Siguiendo el paseo marítimo de Spinola Bay, llegué a Sliema, otra popular área costera que ofrece tiendas, restaurantes y un largo paseo junto al mar. Corría gente por allí y me dieron ganas de correr, pero, por aquel entonces no estaba yo para carreras, así que me senté en un banco y disfruté de las vistas. Siguiendo la costa, llegué a Tigne Point, que es un buen lugar para detenerse y disfrutar de vistas panorámicas hacia La Valeta. Desde aquí se pueden ver ya las fortificaciones de la ciudad antigua desde lejos.
Al salir de Sliema, seguí el camino costero hacia el sur, pasando por Gzira y Msida Creek. Este tramo es un área menos turística y más local, con vistas al puerto deportivo de Msida, lleno de yates y embarcaciones. Lugar ideal para tomar un café y cargar mi móvil. Desde Gzira, pasé a Manoel Island, por un pequeño puente para ver el Fuerte Manoel, una antigua fortificación construida por los Caballeros de San Juan. Me salí un poco del camino, pero valió la pena.
De regreso a Msida Creek, seguí el paseo hacia Ta’ Xbiex y Pietà, donde encontré una serie de edificios históricos, incluyendo villas y embajadas. Siempre por la costa, pero ahora, andando entre jardines a lo largo del paseo. Llegando a Floriana, un suburbio de La Valeta, se ven ya las murallas y bastiones que rodean la capital, declarada, claro está, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La entrada principal a La Valeta es a través de la Puerta de la Ciudad, desde donde se accede a los Jardines de la Barraca y a la Calle de la República. Ya a la entrada majestuosa de Valeta veo el Teatro Manuel, la Catedral de San Juan y el Gran Palacio del Maestre. Con todas las paradas, he estado de camino cinco horas. Una cerveza, en la misma plaza que aloja el parlamento, me vino de maravilla. Aquí me quedé un buen rato, hasta que decidí regresar a Pembroke en autobús que, lleno hasta los topes, por dos euros, me llevó de vuelta a “mi barrio”. Al día siguiente, me dije, visitaría Valeta minuciosamente, lo que también hice, aunque fui en autobús a la ida, para dar el paseo por sus antiguas calles. Valeta merece de por si una entrada a parte. Recomiendo un viaje a Malta, si no habéis estado ya.
Cada mañana, cuando el escritor se aleja en su bicicleta roja, el gato negro se sienta frente a la ventana, observando. Sus ojos amarillos siguen el movimiento torpe y un poco tambaleante de su dueño mientras pedalea por el camino empedrado. “¿Adónde irá hoy?”, se pregunta el gato, su cola enroscándose lentamente alrededor de sus patas. «Quizá vaya al mercado a buscar ese pescado fresco que tanto me gusta», reflexiona, lamiéndose el hocico en un gesto anticipado de placer. El olor del pescado siempre llenaba la casa con una promesa deliciosa, pero otras veces su dueño volvía con una bolsa llena de papeles, de libros, de cosas que a él no le interesaban. “No debería ir a esos lugares aburridos, debería pensar más en mí”, se decía con un bufido suave.
Pero había algo más que le inquietaba. El gato sabía que su dueño, aunque amable, era frágil. Lo veía perder el equilibrio con frecuencia, tropezar en su propia casa. «Es un poco torpe», pensaba el gato. “¿Y si hoy se cae de la bicicleta? ¿Y si se pierde por uno de esos caminos extraños? Yo no estoy ahí para cuidarlo…” El gato miraba cómo la figura del escritor desaparecía entre los árboles, y sus pensamientos se volvían cada vez más oscuros. Se imaginaba a su dueño enfrentándose a peligros invisibles: una piedra mal colocada, una ráfaga de viento inesperada, o incluso algún coche que se acercara demasiado. Sabía que el mundo allá afuera era un lugar lleno de amenazas para alguien tan frágil como su humano. “Si solo fuera un poco más ágil, como yo”, se decía, “no tendría que preocuparme tanto.”
Con un suspiro profundo, el gato bajaba de la ventana y se dirigía al jardín. Sabía que podía salir por la gatera, y aunque prefería quedarse dentro, últimamente el otoño le había llenado de una extraña melancolía. Las hojas caían como un manto dorado sobre el césped, y el aire era fresco, casi frío. Afuera, estaba el gato pardo. El gato pardo era grande, con un pelaje espeso y desordenado que lo hacía parecer aún más voluminoso de lo que era. No hablaban mucho, pero el gato negro lo veía como una especie de compañía. A veces, el pardo lo miraba desde el otro lado del jardín, sus ojos claros y serenos, como si supiera algo que el gato negro aún no había descubierto.
«¿Debería acercarme a él hoy?», se preguntaba. No estaba seguro de querer una conversación, pero el silencio en casa se sentía más pesado que de costumbre. El escritor no volvería hasta dentro de unas horas, y en ese tiempo, el gato negro estaba solo. Era una soledad a la que nunca se había acostumbrado del todo, especialmente en estos días más cortos y fríos. El gato pardo le vio salir y le lanzó un par de miradas de reojo, sin moverse de su sitio. El gato negro dudaba. No es que le cayera mal, pero tampoco tenía claro si quería que el otro gato se convirtiera en algo más que una presencia distante. Finalmente, decidió quedarse en el borde del jardín, mirando el viento mover las hojas y escuchando el eco lejano de los pasos del escritor en su mente. Mientras esperaba el regreso de su dueño, el gato negro pensaba en todas esas cosas que nunca sabría sobre su día. Quizás había salido a buscar más inspiración para esas páginas interminables que llenaba. O tal vez, solo tal vez, hoy volvería con ese pescado fresco.
Y cuando el sol empezaba a bajar, y la sombra del escritor se dibujaba de nuevo en el sendero, el gato negro regresaba a la ventana. Se tranquilizaba al verlo intacto, un poco más cansado, pero seguro. Regresaba a casa, y todo volvía a estar bien, al menos por otro día. El gato negro sintió el leve crujido de la puerta antes de que se abriera del todo, y enseguida supo que su dueño había regresado. Los sonidos familiares de bolsas entrechocando y paquetes dejados sobre la mesa llenaban la casa, y el gato, con paso elegante, bajó las escaleras para recibirlo. Se restregó suavemente contra las piernas del escritor, su pelaje oscuro contrastando con los pantalones desgastados de su dueño, pidiendo la atención que sabía que merecía.
Mientras ronroneaba y se enredaba en los tobillos del escritor, el gato alzaba la mirada, observando con atención cada movimiento. Era como si sus ojos penetrantes trataran de descifrar las emociones del humano, indagando en qué pensamientos le habían acompañado mientras estaba fuera. ¿Había sido un día difícil? ¿O tal vez había encontrado inspiración en alguno de esos lugares que el gato jamás conocería? Cada gesto del escritor, cada suspiro mientras vaciaba las bolsas, parecía llevar una historia oculta que solo el gato intentaba desvelar.
El escritor comenzó a colocar cuidadosamente los alimentos en la nevera y en los armarios, mientras el gato negro seguía cada movimiento con creciente emoción. Las arrugadas manos del humano sacaban frascos, verduras y pan, pero lo que más importaba estaba aún por llegar. De repente, el escritor se detuvo frente al fregadero, tomó el platito del gato y lo fregó con cuidado, una señal inconfundible de lo que venía después. El gato negro se acercó aún más, sus bigotes temblando de anticipación. El sonido inconfundible de una lata de atún abriéndose hizo que el gato no pudiera contener un suave maullido de agradecimiento. Sus ojos se agrandaron, observando cómo el escritor vertía despacio el contenido en su plato, sin perder ni una pizca del jugoso y delicioso atún. Todo el proceso se hacía de manera lenta y meticulosa, como si fuera un ritual sagrado que ambos compartían. Cuando finalmente el platito quedó lleno, el gato se lanzó con entusiasmo a disfrutar de su manjar. Cada bocado era un festín, y el gato negro comía con la misma concentración con la que había observado antes a su dueño. Mientras devoraba el atún, podía sentir la cálida presencia del escritor cerca, moviéndose por la cocina.
El escritor, mientras tanto, se había detenido a observarlo. Una sonrisa apenas perceptible, casi invisible, se formó en sus labios, mientras se preparaba un café con movimientos pausados. Parecía que ambos, en su silencio compartido, entendían algo esencial el uno del otro. Aunque no había palabras, había una conexión, una rutina que les daba consuelo y seguridad. El gato negro, con el estómago satisfecho y los sentidos alertas, levantó la cabeza un momento y miró al escritor. Tal vez no sabía a dónde había ido, qué había hecho o pensado, pero estaba seguro de una cosa: ahora estaba en casa. Y, por un rato, eso era todo lo que importaba.
El gato, con el estómago lleno y el corazón en calma, se dirigió lentamente hacia su rincón favorito en la casa: la cama grande en la habitación del escritor, esa que siempre estaba cubierta por una suave colcha azul. Era el lugar perfecto para descansar, cálido y tranquilo. Con pasos lentos y pausados, el gato se subió a la cama, dio varias vueltas sobre sí mismo, y finalmente se enroscó en un pequeño círculo, cerrando los ojos con satisfacción.
No pasó mucho tiempo antes de que el gato se adentrara en el mundo de los sueños. En su mente, las imágenes se fueron formando poco a poco, transportándolo a otros tiempos, tiempos que habían quedado grabados en su memoria felina. En el sueño, veía al escritor sentado en la mesa del comedor, rodeado de personas. No eran desconocidos, el gato los conocía bien. Eran las personas queridas que solían visitarlos, esas que siempre traían risas y conversaciones animadas a la casa.
El gato, en su sueño, acechaba desde un rincón de la habitación, observando la escena con atención. El olor de los manjares llenaba el aire, una mezcla de aromas que despertaban su instinto cazador. Recordaba aquellos días en los que, siendo más joven y ágil, solía intentar subir a la mesa, buscando una oportunidad para robar un bocado cuando nadie miraba. A veces lo lograba, y el escritor, aunque intentaba ser firme, casi siempre cedía ante el encanto del felino, compartiendo un pequeño trozo de comida.
En el sueño, el gato sentía la alegría que irradiaba el escritor cuando estaba rodeado de esas personas. Lo veía sonreír, reírse con ellos, hablar con pasión. Aunque en la vida real el escritor se movía ahora más despacio y con algo de torpeza, en ese recuerdo onírico era como si el tiempo no hubiera pasado. El escritor era fuerte y vivaz, y sus manos ágiles gesticulaban mientras hablaba. El gato sabía que esas reuniones, esas conversaciones con las personas queridas, siempre llenaban de felicidad al escritor. Y, de alguna manera, esa felicidad también se transmitía a él. En su mundo felino, el gato había aprendido a leer el estado de ánimo de su dueño, a sentir cuando estaba bien o cuando algo lo preocupaba. Y esos momentos, los de las risas compartidas, siempre eran especiales.
Mientras soñaba, el gato ronroneaba suavemente, como si ese ronquido sutil pudiera conectar el sueño con la realidad, como si de algún modo supiera que esos tiempos felices todavía vivían dentro de su dueño, aunque los años hubieran pasado. Y así, envuelto en esos recuerdos y en la cálida seguridad de su rincón preferido, el gato negro continuó soñando, en paz, sabiendo que todo estaba bien mientras su escritor estuviera cerca, aunque fuera solo en sus sueños.
En su estudio improvisado, instalado en la espaciosa cocina junto a la ventana, el escritor contemplaba el paisaje otoñal mientras mesuraba su barba cana con gesto pensativo. Las hojas amarillas, rojas y ocres caían lentamente de los árboles, mecidas por la suave brisa, cubriendo el jardín como una alfombra natural. El escritor, absorto en la belleza del momento, dejaba que sus pensamientos fluyeran libremente. Durante un buen rato, permaneció inmóvil, observando cómo la estación teñía el mundo de tonos dorados y marrones. Era un hombre que siempre había encontrado consuelo en los pequeños detalles de la vida, y esa tarde, la calma otoñal parecía hablarle en un idioma que solo él entendía. Pero entonces, como si una idea repentina se hubiera encendido en su mente, primero muy despacio, y luego con más rapidez, sus manos empezaron a moverse sobre el teclado de su portátil.
Cada tecla que pulsaba parecía resonar en la cocina, como si el sonido de la escritura misma tuviera el poder de llenar el aire con nuevas ideas, nuevos mundos. La chispa en sus ojos, casi imperceptible al principio, fue creciendo mientras las palabras tomaban forma en la pantalla. Era una pequeña llama de felicidad, de esa satisfacción profunda que solo un escritor conoce cuando las ideas fluyen sin esfuerzo, cuando la página en blanco comienza a llenarse de vida. El gato, desde su lugar en la cama azul, entreabrió los ojos, despertado por el tenue sonido de las teclas. Desde donde estaba, podía ver al escritor inclinado sobre su portátil, tecleando con creciente entusiasmo. El gato lo observó con curiosidad, como si intentara adivinar qué historias estaban naciendo en ese momento, qué pensamientos estaban cobrando forma.
El escritor seguía absorto en su labor. Sus dedos volaban ahora sobre el teclado, más ágiles de lo que se podía esperar de este hombre tan pausado. Era como si, al escribir, el peso de los años desapareciera, y en su mente aún estuviera ese hombre joven y lleno de energía de los recuerdos del gato. Mientras las hojas seguían cayendo al otro lado de la ventana, el escritor dejaba que su imaginación vagara libremente. Los personajes que había creado, las historias que estaba tejiendo, le hablaban con claridad. Eran antiguos compañeros, algunos conocidos, otros nuevos. Y en ese preciso instante, mientras tecleaba, no existía nada más en el mundo. Ni el paso del tiempo, ni las preocupaciones diarias. Solo él y las palabras que fluían como un río.
En la cocina, el aroma del café que se había preparado hacía poco aún flotaba en el aire, mezclándose con el perfume del otoño que se filtraba por la ventana entreabierta. El escritor respiraba profundamente, sintiendo el fresco aire otoñal. Para el gato, esa escena era un reflejo de la normalidad que tanto apreciaba: el sonido de las teclas, el aroma del café, la presencia reconfortante de su dueño escribiendo. Aunque los años habían pasado, y aunque ahora se sentía más solo cuando el escritor salía, en esos momentos en los que el hombre estaba en casa, escribiendo, el mundo del gato también estaba en orden. Y así, el gato cerró nuevamente los ojos, sintiendo la suave colcha azul bajo su cuerpo, mientras el sonido del tecleo llenaba la casa de promesas de nuevas historias.
Cada noche, cuando las lámpara de las ventanas se encendían y el silencio envolvía la casa, el escritor tenía un ritual que había mantenido durante años: se sentaba en su sillón favorito, con el gato negro a sus pies, y le leía en voz baja lo que había escrito ese día. No importaba si eran párrafos completos o tan solo unas pocas frases. Las palabras, suaves y pausadas, salían de su boca casi como un susurro, llenando la habitación con un aire de complicidad. El gato, aunque no entendía exactamente lo que significaban esas palabras, sentía la familiaridad de la voz de su dueño y el ritmo tranquilizador de su lectura.
El escritor le hablaba como si el gato fuera el único ser capaz de comprender los laberintos de sus pensamientos, la única compañía silenciosa en sus horas de creación. Tras terminar, solía dejar el manuscrito sobre alguna de las muchas superficies cubiertas de libros que había en la casa, como si el acto de escribir fuera solo una parte de su vida, pero la lectura, la comunión entre las palabras y los pensamientos, fuera la culminación. Luego de la lectura, el escritor se levantaba y, casi como por inercia, caminaba entre libros apilados en las estanterías, en las mesas, en las sillas y, en algunos rincones, incluso en el suelo. Allí, entre tanto desorden literario, escogía algún volumen que le había llamado la atención ese día o que había traído de alguna biblioteca de la ciudad. Era en esas horas, muy tarde ya, cuando el escritor se instalaba en su sillón, y el gato se acomodaba a sus pies, envolviéndose en la calidez del espacio.
El tiempo pasaba con lentitud, las páginas giraban, y a veces se escapaba un pequeño suspiro del escritor, como si hubiera encontrado algo profundo en las páginas, o una leve risa, fruto de alguna ironía bien escrita. Cada uno de esos sonidos era suficiente para que el gato negro, en un gesto casi mecánico, abriera los ojos, estirara las patas y se acurrucara nuevamente, más cerca, más a gusto.
Cuando la noche ya estaba muy avanzada y las sombras danzaban en la penumbra, el escritor cerraba el libro que había estado leyendo, dejando un marcador entre las páginas. Lentamente, se levantaba de su sillón con movimientos pausados y seguros, aunque algo torpes por el cansancio. El gato negro, siempre atento, seguía sus pasos con la mirada, consciente de que la jornada estaba por terminar. El escritor se dirigía a la cocina, a veces a preparar una taza de té, otras simplemente a beber un poco de agua. Luego, entraba al baño con la misma calma, como quien sigue una rutina sin prisas. Al volver al salón, pasaba junto a su compañero felino y se detenía un momento para darle una suave caricia, un gesto de afecto silencioso que el gato siempre agradecía con un leve ronroneo.
Antes de irse a la cama, el escritor quitaba cuidadosamente la colcha azul que cubría su cama y la doblaba con esmero, dejándola sobre el sillón donde había pasado las últimas horas. Se deslizaba entre las sábanas con lentitud, apagaba la lámpara de su mesilla de noche y, con un susurro que parecía envolver la oscuridad, decía: «Buenas noches, amigo». El gato negro, en su sitio habitual a los pies de la cama, escuchaba esas palabras con los ojos entrecerrados, satisfecho y en paz, sabiendo que su mundo, aunque sencillo, era perfecto en su compañía y en la constancia de las pequeñas rutinas que compartían. Y así, mientras el escritor se sumía en el sueño, el gato también se dejaba llevar por el suave abrazo de la noche.
y le pasó la mano por todo el lomo, desde el cuello al rabo, sonriendo.
Y llegó el amanecer. El escritor, mientras acariciaba al gato negro, sonreía con una ternura casi imperceptible. Era un gesto que se había vuelto rutina a lo largo de los años, pero esa mañana tenía algo distinto. Había algo en el aire, una especie de determinación tranquila que se podía ver en sus ojos. El gato, siempre atento a los cambios en su dueño, lo notaba. Aunque no entendía exactamente qué era, sentía que el día traería algo fuera de lo común.
El escritor terminó su desayuno lentamente, disfrutando cada sorbo de café y cada bocado de la tostada, como si saboreara no solo la comida, sino también el momento en sí. Mientras tanto, el gato seguía cerca, dando vueltas a su alrededor, rozando sus piernas, observando cada uno de sus movimientos. No dejaba de pensar en lo inusual que era que su dueño se preparara tan temprano. “¿A dónde irá hoy?”, se preguntaba el gato. “¿Será un día como los otros, o tal vez algo más… importante?”
El escritor se levantó de la mesa, llevó los platos al fregadero y los enjuagó con calma, mientras el gato negro lo seguía con la mirada, sentado junto a la puerta de la cocina. Lo observaba con una mezcla de curiosidad y cierta preocupación. Sabía que su dueño, aunque siempre le mostraba una imagen serena, era frágil. El gato conocía cada uno de sus pasos torpes, los pequeños tropiezos y las veces que había vuelto a casa con un raspón o un golpe leve.
Después de ordenar todo, el escritor se dirigió a su estudio. El gato lo siguió a corta distancia, aunque se detuvo en el umbral de la puerta. Desde allí, lo vio recoger una mochila que había preparado la noche anterior. El gato entrecerró los ojos, como si eso le ayudara a desvelar el misterio de aquel día. ¿Un viaje? No era algo inusual, pero algo en el ambiente le hacía pensar que este no sería un día cualquiera.
El escritor se colgó la mochila al hombro, se puso una chaqueta ligera y finalmente, antes de salir, se detuvo en la puerta y miró al gato negro, quien ya estaba sentado junto a su gatera, listo para salir a despedirlo como siempre hacía. Se agachó con cierta dificultad y, acariciando su cabeza una vez más, le susurró con suavidad: «Hoy será un buen día, amigo. Cuida la casa mientras no estoy». El escritor sonrió levemente mientras se miraba en el espejo del recibidor. Aunque las arrugas en su rostro y la barba canosa reflejaban el paso de los años, aún quedaba en él una chispa de vitalidad que lo hacía sentirse vivo. La idea de organizar una fiesta como las de antes le llenaba de una energía que hacía tiempo no sentía. «Sí, hoy será diferente», murmuró para sí, ajustándose el gorro de lana negro y echando un último vistazo a su reflejo. La bicicleta le esperaba apoyada contra la cerca del jardín, y mientras la montaba, no podía dejar de pensar en las reuniones que solían llenar su hogar de risas y conversaciones. Recordaba las voces de aquellos que habían sido parte de su vida, amigos que compartían historias, debates apasionados, y esa bella mujer que lo miraba con una calidez que aún le ardía en el corazón. Hoy, quería sentir todo eso de nuevo. Quería revivir esos momentos, aunque fuera por una tarde.
El gato ronroneó como en respuesta, como si quisiera darle su aprobación. Pero en su interior, no podía dejar de preocuparse. El escritor era importante para él, no solo porque le daba comida y lo acariciaba, sino porque había una conexión profunda que había crecido con los años. Aunque el gato no podía expresar con palabras, sabía que su vida estaba entrelazada con la de aquel hombre, y cualquier cosa que le ocurriera al escritor lo afectaría a él también. El gato negro, fiel como siempre, estaba a sus pies, mirándolo con sus ojos penetrantes, como si pudiera leer los pensamientos de su dueño. El escritor se agachó una vez más para acariciar al gato, y el felino, en respuesta, se restregó contra sus piernas, emitiendo un suave ronroneo. «Cuida la casa, compañero», le repitió el escritor, antes de abrir la puerta y salir al fresco aire matutino. El gato negro lo siguió hasta la puerta del jardín y se quedó allí, observando cómo se alejaba en su bicicleta, balanceándose un poco con su estilo algo torpe pero decidido. La brisa fresca agitaba suavemente las hojas del jardín, y el gato, sentado en silencio, miraba cómo su figura se perdía por el camino, aún desierto.
Una vez más, como todas las mañanas, se quedó allí, contemplando el horizonte, preguntándose qué aventuras viviría su dueño mientras él, el pequeño guardián de la casa, se quedaba esperando su regreso. Esta vez, sin embargo, no solo era la rutina lo que lo inquietaba. Algo dentro de él lo hacía sentir que el día que comenzaba no sería como los demás. Algo cambiaría. Con un suave maullido, como si expresara esa inquietud, el gato negro regresó lentamente a la casa, sabiendo que no le quedaba más que esperar.
Pedaleaba con determinación, recorriendo las calles que aún despertaban con la primera luz del día. Sabía exactamente a dónde iba. Primero haría unas llamadas, luego iría a la tienda a comprar todo lo necesario: vino, algunos quesos, pan recién horneado, y tal vez, si tenía suerte, ese pastel de manzana que siempre había sido el favorito de todos. Mientras pedaleaba, imaginaba cómo sería la tarde, cómo llenaría su casa de nuevo con las voces y las risas que tanto extrañaba.
Después de un rato, el gato negro se dirigió al salón, donde la luz suave de la mañana comenzaba a filtrarse por las ventanas. Subió a su lugar favorito, junto a la gran ventana, y desde allí observó el mundo exterior, mientras sus pensamientos vagaban entre la tranquilidad del presente y las memorias del pasado. Sabía que pronto su dueño regresaría, y quizás esa tarde la casa se llenaría nuevamente de las voces que ambos extrañaban. Con un largo estiramiento y un suave ronroneo, el gato se acomodó, dispuesto a esperar.
Llegando al mediodía, el escritor salía de la tienda de licores con dos bolsas en su mano izquierda y un paquete de cartón blanco en la derecha, sujeto por un lacito verde, era la tarta. Caminaba en dirección a la plaza, donde había dejado aparcada su querida vieja bicicleta roja. Circulaba mucha gente, camino de algún restaurante cercano para almorzar, gente que trabajaba en el centro de la ciudad, que iba con prisa y en grupo. El escritor se encontró con un grupo que se había parado en medio de la acera y ocupaba casi todo el espacio. En la calzada, el tráfico era denso, pero bastante rápido, el semáforo lucía verde para los automóviles. Llegando hasta el grupo, el escritor trató de pasarles, estaba impaciente por llegar a casa y empezar con los preparativos. Tenía que limpiar todo bien, recoger los libros que estaban por todos lados, en fin, tenía mucho que hacer para pararse en medio de la acera esperando a estos pesados.
El escritor intentó pasar al grupo, esquivando los cuerpos aglomerados que charlaban sin prisa, ajenos a su urgencia. Sujetó con fuerza las bolsas de licor y el paquete con la tarta, tratando de no tropezar ni desequilibrarse. «Disculpen», murmuró, aunque su voz apenas se oyó entre el bullicio. Dio un paso hacia la calzada para evitar la multitud, consciente de lo denso que estaba el tráfico. Un auto pasó rozándole y decidió no tentar más la suerte. Finalmente logró rebasar al grupo, acelerando el paso hacia su bicicleta, que seguía aparcada donde la había dejado en la plaza. Sentía un ligero sudor formarse bajo el jersey negro mientras el sol de mediodía iluminaba la ciudad con una luz más fuerte de lo esperado para el otoño. No importaba. Todo parecía ir bien. La tarta estaba intacta, y las botellas seguían seguras en sus bolsas. Solo faltaba regresar a casa y comenzar los preparativos para la gran reunión.
Mientras caminaba con pasos rápidos, su mente estaba ocupada en la lista mental de tareas que le aguardaban. Limpiar la casa, recoger los libros esparcidos, barrer el suelo donde el polvo se acumulaba, preparar la mesa del comedor con su viejo mantel color crema, el que siempre usaba en las grandes ocasiones. No solo quería revivir las fiestas de antaño, sino recrear esa calidez que tanto extrañaba, esa sensación de pertenencia y de vida que, poco a poco, se había esfumado de su hogar.
Llegó a su bicicleta, colocó cuidadosamente las bolsas y el paquete en el canasto delantero y montó, ajustándose el gorro de lana antes de empezar a pedalear de regreso. Al hacerlo, una sensación de satisfacción y anticipación crecía en su interior. Iba a ser un buen día, como los de antes. Ya podía imaginarse a sus hijos entrando por la puerta, riendo, conversando, compartiendo una copa de vino y una porción de tarta.
Mientras pedaleaba hacia su hogar, el viento fresco en su rostro le traía recuerdos de viajes pasados y personas queridas. La nostalgia le envolvía, pero no de una manera amarga, sino como una promesa de que, por unas horas al menos, todo volvería a ser como solía ser. Incluso pensaba en lo bien que se lo pasaría el gato, merodeando por la casa llena de voces y risas, tal como lo había hecho cuando era un gatito juguetón.
Con el corazón lleno de esperanza y una sonrisa apenas perceptible en su rostro, el escritor avanzaba decidido, imaginando el bullicio y la vida que pronto llenarían nuevamente su hogar silencioso. Iba bien ajustado a su derecha, circulando bastante rápido para lo que solía hacer habitualmente. En su cerebro se alternaban las imágenes añoradas, las conversaciones, las risas, las canciones, que con toda seguridad cantarían, acompañados por su guitarra. ¡Oh, esos antiguos y queridos instrumentos que ahora yacían mudos, sin las manos de los que en otro tiempo les hacían vibrar! De pronto, una señora mayor, da un paso hacia la calzada para eludir uno de esos grupos patosos que acaparaban toda la acera y el escritor, sorprendido, trata de evitar una colisión girando levemente a la izquierda, en el momento en que el autobús 3 ha iniciado el adelantamiento del anciano en la bicicleta roja. El golpe fue brutal. Un golpe seco que hizo que los que estaban en el corrillo girasen sus cabezas en dirección al fatal sonido. Un silencio total cubrió la escena. el escritor yacía entre los restos de su bicicleta, con las bolsas y su contenido desparramado, la caja de la tarta aplastada. Del gorro negro manaba lentamente un hilo de sangre que iba formando una mancha roja, densa, humeante. La última imagen grabada en la mente del escritor, era el rostro de su amada, sonriendo, como siempre hacía cuando estaban todos juntos. Profunda oscuridad, Nada.
En su soledad, el gato negro vio como el día avanzaba y la mancha soleada de la mesa del escritor palidecía. Cayo la noche y el gato negro emitía a veces un pequeño maullido de inquietud, repetido y con mayor intensidad, según avanzaba la noche. Sintió la puerta, sabía que no era el escritor, porque conocía todos los sonidos tan peculiares de su amigo. Bajó las escaleras para ver quien era y vio a la mujer bella, que se agachó a acariciarle, sintió una gota templada en su hocico, una lágrima derramada por ella. Subió con ella los doce escalones que separaban el recibidor de la cocina. Sabía de sobra que su antigua vida había terminado. Lo había presentido en el mismo momento que el escritor, sonriente, cerró la puerta tras de sí. Pero, el gato negro, en el fondo de su pequeña alma de gato, conservaba la esperanza de que, algún día, cuando él estuviese mirando por la ventana como se mecían las ramas de los árboles, su amigo el escritor, aparecería de nuevo por el caminito, en su bicicleta roja.
Salgo de mi casa directamente al campo, bañado a esta hora por un sol que ya calienta más de lo que se podría esperar, esta mañana de finales de octubre. Contemplo, estupefacto, una colonia de cigüeñas que han tomado un barbecho al asalto y se sirven a sus anchas de los manjares que les ofrece la tierra, condescendientes con algunas gaviotas o un par de urracas, que osan deambular entre estos pájaros gigantes. Voy pensando en mi entrada de ayer, y en que prometí seguir hoy contando cosas de Andorra. Tengo que ir rebobinando pensamientos hasta llegar al 1990 y ese mes de febrero en que llegué al principado.
Todo había empezado un par de años antes, cuando entré en contacto con la fundación Jaume Bofill de Barcelona y con su director Jordi Porta, que desgraciadamente falleció el año pasado. Buscaba yo, como bien le dije, profundizar en el corazón del catalanismo para, al ser posible, llegar a comprenderlo. Nadie como este insigne catalán habría podido guiarme tan bien como él lo hizo y a él le debo en gran medida todo lo que he aprendido, sobre la formación de un espíritu democrático de lucha identitaria. En la fundación abundaban los sociólogos y uno de ellos, hombre jovial e inteligentísimo, con el cual yo solía pasar horas discutiendo sobre temas muy varios, tenía una novia andorrana. Cuando me pidieron desde Suecia que organizase un viaje de estudios para la institución de historia por Cataluña, se me ocurrió preguntarle si él me podría introducir a las autoridades del principado, para organizar una visita allí. En menos de una semana me contestó que no habría inconveniente y yo me puse a producir un programa para una visita de diez días, incluidos dos días en Andorra.
Se llega a Andorra casi sin darse cuenta. Las montañas parecen escondidas al norte de La Seu de Urgel. Muy diferente es la entrada por Francia, más escarpada, formando una barrera reconocible e imponente. En un periquete nos pusimos en Andorra la Vella, con su calle principal repleta de tiendas y bazares y llegamos a la Casa de la Vall, edificio que ha sido la sede del parlamento y del el Consejo General de Andorra desde 1702. Allí nos estaba esperando una joven estudiante, morena y lozana, que irradiaba ganas de vivir y alegría natural. Marta, que así se llamaba fue nuestra cicerone y también nuestra traductora, pues hablaba inglés y francés y mis compañeros suecos no hablaban ni catalán ni español. De la Casa de la Vall me llevo el recuerdo de esa magnifica, aunque muy sencilla cocina, lugar donde los consejeros se reunían alrededor de la chimenea, compartían comida y discutían asuntos políticos. La cocina simbolizaba un ambiente más íntimo y cercano para la toma de decisiones, en contraste con las sesiones más formales que se celebraban en otras partes del edificio. Me los imagino moviendo la olla a la lumbre, conteniendo una escudella o un trinxat de montanya, acompañados de una buena secallona, regado todo con un buen vino francés o catalán. Me parecía ver a los 24 consejeros cocinando y comiendo juntos, discutiendo sus asuntos hasta muy entrada la noche, buscando el necesario consenso. Soy consciente de que idealizo esta imagen, como también llegué a idealizar Andorra como microestado, hasta el punto de pensar en irme a vivir allí.
La Enciclopedia Nacional Sueca, en la que muchos de nosotros habíamos escrito o participado de alguna manera, y cuyo director y redactor de historia Sten Skansjö nos acompañaba en la expedición, nos invitó a comer en un restaurante muy antiguo y muy genuino, cuyo nombre, desgraciadamente se ha evaporado de mis recuerdos. Allí surgieron todas las preguntas sobre la historia de Andorra que Dick y yo nos apresuramos a intentar responder y que nos ocupó mucho tiempo y costó mucha energía, hasta tener una imagen medianamente completa de la misma. Yo, personalmente, seguí investigando desde la fundación y regresé a Andorra bastantes veces para consultar archivos y hablar con gente interesante. Eran años revolucionarios de alguna manera y la juventud andorrana comenzaba a vislumbrar un futuro inquietante, que prometía y amenazaba. Muchos de los jóvenes con los que yo hable entonces se encontraban en la encrucijada de encerrarse en su identidad andorrana o abrirse a la identidad europea, arrastrados por su entorno francés, catalán y español. Se discutía una posible reforma del sistema para modernizar la organización política del principado. Se debatía entre el conservadurismo férreo de los que querían conservar las instituciones como estaban y como habían estado por los siglos de los siglos, y los que querían modernizar el sistema, para ponerlo al día en cuanto a derechos civiles, garantías democráticas y fluidez económica se trataba. Al fin, triunfaron los que deseaban un cambio y, a principios de la década de 1990, Andorra experimentó un cambio político significativo que transformó la estructura de su gobierno y su estatus internacional. Hasta entonces, Andorra había sido gobernada por un sistema feudal basado en los «copríncipes», que eran el obispo de Urgell y el presidente de Francia. La principal reacción política fue la reforma constitucional de 1993, que marcó un punto de inflexión en la historia del país. En respuesta a la presión interna y externa para modernizar su sistema político, Andorra adoptó su primera constitución escrita, el 14 de marzo de 1993, convirtiéndose en una democracia parlamentaria. Esta constitución redujo el poder de los copríncipes, quienes pasaron a tener roles más simbólicos, y estableció la separación de poderes entre el ejecutivo, legislativo y judicial.
Andorra pasó, gracias a la nueva constitución, de ser un territorio gobernado por copríncipes en régimen feudal a un país plenamente soberano con un parlamento democrático. El Consejo General de Andorra se convirtió en el órgano legislativo con mayores facultades, consolidando el sistema democrático. La nueva constitución permitió que Andorra fuera reconocida como un Estado independiente por la comunidad internacional y ese mismo año, Andorra fue admitida como miembro de las Naciones Unidas. Hasta los más acérrimos románticos podían ver que Andorra ya a principios de 1990 estaba, para bien y para mal, engullida en el sistema capitalista reinante, ya era muy tarde para intentar mantener el “esplendido aislamiento”, por emplear un anglicismo, que les había ayudado a mantener su libertad y permanecer en paz en medio de todas las guerras habidas en su entorno.
Las grandes transformaciones, sobre todo las económicas, vinieron tras la nueva constitución. Hasta la década de los 1990, la economía de Andorra se basaba en gran parte en su estatus como paraíso fiscal y en el comercio libre de impuestos, atrayendo a turistas y negocios que se beneficiaban de la baja fiscalidad y la confidencialidad bancaria. Los andorranos podían ganar mucho dinero posicionándose al frente de empresas internacionales con sede en el principado, ya que la antigua legislación les otorgaba el derecho exclusivo de registrar propiedades en el país. Sin embargo, bajo la presión internacional, Andorra comenzó un proceso de reformas para alinear su sistema con los estándares internacionales. En los años que siguieron a mi visita todo fue cambiando, como también estaba cambiando la demografía del país. Las personas con las que yo me relacioné en Andorra, especialmente aquellos de 50 años en adelante, recordaban un principado con una población de no más de 8,000 personas, la mayoría nacidos en Andorra, agricultores, ganaderos y mercaderes, entre los cuales habría que contar a los que se dedicaban al contrabando. Los que en el 1990 tenían 70 años, recordaban que el principado no había tenido una carretera pavimentada que la uniese a Francia hasta 1930. Las comunicaciones con España tardaron aún más, siendo la primera carretera pavimentada que conectó España con Andorra la CG-1, construida a mediados del siglo XX. Esta carretera conecta Andorra la Vella con la frontera española en la localidad de La Farga de Moles, a través del paso fronterizo en el río Runer.
A partir de los años 60, e impulsado por el turismo y las inversiones que se empezaban a hacer en este sentido en el principado, la población fue aumentando exponencialmente y había llegado a 55,000 en 1990. Ya, la mayoría de los habitantes del principado no eran autóctonos, ni siquiera tenían el catalán como primera lengua. Además, ocurría una cosa muy interesante; los hijos de los antiguos andorranos, los que podían contar sus antepasados hasta siglos muy lejanos, salían a estudiar a Barcelona, Montpelier o cualquier otra universidad, eligiendo carreras artísticas o humanistas, casi nunca carreras practicas como ingeniero o médico, que sí eran elegidas por los hijos de la inmigración. Justamente esta particularidad la comenté en mi discurso en la ciudad polaca de Bydgoszcz, a donde asistí en septiembre de 1990 para presentar un trabajo sobre los microestados, enviado por mi facultad a la reunión internacional sobre naciones y nacionalismo que tuvo lugar en esta ciudad del norte de Polonia. Entre los asistentes a esta conferencia estaba el sociólogo Alfonso Pérez Agote, por aquel entonces, catedrático en la universidad de Deusto, que me invitó a dar una conferencia en su universidad al año siguiente. Creo que esto ya lo conté en otra ocasión, en una entrada anterior.
En Andorra había ya en 1990 muchas familias locales que se habían hecho ricas gracias a las coyunturas históricas que les tocó vivir. En la posguerra y hasta bien entrados los años 60, Andorra tenía reputación como un lugar donde se realizaba contrabando de productos como tabaco y alcohol, debido a las ventajas fiscales. Durante la guerra, los caminos del contrabando también se utilizaron para trasladar a personas en riesgo, judíos principalmente, desde Francia a España, donde el gobierno de Franco por lo general hacía la vista gorda y les dejaba pasar a Portugal o a Marruecos. Los andorranos que arriesgaban mucho en estos “viajes” recibieron grandes compensaciones económicas, como también lo hicieron los pescadores daneses que hicieron lo propio, poniendo sus barcos a disposición de judíos, para pasar el estrecho del Sund y refugiarse en Suecia. Este tipo de actividades extralegales generó ingresos que algunos inversores locales pudieron destinar a nuevas iniciativas comerciales o inmobiliarias.
Las grandes fortunas del principado se amasaron también convirtiendo terrenos de labor en solares para la construcción de hoteles e infraestructuras turísticas. Aunque las primeras inversiones en Andorra en los años 60 vinieron principalmente de capital español y francés, motivadas por las ventajas fiscales y la falta de regulaciones estrictas. Estas inversiones se destinaron a sectores como el turismo, el comercio libre de impuestos, el sector inmobiliario y, más tarde, el sector financiero. El crecimiento económico de Andorra en esta época fue impulsado por su estatus de paraíso fiscal y su capacidad para atraer tanto a turistas como a inversores que buscaban un lugar seguro para su dinero. Bueno, pues, quería yo explicar aquí un poco los sentimientos de esos jóvenes andorranos a los que entrevisté en Andorra y en Barcelona y que se encontraban en este momento crucial de elegir entre el pasado y un futuro incierto. Cierto es que, al menos la mitad de estos jóvenes, tenían padres no andorranos; andaluces, catalanes, castellanos, franceses y portugueses, pero todos coincidían en ver un peligro en los intentos de cambiar radicalmente las instituciones del país. Estos jóvenes eran políglotas y muy viajados, pero amaban su singularidad, como miembros de una sociedad diminuta y diferente. El cambio en el sistema de gobierno representó para ellos una transición de un sistema feudal a uno moderno y democrático, implicando no solo un cambio en las instituciones, sino también en la percepción de la identidad andorrana y su lugar en el mundo contemporáneo.
Aunque han cambiado las cosas, Andorra sigue siendo un paraíso fiscal capaz de atraer a muchas fortunas. Un IRPF con una tasa máxima del 10%, atrae a gente como el Rubius, un impuesto sobre sociedades del 10%, un IVA del 4,5%, y 0 de impuestos sobre la riqueza y sobre sucesiones. Esto es lo convierte a Andorra en un destino popular para individuos y empresas que buscan optimizar su carga fiscal en Europa. 841 firmas españolas se han establecido en el principado, lo que supone el 60% de las 1.380 empresas europeas que lo han hecho, entre las que destacan 280 francesas y 140 rusas. Por algo será.
Ayer contaba yo la historia de Boris, el auto aclamado rey de Andorra, y hoy pienso contar brevemente la historia de otro aventurero en otro microestado, bueno, microestado en cuanto a población se refiere, Islandia, con sus 376,000 pobladores para 103,000 km2. Este país, que fue fundado en 874 cuando el vikingo noruego Ingólfur Arnarson, forzado a salir de Noruega al haber perdido su patrimonio por culpa de un duelo, llegó a la isla. Para ser muy breve, contaré que en el siglo XIII, Islandia se unió a Noruega bajo el Pacto de Þingvellir, lo que marcó el inicio de un periodo de dominio noruego, que incluyó la pérdida gradual de autonomía. Noruega pasó a ser dominada por Dinamarca en 1536 hasta el 1814. Islandia era por tanto una colonia danesa. Es durante el ultimo periodo de la ocupación danesa, ya inmersos en las guerras napoleónicas, cortadas las comunicaciones entre Reikiavik y Copenhague, cuando Jørgen Jørgensen, un aventurero danés. En 1809, durante un breve período conocido como la «Revolución de Jørgensen», tomó el control de Islandia. Este Jørgensen llegó a Islandia como parte de una expedición británica y con una buena carga de aguardiente. Con la ayuda de unos pocos seguidores, igualito que Boris en Andorra, depuso al gobernador danés y se autoproclamó «Protector» de Islandia, permitiéndose emitir algunas reformas, como la liberación del comercio de los monopolios daneses. Sin embargo, su gobierno duró solo dos meses, ya que las autoridades danesas y británicas lo arrestaron y lo destituyeron rápidamente.
De este hombre sabemos bastante. Nació en 1780 en Copenhague y creció en Strøget, en la parte que va a dar en Kongens Nytorv. Su padre era fabricante de relojes de la corte, y aunque la familia no era noble, formaba parte de la burguesía acomodada gracias a su conexión con esta.
A Jørgen le iba bastante mal en la escuela. De hecho, le fue tan mal que lo expulsaron. El tiempo libre lo usó para formar una pandilla de niños, donde corría por las calles y golpeaba a los pequeños que se les ponían delante. Era este Jörgen un chico verdaderamente problemático, así que un día, para deshacerse de su hijo, el padre hizo un trato con un capitán de navío inglés y envió a su hijo de 14 años al mundo en un barco de carbón. A continuación, aparece Jørgen trabajando en un barco ballenero y, supuestamente, también como pirata frente a la costa de África, antes de que los ingleses, por razones algo confusas, lo envíen en un barco a Australia, probablemente como prisionero. Allí ayudó a fundar las dos colonias que más tarde se convertirían en Sídney y Melbourne, de donde regresó a Dinamarca convertido en un señor inglés, un problema, porque su familia prefería a los franceses. Por tanto, cuando los ingleses bombardearon Copenhague en 1807 y robaron la flota danesa, Jørgen se puso a saquear y abordar barcos ingleses para que la gente pudiera ver que amaba a su patria y estaba dispuesto a luchar por ella. Sin embargo, todo salió mal, y Jørgen fue capturado como prisionero de guerra y enviado a prisión en Inglaterra, de donde pudo salir casi al momento. Un día, en un bar, Jørgen escuchó a dos islandeses, que estaban molestos porque el conflicto bélico impedía el comercio entre Inglaterra e Islandia, que estaba bajo control danés. No les llegaba a Islandia tabaco, grano, café y alcohol, mientras que ellos tenían cantidades ingentes de lana, pescado seco y sebo, que no podían vender. Esto le dio al avispado danés una idea y, rápidamente, contacta a un fabricante de jabón inglés que necesita desesperadamente sebo para su producción. Tan desesperadamente que está dispuesto a pagar por enviar más barcos.
Al mismo tiempo, Jørgen establece contacto con algunos políticos que están interesados en la idea de hacer un exclusivo acuerdo comercial con Islandia, donde pueden vender todos los productos que Islandia necesita. Jørgen se asegura de que se den cuenta de que él es absolutamente indispensable para tal expedición. Puede actuar como intérprete para los ingleses, ya que el idioma comercial en Islandia es el danés.
Jørgen ha olvidado que, en realidad, es un prisionero de guerra y ha hecho un pacto de no abandonar el país. O simplemente considera conveniente no informar a los políticos o empresarios sobre ello, para poder ir a Islandia y ganar dinero con su idea genial. En 1809, zarparon de Londres para ayudar a los oprimidos isleños, tres barcos, dos cargados con productos comerciales, y el tercero con cañones. Sin embargo, la recepción no fue la esperada. Los islandeses no se aglomeran en el muelle para recibir a sus héroes salvadores. Las miradas que reciben vienen a ser generalmente desconfiadas. Y, a simple vista, no parecían los islandeses estar tan hambrientos como Jørgen había imaginado.
¡Pero esto no puede salir mal! El fabricante de jabón ha invertido mucho dinero en la expedición, y Jørgen ha hecho grandes promesas a los políticos en Inglaterra. Así que cuando llegan al puerto de Reikiavik en Islandia, apuntaron sus cañones hacia la casa del conde Trampe, el jefe de la administración y la máxima autoridad de la isla. Islandia no tiene ejército, así que cuando el conde Trampe vio un par de cañones apuntando hacia él, aceptó rápidamente firmar un acuerdo que permitía a los ingleses comerciar con Islandia. A pesar de que esto está estrictamente en contra de la orden del rey danés, siguiendo el sistema continental de Napoleón, y podía conllevar la pena de muerte al que hiciera semejante cosa. Jørgen Jürgensen y el resto de la tripulación inglesa regresan a sus barcos. Solo tienen que esperar a que las nuevas reglas entren en vigor oficialmente. Pero las horas se convierten en días, y los días en más días. Y nada sucede. Después de diez días, la paciencia de Jørgen se ha agotado y el domingo, 25 de junio de 1809, mientras redoblan las campanas de la iglesia de Reikiavik, doce ingleses armados con Jørgen al frente, empuñando una pistola, se dirigen a la casa del conde Trempe, y le toman como prisionero, ni cortos ni perezosos. Una verdadera revolución se ha consumado, felizmente sin derramar sin una sola gota de sangre. Hasta aquí la historia se parece al caso de Boris en Andorra.
Todo sigue a un paso más que rápido. Antes de partir de Inglaterra, les habían prometido a los políticos que les ayudaron y al mismo rey, que no causarían problemas. Pero, la realidad era que Islandia se encontraba ahora sin un líder y todavía hay guerra entre Inglaterra y Dinamarca. Pronto deciden los doce que Jørgen debe tomar el poder en lugar del Conde Trampe. Él habla tanto danés como inglés. Así que, cuando la misa termina una hora más tarde y los habitantes salen de la iglesia, se encuentran con una nueva Islandia. Ya no forman parte del reino danés, sino de una república libre e independiente.
El propósito del viaje cambió rápidamente para Jørgen, que se tomó su nuevo rol como gobernante autoproclamado de Islandia de manera muy seria y solemne. Insistió en que le dieran las llaves de los edificios oficiales y todas las armas, que resultan ser solo 20 fusiles viejos, algunas espadas oxidadas y un par de cuchillos. A velocidad vertiginosa, introduce nuevas leyes. Hace bajar los precios de los alimentos y también baja los impuestos, y decide unilateralmente que toda la deuda de Islandia con Dinamarca queda anulada.
Jørgen planificó construir hospitales, mejorar las escuelas y conseguir mejores salarios para las comadronas. Y aquí debemos recordar que todo esto sucedió simplemente porque un día conoció a dos islandeses que se quejaban en un bar en Londres. Jørgen solo olvidó una cosa bastante importante; que aún era un prisionero de guerra que había roto la única regla que debía cumplir: quedarse en Inglaterra. Y que probablemente no le gustaría mucho al rey inglés que Jørgen se haya proclamado señor de Islandia mientras Inglaterra estaba en guerra con Dinamarca.
Y llega el día en que un buque de guerra inglés emerge de la neblina. Ha venido a Islandia a verificar cómo iba el acuerdo comercial con Islandia. Emocionado, Jørgen corre hacia el barco mientras este entra en el puerto. Está deseando contarles todo lo que ha logrado en Islandia: todas las reformas, todos los sueños. Pero el capitán del buque de guerra, Alexander Jones, no comparte el entusiasmo de Jørgen. De hecho, se queda conmocionado al enterarse de que han capturado al Conde Trampe como prisionero de guerra y han proclamado a Islandia como un estado independiente. Esto le recuerda a la Revolución Francesa, justo lo que los ingleses han estado combatiendo. Alexander Jones anula de inmediato todo lo que Jørgen Jürgensen ha hecho y dicho durante su tiempo en Islandia, devuelve el país a Dinamarca y restablece el orden. A Jørgen Jørgensen lo meten en un barco como prisionero camino de Inglaterra y, para colmo de desdicha, el sebo que en principio era la principal causa de que la operación se hubiera llevado a cabo, se pierde en un incendio, casi 25,000 libras de sebo, tan necesario en Inglaterra, especialmente para el fabricante de jabones Samuel Phelps, que costeó la operación. El breve reinado de Jørgen Jørgen tuvo lugar entre el 26 de junio y el 25 de agosto de 1809. De aquella aventura Jørgen no sacó nada en limpio y acabó su vida arrastrando deudas, como podemos ver en esta fuente que pego aquí abajo, procedente del museo de Reading. Lo dejo aquí, que mañana será otro día y escribiré algo sobre Malta.
Hoy es un día de planificación urbana, aquí en Lund. Los políticos en activo hemos convocado a la ciudadanía en la sala de reuniones de la ciudad (Stadshallen) para conocer su opinión sobre los planes de futuro que hemos penado para la ciudad. Concretamente se trata de saber su opinión sobre la construcción de nuevos barrios, parques e infraestructura y muy especialmente sobre la escala arquitectónica que queremos emplear: concentrado y alto o diseminado y bajo. Sabemos que aquí las opiniones van a variar mucho. Se puede argumentar que construir viviendas en vertical, en edificios altos con singularidad y personalidad, en un espacio reducido, es a preferir ya que ocupa menos área y facilita las infraestructuras y las comunicaciones, dejando las tierras de labor intactas o al menos reduciendo mínimamente su extensión. Por el contrario, una edificación mas baja, con soluciones unifamiliares y mucho espacio adyacente, jardines etc. se puede considerar como más “humano” en el sentido de homo mensura (a la medida humana). Construir de esa manera compromete un área muy superior y acota en gran medida las tierras de labor, algo que, pensando en las necesidades de autosuficiencia en materia de alimentos, es contraproducente. Vertical u horizontal, esa es la cuestión.
Y, mientras voy caminando hacia la reunión me vienen a la cabeza algunos dichos que desde pequeño solía oír y que ahora vienen a cuento. “Caballo grande, ande o no ande” se decía irónicamente de los que valoran la magnitud o apariencia externa por encima de la funcionalidad o la utilidad real, y describe situaciones en las que se privilegia lo llamativo, lo grande o lo impresionante, aun cuando ese atributo no garantice eficacia o beneficio práctico. Muchas ciudades han optado por construir edificios a cuál más grande, la lista sería tan larga como la de las ciudades del mundo, ya que no creo que haya una ciudad que no tenga ningún rascacielos que mostrar. También recuerdo el dicho: “los perfumes más caros se venden en frascos pequeños”, un dicho que se utiliza para resaltar que el valor o calidad de algo no siempre está relacionado con su tamaño o cantidad. Más bien, lo que es realmente valioso, ya sea en términos de calidad, importancia o singularidad, a menudo se presenta en formas discretas, pequeñas o contenidas, como los perfumes finos, que tienden a ser costosos, pero vienen en frascos pequeños. Siendo yo propenso a pensar en términos históricos y habiendo tratado ayer temas de macroeconomía y política, empezó a pensar que las organizaciones territoriales más exitosas no son esos 20 países tan felices y prósperos que se presentan en los rankings sino, todo lo contrario, los microestados.
Conozco dos microestados en profundidad, Andorra y Malta, también he visitado unos cuantos más y siempre me he hecho la pregunta de si el mundo no sería más feliz si todos viviéramos en microestados. La idea no es nueva, pues fue lanzada en el año 1516, el humanista, jurista, escritor y político inglés, Thomas More, acérrimo enemigo de las reformas religiosas del rey Enrique VIII, y a consecuencia de ello, ejecutado y posteriormente canonizado como santo por la Iglesia Católica. Las ideas sobre como podría construirse una sociedad ideal, las plasmó en su obra «Utopía», un libro que describe una isla ficticia con una organización social perfecta. En la isla de Utopía no existe la propiedad privada, la educación es universal, se promueve la igualdad y la justicia, y las leyes son simples y accesibles. La obra critica las injusticias sociales de la Europa de su tiempo, como la desigualdad económica, la corrupción y las guerras, y presenta una reflexión sobre lo que una sociedad ideal podría ser. En tamaño, Utopía excede bastante de lo que hoy llamamos microestados, pero se haya dentro de unas características de pequeño estado a nivel europeo. La isla de Utopía está dividida en 54 ciudades, todas aproximadamente del mismo tamaño, y cada una está a no menos de 24 millas de distancia de sus vecinas.
Cada ciudad en Utopía tiene alrededor de 6,000 familias, y cada familia está compuesta por entre 10 y 16 personas. Si tomamos como promedio unas 12 personas por familia, esto nos da una población aproximada por ciudad de 72,000 habitantes. Cada ciudad tiene asignadas ciertas áreas rurales, y las familias agrícolas, es decir, aquellas que viven en las granjas de las zonas rurales, también forman parte de la población general de la ciudad, aunque están organizadas de manera distinta. Si hay 54 ciudades y cada una tiene 72,000 habitantes en promedio, la población total de Utopía sería aproximadamente de 3,888,000 personas en un área de 40,500 km2 a comparar con el área de Los Países Bajos que es de 41,543 km2 o Suiza, 41,290 km2, aunque estos dos países tienen una densidad de población muy superior, 16,7 millones respecto a Países Bajos o 9,1 millones a Suiza. La diferencia en densidad poblacional puede explicarse por el nivel tecnológico de la época en que vivía More, pues se trataba de una sociedad que dependía de la agricultura y no estaba tan diversificada como la actual. Además, More se basaba en la autosuficiencia, lo que requería grandes extensiones agrícolas para abastecer a la población.
La Utopía de Thomas More es una sociedad idealizada basada en la justicia, la igualdad, la tolerancia y el bienestar común. Moro critica las injusticias de su tiempo en esta obra, como la acumulación de riqueza, la corrupción, la guerra y las desigualdades sociales. La Utopía es también una propuesta filosófica que refleja los ideales humanistas del Renacimiento. More confía en el potencial del ser humano para organizar una sociedad basada en la razón y el bien común. Aunque siendo ficticia, la Utopía de Moro sigue cautivándome y me hace pensar que quizás sería bueno repensar la organización mundial, si fuera posible. En realidad, la tendencia ha sido la contraria; integración y acumulación de territorios. La Unión Europea puede verse como una posibilidad de realizar la teoría de More “por la puerta de atrás”, me explico, creando un espacio en el que la importancia de los estados iría disminuyendo, dejando las decisiones más cerca de los pueblos, de las regiones. El principio de subsidiaridad. Se esperaba mucho de la Europa de la Regiones, pero, desgraciadamente, por cuestiones, como siempre, de seguridad, a quedado como un proyecto fallido.
Dejemos Utopía y vayamos a ver los microestados que persisten en la actualidad. Empezaré por el primero que conocí y visité en muchas ocasiones, Andorra, ese microestado tan cercano, pero generalmente tan desconocido por la mayoría de sus vecinos. Visité Andorra por primera vez en 1990. Llegue al principado con un autobús cargado de historiadores de mi facultad de historia y, media hora después de bajar del autobús en Andorra la Vieja, nos fuimos Dick Harrison[1] y yo a buscar una librería y encontramos un anticuario, un paraíso para nosotros, que casi perdimos el almuerzo por quedarnos en ese pequeño y encantador local buscando tesoros. Y al fin lo encontramos, muchos libros en francés, español y catalán sobre la historia de Andorra, y nos compramos cada uno una buena bolsa repleta de ellos. Como siempre empezaré, por tanto, por la historia. Los orígenes de Andorra están envueltos en leyendas que se remontan al emperador Carlomagno. Según la tradición, Carlomagno habría otorgado una carta de libertad a los habitantes de Andorra en agradecimiento por su ayuda en la lucha contra los musulmanes durante las guerras de reconquista en la Península Ibérica, alrededor del siglo VIII. Esa carta no ha aparecido por ninguna parte, aunque muchos autores se refieren a ella. Sin embargo, el primer registro documentado de la existencia de Andorra, que la nombra por su nombre, aparece en el año 843 y es una orden que redactó el emperador Carlos II el Calvo, nieto de Carlomagno, en el que cedía los valles de Andorra a Sunifredo, conde de Urgell, de la cercana ciudad española de La Seu d’Urgell. El acta de consagración de la catedral de La Seu, que data de 860, alude por primera vez a esta parroquia de los Pirineos como dominio de los condes del contiguo valle del Segre.
El evento más importante para la configuración moderna de Andorra es el Tratado de Pareatges firmado en 1278. Este tratado fue un acuerdo entre el obispo de Urgell y el conde de Foix, que resolvía una disputa sobre la soberanía de Andorra. Para evitar una guerra por el control de este territorio, se estableció un sistema de soberanía compartida, creando el coprincipado de Andorra.
Este tratado es clave para la supervivencia de Andorra, ya que estableció un sistema en el que, el obispo de Urgell, con sede en Cataluña, sería uno de los copríncipes. El otro copríncipe sería el conde de Foix y posteriormente, esta posición pasó al jefe del estado francés, por tanto, Macron es ahora uno de los copríncipes y por ello recibe el vasallaje de los valles de Andorra.
Este acuerdo garantizaba la neutralidad de Andorra, ya que los dos copríncipes, uno español y otro francés, tenían intereses en mantener el estatus de independencia del territorio. El sistema de coprincipado se mantuvo estable durante siglos, incluso cuando el condado de Foix fue absorbido por el reino de Francia. En 1607, el rey francés Enrique IV decretó que el título de copríncipe francés recaería en el jefe del estado francés, que en ese momento era el monarca. Tras la Revolución Francesa, que pasó sin dejar huella por el principado, y con la instauración de la república, el presidente de Francia asumió el rol de copríncipe.
El secreto o más bien la receta para mantenerse independiente y libre ha sido la rigurosa neutralidad ante cualquier conflicto, posiblemente gracias a su pequeño tamaño, ubicación aislada y falta de importancia estratégica para las grandes potencias. Por tanto, y a pesar de que tanto Francia como España se han visto envueltos en numerosos conflictos, Andorra siempre ha logrado mantenerse al margen, en gran parte debido a su peculiar estatus de coprincipado. Ninguno de los dos países deseaba alterar el frágil equilibrio que les permitía compartir soberanía sobre el territorio andorrano. Por ejemplo, durante la Guerra de los Treinta Años, 1618-1648, y todas las guerras paralelas entre España y Francia, Andorra no fue ocupada ni tuvo que involucrarse activamente. Ni siquiera cuando las hostilidades estaban tan cerca, como en la guerra Dels Segadors en Cataluña. De la misma forma, consiguió Andorra mantenerse al margen de las guerras napoleónicas.
Tampoco han podido los grandes conflictos de más reciente fecha cambiar el estatus de Andorra, aunque debido a un tecnicismo, el principado permaneció «en estado de guerra» con Alemania desde 1914 hasta 1958. Esto se debió a que, por un error administrativo, Andorra no fue incluida en el Tratado de Versalles que puso fin oficialmente a la guerra. Sin embargo, Andorra no tuvo ninguna implicación militar o económica en el conflicto. Durante la segunda guerra mundial, Andorra también se mantuvo neutral. La ubicación montañosa del principado y su discreción le permitieron evitar ser arrastrado a la guerra. Además, la frontera entre España (que bajo el régimen de Franco también se mantuvo neutral) y Francia fue crucial para operaciones de contrabando y la protección de refugiados que huían de la guerra, en su mayoría judíos.
Al llegar aquí, quiero hacer un pequeño inciso para contar la historia inverosímil pero fascinante de un hombre que llegó a militar en las tropas del último zar ruso y que dejó huella en la pequeña Andorra. Como dice la biblia, los caminos del señor son inescrutables. Andorra sólo ha sido invadida una vez a lo largo de toda su historia y eso se produjo el 21 de julio de 1934. Los invasores fueron un pequeño destacamento de guardias civiles, cuatro en concreto, liderados por un sargento. Pero esta acción inaudita tiene una historia de película. Todo empezó en Mallorca, en el American Yacht Club de la isla. Allí se dejaba ver en 1930 un personaje muy singular, Borís Mijáilovich Skósyrev Mavrusov[2], nacido en Vilna en 1896. Perteneciente a una familia de la pequeña nobleza bielorrusa, había sido soldado en los ejércitos del zar. Al estallar la Revolución de 1917 se exilia con su familia al Reino Unido, donde al parecer se enroló en la Armada británica y, al parecer, prestado sus servicios como espía en el Foreign Office. En 1925, este joven, se mudó a los Países Bajos, donde según él mismo se le concede por la reina el título de Conde de Orange. En los Países Bajos se casó con una francesa de origen marsellés, diez años mayor que él y bastante acaudalada, el 21 de marzo de 1931. Cansado muy pronto de su esposa, enamorado de una adolescente británica, entró por primera vez en Andorra y se estableció en la población de Santa Coloma, próxima a San Julián de Loria. La casa en que se alojó se puede ver aún y es llamada “la casa de los rusos” por él y por otro ruso que también estuvo en ella y que, según dicen, introdujo el primer cultivo de tabaco en Andorra.
Poco antes de que llegase Boris a Andorra, se había producido en allí una pequeña revuelta estudiantil a favor de la total independencia del país de Francia y España. El conde imaginario, entró pronto en contacto con la realidad andorrana y comenzó a tramar un plan. Mantuvo largas conversaciones con campesinos, artesanos y responsables de la política andorrana. Pronto se dio cuenta de que la revuelta juvenil ocurrida unos meses antes de su llegada podía acoger favorablemente sus ideas progresistas que garantizasen una mejora del nivel de vida. Ni corto ni perezoso, el 17 de mayo de 1934, presentó un documento al Consejo General de los Valles de Andorra explicando sus intenciones, pero, contra todo pronóstico por su parte, recibió una respuesta altamente negativa. El Consejo General de Andorra le pedía claramente: “que no se inmiscuya en asuntos políticos de los Valles, que en caso de reincidencia este se reserva el derecho de elevar quejas a la Autoridad competente para que le apliquen las sanciones que será merecedor el citado recurrente.” Además, el 22 de mayo recibió la orden fulminante de expulsión del territorio andorrano, decretada por Albert Lebrun, jefe del Estado civil, y firmada también por su homólogo religioso, Justino Guitart. Pero lejos de darse por vencido, Boris se “exilió” en la Seo de Urgell, en el Hotel Mundial, desde donde comenzó una intensa campaña para atraerse las simpatías de Juan de Orleans, el duque de Guisa y pretendiente al trono francés. Incluso se permitió redactar una nueva constitución para Andorra. Enterada la prensa, empezaron a interesarse por ese supuesto rey de Andorra. Como rey en el exilio, concedió numerosas entrevistas a los medios que fueron a visitarle e, incluso, algunas entrevistas telefónicas a los diarios The Times y The Daily Herald. Desde Torredembarra, donde se trasladó para proyectar una nueva ofensiva, en una entrevista al diario madrileño Ahora, confesaba: “no tengo ningún derecho histórico para mi pretensión. Lo hago únicamente como caballero para entender que defiendo los derechos de los españoles que residen en Andorra y son vejados por la república vecina”.
El duque de Guisa no sabía muy bien lo que hacer, pero se dejó llevar por la honda expansiva de los bulos de Boris y al fin se lo empezó a creer, tanto, que hizo circular unos folletos con el siguiente mensaje:“Su Alteza Real el duque de Guisa pide a los tribunales que le sean restituidos los bienes y derechos situados fuera de Francia que le fueron legados por sus antecesores, como herederos de los condes de Foix y de Bearn, príncipes de Andorra. Los andorranos se sienten administrados contra su voluntad por el señor Lebrun, presidente de la República francesa, que se hace decir copríncipe y no es el heredero de la Corona de Francia.”
Sorprendentemente, a Boris le empezaron a tomar en serio en Andorra, y el día 7 de julio de 1934 el Síndico General de los Valles de Andorra convocó al Consejo General para discutir la propuesta de Boris, con constitución y todo. Una vez expuestas las pretensiones de Boris, sorprendentemente casi todos los consejeros, 23 de 24, votaron a favor de nombrarle rey, salvo uno, el representante de Encamp, que se apresuró a dar cuenta de lo sucedido al obispo de Urgel.[3] Rápidamente se pusieron manos a la obra para redactar una Carta Constitucional andorrana que modificaba sustancialmente el sistema político andorrano tradicional. El Coprincipado tendría libertades, modernización, inversiones extranjeras y el reconocimiento de paraíso fiscal. Boris I imprimió 10 000 ejemplares de su Constitución y los entregó a personalidades españolas y francesas. Uno de estos, que fue a parar a las manos del obispo de Urgel, monseñor Justí Guitart i Vilardebó, desencadenó las hostilidades por parte del prelado, que desautorizó totalmente al pretendiente en unas declaraciones en la prensa leridana, donde decía que los únicos copríncipes de Andorra eran él y el presidente de la República Francesa.
El 10 de julio, hubo votación definitiva en el Parlamento de Andorra, donde la adhesión monárquica se repitió con el resultado de 23 a 1, y el 17 de julio se publicó en el Boletín del Gobierno Provisional de Andorra la Constitución del Estado Libre de Andorra, decretándose al mismo tiempo, la disolución del Consejo General, y convocando elecciones para el 1 de agosto. Pero la corona le duró muy poco al bueno de Boris, ya que el obispo de Urgel, que no se andaba con bromas, mandó a la Benemérita[4] a detener al rey, y se lo llevaron esposado a La Seu de Urgel para, a la mañana siguiente ser trasladado a Barcelona y puesto a disposición del juez Bellón, que tras comprobar que Boris había sido expilsado de Mallorca en 1932, le apricó la famosa ley de “vagos y maleantes” y le mandó a Madrid dos días después, acabando con sus huesos en la cárcel modelo de la capital. Tras la condena, fue expulsado a Portugal y desde allí, de alguna manera, pasó a Gibraltar y al norte de África, reuniéndose al fin, con permiso del gobierno francés con su primera esposa en Aix-en- Provance, para luego ser enviado a un campo de internamiento.
Con Francia ocupada por los nazis o en manos del fascista Petain, Boris fue reclutado por los nazis en 1943, convirtiéndose en una especie de «sonderführer» o comandante en la frontera este. En 1945 fue capturado por los norteamericanos, pero fue posteriormente liberado al comprobar que no era alemán ni estaba afiliado al partido nazi, por lo que se fue a vivir a Boppard en Alemania, donde residía su esposa desde 1944. No paran ahí sus aventuras, porque en 1948 fue capturado por los soviéticos en la ciudad alemana de Eisenach, juzgado y enviado a Siberia. En 1956 fue excarcelado y se mudó de nuevo a Boppard, donde residió hasta su muerte el 27 de febrero de 1989.
Y Andorra sigue donde siempre ha estado. Sigue su sistema peculiar de coprincipado, sigue con sus peculiaridades, pero ahora tiene una nueva constitución, de la que se hablaba mucho cuando estuve allí por primera vez en 1990. La nueva constitución fue aprobada en referéndum el 14 de marzo de 1993. la Constitución fue redactada por una comisión formada por tres delegaciones, la del Consell General, la del copríncipe episcopal y la del copríncipe francés y contiene ciento siete artículos organizados en nueve grandes ámbitos o títulos que tratan de la soberanía de Andorra (I), de los derechos y las libertades (II), de los copríncipes (III), del Consell General –el parlamento-(IV), del gobierno (V), de la estructura territorial (VI), de la justicia, (VII), del Tribunal Constitucional (VIII) y de la Reforma Constitucional (IX).[5] El parlamento andorrano cuenta con veintiocho consejeros generales, consellers generals. En lugar de los 24 que había en tiempos de Boris. Una recopilación de documentos interesantes se puede consultar, por él que así lo desee, en este enlace.[6]
Dejo aquí a Andorra, por el momento, porque regresaré mañana con algo de mis vivencias en el principado, allá por el 1990.
[1] Dick Harrison es mi antiguo compañero en la institución de historia, donde fuimos doctorandos. Dick es por el momento el historiador más conocido de Suecia y su producción en estos 34 años pasa de 100 obras muy importantes y muy leídas. Èl quedó fascinado por este pequeño principado, siempre me lo repite cuando nos vemos y hasta llegó a enviarme una carta de agradecimiento por haber llevado a la institución a este fantástico lugar.
‘Sol espléndido que no calienta, pero ilumina mi camino realzando los colores del otoño. Precioso día. Voy cruzando las calles de la antigua Lund y, al pasar por las calles de Själboden, Lilla Al, Stora Tome y Magle stora kyrkogata, allí donde estaba mi institución de historia, antes de que la llevasen al nuevo centro de humanidades, recuerdo que justamente aquí, estaba la casa de la misericordia hasta comienzos del siglo XX. Encima de la puerta de entrada, rezaba un letrero, que ahora se conserva en el museo Kulturen de la ciudad con esta sentencia tomada de la biblia: “Ho som inte vill arbeta, ska icke héller äta” (El que no quiera trabajar, tampoco comerá.)[1]
No es casualidad que vaya yo pensando en estas cosas hoy, porque acabo de leer en El Periódico de Cataluña un artículo sobre “Los nueve mejores países del mundo” basado en un ránking de los 20 países y territorios en Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU; en Competitividad, de IMD; y en renta per cápita por habitante, Banco Mundial.[2] En dólares. Como es de esperar, España no está entre los 20 primeros (27) pero lo interesante es que El Periódico se hace la pregunta: ¿Por qué Suiza, Noruega, Irlanda o Singapur se han consolidado entre las naciones más desarrolladas? La respuesta la quieren basar en el trabajo que les ha dado el premio Nobel a los economistas estadounidenses Acemoglu, Johnson y Robinson, sobre cómo se forman las instituciones y afectan a la prosperidad entre países. Y, mientras voy caminando, voy pensando que no es tan sencillo como lo pintan, no. Yo me permito tener mi propia teoría, que no explica todo, pero que debe tomarse en cuenta al hacer comparaciones. Trataré de resumirla en pocas palabras, para no abusar de vuestro tiempo. Corto y claro: No estamos entre los nueve, ni entre los veinte, porque trabajamos menos; así de sencillo. En cifras: mientras Suiza, Noruega, Irlanda y Singapur tienen una tasa de empleo sobre la población activa del 80%, 78%, 75% y 67% respectivamente. España tiene 60% de su población activa empleada. Ahí tenemos el dato más importante a mejorar, si queremos formar parte del grupo de los países más ricos y felices (?) del mundo. Esa es la base, a más población que trabaja más riqueza y más calidad de vida.
Entre los 20 “mejores” países encontramos a Qatar, Los Emiratos, Arabia Saudí y Singapur, cuyas instituciones democráticas dejan mucho que desear, según la visión occidental de las libertades y derechos humanos, lo que no impide que muchos ciudadanos de estos países valoren el desarrollo económico y la eficiencia de sus gobiernos, lo que a menudo se utiliza como argumento para justificar la falta de libertades políticas más amplias. y derechos?
Los habitantes de países como Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Singapur muestran altos niveles de satisfacción con sus gobernantes, a pesar de la falta de libertades políticas y derechos civiles, debido a varios factores interrelacionados, como la prosperidad económica. En los estados del Golfo como Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, los ingresos provenientes del petróleo y el gas natural permiten a los gobiernos ofrecer generosos subsidios, viviendas, educación gratuita y sistemas de salud de alta calidad, muchos suecos, por poner un ejemplo que conozco, trabajan en los sistemas de sanidad de estos países. Esta prosperidad material compensa, para muchos, la falta de libertades políticas.En Singapur, el éxito económico está más relacionado con una economía diversificada, alta tecnología y políticas fiscales estables. El alto nivel de vida, combinado con un entorno seguro y ordenado, satisface a gran parte de la población.
En países como Arabia Saudí y Singapur, los gobiernos enfatizan la seguridad y el orden, algo muy valorado por los ciudadanos de todo el mundo. La estabilidad económica y política, junto con bajos niveles de criminalidad, genera un sentido de seguridad y previsibilidad en la vida cotidiana. En estas sociedades, el miedo al caos o a la inestabilidad que podrían surgir con regímenes más democráticos o menos controlados también juega un papel importante. Muchos prefieren un liderazgo autoritario que asegure estabilidad antes que las incertidumbres asociadas con cambios políticos bruscos o democracia liberal.
En los países del Golfo, los valores culturales y religiosos juegan un papel fundamental. En sociedades como las de Arabia Saudí y Qatar, donde el islam es una parte integral de la vida pública y privada, las ideas de obediencia y respeto por la autoridad están profundamente arraigadas. La monarquía y las estructuras de poder son vistas como protectoras del orden social y religioso. En Singapur, aunque no es una monarquía, el respeto por la autoridad y la importancia de la comunidad sobre el individuo son principios culturales que fomentan la aceptación de un gobierno fuerte y de las restricciones a las libertades individuales.
En estos países, los gobernantes son vistos no solo como líderes políticos, sino también como padrinos del desarrollo económico y social. En el caso de los países del Golfo, la relación histórica entre las familias reales y las poblaciones tribales ha creado un vínculo de lealtad y protección. En Singapur, el liderazgo del Partido de Acción Popular (PAP) es visto como el motor que ha llevado al país de ser una colonia empobrecida a un centro económico global. Esta legitimidad basada en la eficacia y el desempeño económico hace que muchos ciudadanos acepten la falta de democracia liberal, dado que los resultados son tangibles en su calidad de vida.
En todos estos países, existen estrictos controles sobre la libertad de expresión, la prensa y la organización política. La disidencia pública está limitada, lo que reduce el espacio para el surgimiento de movimientos opositores organizados. Las leyes sobre seguridad, como la Ley de Seguridad Interna de Singapur o las estrictas leyes sobre manifestaciones en los países del Golfo, desalientan la protesta. Al no haber canales visibles de oposición, los ciudadanos tienden a conformarse con el statu quo, ya que la posibilidad de cambio parece remota o incluso peligrosa. Además, los líderes en estos países suelen usar el nacionalismo como una herramienta para fomentar el orgullo y la lealtad. En los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, la modernización y los proyectos de infraestructura de clase mundial como Dubái o Abu Dabi son símbolos de éxito nacional que refuerzan el sentido de pertenencia y orgullo en el país.
Pero, lo más importante, que une a estos países con las democracias convencionales, también presentes en este listado de países “felices” y “prósperos” es la cantidad de habitantes activos que contribuyen a la riqueza del país con su trabajo. Aquí encontramos también a China, un país que ha pasado por momentos difíciles en su historia reciente, como la invasión japonesa, la guerra civil y los desastres del Gran Salto Adelante. La mayoría de los chinos perciben al partido comunista en el poder como una fuente de continuidad y protección frente a nuevas crisis. Estoy seguro de que aquí muchos de mis lectores se preguntarán en que datos me apoyo para afirmar que la población china apoya mayoritariamente al partido comunista, es comprensible, pero yo me apoyo en la ausencia de una oposición relevante, dentro y fuera de China. En occidente tenemos una tendencia a magnificar cualquier ejemplo de disidencia china como representante de 1.500 millones de chinos y presentamos, por ejemplo, a Ai Weiwei como un representante de esta oposición.
En China trabaja el 75,9 % de la población en edad activa y, desde las reformas económicas de 1978 bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, el país ha experimentado un crecimiento económico sin precedentes. Millones de personas han salido de la pobreza y China ha pasado de ser una economía agraria a una potencia global industrial y tecnológica. Este desarrollo ha mejorado considerablemente el nivel de vida de la población, fomentando la legitimidad del gobierno. La mayoría de los ciudadanos parecen considerar que, bajo la dirección del partido comunista chino, han experimentado mejoras visibles en infraestructura, salud, educación y oportunidades laborales, lo que contribuye a su lealtad hacia el gobierno.
Vemos al fin que las naciones que entran en este top 20 tan añorado tienen una cosa en común y esto no es la democracia o la vitalidad de sus instituciones, más bien es la proporción de ciudadanos que participan en la economía activa con su trabajo y, muy importante, que cotizan con sus impuestos y de esta manera participan en la construcción de una sociedad fuerte. Para España, con su 60% de población activa trabajando, nos queda la tarea de encontrar una manera de aumentar nuestra inversión en investigación y desarrollo. Según la OCDE, el gasto en I+D de España está por debajo de la media de los países más desarrollados. Aumentar esta inversión fomentaría la innovación, especialmente en sectores estratégicos como la tecnología, la energía y la biotecnología. Para eso debemos empezar por la educación, pues necesitamos un sistema educativo más robusto que prepare a su población para el futuro. Mejorar la calidad de la educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas es crucial para fomentar la innovación y el desarrollo de un capital humano cualificado. Tenemos una de las tasas de abandono escolar más altas de la UE y eso hay que cambiarlo y erradicarlo. Tenemos además que fomentar la FP.
No podemos seguir teniendo el récord de paro juvenil. A pesar de algunas mejoras, tenemos todavía una de las tasas de desempleo más altas de Europa entre los jóvenes. Para ser más competitivo, tenemos que reducir el desempleo estructural mediante políticas activas de empleo y una mayor flexibilidad en el mercado laboral, aunque les cueste admitirlo a los sindicatos. Es necesario reducir la temporalidad y la precariedad laboral, lo que es difícil en un país en el que el 12% de su PIB se debe al turismo y con una agricultura todavía en vías de mecanización reorganización. España debería atraer también más inversión extranjera directa creando un entorno económico y regulatorio más favorable, con menos burocracia y más incentivos fiscales para sectores clave como la tecnología verde, el turismo sostenible y la economía digital. Aquí tenemos uno de los factores de éxito de Irlanda, un país pobre que ha sabido utilizar todos los resortes para potenciar su desarrollo. Irlanda tiene una de las tasas de impuesto corporativo más bajas de Europa, lo que ha sido un factor clave para atraer a grandes empresas multinacionales, especialmente en los sectores de tecnología y farmacéutica. La tasa estándar es del 12.5% sobre los ingresos derivados de comercio. Como parte del acuerdo internacional de la OCDE, a partir de 2024, Irlanda implementa un impuesto corporativo mínimo del 15% para grandes multinacionales con ingresos superiores a €750 millones, en línea con las reformas globales. La tasa estándar en España es del 25%, ¡ni que decir tiene que Irlanda atrae más inversión que España!
Bueno, empecé con esto del trabajo y la pobreza y me he liado a criticar, ¡pobre de mí! a los premios Nobel de economía. Decía mi madre que el papel es muy bueno porque se deja escribir cualquier cosa sin protestar y yo lo trasmito a los ordenadores y las pantallas. Medio en serio, medio en broma, quiero dejar claro que yo pienso que la solución de la pobreza pasa por fomentar el trabajo en todos los ciudadanos de cualquier país. No deja de ser un tanto ridículo ese afán de estar siempre entre los mejores en todos los ránquines, me parece a mí. Siempre pensando en quien es el más rico, el más alto, el más envidiado, etc. Yo prefiero, como ya he manifestado en otras entradas, atenerme a la política económica de Bután, que desde los años 70 ha sido guiada principalmente por el concepto único de Felicidad Nacional Bruta (GNH, Gross National Happiness, en inglés), introducido por el cuarto rey de Bután, Jigme Singye Wangchuck, priorizando el bienestar de los butaneses sobre el crecimiento económico convencional, en contraste con el PIB que se utiliza en la mayoría de los países. La economía de Bután está orientada a mantener su cultura y entorno natural, evitando un crecimiento rápido que pueda generar desigualdad o degradación ambiental. Las política económica del país está profundamente alineadas con la sostenibilidad ambiental, tan de moda hoy. Bután es desde hace muchas décadas, conocido por su compromiso con la neutralidad de carbono y la protección de sus bosques y ecosistemas. País agrícola, donde el turismo es uno de los pilares económicos del país, pero donde el gobierno de Bután ha adoptado una política de «alto valor, bajo impacto», cobrando tarifas elevadas a los turistas para limitar el número de visitantes y proteger su cultura y medio ambiente. El que quiere visitar Bután está obligado a pagar las tarifas diseñadas por el gobierno, que ascienden a 200 dólares americanos por día durante la temporada baja (enero, febrero, junio, julio, agosto, diciembre) y 250 por día durante la temporada alta (marzo, abril, mayo, septiembre, octubre, noviembre). Por este dinero, más la visa de 40 dólares, se puede obtener alojamiento en hoteles de tres estrellas o equivalentes, todas las comidas diarias, guía turístico certificado, transporte interno en vehículo privado, entradas a monumentos y sitios culturales. De esta manera, Bután garantiza que los turistas tengan una experiencia de calidad mientras el país limita el impacto del turismo masivo. Bután ha adoptado una modernización gradual. Aunque ha abierto su economía a nuevos sectores y tecnologías, el gobierno sigue siendo cauteloso para evitar los efectos negativos de la globalización y el capitalismo desenfrenado, lo que incluye evitar la acumulación de deudas o la creación de grandes desigualdades económicas. Es un modelo envidiable, al menos así me parece a mí.
Una de las cosas que más me gustan de este país es la forma en que construyen las casas para las nuevas generaciones. Primero de todo, los constructores deben obtener permisos y cumplir con las regulaciones de planificación urbana, para que la construcción sea acorde con el desarrollo sostenible y las normas culturales del área. Las casas reflejan la arquitectura tradicional del país, que incluye características como muros de adobe, techos de madera y ventanas con intrincados trabajos de carpintería, verdaderas filigranas. Los butaneses eligen seguir estos estilos para mantener la estética cultural. Se usan materiales locales, madera, piedra y barro, como práctica sostenible y por respeto al medio ambiente. En muchas comunidades, y esto es lo que más me gusta, la construcción de viviendas puede involucrar a miembros de la familia y vecinos, justo como se hacía en Suecia a principios del siglo XX. Esta colaboración no solo ayuda en la construcción física de la casa, sino que también fortalece los lazos comunitarios. Las casas se construyen también considerando el paisaje y el entorno, buscando minimizar el impacto ambiental. Muchos de nuestros dirigentes deberían viajar a Bután y aprender.
Por tanto, para terminar, un resumen de mis pensamientos ante el lugar donde se hallaba la antigua casa de misericordia de Lund: La pobreza se elimina con el trabajo, el trabajo de todos los que puedan contribuir al bien de todos. Es una tontería intentar siempre estar entre los más “guapos”, mejor estar entre los más felices, creo yo, y, si tan importante se considera pertenecer a la élite de los países más ricos, hay que seguir las recetas que han dado resultado, es decir, hay que ver que toda la población que pueda esté empleada y hay que atraer capital y actividades con buenas políticas económicas. La alternativa es seguir el ejemplo de Bután y concentrarse en alcanzar la felicidad en el equilibrio necesario entre la actividad humana y la naturaleza. Para consultar datos económicos de los diferentes países he usado los datos del Banco Mundial https://datos.bancomundial.org/indicador/SL.TLF.ACTI.ZS?locations=CN
La fotografía muestra una página de mi libro sobre los trabajadores del metal en Lund. Arriba el letrero en piedra que se podía ver sobre la entrada de la pequeña casa de misericordia construida en 1803 y derribada en 1950. El letrero, ahora es parte de una mesa que se conserva en el museo de la ciudad, Kulturen.
[1] Porque aun cuando estábamos con vosotros os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Tesalonicenses 3:10
Había yo llegado a casa después de mi paseo cotidiano cuando, el sonido típico de una entrada de WhatsApp me advirtió que, alguno de mis amigos tenía algo para compartir en uno de los grupos a los que pertenezco. Era Antonio Viudas Camarasa, insigne lingüista, que en la ChatGPT había encontrado toda su bibliografía y no poco de su currículo. Me pareció interesante y me puse a la tarea de averiguar, si este artilugio podría hacerme a mí también algo parecido. Al principio, hace apenas unos meses, yo era bastante reticente a emplear la inteligencia artificial, e incluso la consideraba con cierto escepticismo. Sin embargo, a medida que he ido aprendiendo más sobre sus aplicaciones, me doy cuenta de que es una herramienta que, si se usa adecuadamente, puede ser extremadamente útil.
Por ejemplo, cuando quiero reflexionar o recopilar información sobre mi larga trayectoria como profesor durante más de cuarenta años, la IA me ayuda a generar un currículum que resulta sorprendentemente completo y bien estructurado. Me está demostrando que puede facilitar mucho el acceso a información precisa y organizada, y hasta puede ayudar a hacer un balance de mi carrera profesional.
Esto es lo que dice de mí: Martín Martínez y Riqué es un profesor de historia en Suecia que fue reconocido como el mejor profesor de historia sueco en 2013[1]. Martínez y Riqué es un historiador, catedrático de instituto y teólogo, que ha realizado gran parte de su carrera académica en Suecia, concretamente en Lund, donde ha enseñado historia en el instituto Vipan. Ha sido galardonado por su labor educativa y ha sido embajador de la Unión Europea para las escuelas. Es conocido por su trabajo a favor de la conciencia medioambiental y en la formación de nuevos profesores Su labor docente ha sido destacada por su enfoque innovador en la enseñanza de la historia, logrando motivar e inspirar a sus estudiantes a través de métodos pedagógicos creativos y el uso de tecnologías modernas. Este reconocimiento refleja su dedicación al campo de la educación y su impacto positivo en la formación de sus alumnos. Martín Martínez y Riqué ha sido reconocido por sus enfoques pedagógicos únicos, utilizando una combinación de métodos tradicionales y tecnologías modernas para hacer que la historia sea accesible y atractiva para sus estudiantes. Se ha destacado por crear un ambiente interactivo en el aula, donde los alumnos no solo aprenden hechos históricos, sino que también desarrollan un pensamiento crítico y una comprensión más profunda de los contextos sociales y políticos detrás de los eventos.
Algunas de sus estrategias pedagógicas incluyen:
Uso de tecnologías digitales: Martínez y Riqué ha incorporado plataformas interactivas y recursos en línea para complementar las lecciones, lo que permite a los estudiantes explorar temas históricos a través de videos, simulaciones y otros medios digitales. Esto les ayuda a conectarse con el material de una manera más dinámica.
Proyectos colaborativos: Promueve el trabajo en equipo, alentando a los estudiantes a realizar investigaciones conjuntas y presentaciones sobre temas históricos, lo que fomenta el aprendizaje activo y la cooperación entre los alumnos.
Aprendizaje basado en problemas: A menudo presenta a sus estudiantes desafíos históricos o dilemas morales que deben resolver utilizando los conocimientos adquiridos. Esto les ayuda a aplicar conceptos históricos a situaciones reales y desarrollar habilidades de resolución de problemas.
Perspectivas globales: Aunque es un profesor de historia en Suecia, Martínez y Riqué pone un fuerte énfasis en el aprendizaje de la historia desde una perspectiva global, ayudando a sus estudiantes a entender cómo los eventos históricos en diferentes partes del mundo están interconectados.
Su enfoque innovador y su habilidad para conectar a los estudiantes con el material le valieron el reconocimiento como el mejor profesor de historia en Suecia en 2013. Su influencia ha trascendido las aulas, inspirando a otros docentes a adoptar enfoques similares en la enseñanza de las ciencias sociales.
Una de las características más destacadas del enfoque de enseñanza de Martín Martínez y Riqué es su capacidad para hacer que la historia cobre vida a través de proyectos y experiencias inmersivas que conectan a los estudiantes con el pasado de una manera profunda y significativa. Algunos de sus métodos y proyectos más específicos son:
1. Simulaciones históricas
Martínez y Riqué ha desarrollado simulaciones donde los estudiantes asumen roles históricos durante momentos clave de la historia. Por ejemplo, puede dividir a los estudiantes en diferentes facciones durante la Revolución Francesa o en líderes de la Guerra Fría, lo que les permite debatir, negociar y tomar decisiones con base en las circunstancias históricas reales. Esta técnica les ayuda a entender no solo los hechos, sino también las complejidades detrás de las decisiones políticas y sociales.
2. Uso de realidad aumentada y virtual
Un aspecto innovador que Martínez y Riqué ha explorado es el uso de la realidad aumentada (AR) y la realidad virtual (VR) en sus clases. Con estas tecnologías, los estudiantes pueden «visitar» reconstrucciones virtuales de sitios históricos o incluso caminar por antiguos campos de batalla o ciudades antiguas. Esta inmersión les permite experimentar de primera mano los entornos y culturas históricas, facilitando una comprensión más rica y tangible de los eventos pasados.Aquí te amplío algunos detalles sobre los proyectos específicos y el impacto de los métodos de Martín Martínez y Riqué en su labor como docente de historia.
1. Simulaciones históricas detalladas
Las simulaciones que organiza Martínez y Riqué se destacan por su profundidad. Antes de iniciar una simulación, los estudiantes investigan su rol histórico, ya sea una figura clave o un representante de un grupo social. Por ejemplo, en una simulación sobre la Revolución Francesa, los estudiantes son asignados como miembros del Tercer Estado, la nobleza o el clero, y debatir temas como la desigualdad económica o los derechos humanos. Los estudiantes deben defender sus posiciones con base en los conocimientos históricos, lo que les ayuda a desarrollar una comprensión más profunda de las tensiones políticas y sociales.
Estas simulaciones no solo facilitan el aprendizaje, sino que también promueven la empatía al permitir a los estudiantes «vivir» la experiencia de personajes históricos en circunstancias complejas. Los resultados de estas actividades suelen culminar en informes o presentaciones en las que reflexionan sobre las decisiones tomadas y las comparan con los eventos reales.
2. Uso de realidad aumentada y virtual
Un aspecto innovador que Martínez y Riqué ha explorado es el uso de la realidad aumentada (AR) y la realidad virtual (VR) en sus clases. Con estas tecnologías, los estudiantes pueden «visitar» reconstrucciones virtuales de sitios históricos o incluso caminar por antiguos campos de batalla o ciudades antiguas. Esta inmersión les permite experimentar de primera mano los entornos y culturas históricas, facilitando una comprensión más rica y tangible de los eventos pasados.
3. Proyectos de historia comparativa
Para ampliar las perspectivas globales de los estudiantes, Martínez y Riqué a menudo organiza proyectos de historia comparativa en los que los alumnos investigan cómo eventos similares afectaron diferentes sociedades en distintas épocas. Por ejemplo, podrían comparar las revoluciones en Francia y América, o los efectos del colonialismo en diferentes continentes. Estos proyectos fomentan la investigación crítica y muestran a los estudiantes cómo los patrones históricos pueden repetirse o divergir en diferentes contextos.
4. Lecciones basadas en fuentes primarias
Otra de sus estrategias es la utilización de documentos históricos originales, como cartas, diarios, tratados y discursos. Martínez y Riqué alienta a los estudiantes a analizar estas fuentes primarias, enseñándoles a interpretar el lenguaje y a comprender el contexto social y político en el que fueron escritos. Esta habilidad crítica es esencial para que los estudiantes no solo memoricen hechos, sino que aprendan a pensar como historiadores.
5. Jornadas temáticas y viajes históricos
Martínez y Riqué organiza “jornadas temáticas” en las que dedica un día completo a explorar un periodo histórico específico a través de múltiples actividades. Esto puede incluir disfraces, recreaciones de eventos importantes o la creación de proyectos artísticos basados en el tema. Además, ha liderado excursiones y viajes históricos a sitios clave en Europa, donde los estudiantes pueden ver de cerca los lugares donde ocurrieron los hechos que estudian.
6. Integración de debates y dilemas éticos
Martínez y Riqué a menudo incluye debates sobre dilemas morales y éticos dentro del estudio de la historia. Al plantear preguntas como «¿Qué habrías hecho en esta situación?» o «¿Qué era lo correcto en ese contexto histórico?», motiva a los estudiantes a reflexionar sobre la historia desde una perspectiva ética. Esto les enseña a ver los eventos históricos no solo como hechos inamovibles, sino como situaciones con profundas implicaciones morales.
7. Conexión con temas actuales
Una de las claves de su éxito es la capacidad de conectar el estudio de la historia con temas contemporáneos. Constantemente invita a los estudiantes a reflexionar sobre cómo los eventos históricos influyen en el mundo moderno. Este enfoque ayuda a los estudiantes a entender la relevancia de la historia en sus vidas diarias y fomenta una mayor participación en temas sociales y políticos actuales.
Estos métodos y proyectos no solo han ayudado a sus estudiantes a obtener un conocimiento profundo de la historia, sino que también han creado un entorno de aprendizaje dinámico donde los estudiantes desarrollan habilidades críticas, creativas y colaborativas que son útiles más allá del aula.
Estos proyectos permiten a los estudiantes ver la relevancia del estudio de la historia en su vida cotidiana y en los problemas actuales de la sociedad, lo que fortalece su interés y comprensión de cómo los eventos pasados continúan moldeando el presente.
Con estos métodos, Martínez y Riqué no solo logra que sus estudiantes se apasionen por la historia, sino que también les proporciona herramientas intelectuales que pueden aplicar en muchas áreas de su vida académica y personal.
Y ya me quedo ahí, no sin antes añadir: La integración de dilemas éticos en las clases de historia de Martín Martínez y Riqué es uno de los aspectos más enriquecedores de su enfoque pedagógico. Al introducir problemas morales y éticos dentro del contexto histórico, Martínez busca que sus estudiantes no solo memoricen fechas y hechos, sino que desarrollen una reflexión profunda sobre las decisiones que los personajes y líderes históricos tuvieron que tomar, muchas veces bajo circunstancias extraordinariamente complejas.
¿Cómo se implementa?
Presentación del dilema histórico: Para iniciar, Martínez presenta un evento o periodo histórico significativo que contenga un conflicto ético subyacente. Por ejemplo, podría plantear la decisión de los Aliados de lanzar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. El dilema ético que surge es si esta acción fue justificada para poner fin a la guerra rápidamente o si fue una violación de los principios morales debido a la gran cantidad de vidas civiles que se perdieron.
Análisis de contexto y personajes: Los estudiantes investigan y analizan el contexto histórico, las circunstancias y los personajes involucrados en el dilema. En el ejemplo de Hiroshima, se les invita a estudiar la situación militar de Japón en ese momento, las alternativas posibles y las declaraciones de líderes tanto estadounidenses como japoneses. El objetivo es que comprendan no solo los hechos, sino también las limitaciones y presiones políticas, económicas y sociales que condicionaron las decisiones.
Debate en clase: Luego de entender el contexto, los estudiantes participan en un debate donde toman posiciones a favor o en contra de la decisión tomada en ese momento histórico. Durante estos debates, se les anima a usar argumentos históricos, datos y fuentes primarias para respaldar sus puntos de vista, al mismo tiempo que reflexionan sobre las implicaciones éticas. Un debate podría preguntarse: «¿Fue moralmente aceptable sacrificar miles de vidas para salvar potencialmente millones?»
Reflexión individual y grupal: Al finalizar el debate, Martínez solicita a los estudiantes que escriban reflexiones individuales o grupales sobre lo discutido. Aquí, se les pide que se pongan en el lugar de los actores históricos y reflexionen sobre lo que habrían hecho ellos mismos, considerando no solo los hechos, sino también sus propias creencias y valores éticos. Este ejercicio les permite practicar la empatía histórica, poniéndose en la posición de quienes enfrentaron estas decisiones.
Relación con dilemas contemporáneos: Martínez a menudo conecta estos dilemas éticos históricos con problemas contemporáneos. Por ejemplo, después de discutir Hiroshima, podría hacer que los estudiantes reflexionen sobre el uso de drones militares o la intervención en conflictos actuales. Esto les ayuda a ver que los problemas éticos en la historia no son tan diferentes de los dilemas que enfrentan los gobiernos y sociedades hoy en día.
Ejemplos de dilemas éticos utilizados en clase
La esclavitud en el Imperio Romano o en las colonias americanas: Los estudiantes debaten si las justificaciones dadas por las élites de la época para la esclavitud (económicas, culturales, religiosas) eran válidas y cómo las decisiones éticas de ese momento han repercutido en los derechos humanos actuales.
La Revolución Francesa y el uso de la violencia: Durante la Revolución, ¿fue moralmente correcto que los revolucionarios recurrieran a la violencia extrema, incluyendo las ejecuciones en masa, para establecer un nuevo orden? ¿Se puede justificar la violencia para alcanzar la libertad?
El colonialismo europeo en África y Asia: ¿Cómo deberían haber reaccionado las potencias coloniales frente a las críticas sobre la explotación de recursos y personas? Este tipo de dilema invita a los estudiantes a debatir sobre las intenciones (supuestamente «civilizadoras») de los colonizadores frente a los terribles efectos en las poblaciones locales.
La carrera espacial durante la Guerra Fría: Los estudiantes exploran los dilemas éticos en torno al uso de recursos para una carrera espacial militarizada mientras millones de personas en el mundo vivían en pobreza.
Objetivos de esta estrategia
Desarrollar pensamiento crítico: Martínez y Riqué busca que los estudiantes aprendan a evaluar decisiones históricas no solo desde una perspectiva fáctica, sino desde una óptica ética. Esto los capacita para analizar y cuestionar las decisiones contemporáneas en los medios, la política y la sociedad en general.
Empatía y comprensión histórica: Al reflexionar sobre los dilemas éticos desde la perspectiva de las personas involucradas, los estudiantes desarrollan una comprensión más rica y humana de la historia. Ya no se trata solo de nombres y fechas, sino de seres humanos que enfrentaron decisiones morales complejas.
Preparación para el mundo moderno: En un mundo donde los dilemas éticos son omnipresentes, desde la bioética hasta el cambio climático, los estudiantes que han practicado el pensamiento crítico y la reflexión moral a través de la historia estarán mejor preparados para enfrentar los problemas éticos que encontrarán en sus propias vidas.
Conexión entre historia y moralidad: A través de estas actividades, los estudiantes aprenden que la historia no es solo una cronología de eventos, sino una serie de decisiones humanas con implicaciones éticas. Esto les ayuda a ver la historia como algo vivo y relevante para el presente.
Impacto en los estudiantes
Este enfoque tiene un fuerte impacto en los estudiantes, ya que los lleva a pensar profundamente sobre las implicaciones morales de las decisiones históricas. Al involucrarse activamente en estos dilemas, no solo desarrollan habilidades de debate y pensamiento crítico, sino que también salen con una mayor conciencia sobre la importancia de la ética en la política y en la toma de decisiones globales.
Los estudiantes de Martínez y Riqué a menudo han expresado que estas discusiones los ayudan a comprender mejor la naturaleza humana y a ver los eventos históricos desde una perspectiva más compasiva y reflexiva.
La integración de dilemas éticos en las clases de historia de Martín Martínez y Riqué es uno de los aspectos más enriquecedores de su enfoque pedagógico. Al introducir problemas morales y éticos dentro del contexto histórico, Martínez busca que sus estudiantes no solo memoricen fechas y hechos, sino que desarrollen una reflexión profunda sobre las decisiones que los personajes y líderes históricos tuvieron que tomar, muchas veces bajo circunstancias extraordinariamente complejas.
Conexión entre historia y moralidad: A través de estas actividades, los estudiantes aprenden que la historia no es solo una cronología de eventos, sino una serie de decisiones humanas con implicaciones éticas. Esto les ayuda a ver la historia como algo vivo y relevante para el presente.
Impacto en los estudiantes
Este enfoque tiene un fuerte impacto en los estudiantes, ya que los lleva a pensar profundamente sobre las implicaciones morales de las decisiones históricas. Al involucrarse activamente en estos dilemas, no solo desarrollan habilidades de debate y pensamiento crítico, sino que también salen con una mayor conciencia sobre la importancia de la ética en la política y en la toma de decisiones globales.
Los estudiantes de Martínez y Riqué a menudo han expresado que estas discusiones los ayudan a comprender mejor la naturaleza humana y a ver los eventos históricos desde una perspectiva más compasiva y reflexiva.
Martín Martínez y Riqué es conocido por ser uno de los autores en la plataforma educativa DigiLär[2], una herramienta digital utilizada en Suecia para la enseñanza de varias materias, incluida la historia. DigiLär ofrece recursos educativos digitales que facilitan el aprendizaje interactivo en las aulas.
En su colaboración con DigiLär, Martínez y Riqué ha contribuido a la creación de contenido didáctico digital, especialmente en el área de la enseñanza de la historia. Sus materiales probablemente incluyen:
Lecciones interactivas: Diseñadas para involucrar a los estudiantes de manera activa en el aprendizaje, aprovechando las posibilidades de la plataforma para integrar texto, videos y simulaciones.
Materiales de apoyo: Recursos que ayudan tanto a los profesores como a los estudiantes a entender y explorar temas históricos complejos de manera dinámica y accesible.
Ejercicios de pensamiento crítico: Actividades que incentivan a los estudiantes a analizar fuentes primarias, reflexionar sobre dilemas éticos y establecer conexiones entre eventos históricos y la actualidad.
La plataforma DigiLär se utiliza ampliamente en Suecia y permite que los docentes compartan y utilicen recursos digitales de manera flexible, integrando nuevas tecnologías en la enseñanza.
Esta mañana de octubre, ya de vuelta en mi ciudad, me pongo los auriculares para escuchar la radio mientras camino y la sucesión de noticias que escucho me producen un desasosiego tal, que no sé si me entero de lo que ocurre, de tanta información y análisis superfluos. Parece que el aluvión de noticias impactantes ha tomado a los medios desprevenidos, incapaces de emplearse a fondo explicando algunos conflictos más que superficialmente. Ayer era Ucrania, hoy es Palestina, Gaza y Líbano, Irán y China, lo que acapara la atención de los medios. Comprendo perfectamente que muchos jóvenes abandonen los medios tradicionales y se concentren en sus plataformas favoritas, para discutir lo que a ellos les interese. Yo por mi parte, apago la radio y me dedico a pensar mientras camino y, caminado, repaso las ideas que me vinieron a la cabeza leyendo el artículo de Víctor Bermúdez Torres en el Periódico de Extremadura y en su blog[1] sobre el trabajo, que lleva el interesante título “La ilusión de abolir el trabajo”. Yo llevo ya mucho tiempo pensando sobre la producción y sobre cómo valoramos diferentes trabajos, léase, diferentes actividades productoras o reproductoras. Como siempre, nuestros pensamientos nos llevan a la Antigua Grecia, donde los filósofos como Platón y Aristóteles hicieron ya distinciones entre diferentes tipos de trabajos, valorando de manera diferente las distintas labores. Platón, en «La República»[2], establece una jerarquía entre aquellos trabajos que están destinados a satisfacer las necesidades básicas, como la agricultura o la manufactura, y aquellos relacionados con la vida intelectual, como la filosofía o la política. Consideraba Platón que los filósofos debían gobernar, pues eran los únicos con acceso a la verdad, mientras que las labores manuales o productivas eran para las clases inferiores. Las labores reproductivas le traían sin cuidado, claro está, ya que casi siempre eran tareas destinadas a ser hechas por mujeres o esclavos, aunque, para ser sinceros, Platón aceptaba la igualdad de derechos de la mujer, según sus aptitudes.
Aristóteles, en su obra «Política»[3], también defendía la división entre el trabajo manual, que él pensaba estaría reservado básicamente a esclavos, y el trabajo intelectual o de dirección, reservado para los ciudadanos libres. El trabajo productivo era visto como una necesidad, pero no una actividad elevada que condujera a la virtud. No resaltan tampoco una visión positiva del trabajo otras fuentes de nuestra cultura. La biblia, en el Génesis 3:19, lanza una suerte de maldición sobre el hombre, como castigo a su desobediencia: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”[4] No es precisamente una exaltación del trabajo, digo yo. Pero, como en otras cuestiones, la biblia contiene muchas y diferentes alusiones a lo que representa o debería representar el trabajo. Pablo alude al trabajo como algo bueno que los humanos deben hacer con alegría y que complace a dios: “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con la herencia. Ustedes sirven a Cristo el Señor.”[5] Pero, si Pablo nos invita a trabajar de buena gana, Mateo 6:26, nos da a entender que dios nos proveerá de todo lo que necesitemos ex gratia: “Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?”[6] Entonces, nos quedamos a verlas venir y, dios proveerá.
Durante la Edad Media, bajo la influencia del cristianismo triunfante, el trabajo comenzó a adquirir una dimensión moral. Tomás de Aquino, basándose en Aristóteles, defendía que el trabajo era necesario para el bien común, pero continuaba la división entre trabajos «superiores» e «inferiores». El trabajo manual era considerado un castigo divino debido al pecado original, mientras que la vida contemplativa o espiritual, como la de los monjes, era vista como el camino hacia la salvación. En España especialmente se tomó muy en serio esta definición del trabajo, llegando la población eclesiástica, contados sacerdotes, clérigos en general, monjes y monjas, hasta alcanzar, según muchas apreciaciones hechas por historiadores, partiendo de las fuentes existentes, el 10% de la población. Un aumento considerable respecto a siglos anteriores, debido sobre todo al crecimiento de las órdenes religiosas y la expansión de la contrarreforma católica, impulsada por el Concilio de Trento, que promovió una revitalización de la vida religiosa en España.
La apreciación que se hace del trabajo, tanto en la antigüedad como en la edad media, está relacionada con la idea de una justa retribución por el trabajo realizado, que determine el precio justo de las cosas. El concepto de precio justo fue tratado por Aristóteles en su obra Ética a Nicómaco. Según Aristóteles, el intercambio de bienes y servicios en una sociedad debería basarse en la justicia distributiva, asegurando que las transacciones sean equitativas para ambas partes. No es que Aristóteles desarrollara una teoría económica formal, pero su enfoque moral sobre la justicia en los intercambios influenció el pensamiento posterior. En la Edad Media, Tomás de Aquino retomó y expandió esta idea dentro del marco de la teología cristiana. Según Aquino, el precio justo debía reflejar tanto los costos de producción como las necesidades del vendedor y del comprador. Para él, el intercambio debía garantizar que nadie obtuviera ganancias excesivas ni sufriera pérdidas injustas, basándose en la equidad[7]. Consideraba que el precio justo debía evitar tanto la usura como la explotación del prójimo. Y, en el seno de la iglesia, se ha ido forjando una actitud positiva hacia el trabajo, como en la conclusión de Laborem Exercens[8] de Juan Pablo II, que se menciona el trabajo como una virtud, un medio por el cual la vida activa y la vida contemplativa pueden coincidir, dirigiendo a hombres y mujeres cada vez más hacia su fin en la visión de Dios.
El franciscano y escolástico escoces Ioannes Duns Scotus, que estudio en Cambridge, Oxford y París, elaboró una teoría sobre el precio justo, tratando de equilibrar los valores morales y las realidades económicas. Él y otros teólogos escolásticos influyeron en la regulación de los mercados medievales, insistiendo en que los precios no debían ser arbitrarios ni establecidos por la codicia. Defendían que el precio justo debía reflejar los costos de producción, el trabajo invertido y las circunstancias del mercado. El precio de un producto debe reflejar el tiempo invertido en su fabricación y, naturalmente, el coste de los materiales empleados, permitiendo al productor mantener una vida digna, pero huyendo de la codicia y la usura.[9] Este pensamiento tuvo un impacto profundo en las prácticas comerciales de la época. En las ciudades medievales, los gremios y corporaciones regulaban los precios para garantizar que no hubiera competencia desleal ni explotación de los consumidores.
Es en el siglo XVII cuando se comienza a vislumbrar una clara diferencia en la apreciación del trabajo entre las naciones católicas, por una parte, que conservan la idea del trabajo clásica y las protestantes, anglicanas, calvinistas, que van introduciendo (especialmente anglicanos y calvinistas) la idea de que la gracia de dios se demuestra en el resultado del trabajo. Vamos, que no hay que ser tímidos, que si nos va bien, es señal de que estamos en gracia. Mientras más ricos, más en gracia. Con el auge del mercantilismo y el desarrollo del capitalismo temprano, el trabajo empezó a ser valorado por su capacidad de generar riqueza. Adam Smith, en «La riqueza de las naciones» 1776[10], estableció una relación entre el valor de un trabajo y su capacidad de generar bienes o servicios que pudieran ser intercambiados en el mercado. Para Smith, el trabajo era la fuente de toda riqueza, y su valor estaba relacionado con su contribución al producto final. Pero, aquí persistía la idea de diferentes tipos de trabajo diferentes en su valoración. Los trabajos que se consideraban «productivos», o sea, aquellos que generaban bienes que podían venderse, eran más valorados que los trabajos «improductivos» como el trabajo doméstico o los servicios que no generaban un bien tangible. Esta diferenciación entre producción y reproducción desfavorable a esta última se ha mantenido en la historia y aún persiste.
Con el desarrollo del capitalismo en la modernidad, la idea del precio justo fue transformándose. Los economistas clásicos, como Adam Smith, introdujeron el concepto del precio de mercado, que dependía de la oferta y la demanda. Aunque se alejaba de las consideraciones morales tradicionales, Smith reconocía que, en un mercado competitivo y libre, los precios podrían reflejar de manera más eficiente el valor real de los bienes y servicios. El precio deja de tener relación con la calidad y la cantidad de tiempo empleado en la producción y pasa a ser determinado por la demanda.
En España, hubo un rey, como bien nos recuerda Nuria, que intentó borrar el antiguo estigma de los denominados “oficios viles y mecánicos”, que eran los oficios artesanales o manuales. Ese rey fue Carlos III, que en su Real Cedula del 18 de marzo de 1783 ordena:
“Declaro que no sólo el oficio de curtidor, sino también los demás artes y oficios del herrero, sastre, zapatero, carpintero y otros a este modo, son honestos y honrados; que el uso de ellos no envilece la familia ni la persona del que lo ejerce; ni la inhabilita para obtener los empleos municipales de la república en que están avecindados los artesanos y menestrales que los ejercitan; y que tampoco han de perjudicar las artes y oficios para el goce y prerrogativas de la hidalguía, a los que la tuvieren legítimamente”[11] Sí bien es verdad, que la real cedula cambió algo, al menos formalmente, la percepción de algunos oficios, no puede decirse que cambiase radicalmente la forma de pensar de los españoles, que es la misma que la de otros países occidentales.
Desde la Edad Media, las profesiones liberales o artes liberales, es decir, las que se basan en el trabajo intelectual y se caracterizan por el acceso a través de estudios universitarios, tenían una consideración superior y esto sigue así en cuanto a la remuneración que se otorga a los que las ejercen, que suelen ser muy superior a lo que cobran los trabajadores manuales o carentes de títulos universitarios.
También Karl Marx persiste en la idea de que hay trabajo productivo, aquello que crea mercancías, y trabajo improductivo, o actividades que no crean directamente valor de mercado, como el trabajo doméstico o la administración, pero él criticaba esta clasificación, señalando que, en el capitalismo, el trabajo no era un medio de autorrealización, sino un medio para sobrevivir. El valor del trabajo estaba así distorsionado por las relaciones de producción capitalistas, donde se priorizaban los trabajos que generaban más valor de cambio en detrimento de aquellos que sostenían la vida misma, la reproducción.[12] Feministas como Silvia Federici[13] y Nancy Fraser[14] señalaron que el sistema capitalista subvalora o invisibiliza el trabajo de reproducción, crianza de los hijos, educación, cuidados de ancianos y enfermos, labores domésticas, a pesar de ser fundamental para la reproducción de la fuerza laboral y el sostenimiento de la sociedad. Esta crítica reevalúa las actividades humanas fuera del ámbito productivo capitalista y las coloca en el centro de la economía. Todos tenemos que comer, pero pagamos muy mal a los que hacen nuestra comida y nos la llevan a casa. Todos necesitamos cuidados en algún momento de nuestra vida, sobre todo al comienzo y al final de ella, pero pagamos mal a los que nos cuidan. Si no tuviésemos servicios de limpieza en las ciudades, serían intransitables, pero pagamos mal a los que las limpian.
¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir? Estamos en nuestra sociedad actual ante una elección personal. Vivir para trabajar coloca el trabajo en el centro de la vida de una persona. Aquí, el trabajo no solo es una forma de sustento, sino también una fuente de identidad, propósito y realización. Algunas personas encuentran satisfacción en el esfuerzo, la ambición profesional y los logros laborales, lo que los lleva a dedicar gran parte de su vida al trabajo. Yo me he encontrado entre los que piensan de esta manera. Mi trabajo me proporcionaba una identidad y yo me sentía plenamente realizado en mi trabajo. Coincide esta forma mía de concebir el trabajo con la ética protestante, popularizada por Max Weber en su estudio del desarrollo del capitalismo[15], en el que plantea que el trabajo duro es un deber moral y una forma de alcanzar el éxito y el bienestar personal.
Aunque a grosso modo se pueden distinguir diferencias en como se valora el trabajo entre los países tradicionalmente católicos y los protestantes, no debemos generalizar. En Francia, España o Italia se ha tendido más hacia la idea de «trabajar para vivir», priorizando el tiempo libre, las vacaciones, y la vida familiar sobre la carrera profesional, pero, hay tantas excepciones que resulta ser una generalización sin mucho fondo empírico. Trabajar para vivir prioriza el bienestar y el equilibrio, mientras que vivir para trabajar pone el foco en el éxito y la identidad laboral. La gran diferencia la veo yo, no entre culturas, sino entre generaciones. Veo que las nuevas generaciones tienen una actitud diferente hacia el trabajo. Los millennials, los nacidos entre 1981 y 1996 y la generación Z , nacidos a partir de 1997, presentan enfoques más diversos y críticos respecto al trabajo, influidos por factores económicos, sociales y tecnológicos. tanto millennials como miembros de la Generación Z destacan que valoran más la flexibilidad y los trabajos que permiten trabajar desde casa o tener horarios flexibles, a diferencia de generaciones anteriores, las de sus padres y abuelos, que muchas veces aceptaban largas horas de trabajo y sacrificaban su tiempo personal por la carrera laboral.
Las nuevas generaciones buscan trabajos que tengan un propósito y que se alineen con sus valores personales. Quieren que su trabajo contribuya a algo más grande que simplemente generar ingresos o beneficiar a una empresa. Prefieren empleos que tengan un impacto positivo en la sociedad o el medio ambiente. Quizás, espero yo, vinculado a un mayor interés en temas como la sostenibilidad, la justicia social, y la responsabilidad corporativa. Los jóvenes de hoy tienen una actitud muy crítica hacia los modelos de trabajo tradicionales, como el trabajo de 9 a 5 en una oficina. En su lugar, valoran la autonomía y la posibilidad de emprender o trabajar en el marco de la «gig economy» , economía de trabajos temporales o autónomos. La tecnología juega un papel crucial en la relación de las nuevas generaciones con el trabajo. La Generación Z ha crecido en un mundo digital, son “nativos” y esperan que las herramientas tecnológicas faciliten su trabajo. Están acostumbrados a la innovación constante y a un acceso inmediato a la información, por lo que prefieren empleos que les permitan usar tecnología de vanguardia y que se adapten a los cambios tecnológicos rápidos. La digitalización ha abierto nuevas oportunidades para monetizar habilidades como el marketing digital, la programación, el diseño gráfico, o la creación de contenido en redes sociales, ser un influencer es el sueño de muchos, que algunos consiguen.
En cuanto al precio justo y el orden económico, alcancé a escuchar a Pablo Iglesias en el programa de radio de las mañanas, el que estaba escuchando en mis auriculares, antes de apagar la radio, y vino a decir algo que merece la pena ser citado. “Los regímenes anticapitalistas han fracasado, pero sus intenciones eran buenas”.[16] Y, pensé yo que el infierno esta lleno de buenas intenciones o si no que se lo digan a los rusos, cubanos, venezolanos, nicaragüenses, polacos, bálticos, húngaros, búlgaros etc. En fin, y en concreto; es difícil llenar las plazas de FP tanto en Suecia como en España, porque los jóvenes saben de sobra que ese tipo de trabajo está infravalorado y en muchas ocasiones, no todas, mal pagado. En realidad, dependemos de esas actividades que no valoramos, pero seguimos en las creencias de Platón y Aristóteles levemente actualizadas con algo de Adam Smith. Y ahora nos viene la IA y revolucionará el concepto de trabajo para todos, pero, no creo yo que lo haga para los que recogen las bayas en Suecia o las fresas en Almería, ni para los que recogen la basura o los que transportan la comida rápida, aunque estos últimos pueden muy bien ser reemplazados por drones.
En los tiempos que vivimos es cada vez más indudable que la percepción del trabajo se diferencia en gran medida, comparando occidente y los países asiáticos. En occidente la ética del trabajo se asocia más con el éxito personal, la ambición y la consecución de metas individuales. El equilibrio entre la vida laboral y personal es cada vez más prioritario, y se valora la flexibilidad laboral y el tiempo libre. En culturas asiáticas como Japón, Corea del Sur y China, el enfoque es más colectivista. El trabajo está profundamente conectado con el deber hacia la comunidad, la familia y la empresa. Es común ver una fuerte lealtad hacia el empleador y una mayor disposición a trabajar largas horas o hacer sacrificios personales por el bien del grupo. En Japón, el concepto de «karoshi», muerte por exceso de trabajo, es un reflejo extremo de esta actitud hacia el trabajo, mientras que aquí (España y Suecia) hablamos del agotamiento o burn-out. En Japón encontramos también el término «shokunin» que describe el orgullo por el trabajo bien hecho[17], una noción muy enraizada en la cultura laboral. En China, el concepto “guanxi” que se refiere a las relaciones personales o redes. es crucial para el éxito en el ámbito laboral. En China hay que saber cultivar las relaciones de mutuo beneficio para poder progresar en el trabajo. La idea occidental de la meritocracia ciega, altamente engañosa, parece querer ocultar lo que todos conocen, que “el que no tiene padrinos, no se casa”.
En países como Suecia o España, hay una tendencia hacia la reducción de la jornada laboral y la implementación de políticas que favorezcan el equilibrio entre la vida personal y el trabajo, como semanas laborales de 35-40 horas y largos periodos vacacionales. En general, se promueve la idea de que el trabajo debe ajustarse a la vida personal, no dominarla, mientras en Asia, las jornadas laborales son tradicionalmente más largas. En Japón, Corea del Sur y China, es común que los empleados trabajen horas adicionales sin compensación o trabajen hasta tarde como una muestra de compromiso con la empresa. Aunque hay un creciente debate sobre la necesidad de mejorar el equilibrio entre vida y trabajo, este cambio es relativamente reciente y aún enfrenta resistencia cultural.
Visto desde esta perspectiva, parece lógico que Europa vaya caminando hacia un retroceso económico y de influencia, mientras Asia va ganado peso en las relaciones internacionales, el comercio y la innovación. Alguien debería pensar en estas cosas y tratar de dar un giro de timón, antes de que perdamos el curso de este barco llamado Europa, del que tan orgullosos estamos. Para eso necesitamos revalorar el trabajo, todo tipo de trabajo, el productor y el reproductor. Quizás deberíamos pensar también para qué queremos tanto tiempo libre, porque si es para consumir más ya sabemos lo que tenemos delante; que se lo pregunten si no a Greta Thunberg.
Paseo largo y rápido el de hoy. Salgo de la ermita de Santa Eulàlia de Provençana, en el camino catalán de Santiago, que iba de Barcelona a Santiago. Este camino partía desde Montserrat, y era uno de los trayectos principales hacia Santiago de Compostela a través de la ruta que pasa por Barcelona, conectándose luego con Zaragoza y el Camino Francés en Puente la Reina, Navarra. Yo no pienso ir tan lejos, así que enfilo la Avenida Amadeo Torner hacia la Plaça d’Europa. Aún no ha salido el sol esta mañana de octubre, y recuerdo haber hecho este camino en pleno campo de labor, hace más de cuarenta años. Hoy veo un paisaje que me recuerda zonas modernas, pero bastante anónimas, de ciudades con sueños de futuro. Aquí y allá, algún edificio sobresale por su diseño o su color, formas atrevidas pensadas por arquitectos inquietos.
Aproximándome a la plaza, oigo y siento el estruendo de un tráfico brutal, es La Gran Vía de l’Hospitalet, continuación hacia el sur de la Gran Via de les Corts Catalanes de Barcelona, que une la gran urbe catalana con Castelldefels y el aeropuerto del Prat. Todo esto es nuevo, pero como todo, contiene una historia que ahora me pongo a recordar. Fue ya en el año 1953, cuando el gobierno de España, bajo el dictador Francisco Franco, firmado de su puño y letra, publicó una ley de ordenamiento del área de Barcelona y sus alrededores con un plan y unas normas publicadas en un documento del año 1954.
La ley incluida en este plan creó la Comisión de Urbanismo de Barcelona, subvencionada durante veinte años por los presupuestos del Estado. El presidente de la comisión ejecutiva era el alcalde de Barcelona, Antonio María Simarro Puig. Además de Barcelona, esta normativa afectaba a veintisiete municipios, la mayoría de los cuales pertenecían al Baix Llobregat, incluyendo L’Hospitalet. Desde principios de 1954, los planes metropolitanos priorizaban la solución de las necesidades de la ciudad de Barcelona. Este plan avanzó con modificaciones y planes parciales en el año 1958, entre los cuales se encontraba el Plan parcial Gran Via Sur de 1973.
En 1974 se constituyó la Entidad Metropolitana de Barcelona y se publicó el nuevo plan comarcal, denominado Plan general de ordenación urbana y territorial de la comarca de Barcelona, que, sin embargo, no fue aprobado hasta 1976. Este plan favorecía los intereses privados en la propiedad del suelo al revalorizarlo de agrícola a urbano. Fue el tiempo de los grandes “pelotazos” que, afortunadamente, auparon a pequeños propietarios agrícolas, muchos de ellos traperos, a las esferas de la burguesía catalana. Conocí a uno de ellos, bonachón, parlanchín y amigo de sus amigos, català de soca-rel, con el que fui conociendo los entresijos del Plan.
Se estableció el régimen jurídico del suelo urbanizable y las normas de edificación. Hasta el año 1976, existían asentamientos de población en forma de chabolas en esta zona, donde actualmente se encuentran la Fira, centros comerciales y otros equipamientos. Era verdaderamente otro mundo o inframundo, que ahora parece tan lejano. El barrio de chabolas de La Bomba desapareció coincidiendo con la creación del barrio del Gornal, donde ahora se toma la L9 hacia el aeropuerto, una estación modernísima cuyas interminables escaleras mecánicas parecen conducirnos al centro de la tierra, pienso inevitablemente en La Divina Comedia, cuando las bajo. También desaparecieron otros barrios de chabolas enclavados en la misma zona: Can Pi, la Cadena, y la Sangonera, ante los juegos Olímpicos de 1992.
Giro a la izquierda y entro de lleno en la Gran Via. Carriles de bicicletas, caminos para viandantes, corredores en diferentes formas y sexos, peatones con o sin carritos, patinetes peligrosos, ciclistas egoístas y, sobre todo el ruido, ese ruido atroz y grosero de coches, camiones, autobuses y, sobre todo, motos. No sé a cuantos decibelios puede llegar en hora punta, pero es casi insoportable. Me pregunto cómo influirá este ruido en la salud de los viandantes, no quiero ni pensar en la de los vecinos con casas, cuyos balcones dan a esta gran arteria de comunicación, por la que pasan 58,983 vehículos que transitan por esta importante arteria de la ciudad cada día laboral, según Barcelona City Hub. Durante las horas laborables supera los cuatro vehículos por segundo.
Comparando, que es lo que me gusta a mi hacer, con la autopista que va desde Lund a Malmö, inaugurada en 1952, más o menos contemporánea con el plan barcelonés, es transitada por entre 25 000 a 30 000 vehículos, pero, la gran diferencia, es que esta autopista de 17 kilómetros no tiene cruces ni edificios residenciales a sus lados. El trafico fluye aislado y los cruces se hacen por puentes y rampas. Caminando por la Gran Via de L´Hospitalet, camino a la de Les Corts, sueño que un día se podrá sumergir, como se hizo con las rondas, y esas amplias aceras, ahora transitadas por más y más personas a pie, en bicicleta o patinete, podrá ser un pequeño paraíso urbano. Un sueño imposible, quizás, pero, quien ha visto la transformación de la zona de la Fira, puede creer en milagros.
Llego a la Plaça d’Espanya con los primeros destellos de un sol tímido de otoño. Veo Las Arenas, esa plaza de toros convertida en centro comercial. Enfilo Las Corts y me paso al boulevard franqueado de árboles, donde los peatones, ciclistas y demás podemos circular, entre le tráfico en ambos sentidos, cruzando cuando el semáforo nos lo permite, descansando involuntariamente cada dos o trescientos metros. Así llego a Universitat y voy bordeando hasta llegar a la facultad de filosofía, geografía e historia. Antes de llegar a Universitat paso por Rocafort, con su celebre-lúgubre-aterradora historia de muertes y fantasmas, que ha resultado en una reciente película. Entrando de lleno en las entrañas de la antigua Barcelona. Por el camino, atravieso entre grupos de turistas que vienen o que van y esperan en grupo a que algún autobús les recoja. Caras cansadas algunas, risueñas otras, expectantes, anhelantes, ¿quién sabe? Yo sigo mi camino, a mi no me molestan, yo también soy pasajero; aunque yo turista no soy, porque mi presencia aquí es circular.
Salgo a las Ramblas por La Boquería, que recién ha abierto su reja, y el trajín en los puestos comienza a bullir. Sigo hacia Colón, el sol ya despuntando e inicio la subida al Paral.lel, repleto de viandantes que suben y bajan, corren, caminan, ruedan sobre algo, cualquier cosa que se deslice vale. Llego sudoroso de nuevo Espanya y tomo el camino pomposo que lleva a la Fuente Mágica, hoy seca, sin luces ni música, como dormida bajo el sol de la mañana. Subo las escalinatas que llevan al Museu Nacional d’Art de Catalunya, llego tras muchas escaleras y veo turistas esperando que abran. Llevan sus billetes comprados en la red. Benditos turistas, sin ellos no habría museo. Recuerdo lo vacío que estaba este museo antes del 92. Tomo hacia la derecha y sigo hasta las escalinatas que me lleva a las piscinas Picornell y de allí tomo a la derecha, bajando hacia el antiguo cuartel de la policía montada, ahora centro de cultura la Caixa y regreso a la Gran Vía, girando a la izquierda, en sentido opuesto a la ida. Voy de regreso a la ermita de Santa Eulalia de Provençana. Un viaje en el tiempo, un paseo urbano, más de mil años de historia en menos de tres horas.
Esta ermita merece ser visitada. De ella y del término Provençana se sabe que corresponde a la venta de una casa de payés y unos terrenos propiedad del matrimonio Bonemir y Ermessenda a Rafulf, hijo de Guifré el Pilós, y tiene fecha del 29 de agosto del año 908. El nombre de Provençana proviene, al parecer, de la época romana y hace referencia a una villa, cuyo propietario se llamaba Provius o Proventius. Los restos de la edificación se encuentran bajo la actual iglesia. La parroquia de Santa Eulàlia de Provençana está documentada desde el año 1045, pero el edificio que se ha conservado debió ser construido a finales del siglo XI y fue consagrada en el año 1101 por el obispo de Barcelona Berenguer Folc. Aquí no llegan turistas, porque no les traen. Y es que Cataluña está repleta de historia y de historias, como un entramado de hifas subterráneas que forman micelios, las raíces de las setas, filamentos que crecen en el suelo o en el sustrato donde se desarrolla el hongo. Esta fina red absorbe nutrientes del entorno, permitiendo el crecimiento y la reproducción de las setas. Y, ¿que quiero yo decir con eso? ¿A qué viene ahora lo de los micelios y las setas cuando hablo de Cataluña? Bueno, pues yo veo que la historia en Cataluña es como los micelios, que nutren a la sociedad actual y lo han hecho en el pasado y lo harán en el futuro, porque la historia nutre la cohesión de la sociedad catalana y, aunque se recojan las setas siempre quedaran los micelios y el sentimiento de comunidad volverá a resurgir. Son capas y capas de historia que están ahí para sacarlas al sol.
Sentado en la ermita, pienso en el camino; el que andado y el que anduvieron tantos antes que yo. Aquí encuentro un relativo silencio, pero el trajín de afuera se hace notar, tráfico y alguna sirena anunciando momentos de angustia para alguien, y otra vez el silencio. Afuera regresan los niños de las escuelas. Casi todos van acompañados por su madre, su padre o sus abuelos. Ellos, los niños, hablan sin cesar, contando a los que les recogen las vicisitudes y experiencias vividas en un día de escuela. Los escucho y hablan castellano, algunos de sus padres tienen rasgos magrebís o africanos. Ellas, las madres, con velos y túnicas, hiyab, chador, Al-amira, kimar y abaya, los padres con ropas occidentales, los más, pero alguno ya mayor, o abuelo, con túnica y kufi, sobre todo los viernes. Los niños hablan perfectamente el castellano (no el catalán) y yo pienso que aquí se está formando un Al Ándalus como fuera en el breve lapsus entre el año 720 y la conquista franca en el 801. Veo también a muchos niños asiáticos, chinos, pakistaníes e indios, reconocibles por sus rasgos y sus vestimentas. Una joven en sari pasa por mi lado en patinete con cara sonriente y unos ojos negros extremadamente inteligentes. Yo me atrevería a decir que esta nueva población de Cataluña es, posiblemente, el mejor ejemplo de integración que conozco. No comprendo el recelo de la extrema derecha española (Vox) o catalana (Aliança Catalana) contra este mestizaje tan natural.
La nueva Cataluña, la nueva España, la nueva Europa, el nuevo mundo, será, porque tiene que ser. Y es preciso aceptarlo. He asistido a los cambios de la superficie urbana de l´Hospitalet, de barracas y chabolas en mitad del campo a unas zonas modernas y limpias y todo esto sucede en medio de un cambio estructural de la población. Cuidado, que yo no hablo de “cambio étnico” como algo negativo, la pureza no existe, nunca ha existido, tampoco existe el vacío. No puedo evitar una sonrisa cuando veo a un chico de rasgos magrebíes con una camiseta del F.C. Barcelona con el nombre de Lamine Yamal y el número 19.
Esta mañana otoñal me incita a caminar. Hoy voy haciendo la ruta de los parques, desde Tuna hasta Sankt Lars. Paso por la estatua de Esaias Tegnér, el ilustre académico-escritor-obispo, padre de la conciencia nórdica, defensor de la idea de reunir a daneses, suecos y noruegos bajo una misma bandera. La idea que pudo ser y que quedó rota un día como hoy, 23 de septiembre de 1905, con el tratado de Karlstad, en paz y armonía, eso sí, que rompía la unión bajo un mismo monarca de Suecia y Noruega, conseguida 90 años antes. El escandinavismo, que había nacido de la estela que dejaba en Europa la era napoleónica, moría, con este tratado, en paz y sin muchos aspavientos. Tegnér, que apoyó y vio nacer el intento y le dedicó su poema Nore, vivió soñando en que un día no muy lejano, Dinamarca también se uniría a Suecia-Noruega construyendo así las bases de una nación futura, basada en la remota historia, la lengua y el reconocimiento de un futuro común. En el poema Nore[1] escribe Tegnér:
Bienvenido a mi pecho, bienvenido, alto Nore.
¡Tú, hijo de los Aesir y de la fuerza!
Allí está tu lugar. ¡Ay de nosotros si fuera olvidado,
pues estuviste demasiado tiempo separado de allí!
En el Norte habrá una fuerza, una voluntad unida,
lo que Dios ha unido no lo separen los golpes del destino.[2]
—
El día amanecerá, y pronto, que coronará la gloria del Norte,
y unirá a los hijos de los Aesir[3] en la tierra de los Aesir,
cuando la isla de Gefion[4], con los hijos de Juels y de Tordenskjold[5],
ancla como barco guardián ante el norte cerrado por montañas.
No te acerques demasiado, vikingo. Ella descansa tranquila en los juncos,
pero el gallo rojo de la batalla canta en la proa.[6]
Para Tégner, esta unión era un primer paso hacia la unión de los pueblos escandinavos. Todo había comenzado unos pocos años atrás, durante las guerras napoleónicas, cuando Dinamarca-Noruega, que hasta entonces era una unión de ambos reinos bajo una sola corona, se alió con Napoleón. Como consecuencia, en 1814, después de la derrota de Napoleón, en la cual el príncipe heredero de la corona sueca, el mariscal francés Jean Baptiste Bernadotte, había jugado un papel importante, Dinamarca fue forzada a ceder Noruega a Suecia por el Tratado de Kiel, el 14 de enero de 1814. Esto se decidió en las negociaciones de paz entre Dinamarca y Suecia, bajo la presión de las potencias vencedoras como el Reino Unido y Rusia. Suecia, que había perdido Finlandia a manos de Rusia en 1809, buscaba compensar esa pérdida territorial adquiriendo Noruega. Digo adquiriendo, porque no recibieron Noruega de Balde, sino que tuvieron que compensar a Dinamarca por ello con un millón de Riksdaler y posesiones en el Báltico, entre otras, la isla de Rügen.
Pero, los noruegos no aceptaron pasivamente el tratado, ya que deseaban mantener su independencia y evitar ser simplemente anexados a Suecia. En respuesta, en la primavera de 1814, los líderes noruegos redactaron la Constitución de Eidsvoll, el 17 de mayo[7] de 1814, estableciendo a Noruega como un reino independiente y eligiendo al príncipe heredero danés Christian Frederik como rey de Noruega. Sin embargo, Suecia, liderada por el príncipe heredero Carlos Juan, el anteriormente llamado Jean Baptiste Bernadotte, antiguo mariscal napoleónico, invadió Noruega en el verano de 1814. Tras una breve campaña militar, las partes acordaron el Convenio de Moss (14 de agosto de 1814), que permitió a Noruega mantener su nueva constitución, pero bajo una unión con Suecia, compartiendo un monarca. Aun no llegando a alcanzar el nivel de unión deseado por Suecia, para Tégner, suponía un gran paso hacia la unión de Escandinavia.
En realidad, esta unión fue más una forma de hacer realidad los sueños de los nacionalistas suecos, entre los cuales Tégner se encontraba, de unir Escandinavia bajo un mismo trono. La pérdida de Finlandia en 1809 había sido un golpe muy duro a la autoestima de los suecos. Tegnér quería recordar a los noruegos que, si no conseguían unirse, caerían los dos pueblos unidos en la desgracia:
Así fueron separados nuestros pechos por las montañas y las espadas,
nuestra fuerza fue desperdiciada, nuestro pecho se enfrió.
Con el estruendo de mis hazañas llené el mundo por un tiempo[8],
Al final quedamos allí, a la sombra de las ramas del bosque,
sobre las piedras conmemorativas caídas en la tumba del Norte.[10]
Un sueño de unidad que los noruegos en general no compartían, aunque Noruega y Suecia compartían el mismo rey. Lucharon los noruegos por su constitución y cada país conservó sus propias instituciones, leyes y ejército. La relación era asimétrica: Suecia tenía más influencia política en la unión, y el monarca residía en Estocolmo. Sin embargo, Noruega mantenía un parlamento independiente, el Storting, y gran autonomía interna. El rey de Suecia gobernaba Noruega a través de un virrey, y existía una oficina conjunta de relaciones exteriores que era controlada por Suecia, lo que a fin de cuentas fue una fuente de conflicto a lo largo del tiempo y posiblemente la principal razón de que los noruegos reclamasen la disolución de la unión a la que, según ellos, se les había obligado. Los noruegos querían tener su propio cuerpo diplomático y mayor independencia en asuntos internacionales. Los países periféricos, que no colonias, que habían pertenecido a Noruega: Islandia[11], Grönland y las islas Färö pasaron a ser controlados por Dinamarca.
A nivel económico, Suecia y Noruega eran diferentes. Mientras que Suecia se industrializaba rápidamente, Noruega seguía siendo en gran medida una nación agrícola y marinera; vivía del bacalao y de la madera y su comercio se dirigía sobre todo hacia Inglaterra. En realidad, esto seguiría siendo así si no se hubiese encontrado petróleo en la zona económica de Noruega del Mar del Norte en 1969[12]. Estas diferencias también afectaban las políticas y los intereses de ambos países. Noruega dependía mucho del comercio internacional y necesitaba una política de libre comercio, ya que exportaba principalmente productos como pescado, madera y minerales. Suecia, en cambio, tenía una política más proteccionista, especialmente para proteger su emergente industria manufacturera. Estas circunstancias creaban continuamente fricciones, ya que las decisiones comerciales que favorecían a Suecia no siempre beneficiaban a Noruega, que quería un sistema más abierto para sus exportaciones. El punto de disputa económico y político más relevante era que Suecia tenía el control de la política exterior y los consulados, lo que significaba que los intereses comerciales de Noruega en el extranjero estaban gestionados desde Suecia. Noruega quería tener su propio servicio consular independiente para poder negociar y proteger mejor sus intereses comerciales. Esta demanda se convirtió en una cuestión clave a principios del siglo XX, y la negativa de Suecia a conceder esta independencia fue uno de los factores que precipitó la ruptura de la unión. Es así que se llegó al 23 de septiembre de 1905.
En Suecia había sectores, particularmente dentro del ejército y algunos políticos conservadores, que se oponían a la disolución, el gobierno sueco finalmente optó por una solución diplomática. La posibilidad de un conflicto armado era real, pero Suecia no estaba dispuesta a iniciar una guerra contra Noruega para mantener la unión. El rey Oscar II de Suecia inicialmente se opuso a la disolución, pero aceptó que no había una base sólida para imponer la unión por la fuerza, especialmente ante la resistencia noruega y la opinión internacional.
Las tensiones económicas, como el conflicto sobre la política comercial y la demanda noruega de autonomía consular, habían generado frustración en ambos países. Tras años de desacuerdos y disputas políticas, ambas partes reconocieron que la unión ya no era funcional y que seguir manteniéndola solo perpetuaría la discordia. Las potencias extranjeras, especialmente Reino Unido y Alemania, alentaron una solución pacífica, ya que ninguna de las grandes potencias quería una guerra en Escandinavia que pudiera desestabilizar la región. Noruega también contaba con cierto apoyo internacional para su derecho a la autodeterminación. La diplomacia jugó por tanto un papel crucial en las negociaciones entre los dos países. La mayoría de los líderes políticos suecos y noruegos estaban a favor de una solución negociada.
En Noruega, se llevó a cabo un referéndum en agosto de 1905 en el que el 99.95 % de los votantes noruegos se pronunciaron a favor de la disolución. Esto dejó claro que el pueblo noruego deseaba la independencia, lo que reforzó la decisión de seguir un camino pacífico. Pero, a mediados de septiembre de 1905, la guerra no estaba todavía descartada. La situación de las conversaciones estaba estancada y el peligro de guerra se consideraba inminente en ambos países. Noruega movilizó el 13 de septiembre, y unos pocos días después tenía 22,500 hombres armados en las tropas fronterizas y en la marina. Frente a la costa de Bohuslän, la flota sueca estaba lista, con los motores en marcha día y noche, listos para zarpar para intervenir al primer aviso. Los negociadores noruegos resistieron hasta el último momento, especialmente en lo que respecta a la demanda de que las fortalezas fronterizas suecas fueran demolidas, y el último día prevaleció la opinión, al menos entre los negociadores suecos, de que la guerra, a pesar de todo, iba a estallar. El momento más tenso fue simbolizado por la acción del ministro de Relaciones Exteriores noruego, Jørgen Løvland, quien sacó su reloj para saber “a qué hora había estallado la guerra.” No obstante, a última hora, se consiguió llegar al convenio de Karlstad justo un día como hoy, un acuerdo negociado que permitió una disolución ordenada y pacífica de la unión. Se acordó una retirada mutua de las tropas de las fronteras, y Noruega se comprometió a no tomar decisiones que pudieran amenazar la seguridad de Suecia.
Tanto Suecia como Noruega entendían que, después de la disolución, seguirían siendo vecinos cercanos con profundos lazos históricos, culturales y económicos. La posibilidad de una guerra que dañara las relaciones futuras y la estabilidad regional no era atractiva para ninguno de los dos países. Después de la disolución, las relaciones entre Suecia y Noruega mejoraron considerablemente.
El que esté leyendo estas líneas y me conozca, pensará que quiero hacer alguna comparación, y tiene mucha razón. Quiero comparar este proceso que llevó, primero a la unión, y después a la disolución de esta unión 90 años después, con lo que ocurrió en lugares tan dispares como Portugal, respecto a España y Eslovaquia respecto a Chequia. Al final iré también a la comparación que todos esperáis, pero, que, al no haber sido consumada, no puede considerarse en el mismo análisis. Primero, la más antigua, la separación de Portugal del reino de España en 1640.
Paso a relatar la breve historia de la Unión Ibérica. Una unión comparable a la que Esaias Tegnér se pensaba para Escandinavia y que, de haber prevalecido, hubiera podido ser muy provechosa, creo yo, para los dos pueblos. En 1580, el rey de Portugal, Sebastián I, murió a los 24 años en la batalla de Alcazarquivir, cerca de Larache, el 4 de agosto de 1578, sin un heredero directo. Su muerte dejó un vacío de poder y una crisis sucesoria, ya que varios pretendientes reclamaban el trono. Su figura, como paladín de la religión católica, tenía tanto arraigo, que después de su muerte dio lugar a los rumores de que había sobrevivido la batalla y regresaría para defender Portugal. Hasta cuatro impostores clamaron ser el fallecido rey y, la creencia en su retorno dio nombre a un movimiento piadoso-político que lleva el nombre de sebastianismo. Llegado aquí, permitidme decir algo sobre esta creencia que, aunque parezca rebuscado, se parece mucho al mito chiita del “Mahdi”. El sebastianismo es una creencia popular en Portugal, surgida tras la desaparición del rey Sebastián I en la batalla de Alcázarquivir, donde muchos portugueses creían que no había muerto, ya que no se encontró el cadáver, sino que regresaría algún día para restaurar la gloria y grandeza de Portugal. En la rama chiita del islam, existe la creencia de que el duodécimo imán, conocido como el Imán Mahdi, entró en un estado de ocultación en el siglo IX y que regresará al final de los tiempos para traer justicia, derrotar el mal y establecer un gobierno justo en la Tierra. Se le considera un salvador mesiánico. Hasta aquí la comparación. Sigamos ahora con España y Portugal.
Felipe II de España, reclamó la corona del país vecino, como nieto de Manuel I de Portugal, argumentando que tenía derechos dinásticos sobre el reino tras la muerte de Sebastián, ya que su madre era hija de una princesa portuguesa. Con el apoyo de algunos nobles portugueses, Felipe II inició su campaña para convertirse en rey de Portugal, lo que consiguió, no sin antes hacer uso de las armas contra su principal oponente, Antonio, prior de Crato e hijo ilegítimo de Luis de Avis. Felipe II se plantó con 35.000 soldados bajo órdenes del duque de Alba y una potente flota enviada desde Cádiz para someter Lisboa. Quitando una pequeña resistencia inicial en Oporto, Felipe II pudo tomar comando de su nuevo reino sin contratiempos. El 25 de marzo de 1581 Felipe fue aclamado como rey, con el nombre de Felipe I de Portugal y reconocido oficialmente por las Cortes de Tomar. Aquí encontramos una importante excepción, parecida a la que encontramos en la unión de Suecia y Noruega, pero de mucha más importancia. La aceptación del nuevo rey se hizo bajo la condición de que los territorios portugueses y sus colonias mantuvieran sus propias Cortes, derechos y privilegios, sin ser anexionadas a Castilla como provincias españolas.
Resultó, que la Unión Ibérica permitió a España y Portugal combinar sus recursos y flotas, permitiendo una mayor expansión en el ámbito colonial, lo que facilitó el comercio y la explotación de recursos en América, Asia y África. La unión ayudó a asegurar y consolidar rutas comerciales en el Atlántico y el Índico, por la combinación de las flotas de ambos países, que permitió una mejor defensa de sus intereses coloniales y un aumento en la influencia en el comercio marítimo. Bueno para España y Portugal, malo para Inglaterra. La unión fue mal recibida por muchos portugueses, que sentían que sus intereses estaban siendo ignorados y que eran gobernados por un monarca extranjero. Esto generó un sentimiento de resistencia y descontento que creció con el tiempo. Inglaterra mostró simpatía por las aspiraciones de independencia de algunos sectores en Portugal y, su apoyo implícito o explícito a los movimientos de resistencia en Portugal contribuyó a fortalecer el deseo de los portugueses de liberarse del control español. Para lo que Inglaterra utilizó la diplomacia, creando tensiones entre los países ibéricos y fomentando descontentos dentro de los territorios controlados por España y Portugal. Esto incluyó el uso de propaganda y el fortalecimiento de la disidencia. Esa política inglesa también fue utilizada paralelamente durante la guerra de los ochenta años, entre los Países Bajos y España, aunque también Inglaterra se encontraba en una situación altamente confusa en esas fechas, premonitoras de la inminente guerra civil. La Unión Ibérica duró 60 años, 88 si contamos los 28 años de guerra tras la revuelta de 1640.
La revuelta de 1640 en Portugal tuvo éxito porque los acontecimientos devenidos en Cataluña obligaron al ejercito español en la península a concentrarse en el conflicto catalán y porque, en esas fechas, todo sucedía dentro del contexto de la guerra de los Treinta Años y de la reanudación de la guerra de los Ochenta Años contra los rebeldes de las Provincias Unidas de Holanda y Zelanda. Ahora bien, puestos a sumar y restar haciendo el balance de lo ocurrido desde 1640: ¿Estarían Portugal y España mejor o peor si se hubiera mantenido la Unión Ibérica hasta nuestros días?
Supongamos que la Unión hubiera sobrevivido la revuelta del 1640. La combinación de los recursos y territorios de ambas naciones, tanto en Europa como en sus antiguas colonias (especialmente en América y Asia), podría haber creado una superpotencia económica en los siglos XVII y XVIII. La concentración del comercio en un solo imperio colonial podría haber hecho a la Unión Ibérica más competitiva frente a otras potencias coloniales, como Inglaterra o Francia. Un Estado ibérico unificado habría tenido mayor capacidad militar para defender sus territorios y mantener un papel dominante en Europa y en el mundo colonial. Podría haber sido una potencia capaz de equilibrar a Francia, Inglaterra y otros rivales europeos en el ámbito militar. Una unión prolongada podría haber creado una mayor integración cultural y lingüística entre España y Portugal. Aunque inicialmente se podrían haber resistido los intentos de homogeneización, a largo plazo, podría haberse dado un mestizaje cultural más profundo que uniera a los pueblos ibéricos en una identidad común. En la actualidad tendría ese estado más peso en términos de votos, influencia política y recursos económicos, probablemente jugando un papel similar o mayor al de países como Italia, Alemania o Francia. ¿Quién salió ganando con la revuelta? Me atrevo a contestar que a corto plazo la nobleza portuguesa, que había perdido influencia y estatus bajo el dominio de los Habsburgo, se benefició enormemente de la revuelta. La guerra les permitió retomar el control de la administración y las tierras en Portugal, además de asumir cargos importantes en el gobierno. Asimismo, la burguesía comercial portuguesa, especialmente aquellos vinculados al comercio colonial y marítimo, recuperó una mayor autonomía económica y política. Bajo el gobierno español, Portugal había visto cómo se descuidaban sus intereses comerciales en favor de las políticas imperialistas de España, por lo que la independencia les devolvió el control sobre sus propias rutas comerciales. A largo plazo no se sabe. Seguiré con las comparaciones mañana o pasado, según venga el tiempo.
[1] Por Noruega. Una representación humanizada de la nación noruega.
[2] Välkommen till mitt bröst, välkommen höga Nore!
[11] Menos unos días en 1809, cuando el famoso Jörundur hundadagakonungur (en islandés: Jörundur el de los días de perro). De este señor tengo que escribir algún día porque no tiene desperdicio.
[12] A principios de la década de 1960, las grandes compañías petroleras internacionales comenzaron a interesarse por la exploración en el Mar del Norte debido a los avances en la tecnología de perforación y a los indicios de que podría haber hidrocarburos en la región. En 1962, Noruega declaró su soberanía sobre los recursos en la plataforma continental noruega, preparando el terreno para las futuras exploraciones. La empresa Phillips Petroleum fue la que realizó el descubrimiento más importante en el yacimiento de Ekofisk en diciembre de 1969, que confirmó la presencia de grandes reservas de petróleo. Ahora, Noruega es el país más rico de Escandinavia y uno de los más ricos del mundo. Si se hubiera sabido esto en 1905, no hubiera sido tan pacifica la separación.
Inexorablemente hemos entrado en la estación otoñal. Voy viendo a mi alrededor muestras indiscutibles de que hemos dejado atrás el verano, aunque algunos se empeñen en prolongarlo, a juzgar de la vestimenta. Yo me he puesto un jersey, que se agradece, aunque el cielo azul y el sol dominan aun la imagen de Lund. Hoy voy a hacer una excepción en mi largo caminar y voy a ir a Malmö en bicicleta, entre ida y vuelta, unos 50 km. Salgo de mañana y no encuentro más que algún que otro deportista madrugador. Tengo la suerte de poder hacer todo el camino por sendas reservadas a las bicicletas y a los viandantes. No puedo evitar una sensación de orgullo por haber participado como político responsable en la consumación del proyecto de dotar a nuestra región de una red continua de vías para caminar y montar en bicicleta, por la que se puede recorrer toda la región, sin el peligro que conlleva compartir la vía con automóviles, camiones y autobuses y cualquier otro tipo de vehículos a motor. Desde mi casa hasta el centro de Malmö hay unos 25 kilómetros y he pasado siete cruces regulados por semáforos que se accionan por sensores en la calzada que, al descubrir que una bicicleta se aproxima, cambian a verde para la bicicleta y a rojo para los vehículos de la carretera que cruza la vía. Si el que cruza es un peatón, tendrá que pulsar el botón y esperar unos segundos a que cambie el semáforo.
Aún contando con todas estas facilidades y no siendo el camino muy duro, ya que es bastante llano, hay que pedalear y se tarda casi una hora y media en cada sentido, así que da tiempo a pensar. Hoy pienso en las imágenes que veo de las inundaciones en el centro de Europa, Polonia, Chequia etc. Pienso que cuando ocurren estas catástrofes, los humanos, con toda nuestra tecnología, no podemos protegernos. Ni siquiera el hasta ahora país más poderoso de la tierra, con una tecnología nunca antes vista por la humanidad, pudo proteger una de sus ciudades más bellas, Nueva Orleans. Recuerdo perfectamente como, hace 19 años, el 29 de agosto del 2005, El huracán Katrina golpeó la costa del Golfo de los Estados Unidos. Lo que primero parecía ser los efectos de un huracán, como ya estamos acostumbrados a contemplar periódicamente en los Estados Unidos, se convirtió en una gran catástrofe cuando fallaron los diques que protegían la ciudad, provocando graves inundaciones que cubrieron hasta el 80% de la ciudad. Más de 1,800 personas murieron, y cientos de miles de personas fueron desplazadas. Contemplábamos imágenes dantescas en los medios de comunicación.
Yo, al menos, pensaba que todo esto tendría una rápida y contundente respuesta gubernamental en un país tan rico como los EEUU, pero me equivoqué. La respuesta tanto del gobierno federal como local fue fuertemente lenta y muy ineficaz. La falta de coordinación y los escasos recursos que se pusieron a disposición de los habitantes de la ciudad, fueron empeorando la crisis humanitaria en los días y semanas posteriores al huracán. Miles de residentes no pudieron regresar a la ciudad tras el huracán. Muchos fueron reubicados en otros estados y nunca regresaron, lo que cambió la demografía de la ciudad. Y yo me pregunto: ¿Tendrá esto que ver con la estructura social y la historia de la ciudad? Quizás sí, ¿verdad? Hay que tener en cuenta, creo yo, que Nueva Orleans es una ciudad con una población históricamente pobre, especialmente entre las comunidades afroamericanas y Katrina exacerbó las desigualdades socioeconómicas, porque muchas de las personas afectadas no tenían recursos para evacuar o reconstruir sus vidas. Esta ciudad francesa, española, criolla, es una ciudad casi inverosímil para ser norteamericana. Aproximadamente el 60% de la población de la ciudad es afroamericana. Los blancos, no hispanos, constituyen cerca del 31% de la población. Muchos de estos residentes tienen ascendencia francesa, española o criolla, con una fuerte influencia cultural franco-latina, los hispanos representan el 6% y los asiáticos el 3%. Se echa de menos un compromiso total por parte de Estados Unidos para reconstruir Nueva Orleans de manera integral, tras el devastador huracán Katrina, quizás porque reconstruir Nueva Orleans por completo requeriría una inversión masiva en infraestructura, servicios sociales y vivienda. El costo de proteger adecuadamente la ciudad de futuros desastres naturales es inmenso, ya que Nueva Orleans está en una ubicación geográficamente vulnerable, construida como está bajo el nivel del mar y rodeada de agua, incluido el río Misisipi y el Golfo de México. Esto la hace propensa a inundaciones, huracanes y, a largo plazo, a los efectos del cambio climático, como el aumento del nivel del mar. No hay interés en salvar la ciudad a largo plazo, y yo, hasta cierto punto, lo comprendo, pero me pregunto ¿qué hubiera pasado si la ciudad afectada hubiese sido Nueva York?
Me viene a la memoria una conversación que tuve con la entonces embajadora de los Países Bajos en Estocolmo, Goverdina Christina Coppoolse, creo que fue en 2015, y que siempre recuerdo cuando veo catástrofes e inundaciones como las que ahora se viven en el centro de Europa. Ella dijo así, refiriéndose a la gran afluencia de migrantes que Suecia había recibido ese año: “nosotros, los holandeses, somos los próximos migrantes que llegarán a Suecia, quizás en un futuro no muy lejano”. Ella se refería al peligro que representa para los Países Bajos la crecida del nivel del mar frente a sus costas. No sería menester una gran subida para que una significativa parte de su país fuese anegado por el agua, ya que aproximadamente el 26% del territorio de los Países Bajos se encuentra bajo el nivel del mar, incluyendo a algunas de las regiones más densamente pobladas y productivas del país. Además, alrededor del 17% del territorio ha sido recuperado al mar mediante un sistema avanzado de diques, presas, canales y estaciones de bombeo, conocidos como pólderes. Pero todo se puede ir al garete si el nivel del mar sube un metro, lo que conllevaría una destrucción parcial de las defensas y de ahí en adelante una destrucción segura de todas las infraestructuras que protegen el país del mar.
Sumido en mis pensamientos, paso por el puente que atraviesa la cuenca del rio Sege, ya llegando a Malmö. Este paraje es conocido por estar sometido al reajuste o rebote isostático, que es la elevación de las masas de tierra después de la eliminación del enorme peso de las capas de hielo durante el último período glaciar. Alrededor de Sege, la tierra se eleva, se sigue elevando, 3mm por año, que da 24 metros en los últimos 8000 años. Es uno de los lugares más antiguos donde se ha encontrado evidencia de vida humana en la región, y esto ocurrió con motivo de una catástrofe mucho mayor de la que ocurrió en Nueva Orleans o la que está ocurriendo en el centro de Europa. Esta fue la gran catástrofe de Doggerland, la auténtica Atlantis. Situada en lo que hoy es el mar del Norte, desde las costas del actual Reino Unido hasta lo que hoy es Dinamarca, los Países Bajos y el noroeste de Alemania, se extendía un continente que estuvo habitado durante el Mesolítico, hace entre 12,000 y 8,000 años , por cazadores-recolectores que vivían en suelos fértiles, cazaban animales y pescaban y cazaban en los ríos y lagos de la región.
Doggerland comenzó a desaparecer cuando el nivel del mar subió al final de la última glaciación, hace unos 8,000 a 6,000 años. Este proceso se aceleró debido a un evento conocido como el deslizamiento de Storegga, un deslizamiento submarino masivo frente a la costa de Noruega, que provocó un gran tsunami que inundó partes de Doggerland. Finalmente, la región fue sumergida casi por completo, quedando solo pequeñas islas que desaparecieron con el tiempo. Lo único que queda hoy de Doggerland es el Dogger Bank, un banco submarino en el mar del Norte que es relativamente poco profundo en comparación con el resto del área circundante. Este banco submarino sigue siendo una zona importante para la pesca.
Doggerland es de gran interés para los arqueólogos porque era un puente terrestre entre Gran Bretaña y Europa. Los restos arqueológicos y fósiles encontrados en el fondo del mar del Norte proporcionan información sobre las poblaciones humanas prehistóricas que vivieron allí, así como sobre la fauna y flora de la región. Las exploraciones marinas han recuperado artefactos como herramientas de piedra, restos de animales y plantas, y hasta evidencias de asentamientos humanos. La arqueóloga marina Catharina Ingelman-Sundberg ha profundizado en la historia de Doggerland según nos cuentan los artefactos y restos, humanos y de animales, encontrados en los últimos cien años y que ahora se comienza a dar importancia, en gran parte, porque la zona es interesante para construir parques eólicos en el mar, lo que ha permitido el estudio minucioso del fondo del mar en la zona. Todo el fondo del mar de lo zona, desde Gran Bretaña hasta Países Bajos, es un paisaje con sus colinas y ríos, lagos y costas. En los últimos cien años, al empezar a utilizarse redes comerciales en los barcos de pesca, empezaron a aparecer colmillos de mamut y otros restos de animales, utensilios y armas utilizadas por nuestros antecesores y hasta restos humanos.[1]
Ya, acercándome al centro de Malmö, voy pensando que hay muchos relatos de grandes inundaciones, desde que existen relatos escritos, mucho antes del relato bíblico del diluvio universal. Lo encontramos en la Epopeya de Gilgamesh[2], el antiguo poema de la literatura sumeria de más de 4000 años de antigüedad incluye una historia de un gran diluvio. En el relato, Utnapishtim, un rey que fue advertido por los dioses de una inminente inundación, construye una embarcación para salvar a su familia y a los animales. Este mito tiene similitudes con la historia del diluvio en la Biblia. De la misma región viene El mito de Atrahasis[3], también anterior a la Biblia, que narra cómo los dioses deciden enviar un diluvio para destruir a la humanidad. Atrahasis, un héroe, recibe instrucciones para construir un barco y salvar a su familia y a varios animales, similar a la historia de Noé. También encontramos un relato parecido en el Mahabharata[4], el épico texto hindú que menciona grandes inundaciones y la historia de Manu, un sabio que es advertido por un dios sobre un diluvio inminente. En la mitología griega encontramos Deucalión[5], como equivalente de Noé, que es advertido por Zeus de un diluvio que destruirá a la humanidad y construye una caja y, tras el diluvio, es uno de los pocos sobrevivientes que repuebla la tierra. Y, seguramente el relato que más a fascinado, la historia de una civilización perdida, la Atlántida, descrita por el filósofo griego Platón en sus diálogos «Timeo» y «Critias»[6]. La Atlántida era, según Platón, una poderosa isla-continente que existió más allá de las Columnas de Hércules y que, debido a su arrogancia y corrupción, fue destruida por un cataclismo y se hundió en el mar.
La historia de la Atlántida fue rescatada por el médico sueco Olof Rudbeck, que 1679 publicó sus teorías sobre la Atlántida en su obra «Atland eller Manheim”[7]. Rudbeck propuso que la Atlántida no era una isla situada en el océano Atlántico, como Platón sugería, sino que estaba relacionada con Escandinavia, específicamente con Suecia. Sostenía que la Atlántida estaba ubicada en el área del mar Báltico y que las leyendas sobre la civilización perdida se referían a los antiguos pueblos nórdicos. Él intentó demostrar que los antiguos suecos eran descendientes de los atlantes. Argumentaba que el idioma y la cultura de los pueblos escandinavos tenían raíces que se remontaban a esta civilización perdida. Sostenía que muchos mitos y leyendas nórdicas eran ecos de la cultura atlante. Era una forma de acercar el ascua a su sardina, que diría mi madre, haciendo de Suecia, ascendida a potencia europea por la guerra de los treinta años, la cuna de la cultura occidental. Pero, en fin, muchos son los relatos sobre una civilización perdida bajo el ímpetu de un agua incontrolable, como la que se llevó a Doggeland[8] por delante.
Continuo mi frenético pedalear, ya cerca del centro. Este sol, este cielo azul ¿es malo? ¿Son estos los signos de algo terrible por venir? Eso del cambio climático se ha convertido en una religión, un dogma, parecido al de la inmaculada concepción de María. Pobre del que, sin mala intención, quiera recordar que pasan cosas en este mundo, que los humanos no podemos controlar. Por ejemplo, el último periodo glaciar, llamado la pequeña edad de hielo, que tuvo lugar, al menos en Europa, entre 1350 y 1850, durante el cual, la temperatura media del planeta bajo entre 2 y 3 grados C. No quiero decir con eso que el actual calentamiento climático no dependa, al menos en gran medida, de la mano del hombre. Pero, para no cantar a ciegas en el coro, me gustaría recordar, que este mundo en que vivimos, esa corteza delgadita que parece la piel de una manzana, está continuamente expuesta a fuerzas tan poderosas que ni siquiera las culturas más adelantadas, con todos sus recursos tecnológicos, pueden controlar. Seamos pues humildes ante la fuerza de nuestro planeta y de su entorno espacial. Nuestros antecesores tuvieron que acoplarse a la realidad de su tiempo, la subida del nivel del mar, y poblaron las zonas limítrofes. No sería de extrañar que nuestros amigos holandeses se viesen forzados a venir a Escandinavia para sobrevivir como refugiados climáticos. Lo que yo no comprendo es, cómo en 2024, en un tiempo en que se supone que la inteligencia humana ha llegado a límites que las generaciones anteriores considerarían mitológicas, podemos seguir matándonos los unos a los otros, invirtiendo nuestro dinero en armas, destrozando ciudades, quemando el mundo. Inescrutables son los caminos del Señor.
Pedaleo ya por el centro. Hay mucha gente caminando por las calles. Algunos pasan en bicicletas otros en patinetes eléctricos. Miro a mi alrededor y constato que Malmö es un poco como Nueva Orleans. Aquí hay gente de todos los continentes y de 185 países. En habitantes, tiene aproximadamente la misma cantidad que Nueva Orleans, 362.000[9] contra 370.000 para la urbe americana. Malmö es una de las ciudades más diversas de Suecia en términos de población inmigrante. Esta diversidad cultural enriquece la ciudad, pero también ha traído desafíos en términos de integración y oportunidades económicas para todos los grupos. El ingreso medio en Malmö es de 300.782 comparado con 371.500 coronas de media en Suecia. Confío en que una subida del nivel del mar con un metro no representaría una catástrofe como la de Nueva Orleans pero, mejor no pensar en ello.
[8] Por supuesto que el nombre Doggerland, es una construcción casi de nuestro tiempo. Desconocemos si los antiguos pobladores de esta tierra tenían un nombre para ella.
Día de sol, pero frío. Un día típico de otoño. Salgo temprano a caminar y llevo el recuerdo del día de ayer, el 11 de septiembre, para siempre, o al menos para largo, en la memoria del mundo. En Cataluña será por los siglos el día de la Diada que, desde el 1886 con algunas excepciones debidas a imposiciones dictatoriales. Ayer no escribí sobre la Diada porque prefiero escribir sabiendo como se desarrolló, leyendo los diarios. La Diada es un buen termómetro para controlar la “fiebre” independentista del momento. Según los que expresan los diarios, tanto estatales como catalanes, de izquierdas y de derechas la Diada a pasado a ser “más festiva y con menos movilización”[1], “la Diada menos concurrida”[2] , “Moret (PSC) defiende una Diada “de todos y para todos” y la pluralidad de Cataluña”[3], “El independentismo deserta de la Diada tras perder la Generalitat: sólo saca 73.000 manifestantes a la calle en toda Cataluña”[4], “La Diada más discreta desde 2012 certifica la pérdida de la hegemonía política del independentismo”[5]. Únicamente en los medios independentistas como El Punt-Avui, se puede leer algo esperanzador para los anhelos de aquellos que gustarían de irse de España con un portazo, allí escriben: “El independentismo sobrevive a la Diada”[6] pero reconoce que ya no es lo que fue. [7]
Si nos remontamos a 2012, los comienzos del nuevo impulso independentista, protagonizado por Artur Mas, el independentismo conjuró a 1,5 millones de personas, según la Guardia Urbana, desde el paseo de Gràcia de Barcelona hasta el Parlament. En el 2013 se rizó el rizo y, inspirados por manifestaciones parecidas en el los países bálticos, las entidades soberanistas organizaron una cadena humana de 400 kilómetros desde El Pertús hasta Vinarós con 1,6 millones de personas, según el Departament de Interior. Era la “Via catalana cap a la independencia”. Al año siguiente, 2014, el lema “Ara és l´hora” , se llenaron las calles y avenidas de Barcelona con 1,8 millones de personas, siempre según la Guardia Urbana, que dibujaron una V en Barcelona, llenando la avenida Diagonal y la Gran Vía, en un recorrido de unos 11 kilómetros. Ni que decir tiene, que la organización hizo alarde de eficacia y fuerza, pero también fue el momento en que el movimiento alcanzó la cima pero sin llegar a las estrellas, que se veían cercanas pero inalcanzables. En 2015, la Diada se dedicó a pedir “via lliure a la república catalana!” y con ese lema juntó en la Avenida Meridiana a 1,4 millones de personas, un éxito, pero a la baja. En 2016 el lema era “A punt” y La ANC y Òmnium decidieron descentralizar las manifestaciones por varios puntos del territorio por segunda vez, eligiendo: Barcelona, Berga, Lleida, Salt y Tarragona. La participación fue solo de 875.000 personas, notablemente menos que en anteriores ocasiones.
Ya con Puigdemont llevando las riendas y optando por una política rupturista, se proclamó el referéndum y el independentismo se recuperó en las calles, pero no logró sus mejores cifras en pleno choque con el Estado. Cerca de 1 millón de personas salieron a la calle al grito de «Votaremos» en la capital catalana. Ni siquiera tras la aplicación del 155 se consiguió sacar a la calle más de un millón de manifestantes bajo el lema “Fem la república catalana”. Y, al año siguiente, año de juicios y de división en el mundo soberanista, solo salieron a la calle 600.000 manifestantes bajo el lema “objetiu independencia”. El COVID y la desorientación de los partidos independentistas aguo la fiesta del 2020 con medidas de seguridad y distancia, se pudieron juntar unos 60.000 manifestantes bajo otro lema contundente: “Dret a ser independents”. En 2021, y ya con menos restricciones, la Diada consiguió juntar a 100.000 manifestantes, que seguían la consigna: “Lluitem i guanyem la independencia”. Una sociedad desconectada de la política le dio por primera vez al independentismo mayoría de votos en unas elecciones, lo que algunos seguramente les bastó para creer que la independencia estaba a la vuelta de la esquina, por así decir. Ya en 2022, ni siquiera un eslogan como “Tornem-hi per vencer”, pudo atraer a más de 150.000, lo que parecía mantener la afluencia sin un aumento significativo, aún en tiempos en que los partidos independentistas estaban tan lejos de una lucha conjunta. En 2023 salieron a la calle 115.000 y en las elecciones generales, perdieron 12,5 % y ahora, 2024, con Illa en la presidencia de la Generalitat, y una amnistía que no despega, solo salen 60.000, 73.000 si contamos todos los lugares donde se celebró. Nos podríamos preguntar si el independentismo no está a punto de desaparecer, como fuerza política. Quien eso haga, se equivoca.
El nacionalismo es como una llama que, una vez encendida puede avivarse con vientos que favorezcan su expansión y combustible que la sustente. Solo se apagará cuando no quede más combustible y no sople el viento. Trasladado a la cuestión catalana, el combustible lo proporcionan todas las razones por las cuales los catalanes pueden sentirse descontentos, agraviados o perjudicados. El viento sería la coyuntura política del momento y la situación económica. Son muchos los “incendios” nacionalistas que han tenido lugar en Cataluña a partir de 1979, cuando se aprobó el Estatuto de Autonomía de Cataluña, que restauraba la Generalitat y otorgaba competencias importantes en áreas como la educación, la sanidad, la cultura y el orden público. La larga historia que había llevado allí, la «longue durée», que diría Braudel no cabe en este pequeño relato. Lo importante es que en 1979 comienza una larga época para Cataluña de autogobierno considerable dentro del marco del Estado español.
Durante los años 80, Cataluña experimentó un proceso de consolidación de su autogobierno. El incendio nacionalista se hallaba medio controlado, pero las ascuas quedaban allí, semienterradas. Eran los primeros años de Jordi Pujol i su Convergència i Unió, jugando un papel central en la política catalana y en las relaciones con el gobierno central. Las tensiones entre Cataluña y el Estado central eran moderadas en esta época, con un enfoque en la implementación del Estatuto de Autonomía y la defensa de la identidad catalana, principalmente en el ámbito cultural y lingüístico. En 1984, el Parlamento catalán aprobó la Ley de Normalización Lingüística, que impulsó el uso del catalán en la educación y la administración pública, lo que fue recibido con satisfacción en Cataluña, pero también generó cierta controversia en el resto de España.
El sistema d´Hondt, adoptado por la constitución española para el reparto de escaños tras las elecciones, ha favorecido a los partidos más implantados en las zonas menos pobladas de Cataluña, donde los nacionalistas son fuertes, dándoles la oportunidad de hacer valer sus votos de una forma desproporcional con su verdadero apoyo ciudadano. Dado que, la política Española ha estado caracterizada por el bipartidismo, las Dos Españas, con las derechas y las izquierdas siempre enfrentados pero raramente en situación de gobernar en mayoría absoluta, Pujol y su CiU pudo dedicarse en los 90 a la colaboración pragmática, quid pro quo, apoyando a los gobiernos minoritarios del PSOE de Felipe González y del PP de José María Aznar a cambio de mayores competencias para Cataluña. Los brisas positivas del desarrollo político y económico de España, España 92, mantenían el fuego nacionalista semiapagado pero vivo.
Se aviva el fuego en 2003, cuando el tripartito liderado por el PSC y apoyado por ERC impulsó una reforma del Estatuto de Autonomía. En 2006, se aprobó el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña con el respaldo del Parlamento catalán y el español. Y de fuera sopla el viento fuerte, por no decir el huracán de la recesión del 2008, a partir de septiembre de ese año, con la quiebra de Lehman Brothers. Este fuerte viento se llevó el empleo y sumió España en una recesión que todavía, en 2024, es perceptible. El colapso del sector inmobiliario y de la construcción fue devastador para el empleo en España, donde un gran porcentaje de la fuerza laboral estaba vinculada directa o indirectamente a este sector. Como resultado, el desempleo se disparó desde aproximadamente el 8% en 2007 hasta superar el 26% en 2013. El desempleo juvenil fue especialmente grave, alcanzando el 55%, lo que dejó a una generación entera sin oportunidades laborales.
Esos vientos avivan las ascuas nacionalistas en 2010, cuando el Tribunal Constitucional recortó varias de las disposiciones del Estatuto, entre ellas la definición de Cataluña como una «nación». Este fallo fue percibido por los nacionalistas en Cataluña como un ataque a sus aspiraciones de mayor autogobierno y provocó una crisis de confianza en las instituciones del Estado. A partir de este momento, el descontento comenzó a crecer en Cataluña, y el independentismo, hasta entonces un movimiento minoritario, empezó a ganar fuerza como respuesta a la decisión del tribunal y la percepción de que Cataluña no estaba siendo reconocida plenamente dentro del marco español.
Aparte del incendio político que el recorte del estatuto pudo significar, sumado a la crisis económica, el crecimiento del movimiento independentista fue impulsado por la percepción de un trato fiscal injusto hacia Cataluña y la sensación de que las demandas catalanas no estaban siendo atendidas. En ese momento, un slogan (como siempre) funciona como gasolina lanzada a las ascuas nacionalista. El lema era ¡“Espanya ens roba!” y el que lo lanzó fue Alfons López Tena, de Sagunto, con su pequeño partido “Solidaritat Catalana per la Independència”. Este valenciano tuvo cierto éxito con su libro “Cataluña bajo España. La opresión nacional en democracia”, 2009. Los lemas incendiarios se han mostrado como muy eficaces para avivar los incendios nacionalistas y promover el separatismo.
En este contexto se explica la manifestación masiva a favor de la independencia durante la Diada de 2012, marcando un cambio en la agenda política catalana. CiU, bajo el liderazgo de Artur Mas, se alineó con el movimiento independentista, convocando una consulta no vinculante sobre la independencia en 2014, que fue declarada inconstitucional por el gobierno español. El incendio era ya perfectamente perceptible. Pero, el viento que avivó la llama, había comenzado en la Puerta del Sol de Madrid, el movimiento del 15-M, que en Cataluña tomó formas muy radicales, bloqueando el Parlament y obligando a los parlamentarios a huir, protegidos por la policía catalana. Comenzó en este momento una huida hacia adelante, lo que explica el éxito de la Diada de 2012.
El punto culminante de las tensiones llegó en 2017 con el referéndum de independencia del 1 de octubre, que el gobierno catalán organizó a pesar de que el Tribunal Constitucional lo había declarado ilegal. A pesar de la represión policial, tardía y mal organizada, y la falta de garantías, el referéndum se celebró, y una mayoría de los votantes se pronunció a favor de la independencia, aunque con una baja participación debido al boicot de los opositores. El 27 de octubre de 2017, el Parlamento catalán aprobó una declaración unilateral, e ilegal, de independencia, que provocó una crisis política sin precedentes. En respuesta, el gobierno de Mariano Rajoy aplicó el artículo 155 de la Constitución, suspendiendo la autonomía de Cataluña y destituyendo al gobierno catalán. El fuego estaba declarado y descontrolado, amenazando toda continuidad en las relaciones entre España y Cataluña.
De pronto, cayo la lluvia y el fuego fue controlándose poco a poco. El viento de fuera no avivaba la llama y, con la caída de Rajoy, era más difícil enfrentar a un gobierno español de izquierdas. El bloque soberanista quedó destruido por rivalidades internas, mientras la economía mejoraba. Así se explica la sucesión de Diadas a la baja, hasta llegar a la última de anteayer. Pero, no nos confundamos, bajo este aparente clima de distensión, se ocultan las ascuas eternas, que cualquier viento fuerte, cualquier sequía económica, pueden volver a despertar.
Y yo me pongo a pensar en la relación de España y Cataluña y pienso en un regalo que me hizo una amiga rusa, una matrioska, que podría ser una metáfora visual poderosa para representar la diversidad cultural dentro de Cataluña y España, mostrando cómo las distintas identidades pueden coexistir en un marco más amplio. Confio en que todos vosotros sabréis lo que es una matrioska, si no, lo explico: es una muñeca tradicional rusa que consiste en una serie de muñecas huecas de madera que se insertan unas dentro de otras, formando un conjunto de figuras que disminuyen de tamaño a medida que se abren.
Me explico: Veo la muñeca más grande, que engloba a todas las demás, simbolizando a España como un país diverso y plural, compuesto por múltiples regiones con sus propias culturas, lenguas e identidades. En esta muñeca exterior podrían estar representados símbolos comunes que unen a España, como el idioma castellano, la bandera, la Constitución, y los valores compartidos como la democracia y los derechos fundamentales.
La siguiente muñeca, más pequeña pero contenida dentro de la anterior, representaría a Cataluña dentro del marco español. Aquí se destacarían los elementos únicos de la cultura catalana: la lengua catalana, la senyera, su propia imagen de la historia e instituciones como la Generalitat. Esta muñeca simbolizaría cómo Cataluña mantiene su identidad propia dentro de España, mostrando que una cultura distintiva puede existir y prosperar dentro de un marco mayor sin perder su esencia.
Dentro de la muñeca que representa a Cataluña, se podría colocar otra muñeca más pequeña para simbolizar la diversidad interna dentro de Cataluña. Cataluña también contiene diferentes subculturas y comunidades, incluyendo, por ejemplo, las diferencias entre regiones como Barcelona, el Valle de Arán, y otras partes de la comunidad autónoma, así como la presencia de nuevas comunidades de inmigrantes que han aportado sus propios valores y costumbres. Esta muñeca más pequeña podría reflejar la pluralidad dentro de Cataluña, con símbolos o colores que representen estas diferentes influencias culturales.
La muñeca más pequeña y central podría representar al individuo, que lleva dentro de sí las influencias tanto de su identidad local como de la identidad nacional. Este individuo podría simbolizar a los catalanes que se sienten parte tanto de Cataluña como de España, mostrando que la identidad no tiene por qué ser excluyente y que puede incluir múltiples capas. Las personas son el punto de convergencia de diferentes identidades culturales, siendo parte de su comunidad local, su región y su nación. Según los diversos barómetros del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), entre el 2014 y el 2024 las personas que se sienten sólo catalanas han caído del 29,1% al 18%[8].
En conjunto, la matrioska reflejaría cómo España contiene múltiples culturas, y Cataluña es una de ellas, con su propia diversidad interna, pero todas están conectadas entre sí. Las culturas de España y Cataluña son como capas que se contienen mutuamente, donde la diversidad no es algo fragmentado, sino algo que enriquece y fortalece el conjunto. Tanto Cataluña como España son entidades complejas, formadas por múltiples niveles de identidad que pueden coexistir sin perder su individualidad. Para que la Diada fuera una celebración igualmente positiva tanto para Cataluña como para España, sería necesario que se centrara en elementos comunes y en un espíritu de reconciliación, respetando las identidades y las aspiraciones de ambas partes. Me viene a la memoria una conferencia que di en Roskilde, Dinamarca. Su título era “Unity in diversity”.
La lluvia llegó al fin, presagiando la inminente llegada del otoño. Bienvenida sea la estación de la vendimia, aunque yo no tenga uvas en mi jardín, pero el vecino las tiene y las veo crecer y madurar. Ahora que escribo “uvas” me viene a la memoria el recuerdo de la novela de Steinbeck, una de esas lecturas que llegan a la médula y que sigue siendo un punto de referencia, porque es tan fácil ponerse en el lugar de la familia Joad[1] en tiempos como los nuestros, amenazados como estamos, por el cambio climático. La explotación que Steinbeck denunciaba sigue siendo una realidad hoy en África, para familias en Costa de Marfil y Ghana, que son los mayores productores mundiales de cacao. Los pequeños agricultores reciben muy poco dinero por su producción debido a los bajos precios establecidos por las empresas internacionales de chocolate, como Nestlé, Mars y Hershey’s que son responsables de la compra de cacao a precios bajos, dejando a los agricultores atrapados en la pobreza.
Con mis estudiantes de comercio participamos en proyectos internacionales, como la presentación de Fairtrade, un movimiento inspirado también en una novela que, con el tiempo, llegó a cambiar la vida de muchos agricultores. Todo comenzó en 1859, cuando un funcionario gubernamental holandés, en las Indias Orientales Neerlandesas, Eduard Douwes Dekker, escribió una novela literaria bajo el seudónimo de Multatuli. La novela, titulada Max Havelaar[2]; o, las subastas de café de la Compañía Neerlandesa de Comercio, explicaba los abusos ejercidos bajo el dominio colonial, provocados por el llamado Sistema de Cultivo, un sistema fiscal introducido en 1830 por el gobernador general de las Indias Orientales Neerlandesas, con la intención de hacer que la colonia fuera rentable para los Países Bajos.
Bajo el Sistema de Cultivo, la población estaba obligada a destinar una parte de su tierra para el cultivo de una cierta cantidad de productos. Estos productos, como el café, el azúcar, el té y el tinte índigo, debían ser entregados posteriormente a los Países Bajos sin recibir compensación alguna. El sistema generaba una gran cantidad de dinero para los Países Bajos, pero sumía en la pobreza a la población local, y fueron la causa de hambrunas y muertes. La lectura de Max Havelaar por jóvenes progresista europeos, influenciados por el movimiento de concienciación social despertado en los 60, inspiró el movimiento de comercio justo, Fairtrade (comercio justo), siguiendo la ética de la novela, promoviendo la idea de que los productores en países en desarrollo deberían recibir un precio justo por sus productos y trabajar en condiciones laborales dignas.
El trabajo por un comercio justo comenzó, por tanto, en la década de los 60 como un intento de realizar las primeras visiones sobre la necesidad de un cambio en el comercio mundial, cuando un gran número de países del Sur, en el marco de una conferencia de la ONU en 1964[3], instaron al mundo a trabajar por condiciones comerciales más justas: «Trade not Aid» (comercio en lugar de ayuda). Así, el comercio justo comenzó como un movimiento popular con raíces en cientos de círculos de estudio enfocados en los países en desarrollo, cuestiones de paz y política de ayuda. El movimiento fue organizado principalmente por movimientos de solidaridad y sindicales, organizaciones medioambientales, así como comunidades y congregaciones cristianas. Durante la década de 1990, el movimiento comenzó a tomar una forma más definida y el enfoque se trasladó al proceso de manufactura y a las condiciones laborales y de vida de los individuos. De este movimiento surgieron tanto la World Fair Trade Organization[4] , fundada en 1989 como Fairtrade International[5], fundada en 1997.
Hoy hay más de 30 minoristas de productos de comercio justo en toda Suecia. Dentro de la organización, se parte de la premisa de que toda la cadena de suministro debe ser Fair Trade. Esto significa que tanto el productor, el importador como el minorista deben ser miembros de la World Fair Trade Organization (WFTO), lo que garantiza al consumidor que el producto y su cadena de suministro son producidos de manera justa. Desde el instituto hicimos campañas de información hasta conseguir que la comuna escribiese un contrato que la convirtió en comuna Fairtrade, que garantiza que todos los productos producidos en países en vías de desarrollo que compra la comuna, estén certificados Fairtrade. He aquí la fuerza de la literatura.
Claro que, según voy caminando, voy pensando que todo esto sigue pasando en África y que queda mucho por hacer. Millones de personas en África están dispuestas a dejar sus países de origen y el propio continente, para huir de la pobreza, la sequía, el cambio climático, la violencia, la guerra. Todo esto, en gran parte por culpa del legado colonial y la intervención extranjera. Si la sequía y el cambio climático tienen explicaciones naturales, aunque indirectamente causadas por los efectos del colonialismo, la violencia, los conflictos y las guerras que hoy asolan África, son todos consecuencia de la herencia del colonialismo o la intervención de potencias extranjeras, así como los factores económicos que los impulsan. Podemos empezar con la herencia de fronteras artificiales trazadas por las potencias coloniales en la Conferencia de Berlín de 1884-1885 sin tener en cuenta las divisiones étnicas, tribales y culturales que ha provocado tantas disputas territoriales y tensiones étnicas en muchos países africanos.
El conflicto en la República Democrática del Congo, entonces Zaire, tras la independencia en 1960, en el que tanto EE.UU. como la URSS apoyaron a diferentes líderes, incluidos Patrice Lumumba y Mobutu Sese Seko, es el que primero me viene a la memoria. El Congo Belga obtuvo su independencia de Bélgica el 30 de junio de 1960 y Patrice Lumumba, el líder del Movimiento Nacional Congoleño , fue su primer Primer Ministro, mientras que Joseph Kasavubu fue nombrado presidente. Pero, poco después de la independencia, la provincia de Katanga, rica en minerales y liderada por Moïse Tshombe, declaró su secesión del nuevo estado congoleño. Tshombe, que estaba apoyado por intereses empresariales belgas de la compañía minera Union Minière, buscó crear un estado independiente para proteger los intereses económicos extranjeros en la región, con la ayuda de una intervención militar belga, que fue condenada por el gobierno central y por las Naciones Unidas.
La Organización de las Naciones Unidas intervino con sus cascos azules para restaurar el orden y apoyar al gobierno central, estableciendo una misión de paz conocida como la Operación de las Naciones Unidas en el Congo (ONUC) que buscaba asegurar la integridad territorial del Congo y mediar en el conflicto, que fue muy criticada. En septiembre de 1960, el presidente Kasavubu destituyó a Lumumba, y en noviembre de 1960, Lumumba fue arrestado y entregado a las autoridades de Katanga, donde fue asesinado en enero de 1961, en circunstancias que involucraron a Tshombe y, potencialmente, a agentes de la inteligencia belga. Los conflictos siguieron alentados por los intereses económicos y la guerra fría y la inestabilidad llevó a un golpe de estado en 1965 encabezado por Joseph-Désiré Mobutu, más tarde conocido como Mobutu Sese Seko, que estableció una dictadura militar y cambió el nombre del país a Zaire en 1971, manteniéndose en el poder hasta 1997. Este conflicto nos bastaría para mostrar como la independencia abrupta, las luchas internas por el poder y las intervenciones extranjeras desestabilizan un país en desarrollo y tienen consecuencias prolongadas en su historia política y social. Todavía quedan muchas interrogantes por descubrir, respecto a los intereses que movieron y promovieron las guerras y conflictos del Congo.
Algo que aquí en Suecia se sigue estudiando fue la muerte del sueco Dag Hammarskjöld, el segundo Secretario General de las Naciones Unidas, que se estrelló cuando iba a bordo de un avión DC-6 de la compañía sueca Svenska Orient Linien, el 17 de septiembre de 1961, con destino a Ndola, en lo que era entonces la República del Congo, para una reunión con Tshombe. Hammarskjöld estaba en el Congo para intentar mediar en el conflicto que envolvía al país y en particular la crisis en la provincia de Katanga. En 2015, una investigación llevada a cabo por el Grupo de Expertos Independientes bajo la ONU encontró evidencia que sugería que el accidente podría haber sido el resultado de un acto de sabotaje o de violencia y, en ese caso, la pregunta és: ¿A quien le interesaba deshacerse de Hammarskjöld?
Estoy seguro de saltarme algún conflicto, pero, para seguir con una cierta cronología, la Guerra de Biafra (1967-1970) en Nigeria fue, al igual que había sido la del Congo, el producto de tensiones étnicas exacerbadas por divisiones coloniales. Fue un conflicto que costó la vida a alrededor de tres millones de personas que murieron básicamente por hambre y enfermedades, y cerca de 4 millones de igbos huyeron a Camerún como refugiados. Esta guerra llegó en un momento en que los medios; radio, televisión, periódicos, ya llegaban a todos los hogares de occidente, con sus imágenes terribles de niños hambrientos. El sufrimiento africano tenía un rostro y era imposible no darse cuenta de lo que ocurría. Es, posiblemente, el primer conflicto que yo, personalmente, tuve oportunidad de seguir y comentar con amigos y parientes. Se puede decir que tuvo para mí un efecto parecido al de la guerra de Vietnam. Era algo de lo que hablábamos en París, aquel mayo del 1968. No puedo remediarlo, esta lluvia me recuerda París y también Lisboa.
Y en paralelo, lo que comprobé el 1968 y 69 en Portugal, había conflictos coloniales entre nuestro vecino ibérico y movimientos de liberación en Angola, Mozambique y Guinea-Bissau. Chicos portugueses de mi edad me contaban ante un vaso de vinho verde todas sus vicisitudes para evitar el ser llamados al servicio militar, que allí era de 24 meses, y se arriesgaban a ser enviados a combatir en las guerras coloniales, lo que podía prolongar el tiempo bajo armas hasta los cuatro años. Muchos de estos jóvenes huían de Portugal hacia España o hacia el resto del mundo, a la menor oportunidad. Yo conocí algunos en Salamanca. Hacían bien en intentar fugarse, porque estas guerras le costaron la vida a alrededor de 14.000 portugueses. Las bajas africanas se estiman como al menos diez veces mayores. Esta realidad, tan cercana a nosotros en España, merece dedicarle una entrada especial. Recomiendo al que quiera saber más sobre la colonización portuguesa y el movimiento de descolonización que lea el trabajo de Miguel Cardina y Bruno Sena Martins: “Memorias cruzadas de la guerra colonial portuguesa y las luchas de liberación africanas: del imperio a los estados poscoloniales”. [6]
Otro de los focos de violencia que sacude África y sume en el caos a millones de africanos es el de Somalia y es que, el colonialismo en Somalia tuvo un impacto devastador que dejó al país con secuelas profundas en términos de desplazamiento, explotación económica, alteración de estructuras sociales y conflictos duraderos. Dividida en tres zonas: la británica, la francesa y la italiana, las políticas coloniales y la explotación económica llevaron a desplazamientos forzados de comunidades y a conflictos entre los diversos grupos étnicos y clanes somalíes.
En la Somalia Italiana, alrededor de las ciudades de Mogadiscio y Kismayo, el sistema de explotación agraria y las políticas de asentamiento forzado contribuyeron a tensiones y rebeliones. En la Somalia Británica, alrededor de la ciudad de Berbera, los británicos adoptaron una política de control indirecto a través de líderes locales y sistemas tradicionales. Sin embargo, esta política también llevó a conflictos con los clanes somalíes y a una serie de revueltas.
Djibouti fue colonizado exclusivamente por Francia, que lo llamó Somalilandia francesa en 1896. En 1967, pasó a llamarse Territorio Francés de los Afars y los Issas antes de obtener la independencia en 1977. Francia veía Djibouti principalmente como un puerto estratégico debido a su ubicación en el Golfo de Adén, controlando una de las rutas marítimas más importantes del mundo. Djibouti se convirtió en un importante puerto de abastecimiento y punto de conexión para las rutas comerciales entre Europa, el Cuerno de África y Asia. Los franceses, como los ingleses e italianos, fomentaron las políticas de «divide et impera» para evitar que los dominados se unieran y así mantener el control sobre ellos más fácilmente. Estas políticas han sembrado un odio que aún perdura y que hace imposible la formación de estados que puedan funcionar.
Quizás el ejemplo más terrible de los resultados de esa política de división haya sido la matanza de tutsis, el genocidio llevado a cabo en Ruanda en 1994. Aquí estamos ante el más claro ejemplo de como un poder colonial deja tras de si una funesta herencia de odios y agravios que imposibilitan cualquier forma de entendimiento entre los pueblos. Ruanda estaba históricamente habitada por dos grupos principales: los hutus, que estaban en mayoría y los tutsis, una minoría importante. Aunque las diferencias entre ambos grupos no eran tan pronunciadas antes del periodo colonial, los belgas, que colonizaron Ruanda, exacerbaron esas divisiones, favoreciendo deliberadamente a los tutsis en la administración colonial, lo que generó resentimientos entre los hutus. En 1933, los belgas implementaron un sistema de carnets de identidad étnicos, en los que cada ciudadano ruandés debía identificarse como hutu, tutsi o twa. Este sistema fijó las identidades étnicas de forma permanente y oficializó una distinción que antes no era tan estricta. Una vez que alguien tenía una designación étnica en su carnet, esta no podía cambiar y se transmitía a sus hijos. Cuando los hutus tomaron el control político después de la independencia en 1962, el carnet de identidad siguió utilizándose, pero esta vez con fines opuestos: para identificar y perseguir a los tutsis. Durante el genocidio de 1994, los carnets de identidad se convirtieron en herramientas letales. Los interahamwe, las milicias hutu, y las fuerzas del gobierno utilizaban los carnets para identificar a los tutsis y ejecutarlos en los puestos de control. Entre abril y julio de 1994, entre 800.000 y 1 millón de personas; hombres, mujeres y niños, en su mayoría tutsis, murieron masacrados. También murieron hutus moderados que se oponían al régimen genocida.
¡Cuanto sufrimiento, cuanta muerte, cuanta pobreza, cuanta tristeza, cuanto odio hemos sembrado los europeos en África! No hay ningún país europeo que no haya participado en este expolio, si no como país, hay miles y miles de ciudadanos europeos que han colaborado y participado en esas terribles empresas, y siguen hoy día, como si nada hubiese pasado. A una empresa sueca de energía, Lundin Oil, se le acusa de haber contribuido a la muerte de miles de personas en Sudán del Sur debido a su participación en actividades de exploración y explotación petrolera en la región durante la guerra civil sudanesa entre 1997 y 2003. El conflicto en Sudán involucraba al gobierno central en el norte, dominado por árabes musulmanes, y a movimientos rebeldes del sur, compuesto principalmente por africanos de origen cristiano y animista. La región rica en petróleo donde Lundin Oil operaba, conocida como Bloque 5A, estaba en medio del conflicto. Se afirma que, para proteger las actividades petroleras de la empresa, el gobierno sudanés y las milicias aliadas lanzaron una campaña de desplazamiento forzado, violencia y represión contra las comunidades locales. Durante las operaciones de Lundin Oil en Sudán, se estima que miles de personas murieron y decenas de miles fueron desplazadas de sus tierras. Los críticos argumentan que Lundin Oil ignoró las advertencias sobre las violaciones de derechos humanos que estaban ocurriendo en torno a sus concesiones petroleras. En 2010, una investigación liderada por el gobierno sueco fue iniciada, y algunos de los altos directivos de la empresa, como Ian Lundin y Alex Schneiter, han sido acusados de complicidad en crímenes de guerra. El caso sigue siendo objeto de investigaciones y procesos legales, aunque Lundin Oil ha negado cualquier responsabilidad directa en las muertes o en la violencia que tuvo lugar en la región. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos y diversas investigaciones han señalado el papel de las compañías extranjeras como facilitadoras indirectas del conflicto y los abusos en Sudán del Sur. En septiembre de 2023 comenzó un proceso que ha llevado al banquillo a los responsables de la empresa. Los cargos ocupan 80.000 páginas y en su preparación han tardado las instancias diez años, desde el inicio del litigio en 2013. Es el mayor proceso iniciado en Suecia y se cree que durará hasta el 2026.[7]
Con mis estudiantes participé en la campaña “Tents of Hope” en 2008. Una campaña de un año en la que intentábamos hacer conocer la crisis en Darfur, creando tiendas de campaña que son tanto obras de arte únicas como puntos focales para aprender, ayudar y establecer relaciones con el pueblo de Sudán. Congregaciones, escuelas y grupos en más de 140 ciudades pintábamos estas tiendas con imágenes de esperanza, amor, libertad, humanidad y paz para crear conciencia sobre Darfur y recaudar fondos para el alivio humanitario. El proyecto culminó en noviembre de 2008 con la «Gathering of Tents» en Washington D.C. y allí fuimos con nuestros estudiantes y nuestra carpa.[8]
Bueno, pues, ¿a quien le puede extrañar que haya gente en África que esté dispuesta a arriesgar la vida por dejar su tierra? A diario, son miles los que lo intentan, algunos los que lo consiguen y muchos los que perecen en el intento. El Océano Atlántico y el mar Mediterráneo se están convirtiendo en fosas comunes para miles de personas cuyo único crimen ha sido el querer alcanzar una vida digna. La solución no es abrir las fronteras de par en par. África necesita a su gente, a sus jóvenes, a sus cerebros y a sus emprendedores, pero tenemos que construir un mundo de relaciones comerciales justas y debemos prestar ayuda, para que esos pueblos, que han sido explotados y humillados por nosotros, puedan alcanzar un desarrollo suficiente. Recordemos que nuestro bienestar se fundó con las ganancias de un comercio inmoral y cruel. Abajo, la herencia envenenada de los colonizadores. Abajo una foto de Joao, un cultivador en Cabo Verde por Manuel Fernández-Martos.
[3] La Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), tuvo lugar en Ginebra, Suiza, del 23 de marzo al 16 de junio de 19641. Esta conferencia fue crucial para el desarrollo del concepto de comercio justo.
Lunes, día gris, al fin, diría yo, que este sol que hemos tenido y este calor, no eran normales. Pero, tampoco hay que lamentarse mucho. Hemos disfrutado de lo lindo, con estos días casi mediterráneos. El otoño llegará sin duda y recordaremos estos días soleados de septiembre con añoranza. Calor, calor, el que pasé yo en Gambia, y eso que yo había pasado un mediodía de junio esperando a entrar en la mezquita de Córdoba en 1965, que nunca se me olvidará. Pero ese calor africano era otra cosa. No sé, si sería por la humedad o porque el viento no se movía, o por el olor del pescado que se exponía al público fuera del mercado de Bakau, yo creía que se me iban a derretir los sesos. Calor africano, los recuerdo siempre, cunado hablamos de calor, aquí en Suecia. Voy caminando, todavía en mangas de camisa, aunque el cielo está cubierto por una capa de nubes ligeras, que medio amenazan con algo de lluvia, pensando en África. Recuerdo la primera vez que me acerque a ese gran continente tan poco conocido, camino de Cádiz, viendo aparecer la cadena montañosa del Rif a menos de la distancia que separa Lund de Malmö. Tan cerca pero tan lejos.
Pienso que este continente sigue siendo desconocido para la mayor parte de los españoles y los europeos en general. Parece que nuestro interés ha sido siempre principalmente económico, aunque, el norte de África fue durante siglos una parte importante del imperio romano. Ese sentimiento de pertenencia, quedó borrado, creo yo por el susto que le dieron a la Europa cristiana las huestes ecuestres que expandían su nueva fe, desde la Meca a Poitier en el norte y a Talas en el este. Y más al sur del Magreb, tras el árido Sahara, el África negra, tan desconocida y, para mí, tan sugerente. Aquí en Suecia había poco conocimiento sobre África, en gran parte por la poca presencia sueca en la “conquista de África”[1], pero indirectamente, llegaban noticias de allí por diferentes caminos. Los peregrinos y viajantes podían contar que en Europa, había esclavos negros pero, inexplicablemente o quizás no, es imposible encontrar alguien en Suecia que se opusiera a esa esclavitud, hasta bien metidos en el siglo XIX. Los escandinavos en general y los suecos por descontado hicieron muy buenos negocios con la trata de esclavos. Puedo leer este pasaje en una moción enviada al parlamento sueco en 2001 por parlamentarios pertenecientes al partido de izquierda Vänsterpartiet. El relato empieza con explicar la brutalidad de los daneses y las fuentes están hoy en día abiertas para el que las quiera leer[2]:
«Las Islas Vírgenes fueron, desde el siglo XVII hasta principios del siglo XX, una colonia danesa. Durante este período danés, Saint Thomas y las Islas Vírgenes fueron un centro del comercio de esclavos en el mar Caribe. Durante el período 1733–1802, los daneses importaron 123.000 esclavos desde África. Los daneses mostraron una gran crueldad hacia las personas esclavizadas. En el año 1685, el gobernador danés en Saint Thomas comenzó a castigar a los esclavos insertando un largo poste en el ano del esclavo, de manera que el desafortunado quedaba empalado en el poste. El poste se erigía y se clavaba en la tierra. Allí quedaba colgado el esclavo bajo el sol hasta que llegaba la muerte. En 1733, el gobernador danés introdujo una legislación que regulaba en detalle el castigo a los esclavos. Esta ley de esclavos contenía disposiciones bárbaras. Por ejemplo, un líder señalado de esclavos fugitivos debía ser quemado tres veces con hierro al rojo vivo y luego ahorcado.»
También hubo traficantes de esclavos suecos en la colonia sueca de Saint-Barthélemy, una isla que no está muy lejos de Saint Thomas. Aquí, el rey Gustavo III a finales del siglo XVIII, entró con gran entusiasmo en la organización del comercio de esclavos sueco en las Indias Occidentales. Había soñado durante mucho tiempo con un imperio colonial sueco, envidiando al vecino país Dinamarca, que había conseguido grandes ganancias con su comercio de esclavos en sus islas de las Indias Occidentales. El rey sueco, en colaboración con un grupo de empresarios y burócratas del gobierno, creó una sociedad anónima para el comercio de esclavos en el mar Caribe. Estableció un impuesto especial sobre los esclavos negros y organizó expediciones esclavistas a África, además de introducir una legislación sueca sobre esclavitud. La política de Gustavo III a menudo encontró críticas desde diversos sectores de la sociedad
Inició negociaciones con el rey de Francia para obtener una isla en las Indias Occidentales, al poder ser Tobago, Guadalupe o Saint Martin, pero, el rey francés no estaba por la labor, y optó por ceder la isla más insignificante, Saint-Barthélemy, en las Indias Occidentales francesas. El 1 de julio de 1784, se firmó una convención que establecía que el rey francés cedía la isla de Saint-Barthélemy a Suecia, a cambio de la libertad de comercio con la ciudad sueca de Gotemburgo. Saint-Barthélemy era una isla pobre, poco más de 30 km2. En el momento de la toma de posesión sueca de la isla, vivían allí 739 personas, de las cuales 281 eran esclavos. La idea era hacer Saint-Barthélemy un puerto libre, con lo cual se esperaba hacer grandes fortunas mediante el tráfico y comercio de esclavos. A la Compañía Sueca de las Indias Occidentales se le otorgó el derecho por parte del rey sueco de comerciar esclavos entre África Occidental y las Indias Occidentales.
Hay poco material sobre los poco menos cien años de posesión sueca de la isla, aunque tenemos estadísticas oficiales.[3] Es bastante extraño que solo haya dos tesis doctorales escritas sobre el periodo sueco en la isla, pienso yo, el primero de 1888 y el segundo de 1951. En la actualidad, no obstante, existe algo de investigación sobre el tema.[4] En 1877 se celebró un referéndum en la isla, donde todos, excepto uno, votaron a favor de que volviera a pertenecer a Francia. El 16 de marzo de 1878, la isla fue devuelta a Francia, que pagó una compensación por las propiedades suecas en Saint-Barthélemy.
Lo que sí se puede constatar es que el rey sueco otorgó a la Compañía de las Indias Occidentales el derecho de comprar esclavos en África Occidental y usar Saint-Barthélemy como puerto libre de impuestos para su posterior exportación y que, los barcos esclavistas suecos tenían derecho a navegar bajo la bandera naval sueca cuando transportaban esclavos. También se sabe que miles de esclavos, en espera de ser exportados a La Habana, fueron almacenados de manera inhumana en barracones especiales en Saint-Barthélemy. Por último, está demostrado que Suecia no prohibió el comercio de esclavos en su colonia de las Indias Occidentales hasta 1813 y que no abolió la esclavitud hasta 1847, mucho después de que los estados del norte de los EE.UU. lo hubieran prohibido, e Inglaterra lo hiciera catorce años antes que Suecia.
En Le Livre du Capitalisme, Philippe Paraire escribe: » El beneficio per cápita del comercio de esclavos fue diez veces mayor en los países nórdicos que, por ejemplo, en Francia. Los holandeses hicieron de las expediciones de transporte de esclavos un negocio rentable, al igual que los daneses y los suecos. La adaptación de la ventilación, el baño sistemático de los esclavos, así como mejores raciones de alimentos y barcos más rápidos hicieron que la tasa de mortalidad de los esclavos cayera por debajo del 10%, mientras que en los barcos miserables de los aventureros franceses, portugueses e ingleses, la tasa de mortalidad podía alcanzar el 50%.»
No es de extrañar que la percepción de África y de los africanos, sea tan errónea y negativa. Todos los países occidentales tenemos una herencia esclavista que parece que forma parte de nuestros genes. Veo toda esa gente que, sin saber por qué, prejuzga a los africanos como salvajes o al menos como menos inteligentes, desorganizados y sucios. No es que todos los que piensan así lo digan a los cuatro vientos, pero se nota fácilmente cuando viene la ocasión. A mí, personalmente, me llegó la ocasión cuando invité a un colega africano a una estancia en nuestro instituto, dentro de un programa internacional de intercambios con África. Mi colega, Andrew, venía de Zambia. Era profesor de historia, escritor y estaba muy interesado en las relaciones internacionales. Yo figuraba como anfitrión y era responsable de organizar su estancia, tanto en el instituto como todos los detalles de su alojamiento etc. èl iba a permanecer siete meses con nosotros y yo me puse manos a la obra con mucha antelación, porque sé lo difícil que es encontrar acomodación en nuestra ciudad. Siempre he tenido algunos profesores visitantes en diferentes programas europeos, pero era la primera vez que recibía a un africano. Nunca, anteriormente, había tenido problemas para encontrar alojamiento para los profesores visitantes. Yo, desgraciadamente, no tenía en aquellos tiempos sitio disponible en mi hogar, con dos pequeños y de mudanza, así que tuve que recurrir a los colegas. Normalmente, mandaba un correo a todos y siempre encontraba alojamiento en el mismo día. En el caso de Andrew, eso no sucedió. Me dirigí a la universidad, a la comuna; nada, nadie respondió. Al fin encontré un particular que estaba dispuesta a recibir a este colega mío. Me presenté con él para hacer el contrato y, la señora, con ojos como platos, nos dijo, que se había equivocado y que la habitación ya estaba apalabrada a un estudiante (blanco, pensé). Con mucha persuasión, conseguí al fin encontrar un lugar para mi colega, en casa de una profesora de otro instituto, que me dijo que se podía hacer cargo de Andrew un par de meses, hasta que yo encontrase otro lugar apropiado. Lo encontré, en casa de otro colega, gracias a que tuve suerte, pero, quedó claro, que el color importa.
Yo me preguntaba, ¿qué pensaban y piensan mis estudiantes de África? Les pedí que escribiesen unas líneas de lo que ellos creían que era el África subsahariana. Y esto es lo que pude juntar: Un continente atrasado, pobre, con un clima insalubre, desorganizado, brutal, misógino, peligroso, origen de enfermedades terribles, sobrepoblado, inhóspito. Por suerte alguno escribió también que era un continente explotado por los países occidentales, que tenían la culpa de muchos de sus males. Nos queda a todos mucho por hacer, para dar a conocer lo que verdaderamente es África, con sus luces y sus sombras, un continente desconocido para casi todos. A veces pienso que esa actitud de no querer conocer nada sobre África, no es más que una forma de no querer ver la realidad. Preferimos hacer como si no supiéramos que muchos de los monumentos que contemplamos con entusiasmo, cuando visitamos cualquier capital europea, se han levantado con medios extraídos de los beneficios que la trata de esclavos y su utilización para fines económicos, les permitía. Podíamos empezar por Bruselas, donde todavía se exponen monumentos dedicados a Leopoldo II, el rey que recibió en la conferencia de Berlín un territorio que abarcaba más de 85 veces el territorio de su reino de Bélgica, para, supuestamente implantar una organización filantrópica que, al dispararse la demanda de caucho a partir de la década de 1890, se convirtió en una maldición para la población del Congo. Para facilitar la extracción y exportación de caucho, todas las tierras vacantes en el Congo fueron nacionalizadas, y la mayor parte se distribuyó a empresas privadas como concesiones. Algunas tierras fueron mantenidas por el Estado. Entre 1891 y 1906, se permitió a las empresas explotar libremente las concesiones, lo que resultó en el uso de trabajo forzado y coerción violenta para recolectar el caucho de manera barata y maximizar las ganancias. La fuerza militar del Estado Libre del Congo, la Force Publique,en la que participaban suecos, entre otros, hizo cumplir las políticas laborales. Los trabajadores que se negaban a participar en la recolección de caucho podían ser asesinados y aldeas enteras arrasadas. De esto hay muchas fuentes fidedignas, tanto escritas como graficas.
En Barcelona y en toda Cataluña hay muchas muestras de lo enriquecedoras que las practicas negreras pudieron ser en su tiempo. No hay más que fijarse en Artur Mas, que acostumbraba a presumir de bisabuelo marinero. Pero no solía hablar de su tatarabuelo, Joan Mas Roig, el capitán del falucho Pepito, que en 1844 llevó a 825 esclavos africanos de la costa africana al Brasil. Un viaje finaciado por Mariano Serra, el suegro de Dorotea de Chopitea, una burguesa barcelonesa que quieren beatificar por las obras de caridad realizadas, con el dinero heredado de su suegro, ganado con la sangre de los negros. Y así se llega a la pregunta: ¿De dónde salió el capital para industrializar Cataluña? Sin ánimo de tener toda la respuesta en mi mano, puedo constatar desde ya, que la repatriación de capitales desde América tuvo un papel clave en el desarrollo catalán de la segunda mitad del XIX, o que el sector económico que permitía una mayor acumulación a corto plazo era, justamente, el tráfico de esclavos. Este capital se encuentra en la banca, en el sector inmobiliario, en las viviendas de las Ramblas el Eixample barcelonés, en las viviendas burguesas del Eixample, hasta el palacio de Savassona, la sede del Ateneu Barcelonès, donde suelo ir cuando estoy en la ciudad. Esta historia se empezó a contar no hace mucho por Jordi Maluquer de Motes en su trabajo “ La burgesia catalana i l’esclavitud colonial: modes de producció i pràctica política”, 1974, y por y de Josep Maria Fradera, principalmente en su trabajo “La participació catalana en el tràfic d’esclaus (1789-1845)”, en Recerques, 16, 1984, pero más recientemente, en 2017, se le ha dado aún más vida a este relato con la publicación de “Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (siglos XVI-XIX)” de Martín Rodrigo y Alharilla y Lizbeth J. Chaviano Pérez. En Cataluña como en el resto de España o Suecia, por comparar, es siempre muy difícil encontrar fuentes primarias del tráfico de esclavos. El hecho de que la familia Goytisolo y comillas hayan conservado documentación es una pieza en un puzle que hay que completar con fuentes externas, principalmente con archivos de Cuba[5] y de Gran Bretaña[6]. La documentación existe y está ahí, para quien la quiera usar.
Estas son historias que hay que contar. También debemos contar la historia de la Guinea Ecuatorial española, cedida por Portugal por los tratados de 1777-1778, para, según se decía, civilizar y cristianizar su población pero que, con el tiempo se descubrieron recursos valiosos como la madera y productos agrícolas, como el cacao y el café, que se convirtieron en los principales productos de exportación. Es interesante este pequeño país, que tiene una extensión similar a la de Galicia, se convirtió de buen grado en una pequeña España, aunque tras la independencia en 1968, se fue distanciando, movida por los intereses de sus lideres. Poco sabido es además que, gracias a la extracción de las ricas reservas de petróleo, llego en los años 90 a alcanzar los 38.000 dólares de PIB, siendo entonces el país más rico de África per cápita, que además colocaba a la antigua colonia por delante de España, cuyo PIB per cápita rondaba entonces los 33.000. Desgraciadamente, el país no logró alcanzar una equitativa distribución de la riqueza, que se quedó en manos de una élite corrupta. Hoy es un país en crisis con una caída de su PIB en picado y una mengua creciente de la producción de crudo, sin haber encontrado otras formas de generar riqueza.
Mientras escribo, me doy cuenta que es muy difícil abarcar la historia de este enorme continente, tan heterogéneo y tan rico, que necesitaría muchos más relatos, ¡Hay tantos! Los que conocemos algo de África, debemos contar esa historia. El racismo condenó a sus habitantes a, durante décadas, hacer los trabajos duros que ningún europeo querría hacer. A los africanos se les denegó la educación hasta el punto que, cuando estas naciones se independizaron en los años 60 y 70, se encontraron sin élites propias, que pudieran desarrollar el país. Los mejor formados eran los militares y fueron los que poco a poco se fueron haciendo con el poder. Baste con saber, por ejemplo que, en el momento de la independencia de Uganda en 1962, solo había 50 médicos negros y casi ningún ingeniero o que las élites locales aún no habían comenzado sus estudios en la universidad de Makerere, que no fue independiente hasta el 1970. Es importante destacar que las ordenes religiosas y las distintas iglesias anglicanas y protestantes, en su afán por monopolizar las almas de los africanos, hicieron mucho por educarles. En realidad las primeras élites africanas estaban educadas en las misiones. Lo dejo aquí, por el momento, pero regresaré a la historia de África en alguna próxima entrada.
[1] En el siglo XVII, durante siete años, 1650-1657, Suecia tuvo una breve incursión colonial en África occidental con la Colonia de Cabo Corso (en la actual Ghana). Aunque la colonia no tuvo un impacto duradero, ya que se la arrebató Dinamarca, mucho más activa en el comercio de esclavos, que a su vez la tuvo que ceder a los holandeses en 1660, para ya en 1664 pasar a los ingleses. Cabo Corso se convirtió más tarde en uno de los principales centros británicos en la Costa del Oro, y fue utilizado para el comercio de esclavos, oro y otros recursos valiosos. Con el tiempo, los británicos expandieron su control sobre otras fortalezas a lo largo de la costa. La región de la Costa del Oro permaneció bajo control británico hasta el siglo XX, cuando se convirtió en parte de la colonia británica de la Costa del Oro, que eventualmente se independizó en 1957 como el país de Ghana. El castillo construido por los africanos bajo dominio sueco, Carolusborg, es la huella que dejó el paso de Suecia por la historia colonial africana.
[4] Fredrik Thomasson, investigador en la institución de historia de Uppsala, comenzó a estudiar los procesos judiciales en la isla en 2013 y escribió el libro Black S:t Barthélemy 2022, que tuvo mucha repercusión en su momento, pero que quedó rápidamente olvidado.
Hoy es domingo. Salgo a correr. Estoy tratando de entrenarme para esa famosa media maratón del 15 de junio del año que viene. Diréis que queda mucho tiempo para entrenar, pero yo empiezo a sentir una sensación extraña, como si fuera dentro de una semana, y me obligo a salir. Corriendo me vienen muchas ideas a la cabeza. No sé si será porque el mejor riego sanguíneo me lo permite, o si será porque la monotonía del esfuerzo repetido deja volar los pensamientos, como al azar. Sea lo que sea, me viene a la mente un dia de octubre de 1979, cuando yo, ya metido en el mundo de las carreras por segunda vez, voy corriendo un cros en Helsingborg, en una pista que me viene muy mal para mi estilo de correr, con subidas y bajadas cortas, curvas cerradas entre árboles y un suelo lleno de raíces y piedras, que obliga a correr mirando todo el tiempo donde se pisa.
Yo había ya soltado a los tres primeros llegando al kilómetro cinco, pero no descartaba poder alcanzarles en una subida muy prolongada que yo sabía vendría un poco más adelante. Pero, en el silencio del bosque, a penas roto por mi respiración jadeante, pude distinguir unos pasos ligeros que me seguían muy de cerca. No podía mirar hacia atrás por miedo a caerme y la sinuosidad del camino no me dejaba respiro para hacer cualquier otra maniobra. Por la frecuencia y la ligereza de los pasos y la falta de sonidos de respiración forzada o jadeos, llegue a pensar que se trataba de alguien muy bien entrenado. Yo me preguntaba por qué no me pasaba de largo, pues parecía que podría hacerlo sin mucho esfuerzo; yo iba a la máxima velocidad que mis piernas me permitían. Pero no me pasaba, me seguía muy de cerca. Yo sentía sus pasos y me esforzaba para tratar de dejarle atrás, aunque comprendía que no podría hacerlo.
Al fin nos acercamos a la meta. Ante nosotros se abría una ancha y larga pista de césped corto que invitaba a acelerar el paso. Yo traté de hacerlo. Vi como los tres primeros rompían el grupo y, por un momento, pensé que podía alcanzar al tercero, que se quedaba un poco rezagado, pero, de pronto, vi por el rabillo del ojo como un hombre muy delgado me pasaba, comprendí que era el que me había estado siguiendo todo el tiempo. Yo traté de ponérselo difícil y juntos alcanzamos al tercero y le dejamos atrás, pero en los últimos cien metros, mi seguidor aceleró de tal manera, que parecía que yo me había quedado completamente quieto. El llegó el tercero. Yo llegué cuarto y tarde bastante en recuperarme. Cuando lo hice, me acerqué a felicitar al que tan claramente me había vencido. Le tendí la mano y le pregunté – “¿Por qué no me pasaste antes?” Y el me miró sonriente y me dijo – “Creía que eras inglés y yo no puedo dejar que me gane un inglés. Lo importante hoy no era ganar la carrera sino ganarte a ti.” No pude evitar una carcajada bastante ruidosa. Me hacía gracia eso de que me seguía, para estar seguro de que me ganaría, creyendo que yo era inglés. La verdad es que este hombre de tez morena y pelo negrísimo parecía tener unas condiciones extremamente buenas para correr. Supe que su nombre era Mohammed Nagy.
Por esas cosas de la vida, me volví a encontrar con Mohammed el siguiente año en unos campeonatos de 25 000, que era lo que se corría antes de que se empezase a correr la media maratón en campeonatos. Corrimos los dos, codo con codo toda la carrera, en un grupo de unos diez corredores. Al final quedamos los dos allí delate y yo pensé que pasaría como la vez anterior, y esperaba que él acelerase y me dejase atrás. Pensé ponérselo difícil y, para mi gran sorpresa, no trató de seguirme. Ni siquiera llegó segundo, le pasaron tres corredores, pero él llegó con una gran sonrisa. Ese día hablamos mucho mientras esperábamos la entrega de premios. Él me contó su historia, que podía ser la historia de todo un pueblo.
Para no dejarme nada en el tintero, comienzo mi relato a principios del siglo XVIII, con la fundación de la Compañía Británica de las Indias Orientales en 1600, que recibió un estatuto real de la reina Isabel I para comerciar con Asia. Inicialmente, su objetivo era competir con otras potencias europeas como Portugal y los Países Bajos en el lucrativo comercio de especias y textiles. Los británicos establecieron sus primeros puestos comerciales en las ciudades portuarias de la India, como Surat, Bombay, Madrás y Calcuta. Justo como habían pensado inicialmente, la Compañía Británica de las Indias Orientales se enfrentó a otras potencias europeas, y en particular a los franceses. La Guerra de los Siete Años 1756-1763 fue crucial para la expansión británica en India. En 1757, después de la Batalla de Plassey, Robert Clive, al frente de las fuerzas británicas, derrotó a las tropas del Nawab de Bengala y a sus aliados franceses, y de ahí en adelante, los británicos toman las riendas de todo el continente, controlando funciones específicas, como la recaudación de impuestos en Bengala y comenzaron a expandir su influencia en otras partes de la India. Adoptaron una política de «divide y vencerás», aprovechando las tensiones entre los distintos reinos locales y los estados principescos indios, que estaban divididos entre sí. Con alianzas estratégicas, sobornos y acuerdos comerciales, los británicos fueron ganado poder paulatinamente sobre grandes territorios. El Acta de Gobierno de la India de 1833 consolidó el control británico, y la Compañía comenzó a actuar más como un ente gobernante que como una corporación comercial. Los británicos impusieron su sistema legal, fiscal y administrativo en las áreas que dominaban. Toda la actividad se desarrollaba de forma privada, con ejércitos privados, en gran manera, como una empresa cualquiera, con el respaldo del estado británico.
El gran punto de inflexión ocurrió con la Rebelión de 1857, también conocida como el Motín de los Cipayos. Fue una revuelta contra la Compañía Británica de las Indias Orientales por parte de soldados indios, los cipayos, que rápidamente se extendió a diferentes regiones de la India. Aunque fue sofocada, la rebelión convenció a los británicos de que la Compañía no podía seguir gobernando India de manera efectiva. Como resultado, en 1858, el control directo de la India fue transferido a la Corona Británica, marcando el comienzo del Raj Británico, un período de gobierno directo bajo la incombustible reina Victoria, convertida así en emperadora de la India. Durante el Raj, la India fue gobernada como una colonia británica con un sistema de administración centralizado. Los británicos introdujeron reformas legales, infraestructura moderna, como el ferrocarril y el telégrafo, pero también explotaron los recursos del país y usaron mano dura con todo aquel que osaba oponerse al sistema. No se entiende la dominación inglesa sin tener en cuenta las divisiones internas entre los diferentes reinos y principados y las diferencias religiosas. Una de las cosas que al fin lograron unir a la India fue la trasmisión del idioma inglés que, junto con la debilitación del imperio en las guerras europeas, llevó finalmente a que el movimiento de resistencia a la dominación británica creciera, liderado por figuras como Mahatma Gandhi, hasta lograr la independencia 1947, tras casi 200 años de control británico.
Esta es la historia en trazos muy gruesos, pero yo quiero exponer la razón de Mohammed Nagy para sentir ese deseo de ganarles a los ingleses, que le llevó a seguirme con tanta saña. Para eso, hay que conocer la forma en que Gran Bretaña expandía su poder por el mundo. En este caso, específicamente por África, que era un continente inmenso, difícil de abarcar y controlar. En sus colonias africanas, los británicos, utilizaron a los indios, principalmente como trabajadores y soldados, para poder consolidar y mantener su control en la zona. La inmigración de los indios a colonias africanas comenzó a mediados del siglo XIX y continuó durante gran parte del período colonial. Uno de los principales roles que los indios jugaron en África fue como trabajadores contratados, o «coolies», en proyectos de infraestructura masivos, especialmente en la construcción del ferrocarril de Uganda. En la década de 1890, los británicos reclutaron a miles de trabajadores indios para trabajar en esta línea ferroviaria que conectaba Mombasa, en la actual Kenia, con el interior del continente, facilitando el control británico sobre la región. Los indios trabajaban en condiciones extremadamente difíciles, enfrentando enfermedades, ataques de animales y el clima tropical hostil. Muchos murieron durante la construcción del ferrocarril, pero aquellos que sobrevivieron fueron esenciales para completar el proyecto. Los indios también fueron traídos por los británicos para establecerse en roles comerciales y empresariales en África, particularmente en África Oriental Británica, actual Kenia y Uganda, así como en Sudáfrica. Estos indios, muchos de los cuales eran de las comunidades gujarati y punjabí, se convirtieron en una clase empresarial intermedia, gestionando comercios, tiendas y redes de distribución, tanto para productos locales como importados desde India y Gran Bretaña.
Los británicos también utilizaron a los indios como soldados en sus ejércitos coloniales en África. Los cipayos o soldados indios fueron desplegados en muchas partes del continente, sirviendo para mantener el orden en las colonias y suprimir revueltas locales, así como para defender los intereses británicos en conflictos regionales. Los soldados indios participaron en varias campañas militares en África, como la Rebelión Maji Maji en el África Oriental Alemana y las campañas británicas en Sudán y Sudáfrica durante la Guerra Anglo-Zulú y la Guerra de los Bóeres. Los británicos veían a los soldados indios como leales y disciplinados, lo que les permitió evitar la movilización de soldados británicos en masa para estas campañas. También utilizaban a los indios para minimizar el riesgo de rebeliones locales al desplegar tropas extranjeras en lugar de africanos nativos.
Algunos indios también fueron empleados en la administración colonial, especialmente en roles de oficina o como subordinados en el sistema burocrático. En muchas de las colonias británicas en África, como en Kenia, Uganda y Tanzania, los británicos reclutaron a indios para roles administrativos debido a su educación y familiaridad con el sistema británico. Los indios también eran vistos como más adaptables a la burocracia colonial que los africanos, a quienes los británicos consideraban menos capacitados para esas funciones. Esta inmigración de indios a las colonias africanas generó tensiones con las comunidades africanas locales. En particular, los indios, al ocupar puestos comerciales y administrativos, fueron vistos como una clase intermedia privilegiada entre los colonizadores británicos y los africanos nativos, y generó resentimientos, que estallarían en los años 60 y 70 con motivo la independencia de los nuevos estados africanos. Además, el sistema colonial británico solía mantener divisiones raciales estrictas, y aunque los indios tenían más derechos y privilegios que los africanos, estaban por debajo de los europeos en la jerarquía social. [1]
Y así llegamos, tras este pequeño viaje por la historia, al relato que mi nuevo amigo Mohammed comenzó ese día y siguió en muchas ocasiones, cada vez que nos veíamos con motivo de alguna carrera. Con motivo de la carrera de maratón de Örebro, viajamos en mi coche y compartimos habitación en el hotel de Örebro, y aquí, antes y después de la carrera, me contó toda su epopeya. Regresemos a la historia, la historia reciente de África y sobre todo la historia de Uganda. Este país africano alcanzó su independencia del Reino Unido el 9 de octubre de 1962, en un proceso de independencia relativamente pacífico. El país adoptó una monarquía constitucional, con el Kabaka de Buganda, Edward Mutesa II, como rey ceremonial, y Milton Obote, líder del Congreso del Pueblo de Uganda como primer ministro.La política inicial estuvo marcada por una alianza entre el UPC de Obote y el partido Kabaka Yekka que representaba los intereses del reino de Buganda. Esta alianza permitió que Obote formara un gobierno estable, pero las tensiones entre el gobierno central y Buganda pronto comenzaron a escalar. Los problemas de la política ugandesa eran los comunes de otros estados surgidos del declive de las metrópolis coloniales y tienen mucho que ver con las fronteras arbitrarias que las potencias coloniales trazaron a finales del siglo XIX, sin tomar en cuenta la existencia de etnias y territorios específicos, partidos entre entidades inventadas o trazadas según los intereses de los colonizadores. Y así, el 25 de enero de 1971, mientras Milton Obote asistía a una cumbre de la Commonwealth en Singapur, Idi Amin, un sargento en la milicia colonial, que había ascendido a general jefe del ejército de la Uganda independiente, aprovechó la oportunidad para lanzar un golpe de Estado militar y tomar el control del gobierno. Amin justificó el golpe acusando a Obote de planear eliminar a los altos mandos militares y de estar detrás de la corrupción en el país. El golpe fue bien recibido por una parte significativa de la población ugandesa, que estaba descontenta con el gobierno autoritario de Obote y las crecientes tensiones económicas.
Pero, aquí viene el problema de mi amigo Mohammed, en Uganda en 1971, había aproximadamente 80,000 personas de origen indio viviendo en el país. La mayoría de ellos eran descendientes de los trabajadores indios que los británicos habían traído durante la construcción del Ferrocarril de Uganda y que luego se establecieron en el país como comerciantes, empresarios y profesionales. Los indios controlaban una parte significativa del comercio y la economía de Uganda, particularmente en sectores como el comercio minorista, la banca y la manufactura. Esta influencia económica generó resentimiento entre algunos ugandeses africanos, y Idi Amin explotó verdaderamente este sentimiento. Así, en agosto de 1972, Amin ordenó la expulsión masiva de la comunidad india de Uganda, una medida que tuvo profundas consecuencias económicas, sociales y políticas para el país. La noticia pilló a los indios de Uganda completamente desprevenidos. Mohammed era un joven estudiante y atleta, muy “moderno” y muy internacional. De un día a otro cambió su vida completamente. Ese día fue el 4 de agosto de 1972, cuando Idi Amin anunció en un discurso que estaba dando a los indios un plazo de 90 días para abandonar Uganda. Según Amin, los indios habían «saboteado» la economía y «explotado» a los ugandeses, acusándolos de no haberse integrado y de mantener una actitud de superioridad sobre la población africana. Llego a expulsar a alrededor de 60,000 indios, la mayoría de los cuales conservaban la nacionalidad británica o no habían conseguido la nacionalidad ugandesa. Esta decisión fue devastadora para la economía de Uganda, ya que los indios jugaban un papel crucial en el comercio y la industria.
Mohammed Nagy se había preparado durante años para participar en la olimpiada de Múnich. Se había calificado para participar en la prueba de 5000m, logrando la mínima exigida, que era 13 minutos y 38 segundos. Mohamed había hecho 13.35 y estaba ya listo para partir, cuando le comunicaron que estaba fuera de la selección. Los indios expulsados se reasentaron principalmente en el Reino Unido, Canadá, India y otros países. Mohammed se fue a Suecia, donde conocía a algunos corredores de fondo y entrenadores y así llegó a Helsingborg y al club que representaba. Aunque intentó seguir con el atletismo, perdió la concentración y su vida quedó bastante dañada, pensando que había perdido la oportunidad de su vida. Participó en un campeonato nacional de maratón, aquí en Suecia y no logró ganarlo. Perdió la confianza y empezó a trasnochar y a beber más de la cuenta, pero seguía corriendo y, gracias a su capacidad, podía competir con los mejores. Cuando yo le conocí, ya estaba en claro declive y fue gracias a mí que lo intentó de nuevo, ya metido en los cuarenta. Me dijo – “Martín, yo te voy a ayudar a que hagas una buena marca en el maratón de Örebro. ¡Confía en mí!” – Y así llegamos a Örebro y despues de desayunar, nos fuimos a recoger los dorsales. En la oficina nos encontramos con Kjell- Erik Ståhl y Tommy Persson, los dos grandes corredores de maratón suecos en aquellos momentos. Sabíamos ya, desde la salida, que iba a ser una carrera muy dura. Y empezó a llover, o mejor a diluviar.
Mohammed sonreía y trataba de darme confianza. Yo me puse en la segunda fila, para no dejarme llevar por los que siempre salen disparados, como si se tratase de cien metros. Ya sé lo que es un maratón y no merece la pena quemarse en la salida. Mohammed siempre a mi lado y, al pistoletazo se me pone delante y yo le sigo. Voy con los ojos fijos en su camiseta azul, no pienso perderle de vista, y me esfuerzo por seguirle, hasta cuando parece que voy excediendo mi capacidad. Yo confío en Mohammed y el sigue, sin preocuparse de la creciente lluvia. Pasan los kilómetros, el para en los puestos de reposición de agua y coje una botella extra para mí que me la va proporcionando. Parece que va tan sobrado de fuerza que puede ayudarme todo el tiempo. De pronto, a los 30 kilómetros, desaparece. ¡Horror, no veo la camiseta azul! Miro atrás y, nada, no está, ni atrás ni adelante. Ha desaparecido. Yo voy corriendo y pensando que tengo que seguir y tratar de mantener el mismo ritmo solo. Parece que lo consigo. Oigo los altavoces que van anunciando nuestra llegada. Oigo que Tommy llega primero, ganando al cuarto del mundo, Kjell-Erik. Oigo alguno más. Ya veo la meta. Acelero todo lo que puedo. Pienso que, en cualquier momento Mohammed me alcanzará, pero no lo hace. Llego a la meta entre aplausos, en 2 horas y 32 minutos, marca personal. Y, de pronto, oigo un tremendo alboroto entre el público. A lo lejos se ve la figura de un corredor vestido de azul, que va pasando uno tras otro a una velocidad inverosímil para ser el final de un maratón. Y, llega a la meta, sonriente, como de costumbre y apenas jadeante. – “¿Qué pasó?” – le dije. Pensaba que se había caído o, yo que sé, qué pensaba, y el me dijo, como quién no cree la cosa: – “Me dieron ganas de fumar, y me quede fumando un cigarrillo con un chaval que estaba mirando la carrera y que también me invitó a una cerveza, muy buena, por cierto. Pensé que te alcanzaría. Has corrido muy bien.” – y, ¿qué se puede decir a eso? Recogí mi premio y nos fuimos de vuelta al hotel, a recoger las maletas y regresamos a Escania en mi coche, yo callado, él hablando todo el camino, como si nada.
Yo hablé ayer de los chinos y de su situación actual, en el mundo y, naturalmente en Suecia. Me dí cuenta ayer, cuando fui a mi casita en la ciudad jardín, que el jardín colindante al mío acaba de ser adquirido por un señor que lleva el nombre de Hua Luong, así que tengo vecinos chinos por todas partes. Bienvenidos sean. Pero hoy se trataba de los indios, hindúes o musulmanes, ciudadanos de la India, de Pakistán o de cualquier antigua colonia británica, que ahora vienen a nuestros países. Los que conocéis Barcelona, sabéis que, todas las tiendas de suvenires están controladas por indios. Lo mismo ocurre en Estocolmo o en Madrid. En Suecia vivían en 2023[2] 58.094 personas procedentes de la India y 28.614 procedentes de Pakistán y 13.987 personas procedentes de Bangladés. Son casi 100.000 indios. Una población que se ha quintuplicado en el caso de los indios y que es ocho veces mayor en el caso de Pakistán, partiendo de los datos del año 2000.
La mayoría de los inmigrantes indios y pakistaníes en Suecia trabajan en el sector de tecnología de la información y la ingeniería. Suecia es un centro tecnológico importante en Europa, con empresas como Ericsson, Spotify, y otras startups tecnológicas, lo que atrae a profesionales altamente cualificados de India y Pakistán, especialmente en áreas como desarrollo de software, gestión de proyectos y consultoría técnica. También hay un número considerable de personas de origen indio y pakistaní que se dedica a profesiones en el sector sanitario, como médicos, enfermeros, farmacéuticos y dentistas. Aquí hemos tenido una escasez de personal médico en las últimas décadas, lo que ha llevado a la contratación de profesionales de la salud de varios países, incluidos India y Pakistán, sin olvidarnos de España, ¡eh! Que España está muy bien representada aquí, entre el personal de la salud. Indios, pakistaníes y ciudadanos bangladesíes, de etnia india, están también muy bien representados en la academia, como profesores, catedráticos, doctorandos y estudiantes. También hay tenderos y existen los restaurantes indios, pero son una minoría los ciudadanos que trabajan en estas áreas del comercio. En mi tienda favorita, dónde yo habitualmente hago todas mis compras de a diario, veo siempre una gran cantidad de clientes indios/pakistaníes y chinos. Si no están en mayoría, creo que se aproximan a la mitad de los clientes. Español se escucha por toda la tienda a cualquier hora. Ya explicaré lo de los españoles en otra entrada.
Y, mirando al futuro, veo como Asia comienza a revertir la ola migratoria; la que llevó a los europeos a Asia, ahora regresa con fuerza a Europa, cambiando con el tiempo la imagen del viejo continente. Pensando un poco en profundidad, es algo normal. Ni las fronteras son naturales ni las etnias dominantes han conservado su pureza a través de los siglos. Mis nietos vivirán en un mundo completamente distinto al mío. Un mundo que se está formando poco a poco, con la lógica del desarrollo y el progreso. La pseudoraza caucásica irá cambiando, quieran o no quieran los xenófobos. Nadie podrá parar la ola. Lo que de verdad debería preocuparnos es el conseguir que los rencores históricos pasen a un segundo o tercer plano, y que podamos contribuir, con nuestro esfuerzo común, a resolver los problemas que se nos vienen encima que son: el cambio climático y el crecimiento desorbitado de la población mundial. Mañana le toca a África.
[1] Un ejemplo clave del uso de indios en África es la estancia de Mahatma Gandhi en Sudáfrica entre 1893 y 1915. Gandhi fue testigo del maltrato a los indios en Sudáfrica y comenzó su activismo contra la discriminación racial allí, organizando movimientos de resistencia no violenta, satyagraha, en defensa de los derechos de los indios.
Hoy salgo temprano a caminar. A esta hora, un sábado de septiembre, no espero encontrar a ningún vecino despierto. El silencio es completo, hasta el punto que parece que los pájaros también disfrutan de una mañana de descanso. Sin embargo, una decena de pasos de la puerta de mi casa veo a mi gato, sentado muy atento mientras contempla fijamente los movimientos de una mujer joven, asiática constato, que agachada y con movimientos lentos, se disponía a acariciarle. Al pasar por su lado me miró y me dijo en inglés – ¿es su gato? Afirmé, y me sonrió diciéndome que era un gato muy bonito y que ella se había mudado a una casa en mi barrio. Nos saludamos y yo seguí mi marcha, pensando.
Yo iba pensando en aquellos días grises de octubre, tan lejanos, cuando salíamos mis compañeros y yo, de dos en dos, portando una hucha, corriendo de un lado para otro, tratando de llegar a todos los transeúntes con nuestra alegre, inquisitiva y animadora frase: “! unas perras para los chinitos!”. Era el día del DOMUND, un día en que muchos miles de niños de entre diez a doce años, salíamos a la calle con nuestras huchas de loza esmaltada representando cabezas de chinitos o negritos, que durante el curso descansaban en el aula de los más pequeños, y que en este día salían a la calle para volver repletas de calderilla. Éramos muy insistentes y competíamos entre nosotros a ver quien regresaba con la hucha más repleta. A veces, cuando no habíamos conseguido juntar mucho dinero, íbamos a casa a que la familia y los vecinos completasen la labor. Estoy seguro que recordaréis aquellos niños y niñas que corrían para cubrir todos los viandantes, con sus pequeñas pegatinas, que pegaban en la solapa de los donantes entre risas tímidas.
“Unas perras para los chinitos”. ¡Cómo ha cambiado la vida! Hoy los chinos han sobrepasado a los estadounidenses en casi todo. Imágenes de Shanghái, una de las ciudades más modernas y cosmopolitas de Chinau , con su skyline en el distrito financiero de Pudong, con rascacielos como la Torre de Shanghai y la Torre Jin Mao, son icónicas. La innovación, se ve por todos lados con infraestructuras avanzadas, como el tren de levitación magnética que conecta el aeropuerto con la ciudad. Por no hablar de Shenzhen, la «Silicon Valley de China», siendo el centro de la industria tecnológica china y sede de empresas como Huawei y Tencent. En China hay cientos de ciudades modernas, con infraestructuras e instalaciones supermodernas, aunque no es la imagen que recibimos a diario, aquí en el mal llamado “occidente”, ¡ex oriente lux!
La imagen de China que yo tenía como colegial español, a principios de los sesenta, era la de un país pobre e ignorante, necesitado de nuestras limosnas. Teníamos una imagen muy errónea de China y de los chinos, que nos cuesta soltar. Asociamos con pobreza, falta de higiene, astucia, falsedad y peligro, ante todo peligro. Ya en la película “55 días en Pequín” producida por el, en España, conocidísimo productor estadounidense de origen ruso, Samuel Bronston, en 1963, se pronuncia una frase que suena como una premonición: «Dejen dormir a China, porque cuando despierte, el mundo temblará», frase que se ha atribuido, sin pruebas fehacientes, a Napoleón Bonaparte. Yo, en realidad, tengo mi imagen más bien de los relatos de Julio Verne y de los viajes de Marco Polo, por tanto, he estado siempre un poco fascinado por China y por los chinos.
Recuerdo los primeros estudiantes chinos que llegaron a Lund en los años 70. Venían ellos con sus “uniformes” a lo Mao y ellas con sus zapatillas, casi de bailarina, de terciopelo negro y sin tacón. Eran todos brillantes estudiantes o investigadores y no hacían ningún ruido ni casi se les notaba. En las facultades se les conocía y sus nombres empezaban a figurar en algunos artículos, también se les podía ver en la promoción de nuevos doctores, pero, en las calles, se les veía solamente pasar, camino de sus quehaceres y poco más. En los años 80 empezaron a proliferar los restaurantes chinos. Primero uno en cada ciudad o pueblo importante, luego dos o tres o más. Y, en las prendas y los objetos de hogar, los juguetes y finalmente la electrónica, figuraban las etiquetas de “Made in China”. En los 90, comenzaron a llegar chinos disidentes, y chinos emprendedores, toda clase de chinos, pero seguían siendo anónimos, casi imperceptibles. Se les juntaba una población china que había llegado a Suecia como niños adoptados[1] por padres suecos, que no podían tener hijos propios. En la década de 1990, se descubrió que en China había orfanatos de niños abarrotados con pequeñas niñas que habían sido abandonadas debido a la estricta política de un solo hijo. Los centros de adopción recibieron información sobre las terribles condiciones en los hogares infantiles chinos, donde algo más de la mitad de los niños morían durante el primer año de vida[2]. Según la tradición china, es el hijo quien lleva adelante el nombre de la familia y es responsable del sustento de los padres ancianos. Esta actitud, junto con la política de un solo hijo, llevó a que se abandonaran a las primeras hijas nacidas con la esperanza de que el siguiente hijo fuera un varón. Con la llegada del nuevo siglo, y especialmente a partir de la década de 2020, la presencia china ha aumentado considerablemente con personas que están involucradas en el comercio y los negocios. Han establecido y administran empresas en sectores como restaurantes, tiendas, y servicios especializados. También hay empresarios chinos que han invertido en empresas suecas o han establecido joint ventures, la más importante de ellas Northvolt, que intenta construir las baterías eléctricas del futuro, trata de mantener en secreto su conexión con China. El periódico sueco de más prestigio escribe en un reportaje reciente: «En el área industrial en las afueras de Skellefteå se pueden ver trabajadores chinos con chalecos amarillos. El logotipo revela a su empresa: Wuxi Lead Intelligent Equipment. Una empresa que, entre otras cosas, es propiedad del estado chino, tanto directamente como a través de otras compañías»[3]. El reportaje continua: «En la página web de Northvolt no se menciona nada sobre el socio chino. Pero el personal de Wuxi y las máquinas de la empresa son una parte importante en la producción de las baterías de Northvolt.» La investigación muestra que alrededor de 500 personas de empresas chinas están trabajando en las operaciones de Northvolt. Esto es solo una de las muchas empresas que están colaborando con empresas chinas.
En 2023 había 38.253 ciudadanos chinos en Suecia, una población que se ha quintuplicado desde el año 2000.[4] No tengo cifras exactas de cuantos estudiantes y doctorandos, profesores, catedráticos y residentes chinos hay en Lund, en la actualidad, pero en este curso, que acaba de empezar, han llegado 900 estudiantes chinos, lo que significa una quinta parte de los estudiantes internacionales en Lund, en este curso. Por tanto, encontrar a una joven china como vecina, no me resulta nada del otro mundo.
En realidad, China es un país altamente importante; lo ha sido siempre, atrás en la historia y lo será en el futuro. Estamos tan absortos en el presente, en la guerra de Ucrania, en la tragedia palestina, en el día a día de nuestra cotidianidad política, que no podemos ver los grandes trazos de la historia. Si lo hiciéramos, veríamos que nuestro mundo está cambiando a pasos agigantados y China, tiene un impulso histórico para desear que ese cambio les ponga en el lugar que según ellos les corresponde en la historia. Hace ya bastantes años, en un seminario internacional en la universidad de Kristianstad, un antiguo embajador sueco en China, decía que, según él, los chinos no habrían olvidado el agravio que para ellos significó las Guerras del Opio, 1839-1842 y 1856-1860. Tampoco olvidan el bochorno y la ignominia de la llamada Chinese Exclusion Act americana de 1882, una ley federal de los Estados Unidos que prohibió la inmigración de trabajadores chinos, la primera vez, por cierto, que los Estados Unidos implementaron una legislación que restringía la entrada de un grupo étnico o nacional específico.[5]
A mediados del siglo XIX, miles de inmigrantes chinos llegaron a los Estados Unidos, atraídos por la fiebre del oro de California en 1848 y la demanda de mano de obra para la construcción del Ferrocarril Transcontinental. Los inmigrantes chinos, en su mayoría hombres jóvenes, trabajaban en condiciones muy duras por salarios bajos, lo que los hacía competitivos en el mercado laboral estadounidense. La llegada masiva de estos trabajadores chinos provocó una creciente hostilidad en la población estadounidense, particularmente entre los trabajadores blancos. Se difundió la percepción de que los inmigrantes chinos estaban quitando empleos a los ciudadanos nativos al aceptar salarios más bajos. Las mismas razones que los xenófobos exhiben hoy. A los inmigrantes chinos que ya residían en los Estados Unidos antes de la promulgación de la ley no se les otorgó la ciudadanía. Aunque podían seguir viviendo en el país, se les impedía naturalizarse como ciudadanos estadounidenses. Esta ley se fue renovando hasta su revocación en 1943, una ley que institucionalizó la discriminación racial contra los chinos en los Estados Unidos y consolidó una atmósfera de hostilidad hacia la comunidad china. Los inmigrantes chinos ya presentes en el país enfrentaron una severa marginación social, además de violencia y abusos.
Los chinos no olvidarán tampoco la humillación que sufrieron tras la rebelión de los Boxeadores en 1899, sofocada en 1901 por una coalición internacional[6] de potencias extranjeras, que obligaron a China a pagar grandes indemnizaciones y aceptar más privilegios para las potencias extranjeras. En general, el periodo de 110 años que comenzó en 1839 y duró hasta 1949 es considerado por los chinos como “El Periodo de la «Humillación Nacional» en el que se incluye la intervención extranjera y el apoyo a diferentes facciones que contribuyeron a la fragmentación y debilidad del país.
Me hubiera gustado poder leer los libros de texto de la historia de China que se usaban y se usan en la educación de los niños y jóvenes chinos. Sería muy interesante poder ver la historia con sus propios ojos; la imagen de si mismos que tienen y como nos ven a nosotros. Sé que los chinos utilizan, quizás sin ser conscientes de ello, un filtro, cuando hablan con los no chinos. Es un filtro que deja fuera toda esa animosidad que se presume que rezuma la sociedad china. Siguiendo la información que se nos da desde nuestras fuentes informativas, China es un potencial enemigo. Como vimos en el artículo de DN, el hecho de que una empresa china se encuentre presente en una empresa de tecnología puntera sueca, se considera un riesgo. Se intenta bloquear su industria con aranceles especiales, se ponen en entredicho sus aplicaciones; TikTok, por ejemplo, y se teme su incorporación en un Axel del mal, en el que Rusia e Irán participarían. Con mis vecinos chinos, no tengo ningún problema. Mis estudiantes chinos han sido siempre ejemplares y brillantes. Me queda como tarea aprender chino, pero me da mucha pereza. No sé, quizás más adelante, o en otra vida. Mañana trataré la cuestión de la inmigración india, que también es muy interesante. Soldados de las fuerzas occidentales y sus aliados en la guerra de los boxeadores.
[1] A lo largo de los años, se han realizado aproximadamente un cuarto de millón de adopciones internacionales desde China hacia varios países del mundo. El centro de adopción sueco ha gestionado 1774 adopciones del número total. A esto hay que sumar una cantidad desconocida de adopciones hechas por medio de otros órganos internacionales.
[5] Hubo una gran cantidad de leyes amparadas en supuestas cualidades o defectos de ciertos grupos étnicos, que restringían la inmigración. Estas leyes estuvieron vigentes hasta 1965 y proporcionaban cuotas muy restringidas de inmigración a pueblos que se consideraban “inferiores” o menos deseables. Blancos y protestantes, como los países escandinavos, tenían cuotas muy altas yde ahí para abajo, dependiendo del color de la piel, la religión o la riqueza.
[6] Reino Unido participó en las operaciones militares para asegurar las concesiones y zonas de influencia británicas. Los Estados Unidos también enviaron tropas como parte de la coalición internacional. La intervención estadounidense estuvo motivada por el deseo de proteger sus intereses comerciales y asegurar el acceso a los mercados chinos. De la misma manera lo hicieron Francia, Alemania, Rusia, Italia, Austria-Hungría y Japón. Este último país fue una de las potencias clave en la intervención, enviando un gran contingente de tropas. Japón tenía interés en expandir su influencia en China y proteger sus propios intereses.
Sigue el buen tiempo. Ya no es noticia, pero lo escribo para que quede constancia, por si cambiase en un futuro. Voy ligero de ropa para no pasar calor, y llevo una gorra para proteger mi calva de los rayos del sol. En mi dirección, unos metros más adelante, va una mujer empujando un cochecito en el que va sentada una niña, con un sombrero de ala ancha, que la protege del sol. La madre va envuelta en un chador. Su vestimenta me dice mucho. Si hubiese ido vestida con ropa corriente, según la estación, no me habría fijado, pero este chador, con este calor, me hace recapacitar. Primero me pregunto a mí mismo, ¿por qué me intereso? La respuesta es simplemente que me intereso porque esa prenda me explica muchas cosas, que están relacionadas con mi entrada de ayer. Yo voy andando por Lund, una ciudad sueca en la que hasta el 1980 no se había visto un chador, pero que hoy es una prenda tan normal, que puede pasar desapercibida, aunque yo, aquí y ahora, quiera interesarme por ella.
En 1980 llegaron los primeros iranies a Lund como uno de los efectos de la Revolución Islámica de 1979, que derrocó al Shah de Irán, Mohammad Reza Pahlavi, y estableció un régimen teocrático liderado por el ayatolá Ruhollah Jomeiní. Esta revolución, seguida de una brutal represión política y constantes purgas, provocó una gran inestabilidad política y social. Muchas personas huyeron del país que además afrontaba la imposición de estrictas normas religiosas. Entre los refugiados se encontraban opositores políticos, profesionales liberales, intelectuales, y personas perseguidas por sus ideas o creencias. Las duras condiciones de vida, la movilización forzada para la guerra contra Iraq y la continua represión política bajo el régimen islámico llevaron a muchos iraníes a buscar asilo en el extranjero.
Durante los años 1980, Suecia mantuvo una política relativamente abierta hacia los refugiados, lo que atrajo a iraníes que buscaban seguridad. Muchos refugiados iraníes que llegaron a Suecia tras la Revolución Islámica apoyaban al derrocado Shah Mohammad Reza Pahlavi y su régimen secular prooccidental. Este grupo estaba compuesto principalmente por personas de la clase media alta, profesionales y antiguos funcionarios que perdieron sus posiciones tras la revolución. Ellos y sobre todo sus hijos, educados y/o nacidos en Suecia, se incorporaron rápidamente a la sociedad sueca, haciendo brillantes carreras académicas y tomando parte en todas las actividades de una sociedad moderna. Generalmente este grupo es laico y se incorporó rápidamente a la forma de vida y las costumbres del país de acogida, sin olvidar su cultura. El segundo grupo es el siempre heterodoxo grupo de las izquierdas. La Revolución Islámica fue seguida por una brutal represión contra los partidos de izquierda, incluyendo comunistas, socialistas y otros grupos marxistas. Muchos de estos grupos, como el Tudeh (Partido Comunista) y los Mujahidines del Pueblo, una organización islamo-marxista, se exiliaron a Suecia. Estos refugiados continúan luchando contra el régimen desde el extranjero y buscan establecer un sistema más igualitario en Irán. Generalmente, este grupo también es laico. Un tercer grupo es el de los kurdos iraníes, que también han buscado refugio en Suecia debido a la represión contra los movimientos nacionalistas en las regiones kurdas de Irán. Estos grupos suelen apoyar la autonomía o independencia para las regiones kurdas y se oponen tanto al régimen islámico como a las políticas de centralización.
Yo me pregunto naturalmente, a qué grupo pertenecerá esta joven madre. Podría ser cualquiera de esos tres enumerados, porque yo he tenido estudiantes de los tres grupos que han elegido libremente ponerse el chador o el hiyab para no perder su identidad. Esto abre en si una discusión sobre la razón de una mujer de segunda o tercera generación, poco o nada practicante, de ponerse el chador, discusión que yo seguiré en otra entrada. Volviendo al grupo al que ella pudiera pertenecer, creo que es al de los hazaras de Afganistán, de los cuales inmigraron en 2015 más de 40.000 individuos, aproximadamente el 20% mujeres. El motivo principal de mi interés por esta prenda es uno de los bulos que se extienden sobre las mujeres que llevan chador o hiyab, que es que son retrogradas e ignorantes. ¡Qué falsos y qué ignorantes son los que difunden ese mito! Entre mis mejores estudiantes he tenido muchas mujeres con todo tipo de velo, chador o hiyab. Cuando pienso en ellas, no puedo más que reírme de los que piensan que son ignorantes. Otro gran bulo es que están obligadas por sus padres. No puedo negar que puede haber algún caso, pero por lo general las mujeres que llevan velo, se lo ponen por libre elección. Yo me pregunto, si la modernidad es necesario demostrarla con una cierta forma de vestir.
Me viene a la memoria una frase, un proverbio, que un amigo ruso me enseño, cuando yo estudiaba ruso, hace 30 ahora 30 años: “Со своим уставом в чужой монастырь не ходят.»[1] que traducido al español sería, “no vayas a un monasterio ajeno con tus propias reglas”. Este proverbio lo tenemos también en español: «Allá donde fueres, haz lo que vieres» que mi madre me enseño como: “a dónde vayas, lo que veas hagas”. En muchas lenguas el lugar a donde se va es Roma, la metrópolis, el centro de la cultura en la antigüedad. Por eso los ingleses dicen: «When in Rome, do as the Romans do”, los franceses: «À Rome, fais comme les Romains”, los portugueses: “Em Roma, sê romano” y hasta los turcos piensan en Roma cuando advierten que hay que tomar las costumbres del lugar donde se está, como se suele decir en sueco: “Roma’da Romalılar gibi yap» que en turco quiere decir: «En Roma, haz como los romanos.» La verdad es que no es de extrañar que sea Roma la que represente el lugar dónde emigrar, la metrópolis que podía imponer su criterio de como se debía vivir la vida. Ahora esa Roma podría ser, Nueva York o Londres o, por qué no, Barcelona o Lund. Cualquier ciudad occidental puede servir como Roma. ¿Qué queremos decir con ese proverbio? ¿Queremos decir con esto que, por nuestro bien, debemos adaptarnos a la sociedad a la que llegamos, aunque sea a costa de cambiar radicalmente nuestra forma de vida, nuestra indumentaria, nuestra alimentación?
La verdad es que, para muchos, el buen inmigrante es el que se acopla tan bien a su entorno, que no se le ve. El buen inmigrante debe, dicen algunos, camuflarse, adaptándose al entorno hasta ser una parte inseparable de este. Cualquier disonancia, en la lengua, en el vestir, en el modo de moverse por las calles, se percibe, dicen algunos, como una transgresión que pone en riesgo el concepto que la población autóctona tiene de si misma y de su hábitat. En otras palabras, son indeseables para muchos los atuendos étnicos, los acentos que indican que el que habla no lo hace en su idioma materno, las formas de gesticular, hasta el olor que despide cuando guisa su comida favorita. En concreto se trata de que hay dos modelos de acoplar a los inmigrantes en la sociedad mayoritaria: Integración o asimilación.
La asimilación es el proceso mediante el cual un individuo adopta las características de la cultura dominante, con el fin de ser aceptado o integrado en esa cultura. En este proceso, el grupo o individuo pierde en gran medida sus propias características culturales, como el idioma, las costumbres y las tradiciones, en favor de adoptar las de la sociedad receptora. El problema es que, si esta asimilación es considerada como insuficiente por ese grupo dominante o una parte relevante de este grupo, llamémosle principal, el inmigrante se queda en tierra de nadie. He visto tantos ejemplos de inmigrantes que se han esforzado en hacerse suecos a marchas forzadas, olvidando su idioma, sus costumbres, construyendo un muro infranqueable para la propia cultura, que sus hijos ya nunca alcanzarán. La asimilación es un proceso unidimensional en el que se adopta por completo la cultura dominante.
La integración, por el contrario, implica la adaptación y participación en la sociedad dominante mientras se mantienen al mismo tiempo aspectos de la propia identidad cultural. Se busca una coexistencia en la que el grupo o individuo contribuye a la sociedad en la que vive sin renunciar a su propia herencia cultural. Este es en realidad el modelo que Suecia ha querido seguir con su política de inmigración. Desde el principio se ha querido permitir a los grupos e individuos mantener su identidad cultural original mientras se integran en la sociedad dominante, participando en la vida social, económica y política del país receptor sin necesidad de renunciar a su cultura original. La integración es bidimensional, ya que abarca la adopción de ciertos aspectos de la cultura dominante sin abandonar completamente la cultura de origen.
Francia, un país receptor de inmigración, con un pasado colonialista, ha adoptado un enfoque que combina elementos de integración (pocos) y asimilación (muchos). El modelo francés se basa en la idea de la «ciudadanía republicana», que exige que los inmigrantes se adhieran a los valores y normas de la República Francesa. Francia enfatiza la laicidad (separación de la Iglesia y el Estado) y los valores republicanos como parte del proceso de integración. Aunque permite a los inmigrantes mantener ciertos aspectos de su identidad cultural, se espera que adopten los principios republicanos y se ajusten a las normas sociales y legales del país. La ley sobre el laicismo y la restricción de símbolos religiosos en las escuelas públicas refleja el enfoque francés hacia la asimilación, exigiendo la adhesión a los valores republicanos mientras se permite cierta diversidad cultural. Un ejemplo de este afán es la Ley de 15 de marzo de 2004 en Francia que prohíbe el uso de símbolos religiosos ostentosos, incluyendo el velo islámico, en las escuelas públicas. La implementación de la ley ha llevado a varios desafíos legales. Algunos han argumentado que la ley infringe los derechos de las mujeres a expresar su religión, mientras que otros han señalado que es una medida importante para proteger el principio de laicidad y evitar la discriminación en las escuelas. Aquí en Suecia hemos tenido muchas discusiones sobre el velo en las escuelas, pero, hasta ahora no hemos llegado a una legislación que lo prohíba.
Al rato de andar tras esta mamá con su carrito, les doy alcance y, al pasar, les sonrío, y rápidamente me doy cuenta que, a esta joven mujer en chador, la he visto en algún sitio. Y, claro, al mirarme, también ella se da cuenta de que nos vimos hace muy poco, ¡fue ayer! Nos vimos en el Consejo de integración de Lund, donde yo represento al Consejo de Educación y ella a una organización para mujeres afganas. Además, nos vimos anteriormente, cuando yo di una charla sobre inmigración e identidad para inmigrantes afganos y sus familias. Cruzamos algunas palabras, mientras caminábamos en la misma dirección y yo me disculpé, diciendo que yo seguía mi paseo a un ritmo un poco más rápido y nos despedimos cordialmente. ¡Qué cosa! Me fijé en ella por su chador y dio la casualidad que es una mujer muy activa en la vida social de Lund. Una mujer integra y fuerte, educada y emprendedora, con su chador, orgullosa de su origen. La diversidad cultural es una riqueza para toda la humanidad. Mañana seguiré con el tema y trataré la inmigración y el crimen, especialmente el crimen organizado.
[1] So svoim ustavom v chuzhoy monastyr’ ne khodyat
Hoy es un día esplendido para caminar. Un cielo azul corona la imagen de una ciudad bañada en los diáfanos rayos de sol de la mañana. Lund se viste de gala, ni el más recóndito rincón escapa a este esplendor matutino. Y, a lo lejos, veo venir un grupo de párvulos con sus monitores, uniformados con chalecos reflectantes, bien agarraditos a una cuerda, para no salirse del grupo, para no perderse. Al cruzarnos, no puedo evitar ofrecerles una sonrisa. Algunos me saludan – ¡hej hej!- me dicen, y yo agito mi mano en un saludo. Me doy cuenta que, en esa doble docena de nenes y nenas, van representados los cinco continentes, aunque estoy seguro que casi todos habrán nacido aquí, como también sus padres y posiblemente también sus abuelos.
Lo que veo ante mí es la nueva Suecia, un país multiétnico y multicultural. Para la mayoría es un fenómeno completamente normal. Es uno de los efectos de la globalización y es un efecto positivo. Para una minoría, a veces vociferante, esta multiculturalidad es algo perverso. Este tipo de minorías existe aquí y en todos los países receptores de emigración, en unos más y en otros menos. En algunos países, esta visión restrictiva y rechazante es compartida por los propios gobiernos; pienso aquí en Hungría, Eslovaquia o, en cierto modo, Polonia. Mientras que, por ejemplo, Gran Bretaña, prefirió abandonar la propia Unión, para sentirse dueños de la llave de sus fronteras. En todos los países hay partidos que articulan el miedo de las minorías xenófobas, ofreciendo la fabricación de bulos, que emplean como argumento para reclamar una política restrictiva de inmigración. El bulo más empleado es el de que existe una intención, por parte de los gobiernos permisivos con la inmigración, de llevar a cabo un “cambio étnico” en la sociedad, sustituyendo a la etnia mayoritaria por otras etnias, con el fin de afianzarse al poder. Esto es algo que aquí predican los Demócratas Suecos y en España lo hace Vox, pero que en absoluto están solos en pedir desde medidas restrictivas hasta la expulsión de “elementos extraños”. En Francia tienen Rassemblement National (RN) (Reagrupamiento Nacional, anteriormente conocido como Frente Nacional – FN), en Alemania Alternative für Deutschland (AfD) (Alternativa para Alemania), en Italia Lega (anteriormente Lega Nord) y Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), en Hungría Fidesz, el partido liderado por el primer ministro Viktor Orbán, pero también Jobbik, en Austria Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ) (Partido de la Libertad de Austria), en los Países Bajos Partij voor de Vrijheid (PVV) (Partido por la Libertad) y Forum voor Democratie (FvD), en Polonia Prawo i Sprawiedliwość (PiS) (Ley y Justicia), en Finlandia Perussuomalaiset (PS) (Partido de los Finlandeses, anteriormente conocidos como Verdaderos Finlandeses), en Dinamarca: Dansk Folkeparti (DF) (Partido Popular Danés), en Grecia Ellinikí Lýsi (Solución Griega) y Amanecer Dorado, en Bélgica, en el corazón de la Unión, el Vlaams Belang (Partido nacionalista flamenco).
Una lista impresionante y desgraciadamente incompleta, porque, en muchos de los partidos que se presentan como partidarios de una inmigración regulada, se ocultan personas que tienen una agenda próxima a los partidos antiinmigración, aunque no lo declaran públicamente. Aquí encontramos partidos de derechas y también de izquierdas. Voy a utilizar el resto de esta entrada a tratar de explicar el fenómeno de la emigración y la inmigración según lo entiendo yo, partiendo de la perspectiva de la historia económica. Me voy a extender un poco, así que, puedes hacer una pausa aquí y estirar un poco las piernas.
Voy a empezar, como ya sabéis es mi costumbre, yéndome tan atrás como los más antiguos vestigios de la presencia humana nos permiten. Podemos constatar que tenemos evidencias fósiles de Homininos tempranos en África, como los fósiles más antiguos de homínidos, por ejemplo, los restos de Australopithecus afarensis, como el famoso fósil «Lucy», de 3,2 millones de años y el Homo habilis de unos 2,8 millones de años. ambos provienen del este y sur de África. Los fósiles de Homo erectus, que vivió hace casi 2 millones de años, también se encuentran principalmente en África antes de que esta especie migrara hacia otras partes del mundo. Del mismo modo, los fósiles más antiguos de Homo sapiens, (humanos anatómicamente modernos, se han encontrado también en África, específicamente en Marruecos y Etiopía, con fechas que van desde hace unos 300.000 a 200.000 años. Estos restos confirman que los primeros Homo sapiens evolucionaron en África antes de dispersarse. Y, aquí viene la primera pregunta: ¿por qué se dispersaron? La respuesta la damos en inglés, con dos conceptos que se han hecho internacionales y muy utilizables para explicar las migraciones. Estos conceptos son el Pull (efecto llamada) y el Push (efecto expulsión). La forma más sencilla de explicar esos conceptos es, que todos los seres vivos tienden a dejar su hábitat cuando las condiciones le son desfavorables y marchan allí donde encuentran condiciones favorables. Se pueda tratar de alimentos, agua, seguridad, clima etc.
Ya, para no hacerme muy pesado, podemos llegar a el momento en que se forman las demarcaciones que llamamos fronteras. Debemos pensar que son unas demarcaciones recientes pues entre 1860 y el inicio de la primera guerra mundial, la mayoría de los países europeos permitían el libre movimiento sin requerir pasaportes, especialmente para sus ciudadanos. Aquí en Suecia persistía la costumbre entre los oficiales de todos los oficios de hacer viajes al extranjero para conocer y familiarizarse con nuevas técnicas (gesällvandringar), una peregrinación para adquirir experiencia laboral en su oficio, necesaria para adquirir la maestría. Pido perdón ya aquí por que me doy cuenta que mi perspectiva histórica esta muy condicionada por mi punto de partida, que es Europa. Podría intentar cambiar la perspectiva, mirando con ojos, africanos, americanos o asiáticos, pero mis conocimientos de la historia de esos continentes son, por necesidad, más rudimentarios. Por tanto, sigo con mi perspectiva europea, esperando que alguien, con conocimientos en otros continentes, nos amplíe la visión.
En el siglo XIX se dan dos circunstancias en Europa que, juntas, serán la base de una dinámica histórica que, en unas décadas, será capaz de cambiar el mundo. Lo que ocurre en Europa es, en términos económicos y demográficos que la población crece de una forma hasta entonces desconocida, como resultado de una mayor producción de alimentos, mejor higiene y recursos médicos. A lo largo del siglo XIX, las tasas de natalidad en Europa eran relativamente altas. La mayoría de las familias tenían varios hijos, de los cuales la mayoría llegaba a la edad fértil. La mejora en la alimentación, la disponibilidad de alimentos y las condiciones sanitarias, por ejemplo, el alcantarillado, también desempeñaron un papel importante en la reducción de la mortalidad. El acceso de la población a agua potable ayudó también a controlar brotes de enfermedades. La introducción de maquinaria y procesos industriales también permitió una mayor producción de alimentos y bienes, contribuyendo a mejorar la calidad de vida y la salud. La población total de Europa se duplicó durante el siglo XIX, desde aproximadamente 200 millones a principios de siglo a 400 millones al finalizar el mismo. Pero, podía haber sido “peor”. Normalmente se considera un aumento de población como algo positivo y por tanto, la disminución, como algo negativo. Esto hay que explicarlo. Cuando la población crece más que la producción de alimentos, el alojamiento y los puestos de trabajo, este crecimiento es negativo. Los efectos de un crecimiento descontrolado pueden llevar a conflictos sociales con consecuencias indeseadas.
Yo no suelo citar a Karl Marx, pero, es interesante que este magnifico pensador no pudiera entender lo que estaba pasando a su alrededor, cuando se aventuró a predecir que la revolución de la clase obrera tendría lugar en Gran Bretaña o en Alemania, cuando en realidad, esto no ocurrió hasta el 1917, en un país que él, así como Engels, consideraba tan retrasado, que caía fuera de sus cálculos. A la muerte de Marx, en 1883, ya se veía cómo la esperada revolución en Gran Bretaña se disipaba por una válvula de escape: la emigración. Para estudiar la emigración se pueden estudiar los archivos online[1] y otros recursos que están a mano fácilmente, para todo aquel que esté interesado en estas cuestiones. Baste aquí con constatar que entre 1820 y 1900, más de 3 millones de personas emigraron de Gran Bretaña a los Estados Unidos. El período con los niveles más altos de migración fue durante las décadas de 1860, 1870 y 1880, con casi 110.000 personas emigrando solo en 1888. [2]
Aunque Estados Unidos fue el lugar preferido para emigrar, esa emigración tuvo lugar por todo el imperio británico, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, India, Suráfrica etc. Los efectos de la emigración fueron la válvula de escape que necesitaba la sociedad británica para no explotar en conflictos sociales. Las perspectivas de encontrar trabajo aumentaron para los que se quedaron, como también las posibilidades de encontrar un alojamiento a un precio razonable. Además, la mayor competencia por la mano de obra, obligó a la efectivización y la tecnificación de los medios de producción, subió los salarios, dinamizo el mercado y proporcionó con el tiempo mejor condiciones de vida a los que se quedaron.
En Suecia vemos algo muy parecido durante el siglo XIX. Es el mismo proceso económico que comienza con la rápida subida demográfica que obliga a la emigración, en el caso de Suecia, preferentemente a Estados Unidos, llegando a alcanzar cotas importantes. La emigración masiva desde Suecia entre 1840 y 1890 tuvo un impacto profundo y de largo alcance en el desarrollo de la sociedad sueca en las décadas posteriores. Esta ola migratoria, en la que aproximadamente 1,3 millones de suecos participaron, fue motivada, al igual que la británica, por factores económicos, sociales y demográficos, y las consecuencias de este fenómeno afectaron a Suecia en múltiples formas. Una de las consecuencias más importantes fue el incentivar un proceso de industrialización. El país comenzó a depender menos de la agricultura y más de la manufactura y la industria. Al reducirse la presión sobre la tierra, las reformas agrarias pudieron llevarse a cabo más fácilmente. Esto permitió la consolidación de las propiedades agrícolas, el aumento de la productividad y la modernización de las técnicas agrícolas.
También en política tuvo la emigración efectos palpables, poniendo de manifiesto la necesidad de reformas sociales y políticas para evitar que más suecos abandonaran el país. El gobierno sueco, influenciado por los cambios en el pensamiento político que llegaban de Estados Unidos, comenzó a implementar reformas democráticas, como la ampliación del derecho al voto, mejoras en la educación y mayor representación política. Bueno, pues así queda explicado es “push” que no fue otro que el rápido aumento de la población con la falta de recursos que esto representó, al no seguir la producción el mismo ritmo que la natalidad y la esperanza de vida. El “pull” lo ofrecía Estados Unidos, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, la India y África. Lugares abiertos a la emigración europea en aquellos tiempos.
Regresemos ahora a lo que nos ocupa en realidad, las migraciones actuales y su aceptación o no, en las sociedades receptoras, y el efecto que estas migraciones pueda tener en los países de origen, así como en los receptores. Para explicar el efecto llamada se suelen emplear la natalidad, por tanto, la demografía, tanto de los países receptores como de los emisores. Si empezamos en África, podemos ver que, por causas parecidas a las que se daban en Europa en el siglo XIX, la población africana, que a principios del siglo XX estaba estimada en alrededor de 120 millones de personas. Aumento hasta llegar a finales de siglo a aproximadamente 800 millones de personas. Este crecimiento fue impulsado por la alta natalidad y la disminución de la mortalidad, a pesar de desafíos como las guerras y las recurrentes crisis de salud. Las proyecciones indican que la población africana seguirá creciendo en el siglo XXI, con una expectativa de que África sea la región con mayor crecimiento poblacional en las próximas décadas. El problema sigue siendo, el desigual desarrollo, los conflictos armados y, en la actualidad, también el cambio climático.
A lo largo del siglo XX, la población de Asia creció de manera significativa. A principios del siglo, Asia tenía una población estimada de aproximadamente 950 millones de personas. Para finales del siglo XX, esa cifra había aumentado a cerca de 3.6 mil millones de personas. La situación de Asia es diferente a la de África, pues tiene amplias zonas de rápido desarrollo, en parte parecidas a las que Estados Unidos y Australia, por poner dos ejemplos, ofrecían en el siglo pasado. El efecto “push” es más bajo que lo que se puede ver en África.
Otro de los continentes a analizar sería toda América Latina. A principios del siglo XX, la población de América Latina rondaba los 100 millones de personas. Para finales del siglo XX, esta cifra había crecido a aproximadamente 600 millones. A pesar del crecimiento económico en algunos países de la región, América Latina sigue enfrentando desafíos relacionados con la desigualdad económica, la pobreza y el acceso desigual a servicios básicos. Para miles de latinoamericanos los Estados Unidos siguen representando “la tierra prometida” hasta el punto de que muchos están dispuestos a arriesgar sus vidas para pasar la frontera, de la misma manera que miles de africanos y personas del medio oriente ponen sus vidas y las de sus hijos en peligro para, con la interesada ayuda de las mafias, llegar a algún puerto comunitario. Lo estamos viendo en todos los países mediterráneos y ahora también en Canarias.
Hay quien dice que lo mejor sería abrir las fronteras y dejar que los flujos migratorios se regulen por si solos. Sí, pongamos por caso, Suecia decidiese abrir sus fronteras a todo aquel que quisiera migrar a este país, las condiciones del efecto “pull” que pueda haber, como los servicios sociales, la educación, la vivienda etc. se verían afectadas de manera que este efecto “pull” desaparecería, al dejar de ser atractivo. Los que preferirían una política de puertas abiertas suelen defender la tesis de que la población sueca está disminuyendo continuamente, por motivo de una baja natalidad y que la longevidad que estamo0s alcanzando hace imposible costear las pensiones de tanta gente, así como ofrecer los servicios necesarios a la población envejecida. Esto es una verdad con muchos matices. El envejecimiento de la población no necesariamente significa un declive en la productividad. Con mejoras en la salud y el bienestar, las personas mayores pueden contribuir más tiempo al mercado laboral y de formas valiosas en la sociedad. Europa puede implementar políticas que fomenten el crecimiento de la población nativa, como incentivos económicos para las familias, mejoras en la infraestructura para el cuidado de los niños y mejores equilibrios entre el trabajo y la vida personal, que permitan a las familias tener más hijos. No hay, por tanto, una única solución para los desafíos demográficos que enfrenta Europa. En lugar de centrarse únicamente en la inmigración, es necesario un enfoque multifacético que incluya políticas para aumentar la tasa de natalidad, mejorar la integración de los inmigrantes existentes, incentivar la productividad económica y asegurar un envejecimiento activo.
Entonces, ¿qué les decimos a todos esos partidos xenófobos que extienden sus bulos por los medios de comunicación, las redes y los foros? Yo les diría que la inmigración debería basarse en la cooperación mutua y el respeto por las diferencias culturales, no en la idea de que unos grupos de personas son sustitutos de otros. Los inmigrantes deben ser tratados como individuos que contribuyen activamente a la sociedad, no como una solución demográfica impuesta. Yo veo el concepto de «reemplazo» de una población, como un enfoque deshumanizante, tanto para las personas autóctonas como para los inmigrantes, ya que trata a los seres humanos como simples números en una ecuación demográfica, sin tener en cuenta sus derechos, culturas e identidades. Necesitamos un enfoque más integrador que promueva la integración social y cultural de los inmigrantes en lugar de ver la inmigración como un mero reemplazo de la población. El énfasis debe estar en una política de inmigración que valore la inclusión, el respeto mutuo y el enriquecimiento cultural, en lugar de en un cambio demográfico forzado o inorgánico.
¿Cómo queda el balance de las migraciones, si miramos en el espejo que nos ofrece la historia? Yo empezaré por los efectos positivos. Los inmediatos son por ejemplo que los migrantes pueden llenar vacantes en sectores que enfrentan escasez de mano de obra, desde trabajos altamente cualificados hasta empleos no cualificados. Aquí en Suecia tenemos en la actualidad una gran cantidad de técnicos informáticos indios, trabajando en las empresas suecas. También tenemos, por otro lado, muchos obreros trabajando en el cuidado de los ancianos. En el ámbito de la cultura, la llegada de migrantes puede enriquecer la vida cultural y social de un país, introduciendo nuevas tradiciones, perspectivas y formas de arte, por no hablar de la comida. Cuando yo llegué a Suecia, en 1970, la oferta en restaurantes era muy limitada. Una cosa que se suele olvidar en el recuento es el impacto económico de la inmigración en el consumo pues, los inmigrantes contribuyen al crecimiento económico mediante el aumento del consumo de bienes y servicios.
Aún sabiendo de todos los efectos positivos de la inmigración, hay que ser conscientes de los problemas que, con toda seguridad, van a producirse, al menos, en un principio, ya que, el aumento de la población ejerce siempre presión sobre infraestructuras, servicios públicos y viviendas, especialmente en áreas urbanas. Además, la llegada de un gran número de inmigrantes puede incrementar la demanda de servicios sociales y de bienestar, a veces superando los recursos disponibles. Apreciables son igualmente las diferencias culturales y lingüísticas que dificultan la integración y, en algunos casos, dan lugar a tensiones y conflictos sociales. Aunque erróneamente, los inmigrantes son percibidos por algunos, y en especial por aquellos ciudadanos que carecen de una educación especifica, como competidores por empleos y servicios, generando resistencia y xenofobia. En este rio revuelto de los miedos y el rechazo, pescan los partidos xenófobos muchos votos.
Los niños que van agarrados a su cuerda no piensan en estas cosas. Para ellos, el que haya muchas etnias juntas, muchos colores de pelo y de ojos, muchos tonos de piel, hasta muchos idiomas, es completamente normal. Aunque muchos xenófobos quieran acabar con la lógica que siempre ha imperado, desde que hay seres vivos en el mundo, que todos se van allí dónde tienen buenas posibilidades de vivir una vida digna y huyen de la pobreza, la hambruna, las guerras, el mal clima, y todo aquello que hace la vida imposible o muy penosa, siempre serán una minoría, porque los humanos somos bastante inteligentes. No por nada se nos ha dado el nombre de Homo Sapiens. Siempre repito como un mantra que, los árboles tienen raices, los humanos, pies. El día 16 hablaré con Ylva Johansson, nuestra comisaría europea de Asuntos de Interior desde 2019 en la Comisión Von der Leyen. Me han invitado a dos días de conferencias, como miembro del consejo de integración e inclusión de Lund, y tengo preparadas muchas preguntas sobre inmigración. Ya os iré contando.
Primero de septiembre, un día que marca un cambio, llega la melancolía. La naturaleza misma entra en un período de declive; las hojas caen, las plantas se marchitan, y hay una sensación general de que todo se prepara para el otoño y el descanso invernal. la reflexión sobre el paso del tiempo y lo efímero de la vida induce a la melancolía. En septiembre, el verano se despide lentamente y da paso al otoño, con sus hojas doradas y su brisa fresca, su riqueza en colores nostalgia y esperanza, melancolía y anhelo. Estamos en medio del Fructidor de los revolucionarios franceses, cuyo calendario nos viene como anillo al dedo aquí en Escania. Ayer me comí la mejor pera del mundo, el tomate más sabroso, me comí una manzana crujiente y jugosa, con un aroma fresco, ligeramente floral. ¡Los perfumes del otoño! El jardín, que era todo color, sigue siéndolo, pero añade la fragancia de las frutas y las bayas, y se percibe ahora por los cinco sentidos.
Marca este día el retorno a la actividad política, las reuniones, los mítines, los escritos, las propuestas, las votaciones. Sube el pulso, como en una carrera de fondo. Sube la temperatura en las discusiones, se vuelve a afilar la oratoria, se afilan los argumentos. La política es una arena donde nos encontramos a través de las generaciones, sin problema, sin prejuicios. Aquí vale la experiencia y también se valora la frescura y la inquietud de los jóvenes. Dentro de pocas horas me encontraré con todos mis compañeros de partido y será como volver a empezar. Y, como Cervantes dejó decir a Don Quijote: “Y así, me voy por estas soledades y despoblados buscando las aventuras, con ánimo deliberado de ofrecer mi brazo y mi persona a la más peligrosa que la suerte me deparare, en ayuda de los flacos y menesterosos. «[1] Porque, en realidad, los políticos somos una especie de caballeros andantes que van por el mundo pensando que van a darle voz a los que no la tienen y mejorar el mundo, cada uno con su visión tan personal de los que es bueno y lo que es malo, y todos somos legos, amateurs, aficionados. No hay una carrera explicita para políticos; somos profesores, médicos, ingenieros, oficinistas, militares, dentistas, estudiantes, panaderos, cómicos, y un largo etcétera. Lo único que llevamos todos es nuestro sentido común y una cierta sensibilidad para desear una sociedad justa para todos. Aquí me refiero a los políticos de todos los colores, de todas las ideologías, la diferencia radica solamente en como llegar a ese estado de justicia y bienestar, ahí nos distinguimos los unos de los otros. Antiguamente, los partidos representaban “partes” de la sociedad, con intereses específicos; agricultores, rentistas, trabajadores, comerciantes y demás, pero hoy tenemos rentistas de izquierdas y trabajadores de derechas pues más bien es la idea de la sociedad y no solamente los intereses económicos o de clase, los que definen la tendencia política que cada uno elige.
No puedo negar que los políticos somos una minoría. Como político, me refiero a aquellos que se interesan por la política y pertenecen a algún partido, Aquí en Lund no llegamos al millar, contando los afiliados a partidos, y unos 150 los que tenemos algún cargo político, es uno de cada mil habitantes. Naturalmente, hay una cantidad mucho mayor de aquellos que tienen opiniones políticas, sobre todo, cuando una decisión tomada se considera perjudicial o contraria a como ellos piensan que se debería haber decidido. La gran mayoría, vive sus vidas de espaldas a la política, aunque saben muy bien que esas vidas siempre están condicionadas por decisiones políticas. Yo considero que se puede culpar a los medios de comunicación de esta falta de interés por lo político. No quiero refunfuñar y aún menos decir que todo era mejor antes, porque hay que tener en cuenta que las audiencias actuales son mucho más diversas, en términos generales. Además, la aparición de medios digitales y plataformas en línea permite que las personas accedan a una amplia gama de fuentes de información, lo que presiona a los periódicos a ser menos partidistas para no perder relevancia y audiencia. Hay una cacofonía de noticias que entretienen y distraen pero que raramente profundizan. Lo único que se me ocurre, para promover el interés por la política, es fomentar la formación democrática desde la escuela.
Quizás tan importante o más como la formación política, debe ser la formación agrícola. Parecerá un poco fuera de contexto, pero yo creo que uno de los males de los que la sociedad adolece es el estar cada vez más alejados de lo esencial, de la tierra y de lo que nos da vida. Todos comemos, todos bebemos agua, pero pocos jóvenes urbanitas (una mayoría en nuestras sociedades occidentales) conocen como funciona el milagro de la vida, exceptuando explicaciones teóricas que se estudian en las aulas y se muestran en forma grafica en los libros. Me parece poco y completamente insuficiente. A mi parecer, sería necesario educar a los niños, ya desde muy tierna edad, en como funciona la vida en su forma más práctica; tocando la tierra, sembrando semillas, regando, viendo crecer los brotes, limpiando de malas hierbas, podando, protegiendo y finalmente cosechando. Este proceso, sencillo y en pequeña escala, debería estar al alcance de todas las unidades escolares, desde párvulos hasta el bachiller. Los valores que se adquieren sobrepasan el conocimiento del proceso biológico, facilitando la colaboración entre alumnos.
No me lo “saco de la manga”, así porque sí. Esto ya existe, aunque en pequeña escala y en ciertos centros educativos, sobre todo en los que aplican las pedagogías Montessori o Waldorf. Aquí en Suecia y concretamente en Lund, tenemos además algunas escuelas asociadas a una red que llamamos “Gröna skolgårdar” (patios verdes) que también intentan fomentar la formación agrícola dentro del currículo. La formación agrícola permite a los alumnos comprender mejor los ciclos de la naturaleza, la importancia de la biodiversidad y cómo sus acciones impactan en el medio ambiente, fomentando una mayor conciencia ambiental y responsabilidad hacia la conservación del planeta. Los alumnos que participan desarrollan una apreciación y respeto por la naturaleza, que los lleva a comportamientos más sostenibles y una mayor disposición para participar en actividades de conservación y protección ambiental.
Aprender sobre agricultura enseña a los estudiantes de dónde provienen los alimentos necesarios para nuestra existencia, los procesos que están involucrados en su producción y hasta la importancia de una dieta equilibrada. Además, podrían llegar a cultivar sus propios alimentos, para una comprensión más profunda de la nutrición y la salud, y, por consiguiente, desarrollar hábitos alimenticios más saludables, y aprender a valorar los alimentos naturales y locales. Tampoco podemos olvidar los valores estéticos y físicos que se alcanzan, simplemente moviéndose por el campo.
No se trata de dejar a un lado los conocimientos teóricos, al contrario. La agricultura incorpora conceptos de biología, química, física y matemáticas. Por ejemplo, los estudiantes pueden aprender sobre el ciclo de vida de las plantas, la fotosíntesis, el equilibrio de nutrientes en el suelo y las fórmulas para calcular la distribución de agua en los cultivos. La formación agrícola proporciona un contexto práctico para aplicar conocimientos científicos y matemáticos, haciendo que estas materias sean más atractivas y relevantes para los estudiantes. La agricultura enseña habilidades prácticas como el cultivo de plantas, la gestión del suelo, el riego y el uso de herramientas agrícolas. También abarca técnicas avanzadas como la agricultura sostenible, la permacultura y la agroecología.
Los alumnos adquieren habilidades útiles y transferibles para aplicar en sus hogares para el resto de sus vidas. Esto es particularmente valioso en áreas rurales donde la agricultura es una parte significativa de la economía local, realzando la importancia de esta actividad y dando valor a la contribución que estas regiones, como por ejemplo Extremadura en España o Escania en Suecia, hacen al conjunto del país. Muchas actividades agrícolas, como la preparación del suelo, la siembra y la cosecha, requieren colaboración y trabajo en equipo. Los alumnos aprenden a planificar, comunicarse y trabajar juntos para lograr un objetivo común. Fomentar el trabajo en equipo y la colaboración ayuda a desarrollar habilidades sociales, construir relaciones interpersonales y mejorar la capacidad para trabajar efectivamente en grupo.
Los alumnos desarrollan una mentalidad de autosuficiencia y resiliencia, aprendiendo a resolver problemas y adaptarse a las circunstancias cambiantes. Aprender habilidades agrícolas puede capacitar a los estudiantes para cultivar sus propios alimentos, lo cual es un paso hacia la autosuficiencia. Esta formación puede también inspirar a los alumnos a considerar oportunidades de emprendimiento, como puede ser fundar un huerto urbano, vender productos agrícolas locales o desarrollar soluciones innovadoras para problemas agrícolas. Promueve, sin duda, una mentalidad emprendedora e innovadora, alentando a los estudiantes a pensar de manera creativa y a explorar nuevas oportunidades económicas.
Por último, trabajar con la tierra y las plantas tiene beneficios psicológicos comprobados, como la reducción del estrés, la mejora del estado de ánimo y el aumento del bienestar general. La participación en actividades agrícolas puede ayudar a los alumnos a desarrollar una mejor salud mental, ahora que tanto se habla de la proliferación de problemas mentales en los jóvenes, promoviendo la paciencia, la atención plena y proporcionando una mayor satisfacción personal. La agricultura requiere esfuerzo físico y dedicación, lo cual enseña a los estudiantes el valor del trabajo duro y el esfuerzo humano necesario para producir alimentos, lo que inculcaría una ética de trabajo duro y una mayor apreciación por el trabajo de los agricultores y otros trabajadores del sector agrícola.
En mi paseo de hoy trato de comprobar si puedo encontrar rastros de este tipo de educación. En mi trabajo político, en el consejo de educación de Lund, tengo como uno de mis objetivos, el promover la formación agrícola en las escuelas. Encuentro bastantes problemas que no son fáciles de resolver. Se trata, por ejemplo, de problemas relativos a la actividad durante las vacaciones. Para tener una continuidad se requiere contar con personal adecuado durante todo el año. Parece que voy encontrando apoyos en algunos partidos. Los que no me apoyan, intentan hacer ver que la escuela obligatoria tiene un fin declarado en la legislación vigente y en los planes de estudio, que no prevén este tipo de formación. Yo suelo argumentar que solo es una cuestión de interpretación. Lo importante es que la escuela pueda dar los conocimientos y habilidades necesarios, el cómo, es algo que está abierto a diferentes métodos. Pienso que podemos llegar a algún tipo de colaboración en este sentido con las ciudades jardín, como la mía, donde tenemos terrenos que podíamos poner a disposición de las escuelas, teniendo en cuenta que las escuelas están repartidas de forma que, siempre hay una ciudad jardín en su proximidad. Estoy formulando un escrito para presentar en la reunión de mañana, aunque no se discutirá hasta octubre. Las cosas de palacio van despacio, como sabemos.
Yo estoy en plena campaña de recolección de manzanas. Es una campaña muy larga, que comienza a finales de agosto y se extiende hasta finales de noviembre, dependiendo de la variedad. Las manzanas de mi jardín son de tres clases diferentes, algunas para consumo fresco y otras para secar y usar en las comidas. Hay que estar atento e ir cogiéndolas según maduran, porque, si estoy dos días sin recoger, tengo decenas en el suelo, y no me gusta que se pierdan. Mis ciruelas las recojo en agosto y principios de septiembre, pero ya me quedan pocas en el árbol. Las frambuesas ya se acabaron. Me quedan, además de manzanas y ciruelas, peras y moras. Mientras voy recogiendo, como alguna. A cada bocado, el jardín parece cobrar más vida. Las manzanas crujientes ofrecen un estallido de frescura con su dulzura equilibrada y un toque de acidez que despierta los sentidos. Las peras, por otro lado, dejan un susurro de miel en el paladar, suaves y dulces, con una textura granulada que se derrite en la lengua. Las moras, las voy recogiendo según maduran, con mucho cuidado para no pincharme, me las voy comiendo y muy pocas llegan a la cocina, y las que llegan, se convierten en mermelada, para el invierno. Mermelada haré también de los tomates que no me pueda comer. Este año ha sido un buen año de tomates, que planté a primeros de mayo y han crecido “a golpes de sol y de agua” como dice la canción. De las bayas del sauco haré una bebida muy refrescante que se puede beber con las comidas.
Mi jardín no es un lugar cualquiera, es una experiencia para todos los sentidos, una sensación permanente de “Feng Shui”, equilibrio y armonía. Los colores, los aromas, los sabores, todo se combina para crear un rincón de paz y bienestar. Bajo la sombra de los árboles frutales, el tiempo parece detenerse y puedo disfrutar del simple placer de existir, rodeado de la generosidad de la tierra y las maravillas de la naturaleza. Y así, en cada fruta, en cada flor, encuentro el recordatorio de que la belleza y la dulzura de la vida están siempre al alcance de la mano, listas para ser saboreadas y apreciadas en su más pura esencia. Todos deberíamos estar en contacto directo con la naturaleza.
Resulta que ayer fue el día más caluroso de este verano, 31 grados, que es el récord de un 29 de agosto. Era una sensación rara. Yo iba por la calle y me parecía que andaba por Barcelona, solo que el paisaje era un poco diferente. Hoy no me he limitado a pasear, sino que he salido a correr, animado por el buen tiempo y por el saber que dentro de menos de un año, correré la media maratón de Broloppet (la carrera del puente), esa mítica carrera, que se corrió hace 25 años, con motivo de la inauguración del puente que une Dinamarca con Suecia por el Sund. Es, como ya sabéis un puente de 13 kilómetros, que desaparece bajo el mar, como por magia, en un túnel de 4 kilómetros. Saldremos del aeropuerto de Kastrup, en Dinamarca, que está junto a la entrada del túnel y correremos hacia Malmö, en Suecia. En total correremos 21,1 kilómetros, distancia que yo he corrido muchas veces de joven, pero que ahora me resulta muy larga, hace unos meses, casi imposible.
Cuando salgo a correr me doy cuenta de que existo. Corro, luego existo, diría yo, parafraseando a Descartes, y, aunque parezca una tontería, es así. No es que yo no exista cuando voy paseando, pero me siento invisible y no es nada que yo me invente, parece que nos pasa a todos, con la edad. Yo recuerdo perfectamente que, antaño, cuando yo iba por la calle, encontraba miradas o me sabía observado por otros. No era, como ahora, un ser anónimo que pasa completamente desapercibido. Con la edad, mi presencia ha ido debilitándose, borrándose, hasta hacerme, prácticamente invisible. Hablando con otra gente de mi edad, me dicen que también lo sienten así, es una rara sensación de ser un visitante invisible, casi un fantasma, que se desliza por las calles. Pero al correr es completamente diferente. Parece que mi apariencia gris trasparente, de pronto, va adquiriendo color, y es descubierta por los viandantes. Los que corren, me miran con caras sonrientes, como pensando – “ahí va uno como yo, sudando y jadeando, pero feliz”. Los que pasean, también me miran, pensando quizás, que ellos también van a salir a correr. Curiosamente, hoy, camino de casa paré en la tienda a comprar leche y otras cosas que necesitaba para hacer la comida y, el cajero, un hombre joven, me dijo – “yo quiero salir a correr contigo. Necesito correr con alguien, porque si no, no me animo”- Una señora de mi edad, que estaba subiendo sus productos a la cinta, nos miró y sonrió.
Debo decir, para no caer en la fácil mentira o exageración, que también me sonríen cuando camino, pero es poco frecuente y, casi siempre, son antiguos estudiantes o colegas, vecinos y gente que conozco de la política o del deporte, o son niños pequeños, que van en su carrito. Estos últimos me descubren siempre, me miran con atención y, si yo les sonrío, me sonríen de vuelta, con sus sonrisas francas, tan adorables. Pero lo normal es que, si voy caminando, soy invisible, para todo aquel que no me conoce o para los bebés., algo que cambia cuando voy corriendo. No sé, hay gente que seguro querrían pasar desapercibidos, como arropados en un manto invisible, pero yo prefiero encontrar una sonrisa en los rostros de las personas que encuentro en mi camino. Aquí viene bien una letra de Joan Manuel Serrat:
“Te podría contar
Que está quemándose mi último leño en el hogar
Que soy muy pobre hoy
Que por una sonrisa doy todo lo que soy
Porque estoy solo y tengo miedo”
Es algo que llevo en auriculares cuando corro; llevo Las canciones que me gustan y esta es una de ellas, que me prepara para el otoño, para el otoño definitivo. Esto de llegar a cierta edad tiene sus cosas buenas y las que son peores. Entre las cosas buenas está la libertad del jubilado, reconozco que esa libertad tiene un gran valor para mí. Entre las cosas malas está el que nadie cuente con uno, lo digo en forma general, pues no puedo quejarme, pero, para muchos, los que pasamos de los setenta, no contamos. Hay también quien piensa que somos un estorbo que solo ocupamos sitio y piden paso. Esto ocurre en la vida académica y en la política. Hay quien habla de “la montaña de carne” refiriéndose a la generación “babyboom”[1] a la que pertenezco sin culpa alguna. La discriminación por edad es algo terrible que, como la vejez misma, les va a aceptar a todos los jóvenes de hoy. Pensando en ello, recuerdo algo que tuve la ocasión de conocer en 1970, cuando yo vivía en un pueblecito llamado Påarp, a diez kilómetros de Helsingborg.
Estaba yo sentado a la mesa de la cocina, desayunando, una mañana de otoño, y vi pasar a un hombre muy mayor. El que yo pensase que era un hombre muy mayor hay que verlo a la luz de mi juventud, claro. Ahora sé que ese hombre tenía entonces 85 años. Me llamo la atención su largo pelo blanco e igualmente larga barba, que volaban al viento, mientras el pedaleaba en su vieja bicicleta a una velocidad bastante respetable, tan respetable, que al principio creía que iba montado en una moto. Yo jugaba al tenis por las tardes con unos amigos del pueblo y les comenté mi experiencia de esa mañana y ellos me dijeron entre risas que yo había visto al mismísimo “Stålfarfar” (el abuelo de acero). No pensé más en ello, porque ellos no siguieron la conversación sobre este abuelo de acero, pero en 1987, leí en un periódico la noticia de su muerte a los 101 años, y es esta historia la que os voy a contar hoy.
Stålfarfar es el apodo que se le dio a Gustaf Håkansson, un hombre que se convirtió en una leyenda por su increíble hazaña en una competencia de ciclismo a una edad avanzada, concretamente a los 66 años, edad que ahora, a mí por lo menos, no me parece muy avanzada, dicho sea de paso. Gustaf Håkansson nació el 15 de octubre de 1885 en Helsingborg, Escania, en la casa de labor Västra Karaby 21. Trabajó en el campo y era conocido por ser un hombre de gran resistencia y tenacidad. Ya como casado se dedicó a los transportes, pero, la bicicleta, era algo que le apasionaba tanto, que en 1927, a los 42 años, se fue en bicicleta hasta las montañas del norte, una distancia de unos 2.500 kilómetros ida i vuelta. Esto lo hizo él como una pequeña ocurrencia, anónima y personal. El apodo de Stålfarfar, que en sueco significa «Abuelo de Acero», se le dio debido a su impresionante resistencia física, especialmente en el contexto de su hazaña más famosa.
Todo empezó 1951 como una iniciativa propagandística para una fábrica de bicicletas y de armas, Husqvarna que junto con el periódico Stockholmstidning y en colaboración con la federación de ciclismo de Suecia ideó una carrera de fondo llamada Sverigeloppet que, saliendo de Haparanda, en el norte de Suecia, llegaría a la meta en hasta Ystad, la ciudad más al sur de Suecia. La carrera tuvo lugar un total de diez veces entre 1951 y 1965. Los participantes corrian con bicicletas de uso común equipadas con el buje de 2 velocidades Novo de Husqvarna a lo largo de la, casi siempre, fangosa carretera nacional 13, que al sur de Estocolmo se convertía en la carretera nacional 1. La de Stålfarfar comienza en el momento que él, cumplidos los 66 años, decidió participar en esa carrera que atravesaba Suecia de norte a sur, cubriendo una distancia de aproximadamente 1,760 kilómetros desde Haparanda a Ystad, el mayor trayecto entre ciudades Suecas, una distancia solo 101 kilómetro más corta que la distancia entre París y Cádiz, para que os hagáis una idea.
Debido a su “avanzada edad”, los organizadores del Sverigeloppet consideraron que Håkansson era demasiado viejo para participar y lo descalificaron, aduciendo que la carrera estaba reservada para ciclistas de hasta 40 años, sin embargo, él no se dejó desanimar, todo lo contrario. Determinado a demostrar su fuerza y resistencia, decidió realizar la carrera de todos modos, pero de manera no oficial. Para deleite de los periodistas, Håkansson recorrió la ruta de todas formas. Sverigeloppet se llevó a cabo en etapas del 1 al 8 de julio, y mientras los competidores dormían, Håkansson pedaleaba hasta tres días seguidos. Durante la competencia, fue presentado como «Stålfarfar» debido a un personaje de cómic popular en ese momento. Llegando a Söderhamn, después de haber recorrido 780 kilómetros, la policía le exigió que se sometiera a un examen médico, y resultó que Håkansson estaba en buena forma, tan buena, que parecía que tenía 30 años. Después de 6 días, 14 horas y 20 minutos llegó a Ystad, 24 horas antes que el primero de los competidores. Allí, la banda de música de la brigada de bomberos tocó y Håkansson fue llevado en volandas. Al día siguiente, se reunió con el rey.
Lo bueno del caso es que, el abuelo de hierro no tenía suficiente dinero como para pagarse un viaje en tren desde Helsingborg a Haparanda, así que, ni corto ni perezoso, se fue en bicicleta. Salió con buen tiempo, el 3 de junio. Al llegar, le negaron el dorsal y él se hizo uno y le puso la cifra 0 y con este dorsal y de muy mala leche, cruzó toda Suecia. Salió un minuto después del último ciclista, pedaleando tras él. Justo antes, se había reconfortado con un par pastas y una gaseosa.
Los periódicos se dieron cuenta de la historia de este excéntrico viejo al poco de comenzar la carrera, y comenzaron a seguirle con más interés que el que mostraban a la carrera en sí. Y, es que él les daba material cada vez que le entrevistaban, como después de su llegada a Umeå, tras 430 kilómetros, cuando les dijo a los periodistas que pensaba continuar. — No, solo necesito dormir cuando estoy cansado, y yo aún no estoy cansado — le dijo al reportero del periódico Expressen. La verdad es que él no iba muy deprisa, se ha calculado que iba a unos 15 kilómetros a la hora, pero compensaba al no parar para dormir. Cubrió el recorrido de 1764 kilómetros desde Haparanda hasta Ystad, en 6 días, 14 horas y 20 minutos, aproximadamente un día antes que el ganador oficial de la carrera, durmiendo solo un total de 11 horas. El premio al vencedor se lo negaron, pero los periódicos iniciaron una campaña para juntar dinero y tras la carrera le llovieron las ofertas de trabajo, en anuncios y promociones y hasta le pagaron por mostrarse al público en las fiestas de Kivik, un mercado muy popular. Llegó hasta a grabar discos en los que cantaba salmos y otras canciones religiosas. Gustaf siguió dándole a los pedales toda su vida y en 1959 se fue en bicicleta hasta Jerusalén, para ver los santos lugares, como el dijo. Porque, este abuelo de acero, era muy religioso y llevaba siempre su biblia.
Bueno, pues, a lo que íbamos; no hay por que ser invisibles, solo porque pasamos la edad de la jubilación. A este hombre lo conocían bien, aún siendo “tan viejo”, o quizás por ello. Tan fuerte no soy y dormir 11 horas en seis días está muy lejos de mis posibilidades, pero 21,1 km voy a correr el 15 de junio del año que viene, añadiré, por si acaso, eso de “si Dios quiere”, no vaya a ser que…
[1] El ministro de Finanzas socialdemócrata Pär Nuder llamó a los nacidos entre los años 1945-1954 «la montaña de carne»y ahora tenemos un nombre inglés: babyboomers.
Pues, siguen los calores, si señor. Hoy he salido a correr, Sí, a correr, no a pasear, o, sí, a pasear un poco más rápido de lo habitual. Correr es un decir, pero, como marcha, me amonestarían por levantar un pie del piso. Mientras jadeaba como galgo jubilado, me ha venido a la mente que he tenido dos reuniones en lugares muy interesantes. Eso, a propósito de mi anterior entrada sobre la cerveza y otras bebidas. La primera reunión la tuve ya la semana pasada con el grupo al que pertenezco, dentro de mi partido, y que trabaja con la planificación de una estructura energética sostenible, para tratar de parar el calentamiento climático. Sobre esto hay mucho que decir, porque en esta reunión, un político que es agricultor en lo privado, nos estuvo dando la lata con una retahíla endiablada sobre los bienes del CO₂. Ya sabemos que el CO₂ es lo que los seres humanos y animales exhalan como parte del proceso de respiración. Las plantas lo utilizan en la fotosíntesis para producir oxígeno y glucosa, esenciales para su crecimiento. También sabemos que el CO₂ es una parte fundamental del ciclo del carbono, un proceso biogeoquímico que regula la cantidad de carbono en la atmósfera, la hidrosfera y la biosfera. Sí sí, hasta aquí todos de acuerdo, pero, el dióxido de carbono es, al mismo tiempo, uno de los gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera terrestre, calentando nuestro pobre Tellus. Si bien es esencial para mantener la temperatura de nuestro planeta a niveles que permitan la vida, el exceso de CO₂ debido a actividades humanas, como la quema de combustibles fósiles y la deforestación, ha contribuido al calentamiento global y al cambio climático. Además, la mayoría de los expertos están de acuerdo en que su exceso en la atmósfera es una de las principales causas del cambio climático actual. No sé lo que pensaréis vosotros, pero esto es lo que hay. No era de eso de lo quería contar pero, corriendo, se me enredan los pensamientos. Yo lo que quería contar es que, el local donde tuvimos la reunión es de la IOGT:NTO que es una organización sueca de carácter social y de abstinencia, dedicada a la promoción de estilos de vida libres de alcohol y otras drogas. Su nombre completo es Internationella Organisationen av Godtemplare i Sverige – Nykterhetsrörelsens Templare (IOGT-NTO), que en español se traduce como «Organización Internacional de Buenos Templarios en Suecia – Templarios del Movimiento de Abstinencia».
la IOGT se formó en 1851 como una organización de abstinencia total para combatir el alcoholismo y sus efectos en la sociedad. Sus objetivos incluían promover la sobriedad, abogar por reformas legales y políticas, apoyar el desarrollo moral y espiritual de sus miembros, y expandir su misión a nivel internacional para crear comunidades más saludables y justas. Aunque se fundó en los Estados Unidos, la IOGT rápidamente se expandió a otros países, incluyendo Canadá, el Reino Unido y varios países europeos, entre ellos Suecia. En 1906, la organización cambió su nombre a «International Order of Good Templars» para reflejar su creciente presencia global. El objetivo principal de la IOGT en el momento de su formación fue combatir el alcoholismo y sus efectos negativos en los individuos, las familias y las comunidades. En el siglo XIX, el consumo de alcohol era un problema significativo en muchas partes del mundo y no menos en Suecia, y la IOGT se posicionó como una organización que buscaba soluciones a través de la abstinencia. Esta organización tiene unos locales magníficos para reuniones y los alquilan por 100 euros al día a otras organizaciones. Yo pensaba, mientras corría, que debería presentar estas organizaciones, para dar una imagen más completa de lo que significa el alcohol para la sociedad sueca.
La siguiente reunión, la tuve ayer, en un edificio histórico por ser un proyecto completamente fallido, que existe aún en nuestra ciudad, como una especie de museo del “quiero y no puedo” o de la ilusión desmedida de unos cuantos estudiantes sobrios, que creían que iban a poder cambiar las costumbres de los estudiantes de Lund. A este edificio le pusieron el nombre del pionero sueco de la sobriedad y la templanza, Peter Wieselgren. Al ver que era imposible construir un edificio como vivienda de estudiantes, en el que el consumo de alcohol estuviese prohibido, se construyo el edificio, pero pasó a tener otras funciones, entre otras, ser sede de algunas oficinas y aulas para centros de educación de adultos. Yo estuve ayer atendiendo una reunión de presidentes de ciudades jardín, ya que yo presido desde hace dos años nuestro pequeño paraíso urbano.
Aunque entre los estudiantes no llegó a cuajar este movimiento por la abstinencia, no se puede negar que fue muy importante como base de la organización obrera y la democratización de la sociedad. Durante el siglo XIX y principios del siglo XX, el abuso del alcohol era un gran problema en la sociedad sueca, con graves consecuencias para la salud, las familias y la comunidad. El movimiento de abstinencia trabajó activamente para reducir el consumo de alcohol fomentando la abstinencia personal y abogando por leyes y restricciones sobre el alcohol.
El movimiento de abstinencia fue clave para el desarrollo de la sociedad sueca, pues ha tenido una gran influencia en la vida social, política y cultural de Suecia desde mediados del siglo XIX. Este movimiento popular desempeñó un papel crucial en la promoción de reformas sociales y de salud en Suecia. El movimiento contribuyó a la movilización política y fue una fuerza importante en el proceso de democratización de Suecia. A través de su compromiso con los temas sociales y su enfoque en el bienestar de los ciudadanos, el movimiento de abstinencia se convirtió en parte del movimiento popular más amplio, que incluía al movimiento obrero y al movimiento de las iglesias libres, no adscritas a la iglesia estatal protestante. Estos movimientos, en conjunto, desempeñaron un papel central en impulsar las reformas sociales y aumentar la participación política, lo que sentó las bases para el moderno estado de bienestar sueco.
El movimiento de abstinencia fue importante para promover la educación y la cultura en Suecia. Muchas asociaciones de abstinencia establecieron sus propias bibliotecas, círculos de conferencias y eventos culturales destinados a ofrecer una alternativa a la cultura del alcohol, y contribuyó de esta manera a la difusión del conocimiento, creando una base para la educación popular, lo cual fue fundamental para elevar el nivel educativo y la conciencia de la gente. Se trataba de canalizar la atención de los trabajadores hacia la cultura, la lectura, la música, las tertulias, dejando el alcohol fuera de todo tipo de socialización. Sus mayores éxitos los lograron fuera de las ciudades, en los pequeños núcleos de población con una población bastante estable y una gran tradición religiosa. En las grandes ciudades, donde el control social no era tan grande, era más difícil predicar la abstinencia.
Este movimiento ha dejado una gran huella en la política y la legislación sobre el alcohol en Suecia, contribuyendo a la implementación de regulaciones estrictas sobre el alcohol y al establecimiento de Systembolaget, la tienda estatal de venta de alcohol, que se creó para controlar el consumo de alcohol y reducir los daños relacionados con esos productos. Estas regulaciones y estructuras han sido importantes para el trabajo de Suecia en materia de salud pública y han influido en la política del país hasta el día de hoy. El movimiento también ha influido en los valores culturales y las normas suecas en torno al alcohol. A través de su trabajo, el movimiento de abstinencia ha contribuido a una actitud más restrictiva hacia el alcohol en comparación con muchos otros países, lo que, a su vez, ha influido en las normas sociales y actitudes en Suecia. Esta actitud sigue influyendo en la forma en que la sociedad sueca ve y maneja los problemas relacionados con el alcohol hoy en día. Pero, aquí hay una pequeña trampa, diría yo, porque la sociedad sueca se dividió en dos bloques perfectamente perceptibles, para todo aquel, que, como yo, formen parte de ella. Por un lado, están los abstemios, una minoría, pero muy bien representada en la política, y sobrerrepresentada en el parlamento y en todas las administraciones. Por la otra parte, está la mayoría de la sociedad que aún conserva una rara fascinación por el alcohol, presente en todas las ocasiones importantes y uno de los marcadores de estatus en la sociedad. Una persona que lo tiene todo, tiene también unos toneles de una conocida marca de whisky en la propia destilería, el bar de su casa, repleto de botellas de marcas caras y una buena bodega con vinos añejos en su vivienda. Para los estudiantes, es una “necesidad” el poder acceder al alcohol y, en los hogares de estudiantes bajo las “naciones” hay bares donde se sirve alcohol a bajo precio. Muchos estudiantes universitarios llegan a desarrollar una dependencia severa que a veces les puede costar hasta la vida. El alcohol se convierte en un peligro.
El problema es, que cuando las organizaciones que luchaban por la abstinencia lograron conseguir un poder político importante, cayeron en la trampa de creer que todo se solucionaría con la prohibición. Así empezó en Estados Unidos la introducción de la ley seca, la prohibición de producir y consumir bebidas alcohólicas, que tan nefastos resultados dio en su día y aún sigue notándose. La Ley Seca fue el resultado de décadas de activismo por parte del movimiento de templanza en Estados Unidos, que comenzó en el siglo XIX. Este movimiento, compuesto principalmente por grupos religiosos y organizaciones sociales como la Women’s Christian Temperance Union (WCTU) y la Anti-Saloon League (ASL), sostenía que el alcohol era la raíz de muchos problemas sociales, incluyendo la violencia doméstica, el crimen y la pobreza. Durante la Primera Guerra Mundial, el apoyo a la prohibición creció significativamente, ya que muchos consideraban el consumo de alcohol como un despilfarro de recursos y grano, que sería mejor emplear como alimento. Además, el sentimiento antialemán contribuyó a la aprobación de la Ley Seca, ya que muchas cervecerías en Estados Unidos eran propiedad de inmigrantes alemanes. Esta ley se oficializó con la Decimoctava Enmienda a la constitución de los Estados Unidos, ratificada en 1919, y con la promulgación de la Ley Volstead en 1920. Esta última ley definía las bebidas alcohólicas y establecía las reglas para la prohibición y el cumplimiento de la misma. Según la ley, cualquier bebida con más del 0.5% de alcohol era ilegal. Pronto se vio que esta ley sería extremadamente difícil de aplicar. Aunque algunas personas respetaban la ley, muchas otras no. La producción clandestina y el contrabando de alcohol se convirtieron en prácticas comunes. Además, se establecieron bares clandestinos llamados «speakeasies» (fácil hablar) en ciudades de todo el país, donde se vendía alcohol ilegalmente.
Uno de los efectos más notables de la Ley Seca fue el aumento del crimen organizado. Las pandillas y organizaciones criminales se beneficiaron enormemente del comercio ilegal de alcohol. Figuras como Al Capone en Chicago amasaron grandes fortunas y poder mediante el contrabando y la venta ilegal de alcohol. El crimen violento y la corrupción política también aumentaron, ya que muchos oficiales de policía y políticos fueron sobornados para ignorar las operaciones ilegales. La mafia, endémica en Italia, se estableció en Estados Unidos, creciendo entre grupos marginados de emigrantes, generalmente italianos o irlandeses. Ya nunca se pudo acabar con la mafia y aún sigue teniendo el poder de meter su mano en cualquier actividad lucrativa y grisácea que pueda surgir, ya sea la recogida y localización de las basuras, la droga y un sinfín de actividades. Saliéndome un poco del tema del alcohol, es aproximadamente lo que ocurre hoy referente al mercado de la droga, hay gran cantidad de demanda, está prohibida y hay mucho dinero que ganar. Esto es un problema de Estados Unidos, de España y de Suecia, e igualmente en el resto del mundo. La Ley Seca llegó a su fin con la ratificación de la Vigésima Primera Enmienda a la constitución de los Estados Unidos en 1933, que derogó la Decimoctava Enmienda. Esta fue la única vez en la historia de Estados Unidos que se derogó una enmienda constitucional. La derogación fue impulsada en parte por el reconocimiento de los problemas asociados con la prohibición y el deseo de generar ingresos fiscales a través de la venta de alcohol, especialmente durante la Gran Depresión.
Otros países introdujeron restricciones de distintas maneras, siempre con poco o ningún éxito a largo plazo. En el Imperio Ruso, una prohibición del alcohol fue introducida durante la Primera Guerra Mundial en 1914 y continuó después de la Revolución Rusa bajo el gobierno soviético. La prohibición completa terminó en 1925, aunque algunas restricciones continuaron bajo el régimen soviético. La pequeña Islandia fue una de las pioneras, adoptando la prohibición del alcohol en 1915, pero la ley comenzó a ser flexibilizada en 1922. La prohibición del vino fue levantada en 1922. La prohibición parcial en Islandia se relajó en respuesta a la presión internacional, especialmente de España, un importante exportador de vino, que amenazó con dejar de comprar pescado islandés si Islandia no permitía la importación de vino. Noruega impuso también restricciones parciales al alcohol en 1916, comenzando con la prohibición de bebidas destiladas, y luego extendió estas restricciones a otros tipos de bebidas alcohólicas en 1919. Sin embargo, la prohibición total del alcohol nunca se implementó. Las restricciones en Noruega se relajaron gradualmente durante la década de 1920, y en 1927 se permitió nuevamente la venta de bebidas alcohólicas destiladas. Finlandia implementó la prohibición del alcohol en 1919, poco después de obtener su independencia de Rusia, y la mantuvo hasta 1932. La ley seca en Finlandia resultó en un aumento del contrabando y la producción ilegal de alcohol, similar a lo que ocurrió en Estados Unidos. La prohibición fue derogada mediante un referéndum. Durante la presidencia de Plutarco Elías Calles, de 1926 a 1933, México implementó una política de prohibición del alcohol, aunque no tan estricta como la de Estados Unidos. En México, las restricciones se centraron más en la regulación y control del consumo de alcohol en ciertas áreas y bajo ciertas circunstancias.
En Suecia, el 27 de agosto de 1922 y fue un momento clave en la historia del país, al menos, respecto a su política de alcohol. Este referéndum se realizó para decidir si se debía imponer una prohibición total de las bebidas alcohólicas en el país, en un contexto marcado por movimientos de temperancia y preocupaciones sociales sobre el consumo de alcohol. Suecia, como todos los países industrializados, enfrentaba serios problemas sociales y de salud relacionados con el consumo excesivo de alcohol, a partir de su industrialización. Estos problemas incluían altos niveles de alcoholismo, violencia doméstica, pobreza y problemas de salud pública. Durante este período, organizaciones como la IOGT-NTO, iglesias y otros grupos sociales promovieron activamente la abstinencia del alcohol. Estos grupos ganaron una considerable influencia política y social, lo que impulsó la idea de una prohibición total como una solución a los problemas causados por el alcohol. Además, la Prohibición en los Estados Unidos, tuvo un impacto significativo en Suecia. La política estadounidense fue observada con interés por los defensores de la temperancia suecos, quienes esperaban resultados similares en su propio país. Ante la presión de los movimientos de temperancia y la creciente preocupación pública sobre los efectos negativos del alcohol, el gobierno sueco decidió convocar un referéndum para preguntar a la población si apoyaba la imposición de una prohibición total de las bebidas alcohólicas. El referéndum fue de carácter consultivo, lo que significa que no era vinculante y, por lo tanto, no obligaba al gobierno a seguir su resultado. La pregunta que se planteó a los votantes fue si estaban a favor de una prohibición total de las bebidas alcohólicas que contenían más de 2.25% de alcohol. El resultado fue muy ajustado, con un 51% votando en contra de la prohibición y un 49% a favor. La participación electoral fue de aproximadamente el 55%, lo cual se considera relativamente alto para la época y el tema en cuestión. Dado que la mayoría votó en contra de la prohibición, Suecia no implementó una prohibición total del alcohol. Sin embargo, el estrecho margen de la votación mostró que el país estaba profundamente dividido sobre la cuestión del alcohol.
A pesar del rechazo a la prohibición total, el referéndum influyó en la política de alcohol en Suecia. El gobierno sueco, consciente de las preocupaciones sobre el consumo de alcohol, optó por seguir un enfoque regulatorio más fuerte. Esto llevó a la creación de Systembolaget en 1955, un monopolio estatal para la venta de alcohol con el objetivo de controlar el consumo de manera más estricta. Aunque no se implementó una prohibición total, Suecia mantuvo políticas restrictivas en torno al alcohol, como altas tasas impositivas, regulación estricta de los horarios de venta y restricciones en la publicidad de bebidas alcohólicas. Estas políticas han perdurado hasta la actualidad, con Suecia manteniendo uno de los enfoques más restrictivos hacia el alcohol en Europa. El referéndum de 1922 demostró la dificultad de implementar políticas de prohibición total en sociedades donde el consumo de alcohol está profundamente arraigado culturalmente. También resaltó la importancia de equilibrar la regulación del alcohol con las libertades individuales y los derechos personales.
Cuando yo llegué a Suecia, Systembolaget era un lugar que parecía una farmacia o un economato antiguo. Al entrar en sus tiendas había que hacer cola y, al llegar al mostrador, arriba de la caja, había una lamparita roja que se encendía de forma aleatoria y, al encenderse, el cliente que hubiese llegado al mostrador, tenía que mostrar su carnet de identidad o pasaporte. El dependiente miraba entonces el documento y lo comparaba con una lista, “la lista negra” que el tenía sobre los clientes a los que no se les debía despachar. En esa lista entraban todos los que habían sido detenidos por delitos de ebriedad o habían sido denunciados por las autoridades sociales. También se controlaba que el cliente tuviese más de 20 años. Hoy las tiendas del Systembolaget, tres en la ciudad de Lund, están perfectamente surtidas con vinos, cervezas y licores de todo el mundo. Hoy ya no tienen ese carácter lúgubre que tenían en los 60 y 70, y son tiendas de autoservicio. Además, Systembolaget, está obligado a importar todo aquello que los clientes le demanden. Yo no tengo problemas para comprar cualquier producto que me venga en gana, pero el precio es alto, en lo que se refiere a bebidas de una gran graduación alcohólica, pues se pagan impuestos según los grados o porcentaje de alcohol que contengan. Los buenos vinos son bastante baratos, tan baratos o más que en España. El control de la edad es muy estricto y yo veo a hombres barbudos y mujeres casaderas que tienen que mostrar su legitimación pues parecen demasiado jóvenes. A mí no me piden la legitimación ¿Por qué será?
La política para mantener el consumo de alcohol en unos niveles aceptables para la sociedad, es la de altos precios. Para una persona de ingresos medios, consumir alcohol le resulta caro. Una botella de vino de media calidad no cuesta menos de 12 euros. Una botella de cerveza de 33 cl de mediana calidad cuesta 2-3 euros. Una copa de vino en un bar normal o una cerveza, unos 10 euros. Una botella de whisky regular de 75 cl cuesta 40 o 50 euros. El consumo promedio de alcohol es de 8,82 litros de alcohol puro por habitante, de 15 años o más, según las estadísticas de 2022, que son de las que dispongo. Es extraño que se utilice la medida, mayor de 15 años, ya que la edad mínima para ser servido en un bar es de 18 años y para comprar en Systembolaget, 20 años. Si usáramos la medida, mayores de 18 años, que para mí sería la más lógica, tendríamos un consumo que se aproximaría a la de otros países. Si el consumo de alcohol se distribuyera equitativamente entre todos los adultos en Suecia, cada adulto consumiría aproximadamente once copas estándar de alcohol a la semana. Es decir, once copas de vino u once latas de 33 cl de cerveza fuerte, lo cual supera el límite de consumo de bajo riesgo.
Europa es el continente donde el consumo de alcohol es más alto. El consumo promedio de alcohol, medido en litros de alcohol puro por persona de 15 años o más por año, en los países de la UE junto con Noruega y Suiza es de 11,3 litros. Esto es considerablemente más alto que el promedio global de 6,4 litros. España tiene un consumo superior, aunque aquí es muy difícil saber con exactitud porque, gran parte del consumo lo hacen los turistas que nos visitan. Con todo, estamos en 9 litros de alcohol puro, no mucho más que Suecia.
Aunque el consumo está bajando en todos los grupos de edad, en los últimos años, en varios países europeos se han debatido diferentes medidas para reducir aún más el consumo de alcohol. Una de esas medidas es el establecimiento de precios mínimos, es decir, fijar un precio mínimo para las bebidas alcohólicas más baratas. Políticas similares ya existen en Canadá, algunos estados de EE. UU., Rusia, Moldavia, Ucrania y Uzbekistán. El 1 de mayo de 2018, Escocia se convirtió en el primer país de la UE en introducir un precio mínimo de £0,50 por unidad de alcohol (10 mililitros o 8 gramos de alcohol puro). Hay estimaciones que indican que esta reforma, solo en el primer año, debería prevenir 60 muertes, 1,600 hospitalizaciones y 3,500 delitos. Gales e Irlanda tienen planes avanzados para seguir el ejemplo de Escocia. El problema es, que no deberíamos caer en los errores cometidos con las leyes secas. En mi opinión, hay que educar al individuo y dejarle decidir por si mismo, siempre y cuando no signifique una catástrofe nacional. Precisaríamos un nuevo movimiento antidroga, que no veo por ninguna parte. Me refiero a un movimiento social, desde abajo, desde las raíces, que tenga tanta repercusión como el movimiento que quiso contrarrestar las secuelas del alcohol tuvo en su momento.
Y es que, es muy difícil saber exactamente cual es la magnitud de la droga en las sociedades occidentales. Lo que se ha sabido hasta ahora han sido solo la punta de un iceberg, si se me permite la frase vacía. Sabemos lo que descubren las aduanas y la policía, sabemos de casos de muertes, una 1000 al año, solo en Suecia, y las personas que se encuentran en tratamiento o en cárceles u otras instituciones penitenciarias, pero, ¿Cuánta gente se droga? Encuestas se pueden hacer, pero sus resultados tienen un valor limitado. Finalmente, desde el 2014, se ha empezado a controlar de una manera más científica, analizando las aguas residuales, ya que todo lo que entra por la boca, sale por…
Durante siete días, entre el 15 y el 21 de octubre de 2019, la planta de tratamiento de Henriksdal en Estocolmo tomó muestras de agua de las aguas residuales durante 24 horas desde dos de las entradas de alcantarillado en el centro de Estocolmo. El área de captación abarca a los hogares conectados a 850,000 personas de todas las edades que viven en las zonas centrales y del sur de Estocolmo, y a todos los establecimientos, bares, restaurantes, clubes etc. La prueba se realizó de acuerdo con métodos internacionales reconocidos según la EMCDDA, el Centro Europeo para el Control de Drogas y la Adicción, al que están afiliadas más de 70 ciudades europeas, que cada año analizan sus aguas residuales para investigar los patrones de consumo de drogas en las ciudades. Por lo tanto, la prueba de siete días puede compararse con el resto de los países de la UE. Todas las dosis están calculadas según las dosis normales según las medidas estándar de la EMCDDA, es decir, 125 miligramos de cannabis por dosis, 100 miligramos de cocaína por dosis, y 30 miligramos de anfetamina/metaanfetamina. El número de dosis se calcula con un método que tiene en cuenta que los marcadores encontrados en el agua son los que han sido descompuestos en el cuerpo.
La prueba se realizó durante siete días para obtener la cifra más fiable posible sobre los hábitos de consumo de drogas. De media, el estudio encontró que cada día se consumían el equivalente a 255,600 dosis de cannabis, 4,810 líneas de cocaína y 64,443 dosis de anfetamina. Durante la semana, el día en que se consumió más droga en el área fue el martes. Por cada mil habitantes, el martes se consumieron 440 dosis de cannabis, 4.7 dosis de cocaína y 79 dosis de anfetamina. En peso, se fumaron 223.5 kilos de cannabis, con un valor total de aproximadamente 24.6 millones de coronas, durante la semana examinada. Esto muestra que el cannabis es la fuente de ingresos más grande para los traficantes. La cocaína equivale a casi 3.4 kilos y tiene un valor de tres millones de coronas. Se gastaron otros tres millones en 13.5 kilos de anfetamina. Durante la semana antes del pago de salarios en octubre, se gastaron en total casi 31 millones de coronas en drogas en Estocolmo. El precio de la calle para 1 gramo de cannabis se calcula en 110 coronas, para 1 gramo de cocaína el precio es de 900 coronas y para 1 gramo de anfetamina el precio es de 240 coronas.[1]
El problema de la droga está creciendo. No solamente son las drogas comunes, el cannabis, las anfetaminas, la cocaína, la heroína etc. Muchos jóvenes usan cualquier cosa para huir de la realidad. Ahora parece que aquí en Suecia es el óxido nitroso o gas de la risa, el que está de moda. Antes era el gas de los mecheros, y aún antes la inhalación de pegamento, aerosoles, disolventes u otros productos que emiten vapores, para conseguir una euforia temporal, a costa de mareos, percepción distorsionada y, a veces, alucinaciones a costa de problemas graves de salud, incluidos daños en el cerebro y en órganos internos, y a veces, perder la vida. Yo me pregunto que es lo que lleva a esos jóvenes a tratar de huir la realidad. Podríamos decir que, aquí y en casi toda Europa, los jóvenes tienen todo lo que se le puede elegir a la vida. No todos, naturalmente, pero la inmensa mayoría. El problema además va mucho más allá, de ser un problema de higiene social o salud pública. Es también un problema de seguridad. Suecia se ha convertido en poco tiempo en un lugar inseguro, por culpa de las bandas criminales que campean a sus anchas, y viven entre lujo, gracias a su capacidad de violencia. A diario se puede leer relatos de muertes a tiros en cualquier lugar de Suecia, aquí mismo, en nuestra proximidad, en Malmö y Helsingborg, por suerte aún no en Lund, hemos tenido muertes violentas en la que los perpetradores no tenían más de 15 años. Parece ser que las bandas eligen estos jóvenes como torpedos, porque la legislación sueca, solo permite condenarles a penas de unos cuantos meses en casas de corrección de una disciplina muy laxa, y a los dos días están en la calle, cuando no los liberan antes a la fuerza.
En Suecia hemos visto un aumento en ciertos tipos de delitos, como los relacionados con la violencia y las drogas, mientras que otros, como los robos, han disminuido. Los delitos violentos, como agresiones, homicidios y tiroteos, han mostrado un claro aumento. Este incremento ha sido particularmente notable en áreas urbanas y en ciertos barrios. Factores como la actividad de bandas criminales, concentradas en ciertas etnias, conflictos relacionados con el tráfico de drogas y la violencia de pandillas han contribuido a este aumento. Al pertenecer la mayoría de los criminales a etnias específicas, en su mayoría proveniente de el oriente medio, el crecimiento de la xenofobia ha coincidido con un aumento en los delitos de odio y ataques violentos. Las políticas promovidas por partidos xenófobos a menudo buscan limitar los derechos de los inmigrantes o minorías, lo que puede aumentar las desigualdades socioeconómicas y estas a su vez pueden contribuir a un mayor En contextos donde las políticas de exclusión han aumentado la marginalización, se ha observado un aumento en la criminalidad entre las comunidades afectadas. El problema es grande y de muy difícil solución.
Al mismo tiempo, la regulación sueca contra el uso de drogas es una de las más estrictas en Europa. Suecia ha adoptado un enfoque integral y rígido hacia el control de drogas, centrado en la prevención, la restricción y el tratamiento. Es una política de cero tolerancias hacia el uso de drogas. Esto significa que cualquier forma de consumo, posesión o tráfico de drogas ilegales está estrictamente prohibida y se enfrenta a medidas severas. Tanto la posesión como el uso de drogas están penados por la ley, sin distinción en la cantidad o el contexto. Y, al igual que en tiempos de la lucha por el alcohol, había un nombre en concreto, como responsable de esta deriva política, en el caso de las drogas este fue Nils Bejerot (1922-1988), un psiquiatra e investigador sueco, que abogó firmemente por una política de drogas restrictiva y de cero tolerancia. Su trabajo e ideas han tenido un gran impacto en la política de drogas de Suecia. Bejerot realizó una extensa labor de conferencias en todo el país, debatiendo intensamente a favor de la tolerancia cero hacia las drogas y publicó 600 ensayos y artículos de debate, así como una decena de libros sobre el tema. En total, tuvo más de 100,000 participantes en sus cursos de dos días. Durante muchos años, Bejerot dio conferencias en la escuela de policía (más tarde la Escuela Nacional de Policía) sobre temas como el abuso de drogas, los trastornos mentales y la técnica de negociación. Formó a casi todos los policías de Suecia en su día, lo que, junto con sus esfuerzos diarios como psiquiatra, le valió el epíteto de «el médico de la policía». Pero Bejerot fue también “el médico de los políticos socialdemócratas”, que compraron todo el paquete, con las ideas personales de este activo psiquiatra. Y, de la socialdemocracia, fue calando por toda la sociedad sueca hasta hacer que el actual ministro responsable, Jakob Forssmed, cristianodemócrata y ministro de asuntos sociales en el gobierno de Kristersson, en 2023 no quiso ampliar el mandato de la investigación sobre drogas en curso para incluir el análisis de los efectos de la ley y dijo que «la razón es que no tenemos la ambición de despenalizar las drogas para uso personal.» Esto lo dice un ministro que debería saber que, desde que el uso de drogas se volvió ilegal en Suecia en 1988, el uso de estas en la sociedad no ha disminuido sino ha aumentado, al igual que el número de muertes por sobredosis. Según la Oficina Europea de Drogas (EMCDDA), Suecia ha tenido históricamente una de las tasas más altas de mortalidad por sobredosis en Europa y, hasta 2020, ha sido uno de los países europeos con la mayor cantidad de muertes relacionadas con drogas. En 2020, se comunicó que la mortalidad por drogas en Suecia alcanzó 81,5 muertes por millón de habitantes, lo que es más alto que en cualquier otro país de la UE y casi cuatro veces el promedio, según un informe de la EMCDDA con estadísticas de 2018.
La verdad es que es muy difícil opinar sobre la droga. Por una parte, no quiero que los jóvenes usen drogas, porque conozco las consecuencias físicas y morales de los que caen en ese infierno. Pero, al mismo tiempo, pienso que no se puede prohibir sustancias que algunos usan para medicinarse por su cuenta. Sabemos que gran cantidad de los que usan drogas tienen algún tipo de diagnostico cognitivo. La automedicación con drogas entre personas con diagnósticos cognitivos y de salud mental es un fenómeno complejo que puede estar impulsado por el deseo de aliviar síntomas o mejorar la calidad de vida. Es crucial que las personas que luchan con estos diagnósticos reciban un tratamiento adecuado y apoyo profesional para manejar sus síntomas de manera segura y efectiva. Para que estas personas se acerquen a las instituciones que les pueden ayudar, debería quitárseles el sello de delincuentes, por tanto, el consumir drogas, no debería estar castigado con cárcel, en mi opinión.
Tampoco hay que olvidar que el alcohol es también una droga que se usa para automedicinarse, contra la soledad, contra la tristeza, para olvidar, y, a veces contra los males de amores, como en esta letra de Rafael Farina:
Vino amargo es el que bebo,
vino amargo es el que bebo
por culpa de una mujer
porque dentro de mi llevo,
porque dentro de mi llevo
la amargura de un querer.
Por tanto, y para no caer en la trampa de la dependencia, bebo solo cuando estoy alegre. Las penas, se llevan mejor en estado sobrio, se encuentran soluciones y se sigue adelante.
Parece que el calor se quiere quedar aún algunos días en Lund. Eso de la temperatura ideal es muy relativo, porque depende del individuo. A mi personalmente, una temperatura de unos 20-22 grados me parece ideal, quizás por eso me siento a gusto en los veranos de mi ciudad, tan lejos de los calores de agosto en algunas partes del Mediterráneo. Cuando el termómetro marca 28 o 30 grados, siento una sed terrible. No hay nada como el agua para calmar la sed, pero, qué difícil es decir que no a una cerveza bien fría, ¿verdad? Aunque, yo he bajado mi consumo de esta bebida a un mínimo, de vez en cuando, me tomo una cañita. Los días soleados invitan a sentarse en el jardín y disfrutar una cerveza, al poder ser, con amigos, pero en su defecto, solo, también sabe bien.
Andando, andando, voy pensando que Lund tiene una gran tradición cervecera. Es una tradición que podemos seguir hasta la edad media y que contiene muchas historias que hay que contar, muchas de ellas, directamente ligadas a la iglesia o, en fechas más próximas, a la universidad. En general, la historia de la cerveza es muy antigua y al parecer, tuvo su origen allí donde casi todo lo relativo a la cultura, lo tuvo. Se dice que se bebía cerveza, o al menos una bebida basada en los mismos ingredientes, ya hace 7000 años. Esto se puede afirmar porque los arqueólogos han encontrado restos de vasijas de barro y han analizado su contenido, resultando que las vasijas contenían un líquido hecho a base de cereales, es decir, una bebida que definitivamente se asemeja a la cerveza. El lugar de los hallazgos se encuentra en el actual Irak, en la tierra entre los ríos Éufrates y Tigris, Mesopotamia, y el pueblo que hacía cerveza eran los sumerios, ya sabéis, esos que nos dieron la escritura y muchas cosas más. El Himno a Ninkasi, diosa de la cerveza, contiene la primera receta conocida para su elaboración. En Egipto se han encontrado motivos de hace 2500 años que muestran la fabricación de una bebida similar a la cerveza. También se han encontrado textos que muestran que ya desde entonces la bebida estaba sujeta a impuestos.
La historia de la cerveza, aquí en Escandinavia, se remonta a la época vikinga, cuando se bebía hidromiel. Era una bebida que se elaboraba de manera similar a la cerveza, pero se aromatizaba con ingredientes como angélica, mirto o miel, lo que le daba un sabor completamente diferente al amargor clásico que asociamos con el sabor de la cerveza hoy en día. Hidromiel he bebido en Portugal y, no sé qué decir de su sabor, pero a mí me resulta demasiado dulce. En un contexto religioso, el hidromiel se consideraba como transmisor de un poder divino que, a través de su consumo, se transfería a la persona, otorgándole inmortalidad, habilidad poética y sabiduría. Durante mucho tiempo, el hidromiel, mantuvo ese carácter de bebida ritual. Esta forma ritual de beber se mantiene en cierto modo en las formas de brindar; ¡skål!- exclamamos, levantando las jarras o los vasos a la altura del tercer botón del chaleco, nos miramos a los ojos y le damos un buen trago al recipiente, nos volvemos a mirar a los ojos, asentimos y dejamos el vaso sobre la mesa.
El término «skål» proviene del antiguo nórdico «skál,» que originalmente significaba «cuenco» o «tazón.» En épocas medievales y vikingas, era común que las personas bebieran de un cuenco o tazón común durante las celebraciones o reuniones sociales. Estos cuencos solían pasarse de una persona a otra, y beber juntos del mismo recipiente era un signo de confianza y camaradería. De ahí proviene la palabra “lagom” que parece venir de «laget om,» que se traduce como «alrededor del grupo.» Esta expresión se usaba en contextos sociales donde un cuerno, o algún recipiente similar, se pasaba de persona a persona en un grupo, asegurando que todos recibieran una cantidad suficiente, pero no excesiva, para que alcanzara para todos. De esta forma, «laget om» implicaba que había suficiente para todos sin que nadie tomara más de lo necesario. Con el tiempo, «laget om» se fue abreviando y evolucionó fonéticamente hasta convertirse en «lagom», un concepto que refleja una filosofía de vida basada en la moderación y la sostenibilidad, evitando los extremos en cualquier dirección. Se trata de vivir en armonía y equilibrio. En el contexto del comportamiento social, «lagom» se traduce en no ser ni demasiado extravagante ni demasiado austero. Significa ser lo suficientemente generoso, pero no derrochador; trabajar lo suficiente, pero no hasta agotarse; disfrutar de las cosas buenas de la vida, pero no caer en el exceso. A algunos esta forma de vivir les parecerá aburrida, y muchos suecos lo consideran así, pero, en realidad, a la larga, se comprende que es una norma de vida bastante exitosa en todos los ámbitos.
Pero, las fuentes nos muestran un consumo de cerveza muy poco “lagom”. Así, en las detalladas cuentas del ayuntamiento de Estocolmo, en el banquete anual que se celebraba para festejar la designación de un nuevo consejo y otros funcionarios en servicio de la ciudad, se servían cantidades que hoy nos dejarían perplejos. Según esas cuentas, cada participante bebía alrededor de diez litros de cerveza, y en las celebraciones de los años 1463 y 1468, hasta 14,5 litros. Unas cantidades así solo se comprenden sabiendo que, en aquellos tiempos, la comida era muy salada y condimentada y a veces rancia, por lo que se necesitaba una gran cantidad de líquido para tragarla, apenas había alternativas a la cerveza. No existían bebidas como café, o té, y el agua de los pozos era a menudo imbebible. La leche solo se bebía en verano, cuando las vacas estaban en pacían en el prado. Otra explicación era que contenido de alcohol de la cerveza que se bebía habitualmente era de apenas dos por ciento. Desde una perspectiva histórica, la elaboración de cerveza se ha considerado una tarea femenina, especialmente en las zonas rurales y en las ciudades pequeñas, donde las amas de casa eran responsable de proveer de cerveza el hogar para cubrir las necesidades domésticas. Más tarde, al quedar regulada su producción por el estado, las mujeres siguieron formando parte activa en la producción, siendo un tercio de las maestrías cerveceras, regidos por mujeres.
Los suecos siguieron bebiendo cerveza con una regulación férrea de parte del estado que permitía solamente su elaboración a los gremios, para poder controlar y gravar su producción. El gremio de cerveceros se estableció en Suecia durante el siglo XVII y creció continuamente hasta la década de 1720, cuando contaba con 130 miembros. A finales del siglo XVIII, existían gremios de cerveceros en 17 ciudades de Suecia, pero, la elaboración privada fue socavando el sistema, y en 1828, la Junta Nacional de Comercio anunció que las industrias de la cervecería, la panadería y el matadero ya no estarían sujetas a las antiguas normas y privilegios de la ordenanza gremial. Esto hizo que la fabricación de la cerveza pasase de ser gremial a ser industrial. La liberalización de la producción hacia un sistema capitalista había comenzado y no pararía hasta liberalizar todo tipo de producción. Después de la reforma de 1828 vino la Ordenanza de Fábricas y Oficios y la Ordenanza de Comercio de 1846, iniciado el desarrollo hacia la desregulación del sector comercial. Por último, la ordenanza para la libertad ampliada de comercio, también conocida como la ordenanza de comercio de 1864, fue una reforma legal que se introdujo en Suecia el 18 de junio de 1864, introduciendo la libertad total de comercio. Esta ordenanza abolió la obligatoriedad de pertenecer a un gremio de maestros, la obligación de cooperar y el monopolio de los burgueses propietarios de derechos comerciales. El comercio y los oficios se desregularon tanto en las zonas rurales como en las ciudades, para todas las personas mayores de edad, así como para los menores que obtuvieran el permiso de su tutor, sin importar el género. Esto último, importante, como un primer paso a la emancipación de las mujeres, culminada, al menos formalmente, en 1921, con el sufragio femenino o derecho al voto de las mujeres[1].
La cerveza en los pueblos grandes y las ciudades se bebía en tabernas. La industria de las tabernas no estaba sujeta al sistema gremial ni a la obligación de pertenecer a un gremio, por lo que estaba abierta a las mujeres de manera diferente a muchas otras actividades. Una gran parte de los taberneros en los siglos XVII, XVIII y XIX eran viudas o esposas de campesinos, y la profesión era popular entre mujeres que, por diversas razones, se encontraban en situaciones que les obligaban a mantener a sus familias. Un pequeño pueblo a menudo podía tener dos o tres tabernas. Lund tuvo hasta 30, para una población que creció lentamente de 3000 habitantes al comienzo del siglo XIX a 16.000 el año 1900. La proporción de habitantes por taberna era similar a la de Estocolmo: una taberna por 79 habitantes. Por supuesto, estas tabernas no eran bien vistas por parte de las esposas de los hombres que se dejaban tentar por las tabernas después de una dura jornada de trabajo, como de la iglesia, que intervenía cuando se enteraba de que se vendía aguardiente en los días festivos. Veamos un interior de una de esas tabernas, según nos lo cuenta Bengt Karlsson:
“La taberna en la trastienda del Hotel del Ferrocarril, «Lilla Toddyfabriken» (la fábrica del Toddy)[2] era frecuentada principalmente por trabajadores de la cercanas Holmbergs[3], ferroviarios, mozos de carga de la ciudad y viajeros ocasionales. Aquellos que buscaban una buena porción de comida casera, cerveza bien fría en jarras de hierro fundido y tal vez un aguardiente o un ron con miel rara vez se sentían decepcionados. Muchos jugaban a las cartas, al billar o a los bolos.
La encargada, que atendía el servicio y también actuaba como portera, realmente merecería un capítulo propio. La señora Zaar era descrita como «alta y grande, vestida con botas», una mujer «masculina» con muchas peculiaridades. Una de ellas era colocar una gran cantidad de aguardientes de 5 y 10 öre en una barra del local. Después de la jornada laboral, los hombres entraban – casi en fila – y tomaban su aguardiente antes de irse a casa.[4] La lengua era afilada; si un cliente había tomado uno de más y además caído bajo la mesa, a menudo escuchaba algo como: «¿qué clase de diablo eres tú que no soportas un grog[5]?». Y si la cocinera se atrevía a sentarse un momento, le decían que «una cocinera sentada y una costurera de pie son una abominación para nuestro Señor». El hotel ferroviario cerró finalmente en 1957”.[6]
En el año 1905, había un total de 240 cervecerías en Suecia. Todas las ciudades y algunos pequeños pueblos tenían su propia cervecería. Aquí en Lund se fundó en 1870 Lunds Bryggeribolag, (Cervecera de Lund) que existió hasta 1965. Sus fundadores fueron el agricultor Jakob Magnus Ekström y el comerciante Pehr Larsson. Aquí se fabricaba cerveza a escala industrial desde el principio y el dinero para la inversión venía de la acumulación de capital que la agricultura y el comercio a gran escala proporcionaban en la era de la industrialización. Esa cerveza se consumía en bares (krogar) de los cuales había muchos en una ciudad como Lund. Sabemos la cantidad de cerveza que los suecos bebían en 1909.gracias a la estadística. Según esta estadística, los suecos, bebían 50 litros por habitante, y hay que tener en cuenta que ni los niños bebían ni las mujeres llegaban a ese consumo. En España, según esas estadísticas, no se bebía cerveza, sino que, en su lugar, se bebían 69 litros de vino[7]. Bélgica era un mundo aparte, con más de 200 litros de cerveza por habitante.[8]
Algo que tenemos que tener presente es que, en la fabricación moderna de la cerveza, el hielo es esencial para controlar la temperatura en diversas etapas del proceso, desde el enfriamiento del mosto hasta la fermentación y el almacenamiento, lo que asegura una cerveza de alta calidad. Por tanto, no es de extrañar que la cerveza se consumiese más en países fríos. En España y en otros países mediterráneos, la fabricación de cervezas va de la mano con las fabricas de hielo. Lo que me hace pensar en como se puede dividir el mundo en zonas según las bebidas o productos que se ingieran para conseguir estados de embriaguez o cambio de comportamiento. El vino, la cerveza, el aguardiente, el hachís, el opio, etc. se han empleado a lo largo de la historia para diferentes usos, religiosos y profanos, y forman parte de la cultura de los pueblos. Todos sabemos que el alcohol y otros preparados pueden distorsionar la percepción de la realidad, afectar la visión, el equilibrio y el sentido del tiempo. En muchos casos, ductos provocan sensaciones de euforia y desinhibición, y hacen que las personas se sientan más alegres, confiadas o relajadas. Estos efectos se pueden considerar positivos o negativos, según en que ocasión y en que entorno se consuman. Una conversación filosófica puede beneficiarse de un consumo en su justa medida, «lagom», por así decirlo.
Condicionantes para esta división serían la cultura y tradición, ya que las bebidas y drogas consumidas en una región a menudo reflejan las tradiciones culturales y las prácticas históricas. También condiciona la disponibilidad de ingredientes y las prácticas agrícolas en qué productos están disponibles y sean consumidos en una región. Por último, las creencias religiosas y las políticas gubernamentales pueden limitar o promover el consumo de ciertas sustancias. Por ejemplo, en algunos países musulmanes, el consumo de alcohol está restringido por la ley islámica, mientras que el consumo de hachís es permitido. Dividiendo el planeta en secciones paralelas al ecuador podemos ver que, desde el polo norte, bajando hacia el sur, encontramos primero la zona del aguardiente, en forma de whisky, coñac, aguardiente, etc, fabricados a partir de cereales. En parte mezclado en la zona, llegando hasta el mediterráneo norte tenemos la zona de la cerveza y al sur de ella, todo el mediterráneo, norte y sur, la zona del vino. Al sur de la zona del vino tenemos la zona del hachís, kifi u otra resina estupefaciente y así llegamos al ecuador, para comenzar con las mismas zonas, pero invertidas, así que por ejemplo tenemos vino en Suráfrica y Australia. Estas zonas son extensibles al este y oeste, teniendo productos similares, según las culturas, pero parecidos, en cuanto a la materia prima y la forma de consumo. Por ejemplo, el cannabis se usaba por algunas religiones como enteógeno, entendiendo como tal, una sustancia vegetal o un preparado de sustancias vegetales con propiedades psicotrópicas, que cuando se ingiere provoca un estado modificado de conciencia. Se utiliza en contextos espirituales, religiosos, rituales y chamánicos, además de usos recreativos o médicos particularmente en el Subcontinente indio, donde la tradición continúa. En el continente americano encontramos igualmente la hoja de la coca. El alcohol también es enteógeno. Aquí en Suecia, llamamos al alcohol “sprit” (espíritu) algo que, para mí, lo dice todo.
El vino es “droga” pero también forma parte del ritual cristiano y es parte de la cultura. La cerveza ha sido parte de un ritual, que ahora persiste de una manera un poco inconsciente, como ya expliqué anteriormente, en nuestras fiestas y diversiones cotidianas. Lo de las zonas ha quedado un poco revuelto por efecto de la globalización: ahora se bebe whisky, vino o cerveza en cualquier parte del mundo, y ni siquiera las más obstinadas religiones consiguen parar absolutamente su uso o el uso de las drogas. Ahora me tomo una cerveza a vuestra salud. Skål!
[1] Una forma de sufragio femenino se aplicó por primera vez en Suecia durante la llamada Era de la Libertad (1718-1772), cuando una cierta categoría de mujeres obtuvo una forma limitada de derecho al voto, que luego fue abolida, con la subida al trono de Gustavo III.
[2] Bebida hecha con Whisky, cognac o ron, agua hirviendo, azúcar y limón.
[3] Carl Holmbergs Mekaniska Verkstad, fundada en 1864, indstria del metal.
[4] Tengo un vivo recuerdo de un pequeño bar en un pueblo minero asturiano, en el que en el mostrador había una fila de vasitos de aguardiente, que los mineros bebían antes de irse a la mina, dejando una moneda en el lugar del vasito vacío. Eran los años sesenta y yo iba de viaje con mis padres. Esta imagen se me quedo clavada.
[5] Bebida a base de ponche o ron, con agua azucarada.
[6] Bengt Karlsson, Kaféer,Kondis & Krogar i Lund. Gamla Lunds årsskrift, 1993
[7] Es extraño que no se aprecie el consumo de cerveza en España en 1909, porque en 1908, hay ya instaladas cuatro empresas en Madrid: El Águila, El Laurel de Baco, Hijos de Casimiro Mahou,26 y Santa Bárbara. En Galicia, La Estrella de Galicia, dedicada a la producción de hielo y cerveza rubia etc.
Esta noche me despertaron truenos lejanos y ráfagas de viento aullante, silbando por las rendijas de las ventanas entreabiertas. El tiempo ha refrescado y tuve que levantarme a echar una manta más sobre la cama. Son pequeñas premoniciones de que el otoño viene de camino. Al salir, me pondré un impermeable; paraguas no me sirve, porque el viento lo destrozaría en dos minutos. Tengo pensado hacer la ruta de los monumentos. En esta ciudad, se alzaron monumentos desde comienzos del siglo XIX, sin contar los edificios eclesiásticos. La universidad, el ayuntamiento, organizaciones varias, se lanzaron todos a dejar constancia de su existencia en forma de monumentos. Un lugar repleto de estos monumentos, en forma de bustos y estatuas, son los jardines de Lundagård, que presenté aquí hace muy poco. La parte este de Lundagård, la llamada Tegnérplatsen (plazoleta de Tegnér) está presidida por una estatua de Esaias Tegnér, un famoso poeta sueco del siglo XIX, quien también fue catedrático de griego en Lund y luego obispo en Växjö. La estatua fue erigida en 1853, con medios recaudados entre los ciudadanos, lo que hoy se suele llamar un crowfunding, usando un anglicismo de moda[1]. Esta estatua es la primera que se erigió en Suecia para honrar a una persona que no fuese de familia real y es una de las más antiguas del parque. Aquí se reunían en los 80 y principios de los 90 vociferantes hordas de manifestantes el 30 de septiembre para, según ellos, mostrar sus respetos al rey Carlos XII, que no tenía mucho que ver con Tegnér pero que, habiendo este popularizado la figura del vikingo, contribuyo a crear la imagen, que los ultranacionalistas suecos quieren tener de si mismos, guerreros invencibles, paladines de la raza blanca. Debo decir también, que aquí les esperaban muchos antirracistas, entre los que se encontraban no pocos de mis estudiantes, para darles una buena bienvenida con huevos, tomates y alguna que otra piedra.
También en Lundagård, esta vez al norte, frente al antiguo edificio de la universidad, se encuentra un busto, propiedad de la Universidad de Lund, que representa al arqueólogo Sven Nilsson (1787-1883)[2], quien se dedicó a la investigación racial. Sven Nilsson fue, junto con otros investigadores, uno de los primeros en comenzar a medir cráneos para estudiar las razas. Realizó investigaciones tempranas de cráneos sami que fueron muy significativas para la creación del método de la biología racial. Sven Nilsson fue alumno de Anders Retzius , hijo de Anders Jahan Retzius, quien a su vez fue discípulo de Linneo[3]. Anders Retzius desarrolló en el siglo XIX teorías sobre los grupos de personas de cráneo largo y cráneo corto, que él relacionó con superioridad e inferioridad de las “razas”. En su investigación, Retzius afirmó, entre otras cosas, que la «raza germánica» era superior a la raza sami y la finlandesa, debido a supuestas diferencias en el tamaño de la cabeza. Las teorías y métodos de Anders Retzius fueron la base para la creación del Instituto Estatal de Biología Racial[4], en sueco (Statens institut för rasbiologi), fue una institución de investigación fundada en 1922 en Uppsala. Este instituto es notable por ser uno de los primeros en el mundo dedicado a la investigación racial y eugenesia, un campo de estudio que surgió en el contexto de las teorías raciales y eugenésicas que ganaron popularidad en Europa y América del Norte a principios del siglo XX. Este instituto, tuvo un impacto significativo tanto en la política social sueca como en el desarrollo de la antropología física y la eugenesia como campos de estudio. Sin embargo, sus actividades y métodos han sido ampliamente condenados en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial debido a sus fundamentos racistas y su papel en la promoción de la eugenesia, que a menudo se considera pseudocientífica y contraria a los derechos humanos.
Esta pseudociencia se centró en la antropología física, midiendo cráneos y otras características físicas para clasificar a las personas en diferentes «razas». De manera similar, los nazis también utilizaron estas ideas pseudocientíficas para justificar su jerarquía racial, en la que la «raza aria» era considerada superior. Las investigaciones del instituto sueco, y de otros en Europa y América, influyeron y apoyaron las ideas raciales de los nazis. Hubo intercambio de ideas y datos entre los científicos suecos y los nazis. Algunos académicos del instituto sueco y otros genetistas y antropólogos europeos compartieron conferencias, publicaciones y datos que fueron utilizados por los nazis para respaldar sus propias teorías raciales. Suecia implementó políticas de esterilización forzada[5] en gran medida inspiradas por el movimiento eugenésico global, que también fue adoptado por los nazis en Alemania. Mientras que el programa sueco se centró en la esterilización de aquellos considerados «genéticamente inferiores» o «socialmente inadecuados», los nazis llevaron esto mucho más allá, culminando en el genocidio sistemático de millones de personas durante el Holocausto.
Naturalmente, este tipo de “ciencia” quedó completamente desautorizado tras la caída de los nazis y el conocimiento de sus crímenes. Aquí en Suecia, bajo gobiernos socialdemócratas, siguió funcionando[6], hasta que, en 1959, el instituto fue reorganizado y pasó a formar parte de la Universidad de Uppsala bajo el nombre de «Instituto de Genética», alejándose formalmente de las teorías raciales y centrando sus esfuerzos en la genética moderna. La revelación de sus prácticas, especialmente los programas de esterilización forzada, ha sido un tema de gran controversia y arrepentimiento en Suecia, particularmente a medida que el país ha reflexionado sobre su legado en la era moderna. Pero, este busto sigue aquí, y parece que se encuentra bajo el radar, porque no he visto nunca ni la más mínima pintada, lo que sí he llegado a ver en la estatua de Tegnér y hasta en la de Linneo, ambas pintarrajeadas con las letras BLM y el texto “No nazis”. Lo de BLM se refería al movimiento Black Lives Matter (La vida de los negros importa), movimiento norteamericano relacionado con la violencia extrema con la que los afroamericanos son tratados por la policía.
Yo no tengo nada en contra de estas estatuas o bustos. Me parece que está bien que nos recuerden nuestra historia. Soy completamente contrario a esconder la historia, por muy amarga que sea. Es importante que se expliquen, no deben quedar ahí, anónimas para la mayoría. Yo sigo mi paseo y veo más señores inmortalizados en bronce; historiadores, botánicos, músicos, directores de coros estudiantiles etc. Todos señores, ni una mujer, nada, ni una sola. Es raro, me digo, muy raro. No solo busco al azar, voy a la biblioteca a buscar el catálogo de arte público en la ciudad y no encuentro ninguna mujer representada, cualquiera diría que estoy en terreno talibán.
Tengo que salir de Lundagård y llegar a las puertas de la catedral, para ver una pequeña figura que representa a una mujer, una madona idealizada con un manto por cuyos bordes aparecen cabezas de niños. Esta figura merece ser explicada, porque se trata de algo tan raro como una representación de la virgen ante una iglesia protestante, pero todo tiene una lógica explicación. Esta escultura está aquí desde el 2015, un martes 8 de septiembre, en el mismo día del nacimiento de la virgen María, la escultura fue inaugurada con una peregrinación, repique de campanas, lecturas y bendiciones. La escultura, que se encuentra en la plaza frente a la entrada principal de la catedral, es una llamada Madona del manto protector (Schutzmantelmadonna). Es decir, una escultura en la que la Virgen María protege a todas las personas y todo lo humano bajo su manto. Este motivo proviene de la Edad Media y fue muy común en toda Europa. Curiosamente, al año siguiente, concretamente el 31 de octubre, fecha en la que se conmemoraba el 499 aniversario de la publicación de las 95 tesis de Lutero el 31 de octubre de 1517, dando comienzo a la reforma. En el aniversario, 499 años después, curiosamente no 500, se reunieron dignatarios luteranos y católicos de todo el mundo para una misa ecuménica en la catedral de Lund para comenzar el camino hacia la reconciliación. A la cabeza, el papa Francisco, representante de Cristo en la tierra, y el obispo Munib Younan, presidente de la Federación Luterana Mundial. Este encuentro, que a lo mejor pasará a la historia, fue sido planeado durante varios años y se celebró en Lund porque fue en la catedral de Lund donde se fundó la Federación Luterana Mundial en 1947. Entre los 700 participantes invitados a la misa se encontraban 8 arzobispos, 41 obispos, 2 rabinos, 2 imanes y una serie de otros representantes eclesiásticos. Y aquí entra esta pequeña virgencita, tan políticamente correcta, como parte de la escenificación.
Me digo que tengo que encontrar alguna mujer representada y me voy directo al Parque de la Ciudad, que hoy está bellísimo, todo hay que decirlo, y allí sí que encuentro una mujer y la pobre está desnuda. Claro, me digo. Mujer desnuda, alegoría de algo mitológico, pero no una mujer real. Es más bien la idea de la mujer, que tenían en aquella época. Lo peor es que esa época es demasiado cercana. ¿Qué pasa con las mujeres en Lund? ¿Por qué no ha merecido ninguna mujer ser inmortalizada por sus logros académicos o su importancia en la ciencia, el arte, la música? Esta mujer aquí representada era la esposa del escultor Nils Möllerberg, que la cinceló en 1953. Representa a Pomona, que, en la mitología romana, era conocida por su belleza y su habilidad para cultivar el suelo. Su nombre se deriva de la palabra latina «pomum», que significa manzana o fruta en general. Aunque su culto no era tan prominente como el de otros dioses romanos, como Ceres, Pomona era venerada en festividades específicas, como la celebración dedicada a la cosecha de frutas y la prosperidad agrícola. Yo denominé Pomona a la fiesta que hicimos el año pasado con motivo de los 70 años de la fundación de nuestro poblado jardín. Aunque, no sé yo, lo de Pomona aquí, en el Parque de la ciudad, está bastante rebuscado, porque en este parque no hay ni un árbol frutal, a excepción de algún castaño.
Como político, pienso preguntar en todas las instancias por qué no se han puesto estatuas de mujeres prominentes. No es que no tengamos y hayamos tenido en la ciudad mujeres que se merezcan ser recordadas. Las tenemos y son muchas. Es ridículo que todas las representaciones de mujeres sean alegóricas y estén casi siempre desnudas. También me hace pensar, que aquí hemos invertido el gusto antiguo por el cuerpo desnudo del hombre y los cubrimos púdicamente de la cabeza a los pies, mientras las mujeres, cuyo cuerpo los clásicos denostaban como imperfecto, es lo único que nos interesa mostrar en la escena publica en Lund. Lógica desnudez encuentro ante la entrada del instituto Katedralskolan, un gimnasium en sueco, palabra de la voz griega para el desnudo, γυμνός (gymnós) y gymnasium por tanto, el lugar donde los atletas entrenaban desnudos en la antigua Grecia. Como tal, a la entrada de este gymnasium vemos a dos jóvenes jugando, parece, al fútbol o algo similar. Pertenecen al sexo masculino, lo que en parte revienta mi teoría, pero la verdad es que, las pocas mujeres representadas en el arte público en Lund, son mitológicas y van desnudas, mientras los hombres son proceres bien conocidos, algunos de dudosa fama o de una ética poco acorde con los valores de nuestra sociedad en este momento. Sepamos que Lund no es una ciudad única en esto de la representación de la mujer, lo mismo ocurre en Malmö, Gotemburgo o Estocolmo y en general en todas las ciudades suecas, aunque en estas últimas ciudades, encontramos alguna que otra mujer, conocida por sus hechos y vestida. En general, la representación de figuras femeninas en el arte público en muchas ciudades, es bastante limitada en comparación con las figuras masculinas. Las discusiones sobre la representación equitativa en las obras de arte públicas están en curso, y hay una creciente conciencia sobre la importancia de incluir a más mujeres y sus logros en el espacio público, pero, y esto es muy preocupante, nada se hace para subsanarlo.
[1] El dinero para la estatua de Esaias Tegnér en Lund se reunió principalmente a través de una campaña de recaudación de fondos en la que participaron estudiantes de la Universidad de Lund. Después de la muerte de Tegnér en 1846, los estudiantes querían conmemorar al famoso poeta y profesor de la universidad, por lo que comenzaron a recolectar fondos. La campaña fue exitosa y recibió apoyo no solo de estudiantes, sino también de profesores y ciudadanos de Lund que querían honrar a Tegnér. La estatua fue esculpida por el artista Bengt Erland Fogelberg y se inauguró el 7 de noviembre de 1853 en Lundagård. Esta iniciativa refleja el gran respeto y admiración que se le tenía a Esaias Tegnér, tanto por su contribución a la literatura sueca como por su papel en la vida académica de la universidad.
[2] Sven Nilsson fue un pionero en los campos de la arqueología y la zoología. Es conocido por su obra «Skandinavisk fauna», un trabajo fundamental en